La dualidad es una cualidad extraña, única, contraproducente, que necesita de dos fuerzas
opuestas que de cierta manera se complementan y son dependientes la una o la otra. En el
matrimonio, por ejemplo, el hombre y la mujer son totalmente diferentes y se complementan
para poder procrear y formar una vida. En la comida, los carbohidratos y las proteínas
tienen cualidades contrarias y son puestas en el mismo plato para lograr una dieta
balanceada. De la misma manera, la personalidad e identidad de las personas son
formadas por dualidades: personas apasionadas pero al mismo tiempo tímidas, con
temperamentos fuertes pero bondadosas, entre otros. Sin embargo, en numerosos casos,
una de las cualidades dentro de la dualidad ataca a la otra y/o viceversa. Al parecer esto es
lo que sucede en la identidad latinoamericana, a través de la dualidad se puede comprender
el porqué de su historia, de su actualidad, de su autenticidad.
Las sociedades que preceden a Aura y Cien Años de Soledad se caracterizan por ser
católicas, conservadoras, capitalistas y un poco subdesarrolladas; en consecuencia de ser
naciones jóvenes y ex-colonias de la cuna del Catolicismo; bajo la sombra de la potencia
americana E.E.U.U. En ellas, la piedad de las mujeres es aparentemente llevada a
extremos, al ser común que la abuela o la mamá dentro de una familia sea reconocida como
la fanática o la rezandera. En éstos, se le insiste a las personas cercanas la manera de
llevar sus vidas. El nuevo modelo de cada obra es indirectamente la eliminación paulatina
del Dios absoluto traído a América Latina por los españoles, pues en cada novela se ve una
devoción obsesiva, aparentemente innecesaria que no trae consigo beneficios.
En el caso de Aura, la mujer piadosa sería Consuelo, quien arraigada por la vejez tiene
muchas imágenes, ritos, y hábitos extraños que reflejan su devoción. Su piedad no es
sinónimo de amor y bondad, sino equivale a hipocresía, falta de confianza y locura, pues
Consuela, la gran devota es vil y le impide a Aura ser libre. Para colmar el plato, la mujer no
es cuerda, pues vive en total oscuridad, la cual hace alegoría a la supuesta ceguera que la
religión le da al ser humano frente a la realidad. En Cien Años de Soledad sucede lo
mismo. Un ejemplo claro dentro de la novela es Fernando del Carpio, esposa de Aureliano
José, quien por consecuencia de ser la católica más apegada a la doctrina, es la que más le
da a sus familiares las imposiciones cristianas y encima clasistas, a tal punto de evitarle con
crueldad el romance a Meme. Igualmente, es la menos querida de la familia, incluso por su
hija y marido, quienes prefieren a la concubina Petra Cotés. Por medio de la literatura,
latinoamérica se rebela en contra del Dios al que el hombre desea reemplazar. Tras la
industrialización, el ser humano cae en cuenta de que con las máquinas puede crear no
solamente elementos facilitadores de la vida, entonces ¿para qué necesita de un Padre? Y
precisamente esta cuestión es tratada sublimemente en las novelas más reconocidas del
siglo XX.
Son años de atraso los que la sociedad latinoamericana tiene frente a las superpotencias ya
industrializadas, que ya han “endiosado” al hombre. Es el turno de Latinoamérica de
hacerlo, y en Cien años de soledad y Aura se demuestra esto, pues es el hombre el que
debería ser su propio ejemplo. Cuando se tiene a un Dios como arquetipo, “el mundo que
nos rodea no adquiere más validez que la que le debe al prototipo extraterrestre que le
sirvió de modelo” (Eliade 2001, pg 10) lo que quiere decir que el mundo humano: sus
invenciones, sus actos, sus personajes son desvalorizados. Para las novelas analizadas,
este pensamiento es errado pues no se confirma la existencia de una deidad, pero sí la del
ser humano quien es el que se ve obligado a sufrir el mundo, al contrario de Dios. Es él el
encargado de moldear su realidad. La cuestión es que al mortal no se le pueden poner
ejemplares extrahumanos porque su naturaleza imperfecta se los impide alcanzar.
Esto es una fuerte contradicción frente a la sociedad Católica, pues en ella la perfección es
el camino digno hacia la muerte, no el pecado el que le da plenitud a la vida. Esto es lo que
precisamente proponen los novelistas latinoamericanos del siglo XX, quienes, de acuerdo
con Octavio Paz, demuestran que el individuo latinoamericano es una deformación de las
tradiciones indígenas y los vestigios de la colonia española. Entonces las novelas proponen
que está en su naturaleza rebelarse contr la rigidez de una fe que exige perfección y pureza
El latino es fiestero, pero devoto. Su dualidad recae en que su origen indio-español es una
contradicción la cual Cien Años de Soledad y Aura pretenden desenmascarar al enfrentar al
hombre que realmente es fiestero, pecador, desamparado por el que la sociedad
hipnotizada por modelos extrahumanos pretende que sea.
Eliade, M. (2001) El mito del eterno retorno. Buenos Aires. Editorial Emercé.
Paz, O. (2014) El laberinto de la soledad. México D.F. Fondo de Cultura Económica.
García Márquez, G. (1967) Cien años de soledad. Bogotá. Editorial Oveja Negra.
Fuentes, C. (2015). Aura. Colombia. Editorial Buena Semilla.
Lukács, G. (2010). La teoría de la novela. Buenos Aires. Editorial Godot.
Jiménez Panesso, D. (1991). Sobre la teoría de la novela. Universidad Pedagógica
Nacional. Red Académica.