***
Elyne se preparó para entrar en la gran sala, con más temor de lo que
estaba dispuesta a mostrar a su más joven hermana gemela. A pesar de venir
al mundo sólo diez minutos antes que Effie, sentía la carga de cuidar a sus
hermanos menores. Siendo la número ocho de doce hijos, Elyne había
aprendido, por necesidad, cómo cuidar de todo.
Su decepción al conocer a su prometido por primera vez no era algo
que quisiera compartir. Quería que su hermana conociera a Grigor sin
prejuicios. También, si era completamente honesta, no quería admitir que su
hermana podría estar en lo cierto.
Elyne y Effie estaban de pie detrás de su hermano e Isabelle y
preparadas en el pasillo para una gran entrada. El rugido de la multitud
ruidosa se hizo más fuerte cuando se acercaron. Elyne alisó compulsivamente
su brillante vestido de color azul, con bordados de oro a lo largo de la blusa y
los bordes de las mangas. El vestido había sido apretado más de lo que
generalmente hacía, a fin de causar una buena impresión. Al parecer, el escote
destacaba prominentemente en esta impresión, pero no le ayudaba a respirar.
Effie se puso de pie junto a ella, y sin mirarse, extendieron las manos
para tomar la mano de la otra. Gemelas. Effie llevaba un vestido similar, de
seda de color rojo oscuro, y ambas llevaban velos de gasa con bandas de oro
que los mantenían en su lugar en la cima de sus cabezas.
El heraldo los anuncio y entraron en la sala con los aplausos de los
clanes haciendo eco a través de la sala. Era ensordecedor. Effie le dio un
apretón y Elyne se lo devolvió. Ella quería casarse, pero el matrimonio
significaba separarse de Effie. David miró hacia atrás y le llamó la atención
con un gesto de apoyo. El matrimonio significaba dejar a toda su familia.
Elyne y Effie siguieron a David e Isabelle al gran salón, sus hermanas
menores detrás de ellos. La multitud aplaudió y luego, el silencio. En el otro
extremo de la sala había dos grupos de hombres. David Campbell se dirigió a
ellos con aire amable.
Grigor Grant estaba vestido de manera más formal de lo que le había
visto antes, pero parecía aún más severo, si eso era posible. Laird Maclachlan,
el pretendiente de Effie, era un hombre joven, guapo. Durante un breve
momento de cobardía, Elyne considero tratar de intercambiarse con Effie,
sobre todo si no tenía la intención de casarse con el hombre.
Todo fue muy respetable. Elyne y Effie fueron presentadas a sus
futuros maridos con una ceremonia entusiasta. Effie estuvo tristemente
comportándose bien, pero Elyne podía decir, por su falsa sonrisa, que no tenía
intención de casarse con su pretendiente. Por su parte, Elyne se comprometió
a casarse con el hombre que su hermano había elegido para ella.
Esta absolutamente determinada a ello.
Incluso a pesar de hacer caso omiso de ella durante la mayor parte de la
comida, prefiriendo prodigar su atención a su carne, su whisky, y su sirvienta,
en ese orden. A Elyne no le afectó que, en las raras ocasiones en las que su
atención se dirigió a ella, la mirara como a una vaca enfermiza. A diferencia
de su primo, Tavish estaba sonriente y daba la impresión de un hombre
disfrutando inmensamente. Se volvió hacia Elyne un par de veces y le dio una
sonrisa irresistible, por lo que se vio obligada a devolverla.
El banquete en sí fue un éxito. Muchos clanes habían viajado hasta la
frontera con Inglaterra para celebrar el Primero de Mayo y hacer uniones
importantes. Los Campbell estaban allí en todo su poder, junto con los
Douglas, Maclachlans, Grants y otros. Era el inicio de la celebración del
Primero de Mayo, que sólo podía ser celebrado correctamente con carne de
venado asada, cabeza de jabalí, salmón, abadejo, manzanas asadas, y una
abundancia de pasteles, dulces y salados. Como si eso no fuera suficiente, el
último plato seguro que les gustaría a todos, con pasteles de jengibre y
mazapán en forma de pequeños animales.
El banquete estaba delicioso y la compañía se satisfizo vorazmente. El
entretenimiento era también de gran calidad. Malabaristas, trovadores y
acróbatas casi hicieron que Elyne olvidara su destino.
Casi.
“¿Tiene un momento para hablar conmigo?”, le preguntó Elyne a
Grigor mientras su grupo se ponía de pie para salir de la sala al final de la
fiesta. Fue un movimiento audaz por su parte tratar de tener unas palabras con
su pretendiente y forzarlo a parlamentar sin antes preguntarles a sus parientes.
Él hizo una breve inclinación de cabeza, acordando; había poco más
pudiera hacer. “¿Qué desea decir?”
“Quisiera hablarle un momento, en privado,” dijo Elyne. Miró a su
hermano y David hizo un gesto de asentimiento.
Grigor y ella habían empezado con el pie equivocado. Era torpe, pero
ella era Elyne Campbell. Nunca se echaba atrás ante un desafío. Se enfrentaría
a esto.
Elyne siguió a su hermano a su sala privada, seguida de su pretendiente,
Grigor Grant. Era aquí donde David Campbell mantenía sus objetos más
preciados: sus libros. Tenía una Biblia ilustrada y una copia de Aristóteles
transcrita al latín por los monjes del convento de San Ambrosio.
Un gran escritorio tallado estaba en el medio de la habitación y un raro
mapa raro de la zona aparecía desplegado sobre él. La habitación estaba
decorada ricamente con varios tapices en las paredes y algunos trofeos de
guerra —espadas y cascos― expuestos para impresionar. Elyne miró a
Grigor, pero si el taciturno hombre tenía algún interés, no dejaba que sus
sentimientos se mostraran. No dejaba que ningún sentimiento se mostrara.
Campbell enrolló el mapa y sacó otro pergamino de un cajón de la
mesa.
“Aquí está el contrato.”
Elyne miró el documento. Una vez firmado, su destino estaría sellado.
Firmar los papeles de compromiso era tan vinculante como la ceremonia de
matrimonio. Miró el contrato, pero no necesitaba leerlo. Conocía cada línea,
ya que había participado en su escritura. Era un buen contrato, justo para
ambas partes, y también había sido aprobado por los Grants.
“Puede leerlo,” le ofreció Campbell a Grigor, pero el hombre sacudió la
cabeza.
“Estoy seguro que es como debe ser,” respondió el hombre.
Campbell abrió el tintero y sacó una pluma. El corazón de Elyne
comenzó a acelerarse y sus manos estaban frías y sudorosas. ¿Se habría puesto
enferma? Campbell cruzó los brazos sobre su pecho y Grigor siguió su
ejemplo. ¿Deseaba ella casarse con este hombre?
“Me gustaría estar un momento a solas con Grant, si me haces el
favor,” le pidió Elyne a su hermano.
Campbell hizo una breve inclinación de cabeza y salió de la habitación.
Elyne respiró hondo y se enfrentó a su pretendiente. No era un hombre
poco atractivo ―una vez sin el ceño fruncido―, era innegablemente
musculoso y estaba en forma. No era un gran conversador, pero sería lo que su
niñera llamaría buena educación. Produciría muchachos sanos y grandes, de
eso no tenía ninguna duda. Él iba a heredar el cargo de gobernador de
Inverness, lo que no era un título insignificante.
Como motivo principal para su decisión, Elyne deseaba ser la señora de
su propia casa y criar a los niños. Grigor, estaba convencida, sin duda haría
mucho. Sin embargo, sólo había una manera de procrear esos críos que
codiciaba. Y eso era en la cama con Grigor Grant.
“Espero que tuviera un viaje agradable.” Elyne rompió el silencio.
Tenía la esperanza que si permanecía en silencio, Grigor hablaría primero. No
iba a pasar.
Grigor gruñó como respuesta. “Demasiado largo”. Me mojé en el río.
Espero que tenga en mente viajar. Vivimos a una larga distancia de aquí y no
deseo retrasar el regreso.
“Puedo montar suficientemente bien como ustedes, confío.” Elyne
tragó saliva y trató de encauzar los nervios que se asomaban en sus palabras.
Generalmente, no se perdía al hablar. “Tenía la esperanza de que pudiéramos
llegar a conocernos uno al otro antes de firmar el contrato. Asegurarnos de
que somos compatibles.
Grigor frunció el ceño.
“El contrato ha sido preestablecido y acordado. ¿Desea modificar los
términos?”
“Nay, me malentiende. Me gustaría saber si quiere estar casado
conmigo.”
“Aye. No viajaría a través de toda Escocia si no planeara casarme.”
“¿Le gusta lo que ve?” Elyne fue más allá de lo que haría normalmente,
pero pudo ver que con Grigor la sutileza no iba a ser una buena estrategia.
Grigor la miró de arriba abajo, como si la viera por primera vez.
“Se la ve lo suficientemente resistente como para tener hijos.”
“¿No hay otras cosas importante para usted?”
“Me gusta un hogar bien organizado y no tolero díscolas tonterías. La
mayor parte del tiempo probablemente estaré fuera, por lo que no deseo tener
una esposa demasiado dependiente.
Elyne asintió; y lo entendió. No quería tener lazos emocionales con su
esposa. Sólo los haría infelices al tener que tolerar largas separaciones.
“Entiendo. Me las he arreglado con la casa de mi hermano mientras él
ha estado fuera.
Grigor asintió, conciso. “Deberíamos adaptarnos bien.” Se aclaró la
garganta y se movió incómodo de un pie al otro. “No soy un hombre
acostumbrado a tratar con el sexo débil. No conseguirá ningún cortejo de mí,
pero, lo juro, como mi mujer, voy a honrarla y protegerla con mi vida si es
necesario.”
Elyne no lo dudaba. Grigor Grant era un hombre duro, pero honesto y
verdadero. No habría ninguna charla dulce, pero la trataría justamente. Había
recibido de él todo el ánimo que iba a conseguir. Tendría que ser suficiente.
Elyne respiró hondo y agarró la pluma. Ya era hora de darle una
oportunidad. La mojó en el tintero, y antes de que pudiera sucumbir a los
nervios, firmó su nombre en la parte inferior del contrato. Le tendió la pluma
y Grigor la tomó de su mano.
“¡Aquí están!”
Tanto Grigor como Elyne se volvieron ante la interrupción. La señora
Douglas estaba en la puerta, con las manos en sus orondas caderas. Entró en la
habitación, como si estuviera rodando, su enjoyado vestido de seda
arrastrando detrás de ella.
“¿Necesita algo?”, preguntó Elyne. ¿Es que esta mujer no podía ver que
estaba interrumpiendo una reunión privada?
“Aye. Me retiro a mi habitación y desearía tener algo para cenar antes
de dormir. Ve a la sala y tráeme unos aperitivos y algunos pasteles de
jengibre.
“Lo siento, pero estoy atendiendo otro asunto ahora,” dijo Elyne.
“No tiene que preocuparse por mí,” dijo Grigor. “Nuestro asunto está
concluido.”
La muchacha Douglas le dirigió una sonrisa de superioridad, una que
requirió que Elyne se apretara las manos para evitar sacarle la sonrisa de su
cara. Elyne había sido despedida.
“Como desee.” Le hizo una reverencia a Grigor y abandonó la
habitación dejando al hombre en posesión de todo el espacio. No estaba bien.
Y daba igual si estaba siendo educado u obtuso, su prometido no la había
defendido en modo alguno. Eso tampoco estaba bien.
Elyne se escabulló por las escaleras hacia la cocina, su estómago
hundido como si estuviera lleno de hierro. Con un repentino destello de
pánico, se dio cuenta de que era demasiado tarde. El contrato había sido
firmado. Fueran cuales fueran sus sentimientos sobre el asunto, se casaría con
Grigor Grant.
Tres
Elyne estaba demasiado ocupada pensando en su futuro marido como
para darse cuenta de hacia dónde se dirigía. Fue hasta el gran salón de camino
a la cocina, donde podría pedir comida para su huésped. Aunque si Eileen
Douglas todavía tenía hambre después de seis horas de banquete, tenía un
estómago más fuerte que la mayoría de los hombres. No, simplemente quería
darles problemas a las hermanas Campbell de cualquier forma que pudiera.
El ruido que salía de la gran sala debería haberla hecho detenerse, pero
estaba demasiado acostumbrada a tener una multitud de grandes hombres
bulliciosos como para que le importara demasiado. Dentro de la gran sala, la
mayoría de las personas sobrias, ancianos o mujeres (eso era lo respetable) ya
se habían retirado, y los que quedaban eran hombres jóvenes borrachos y
sirvientas risueñas. Un ruidoso grupo estaba poniendo una silla encima de la
mesa, que apenas se mantenía en equilibrio. Al que animaban era a un hombre
que estaba encima de una viga de roble en el alto techo.
“¡Tavish Grant!”, gritó Elyne, dado que el hombre en la viga no era
ningún otro. “Baje antes de que se mate.”
Tavish la vio entre la multitud, le sonrío y la saludó. “Como desee,”
gritó y saltó.
Elyne jadeó, mirando cómo su cuerpo caía desde una altura fatal, pero
desafiando la gravedad, aterrizó en la silla que estaba en la parte superior de la
mesa. Tuvo el tiempo suficiente para sonreír antes de que la silla se resbalara
y cayera de la mesa, la cual también terminó cayéndose, por lo que saltó de
nuevo desde una altura considerable, aterrizando sobre sus pies y rodando
varias veces hasta que se quedó hecho un ovillo sobre los juncos del suelo.
Elyne caminó entré la multitud y se arrodilló a su lado, fingiendo no
darse cuenta de que el kilt se le había subido hasta los muslos.
“¿Está muerto, hombre tonto?”
Tavish abrió un ojo. Aún no. Pero la noche es joven. Pregúntemelo de
nuevo por la mañana.
Elyne suspiró aliviada, aunque no sabía por qué debería importarle que
se partiera el cuello.
“Tonto.” Suspiró, y se dio la vuelta para dejar la fiesta en paz.
“Hola, muchachita linda.” Un hombre grande, con una considerable
barriga se acercó tambaleándose y trató de ponerle el brazo alrededor de los
hombros.
Elyne lo esquivó sólo para encontrarse con un muro de hombres
sonrientes, de los cuales no conocía a nadie. Busco alrededor para ver si
estaba alguno de sus hermanos o primos, pero no vio a ninguno. Recordaba
vagamente que David le había dicho que se mantuviera lejos de la locura y de
las ebrias consecuencias de la fiesta. Y ahora se encontraba allí.
Sola.
“Eres una cosita bonita. Una moza muy linda.” Otro hombre la agarró
por la cintura y tiró con fuerza hacia él. Ella se apartó, pero solo logró caer
contra otro hombre ebrio. Estaba rodeada.
“¡Oh! Pero si es una lujuriosa,” gritó un hombre.
“Soy Elyne Campbell, hermana del laird Campbell. ¡Déjenme pasar!”,
les ordenó con toda la autoridad que pudo reunir. Su pulso latía en sus oídos.
Los hombres no se movieron. Alguien agarró su trasero, lo que la hizo saltar.
Los hombres se rieron como respuesta.
“Ven, pasa un rato conmigo.”
“No lo escuches. Ven conmigo.”
“Te daré una o dos monedas, preciosa.
“¡Suficiente!” Se oyó la voz de Tavish Grant por el pasillo. Se acercó y
los hombres se separaron como el mar rojo con Moisés. “Están hablando con
la hermana de laird Campbell.”
Los hombres hicieron una reverencia, avergonzados y luego volvieron a
lo suyo, lanzando una piedra para ver quién sería el próximo en saltar. De
alguna manera, las palabras de Tavish causaron más efecto que las de ella. Se
sentiría irritada si no estuviera tan agradecida.
“¿Puedo llevarla hasta su recamara, milady?” Tavish hizo una
reverencia y cuando se incorporó, hizo una mueca de dolor.
“¿Cómo está su espalda después de la caída?” Elyne aceptó su brazo y
salieron del salón.
“Duele un poco, lo que significa que mañana por la mañana estaré
llorando como un bebé.” Sonrió de soslayo y no puedo evitar sonreír también.
“Quiero agradecerle que haya venido a rescatarme.” Elyne tragó el
nudo que tenía en la garganta. “No sabría qué hubiera pasado de no ser por
usted.”
“No hay problema. Lo más difícil fue ponerme de pie.” Tavish se rio.
“Son buenos muchachos, solo que son tontos y están ebrios. La confundieron
con otra clase de muchacha.
Elyne sabía exactamente con qué tipo de muchacha la confundieron…
y también lo que hubiera pasado si él no hubiera intervenido. Se estremeció.
“Ahora debe volver a su recamara y recomponerse.” Levantó el brazo
y, por un momento, pensó que iba a pasarlo alrededor de sus hombros, pero él
se lo pensó mejor y siguió caminando por el corredor de piedra.
Varios comentarios pasaron por la cabeza de Elyne, pero ninguno
parecía apropiado para decirlo en voz alta. No debía establecer una amistad
con Tavish. Fue consciente, nuevamente, de desear que fuera Tavish, y no
Grigor, con quien debiera casarse, pero desestimó la idea con fuerza.
“Si no le importa que le pregunte, ¿por qué estaba en el pasillo?”,
preguntó Tavish. “No es la clase de compañía que creería que le gusta tener.”
“¡La Malvada Leen!” Elyne siseó el nombre.
“¿Perdón?”
“¡Esa mujer! Me envió a buscarle algo de comida. Siempre está
causando problemas.” Elyne se detuvo frente a la puerta del dormitorio que
compartía con sus tres hermanas menores. “Supongo que debería ir a buscar
un a una sirvienta para que le lleve algo de comer.”
Tavish apoyó un hombro contra la pared de piedra gris, su cara estaba
iluminada por una antorcha del otro lado de la pared.
“No veo por qué debe molestarla con eso. Ella puede llamar por sí
misma a una sirvienta si tiene hambre. Aunque no puedo entender cómo
alguien aún podría tener hambre después de semejante festín. ¿Esta Malvada
Leen es una mujer fortachona?”
Elyne se rio. “Nay, pero quizás mañana le diga que no fui a buscarle
comida porque escuché a un hombre hablar sobre lo oronda que estaba.”
“Es un poco malvada, Elyne, mi muchacha.”
El calor subió a sus mejillas. Que la llamara “mi muchacha” hizo que
un calor que no podía nombrar se extendiera por toda ella desde la punta de
los dedos de los pies. No se suponía que debiera sentirse así, y, ciertamente,
no con el primo de su prometido.
“Buenas noches,” dijo en voz baja, abriendo la puerta de su recámara y
poniendo un pie en el umbral. Necesitaba despejarse la cabeza.
“Buenas noches, milady.”
Cuatro
Elyne necesitaba escapar de la confusión del castillo y disfrutar de un
poco de aire fresco. La mañana había traído un día fresco con un sol brillante
y una brisa refrescante.
“Puedes montar en el valle,” le dijo David. “Pero no más lejos.”
“Aye,” dijo Elyne ausente, subiendo sobre los bloques para izarse en su
silla.
“Elyne.” La voz de su hermano bajó al mostrar la advertencia, captando
la atención de Elyne. “No dejes el valle. Hemos escuchado que los ingleses
están en movimiento. Ellos siguen considerando estas tierras parte de
Inglaterra y vendrán a por ellas algún día, recuerda mis palabras.”
“Entiendo,” dijo Elyne. Quería dar un paseo, no convertirse en
prisionera de los ingleses. Tomó las riendas en una mano enguantada y en el
otro brazo, su halcón se posó en silencio. Haciendo un ruido a su caballo, le
instó a avanzar fuera de los establos.
Era un hermoso día fresco. La primavera estaba en pleno auge y las
flores abrían sus pétalos para sonreírle al sol. El valle del Castillo Alnsworth
era de un exuberante verde, que invitaba a explorarlo. Las ovejas pastaban en
la llanura. Algunas estaban recién esquiladas, su piel rosada mostrándose a
través de su nuevo corte de pelo, mientras que otras estaban cargadas con lana
enmarañada, esperando su turno para la esquila de primavera.
Elyne le dejó el control a su montura y lo dejó correr. Disfrutó del
viento en el rostro y del vigorizante aire fresco del brillante día de primavera.
Estuvo en el otro lado del valle algo de tiempo y tiró de las riendas de su
caballo, explorando los bosques que formaban el límite del valle. Se
levantaban majestuosamente en las alturas. Sabía que la vista debía ser algo
digno de ver, pero recordó las palabras de su hermano y con una mirada de
anhelo, se volvió hacia el valle para cazar.
Elyne cabalgó a lo largo del borde del bosque, su halcón posado sobre
su brazo. El hermoso halcón merlín, un regalo de su hermano, llevaba una
capucha y una campana hasta que ella decidiera que era el momento de cazar
su sustento. Con tantas bocas que alimentar, Elyne estaba segura de que a
cada trozo de comida se le daría un buen uso.
Un toque de color captó su atención por el rabillo de su ojo. Un hombre
sobre la espalda de un caballo estaba pasando a través de los árboles, por la
empinada pendiente hacia las alturas. Se movió hacia un claro un instante y
una repentina sorpresa la recorrió, como si hubiera sido picada por una abeja.
Era él. Era Tavish Grant.
Salía del valle. ¿No conocía el peligro de viajar muy lejos del castillo?
“¡Tavish Grant!”, le gritó, pero estaba a una distancia demasiado
grande para oírla.
Instó a su montura hacia delante, dentro de los árboles y lo llamó de
nuevo. No oyó ninguna respuesta. Elyne se debatió internamente consigo
misma. Era un hombre adulto, podría tomar riesgos si así lo elegía. Y sin
embargo no estaba familiarizado con este lugar. Tal vez no conocía los
peligros de las potenciales tropas inglesas. Sería negligente no advertirle.
Se adelantó y encontró un pequeño sendero hacia la colina, a través de
los árboles. Una pequeña voz le recordó que no debía dejar el valle y se
detuvo de nuevo, considerando qué hacer. Recuerdos de la noche anterior la
inundaron de nuevo. Tavish había intervenido para protegerla cuando más lo
necesitaba. ¿Debería dejarlo ir sin al menos a advertirle del peligro? Si
realmente había un ejército inglés marchando hacia Alnsworth, lo matarían sin
pensarlo.
Elyne pateó su montura hacia adelante, esperando encontrarse con el
hombre dentro de pocos minutos, pero a pesar de su prisa, no pudo acercarse
lo suficiente para alcanzarlo. Finalmente, llegó a la cima de la colina con
vistas al castillo, pero Tavish no estaba por ningún lado. Las vistas era
extraordinarias y Elyne se sintió reconfortada porque el castillo todavía estaba
muy a la vista. Incluso habiendo desobedecido la orden de su hermano, por lo
menos podía ver claramente el valle, salpicado de pequeñas ovejas blancas
como nubes.
Elyne se volvió hacia el otro lado de la colina y fue recibida por
árboles, rocas, colinas y salpicaduras de cuadros rojos.
“¡Tavish!”, gritó Elyne. “¡Tavish Grant!”
Su merlín se retorció y giró en su brazo, pero Tavish Grant no
desaceleró. Con un bufido irritado, Elyne instó a su montura hacia adelante,
presionando tras el errante Tavish Grant. Desafortunadamente, él eligió ese
momento para dejar que su caballo galopara. Lo persiguió sobre la colina y el
valle, hasta que finalmente lo perdió de vista. Con frustración, se detuvo en
seco y decidió que debía renunciar a la persecución.
Elyne desmontó en un arroyo para darle a su montura un muy necesario
descanso y se sentó en una roca grande, caliente por el sol. Cerró los ojos para
permitir que el sol besara sus mejillas. A pesar que sabía que no debía estar
tan lejos del castillo, se sentía renovada por el ejercicio. El sol estaba caliente
y el río balbuceaba y gorgoteaba una alegre melodía. ¿Cómo podía cualquier
cosa ir mal?
“Buen día tenga usted.”
Elyne abrió rápidamente los ojos y estuvo a punto de caerse de la roca.
Recuperó su compostura y el asiento sobre sus pies, escaneando los árboles
buscando al hombre que habló. ¿Era amigo o enemigo? Su hermano tenía
razón, nunca debería haber ido tan lejos.
“¿Quién está ahí?”, exigió saber Elyne, con la mano apoyada en el
cuchillo que colgaba de su cinturón.
“Nadie más que yo,” dijo Tavish, saliendo al claro. “¿Qué está
haciendo aquí sola, milady? La encuentro en los lugares más extraños.”
“¡Estaba tratando de alcanzarlo para advertirle!” soltó Elyne. “Mi
hermano me pidió que todos nos quedáramos dentro del valle del castillo.”
―Ah, bueno, le agradezco su preocupación, se lo aseguro.” Tavish se
acercó más, su tartán rojo, negro y verde en contraste con las hojas verdes de
la primavera a su alrededor. La tela escocesa estaba envuelta alrededor de su
cintura y arrojada sobre un amplio hombro. Su camisa estaba desatada en la
parte superior y le colgaba abierta, revelando la parte superior de un
musculoso pecho. Sus piernas, bien definidas, estaban desnudas como era la
costumbre highlander, a excepción de un par de botas de cuero negro.
Al crecer en las Highlands rodeada de hombres musculosos bien
construidos, Elyne no estaba desacostumbrada a lo que tenía en esos
momentos delante. Sin embargo, nadie había hecho que su aliento se quedara
atrapado o que su corazón tamborileaba de la forma que Tavish conseguía
hacer.
“Aye, bueno, aye, debería.” Elyne tosió. Debía alejarse de él antes que
la hiciera caer en un ataque de apoplejía. “¿Qué está haciendo aquí?”
“Nunca he sido bueno en permanecer quieto.” Tavish se encogió de
hombros con una sonrisa.” Escuché que hay por aquí una torre abandonada.
Un viejo montículo y una muralla exterior, parece ser. Pensaba echar un
vistazo.
“Aye, debería estar cerca,” dijo Elyne. Había oído hablar a Isabelle de la
vieja torre que estaba en las tierras de Alnsworth. “Creo que esta corriente se
convierte en la fuente que lo alimenta.”
“Ah, entonces si sigo la corriente…” Tavish contempló el lecho del
arroyo, tratando de ver más allá de los arbustos y árboles. Mire, ¿lo que se ve
por encima de ese árbol es la parte superior de la torre?”
Elyne entrecerró los ojos mirando en la distancia y apenas pudo avistar
la cima de la torre.
“Debe serlo. Isabelle me dijo que el viejo castillo ha estado abandonado
durante muchos años.”
“Será un disfrute explorarla. Pero primero debo verla llegar a casa.”
“Puedo llegar por mí misma, gracias.”
“Una dama no debería cabalgar sola. Nunca se sabe con qué hombres
peligrosos podría encontrarse.” Tavish le dedicó una amplia sonrisa y movió
las cejas arriba y abajo.
Él tenía intención de provocarla, pero él era más peligroso para ella de
lo que quería demostrar. Tenía que alejarse de su compañía y volver a donde
debería estar.
“No estoy sola. Tengo a Fred conmigo.
“¿Fred?” Tavish miró a su alrededor, confundido.
“Winifred, mi halcón.” Elyne levantó la muñeca para permitirle a
Tavish una mejor visión de su halcón merlín.
“Ah, es una cosita encantadora. No hay duda de que puede romper una
bandada en pedazos. ¿Es un buena cazador?”
Elyne sintió una punzada como siempre que hablaba de su precioso
Fred. Era algo más que un cazador; era el compañero de Elyne.
“Es una gran cazador.” Eso era verdad. “Siempre trae de vuelta a su
presa.” También era cierto.
“Me encantaría ver una demostración en algún momento.”
Eso sería un problema.
“Es una gran cazadora, pero tiene un pequeño capricho. Le gusta
regresar a sus caballerizas. Por lo general, me trae la presa y luego vuela de
regreso a casa.”
Tavish enarcó las cejas. “¡Qué cosita tan inteligente! Aunque supongo
que no es de mucha utilidad en una cacería.”
“Es bueno en una cacería,” protestó Elyne. Simplemente no le gusta
cazar más de una vez al día. Y es un buen compañero, así que, por favor,
disfrute del resto del día explorando el castillo.
“Aye, seguro que Fred es una encantador acompañante, pero estaré
sirviéndole como guía de igual manera.
“Pero, ¿y su viaje a la torre?
“Quizás otro día.” Tavish se encogió de hombros.
Elyne tuvo una punzada de culpa. Tavish no había necesitado que lo
rescatara y ahora ella estaba impidiendo su excursión. Estaba haciendo un mal
trabajo para recompensarlo por su amabilidad.
“Insisto en que continúe con su camino y yo debería regresar al
castillo.”
“Entonces me arrepiento de haberle hecho la no deseada propuesta de
escoltarla a casa. Quizás si paseo detrás de usted sin hablar, puede intentar
encontrar algo en su corazón para tolerar mi presencia.” Detrás de la sonrisa
fácil de Tavish, una determinación de acero brillaba en sus ojos.
Elyne supo de inmediato que no conseguiría convencerlo de dejarla ir.
Su caballerosidad le hizo desear corresponderle. Había llegado muy lejos,
podría ir alejarse algo más para ver el castillo abandonado. Su torre estaba a la
vista después de todo; no llevaría mucho tiempo y después podría volver al
valle, donde, con suerte, nadie habría notado su ausencia.
“Sígame si quiere, Señor Grant, he decidido ver esta torre en ruinas por
mí misma.” Elyne hizo un chasquido a su caballo, que caminó amablemente
hacia donde ella estaba, de pie sobre una roca para poder montar.
“Su caballo es una bestia bien entrenada,” comentó Tavish.
“Es un Campbell,” dijo Elyne, lo que, naturalmente, lo explicaba todo.
Su hermano era muy particular en la formación de hombres y bestias. Ningún
caballo de sus establos soñaría con ser mal entrenado. La suerte de David con
sus hermanas no era tan segura.
Elyne instó a su montura hacia delante, cruzaron el arroyo y siguieron
en la orilla opuesta hacia la torre. Les llegó algo más tiempo de lo que había
previsto encontrar el camino a través del grueso follaje de primavera, pero
habían llegado tan lejos que no estaba dispuesta a renunciar.
“¿Está segura, milady, de que no puedo convencerla de volver al
castillo?, preguntó una voz amigable detrás de ella, como si pudiera leer su
mente.
“Nay,” murmuró Elyne sin convicción. Estaba reconsiderando su
posición cuando salieron a un gran claro, la torre elevándose delante de ellos.
Era un buen ejemplo de un castillo escocés, con torreón y muralla exterior.
Pequeño para sus estándares, pero sin duda había servido bien a algún señor
feudal inglés y a su familia en algún momento del pasado. Estaba bien
construido, pero claramente lucía desgastado, la pintura raída en las paredes y
algunas de las piedras exteriores habían sido retiradas para otros proyectos de
construcción. Aun así, la casa de la torre por sí misma, se veía intacta.
“Aye, esto es todo un espectáculo.” Tavish saltó y condujo a su caballo
por la puerta abierta del castillo. “Me prometió ruinas, pero es algo mejor que
eso.”
“Aye. Me pregunto por qué nadie lo habrá reclamado como propio.”
“¡Está en las tierras de Alnsworth! Creo que este viejo castillo se utilizó
hasta que se construyó otro más grande.
“¿Dice que está en suelo inglés?” Tavish miró alrededor del patio.
Podría ser persuadido para pasar por alto ese pequeño defecto.
“¡No es algo sin importancia vivir bajo el rey de Inglaterra!”
Elyne también desmontó y siguió a Tavish a través del patio.
“No me importa la política.” Tavish aseguró las riendas de los caballos
en la pared.
“¿Política dice? ¿No le importa servir a su rey?
Tavish se encogió de hombros.
“No tengo nada en contra de ningún rey, siempre y cuando no me cause
problemas. Su hermano, el laird Campbell, debe haber sentido algo semejante,
dado que tomó como esposa a una lady inglesa.”
David se casó con lady Isabelle para tomar posesión de su castillo y
utilizarlo para apoyar la guerra contra Inglaterra,” defendió Elyne.
Tavish entró en la torre donde una vez que estuvo el gran salón.
“He tenido el placer de conocer a lady Campbell. Estoy seguro de que
sus posesiones no fueron la única razón por la que se casó con ella.” Se dio la
vuelta y le dedicó una sonrisa socarrona.
“Mi hermano ha servido fielmente a Escocia, de todas las maneras
posibles,” farfulló Elyne, siguiendo a Tavish por el pasillo. ¿Cómo se atrevía
este hombre a cuestionar la lealtad de su hermano?
“No se ofenda. No quise decir nada malo. Además, laird Campbell es
una inspiración para mí. Espero poder seguir su ejemplo.
“¿Cómo piensa hacerlo?” Elyne cruzó los brazos sobre pecho, sin estar
muy segura de querer conocer la respuesta.
Tavish caminó hacia la mitad del gran salón. Las maderas del piso
habían sido retiradas, muy probablemente saqueadas para construcciones en
otro lugar. El techo seguía en pie, pero Elyne no haría ninguna apuesta en
cuanto a su capacidad para resistir la lluvia. Aunque la mayoría de los
muebles habían sido retirados, unos cuantos bancos estaban esparcidos a lo
largo de la pared.
Tavish se volvió y ladeó su cabeza hacia un lado, como si debatiese
hasta dónde debería compartir con ella.
“Parece una buena idea casarse con una bella heredera inglesa.”
“David no se casó con Isabelle para llenar sus propias arcas.” Elyne
anduvo hasta él, con una mano en la cadera y la otra sosteniendo su halcón.
Nadie cuestionaba a David Campbell, especialmente no delante de otro
Campbell. “David tiene puesto precio a su cabeza por expulsar a los ingleses
del bosque de Ettrick.
Tavish levantó las manos en señal de rendición.
“No lancé ningún insulto a los pies de David Campbell. Lo que quise
decir fue un cumplido. Deseo seguir su ejemplo.
“Quiere casarse con una mujer rica,” dijo Elyne con disgusto. La idea
de él casándose en general, y con una inglesa en particular, no era agradable.
Había aprendido a aceptar a la novia de David, pero Elyne estaba segura de
que Isabelle era la excepción que confirmaba la regla de lo que pensaba de la
mayoría de las inglesas.
“Aye, es cierto. Es seguro que me casaré, por lo que bien podría ser con
una mujer de posibles. ¿Dónde está la vergüenza en eso? No tengo padres que
busquen un buen partido por mí, así que tengo que actuar por mí mismo.”
“¿En su clan no hay mujeres con las que casarse?
“Estoy seguro de que las hay. Y también pueden ser mujeres
encantadoras. Pero me temo que tengo un espíritu errante. Quiero ver más de
este mundo.
“Y tener una esposa rica no le hace daño a nadie.” Elyne levantó una
ceja, esperando que él sintiera alguna sensación de disgusto.
“Aye, ahora ha pillado la idea.” Tavish le dedicó una amplia sonrisa,
completamente desprovista de vergüenza.
“Incluso si eso significa dejar su país, ser… convertirse en inglés.”
Elyne escupió la palabra.
Tavish se tocó su kilt a cuadros.
“Dudo que alguien vaya a tomarme por inglés. Pero no tengo nada en
contra de nadie. La guerra ha terminado, y según mis cálculos, nadie salió
vencedor. Yo no veo la espada como un medio para traer salud y felicidad. La
paz entre nuestros países es lo que se necesita. Después de todo, estamos
compartiendo esta isla. También podríamos ser buenos vecinos.”
Elyne no podía discutir eso con lógica, aunque era reacia a aceptarlo.
“Supongo,” murmuró.
“Además, las universidades se han abierto ahora para nosotros. Tengo
en mente estudiar en Oxford o Cambridge, prosperar por mí mismo.” Tavish
hinchó el pecho en una muestra de falso orgullo.
“No puedo ver qué bien le hará eso.” Elyne no podía encontrar ningún
problema en sus planes, pero se había criado en la convicción de que
Inglaterra era el enemigo. Era difícil cambiar una opinión tan arraigada.
“¿Duda de que necesite mejorar?” Tavish le guiñó un ojo. Elyne lo
ignoró.
“No pongo en duda su necesidad de mejorar. Dudo de que codearse con
los arrogantes ingleses sea el camino adecuado para hacerlo.”
Tavish rio.
“Podría tener razón en eso. ¿Disfrutamos de las vistas?
Elyne levantó un hombro, en señal de aceptación.
“Muéstreme el camino.” Lo siguió mientras caminaba a través de la
puerta de la torre y la escalera de caracol construida en piedra. Era hora de
volver a casa. Con una punzada de culpa, pensó que David estaría muy
disgustado con ella. Apreciaría las vistas y después regresaría a Alnsworth.
Con un poco de suerte, su hermano nunca conocería su pequeña excursión.
Llegaron a la cima de la torre y fueron recibidos por un chorro de aire
fresco. El sol estaba brillando y el viento agitaba las hojas de los árboles,
empujándolas alrededor como hinchadas nubes. La vista desde la torre era
impresionante. Incluso podían ver la punta del Castillo Alnsworth brillando en
la distancia. Debajo de ellos, había frondosos bosques, interrumpiendo los
amplios campos de brezos del valle.
Un destello llamó la atención de Elyne. Y de nuevo, algo entre los
árboles capturó el sol de la tarde.
“¿Qué es lo que hay en el bosque?
Tavish frunció el ceño, mirando fijamente el lejano bosque.
“Parece que hubiera sido sabio hacer caso de su advertencia, milady.”
“¿Qué quiere decir?” Elyne miró fijamente hacia el bosque. Un destello
vino de nuevo, y a continuación, otro desde otro lugar. “¿Qué es eso?”
“Tengo que llevarla a casa.”
La siempre presente risa en la voz de Tavish había desaparecido. Echó
un vistazo a los bosques y más allá, al horizonte, buscando la ruta para ir a
casa. Elyne miró fijamente al bosque y entonces lo vio. Movimientos. La luz
del sol se reflejaba en armaduras. Las armaduras de cientos de hombres.
“¡Ingleses!” Instintivamente, Elyne agarró el brazo de Tavish y tiró de
él para irse.
“Hemos de volver al castillo. Tenemos que advertir a mi hermano.
¡Tenemos que advertirles a todos!”
A pesar de que ella tiraba de su brazo, Tavish no se movió ni un
centímetro. Era un hombre delgado, pero sólido.
“Nos han cortado el camino. No podemos volver por donde vinimos.”
“¡Tenemos que hacer algo!”
“Aye.” Tavish se agarró a las rocas de la almena, escaneando el
horizonte. “Si me muevo rápido, puedo ir hacia la parte trasera del castillo y
bajar por los acantilados.”
Elyne frunció el ceño.
“No hay un camino de bajada. Los acantilados son demasiado
empinados. Se romperá el cuello.
“Nay, yo…” Se volvió hacia ella y su voz se apagó. “Aye, tiene razón.
No podemos ir en esa dirección.
Elyne estudió a Tavish, el calor del sol en sus mejillas en contraste con
el mortal juego que estaba desarrollándose ante ella.
“No deseaba llevarme.”
“Podría resultar herida.”
“Entonces vaya. Advierta a mi hermano si puede conseguirlo.”
Tavish sacudió cabeza. “No puedo abandonarla.”
“Debe hacer lo que sea necesario para advertir al castillo.”
“No puedo dejarle aquí sola cuando no hay manera de volver.” Tavish
sacudió la cabeza, sus ojos solemnes.
“La vida de muchas personas está en juego. Puedo estar sola durante un
tiempo. Además, tengo a Fred para que me haga compañía.”
“Es un pájaro encantador, seguro, pero le garantizo que es solo cuestión
de tiempo que un escuadrón de soldados se acerque a investigar. No puedo
dejarla sola.
Una vez más, una determinación de acero se reflejaba en los ojos de
Tavish y Elyne supo que él no iba a dar marcha atrás. Nunca la dejaría sola
mientras el peligro se acercaba.
“Pero tenemos que hacer algo. Debemos advertirles antes que el
enemigo esté tirando la puerta abajo. La gente deben ser llevada al interior del
castillo.”
Ella también debería estar en el interior. Hizo a un lado la idea de lo
que haría David cuando no pudiera encontrarla.
“De acuerdo. Debemos advertirles, pero, ¿cómo? Nos han cortado la
retirada. La única manera de ir sería, o pasando a través de ellos o volando
sobre ellos.
“¡Fred!” Elyne pasó la mano por el sedoso plumaje de Fred.” Él puede
entregar un mensaje antes de que cualquier soldado pueda poner un pie en el
valle.
“¡Sí, eso es perfecto!” La sonrisa volvió a aparecer en su rostro.
“Pero necesitamos algo con lo que escribir.”
“Déjeme ver qué tenemos por aquí” Tavish bajó corriendo las
circulares escaleras de piedra con Elyne justo detrás de él. Corrió por el salón
principal hasta el patio, donde estaba atado su caballo. Buscó en su alforja y
sacó un pequeño libro.
“¿Lleva un libro con usted?” Elyne estaba atónita. Realmente atónita.
“Aye. Este era el libro de oraciones de mi madre. Es pequeño, no tiene
las ilustraciones que se encuentran en una obra más grande. Descubrí que
disfruto leyéndolo cada vez que puedo. Estoy tratando de aprender latín por
mí cuenta. Si consigo llegar a la universidad, me será útil.”
“¿Iba en serio lo de la universidad?” No debería haber expresado su
incredulidad con tanta facilidad, pero no pudo dejar de sorprenderse de que el
hombre al que había visto la noche anterior saltando con un grupo de
juerguistas borrachos, tenía verdadera inclinación hacia el mundo académico.
“Aye. Si dejan entrar al tonto del pueblo,” dijo con un tono irónico.
“No lo decía como un insulto.”
Afortunadamente, no siguieron hablando de ello, ya que tenían otras
preocupaciones más apremiantes.
“Aquí está, podemos usar esto.” Sacó una página de pergamino en
blanco de la parte posterior del libro.
Como tinta, hicieron una mezcla espesa con acebo y el carbón que
encontraron en la chimenea. Elyne afiló un palo con su cuchillo para formar
una tosca pluma.
“¿Le gustaría escribirlo?” preguntó ella. Tavish negó con la cabeza.
“No, estoy seguro que tiene una letra más ordenada. Mis letras tienen
tendencia a tambalearse incluso con una pluma ordinaria.
Elyne escribió la misiva tan rápidamente como pudo, advirtiendo a su
hermano de la llegada de los ingleses y diciéndole dónde estaban atrapados
Tavish y ella. Se detuvo un momento para considerar cómo podría ser
recibido el mensaje, podría ser que no muy bien, y se preguntó si debía ofrecer
alguna excusa o motivo. Al final, por respeto al tiempo y al espacio en la
página, mantuvo sólo lo escrito. Se enfrentaría a las consecuencias más tarde.
Con algo de hilo que sacó del dobladillo de su falda, adjuntó la nota a
una de las patas de Winifred, esperando que alguien la encontrara rápidamente
y se la llevara a David. “Bueno, vamos a ver lo que puedes hacer.” Elyne
retiro la capucha de su halcón y le permitió alzar vuelo.
“¿Dijo usted que regresa a los establos?” ―preguntó Tavish, siguiendo
el vuelo del ave.
“Aye.”
El ave voló en círculos, bajó rápidamente hacia el suelo para elevarse
nuevamente con esfuerzo; llevaba un conejo en sus garras.
“¡Mire, le dije que era un buen cazador!” exclamó Elyne.
El pájaro dejó caer la presa muerta a sus pies y remonto el vuelo de
nuevo, dio vueltas dos veces y voló sobre el bosque en dirección a Alnsworth.
“Parece que va en la dirección correcta. ¡Esto podría funcionar!” Tavish
le dio un empujón a su hombro con el suyo, de manera amigable, pero el
repentino contacto envió escalofríos hasta el centro de su ser.
Peligroso. Él era un hombre peligroso. No debería estar cerca de él.
“Hemos hecho lo que hemos podido. No hay mucho más que hacer,
salvo jugar al lord y lady del castillo hasta que nuestros vecinos ingleses se
vayan.” Cogió la cena proporcionada por Fred y le ofreció a Elyne su brazo
libre. “Milady.”
Ella tomó su brazo y volvió a entrar en el gran salón como si estuviera
siendo escoltada a un banquete. Estaban atrapados en este castillo.
Solos.
Juntos.
Más escalofríos se deslizaron por su columna.
Cinco
Elyne tenía razón. El techo no aguantaría la lluvia. El hermoso sol de la
mañana dio paso a nubes bajas por la tarde y a la lluvia por la noche; ella y
Tavish debatieron si debían o no encender un fuego, pero la negra oscuridad y
el repiqueteo constante de la lluvia, hizo que la posibilidad de que los
distantes soldados ingleses vieran el humo fuera improbable. Además, el frío
y las preocupaciones prácticas sobre cómo cocinar el conejo, ahogaron
cualquier otra preocupación.
Afortunadamente, Tavish había anticipado una aventura y había llegado
más preparado. Encendió un fuego en la habitación más seca que pudo
encontrar en la torre. Elyne esperaba que la chimenea resultara sólida, y por
una vez, tuvieron suerte.
Tavish desolló rápidamente el conejo y Elyne se hizo cargo de la
cocción; él busco restos de artículos útiles en el castillo. Mientras Elyne se
mantuviera ocupada, podía dejar a un lado sus circunstancias actuales y
concentrarse en la tarea en cuestión. Creó un eje para asar la carne y lo colocó
sobre el fuego, girándolo en el momento oportuno para mejorar el sabor y
cocinar el conejo sin dejar que el exterior se quemase. Se necesitaba algo de
habilidad y era ella competente en eso.
Cuando Tavish regresó a la habitación de la torre, con un gran
cabecero, la realidad de su situación se hizo evidente inevitablemente. “¿Qué
es eso?” balbuceó Elyne.
“Un cabecero. Está agrietado por aquí, así que lo dejaron atrás, pero
puede ser útil. He encontrado algunas piezas de otra cama que podemos poner
juntas.” Tavish arrastró otra gran pieza de madera pulida y le dedicó una
sonrisa de satisfacción, como si ella debiera estar satisfecha por su ingenio.
Elyne sólo escuchó la palabra “cama” y “juntas”. Su boca se secó y sus
palmas comenzaron a sudar. Genial.
“Dudo que necesitemos todo esto,” dijo Elyne débilmente.
“Debemos dormir en alguna parte. Y quizás disfrutar de nuestra
comodidad mientras podamos.
“¿Nuestra comodidad?” Elyne tragó saliva convulsivamente. ¿Cuándo
se había puesto tan caliente la habitación?
“Aye, sé lo que está pensando.” Tavish le lanzó una astuta mirada.
¡Oh, no, no podía saberlo!, ¿verdad? "No estoy pensando nada.”
“No traje un colchón. Necesitará algo de esfuerzo, pero he encontrado
algunas telas de colchones que no están muy mal. La paja había sido retirada,
gracias a Dios, o se habrían arruinado. Había cortado un manojo de hierbas y
de brezo para los caballos antes de que empezara a llover, así que rellené las
telas con él. Creo que servirá.”
Tavish arrojó el colchón relleno sobre la cama tallada y le dio otra
amplia sonrisa, a la espera de su respuesta.
Elyne no dijo nada, pero se quedó mirando el colchón. El colchón. El
lugar donde personas dormían. En la cama. Juntos.
“No es un relleno de colchón adecuado, lo admito, pero…” La sonrisa
de Tavish comenzó a desvanecerse.
“Aye, está bien… ¿Cómo…?” El inarticulado comentario de Elyne
sobre la situación pareció llenarlo de alarma.
“¡Cuidado!” exclamó Tavish y la empujó más allá de la chimenea.
Agarró el cuchillo de su cinturón, apuñaló al conejo y lo levantó para apagar
las llamas.
El desastre de la cena conmocionó a Elyne, haciéndola reaccionar.
“Oh, lo siento mucho.”
“Es culpa mía. La distraje.”
“Oh, seguramente está arruinado.”
“No, me gusta la carne bien hecha.”
A menos que le gustase la carne chamuscada, Tavish Grant estaba
intentando ser amable. De nuevo. Afortunadamente, algunas partes de la cena
quedaron comestibles, y Tavish cortó la comida en pedazos con su cuchillo. El
cuchillo era bonito, con una hoja de acero y un mango decorado con plata y
oro.
“Tiene un buen cuchillo.” comentó Elyne, deseando cambiar de tema.
“Me lo regalaron mis padres hace muchos años.
Se sentaron a comer en un banco que Tavish había traído de la gran
sala. No estaba lo bastante equilibrado, o tal vez el suelo estaba torcido, así
que cada vez que alguno de los dos se movía, el banco se inclinaba en una
dirección y luego en la otra, como el balancín de un niño.
“Puedo ver por qué dejaron atrás este banco,” se quejó Elyne. Pum.
―Nunca me divertí tanto en una comida.” Tavish se rio. “Cuando tenga
un hogar propio, cortaré las patas de los bancos una más corta que la otra, para
que todos mis invitados puedan disfrutar de ello.
Pum .
“¿Está siempre de tan buen humor?” le acusó Elyne.
“¿Esta disgustada por la comida?”
“¿La comida? ¿Cómo puede hablar de comida o de dormir en un
momento así?” Elyne se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro de
la habitación, más pequeña ahora con la incorporación de una gran pieza de
mobiliario. Una cama grande para ser exactos. “Estamos atrapados aquí,
esperando a que los ingleses nos apresen, mientras que el resto de mi familia
está bajo asedio.” Elyne se apartó los mechones de cabello de la cara y
rápidamente se secó los ojos. “O bien se morirán de hambre o llegará una
batalla. Quién sabe a cuántos de mi familia perderé. Tal vez no le preocupe,
pero tan pronto como vi a esos soldados, supe que todo esto sólo
podía terminar en muerte.” La voz de Elyne se quebró, y se abrazó a sí misma
para tratar de controlar sus emociones.
Tavish se levantó y caminó lentamente hacia ella, como cuando no se
quería espantar a un caballo asustado. Fue un acierto.
“Realmente no sabe si alguna de esas cosas sucederá. Quizás el laird
Campbell será capaz de tratar pacíficamente con el capitán inglés.”
Elyne cerró los ojos para contener las lágrimas y sacudió la cabeza. Él
se acercó a ella. Podía sentir el calor de su cuerpo a pesar de que no la tocó.
“Es necesario tener un poco de fe.” Su voz era baja y suave.
“La fe no mantendrá a mis hermanos vivos. La gente muere. Mis
hermanos pueden ser pasados a cuchillo. Y yo no puedo hacer nada al
respecto.” Elyne mantuvo los ojos cerrados y ahogó un sollozo. Una cálida
mano le tocó el hombro, reconfortante y suave.
“La fe no es pretender que las cosas duras no sucedan. La fe es creer
que, en cualquier prueba que nos llegue, no vamos a estar solos.
Elyne abrió los ojos y miró a Tavish. Sus expresivos ojos eran de color
verde avellana, no marrones como había pensado. Su mandíbula era fuerte,
pero sus labios eran del color del vino y parecían suaves.
Él estaba cerca, demasiado cerca. Y maldita fuera si ella no quería estar
aún más cerca. “Mi hermana me dio un consejo similar, que tuviera fe.
“Es más fácil dar consejos que aceptarlos.
Elyne asintió. “Todavía me gustaría poder hacer algo para mantenerlos
a salvo.” De forma involuntaria, se inclinó más cerca de Tavish. Él puso sus
brazos alrededor de ella y ella apoyó la mejilla en su pecho.
“Seguro que su hermano está pensando lo mismo de usted. Confío en
que sepa que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que vuelva a él
sana y salva. Espero que eso le dé tranquilidad. Y es un consuelo que su
hermano sea un hombre sabio. Tiene a muchos clanes con él. Y los ingleses
serían malditamente tontos para cruzar sus fuerzas con tanta gente.
Una sonrisa apareció espontáneamente en el rostro de Elyne.
“Supongo que tiene razón.
Tavish le dio un apretón y luego la soltó, sosteniendo sus hombros con
el brazo extendido y regalándole otra de sus fáciles sonrisas.
“¿Razón? Claro que tengo razón. Los Campbell son conocidos en todas
partes por su habilidad en el manejo de la espada, por no mencionar el arco y
la lanza. Los Grants tienen su propia reputación. La respiración de Grigor, por
sí sola, podría asustar a un pelotón de soldados ingleses y llevarlos a
esconderse detrás de sus madres.
Grigor. Ah, sí, él. Bueno saber que su aliento era fétido.
Elyne le dedicó a Tavish una sonrisa, una que esperaba que le
trasmitiese que había recuperado la compostura, y que debía regresar a su
lugar. Pum.
Tavish sentó a su lado delante el fuego. Pum.
Elyne se aclaró la garganta. Debía focalizar sus pensamientos en algo
productivo, no en el temor que roía sus entrañas, y ciertamente no en la
sensación de extraño hormigueo que brotaba de los dedos de sus pies cuando
Tavish la tocaba o estaba cerca de ella, o simplemente miraba en su dirección.
“Cuénteme algo más acerca de mi destino.” Elyne cruzó las manos
cuidadosamente en su regazo y trató de desviar la conversación hacia aguas
más seguras. “Lamento oír que no apruebe lo del aliento.”
“¡Oh!” Tavish se dio una palmada en la frente. “Siempre digo mal las
cosas. Nay, muchacha, sólo estaba tratando de conseguir sacarle una sonrisa.
Grigor es un buen muchacho, incluso si apenas puedo enumerar sus virtudes
aunque seamos primos. Mi lugar en esta tierra, me temo, es mantener humilde
al hombre y traer algo de ligereza a su monótona existencia.
“¿Así que Grigor es de naturaleza seria?”
“Sí, y eso es sólo decir la mitad. Puede encontrar una falla en el ala de
una mosca a veinte pasos. Tiene un verdadero don para encontrar la
imperfección.
Por lo poco que Elyne sabía de él, sólo podía estar de acuerdo con la
evaluación de Tavish. Grigor encontraba fácilmente el lado negativo de la
vida. Qué bueno para ella.
“Tal vez tener esposa pueda cambiarlo. Tavish comenzó a negar con la
cabeza, pero se contuvo con una sonrisa culpable. “Aye, estoy seguro de que
lo hará.
“¿Sus padres están vivos?”
“Su padre lo está. Grigor está destinado a convertirse en el gobernador
de Inverness detrás de él. Su madre falleció al traerlo a este mundo.
“Pobrecito, se crio sin una madre. Quizás el toque de una mujer le
traerá algo de la felicidad que tanto necesita.
“Ya, bien, puede ser.” Tavish se frotó la parte posterior del cuello de
manera reflexiva. “El asunto es que el laird Grants se volvió a casar, y la
segunda mujer de Grant crió a Grigor. Aunque no estoy seguro de que ella
tuviera mucho de lo que se llama el tacto de una dama
“¿Ella no cuido al muchacho?”
“Oh, cuidó de él de forma horrible. Cuido demasiado de él, se lo
aseguro. Ella es lo que usted podría llamar…” Tavish se detuvo y miró a las
vigas del techo hasta que la pausa se alargó.
“No sabe qué palabra debe usar, ¿no?
“Oh, sé la palabra, pero no estoy seguro de que pueda decirla en su
presencia.
“¿Tan malo fue?” Elyne se cubrió la boca con la mano, con fingido
horror.
“Peor. Pero ella manejaba la casa principal. Cada cosa en su lugar y
todo el horario previsto. Ni siquiera un ratón se atrevería a desafiarla pisando
su umbral.
“Tal vez con una nueva señora, la casa será más hogareña y Grigor
podrá relajarse y sentirse más cómodo,” sugirió Elyne, a pesar de que estaba
empezando a no tener mucha esperanza.
―Tal vez, pero lo dudo. Grigor es una persona a la que le gustan las
cosas organizadas y el mazo bien apretado.
Elyne suspiró. Sus intentos de convertir a Grigor en algo que no fuese
una bestia de mal genio, habían fracasado. Y ahora tenía una suegra
notoriamente controladora con la que lidiar también. El asunto iba siendo
mejor y mejor.
“Gracias por la información,” comentó Elyne en tono plano. “¿Tiene su
primo otros hábitos notables? ¿Alimenta a los lobos con los niños que se
portan mal o mantiene serpientes venenosas como mascotas?”
Tavish rio. “Vamos, no soy la mejor persona a la que preguntar acerca
de mi primo. Solía ser mejor que yo en todos los deportes, en todos los
concursos en los que he participado, así que debo estar desesperadamente
celoso de él. Es un hermoso ejemplar de hombre, milady, me veo obligado a
admitirlo.
“Una buena admisión. Se le agradezco.
“Él no es un hombre malo. Sólo difícil.” Los ojos de Tavish habían
perdido su alegría. Le estaba diciendo la verdad. ¿Era una advertencia?
“Comieron más conejo en silencio y compartieron la barrica de cerveza
de Tavish. Fue una suerte que estuviera más preparado que ella. Había traído
pan y queso, pero de mutuo acuerdo, lo guardaron para la mañana.
Elyne alargaba la comida, sin saber cómo proceder. La cama se cernía
amenazadoramente sobre la sala; su cabecera ricamente tallada, con la grieta,
se burlaba de ella. ¿Qué iba a ser lo próximo? ¿Dormir juntos? Es decir, ¿uno
junto al otro? En la cama. La cama grande. Ella y Tavish. Ella y Tavish en la
cama grande.
“¡En fin!” Elyne se puso de pie para despejarse la cabeza. “Veamos.”
Fuera estaba oscuro, la única luz venía de la chimenea. Las llamas anaranjadas
bailaban, dibujando sombras en las paredes y la cama. “Muy bien.”
“Aye, muchacha, seguro que sí. Conseguirá dormir algo.
“¿Dormir? Oh no, estoy demasiado despierta para dormir.” Su cuerpo
traidor decidió hacer un inoportuno bostezo en ese momento.
“Aye, se la ve como un ejemplo de actividad. Vamos, arrastré estas
cosas por todas esas escaleras. Por lo menos tenga la cortesía de probarlo.
Quiero saber si es cómodo.
“No, no puedo.” murmuró Elyne, alejándose de la monstruosa
tentación.
“Bien, déjeme ver.” Tavish, cautelosamente, se tumbó en la cama. “Es
agradable Huele bien. Aún no se ha roto. Veamos qué pasa con los dos.”
Acarició la cama a su lado y ella se acercó, incapaz de resistirse a la orden.
Poco a poco se sentó en la cama y luego, con un movimiento audaz, se
tendió a su lado.
“Tavish, es agradable, encantador…”Pero, ¿cómo decirle que no podía
dormir con él? Se volvió muy lentamente, y aspiró su cálido aroma. Olía a aire
libre y fresco, a humo de madera, y a hombre puro. Respiró de
nuevo. “Muy encantador,” repitió.
“Aye.” Se volvió hacia ella, los rostros muy cerca uno del otro. “Muy
agradable, desde luego.” Él se movió ligeramente hacia ella. Ella le
correspondió. Si estaban más cerca, sus labios se tocarían. “Oh, tengo que
levantarme antes de dormir.” Tavish salió de la cama de un salto.
“¿A dónde va?
“A montar guardia. Por supuesto, no podemos dormir al mismo
tiempo.”
“Naturalmente,” dijo ella, aunque no había pensado en ello con
anterioridad. Se llenó de alivio tanto como sintió mucho de decepción.
“¿Cuándo desea que tome el relevo durante la noche?”
“Nay, ¡permanezca aquí!” Su voz era más fuerte de lo que
acostumbraba ser. Su sonrisa lo había abandonado.
“Si eso es lo que desea…” dijo Elyne lentamente, tratando de discernir
la causa de su repentino cambio de comportamiento.
“Lo hago. Es decir, lo deseo. Que permanezca aquí.” Salió de la
habitación como si ella pudiera morderlo. “Quédese aquí.” Buscó a tientas el
pestillo de la puerta y salió rápidamente, cerrando la puerta detrás de él.
Extraño. ¿Por qué tenía tanta prisa para salir?
Seis
Tavish corrió a la parte superior de la torre, disfrutando de la lluvia fría
que le sirvió de reconstituyente. Casi la había besado. ¡Casi la había besado a
ella! ¿En qué había estado pensado? Necesitaba recobrar la compostura.
Siempre había vivido a la sombra de Grigor, al menos según el baremo
de algunos de su clan. Eran de la misma edad, pero Grigor podía correr más
rápido, disparar más lejos, levantar más peso y ganarle con una espada.
También dominaba con fluidez el latín, podía tocar la lira y recitar poesía si
quería. Pero nunca, nunca había envidiado al hombre hasta este momento.
Grigor había sido criado por una loba feroz con los estándares más
exigentes. Le habían dado los mejores tutores, el mejor equipo, y se esperaba
lo mejor de él. Muchos chicos jóvenes se derrumbarían bajo tal presión, pero
Grigor habían sobrevivido. La crítica constante sólo lo llevó a esforzarse
mucho más.
Tavish, por el contrario, había sido criado por unos padres que
disfrutaban más de una buena risa que de practicar la esgrima. Ellos le
proporcionaron los fundamentos de una educación, y más allá de eso, lo
dejaron construir fortalezas en los árboles y represas en el río, hasta que los
pequeños agricultores se quejaron y tuvo que dejar que el río fluyera de
nuevo. Lo dejaron explorar diferentes intereses, aunque, a los ojos de muchos
de su clan, estaba por debajo de su categoría, como sobrino del laird, el estar
siguiendo al herrero por todo el pueblo.
Elyne era una muchacha dulce, con un corazón bueno, tal vez
demasiado amable para los gustos de Grigor Grant. Tavish no podía
imaginarla como la amante del dueño del castillo. Lady Grant se la comería
para el desayuno. Lo reconsideró un momento, recordando cómo se había
enfrentado a Grigor en su primera reunión. Tavish sonrió ante el recuerdo, a
pesar de que la lluvia caía aun con más fuerza sobre él.
Elyne era una Campbell. Era capaz y fuerte. Se mantendría firme y le
iría bien. O bastante bien. ¿Pero iba a ser feliz? Desechó la idea. Su felicidad
no era una preocupación suya. Él le había dicho cómo era. Ella podría decidir
por sí misma.
Había algunas cosas que nunca haría, e interferir en los planes de boda
de Grigor era una de ellos. Casarse con una Campbell era una buena alianza
para los Grant. Todo lo demás era irrelevante.
Tal vez si se lo decía a sí mismo suficientes veces, se lo creería.
Echó un vistazo a los alrededores, buscando señales de cualquier inglés
acercándose. Si tenían algo de sentido común, estarían felices durmiendo en
sus tiendas, y no vagando por el bosque mojándose hasta los huesos. Además,
¿qué podría él hacer si llegaban a la puerta, aparte de agarrar a Elyne y salir
fuera por la puerta del aljibe? La puerta delantera apenas la pudo asegurar.
Tavish se frotó las manos mojadas para quitarse algo de frío. No tenía
poder para prevenir algunas cosas, pero otras se podían arreglar.
***
Elyne despertó con el sol. A pesar de las románticas ideas de que se iba
a acostar y dar vueltas toda la noche, había dormido sorprendentemente bien.
Su capa la había mantenido caliente, la lavanda del colchón la había relajado,
y la cama era sorprendentemente cómoda. Tavish lo había hecho bien. Se puso
de pie, se sacudió las faldas, y fue a buscarlo.
Tavish no se encontraba en ninguna de las habitaciones de la torre ni en
la sala principal, por lo que salió al patio. Un gran aparato de metal en la
puerta fue lo primero que notó. Lo segundo fue un sonido breve y metálico,
metal sobre metal, proveniente de una de las dependencias. Al doblar la
esquina, observó que el humo se elevaba de la chimenea.
“¡Tavish!” Entró corriendo y se detuvo, la boca abierta. Tavish Grant
estaba de pie, sin camisa, ante un yunque de herrero, martillando sobre una
pieza de hierro al rojo vivo. Su liso pecho estaba cubierto de hollín negro, que
sólo servía para acentuar los músculos que ondulaban bajo su piel. Se le veía
(y dio un buen vistazo) duro y fuerte por todas partes, sus músculos
ondulantes como colinas de granito. Era francamente el hombre más hermoso,
y más sucio que hubiera visto jamás.
Abrió la boca para respirar en la caliente herrería. Él movió el martillo
una vez más y la miró con una sonrisa.
―Buena mañana para usted, lady Elyne.
"¿Tavish? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué pasa con el humo? Pueden verlo
a kilómetros de distancia.”
“Aye, creo que pueden, pero se me ocurrió un buen plan anoche, y en
algún momento, entre congelarme los dedos o las pelotas, con perdón por
decirlo, la puesta en marcha de la fragua parecía una buena idea. Venga a ver.
Elyne siguió al hombre sin camisa fuera de la herrería hasta el patio. A
decir verdad, lo habría seguido por un precipicio si se lo pidiera.
“Creé soportes para la puerta y coloqué una de las vigas que encontré
tumbada formando una tranca. Eso debe mantenerlos fuera el tiempo
suficiente para que nosotros nos dirijamos a la parte posterior en cuanto
aparezcan.
“Pero, ¿el humo los atraerá hasta aquí?”
“Aye, es lo más probable, pero el soporte de la puerta es sólo una parte
del plan. También encontré una vieja falda negra escocesa, mohosa y dada de
sí, pero que todavía nos servirá para nuestros propósitos.
“¿Y qué uso puede tener?”
“¡Nos hemos contagiado de viruela!” Tavish sonrió, claramente
orgulloso de su plan.
“¿Es una broma?”
“Sí, para el inglés. Cubrí la puerta con un paño negro. Cuando el inglés
llegue, les diremos que hemos puesto en cuarentena el castillo debido a la
viruela. O tal vez hablaremos de la Gran Plaga.”
“Ah, ya veo.” Elyne le devolvió la sonrisa―. Deberán correr hacia las
colinas para distanciarse de nosotros.
“Aye, ese es el plan.
“Es un buen plan.”
“¿De verdad? Me complace que tenga su aprobación.” Sus ojos
brillaban y su sonrisa se suavizó. Un momento después se dio la vuelta. “Debo
volver al trabajo. Hay mucho que hacer. Dejé un poco de pan en la mesa por si
se siente inclinada a comer algo.”
Tavish se volvió y desapareció en la herrería, donde pronto una serie de
golpes se oyó en el patio. Elyne caminó lentamente de regreso a la habitación
de la torre. En el banquillo, notó el pan, y arrancó un pedazo pequeño, y lo
ayudar a bajar con cerveza. Debían conservar los alimentos, ya que no sabían
cuánto tiempo se quedarían en el castillo.
Tavish tenía un buen plan para mantener a los ingleses fuera, pero no
ponía comida en la mesa. Ese sería su trabajo.
Volviendo al exterior, Elyne podía oír golpes y gruñidos. No estaba
segura de si Tavish estaba trabajando o luchando con el pedazo de hierro.
Teniendo siete hermanos, sabiamente decidió darle su espacio.
Decidió, a cambio, explorar los terrenos del castillo y caminó en
dirección opuesta, hacia la parte trasera del castillo. Allí encontró su objetivo,
los restos de un jardín. Era demasiado grande y salvaje, pero cortó algunos de
los arbustos más virulentos con su cuchillo buscando comida. Le llevó algún
tiempo arrancar las malas hierbas y cortar ramas, pero al final sus esfuerzos
fueron recompensados con moras, bayas del saúco, avellanas, y col rizada
silvestre. Los puso a un lado y se subió a un gran árbol de cerezo en flor,
tratando de encontrar alguna fruta que hubiese madurado temprano.
Cuando terminó, reunió toda la comida en su falda y fue a buscar a
Tavish para mostrarle el fruto de su tarea. Los golpes se había detenido, y
cuando pasó por el taller de herrería, él no estaba allí.
Vio un trozo de tela roja al final de la línea de edificaciones, pero
cuando dio la vuelta a la esquina, lo único que encontró fue la gran tela
escocesa colgada un poste. Era el tartán de Tavish. Su ropa… en el poste. Oyó
otras salpicaduras y caminó con cautela hasta el final del edificio. El sonido
llegaba desde más allá de la esquina, detrás del edificio.
Miró hacia atrás, el tartán de Tavish todavía estaba en el poste. La
última vez que lo vio, había sido la única ropa que llevaba puesta. Dada la
cantidad de hollín que lo cubría, supuso que se estaba dando un buen lavado.
Es bueno hacerlo, eso de bañarse está bien. Lo aprobó. Se acercó más.
Espera, ¿Qué estaba haciendo? Él había encontrado un escondido lugar
para bañarse y debía dejarlo solo para que lo hiciera en paz. No podía invadir
su privacidad. Se acercó más. No, iba a dar la vuelta. Su pie dio otro paso
más. Ahora, ahora era cuando iba a darse la vuelta. Su otro pie,
completamente a su propia voluntad, dio un paso más, y se asomó por la
esquina.
Fue recibida con la maravillosa vista de Tavish Grant, en toda su gloria
desnuda, quitándose la suciedad con el agua de un cubo. Afortunadamente, su
espalda estaba hacia ella, lo que le permitió la posibilidad de mirarlo
boquiabierta tranquilamente. El agua fluía como riachuelos por su musculosa
espalda hasta su esbelta cintura y hacia más debajo. Oh, sí, hacia abajo. Se
maravilló de sus hermosos, apretados…
“Oh, por todas las estrellas,” susurró. Y las vio, las estrellas.
Él tomó el cubo y se lo tiró por encima de la cabeza, el agua corriendo,
acariciando su cuerpo desnudo. Sacudió la cabeza, arrojando agua en todas
direcciones, y una gota la golpeó en la cara.
“¡Oh!” exclamó.
Él se dio la vuelta, pero ella se agachó detrás del edificio antes de que
pudiera verla y se echó a correr, sus manos temblando apenas siendo capaz de
contener su falda, que sostenía la fruta. Volvió corriendo alrededor de los
edificios, más allá de la herrería, hacia el gran corredor, y no se detuvo hasta
que llegó sin aliento a la habitación de la torre, con mucha menos fruta que
mostrar de su excursión que cuando empezó la carrera.
Varios minutos de agonía después, oyó pasos subiendo las escaleras.
Agarró una avellana y se centró en abrirla con el filo de la navaja. Estaba de
espaldas a la puerta y nada podría persuadirla para que se diera la vuelta.
“Buen día para usted,” dijo Tavish.
“Lo mismo para usted,” respondió Elyne sin levantar la vista.
Él dio un paso más cerca, pero aun así no lo miraba. Había visto
suficiente, más que suficiente, para su vergüenza.
“Veo que ha estado ocupada,” comentó Tavish.
“Aye. He encontrado comida para nosotros. Es comida sencilla, pero no
moriremos de hambre. “Agradecía mantener la conversación sobre la
búsqueda de alimentos. Nada inapropiado surgiría jamás de una conversación
sobre la col rizada.
“Espero que haya disfrutado hoy.” Su voz era sedosa.
El calor subió precipitadamente hasta su cuello. ¿La había visto? “Aye,
he estado en el jardín. He encontrado algo de comida,” señaló la col rizada.
“Ya veo.” Él puso un puñado de bayas, nueces y col rizada en el banco ,
junto a ella. “He seguido el rastro que tan amablemente me ha dejado.”
Siete
Así que lo había espiado mientras se lavaba. Pudo haber sido un
accidente. Aunque no podía comprender cómo pudo obviar el gran tartán que
estaba allí tirado indicándole que no debía seguir adelante, o por qué había
dado la vuelta a todo el edificio. Sin embargo, había ido a buscar comida, así
que realmente pudo haber sido un error.
Sólo había una cosa que quería saber. ¿Le gustó lo que vio?
Tavish sacudió la cabeza y volvió a su trabajo de crear centinelas. Si su
artimaña era hacer que el castillo pareciera habitado, pero en mal estado,
necesitaban centinelas. Puso un trozo de tela áspera que encontró sobre las
hierbas, un casco como cabeza y una lanza a su lado. El centinela falso
montaría guardia en las almenas muy por encima de la vista de cualquiera que
fuera a visitarlos, y, con suerte, los engañaría para que los dejaran solos a
Elyne y a él.
Solos, pero juntos.
Se negó a la idea, moviendo la cabeza y volvió a trabajar. Tenía que
tener la mente despejada, algo que era todo un reto, ya que había estado
despierto toda la noche. Tenía que terminar el trabajo, pero anhelaba dormir.
En una cama. Una cama con…
¡El trabajo! Debía enfocarse en el trabajo.
“¿Qué está haciendo?” Elyne se acercó a las almenas. Su vestido de
seda verde caía y bailaba, atrapado por el viento. A veces, el viento soplaba en
su contra, revelando la forma de sus piernas bien torneadas. A veces capturaba
el dobladillo bordado y entonces podía visualizar su tobillo.
“Centinelas.” Se concentró en su trabajo. No debería desear que el
viento soplara para que le levantara más la falda. No, no pensaría en eso. Ni
una sola vez.
“¿Creé que engañará a los ingleses?” preguntó, insegura.
“Eso espero. Recuerde que solo verán la silueta.”
“¿Encontró todas estas armas?” Señaló una pila de armas, había de
todo, desde espadas y lanzas hasta arcos.
“Encontré algunas cosas, la mayoría rotas. Las reparé con lo que pude e
hice algunas nuevas con los desechos de metal que encontré en la herrería.”
“Es un hombre muy útil.
El elogió hizo que se le encogiera el estómago de felicidad. “Gracias.”
Ella se dio la vuelta, hacia el valle abierto y el bosque que estaba frente
de ella.
“Quiero disculparme por haber invadido su privacidad. No tenía
derecho, y si hay algo que pueda hacer para enmendar mi error, por favor,
hágamelo saber.” Habló muy rápido, sonrojándose.
“Quizás pueda hacer lo recíproco y quedaríamos empatados.” Las
palabras escaparon de sus labios antes de que pudiera atraparlas y volverlas a
meter en su boca.
Ella se giró para mirarlo, con sus ojos azules bien abiertos. “¿Qué
quiere que haga qué?”
“¡Nada! Nay, estaba bromeando. Una broma muy mala. Parece que va a
llover.” De repente tuvo la compulsión de golpearse la cabeza contra las
piedras de la almena.
Ella miró lo que estaba mirando él, las nubes oscuras en el horizonte.
“Aye, parece que tendremos un tiempo duro sobre nuestras cabezas.
***
***
***
Podría llevar a esa chica al altar, pero ella podría ser distraída en el camino…
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