dora. Pero ¿de dónde le viene tal expresivi mo y, al final, acontecen muertes violentas.
dad? Si ejercitamos una mirada profunda, El insta a sus alumnos a que la lean, pero
advertimos que es expresiva porque nos con altura, buscando el tema profundo (ni
está lanzando del nivel 1 al 2 y del 2 al 1. Al veles 2 y 3), el mensaje humanístico, no el
decir Carlomagno, se alude al gran empera mero argumento (nivel 1). Si un joven toma
dor que abarcó el mundo y sigue teniendo nota de cuanto sucede en la obra, y hacia
vigencia en la idea de una Europa unida (ni el final oye la imprecación que dirige Ple-
vel 2). Al afirmar que está en la oquedad del berio -padre de la infortunada Melibea-
sepulcro (nivel 1), nos sobrecoge por la des al amor mal entendido y al vértigo de la
proporción entre la magnitud del personaje pasión, se verá iluminado interiormente al
y la angostura de la tumba. El autor ha he observar que el erotismo es lo que queda
cho un trueque artero y ha conseguido im del amor cuando se le quita la creatividad y
presionamos. Lo descubrimos al pensar que su condición de encuentro, con lo que impli
Carlomagno no yace en ese sepulcro, por la ca de generosidad, confianza, fidelidad, co
razón decisiva de que, en cuanto empera municación cordial... Difícilmente olvidará
dor, no ha muerto; subsiste en sus grandes ese fuerte aldabonazo que dio la literatura
proyectos y en las estructuras que creó. Lo española a la conciencia europea.
cxj que reposa en la tumba son sus restos. Pero
2 el autor sigue con su táctica de confundir los Estamos ante un libro luminoso que
o dos niveles, y nos dice con ironía: id a con- abre una vía fecunda al análisis literario
^ quistar un imperio (nivel 2) y ved el polvo y a la enseñanza de la ética.
g que hace un emperador (nivel 1). Otra vez
^ el juego de los niveles. Maria Ángeles Almacellas I
_Q
609
Reseña bibliográfica
se mantiene o incluso se «cultiva» lo que cualquier profesional culto (pág. 43). Pero
pesa interiormente. A su vez, ese descar desde un punto de vista más amplio, la
go se favorece en la consideración de las vocación personal es una, e incluye, jun
constantes humanas, de la igualdad esen to a lo profesional que venimos tratando
cial del ser humano: lo que me ocurre a «las relaciones familiares, de amistad...»
mí pero ha ocurrido millones de veces. En en conjunto consiste en ser felices gracias
cada ser humano se da el catálogo de toda al desarrollo pleno de nuestro ser en todos
la humanidad (pág. 28). Así la considera sus aspectos y dimensiones (pág. 45). Por
ción antropológica que en el hombre hay tanto, incluye también la dimensión espi
determinadas constantes facilitará el des ritual de la vida, el sentido profundo de la
cargo personal con el psicoterapeuta, con existencia que Víctor Frankl supo poner
dición necesaria aunque no suficiente para de relieve en la obra El hombre en busca
poder dar una salida al problema personal de sentido, una obra en la que el autor se
del paciente. enfrenta a las fuerzas del sufrimiento y a
las fuerzas del mal y que no obstante está
En el segundo capítulo el Dr. Barraca llena de esperanza.
Mairal analiza La formación para la voca-
c\i ción del Psicólogo Clínico tomando como La Dra. Avila de Encío, en el tercer
2 punto de partida lo que los pensadores capítulo, entronca con esta identidad hu
2 contemporáneos han llamado «la diferen- mana planteada en el capítulo primero y
_ cia». Por ejemplo, Enmanuel Levinas se esta subjetividad personal señalada en el
g ha referido a la «alteridad», y ha indicado capítulo segundo al tratar acerca de los
^ que en cada rostro humano escuchamos Rasgos relevantes en la personalidad del
¿ el eco de una diferencia radical, esencial, Psicólogo Clínico. Tomando como punto
§ insondable. El ser humano es «sujeto», se de partida el «modelo de los cinco gran
^ ha dicho, y la subjetividad —que no equi- des» desarrollado por Costa y McCrae
_ <d vale a relativismo— es su forma concreta concluye que los rasgos de la personali
'g> y específica de identidad (pág. 32). Esto dad del psicólogo clínico más necesarios
re g implica que cada persona tiene una VO en la relación terapéutica son los rela
'S g- cación profesional y en consecuencia que cionados con los factores de afabilidad
o ^ debe hacerse responsable de su forma y concienciación. Y a continuación se
re ^ ción; que sin embargo no puede caer en plantea la modificación de los rasgos de
.£ °c la hiperespecialización con olvido de todo la personalidad mediante la adquisición
£■ = el contexto en que ésta se desenvuelve. de hábitos que puedan atemperar, am
® Pone como ejemplo de buen hacer perso- pliar o modificar los rasgos. En definiti
■1 q nal en este sentido a don Pedro Ridruejo a va, los hábitos buenos no solo corrigen
£ ‘i cuya vida y obra se remite. En particular el rasgo, sino que de hecho son más rele
el Arte puede ayudarnos a acercarnos al vantes que éste en la actuación concreta
K 5 | | enigma indescifrable de la mente huma- del hombre en su vida diaria y profesio
É | S | | na. Por esto, debemos desarrollar tam- nal. La modificación de rasgos no está
bién la dimensión estética de la formación siempre a nuestro alcance, pero la ad
m td del psicólogo, en especial, y en el fondo de quisición de hábitos que incluso pueden
610
Reseña bibliográfica
llegar a atemperar, ampliar o modificar elementos con otro al que reserva un lu
el rasgo, sí. Los hábitos, por tanto, son el gar principal y al que, inexcusablemente
modo con el que podemos configurar tendremos que referirnos: las «virtudes
nuestra propia interioridad que sin lugar que cruzan de lado a lado el templo grie
a dudas se expresará en nuestra apertu go, consolidando el conjunto y haciendo
ra a la realidad de los otros» (pág. 65). posible que los valores, los principios y las
No somos por tanto dueños de nuestros normas verdaderamente se interioricen
rasgos temperamentales o caracterológi- por parte del profesional...». Como valor
cos, pero podemos incidir en el modo de ético de referencia propone a la persona
ejercitarlos, libertad que desde el punto y su dignidad; como principios éticos el
de vista práctico es más relevante que la servicio a la persona, la competencia pro
dotación natural o ambiental. Concluye fesional y la honestidad/responsabilidad;
esta autora con la remisión a la obra in y como cimiento o regla éticas básicas
telectual de Rof Carballo y de Lain En- las normas deontológicas que deben con
tralgo que pone de manifiesto como una cretarse en el juicio ético particular. De
visión comprensiva del hombre amplía poco sirven, sin embargo, los principios
el horizonte del ejercicio profesional; y a y las normas éticas si no se encarnan en
la vida personal de Gregorio Marañón y la vida profesional del psicólogo clínico. ^
Giuseppe Moscati como modelos de per La ética no es un conjunto de derechos o
sonas que la encarnaron. y obligaciones: se trata de retornar a la x
centralidad a una ética de las virtudes, =
En el capítulo cuarto el profesor Dr. entendiendo por tales los hábitos, dispo- 3
Algunas exigencias éticas en las orga de la persona que se orientan al bien mo- N
nizaciones asistenciales de Psicología ral, aunque no haya ninguna restricción $
Clínica, esta línea de acercamiento al ni control externo (pág. 85). —
hombre en este caso bajo el aspecto ético | 3
del ejercicio profesional. Con frecuentes En el capítulo quinto y bajo el título 5 <
referencias al Código Deontológico del Kierkegaard y los psicoterapeutas el pro- A £■
Consejo General de Colegios Oficiales de fesor Dr. Polaino-Lorente aborda el tema m £
Psicólogos parte del modelo propuesto en del quehacer psicoterapéutico desde la i-'S
M anual de Psicoética. Etica para psicólo perspectiva antropológica de Soren Kier- ™
gos y psiquiatras por Franga-Tarragó: un kegaard al que como filósofo existencialis- 2 g-
modelo en base a cuatro elementos fun ta «le interesa la existencia de cada vida -01 -a
O
damentales que él imagina con la forma personal» y es desde esta concreción de la o g-
del Partenón: en lo más alto o tímpano, filosofía en la persona como tiene mucho o
el bien o «valor ético de referencia»; las que aportar a las reflexiones del psico- &>'
columnas que sostienen el edificio ético, terapeuta. El Dr. Polaino-Lorente se re-
representadas por los «principios éticos»; mite a la obra de Kierkegaard Concepto l | s | |
y en la base, tocando tierra, sirviendo de de ironía (1841) en el que se contrapone |iS |l
cimiento en el día a día, las llamadas «re la ironía romántica a la ironía socrática :
glas éticas básicas». Complementa estos «La primera, en nombre del “yo” absoluto m tU
611
Reseña bibliográfica
CD CD
Q . (/)
las distracciones, la angustia, la desespe profesional, que ha conocido todo el univer
CD ración, el ocultamiento de sí mismo en la so de la educación española, desde las trin
“O C\J
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Cü CM autocomplacencia estética, la evitación de cheras de las aulas de secundaria, hasta
o o
iC C cualquier toma de decisiones, el temor y el las salas de estrategias del Estado Mayor
Cü
Q . _r temblor, la incapacidad para afrontar las
</> — de la política educativa. Una experiencia
CD X
Cü X
propias paradojas, etc.» (pág. 90). El Dr. que incluye, por supuesto, la docencia, y
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*5 O
Polaino-Lorente propone en esta referen también la dirección de centros, la inves
CD 1C
i - Cü cia a Kierkegaard la consideración última tigación, el desempeño de cargos de alto
que las técnicas profesionales no son ano nivel en la administración educativa, la
dinadas en tanto tienen como interlocutor representación institucional ante organis
a la profundidad de cada persona. mos internacionales, la presidencia de ór
ganos de representación educativa y el es
Eva Ma Aguirre Sánchez I tudio de la literatura científico-educativa.
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