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La dualidad: la escultora de los latinoamericanos.

La dualidad es una cualidad extraña, única, contraproducente, que necesita de dos fuerzas
opuestas que de cierta manera se complementan y son dependientes la una o la otra. En el
matrimonio, por ejemplo, el hombre y la mujer son totalmente diferentes y se complementan
para poder procrear y formar una vida. En la comida, los carbohidratos y las proteínas
tienen cualidades contrarias y son puestas en el mismo plato para lograr una dieta
balanceada. De la misma manera, la personalidad e identidad de las personas son
formadas por dualidades: personas apasionadas pero al mismo tiempo tímidas, con
temperamentos fuertes pero bondadosas, entre otros. Sin embargo, en numerosos casos,
una de las cualidades dentro de la dualidad ataca a la otra y/o viceversa. Al parecer esto es
lo que sucede en la identidad latinoamericana, a través de la dualidad se puede comprender
el porqué de su historia, de su actualidad, de su autenticidad.

Lo interesante es que la dualidad que aparentemente moldea al latinoamericano se ve en el


arte y sus ramas. La literatura, especialmente la novela, es una excelente representación de
todo aquello que contradice a algún modelo, pues desde Jane Austen y su feminismo contra
el conservatismo, hasta Harper Lee con su lucha frente al antisemitismo; ésta se ha
encargado de desenmascarar las hipocresías de sus sociedades. La dualidad, por
definición, se refiere a la reunión de dos características diferentes en un mismo ámbito. La
dualidad histórica, por su lado, concierne a dos cualidades contrapuestas en un mismo
suceso o momento histórico. Ésta toma aún más complejidad cuando toca la puerta del arte.
La obra de arte, gracias al relato, que se centra en demostrar dualidades es la novela, ya
que en ella se emanan los ideales del mundo exterior que sofocan, mas no exceden a la
obra en sí. La complejidad de este concepto se puede sintetizar en la necesidad novelística
de poner, desde las entrañas de la obra, en ridículo a las imposiciones perfeccionistas de la
sociedad para que por medio de los relatos que se encuentran en ésta, se pueda presentar
un arquetipo novedoso. Ejemplos de esto se pueden ver claramente en Aura de Carlos
Fuentes y Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, obras que por excelencia
representan la identidad latinoamericana sus raíces, sus problemáticas, sus dualidades.
Reconocidas mundialmente, recogen el resultado recetado por la historia que esculpió al
hombre que se vive, muere y llora en Latinoamérica.

Cien Años de Soledad es la novela más representativa de Gabriel García Márquez,escrita


en 1967. La obra toma lugar en Macondo, pueblo ubicado en la costa atlántica Colombiana.
La familia principal de Macondo son los Buendía, que fueron sus primeros pobladores. Entre
numerosos casos de incesto, de eventos extraños y fantásticos y personajes con actitudes
extremistas en diversos ámbitos, los Buendía están destinados a un final semi-apocalíptico.
El realismo mágico es evidentemente palpable en Cien Años de Soledad, así como la
situación e historia de Colombia se puede presentir en los lugares, personajes, sucesos y
demás características plasmadas en su relato. Aura, por su parte se sitúa en México y
recoge la historia de la rara relación casi siamés de la anciana Consuelo y su hermosa
sobrina Aura, cuyas vidas se ven “interrumpidas” por Felipe Montero, el joven que termina
siendo el objeto de pasión de Aura. Lo atractivo de estos dos libros para sus sociedades y
las venideras, paradójicamente, es que las contradicen y atacan sus ideales.

Cuando se acometen los modelos de la sociedad es porque el relato lo permite. El relato


recopila los detalles de la historia y ataca al tiempo al mostrar una versión tergiversada de la
realidad. Esta realidad, en el caso del realismo mágico, se asemeja a la vida pero al mismo
tiempo es ficcional. “Todo en la acción interna del relato e una lucha contra el poder del
tiempo” (Jiménez, 2015, página 5). Esto quiere decir que dentro de la función propia del
relato está apropiarse del tiempo para así mutilarlo, no solamente como desarrollo de la
novela, sino también para trascender la vida temporal del mundo en donde nace.

Las sociedades que preceden a Aura y Cien Años de Soledad se caracterizan por ser
católicas, conservadoras, capitalistas y un poco subdesarrolladas; en consecuencia de ser
naciones jóvenes y ex-colonias de la cuna del Catolicismo; bajo la sombra de la potencia
americana E.E.U.U. En ellas, la piedad de las mujeres es aparentemente llevada a
extremos, al ser común que la abuela o la mamá dentro de una familia sea reconocida como
la fanática o la rezandera. En éstos, se le insiste a las personas cercanas la manera de
llevar sus vidas. El nuevo modelo de cada obra es indirectamente la eliminación paulatina
del Dios absoluto traído a América Latina por los españoles, pues en cada novela se ve una
devoción obsesiva, aparentemente innecesaria que no trae consigo beneficios.

En el caso de Aura, la mujer piadosa sería Consuelo, quien arraigada por la vejez tiene
muchas imágenes, ritos, y hábitos extraños que reflejan su devoción. Su piedad no es
sinónimo de amor y bondad, sino equivale a hipocresía, falta de confianza y locura, pues
Consuela, la gran devota es vil y le impide a Aura ser libre. Para colmar el plato, la mujer no
es cuerda, pues vive en total oscuridad, la cual hace alegoría a la supuesta ceguera que la
religión le da al ser humano frente a la realidad. En Cien Años de Soledad sucede lo
mismo. Un ejemplo claro dentro de la novela es Fernando del Carpio, esposa de Aureliano
José, quien por consecuencia de ser la católica más apegada a la doctrina, es la que más le
da a sus familiares las imposiciones cristianas y encima clasistas, a tal punto de evitarle con
crueldad el romance a Meme. Igualmente, es la menos querida de la familia, incluso por su
hija y marido, quienes prefieren a la concubina Petra Cotés. Por medio de la literatura,
latinoamérica se rebela en contra del Dios al que el hombre desea reemplazar. Tras la
industrialización, el ser humano cae en cuenta de que con las máquinas puede crear no
solamente elementos facilitadores de la vida, entonces ¿para qué necesita de un Padre? Y
precisamente esta cuestión es tratada sublimemente en las novelas más reconocidas del
siglo XX.

Son años de atraso los que la sociedad latinoamericana tiene frente a las superpotencias ya
industrializadas, que ya han “endiosado” al hombre. Es el turno de Latinoamérica de
hacerlo, y en Cien años de soledad y Aura se demuestra esto, pues es el hombre el que
debería ser su propio ejemplo. Cuando se tiene a un Dios como arquetipo, “el mundo que
nos rodea no adquiere más validez que la que le debe al prototipo extraterrestre que le
sirvió de modelo” (Eliade 2001, pg 10) lo que quiere decir que el mundo humano: sus
invenciones, sus actos, sus personajes son desvalorizados. Para las novelas analizadas,
este pensamiento es errado pues no se confirma la existencia de una deidad, pero sí la del
ser humano quien es el que se ve obligado a sufrir el mundo, al contrario de Dios. Es él el
encargado de moldear su realidad. La cuestión es que al mortal no se le pueden poner
ejemplares extrahumanos porque su naturaleza imperfecta se los impide alcanzar.

Cien años de soledad demuestra la paradoja de los ideales imposibles en Remedios, la


bella, quien “no era un ser de este mundo” (García M, 1967, pg. 160) con su belleza tan
extrema que que “mató” a varios hombres de amor (situación evidentemente fuera del
alcance humano). Una hermosura de ánima, que la hacía pasear, tal cual Adán y Eva,
desnuda por la casa de los Buendía. Una clara alegoría al modelo puro de mujer Santa del
Catolicismo (y objeto de especial piedad en Latinoamérica) tras subir a los cielos, la Virgen
María: arquetipo sustancial para la mujer devota. Aún así, al ser tan inaccesible y dañina
para los que la aman, se implica fuertemente que admirar y desear lo puro y santo no es
para los mortales, pues resulta en muerte: muerte de libertad. Aura, por su parte muestra la
devoción a lo sobrenatural y “perfecto” como absoluta hipocresía, pues no sólo es
inalcanzable para el ser humano -que es finito-, sino que el hombre es completamente
contrario a los modelos divinos que admira. Consuelo es como la Virgen que venera: es
posesiva, ansiosa y para nada bondadosa, pues somete a los demás a su voluntad (al
contrario del objeto de sus oraciones, quien acepta la Voluntad de Dios antes que la suya).
Los modelos divinos, por lo tanto, son eternos, pero no para todas las sociedades y
momentos. En cambio el modelo humano, el arquetipo con imperfecciones se adapta al
hombre desde que llegó al mundo pues éste es propenso a pecar, a romper la ley, hace
más fácilmente el mal que el bien. Se abole la perfección como ideal y se pone en el mismo
momento la imperfección como nuevo arquetipo y el pecado como medio de vida.

Esto es una fuerte contradicción frente a la sociedad Católica, pues en ella la perfección es
el camino digno hacia la muerte, no el pecado el que le da plenitud a la vida. Esto es lo que
precisamente proponen los novelistas latinoamericanos del siglo XX, quienes, de acuerdo
con Octavio Paz, demuestran que el individuo latinoamericano es una deformación de las
tradiciones indígenas y los vestigios de la colonia española. Entonces las novelas proponen
que está en su naturaleza rebelarse contr la rigidez de una fe que exige perfección y pureza
El latino es fiestero, pero devoto. Su dualidad recae en que su origen indio-español es una
contradicción la cual Cien Años de Soledad y Aura pretenden desenmascarar al enfrentar al
hombre que realmente es fiestero, pecador, desamparado por el que la sociedad
hipnotizada por modelos extrahumanos pretende que sea.

Eliade, M. (2001) El mito del eterno retorno. Buenos Aires. Editorial Emercé.
Paz, O. (2014) El laberinto de la soledad. México D.F. Fondo de Cultura Económica.
García Márquez, G. (1967) Cien años de soledad. Bogotá. Editorial Oveja Negra.
Fuentes, C. (2015). Aura. Colombia. Editorial Buena Semilla.
Lukács, G. (2010). La teoría de la novela. Buenos Aires. Editorial Godot.
Jiménez Panesso, D. (1991). Sobre la teoría de la novela. Universidad Pedagógica
Nacional. Red Académica.

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