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ERRANCIA LITORALES AGOSTO 2015

BIOPOLÍTICA / NECROPOLÍTICA / TECNOPOLÍTICA


(La cohesión en las estrategias de poder o una racionalidad
gubernamental integrada – RGI-, en la era del capitalismo terminal)

EMILIO TARAZONA

Resumen: Este breve estudio reflexiona sobre como la racionalidad gubernamental


(concepto foucaultiano) del siglo 21, en medio del Capitalismo Mundial Integrado tienden a
articular varias estrategias de control social: visiblemente la biopolítica, la necropolítica y la
tecnopolítica. La salida emancipadora estaría acaso en el estudio integrado de estos campos.

Palabras Clave: Ciencia Política, Necropolítica, Biopolítica, Tecnopolítica

1.
Aun cuando la palabra fuera enunciada desde los años Veinte (Roberto Esposito desplegó
una genealogía crítica de la misma, hace ya una década), es en la segunda mitad de los años
Setenta (aproximadamente de 1974 a 1979) que Michel Foucault proporciona la forma
teórica aun en uso del concepto de “biopolítica” a través de conferencias, entrevistas, algunos
libros y sobre todo sus clases en el Collège de France, publicadas póstumamente (a
comienzos de este siglo). El aporte de Foucault a esta noción (que si bien no enuncia
originalmente, en cierto modo, sí afianza) es vincular ese concepto a un tipo específico de
racionalidad gubernamental (prácticas implementadas por las autoridades para el control y
conducción de la conducta social) propia de una modernidad en ciernes, donde
históricamente los regímenes monárquicos eran sustituidos sin remedio por las
nacientes repúblicas europeas (lo que implicaba el tránsito de la población, en las
sociedades feudales, desde su condición de súbditos a la de ciudadanos), fortaleciendo así
formas más eficaces de gobierno Estatal que permiten la consolidación del liberalismo
económico.

Biopolítica y liberalismo pasaron entonces a ser términos estrechamente


vinculados: el proyecto político de propiciar las condiciones de vida de una población

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jugaba nítidamente entonces un papel crucial en la producción y re -producción


del sistema económico al que esta vida debía ser entregada y, al mismo tiempo
que esa racionalidad pro-vida otorgaba una pátina de legitimidad al nuevo sistema, dejaba
también atrás el tiempo en que la existencia de cada quien era una propiedad que el soberano
podía tomar en cualquier momento. Pero es en paralelo a este intenso proceso intelectual
foucaultiano que se abre paso también sobre el mundo el modelo económico
neoliberal de la Escuela de Chicago (que en 1979 Foucault denomina también
“anarcocapitalismo” o “anarcoliberalismo”): primero en los ‘laboratorios’
sangrientos como el de las dictaduras perpetradas por Augusto Pinochet en Chile
(1973) y Jorge Rafael Videla en Argentina (1976), hasta el proceso de liberación de la
economía en China puesto en práctica por el gobierno de Deng Xiaoping (1978)
y, sucesivamente, Margaret Thatcher en Inglaterra (1979) y Ronald Reagan en
los Estados Unidos (1981). La omnipresencia global del neoliberalismo hoy (que
Felix Guattari denomina posteriorment e Capitalismo Mundial Integrado - CMI)
tiene un auge a partir de dos acontecimientos sucesivos luego de esa primera expansión
neoliberal en América Latina: primero, a fines de los años Ochenta, con el fin de la cortina
de hierro y la debacle de todo el bloque comunista (iconizadas en la caída del muro de
Berlín); y luego la vía de la transnacionalizació n impulsada desde inicios de los
Noventa por la irrupción del comercio online. Internet, aquella herramienta cibernética para
conmutar paquetes informáticos con fines académicos y militares adquirió
entonces un rol decisivo en la implantación del nuevo modelo económico
facilitando movilidad de capitales, flujo de transacciones internacionales en tiempo real e
integración de los mercados.

Es en este contexto plenamente inscrito que se visibilizan otros modos específicos de


racionalidad gubernamental, avocadas al ejercicio estratégico de la dominación y la
producción de subjetividad: la necropolítica y la tecnopolítica son nociones en cierto modo
recientes, surgidas ya al interior de ese paradigma neolibera l establecido y
pueden entenderse como términos que defi nen nuevos conjuntos de prácticas
implicadas, añadidas a la biopolítica, así como al campo de análisis de sus efectos. Hasta
ahora no tenemos noticia de una genealogía crítica de ninguno de estos términos, por lo
que normalmente se atribuye la enunciación y definición de la “necropolítica” a

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Ashile Mbembe (en los primeros años de este siglo), mientras, por otro lado, la
“tecnopolítica” parece recorrer un trayecto de definiciones y usos a veces divergentes que se
ensayan cuando menos desde fines de los años Setenta.

Marina Grzinic ha hecho importantes precisiones para entender esa


“administración de la muerte” (que la necropolítica supone) en el contexto neoliberal,
donde aquella formula foucaultiana de “dejar vivir” puede también significar
paradójicamente lo mismo que “hacer morir”. Luego del repliegue de las
decisiones políticas ‘pro-vida’ que habían formado parte de las funciones del Estado
moderno, los seres humanos quedan en un nuevo modo de indefensión posmoderna: ya no
abandonados dentro de un terreno cándido, salvaje o silvestre (sin normativas) como
escenario para desplegar su existencia, sino envueltos en un conjunto de dispositivos
creados por el orden ‘civilizado’, dentro de los cuales vivir implica tener los medios para
hacerlo, en un mundo que privilegia determinados ejercicios de poder que convierten en
armas la procedencia, el estatus, el dinero, la autoridad o la fuerza. Existe así la consolidación
de un enorme campo difuso de exclusión y exterminio socio -económico donde,
además de los casos en los que determinados ejercicios del poder empujan
deliberadamente a grupos humanos hacia la muerte, la omisión y connivencia del
Estado la propicia y despliega, dejando a las personas en manos de la sociopatía de las
corporaciones multinacionales.

2.

El término “tecnopolítica” parece haber sido introducid o por el politólogo Hugh


Heclo a fines de los Setenta para designar un tipo de prácticas sectarias en la administración
de políticas en Washington DC (que denomina red de “influencias” o de
“asuntos”) donde se diseñan y organizan aspectos del funcionamiento del gobierno, para
ya pasar en los años Noventa a referirse con el mismo término a las políticas
Estatales que definen los usos en medio de la apertura de la World Wide Web.
No obstante, las reflexiones que a fines de esa década introduce Stefano Rodotà sobre el
papel de la tecnopolítica abordan críticamente las trasformaciones de los sistemas
políticos operadas en el auge de las telecomunicaciones, las cuales parecen, desde entonces
(a diferencia de los modelos democráticos tanto “representati vos” como

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“directos”, caracterizados indistintamente por su “intermitencia”) anunciar la


construcción de una “democracia continua”, a la que teóricamente uno podría acceder
desde cualquier lugar y en cualquier momento. Al mismo tiempo advierte de la
mercificación y las estrategias de posicionamiento publicitarias con que los
nuevos medios empiezan a jugar un papel crucial en el campo de la política y
tienden a privilegiar su lugar por encima del debate, del conflic to de ideas o,
incluso, del flujo de información contestataria: para Rodotà, Internet no puede
ser considerada solo una “solución técnica” para la ansiada participación
ciudadana: “Nos encontramos frente a diversos modelos de sociedad y de
organización política, que se proyectan más allá de las técnicas empleadas, aun
cuando éstas influyan sobre sus características. Para afrontar el conjunto de las
cuestiones suscitadas por la mutación tecnológica y por las innovaciones que
ésta determina, son necesarios un a cultura política también ella renovada, una
experimentación paciente y un proyecto institucional acompañado por la
fantasía. Si todo esto falta o se retarda o no emerge con la claridad necesaria,
entonces las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación
manifiestan sólo su capacidad de banalizar, o de vaciar de todo significado, los
procedimientos democráticos construidos antes de su advenimiento .” Y más
adelante sostiene que: “Es necesario, entonces, llevar el análisis más a fondo
para identificar con mayor precisión el modo en que los instrumentos de la
tecnopolítica estructuran el papel del ciudadano .”

Sin verse premunidos de este último señalamiento, otro énfasis del término ha
sido recientemente difundido desde España por Javier Toretet al (pensando ‘en
caliente’ las características de un movimiento social como el de las acampadas,
también denominado de los indignados, que se desata inmediatamente después
de la manifestación del 15m), quienes definen la tecnopolítica como la aplicación
de las tecnologías de la información para el diseño, realización e incluso
medición de convocatorias virales de ocupaciones o protestas políticas (haciendo
énfasis en el lado de sus usos por la ciudadanía y, podríamos decir, con un sesgo
de democracia liberal); literalmente: “el uso táctico y estratégico de las
herramientas digitales para la organización, comunicación y acción colectiva ”,

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acercando así el término a nociones conocidas dentro del hacktivismo o


ciberactivismo (como el social media o el open gove rnment) y sumando también
otras herramientas existentes próximas al marketing político que permiten medir
el impacto social en la organización y seguimiento de las campañas perfiladas
de modo abierto a través de las redes sociales y otras plataformas en lí nea. Es
decir, una tecnopolítica que en muchos momentos parece avocada a un asunto de
hashtaks o trending topics, y que se vincula al uso que se hace del término en
estudios sobre la Orquesta del Caos en la ciudad de Barcelona en relación a las
“antropotecnias sonoras” que permiten diseminar un estado de ánimo
heterogéneo o el amplificado efecto movilizador de cierto estado de conmoción.

No se intenta aquí normar el uso adecuado o inadecuado de un término, sino


diferenciar los campos de acción delimitados por sus definiciones. Así, lo que
esta última acepción no permite pensar es la consolidación de una mecánica
Estatal y corporativa inscrita en la estructura física de Internet, haciendo énfasis
en sus, sin embargo, nada estériles posibilidades procedimenta les: es posible
entonces entender la tecnopolítica (o, para ser más precisos en relación a
internet, podemos decir también ciberpolítica) como una estrategia emergente de
racionalidad gubernamental (paralela así a la bio -necro-política) con relaciones
de poder vehiculadas por la forma actual de las telecomunicaciones, lo que
permite incluir tanto sus modalidades de regulación y control como las
posibilidades de empoderamiento o de apropiación de un tecnopoder extendido
más allá de las plataformas o ciberlugares que hoy, ocasionalmente, lo articulan.
Acaso la diferencia más importante entre estas acepciones del término
“tecnopolítica” parece residir en el modo ambivalente en que puede entenderse
también la “política”, a secas: mientras de un lado se hace énfa sis en su carácter
inclusivo, social y participativo, como prácticas destinadas a la toma de
decisiones para la obtención de objetivos en una comunidad específica, del otro
lado, se enfoca una acepción que la vincula al ejercicio concreto del poder
vertical: particularmente a los modos de control ejercidos desde posiciones que
hacen parte medular del dominio y de la producción de sujeciones (cuerpos y
subjetividades) aplicadas sobre de una ciudadanía identificada como población.

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Siendo ambas acepciones admitidas, es la segunda la que se destaca en el uso


teórico de términos como “biopolítica” y “necropolítica” (mientras otras
terminologías de cuño colombiano como “narcopolítica” o “parapolítica” pierden
por completo su significado atribuido cuando se tiene e n mente la primera
acepción inclusiva o participativa de la política). Siguiendo el modelo
adversarial de Chantal Mouffe, aquí parece necesario pensar “lo político” de la
palabra “política” adjunta: es decir, las relaciones de poder y antagonismo que
se inscriben dentro de ese lexema que sigue al prefijo “tecno”. Es en esta ruta
que se intenta pensar, también en los últimos años, la tecnopolítica
desde América Latina, anclando los ciberespacios posibles en el mapa de los
geoterritorios existentes: “alertando y accionando sobre aquellas dinámicas que
limiten el poder ciudadano en el ámbito de las telecomunicaciones ”, en palabras
de Farid Amed, quien hace énfasis en el lugar toral de la cultura libre en la
recuperación de los espacios colectivos que han sido expropiados, e induciendo
a pensar tanto la composición como las mecánicas en transformación de los
mismos.

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3.

Dos escritos dan cuenta del drástico desplazamiento operado en lo que sin duda
constituye una de las herramientas más poderosas que se ha c reado en las últimas
décadas: el bello poema de fines de los Sesenta (cuyo título fue tomado para un
extraordinario documental de Adam Curtis) con el que Richard Brautigan
describe el futuro cercano que imagina como una “ecología cibernética” en la
cual máquinas y seres vivos coexisten en equilibrio y armonía dentro de un
mundo sin dominaciones: “(…) donde los ciervos paseen en paz / entre
computadores / como si fueran flores / con pétalos giratorios.”, parece
perturbado en la famosa declaración de John Per ry Barlow de mediados de los
Noventa, que constituye una advertencia que intenta blindar al ciberespacio en
su lucha por una independencia entonces ya amenazada por la expropiación
gubernamental y corporativo-comercial de Internet: “Gobiernos del Mundo
Industrial, ustedes, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio,
el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, les pido en el pasado que nos
dejen en paz. No son bienvenidos entre nosotros. ”. No obstante, a mediados de
los Ochenta (temporalmente en medio del poema de Brautigan y la proclama de
Barlow), el manifiesto escrito por The Mentor traza los inicios de la ruta de
proscripción y criminalización de un espíritu y ética hacker cuyas
desencadenadas acciones, del lado del activismo o de la arena legal, continúan
hasta el día de hoy procurando la libertad irrestricta de la red de redes y
confrontando a las fuerzas que buscan su coerción:

“Nosotros exploramos…

y ustedes nos llaman criminales.

Nosotros buscamos detrás del conocimiento…

y ustedes nos llaman criminales. (…)

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Ustedes construyen bombas atómicas,

ustedes hacen la guerra,

asesinan, engañan y nos mienten

y tratan de hacernos creer que es por nuestro bien,

ahora nosotros somos los criminales.”

Al igual que la biopolítica y la necropolítica, la tecnopolítica es un aspecto decisivo dentro


de una racionalidad gubernamental que se presenta como un campo de batalla cibernético
atravesado por conceptos de propiedad y por vías de control donde, de momento, pueden hoy
identificarse más usuarios (aquellos que acceden a un conjunto de servicios) que realmente
habitantes (es decir, menos sujetos con posibilidades de transformación de las plataformas
que utilizan o con márgenes ampliados de autonomía). El entusiasmo desmedido por la
herramienta misma de Internet así como por sus posibilidades para articular la revuelta se
inclina demasiado del lado de la “nube” (como si los datos en Internet flotaran en nebulosas
intangibles) sin permitir el desvío hacia una reflexión sobre el control de una estructura física
medularmente compuesta por backbones y datacenters: servidores de almacenamiento
ubicados en territorios y países (y por tanto legislados por jurisdicciones específicas) o cables
de fibra óptica de primer orden que cruzan los océanos y circundan los continentes
conformando una columna vertebral que es propiedad de un oligopolio de empresas privadas
de telecomunicaciones y corporaciones multinacionales, las cuales, junto a la supremacía de
algunos Estados, ejercen a través de estos dispositivos una vigilancia sobre los sujetos a
escala planetaria, así como sobre gobiernos de naciones más débiles. Aquél saber
tecnocrático que se erige para el control y administración de lo digital es copia del saber que
pretendía colocar a la ciencia económica cada vez más lejos del alcance de los estudios
sociales.

4.

Para afirmar Internet como un “espacio autónomo de flujos” (en palabras con las que Manuel
Castells se refiere a este, en un texto publicado hace un par de años) debería antes ser un

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campo socializado y hacer imposible todo tipo de “interceptación en masa” de datos o


metadatos a una comunidad cada vez más próxima a la población mundial por parte de
diversas entidades privadas y servicios de inteligencia de Estado (haciendo énfasis en el
cuadrante noroeste del planeta), como desde hace tiempo lo denuncia WikiLeaks (y más
recientemente Edward Snowden). La realidad es hoy absolutamente lo contrario del lema
criptopunk: existe un hermetismo para la concentración de poder y una permanente
vulneración de la privacidad en la ciudadanía.

Pero si bien la línea que divide la biopolítica de la necropolítica parece cada vez más una
suerte de división de campos de acción, muchas veces negociados, en donde una existe con
la otra en una cohesión o solidaridad cómplice (como ocurre en efecto con la idea moderna
de progreso, que es impensable sin la noción de explotación), acaso de estas tres modalidades
de racionalidad gubernamental, la tecnopolítica es la que ha permitido la articulación más
eficaz de las anteriores. Así como la necropolítica no pretendía sustituir a la biopolítica, la
tecnopolítica (en su condición de espacio aun no recuperado y como zona de conflicto) no ha
pretendido cancelar a ninguna de estas sino que podría incluso, en su forma actual, consolidar
para ambas una aptitud y eficiencia inéditas. Estas tres podrían convertirse en facetas o
modalidades de una sola racionalidad gubernamental-corporativa que, junto a otras
vinculadas (que puedan emerger o afirmarse en los años sucesivos), denominamos aquí la
Racionalidad Gubernamental Integrada - RGI, surgida con el fin del capitalismo tardío: una
máquina de dominación que parece surgir desde ese neoliberalismo terminal en donde lo
único que parece posible socializar son la pérdidas (económicas, humanas y ecológicas) y
que también podría ser designado como un neoliberalismo farsante o, si se quiere, “zombie”
(post-mortem), donde las entidades financieras antes opuestas a toda intervención o
intromisión Estatal en materia económica (y regidas solo por las leyes del mercado auto-
regulado) tomaron mágicamente nueva vida con el dinero público de los rescates Estatales
que, de no haber ocurrido, habrían conseguido la quiebra y el colapso de su sistema de
corrupción y explotación.

Por debajo de ese mundo confinado a su diseminación en el ciberespacio, la tecnopolítica es


aquí entendida como un conjunto de prácticas, mecanismos, dispositivos y relaciones de
poder (la concentración procedimental de un conjunto de “actores dominantes” anotada por

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Heclo, “decididos a modelar las políticas públicas según sus proyectos”, que tienden a
desconectar una determinada línea política democráticamente elegida del hecho concreto de
la tecnocracia del control administrativo, que en Internet involucra intereses geopolíticos y
económicos) y, al mismo tiempo, se señala como aquel campo específico de investigación
sobre la función y composición de estas mismas, que espacios como la Fundación Casa del
Bosque han empezado a articular (un dispositivo conceptual que pensamos puede eludir
cierto anquilosamiento académico que parece en los últimos años haber envuelto a los
estudios de biopolítica): el conocimiento y la acción se erigen aquí como vías a través de las
cuales recuperar estos ámbitos tecnológicos desde su actual expropiación por Estados y
corporaciones que han establecido vínculos asimétricos de dominación, en una paulatina pero
radical cooptación de fuerzas cuyas bases habían sido inicialmente fundadas en lo colectivo.
Ese es el desafío del pensamiento sobre la tecnopolítica: “Sin duda, pasar por alto el
dinamismo de un sector que posee una de las mayores capacidades de concentración y
proyección económica, presencia global y poder político vigente, sería un gran error de
lectura de contexto”, en palabras de Amed.

Así, de modo similar a como el rechazo de tratamientos y protocolos impuestos por un saber
médico que no admite críticas (y que forma además parte del cuantioso negocio de
producción de patologías y enfermedades que luego pasa a medicar) o a como el apoyo de la
legalización y despenalización del aborto pueden considerarse, respectivamente,
herramientas biopolíticas o necropolíticas en favor de la autonomía del sujeto sobre
determinados poderes Estatales y corporativos; en el ámbito de la tecnopolítica pueden
construirse espacios de confrontación que han de abrirse con el análisis de la conformación
de las fuerzas de dominación (geopolíticas, sociales, ideológicas y jurídicas) que actúan en
las telecomunicaciones, necesariamente desplazadas a un territorio de acción social
orquestada tanto dentro como fuera de Internet: una ruta exterior offline o “away from
keyboard” (para usar un término popularizado por Peter Sunde en un documental sobre el
proceso legal contra The Pirate Bay), que toma distancia de ese sujeto “mediatizado” que se
auto-asume como punta de lanza de una suerte de neo-vanguardia y que la dupla de Antonio
Negri y Michael Hardt describen como subsumido por la red y desconectado de una revuelta
cuyo eje medular está en una coordinación en proximidad de los cuerpos, “base de la
inteligencia y acción política colectivas”.

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Bogotá, julio de 2014.

Bibliografía / Páginas web: en orden de mención o alusión)

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41 (publicado originalmente en italiano en 2004).
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n. 6. Enero-abril, 1977, pp. 89-108 (Segunda conferencia pronunciada en el curso de
Medicina Social en la Universidad del Estado de Río de Janeiro, octubre de 1974). Se incluye
en: Michel Foucault, Estrategias de poder. Obras esenciales (Vol. II). Barcelona, Paidos,
1999, pp. [363] – 384.
— Historia de la sexualidad. 1. “La voluntad de saber”, Madrid: Siglo XXI, 2005 (publicado
originalmente en francés en 1976).
—Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979). Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica, 2007 (publicado originalmente en francés en 2004).
Harvey, David, Breve historia del neoliberalismo. Madrid, Akal, 2007 (originalmente
publicado en inglés en 2005).
Guattari, Felix “El Capitalismo Mundial Integrado y la revolución molecular”. En:
Archipiélago n. 1.“Cuadernos de crítica de la cultura”, España, 1989, pp. 84-92.
(Originalmente en francés fue una contribución a unas jornadas en el Centre d’Initiatives
pour des Nouveaux Espaces de Liberté - CINEL en 1981, y publicado en la revista Chimères,
disponible en: http://www.revue-chimeres.fr/drupal_chimeres/files/cmi.pdf (última revisión:
junio 2014). Se incluye también en: Felix Guattari, Plan sobre el planeta. Capitalismo
Mundial Integrado y revoluciones moleculares. (Edición y notas: Raúl Sánchez Cedillo).
Madrid, Traficantes de sueños, 2004, pp. 57-74.
Mbembe, Achille, Necropolítica -Sobre el gobierno privado indirecto. Barcelona, Melusina
[sic.], 2011 (publicado originalmente en inglés en 2003).
Grzinic, Marina, From biopolitics to Necropolitics in relation to the Lacanian four
discourses. Lectura en el Simposium Art and Research: Shared methodologies, Politics and
Translation. Barcelona, Universidad de Barcelona, 6 – 7 de Septiembre de 2012. Pdf
descargable en: http://www.ub.edu/doctorat_eapa/wp-
content/uploads/2012/09/Marina.Grzinic_Biopolitics-Necropolitics_Simposio_2012.pdf
(última revisión: junio 2014).

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Heclo, Hugh, “Issue Networks and the Executive Establishment”. En: King, Anthony, (Ed.).
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pp. 87-124. Pdf descargable en: http://goodliffe.byu.edu/310/protect/heclo.pdf (revisado:
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Buenos Aires, Editorial Lozada, 2000 (originalmente publicado en italiano en 1997). El
primer capítulo está disponible en pdf en: http://fcbosque.org/index/phocadownloadpap/09-
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(revisado: junio 2014).
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Monty, Axebra, Quodlibetat, Simona Levi, SuNotissima, TakeTheSquare y Toret,
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http://www.icariaeditorial.com/pdf_libros/Tecnopolitica,%20internet%20y%20r-
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— “Tecnopolítica del #15m: la insurgencia de la multitud conectada”. En: Errata# n.7:
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abril 2012 (impreso: 2014), pp. [82]-100.
Toret, Javier y @Datanalysis15m. Tecnopolítica y 15m, la potencia de las multitudes
conectadas. El sistema red 15m, un nuevo paradigma de política distributiva; disponible para
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versión 1.0; revisado: junio 2014).
López, Gómez, Daniel,“Tecnopolítica del sonido: del instrumento acústico a la antropotecnia
sonora”. En: Andrés Antebi y Pablo González, Miguel Alonso Cambrón, Jaume Ayats, José
Manuel Berenguer, Manuel Delgado, Noel García López, Clara Garí y Daniel López Gómez.
Espacios sonoros, tecnopolítica y vida cotidiana. Aproximaciones a una antropología
sonora. Barcelona: Orquestra del Caos - Institut Català d'Antropologia, 2005, pp. 26-37.
Disponible en:
http://www.antropologia.cat/files/DOSSIER%20ESPACIOS%20SONOROS.pdf (revisado:
junio 2014).
Mouffe, Chantal, En torno a lo político. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007
(publicado originalmente en inglés en 2005).

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El borrador de este artículo fue redactado en los primeros meses de 2014 durante la última
parte de mí residencia tecnocultural en la Fundación Casa del Bosque en Bogotá y está
vinculado con —incluso toma ideas y copia algunos fragmentos de— el tercer capítulo de un
libro de mi autoría sobre arte colombiano contemporáneo, titulado: Cuerpo en disolvencia.
Flujos, secreciones, residuos (de próxima aparición).

Investigador y curador independiente, autor de artículos y ensayos en periódicos, catálogos
y libros. Ha publicado: La poética visual de Jorge Eielson (2004) y Accionismo en el Perú.
Rastros y fuentes para una primera cronología (ICPNA, 2006). Fue curador de las
exposiciones: «Jorge Eielson. Premio Tecnoquímica 2004» (ICPNA, 2005); «Juan Javier
Salazar: antes/durante/después. 1977-2006» (Galería Pancho Fierro, 2006) y cocurador de
«La persistencia de lo efímero. Orígenes del no-objetualismo en el Perú:
ambientaciones/happenings/arte conceptual (1965-1975)», (CCE Lima, 2007); «Subversive
Practices. Art under Conditions of Political Repression. 60s-80s/South America/Europe» y
«Die Chronologie der Teresa Burga. Berichte, Diagramme, Intervalle/29.09.11» (ambas en
W-Kunstverein Stuttgart, 2009 y 2011). Ensayos suyos se incluyen en los libros:
Conceptualismos do Sul/Conceptualismos del Sur, de Cristina Freire y Ana Longoni (Org.)
(São Paulo, USP-MAC-Anablume, 2009) y Sur, Sur, Sur, Sur, de Cuauhtémoc Medina (Ed.)
(7mo. SITAC, Ciudad de México: Patronato de Arte Contemporáneo, 2010).

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