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Lunes – La belleza de Nazaret – Jesús se aparece

a María
- La belleza de Nazaret es la Belleza encarnada: En Nazaret ha tomado carne la
belleza eterna. Y ha tomado no solo la carne de Jesús, sino que la carne de Jesús
ha requerido la carne de María y de José.
- Esa carne que toma de María, es la carne resucitada de Jesús, que va en busca
de su Madre cuando resucita: “Primero: apareció a la Virgen María, lo cual,
aunque no se diga en la Escritura, se tiene por dicho, en decir que apareció a
tantos otros; porque la Escritura supone que tenemos entendimiento, como está
escrito: ‘¿También vosotros estáis sin entendimiento?’”
- ¿Cómo podemos encontrar la belleza en una vida pobre, sencilla de Nazaret? No
tienen muchas cosas pero tienen la principal: El amor
- El amor es lo que embellece a la persona, lo que hace bella a la familia. La rutina
puede ser un lugar de manifestación de una belleza grande cuando se vive desde
el amor.
- Los gestos de amor entre los padres, los gestos de servicio de los hijos, de
generosidad de los hermanos son los que hacen la vida hermosa.
- Esos gestos de amor, hechos carne, son los que resucitarán por obra de Dios.
- Cuando morimos por amor en la familia, es el mismo Jesús, que conoce la familia,
el que los resucita.

Martes – La belleza de la Palabra – Jesús se


aparece a las mujeres y a Pedro y Juan.
- Recordar la voz de alguien. Le ha pasado a María Magdalena que, al sentir su
nombre con la voz amada, se ha estremecido. Las palabras del Resucitado serán
siempre para ahuyentar el miedo y para llamar a la paz. Si pensamos en las
ocasiones en que alguien en los momentos más difíciles ha puesto una palabra
de paz, de sosiego, sabremos interpretar estas escenas evangélicas.
- Palabras que curan, que cambian. Todos tenemos la oportunidad de pronunciar
palabras así. ¡Qué pocas veces decimos a alguien lo bueno que tiene o lo decimos
de una forma bonita! Todos podemos pronunciar una palabra que sea
transformadora de la vida del otro. Esta es una posibilidad que Dios ha puesto
en nuestros labios.
- Es su Palabra, por excelencia, la que nos cura, la que nos cambia. Escucharla con
cabeza y corazón llega a rehacernos. Decimos que su Palabra es performativa
porque realiza lo que dice. Además su palabra es siempre oportuna, nunca
inoportuna. Y siempre adecuada a mí, a lo que necesito. Aunque puede que yo
no la entienda, tengo que aprender a escucharla, tengo que aprender a guardarla
en el corazón, para que sea eficaz cuando llegue el momento, como Pedro y Juan,
que comprenden todo al llegar al sepulcro vacío.
- Las palabras que el Señor nos ha dirigido son profundamente hermosas, y nos
embellecen cuando las vivimos. La palabra del Señor hermosea nuestras
relaciones, nuestra oración personal, hace hermosas nuestras acciones y las llena
de sentido. Esas palabras escritas en la Biblia, pero escritas también en la vida de
la Iglesia, en la vida de los santos, me introducen en una corriente de belleza a la
que puedo incorporarme, de la que puedo disfrutar ejercitando mi libertad.

Miércoles – La belleza de la naturaleza, del


camino – Jesús se aparece a los de Emaús
- ¿Qué tiene el camino que Jesús sale al encuentro de dos cuando caminan? El
camino es, en todas las culturas, una metáfora de la vida. El que camina sabe que
hay una meta, que habrá dificultades, que decidirse a dar el primer paso no es
sencillo. ¿No ocurre esto en todas las decisiones de nuestra vida? ¿No es esto lo
que ocurre cada vez que emprendemos una actividad, comenzamos un curso,
nos embarcamos en una nueva relación? Es aquí donde Jesús viene a hacerse
compañero del camino, para embellecerlo con su presencia
- Los dos de Emaús van juntos. Esta es la primera cosa hermosa que encontramos.
No caminan solos, sino que se acompañan. Es verdad que se acompañan en el
desaliento, pero no se han abandonado el uno al otro. Todavía caminan juntos.
Aquí entra Jesús, el tercero, el que completa la comunidad y se hace compañero
de este viaje externo, para ayudarles a hacer el viaje interior desde la tristeza al
reconocimiento de su presencia.
- Los tres libros para encontrarse con Dios se ven en este pasaje de Lucas. La
Escritura, la Naturaleza y el Hombre, son los tres libros en que podemos conocer
a Dios.
- La naturaleza, que envuelve este encuentro con la Escritura y con el Hombre
Verdadero, Jesús, que tienen los dos de Emaús, está también llena de la
presencia de Dios. Abrir los ojos a la realidad que nos rodea, y reconocerla creada
por Dios, cambia todos los esquemas. No es lo mismo mirar el camino o la
naturaleza como algo sin sentido que reconocer que lo tiene precisamente
porque ha sido creado por Dios. La grandeza que nos sobrecoge en la naturaleza,
es una grandeza salida la mano de Dios, la grandeza de las luchas del camino de
nuestra vida también es creada y querida por Dios.

Jueves – La belleza del arte – Jesús se aparece a


los discípulos y Tomás no se lo cree
- Textos de la carta a los artistas de JPII:
La auténtica intuición artística va más allá de lo que perciben los sentidos y,
penetrando la realidad, intenta interpretar su misterio escondido. Dicha intuición
brota de lo más íntimo del alma humana, allí donde la aspiración a dar sentido a la
propia vida se ve acompañada por la percepción fugaz de la belleza y de la unidad
misteriosa de las cosas.
El creyente no se maravilla de esto: sabe que por un momento se ha asomado al
abismo de luz que tiene su fuente originaria en Dios. ¿Acaso debe sorprenderse de
que el espíritu quede como abrumado hasta el punto de no poder expresarse sino
con balbuceos? Si ya la realidad íntima de las cosas está siempre «más allá» de las
capacidades de penetración humana, ¡cuánto más Dios en la profundidad de su
insondable misterio!
El conocimiento de la fe es de otra naturaleza. Supone un encuentro personal
con Dios en Jesucristo. Este conocimiento, sin embargo, puede también
enriquecerse a través de la intuición artística. Una sensibilidad semejante se
encuentra en la espiritualidad oriental, donde Cristo es calificado como «el Bellísimo,
de belleza superior a todos los mortales». Macario el Grande comenta del siguiente
modo la belleza transfigurante y liberadora del Resucitado: «El alma que ha sido
plenamente iluminada por la belleza indecible de la gloria luminosa del rostro de
Cristo, está llena del Espíritu Santo... es toda ojo, toda luz, toda rostro».
Toda forma auténtica de arte es, a su modo, una vía de acceso a la realidad más
profunda del hombre y del mundo. Por ello, constituye un acercamiento muy válido
al horizonte de la fe, donde la vicisitud humana encuentra su interpretación
completa. Este es el motivo por el que la plenitud evangélica de la verdad suscitó
desde el principio el interés de los artistas, particularmente sensibles a todas las
manifestaciones de la íntima belleza de la realidad.

- Tomás quiere ver, le interesa la verdad de la realidad y sabe que el conocimiento


de la realidad viene por los sentidos. No se conformará con ver y contemplar,
querrá tocar.
- Sin embargo, este tocar no es ya la fe, si no que se necesita un asentimiento
interior. Ni siquiera el que ve milagros está obligado a creer, y eso resalta aún
más la importancia de la libertad.
- El arte puede suscitar la fe, rescata sentimientos profundos en el hombre, la
experiencia estética abre a la trascendencia, hace preguntarse por el
fundamento, pone en contacto con el sentido de la vida y del mundo y en todos
estos sentidos es un primer camino para recorrer la senda de la fe.
- Los que han conocido la belleza del Resucitado se ven ante la disyuntiva de
consentir a la fe como Tomás (Señor mío y Dios mío) o seguir adelante con su
escepticismo y su experiencia personal replegada sobre sí mismos.
- El arte abre al Evangelio y el Evangelio suscita arte. Ciertamente al tocar las fibras
más íntimas del ser, tanto la fe como el arte tienen una relación estrecha. Ciertas
manifestaciones de la fe solo son adecuadas si se realizan de forma artística. La
oración personal volcada en la poesía religiosa o la construcción de las
catedrales, expresión de la grandeza de la madre Iglesia, son algunas de los
ejemplos más evidentes de la estrecha relación y mutua fecundación entre el
arte y la fe.

Viernes – La belleza de la música – La pesca


milagrosa
- La belleza de la música reside en el tiempo. Se escapa del oído cuando suena. La
pesca también conoce de tiempo.
- La belleza se encuentra muchas veces en medio de la precariedad. En medio del
no saber. En medio del no poder conseguir avanzar.
- ¿Cómo hace Jesús para servirse de esta precariedad y hacernos avanzar? ¿Cómo
consigue Él multiplicar nuestra indigencia y convertirla en riqueza para nosotros
y para otros? ¿Cómo es posible que de la más absoluta debilidad y pobreza
nazcan y renazcan músicas de esperanza para la vida?
- Hay que estar dispuestos a reconocer todo como un don. Jesús nos da los peces
y luego nos los pide como si fuesen nuestros, como intentando que nosotros le
hagamos un favor.
- Jesús nos da los peces, pero después no lo hace todo por nosotros, sino que
quiere que colaboremos en esto, nosotros tenemos que arrastrar la red, subirla
a la barca, acercar los peces hasta el lugar en que Él ha puesto las brasas.
- La acción de Jesús nunca suplanta la nuestra. Salva nuestra debilidad pero no la
hace desaparecer.

Sábado – La belleza de decir que sí a Dios con tu


vida– Jesús envía a los discípulos a predicar
- Nadie es él mismo en mayor medida que el santo, el que cumple la voluntad de
Dios.
- Cumplir una misión. Una misión que no se separa de mi identidad, que la
enriquece, que la plenifica.
- Una misión no restringida a unos pocos, sino al mundo entero. Hay que llevar la
Palabra de Jesús al mundo entero. Una palabra pronunciada,
fundamentalmente, con la propia vida.
- Decir que sí a Jesús en este mandato misionero es configurarse con Él. Hacer lo
mismo que Él hizo.

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