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Pablo y Bernabé en Iconio, 14:1–7.

Iconio, al sudeste de Antioquía, distaba de esta ciudad unos 130 km. Lucas nos informa
cuidadosamente que Perge estaba en la provincia de Panfilia (13:13), Antioquía en Pisidia (13:14),
Listra y Derbe en Licaonia (14:6), pero no se encuentra ninguna indicación respecto a la geografía
de Iconio. Probablemente fue intencional, debido a que anteriormente esta ciudad perteneció a
Frigia, pero posteriormente estaba incluida como parte del distrito de Licaonia, aunque sus
habitantes seguían considerándose como frigios. Después que llegaron a Iconio, los apóstoles
entraron una vez más en la sinagoga y predicaron a Cristo. La actividad de los dos misioneros
(heraldos de la fe), descrita en pocas líneas, sigue más o menos el mismo curso que en Antioquía.
Al principio obtienen gran éxito entre los judíos, no menos que entre los griegos (gentiles
temerosos de Dios). Lucas no presenta el bosquejo del mensaje, pero dice que una gran multitud
creyó. De aquí en adelante Lucas ya no vuelve a dar cuenta detallada de la predicación en las
sinagogas; sólo de vez en cuando y en pocas palabras indica su contenido. Los puntos esenciales
de sus discursos habrán sido los mismos en todas partes.

La experiencia de Antioquía se repitió en Iconio: se comienza por predicar en la sinagoga con un


gran éxito inicial (v. 1), pero los judíos no creyentes incitaron una gran oposición entre los gentiles
y los enojaron contra los hermanos (v. 2; 18:6; 19:9; 28:24). La ciudad llegó a estar dividida luego
que Pablo y Bernabé pasaron un largo período de tiempo enseñando el evangelio. Aquí, como en
otros lugares, Dios confirmó su presencia a través de la audacia del testimonio de los apóstoles y
las señales y prodigios por medio de las manos de ellos (v. 3). Aquellos que se oponían conspiraron
con sus gobernantes en una manifestación pública para que los apóstoles fueran ser apedreados.
Sin embargo, la gente no había tenido éxito en su acusación ante el tribunal contra los apóstoles. Y
al fin, los dos predicadores salieron de allí rumbo a las ciudades vecinas (vv. 4–7). Lo que sucede
en otras situaciones en sus viajes misioneros, sucede también en Iconio: los dos portavoces de la
fe tienen que ceder ante el odio de los judíos que persisten en la infidelidad y que se encargan de
alborotar (9:23; 13:45, 50; 14:19; 17:5–8; 18:6, 12, 13). En el v. 3 se designa la predicación del
evangelio como la palabra de su gracia . Con ello se da a entender que la salvación que ofrece el
cristianismo es puro don de Dios (ver 15:11; 20:24, 32). Los vv. 4 y 14 de este capítulo son los
únicos pasajes en que Pablo y Bernabé se mencionan con el título de apóstoles (apóstol significa
“enviado”), título que Los Hechos, fuera de aquí, reserva para los doce. Aun cuando habla de Pablo
solo, Lucas no lo llama jamás apóstol. Los apóstoles de Cristo, que no deben confundirse con “los
apóstoles de las iglesias” (2 Cor. 8:23: RVA tiene mensajeros ; Fil. 2:25: RVA tiene mensajeros ), era
un grupo especial y restringido, pero llegaron a incluir a otros que no eran de los doce. Pablo,
Bernabé, Santiago, Andrónico, Junias y Epafrodito parecen haber sido considerados apóstoles de
Cristo. Posiblemente éstos, incluyendo a Pablo, deben ser distinguidos de los doce, al no haber
seguido a Jesús desde el tiempo del bautismo de Juan (1:22) como era el caso con los doce. Pablo,
por lo menos, insistía en que él había visto al Señor resucitado, basando su pretensión al
apostolado en tal experiencia (1 Cor. 9:1), junto con su designación directa por Jesucristo (Gál.
1:1). (5) Pablo y Bernabé en Listra, 14:8–20. Listra y Derbe eran dos ciudades de Licaonia,
pertenecientes políticamente a la provincia romana de Galacia. Estaban al sudeste de Iconio. Listra
distaba de Iconio unos 40 km. y Derbe distaba de Listra unos 50 km. Según parece, en ninguna de
las dos ciudades existía sinagoga ni un grupo considerable de temerosos de Dios, mas el culto a
Zeus es prominente (v. 13). El ambiente era predominantemente pagano. Judíos, en cambio, sí los
había. Listra fue la ciudad natal de Timoteo, a quien Pablo conoció durante su primera estancia en
la ciudad. Es posible que el hogar de Timoteo y de su madre Eunice, una mujer judía, y de Loida, su
abuela haya hospedado a los apóstoles cuando estuvieron en Listra (16:1, 2; 2 Tim. 1:5).

Referente a la visita a Derbe nada sabemos en detalle, sino que después de anunciar el evangelio y
de hacer muchos discípulos volvieron a Listra (v. 21). Al contrario, por lo que se refiere a la visita
en Listra sí abunda la información. Como no disponían de una sinagoga, la predicación de Pablo y
Bernabé se realizó en las calles y en las casas. A la entrada del mercado encontraron con un
limosnero inválido de nacimiento que había escuchado el mensaje de Pablo con gran interés. Al
observar al enfermo, Pablo nota en la expresión de su rostro que tiene una fe suficiente en él
como enviado de Dios y acepta con plena convicción la verdad de su sermón (ver 13:48). Pablo le
ordena que se ponga de pie. Este se levanta y comienza a caminar.

Semillero homilético

¿Qué es un misionero? 14:8–20

Introducción: Se habla mucho de misiones y misioneros. Pero, ¿qué características debe tener un
misionero según la perspectiva bíblica?

I. Un misionero es una persona visionaria llamada por Dios: Con una visión clara del campo:
Los campos blancos para la siega; Con una visión amplia del campo: El campo es el
mundo; y Con una visión concreta de su misión: Que los hombres se arrepientan.
II. Un misionero es una persona obediente al llamado por Dios: No se deja llevar por
adulaciones (a Pablo y a Bernabé les querían ofrecer sacrificios); El misionero obedece la
voz del Espíritu (Pablo vio que un hombre tenía fe para ser sanado); y Sigue adelante a
pesar de las adversidades.
III. Un misionero es una persona llamada por Dios que está dispuesta a sufrir: Un misionero
expone su vida por la causa de Cristo, a Pablo lo apedrearon; Un misionero sigue adelante
a pesar de las adversidades (Pablo siguió adelante a pesar de que lo habían dejado casi
muerto); y Un misionero sabe que habrá sufrimientos en el desempeño de la obra ( Es
preciso que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios, v. 22).
IV. Conclusión: Un verdadero misionero es aquel que habiendo sido llamado por Dios a la
obra misionera, se convierte en un visionario cuya obediencia le capacita para soportar el
sufrimiento que implica la realización de su tarea.

Como era una sociedad pagana, la multitud dedujo del milagro que los dioses tomando forma
humana habían venido a su ciudad. La creencia de que las divinidades pueden revestir figura
humana y andar entre los hombres corresponde a las ideas religiosas del paganismo de esa época.
También los habitantes de Malta tomaron a Pablo por un dios (28:6). Como Bernabé era mayor y
el más reservado se le identificó con Zeus (Júpiter, dios romano principal), la suprema deidad y el
guardián principal de la ciudad. Pablo era el que llevaba la palabra y el menor de los dos; por
tanto, se asemejaba a Hermes (Mercurio, el equivalente romano), el mensajero de los dioses.
Dado que la gente empezó a hablar en lenguaje licaónico, probablemente Pablo y Bernabé no
entendieron lo que decían cuando los identificaron con Zeus y Hermes (v. 11).

El pueblo de Listra está convencido de que Pablo y Bernabé son dioses en figura humana que los
sacerdotes del templo de Zeus, a la entrada de la ciudad, se dan prisa para ofrecer un sacrificio a
las dos supuestas divinidades. Los apóstoles intervinieron inmediatamente y rasgaron sus vestidos
como señal de repugnancia por un acto tan blasfemo (un gesto usual entre los judíos, Mar. 14:63).
Ellos les indicaron que también eran hombres y que predicaban el evangelio para que la gente
conociera al Dios viviente. El mensaje de Pablo a las personas de Listra refleja el fondo simple y
pagano de sus oidores. Como todos los discursos en Los Hechos, éste también es completamente
apropiado a la situación. En las sinagogas Pablo naturalmente apelaba al testimonio de las
Escrituras judías, mas aquí tiene que apelar a su propia experiencia (es decir, la revelación
natural). Las palabras que entonces anuncia al pueblo tienen para nosotros mucha importancia,
porque nos ilustran sobre lo que era la predicación de Pablo a grupos paganos. Comienza
enseñando a la gente acerca del Dios viviente, como la verdad religiosa fundamental de que hay
un solo Dios, el cual es el Creador del universo y Padre amoroso de todos los hombres (igual como
el discurso en Atenas, 17:22–31). No somos nosotros dioses, les dicen Pablo y Bernabé, sino que
poseemos una naturaleza de hombres, semejante a la de ustedes. Somos mensajeros de ese Dios
viviente, y lo que buscamos precisamente es apartarlos del culto a los ídolos, Zeus y Hermes, que
son falsos (no tienen existencia real), y convertirlos al único y verdadero Dios. Sus dioses son
objetos inertes y, en consecuencia, incapaces de acudir en ayuda de sus adoradores; en cambio,
nuestro Dios no ha dejado de dar testimonio de sí mismo. El Dios que les anunciamos es un Dios
que existe, que posee la vida y es capaz de hacer algo por sus adoradores, escuchar sus súplicas,
protegerlos y traerles la paz y la felicidad verdadera. Se nota en el v. 19 un cambio brusco en los
sentimientos populares, que sirve como estorbo a la obra de los apóstoles y que pone fin a su
actividad en Listra. Los responsables son, una vez más, los judíos, venidos en esta ocasión desde
Antioquía a Iconio. Estos judíos celosos que se oponían al éxito del evangelio entre los gentiles, se
movieron entre el pueblo emocional e inconstante y les persuadieron que los apóstoles estaban
equivocados. La muchedumbre se amotina y apedrea a Pablo, que se desploma inconsciente.
Dado que Pablo era el portavoz, fue el blanco principal de la ira de la gente. Creyéndole muerto, lo
llevaron fuera de la ciudad y allí lo abandonaron. Mientras los discípulos rodeaban el cuerpo, quizá
planeando su entierro, Pablo vuelve en sí, se levanta y regresa a la ciudad. Pablo habla de esta
experiencia más tarde en sus escritos (2 Cor. 11:25; 2 Tim. 3:11). (6) El regreso a Antioquía de Siria,
14:21–28. Como se notó antes, nada sabemos en detalle de la obra en Derbe. Lucas menciona que
se hicieron muchos discípulos, dando a entender que un buen número de los ciudadanos de la
pequeña ciudad se convirtió a Cristo. Es posible que Gayo de Derbe fuera convertido en este
tiempo (20:4). Después de terminar la obra en Derbe, Pablo y Bernabé determinaron regresar a
Antioquía de Siria, iglesia de la que habían partido para este su primer viaje misionero. El regreso
va a hacerse siguiendo el mismo camino que habían traído, pero en sentido inverso: Derbe-Listra-
Iconio-Antioquía de Pisidia-Perge (vv. 21–25); desde allí bajarán a Atalia, puerto principal del área,
embarcándose para Siria (vv. 25, 26).

Joya bíblica Y después de haber constituido ancianos para ellos en cada iglesia y de haber orado
con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído (14:23).

La razón por la que eligieron esta ruta de regreso es significativa. Podían haber hecho el viaje
mucho más directo atravesando la cordillera del Tauro por Cilicia y bajando luego a Siria. Dado que
hacía muy poco tiempo que las congregaciones se habían establecido en esas ciudades, era
importante que recibieran más enseñanza y orientación en cuanto al evangelio, y que se les
ayudara a resolver cualquier problema que pudiera haber surgido. Los nuevos cristianos
necesitaban comprender que su fe no les iba a librar de ser perseguidos. Pablo es totalmente
honrado con la gente que había decidido convertirse al cristianismo. Les decía francamente que
tendrían que entrar en el reino de Dios atravesando muchas aflicciones. La entrada al reino de
Dios era una puerta muy angosta y difícil. El reino de Dios, un concepto judío, se usaba muy poco
entre los gentiles. Otra razón para volver a visitar a las nuevas iglesias es que necesitaban algo de
organización, especialmente aquellas entre los gentiles que eran independientes de la sinagoga.
Los apóstoles demostraron que su convicción era desde el comienzo que el cristianismo debía ser
vivido en comunidad. Las personas no se dejaban solamente a su vida individual. Desde el
principio el deseo de los dos evangelistas no fue solamente convertir a individuos, sino formar con
esos individuos una congregación cristiana. Lucas menciona que Pablo y Bernabé constituyeron
ancianos para ellos en cada iglesia (v. 23). La palabra “constituir” (nombrar) originalmente
denotaba una elección por aclamación (es decir, un voto por levantar las manos). El significado
original de la palabra pudo haberse usado para referirse a una elección popular. Parece ser que la
elección fue llevada a cabo bajo la dirección de los apóstoles. La organización de la iglesia bajo la
dirección de los presbíteros (transliteración de la palabra griega) o ancianos, probablemente fue
derivada de la sinagoga judía. Los ancianos eran los responsables de dirigir los cultos de la iglesia.
Después de la elección de los ancianos, la congregación pasó un tiempo orando y ayunando. Los
apóstoles encomendaron a los ancianos y a toda la iglesia al Señor antes de continuar su viaje a
Antioquía de Siria. Como se menciona previamente, con frecuencia los términos anciano y obispo
son usados alternativamente en el NT (Hech. 20:17 con 20:28; y Tito 1:5 con 1:7). Al llegar a
Antioquía los misioneros reúnen a la iglesia y cuentan de cuántas cosas había hecho Dios con ellos,
pero la noticia de más importancia y de enorme trascendencia era cómo él había abierto a los
gentiles la puerta de la fe (v. 27). Esto debió llenar de alegría a la iglesia en Antioquía, compuesta
en gran parte por gentiles. Claro, se habían ofrecido puertas abiertas a los gentiles: circuncisión, la
Ley, llegar a ser prosélito. Mas esta puerta,fe personal en Jesucristo, no tenía necesariamente
ninguna conexión con la sinagoga ni con ninguna de estas cosas. No todos, sin embargo,
participaban del mismo entusiasmo. Algunos cristianos judíos, apegados aún al judaísmo, no
compartían esas alegrías. El siguiente capítulo es una buena prueba de ello.

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