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Primera Traducción: FORO BOOKZINGA

Dedicada a “la mano que mece la cuna”,


Uno
Castillo Alnsworth, 1358

“¿Ha traído mi prometido una amante con él?”


“No puedo creer que quieras, ni siquiera considerar, a un hombre que
trajo a su querida con él a su fiesta de compromiso.” Effie miró a su hermana
gemela como si se hubiera convertido en una mutante delante de sus ojos.
“Si ya estuviera involucrado con otra mujer, reconsideraría el
compromiso” dijo Elyne, en tono uniforme. Levantó el brazo para que su
dama de honor le atara la manga de su vestido de seda esmeralda. Ella y sus
hermanas, Effie y Gwyn, junto con su cuñada, Isabelle, estaban vistiéndose
para la fiesta del Primero de Mayo1.
“¿Y eso es todo lo que te preocupa? ¿Qué pasa con la compatibilidad?
¿Qué hay de la atracción? ¿Qué pasa con enamorarse?” gritó Effie. Se inclinó
hacia delante, pero fue puesta en su posición inicial por la doncella que estaba
tratando de domar su rizado cabello rubio.
“¿Y qué si eso no ocurre? ¿No debo casarme nunca porque no me he
enamorado? Sé sensata, Effie,” la reprendió Elyne. “Mi prometido será algún
día el laird del clan Grant y gobernador de Inverness. Es un excelente
partido.” Era una elección sensata y Elyne era una muchacha sensata.
“¿No quieres enamorarte?” preguntó su hermana gemela.
“Eso parece un fastidio,” dijo Elyne, siempre la más práctica de las dos.
Alisó un mechón de cabello, y se lo recogió en dos trenzas, con un velo de
gasa que cubría la parte superior de su cabeza y caía hacia abajo. A pesar de
tener el mismo rizado cabello rubio, se las arreglaba para mantener sus rizos
más sujetos que los de su hermana Effie.
“Isabelle, te has casado por amor. Dile a Elyne que vale la pena
esperar,” exigió Effie.
Su cuñada, Isabelle, sonrió, pero negó con la cabeza.
“Me casé por amor, la segunda vez al menos. Elyne tiene razón; fue una
lata, pero tu hermano mereció las molestias.”
“¿Lo ves?” dijeron las gemelas, al mismo tiempo, cada una de ellas
eligiendo las partes del discurso de Isabelle que se adaptaba a su opinión.
“Vuestro hermano ha elegido potenciales maridos para ambas. Pero ya
saben que nunca las obligaría a casarse. Tienen derecho a negarse,” dijo
Isabelle.
“¡No es justo que vosotras tengáis maridos a la vista y yo no tenga a
nadie!” dijo Gwyn, haciendo un mohín.
“Puedes quedarte con el mío si quieres,” declaró Effie― “¡No tengo
ninguna intención de casarme con un hombre al que no he conocido nunca!
Cuando me casé, será única y exclusivamente por amor.”
“Será mejor que te quites esas ideas románticas de la cabeza, hermana,”
dijo Elyne “¿O te quieres ir a tumba soltera?”
“Eres odiosa,” gritó Effie.
“Nay, estoy siendo práctica,” dijo Elyne. “Si no elegimos marido en el
festival de Primero de Mayo, volveremos a casa, y, a menos que encontremos
a un hombre con el que casarnos entre los viejos conocidos, tendremos que
esperar otro año para encontrar hombres casaderos de nuevo. Tenemos
diecinueve años. Diecinueve. La mayoría de las mujeres de nuestra edad ya
están casadas y con niños.”
“Yo quiero casarme, pero desearía casarme por amor, como hizo
nuestro hermano cuando conoció a Isabelle.” Effie se encorvó en su silla.
Isabelle se rio.
“Cuando nos conocimos, David era el laird de los Campbell y estaba
comprometido con otra mujer, y yo era un condesa inglesa casada con otro
hombre. No fue un camino fácil.”
“Pero encontraste el verdadero amor,” recordó Effie.
“Lo hice. Pero les deseo a ambas un camino más fácil hacia el
matrimonio. No descarten a estos hombres incluso antes de reunirse con ellos.
David ha hecho un considerable esfuerzo para encontrarles a ambas
compañeros adecuados. Y, Gwyn, quién sabe, un joven puede captar tu
atención durante las festividades.”
“Tengo la intención de seguir tus consejos,” dijo Elyne. “Estoy segura
de que Grant será de mi agrado. Además, ya tenemos bastantes
preocupaciones con el clan Douglas en nuestra reunión.”
“Hablas de esa diabla, Eileen Douglas,” dijo Effie poniendo los ojos en
blanco. “La Malvada Leen, con seguridad, creará problemas”
“Aye, bueno, haremos todo lo posible para que se sienta cómoda.”
Incluso Isabelle se mordió el labio.
“¿Te has encontrado con ella desde ese día…?”La voz de Elyne se fue
apagando.
“Nay,” dijo Isabelle en un tono suave. “No desde ese día.”
Era una reunión que toda la familia Campbell anticipaba con temor.
David Campbell había estado extraoficialmente prometido con Eileen
Douglas. El clan Douglas llegó al castillo de los Campbell esperando una
boda, pero en cambio recibieron la noticia de que la guerra con Inglaterra era
inminente. En vez de casarse con la novia esperada, David se casó con
Isabelle y reclamó su herencia, el Castillo Alnsworth, para Escocia, usándolo
para defender la frontera de los vecinos hostiles.
“La Malvada Leen estaba como loca cuando se fue,” comentó Effie.
“No hay necesidad de sacar a relucir esa desagradable situación,”
dijo Isabelle enérgicamente. “Tenemos que hacer todo lo posible para que se
sienta bienvenida.”
“No sé por qué,” dijo Effie. “Fue horrible con todos nosotros. ¿Por qué
debe importarnos su comodidad?”
“Harás lo que debes, Effie Campbell,” exigió Elyne. “La señora
Douglas es una bestia, lo admito, pero es una invitada en nuestra casa y se le
tratará con respeto.”
“Siempre me das órdenes,” se quejó Effie.
“Siempre las necesitas,” respondió Elyne.
La discusión fue interrumpida por un golpe de una criada,
informándoles de que la señora Douglas tenía varias quejas sobre sus
alojamientos —la chimenea era demasiado pequeña, las sábanas eran
incómodas, el almuerzo insuficiente.
Isabelle suspiró.
“Puse al clan Douglas en las habitaciones más bonitas que tenemos.
Debo atenderla.” El llanto de un bebé llenó la habitación e Isabelle recogió a
un robusto bebé de la cuna. “¿Hambriento de nuevo, pequeño?”
“Él siempre tiene hambre,” dijo Gwyn, con una sonrisa para el bebé.
“Tiene que aprender a tener algo de paciencia,” dijo Isabelle. “¿Podría
sostenerlo alguna hasta que vuelva?”
“Nay, yo me encargo de la señora Douglas,” dijo Elyne. “Tú alimenta a
este hombrecito.
“¿Estás segura?,” preguntó Isabelle. “Ella puede ser…”
“¿Miserable? ¿Desagradable? ¿Mala?” sugirió Effie.
“¡Effie!” la silenció Elyne. “Estaré bien.”
Elyne se deslizó fuera de la habitación, dejando a sus hermanas atrás.
Ella sabía lo que quería en la vida. Quería ser la señora de su propia fortaleza,
ser esposa y madre. Su hermano había arreglado un matrimonio adecuado y
estaba contenta con la unión. Grant sería su marido, eso lo sabía. Solo deseaba
sentirse tan segura como fingía estarlo.
Elyne respiró profundamente el aire fresco del corredor del castillo. El
olor de las viejas piedras mezcladas con el humo de la madera, restos de las
muchas antorchas que habían guiado los caminos de los ocupantes mucho
tiempo atrás, llenó sus pulmones, reconfortándola y dándole fuerzas. Aunque
Alnsworth era desconocido para ella, se había criado en un castillo, y los
olores y los sonidos le eran familiares.
Elyne subió a paso ligero por el pasillo hasta la escalera de caracol. Al
clan Douglas se le había dado un piso en la torre norte. Naturalmente, el
Castillo Alnsworth se jactaba de tener varias torres, construidas en diferentes
épocas y conectadas por un laberinto de pasillos y escaleras.
Elyne se desvió un poco al dar vueltas por los pasillos, los cuales
empezaban a parecerse, pero pensó que había recuperado el rumbo. Subió la
torre hasta el cuarto piso, respiró hondo y dio en la puerta un golpe sólido. La
señora Douglas sin duda se disgustaría —despotricaría, seguro que se mofaría
y la menospreciaría— pero Elyne prefería llevarse la peor parte de la ira de la
mujer a que alguien más se expusiera a ella. Eso era lo que hacía Elyne. Se
ocupaba de lo desagradable y lo difícil. Siempre lo había hecho.
Una respuesta ahogada salió de detrás de la gruesa puerta de roble.
Esperó, pero nadie abrió la puerta, por lo que volvió a llamar. La puerta no
estaba asegurada por lo que se abrió una rendija.
“¿Hola?” Elyne abrió la puerta un poco más―. ¿Señora Douglas?
“¡Entre!” dijo una voz masculina.
Elyne dio un vacilante paso dentro de la habitación, pero no pudo ir
muy lejos sin toparse con un gran tronco. La habitación era de un sustancial
tamaño, pero aun así, estaba llena de troncos, bolsas, barriles y colchones.
Había ropa extendida por todas partes, tendida en varias líneas colgadas en la
sala. A pesar de ser cierto que alguien estaba en la habitación, no podía ver a
nadie. No es de extrañar que la chica Douglas estuviera molesta; esto
difícilmente podría cumplir con sus exigentes estándares.
“Siento mucho el desorden,” dijo Elyn. “Iré a buscar a una o varias
criadas, y vendrán a ayudarle a instalarse.
“Nay, está bien. Estamos acostumbrados a valernos por nosotros
mismos.” Un hombre apareció desde detrás de una de las líneas, con un gran
tronco al hombro ocultando su rostro. Elyne hizo una profunda respiración —
el hombre estaba desnudo de cintura para arriba. Miró fijamente sus
musculosos brazos y su pecho antes de que desapareciera detrás de unas
sábanas una vez más. ¿Quién era este hombre? ¿Tal vez un criado del clan
Douglas?
“¿Está aquí la señora Douglas?” preguntó Elyne.
“¿La señora Douglas?” El hombre apareció alrededor de una sábana
grande y se puso delante de ella con todo su glorioso torso desnudo. Llevaba
el kilt2 de un highland, pero la parte del plaid3, que, por lo general se arrojaba
sobre el hombro, estaba envuelto alrededor de su cintura, de la forma en que
había visto a algunos hombres hacerlo cuando hacía calor y estaban
trabajando duramente.
Su rostro era agradable, con cálidos ojos marrones y el cabello de
color marrón arenoso. Él sonrió, revelando una maravilla de dientes blancos y
perfectos. La sonrisa hizo que sus ojos se iluminaran, y Elyne no pudo evitar
sonreír a cambio mientras sus mejillas ardían. No llevaba camisa, un hecho
que justificaba ese hecho. Su pecho era musculoso y sus músculos
abdominales ondulaban. En general, el hombre era impresionante.
“No soy la señora Douglas.” El sonrojo de Elyne aumentó por haber
dicho algo tan obvio. Era un hombre magnífico, lo que debía tomarse en
cuenta para justificar el momentáneo lapsus en su funcionamiento cerebral.
“Y no soy la lavandera,” dijo el hombre, agarrando una camisa
ligeramente húmeda de una de las líneas de ropa y arrastrándola sobre su
cabeza. “Le ruego que me perdone, milady. No esperaba visitas.
“Me temo que he venido a la habitación equivocada.
“Me alegro de que lo hiciera.” La sonrisa del hombre se convirtió en
algo que Elyne pensó que probablemente debería evitar, y giró sobre sus
talones para hacer precisamente eso.
“Aquí estás, querido,” dijo la lavandera, que eligió ese momento para
entrar en la sala, un gran cesto de ropa en sus musculosos brazos, “Encontré
algunas sábanas secas. Ya veo lo que han hecho por aquí. Pobres almas, todos
empapados.
“Cuando veníamos de camino, cruzamos un río y nuestra carreta de
suministros se volcó,” explicó el hombre para Elyne con una risa. “Tuvimos
que hacer una divertida persecución aguas abajo para encontrarlo todo.
“Veo que ya conoció a la señorita Campbell,” dijo la lavandera. “Que
tenga un buen día.” La lavandera salió de la habitación.
“Soy Grant.” El hombre se presentó con una reverencia. “Tavish
Grant.”
“Elyne. La hermana del laird Campbell,” dijo Elyne con una reverencia.
“¡Así que es la novia!”
“A-Aye.” Elyne le echó otro vistazo de cerca a Grant. Allí estaba él, el
hombre con el que se casaría. Su corazón latía tan ruidosamente en su caja
torácica, que se llevó una mano al pecho para tratar de calmarlo. Se casaría
con este hombre. Era su deber, y ella, felizmente, le sería útil a su familia. Por
una vez, ser la buena hija estaba yendo en su beneficio.
“Esperábamos darle una buena impresión. ¡Ahora es demasiado tarde!”
Grant hizo un gesto hacia la ropa tendida y el desorden general de la
habitación.
“Siento interrumpirle.”
“No se preocupe. Mejor que vea en lo que se estás metiendo.” Grant dio
un paso hacia ella y se acercó con una sonrisa de complicidad. “Nosotros no
somos siempre los más limpios.”
“Estoy segura que podemos enderezar eso,” dijo Elyne sonriendo
también.
“¡Muy bien! Me alegra saber que es una muchacha valiente. ¿Dónde
están mis modales? Venga, siéntese.” Grant buscó en la habitación una silla,
pero al no encontrar ninguna en ese momento, hizo un gesto al asiento de la
ventana de piedra, quitando grandes troncos fuera de su camino con facilidad.
Elyne se sentó frente a Grant en el asiento de piedra tallado en la gruesa
pared de la torre. ¿Qué debía decirle a su prometido? A pesar de su aspecto
ligeramente andrajoso, era un hombre increíblemente atractivo, con una
sonrisa brillante y unos ojos vivaces.
“¿Han viajado mucho para llegar aquí?”, preguntó Elyne por cortesía,
pero también para calcular lo lejos de su familia que estaba su nuevo hogar.
“Aye. Hemos estado en camino un mes por lo menos.”
“Ya veo,” dijo Elyne, tratando de no desalentarse. Nada era más
importante para ella que la familia. La familia que ayudó a mantener unida
después que ambos padres murieron —la familia que pronto tendría que dejar.
“Los caminos no son tan malos,” dijo Grant, como si leyera sus
pensamientos. Debe ser más fácil viajar en verano, cuando los ríos no sean tan
caudalosos.
“Siento que su carreta volcara en el río.”
Grant sonrió.
“Nunca me había divertido tanto. Mi primo, Grigor, estaba
conduciéndola y, oh, cómo odia mojarse. Gritó algo feroz cuando cayó al
agua. Lo saqué antes de que pasara demasiado tiempo, pero no tenía nada que
decir, excepto lo que no le podría repetir. Él no lleva bien eso de viajar.
“¿Hay algo que pueda hacer para ayudarle?”
“Muy amable por ofrecerlo, pero no. Nos las arreglamos.
“¿Cómo es su casa? ”
“Bonita, al menos eso creo. Pero siempre eres parcial con tu propia
casa. Sin embargo, me gusta viajar. Por eso vine aquí. No podría permanecer
demasiado tiempo en un mismo lugar, con tantos lugares nuevos para
explorar.”
“¿De verdad?” Si le gustaba viajar, tal vez la llevaría a visitar a su
familia. “No he viajado mucho, pero me gustaría probar.
“¿Le gustaría? A la mayoría de las mujeres que conozco, no les gusta
dejar sus comodidades.
“Si tuviera una esposa, ¿le gustaría llevarla en sus viajes?” Elyne se
alisó la falda y preguntó lo que necesitaba saber.
“Eso espero. No vería mucho a la muchacha si no la llevara conmigo.
El alivio inundó a Elyne. Su pretendiente era guapo, encantador, y le
permitiría visitar a su familia. Todo estaba bien en su mundo.
Unas fuertes voces masculinas resonaron por la escalera de piedra a
través de la puerta abierta.
“Están regresando mis primos,” dijo Grant―. Estoy seguro de que
desearan conocerla.
Cinco hombres entraron en la habitación, todos de sólida estatura. Iban
vestidos con el gran kilt del highlander, una moda familiar para Elyne, que
había sido criada en las Highland.
“¡Primos!”, saludó Grant. “Permítanme presentarles a la encantadora
Elyne Grant.” Grant gesticuló hacia uno de ellos y un hombre grande, con
gruesas patillas negras, se acercó más. “Milady, le presento a Grigor Grant, su
pretendiente.”
Elyne ahogó un grito de asombro. Su mirada se deslizó de Grigor a
Tavish y viceversa. Grigor Grant era un hombre grande, con hombros anchos
y una espesa barba negra a juego con sus espesas cejas negras. Tenía la nariz
ligeramente torcida, como si se la hubiera roto en algún momento.
Elyne estaba acostumbrada a vivir con grandes hombres highlanders,
pero, aun así, Grigor era una figura intimidante. Se puso de pie frente a ella,
mudo y ceñudo. Respiró hondo y pego una sonrisa en su cara. No iba a
casarse con Grigor por su aspecto ni por su bonita disposición ni, al parecer,
por su dominio de las habilidades sociales básicas, se iba a casar porque…
porque… bueno, clarificaría eso más tarde. Lo más importante a recordar era
que su aspecto y disposición no le importaban.
Y, sin embargo, Elyne sintió como si algo pesado estuviera presionando
sobre sus hombros y se estuviera encogiendo bajo su peso. Tavish le sonrió.
Tavish era agradable, amable y atractivo.
Tavish podía ser todo lo que quería, pero se casaría con Grigor Grant.
Dos
Tavish observó con interés mientras Elyne Campbell conocía a su
novio por primera vez. Era una muchacha bonita con un abundante cabello
rubio que caía de su velo azul en dos largas trenzas. Sus facciones eran
agradables, con profundos ojos azules y labios de color rosa que ahora se
estaban endureciendo en una delgada línea. Era alta para ser una muchacha,
con hombros cuadrados que la hacían parecer fuerte y competente. Necesitaría
toda su compostura si iba a vivir como esposa de Grigor Grant.
Grigor Grant miró a Elyne de arriba y hacia abajo.
“Aye, lo hará.”
“Le doy las gracias amablemente,” dijo Elyne con aspereza. “Pero,
¿qué es exactamente lo que voy a hacer?
Las cejas de Tavish se levantaron y sofocó una sonrisa detrás de una
tos. En contraste, las cejas de Grigor se cernieron sobre sus ojos y su ceño se
profundizó. Nadie dijo una palabra.
Elyne sonrió dulcemente.
“Le dejaré reflexionar.” Elyne se dirigió majestuosamente fuera de la
habitación.
Tavish resistió el impulso de rascarse la cabeza. Estaba tratando de
recordar cualquier persona, hombre o mujer, que se hubiera enfrentado al
imponente Grigor con tanta aparente confianza. Dudaba que lo hubiera visto.
“¿Por qué estabas hablando con ella?” Grigor miró a Tavish.
Tavish se encogió de hombros.
“Ella estaba buscando a otra persona y llamó a la puerta. Es lo que se
debe hacer para ser amable, que es más de lo que puedo decir de ti.
“Le dije que era aceptable,” protestó Grigor.
“No estoy seguro de que ella se lo tomara como un cumplido.”
“¿Por qué no?”
Tavish se hubiera reído, pero podía ver que Grigor lo preguntaba
honestamente. El hombre era así, contundente.
“Quizás desearías hablarle a tu dama con más consideración por sus
sentimientos,” sugirió Tavish.
Grigor dejó escapar un inarticulado resoplido.
“Vamos a casarnos por contrato. Ella se encargará de supervisar la casa
y criar a los herederos. No hay sentimientos que considerar.
“Pero seguramente desearías que tus chicos sean tratados con cariño,
¿no?”
Grigor negó con la cabeza.
“No quiero unos chicos consentidos.”
Tavish se encogió de hombros y volvió a su trabajo. No había nada más
que decir.
El viaje al Castillo Alnsworth había durado casi un mes, pero una
alianza con el bien conectado clan Campbell era muy deseable para el
ambicioso Grigor. Por supuesto, la unión no era tan prestigiosa como lo sería
con el clan Douglas o Stewart, pero aun así, era lo suficientemente buena
como para aventurarse a hacer el viaje.
En un principio se esperaba viajar a uno de los castillos de Campbell en
las Highlands, pero este había adquirido el Castillo Alnsworth por el
matrimonio con su esposa inglesa y no quería salir de la fortaleza sin
protección. Inglaterra todavía consideraba a Alnsworth y todas sus tierras
parte de Inglaterra, una reclamación que el poderoso laird Campbell negaba.
A pesar de que la paz se había restablecido oficialmente entre Inglaterra
y Escocia, los desacuerdos en la frontera eran frecuentes. Campbell quería ser
el anfitrión de la fiesta del Primero de Mayo y ver a dos de sus hermanas
casadas, pero temía que si dejaba Alnsworth sería recuperado por los ingleses.
Habían hecho el más que largo viaje, pero los Grant estaban ahora en
compañía de terratenientes poderosos, y eso solo era suficiente para atraer a
Grigor Grant.

***

Elyne se preparó para entrar en la gran sala, con más temor de lo que
estaba dispuesta a mostrar a su más joven hermana gemela. A pesar de venir
al mundo sólo diez minutos antes que Effie, sentía la carga de cuidar a sus
hermanos menores. Siendo la número ocho de doce hijos, Elyne había
aprendido, por necesidad, cómo cuidar de todo.
Su decepción al conocer a su prometido por primera vez no era algo
que quisiera compartir. Quería que su hermana conociera a Grigor sin
prejuicios. También, si era completamente honesta, no quería admitir que su
hermana podría estar en lo cierto.
Elyne y Effie estaban de pie detrás de su hermano e Isabelle y
preparadas en el pasillo para una gran entrada. El rugido de la multitud
ruidosa se hizo más fuerte cuando se acercaron. Elyne alisó compulsivamente
su brillante vestido de color azul, con bordados de oro a lo largo de la blusa y
los bordes de las mangas. El vestido había sido apretado más de lo que
generalmente hacía, a fin de causar una buena impresión. Al parecer, el escote
destacaba prominentemente en esta impresión, pero no le ayudaba a respirar.
Effie se puso de pie junto a ella, y sin mirarse, extendieron las manos
para tomar la mano de la otra. Gemelas. Effie llevaba un vestido similar, de
seda de color rojo oscuro, y ambas llevaban velos de gasa con bandas de oro
que los mantenían en su lugar en la cima de sus cabezas.
El heraldo los anuncio y entraron en la sala con los aplausos de los
clanes haciendo eco a través de la sala. Era ensordecedor. Effie le dio un
apretón y Elyne se lo devolvió. Ella quería casarse, pero el matrimonio
significaba separarse de Effie. David miró hacia atrás y le llamó la atención
con un gesto de apoyo. El matrimonio significaba dejar a toda su familia.
Elyne y Effie siguieron a David e Isabelle al gran salón, sus hermanas
menores detrás de ellos. La multitud aplaudió y luego, el silencio. En el otro
extremo de la sala había dos grupos de hombres. David Campbell se dirigió a
ellos con aire amable.
Grigor Grant estaba vestido de manera más formal de lo que le había
visto antes, pero parecía aún más severo, si eso era posible. Laird Maclachlan,
el pretendiente de Effie, era un hombre joven, guapo. Durante un breve
momento de cobardía, Elyne considero tratar de intercambiarse con Effie,
sobre todo si no tenía la intención de casarse con el hombre.
Todo fue muy respetable. Elyne y Effie fueron presentadas a sus
futuros maridos con una ceremonia entusiasta. Effie estuvo tristemente
comportándose bien, pero Elyne podía decir, por su falsa sonrisa, que no tenía
intención de casarse con su pretendiente. Por su parte, Elyne se comprometió
a casarse con el hombre que su hermano había elegido para ella.
Esta absolutamente determinada a ello.
Incluso a pesar de hacer caso omiso de ella durante la mayor parte de la
comida, prefiriendo prodigar su atención a su carne, su whisky, y su sirvienta,
en ese orden. A Elyne no le afectó que, en las raras ocasiones en las que su
atención se dirigió a ella, la mirara como a una vaca enfermiza. A diferencia
de su primo, Tavish estaba sonriente y daba la impresión de un hombre
disfrutando inmensamente. Se volvió hacia Elyne un par de veces y le dio una
sonrisa irresistible, por lo que se vio obligada a devolverla.
El banquete en sí fue un éxito. Muchos clanes habían viajado hasta la
frontera con Inglaterra para celebrar el Primero de Mayo y hacer uniones
importantes. Los Campbell estaban allí en todo su poder, junto con los
Douglas, Maclachlans, Grants y otros. Era el inicio de la celebración del
Primero de Mayo, que sólo podía ser celebrado correctamente con carne de
venado asada, cabeza de jabalí, salmón, abadejo, manzanas asadas, y una
abundancia de pasteles, dulces y salados. Como si eso no fuera suficiente, el
último plato seguro que les gustaría a todos, con pasteles de jengibre y
mazapán en forma de pequeños animales.
El banquete estaba delicioso y la compañía se satisfizo vorazmente. El
entretenimiento era también de gran calidad. Malabaristas, trovadores y
acróbatas casi hicieron que Elyne olvidara su destino.
Casi.
“¿Tiene un momento para hablar conmigo?”, le preguntó Elyne a
Grigor mientras su grupo se ponía de pie para salir de la sala al final de la
fiesta. Fue un movimiento audaz por su parte tratar de tener unas palabras con
su pretendiente y forzarlo a parlamentar sin antes preguntarles a sus parientes.
Él hizo una breve inclinación de cabeza, acordando; había poco más
pudiera hacer. “¿Qué desea decir?”
“Quisiera hablarle un momento, en privado,” dijo Elyne. Miró a su
hermano y David hizo un gesto de asentimiento.
Grigor y ella habían empezado con el pie equivocado. Era torpe, pero
ella era Elyne Campbell. Nunca se echaba atrás ante un desafío. Se enfrentaría
a esto.
Elyne siguió a su hermano a su sala privada, seguida de su pretendiente,
Grigor Grant. Era aquí donde David Campbell mantenía sus objetos más
preciados: sus libros. Tenía una Biblia ilustrada y una copia de Aristóteles
transcrita al latín por los monjes del convento de San Ambrosio.
Un gran escritorio tallado estaba en el medio de la habitación y un raro
mapa raro de la zona aparecía desplegado sobre él. La habitación estaba
decorada ricamente con varios tapices en las paredes y algunos trofeos de
guerra —espadas y cascos― expuestos para impresionar. Elyne miró a
Grigor, pero si el taciturno hombre tenía algún interés, no dejaba que sus
sentimientos se mostraran. No dejaba que ningún sentimiento se mostrara.
Campbell enrolló el mapa y sacó otro pergamino de un cajón de la
mesa.
“Aquí está el contrato.”
Elyne miró el documento. Una vez firmado, su destino estaría sellado.
Firmar los papeles de compromiso era tan vinculante como la ceremonia de
matrimonio. Miró el contrato, pero no necesitaba leerlo. Conocía cada línea,
ya que había participado en su escritura. Era un buen contrato, justo para
ambas partes, y también había sido aprobado por los Grants.
“Puede leerlo,” le ofreció Campbell a Grigor, pero el hombre sacudió la
cabeza.
“Estoy seguro que es como debe ser,” respondió el hombre.
Campbell abrió el tintero y sacó una pluma. El corazón de Elyne
comenzó a acelerarse y sus manos estaban frías y sudorosas. ¿Se habría puesto
enferma? Campbell cruzó los brazos sobre su pecho y Grigor siguió su
ejemplo. ¿Deseaba ella casarse con este hombre?
“Me gustaría estar un momento a solas con Grant, si me haces el
favor,” le pidió Elyne a su hermano.
Campbell hizo una breve inclinación de cabeza y salió de la habitación.
Elyne respiró hondo y se enfrentó a su pretendiente. No era un hombre
poco atractivo ―una vez sin el ceño fruncido―, era innegablemente
musculoso y estaba en forma. No era un gran conversador, pero sería lo que su
niñera llamaría buena educación. Produciría muchachos sanos y grandes, de
eso no tenía ninguna duda. Él iba a heredar el cargo de gobernador de
Inverness, lo que no era un título insignificante.
Como motivo principal para su decisión, Elyne deseaba ser la señora de
su propia casa y criar a los niños. Grigor, estaba convencida, sin duda haría
mucho. Sin embargo, sólo había una manera de procrear esos críos que
codiciaba. Y eso era en la cama con Grigor Grant.
“Espero que tuviera un viaje agradable.” Elyne rompió el silencio.
Tenía la esperanza que si permanecía en silencio, Grigor hablaría primero. No
iba a pasar.
Grigor gruñó como respuesta. “Demasiado largo”. Me mojé en el río.
Espero que tenga en mente viajar. Vivimos a una larga distancia de aquí y no
deseo retrasar el regreso.
“Puedo montar suficientemente bien como ustedes, confío.” Elyne
tragó saliva y trató de encauzar los nervios que se asomaban en sus palabras.
Generalmente, no se perdía al hablar. “Tenía la esperanza de que pudiéramos
llegar a conocernos uno al otro antes de firmar el contrato. Asegurarnos de
que somos compatibles.
Grigor frunció el ceño.
“El contrato ha sido preestablecido y acordado. ¿Desea modificar los
términos?”
“Nay, me malentiende. Me gustaría saber si quiere estar casado
conmigo.”
“Aye. No viajaría a través de toda Escocia si no planeara casarme.”
“¿Le gusta lo que ve?” Elyne fue más allá de lo que haría normalmente,
pero pudo ver que con Grigor la sutileza no iba a ser una buena estrategia.
Grigor la miró de arriba abajo, como si la viera por primera vez.
“Se la ve lo suficientemente resistente como para tener hijos.”
“¿No hay otras cosas importante para usted?”
“Me gusta un hogar bien organizado y no tolero díscolas tonterías. La
mayor parte del tiempo probablemente estaré fuera, por lo que no deseo tener
una esposa demasiado dependiente.
Elyne asintió; y lo entendió. No quería tener lazos emocionales con su
esposa. Sólo los haría infelices al tener que tolerar largas separaciones.
“Entiendo. Me las he arreglado con la casa de mi hermano mientras él
ha estado fuera.
Grigor asintió, conciso. “Deberíamos adaptarnos bien.” Se aclaró la
garganta y se movió incómodo de un pie al otro. “No soy un hombre
acostumbrado a tratar con el sexo débil. No conseguirá ningún cortejo de mí,
pero, lo juro, como mi mujer, voy a honrarla y protegerla con mi vida si es
necesario.”
Elyne no lo dudaba. Grigor Grant era un hombre duro, pero honesto y
verdadero. No habría ninguna charla dulce, pero la trataría justamente. Había
recibido de él todo el ánimo que iba a conseguir. Tendría que ser suficiente.
Elyne respiró hondo y agarró la pluma. Ya era hora de darle una
oportunidad. La mojó en el tintero, y antes de que pudiera sucumbir a los
nervios, firmó su nombre en la parte inferior del contrato. Le tendió la pluma
y Grigor la tomó de su mano.
“¡Aquí están!”
Tanto Grigor como Elyne se volvieron ante la interrupción. La señora
Douglas estaba en la puerta, con las manos en sus orondas caderas. Entró en la
habitación, como si estuviera rodando, su enjoyado vestido de seda
arrastrando detrás de ella.
“¿Necesita algo?”, preguntó Elyne. ¿Es que esta mujer no podía ver que
estaba interrumpiendo una reunión privada?
“Aye. Me retiro a mi habitación y desearía tener algo para cenar antes
de dormir. Ve a la sala y tráeme unos aperitivos y algunos pasteles de
jengibre.
“Lo siento, pero estoy atendiendo otro asunto ahora,” dijo Elyne.
“No tiene que preocuparse por mí,” dijo Grigor. “Nuestro asunto está
concluido.”
La muchacha Douglas le dirigió una sonrisa de superioridad, una que
requirió que Elyne se apretara las manos para evitar sacarle la sonrisa de su
cara. Elyne había sido despedida.
“Como desee.” Le hizo una reverencia a Grigor y abandonó la
habitación dejando al hombre en posesión de todo el espacio. No estaba bien.
Y daba igual si estaba siendo educado u obtuso, su prometido no la había
defendido en modo alguno. Eso tampoco estaba bien.
Elyne se escabulló por las escaleras hacia la cocina, su estómago
hundido como si estuviera lleno de hierro. Con un repentino destello de
pánico, se dio cuenta de que era demasiado tarde. El contrato había sido
firmado. Fueran cuales fueran sus sentimientos sobre el asunto, se casaría con
Grigor Grant.
Tres
Elyne estaba demasiado ocupada pensando en su futuro marido como
para darse cuenta de hacia dónde se dirigía. Fue hasta el gran salón de camino
a la cocina, donde podría pedir comida para su huésped. Aunque si Eileen
Douglas todavía tenía hambre después de seis horas de banquete, tenía un
estómago más fuerte que la mayoría de los hombres. No, simplemente quería
darles problemas a las hermanas Campbell de cualquier forma que pudiera.
El ruido que salía de la gran sala debería haberla hecho detenerse, pero
estaba demasiado acostumbrada a tener una multitud de grandes hombres
bulliciosos como para que le importara demasiado. Dentro de la gran sala, la
mayoría de las personas sobrias, ancianos o mujeres (eso era lo respetable) ya
se habían retirado, y los que quedaban eran hombres jóvenes borrachos y
sirvientas risueñas. Un ruidoso grupo estaba poniendo una silla encima de la
mesa, que apenas se mantenía en equilibrio. Al que animaban era a un hombre
que estaba encima de una viga de roble en el alto techo.
“¡Tavish Grant!”, gritó Elyne, dado que el hombre en la viga no era
ningún otro. “Baje antes de que se mate.”
Tavish la vio entre la multitud, le sonrío y la saludó. “Como desee,”
gritó y saltó.
Elyne jadeó, mirando cómo su cuerpo caía desde una altura fatal, pero
desafiando la gravedad, aterrizó en la silla que estaba en la parte superior de la
mesa. Tuvo el tiempo suficiente para sonreír antes de que la silla se resbalara
y cayera de la mesa, la cual también terminó cayéndose, por lo que saltó de
nuevo desde una altura considerable, aterrizando sobre sus pies y rodando
varias veces hasta que se quedó hecho un ovillo sobre los juncos del suelo.
Elyne caminó entré la multitud y se arrodilló a su lado, fingiendo no
darse cuenta de que el kilt se le había subido hasta los muslos.
“¿Está muerto, hombre tonto?”
Tavish abrió un ojo. Aún no. Pero la noche es joven. Pregúntemelo de
nuevo por la mañana.
Elyne suspiró aliviada, aunque no sabía por qué debería importarle que
se partiera el cuello.
“Tonto.” Suspiró, y se dio la vuelta para dejar la fiesta en paz.
“Hola, muchachita linda.” Un hombre grande, con una considerable
barriga se acercó tambaleándose y trató de ponerle el brazo alrededor de los
hombros.
Elyne lo esquivó sólo para encontrarse con un muro de hombres
sonrientes, de los cuales no conocía a nadie. Busco alrededor para ver si
estaba alguno de sus hermanos o primos, pero no vio a ninguno. Recordaba
vagamente que David le había dicho que se mantuviera lejos de la locura y de
las ebrias consecuencias de la fiesta. Y ahora se encontraba allí.
Sola.
“Eres una cosita bonita. Una moza muy linda.” Otro hombre la agarró
por la cintura y tiró con fuerza hacia él. Ella se apartó, pero solo logró caer
contra otro hombre ebrio. Estaba rodeada.
“¡Oh! Pero si es una lujuriosa,” gritó un hombre.
“Soy Elyne Campbell, hermana del laird Campbell. ¡Déjenme pasar!”,
les ordenó con toda la autoridad que pudo reunir. Su pulso latía en sus oídos.
Los hombres no se movieron. Alguien agarró su trasero, lo que la hizo saltar.
Los hombres se rieron como respuesta.
“Ven, pasa un rato conmigo.”
“No lo escuches. Ven conmigo.”
“Te daré una o dos monedas, preciosa.
“¡Suficiente!” Se oyó la voz de Tavish Grant por el pasillo. Se acercó y
los hombres se separaron como el mar rojo con Moisés. “Están hablando con
la hermana de laird Campbell.”
Los hombres hicieron una reverencia, avergonzados y luego volvieron a
lo suyo, lanzando una piedra para ver quién sería el próximo en saltar. De
alguna manera, las palabras de Tavish causaron más efecto que las de ella. Se
sentiría irritada si no estuviera tan agradecida.
“¿Puedo llevarla hasta su recamara, milady?” Tavish hizo una
reverencia y cuando se incorporó, hizo una mueca de dolor.
“¿Cómo está su espalda después de la caída?” Elyne aceptó su brazo y
salieron del salón.
“Duele un poco, lo que significa que mañana por la mañana estaré
llorando como un bebé.” Sonrió de soslayo y no puedo evitar sonreír también.
“Quiero agradecerle que haya venido a rescatarme.” Elyne tragó el
nudo que tenía en la garganta. “No sabría qué hubiera pasado de no ser por
usted.”
“No hay problema. Lo más difícil fue ponerme de pie.” Tavish se rio.
“Son buenos muchachos, solo que son tontos y están ebrios. La confundieron
con otra clase de muchacha.
Elyne sabía exactamente con qué tipo de muchacha la confundieron…
y también lo que hubiera pasado si él no hubiera intervenido. Se estremeció.
“Ahora debe volver a su recamara y recomponerse.” Levantó el brazo
y, por un momento, pensó que iba a pasarlo alrededor de sus hombros, pero él
se lo pensó mejor y siguió caminando por el corredor de piedra.
Varios comentarios pasaron por la cabeza de Elyne, pero ninguno
parecía apropiado para decirlo en voz alta. No debía establecer una amistad
con Tavish. Fue consciente, nuevamente, de desear que fuera Tavish, y no
Grigor, con quien debiera casarse, pero desestimó la idea con fuerza.
“Si no le importa que le pregunte, ¿por qué estaba en el pasillo?”,
preguntó Tavish. “No es la clase de compañía que creería que le gusta tener.”
“¡La Malvada Leen!” Elyne siseó el nombre.
“¿Perdón?”
“¡Esa mujer! Me envió a buscarle algo de comida. Siempre está
causando problemas.” Elyne se detuvo frente a la puerta del dormitorio que
compartía con sus tres hermanas menores. “Supongo que debería ir a buscar
un a una sirvienta para que le lleve algo de comer.”
Tavish apoyó un hombro contra la pared de piedra gris, su cara estaba
iluminada por una antorcha del otro lado de la pared.
“No veo por qué debe molestarla con eso. Ella puede llamar por sí
misma a una sirvienta si tiene hambre. Aunque no puedo entender cómo
alguien aún podría tener hambre después de semejante festín. ¿Esta Malvada
Leen es una mujer fortachona?”
Elyne se rio. “Nay, pero quizás mañana le diga que no fui a buscarle
comida porque escuché a un hombre hablar sobre lo oronda que estaba.”
“Es un poco malvada, Elyne, mi muchacha.”
El calor subió a sus mejillas. Que la llamara “mi muchacha” hizo que
un calor que no podía nombrar se extendiera por toda ella desde la punta de
los dedos de los pies. No se suponía que debiera sentirse así, y, ciertamente,
no con el primo de su prometido.
“Buenas noches,” dijo en voz baja, abriendo la puerta de su recámara y
poniendo un pie en el umbral. Necesitaba despejarse la cabeza.
“Buenas noches, milady.”
Cuatro
Elyne necesitaba escapar de la confusión del castillo y disfrutar de un
poco de aire fresco. La mañana había traído un día fresco con un sol brillante
y una brisa refrescante.
“Puedes montar en el valle,” le dijo David. “Pero no más lejos.”
“Aye,” dijo Elyne ausente, subiendo sobre los bloques para izarse en su
silla.
“Elyne.” La voz de su hermano bajó al mostrar la advertencia, captando
la atención de Elyne. “No dejes el valle. Hemos escuchado que los ingleses
están en movimiento. Ellos siguen considerando estas tierras parte de
Inglaterra y vendrán a por ellas algún día, recuerda mis palabras.”
“Entiendo,” dijo Elyne. Quería dar un paseo, no convertirse en
prisionera de los ingleses. Tomó las riendas en una mano enguantada y en el
otro brazo, su halcón se posó en silencio. Haciendo un ruido a su caballo, le
instó a avanzar fuera de los establos.
Era un hermoso día fresco. La primavera estaba en pleno auge y las
flores abrían sus pétalos para sonreírle al sol. El valle del Castillo Alnsworth
era de un exuberante verde, que invitaba a explorarlo. Las ovejas pastaban en
la llanura. Algunas estaban recién esquiladas, su piel rosada mostrándose a
través de su nuevo corte de pelo, mientras que otras estaban cargadas con lana
enmarañada, esperando su turno para la esquila de primavera.
Elyne le dejó el control a su montura y lo dejó correr. Disfrutó del
viento en el rostro y del vigorizante aire fresco del brillante día de primavera.
Estuvo en el otro lado del valle algo de tiempo y tiró de las riendas de su
caballo, explorando los bosques que formaban el límite del valle. Se
levantaban majestuosamente en las alturas. Sabía que la vista debía ser algo
digno de ver, pero recordó las palabras de su hermano y con una mirada de
anhelo, se volvió hacia el valle para cazar.
Elyne cabalgó a lo largo del borde del bosque, su halcón posado sobre
su brazo. El hermoso halcón merlín, un regalo de su hermano, llevaba una
capucha y una campana hasta que ella decidiera que era el momento de cazar
su sustento. Con tantas bocas que alimentar, Elyne estaba segura de que a
cada trozo de comida se le daría un buen uso.
Un toque de color captó su atención por el rabillo de su ojo. Un hombre
sobre la espalda de un caballo estaba pasando a través de los árboles, por la
empinada pendiente hacia las alturas. Se movió hacia un claro un instante y
una repentina sorpresa la recorrió, como si hubiera sido picada por una abeja.
Era él. Era Tavish Grant.
Salía del valle. ¿No conocía el peligro de viajar muy lejos del castillo?
“¡Tavish Grant!”, le gritó, pero estaba a una distancia demasiado
grande para oírla.
Instó a su montura hacia delante, dentro de los árboles y lo llamó de
nuevo. No oyó ninguna respuesta. Elyne se debatió internamente consigo
misma. Era un hombre adulto, podría tomar riesgos si así lo elegía. Y sin
embargo no estaba familiarizado con este lugar. Tal vez no conocía los
peligros de las potenciales tropas inglesas. Sería negligente no advertirle.
Se adelantó y encontró un pequeño sendero hacia la colina, a través de
los árboles. Una pequeña voz le recordó que no debía dejar el valle y se
detuvo de nuevo, considerando qué hacer. Recuerdos de la noche anterior la
inundaron de nuevo. Tavish había intervenido para protegerla cuando más lo
necesitaba. ¿Debería dejarlo ir sin al menos a advertirle del peligro? Si
realmente había un ejército inglés marchando hacia Alnsworth, lo matarían sin
pensarlo.
Elyne pateó su montura hacia adelante, esperando encontrarse con el
hombre dentro de pocos minutos, pero a pesar de su prisa, no pudo acercarse
lo suficiente para alcanzarlo. Finalmente, llegó a la cima de la colina con
vistas al castillo, pero Tavish no estaba por ningún lado. Las vistas era
extraordinarias y Elyne se sintió reconfortada porque el castillo todavía estaba
muy a la vista. Incluso habiendo desobedecido la orden de su hermano, por lo
menos podía ver claramente el valle, salpicado de pequeñas ovejas blancas
como nubes.
Elyne se volvió hacia el otro lado de la colina y fue recibida por
árboles, rocas, colinas y salpicaduras de cuadros rojos.
“¡Tavish!”, gritó Elyne. “¡Tavish Grant!”
Su merlín se retorció y giró en su brazo, pero Tavish Grant no
desaceleró. Con un bufido irritado, Elyne instó a su montura hacia adelante,
presionando tras el errante Tavish Grant. Desafortunadamente, él eligió ese
momento para dejar que su caballo galopara. Lo persiguió sobre la colina y el
valle, hasta que finalmente lo perdió de vista. Con frustración, se detuvo en
seco y decidió que debía renunciar a la persecución.
Elyne desmontó en un arroyo para darle a su montura un muy necesario
descanso y se sentó en una roca grande, caliente por el sol. Cerró los ojos para
permitir que el sol besara sus mejillas. A pesar que sabía que no debía estar
tan lejos del castillo, se sentía renovada por el ejercicio. El sol estaba caliente
y el río balbuceaba y gorgoteaba una alegre melodía. ¿Cómo podía cualquier
cosa ir mal?
“Buen día tenga usted.”
Elyne abrió rápidamente los ojos y estuvo a punto de caerse de la roca.
Recuperó su compostura y el asiento sobre sus pies, escaneando los árboles
buscando al hombre que habló. ¿Era amigo o enemigo? Su hermano tenía
razón, nunca debería haber ido tan lejos.
“¿Quién está ahí?”, exigió saber Elyne, con la mano apoyada en el
cuchillo que colgaba de su cinturón.
“Nadie más que yo,” dijo Tavish, saliendo al claro. “¿Qué está
haciendo aquí sola, milady? La encuentro en los lugares más extraños.”
“¡Estaba tratando de alcanzarlo para advertirle!” soltó Elyne. “Mi
hermano me pidió que todos nos quedáramos dentro del valle del castillo.”
―Ah, bueno, le agradezco su preocupación, se lo aseguro.” Tavish se
acercó más, su tartán rojo, negro y verde en contraste con las hojas verdes de
la primavera a su alrededor. La tela escocesa estaba envuelta alrededor de su
cintura y arrojada sobre un amplio hombro. Su camisa estaba desatada en la
parte superior y le colgaba abierta, revelando la parte superior de un
musculoso pecho. Sus piernas, bien definidas, estaban desnudas como era la
costumbre highlander, a excepción de un par de botas de cuero negro.
Al crecer en las Highlands rodeada de hombres musculosos bien
construidos, Elyne no estaba desacostumbrada a lo que tenía en esos
momentos delante. Sin embargo, nadie había hecho que su aliento se quedara
atrapado o que su corazón tamborileaba de la forma que Tavish conseguía
hacer.
“Aye, bueno, aye, debería.” Elyne tosió. Debía alejarse de él antes que
la hiciera caer en un ataque de apoplejía. “¿Qué está haciendo aquí?”
“Nunca he sido bueno en permanecer quieto.” Tavish se encogió de
hombros con una sonrisa.” Escuché que hay por aquí una torre abandonada.
Un viejo montículo y una muralla exterior, parece ser. Pensaba echar un
vistazo.
“Aye, debería estar cerca,” dijo Elyne. Había oído hablar a Isabelle de la
vieja torre que estaba en las tierras de Alnsworth. “Creo que esta corriente se
convierte en la fuente que lo alimenta.”
“Ah, entonces si sigo la corriente…” Tavish contempló el lecho del
arroyo, tratando de ver más allá de los arbustos y árboles. Mire, ¿lo que se ve
por encima de ese árbol es la parte superior de la torre?”
Elyne entrecerró los ojos mirando en la distancia y apenas pudo avistar
la cima de la torre.
“Debe serlo. Isabelle me dijo que el viejo castillo ha estado abandonado
durante muchos años.”
“Será un disfrute explorarla. Pero primero debo verla llegar a casa.”
“Puedo llegar por mí misma, gracias.”
“Una dama no debería cabalgar sola. Nunca se sabe con qué hombres
peligrosos podría encontrarse.” Tavish le dedicó una amplia sonrisa y movió
las cejas arriba y abajo.
Él tenía intención de provocarla, pero él era más peligroso para ella de
lo que quería demostrar. Tenía que alejarse de su compañía y volver a donde
debería estar.
“No estoy sola. Tengo a Fred conmigo.
“¿Fred?” Tavish miró a su alrededor, confundido.
“Winifred, mi halcón.” Elyne levantó la muñeca para permitirle a
Tavish una mejor visión de su halcón merlín.
“Ah, es una cosita encantadora. No hay duda de que puede romper una
bandada en pedazos. ¿Es un buena cazador?”
Elyne sintió una punzada como siempre que hablaba de su precioso
Fred. Era algo más que un cazador; era el compañero de Elyne.
“Es una gran cazador.” Eso era verdad. “Siempre trae de vuelta a su
presa.” También era cierto.
“Me encantaría ver una demostración en algún momento.”
Eso sería un problema.
“Es una gran cazadora, pero tiene un pequeño capricho. Le gusta
regresar a sus caballerizas. Por lo general, me trae la presa y luego vuela de
regreso a casa.”
Tavish enarcó las cejas. “¡Qué cosita tan inteligente! Aunque supongo
que no es de mucha utilidad en una cacería.”
“Es bueno en una cacería,” protestó Elyne. Simplemente no le gusta
cazar más de una vez al día. Y es un buen compañero, así que, por favor,
disfrute del resto del día explorando el castillo.
“Aye, seguro que Fred es una encantador acompañante, pero estaré
sirviéndole como guía de igual manera.
“Pero, ¿y su viaje a la torre?
“Quizás otro día.” Tavish se encogió de hombros.
Elyne tuvo una punzada de culpa. Tavish no había necesitado que lo
rescatara y ahora ella estaba impidiendo su excursión. Estaba haciendo un mal
trabajo para recompensarlo por su amabilidad.
“Insisto en que continúe con su camino y yo debería regresar al
castillo.”
“Entonces me arrepiento de haberle hecho la no deseada propuesta de
escoltarla a casa. Quizás si paseo detrás de usted sin hablar, puede intentar
encontrar algo en su corazón para tolerar mi presencia.” Detrás de la sonrisa
fácil de Tavish, una determinación de acero brillaba en sus ojos.
Elyne supo de inmediato que no conseguiría convencerlo de dejarla ir.
Su caballerosidad le hizo desear corresponderle. Había llegado muy lejos,
podría ir alejarse algo más para ver el castillo abandonado. Su torre estaba a la
vista después de todo; no llevaría mucho tiempo y después podría volver al
valle, donde, con suerte, nadie habría notado su ausencia.
“Sígame si quiere, Señor Grant, he decidido ver esta torre en ruinas por
mí misma.” Elyne hizo un chasquido a su caballo, que caminó amablemente
hacia donde ella estaba, de pie sobre una roca para poder montar.
“Su caballo es una bestia bien entrenada,” comentó Tavish.
“Es un Campbell,” dijo Elyne, lo que, naturalmente, lo explicaba todo.
Su hermano era muy particular en la formación de hombres y bestias. Ningún
caballo de sus establos soñaría con ser mal entrenado. La suerte de David con
sus hermanas no era tan segura.
Elyne instó a su montura hacia delante, cruzaron el arroyo y siguieron
en la orilla opuesta hacia la torre. Les llegó algo más tiempo de lo que había
previsto encontrar el camino a través del grueso follaje de primavera, pero
habían llegado tan lejos que no estaba dispuesta a renunciar.
“¿Está segura, milady, de que no puedo convencerla de volver al
castillo?, preguntó una voz amigable detrás de ella, como si pudiera leer su
mente.
“Nay,” murmuró Elyne sin convicción. Estaba reconsiderando su
posición cuando salieron a un gran claro, la torre elevándose delante de ellos.
Era un buen ejemplo de un castillo escocés, con torreón y muralla exterior.
Pequeño para sus estándares, pero sin duda había servido bien a algún señor
feudal inglés y a su familia en algún momento del pasado. Estaba bien
construido, pero claramente lucía desgastado, la pintura raída en las paredes y
algunas de las piedras exteriores habían sido retiradas para otros proyectos de
construcción. Aun así, la casa de la torre por sí misma, se veía intacta.
“Aye, esto es todo un espectáculo.” Tavish saltó y condujo a su caballo
por la puerta abierta del castillo. “Me prometió ruinas, pero es algo mejor que
eso.”
“Aye. Me pregunto por qué nadie lo habrá reclamado como propio.”
“¡Está en las tierras de Alnsworth! Creo que este viejo castillo se utilizó
hasta que se construyó otro más grande.
“¿Dice que está en suelo inglés?” Tavish miró alrededor del patio.
Podría ser persuadido para pasar por alto ese pequeño defecto.
“¡No es algo sin importancia vivir bajo el rey de Inglaterra!”
Elyne también desmontó y siguió a Tavish a través del patio.
“No me importa la política.” Tavish aseguró las riendas de los caballos
en la pared.
“¿Política dice? ¿No le importa servir a su rey?
Tavish se encogió de hombros.
“No tengo nada en contra de ningún rey, siempre y cuando no me cause
problemas. Su hermano, el laird Campbell, debe haber sentido algo semejante,
dado que tomó como esposa a una lady inglesa.”
David se casó con lady Isabelle para tomar posesión de su castillo y
utilizarlo para apoyar la guerra contra Inglaterra,” defendió Elyne.
Tavish entró en la torre donde una vez que estuvo el gran salón.
“He tenido el placer de conocer a lady Campbell. Estoy seguro de que
sus posesiones no fueron la única razón por la que se casó con ella.” Se dio la
vuelta y le dedicó una sonrisa socarrona.
“Mi hermano ha servido fielmente a Escocia, de todas las maneras
posibles,” farfulló Elyne, siguiendo a Tavish por el pasillo. ¿Cómo se atrevía
este hombre a cuestionar la lealtad de su hermano?
“No se ofenda. No quise decir nada malo. Además, laird Campbell es
una inspiración para mí. Espero poder seguir su ejemplo.
“¿Cómo piensa hacerlo?” Elyne cruzó los brazos sobre pecho, sin estar
muy segura de querer conocer la respuesta.
Tavish caminó hacia la mitad del gran salón. Las maderas del piso
habían sido retiradas, muy probablemente saqueadas para construcciones en
otro lugar. El techo seguía en pie, pero Elyne no haría ninguna apuesta en
cuanto a su capacidad para resistir la lluvia. Aunque la mayoría de los
muebles habían sido retirados, unos cuantos bancos estaban esparcidos a lo
largo de la pared.
Tavish se volvió y ladeó su cabeza hacia un lado, como si debatiese
hasta dónde debería compartir con ella.
“Parece una buena idea casarse con una bella heredera inglesa.”
“David no se casó con Isabelle para llenar sus propias arcas.” Elyne
anduvo hasta él, con una mano en la cadera y la otra sosteniendo su halcón.
Nadie cuestionaba a David Campbell, especialmente no delante de otro
Campbell. “David tiene puesto precio a su cabeza por expulsar a los ingleses
del bosque de Ettrick.
Tavish levantó las manos en señal de rendición.
“No lancé ningún insulto a los pies de David Campbell. Lo que quise
decir fue un cumplido. Deseo seguir su ejemplo.
“Quiere casarse con una mujer rica,” dijo Elyne con disgusto. La idea
de él casándose en general, y con una inglesa en particular, no era agradable.
Había aprendido a aceptar a la novia de David, pero Elyne estaba segura de
que Isabelle era la excepción que confirmaba la regla de lo que pensaba de la
mayoría de las inglesas.
“Aye, es cierto. Es seguro que me casaré, por lo que bien podría ser con
una mujer de posibles. ¿Dónde está la vergüenza en eso? No tengo padres que
busquen un buen partido por mí, así que tengo que actuar por mí mismo.”
“¿En su clan no hay mujeres con las que casarse?
“Estoy seguro de que las hay. Y también pueden ser mujeres
encantadoras. Pero me temo que tengo un espíritu errante. Quiero ver más de
este mundo.
“Y tener una esposa rica no le hace daño a nadie.” Elyne levantó una
ceja, esperando que él sintiera alguna sensación de disgusto.
“Aye, ahora ha pillado la idea.” Tavish le dedicó una amplia sonrisa,
completamente desprovista de vergüenza.
“Incluso si eso significa dejar su país, ser… convertirse en inglés.”
Elyne escupió la palabra.
Tavish se tocó su kilt a cuadros.
“Dudo que alguien vaya a tomarme por inglés. Pero no tengo nada en
contra de nadie. La guerra ha terminado, y según mis cálculos, nadie salió
vencedor. Yo no veo la espada como un medio para traer salud y felicidad. La
paz entre nuestros países es lo que se necesita. Después de todo, estamos
compartiendo esta isla. También podríamos ser buenos vecinos.”
Elyne no podía discutir eso con lógica, aunque era reacia a aceptarlo.
“Supongo,” murmuró.
“Además, las universidades se han abierto ahora para nosotros. Tengo
en mente estudiar en Oxford o Cambridge, prosperar por mí mismo.” Tavish
hinchó el pecho en una muestra de falso orgullo.
“No puedo ver qué bien le hará eso.” Elyne no podía encontrar ningún
problema en sus planes, pero se había criado en la convicción de que
Inglaterra era el enemigo. Era difícil cambiar una opinión tan arraigada.
“¿Duda de que necesite mejorar?” Tavish le guiñó un ojo. Elyne lo
ignoró.
“No pongo en duda su necesidad de mejorar. Dudo de que codearse con
los arrogantes ingleses sea el camino adecuado para hacerlo.”
Tavish rio.
“Podría tener razón en eso. ¿Disfrutamos de las vistas?
Elyne levantó un hombro, en señal de aceptación.
“Muéstreme el camino.” Lo siguió mientras caminaba a través de la
puerta de la torre y la escalera de caracol construida en piedra. Era hora de
volver a casa. Con una punzada de culpa, pensó que David estaría muy
disgustado con ella. Apreciaría las vistas y después regresaría a Alnsworth.
Con un poco de suerte, su hermano nunca conocería su pequeña excursión.
Llegaron a la cima de la torre y fueron recibidos por un chorro de aire
fresco. El sol estaba brillando y el viento agitaba las hojas de los árboles,
empujándolas alrededor como hinchadas nubes. La vista desde la torre era
impresionante. Incluso podían ver la punta del Castillo Alnsworth brillando en
la distancia. Debajo de ellos, había frondosos bosques, interrumpiendo los
amplios campos de brezos del valle.
Un destello llamó la atención de Elyne. Y de nuevo, algo entre los
árboles capturó el sol de la tarde.
“¿Qué es lo que hay en el bosque?
Tavish frunció el ceño, mirando fijamente el lejano bosque.
“Parece que hubiera sido sabio hacer caso de su advertencia, milady.”
“¿Qué quiere decir?” Elyne miró fijamente hacia el bosque. Un destello
vino de nuevo, y a continuación, otro desde otro lugar. “¿Qué es eso?”
“Tengo que llevarla a casa.”
La siempre presente risa en la voz de Tavish había desaparecido. Echó
un vistazo a los bosques y más allá, al horizonte, buscando la ruta para ir a
casa. Elyne miró fijamente al bosque y entonces lo vio. Movimientos. La luz
del sol se reflejaba en armaduras. Las armaduras de cientos de hombres.
“¡Ingleses!” Instintivamente, Elyne agarró el brazo de Tavish y tiró de
él para irse.
“Hemos de volver al castillo. Tenemos que advertir a mi hermano.
¡Tenemos que advertirles a todos!”
A pesar de que ella tiraba de su brazo, Tavish no se movió ni un
centímetro. Era un hombre delgado, pero sólido.
“Nos han cortado el camino. No podemos volver por donde vinimos.”
“¡Tenemos que hacer algo!”
“Aye.” Tavish se agarró a las rocas de la almena, escaneando el
horizonte. “Si me muevo rápido, puedo ir hacia la parte trasera del castillo y
bajar por los acantilados.”
Elyne frunció el ceño.
“No hay un camino de bajada. Los acantilados son demasiado
empinados. Se romperá el cuello.
“Nay, yo…” Se volvió hacia ella y su voz se apagó. “Aye, tiene razón.
No podemos ir en esa dirección.
Elyne estudió a Tavish, el calor del sol en sus mejillas en contraste con
el mortal juego que estaba desarrollándose ante ella.
“No deseaba llevarme.”
“Podría resultar herida.”
“Entonces vaya. Advierta a mi hermano si puede conseguirlo.”
Tavish sacudió cabeza. “No puedo abandonarla.”
“Debe hacer lo que sea necesario para advertir al castillo.”
“No puedo dejarle aquí sola cuando no hay manera de volver.” Tavish
sacudió la cabeza, sus ojos solemnes.
“La vida de muchas personas está en juego. Puedo estar sola durante un
tiempo. Además, tengo a Fred para que me haga compañía.”
“Es un pájaro encantador, seguro, pero le garantizo que es solo cuestión
de tiempo que un escuadrón de soldados se acerque a investigar. No puedo
dejarla sola.
Una vez más, una determinación de acero se reflejaba en los ojos de
Tavish y Elyne supo que él no iba a dar marcha atrás. Nunca la dejaría sola
mientras el peligro se acercaba.
“Pero tenemos que hacer algo. Debemos advertirles antes que el
enemigo esté tirando la puerta abajo. La gente deben ser llevada al interior del
castillo.”
Ella también debería estar en el interior. Hizo a un lado la idea de lo
que haría David cuando no pudiera encontrarla.
“De acuerdo. Debemos advertirles, pero, ¿cómo? Nos han cortado la
retirada. La única manera de ir sería, o pasando a través de ellos o volando
sobre ellos.
“¡Fred!” Elyne pasó la mano por el sedoso plumaje de Fred.” Él puede
entregar un mensaje antes de que cualquier soldado pueda poner un pie en el
valle.
“¡Sí, eso es perfecto!” La sonrisa volvió a aparecer en su rostro.
“Pero necesitamos algo con lo que escribir.”
“Déjeme ver qué tenemos por aquí” Tavish bajó corriendo las
circulares escaleras de piedra con Elyne justo detrás de él. Corrió por el salón
principal hasta el patio, donde estaba atado su caballo. Buscó en su alforja y
sacó un pequeño libro.
“¿Lleva un libro con usted?” Elyne estaba atónita. Realmente atónita.
“Aye. Este era el libro de oraciones de mi madre. Es pequeño, no tiene
las ilustraciones que se encuentran en una obra más grande. Descubrí que
disfruto leyéndolo cada vez que puedo. Estoy tratando de aprender latín por
mí cuenta. Si consigo llegar a la universidad, me será útil.”
“¿Iba en serio lo de la universidad?” No debería haber expresado su
incredulidad con tanta facilidad, pero no pudo dejar de sorprenderse de que el
hombre al que había visto la noche anterior saltando con un grupo de
juerguistas borrachos, tenía verdadera inclinación hacia el mundo académico.
“Aye. Si dejan entrar al tonto del pueblo,” dijo con un tono irónico.
“No lo decía como un insulto.”
Afortunadamente, no siguieron hablando de ello, ya que tenían otras
preocupaciones más apremiantes.
“Aquí está, podemos usar esto.” Sacó una página de pergamino en
blanco de la parte posterior del libro.
Como tinta, hicieron una mezcla espesa con acebo y el carbón que
encontraron en la chimenea. Elyne afiló un palo con su cuchillo para formar
una tosca pluma.
“¿Le gustaría escribirlo?” preguntó ella. Tavish negó con la cabeza.
“No, estoy seguro que tiene una letra más ordenada. Mis letras tienen
tendencia a tambalearse incluso con una pluma ordinaria.
Elyne escribió la misiva tan rápidamente como pudo, advirtiendo a su
hermano de la llegada de los ingleses y diciéndole dónde estaban atrapados
Tavish y ella. Se detuvo un momento para considerar cómo podría ser
recibido el mensaje, podría ser que no muy bien, y se preguntó si debía ofrecer
alguna excusa o motivo. Al final, por respeto al tiempo y al espacio en la
página, mantuvo sólo lo escrito. Se enfrentaría a las consecuencias más tarde.
Con algo de hilo que sacó del dobladillo de su falda, adjuntó la nota a
una de las patas de Winifred, esperando que alguien la encontrara rápidamente
y se la llevara a David. “Bueno, vamos a ver lo que puedes hacer.” Elyne
retiro la capucha de su halcón y le permitió alzar vuelo.
“¿Dijo usted que regresa a los establos?” ―preguntó Tavish, siguiendo
el vuelo del ave.
“Aye.”
El ave voló en círculos, bajó rápidamente hacia el suelo para elevarse
nuevamente con esfuerzo; llevaba un conejo en sus garras.
“¡Mire, le dije que era un buen cazador!” exclamó Elyne.
El pájaro dejó caer la presa muerta a sus pies y remonto el vuelo de
nuevo, dio vueltas dos veces y voló sobre el bosque en dirección a Alnsworth.
“Parece que va en la dirección correcta. ¡Esto podría funcionar!” Tavish
le dio un empujón a su hombro con el suyo, de manera amigable, pero el
repentino contacto envió escalofríos hasta el centro de su ser.
Peligroso. Él era un hombre peligroso. No debería estar cerca de él.
“Hemos hecho lo que hemos podido. No hay mucho más que hacer,
salvo jugar al lord y lady del castillo hasta que nuestros vecinos ingleses se
vayan.” Cogió la cena proporcionada por Fred y le ofreció a Elyne su brazo
libre. “Milady.”
Ella tomó su brazo y volvió a entrar en el gran salón como si estuviera
siendo escoltada a un banquete. Estaban atrapados en este castillo.
Solos.
Juntos.
Más escalofríos se deslizaron por su columna.
Cinco
Elyne tenía razón. El techo no aguantaría la lluvia. El hermoso sol de la
mañana dio paso a nubes bajas por la tarde y a la lluvia por la noche; ella y
Tavish debatieron si debían o no encender un fuego, pero la negra oscuridad y
el repiqueteo constante de la lluvia, hizo que la posibilidad de que los
distantes soldados ingleses vieran el humo fuera improbable. Además, el frío
y las preocupaciones prácticas sobre cómo cocinar el conejo, ahogaron
cualquier otra preocupación.
Afortunadamente, Tavish había anticipado una aventura y había llegado
más preparado. Encendió un fuego en la habitación más seca que pudo
encontrar en la torre. Elyne esperaba que la chimenea resultara sólida, y por
una vez, tuvieron suerte.
Tavish desolló rápidamente el conejo y Elyne se hizo cargo de la
cocción; él busco restos de artículos útiles en el castillo. Mientras Elyne se
mantuviera ocupada, podía dejar a un lado sus circunstancias actuales y
concentrarse en la tarea en cuestión. Creó un eje para asar la carne y lo colocó
sobre el fuego, girándolo en el momento oportuno para mejorar el sabor y
cocinar el conejo sin dejar que el exterior se quemase. Se necesitaba algo de
habilidad y era ella competente en eso.
Cuando Tavish regresó a la habitación de la torre, con un gran
cabecero, la realidad de su situación se hizo evidente inevitablemente. “¿Qué
es eso?” balbuceó Elyne.
“Un cabecero. Está agrietado por aquí, así que lo dejaron atrás, pero
puede ser útil. He encontrado algunas piezas de otra cama que podemos poner
juntas.” Tavish arrastró otra gran pieza de madera pulida y le dedicó una
sonrisa de satisfacción, como si ella debiera estar satisfecha por su ingenio.
Elyne sólo escuchó la palabra “cama” y “juntas”. Su boca se secó y sus
palmas comenzaron a sudar. Genial.
“Dudo que necesitemos todo esto,” dijo Elyne débilmente.
“Debemos dormir en alguna parte. Y quizás disfrutar de nuestra
comodidad mientras podamos.
“¿Nuestra comodidad?” Elyne tragó saliva convulsivamente. ¿Cuándo
se había puesto tan caliente la habitación?
“Aye, sé lo que está pensando.” Tavish le lanzó una astuta mirada.
¡Oh, no, no podía saberlo!, ¿verdad? "No estoy pensando nada.”
“No traje un colchón. Necesitará algo de esfuerzo, pero he encontrado
algunas telas de colchones que no están muy mal. La paja había sido retirada,
gracias a Dios, o se habrían arruinado. Había cortado un manojo de hierbas y
de brezo para los caballos antes de que empezara a llover, así que rellené las
telas con él. Creo que servirá.”
Tavish arrojó el colchón relleno sobre la cama tallada y le dio otra
amplia sonrisa, a la espera de su respuesta.
Elyne no dijo nada, pero se quedó mirando el colchón. El colchón. El
lugar donde personas dormían. En la cama. Juntos.
“No es un relleno de colchón adecuado, lo admito, pero…” La sonrisa
de Tavish comenzó a desvanecerse.
“Aye, está bien… ¿Cómo…?” El inarticulado comentario de Elyne
sobre la situación pareció llenarlo de alarma.
“¡Cuidado!” exclamó Tavish y la empujó más allá de la chimenea.
Agarró el cuchillo de su cinturón, apuñaló al conejo y lo levantó para apagar
las llamas.
El desastre de la cena conmocionó a Elyne, haciéndola reaccionar.
“Oh, lo siento mucho.”
“Es culpa mía. La distraje.”
“Oh, seguramente está arruinado.”
“No, me gusta la carne bien hecha.”
A menos que le gustase la carne chamuscada, Tavish Grant estaba
intentando ser amable. De nuevo. Afortunadamente, algunas partes de la cena
quedaron comestibles, y Tavish cortó la comida en pedazos con su cuchillo. El
cuchillo era bonito, con una hoja de acero y un mango decorado con plata y
oro.
“Tiene un buen cuchillo.” comentó Elyne, deseando cambiar de tema.
“Me lo regalaron mis padres hace muchos años.
Se sentaron a comer en un banco que Tavish había traído de la gran
sala. No estaba lo bastante equilibrado, o tal vez el suelo estaba torcido, así
que cada vez que alguno de los dos se movía, el banco se inclinaba en una
dirección y luego en la otra, como el balancín de un niño.
“Puedo ver por qué dejaron atrás este banco,” se quejó Elyne. Pum.
―Nunca me divertí tanto en una comida.” Tavish se rio. “Cuando tenga
un hogar propio, cortaré las patas de los bancos una más corta que la otra, para
que todos mis invitados puedan disfrutar de ello.
Pum .
“¿Está siempre de tan buen humor?” le acusó Elyne.
“¿Esta disgustada por la comida?”
“¿La comida? ¿Cómo puede hablar de comida o de dormir en un
momento así?” Elyne se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro de
la habitación, más pequeña ahora con la incorporación de una gran pieza de
mobiliario. Una cama grande para ser exactos. “Estamos atrapados aquí,
esperando a que los ingleses nos apresen, mientras que el resto de mi familia
está bajo asedio.” Elyne se apartó los mechones de cabello de la cara y
rápidamente se secó los ojos. “O bien se morirán de hambre o llegará una
batalla. Quién sabe a cuántos de mi familia perderé. Tal vez no le preocupe,
pero tan pronto como vi a esos soldados, supe que todo esto sólo
podía terminar en muerte.” La voz de Elyne se quebró, y se abrazó a sí misma
para tratar de controlar sus emociones.
Tavish se levantó y caminó lentamente hacia ella, como cuando no se
quería espantar a un caballo asustado. Fue un acierto.
“Realmente no sabe si alguna de esas cosas sucederá. Quizás el laird
Campbell será capaz de tratar pacíficamente con el capitán inglés.”
Elyne cerró los ojos para contener las lágrimas y sacudió la cabeza. Él
se acercó a ella. Podía sentir el calor de su cuerpo a pesar de que no la tocó.
“Es necesario tener un poco de fe.” Su voz era baja y suave.
“La fe no mantendrá a mis hermanos vivos. La gente muere. Mis
hermanos pueden ser pasados a cuchillo. Y yo no puedo hacer nada al
respecto.” Elyne mantuvo los ojos cerrados y ahogó un sollozo. Una cálida
mano le tocó el hombro, reconfortante y suave.
“La fe no es pretender que las cosas duras no sucedan. La fe es creer
que, en cualquier prueba que nos llegue, no vamos a estar solos.
Elyne abrió los ojos y miró a Tavish. Sus expresivos ojos eran de color
verde avellana, no marrones como había pensado. Su mandíbula era fuerte,
pero sus labios eran del color del vino y parecían suaves.
Él estaba cerca, demasiado cerca. Y maldita fuera si ella no quería estar
aún más cerca. “Mi hermana me dio un consejo similar, que tuviera fe.
“Es más fácil dar consejos que aceptarlos.
Elyne asintió. “Todavía me gustaría poder hacer algo para mantenerlos
a salvo.” De forma involuntaria, se inclinó más cerca de Tavish. Él puso sus
brazos alrededor de ella y ella apoyó la mejilla en su pecho.
“Seguro que su hermano está pensando lo mismo de usted. Confío en
que sepa que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que vuelva a él
sana y salva. Espero que eso le dé tranquilidad. Y es un consuelo que su
hermano sea un hombre sabio. Tiene a muchos clanes con él. Y los ingleses
serían malditamente tontos para cruzar sus fuerzas con tanta gente.
Una sonrisa apareció espontáneamente en el rostro de Elyne.
“Supongo que tiene razón.
Tavish le dio un apretón y luego la soltó, sosteniendo sus hombros con
el brazo extendido y regalándole otra de sus fáciles sonrisas.
“¿Razón? Claro que tengo razón. Los Campbell son conocidos en todas
partes por su habilidad en el manejo de la espada, por no mencionar el arco y
la lanza. Los Grants tienen su propia reputación. La respiración de Grigor, por
sí sola, podría asustar a un pelotón de soldados ingleses y llevarlos a
esconderse detrás de sus madres.
Grigor. Ah, sí, él. Bueno saber que su aliento era fétido.
Elyne le dedicó a Tavish una sonrisa, una que esperaba que le
trasmitiese que había recuperado la compostura, y que debía regresar a su
lugar. Pum.
Tavish sentó a su lado delante el fuego. Pum.
Elyne se aclaró la garganta. Debía focalizar sus pensamientos en algo
productivo, no en el temor que roía sus entrañas, y ciertamente no en la
sensación de extraño hormigueo que brotaba de los dedos de sus pies cuando
Tavish la tocaba o estaba cerca de ella, o simplemente miraba en su dirección.
“Cuénteme algo más acerca de mi destino.” Elyne cruzó las manos
cuidadosamente en su regazo y trató de desviar la conversación hacia aguas
más seguras. “Lamento oír que no apruebe lo del aliento.”
“¡Oh!” Tavish se dio una palmada en la frente. “Siempre digo mal las
cosas. Nay, muchacha, sólo estaba tratando de conseguir sacarle una sonrisa.
Grigor es un buen muchacho, incluso si apenas puedo enumerar sus virtudes
aunque seamos primos. Mi lugar en esta tierra, me temo, es mantener humilde
al hombre y traer algo de ligereza a su monótona existencia.
“¿Así que Grigor es de naturaleza seria?”
“Sí, y eso es sólo decir la mitad. Puede encontrar una falla en el ala de
una mosca a veinte pasos. Tiene un verdadero don para encontrar la
imperfección.
Por lo poco que Elyne sabía de él, sólo podía estar de acuerdo con la
evaluación de Tavish. Grigor encontraba fácilmente el lado negativo de la
vida. Qué bueno para ella.
“Tal vez tener esposa pueda cambiarlo. Tavish comenzó a negar con la
cabeza, pero se contuvo con una sonrisa culpable. “Aye, estoy seguro de que
lo hará.
“¿Sus padres están vivos?”
“Su padre lo está. Grigor está destinado a convertirse en el gobernador
de Inverness detrás de él. Su madre falleció al traerlo a este mundo.
“Pobrecito, se crio sin una madre. Quizás el toque de una mujer le
traerá algo de la felicidad que tanto necesita.
“Ya, bien, puede ser.” Tavish se frotó la parte posterior del cuello de
manera reflexiva. “El asunto es que el laird Grants se volvió a casar, y la
segunda mujer de Grant crió a Grigor. Aunque no estoy seguro de que ella
tuviera mucho de lo que se llama el tacto de una dama
“¿Ella no cuido al muchacho?”
“Oh, cuidó de él de forma horrible. Cuido demasiado de él, se lo
aseguro. Ella es lo que usted podría llamar…” Tavish se detuvo y miró a las
vigas del techo hasta que la pausa se alargó.
“No sabe qué palabra debe usar, ¿no?
“Oh, sé la palabra, pero no estoy seguro de que pueda decirla en su
presencia.
“¿Tan malo fue?” Elyne se cubrió la boca con la mano, con fingido
horror.
“Peor. Pero ella manejaba la casa principal. Cada cosa en su lugar y
todo el horario previsto. Ni siquiera un ratón se atrevería a desafiarla pisando
su umbral.
“Tal vez con una nueva señora, la casa será más hogareña y Grigor
podrá relajarse y sentirse más cómodo,” sugirió Elyne, a pesar de que estaba
empezando a no tener mucha esperanza.
―Tal vez, pero lo dudo. Grigor es una persona a la que le gustan las
cosas organizadas y el mazo bien apretado.
Elyne suspiró. Sus intentos de convertir a Grigor en algo que no fuese
una bestia de mal genio, habían fracasado. Y ahora tenía una suegra
notoriamente controladora con la que lidiar también. El asunto iba siendo
mejor y mejor.
“Gracias por la información,” comentó Elyne en tono plano. “¿Tiene su
primo otros hábitos notables? ¿Alimenta a los lobos con los niños que se
portan mal o mantiene serpientes venenosas como mascotas?”
Tavish rio. “Vamos, no soy la mejor persona a la que preguntar acerca
de mi primo. Solía ser mejor que yo en todos los deportes, en todos los
concursos en los que he participado, así que debo estar desesperadamente
celoso de él. Es un hermoso ejemplar de hombre, milady, me veo obligado a
admitirlo.
“Una buena admisión. Se le agradezco.
“Él no es un hombre malo. Sólo difícil.” Los ojos de Tavish habían
perdido su alegría. Le estaba diciendo la verdad. ¿Era una advertencia?
“Comieron más conejo en silencio y compartieron la barrica de cerveza
de Tavish. Fue una suerte que estuviera más preparado que ella. Había traído
pan y queso, pero de mutuo acuerdo, lo guardaron para la mañana.
Elyne alargaba la comida, sin saber cómo proceder. La cama se cernía
amenazadoramente sobre la sala; su cabecera ricamente tallada, con la grieta,
se burlaba de ella. ¿Qué iba a ser lo próximo? ¿Dormir juntos? Es decir, ¿uno
junto al otro? En la cama. La cama grande. Ella y Tavish. Ella y Tavish en la
cama grande.
“¡En fin!” Elyne se puso de pie para despejarse la cabeza. “Veamos.”
Fuera estaba oscuro, la única luz venía de la chimenea. Las llamas anaranjadas
bailaban, dibujando sombras en las paredes y la cama. “Muy bien.”
“Aye, muchacha, seguro que sí. Conseguirá dormir algo.
“¿Dormir? Oh no, estoy demasiado despierta para dormir.” Su cuerpo
traidor decidió hacer un inoportuno bostezo en ese momento.
“Aye, se la ve como un ejemplo de actividad. Vamos, arrastré estas
cosas por todas esas escaleras. Por lo menos tenga la cortesía de probarlo.
Quiero saber si es cómodo.
“No, no puedo.” murmuró Elyne, alejándose de la monstruosa
tentación.
“Bien, déjeme ver.” Tavish, cautelosamente, se tumbó en la cama. “Es
agradable Huele bien. Aún no se ha roto. Veamos qué pasa con los dos.”
Acarició la cama a su lado y ella se acercó, incapaz de resistirse a la orden.
Poco a poco se sentó en la cama y luego, con un movimiento audaz, se
tendió a su lado.
“Tavish, es agradable, encantador…”Pero, ¿cómo decirle que no podía
dormir con él? Se volvió muy lentamente, y aspiró su cálido aroma. Olía a aire
libre y fresco, a humo de madera, y a hombre puro. Respiró de
nuevo. “Muy encantador,” repitió.
“Aye.” Se volvió hacia ella, los rostros muy cerca uno del otro. “Muy
agradable, desde luego.” Él se movió ligeramente hacia ella. Ella le
correspondió. Si estaban más cerca, sus labios se tocarían. “Oh, tengo que
levantarme antes de dormir.” Tavish salió de la cama de un salto.
“¿A dónde va?
“A montar guardia. Por supuesto, no podemos dormir al mismo
tiempo.”
“Naturalmente,” dijo ella, aunque no había pensado en ello con
anterioridad. Se llenó de alivio tanto como sintió mucho de decepción.
“¿Cuándo desea que tome el relevo durante la noche?”
“Nay, ¡permanezca aquí!” Su voz era más fuerte de lo que
acostumbraba ser. Su sonrisa lo había abandonado.
“Si eso es lo que desea…” dijo Elyne lentamente, tratando de discernir
la causa de su repentino cambio de comportamiento.
“Lo hago. Es decir, lo deseo. Que permanezca aquí.” Salió de la
habitación como si ella pudiera morderlo. “Quédese aquí.” Buscó a tientas el
pestillo de la puerta y salió rápidamente, cerrando la puerta detrás de él.
Extraño. ¿Por qué tenía tanta prisa para salir?
Seis
Tavish corrió a la parte superior de la torre, disfrutando de la lluvia fría
que le sirvió de reconstituyente. Casi la había besado. ¡Casi la había besado a
ella! ¿En qué había estado pensado? Necesitaba recobrar la compostura.
Siempre había vivido a la sombra de Grigor, al menos según el baremo
de algunos de su clan. Eran de la misma edad, pero Grigor podía correr más
rápido, disparar más lejos, levantar más peso y ganarle con una espada.
También dominaba con fluidez el latín, podía tocar la lira y recitar poesía si
quería. Pero nunca, nunca había envidiado al hombre hasta este momento.
Grigor había sido criado por una loba feroz con los estándares más
exigentes. Le habían dado los mejores tutores, el mejor equipo, y se esperaba
lo mejor de él. Muchos chicos jóvenes se derrumbarían bajo tal presión, pero
Grigor habían sobrevivido. La crítica constante sólo lo llevó a esforzarse
mucho más.
Tavish, por el contrario, había sido criado por unos padres que
disfrutaban más de una buena risa que de practicar la esgrima. Ellos le
proporcionaron los fundamentos de una educación, y más allá de eso, lo
dejaron construir fortalezas en los árboles y represas en el río, hasta que los
pequeños agricultores se quejaron y tuvo que dejar que el río fluyera de
nuevo. Lo dejaron explorar diferentes intereses, aunque, a los ojos de muchos
de su clan, estaba por debajo de su categoría, como sobrino del laird, el estar
siguiendo al herrero por todo el pueblo.
Elyne era una muchacha dulce, con un corazón bueno, tal vez
demasiado amable para los gustos de Grigor Grant. Tavish no podía
imaginarla como la amante del dueño del castillo. Lady Grant se la comería
para el desayuno. Lo reconsideró un momento, recordando cómo se había
enfrentado a Grigor en su primera reunión. Tavish sonrió ante el recuerdo, a
pesar de que la lluvia caía aun con más fuerza sobre él.
Elyne era una Campbell. Era capaz y fuerte. Se mantendría firme y le
iría bien. O bastante bien. ¿Pero iba a ser feliz? Desechó la idea. Su felicidad
no era una preocupación suya. Él le había dicho cómo era. Ella podría decidir
por sí misma.
Había algunas cosas que nunca haría, e interferir en los planes de boda
de Grigor era una de ellos. Casarse con una Campbell era una buena alianza
para los Grant. Todo lo demás era irrelevante.
Tal vez si se lo decía a sí mismo suficientes veces, se lo creería.
Echó un vistazo a los alrededores, buscando señales de cualquier inglés
acercándose. Si tenían algo de sentido común, estarían felices durmiendo en
sus tiendas, y no vagando por el bosque mojándose hasta los huesos. Además,
¿qué podría él hacer si llegaban a la puerta, aparte de agarrar a Elyne y salir
fuera por la puerta del aljibe? La puerta delantera apenas la pudo asegurar.
Tavish se frotó las manos mojadas para quitarse algo de frío. No tenía
poder para prevenir algunas cosas, pero otras se podían arreglar.

***

Elyne despertó con el sol. A pesar de las románticas ideas de que se iba
a acostar y dar vueltas toda la noche, había dormido sorprendentemente bien.
Su capa la había mantenido caliente, la lavanda del colchón la había relajado,
y la cama era sorprendentemente cómoda. Tavish lo había hecho bien. Se puso
de pie, se sacudió las faldas, y fue a buscarlo.
Tavish no se encontraba en ninguna de las habitaciones de la torre ni en
la sala principal, por lo que salió al patio. Un gran aparato de metal en la
puerta fue lo primero que notó. Lo segundo fue un sonido breve y metálico,
metal sobre metal, proveniente de una de las dependencias. Al doblar la
esquina, observó que el humo se elevaba de la chimenea.
“¡Tavish!” Entró corriendo y se detuvo, la boca abierta. Tavish Grant
estaba de pie, sin camisa, ante un yunque de herrero, martillando sobre una
pieza de hierro al rojo vivo. Su liso pecho estaba cubierto de hollín negro, que
sólo servía para acentuar los músculos que ondulaban bajo su piel. Se le veía
(y dio un buen vistazo) duro y fuerte por todas partes, sus músculos
ondulantes como colinas de granito. Era francamente el hombre más hermoso,
y más sucio que hubiera visto jamás.
Abrió la boca para respirar en la caliente herrería. Él movió el martillo
una vez más y la miró con una sonrisa.
―Buena mañana para usted, lady Elyne.
"¿Tavish? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué pasa con el humo? Pueden verlo
a kilómetros de distancia.”
“Aye, creo que pueden, pero se me ocurrió un buen plan anoche, y en
algún momento, entre congelarme los dedos o las pelotas, con perdón por
decirlo, la puesta en marcha de la fragua parecía una buena idea. Venga a ver.
Elyne siguió al hombre sin camisa fuera de la herrería hasta el patio. A
decir verdad, lo habría seguido por un precipicio si se lo pidiera.
“Creé soportes para la puerta y coloqué una de las vigas que encontré
tumbada formando una tranca. Eso debe mantenerlos fuera el tiempo
suficiente para que nosotros nos dirijamos a la parte posterior en cuanto
aparezcan.
“Pero, ¿el humo los atraerá hasta aquí?”
“Aye, es lo más probable, pero el soporte de la puerta es sólo una parte
del plan. También encontré una vieja falda negra escocesa, mohosa y dada de
sí, pero que todavía nos servirá para nuestros propósitos.
“¿Y qué uso puede tener?”
“¡Nos hemos contagiado de viruela!” Tavish sonrió, claramente
orgulloso de su plan.
“¿Es una broma?”
“Sí, para el inglés. Cubrí la puerta con un paño negro. Cuando el inglés
llegue, les diremos que hemos puesto en cuarentena el castillo debido a la
viruela. O tal vez hablaremos de la Gran Plaga.”
“Ah, ya veo.” Elyne le devolvió la sonrisa―. Deberán correr hacia las
colinas para distanciarse de nosotros.
“Aye, ese es el plan.
“Es un buen plan.”
“¿De verdad? Me complace que tenga su aprobación.” Sus ojos
brillaban y su sonrisa se suavizó. Un momento después se dio la vuelta. “Debo
volver al trabajo. Hay mucho que hacer. Dejé un poco de pan en la mesa por si
se siente inclinada a comer algo.”
Tavish se volvió y desapareció en la herrería, donde pronto una serie de
golpes se oyó en el patio. Elyne caminó lentamente de regreso a la habitación
de la torre. En el banquillo, notó el pan, y arrancó un pedazo pequeño, y lo
ayudar a bajar con cerveza. Debían conservar los alimentos, ya que no sabían
cuánto tiempo se quedarían en el castillo.
Tavish tenía un buen plan para mantener a los ingleses fuera, pero no
ponía comida en la mesa. Ese sería su trabajo.
Volviendo al exterior, Elyne podía oír golpes y gruñidos. No estaba
segura de si Tavish estaba trabajando o luchando con el pedazo de hierro.
Teniendo siete hermanos, sabiamente decidió darle su espacio.
Decidió, a cambio, explorar los terrenos del castillo y caminó en
dirección opuesta, hacia la parte trasera del castillo. Allí encontró su objetivo,
los restos de un jardín. Era demasiado grande y salvaje, pero cortó algunos de
los arbustos más virulentos con su cuchillo buscando comida. Le llevó algún
tiempo arrancar las malas hierbas y cortar ramas, pero al final sus esfuerzos
fueron recompensados con moras, bayas del saúco, avellanas, y col rizada
silvestre. Los puso a un lado y se subió a un gran árbol de cerezo en flor,
tratando de encontrar alguna fruta que hubiese madurado temprano.
Cuando terminó, reunió toda la comida en su falda y fue a buscar a
Tavish para mostrarle el fruto de su tarea. Los golpes se había detenido, y
cuando pasó por el taller de herrería, él no estaba allí.
Vio un trozo de tela roja al final de la línea de edificaciones, pero
cuando dio la vuelta a la esquina, lo único que encontró fue la gran tela
escocesa colgada un poste. Era el tartán de Tavish. Su ropa… en el poste. Oyó
otras salpicaduras y caminó con cautela hasta el final del edificio. El sonido
llegaba desde más allá de la esquina, detrás del edificio.
Miró hacia atrás, el tartán de Tavish todavía estaba en el poste. La
última vez que lo vio, había sido la única ropa que llevaba puesta. Dada la
cantidad de hollín que lo cubría, supuso que se estaba dando un buen lavado.
Es bueno hacerlo, eso de bañarse está bien. Lo aprobó. Se acercó más.
Espera, ¿Qué estaba haciendo? Él había encontrado un escondido lugar
para bañarse y debía dejarlo solo para que lo hiciera en paz. No podía invadir
su privacidad. Se acercó más. No, iba a dar la vuelta. Su pie dio otro paso
más. Ahora, ahora era cuando iba a darse la vuelta. Su otro pie,
completamente a su propia voluntad, dio un paso más, y se asomó por la
esquina.
Fue recibida con la maravillosa vista de Tavish Grant, en toda su gloria
desnuda, quitándose la suciedad con el agua de un cubo. Afortunadamente, su
espalda estaba hacia ella, lo que le permitió la posibilidad de mirarlo
boquiabierta tranquilamente. El agua fluía como riachuelos por su musculosa
espalda hasta su esbelta cintura y hacia más debajo. Oh, sí, hacia abajo. Se
maravilló de sus hermosos, apretados…
“Oh, por todas las estrellas,” susurró. Y las vio, las estrellas.
Él tomó el cubo y se lo tiró por encima de la cabeza, el agua corriendo,
acariciando su cuerpo desnudo. Sacudió la cabeza, arrojando agua en todas
direcciones, y una gota la golpeó en la cara.
“¡Oh!” exclamó.
Él se dio la vuelta, pero ella se agachó detrás del edificio antes de que
pudiera verla y se echó a correr, sus manos temblando apenas siendo capaz de
contener su falda, que sostenía la fruta. Volvió corriendo alrededor de los
edificios, más allá de la herrería, hacia el gran corredor, y no se detuvo hasta
que llegó sin aliento a la habitación de la torre, con mucha menos fruta que
mostrar de su excursión que cuando empezó la carrera.
Varios minutos de agonía después, oyó pasos subiendo las escaleras.
Agarró una avellana y se centró en abrirla con el filo de la navaja. Estaba de
espaldas a la puerta y nada podría persuadirla para que se diera la vuelta.
“Buen día para usted,” dijo Tavish.
“Lo mismo para usted,” respondió Elyne sin levantar la vista.
Él dio un paso más cerca, pero aun así no lo miraba. Había visto
suficiente, más que suficiente, para su vergüenza.
“Veo que ha estado ocupada,” comentó Tavish.
“Aye. He encontrado comida para nosotros. Es comida sencilla, pero no
moriremos de hambre. “Agradecía mantener la conversación sobre la
búsqueda de alimentos. Nada inapropiado surgiría jamás de una conversación
sobre la col rizada.
“Espero que haya disfrutado hoy.” Su voz era sedosa.
El calor subió precipitadamente hasta su cuello. ¿La había visto? “Aye,
he estado en el jardín. He encontrado algo de comida,” señaló la col rizada.
“Ya veo.” Él puso un puñado de bayas, nueces y col rizada en el banco ,
junto a ella. “He seguido el rastro que tan amablemente me ha dejado.”
Siete
Así que lo había espiado mientras se lavaba. Pudo haber sido un
accidente. Aunque no podía comprender cómo pudo obviar el gran tartán que
estaba allí tirado indicándole que no debía seguir adelante, o por qué había
dado la vuelta a todo el edificio. Sin embargo, había ido a buscar comida, así
que realmente pudo haber sido un error.
Sólo había una cosa que quería saber. ¿Le gustó lo que vio?
Tavish sacudió la cabeza y volvió a su trabajo de crear centinelas. Si su
artimaña era hacer que el castillo pareciera habitado, pero en mal estado,
necesitaban centinelas. Puso un trozo de tela áspera que encontró sobre las
hierbas, un casco como cabeza y una lanza a su lado. El centinela falso
montaría guardia en las almenas muy por encima de la vista de cualquiera que
fuera a visitarlos, y, con suerte, los engañaría para que los dejaran solos a
Elyne y a él.
Solos, pero juntos.
Se negó a la idea, moviendo la cabeza y volvió a trabajar. Tenía que
tener la mente despejada, algo que era todo un reto, ya que había estado
despierto toda la noche. Tenía que terminar el trabajo, pero anhelaba dormir.
En una cama. Una cama con…
¡El trabajo! Debía enfocarse en el trabajo.
“¿Qué está haciendo?” Elyne se acercó a las almenas. Su vestido de
seda verde caía y bailaba, atrapado por el viento. A veces, el viento soplaba en
su contra, revelando la forma de sus piernas bien torneadas. A veces capturaba
el dobladillo bordado y entonces podía visualizar su tobillo.
“Centinelas.” Se concentró en su trabajo. No debería desear que el
viento soplara para que le levantara más la falda. No, no pensaría en eso. Ni
una sola vez.
“¿Creé que engañará a los ingleses?” preguntó, insegura.
“Eso espero. Recuerde que solo verán la silueta.”
“¿Encontró todas estas armas?” Señaló una pila de armas, había de
todo, desde espadas y lanzas hasta arcos.
“Encontré algunas cosas, la mayoría rotas. Las reparé con lo que pude e
hice algunas nuevas con los desechos de metal que encontré en la herrería.”
“Es un hombre muy útil.
El elogió hizo que se le encogiera el estómago de felicidad. “Gracias.”
Ella se dio la vuelta, hacia el valle abierto y el bosque que estaba frente
de ella.
“Quiero disculparme por haber invadido su privacidad. No tenía
derecho, y si hay algo que pueda hacer para enmendar mi error, por favor,
hágamelo saber.” Habló muy rápido, sonrojándose.
“Quizás pueda hacer lo recíproco y quedaríamos empatados.” Las
palabras escaparon de sus labios antes de que pudiera atraparlas y volverlas a
meter en su boca.
Ella se giró para mirarlo, con sus ojos azules bien abiertos. “¿Qué
quiere que haga qué?”
“¡Nada! Nay, estaba bromeando. Una broma muy mala. Parece que va a
llover.” De repente tuvo la compulsión de golpearse la cabeza contra las
piedras de la almena.
Ella miró lo que estaba mirando él, las nubes oscuras en el horizonte.
“Aye, parece que tendremos un tiempo duro sobre nuestras cabezas.

***

Sonó un trueno por encima de ellos y Elyne se estremeció


inconscientemente. Podía aceptar que la lluvia era un hecho necesario para la
vida, pero por qué las nubes tenían que pelearse tan fuertemente, eso no podía
comprenderlo. Comió otro bocado de la cena que había preparado, un racimo
de bayas y nueces servidas en una hoja grande de col, verde y brillante.
Fue una buena cena, considerando que la encontró en los jardines
abandonados. Tavish había trabajado todo el día hasta que los centinelas
quedaron listos y la lluvia comenzó. Ahora la lluvia se había convertido en
una tormenta constante, y las gotas se habían convertido en pequeños arroyos
en la torre. Habían puesto baldes, ollas, y todo lo que pudieron encontrar para
recoger el agua. La habitación estaba llena del acompañamiento musical del
goteo del agua cayendo en vasijas de cerámica rota.
Tavish comió con ganas, y después descansó ante el fuego, con el ceño
fruncido.
“¿Durmió algo anoche?” preguntó Elyne.
Él negó, moviendo la cabeza.
“Nay, tenía mucho que hacer. No puedo dormir cuando tengo trabajo.”
Ahogó un bostezo.
“Vamos entonces, debe dormir antes de que se desmaye. Yo puedo
hacer guardia.”
“Nay, el tiempo no es adecuado para nadie. Si sale fuera, corre el riesgo
de ahogarse. Dudo que tengamos visitantes esta noche.”
“Ambos debemos dormir un poco.” A Elyne se le aceleró el pulso.
“Dormir sería bueno,” admitió Tavish.
Elyne le ayudó a llegar a la gran cama. Él negó, sacudiendo la cabeza.
“Nay, dormiré en el banco. Usted también debe dormir.
Elyne lo ignoró y siguió llevándolo a la cama.
“Puedo dormir en un banco. Puedo dormir en casi cualquier sitio.”
Tenía los ojos cerrados cuando lo dijo, y con solo un empujón logró que se
sentara en la cama. Con algo de ayuda, se quitó las botas, y con otro empujón
quedó tendido de espaldas. Respiraba lenta y rítmicamente, profundamente
dormido.
Elyne se envolvió en su capa y se dirigió de nuevo hacia el banco. Él se
había quedado despierto toda la noche trabajando para protegerla; lo menos
que podía hacer era dormir en el banco. Se sentó. Pum. Se recostó en el banco
y se movió de una pata a la otra. Pum. Se puso de lado. Pum. El movimiento
la sacudió y ella se agitó tratando de no caerse del banco. Pum. Pum. Pum.
“¡Ay!” Aterrizó sobre su trasero en el suelo. Esto no iba a ser fácil. A
menos que pudiera mantener el equilibrio sobre las dos patas del banco, iba a
ser una noche muy larga. Su mirada se desplazó a Tavish Grant durmiendo
feliz en la cama. Estaba dormido. La cama era grande. Nunca sabría que…
Elyne caminó hacia el otro lado de la cama y se acostó muy lejos de él,
o al menos lo intentó. Con él en la cama, el colchón se había inclinado
bastante y ella salió rodando hasta él. Suspiró y se rindió. Esta noche no había
manera de escapar de su compañía. Se acurrucó junto a él, de espaldas contra
su costado cálido. Sonó un trueno sobre su cabeza, sacudiendo la torre. Saltó y
se preguntó por un momento si la propia torre había recibido el impacto.
“No se preocupe,” murmuró Tavish, y rodó hacia ella, abrazándola,
acercándola. Se volvió a oír su respiración acompasada, prueba de que estaba
dormido.
Se dejó hundir de nuevo en su calor. Nunca había estado tan cerca de
un hombre, y, a pesar de la novedad de la experiencia, se sentía bien. Allí era
donde pertenecía. Estaba en casa.
Y, sin embargo, éste nunca podría ser el lugar al que pertenecería.
Estaba rodeada de enemigos, acostada en la cama con un hombre que no iba a
ser su marido.
Se acurrucó más cerca de él. A pesar de todo, sabía que estaba a salvo.
Ocho
Elyne se despertó cálida y cómoda. Se relajó y respiró profundamente.
No quería moverse nunca.
“Buena mañana a usted,” retumbó una voz en su almohada.
La cabeza de Elyne se disparó fuera del pecho de Tavish.
“¡Oh!” Estaba enredada, brazos y piernas, con Tavish Grant. No solo
eso, estaba tumbada sobre él como una ramera. “Lo siento muchísimo.” El
calor quemó sus mejillas y trató de desprenderse sin tocarlo más.
“¿Qué es lo que siente?” Sus ojos verdes estaban muy abiertos y
salpicados de plata y azul. Lo único que lamentaba era tener que moverse,
pero eso no era lo que se suponía que debía decir.
“No debería estar tan cerca.”
“Probablemente no. Aunque ambos estamos completamente vestidos,
por lo que dudo que cualquier daño duradero se haya hecho durante la noche.”
Él le dedicó una vacilante sonrisa.
“Aun así, supongo que debemos levantarnos.” Nunca había sido menos
entusiasta sobre cualquier frase que hubiera pronunciado.
“No quiero. Más bien prefiero quedarme aquí con usted.” Sus ojos
estaban abiertos y eran sinceros.
Elyne miró hacia otro lado.
“Pero, ¿y su primo, mi futuro marido?
La habitación estaba en silencio excepto por la caída ocasional de agua
desde el techo a un cubo que estaba debajo.
“Aye,” murmuró Tavish y se levantó de la cama, dejándola expuesta al
aire frío de la mañana.
Elyne lo vio alejarse, con ganas de llamarlo de vuelta y sabiendo que no
debería. Finalmente, se arrastró fuera de la cama y comenzó su rutina de la
mañana. Hubiera sido agradable cambiarse de ropa, pero iba a tener que
conformarse.
Afuera, la lluvia había cesado y el aire era fresco y vigorizante. Tavish
encendió la forja de nuevo y Elyne volvió al trozo de tierra con un
desmesurado crecimiento que una vez fue un jardín de cocina. Dio vengativos
sablazos, derivando la frustración por su situación a arrancar las malas hierbas
y cortar todo lo que veía a través de la maleza. Encontró más coles rizadas y
avellanas. Las bayas de saúco estaban vacías, y su intento de encontrar
algunas cerezas primerizas no tuvo éxito.
Examinó su recolección y reconoció que la generosidad del antiguo
jardín se estaba acabando. El jardín estaba apoyado contra la pared del
castillo, y desde su posición en el árbol, podía ver que había más árboles de
cerezo en el otro lado de la pared, bien cubiertos de flores blancas hinchadas.
Caminando por la pared del fondo, encontró una pequeña puerta de
madera, casi completamente cubierta de enredaderas y musgo. Con un poco
de esfuerzo, empujó la puerta lo suficientemente como para poder pasar por
ella apretadamente, las antiguas bisagras quejándose ruidosamente por ser
obligadas a moverse. La zona estaba tan cubierta de arbustos y ramas que era
difícil continuar avanzando. Se las arregló para pasar, tratando de llegar a uno
de los árboles de cerezo. Llegó al primer cerezo y subió, sabiendo que las
posibilidades de encontrar fruta era escasa, pero todavía atraída por las
hermosas flores.
Después de un tiempo de infructuosa búsqueda, hizo un descanso sobre
el árbol. Las paredes de piedra y granito estaban muy cerca del lado de la
pared trasera del castillo, y los espacios eran tan estrechos que sería imposible
atacar desde este ángulo. Cualquier asalto al castillo tendría que venir por la
parte delantera.
Mirando a través de la maleza, observó algo extraño. Los cerezos
parecían estar plantados en dos líneas rectas. Pensó que las aves habían
transportado semillas de cereza por encima del muro del castillo. Las aves
eran una especie inteligente, pero que consiguieran plantarlas en líneas
paralelas era poco probable. Debió haber habido un carril que ahora estaba
casi completamente cubierto. Emocionada por lo que había encontrado, bajó
para seguir el camino entre los árboles.
“No debe estar aquí sola.” Tavish se puso delante de ella, sus
musculosos brazos cruzados sobre el pecho. Su característica sonrisa
desaparecida de su rostro.
“Aye, pero necesitábamos más comida y no creo que nadie pudiera
pasar con todo este excesivo crecimiento.
“Aun así, debemos ser muy cuidadosos.” Sonaba bastante parecido a su
hermano mayor.
“Además, me di cuenta de que hay dos filas de árboles de cerezo que
conducen a alguna parte. ¿Quiere ver a dónde conduce el rastro?” preguntó
Elyne.
“Está tratando de tentarme para olvide el tema en cuestión.
Teniendo muchos hermanos mayores, Elyne estaba acostumbrada a los
hombres sobreprotectores y sabía que la mejor manera de lidiar con ellos era
dirigir sus pensamientos hacia otro tema.
“El sendero nos lleva por ahí.” Señaló los árboles y se puso a caminar
en esa dirección, más allá del denso follaje. Luchó con él, hasta que Tavish
tomó la iniciativa y avanzó como un toro. El movimiento alteró los árboles,
provocando que cayera una cascada de pétalos de flor de cerezo, duchándolos.
Caminaron una corta distancia hasta los acantilados de detrás del
castillo, donde el denso follaje se despejaba y un pequeño claro se abría a una
pequeña choza. Estaba casi por completo cubierta de arbustos, enredaderas y
flores silvestres. Elyne se acercó y notó que la pequeña casa de campo estaba
en realidad hecha de granito y fue parcialmente excavada en la pared del
acantilado escarpado. El techo, que una vez había sido paja, ahora crecía lleno
de flores silvestres. Todo en la casa era verde, exuberante y acogedor.
“¿Qué es este lugar?” murmuró Elyne.
“Es hermoso.”
“Aye, ¿exploramos el interior?”
La puerta de madera había sido sellada por el crecimiento excesivo del
follaje, pero con un poco de persistencia y algo de músculo, Tavish logró
arrancar la puerta para abrirla. En el interior era fresco y tranquilo.
“Dudo que alguien haya estado aquí en mucho tiempo,” susurró Elyne.
El lugar tenía un ambiente solemne, haciéndola utilizar los modales
destinados a la iglesia.
“Estoy seguro de que tiene razón,” susurro Tavish. “Mire, parece que
parte de la casa fue tallada en los acantilados de granito.” El otro lado de la
casa tenía un techo de piedra en lugar de estar cubierto de paja, y había bancos
tallados en la roca.
“Parece que eso fue utilizado como un banco o una mesa de algún tipo.
“Mire, hay algo escrito.” Tavish se agachó delante del banco de piedra
para examinarlo más a fondo, frotando el polvo para ver más claramente las
palabras talladas en la piedra. “Es latín.”
“¿Qué dice?” preguntó Elyne, agachándose con él.
“Fe.”
“¿Fe?” Elyne comenzó a despejar la tallada oquedad de suciedad, hojas
y escombros. “Mire aquí, hay más escritura.”
“Hay escritura tallada en la piedra.” Tavish limpió la suciedad de las
paredes para revelar más latín sobre la piedra de la parte trasera de la cueva.
“Todos estos versículos hablan de fe.”
“¿Qué era este lugar? Es demasiado pequeño para ser una iglesia o una
capilla. No es más grande que la cabaña de un arrendatario.”
Tavish arrastró el dedo por las palabras talladas.
“Un ermitaño, supongo. Debió haber vivido fuera de los muros del castillo,
pero lo suficientemente cerca como para tener influencia diariamente en la fe
de los habitantes.
“Me gusta. Tiene un ambiente hermoso.”
“Aye.”
“¿Qué dicen los versos?” preguntó Elyne.
Tavish tocó la pared de piedra, trazando el tallado con los dedos.
Descifró la traducción como un rompecabezas, susurrando para sí mismo.
“Es el libro de los Hebreos. Fe es la certeza de lo que se espera, la convicción
de lo que no se ve.”
Elyne negó con la cabeza. “Es difícil tener fe en el futuro cuando este es
desconocido. Me preocupa que mi familia esté rodeada por los ingleses.”
“Fe significa creer, incluso cuando el resultado es incierto,” dijo Tavish
en voz baja, tocando la pared para leer más versos.
“Nunca he entendido del todo en qué debo tener fe. No puedo pretender
que, con solo con tener fe, ninguna mala enfermedad caería sobre mí o mis
parientes.
“¡Sé valiente siempre!” leyó más Tavish de la pared con una
sonrisa―. “Porque caminamos por la fe, no por la vista.” Es de la segunda
carta de Pablo a los Corintios.
“¿Qué significa eso? ¿Cómo puedo caminar por la fe? ¿Debo ignorar lo
que está sucediendo a mi alrededor?” Elyne realmente quería saber.
Tavish se apoyó contra la pared, pensando en sus preguntas. Pedacitos
minúsculos de polvo bailaban en un radiante rayo de sol que entraba a través
de la puerta abierta.
“Creo que la fe es confiar en que nuestro Creador estará con nosotros,
sin importar las circunstancias. E incluso en la muerte, se nos promete que
seremos arrancados de la tumba y nos darán vida eterna.”
“Me han dicho que el cielo es un lugar agradable, pero no tengo
ninguna prisa para averiguarlo por mí misma,” murmuró Elyne.
Tavish rio.
“¡Ni yo! Pero es un consuelo saber que el Señor ha superado incluso la
peor prueba. Pase lo que pase, sabemos que seremos salvados y que la muerte
no nos podrá separar de nuestros seres queridos para siempre.
“Supongo que es un consuelo.” Elyne no parecía muy contenta por
admitirlo. “El problema es que estoy viviendo aquí, en este mundo. Puedo
tener fe, pero las cosas malas todavía pueden suceder. Lo que quiero es la
garantía de que ningún mal vendrá a nosotros.”
―No se nos da esa promesa, me temo, aunque me gustaría que la fe
significara que puedo conseguir lo que quiero.” Tavish miró sus botas. “Puede
que no consigamos lo que queremos, pero estamos seguros de que pase lo que
pase, el Señor lo usará para nuestro beneficio.”
“Preferiría que la fe significara que puedo estar segura del resultado.
Tavish se acercó más, sus ojos muy abiertos y serios bajo la tenue luz
de la choza.
“A veces el Señor no nos da lo que esperamos o incluso lo que
queremos, sino algo totalmente diferente. Tal vez el Señor tiene unos planes
diferentes de los que nosotros que esperamos.”
“¿Quién conoce el futuro, excepto el Señor?”
“Elyne.” Tavish se detuvo un momento, como buscando las palabras
correctas. “¿Está dispuesta a cambiar sus planes? ¿Estará abierta a descubrir
un camino diferente?”
Un hormigueo se disparó por su espalda. ¿Qué planes quiso decir? ¿Era
posible que estuviera hablando de su compromiso con Grigor?
“Yo… no estoy segura.” Elyne deseaba saber cuál era el camino del
que hablaba.
Una fuerte explosión de un cuerno llamó su atención.
Los ojos de Tavish se cerraron. “Alguien está en nuestra puerta.”
Nueve
Tavish extendió la mano y cogió la suya. La franqueza de sus ojos
había desaparecido, reemplazada por la danzante alegría de quien saborea un
desafío. Ambos corrieron desde la cabaña del ermitaño de nuevo al castillo, y
por la puerta trasera hacia la parte delantera del castillo.
“He estado pensando, ¿cómo va a engañarlos para que piensen que no
es escocés?” preguntó Elyne, con irregulares respiraciones mientras corría.
“Solo por su acento no podrá engañarlos.”
“Aye, he estado pensando en eso. Pensé hablar francés y por lo tanto
fingir ser de la nobleza inglesa.
“Pero el tartán…”
Tavish se detuvo en seco, mirando hacia abajo a su brillante falda
brillante. “Oh. Aye.”
“Tome mi capa.” Elyne se la quitó en un instante. “Debe cubrirle.”
“Gracias.” Tavish se envolvió en ella. Lamentablemente era demasiado
corto, pero esperaba que nadie se diera cuenta de ello cuando estuviera de pie
sobre las murallas.
Elyne siguió a Tavish a los escalones de piedra de la parte superior de
la muralla del castillo.
“¿Habla francés?”
“Un peu.” Él le hizo un guiño.
Ella esperaba que hablara algo más que un poco si querían tener éxito
en esta farsa. Una vista complicada les esperaba desde lo alto del castillo.
Varios señores ingleses, permanecían montados delante de la puerta,
envueltos en ricas telas, con colores vibrantes, sus caballos pateando el suelo y
girando en la niebla de la mañana. Detrás de ellos había una guarnición de
soldados en áspera formación, sus filas desapareciendo en la niebla, por lo que
parecía que su número era infinito.
“Por fe, no por lo que veo,” susurró para sí misma. “Por fe y no por la
vista.”
“¡Dios salve al castillo!” gritó el heraldo inglés. “¡Abran las puertas
para que mis señores puedan entrar!”
“No, mis lores,” gritó Tavish en un mal francés, lo que hizo que Elyne
se encogiera. “Tenemos la enfermedad.
“Tenemos la enfermedad en el castillo,” siseó Elyne en su oído.
“Tenemos la enfermedad en el castillo,” gritó Tavish a los hombres y
luego se volvió a Elyne. “¿Habla francés? le preguntó a Elyne en un susurro.
“Aye. “
“Bien, porque el mío es bastante pobre,” admitió en voz baja.
“Ya lo oí,” respondió Elyne amablemente. Miró nerviosamente a los
soldados que Tavish había colocado a lo largo de la pared, con la esperanza de
que fueran convincentes para los ingleses. Si descubrían su artimaña, el asunto
no terminaría bien para ellos. El viento se levantó y los falsos soldados
comenzaron a vibrar y a temblar. Elyne esperaba que no se notara.
“¿Qué enfermedad? ¿Dónde está el lord de este castillo?” El lord inglés
cambió fácilmente al francés.
Tavish miró a Elyne y ella tradujo rápidamente sólo para que él lo
oyera, a su lado.
“Se fue ―gritó Tavish”. “Está muerto.”
“Vamos a entrar y eliminaremos a los enfermos,” gritó el lord inglés.
“Tenemos necesidad de usar esta posición fortificada, tal como está.”
“¡No, no!” gritó Tavish. Echó un vistazo a Elyne y ella le ayudó a
decirle palabras. “Tenemos la Gran Plaga sobre nosotros. Todos los que
entren estarán condenados. Nos mantuvimos alejados y encerrados para
proteger a todo el mundo.”
“¿La Gran Plaga?” Los lores ingleses se reunieron y hablaron entre sí.
“¿Cree que piensan que los engañamos?” susurró Tavish.
“No sé lo que están hablando,” dijo Elyne como respuesta.
El viento sopló y uno de los soldados falsos cayó con un ruido
metálico, llamando la atención de los señores ingleses.
“¡Oh, no, otro no!” gritó Elyne en francés y corrió hacia el falso
soldado que había caído dentro de la pared. “Consiga ayuda para este pobre
hombre.” Se agachó junto al falso soldado, fuera de la vista del inglés.
“James, Henry, rápido, lleven a su hermano enfermo a la sala,” gritó
Tavish en su pobre francés.
“¡No! Espere, milord.” Elyne se puso a la vista de los soldados ingleses
e hizo una pausa para lograr un efecto dramático. “Lo siento, pero el joven
John está muerto.”
Los soldados murmuraron en sus filas.
“¿Muerto? No puede ser.” Tavish negó con la cabeza.
Los soldados ingleses se quejaron de nuevo, su voz cada vez más
fuerte.
“Les deseamos salud, pero exigimos que se mantengan detrás de estas
puertas para no propagar esa enfermedad.” El lord inglés retrocedió
alejándose unos pasos más del castillo.
“Sí, lo haremos,” gritó Tavish.
El lord inglés se volvió para irse, pero Elyne gritó.
“¡Espere! No hemos oído nada del mundo exterior durante mucho
tiempo. ¿Puede decirnos por qué está aquí y qué pasa en el mundo?”
“Estamos bajo el mando de lord Lockton. Viene a restaurar el castillo
Alnsworth a la propiedad legítima de los ingleses.”
“¿Se trata de sitiarlo entonces?”
“Lo fue, pero ahora están en negociaciones. Confío en que el usurpador
highland renuncie pronto a su reclamación del castillo. Que tengan buen día.
¡Les deseo salud!” Los lores ingleses no se demoraron en la puerta, sino que
espolearon sus monturas y salieron a toda velocidad, sus soldados a pie
corriendo tras ellos con presteza.
Una ola de alivio pasó a través de Elyne. Lo habían logrado. Tavish la
miró con una amplia sonrisa y le tomó la mano para conducirla hacia abajo
desde las murallas del castillo, fuera de la vista de los ingleses en retirada.
“¡Lo hicimos!” Tavish bajó los escalones que quedaban, se volvió y le
rodeó la cintura para levantarla del suelo. “¡Gracias a usted, lo hicimos!” La
giró en un círculo antes de permitir que sus pies tocaran la tierra, aunque ella
todavía se sentía flotar.
“Usted ideó el plan.” Ella le devolvió la sonrisa.
“Pero fue usted la que asustó al inglés hasta bajarse los pantalones con
su luto por nuestro pobre John. ¿Cómo está el paciente?”
“Muerto y enterrado, no volverá a recuperarse, me temo.”
―Es la muchacha más inteligente de las highlands, ¡milady!” La hizo
girar a su alrededor una vez más y después desaceleró, con las manos sin
abandonar nunca su cintura. “Inteligente, astuta y encantadora. Aye, es una
muchacha muy brillante.
Se inclinó hacia delante y ella se puso de puntillas para ir a su
encuentro. La besó tentativamente al principio, luego con más pasión,
rodeando su cintura con sus brazos, y los suyos fueron alrededor de su cuello.
Los relámpagos la atravesaron con el beso, de modo que, si no la hubieran
sostenido los fuertes brazos de Tavish, probablemente se habría caído.
Esto era lo que su hermana había querido para ella. Amor. Con
repentina claridad se dio cuenta de que se había enamorado de un Grant, pero,
por desgracia, del Grant equivocado. Tan repentinamente como el relámpago
se había disparado, el trueno cayó sobre ella, pesado y duro. No iba a casarse
con Tavish Grant, sino con su primo. Estaba arreglado. Se habían firmado los
papeles de compromiso.
Ella rompió el beso y se apartó un poco. Inmediatamente, Tavish la
soltó y dio un paso atrás.
“No debería haber hecho eso,” murmuró él mirando al suelo. “Sin
embargo, nunca me arrepentiré.” Se dio la vuelta y se fue.

***

Elyne preparó la cena sin poder pensar en nada, su mente estaba


consumida por una sola cosa. Un beso.
El beso.
Él la había besado. Y a ella le gustó. Mucho.
El problema era que no estaba en libertad de aceptarlo. No era suya.
Había firmado un contrato. Estaba hecho.
Tavish había desaparecido en la fragua después de que los ingleses se
hubieran ido y había oído furiosos golpes durante mucho tiempo. Se habían
calmado, y durante las últimas horas Elyne no había oído nada en absoluto.
Reflexionó sobre si debía decirle que la cena, y así era, estaba lista. No
había mucha comida. Algunas bayas, algunos trozos de pan, y col rizada
cocida. Mala comida, pero Elyne no estaba particularmente hambrienta y
decidió que con mucho gusto renunciaría a comer.
Salió de la torre hacia el patio y se quedó en la puerta de la herrería.
Todo estaba en silencio. ¿Debería entrar? ¿Qué le diría? Habían compartido
algo, algo importante, algo que no era probable que experimentara nunca más
en su vida. El pensamiento atrajo las lágrimas a sus ojos. Haber tocado algo
tan exquisito, sólo para que le fuera arrancado, iba más allá de lo cruel.
Nunca había creído en el amor romántico entre un hombre y una mujer,
pensando que era una emoción innecesaria que debería ser reemplazada con
preocupaciones más prácticas. Los asuntos del corazón, una vez algo trivial y
sin importancia, ahora se alzaban grandiosos en su corazón. Qué ironía
encontrar lo que no estaba buscando, sólo para perderlo después. Era mejor
así, pero ahora que sus ojos se habían abierto al amor, nunca sería la misma.
“¿Estás bien?” preguntó Tavish.
Elyne se dio la vuelta para mirarlo y tímidamente se secó las lágrimas.
“¿Dónde estabas? Pensé que habías ido a la herrería.”
“Estuve ahí un rato; después fui a la capilla.”
“¿Para qué?”
“A orar. Y a recordar que debía tener fe. Tuve que tomar una decisión.
“¿Y pudiste tomarla?” presionó Elyne.
“Aye.” Tavish sonrió, el brillo familiar de picardía en sus ojos.
“¿LA compartirías conmigo?
“Lo haré, pero no todavía. No sería correcto. Y sé lo importante que es
para ti hacer las cosas correctamente.” La sonrisa no se atenuó en ningún
momento.
Elyne, sin embargo, no estaba viendo nada divertido.
“Creo que deberías decírmelo.” Cruzó los brazos sobre su pecho.
“¿Preparaste algo de cenar, milady? ¡Estoy famélico!”
Elyne siguió a Tavish a la torre, refunfuñando mientras caminaba.
¿Cómo se atrevía a parecer feliz cuando ella sentía que su vida estaba
llegando a su fin? Una vida que quería vivir con él, pero que no podía, y ahora
tenía la audacia de parecer feliz. ¡Hombres!
Tavish se lanzó sobre su col hervida como si fuera un delicioso manjar,
sonriéndole entre bocado y bocado. Comió con su cuchillo y ella notó que el
mango parecía como hubiera sido cortado. Elyne mordisqueó su pan seco y lo
miró.
“¿Podrías decirme lo que dijo el señor inglés sobre el asedio?” preguntó
Tavish. “Me perdí en alguna parte cuando habló del usurpador.”
“Tu francés no es como debería ser,” comentó Elyne.
“Cierto.” Tavish se metió algunas bayas en la boca y emitió un sonido
parecido a mmmmm que sacudió los nervios de Elyne.
“Nunca habrías podido defender el castillo sin mi ayuda.” Elyne no
tenía ni idea de por qué quería aclarar ese punto, pero estaba irritada y no
estaba pensando sus palabras.
“Muy cierto. Es solo una de las muchas cosas que admiro de ti. Y antes
de que lo menciones, permíteme decir una vez más lo inteligente que fuiste
cuando el pobre John murió.” Sonrió.
Elyne se centró en los lazos de sus mangas, tratando, sin éxito, de evitar
el rubor de sus mejillas. Recordaba muy bien cómo había halagado antes su
inteligencia. Y deseaba que lo hiciera de nuevo.
Elyne se limpió la boca y deseó que fuera igual de fácil despejar su
mente.
“El inglés dijo que era lord Lockton el que vino a reclamar el castillo, y
que se encontraba en negociaciones con mi hermano. ¿Qué crees que significa
eso?” Era hora de volver a los asuntos importantes. Se percató de que había
estado dándole vueltas al beso y no había pensado dos veces antes en la
noticia que los soldados les dieron.
“Parece que tu hermano es sabio y ha decidido negociar una salida a la
situación.” Tavish tomó otro bocado de pan duro como si fuera recién salido
del horno.
“¿Así que podemos volver?” Elyne no estaba segura de si estaba
aliviada o decepcionada.
“Aye. Nos iremos por la mañana.” Tanto Tavish como Elyne miraron la
gran cama, se miraron el uno al otro, y apartaron la mirada.
Una cama. Una noche.
Tavish se puso de pie y se frotó el estómago.
“Una comida deliciosa. Bueno, iré a dormir en los parapetos esta
noche.”
Elyne se levantó también.
“¿A los parapetos? Tendrás un frío terrible. No puedes dormir allí.”
Tavish se acercó más, su sonrisa bonachona coloreándose con algo
mucho más intenso.
“¿Dónde pretende que duerma, milady?”
Elyne tragó saliva y la respiración se le quedó atrapada en la
garganta. ¿Dónde quería que durmiera? Sabía que la respuesta a esa pregunta
no era la que debería ser.
“No podría estar en paz con mi conciencia si se estuviera congelando.”
Tavish se acercó más, hasta quedarse de pie frente a ella, casi
tocándola. “Puedo dormir aquí con usted, milady.”
“¿Por qué no?” La voz de Elyne era apenas un susurro. “Dormimos
aquí anoche.” Lo miró a los invitadores ojos y se perdió en ellos.
En un instante, estaba en sus brazos, sus labios sobre los suyos. Se
sentía liviana, abrió los brazos y se metió en los de él. Él profundizó el beso y
Elyne se apretó más cerca. Su mano frotó su espalda y luego se deslizó hacia
abajo y agarró su trasero. Debería parar esto ahora, pero lo único que quería
era estar más cerca. Sin ropa. Sin reglas. Sin…
“No puedo.” Tavish rompió el beso y dio un paso atrás. Respiró
entrecortadamente y ella casi no pudo evitar notar que sus manos temblaban.
Todo su cuerpo estaba temblando.
“¿Por qué?” Estaba confundida. Él tenía que acercarse y encontrarse
con ella.
“No puedo dormir contigo. No confío en mí mismo, y te garantizo que
ninguno de nosotros podría dormir en toda la noche.
“¿En toda la noche?” Su cuerpo gritaba de necesidad. Sí, quería
quedarse despierta toda la noche con este hombre. Esta noche y la siguiente, y
la siguiente…
“Aye.” Él dio un paso hacia atrás. “Eres demasiado… No puedo
resistirme a ti, Elyne Campbell. No puedo estar en la habitación contigo y no
tocarte.” Continuó alejándose, como si ella fuera un animal salvaje a punto de
comérselo. Lo cual, en realidad, no estaba demasiado lejos de la verdad.
“No te vayas,” susurró, como si pronunciar las palabras que debían ser
dejadas sin decir, sólo pudieran ser dichas en un susurro.
Él dio un paso hacia atrás de nuevo, tropezó, y puso su mano en la
pared para enderezarse.
“Tengo que irme. ¡Tengo que irme ahora!” Se dio la vuelta y huyó por
la puerta.
Elyne regresó a la cama sola. Era, por supuesto, lo que había que hacer,
pero en ese momento, no quería estar en lo cierto. A pesar de estar sola para
dormir, yació despierta pensando en el hombre que amaba. Y luego, cuando
llegaron las lágrimas, pensó en el hombre con el que se casaría.
Diez
No le había parecido un viaje tan largo cuando cabalgaron a las ruinas
como cuando regresaban al castillo. Tavish iba primero, cuidando de no
encontrarse con sus amigos ingleses. Los condujo hasta lo más alto, por lo que
podía mirar hacia el valle antes de aventurarse. La vista reveló las puertas del
castillo de Alnsworth abiertas y ambos bandos, ingleses y escoceses
entremezclándose.
“Parece todo bastante tranquilo,” declaró Tavish, instando a su montura
hacia adelante sin mirar atrás. Había estado en silencio todo el viaje. Al
principio pensó que estaba preocupado por el peligro, así que se mordió la
lengua para no anunciar su presencia a cualquier potencial enemigo. Pero
incluso cuando el camino parecía seguro, Tavish no le había dicho nada. En
realidad, apenas había hablado desde el beso que hizo que temblara el suelo de
la torre.
Al menos, la tierra había temblado para ella. Tal vez para él era un
asunto diferente.
Montando a través del valle, ocupado por el campamento inglés, de
repente algo captó su atención. Esperaba que la tregua hubiera sido resuelta
porque, de lo contrario, estaban cometiendo un significativo error táctico. Los
soldados notaron su presencia y se quedaron callados mientras pasaban, pero
ninguno se detuvo o hizo algún movimiento para enfrentarse a ellos.
Elyne se sintió más a gusto cuando cabalgaron más cerca del castillo y
de los soldados higlanders que mostraban todo su poder. Los Campbells,
Grants, Douglas, y los demás clanes trataban de hacerse ver como por
casualidad, pero también estaban tratando de parecer intimidantes. Había una
tregua, pero era provisional.
Más allá de la muralla humana de intimidantes higlanders, la gente
estaba ocupada en el trabajo… ¿y empacando? Elyne miró más de cerca y era
innegable, la gente estaba empacando sus cosas en carros y alforjas. Por donde
quiera que mirara, las personas llevaban mantos de viaje y bolsas al hombro.
“¡Elyne!” Effie corrió por el patio hacia ellos una vez que cruzaron las
puertas del castillo. “Elyne, ¡he estado tan preocupada por ti!”
Elyne apenas pudo desmontar antes de que Effie la envolviera en un
enorme abrazo. “
“¿Estás bien? ¡Dime que estás bien! ¿Los muchachos los encontraron?
Fueron enviados a buscarlos. Y, Tavish, muchas gracias por cuidar de mi
hermana; pero vamos, tengo mucho que contarte.”
Incapaz de responder a ninguna de las preguntas de su hermana, Elyne
fue arrastrada hacia el castillo. Miró a Tavish, pero igualmente estaba siendo
rodeado por los suyos.
“Effie, por favor, empieza a hablar con sentido y dime lo que está
sucediendo. ¿Por qué está empacando la gente?
―Todos debemos irnos. David hizo un trato con lord Lockton. El
inglés reclamará el castillo y tenemos que salir de inmediato.
“¿Qué? ¿Por qué David renunció a él?”
“Bueno, pertenece al inglés, después de todo. Y David fue bien
recompensado.
“¿Cómo?” preguntó Elyne, llegando al punto principal del asunto.
“Lo suficiente como para estar de acuerdo en que nos fuéramos con la
debida celeridad. Tampoco debemos mantener a los chicos mezclándose
demasiado tiempo. ¿Los has visto por ahí? Quieren empezar una pelea.”
“¿Por qué lado?”
“¡Por ambos! Venga, debes cambiarte el vestido y trataré de arreglar tu
cabello. ¡Eres todo un espectáculo!”
Effie había arrastrado a Elyne hasta su cámara donde, para su deleite,
encontró la cena todavía sobre la mesa. Llenó su hambriento estómago
mientras su hermana la ayudaba a cambiarse.
“Ah, hermana, ¡Estás bien!” Isabelle irrumpió en la habitación. “Estoy
muy contenta de haberte encontrado antes de abandonar el castillo.”
Oh, pero, Isabelle, esta es tu casa. ¿Cómo puedes dejarla?” preguntó
Elyne.
“Es verdad que pasé muchos años aquí, pero las paredes de este castillo
eran tanto mi prisión como mi protección. Nunca fui más feliz que cuando por
fin pude liberarme. David tiene sus propios castillos y personas que dependen
de él; los ha estado ignorando, sólo para tratar de mantener esta tierra para mí.
La guerra acabó hace mucho tiempo. Es hora de que se vaya a casa a las
Highland, y yo con él. David es mi familia ahora, y con él estoy en casa.”
Isabelle sonrió y siguió empacando.
Cuando terminó de comer, Elyne se lavó de forma rápida y se puso un
vestido de seda verde ahumado con ribetes bordados en oro. Llevaba el pelo
recogido en una larga trenza sobre la espalda, con una banda dorada sobre un
velo de gasa que cubría su cabello.
“¡Estás encantadora!” exclamó Effie.
“Gracias a ti, pero no creo que esto sea lo mejor para viajar. Déjame
ponerme mi vestido de lana. Esta es de seda con el que hubiera querido
casarme.
“Aye, te debes casar ahora.
“¿Casarme?”
“Aye, todos nos iremos con rapidez. Todo debe ser hecho a toda prisa
antes de que uno de esos exaltados que están ahí comience una pelea,” explicó
Isabelle.
“Tengo que ver a David primero,” dijo Elyne. Le explicaría la
situación. Tal vez él podría terminar el asunto serenamente. ¡Si no hubiera
firmado los papeles de compromiso!
“¡Venga, date prisa!” Su hermana menor, Gwyn, se precipitó dentro de
la habitación. “El sacerdote dice que se irá. Lo atrapamos tratando de
escaparse por las puertas. Si quieres casarte adecuadamente, ¡debes darte
prisa!”
Antes de que Elyne tuviera tiempo de expresar una sola queja, estaba
siendo llevada al gran salón.
“¡Tengo que hablar con David primero!” suplicó.
“Corre y encuentra a laird Campbell,” ordenó Isabelle a un mozo. “Dile
que la boda de su hermana debe comenzar ahora y que se reúna con nosotros
de inmediato en el gran salón.”
Grigor ya estaba en la sala, tan alto y estoico como siempre, tal vez
más. El sacerdote trató de irse de nuevo y sólo se quedaría si la ceremonia
comenzaba inmediatamente. Elyne buscó entre las personas reunidas a su
hermano, pero no estaba a la vista.
Elyne miró a Grigor, colocado a su lado. Estaba vestido con su capa
highland y la ropa encajaba bien en sus musculosas hechuras. Era lo
suficientemente justa para admitir que Grigor era más alto y más musculoso
que Tavish, pero Grigor carecía de calidez en sus ojos negros. Su boca era una
línea, y no parecía feliz de verla. Por supuesto, nunca se veía feliz con nada,
por lo que la falta de entusiasmo por su boda no era ninguna sorpresa.
El sacerdote se puso delante de ellos mientras Effie y el resto de su
familia se quedaba de pie como testigos. El lado del novio también estaba bien
representado, excepto que Tavish no estaba allí. No estaba allí. Si había
significado algo para él, o si él deseaba detener la boda, seguramente habría
aparecido. Pero no estaba en ningún lugar de la sala. ¿Tal vez no sabía que la
boda estaba empezando?
Elyne buscó en su mente alguna razón para detener la boda, pero había
firmado el contrato. Se había comprometido para este evento. Si quería
echarse atrás ahora, tendría que tener motivos para hacerlo. Tendría que
probarle a Grigor que había hecho algo para romper el contrato, y ni siquiera
sabía qué tipo de delito sería lo suficientemente atroz para hacerlo.
El sacerdote dijo unas palabras y luego buscó los votos en su libro.
Cada momento la llevaba más cerca del punto de no retorno. Era ahora o
nunca. No podía ser la esposa de Grigor. No podía. Abrió la boca.
“¡Nay! ¡Protesto de esta unión!”
Elyne abrió y cerró la boca, confundida. No era ella quien había
hablado, ¡lo que significaba que alguien había venido a rescatarla!
Excepto que la única persona que estaba en el centro de la gran sala era
la señora Douglas. Eso significaba que la Malvada Leen seguramente no
estaba aquí para rescatarla; la mala sangre entre ella y todo el clan Campbell
era legendaria.
“Esta mujer pasó tres noches sin vigilancia con Tavish Grant”, acusó
Eileen Douglas. “¿Cómo sabemos a ciencia cierta que sigue siendo una
doncella? Podría estar esperando un niño de la semilla de otro hombre.”
Elyne jadeó.
“¡Eso es una mentira!” Una vez más Elyne se dio cuenta de que no era
ella la que hablaba, sino alguien que sabía exactamente lo que quería decir.
Tavish Grant entró en la gran sala, vestido con su mejor ropa highland,
con su gran espada a la espalda. Elyne hizo todo lo que pudo para no
desmayarse a sus pies. Le llevó un momento recuperar el aliento, incluso antes
de notar que su hermano estaba a su lado.
“¡Nadie hará ni una sola objeción sobre la dignidad de Elyne
Campbell!” ordenó Tavish. Ella es una dama honorable, y desafiaré a un duelo
de honor cualquiera que declare lo contrario. Dejen de hablar en su contra o
den un paso adelante ahora y callen para siempre.
La asamblea hizo una pausa y todos miraron a Grigor, y luego a Eileen
Douglas. ¿Grigor lo desafiaría? ¿Alguien haría acusaciones contra Eileen?
Tavish miró a Grigor y luego se giró lentamente para desafiar a cualquiera que
estuviera en la habitación. Sus ojos estaban en llamas. Puede que no fuera el
hombre más grande en ese salón lleno de highlanders, criados en la montaña,
pero Elyne no tenía ninguna duda de que, en esta ocasión, sería mejor que
nadie se atreviera a oponerse a él.
El sentimiento debía ser compartido, porque nadie habló. Tavish
levantó un pergamino y lo desenrolló lentamente mientras se acercaba a la
infeliz pareja.
“Aquí tengo el contrato de matrimonio.” Tavish señaló la parte inferior.
“Está firmado por milady Elyne Campbell, pero primo, tú no lo has firmado.”
El corazón de Elyne saltó contra su caja torácica y se golpeó duramente. Si
Grigor no había firmado el contrato, ¡no tenía obligación con él!
“Grigor.” Tavish le habló en voz baja a su primo. “¿Deseas casarte con
esta mujer?
“Hice un largo camino para casarme.” Las cejas de Grigor se
levantaron hasta sus ojos, sus brazos se cruzaron sobre el enorme pecho.
“Lo entiendo, primo,” dijo Tavish. “Pero me enamoré de esta dama. A
mí también me gustaría casarme con ella.
“¡Ajá!” intervino Eileen Douglas, siempre dispuesta a hacer travesuras.
“Sabía que algo andaba mal.” Señaló a Elyne. “¿Puedes jurar que no pasó
nada entre los dos mientras estuvieron lejos?”
El calor subió a las mejillas de Elyne. No, no podía jurar tal
declaración. Algo había sucedido. ¡Y ahora él había declarado su amor por
ella!
“¿Qué tienes que decir, Elyne?” preguntó su hermano, su rostro
ilegible.
¿Qué tenía que decir? La sala se quedó en silencio y todos parecieron
inclinarse hacia ella para oír lo que tenía que decir. Incluso algunos de los
guerreros, como laird Douglas y laird Maclachlan, vinieron desde fuera para
ser testigos de la verdadera batalla, que se libraba en el interior de la sala.
Ahora era su hora de decir lo que deseaba. ¿Podría dar marcha atrás de su
acuerdo con Grigor? ¿Podría darle la espalda a Tavish?
“Lo siento mucho.” Elyne se dirigió a Grigor. “Pero mi corazón habla y
siempre ha pertenecido a Tavish Grant.”
A Grigor se le veía aún más serio, si tal cosa era posible.
“Vine a casarme y no me iré con las manos vacías.”
“Nay, y no debes hacerlo, exclamó Elyne con una visión repentina.
“Necesitas una mujer que pueda dirigir tu hogar con precisión. Necesitas una
mujer de alto linaje para hacer alianzas y llevar prosperidad a tu clan.
Necesitas a una mujer que sea independiente y no le haga demasiadas
demandas, sin dejar de respetar su autoridad.”
“Aye,” coincidió Grigor.
“Sólo hay una mujer que puede satisfacer esos altos estándares. ¡La
única mujer para usted es la señora Douglas!
Toda la asamblea se quedó sin respiración. Eileen Douglas se quedó sin
respiración.
“¡Esperen!” rugió el laird Douglas mientras se empujaba a sí mismo
hacia la parte delantera de la sala. “¿Qué es esto sobre la boda de mi hija?”
“La señora Douglas sería el complemento perfecto para Grigor Grant,
heredero de laird Grant y futuro gobernador de Inverness,” intervino Tavish.
El laird Douglas se acarició la negra barba.
“¡Me gusta!” Golpeó a Grigor en el hombro, un golpe que habría
tumbado a un hombre menos fuerte. “¡Consiento!”
Grigor hizo un brusco gesto al laird Douglas, empujó a Elyne a un lado,
tomó a Eileen de la mano, y la atrajo a su lado.
“¡Proceda!” ordenó al sacerdote.
“¡Espere!” exclamó Eileen Douglas. “¡Ni uno solo de ustedes,
zoquetes, pidió mi consentimiento al respecto!”
“¿Desea permanecer soltera toda su vida?” preguntó Grigor.
“¡Nay!” declaró Eileen Douglas.
“¿Encuentra mi posición o a mi clan débil?” preguntó Grigor, con hielo
en su voz.
“Nay.”
“¿Le parezco un hombre indeseable?” gruñó Grigor.
“Nay, es un buen hombre, Grigor Grant, y es la verdad,” admitió ella.
Pero me gustaría que me lo preguntara primero, eso es todo.
Grigor sonrió. Una sonrisa pequeña al principio, y luego se extendió
por su rostro, a través de sus bigotes como un deshielo de primavera.
“Me gusta, Eileen Douglas,” declaró Grigor. Es una mujer que conoce
su propia mente y que dirigirá mi hogar con precisión. Me recuerda a mi
madrastra. De otra persona se podría haber interpretado que la comparación
no era un cumplido, pero viniendo de Grigor, significaba que estaba
complacido.
“Lo siento mucho, pero tengo que irme ahora,” dijo el sacerdote,
alejándose.
“¡No! ―gruñó Grigor, abortando el intento del hombre de alejarse.
“Señora Douglas, desea ser mi esposa. ¿Verdad?”
“¡Aye! Ahora está bien, proceda.
“¡Espere!” Esta vez fue Tavish quien detuvo el proceso. Elyne, hice
esto para ti.” De su morral sacó un anillo de tres bandas trenzadas, una de
plata, una de acero y una de oro. Lo hice fundiendo parte de mi cuchillo. Tuve
la idea de una escritura que vi en la pared, una cuerda de tres hilos es la más
fuerte de todas. Deseo unirme a ti para toda la vida, ahora y para siempre.”
“¡Aye, Tavish!” Elyne parpadeó con lágrimas en los ojos.
Tavish levantó el anillo.
“Una hebra para ti, una para mí, y una para nuestro Señor que nos une.”
Elyne corrió a sus brazos y se acercó para darle un beso.
“¡Ejem!” interrumpió el sacerdote. “¿Se van a casar o no?”
Y así fue como Elyne y Tavish, y Eileen y Grigor quedaron casados,
unos al lado de los otros, por un acosado sacerdote, mientras los ocupantes
estaban empacando para abandonar el castillo. Para lo que importaba, fue una
boda preciosa, y ambas parejas sellaron su unión con un beso. Y luego otro. Y
otro. Y entonces sus clanes los empujaron fuera del abandonado castillo.

***

Elyne sostuvo la mano de Tavish y lo siguió. Caminaron por el exuberante


crecimiento de la primavera, por el pequeño camino a la cabaña del ermitaño
tallada en la roca. Se agacharon para entrar y Elyne quedó impresionada por la
hermosa habitación, iluminada suavemente con velas. La maleza, la tierra y
los escombros habían sido retirados, y en su lugar, pétalos de flores habían
sido rociados sobre la mesa de piedra y el apisonado suelo.
La escritura tallada en las paredes era ahora más visible. Era como
entrar en la misma Biblia.
“Es hermosa.” Elyne le sonrió a Tavish y él le devolvió el sentimiento,
sus ojos bailando en la luz de las velas.
―Esa noche, después de que el inglés se fue de nuestra puerta, vine
aquí y oré para que el Señor encontrara alguna manera de dejar que me casara
contigo. El buen Dios contestó esa oración, y quería volver aquí para darle
mis gracias más sinceras.
Elyne sonrió.
“Nuestro matrimonio se arraiga en la fe.”
Tavish se inclinó y la besó en la frente.
“Quería traerte aquí en nuestra primera noche en nuestra nueva casa.
“¿Nunca vas a decirme cómo persuadiste a Lockton de vendértela y
cuánto le pagaste?”
Los ojos de Tavish brillaron a la luz de las velas.
“Persuadirlo no fue difícil. Parece que Lockton había recibido la noticia
de que el castillo estaba infestado por la Gran Plaga. Le dio una gran alegría
librarse de la obligación de enfrentarse con los enfermos y los moribundos.
“Pobre, pobre John,” murmuró Elyne.
“Tonterías. Recuperamos el castillo. A John le agradará que su vida
fuera sacrificada por el bien de nuestras arcas.
Elyne rio.
Tavish sonrió. “Podría alimentarme de esa risa durante toda mi vida.”
“Espero que no sea la única comida que planees, porque podría
quedarme con hambre.
La sonrisa de Tavish se hizo más brillante. “Ven. Tengo algo más para
mostrarte.”
Regresaron de la mano al castillo en ruinas, ahora lleno de vida.
Muchas de las personas que vivían y trabajaban en el castillo Alnsworth se
resistieron a aceptar a su nuevo lord inglés, por lo que recorrieron la corta
distancia a la torre y prometieron su lealtad a Tavish Grant. A su alrededor, la
gente estaba asentándose y haciendo reparaciones. Saludaron a Tavish y a
Elyne con las debidas sonrisas para el laird y lady del castillo.
Tavish la condujo hasta su habitación de la torre.
“Pensé que tal vez te gustaría que tuviéramos una cama nueva,” dijo
con un guiño.
“De hecho, me había encariñado con esa de la cabecera rota, dijo Elyne
con tono melancólico. Entró en la habitación de la torre para ser recibida por
la misma cama agrietada.
“Yo también.” Tavish sonrió. ¡Pero nos dieron un verdadero colchón,
sábanas decentes, y dos almohadas de pluma de ganso!”
Elyne rio. “¡Bien hecho! No puedo desear nada más.”
“¿Nada más? Vaya, odio decepcionarte, pero tengo ganas de mucho
más.” Bajó la voz a un tono seductor. “Estoy tratando de atraerte a la cama.”
Un hormigueo le recorrió la columna y el calor fue en espiral por su
interior. “Ya veo. Puedes intentarlo.” Lo miró por el rabillo del ojo.
“Tenemos una gran cantidad de necesarias reparaciones que hacer
alrededor del castillo. Necesito hijos. Muchos. Grandes, fuertes muchachos.
Se acercó, su mirada vagando por encima de su cuerpo y quedándose en
sus labios.
“Haré todo lo posible.
Él colocó sus manos reverentemente a ambos lados de sus caderas y la
atrajo hacia él.
“Sé, por mi primo, que serás una buena reproductora.
Una risita burbujeó dentro de ella y fue compartida por su beso. Elyne
envolvió sus brazos alrededor de él y lo sostuvo con fuerza. Él era de ella.
Ahora y para siempre.
1
Primero De Mayo o May Day: es una antigua fiesta de la primavera del hemisferio norte y
por lo general un día festivo. También es un día de fiesta tradicional de primavera en muchas
culturas. Danzas, cantos, y torta son generalmente parte de las celebraciones que forman parte
del día.
2
Kilt: Falda escocesa
3
Plaid: Tela escocesa
Próximamente
The Wrong Highland Bridegroom

(Campbell Sisters, 02)

Podría llevar a esa chica al altar, pero ella podría ser distraída en el camino…

Effie Campbell no puede comprender que tenga que casarse con un


desconocido sólo porque su hermano lo arregló y está decidida a casarse sólo
por amor. Ella encuentra un aliado sorprendente en Connor Maclachlan, su
previsto marido, que también se resiste a ser dirigido por sus padres al altar…

Ellos planean apoyarse mutuamente en la búsqueda del amor verdadero, pero


cuando el objeto de su afecto la decepciona, encuentra más que un amigo en
Connor.
Amanda Forester

Amanda Forester tiene un doctorado en psicología y trabajó durante


muchos años en la academia antes de descubrir que escribir novelas históricas
era decididamente más divertido.

Ya sea en las montañas escarpadas de la Escocia medieval o en los


decadentes salones de baile de la Inglaterra de la Regencia, sus novelas
ofrecen aventuras trepidantes llenas de ingenio, intriga y romance. Amanda
vive con su familia en el noroeste del Pacífico.

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