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El Cotidiano

ISSN: 0186-1840
cotid@correo.azc.uam.mx
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad
Azcapotzalco
México

Martínez V., Griselda


Violencia masculina. De las fantasías sexuales de los géneros al acoso sexual
El Cotidiano, vol. 18, núm. 113, mayo - junio, 2002, pp. 15-27
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco
Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32511303

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V iolencia masculina.
De las fantasías sexuales
de los géneros al acoso sexual

Griselda Martínez V.*

El objetivo de este ensayo es analizar los efectos que tiene la violen-


cia masculina en las relaciones entre hombre y mujer. Se trata de
una reflexión en torno a las construcciones subjetivas individuales y
colectivas relacionadas a la sexualidad, expresión de la especificidad
del ser humano, pero también de su esencia salvaje que se expresa a
través de la violencia. El propósito es buscar en el erotismo el cami-
no que toman los hombres para liberar sus pulsiones, mientras el
acoso sexual evidencia su incapacidad para contener sus deseos
cuando se encuentran en una posición de poder.

L as construcciones subjetivas individuales


y colectivas en relación a la sexuali-
dad, reflejan la peculiaridad del ser humano
reconociéndolo a partir de su esencia salvaje.
sociales identificadas con el pasado. De una
manera semejante, la violencia humana o su
esencia violenta, emerge a principios de siglo
como algo que colectivamente no ha sido po-
En todo caso, el tratamiento que se da a este sible superar, como la incapacidad de la mo-
objetivo, irremediablemente pasa por el terre- dernidad para extirpar el peligro de la
no del análisis de la cultura y, de manera más violencia.1 En ese sentido, si el erotismo re-
precisa, de la transformación de las estructu- presenta la posibilidad de que los humanos de-
ras culturales donde el cambio de las ideas mos rienda suelta a la violencia, a nuestra
predominantes respecto al deber del ser social, naturaleza animal, habremos de reconocer que,
se traducen en un cambio de la práctica so- en efecto, esta metáfora que hombres y muje-
cial, de la relaciones concretas que se repro- res construimos sobre la sexualidad, es una vía
ducen en la vida cotidiana. para escapar a la presencia de un Estado que
limita nuestra naturaleza violenta y que pare-
Entonces, la hipótesis que subyace en ce pretender combatir cualquier expresión de
este ensayo está referida al contexto del cam- violencia social, desde la física o material,
bio cultural, en el cual es necesario reconocer hasta la simbólica.2
la coexistencia entre lo viejo y lo nuevo, don-
de si bien predomina lo segundo, lo contradic-
torio de la modernidad queda definido,
precisamente, por la persistencia de prácticas 1
Alain Touraine, Crítica de la modernidad, FCE ,
Argentina, 1994.
2
Rafael Montesinos y Griselda Martínez V., “Erotis-
mo y violencia simbólica: un ensayo sobre el proceso
*
Profesora-investigadora, Departamento de Produc- civilizatorio”, en Revista Iztapalapa, núm. 47, UAM-I,
ción Económica, UAM-Xochimilco. México, 1999.

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Cotidiano 113 15
El interminable deseo sexual que dife- cios públicos y privados, sobre todo las nuevas
rencia al hombre del resto de los animales, se formas de identidad femenina que emergen
consuma violentando la voluntad del otro o con poco a poco en nuestra sociedad y que ad-
una práctica social inscrita dentro de las nor- quieren materialidad, particularmente en las
mas que resguardan las instituciones; la sexua- grandes ciudades, han provocado conflictos
lidad reivindica la persistencia de los impulsos tanto en unas como en otros. La emergencia
que han de encontrar su satisfacción o consu- de una nueva cultura no se expresa tan sólo
mación, al obtener el objeto del deseo. Así, con cambios en los principios y normas que
en la evolución de la humanidad, se puede rigen las conductas de los individuos, o en
observar cómo los hombres van aprendiendo a valores y expectativas que guíen los proyec-
controlar sus pulsiones, a contener sus deseos tos de vida de los miembros de cada género y
sexuales. Entonces, la relación con el otro, de la colectividad misma, sino en procesos
puede definirse a partir del cómo evoluciona mucho más complejos que dan cuenta del efec-
la mujer de objeto a sujeto sexual, posibilitan- to provocado por la introyección de un nuevo
do que el aspecto que rige las relaciones entre esquema simbólico registrado en las estructu-
hombres y mujeres, sea el consentimiento, el ras subjetivas.3 Dicho proceso alude a una
acuerdo, la aceptación, es decir, un convenio reconfiguración psicológica que confronta el
mínimo que evoluciona poco a poco, al paso subconsciente con el consciente, esto es, a los
que la civilidad se va concretando. residuos de una cultura mediante la cual fui-
mos socializados y un nuevo imaginario cons-
La naturaleza violenta del hombre, el truido con valores modernos que nos hace
control de sus pulsiones, queda sujeta a las aparecer como individuos conscientes de un
diferentes matices que la cultura impone en tiempo social diferente. Por tanto, en el plano
las relaciones sociales. De tal manera que si cultural, de la igualdad de la mujer y del nue-
una sociedad se rige por una cultura donde se vo papel que el hombre ha de desempeñar tan-
reitera en la práctica social el dominio mas- to en el espacio público como en el privado.
culino, la animalidad del hombre encuentra
en el erotismo el terreno más propicio para Por ejemplo, en una situación en la cual,
realizarse subjetivamente como animal sexual cuando la propia mujer no asume el nuevo rol
civilizado, y en el acoso sexual la práctica social desempeñando desde los años setenta,
que prueba la calidad salvaje de un animal se reproduce un conflicto entre el papel que
que no está dispuesto a controlar sus pulsiones. ella tiene registrado de sí misma y una activi-
dad social moderna. Esto es, la idea conven-
cional del papel de madre/esposa y una
La resignificación de las identidades actividad remunerada económicamente que
genéricas refleja cómo la mujer ha conquistado el espa-
cio público.4

Una de las características del fin y principio Esta nueva situación provoca que la pro-
de siglo, es el cambio social. Esto supone trans- pia mujer se autoculpe al no cumplir con el
formaciones en todos los ámbitos de la socie- papel de madre/esposa a la usanza de los años
dad: la política, la economía y la cultura. Sin sesenta, donde la mujer, al estar confinada al
embargo, es evidente que, en esa transforma- espacio privado, tenía la responsabilidad ab-
ción, la cultura parece avanzar más lentamente soluta de garantizar la reproducción de la fa-
a pesar de los efectos que tienen sobre la vida milia. Esta situación, muchas veces, pesa sobre
cotidiana, los medios de comunicación masi- la mujer moderna que ha logrado fincarse una
va. Sin embargo, es indudable que las relacio- carrera universitaria y ha avanzado en su pro-
nes sociales de hoy son radicalmente diferentes
3
a las de una herencia cultural tradicional que Rafael Montesinos. “La masculinidad: la cultura y
anteponía la «superioridad» del hombre sobre las tendencias genéricas en el México Contemporá-
neo”, en revista Casa del Tiempo, núm. 13, UAM, Méxi-
la mujer.
co, 2000.
4
Griselda Martínez V., “La mujer en el proceso de
El cambio cultural expresado en las re- modernización en México”, en revista El Cotidiano ,
laciones entre hombres y mujeres en los espa- núm. 53, marzo-abril, México, 1993.

16 Masculinidad
yecto profesional, difícil. Por una
escalando posi- parte, es el hom-
ciones de poder bre el que se ha
todavía resguarda- visto desplazado
das para los hom- por una mujer que
bres. Pues su al revelarse en
actividad le resta contra de la auto-
tiempo para cum- ridad masculina
plir con el estereo- “invade” espacios
tipo del ser mujer resguardados por
que hereda de un una cultura “ma-
proceso de socia- chista” que niega
lización que le no los derechos,
“grabó” sus obli- sino la capacidad
gaciones con los de la mujer para
otros: el padre, los desempeñarse en
hermanos, el es- ámbitos regidos
poso, los hijos.5 por atribuciones
que la sociedad
Se trata de sólo le concedía
mujeres y hom- al género mascu-
bres que son pro- lino. Como es el
ducto de un in caso de la razón,
pase cultural don- la objetividad, la
de la identidad ambición, la auto-
genérica queda ridad, la seguridad,
atrapada entre el el pragmatismo ,
pasado y el pre- etcétera, es decir,
sente, entre valo- en general, la in-
FOTO: RAÚL RAMÍREZ MARTÍNEZ
res anticuados y teligencia.6
un mundo nuevo que envía mensajes simbóli-
cos que poco tienen que ver con las prácticas Por su parte, al referirse específicamen-
sociales de hoy. De tal manera que los con- te al “machismo”, Harris señala:
flictos registrados por las mujeres a las que nos
hemos referido, se debaten entre su incapaci- En Latinoamérica, los ideales de supremacía
dad para superar una estructura tradicional de masculina, se conocen como machismo. En
valores y una actitud masculina de la práctica toda Latinoamérica, a los hombres se les exi-
concreta, que por sutil que esto sea, reproduce ge ser macho –es decir, valientes, sexualmente
el esquema tradicional que sigue colocando a agresivos, viriles y dominantes sobre las mu-
la mujer en una suerte de servidumbre hacia jeres–. En casa, controlan el dinero a sus
el hombre. Aunque esto se limite a un ritual mujeres, comen primero, esperan obedien-
social en el cual la mujer le guarda ciertas cia inmediata de sus hijos, especialmente de
atenciones a “su hombre” o que en el espacio sus hijas, van y vienen a su antojo, y toman
familiar, así se cuente con los recursos econó- decisiones que la familia entera debe seguir
micos para emplear personal doméstico que sin discusión. “Llevan los pantalones”.....7
se encargue de las tareas de la casa, continúe
con la responsabilidad de resolver la situación. En ese sentido, el primer conflicto mas-
culino se centra en la cuestión de la igualdad
Si esto revela cierto grado de conflicto entre la mujer y el hombre. Una cosa es que el
en la mujer, las condiciones actuales sitúan a
los hombres, quizás, en una posición algo más 6
Harry Brod and Michael Kaufman, Theorizing
masculinities, Sage, USA, 1994.
5 7
Franca Basaglia, Mujer, locura y sociedad, UAP, Marvin Harris, Antropología cultural, Alianza Edi-
México, 1987. torial, Madrid, 1995, p. 530.

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hombre “acepte” que la mujer se relacione en movimiento social que diera forma a una de-
el espacio privado y en el público, como igua- manda, sino a partir de una práctica concreta
les, y otra que la mujer compita de tú a tú, por con un nuevo sujeto social, la nueva mujer,
ejemplo, para ocupar un puesto de mayor ni- que también exige la corresponsabilidad del
vel jerárquico o que se cuestione su autoridad otro en el proceso de renovación cultural. Por
en el espacio privado. Esto sintetiza un proce- su parte, Montesinos ha trabajado sobre este
so complejo mediante el cual la mujer salió al fenómeno a partir del concepto de una crisis
espacio público, diversificando su presencia de la identidad masculina, en un marco de
en todas las ramas económicas, es decir crean- cambio cultural donde, al menos el hombre,
do las bases para su independencia económi- no termina por asumir las nuevas condiciones
ca, y luego apoyada por una carrera profesional entre los géneros, lo que provoca el malestar
ascender a puestos de poder que le concede la masculino cuya expresión se observa, a ve-
capacidad para tomar decisiones que influyen ces, en el repudio de las mujeres que ahora
en el ámbito público.8 Se trata de un proceso participan del poder en cualquiera de sus for-
mediante el cual se replantea el equilibrio del mas, de aquellas que emergen como orgullo-
poder entre los géneros, impidiendo en la prác- sos sujetos sexuales, poseedoras de su cuerpo
tica que el hombre continúe con prácticas au- y sus deseos, entre otros muchos ejemplos.11
toritarias.9 Si ya iniciada la emancipación
femenina el trabajo remunerado de las muje- No se trata de un proceso generalizado
res era visto por el hombre como una “ayuda” en nuestra sociedad, sino de transformaciones
a la manutención del hogar, independiente- parciales que poco a poco transforman los ima-
mente que cubriera la doble jornada, el caso ginarios colectivos y que dan cuenta, enton-
de las mujeres que han accedido al poder cons- ces sí, de un cambio cultural que marca nuevas
tituyen muchos casos donde su ingreso es su- pautas de interacción en la vida cotidiana. Esto
perior al de su pareja, al del hombre. En estas es, un cambio compartido por la colectividad
condiciones de igualdad y a veces de desven- que sin necesidad de ser experimentado indi-
taja para el hombre, es que éste se persuade vidualmente se incorpora a la estructura de
de abandonar las justificaciones sociales para valores culturales compartidos socialmente y
actuar autoritariamente. Ahora el hombre tie- que, por tanto, influyen en sus prácticas al
ne que compartir el poder y en muchos casos constituirse en referentes de los imaginario
hasta perderlo, pues la base económica que dominantes.
sustentó su autoridad se ve mermada, cuestio-
nada o minimizada al grado de considerarla En las siguientes líneas intentaré dar for-
virtualmente en desaparición.10 ma a un esquema analítico que permita obser-
var las consecuencias de los significados que
Este proceso de cambio cultural que se adquiere el erotismo y el acoso sexual, en este
registra a partir de la emergencia de nuevas contexto de cambio cultural donde ya ha co-
identidades femeninas, las mujeres que acce- menzado a generarse una nueva relación entre
den al poder, tienen necesariamente una co- los géneros. Sin que ello represente la supera-
rrespondencia en el cambio de la identidad ción de prácticas que reflejen el precario avan-
masculina, la cual se sitúa, también, entre los ce civilizatorio de la modernidad en el campo
esquemas que definieron los estereotipos del particular de nuestra sociedad mexicana.
hombre en las sociedades tradicionales y una
nueva identidad masculina que se va constru-
yendo, sin proponérselo, sin planearlo, sin un La entidad masculina
y sus fantasías eróticas
8
Griselda Martínez V., “Ejecutivas: una nueva pre-
sencia en los espacios del poder”, en Dalia Barrera La decisión de tratar al erotismo a partir de su
(compiladora) Empresarias y ejecutivas. Mujeres con vinculación con la violencia es que, precisa-
poder, Colegio de México, México, 2001.
9
Norbert Elias, “El cambiante equilibrio de poder
11
entre los sexos” en Conocimiento y poder, La Piqueta, Rafael Montesinos, “Cambio cultural y crisis en la
Madrid, 1994. p. 139. identidad masculina”, en revista El Cotidiano, núm. 68,
10
Marvin Harris, Op. cit., p. 546. marzo-abril, UAM-A, México, 1995.

18 Masculinidad
mente, se asocia a la idea de la muerte. El mujeres, abre una compleja posibilidad para
erotismo puede aparecer, entonces, como ex- la construcción erótica. Sobre todo si conside-
presión de la esencia violenta de los indivi- ramos que la civilidad presupone el control de
duos. Por otra parte, y ésta es la que interesa los instintos, de las pulsiones.
en las siguientes líneas, el erotismo se articu-
la a la cuestión de la sexualidad y elude, por El erotismo hace diferente a la sexuali-
sí mismo, la cuestión de la represión sexual dad humana, en la medida que va más allá de
que se manifiesta, entre otras formas, a partir la reproducción.13 Se ubica en la frontera sim-
de proyectar a la sexualidad con el fin exclu- bólica poniéndo al descubierto la posibilidad
sivo de la reproducción; mientras la exalta- de transgresión de lo aceptado socialmente en
ción de todo lo referente a los instintos el terreno de la sexualidad; pero la evasión de
sexuales, esto es el erotismo, tiene como úni- las prohibiciones sociales que contienen los
co fin el placer, la realización del ser a partir impulsos sexuales de los individuos no se sitúa
de la sexualidad. Por tanto, la construcción en el terreno “concreto” de la vida cotidiana,
erótica alude de manera muy directa a las re- sino en la subjetividad individual que deja la
laciones entre los géneros conforme uno cons- acción fuera de la vista del Estado. Por ello el
tituye el objeto del deseo del otro. Visto así, la erotismo representa la transgresión del orden
relación estrecha entre el erotismo y los im- social pues emerge de la subjetividad de cada
pulsos (sexuales) nos permitirá reconocer la na- individuo, refleja la experiencia de cada uno
turaleza violenta de los seres humanos y el en la proyección de fantasías sexuales que no
control de sus pulsiones. responden a las prácticas sexuales reconoci-
das socialmente como “válidas”.
El primer elemento para reconocer la
naturaleza violenta del humano es, quizás, el Las prohibiciones aspiran a eliminar la
miedo a la muerte que induce al hombre a violencia aunque la transgresión, a partir del
liberar sus impulsos. Así que los requerimien- erotismo descubre su matiz simbólico inmerso
tos que impone la sobrevivencia y el miedo, en la fantasía sexual. Sin embargo la transgre-
induce a los humanos, como animales, a vio- sión va cargada de la angustia que provoca un
lentar a los demás. Por su parte, el erotismo acto subjetivo colocado fuera de lo estableci-
representa el terreno subjetivo en el que los do. Entonces, el erotismo se expresa, sobre todo
humanos reconstruimos interpretaciones sobre cuando el individuo que cae en la transgre-
la sexualidad, sin percatarnos que en dicho sión hace conciencia del hecho, en una suerte
proceso incorporamos nuestros miedos y nues- de claridad respecto a la incapacidad de la
tra naturaleza violenta.12 Así, el erotismo es sociedad para contener nuestros impulsos. El
violento por que siempre pone en juego la di- erotismo representa las limitaciones que im-
solución de las formas constituidas del orden pone la subjetividad individual al proceso de
social que coloca en salvaguarda la fragilidad socialización, el campo de la sexualidad don-
de la individualidad. de la violencia masculina puede liberarse de
las imposiciones de la cultura. Sortea lo que
Es en este contexto que el Estado y, por Freud llamó el malestar de la cultura que es el
tanto, la propia sociedad, ha creado las ins- costo que normalmente paga el individuo por
tancias necesarias para resguardar a las muje- el hecho de pertenecer a una sociedad. Las fan-
res de una violencia por parte de los hombres, tasías sexuales permiten a los individuos libe-
intentando evitar la objetualización de sus rarse de la cultura, nuestra animalidad se libera
cuerpos, pues la desventaja física y el papel simbólicamente del orden establecido que rige
que la mujer juega en la división social del cada uno de nuestros actos.
trabajo, hizo de su persona la parte más vulne-
rable en la negociación de la práctica sexual. Aunque el erotismo se exprese a partir
Por ello, en este aspecto, la modernidad como de la superación del ser personal, la supera-
representación de una serie de valores que ción de las prohibiciones sociales supone el
poco a poco evita la violencia física sobre las desplazamiento de su movimiento hacia la

12 13
Octavio Paz, La llama doble. Amor y erotismo, Georges Bataille, El erotismo, TusQuets, Barcelo-
Seix Barral, México, 1997. na, 1992.

El
Cotidiano 113 19
fusión, de una construcción subjetiva que sig- tre el objeto de un deseo sexual, que también
nifica el deseo hasta la fusión de los cuerpos es manifestación de un impulso violento, y el
en el acto sexual. En este proceso el erotismo deseo de asesinar, sea el hecho de poder con-
se expresa a partir de objetos, de objetos del cretar el impulso sin que la transgresión provo-
deseo que reflejan la construcción erótica del que una reprimenda contra la integridad física
individuo. o moral del individuo. Esto le confiere un pecu-
liar poder a la mujer, el poder de decisión que
Sin embargo, en las sociedades moder- permite consumar el deseo masculino sin el
nas, y sobre todo en las culturas tradicionales peligro de que la ley aparezca para imponerle
de Medio Oriente, el objeto
indiscutible del deseo mascu-
lino es la mujer, lo que pare-
ciera sugerir que la mujer no
posee un objeto del deseo; peor
aún, como si la histórica do-
minación del hombre sobre la
mujer les hubiese extirpado el
deseo.14 Ello supondría que se
les ha arrebatado, de por vida,
la libertad intrínseca en el ero-
tismo. Los hombres aparecen
siempre tomando la iniciativa,
mientras en la mujer se advier-
te el poder de la provocación
del deseo masculino. Como su-
giere Bataille, no es que la mu-
jer sea más deseable para el
hombre, en comparación del
hombre para la mujer, sino sim-
plemente que la mujer se pro-
pone como objeto del deseo
masculino. De ahí que la des-
nudez femenina, por ejemplo,
posea un indiscutible poder
emblemático del erotismo.

Aunque la mujer repre-


sente la posibilidad para que el
hombre consuma sus deseos
sexuales, quizás sea más im-
portante considerar que sin ella,
sin su imagen, no podría libe-
rarse de las prohibiciones que
impone la sociedad. Pues, la
sola imagen femenina permite FOTO: MARIO PALACIOS
al hombre transgredir las con-
tingencias que lo limitan y, desde luego, todo un castigo por violentar una prohibición. Al per-
tipo de fantasías en las que se imagine ejer- mitírsele transgredir se libera de las imposicio-
ciendo algún tipo de violencia como puede ser nes culturales, pero también se libera de la
el asesinar. La cuestión es que la diferencia en- amenaza de un castigo. Esa es una de las gran-
des bondades del erotismo.

14
Pierre Bourdieu, La domination masculine, Seuil, La seducción representa, entonces,
Paris, 1998. aquello que permite convencer al otro de que

20 Masculinidad
acceda a los deseos sexuales sin hacer uso de la de la animalidad humana, sino que precisa-
violencia física. La capacidad seductora de don mente la distinción entre la belleza y la feal-
Juan presume la transgresión de la individuali- dad es la condición para distinguir en el campo
dad de la mujer sin el uso de la fuerza, la vio- de la sexualidad, lo humano y lo estrictamen-
lación antepone la violencia física sobre la te animal. El diferenciar la relación sexuali-
simbólica por lo que coloca y expone al hom- dad-erotismo y sexualidad-reproducción. La
bre al peso de la ley. Por su parte, cuando la belleza, dice Bataille, refleja la presencia eró-
mujer se proyecta en el mundo contemporá- tica porqué ésta puede ser mancillada, mien-
neo como el máximo signo del erotismo, le tras la fealdad no puede ser transgredida.15
confiere tal poder que su cuerpo le permite
alcanzar diferentes objetivos que no necesa- La belleza juega un papel peculiar en
riamente tienen que ver con el placer. La la construcción erótica, pues en ella se descu-
objetualización de la mujer, su cosificación bre la violencia humana a partir de liberación
como objeto sexual se vuelve hoy contra el de los deseos sexuales y la transgresión, del
hombre moderno. Su irracionalidad, sus impul- erotismo. Pero también ha de advertirse que la
sos animales, encuentran nuevamente como belleza femenina, sin importar a la cultura a
enemigo a una racionalidad que coloca a la la que se haga referencia, representa un bien
mujer con ciertas ventajas sobre el hombre al escaso.16
controlar el objeto de sus deseos: el cuerpo
femenino. Sin embargo, como se ha señalado, Al constituirse como sujeto sexual, la
si la reconstrucción erótica de las relaciones mujer se apropia de su cuerpo, decide sobre él
entre hombres y mujeres no trasciende el pen- y así adquiere la capacidad para alcanzar el
samiento mediante la fusión, en la consuma- placer propio. Sin embargo, esas mujeres apro-
ción del acto sexual, quien posee fantasías vechan la objetivación del cuerpo femenino
sexuales puede alcanzar el placer aún con la para establecer a su favor, relaciones de poder
ausencia física del objeto del deseo. Eviden- y dominación. Los deseos sexuales del hom-
temente quien posee poder tiene mayores po- bre, tanto de los que poseen poder como los
sibilidades de consumar sus deseos, a diferen- que no lo tienen, hace del género masculino
cia de quien lo adolece. presa fácil a la voluntad de la mujer. Sobre
todo de aquella que cuenta con los elementos
Tal es el poder que ejerce la mujer so- estéticos y las conductas que proyectan las
bre el hombre, en su calidad de símbolo erótico imágenes eróticas reconocidas socialmente.
colectivamente construido, que se le conce-
de, generalmente, la capacidad exclusiva del Por ejemplo para Baudrillard, la prolife-
poder de la seducción. Aunque es justo seña- ración sexual que prevalece en la actualidad
lar que la liberación de la mujer que la hace desconcierta, pues tal situación tiende a eli-
pasar de un objeto a un sujeto sexual comienza minar los límites entre el orden tradicional que
a conceder poder seductor al hombre. anteriormente coartaba los impulsos sexuales
y las prohibiciones cuyo origen permite reco-
También se puede considerar la belleza nocer el juego de la transgresión, entre quien
de los hombres aunque, en términos genera- acepta el autocontrol y quien se libera, sobre
les, la condición física masculina lo hace aso- todo, de la cultura como elemento represor.17
ciarse a la animalidad, a diferencia de la mujer Se trata de una etapa en el que los limites de
donde la propia constitución física de las mu- lo prohibido se relativizan al grado de dificul-
jeres consideradas como bellas, se distancian tar la constancia del deseo, pues éste se repro-
claramente de las formas antropoides. De he- duce sobre todo si los objetos del deseo están
cho, una mujer es deseable cuanto más se ale- ausentes o son escasos.
ja de la pesadez natural que aproxima al
humano con los antropoides, la belleza feme-
nina, entonces, adquiere un valor erótico cul-
15
turalmente construido. Sin embargo, no es que Bataille, Op. cit.
16
Marvin Harris, Nuestra especie, Alianza Editorial,
la belleza femenina anule totalmente la
Madrid, 1991.
animalidad, pues hemos explicado cómo el 17
Jean Baudrillard, La seducción, Cátedra, Madrid,
erotismo es la recuperación de la naturaleza, 1986.

El
Cotidiano 113 21
Esta misma situación se reproduce de Si el erotismo se exacerba ante la au-
diversas formas en las relaciones del matrimo- sencia del objeto del deseo, entonces, cuando
nio en el que dicha institución en una socie- el matrimonio garantiza la persistencia del
dad tradicional intenta resguardar el predominio objeto, sino elimina el deseo, al menos lo re-
masculino. De manera que la reclusión a la duce. En principio, la rutina cotidiana y el sen-
que se sujeta a la mujer en el espacio privado, tido de propiedad lo que menos provocan es la
con toda la estructura moral que le impide ansiedad del deseo, la violencia de los impul-
irrumpir en el espacio público, sugiere cierto sos sexuales disminuye ante la garantía de con-
temor a la liberación de la mujer pues posee cretar el acto sexual. Por eso, la monotonía
el poder de la seducción. Los hombres temen matrimonial muchas veces parece la tumba
que la sexualidad de su pareja desencadene a del erotismo. Sin embargo, ni la misma satura-
tal grado el deseo de otro, que vulneren las ción sexual que en muchas ocasiones provoca
prohibiciones legales y morales que le otor- la repulsión hacia la pareja, extermina el ero-
gan la exclusividad sexual. La transgresión tismo, en todo caso, un matrimonio que ahu-
intrínseca del erotismo que provoca la figura yenta el deseo provoca que las partes busquen
femenina amenaza la seguridad de un orden otro objeto de deseo. En ese contexto el acto
social totalmente vulnerable a los impulsos sexual en el ámbito matrimonial representa la
tanto de las mujeres como de los hombres. La posibilidad de crear una fusión física que, poco
violencia puede estar a su favor o en su con- a poco, anula a la pareja como objeto del de-
tra, según sea la situación. seo. Por ello, la consumación del deseo busca
un nuevo objeto sexual que aparece como una
Sin embargo, a veces se considera al exigencia, aunque ésta sea reprimida, en una
matrimonio como la tumba del erotismo pues pareja que ha perdido el poder de la seduc-
la intimidad que caracteriza esta relación su- ción, la capacidad erótica que enciende la lla-
pone, de antemano, la superación de la ver- ma del deseo.
güenza a mostrar y tocarse libremente todo
el cuerpo humano. De hecho, si se considera Las relaciones simbióticas pueden vul-
al acto sexual como una fechoría, como una nerar el carácter lícito del matrimonio además
acción ilícita en términos generales (el acto de reproducir el erotismo que presuntamente
sexual se restringe a los espacios estrictamen- elimina. Las fantasías sexuales con la pareja
te privados, íntimos), el matrimonio represen- que traspasan el espacio privado y que se lle-
ta, entonces, una paradoja que enfrenta la van y reproducen en los espacios públicos. La
sociedad al reconocer el carácter ineludible obsesión de pensar que la pareja te traiciona,
de las necesidades sexuales de los indivi- que puede alcanzar mayor placer con otros,
duos, por lo cual al prever su transgresión emerge como una fuerza energética que pro-
impone tanto una prohibición como la in- voca un deseo sexual obsesivo, insaciable, pero
fracción correspondiente. Así el matrimonio sobre todo transgrede, con la subjetividad in-
aparece como el reconocimiento lícito de dividual, la estructura moral que se espera de
una forma específica de la sexualidad. Lo las propias relaciones matrimoniales, la repro-
paradójico es que, en general, mientras el ducción de una sexualidad avalada socialmen-
acto sexual se sanciona legal o moralmente, te. Por ejemplo, Bataille señala que muchas
el matrimonio hace lícita la sexualidad siem- mujeres no pueden disfrutar (sexualmente) sin
pre y cuando se ajuste a ciertos parámetros contarse una historia en la que son violadas;
de una “normalidad” que impone la cultura. el matrimonio no queda exento de estas fanta-
El erotismo es visto como un peligro para la sías cuya esencia refleja a la violencia como
sociedad y, en ese sentido, el matrimonio res- centro de la sexualidad.18 El erotismo, enton-
tringe los efectos perniciosos de los efectos ces, prevalece en las relaciones matrimonia-
sexuales al acotarlos a criterios instituciona- les transgrediendo lo establecido, más aun, se
les. Por ello es pertinente considerar que, en cubre de la legalidad que le ofrece la institu-
esencia, el matrimonio permite la materiali- ción del matrimonio.
zación de la transgresión pues representa una
estrategia para superar las trabas que la so-
ciedad impone a la consumación de los de-
seos sexuales. 18
Bataille, Op. cit.

22 Masculinidad
Por otra parte, sí es cierto que el matri- matrimonios o en las relaciones de pareja
monio representa una forma de transgresión estables. El erotismo se expresa también a
prevista por la sociedad, no necesariamente través de la angustia, del miedo a no ser
amenaza con la extinción del erotismo. El amado (a), del miedo al rechazo, por ello
deseo por la pareja puede ser inagotable, so- Alberoni dice que: el erotismo arde en esa
bre todo si las mismas imágenes eróticas del tensión, en esta duda continua, continuamen-
hombre y la mujer van consumándose en el te defraudada y continuamente renaciente.19
acto sexual “cotidiano”. La hiperpresencia de Sin embargo, habrá de reconocerse que pre-
la sexualidad con que la mercadotecnia pro- domina la condición exterminadora del ero-
mueve buena parte de los bienes y productos tismo que impone la rutina del matrimonio,
suntuarios, pueden provocar tal deseo que la aunque la misma repetición sexual se some-
ausencia de una pareja sexual abandone en te a la naturaleza erótica del ser humano y,
la frustración y el deterioro de la autoestima. por ello, establece una permanente búsque-
Desde luego no es indispensable el vínculo da del placer.
matrimonial para garantizar la presencia de
una pareja sexual, sobre todo en la actuali- Las expresiones del erotismo puede ayu-
dad que se advierte un incremento de divor- dar a diferenciar la subjetividad entre los gé-
cios y una mayor presencia de individuos, neros, por tanto, en lo que a este ensayo
hombres y mujeres, que viven solos. Las rela- atiende, tal diferencia coadyuva a reconocer
ciones patológicas que se recrean en muchas la peculiaridad de la violencia masculina. To-
de las relaciones hacen que una de las partes memos una idea de Alberoni: El hombre, en
viva con angustia la sola posibilidad del aban- sus fantasías, desea a todas las mujeres, que-
dono o la traición. El dominio establecido rría hacer el amor con todas. Siente, dentro
hacia la imagen del otro, la negación del ser de él, un deseo sexual inagotable, renacien-
como sujeto, como entidad individual autó- te. Desea, como en la pornografía y en la pros-
noma, es vivida con una fuerte carga de pla- titución, mujeres que se le ofrezcan
cer. Y en muchas ocasiones las relaciones siempre.20 Figura que por cierto, coincide con
sexuales en tales condiciones reflejan un com- la idea de Paz, quien refiriéndose al erotismo
plejo ritual erótico en el que se reproduce sim- señalaba que el humano es un animal conde-
bólicamente la muerte, el renacimiento, la nado a padecer un hambre sexual inagota-
liberación, la divinización del otro, el éxta- ble.21
sis y, desde luego, el placer que produce la
violencia humana.
El acoso sexual como práctica
La relación matrimonial moderna social masculina
(también es el caso de algunas pareja sexua-
les) permite distinguir claramente la diferen-
cia entre una sexualidad destinada a la El machismo, como uno de las mejores metá-
reproducción y la sexualidad erótica, entre foras de la violencia masculina, constituye un
la sexualidad animal y la búsqueda del pla- lastre no solamente para la mujer sino tam-
cer. La separación física y momentánea que bién, y hoy quizás en mayor proporción, para
impone la vida urbana así como el estrés el hombre mismo. Las propias condiciones so-
generado por la rutina del trabajo y las con- ciales constituyen situaciones adversas que
diciones económicas, pueden constituirse en impiden al hombre continuar como responsa-
un inhibidor del deseo sexual pero también ble/encargado de tomar las decisiones que
pueden crear un contexto en el que la cons- definen el destino de la familia. Las formas
trucción erótica represente una isla de sal- muchas veces grotescas cómo el hombre tie-
vación ante las presiones cotidianas. La ne que demostrar su valentía, ya se han vuelto
liberación del deseo sexual puede ser cons-
tituir, en muchas ocasiones, la única alter-
nativa para abstraerse de las presiones de la 19
Francesco Alberoni, El erotismo, Gedisa, Barcelo-
vida moderna. De esa forma la seducción
na, 1992.
que el deseo sexual ejerce sobre los indivi- 20
Íbid, p. 69.
duos, hombres y mujeres, está latente en los 21
Paz, Op.cit.

El
Cotidiano 113 23
un peso del que hoy nos podremos deshacer. El conflicto para el hombre acontece
Al igual que el descargarse del hecho que el cuando una o más mujeres desarrollan las ca-
hombre tenga que ser el principal proveedor pacidades suficientes para ganar en la compe-
del hogar, significa la liberación del hombre tencia mejores posiciones jerárquicas a los
de un peso que hoy es prácticamente imposi- hombres. En muchas ocasiones este resultado
ble cargar. La actitud conflictiva de los hom- provoca por parte de los hombres, la acusa-
bres que en el fondo no superan el hecho que ción de que las mujeres recurren a su sexuali-
sus mujeres participen económicamente en dad para obtener los ascensos. Y no se trata de
igualdad de circunstancias, o en ocasiones que la existencia o no de estas prácticas (que las
ganen más y aporten la mayor parte del sus- hay) sino de advertir que en general, los mexi-
tento familiar, revela la persistencia de una canos utilizamos, tanto hombres como muje-
identidad mas- res, este tipo
culina que co- de agresiones
rresponde al para desvalo-
pasado, de una rar los logros
percepción de compañe-
machista de ras de trabajo.
las relaciones En ese sentido,
de pareja. Y se advierte
esto constituye cómo el ma-
la piedra angu- chismo se vier-
lar de la nueva te en contra de
cultura que re- los hombres
conoce la quienes se ven
igualdad entre a sí mismos
los hombres y desvaloriza-
las mujeres, dos, pues una
pues así como expresión de-
el papel de formada de lo
proveedor eco- que ha de ser
nómico consti- una masculini-
tuyó las bases dad moderna
del poder mas- no puede con-
culino, la au- tinuar re-
sencia de esta creándose a
referencia deja partir de la su-
sin “justifica- perioridad so-
ción” para el bre las mujeres.
propio hom- Esta concep-
bre, el que ción lo único
siga monopoli- que provocará
zando el poder es colocar en
en las relacio- riesgo la segu-
nes de la pare- ridad y estabi-
ja. Se trata, FOTO: MARIO PALACIOS LUNA lidad de la
precisamente, de uno de los principales con- identidad masculina, pues es inevitable que
flictos que enfrenta el hombre moderno, un con- las nuevas identidades femeninas derrumben las
flicto entre los resabios de una cultura expectativas generadas por valores machistas.
tradicional y los nuevos requerimientos de las
prácticas cotidianas actuales. Sin duda, el ha- En el espacio laboral es donde el machis-
cer conciencia de este problema nos conduci- mo adquiere expresiones aberrantes que debie-
rá en mejor forma a superar este cambio ran ser consideradas como un atentado contra la
cultural. condición humana en general, y no solo como

24 Masculinidad
una agresión al sexo femenino: el acoso sexual. dad implícita en la división social del trabajo
Se trata de una percepción masculina que aún permita comprender uno de los factores que
en la actualidad continúa concibiendo a las hicieron a los humanos privilegiar su autosufi-
mujeres como objetos sexuales, situación que ciencia y, sobre todo, la forma de reproducirse
adquiere mayor nitidez cuando vemos a hom- materialmente, no garantiza necesariamente
bres que al acceder al poder, a una situación la superación de la violencia. Menos si pensa-
en la que se ejerza cierta cuota de poder, sien- mos en la primera etapa de las sociedades
ten que las mujeres bajo sus “ordenes” se su- complejas donde el esclavismo representa una
man como una prestación más al cargo. forma de trabajo que se materializa, exclusi-
vamente, a través de la violencia. Situación
En todo caso, este fenómeno es la con- que no alcanzamos a resolver a finales del si-
traparte del caso de mujeres que, en efecto, glo XX, sobre todo si consideramos que si bien
utilizan la sexualidad como un instrumento las tendencias de la modernidad en las rela-
más para ascender en su carrera profesional. ciones laborales representan la superación de
La cuestión es que esta percepción de la mu- la violencia física, no excluyen la reproduc-
jer como objeto sexual ofrece diversos “espec- ción de la violencia simbólica que subsume al
táculos” que evidencian cómo hasta el hombre trabajador en los diversos procesos de trabajo.
que tiene poder acaba siendo víctima de valo- Simplemente pensemos en el contexto de una
res machistas, hasta caer en situaciones de ri- crisis económica donde el desempleo aparece
dículo. Por ejemplo, si una mujer utiliza la como una amenaza latente en el imaginario
sexualidad para obtener sus objetivos, su cuer- de aquellos que momentáneamente están em-
po representa el tipo de intercambio entre ella pleados, la relación violenta con su entorno se
y su superior, pero habrá de reconocerse que hace muy evidente.
existen mujeres que conscientes de sus “cuali-
dades” sexuales juegan con el deseo masculi- De hecho, si resulta acertada la idea
no, ofreciendo sin conceder. Obtienen lo que respecto a que el trabajo combate el miedo a
se plantean como objetivo en las organizacio- la muerte, pues al ofrecer el sosiego a la in-
nes, públicas o privadas, sin llegar a consumar contenible reproducción del pensamiento y
algún tipo de intercambio sexual. Se trata de elude la violencia física al sustentarse en una
mujeres que sacan provecho de las fantasías convención (contrato social), no evita la vio-
sexuales de los hombres, sometiéndolos a su lencia implícita en las relaciones de poder
voluntad con la “promesa” de que algún día que se reproducen en los espacios laborales.
obtendrán lo que desean. Es el caso del varón Ahora, si intentamos analizar lo que aconte-
que sucumbe ante su propio objeto del deseo, ce en ese espacio respecto al erotismo, apun-
apareciendo, por lo tanto, como víctima de su tamos hacia un ámbito de la vida social en la
inagotable hambre sexual. cual se reproducen ciertos tipos de relacio-
nes entre hombre y mujeres. Es decir, que ine-
En este contexto, el hombre que tiene vitablemente estaremos presenciando
el poder, aparece despojado de éste al verse manifestaciones de la violencia simbólica. Así
incapacitado para imponer su voluntad a quién, que a diferencia de Bataille, consideramos
en una óptica autoritaria, le debe obediencia. que el trabajo, el espacio laboral como
De tal manera que esta conducta machista la constructo social, no necesariamente elude
cual refleja la permanencia de percepciones la violencia, más bien la matiza, la esconde,
instrumentalistas de la mujer como objeto la recodifica, y en ese caso el erotismo la
sexual, termina alterando los papeles. Ya que descubre mediante las fantasías sexuales que
la mujer a la que un “superior” desea, domina se desprenden por la relación entre los géne-
al poseer el “bien” que a él interesa. ros, que se debaten en un claro escenario de
poder. De hecho consideramos, por eso mis-
Para Bataille, el trabajo representa la mo que argumenta Bataille, aunque en senti-
presencia de la racionalidad colectiva que in- do contrario, que los espacios laborales donde
troduce el sosiego de los impulsos violentos acontece el trabajo, por la racionalidad im-
de los deseos. Más de los sexuales que el de plícita, se tornan en el mejor ámbito de las
apropiación del producto del trabajo de los relaciones sociales en las que emerge el ero-
otros. Sin embargo, el hecho que la racionali- tismo, entendido como la transgresión de uno

El
Cotidiano 113 25
de los órdenes sociales establecidos más ex- paliativo contra los impulsos que puede dis-
plícitos, más institucionalizados. minuir, fuera de su ámbito, los deseos sexua-
les. Así es claro que el erotismo, como la li-
Sin embargo, al llamar la atención so- beración de los impulsos mediante las
bre el trabajo como el ámbito social en el que fantasías sexuales, y el trabajo como una ra-
se advierte más nítidamente la presencia del cionalidad que antepone socialmente un con-
interdicto (prohibición), sin pretenderlo, junto de prohibiciones, aparecen como anta-
Bataille nos ubica en el mejor campo para re- gónicos.
conocer la confrontación entre una normativi-
dad formal que “garantiza” el resguardo del Sin embargo, también, la esencia
orden, y el erotismo como transgresión de todo transgresora del erotismo coloca a la raciona-
tipo de orden. De hecho, aunque él insiste en lidad del trabajo como el mejor trofeo para el
la idea que nos permite observar que toda pro- juego de la transgresión. El primer aspecto a
hibición puede ser transgredida, pues al refe- considerar es si en efecto, el hecho que un
rirse al trabajo señala que la racionalidad de individuo se someta a cierto trabajo garantiza
ese espacio social parece eliminar toda posi- el olvido de otro tipo de pensamientos. Es de-
bilidad del erotismo, de la transgresión. Olvi- cir, pensando en una relación de trabajo en la
da que, sobre todo en las relaciones laborales, cual no se tenga interacción con mujeres o
los géneros quedan marcados por relaciones viceversa, que el individuo no pueda traer o
de poder, donde, generalmente, los hombres reproducir en el trabajo pensamientos eróticos.
mantienen una posición privilegiada frente a Eso sería realmente absurdo. Por otra parte, el
las mujeres. problema del acoso sexual o del hostigamien-
to en los espacios laborales, aún en aquellas
Si bien es cierto que la racionalidad sociedades en las que se han logrado instituir
impuesta a los individuos en el trabajo repre- relaciones más igualitarias entre los géneros,
senta una clara limitante para la violencia refleja precisamente la presencia de los im-
física, y aunque mencionamos que no opera pulsos sexuales que se desatan por la sola in-
de igual forma para la violencia simbólica, si teracción entre el hombre y la mujer. Aunque
se considera el significado de las relaciones para destacar el carácter transgresor del ero-
de poder manifiestas explícitamente en el ám- tismo vale decir que en esos casos se han
bito laboral, la alienación al trabajo tanto de externado los deseos sexuales, es decir que la
los encargados de la dirección del proceso subjetividad del erotismo inicia un proceso de
de trabajo como de los operativos supone una materialización ante la posibilidad de que
mente que deja de preocuparse por sí mismo. quien es objeto del deseo acceda a las pro-
Esto es cierto pues nos permite pensar que el puestas sexuales.
individuo abandona momentáneamente su na-
turaleza violenta en la medida que se le im- El erotismo ofrece mayores posibilida-
pone una racionalidad que contiene los im- des de placer a quienes lo reproducen pues el
pulsos, de tal manera que, en principio, mantener los deseos como fantasía, en la sub-
habremos de aceptar el sentido que Bataille jetividad individual, sin que se hagan implíci-
le imprime a las condiciones sociales que de- tos los deseos, evita la frustración del rechazo.
terminan la relación de trabajo entre los indi- Por ejemplo, en el caso del hombre al que le
viduos. Más aún su carácter alienador va más ha sido aceptada su propuesta sexual tiene
lejos de las fronteras del ámbito laboral, pues frente a sí, aunque sean momentáneamente,
independientemente del tipo y cantidad de la consumación del acto sexual que produce
fuerza que se gasta en el proceso de trabajo, el término de un momento placentero, mien-
la sola permanencia en espacio de trabajo pro- tras que las imágenes eróticas reproducidas
voca un desgaste físico cuya recuperación, individualmente, al no quedar expuestas a la
necesariamente, se da en el espacio privado. consumación del deseo, prometen perdurar,
Esto se hace más patente si consideramos que ofrecer mayor placer a quien las posee y re-
en ocasiones los individuos no logran despren- produce. El placer que provoca en el indivi-
derse en la vida cotidiana de los pensamien- duo el erotismo se libera tanto de la posibilidad
tos del trabajo. De tal manera que la raciona- del rechazo como de la consumación del de-
lidad del trabajo, en efecto, funge como un seo. El hombre transgrede las prohibiciones sin

26 Masculinidad
exponerse a los castigos sociales, legales o La modernidad no extermina la natu-
morales, previstas para el caso. raleza violenta de los hombres, no anula la
violencia sino la institucionaliza, pero la vio-
lencia que intrínsecamente encierra el ero-
A manera de conclusión tismo queda hasta cierto punto matizada, en
la medida que las tendencias de la moderni-
dad libera la sexualidad deserotizándola. En
El erotismo se inscribe en la naturaleza vio- la actualidad las expresiones del erotismo es-
lenta del hombre, representa la transgresión del conden más aun el carácter violento de la
orden establecido cuya “falta” rebasa los lími- humanidad.
tes del Estado pues emerge de la subjetividad
individual. Se trata de una expresión simbóli- Si la última etapa del proceso civiliza-
ca de la violencia humana, de imágenes in- torio demuestra su incapacidad para contener
troyectadas por lo individuos que vinculan su los impulsos violentos de la humanidad, el ero-
miedo a la muerte y sus deseos sexuales. Es tismo como un espacio subjetivo construido
decir, son expresión de la naturaleza violenta socialmente provee a los individuos de un es-
de la humanidad que la racionalidad propor- pacio en el cual pueden liberar su naturaleza,
cionada en el proceso de la modernidad no porque el erotismo es una expresión de la vio-
puede controlar, sobre todo porque queda fue- lencia y porque las fantasías sexuales permi-
ra de la práctica colectiva, de los ámbitos del ten la transgresión de los límites impuestos por
Estado. las leyes y la moral. Sin embargo, el acoso
sexual, en la medida que supone una relación
El erotismo como una forma de violen- de poder a partir de la cual el agresor hostiga
cia simbólica está más allá de los usos legíti- a su objeto de deseo, representa una expresión
mos o ilegítimos de la liberación de los erótica que descubre lo más animal de la hu-
impulsos, se ubica en expresiones subjetivas manidad que hace aparecer a la modernidad
y, por tanto, en el ámbito estrictamente indivi- con una fuerte carga de estupidez.
dual. Esas expresiones eróticas quedan fuera
de las relaciones políticas del Estado, sin En ese sentido, es fundamental ubicar
embargo, no quedan fuera de las relaciones que no se trata de generar tan solo una nueva
de poder pues además de reflejar la tenden- cultura genérica, sino de promover un cambio
cia autodestructiva de la naturaleza huma- cultural general que propicie mejores condi-
na, también reflejan las relaciones de poder, ciones económicas, políticas y sociales a las
el dominio que impone el uso de la sexuali- relaciones entre los géneros. Estaremos fractu-
dad como un recurso moderno de la mujer so- rando la realidad social, confundiendo una
bre el hombre. batalla con la guerra. Planteamos esto porque,
precisamente, la hipótesis que guía este ensa-
El erotismo representa la sublimación de yo es que las actuales condiciones económi-
la violencia en cuanto es una expresión de la cas y sociales van en detrimento de la
relación entre el individuo y su idea de la autopercepción que de él mismo tiene el hom-
muerte. Es el miedo a la muerte que ni siquie- bre, provocándole una profunda crisis en su
ra el hombre moderno logra resolver al consti- identidad genérica que le hace confundir si la
tuirse en sujeto histórico, en un sujeto racional causa obedece a la emergencia de las nuevas
que domina la naturaleza, y de la cual supone identidades femeninas o por condiciones eco-
transformar a voluntad en beneficio de la mo- nómico-sociales adversas. Entonces, la pregun-
dernidad. El erotismo significa la resistencia ta obligada es si ¿será posible pensar que la
del individuo de ceder su derecho a ejercer la crisis de la identidad masculina no afecta ac-
violencia y, por tanto, el liberar sus impulsos tualmente a las mujeres?. De cualquier mane-
destructivos a través de sus fantasías sexuales ra tendremos que actuar conjuntamente para
y de la sexualidad misma. De esa forma, el transformar rápida y radicalmente una cultura
erotismo representa la liberación de los indivi- que todavía parece resistirse al cambio, y que
duos respecto a las presiones que impone la libere a hombres y mujeres del ejercicio de la
cultura. violencia física y/o simbólica.

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