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EL FACILITADOR COMO COMPAÑERO EXISTENCIAL Por: Edgardo Riveros Aedo

EL FACILITADOR COMO COMPAÑERO EXISTENCIAL

Por: Edgardo Riveros Aedo

“En el principio era la palabra

en ella estaba la vida y la

vida era la luz de los hombres”

Genesis, A.T.

1. 1. La presencia Humilde del Tú

La presencia de OTRO es fundamental en la soledad del YO que está viviendo un drama personal,
una pérdida o un quiebre. La presencia de ese OTRO puede ser trascendente y significativa,
dependiendo cómo sea la actitud de ese OTRO.

Le llamaremos “Tú”, a ese otro que me ACOMPAÑA, (acompañar; del latín: participar de los
sentimientos de otra persona).

Nosotros, los psicólogos, psicoterapeutas, facilitadores, educadores o como sea que fuere que se
nos llame, tenemos una misión “acompañadora” con ese YO que sufre una pena o una
alegría. Sufrir una emoción sólo significa que ella nos toma, nos afecta y por lo tanto sufrir una
alegría es tan legítimo como sufrir de una pena.

Al aprender en la acción, iniciamos nuestro proceso al descubrir dolorosamente nuestro lado


obscuro, nuestra debilidad. El aprender es un asombro inicial que nos hace sentido en la explosión
personal y subjetiva de la Persona que somos.

El “yo” al estar solo, irremediablemente enfrentado a un drama, esta “arrojado” y tomado por el
fenómeno del sufrimiento “en todo su esplendor”.

Más que aliviar el sufrimiento, como fuera la inspiración tradicional del gran Hipócrates en la
medicina occidental, la misión del psicoterapeuta o del facilitador existencial es acompañar a la
PERSONA que sufre un proceso nuevo, un quiebre que por su significado está estremeciendo el
alma y la vida total de dicho individuo.

Acompañar significa literalmente “estar con” el OTRO mientras él cruza el túnel, el pasaje
transitorio de la agonía. Acompañar al OTRO por todos los laberintos personales y singulares
incluyendo las llamas mismas del infierno, la aparición de los fantasmas del alma, aquellos íconos
que son nuestros fieles acompañantes desde aquellos efímeros años de la infancia, cuando
aparecieron en nuestra vida como acompañantes que nunca fueron invitados, pero se quedaron
para siempre.

Querámoslo o no, siempre que estamos solos, vuelven a aparecer aquellos acompañantes,
aparecen los ángeles, los fantasmas, nuestros demonios, nuestros fieles torturadores que nos
hacen más intenso e insostenible el sufrimiento, en las conocidas formas del miedo, el terror o la
angustia.

Para el acompañante, la experiencia sufriente del OTRO puede asustarle, puede llevarle a la
desesperación, si es que no sabe en qué consiste este acompañar y de qué se trata este
sufrimiento, si tiene este último algún final o es un fuego eterno y por lo tanto imposible de
sofocar.

UN BREVE COMENTARIO SOBRE EL SUFRIMIENTO

El sufrimiento es la experiencia solitaria por la cual atravesamos cuando hemos perdido algo
nuestro o algo muy querido al punto que nos hace sentir desesperadamente solos y abandonados
en este mundo. Las emociones que acompañan al sufrimiento son la pena (el llanto del
espíritu), la angustia (el dramático tránsito por un túnel “angosto” que nos asfixia), la
melancolía (tristeza de estar vivo), la vivencia de vacío existencial (estar flotando en forma
perdida en un mundo extraño), la ausencia de significado (no sabemos porqué nos ocurre aquello
que nos está ocurriendo), la desesperación (acción sin sentido o ansiedad), desesperanza (pérdida
del deseo de vivir, ansias de darse por vencido ante la presencia de un horizonte perpetuo y
vacío). Todo ser humano, cruza por el laberinto del sufrimiento cuando su existencia enfrenta la
pérdida. No obstante, un dato fundamental como alerta para el acompañante, nunca perdamos
de vista que el proceso del sufrimiento tiene un inicio, un desarrollo y un final.

El refrán popular lo dice muy claro “no hay mal dure cien años”. Personalmente creo que el
sufrimiento lo extendemos en demasía porque aún no conocíamos en qué consiste. Los expertos
en el tema, nos han enseñado que el sufrimiento contiene internamente sus propias claves de
sabiduría personal. No significa esto que cuanto más suframos entonces más sabios pudiéramos
ser.
No es la cantidad de problemas lo que nos puede hacer sabios sino la calidad con que los vivamos,
la pureza con que lo experienciemos y ojalá, con la compañía existencial que nos acoja.

El sufrimiento nos debería conducir finalmente a reconectarnos con la vida, con los otros
significativos, con el amor y con la alegría, con el estado de gratitud y de paz, con el entusiasmo y
con la pasión por vivir.

ACOMPAÑAR CON HUMILDAD

El acompañar significa, por lo tanto, ir al lado del otro, estar con el OTRO en el proceso y no con
estar con el otro en el contenido. Si alguien me dice que esta triste porque quedó cesante, yo
puedo centrarme en el proceso y “escucharle” su tristeza porque con ello él va poder avanzar en el
laberinto.

Pero si yo me meto en el contenido (le compro el cuento) y le digo que efectivamente todas las
empresas u organizaciones son frías y pragmáticas, estrujando a las personas hasta que las
desechan, entonces yo entro allí a la escena del contenido, “simpatizo” con el otro, me identifico y
me convierto en el otro y entonces ya no puedo acompañar, ambos nos perdemos en el laberinto.

Si en cambio “escucho” su proceso empáticamente, me puedo colocar en su lugar, seguir el


sufrimiento del otro como un autodescubrimiento. Empatía significa seguir el sufrimiento de
otro desde dentro (em= en, patheia= sufrimiento). Aquí surge el escuchar como actitud
silenciosa de acompañamiento y como práctica activa de la empatía: poner en palabras los
sentimientos que el OTRO tiene cuando está viviendo el proceso experiencial del dolor
espiritual. Aquí es donde toma toda su dimensión la expresión “acompañar con humildad”, es
decir acompañar “con la clara conciencia de mis debilidades y defectos” (diccionario de la R.A.
Española), seguir los sentimientos del otro desde la persona de carne y hueso que yo soy.

Al igual que en el “coaching”, acompañar con respeto la danza del otro ofreciéndole miradas
nuevas que involucren los sentimientos del otro y los significados latentes o de los juicios
personales que el otro se hace “dentro de su cuerpo – emocional y lingüístico”.

Acompañar con la persona que yo soy, no acompañar con mi técnica solamente, ni con mis
dominios “solamente”, sino que acompañar con mi sensibilidad y mis propios sentimientos; en
una palabra, acompañar siendo yo mismo, con mi autenticidad, con mi modo personal de SER.
ACOMPAÑAR CON MI PROCESO PERSONAL INCOMPLETO

No obstante todos los aprendizajes técnicos y experienciales vividos, como terapeutas nuestro
proceso personal no se ha completado. Si creyéramos que un aprendizaje avanzado ya nos da
una titulación como personas, sería una presunción absurda así como una aberración, que
implica la muerte. Podemos estar titulados de Terapeuta, o de Couselor y aún así para poder
ejercitar nuestro dominio técnico necesitamos como condición “sine qua non” que nuestro
proceso personal, nuestro proceso experiencial esté en marcha. Nuestra persona, al estar
fluida, está disponible al otro, mientras esté congruente y auténtica, está disponible para
ENCONTRARSE con el OTRO. Nuestra sensibilidad y autenticidad en marcha son como las manos
del cirujano, las manos de un pianista, como instrumento de los expertos. Sólo siendo la
persona de carne y hueso que soy, sólo siendo el particular “Individuo” en crecimiento que soy,
puedo recién mostrarme ante el OTRO, para poder mostrarle a través de la empatía, lo que él no
puede ver, por la obviedad en que está inserto, escuchar sus sentimientos para que así él pueda
experienciar a plenitud su drama y recién entonces pueda estar abierto a sentir y
responderse más, a percibir corporalmente mejor, a experimentar el ESTALLIDO DEL SER,
cuando “siente” que algo le hace sentido de un modo distinto.

EL ESCUCHAR COMO ACTIVA EMPATIA

El “escuchar empático” como le llamó Rogers, a este “paciente escuchar” una y mil veces,
deteniéndose con el OTRO para no ACONSEJARLE, no dirigirlo, no juzgarlo, no diagnosticarlo. El
escuchar al OTRO significa brindarle un silencio atento y comunicativo, silenciar mi persona y
mis juicios, para escuchar el alma del OTRO a través de la explosión de sus sentimientos y de los
significados personales que él se da para relatar o vivir su experiencia. Lo central es que el
OTRO no se salga de su experiencia y para ello nuestro acompañar debe estar dirigido siempre al
proceso del OTRO. Las palabras que yo pueda darle al OTRO para que permanezca en su
experiencia son:

1) O sea que sientes... (pena) por esto que me cuentas.

2) Y Cómo es que sientes esto... (que me estas narrando)

3) Y qué te pasa a tí con este suceso.


4) Y cómo crees que te sientes con...

5) Y qué te hace sentir esto (que me estas narrando)

Este paciente escuchar es muy poderoso porque le permite al OTRO avanzar en su laberinto
personal, al recorrer los significados personales, al encontrarse con sus SÍMBOLOS MUERTOS, al
encontrarse que su sentir corporal le permite exactamente lo que puede avanzar hasta ese
momento, en el ritmo y dirección que le indica su proceso, facilitándole que hable con esa viva y
emocionante voz del alma.

El gran Dante Alighieri nos cuenta en su “Divina Comedia” cómo el personaje principal recorre el
cielo, el purgatorio y el infierno en un día. A su lado va el poeta, recorriendo con él su laberinto,
allí va el poeta construyendo símbolos, elaborando palabras que le alumbren a la experiencia
del OTRO para que pueda recorrer el sufrimiento de un modo más completo, con mayores
descubrimientos y sin mirar atrás.

El escuchar al OTRO es siempre proactivo, porque le permite referirse al presente de su


experiencia, y al hacer esta referencia vivencial, se genera el motor autopropulsante que lo
conecta al avance, un caminar hacia el futuro, un presente abierto y autodescubierto, que no
tiene el derrotero del consejero sino la dirección personal del proceso hacia su propio destino
sentido e individual.

El terapeuta o el profesor directivo, saca al alumno de su proceso y lo conecta al propósito


externo, propio del profesor, es como sacar al otro del infierno con una grúa, o con un
helicóptero moderno. Lo cual es errado, además de inútil, ya que el “rescatado” vuelve a estar
en el infierno tan pronto se queda solo, ya que el infierno está dentro de él, en sus propias
autorespuestas.

CONTEXTO DE RESPETO

El compañero existencial otorga una interacción de RESPETO cuando brinda una valoración
incondicional a la persona del otro, separando la persona de su conducta, cuando lo trata con
horizontalidad, cuando lo ESCUCHA EMPÁTICAMENTE y cuando a través de esta práctica, se le
entrega un modo experiencial, sin explicaciones, aquella gran vivencia que nos permite hablar
con “libertad y para libertad”, es decir, laconfianza.
“Con-fé”, con-fiar, fiarse de alguien es una palabra viva, se siente confianza o no se siente, se
entrega confianza o se destruye, la confianza es una vivencia, como tal, ella tiene una
percepción corporal; tal es que me entrego o no me entrego al otro no por una orden que me
doy a mí mismo, no por algo inmanejable sino construyendo dentro de mí en las zonas internas
de mi experiencia, va construyendo aquella vivencia en que me entrego con cierta prudente
ceguera.

Fé ciega, mucha confianza, la confianza que crece es lo que escuchamos de alguien que nos dice:
“yo no se por qué, pero le creo”.

La confianza es un fenómeno que se va construyendo en el OTRO si me ve respetuoso, si me


vivencia como alguien tolerante, o se siente escuchado por mí, y me ha vivenciado de un modo
empático.

La confianza, además, se va edificando dentro del otro, si me ve que yo procedo en forma


impecable, si me ve llegar siempre puntual, si respeto los acuerdos, si se disculpa al ser
impuntual, o si siendo imperfecto como persona que soy, sigo la relación con el otro, lo llamo
previamente con la debida anticipación para pedirle un cambio de hora. O si vivencia
permanentemente mi ausencia de enjuiciamiento.

La confianza como una entrega progresiva de la persona del otro a mi acompañamiento,


el respeto como una valoración que he vivido en mí a cerca de él, elescuchar empático como un
silencio vivaz y atento para percibir las inquietudes del otro, sus sentimientos implícitos, son
todos factores fundamentales que crean los cimientos en la relación con el Cliente, con ese SER
que ha venido a nuestro encuentro con aquella humildad necesaria para compartirnos su
sufrimiento, le brindamos nuestra PERSONA con humildad una experiencia personal que nos
permite entregarle respuestas suyas, que ahora son nuevas para él, brindándole nuestra
sensibilidad, nuestra persona aunque una vez también hemos necesariamente despertado en un
infierno personal. Cuando nuestras auto-respuestas nos han liberado, recién entonces podemos
ser certeros empáticamente

La palabra del escuchante habla del escuchado, proviene de una actitud profunda de
resonancia, en que ponemos en palabras o símbolos el mundo implícito del Otro, guiados
ambos por la única luz del proceso: la experiencia del Otro.
Bibliografía.

Gendlin, Eugene:” La teoría del Cambio de la Personalidad”, del libro El nuevo Paradigma
del Experiencing” Riveros, Edgardo. LOM Ediciones, Santiago de Chile 2000.

Juorard, Sydney “The transparent Self”

Rogers, Carl . “El proceso de Convertirse en Persona” Paidos, 1972

Rilke, R.M “Cartas a un Joven Poeta”, Carta nº8 , escrita en Roma el 29 de Octubre de
1903.

Riveros, Edgardo “Existencia y Cambio”, Cap. Congelamiento y descongelamiento


terapéutico”, aludiendo al “símbolo muerto”, LOM Ediciones, Santiago de Chile,
2000.

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