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Reseña bibliográfica

dora. Pero ¿de dónde le viene tal expresivi­ mo y, al final, acontecen muertes violentas.
dad? Si ejercitamos una mirada profunda, El insta a sus alumnos a que la lean, pero
advertimos que es expresiva porque nos con altura, buscando el tema profundo (ni­
está lanzando del nivel 1 al 2 y del 2 al 1. Al veles 2 y 3), el mensaje humanístico, no el
decir Carlomagno, se alude al gran empera­ mero argumento (nivel 1). Si un joven toma
dor que abarcó el mundo y sigue teniendo nota de cuanto sucede en la obra, y hacia
vigencia en la idea de una Europa unida (ni­ el final oye la imprecación que dirige Ple-
vel 2). Al afirmar que está en la oquedad del berio -padre de la infortunada Melibea-
sepulcro (nivel 1), nos sobrecoge por la des­ al amor mal entendido y al vértigo de la
proporción entre la magnitud del personaje pasión, se verá iluminado interiormente al
y la angostura de la tumba. El autor ha he­ observar que el erotismo es lo que queda
cho un trueque artero y ha conseguido im­ del amor cuando se le quita la creatividad y
presionamos. Lo descubrimos al pensar que su condición de encuentro, con lo que impli­
Carlomagno no yace en ese sepulcro, por la ca de generosidad, confianza, fidelidad, co­
razón decisiva de que, en cuanto empera­ municación cordial... Difícilmente olvidará
dor, no ha muerto; subsiste en sus grandes ese fuerte aldabonazo que dio la literatura
proyectos y en las estructuras que creó. Lo española a la conciencia europea.
cxj que reposa en la tumba son sus restos. Pero
2 el autor sigue con su táctica de confundir los Estamos ante un libro luminoso que
o dos niveles, y nos dice con ironía: id a con- abre una vía fecunda al análisis literario
^ quistar un imperio (nivel 2) y ved el polvo y a la enseñanza de la ética.
g que hace un emperador (nivel 1). Otra vez
^ el juego de los niveles. Maria Ángeles Almacellas I
_Q

^ Se nos cuenta que un noble inglés ansia


.y ser rey: mata al rey y a sus herederos, reina Polaino-Lorente, A. y Pérez Rojo, G.
wi durante un tiempo y, al final, el pueblo cer- (Coord.) (2014).
p ca el castillo y lo deja cubierto de cadáveres,
La itocación y formación del psicólogo clínico.
ro .5! Visto este tétrico argumento con una mira-
"S g- da profunda, advertimos que su intención (Bilbao, Desclée de Brouwer) 128 pp.
« ^ es dar cuerpo sensible a las seis fases del
m^ proceso de vértigo. Si un joven ya las cono- Este libro se inicia desde la reflexión
>£ °c ce, sentirá emoción al verlas tan vivamente acerca de que el diagnóstico y tratamien­
g- = representadas en La tragedia de Macbeth, to psicológicos y psiquiátricos no son una
®^ del gran Shakespeare. Esta es la manera mera técnica, sino que en gran medida
|j q creativa de leer la literatura y convertirla responden también a un presupuesto an­
£ ro en una impresionante lección de ética. tropológico previo asumido o no de forma
reflexiva por el profesional.
p 5 || Confiesa López Quintás que, cuando era
É S | I joven, no le dejaban leer La celestina, una Planteado esto mismo a modo de pre­
joya de la literatura universal, porque, al gunta, el Dr. Polaino-Lorente la formula
■ 2 m principio, reina en ella un clima de erotis­ del siguiente modo: ¿por qué elegí hacer
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psicología?, ¿fue realmente la vocación o tropología y psicoterapia parte de la consi­


una relativa curiosidad acerca de lo que deración que la antropología tiene varias
acontece en la mente humana?, ¿cuándo vertientes, una de ellas filosófica y otra
y cómo experimenté esa llamada a hacer cultural; la medicina, en su sentido más
psicología?, ¿qué siento en la actualidad, amplio, puede entenderse también como
ante la persona doliente que me pide ayu­ antropología experimental y, a la vez, en
da?, ¿me decidí tal vez por la Psicología contacto con las otras dos visiones antro­
Clínica llevado por la compasión?, ¿me pológicas. Porque lo que se trata de curar
motivó acaso la consideración de aliviar el no es solo este o aquel síntoma de una en­
sufrimiento de las personas y disminuir fermedad, sino en cierto sentido, todo el ser
así el dolor en el mundo?, ¿cuál es la raíz humano. No hay o no debiera haber una
de esa motivación de ayudar? (pág. 11). contraposición entre lo experimental y lo
filosófico (pág. 15). Desde esta observación
Como se sigue de la misma pregunta y reflexión observamos que todo cambia,
formulada, la antropología que de modo pero que al mismo tiempo hay determina­
básico y abierto se propone en esta obra das constantes humanas que permanecen:
en su relación con la psicología clínica es la risa, el juego, las normas de parentesco,
la de la consideración del paciente como el arte, la compraventa, etc. y en el ámbito &
una persona cuya dignidad es siempre de la cultura moral, los vicios y las virtu- o
preciso respetar, cuya multiplicidad de des. Es, en efecto, una constante que el ser ><
dimensiones es preciso comprender, y que humano sabe cuándo hace bien y cuándo =
ve en él a una persona doliente, cuyas ca­ hace mal. Muchas veces reconocemos el =jo
rencias es preciso intentar subsanar o al bien cuando se nos hace, siempre recono- n>
menos paliar, siempre acompañar. cemos el mal cuando somos sus víctimas. r°
Avanzando en esta línea encontramos la $
Esta interconexión entre una antropolo­ afirmación que se atribuye a Freud aun- g-.
gía que parte de la apreciación del valor de que no se encuentra en sus obras: ¿Cuáles 3
la persona en tanto persona y la psicología son las condiciones de una persona para ^ <
aplicada no siempre ha sido tenida en cuen­ funcionar bien psicológicamente? Su res- É s>
ta de modo suficiente por los programas de puesta, al parecer, fue trabajar y amar. Y c5 £
formación académica ni por las publicacio­ en efecto, el amor hace salir al hombre de i- s>
nes editoriales. Desde la constatación de su egoísmo; el trabajo lo asienta en la rea- ^ 2.
esta laguna, esta obra ofrece la aportación lidad. Estas constantes humanas tienen 2 o.
realizada por cinco profesionales en las con­ que ver con la psicoterapia en el sentido 5* -o
ferencias impartidas en el seminario que de que a ésta se le puede aplicar el anti- o g-
tuvo lugar en la Facultad de Psicología de guo recurso, tantas veces comprobado en o
la Universidad San Pablo CEU de Madrid la historia y que es, por eso, una constan- ro S'
en abril del 2014 orientado a estudiantes te: para solucionar problemas es preciso
de último curso de grado y a profesionales. salirse de los límites del problema. Este | | S | |
«salir» suele tener como condición necesa- |¡ 8 g í
En el primer capítulo el Dr. Gómez Pé­ ria, aunque aún no suficiente, descargar la
rez bajo el título Constantes humanas, an­ conciencia, porque es difícil salir cuando h éJ

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se mantiene o incluso se «cultiva» lo que cualquier profesional culto (pág. 43). Pero
pesa interiormente. A su vez, ese descar­ desde un punto de vista más amplio, la
go se favorece en la consideración de las vocación personal es una, e incluye, jun­
constantes humanas, de la igualdad esen­ to a lo profesional que venimos tratando
cial del ser humano: lo que me ocurre a «las relaciones familiares, de amistad...»
mí pero ha ocurrido millones de veces. En en conjunto consiste en ser felices gracias
cada ser humano se da el catálogo de toda al desarrollo pleno de nuestro ser en todos
la humanidad (pág. 28). Así la considera­ sus aspectos y dimensiones (pág. 45). Por
ción antropológica que en el hombre hay tanto, incluye también la dimensión espi­
determinadas constantes facilitará el des­ ritual de la vida, el sentido profundo de la
cargo personal con el psicoterapeuta, con­ existencia que Víctor Frankl supo poner
dición necesaria aunque no suficiente para de relieve en la obra El hombre en busca
poder dar una salida al problema personal de sentido, una obra en la que el autor se
del paciente. enfrenta a las fuerzas del sufrimiento y a
las fuerzas del mal y que no obstante está
En el segundo capítulo el Dr. Barraca llena de esperanza.
Mairal analiza La formación para la voca-
c\i ción del Psicólogo Clínico tomando como La Dra. Avila de Encío, en el tercer
2 punto de partida lo que los pensadores capítulo, entronca con esta identidad hu­
2 contemporáneos han llamado «la diferen- mana planteada en el capítulo primero y
_ cia». Por ejemplo, Enmanuel Levinas se esta subjetividad personal señalada en el
g ha referido a la «alteridad», y ha indicado capítulo segundo al tratar acerca de los
^ que en cada rostro humano escuchamos Rasgos relevantes en la personalidad del
¿ el eco de una diferencia radical, esencial, Psicólogo Clínico. Tomando como punto
§ insondable. El ser humano es «sujeto», se de partida el «modelo de los cinco gran­
^ ha dicho, y la subjetividad —que no equi- des» desarrollado por Costa y McCrae
_ <d vale a relativismo— es su forma concreta concluye que los rasgos de la personali­
'g> y específica de identidad (pág. 32). Esto dad del psicólogo clínico más necesarios
re g implica que cada persona tiene una VO­ en la relación terapéutica son los rela­
'S g- cación profesional y en consecuencia que cionados con los factores de afabilidad
o ^ debe hacerse responsable de su forma­ y concienciación. Y a continuación se
re ^ ción; que sin embargo no puede caer en plantea la modificación de los rasgos de
.£ °c la hiperespecialización con olvido de todo la personalidad mediante la adquisición
£■ = el contexto en que ésta se desenvuelve. de hábitos que puedan atemperar, am­
® Pone como ejemplo de buen hacer perso- pliar o modificar los rasgos. En definiti­
■1 q nal en este sentido a don Pedro Ridruejo a va, los hábitos buenos no solo corrigen
£ ‘i cuya vida y obra se remite. En particular el rasgo, sino que de hecho son más rele­
el Arte puede ayudarnos a acercarnos al vantes que éste en la actuación concreta
K 5 | | enigma indescifrable de la mente huma- del hombre en su vida diaria y profesio­
É | S | | na. Por esto, debemos desarrollar tam- nal. La modificación de rasgos no está
bién la dimensión estética de la formación siempre a nuestro alcance, pero la ad­
m td del psicólogo, en especial, y en el fondo de quisición de hábitos que incluso pueden
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llegar a atemperar, ampliar o modificar elementos con otro al que reserva un lu­
el rasgo, sí. Los hábitos, por tanto, son el gar principal y al que, inexcusablemente
modo con el que podemos configurar tendremos que referirnos: las «virtudes
nuestra propia interioridad que sin lugar que cruzan de lado a lado el templo grie­
a dudas se expresará en nuestra apertu­ go, consolidando el conjunto y haciendo
ra a la realidad de los otros» (pág. 65). posible que los valores, los principios y las
No somos por tanto dueños de nuestros normas verdaderamente se interioricen
rasgos temperamentales o caracterológi- por parte del profesional...». Como valor
cos, pero podemos incidir en el modo de ético de referencia propone a la persona
ejercitarlos, libertad que desde el punto y su dignidad; como principios éticos el
de vista práctico es más relevante que la servicio a la persona, la competencia pro­
dotación natural o ambiental. Concluye fesional y la honestidad/responsabilidad;
esta autora con la remisión a la obra in­ y como cimiento o regla éticas básicas
telectual de Rof Carballo y de Lain En- las normas deontológicas que deben con­
tralgo que pone de manifiesto como una cretarse en el juicio ético particular. De
visión comprensiva del hombre amplía poco sirven, sin embargo, los principios
el horizonte del ejercicio profesional; y a y las normas éticas si no se encarnan en
la vida personal de Gregorio Marañón y la vida profesional del psicólogo clínico. ^
Giuseppe Moscati como modelos de per­ La ética no es un conjunto de derechos o
sonas que la encarnaron. y obligaciones: se trata de retornar a la x
centralidad a una ética de las virtudes, =
En el capítulo cuarto el profesor Dr. entendiendo por tales los hábitos, dispo- 3

Urcelay Alonso continúa, bajo el título siciones, actitudes o rasgos permanentes ro

Algunas exigencias éticas en las orga­ de la persona que se orientan al bien mo- N
nizaciones asistenciales de Psicología ral, aunque no haya ninguna restricción $
Clínica, esta línea de acercamiento al ni control externo (pág. 85). —
hombre en este caso bajo el aspecto ético | 3
del ejercicio profesional. Con frecuentes En el capítulo quinto y bajo el título 5 <
referencias al Código Deontológico del Kierkegaard y los psicoterapeutas el pro- A £■
Consejo General de Colegios Oficiales de fesor Dr. Polaino-Lorente aborda el tema m £
Psicólogos parte del modelo propuesto en del quehacer psicoterapéutico desde la i-'S
M anual de Psicoética. Etica para psicólo­ perspectiva antropológica de Soren Kier- ™
gos y psiquiatras por Franga-Tarragó: un kegaard al que como filósofo existencialis- 2 g-

modelo en base a cuatro elementos fun­ ta «le interesa la existencia de cada vida -01 -a
O
damentales que él imagina con la forma personal» y es desde esta concreción de la o g-
del Partenón: en lo más alto o tímpano, filosofía en la persona como tiene mucho o
el bien o «valor ético de referencia»; las que aportar a las reflexiones del psico- &>'
columnas que sostienen el edificio ético, terapeuta. El Dr. Polaino-Lorente se re-
representadas por los «principios éticos»; mite a la obra de Kierkegaard Concepto l | s | |
y en la base, tocando tierra, sirviendo de de ironía (1841) en el que se contrapone |iS |l
cimiento en el día a día, las llamadas «re­ la ironía romántica a la ironía socrática :
glas éticas básicas». Complementa estos «La primera, en nombre del “yo” absoluto m tU
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no toma en serio la realidad. La segunda, López Rupérez, F. (2014).


en cambio, parte del compromiso ético F o rta le c e r la p ro fe s ió n d o c e n te .
con cualquier realidad, por modesta que U n d e s a fío c ru c ia l.
fuere, que interpele la existencia del pa­
(Madrid, Narcea S.A. de Ediciones). 160 pp.
ciente. ¿Es que la ironía socrática no tie­
ne acaso una inmediata aplicación en el
ámbito de la psicoterapia? Gracias a la Cualquiera que sea el color político de
ironía socrática los “problemas” del pa­ quien, en el futuro más inmediato, tenga
ciente se tornan en toda su profundidad y que desarrollar la política educativa que
realidad, al mismo tiempo que se le acom­ el país necesita —quizá política de emer­
paña y no se le deja solo, se contribuye a gencia— no podrá desviarse demasiado de
distancializar, a abrir una distancia entre la propuesta que Francisco López Rupé­
la persona y su problema, de forma que rez articula y justifica minuciosamente en
lo relativo sea tomado como relativo y lo este estudio.
absoluto como absoluto. Esto implica re­
conocer que el paciente siempre podrá ele­ Y no sorprenderá esta afirmación ini­
gir entre absolutizar su problema relativo cial, cuando se haya concluido la lectura
CM o relativizarlo; que no está forzosamente de este insólito libro. Insólito, porque, a
CO
CD condenado por un ciego deterninismo pesar de tratarse de un ensayo sobre edu­
[\ frente al que su persona no puede hacer
o cación, no contiene ni una sola afirmación
CD
otra cosa para resolver su problema que ociosa, convencional, previsible o polí­
LO
i— i
o arrojarse en los brazos de ese deterninis­ ticamente correcta (entiéndase lo dicho
CM
CD
mo, lamentarse y autocompadecerse por como una suave ironía) y porque todo lo
-Q ello» (pág. 89). A continuación propone que afirma está dotado de una coherencia
E «algunos temas kierkegardianos suscep­ argumentativa y probatoria inapelable e
cd
o tibles de esclarecer el proceso psicotera- infrecuente.
~o
Cü v_
CD péutico, como, por ejemplo, la conciencia
bJO -Q
O E
de la personal nihilidad, la huida de sí Nos encontramos ante el feliz precipita­
b f l <D
mismo, la disolución en el torbellino de do de una dilatada experiencia personal y
"O Q_1

CD CD
Q . (/)
las distracciones, la angustia, la desespe­ profesional, que ha conocido todo el univer­
CD ración, el ocultamiento de sí mismo en la so de la educación española, desde las trin­
“O C\J
LO
Cü CM autocomplacencia estética, la evitación de cheras de las aulas de secundaria, hasta
o o
iC C cualquier toma de decisiones, el temor y el las salas de estrategias del Estado Mayor

Q . _r temblor, la incapacidad para afrontar las
</> — de la política educativa. Una experiencia
CD X
Cü X
propias paradojas, etc.» (pág. 90). El Dr. que incluye, por supuesto, la docencia, y
4-* _J
(/>
*5 O
Polaino-Lorente propone en esta referen­ también la dirección de centros, la inves­
CD 1C
i - Cü cia a Kierkegaard la consideración última tigación, el desempeño de cargos de alto
que las técnicas profesionales no son ano­ nivel en la administración educativa, la
dinadas en tanto tienen como interlocutor representación institucional ante organis­
a la profundidad de cada persona. mos internacionales, la presidencia de ór­
ganos de representación educativa y el es­
Eva Ma Aguirre Sánchez I tudio de la literatura científico-educativa.
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