Luego de cinco días de intensos estudios clínicos todos los resultados fueron
negativos. Solamente quedaba un estudio por realizarse: una biopsia de
médula. Este era el único factor pendiente para entender por qué el número de
células «T» en su cuerpo era tan bajo. El médico había sugerido comenzar por
este estudio, pero el joven se había rehusado porque sabía que era la forma
más certera de detectar la presencia del SIDA.
Esa noche, mientras yacía sobre su cama, volvió a tomar en sus manos el
crucifijo que colgaba de su cuello. Un nombre se pronunció en sus labios:
«Jesús, oh Jesús, ¿qué es lo que he hecho? Te busqué a los catorce años y
nuevamente a los dieciocho, pero no recibí la sanidad que buscaba para ser
libre de la homosexualidad. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué algunas personas
pueden llegar a tu presencia con tanta facilidad, y se integran a la vida de la
Iglesia, mientras que otros, como yo, tan necesitados, no encontramos el
socorro que buscamos?»
La persona que está luchando, ¿es cristiana? ¿Ha tenido una experiencia
de conversión, bautismo y regeneración en Cristo Jesús? Si la respuesta es
negativa, entonces el primer paso hacia la sanidad no es trabajar el tema de la
homosexualidad, sino presentarle al gran médico en persona, Jesús.
Por varios años sufrí en silencio las tensiones entre mi fe cristiana y mis
sentimientos homosexuales. Muy dentro de mí estaba convencido de que si mi
lado homosexual era más fuerte que mi lado cristiano, entonces sentía que el
cristianismo no era más que una religión que ofrece falsas expectativas.
Ron llegó a nosotros cuando tenía cincuenta y ocho años. Era una persona con
mucho éxito en su profesión, aceptado y respetado por la mayoría de sus
colegas. Durante el día era un profesional común, pero, por las noches y los
fines de semana, se entregaba de lleno a la vida homosexual.
¿La persona forma parte de una congregación local que le brinda apoyo?
Observé una situación con estas características cuando Juan, otro pastor, vino
a visitarme por recomendación de uno de sus líderes denominacionales. Él era
casado y padre de tres adolescentes, pero a lo largo de los veinte años de su
matrimonio había sostenido encuentros homosexuales furtivos. Su
desesperación por encontrar auxilio era tan intensa que trasladó a su familia
completa a Nueva York, con el pretexto de estudiar un postgrado en un
seminario de la localidad. Su verdadero motivo era recibir asistencia de un
psicoanalista de reconocida trayectoria en el tratamiento de homosexuales. Los
cuidados de este profesional permitieron que Juan restaurara su deseo sexual
por su esposa. Me dijo que sus deseos homosexuales disminuyeron, pero sus
recaídas continuaban repitiéndose varias veces por año.
Resulta claro que cualquier persona puede ser perdonada del pecado de la
homosexualidad. La mayoría de las personas que quieren un cambio lo
obtienen, y todos los que están en Cristo pueden experimentar una vida de
santidad.
Notas
3. (1)El cruce de la línea moral de la fantasía al hecho, (2)la edad en que busca
la ayuda, (3)formar parte de una comunidad de fe y (4) recibir asistencia
psicológica o psiquiátrica según sea el caso.