2017
LA MEMORIA DE LOS NOMBRES:
LA TOPONIMIA EN LA CONFORMACIÓN HISTÓRICA
DEL TERRITORIO. DE MESOAMÉRICA A MÉXICO
Karine Lefebvre
Carlos Paredes Martínez
(Editores)
2017
Lefebvre, K., Paredes Martínez, C. (2017) La memoria de los nombres: la toponimia en la
conformación histórica del territorio. De Mesoamérica a México, UNAM: CIGA, Morelia, 473 pp.
Todos los capítulos de este libro fueron arbitrados por pares académicos.
ISBN: 978-607-02-9048-0
7 Introducción
19 Datos de autores
25 Abreviaturas más usadas
171 Los nombres de las comunidades otomíes de San Miguel de Allende, Guanajuato
Beatriz Cervantes Jáuregui, Rosa Brambila Paz
III. Los aportes y los tropiezos con la toponimia en la arqueología
259 El repertorio hidráulico del centro de México a través de los glifos acuáticos como
topónimos: la presencia del agua
Elia Rocío Hernández Andón
335 Los topónimos o’dam. Vida social y memoria de un pueblo del noroeste
mexicano
Antonio Reyes Valdez, Gabriela García Salido
421 Evocación histórica a través de las memorias de linderos. El caso del Valle de
Etla, Oaxaca
Susana Gómez Serafín
447 Yucu Lloo, Yucu Nchii y Yucu Tachi: la Casa de la Luna, del Sol y del Viento
en los paisajes de la Mixteca Alta
Marcelo Ramírez Ruiz
El presente libro reúne una selección de ponencias presentadas en el coloquio “La memoria de los
nombres: la toponimia en la conformación histórica del territorio”, que se llevó a cabo del 3 al 5 de
junio de 2015 en el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la UNAM campus
Morelia, organizado por Karine Lefebvre y Carlos Paredes Martínez, con el apoyo del CIGA-
UNAM, el CIESAS, el CEMCA, la ENES de la UNAM Morelia a través de la licenciatura en
geohistoria, la facultad de historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, el
INEGI y el H. Ayuntamiento de Morelia a través de su secretaría de turismo.
El evento académico reunió a cuarenta y cinco ponentes procedentes de varias
instituciones nacionales y diversas disciplinas, quienes presentaron sus trabajos de investigación en
torno a la toponimia de los sitios y regiones de estudio. Este encuentro tenía el objetivo de crear
un espacio de conocimiento y discusión acerca del tema de la toponimia y de llevar a cabo una
reflexión interdisciplinaria sobre las aportaciones, así como los límites en el estudio de este tema
como instrumento auxiliar en la investigación sobre las sociedades, el medio ambiente y el paisaje.
El tema de la toponimia ha estado presente en los estudios de las Ciencias Sociales y las
humanidades desde finales del siglo XIX. En aquel entonces, este “fósil de la geografía humana”,
según la expresión de Albert Dauzat (1947), se utilizaba para identificar, con mayor o menor
veracidad, zonas ocupadas por poblaciones especificas que las habrían marcado con los nombres de
lugares, lo que permitió establecer mapas de ocupación humana y su impacto en el paisaje.
De manera más específica, en México el interés por la toponimia también tiene una larga
tradición. Desde la época colonial, a través de las numerosas crónicas —en particular las escritas
por los religiosos— pero también en los documentos civiles y administrativos, tales como las
conocidas Relaciones geográficas del siglo XVI, se observa un gran interés por los topónimos. Sus
autores solían mencionar los nombres de pueblos o parajes referidos, indicando muchas veces el
origen lingüístico del vocablo y su interpretación en lengua española.
Desde el principio del siglo XX, los nombres de lugares procedentes de estas fuentes
primarias, lo mismo que los topónimos modernos, fueron objeto de estudios y análisis,
7
La memoria de los nombres
Etimología de algunos nombres tarascos de los pueblos de Michoacán y otros estados (1888), de
Robelo en la Toponimia tarasco-hispano-nahoa (1912), tan sólo por mencionar algunos. Desde
luego, los estudios sobre la toponimia han ido en aumento progresivo y con eso se multiplicaron y
se diversificaron los enfoques, abordando temas históricos, geográficos, antropológicos y
lingüísticos desde los años 1960.
Es para resaltar la labor desarrollada en esta temática durante largos años por parte de
Ignacio Guzmán Betancourt desde la década de 1980, y posteriormente, iniciando su destacada
labor con un curso y seminario que se realizó en el Instituto Politécnico Nacional. De este curso se
originó la publicación titulada De toponimia… y topónimos: contribuciones al estudio de nombres de
lugar, coordinado por Ignacio Guzmán Betancourt (1987), que reunió 14 contribuciones de
milenarios (1983).
Otras obras que han planteado lo profundo y complejo que puede ser el tema de la
toponimia en México son: Historia del nombre y de la fundación de México (1993) de Gutierre
Tibón; Los nombres de México (1998), compilación del mismo Guzmán Betancourt; en 2010,
Martha C. Muntzel y María Elena Villegas Molina coordinaron un libro en homenaje a Ignacio
8
Introducción
Guzmán Betancourt, titulado Itinerario toponímico de México donde se incluye las propias
contribuciones que el mismo Guzmán Betancourt había dejado inéditas después de su muerte y
que las editoras se encargaron de compilar, reuniendo once nuevos estudios sobre toponimia en la
República Mexicana, todos ellos de gran valor.
Durante el coloquio que nos convocó en 2015 los panelistas tuvimos la oportunidad de
conocer una primicia editorial sobre el tema de la toponimia: Toponimia indígena de Querétaro
siglo XVI (2015) de María Elena Villegas Molina, Rosa Brambila Paz y Juan Carlos Saint-Charles
conformado por 21 trabajos dedicados al estudio de distintos sitios y regiones más amplias de
Mesoamérica y de México en la actualidad, distinción que hacemos en razón de que la mayor parte
9
La memoria de los nombres
de los mismos se enfocan en los pueblos y las culturas que se desarrollaron en el territorio que se ha
identificado desde 1943 como Mesoamérica (Kirchhoff, 1943), y por otro lado, se presentan otros
trabajos, como los que están a cargo del INEGI, dirigidos a México como nación y no sólo a la
antigua Mesoamérica.
De esta manera, cada uno de los autores de esta publicación contribuye con trabajos
originales al conocimiento de la toponimia desde distintas disciplinas de las Ciencias Sociales, lo
cual de entrada constituye un valioso referente en la materia, confrontando las distintas
metodologías, cuestionamientos, fuentes, materiales de estudio y variedades culturales que
abordan los autores, en el vasto escenario multicultural y plurilingüístico de México en general y
de los pueblos indígenas del pasado y del presente en particular. Como lo ha dicho Miguel León-
Portilla (1983), el cambio toponímico ha estado presente en la historia de México desde el origen
mismo, y es producto, en parte, del intenso mestizaje, los contactos culturales y lingüísticos desde
épocas muy remotas en el periodo prehispánico y hasta el presente.
Preguntas pertinentes que permean varios de los trabajos aquí incluidos son: ¿qué motiva a
denominar a un lugar de tal o cual manera?, ¿Podemos saber si hay una determinada política de
denominación de los sitios, pueblos y ciudades que habitaron los hombres en distintas épocas
históricas?, ¿Cuáles han sido los aportes y los problemas que desde las distintas disciplinas se han
abordado a través de la toponimia, y cuáles sus contribuciones y revelaciones más importantes?
Estas son tan sólo algunas de las preguntas que plantean los autores en las contribuciones aquí
contenidas y que constituyen inestimables aportes al estudio de la toponimia en México.
Las áreas geográficas a los que están dirigidos los estudios abarcan regiones como el sur de
Durango y Aguascalientes; Guanajuato, Querétaro e Hidalgo; Michoacán; norte de Veracruz;
Morelos; Oaxaca y Campeche. Además dos trabajos comprenden un área mayor, uno de ellos por
parte del INEGI, el cual abarca la totalidad del territorio mexicano en el sentido de que dicta la
política denominativa oficial y establece las normas y metodología al respecto (dos trabajos) y el
otro de la autoría de Elia Rocío Hernández Andón, quien tomando como tema de estudio
específico el agua y como fuente de información básica los topónimos de glifos de códices de varios
lugares y regiones del país, principalmente del altiplano central y otras áreas de Mesoamérica,
comprende la interpretación toponímica de un espacio mayor a los estados ya señalados.
10
Área de estudio
Elaboración propia. El mapa es sólo indicativo de las áreas y sitios abordados en esta publicación.
La memoria de los nombres
En este amplio territorio, los pueblos y las lenguas de sus habitantes que están comprendidos son
muy variados, lo cual confirma el carácter plurilingüe y multicultural que caracterizó a ese
territorio, elementos a los que ya nos hemos referido antes como fundamentales de la riqueza
cultural e histórica mesoamericana. Dichos pueblos y sus lenguas aquí representadas, en el orden
que aparecen en el texto son: purépecha, matlazinca, maya, guamare, pame, otomí, huasteco,
nahua, o’dam, mazahua, ocuilteco, mixteco y zapoteco.
Las disciplinas y especialidades en que se fundamentan cada uno de los trabajos son
diversas, como la Historia, Etnohistoria, Antropología, Lingüística, Geografía Histórica,
Estadística, Historia Oral, Arqueología, Iconografía, etc. Si bien es cierto que cada autor toma una
o más disciplinas para armar su discurso, el conjunto de la obra lo hemos dividido en seis grandes
apartados, no necesariamente ubicados sólo en una disciplina. A continuación hacemos una breve
presentación de cada uno de los trabajos incluidos.
El primer apartado lleva por nombre “Normatividad y motivación en la denominación de
los lugares”. Los tres trabajos que componen esta sección tienen el objetivo de responder a la
pregunta de la motivación para denominar a tal o cual lugar de determinada manera. El primero es
nada menos que por parte del INEGI, institución nacional que tiene a su cargo, entre muchas
otras funciones, la política de denominar toda la geografía mexicana en su expresión toponímica
mediante una metodología que aquí hacen explícita sus autores.
El segundo trabajo de la primera sección se debe a Carlos Paredes Martínez, quien
también se interroga sobre este tema, enfocado en la época prehispánica de Michoacán; el autor
parte de dos temas clave, por un lado la premisa de que este territorio era a todas luces multiétnico
y pluricultural, mientras que por otra parte, en base a una cita de la Relación de Michoacán, destaca
la política impositiva de los uacúsecha en sus guerras de conquista, que incluía entre otras acciones
12
Introducción
13
La memoria de los nombres
época, el autor muestra la imposición de los topónimos derivados de los apellidos de los propios
conquistadores y poseedores de tierras más importantes, paralelamente al desplazamiento de la
población guamare y parte de los guachichiles, y consecuentemente de sus topónimos que se
fueron perdiendo. El otro texto fue elaborado por Beatriz Cervantes Jáuregui y Rosa Brambila
Paz, refiriéndose a San Miguel Allende, Guanajuato. En este caso hacen notar la ausencia casi total
de topónimos otomíes a pesar de la evidente participación de este grupo étnico en el
acompañamiento de la colonización en el siglo XVI, así como también su permanencia en épocas
posteriores y hasta la actualidad, según evidencias etnográficas. El trabajo se acompaña de un
anexo con los múltiples topónimos de San Miguel Allende y su municipio.
La tercera sección, denominada “Los aportes y los tropiezos con la toponimia en la
arqueología”, se compone de tres trabajos que se enfocan en la confrontación de los nombres de
lugares con los datos arqueológicos, con el fin de discutir las ideas de percepción, apropiación y
organización de un territorio por los habitantes que vivían en él, pero también, las dificultades
vinculadas a la evolución de los topónimos a través del tiempo y su asociación a un grupo étnico,
muchas veces el origen de confusiones y malos entendidos por los investigadores. En el primer
artículo, María Eugenia Maldonado Vite aborda el tema de la toponimia como herramienta y
elemento clave en el análisis espacial de una región. A través de la identificación de nombres de
lugar registrados en la documentación etnohistórica y de su acercamiento con sitios arqueológicos,
la autora propone reconstituir los límites de la provincia tributaria de Tochpan, en el sur de la
Huasteca, así como su organización política, económica y cultural.
El segundo trabajo, bajo la autoría de Karine Lefebvre, se enfoca en el cotejo de los datos
toponímicos, arqueológicos e históricos para analizar los procesos de apropiación de un territorio,
tomando como caso de estudio la región de Acámbaro en víspera de la Conquista. Las relaciones
entre el origen lingüístico de los nombres de lugar, en este caso principalmente tarascos y en baja
proporción otomíes, y la cultura material observada, permite llevar a cabo una reflexión sobre los
procesos de expansión política y de control territorial en un contexto de cohabitación multiétnico.
El tercer artículo, elaborado por Enriqueta M. Olguín, destaca las dificultades vinculadas a
la evolución del registro histórico de los topónimos para su confrontación con los datos
arqueológicos en la zona arqueológica de Huapalcalco (Hidalgo) y algunas localidades aledañas. La
14
Introducción
autora demuestra cómo las modificaciones y las deformaciones que sufrieron varios topónimos, así
como los errores de identificación vinculados a la multiplicidad de nombres, han generado
confusiones en las identificaciones e interpretaciones de los vestigios arqueológicos del lugar.
Los tres trabajos que incluye la sección cuatro, bajo el rubro “Toponimia e historia a través
de la iconografía y la cartografía colonial”, toman como fuente de análisis precisamente códices,
mapas y lienzos, que a través del análisis iconográfico y fuentes históricas, nos revelan el amplio
conocimiento que está comprendido en la cosmovisión de los pueblos indígenas en temas del agua,
la geografía y el paisaje. El primero de ellos es de Elia Rocío Hernández Andón, dedicado al
estudio de los glifos en códices y mapas de la época colonial con representación del agua, que
remiten invariablemente a topónimos utilizados por los pueblos indios en la época de elaboración
de los documentos pictográficos, incluyendo algunos códices de la época prehispánica. La autora
se refiere al “centro de México”, sin embargo los códices utilizados y los glifos representados
abarcan un área más amplia como Veracruz, Guerrero, la Mixteca, Tlaxcala, Puebla, Morelos e
Hidalgo.
El siguiente trabajo es el de Flor Yenin Cerón Rojas, quién estudia el Mapa de Uppsala en
su sección noroeste del Valle de México, identificando la geografía actual correspondiente a parte
de los estados de México e Hidalgo. Se trata de un detallado estudio de un mapa de mediados del
siglo XVI, actualmente en la Biblioteca de la Universidad de Uppsala, Suecia, con la identificación
de topónimos, arquitectura religiosa, paisaje y accidentes geográficos, a través de imágenes y glifos,
recurriendo a la comparación con otras fuentes, así como también a través de mapas actuales y
recorridos de campo.
Finalmente el trabajo titulado “La ubicación de Tzicohuac en el lienzo de Tzoquitetlán”,
de Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez y Cristina García Pura, estudian el Lienzo
toponímico del lienzo, identifican la provincia, los pueblos, los caminos, los ríos, las montañas y
personajes históricos al sur de la Huasteca, destacando el topónimo de Tzicohuac como la
cabecera de la provincia conquistada por Ahuizotl en el año de 1486, convirtiéndose en el centro
recaudador de tributos de toda la provincia.
15
La memoria de los nombres
16
Introducción
17
La memoria de los nombres
Bibliografía
18
DATOS DE AUTORES
Ramón Becerra Guevara. Ingeniero Agrícola por la UNAM, Jefe del Departamento de
Georreferenciación de Rasgos Rurales en el INEGI, ha participado en la elaboración de
documentos metodológicos para la clasificación en campo de los elementos geográficos de la
cartografía topográfica en sus diferentes escalas, así como en el Diccionario de Datos Topográficos
escala 1:20 000 y en documentos normativos sobre la captación de nombres geográficos.
ramón.becerra@inegi.org.mx
Rosa Brambila Paz. Investigadora del INAH desde 1973, hasta 1985 se desempeñó como
curadora de las colecciones de Teotihuacán del Museo Nacional de Antropología, actualmente es
profesora investigadora de la Dirección de Etnohistoria de INAH en donde desarrolla el proyecto
“La provincia tributaria de Jilotepec”. Sus investigaciones están enfocadas desde el punto de vista
de la territorialidad de los grupos sociales. rmbrambilap@gmail.com
Alma Rosa Espinosa Ruiz. Arqueóloga egresada de la ENAH con Maestría en Estudios
Mesoamericanos. Actualmente cursa el Doctorado en Arqueología Mesoamericana. Ha
participado en diversos proyectos arqueológicos del INAH en la zona de la Huaxteca así como en
el campo de la Etnohistoria. Posgrado de Estudios Mesoamericanos, FFyL, UNAM.
almarosaespinosa@gmail.com
19
La memoria de los nombres
Cristina García Pura. Licenciada en Historia con especialidad en Arqueología por la Universidad
Autónoma de Madrid, Doctora en Antropología por la Universidad de Granada, España. 17 años
de experiencia en trabajo arqueológico, ha colaborado en la publicación de varios libros y tiene
como primera autora varías publicaciones de artículos de investigación en revista de impacto.
Especialista en bioarqueología. cgpura@gmail.com
Susana Gómez Serafín. Licenciaa en Arqueología por la ENAH, Maestra en Geografía por la
UNAM y Doctora en Prehistoria y Antropología por la ENAH. Su actual línea de investigación
se enfoca en la definición de la territorialidad prehispánica y su posible contrastación o diferencia
con las tierras de los pueblos de indios y el devenir histórico que estos tuvieron a lo largo del
virreinato. Centro INAH Morelos. xonaxi8@gmail.com
20
Datos de autores
21
La memoria de los nombres
Carlos Salvador Paredes Martínez. Doctor en historia por la UNAM. Investigador del CIESAS,
miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y del Sistema Nacional de Investigadores. Se ha
especializado en temas de etnohistoria colonial y del período prehispánico en Michoacán y Puebla.
casapama@gmail.com
Antonio Reyes Valdez. Doctor en Antropología Social y Estudios Amerindios por la Universidad
de St. Andrews. Investigador de tiempo completo del INAH Durango. Desde 1998 realiza trabajo
de campo en la región de los tepehuanos del sur de Durango, sobre los que ha realizado diversas
investigaciones en los temas de ritual, cosmovisión, mitología, arte y organización social, así como
en el campo de la antropología lingüística. odam_areyes@yahoo.com.mx
Osvaldo José Sterpone. Licenciado en la ENAH, y en proceso de titulación en la Maestría del IIA,
FFyL de la UNAM. Profesor Titular C en el INAH Centro Hidalgo, actualmente es miembro del
Consejo de Arqueología. Temas de interés y académicos desarrollados: Arqueología del paisaje.
Estudios arqueológicos sobre la organización político territorial mesoamericana. Teoría
arqueológica estratigráfica. osvaldo_sterpone@inah.gob.mx.
22
Datos de autores
José Manuel Torres Cabral. Licenciado en Urbanismo por la UAA, Enlace de operaciones del
Departamento de Georreferenciación de Rasgos Rurales en el INEGI, ha participado en la
elaboración de documentos metodológicos para la clasificación en campo de los elementos
geográficos de la Carta topográfica en las escalas 1:250 000, 1:50 000 y 1:20 000, así como en
documentos normativos sobre la captación de nombres geográficos para la información
topográfica. manuel.torres@inegi.org.mx
Martha Graciela Vaca García. Ingeniero Agrícola por la UNAM. Enlace Supervisor en el
Departamento de Georreferenciación de Rasgos Rurales de la Subdirección de Georreferenciación
de Rasgos en el INEGI. Ha participado en la elaboración de documentos metodológicos para la
clasificación en campo de los elementos geográficos de la carta topográfica en las escalas 1:250 000,
1:50 000 y 1:20 000, así como en documentos normativos sobre la captación de nombres
geográficos. martha.vaca@inegi.gob.mx
María Elena Villegas Molina. Investigadora del INAH. Egresada de la Universidad Autónoma de
Querétaro con estudios de posgrado en Lingüística. Colaboró como docente en la Universidad
Autónoma de Querétaro, Facultad de Lenguas y Letras. Es autora de diversos artículos y ha
participado en publicaciones como coordinadora y editora. mevillegas@hotmail.com
23
ABREVIATURAS MÁS USADAS
25
I
Normatividad y motivación en la
denominación de los lugares
NORMATIVIDAD Y METODOLOGÍA APLICADA EN LA CAPTACIÓN DE
NOMBRES GEOGRÁFICOS EN LAS ACTIVIDADES DE CLASIFICACIÓN EN CAMPO
QUE SE REALIZA EN EL INEGI
Resumen
Abstract
The creation and movement of population centers, the construction of infrastructure and the
provision of new services to the localities, make the names of these and of the traits that make up
its environment to be dynamic. In this context, there is a need to carry out the collection of
geographical names on a permanent way through the activity of classification in field in order to
register the modifications in the designation of the geographical elements that have changes and
incorporating the names of all those who will appear for the first time in mapping generated by
the INEGI.
29
INEGI
Introducción
30
Normatividad y metodología aplicada en la captación de nombres geográficos
31
INEGI
La clasificación en campo reviste especial importancia el que los nombres geográficos que
se verifican al realizar esta actividad cumplan con una serie de requisitos relacionados con su
denominación, escritura y sobre todo asignación correcta a los elementos geográficos que se tienen
en la realidad, dado que esta información, al aparecer en la cartografía topográfica que produce el
Instituto, tendrá una distribución para conocimiento del público en general a nivel nacional, lo
cual le da un carácter oficial y en muchos casos permanente.
Actualmente, el proceso para la captación y actualización de los nombres geográficos como parte
de las actividades de clasificación en campo, se realiza en un esquema descentralizado, el cual
involucra a los tres niveles operativos del Instituto: Oficinas Centrales, Direcciones Regionales y
Coordinaciones Estatales. Las funciones sustantivas que realizan cada una de las áreas son:
anual que aplicarán las áreas regionales y estatales en las actividades de clasificación en campo,
además proporciona a estas áreas los insumos cartográficos que requieren para efectuar su trabajo
de campo.
Es un sólo grupo que tiene su sede en la ciudad de Aguascalientes y está conformado por 10
personas.
Direcciones Regionales. El personal de las áreas regionales asesora y supervisa en una primera
instancia las actividades de clasificación en campo que realiza el personal de las coordinaciones
estatales, y de igual forma, se encarga de revisar y validar que la información generada por estas
áreas, producto de la clasificación en campo, cumpla con la metodología y normatividad
establecidas. Son 10 grupos que tienen su sede en los estados de Sonora, Durango, Nuevo León,
Jalisco, San Luis Potosí, Estado de México, Puebla, Oaxaca, Yucatán y el Distrito Federal, y están
conformados por 32 personas distribuidas en las 10 Entidades señaladas.
32
Normatividad y metodología aplicada en la captación de nombres geográficos
las áreas que se les asignan para trabajar. Entre sus actividades está la captación y verificación de los
nombres geográficos en campo. Se tiene una representación en cada una de las entidades
federativas del país, es decir, se tienen 32 grupos integrados por 148 personas distribuidas en los 32
estados.
Las actividades que se realizan para la captación de nombres geográficos en campo se dividen
básicamente en actividades previas y actividades de compilación.
Las actividades previas tienen como objetivo dar al personal que participa en la
recopilación de campo, un tiempo específico para planear las diversas actividades que realizarán,
para efectuar su programación lo más adecuadamente posible y optimizar sus recursos.
Por su parte, en las actividades de compilación se inicia prácticamente la recopilación y
revisión de los nombres geográficos, debido a que es aquí donde se ubican, identifican y clasifican
los nombres que se tienen registrados en diversos materiales cartográficos. Estos materiales se
utilizan como insumos para las actividades de clasificación con la finalidad de iniciar el proceso de
verificación en campo de los nombres que así lo requieran, así como la detección de posibles
elementos geográficos que sean objeto de incorporación a la cartografía topográfica del país y
tengan un nombre asignado. Estos trabajos se realizan tomando como base la normatividad para la
recopilación de nombres geográficos, de la cual se hará mención posteriormente.
Los principales materiales cartográficos que se utilizan en esta etapa son las imágenes de
satélite (impresas o en formato digital), planos de localidades urbanas (impresas o en formato
digital), cartas topográficas a escala 1:50 000 (impresas o en formato digital), planos de localidad
rural, y listado de localidades.
Resultado de la etapa de compilación se obtienen nombres que por su antigüedad,
importancia y reconocimiento aún son vigentes y que no es necesario verificar en campo, así como
otros que debido a que presentan diferencias en los diversos materiales es prioritaria su
verificación en campo, además de aquellos elementos geográficos que aparecen en las imágenes de
33
INEGI
satélite y que es necesario investigar en campo si cuentan con nombre. Cabe señalar que todas
estas situaciones se documentan en un registro individual de cada elemento, además de señalarlas
en los materiales cartográficos y en las imágenes de satélite.
Las actividades de campo constituyen la parte fundamental del proceso, dado que es en
esta etapa donde se verifica en forma directa, a través de una investigación con los habitantes de la
zona así como con las autoridades locales, la veracidad, el arraigo, las variantes, la estructura, el área
de influencia, y en algunos casos, el origen y significado de los nombres, registrando además todos
aquellos cambios o modificaciones que los afecten; así mismo, se incorporan los nombres de todos
los elementos geográficos que se consideren de nueva creación.
En esta etapa es fundamental obtener la información de personas que sean originarios y/o
conocedores de la zona que se está trabajando, o de informantes claves tales como maestros,
sacerdotes, agentes municipales o comisariados ejidales, así como utilizar el apoyo de guías o
traductores, todo esto utilizando técnicas de entrevista que nos lleven a obtener información
fidedigna y sin inducir a los informantes a que proporcionen datos que no estén plenamente
fundamentados. El resultado del trabajo de campo se plasma en formatos individuales de cada
elemento y en las imágenes de satélite, esto con la finalidad de que en la siguiente etapa se trabaje
sobre ellos.
En las actividades de gabinete posteriores a campo se valida que la información recopilada cumpla
con las normas establecidas, además de revisar que los datos captados correspondan con los
elementos a los que se asignaron; se verifica su ortografía y que estén completos sus datos o que no
estén duplicados. Una vez concluida la validación, se procede a capturar la información contenida
en los registros de cada elemento con la finalidad de obtener un archivo digital que se utilizará en
procesos posteriores.
34
Normatividad y metodología aplicada en la captación de nombres geográficos
la clasificación en campo de la carta topográfica escala 1:20 000, pero con la finalidad de que el
personal técnico que participa en esta actividad contara con mejores herramientas para realizar las
35
INEGI
labores de captación y actualización de los nombres geográficos, que los lleve en la medida de sus
posibilidades y capacidades a contar con una mayor especialización en este tema, se elaboró un
documento específico para el tema de nombres geográficos denominado Normas, criterios y
de la carta topográfica 1:20 000, el cual tiene una aplicación obligatoria en las actividades de
clasificación en campo que realiza el personal de las áreas regionales y estatales. Con la aplicación
de lo señalado en este documento se perseguía el objetivo de tener un mayor detalle en lo relativo a
la definición de normas, criterios y lineamientos en lo concerniente al tema de nombres
geográficos, además de que el personal de campo se fuera formando un criterio más homogéneo y
completo a nivel nacional, que se vea reflejado en la calidad de la información que se genera.
Los temas que se exponen en este documento son:
• Conceptos de toponimia
• Normas generales para la captación del nombre propio
• Estructura de los nombres geográficos
• Ortografía de las palabras que forman los nombres geográficos
• Nombres geográficos oficiales
• Nombres geográficos no oficializados
• Nombres personales
• Nombres indígenas
• Normas generales para la captación del nombre conocido
• Elemento geográfico localidad
• Elemento geográfico vialidad
• Lineamientos específicos para vialidades
Algunas de las principales normas que se indican en este documento señalan lo siguiente:
36
Normatividad y metodología aplicada en la captación de nombres geográficos
37
INEGI
Convenios Interinstitucionales:
38
Normatividad y metodología aplicada en la captación de nombres geográficos
A C F M Q
Acueducto Cuchilla Falda Malecón Quebrada
Abismo o Sima Cueva Filo Manantial R
Acantilado o Cantil Cumbre Fondeadero Manglar Reclusorio
Acuario Caleta Fundidora Marisma Refinería
Casa de Repetidora de
Aeropuerto G Médano
la Cultura Fibra Óptica
Albufera Cascada Galgódromo Mercado Rinconada
Almacenes de
Caseta de Peaje Glorieta Mesa Río
Depósito
Antena de
Microondas de Caverna Grieta Meseta Risco
Telefonía
Antena de Radio Cayo Gruta Mina Roca
Antena de Mirador Rompeolas
Ceja H
Televisión Turístico o Escollera
Antena Terrestre de Monte o
Cementerio Hipódromo S
Telecomunicaciones Montaña
Hospital o Monumento u
Archipiélago Cenote Salina
Centro Médico Obelisco
Central de Hoya o
Arenal Muelle Selva
Autobuses Depresión
Central de
Arrecife I Museo Serranía
Bomberos
Central de
Arroyo Invernadero O Sierra
Policía
Centro Observatorio Sitio
Aserradero Isla
Comercial Astronómico Arqueológico
Centro de
Auditorio Islote P Sitio Histórico
Abasto
Centro de
Autódromo Istmo Pantano T
Investigación
Centro de
B J Parque Teatro
Rehabilitación
Centro
Bahía Jardín Península Templo
Vacacional
Peña o Peñasco Terreno Sujeto
Bajío Cerro Jardín Botánico
o Peñón a Inundación
Clínica o Centro Torre
Bajo L Picacho
de Salud de Microondas
Balneario Cordón Ladera o Cuesta Pico Túnel
39
INEGI
Pintura
Barra Cráter Lago V
Rupestre
Barranca D Laguna Pirámide Valle
Boca o Ría o Lienzo Planta
Dolina Varadero
Estuario Charro Automotriz
Bocana Dunas Localidad Planta Azufrera Vaso
Planta
Bolsón E Loma Velódromo
Cementera
Planta
Boquerón Ensenada Lugar Tratamiento Z
de Agua
Planta Zona
Bordo Escollo LL
Eoloeléctrica Arqueológica
Planta Zona de
Bosque Escuela Llano
Geotérmica Campamento
Estación de Planta
Llanura Zona Industrial
Ferrocarril Hidroeléctrica
Estación de Tren Planta
Zoológico
Metropolitano Nucleoeléctrica
Planta
Estadio
Petroquímica
Planta
Estero
Potabilizadora
Planta
Termoeléctrica
Playa
Plaza de Toros
Plaza o
Explanada
Poza
Planta
Automotriz
Planta Azufrera
Planta
Cementera
Planta
Tratamiento
de Agua
40
Normatividad y metodología aplicada en la captación de nombres geográficos
Fuentes
41
TOPONIMIA PURÉPECHA. DEL CARÁCTER PLURILINGÜE
Y DEL CÓMO DENOMINABAN A LOS PUEBLOS EN EL MICHOACÁN PREHISPÁNICO
Resumen
En este trabajo se señalan algunos de los problemas metodológicos más importantes para el
estudio de la toponimia en Michoacán. Enfoco el estudio en la época prehispánica, abordando dos
temas centrales: el carácter plurilingüe desde tiempos muy remotos y que se refleja de algún modo
en la toponimia existente, y en segundo lugar la política de denominación de los pueblos que
llevaron a cabo los uacúsecha, el grupo dominante en la última etapa del posclásico en Michoacán,
a partir de un breve pasaje de la Relación de Michoacán en el que se refiere a este tema. Especial
Abstract
This work highlights some of the most important methodological issues in the study of the
toponymy in Michoacán. It focuses on the study of the pre-hispanic era, presenting two main
topics: the multilingual character of ancient times reflected in the current toponymy, and
secondly, the politics involved in the designation of the towns implemented by the uacúsecha –the
dominant group during the late postclassic era in Michoacán- based on a short passage of the
“Relación de Michoacán” which refers to this topic. We are specially focusing the toponymy in
western Michoacán.
*
CIESAS, casapama@gmail.com
43
Carlos Paredes Martínez
Introducción
que dificulta su estudio e interpretación, mismo señalamiento que hacía fray Juan Bautista de
Lagunas en el siglo XVI (Lagunas, 1983 [1584]: 181). Otro cuestionamiento que hacen los
autores citados, es el tema de si existe alguna lengua emparentada con el tarasco1 (“tarascana”), que
1
Sobre el uso del término tarasco o purépecha, este último escrito de diferentes maneras, existe una amplia polémica
que no abordaré ahora, aquí se utiliza indistintamente, en razón de que históricamente fue utilizado el término
44
Toponimia purépecha
hubiera dejado algunos topónimos o palabras arcaicas ya en desuso en el siglo XVI, cuando inició
propiamente el registro alfabético de esta lengua. Recordemos la tarasca es una lengua aislada, sin
filiación lingüística con alguna otra lengua; se han hecho estudios comparativos con el quechua en
Sudamérica, con el zuñi del suroeste de Estados Unidos, con el mixe y la familia maya, sin embargo
las comparaciones son muy limitadas y el posible contacto pudo ser sumamente remoto, de
manera que no se tienen conclusiones determinantes a la fecha (Monzón, 1997: 11; Chamoreau,
2009: 297-311).
Dos problemas más advierten Villavicencio y Nava: la forma del registro toponímico ha
sido muy variable desde el contacto con los españoles, que aún hoy en día persisten, de manera que
los interesados en el tema y los propios habitantes de los pueblos y ciudades se encuentran con dos
o más interpretaciones y formas de escribir un solo topónimo; finalmente, el tema de la repetición
de topónimos, tanto en territorio “michoacano” —me refiero al espacio dominado por los
uacúsecha al momento del contacto— como fuera de éste, por la ocupación que llegaron a tener
Nava, 2010: 104). Estas son sólo algunas ideas planteadas por los autores referidos y que aquí
destaco, en este valioso y bien documentado texto sobre toponimia purépecha.
El multilingüismo en Michoacán
Dos son las ideas centrales que se manejan en este trabajo sobre toponimia purépecha, por una
parte, el tema del carácter plurilingüe de Michoacán desde tiempos muy antiguos en la época
prehispánica; el segundo aspecto es, que como es evidente, en todo ese pasado el factor del cambio
toponímico está presente, porque como en todas las culturas, la imposición de un topónimo a los
asentamientos humanos, es por lo regular una forma de dominio (León-Portilla, 1983: 14;
Guzmán, 2010, 16), de dejar huella al paso del hombre, su cultura y su lengua, como dice el autor
canario:
tarasco, tarascos, durante siglos y sólo hasta entrado el siglo XX comenzó a prevalecer el término purépecha, como
parte de los movimientos de revaloración étnica y lingüística. Véase: Chamoreau, 2009: 21-37; Márquez, 2007.
45
Carlos Paredes Martínez
En este sentido, y contrariamente a lo dicho por Manuel Gamio, la cultura purépecha tuvo
múltiples contactos con un sinnúmero de lenguas y pueblos, decía este autor en 1936: “en regiones
como la tarasca la cultura arcaica existió y se desarrolló aisladamente hasta el siglo XVI” (Véase
Gamio en García, 1974: 8). El territorio de Michoacán está permeado por el paso de múltiples
pueblos, culturas y lenguas que aprovecharon los corredores naturales que atraviesan el territorio,
aun cuando en forma un tanto lateral, es decir, los ríos Lerma o Grande, el Balsas y las costas del
Pacífico. Este escenario ya lo había planteado Wigberto Jiménez Moreno desde 1946 en relación a
la difusión de la lengua nahua en el Occidente de Mesoamérica, y en particular de Michoacán,
donde los pueblos nahuas usaron precisamente esas vías de comunicación (Jiménez, 1948: 217).
Desde el enfoque de la lingüística histórica, investigaciones más recientes también han
planteado el tema de las oleadas migratoria de varias familias lingüísticas en su paso por
Michoacán desde el clásico al posclásico, destacando desde luego la tarasca, la yutoazteca con el
náhuatl como principal representante, y la otopame, que pudo incluir las lenguas otomí, mazahua
y matlatzinca establecidas en el Oriente de Michoacán hacia el 400 d. C. (Manrique, 1988: 27, 34;
2000, 73).
Hoy en día tenemos tan sólo reductos de esos pueblos y unos pocos topónimos aún
presentes en las regiones geográficas donde se establecieron, como nahuas en la costa de
Michoacán, otomíes y mazahuas en el Oriente; el matlatzinca estuvo presente hasta las primeras
décadas del siglo XX a pesar de haber tenido un papel protagónico en buena parte del Oriente de
Michoacán en la última etapa de la época prehispánica y hasta el siglo XVII como mínimo
(Paredes, 2012: 188-225; Pascacio y Paredes, 2014).
46
Toponimia purépecha
Por ahora sólo doy dos ejemplos del carácter multilingüe de dos regiones ciertamente
periféricas de Michoacán, una del siglo XVI y otra del XIX. La primera es la del acucioso visitador
español Lorenzo Lebrón de Quiñones, quién en el año de 1554 durante su visita a Colima y las
costas de Michoacán decía: “hay muy grande diferencia de lenguas, que he encontrado dificultad
para darles a entender lo que V. A. manda […] y en diez leguas de comarca, haber treinta y tres
lenguas diferentes, que unos y otros no se entienden; en muchos pueblos pequeños, hay tres y
47
Carlos Paredes Martínez
cuatro diferentes modos de hablar” (Lebrón, 1988: 31). El segundo ejemplo es el que expone
Manuel Orozco y Berra, quién en su Carta etnográfica de México, publicada en 1864, señalaba que
1864: 223). Este escenario es al que me refería antes, en el que está incluido la cuenca del río Balsas
en su paso por los actuales estados de Guerrero y Michoacán, desde la parte más alta en la llamada
montaña de Guerrero hasta su desembocadura en las costas del Pacífico, el antiguo Zacatula.
El segundo aspecto que se aborda ahora está basado en una referencia de la Relación de Michoacán,
fuente imprescindible en la etnohistoria del pueblo y la cultura purépecha, redactada entre 1538 y
1541, con informantes de la elite y sacerdotes uacúsecha, en la que no sólo se mencionan múltiples
topónimos y antropónimos, sino además, en un pasaje nos habla brevemente cómo denominaban
a ciertos lugares, de ahí la segunda parte del subtítulo del presente trabajo. Dice textualmente esta
fuente:
Solía esta gente, en su tiempo, cuando los enviaba el cazonci o otro señor, a morar a otra parte, los
que iban llevaban alguna piedra que estaba con su dios o parte dél y donde asentaban punían
nombre del dios que llevaban de sus pueblos y le decían las mismas fábulas y hacían las mismas
fiestas que en sus pueblos propios (Relación de Michoacán, 2000: 423)
Para contextualizar históricamente esta referencia debemos recordar que se trata del último
período del México prehispánico en el posclásico tardío, cuando los grandes imperios como la
Triple Alianza del Valle de México y los uacúsecha emprendieron, desde el siglo XV, sus
48
Toponimia purépecha
Uacus significa águila y forma parte de toda la cosmovisión y religión de los tarascos, en la
que los uaúsecha son el linaje dominante en la última etapa de la época prehispánica y su dirigente
pueblo “donde asentaban”, debe ser entendido en su sentido amplio y contextual como un acto de
imposición y dominio al que “ponían nombre del dios que llevaban de sus pueblos”, es decir, como
lo han establecido los estudiosos de la toponimia, se trata de una “marca de identificación”
(Ullmann, 1965: 83, 87; Guzmán, 1987: 16-18), en este caso, a través de los uacúsecha en lengua
mejor documentados respecto al vínculo de la deidad mayor de este pueblo con el acto de
fundación; nos dice cómo fueron guiados los hombres por los dioses, encontrando señales
inequívocas de su establecimiento, con los topónimos de los distintos lugares que iban recorriendo
en torno a la actual ciudad de Pátzcuaro, hasta que expresan que “ciertamente, aquí es, aquí dicen
los dioses que éstos son los dioses de los chichimecas, y aquí se llama Pazcuaro donde está este
asiento. Mirad que esta piedra es la que se debe llamar Zirita cherengue y ésta Vacúsecha, ques su
hermano mayor, y ésta Tingárata y ésta Mivequa ajeva. Pues mirad que son cuatro estos dioses”.
designado por los dioses, en el que los fundadores son guiados por éstos y se establecen en
“Pazcuaro”, donde se encuentran cuatro piedras con sus nombres, una de las cuales le da ni más ni
menos el nombre del linaje que perduraría hasta el siglo XVI en la época colonial: Vacúsecha.
2
La referencia a las fábulas y fiestas de la cita anterior también debió formar parte del ritual fundacional de los pueblos
y lugares de asentamiento de los uacúsecha, en el que a la manera en que se celebraba la fiesta de Equata Cónsquaro o
de las flechas, se narraba la historia oficial y se impartía justicia, al tiempo en que se establecían los nuevos gobernantes
enviados por el cazonci (Relación de Michoacán, 2000: 333, 525- 530).
49
Carlos Paredes Martínez
esculturas y demás objetos simbólicos, e imponían la denominación del lugar, un topónimo que
“restauraba” el poder del cazonci en las localidades, con la voz tarasquizada del lugar ya sea de un
dios, un dignatario, un jefe guerrero o el nombre del lugar mismo de procedencia del
destacamento guerrero, y de ahí explicaríamos el problema señalado al inicio, de la repetición de
topónimos dentro y fuera de Michoacán como se ejemplifica adelante.
Guzmán Betancourt ha planteado varios aspectos a tomar en cuenta sobre el acto de
nombrar un sitio. Dice que de ninguna manera debe considerarse al topónimo sólo para las
grandes ciudades, países o conglomerados humanos, también se aplica para cualquier sitio, aún
despoblado; añade que un principio que podría considerarse universal es el de la motivación, “un
signo lingüístico motivado”, refiriéndose “a la relación que existe entre la elección de una palabra
dada para designar un lugar, y ciertos aspectos no lingüísticos pero en estrecha relación con el lugar
que se pretende denominar”, y a la pregunta que este autor plantea sobre ¿quién crea los nombres
de lugar?, responde que por lo regular son sus moradores, los vecinos, los guías espirituales, los jefes
militares o los miembros del grupo que gozan de prestigio (ancianos por ejemplo), en el momento
de la fundación de asentamientos permanentes (Guzmán, 1987: 18). Este es el caso al que me
refiero en cuanto a la denominación de los lugares por parte de los uacúsecha en su política
expansiva y conquistadora.
Muy pocos son los testimonios subsistentes relativos a topónimos relacionados
directamente con los dioses, pero hay que tomar en cuenta dos factores: las fuentes de donde
provienen estos datos fueron proporcionados por los españoles en las Relaciones geográficas de
1579, de manera que el cambio toponímico colonizador, y sobre todo evangelizador, no sólo
imponía el santoral cristiano a los pueblos, sino que la supresión de los nombres de dioses formaba
parte de la erradicación de cualquier signo de la religión de los nativos; en segundo lugar, hay que
tomar en cuenta que las congregaciones de pueblos de indios en Michoacán tuvo una etapa muy
temprana, iniciadas desde los forcejeos políticos entre el virrey Antonio de Mendoza y el obispo
50
Toponimia purépecha
Vasco de Quiroga por la capital y sede del obispado entre 1538 y 1541, así como por los
requerimientos de trabajadores en las primeras explotaciones de minas, a fin de facilitar la
disposición de mano de obra en los centros mineros y el aprovechamiento de las maderas de los
bosques (véase Paredes, Ms.). Por ejemplo, sobre Pungarabato y Apatzingán se dice:
quiere decir en la lengua castellana “cerro emplumado”, y llámase así porque en su antigüedad,
dicen, tuvieron un ídolo que se llamaba Punguarancha, que quiere decir “ídolo emplumado”;
Cuzamala es en nombre mexicano y, en su lengua materna, que es la tarasca, se llama Apazingán,
que lo uno y lo otro, en lengua castellana, quiere decir lugar de comadrejas; llámase deste nombre
porque dicen que en su antigüedad, tuvieron un ídolo a manera de comadreja” (Acuña, 1987: 35-
36).
Este grupo adoraba a la diosa Xaratanga y la movilización de este grupo se debió a una crisis
política motivada por el agüero de la conversión de hombres en culebras (Relación de Michoacán,
51
Carlos Paredes Martínez
dorada o “atericiada”, y la misma fuente lo relaciona con un hombre feo, amarillo y atericiado,
“fantasma o diablo” que se le aparecía al capitán, que era del mismo color y con quién tenía
“particular amistad” (Acuña, 1986: 340, 348).
Carapan igualmente se refiere a la fundación de este pueblo por el cacique Carapu, o
Calapu, que de acuerdo a la genealogía de los caciques de Carapan, “el rey Calapu fue el primer
descendiente del dios del fuego y del sol Curicaueri”, de él, según esta tradición, descendieron
todos los señores uacúsecha que gobernaron Michoacán en el posclásico (Roskamp y Lucas, 2000:
podrían resolver el tema anteriormente señalado sobre la repetición de topónimos, o tal vez
antropónimos. Empiezo con los que se ubican fuera del actual estado de Michoacán, en el
territorio que tenemos la certeza de que, apenas unas décadas anteriores a la llegada de los
españoles, los tarascos mantenían una lucha por conquistar toda una región rica en sal, plata y
otros productos; me refiero a la parte sur del estado de Jalisco hasta la región de Ameca (González,
2012).
Un testimonio del cronista Antonio Tello menciona sobre Tlajomulco, al sur de
Guadalajara, lo siguiente: “Antes que los indios de este pueblo vinieran a poblar a él no había este
pueblo sino en el sitio un templo de ídolos a donde iban a sacrificar al demonio muchos indios de
otras partes, en particular los tarascos de Michoacán” (Tello, 1945: 141-142). En relación a la
52
Toponimia purépecha
toponimia, sin duda la presencia tarasca dejó huella en esta región en lugares como Cucumbaro,
cerca del Arenal en las cercanías de Tequila; Huansito, en la laguna de Buenavista o del Salitre,
cerca de Ameca; y Mechoacanejo, adelante de la lejana Teocaltiche, rumbo a Aguascalientes
(Amaya, 1983: 8182, 103-104; Razo, 1997: 22).
Cucumbaro, Huánsito y otros topónimos en lengua purépecha de Jalisco ¿representan
“marcas de identidad” de la cultura tarasca en tierra de Jalisco de aquella época o son claramente
antropónimos de jefes guerreros procedentes de las poblaciones michoacanas que fueron
bautizados así en honor de sus conquistadores tarascos? Si estas preguntas fueran correctas, habría
que pensar en la procedencia de la jerarquía militar de las poblaciones sujetas, o al menos de sus
dirigentes, y en los privilegios que podían obtener de parte de los uacúsecha al conquistar tal o cual
población o territorio por los medios políticos y sociales establecidos entre la élite gobernante para
realizar y consolidar sus conquistas, como es el caso del matrimonio con las mujeres y parientas del
cazonci, testimoniado por la Relación de Michoacán y otras fuentes.
¿Es el mismo caso de la repetición de topónimos dentro del territorio dominado por los
tarascos en la época prehispánica o inclusive allende sus antiguas fronteras? Tan sólo por citar
algunos ejemplos, tenemos los casos de Santiago Conguripo en la ribera del río Lerma, y también
con el mismo nombre en el río Balsas en la tierra caliente de Michoacán; o los casos de Maravatío y
Tupátaro, el primero en el oriente y repetido en dos localidades entre Yuriria y Salvatierra,
mientras que el segundo, cerca de Cuanajo, se repite cerca de Tlalpujahua. Otra hipótesis que
habría que sustentar mejor es el hecho de que también en la época militarista uacúsecha se
practicaban los traslados de poblaciones a lugares distantes a fin de reforzar tal o cual frontera y
con ello combatir a los enemigos, tal es el caso de los llamados pantecas de Zacatula en la costa de
Michoacán, llevados a Guayameo en las cercanías de Zirándaro, según se relata en la Relación
geográfica de 1579:
indios de otra lengua que se dicen apanecas, que, en tiempos pasados, vinieron de la provincia de
Zacatula. Y un señor de Mechoacan que se decía Tzitzispandaquare, abuelo del cazonci, los
recogió, a ellos y a otros de otra nación y lengua, y los mandó poblar y estar con este pueblo, y así
han estado, de tiempo inmemorial, juntos (Acuña, 1987, 262-263).
53
Carlos Paredes Martínez
Este tipo de traslados forzosos de población ¿implicaba trasladar el topónimo de origen al lugar de
destino? ¿esto se relaciona con la repetición de algunos topónimos? El otro tema que salta a la vista
con esta cita documental es el ya tratado al inicio y que tiene que ver con el multilingüismo en
Michoacán. Una cosa es cierta, el contacto lingüístico entre diversas lenguas es evidente en
distintos escenarios de la geografía michoacana, así como en épocas remotas o “cercanas” como es
el caso de la cita de arriba, correspondiente al período de gobierno de Tzitzipandacuare,
aproximadamente entre 1410 y 1479 según la cronología propuesta por Claudia Espejel (2008:
Tabla 4).
Al tema de la imposición toponímica uacúsecha en su lucha expansiva y de dominación,
habría que considerar también el contacto lingüístico con otras lenguas, como se planteaba al
inicio de este trabajo, y de ahí tan sólo una de las razones de la complejidad del estudio de la
toponimia tarasca.
Desde el periodo clásico el Oriente de Michoacán fue habitado por pueblos de la familia
lingüística otopame. Me interesa destacar en particular una de las lenguas de esta familia, la
matlatzinca, por la rica información elaborada en el siglo XVII que existe en esta lengua,
incluyendo una lista toponímica elaborada por el fraile agustino Diego Basalenque (1640).
La presencia de matlatzincas en el Oriente de Michoacán se muestra con el sitio de San
Felipe los Alzati, habitado durante el epiclásico y posclásico temprano (750-1250 d. C.), justo la
época en la que a raíz de la caída de Teotihuacán (hacia el 575 d. C.), tiene lugar la multiplicación
de sitios matlatzincas en el Valle de Toluca a más de 230, más del doble de los que había en
tiempos anteriores (Sugiura, 1998: 112). De esta manera, el Oriente de Michoacán, colindante a
esta región del Valle de Toluca, bien pudo ser escenario del poblamiento o repoblamiento de estos
grupos otomianos, particularmente matlatzincas, todo esto en una época anterior a la etapa
expansionista de los uacúsecha, de reacomodos de población en el altiplano de Mesoamérica.
54
Toponimia purépecha
(Ecker, 2003), documentos tempranos del año de 1524, así como otros cronistas coloniales.
(en otra obra Basalenque precisa que dicha guerra la tenían contra los “Tochos y Teucexes” [por
tecuexes], confirmando con ello que se trata de la región del sur de Jalisco) (Basalenque, 1975: 1),
de esta manera “pidióles socorro y salieron de Toluca seis capitanes”.
Terminada la batalla contra dichos enemigos, al poniente del territorio, dominado por los
tarascos, solicitaron al cazonci establecerse en el Oriente de Michoacán, “como habían
experimentado los buenos temples de la tierra y el agrado de los tarascos, trataron con el Rey que
les diese tierras en su reino y le servirían en las guerras que se le ofreciesen”. De esta manera, el
soberano les concedió un territorio entre Tiripetío e Indaparapeo para su establecimiento,
distribuyendo su población migrante en Charo, Santiago Undameo, Jesús y Santa María. Finaliza
este autor que, por haber escogido su asiento en “el medio del Reino se llamaron los pirindas” y
para honrar la cabecera se le puso el nombre de Charao, “que es tierra del rey niño” (Basalenque,
1963: 148-149).
Varios aspectos requieren ser aclarados sobre lo dicho por el cronista Basalenque, los
cuales se relacionan directamente con el topónimo actual de Charo y sobre el tema que se aborda
55
Carlos Paredes Martínez
Michoacán. Tan sólo presento las ideas centrales, citando en su momento trabajos que abordan
puntualmente otros aspectos de la obra del fraile agustino.
En cuanto a lo señalado por Basalenque, sobre las razones de la llegada de migrantes
matlatzincas a Michoacán, no registra las fechas de tales eventos, sin embargo se refiere a los
tiempos de la “gentilidad” en la que gobernaba en Tzintzuntzan el Characu o rey niño. Como se
sabe, en la genealogía de los gobernantes uacúsecha no se registra alguno con ese nombre, no
obstante, como lo ha mostrado Hans Roskamp y ha sido la opinión de varios autores, dicho
gobernante debe relacionarse con Tzitzipandacuare, quien emprendió múltiples batallas a los
cuatro vientos en la etapa expansiva más importante de los uacúsecha.
los únicos que gobernaron en su sede de Tzintzuntzan, ellos son: Zuangua, Tzitzicha Tangaxoan y
el “Rey Characu”, situado este último gobernante en el lugar que ocuparía el antecesor de los dos
primeros, Tzitzipandacuare (Roskamp, 2013: 150-151; Silva, 2013: 31). 3
Basalenque y el Diccionario grande traducen la voz Characu como rey niño y “niño; niña
3
Gabriel Silva incluye en su trabajo una imagen, que reproduce el escudo que presenta Roskamp, al parecer una copia,
ubicada en el Museo Regional Michoacano de Morelia (INAH), en donde con mayor claridad se lee “El Rey haracu”.
56
Toponimia purépecha
esta es otra posibilidad de interpretar este topónimo, aun cuando no esté de acuerdo con varios de
los planteamientos que hace este autor descalificando a Basalenque. No es mi intención ahora
seguir en la discusión de la interpretación de este topónimo, sino fijar los planteamientos básicos
desde mi punto de vista sobre los hechos históricos con relación a los matlatzincas y la toponimia
fijada por ellos una vez asentados en Charo y otras poblaciones cercanas.
Concuerdo con el planteamiento de identificar a Tzitzipandacuare como el gobernante
que autorizó el ingreso y establecimiento de los matlatzincas en Charo; ubicaría temporalmente a
este gobierno entre los años 1410-1479, de acuerdo a la cronología de Claudia Espejel, y apoyado
en el Códice de Huichapan que fija la fecha de su muerte en “1 caña, 1479”, año en que dice: “Aquí
murió el Rapado [de la] tierra tarasca, señor del gran enemigo”, temporalidad diferente a la
propuesta por Roskamp (1460-1490) y ambas desde luego con fechas aproximadas (Roskamp,
2013: 151; Espejel, 2008: tabla 4; Ecker, 2003: 77).
De esta manera propongo que tal guerra con los tecos y tecuexes, así como los acuerdos
entre matlatzincas y Tzitzipandacuare, podría ubicarse entre los años 1420 y 1440, décadas del
expansionismo de los uacúsecha y en este caso también de defensa en el sur de Jalisco y región de
Chapala, a partir de lo cual este territorio del Oriente de Michoacán estaría poblado por
matlatzincas en poblaciones específicas, con obligaciones guerreras y evidentemente bajo el
poderío uacúsecha. En escenarios bélicos posteriores a este, y en los que se menciona a los
referencia que puede ser en forma general durante la fiesta de Hiquándiro, en donde dice la fuente:
“Iban a esta contienda los de Mechuacan y los chichimecas y otomíes quel cazonci tenía sujetos y
matlalzingas y vétamaecha y chontales y los de Tuspa y Tamazula y Capotlan”. Igualmente se les
cita al momento de la llegada de los españoles y en un primer momento en el que el grupo
dirigente se declaraba en su contra y con una posición beligerante hacia ellos: “Aquí están los
matalcingas y otomíes y bétama y cuytlatecas y éscamaecha y chichimecas que todos estos
acrecientan las flechas a nuestro dios Curícaveri” (Relación de Michoacán, 2000: 582, 661), no
obstante esta misma fuente no dice nada en relación a la guerra que sostuvieron los tarascos y
mexicas en el Oriente de Michoacán hacia 1477 donde resultaron victoriosos los ejércitos
57
Carlos Paredes Martínez
uacúscha y detuvieron el avance de la Triple Alianza del Valle de México, pero que debieron
participar por ser el escenario de la batalla justamente el Oriente del territorio, y situarse los
matlatzincas en esta parte de Michoacán.
Quiero dejar en claro que fueron distintos momentos en que los matlatzincas debieron
participar en eventos guerreros en favor de los uacúsecha, a partir de su alianza y establecimiento
en Charo y su región desde Tiripetío hasta Indaparapeo, en algún momento entre 1420 y 1440.
Finalmente, el tema de la toponimia en una región multilingüe como el Oriente de
Michoacán, caracterizada por los múltiples contactos culturales y lingüísticos y los materiales
escritos que existen en esa materia y que nos permiten asomarnos a la interacción entre lenguas y
tratar de responder a la pregunta de si los matlatzincas de Michoacán, pudieron hacer prevalecer
su nomenclatura toponímica en su lengua, en su condición de pueblo sometido a los uacúsecha.
1640, muy parecido a sus dos obras ya publicadas del Arte y vocabulario de la lengua matlatzinga
sin las relaciones toponímica y otras listas de enfermedades y parentescos en lengua matlatzinca
(Basalenque, 1640). 4
La relación toponímica de Basalenque es el registro más sistemático que existe sobre
topónimos redactado en 1640 y que refiere el término en purépecha o náhuatl y su equivalente en
lengua matlatzinca y en castellano. En total se tienen 91 entradas, de las cuales 57 tienen su
correspondiente matlatzinca. La mayor parte se refieren a topónimos en Michoacán, 19 de ellos se
ubican en el Oriente, justamente el área de influencia de la cultura matlatzinca. En general hay
correspondencia entre los términos en tarasco con los de la lengua matlatzinca, con la clara
diferencia que en la primera lengua los locativos siempre aparecen como sufijos y en el matlatzinca
con el prefijo py. Basalenque, como profundo conocedor de la lengua matlatzinca, se ocupó
4
para un primer acercamiento al estudio de la lista toponímica de Basalenque, véase Pascacio y Paredes, 2014
58
Toponimia purépecha
históricamente, en un documento muy temprano de 1524, nueve pueblos sujetos a Charo en ese
momento no contaba con el prefijo py, estos son: Uritla, Yrapeo, Moquenzan, Totula, Coyzola,
pueblos y asentamientos con los topónimos propios de su lengua, y en cambio, el poderío tarasco
llegaba al punto de imponer una tarasquización en los pueblos sometidos, incluyendo el
59
Carlos Paredes Martínez
Fuentes
Acuña, R. (Ed.) (1986) Relaciones geográficas del siglo XVI: México, tomo segundo, UNAM,
México
-------- (1987) Relaciones geográficas del siglo XVI: Michoacán, UNAM, México
Alcalá, J. (2000) Relación de las cerimonias y rictos y población y gobernación de los indios de la
provincia de Mechuacán, Moisés Franco Mendoza (coord. de edición y estudios), El Colegio
de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, México.
Amaya, J. (1983) Ameca Protofundación mexicana, 2ª. ed., Gobierno del Estado de Jalisco,
Guadalajara.
Basalenque, D. (1640) Arte de la lengua matlaltzinga mui copioso y assi mismo una suma y arte
abreviado, manuscrito (el original se encuentra en la biblioteca John Carter Brown y se
puede consultar la reproducción fotográfica en el sitio Internet Archive:
http://www.archive.org/stream/artedelalenguama00basa#page/n3/mode/2up), consultado el 25
de septiembre de 2014.
-------- (1963) Historia de la provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán del orden de N. P.
S. Agustín, José Bravo Ugarte (introducción y notas), Editorial Jus, México.
-------- (1975) Arte y vocabulario de la lengua matlaltzinga vuelto a la castellana, María Elena
Bribiesca (paleografía), Leonardo Manrique (estudio), Biblioteca enciclopédica del Estado de
México, México.
-------- (1994) [1714] Arte de la lengua tarasca, Benedict Warren (edición y preparación
fotográfica), Fimax Publicistas, Morelia.
60
Toponimia purépecha
61
Carlos Paredes Martínez
Manrique Castañeda, L. (1988) Atlas cultural de México. Lingüística, SEP, INAH, Grupo
Editorial Planeta, México.
-------- (2000) “Lingüística histórica”, en: Manzanilla, L., López Luján, L. (Coords.)Historia
antigua de México. Vol. I: el México antiguo, sus áreas culturales, los orígenes y el horizonte
preclásico, 2ª ed., CNCA, INAH, UNAM, Miguel Ángel Porrúa, México, pp. 53-93.
Márquez Joaquín, P. (2000) “El significado de las palabras p’urhépecha en la Relación de
Michoacán”, en: Relación de las cerimonias y rictos y población y gobernación de los indios de la
provincia de Mechuacán, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán,
México, pp. 695-726.
-------- (2007) ¿Tarascos o purepecha? Voces sobre antiguas y nuevas discusiones en torno al gentilicio
michoacano, UMSNH, El Colegio de Michoacán, UIIM, Fondo Editorial Morevallado,
Morelia.
Monzón, C. (1997) Introducción a la lengua y la cultura tarascas, Universitat de Valencia,
Valencia.
Orozco y Berra, M. (1864) Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México. Precedidas de un
ensayo de clasificación de las mismas lenguas y de apuntes para las inmigraciones de las tribus,
Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalante, México.
Paredes Martínez, C. (2012) “Los matlatzincas de Charo. Su historia y su lengua”, en: Paredes
Martínez, C., Martínez Ayala, J. A. (Coords.) Alzaban banderas de papel. Los pueblos
originarios del Oriente y la Tierra Caliente de Michoacán, CDI, México, pp. 188-225.
-------- (en prensa) “Minería en transición. Repercusiones sociales por la extracción de minerales
en Michoacán y su entorno en el temprano siglo XVI”, en: Roskamp, H., Albiez-Wieck, S.
(Editores), Nuevas contribuciones al estudio del antiguo Michoacán, El Colegio de Michoacán.
Pascacio Montijo, E. T., Paredes Martínez, C. (en prensa) “El registro de Fray Diego Basalenque
(1640): notas en torno a la toponimia matlatzinca y purépecha”, ponencia presentada en XVI
Coloquio Internacional sobre Otopames, 20 al 24 de octubre de 2014, Museo Nacional de
Antropología, México.
Pollard Perlstein, H. (2003) “El gobierno del Estado tarasco prehispánico”, en: Paredes Martínez,
C., Terán, M. (Coords.), Autoridad y gobierno indígena en Michoacán. Ensayos a través de su
historia, vol. 1, El Colegio de Michoacán, CIESAS, INAH, UMSNH, México, pp. 49-60.
Razo Zaragoza, J. L. (1997) Nombres de ciudades, villas y pueblos del Estado de Jalisco en la época
virreinal, Instituto Jalisciense de Antropología e Historia, Gobierno del Estado de Jalisco,
Universidad de Guadalajara, Guadalajara.
Roskamp, H. (1998) La historiografía indígena de Michoacán: el lienzo de Jucutacato y los títulos de
Carapan, Research School CNWS, Leiden, The Netherlands.
-------- (2013) “El escudo de los tres reyes de Tzintzuntzan. Iconografía, memoria y legitimación
en la antigua capital tarasca”, en: Castañeda de la Paz, M., Roskamp, H. (Eds.), Los escudos de
armas indígenas. De la colonia al México independiente, El Colegio de Michoacán, UNAM:
IIA, México, pp. 137-168.
62
Toponimia purépecha
Roskamp, H., Lucas, B. (2000) “Uacús Thicatame y la fundación de Carapan: nuevo documento
en lengua p’urhépecha”, Relaciones, 82 (XXI), pp. 159-173.
Silva Mandujano, G. (2013) El escudo de armas de Morelia, H. Ayuntamiento de Morelia, Archivo
Histórico Municipal de Morelia, Morelia.
Sugiura Yamamoto, Y. (1998) “Desarrollo histórico en el valle de Toluca antes de la conquista
española: proceso de conformación pluriétnica”, Estudios de cultura otopame, 1, UNAM:
IIA, México, pp. 99-122.
Tello, A. (1945) Crónica miscelánea de la santa provincia de Xalisco, Libro IV, Editorial Font,
Guadalajara.
Trapero, M. (1995) Para una teoría lingüística de la toponimia, (estudios de toponimia canaria),
Universidad de las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria.
Ullmann, S. (1965) Semántica. Introducción a la ciencia del significado, Juan Martínez Ruiz-
Werner (traducción), Madrid.
Villavicencio, F., Nava. F. (2010) “Toponimia purépecha. Lugares comunes y áreas de interés”, en:
Guzmán Betancourt, I., Muntzel, M. C., Villegas Molina, M. E. (Eds.), Itinerario toponímico
de México, INAH, México, pp. 89-108.
Warren, F., (1963) “The Carvajal visitation: first spanish survey of Michoacán”, The Americas,
XIX (4), pp. 404-412.
63
NOMBRAR Y DEFINIR EL TERRITORIO EN SITUACIONES DE EXPROPIACIÓN:
EL RECONOCIMIENTO Y REAPROPIACIÓN DEL TERRITORIO P’URHÉPECHA A TRAVÉS
DE LA TOPONIMIA Y DE LA TRADICIÓN ORAL
Resumen
La toponimia y la tradición oral explican el origen del nombre de los pueblos p’urhépecha y su
relación social y simbólica. Frente a situaciones de despojo de tierras y de recursos forestales, surge
la construcción de nuevos topónimos y narrativas que describen las transformaciones del
territorio, así como su reconocimiento y reapropiación, refrendándose nociones de totalidad y de
parcialidad que funcionan como demarcadores fronterizos e internos que lo circunscriben y lo
connotan. Con ello se reafirman sentidos de pertenencia e identidad, de “lo propio” y de “lo
nuestro”, y se busca recuperar la legitimidad sobre un territorio y de sus habitantes para ocuparlo y
aprovechar los recursos que han resguardado como bienes comunales.
Abstract
Toponymy and oral tradition explain the origin of the names of the p’urhépecha villages and their
social and symbolic relation.When communities face situations of land spoil and robbery of forest
resources, new names for places and narratives emerge and describe the transformation of the
territory. In the same way, they describe the processes of recognition and re-appropriation of the
communities on the basis of concepts of totality/partiality that are demarcations frontiers and
internals of the territory. Through these processes, feelings of belonging and identity are
reaffirmed. Moreover, these processes help communities in their struggle for recovering the use of
their territory and taking advantage of the resources that have been protected as communal goods.
*
Centro INAH Michoacán, sikuame@hotmail.com
65
Juan Gallardo Ruíz
Introducción
Si bien la toponimia refiere cosas relativas a las dimensiones sociales, culturales y ecológico-
ambientales del espacio, los topónimos no son rígidos ni absolutos pues su construcción por
medio del lenguaje forma parte de las dinámicas y procesos sociales y culturales, así como de
transformación del entorno natural que se habita, y que también se define, se caracteriza, se
significa y se apropia por medio de la narrativa. Es el caso de los pueblos p’urhépecha, donde la
toponimia y la tradición oral denotan determinados atributos y cualidades que caracterizan a los
pueblos y/o a sus habitantes.
En este escrito, y a partir de la toponimia y de la tradición oral, abordaremos el origen del
nombre de los pueblos p’urhépecha, su relación social y simbólica, y determinados procesos
socioculturales y de transformación de los espacios naturales, mismos que, a partir de la
construcción de nuevos topónimos y narrativas, son reconocidos y reapropiados en situaciones de
expropiación o despojo de tierras y de los recursos naturales que ahí se encuentran.
A partir de la toponimia y de la tradición oral, veremos cómo los pueblos p’urhépecha
viven y construyen parte de sus experiencias; cómo nombran, organizan y se apropian del espacio
que habitan refrendando y actualizando nociones de totalidad y de parcialidad que funcionan
como demarcadores fronterizos que circunscriben a su territorio, así como demarcadores internos
que lo connotan; cómo refrescan sentidos de pertenencia e identidad sobre aquello tenido y
referido como “lo propio” y “lo nuestro”, y buscan, frente a situaciones de despojo, recuperar la
legitimidad sobre un espacio y la legitimidad de sus habitantes para ocuparlo y aprovechar los
recursos naturales que históricamente han sabido resguardar como bienes comunales.
Describiré lo anterior en cuatro apartados: 1) área, periodo de estudio y metodología; 2)
algunas consideraciones sobre el abordaje de la toponimia p’urhépecha; 3) topónimos y narrativas
como medios mnemotécnicos reproductores de la historia local y de formas de reapropiación del
territorio, y 4) nuevas toponimias y narrativas que describen las transformaciones del entorno
natural derivadas de la deforestación.
66
Reconocimiento y reapropiación del territorio p’urhépecha a través de la toponimia y la tradición oral
La investigación tuvo lugar en Cherán y en Sevina, pueblos ubicados en “la meseta” o “sierra”, que
es una de las cuatro subdivisiones que conforman el territorio de asentamiento p’urhépecha, y a la
que ellos, en su lengua, llaman de dos maneras: juatarhu o “en el cerro”, y p’ukuminturhu o “donde
hay pinos”, denominaciones nativas que aluden a su escabrosa topografía y a su riqueza forestal.
Mis estudios en el área p’urhépecha datan de 1997 y, desde entonces, he recopilado una
cantidad de topónimos así como diferentes versiones de mitos e historias locales relativas al origen
de los nombres de diferentes pueblos. 1
El objetivo general fue indagar acerca de la problemática en torno a la dimensión
patrimonial del territorio —del bosque en particular y de la biodiversidad en general—, teniendo
en mente la existencia de tres factores involucrados en ello: 1) el énfasis institucional que resulta
en su intervención para su presumible protección; 2) la emergencia de organizaciones tendientes a
su defensa en tanto resultado histórico y culturalmente reproducido por los pueblos; 3) las
experiencias y planteamientos sobre el “diálogo de saberes” en pos de su reconocimiento y
valoración, en este caso, encaminado a la búsqueda de estrategias de justicia social.
En Cherán, el objetivo fue identificar qué actores, acciones y valoraciones mediaban en la
constitución de la diversidad biocultural como patrimonio, y a partir de ello elaborar una
distinción entre lo que los p’urhépecha consideran y refieren como “lo propio” y “lo nuestro”, en
contraste con “lo ajeno”, como eje articulador de las problemáticas vinculadas a dicha
constitución, en tanto noción socialmente construida.
En Sevina me centré en la problemática socioambiental, en el marco de la aplicación de
políticas agrarias, agropecuarias y forestales orientadas al control, despojo o privatización de las
tierras y bosques, en beneficio de intereses particulares y en perjuicio tanto de las condiciones
1
Además de dicha información recopilada, también utilizó datos surgidos de dos líneas de investigación patrocinadas
por el INAH en el marco del proyecto nacional Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio,
líneas de investigación denominadas: “Etnografía del Patrimonio Biocultural de los Pueblos Indígenas de México” y
“Pueblos Indígenas y Procesos Socioambientales”, llevadas a cabo a partir de 2010, y en las que participé como
integrante del Equipo Regional Michoacán que, coordinado por Aída Castilleja, desarrolló, bajo esas dos líneas, sus
respectivos temas de investigación en las diferentes áreas indígenas de Michoacán.
67
Juan Gallardo Ruíz
ecológico-ambientales, así como de los pueblos que históricamente y por derecho consuetudinario
los han tenido y resguardado como bienes comunales.
En ambos casos busqué, entre otras cuestiones, caracterizar el territorio y el bosque a partir
de las categorías locales que los definen y detallan, en tanto que devienen en procesos de
apropiación-domesticación, y representaciones simbólicas que los concretan como patrimonio
colectivo o social, todo en un contexto de disrupción del sistema de conocimientos, creencias y
prácticas nativas referidas a la economía tradicional de policultivo, uso múltiple de sistemas, y
preservación de las condiciones ecológicas y medioambientales; sistema que, además, sostiene
sentidos de “lo propio” y de “lo nuestro” sobre el territorio vivido.
El trabajo de campo consistió en entrevistas concertadas y en pláticas informales,
buscando recopilar información sobre: las percepciones, atributos y definiciones locales acerca del
territorio; los tipos de tenencia de la tierra; áreas deforestadas; los cambios en el uso del suelo e
introducción de cultivos comerciales; conocimientos referidos a los sistemas tradicionales de
producción y de consumo; las geografías sagradas y la vida ritual entorno a ellas; sobre prácticas de
apropiación del territorio y de los recursos naturales que contiene.
En el caso particular de Cherán, conminamos a varios pobladores para hacer con ellos
algunos recorridos por diferentes transectos 2 al interior de los terrenos considerados como propios
del pueblo, con el objetivo de obtener testimonios respecto a los sitios y elementos topográficos,
ecológicos y paisajísticos. Posteriormente exhortamos a los pobladores para que elaboraran
representaciones gráficas de esos transectos, resultando mapas o eventuales etnocartografías que,
como se sabe, funcionan como ventanas para asomarnos simbólicamente al territorio por medio
de la forma en que es pensado, imaginado, significado, valorado, conocido y vivido por quienes lo
habitan. 3
2
Con el término transectos nos referimos a los senderos, caminos, veredas y/o trayectos que, mediante caminatas, los
habitantes emprenden con el propósito de llevar a cabo determinada actividad que involucra el acceso a los terrenos
del pueblo y, en su caso, el uso de los recursos naturales que ahí existen. Para el investigador se trata de una técnica de
observación y de recolección de datos al interior de un sendero que cruza dichos terrenos, mismo sendero que está
delimitado por un punto de partida y otro de llegada.
3
El concepto etnocartografías, o cartografías indígenas, conlleva una herencia académica, política y económica
relacionada a la dimensión histórica, social y cultural de la elaboración de mapas como medios de conocimiento
atravesado por relaciones de poder y de dominación; además de su elaboración como categoría conceptual, se ha usado
como argumentación teórica y como propuesta o herramienta metodológica. No abundaremos en lo anterior, pero
68
Reconocimiento y reapropiación del territorio p’urhépecha a través de la toponimia y la tradición oral
Los datos relativos a Cherán proceden de comuneros varones cuyo rango de edad va de los
50 a los 75 años, todos bilingües hablantes de p’urhépecha y de español. Según el caso, estos
comuneros desempeñan o desempeñaban actividades como curadores o especialistas rituales,
artesanos, campesinos, funcionarios del pueblo y “talamontes” retirados. Los testimonios
obtenidos en el pueblo de Sevina provienen de comuneros dedicados a la elaboración de artesanías
y al trabajo campesino; sus edades oscilan entre los 40 y los 60 años, también todos bilingües. En
ambos casos, los comuneros con quienes platicamos son casados y con hijos; la mayoría también
tiene nietos, excepto aquellos comuneros de Sevina cuya edad está en el rango de los 40 años.
Como en el caso de los comuneros de Cherán, con los de Sevina también hicimos
recorridos por diversos transectos interiores a los terrenos del pueblo y, excepto la elaboración de
las representaciones gráficas, de ellos obtuvimos datos referentes a los elementos ecogeográficos y
paisajísticos observados durante los recorridos. En ambos casos los recorridos que hicimos son los
mismos que los comuneros frecuentemente hacen en el marco de sus labores cotidianas de
subsistencia: como curadores en la búsqueda de farmacia natural y de allegarse a los sitios donde
ejecutan acciones rituales (curaciones, ceremonias petitorias y depósito de ofrendas), como
artesanos que buscan materia prima para su artesanía, como campesinos que cotidianamente se
trasladan a sus parcelas para la supervisión de las unidades de ganado que se encuentran pastando
en el monte (reses, caballos y asnos, cabras y borregos), así como para recolección de recursos
naturales de uso doméstico como la leña y el ocote, madera para la construcción, y recursos
silvícolas buenos para comer (setas, tubérculos y frutillas).
queremos puntualizar que son el resultado de un ejercicio de cartografía participativa o de mapeo social, por lo que
rompen con la monocultura cartográfica de orden cartesiano, toda vez que constituyen formas a través de las cuales los
propios habitantes construyen y explican su problemática espacio-temporal, y están basadas en el significado y el
sentido que tienen los distintos atributos geográficos (suelo, clima y seres vivos) para cada colectivo social, así como los
lazos que establecen los seres humanos con el espacio y la relación con su propio cuerpo e individualidad. En ellas se
representan los conocimientos locales del medio ambiente (paisaje, territorio, lugar), las fuentes de agua y de alimento,
los recorridos de la fauna, los espacios y ciclos de siembra, los sitios maderables, los patrones de asentamiento, la
migración, los espacios y rutas rituales, el paisaje, los espacios deforestados, las toponimias, etc; así mismo, en ellas se
evidencian las alteraciones al sistema territorial y las respuestas locales al respecto, en tanto que los sujetos, al mapear
los linderos, caminos y las comunicaciones en general, estarían cartografiando las disputas por la tierra y por los
recursos naturales. Por todo lo anterior, se trata de una práctica cartográfica que potencia el reconocimiento y la
valoración de “lo propio” como un ejercicio de empoderamiento, de encantamiento y de revelación de habitus; una
especie de ejercicio de ecología política en defensa de “lo nuestro”.
69
Juan Gallardo Ruíz
2003: 55, 65, 70, 77, 80, 81), denominación que se aviene, por un lado, a las particulares
condiciones climáticas del territorio dada la presencia de constates corrientes de aíre al que llaman
taríata, y de “remolinos” llamados sevini, que son frecuentes en las zonas de mediana y mayor
altitud; por otro lado, dicha denominación prehispánica se aviene a los nombres igualmente
antiguos de cerros y lugares como Taríacaherio, Taríaran y Taríaran acuéziçan harócutin
4
Taríacaherio: “sitio donde hace mucho viento”, “casa de gran viento”; taríaran: “lugar donde hace viento”, “hacer
viento”; Taríaran Acuéziçan Harócutin: “orilla del lugar donde hay víboras y hace viento” (Márquez, 2000: 718).
Cabe señalar que estos topónimos, de origen histórico, podrían guardar una relación semántica directa con nombres
70
Reconocimiento y reapropiación del territorio p’urhépecha a través de la toponimia y la tradición oral
ámbitos de la vida cotidiana y que, como referentes, se recuperan en las creencias animistas y
despiertan percepciones y significados que también se discurren en la tradición oral.
Como Amandahi, Taríacaherio, Taríaran y Taríaran Acuéziçan Harócutin, muchos de los
y, en este entendido, entre ellos cada integrante es identificado como un p’urhé: “gente, persona,
los que viven en la tierra”, certificaciones nativas que denotan cierto sentido de propiedad,
identidad y pertenencia grupal y hacia un territorio matriz.
De acuerdo con Villavicencio y Nava (2010: 100-101), una particularidad de la lengua
p’urhépecha es su carácter aglutinante y casi exclusivamente sufijante. Los topónimos
p’urhépecha, añaden estos autores, presentan la estructura propia de los nominales; sus palabras
nominales tienden a quedar integradas por una raíz, comúnmente verbal, seguida de uno o más
sufijos derivativos, más un sufijo nominalizador. La lengua p’urhépecha, continúan, cuenta con
mecanismos particularmente productivos para construir un topónimo, mecanismos que consisten
en añadir un sufijo locativo a una palabra nominal, reconociéndose tradicionalmente cuatro
sufijos derivativos con un claro valor locativo: rho, to, o y ento, cuya función es señalar el lugar
donde existe aquello que refiere el sustantivo, o el lugar donde se realiza la acción señalada por la
71
Juan Gallardo Ruíz
raíz o base a la que se unen; el significado de lugar se extiende hasta abarcar nociones de tiempo y
modo. Ya que estos cuatro sufijos locativos aparecen comúnmente en los topónimos de origen
p’urhépecha, se puede hablar de una estructura prototípica 5 que Villavicencio y Nava representan
de la siguiente manera:
Por su parte, Villar (s/f.: 1) señala que la abundante cantidad de toponimias que se desprenden de
la lengua p’urhépecha, y la importancia de este pueblo en la conformación de la identidad
michoacana, permite hablar de “pueblos michoacanos” apelando sólo al nombre del lugar.
Algunos términos y topónimos tienen ciertas terminaciones de acuerdo con la lengua, siendo los
más característicos los terminados en “cuaro”, y que son propios de la parte norcentral de
Michoacán.
Según señalan Villavicencio y Nava (2010: 101-106), algunos topónimos p’urhépecha
pueden tener un significado único o transparente, otros pueden postular varios significados siendo
topónimos dudosos, y el significado de otros más puede ser completamente oscuro. Así, para
entender a cabalidad el significado de los topónimos transparentes, para optar por uno de los
significados de los topónimos dudosos, y para avanzar en la comprensión de los que parecen
completamente oscuros, es necesario atender tanto el contexto lingüístico como el extralingüístico
o histórico-cultural. Sin embargo, atender los factores lingüísticos formales o la estructura
prototípica implica algunas limitantes como: a) el poco avance sobre el conocimiento de la
estructura morfológica; b) el cambio lingüístico; c) la variación dialectal existente en la zona (o
5
Al respecto, Villavicencio y Nava advierten que no todos los topónimos p’urhépecha corresponden a la estructura
prototípica, y que no todos los nominales que presentan dicha estructura pueden considerarse topónimos. Los autores
ofrecen una explicación más detallada sobre estos puntos, por lo que el lector interesado deberá recurrir al ensayo
citado.
72
Reconocimiento y reapropiación del territorio p’urhépecha a través de la toponimia y la tradición oral
El nombre topónimo y la tradición oral reflejan creencias animistas, percepciones sobre los
habitantes de los pueblos e historias locales, así como relaciones sociales, simbólicas y emotivas con
el espacio y con las condiciones ambientales, como en el siguiente relato que editamos a partir de
6
Esta última limitante o dificultad, así como la segunda y tercera, fueron anotadas por Villavicencio y Nava en una
versión previa del ensayo que aquí citamos, anotaciones que estos autores le reconocen a Eduardo Ruiz y que aparecen
en un estudio que él hiciera a finales del siglo XIX (ver: Villavicencio y Nava, 2003: 5). Así mismo, los autores (2010:
103) reconocen la cuarta limitante a Swadesh y Velásquez quienes la señalaran en un estudio de 1965. (Porque
Villavicencio y Nava le reconocen a autores diferentes y de época distinta, el señalamiento de las limitantes: ‘diversas
convenciones ortográficas’ y ‘variación ortográfica’, es que no me queda claro, según también mi lectura y falta de
especialización, si una y otra limitante son o no una misma).
73
Juan Gallardo Ruíz
cinco versiones locales, 7 donde se mencionan varias poblaciones p’urhépecha en las cuales los
vientos se perciben en su carácter dual (real y simbólico), por lo que ocupan un papel importante
en el sistema de creencias y en la visión del mundo y, por ello, intervienen en la vida cotidiana
siendo referentes en las historias locales sobre el origen y el nombre de los pueblos:
Y así es pues como te digo… ¡No es Cherán!, es chérani… ¡chérani es asustar!... es que ahí hay pues
gente conocida que son hechiceros. Nosotros decimos: ‘ireta chérani, chéranshki imá’, que es como
querer decir: chérani lo había asustado a aquel. Porque ahí en Cherán desde antes asustan… desde
antes entran de esos aires que aúllan como el eco, y que nosotros les decimos taríata, y de esos aires
como remolinos que les decimos siuíni. Es como con Sevina; Sevina es siuíni, que es como le
decimos en tarasco a esos aires-remolinos, pero otros también le dicen seviño. Porque antes se hizo
un siuíni acá pa’ Sevina… y ese aíre-remolino levantó a una muchacha de ahí; nosotros decimos
taríatatani nanákani ma… para decir que el aire-taríata la levantó a esa muchacha. Entonces la
levantó y la dejó caer allá en Cherán… pero estaba un señor por ahí pasando, y ese señor chérani…
¡se asustó!... porque no se esperaba a esa muchacha que se cayó. Entonces por eso dicen chérani,
¡chérani porque se asustó ese señor con ese siuíni en Cherán!, porque no se esperaba a esa
muchacha que se había caído en Cherán… iba en ese aíre-remolino chiflador que hizo chérani al
señor; porque en esos aires-remolinos van como viajeros, y ahí en Cherán esos siuíni los sueltan y
hacen chérani.
Donde quera hay pues historias que avisan… son historias pero al mismo tiempo son cosas ciertas;
por algo pues se llaman así los pueblos ¿verdad?… Así también está ese pueblo que es Jarántepacua;
esos también eran viajeros, nomás que esos eran de otros viajeros, como de esos que perjudican que
son como paracaidistas. Esos se vinieron a parar ahí mero en la brecha, en el lindero pa’ Turícuaro y
Comachuén, y acá pa´ Quinceo; y esos viajeros le dijeron a los que ya estaban ahí viviendo: ¡oigan
señores!, ¿nos dan tantito permiso pa’ nosotros quedarnos aquí?
Y aquellos que ya estaban les dijeron: noooo, pos aquí ya estamos nosotros, ¿y cómo pues quieren
quedarse?
Entonces dijeron los viajeros: ¡mira señores!, ¿por qué no nos hacen este favor?, pos nosotros vamos
por aquí nomás de paso. Eso les dijeron en tarasco: Achá, ¿jarháni o no jarháni? [señor, ¿estaremos
o no estaremos?]. Y los que ya estaban dijeron: ¡ah bueno!, pos si es que nomás van a estar de paso,
pos ya quédense pues. Entonces ya se resolvieron entre ellos, y ya les dieron ese permiso… ¿Jarháni o
7
Dichas versiones fueron narradas por Evaristo Herrera, Mardonio Fabián y Fructuoso Ramírez de Cherán; por
Clemente Valencia de Sevina y por Guillermo Huerta del pueblo de Santo Tomás.
74
Reconocimiento y reapropiación del territorio p’urhépecha a través de la toponimia y la tradición oral
no jarháni? quiere decir pues: ¿estaremos aquí o no estaremos?, ¡ehh!; por eso ese pueblo se llama
Jarántepacua. ¿Jarháni o no jarháni?, así es entonces como avisaron esos de Jarántepacua para
quedarse.
Bueno, pos les dieron ese permiso y se quedaron… pero se fueron quedando, se fueron quedando, y
ora ya después se hizo un pueblo. Entonces acá aventaron a Quinceo, a Turícuaro, acá aventaron a
otros que se fueron más lejos de Cherán que es el pueblo más grande. Bueno, ahí los de ¿jarháni o
no jarháni? se están haciendo grandes; ¿jarháni o no jarháni?, ¡fíjate bien!, ahí con eso de
¿estaremos o no estaremos? quiere decir que van a seguir abarcando tanto; es que quieren
ampliarse ahí ehh, ¡fíjate bien!, je, je, je; son viajeros que están pues perjudicando.
Pero ahí con eso de ¿jarháni o no jarháni?: ¿estaremos o no estaremos?, quiere decir que van a
quedarse, que van a seguir abarcando tanto; quieren quedarse y ampliarse pues ¡ehh!, ¡fíjate bien!
Igualmente Nahuátzen, ese pueblo tampoco es mero vecino de antes, ese es como paracaidistas
también. Empezaron ahí donde tienen el templo; hasta ahí era de Cherán, y de ahí pa’ abajo era de
Sevina.
Mero viejos vecinos son Pichátaro, Comachuén, Sevina y Cherán, y ese Cheranástico y Aranza de
por sí son también vecinos de más antes. Pá aquel lado están ese pueblo que es tucuru que quiere
decir tecolote, y que se le quedó Tacuro… y ese también tiene otro llegado de paracaidista que es
Carapan de abajo. Ese es como Jarántepacua y Nahuátzen que se hicieron población, y ahora como
vecinos son mucho como peleoneros. Esos de Jarántepacua querían un litigio con los que les
dieron permiso, pero entonces Cherán fue el que les contestó: ¡‘mira!, ustedes son pues
paracaidistas del ¿jarháni o no jarháni?, fíjense pues en eso; ¿ora por qué quieren abarcar tanto?’. Y
ahí está que esos de Cherán y de otros pueblos están todavía peleándose con Jarántepacua, porque
esos se quieren ampliar mas ahí en donde están.
Entonces por eso es que se llama ese Cherán que es chérani, porque es gente conocida de
hechiceros, por eso de que asustan como le pasó a aquel señor. Y ese Sevina es siuíni, porque ahí se
levantan esos remolinos de aire que allá se “apagan” en Cherán porque se asustan. Y Jarántepacua
porque ellos decían: ¿jarháni o no jarháni?: nosotros ¿estaremos o no estaremos?, ¿nos vamos para
allá caminando?… Y se fueron quedando, se fueron quedando, y ya se están ampliando pues je, je,
je. Donde quera hay pues historias ¿verdad?
En esta narración puede apreciarse una motivación mítica detrás de los nombres topónimos de
determinados pueblos, aunque en los casos particulares de Cherán y de Sevina se trata de nombres
históricos, según se consigna en la Relación de Michoacán (Miranda, 1998: 144, 166, 208, 210).
Cherán o “asustar”, y Sevina o “lugar donde se hacen remolinos”, reflejan, a través de sus
75
Juan Gallardo Ruíz
76
Reconocimiento y reapropiación del territorio p’urhépecha a través de la toponimia y la tradición oral
topónimos y narrativas informan tanto sobre los patrones culturales del grupo como sobre la
mentalidad colectiva y que, como documentos culturales, describen la idiosincrasia y la cultura de
quien narra y de su grupo.
Nuevas toponimias y narrativas que describen las transformaciones del entorno natural
derivadas de la deforestación
Como se sabe y lo hemos señalado, los topónimos dan nombres específicos a los lugares, cuyas
singularidades topográficas, paisajísticas, ecológicas y ambientales, resultan, al ser observadas y
sentidas, en motivaciones o experiencias sugestivas, inquietantes, atractivas y/o emotivas para las
personas, según sus intereses sociales, políticos, laborales o económicos y culturales; son intereses
por los cuales se apropian de su medio geográfico, y de acuerdo a ciertos patrones visibles para cada
persona o grupo, mientras que los habitantes no indígenas de la región tienen otras formas de
nombrar según sus propias categorías, generalmente definidas por ciertas características de tipo
topográfico y poblacional, desde tenencias y rancherías, parcelas cultivables como maizales y
plantaciones de frutales y aguacate, hasta espacios mineros pasando por extensiones de vocación
forestal. Sobre este particular, encontré que la transformación del entorno natural, consecuencia
de la tala intensiva, conlleva la emergencia de nuevos topónimos y de narrativas que dan cuenta de
los cambios en el entorno natural; en el caso de los topónimos, su construcción implica la
castellanización de voces nativas, o la simbiosis entre la lengua castellana con la p’urhépecha, como
en los siguientes casos:
77
Juan Gallardo Ruíz
gruesos tocones residuales de árboles talados. Cruicíro, o “donde cruzan”, “crucero” o “cruce”,
alude a un puente de madera clandestino, construido por “talamontes” sobre un caudal ahora seco
como consecuencia de la deforestación. Nieverío, que refiere a “nieve”, es nombre que alude a una
cañada y ladera llana y fría, en la que ya no existen árboles que den sensación de cobijo; se trata de
un terreno donde circulan aires fríos que enferman al transeúnte, y se dice que en ello tiene que ver
la acción directa de la naturaleza concebida en su carácter animado, una naturaleza enojada por los
perjuicios de que es objeto, y que con climas extremos y enfermedades sanciona, sin distinción, el
mal uso o el abuso del bosque así como el allanamiento de los espacios sagrados y/o habitados por
entidades extrahumanas: potencias del mundo natural. Se trata entonces de un terreno
considerado peligroso o “riesgoso”, así tornado por la invasión depredadora en tanto detonante de
respuestas punitivas por parte de la naturaleza.
Kuarándo, o “donde (alguien) se cayó y se quebró la pata (cuando andaba trabajando)”, se
refiere a una pendiente terregosa y resbalosa, así transformada por la deforestación; se trata
también de un espacio actualmente percibido como peligroso. Kúchiro, o “donde hay cerdos”,
alude a un aguaje en la falda de un cerro antes ubicado distante del caserío, y ahora rebasado por
éste y vuelto lugar donde se revuelcan los cerdos o kúchi. Anteriormente se nombraba kuíshurhini
sacudirse el árbol”, es nombre que, según creencias animistas, refiere a la acción, movimiento e
intención de un árbol que, agitando sus ramas ante la presencia humana, pide no ser talado.
Entre otros, estos son topónimos nuevos que dan cuenta de descripciones espontáneas y
reflexionadas de lugares antes no nombrados, o que formaban parte de un espacio mayor tenido y
referido como totalidad. En ellos se da cuenta de sucesos y circunstancias singulares de la historia
reciente, misma que está íntimamente relacionada con la vida de los entrevistados que los
enuncian y, por extensión, con la vida del grupo, en tanto que la historia de vida y el quehacer
78
Reconocimiento y reapropiación del territorio p’urhépecha a través de la toponimia y la tradición oral
79
Juan Gallardo Ruíz
Conclusión
De acuerdo con Villavicencio y Nava (2003: 5, 8; 2010: 101, 103, 105-106), detrás de cada
topónimo hay una larga historia lingüística y cultural, e intentar traducir sin considerar dicha
historia puede llevar a la creación de una simple lista de nombres con propuestas etimológicas y, en
consecuencia, a conclusiones simples o equivocadas. Así, atender el contexto histórico, social y
cultural en el cual se obtuvieron y/o emergieron los testimonios y se elaboraron las
representaciones gráficas del territorio, nos permite entrever las estructuras y relaciones sociales
subyacentes a espacios específicos, vislumbrar ideologías vinculadas a las percepciones y
representaciones del espacio, asomarnos a la significación de los espacios de representación, a las
condiciones o situaciones lingüísticas locales que determinan la construcción individual y social de
topónimos, a las historias locales individuales y colectivas relacionadas con el entorno que se
habita, a las relaciones de poder entre propios y entre propios y extraños.
A través de los correlatos espontáneos y reflexionados de los entrevistados se revelan
diferentes intereses sobre el territorio y los recursos naturales, y se asoman diversas emociones,
valores y sentidos ligados al espacio vivido y al espacio recordado, lo que denota una relación
cualitativa (simbólica y significativa), entre los sujetos, el tiempo y el espacio, que se expresa desde
la práctica social y desde la memoria. A través de los correlatos se develan ciertas cualidades del
territorio: como espacio de representación que guía prácticas y discursos asociados al sentido
propio de territorialidad; como sustrato de la memoria individual y colectiva donde el tiempo se
plasma y nombra, moldea y transforma el territorio.
La toponimia y la tradición oral suelen reflejar situaciones lejanas que no siempre fueron
reales ni vividas por el narrador, pero que, como señala Vancina (1966: 13-25), encuentran un
soporte esencial en la lengua que las dota de un significado especial, así como de un cierto crédito o
fondo de verdad. Es el caso de Cherán, de Sevina y de Arántepacua (Jarántepacua), cuyos
topónimos son concomitantes a situaciones, sucesos, creencias, percepciones y acciones que se
presentan como versiones propias de la historia local, misma a la que, de acuerdo con Sahlins
(1988: 9-12), le subyace una estructura ideológica que generaliza hechos y acciones de una figura o
situación, como forma y destino de la sociedad. Así mismo, el nombre de estos pueblos refleja una
80
Reconocimiento y reapropiación del territorio p’urhépecha a través de la toponimia y la tradición oral
81
Juan Gallardo Ruíz
nace y vive. Medios mnemotécnicos que abonan en la configuración de un modelo cultural que
contribuye a definir la filiación étnica y asumirla, sin estigma, frente al “otro”, el funcionario
extranjero o mestizo que irrumpe, con intensiones tanto depredadoras sobre la biodiversidad así
como polarizadoras de la sociedad, en los territorios comunitarios. Éstos, su geografía, paisajes y
biodiversidad, son entonces fuente de símbolos y espacios de reelaboraciones ideológicas sobre la
pertenencia y la identidad; en ellos está la pervivencia de la lengua y de otras formas culturales de
comunicación, y ahí se encuentran temas que actualizan la historia local y la memoria colectiva
(Gallardo, 2016: 369).
Finalmente, deseo mencionar que el trabajo de campo, y en particular los recorridos por
los caminos al interior de los terrenos de los pueblos, estuvieron condicionados por la
problemática forestal mediada por políticas públicas y por la presencia de la delincuencia
organizada apropiándose del territorio y de los bosques, situaciones que privan en el área de
estudio y que son problemas que todos conocemos. Así, por esta limitante que conlleva ciertos
riesgos al momento de internarse en el territorio y/o de transitar por los caminos interiores al
mismo, aguardo una nueva oportunidad de continuar con los recorridos y trabajos de
caracterización del territorio, en los cuales será imprescindible el acompañamiento de los
comuneros, así como la elaboración, por parte de ellos, de etnocartografías en las que se ha de
reflejar la toponimia y las categorías locales que definen y detallan al territorio, y que concretan
procesos de reconocimiento y de reapropiación del mismo, así como de la biodiversidad que allí se
encuentra.
Fuentes
82
Reconocimiento y reapropiación del territorio p’urhépecha a través de la toponimia y la tradición oral
Gallardo Ruiz, J. (2016) Hechicería, cosmovisión y costumbre: Una relación funcional entre el
mundo subjetivo y la práctica de los curadores p’urhépecha, El Colegio de Michoacán,
UMSNH: IIH, Morevallado Editores, México.
Márquez Joaquín, P. (2000) “El significado de las palabras p’urhépecha en la Relación de
Michoacán”, en: Franco, M. (Coord.) Relación de Michoacán, El Colegio de Michoacán,
Gobierno del Estado de Michoacán, México, pp. 695-726.
Montemayor, C. (2001) Arte y plegaria en las lenguas indígenas de México, FCE, México.
Sahlins, M. (1988) Islas de Historia, Gedisa, Barcelona.
Vancina, J. (1966) La tradición oral, Labor, Barcelona.
Villar Morgan, K. (s/f.) Las toponimias en Michoacán (mecanoescrito), México.
Villavicencio, F., Nava, F. (2003) “Toponimia purépecha: algunas observaciones generales”,
Ponencia presentada en la reunión del Grupo Kw’anískuyarhani de estudios del pueblo
purépecha, llevada a cabo en Pátzcuaro, Michoacán, en mayo de 2003.
-------- (2010) “Toponimia purépecha. Lugares comunes y áreas de interés”, en: Muntzel, M.,
Villegas Molina, M. E. (Eds) Itinerario toponímico de México (Ignacio Guzmán Betancourt),
INAH (colección científica), México, pp. 89-108.
Fuentes orales
Elisa Herrera, Jovita Herrera, Evaristo Herrera, Adelaida Cucúe, José Luis Ramírez, Mardonio
Fabián y Fructuoso Campos de Cherán; Clemente Valencia, Cristobal Chávez, Serbando Chávez
y Wenseslao Jiménez de Sevina; Guillermo Huerta y Felipa Huerta de Santo Tomás.
83
II
Resumen
Al paso de los años ha mermado mucho el uso de los nombres indígenas de localidades debido a las
diversas situaciones históricas que ha vivido nuestro país. Con esta tendencia, en poco tiempo se
estará hablando de ellos como algo extinguido, situación lamentable porque además de haber
desaparecido nombres de localidades se habrán perdido también fuentes de información para
muchas ciencias como la lingüística, historia, geografía, entre otras. Es obvia la importancia que
tiene la conservación de estos nombres y que se deben de tomar acciones para evitar su pérdida,
ellos reflejan la personalidad de nuestros antepasados indígenas y forman parte de la esencia del
país.
Abstract
With the passage of time, the use of indigenous names of localities has much diminished due to
the different historical situations that our country has lived, with this trend in a short time we will
be speaking of them as something extinct. This is an unfortunate situation because besides
localities names will have disappeared, the information resources for many sciences such as
linguistics, history or geography will have been lost as well. It is obvious the importance of
conservation of these names and it must take action to prevent loss, they reflect the personality of
our indigenous ancestors and are part of the essence of the country.
87
INEGI
En nuestro país existe una amplia diversidad de recursos naturales con los cuales el hombre ha
establecido una relación por medio de la toponimia, asignándoles nombres que les permiten
identificarlos. Los topónimos, en su origen, son términos esencialmente descriptivos debido a que
en todos ellos hay información de los aspectos o acontecimientos que los originaron. Los pueblos
prehispánicos crearon topónimos para nombrar sus asentamientos, y a través de la descripción de
las propiedades y configuración del terreno, características climáticas, así como la flora y fauna del
lugar, pero también los dioses, los templos, las ceremonias religiosas, las conmemoraciones, las
conquistas y las guerras eran motivo para dar nombre a los lugares que habitaban.
En el transcurso de la historia del país han existido diversas etapas toponímicas que se
pueden diferenciar notablemente por las características intrínsecas de cada una de ellas: la primera
corresponde al período prehispánico y está representada por topónimos provenientes
principalmente de las culturas maya, tarasca, mixteca, zapoteca y totonaca; vendría después, con la
expansión del imperio azteca, una etapa representada en gran medida por topónimos de origen
náhuatl, los cuales fueron transformados de manera importante durante la conquista española
bajo tres contextos:
1. Una causa de la modificación de los nombres indígenas fueron las adaptaciones fonéticas
que hicieron los españoles. Esta situación se originó por la mala audición de una lengua
que les era extraña y que no alcanzaban a comprender provocando que trataran de imitar
los sonidos de las palabras que escuchaban, como Cuauhnáhuac (cerca, junto a los
88
Permanencia de nombres indígenas en las localidades de México
2. Con la llegada de los misioneros evangelizadores se extendió la costumbre por parte de los
colonizadores de anteponer el nombre de algún santo al nombre indígena de las
localidades, por ejemplo: San Bernardino Citlaltépetl, Santa María Nenetzintla.
3. Finalmente, tenemos el caso de los nombres que sufrieron transformación por la
hibridación hispano-indígena, es decir, aquellos nombres a cuyas palabras les fue
adicionado un vocablo en español, como Cruztitla (lugar de cruces) o Tepuente (puente
de piedra).
En este lapso se sitúa entonces la primera transformación a los nombres indígenas, el olvido total
de algunos y la persistencia de otros en su afán de continuar contando la historia de México.
La época Colonial trajo consigo nombres de localidades relacionados con las actividades
económicas que tenían auge, ejemplos de ellos son relacionados con la minería y actividades
agrícolas: Muleros, Carboneros, Calera, La Nopalera, El Magueyal, La Labor, etc.; también se
integraron al país nombres de localidades homólogas en España, como Valladolid, antes
Guayangareo (loma larga y achatada) y Mérida, antes T-Ho’ (lugar de los cinco); además de los
agua abundante), y Quiroga, en honor a Vasco de Quiroga, antes Cocupao, (lugar de recepción).
frutas redondas y dulces); otro ejemplo es el área conocida actualmente como Delegación Álvaro
Obregón, asentamiento conocido en la época prehispánica con el nombre de Tenanitla (cerca de
89
INEGI
la muralla de piedra), pero que a la llegada de los españoles modificó el nombre como San Jacinto
Tenanitla debido a la presencia de los misioneros Dominicos y a la construcción de una ermita en
honor a San Jacinto. El pueblo mudó de nombre nuevamente a principios del siglo XVII cuando
frailes de la orden de los Carmelitas Descalzos, bajo la advocación de San Ángelo Mártir,
construyeron en esa área el Convento del Carmen, lo que ocasionó que a partir de esas fechas
fuera reconocida como San Ángel, sin embargo mudó nuevamente en 1932 cuando el presidente
Pascual Ortiz Rubio emitió un decreto para cambiarle el nombre de San Ángel (ya convertida en
delegación política) a Villa Álvaro Obregón ya que en 1928 este personaje fue asesinado en un
restaurante de San Ángel. Finalmente, en 1970 un nuevo decreto denominó la zona como
Delegación Álvaro Obregón. El nombre de San Ángel se ha negado a desaparecer y persiste en
varias colonias de la delegación, asimismo, el topónimo Tenanitla se ha utilizado para denominar
algunos servicios.
Por otra parte, se dio el caso de que un buen número de localidades ya establecidas
agregaron a sus nombres el de algún héroe de la nación a fin de rendirle un sentido homenaje, ya
fuera por ser el terruño de esos personajes o bien por ser testigos del paso y la acción de ellos, por
ejemplo Hidalgotitlán, Tixtla de Guerrero, Ixhuatlán de Madero y Minatitlán.
A la par de los eventos históricos también surgieron las nuevas localidades con nombres
que guardaban grandes expectativas, tal es el caso de El Porvenir, La Libertad, La Nueva
Esperanza, La Reforma, El Progreso, entre otros, así como aquellos nombres que hacían alusión a
los movimientos agrarios del país, como Ejido Tierra y Libertad, Emiliano Zapata, Nuevo Lázaro
Cárdenas o Francisco Villa, por señalar algunos.
Como información complementaria al tema en cuestión, en la publicación sobre las
Resoluciones relativas a historia y ciencias afines (1947, IPGH), tomadas en asambleas del Instituto
Panamericano de Geografía e Historia (1929-1946), se expresó que debe establecerse “el sano
principio de que sean conservados en todo el continente americano los nombres indígenas de las
localidades para que no se extinga hasta en los nombres geográficos la tradición de las razas
aborígenes de América, tan digna de aprecio como las de la cultura europea trasplantadas aquí”.
En relación a esto, en México se han llevado a cabo algunas gestiones ante las autoridades
gubernamentales con el fin de lograr que se restituya la escritura correcta de los topónimos
90
Permanencia de nombres indígenas en las localidades de México
indígenas de las localidades debido a las descomposiciones en las que se han visto involucrados y
por las cuales hasta el significado les ha sido cambiado; por ejemplo, en el año de 1978 la
legislatura local de Xalapa (manantial en la arena), aprobó que el nombre deberá escribirse con X
en lugar de J, como se escribió a raíz de la castellanización que hicieron los españoles del nombre
de la localidad.
En relación a este tema y con base a los datos del Conteo de Población y Vivienda 2010, se
sabe que en México viven 6 millones 695 mil 228 personas de 5 años y más que hablan alguna
lengua indígena, lo que representa un 6.5% con respecto a la población total del país; así mismo, se
tienen contabilizadas 89 lenguas indígenas, de las cuales, las que presentan mayor número de
hablantes son: náhuatl, maya y lenguas mixtecas. Los estados que presentan los mayores
porcentajes de hablantes de lenguas indígenas con respecto al total de su población son: Oaxaca
(30.6%), Yucatán (27.4%) y Chiapas (23.7%), mientras que los estados con menor porcentaje son:
Aguascalientes (0.2%), Coahuila (0.22%) y Guanajuato (0.27%).
En México, a través de los años se ha incrementado paulatinamente el número de personas
de 5 años y más hablantes de las lenguas indígenas. De acuerdo a los datos del V Censo General de
91
INEGI
respecto a los hablantes del idioma español, y como causas actuales de mayor peso se tienen el
hecho de que existe una marcada negación de los hablantes de las lenguas indígenas a utilizarlas
debido a la discriminación, así mismo, también se tiene la circunstancia de que los hablantes son
predominantemente adultos y existe una tendencia de abandono a las estrategias de transmisión
de sus lenguas a las nuevas generaciones. Todos estos factores han influido en una u otra medida
para la extinción de algunas lenguas y para colocar a otras en riesgo de desaparición.
Game, Nuevo Hawai, Rancho Little Joe, La Boca Ranch, Nueva Grecia, África, San Antonio Texas,
Happy Ranch. 1
1
La ubicación por entidad federativa de las localidades mencionadas se encuentra en la Tabla de ubicación de
localidades.
92
Permanencia de nombres indígenas en las localidades de México
localidades que nos cuesta trabajo interpretar y responder al cuestionamiento de la razón que
pudo haber existido para decidir su nominación, estos nombres dicen mucho y a la vez nada en
específico.
Al encontrar una localidad denominada Las Maravillas, se abre a la imaginación un buen
número de posibilidades sobre el origen del nombre, desde creer que por las maravillas del mundo
es llamada así, por la vista de un paisaje extraordinario que sirvió de inspiración a sus habitantes, o
bien por una clase de plantas silvestres; y qué decir del enigmático nombre Salsipuedes, es para
pensarlo bien antes de entrar a esa localidad. Por otro lado, al llegar a La Gota de Oro, El Progreso o
al Pico de oro, las expectativas son de una vida fabulosa, pero hay que tener cuidado si se llega al
93
INEGI
Como se puede observar, ejemplos anteriores son nombres que manejamos cotidianamente sin
reparar mucho en su fonética, pero que si nos detenemos un poco a analizarlos daremos cuenta de
su sonido estético y del valioso contenido que encierran.
Antes de continuar podemos decir que las siguientes son las principales causas que han
impactado la evolución de los nombres indígenas:
Entonces, sería conveniente realizar aquí el cuestionamiento sobre el futuro de los nombres
indígenas ante la serie de factores a los cuales se enfrenta la supervivencia de los mismos.
94
Permanencia de nombres indígenas en las localidades de México
Resulta contundente que el paso de los años ha mermado mucho el uso de los nombres
indígenas debido principalmente a las diversas situaciones históricas que ha vivido nuestro país,
pero de continuar con esta tendencia, en poco tiempo se estará hablando de ellos simplemente
como algo que se ha extinguido, situación realmente lamentable porque además de haber
desaparecido nombres de localidades se habrán perdido también fuentes de información para
muchas ciencias como la lingüística, historia, geografía, entre otras.
Los nombres nos cuentan la historia de un lugar, nombres como Chiautempan (en la orilla
de la ciénega), Huamantla (en el apiladero de maderas) o Cuautla (arboledas) nos relatan cómo
era el lugar en ese tiempo, aunque ahora sus características sean totalmente diferentes; los nombres
permiten indagar acerca de la formación de las palabras y datos de valor sobre aspectos de una
lengua; los nombres ayudan también a ratificar, a platicar los hechos históricos y cómo influyeron
en los nombres de esa época.
Es válido argumentar que al igual que sucedió en la época prehispánica los nombres
actuales tienden a ser parte del momento que se vive y que, nos gusten o no, forman parte de este
periodo histórico y de un proceso de evolución que se ha venido dando a través del tiempo y cuyo
inicio se remonta a la fusión de dos culturas representadas por nombres tan plausibles tanto de
una como de la otra, entonces ¿por qué pareciera ser que existe empeño a darle mayor peso más a
una? La mayoría de los habitantes de este país decimos sentirnos orgullosos de nuestras raíces, sin
embargo en diversos sectores de la sociedad se advierten acciones que muestran un rechazo hacia
las culturas indígenas, hacia sus costumbres y hacia sus lenguas, lo que ha ocasionado una clara
marginación contra estos grupos y provocando que, incluso, algunos de sus integrantes ante la
presión social muestren desapego a sus propias tradiciones y prefieran alejarse de ellas.
Es obvia la importancia que tiene la conservación de los nombres indígenas de localidades
y que se deben tomar acciones para evitar la pérdida de nombres que representan la personalidad
de los antepasados indígenas que finalmente son también los nuestros y que forman parte de la
esencia del país. Sería alentador que al leer este artículo y otros similares meditemos en la
posibilidad de contribuir, en la medida de lo posible, con nuestras propias acciones para evitar la
extinción de nombres indígenas; evitemos pensar que esto va dirigido a promover un
95
INEGI
Ma’ t’ aan chen k t’aanakeche je’ ebak tuukult táanil ba’ax ka wa’alik
[No hables sólo por hablar, sino piensa primero lo que dices]
96
Permanencia de nombres indígenas en las localidades de México
97
INEGI
Fuentes
www.inafed.gob.mx
www.e-local.gob.mx
98
EL PAISAJE SAGRADO DE COCHI[S]TAN, CAMPECHE
Lorraine A. Williams-Beck*
Resumen
En el libro clásico sobre la geografía política de los mayas de Yucatán (1957), Ralph L. Roys
reconstruye las jurisdicciones políticas autónomas independientes a través de topónimos y
personajes mencionados en los documentos históricos coloniales de la Península en los siglos XV y
XVI. En el caso de Campeche, el territorio abarcaba tres distintas entidades políticas o
cuuchcabalob: Ah Canul, Canpech y Chanputun, que se suponía fueran pares contemporáneos en
1517 cuando arribaron los europeos a esta región. A través del análisis etimológico de topónimos
mayas del área inmediata, de datos arqueológicos y de evidencia iconográfica se intenta aclarar
tanto la naturaleza ritual religiosa como la extensión del territorio y temporalidad de esta
“provincia” incógnita, cuya capital era denominada con el topónimo genérico de Dzaptun, pero
conocida también como la “Zeyba” o “Ceiba Cabecera” en los documentos colonialae tempranos.
Abstract
In the classic study The Political Geography of the Yucatan Maya, Ralph L. Roys (1957)
reconstructs autonomous and independent political jurisdictions, from Spanish references
through toponyms and protagonists mentioned in sixteenth and seventeenth-century Maya and
Spanish Colonial documents. Roys found regarding the current State of Campeche, this
geographical construct had three distinct political entities or cuuchcabalob: Ah Canul, Canpech,
and Chanputun, as contemporaneous peers at the time of European contact in 1517. One specific
indicator for Roys’ provincial classification includes each geopolitical units have a capital city.
Through an etymological analysis of Maya toponyms in the joint immediate area, and by
including archaeological and iconographic data for sites within this region, I attempt to clarify the
ritual religious, territorial, and temporal extensions for this little known “province”, whose capital
city not only illustrates a generic name, Dzaptun, but also is known as “La Zeyba” and “Ceiba
Cabecera” in Early Colonial Spanish and ecclesiastical documents.
*
Universidad Autónoma de Campeche, lorrainewilliamsbeck@hotmail.com
99
Lorraine A. Williams-Beck
autónomas. En el caso del actual estado de Campeche, este territorio abarcaba tres distintas
cuuchcabalob: la comarca Ah Canul en la zona noroeste, Canpech y Chanputun (Figura 1).
100
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
Si bien una serie de hechos proporciona pistas pormenorizadas sobre la provincia Ah Canul,
separándola en dos componentes espaciales del norte (Roys, 1957) y del sur (Okoshi Harada
1992, 2009; Quezada, 1992), Roys se enfrentó a un enigma mayor cuando intentó delimitar las
provincias Canpech y Chanputun. Se le hizo imposible definir fronteras concretas entre estas dos
unidades, y entre ellas y sus vecinas localizadas al norte, noreste, este, sureste y sur, —algunas de las
cuales contaban con pueblos que parecían tener un nivel de organización política más complejo—
porque entre sus fuentes no había realmente mucha información al respecto (Chamberlain, 1982;
Gerhard, 1991; Roys, 1957: 166-169).
Esto se debió a que gran parte del área peninsular entre las cabeceras coloniales del área
Sudeste de la Nueva España: Santa María la Victoria, Tabasco y Mérida, comprendía una dotación
real que se le fue encomendada a don Francisco de Montejo, “El Adelantado”, por sus servicios
rendidos a Carlos V (De la Garza et al., 1983 I: XX-XXIII; Izquierdo, 1995, 1997; Williams-
Beck, Anaya Hernández y García Arjona, 2010). Es realmente difícil saber el tamaño exacto del
territorio bajo su protección, porque entre los mismos conquistadores españoles de la época hubo
forcejeos y procesos jurídicos en cuanto a las encomiendas conseguidas de la Corona y a menudo
los documentos no mencionan claramente los límites de sus tierras (Chamberlain, 1982; García
Bernal, 1978, 2006; Gerhard, 1991; González Cicero, 1978; Izquierdo, 1995, 1997; Scholes y
Roys, 1968). Sin embargo, en el año 1548 un juicio fiscal ante la Real Audiencia y por medio de la
Audiencia de Confines, todo ese territorio se le fue confiscado a “El Adelantado”, remitiéndolo a
la Corona para su administración (Izquierdo, 1995), de ahí que se perdiera el hilo conductor que
permitía identificar cuáles individuos se encargaran después de las diversas encomiendas y
estancias en esta zona.
Entre 1577 y 1579, durante el periodo del Rey Felipe II, el censo de las tierras de la Nueva
España tampoco esclareció la duda porque, por un lado, los predios de esta región ya le
pertenecían al Rey y, por otro, no hubo autoridad española en Campeche que obligara a acatar la
solicitud de contribuir los datos requeridos, hasta que se le nombrara a este distrito puerto oficial
de la zona sudeste de la Nueva España en 1639 (Chamberlain, 1982; López Cogolludo, 1955;
García Bernal, 1978, 2006; Williams-Beck, Anaya Hernández y García Arjona, 2010: 574-575).
No obstante la carencia de información documental sobre Canpech y Chanputun, Roys menciona
101
Lorraine A. Williams-Beck
que “los mexicanos se referían a esta región entera [como] la “provincia de Cochistan (sic.)…”
(Roys, 1957: 167), sin ofrecer una explicación mayor sobre el origen o sentido de este término.
Para conocer la historia regional, el primer intento realizado en el siglo XVII por el fraile
Diego López Cogolludo mostró un callejón sin salida. El fraile se resignó —al igual sufrimos
nosotros— por las lagunas en la memoria colectiva, no obstante, mirarla desde otra óptica, por
medio del perfil ambiental de esta región, de los topónimos mayas y de las raíces etimológicas para
registrar la memoria colectiva de estos lugares en el paisaje, se pueden obtener algunos atisbos
adicionales para salir del enigma que aún la rodea.
2011).
Sin poder especificar su extensión y límites tierra adentro, hasta hace poco el consenso
académico supuso que era una tierra de nadie, boscosa y desocupada, porque ninguna ciudad
capital prehispánica habría sido fidedignamente identificada por la presencia de conjuntos
arquitectónicos monumentales u otros restos de inmuebles concentrados en un núcleo con
características urbanas. El argumento de que estos centros fuesen desmantelados por completo
para levantar encima de sus cimientos las villas coloniales no está sustentado por restos culturales o
inmuebles concretos (Williams-Beck y López, 1999), a pesar de abogar por esta interpretación
1
La combinación lingüística consonante-consonante “s” + “t” no aparece en el idioma maya con variaciones locales
yucateca, chol-chontal o presumiblemente canpechta’an, por lo que esta amalgama podría pertenecer a otro idioma de
naturaleza no maya.
102
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
varios autores de renombre (Lanz, 1905; Chamberlain, 1982; Piña Chan, 1970, 1987; Roys,
1957; Ruz Lhullier, 1969). Tampoco hay facción política mayor mencionada en los documentos
sobre la geografía política autóctona peninsular del siglo XVI, que las reclamaba como suya o las
denominara, ni se puede confirmar que formaran parte de las redes de socios de la gran metrópoli
del periodo Postclásico tardío Mayapan (Roys, 1957, 1972).
Así que separar la historia verdadera de la leyenda creada por la versión oficial de sucesos
antiguos es tarea por aclarar, porque choca con el consenso histórico general, requiere consultar
múltiples fuentes, amarrar cabos sueltos e intercalar entre ellos sentidos comunes para urdir un
tapiz más completo del devenir multiétnico y multicultural para esta región (Williams-Beck y
López, 1999; Williams-Beck, 2013a, 2013b).
En un trabajo más detallado sobre esta leyenda histórica reforzada por interpretaciones
equívocas de las fuentes que narran el descubrimiento de Campeche, ya quedan completamente
resueltas las dudas sobre la localización de los sitios prehispánicos mayas e históricos españoles a
través de la evidencia arqueológica recabada en los últimos 25 años, que documentan obras
públicas realizadas en las ciudades cabeceras modernas de Campeche y de Champotón. Estos
espacios construidos no residen sobre los restos de sus capitales prehispánicas respectivas
(Williams-Beck y López, 1999; Williams-Beck, Anaya Hernández y Arjona García, 2010;
Williams-Beck, 2013b), esta dinámica urbana de asentarse en la costa se atribuye a los españoles
más que a las costumbres de los autóctonos mayas peninsulares.
La evidencia arqueológica e histórica concluye que el encuentro de españoles y mayas en
esta región creó una identidad propia, asentada en la memoria colectiva a escasos diez lustros
después de la separación de Campeche de Yucatán como estado peninsular libre y soberano
(Williams-Beck y López 1999; Williams-Beck 2013b). Los trabajos publicados nunca
cuestionaron los hechos narrados en los documentos ni de los testigos presenciales alegados del
momento de contacto. El supuesto carácter de zona despoblada para la región inmediata entre las
villas coloniales de Campeche y Champotón y tierra adentro, sólo fue desmentido recientemente
por investigaciones documentales e inspecciones terrestres (Williams-Beck y López, 1999;
Williams-Beck et al., 2010; Williams-Beck, 2011; Williams-Beck, Liljefors Persson y Anaya
Hernández, 2013).
103
Lorraine A. Williams-Beck
Vázquez et al. 1980: 90) se refiere a una especie de elevación topográfica menor insertando una
pequeña isleta de agua dulce en medio de un marisma costero de agua salobre (Figura 2) (Ayala
Pérez, 2010: 116-118; Torrescano Valle, 2010: 165-169); otra clase de peten parecida se
caracteriza por ser un humedal de terreno plano situado tierra adentro con elevaciones
topográficas parecidas (Williams-Beck, 2011; Williams-Beck y Geovannini Acuña, 2014). Ambos
albergan especies como tortugas, lagartos, peces y aves, así como bosques bajos mejor adaptados a
condiciones perennes de inundación o de temporal (Noriega-Trejo y Arteaga Aguilar, 2010: 148-
154; Williams-Beck y Geovannini Acuña, 2014).
Figura 2. Vista panorámica de la planicie costera, en donde se nota una elevación topográfica o peten en
medio de la marisma, nicho ecológico compuesto por un ojo de agua dulce, una acumulación de tierra y de
una comunidad selvática distinta al de su entorno medio salobre inmediato
104
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
El otro término para un nicho especial lo representa el vocablo ch’e’en (Barrera Vázquez et al.,
1980: 90; Arzápalo Marín, 1995: 90), que se refiere tanto a los manantiales de agua dulce que
brotan en medio del mar y alimentan los humedales costeros y de tierra adentro, como a las
infraestructuras edificadas para captar el líquido vital en la forma de pozos con bocas y cuellos
confeccionados de mampostería que penetraban el sustrato para acceder a los ríos subterráneos, o
también chultunob (Barrera Vázquez et al., 1982: 114, 822, 131) o cisternas prehispánicas cavadas
en los bancos de caliza polvorizada, llamada saskab (Ibid.: 719), revestidas con aplanados del
mismo material calcáreo para almacenar el agua de lluvia en las tierras bajas mayas de la Península
de Yucatán (Figura 3). Aparte de los sentidos científicos y ambientales estrictos, ambos vocablos
comprenden componentes simbólicos precisos de trascendencia mayor en la filosofía y
cosmovisión maya (Astor-Aguilera, 2010: 240; Tokovinine, 2013: 26; Williams-Beck, en prensa).
Figura 3. El término ch’e’en representado por dos soluciones arquitectónicas prehispánicas mayas: a la
izquierda el pozo, con boca y cuello de mampostería que accede el manto freático natural subterráneo
(Ceiba Cabecera 2014); a la derecha, el chultun, infraestructura arquitectónica edificada en plataformas
subestructurales en los conjuntos monumentales o en bancos calcáreos de piedra polvorizada, saskab, que
utilizan el mismo material para revestir e impermeabilizar el interior para almacenar el agua pluvial (sitio
arqueológico Kabah, Yucatán, julio 2015)
Fotos de la autora
Cercada en los extremos norte y sur por los ríos Homtun y Champotón respectivamente, la
provincia Cochi[s]tan cuenta con otros recursos hídricos, comunidades precisas del medio natural
105
Lorraine A. Williams-Beck
y relieves topográficos que caracterizan al entorno ambiental y parecen definir el límite oriental de
la misma (Williams-Beck et al., 2010; Williams-Beck, 2011; Williams-Beck, Liljefors Persson y
laguna Niluum, como “la punta de la tierra” (Arzápalo Marín, 1995: 558, 473) que abarca un
enorme humedal con un xuch o “sumidero que se abre en los pantanos” (Barrera Vázquez et al.,
1980: 953) en el extremo norte del cenagal y se extiende rumbo al norte. Al término del mismo se
halla otro sistema hidráulico de trece acueductos, como rayos emanando de dos núcleos del sitio
en donde nace simbólicamente el sol, siendo infraestructuras construidas y/o naturales pero
adecuadas por los mayas durante la fase tardía del periodo Preclásico Medio, alrededor de 650 a
700 a.C. (Forsyth, 1983; Williams-Beck y Geovannini Acuña, 2014). Este sistema hidráulico unía
los orígenes de ambos ríos que brotan de múltiples ojos de agua al norte noroeste, al oriente y al
sur de la obra maya construida y/o modificada, creando así un perímetro que delimitaba una
región discreta con características ecológicas y topográficas particulares (Williams-Beck, 2011;
Williams-Beck y Geovannini Acuña, 2014).
Este medio natural ubicado hacia tierra adentro, compuesto de humedales, pantanos e
islotes o petenob, con elevaciones menores y descrito por una fuente mexicana anónima como una
106
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
localizado a 23km de la primera y situado en la dirección del cenit del contorno acuático en el
ámbito regional (Williams-Beck 2011). Colocada a ambos lados del drenaje-cauce reconocido en
el Códice de Calkiní del siglo XVI (Okoshi Harada, 1992, 2009; Williams-Beck, 2013a, 2013b)
como homtun, el sentido de este término de la variante local canpechta’an maya recuerda el
“hundimiento en la tierra dejado por un acueducto de piedra preciosa” (Arzápalo Marín, 1995:
322, 731). Este caudal fungía también como la frontera entre las provincias Ah Canul localizada al
norte y Canpech situada al sur del mismo (Okoshi Harada, 1992; Williams-Beck y López, 1999;
Williams-Beck, 2011, 2013a, 2013b).
Figura 4. Ilustración del contorno acuático, reconstruyendo los tramos de la época prehispánica que unen
los ríos Champotón y Homtun a través del sistema hidráulico de Edzná
Elaboración propia
107
Lorraine A. Williams-Beck
Figura 5. Vista aérea de un tramo del sistema hidráulico del Valle de Edzná (lado izquierdo) y el gran
humedal de la Laguna Niluum (lado derecho) en donde este tramo termina
El sector sur de esta región compartida está delimitado por el río Champotón, cuyo término en
maya es canpechta’an (Voss, 2007) y significa “no se escabulleron” o “no se nos zafaron” (sic.)
(Voss, 2004: 142), al referirse al conflicto bélico entre naturales y españoles liderados por
Hernández de Córdoba al concluir la batalla de 1517 en un predio desconocido todavía, pero
probablemente cerca del estero en donde fue mortalmente herido el Capitán (Williams-Beck et al.
Williams-Beck, Liljefors Persson y Anaya Hernández, 2013). Situado justo enfrente del
promontorio mayor, conocido como la Porfía, se fundó en el siglo XVI el pueblo de indios
conocido como Ulumal, que significa “la tierra de los del oficio lunar”, topónimo que podría hacer
alusión a los ahkinob o cargadores del tiempo, que obraban en un barrio entre varios por delimitar
todavía en esta ciudad capital. El nombre de otro sector monumental ubicado en lo alto del río,
pa’ilbox, coincide cronológicamente con el socio contemporáneo de Mayapan y se parece al
108
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
apelativo de esta última gran metrópolis maya mencionado en los Chilam Balam como Ichpaa-
mayapan “centinela con vista panorámica” (Arzápalo Marín, 1995: 603, 93; Barrera Vázquez et
al., 1980: 614, 65). No se considera fortuito el hecho de que este lugar está localizado a igual
distancia de la orilla del mar hacia tierra adentro, en el contorno acuático como su par norteña
Acanmul, cuya voz significa “el vocero de la mancomunidad” (Arzápalo Marín, 1995: 11, 533).
Si es que esta federación histórica de tan solo 4,800 km2, supuestamente compartida entre
tres ciudades capitales de carácter reales rituales (Fox, 1977) es aquella que constituyera una de las
legendarias Chakan puut (ah) tun de las fuentes (Williams-Beck, Anaya Hernández y Arjona
García, 2009), su nombre se referiría también a su oficio: “el tiempo precioso que los [cahob] de la
sabana se carga a cuestas” (Arzápalo Marín, 1995: 228, 657, 731). El cah o pueblo, encontrado no
sólo en el espacio geográfico justo en medio, sino como el ombligo simbólico de esta gran
provincia, se llamaba genéricamente Dzaptun (Roys, 1957: 166), “preciosa piedra sembrada en la
tierra” (ts’ap del maya yucateco, Barrera Vázquez et al., 1980: 878, 822). Esta voz reitera una
acción que se realizará en los bosques de monumentos esculpidos del área peninsular maya del
periodo Clásico, pero cuyo término en la historia más reciente de la época de contacto español y
periodo Colonial señala a la comunidad principal en donde está asentado el calendario ritual
tzolk’in (Rice, 2004). El nombre propio del lugar aparece en los documentos coloniales españoles
pentandra) como metáfora del cosmos maya que no sólo era ciudad rectora de la provincia, sino
provincia Canpech como U chun luum (Figura 6), “la tierra del origen” que nació, de acuerdo con
109
Lorraine A. Williams-Beck
Figura 6. Escudo de armas de Yucatán donde se identifica a Campech [Campeche] como la “tierra de
origen”, u chun luum
Vázquez et al., 1980: 735; Arzápalo Marín, 1995: 107) (Figura 7). Este ciclo completo del
calendario ritual habría durado hasta escasamente un k’atun después de mil años de nuestra era, y
110
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
En otro artículo publicado por la autora, que ofrece detalles mayores sobre este momento
histórico (Williams-Beck, 2011), después del ocaso de Edzná, se trasladaron las insignias del poder
ritual religioso a Acanmul. Este cambio coincide también con el sentido recreando el paso solar
del cosmos maya, moviendo hacia el norte del contorno acuático. Para recibir las insignias de este
poder en Acanmul, se emprendió un plan maestro de modificación urbana contemplando la
construcción de grandes obras públicas monumentales, por medio de rellenar las estructuras del
periodo Clásico y erigir encima de ellas otras semejantes en corte y perfil a su par contemporáneo y
socio más cercano de Chichén Itzá (Williams-Beck, 2011; Williams-Beck, Liljefors Persson y
Anaya Hernández, 2013).
Al cabo de sustentar el cargo ritual, quizá por otro ciclo calendárico, a partir de finales del
siglo XII el poder se trasladaría a otros socios rituales asentados en tres colinas, como las tres
piedras del fogón en la creación del mundo maya, en el área champotonera de Porfía-Pailbox. Dos
de los múltiples conjuntos monumentales de estos barrios o cuchteelob (Arzápalo Marín, 1995:
144) se parecen en hechura y forma a un estilo arquitectónico del “minimalismo al máximo” que
caracteriza la última etapa constructiva de su par contemporáneo de Mayapan. Esta zona sagrada
es en donde la obligación del cargo o cuch (Arzápalo Marín, 1995: 140-141) del tiempo ritual se
quedaría en el centro ritual religioso en las tierras sureñas y cerca del Ulumal, primer pueblo de
indios establecido en la región inmediata, de esta “tierra de… aquellos del oficio lunar” (Arzápalo
Marín, 1995: 741,473, 54).
Permanecería el poder ritual en esta región tierra adentro de Chanputun hasta un k’atun,
Anaya Hernández, 2013). Estos actos bélicos pudieron provocar otra “especie de destrucción del
universo maya” por la llegada de los extranjeros, que coincidiría con que se acercara el final del
periodo del calendario ritual (Williams-Beck, en prensa). Con miras a que continuara el ciclo
agendado, y con ello el cosmos mismo a través de un plan de acciones decisivas para que se volviera
a fundar el universo, se sembraría la piedra de nuevo representando las insignias del poder ritual en
111
Lorraine A. Williams-Beck
otro paraje céntrico y sobre una especie de peten, ligeramente elevado colocado en medio de un
humedal tierra adentro de la provincia Cochi[s]tan, de acuerdo con lo que vaticinaba el Chilam
2001, 2010; Vail, 2004, 2006; Vail y Aveni, 2004; Vail et al., 2003), oriunda de esta misma región
¿Cuáles son los elementos materiales del registro arqueológico y del entorno natural y
arquitectónico que sustentan estos hechos narrados por leyendas y documentos etnohistóricos de
contenido esotérico? Resumiendo esto de otros trabajos recientes sobre el tema (Williams-Beck en
prensa, Williams-Beck, 2011; Williams-Beck, Anaya Hernández y Arjona García, 2009;
112
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
Williams-Beck, Liljefors Persson y Anaya Hernández, 2013), los tres centros urbanos
prehispánicos colocados en lugares estratégicos del contorno acuático y el eje central del periodo
Colonial, muestran periodos de auge y declinación a través de la evidencia arqueológica y
constructiva de grandes obras públicas que han sido registradas en cada uno de los cuatro socios
rituales de esta unidad geopolítica compartida. Comenzando en la cuenta regresiva de 1799, año
en que probablemente se acabó el periodo k’atúnico en Ceiba Cabecera, nos proporciona el
siguiente escenario de cambios de poder y la rotación de obligaciones rituales entre los cuatro
socios (Williams-Beck, Liljefors Persson y Anaya Hernández, 2013).
El trazo urbano y el periodo de mayor actividad constructiva sugieren que Edzná–Siyan
ca’an, “nacido del cielo”, ha de ser el lugar en donde arranca el calendario may campechano desde
759 a 1019 de nuestra era (Rice, 2004). En este momento de su historia la zona norte de la
provincia pudiera haber asumido el nombre propio Canpech, “ave acuática del cielo” (Williams-
Beck, 2013b) de la variante canpechta’an (Voss, 2007), señalada como la tierra de origen en el libro
Chilam Balam de Chumayel (Roys, 1933: 24, 26C, 86). Después del año 1019 y el ocaso de Edzná,
se trasladaría el poder a Acanmul, que ya había comenzado su planeación de la obra pública masiva
para recibir las insignias del poder del calendario may, compartiendo una afinidad estructural en
planta y perfil con su socios peninsulares más cercanos de la planicie costera al noroeste, del área
Puuc occidental campechana y de Chichén Itzá (Williams-Beck, 2011).
A partir del Postclásico temprano se remodelaba la arquitectura del periodo Clásico tardío
en Acanmul, tapando las bóvedas del Clásico y levantando en la cima de estas grandes plataformas
subestructurales, crujías dobles adosadas mirando un mismo rumbo, o de espaldas y con columnas
de fuste cilíndrico colocadas en el vano de acceso. Después de cumplir otro ciclo del calendario y
alrededor del año 1279, cuando también se le acabara el periodo como cabecera ritual del k’atun a
Chichén Itzá, los socios de la provincia Canpech pasarían la batuta al sector sureño de la provincia
Cochi[s]tan, conocido como Chanputun o Chakan puut (ah)tun, “poderosa piedra preciosa que
[las cah] de la sabana llevan a cuestas” (Arzápalo Marín, 1995: 228, 229, 657, 731) como
topónimo cuyo sentido se parece no sólo al concepto de múltiples generaciones, sino también al
cargador del tiempo, (Williams-Beck, Anaya Hernández y Arjona García, 2009; Williams-Beck,
113
Lorraine A. Williams-Beck
Liljefors Persson y Anaya Hernández, 2013) a Pailbox y los otros barrios aledaños, al igual que
Edzná y Acanmul, que se fundaron en la cresta de un peten edificado y rodeado por agua del río
(Figura 8), centinela con vista panorámica, como la sede de poder en este lugar en medio de un
mar primordial simbólico, que pronto esperamos reunir la evidencia arqueológica para poder
corroborar esta hipótesis.
Figura 8. Algunos inmuebles del periodo colonial temprano de la ex-Hacienda Ulumal, de los siglos XVI y
XVII (en el campo medio), con vista panorámica hacia el barrio prehispánico de Porfía (que incluye una
nivelación a propósito en ambas prominencias de la colina al fondo) para ubicarlo en esa atalaya en la vera
del costado norte del río Champotón
al de Mayapan en 1539 (Rice 2004), el lugar indicado para recibir las insignias de poder una vez
que se terminara el periodo de mando en Pailbox y sus barrios aledaños sería Ceiba Cabecera, el
ombligo del cuuchcabal compartido Cochi[s]tan (Williams-Beck, en prensa). Es el único pueblo
114
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
de indios fundado en el siglo XVI en toda la comarca que sustenta todavía dos inmuebles
religiosos del periodo Colonial temprano en pie, pero ambos sin iconografía católica pintada o
esculpida: los restos de una capilla abierta franciscana y al costado sur una iglesia mayor (Figura 9).
Los acabados en pintura mural, en el altar remitido de mampostería en forma de iik rodeado por
otras escenas pintadas sugieren que este inmueble religioso maya del periodo Colonial era una
Casa Florida dentro del paraíso llamado Mundo Florido, que encarna el lugar ancestral de origen y
retorno (Taube, 2004).
Figura 9. Los inmuebles religiosos de Ceiba Cabecera: restos de la espadaña, capilla y nave probablemente
del tipo “pajizo” del siglo XVI, después con muros laterales de mampostería probablemente del siglo XVII
(imagen del lado izquierdo); Iglesia Mayor (lado derecho), inaugurada en 1759
Los Mundos Floridos se asocian con el andar solar en el cielo y asumen el papel de hogar para los
dioses y ancestros, como una manera para poder ascender hacia el reino del sol que se sitúa en un
paraíso terrenal con flores fragantes y trece componentes que representan el ool o esencia humana
del alma del maizal y de un bello jardín de flores, plantas y pájaros tropicales (Taube, 2004: 87;
2010: 147, 156-161; Knowlton, 2010). Asimismo, las flores de cinco pétalos identifican a este
lugar como un H’o H’anab Witz o 5 Montaña Flor, “…el axis mundi que soportaba el tronco del
árbol ancestral del maíz” en la época prehispánica (Taube, 2004: 81). En el contexto del periodo
Colonial temprano este ícono e imagen conceptual se relacionan con un lugar del amanecer, del
viento y del sector sagrado de contacto con el reino sobrenatural (Williams-Beck, en prensa).
115
Lorraine A. Williams-Beck
Figura 10. Imágenes iconográficas que identifican a una Casa Florida: la pintura mural con motivos florales
(un jarrón con cinco gajos de cedro tropical o de caoba adornados con trece flores plumarias [Plumeria
obtusa L.] con cinco pétalos y de color rojo sanguíneo) que adorna los pilastrones interiores de la nave; y un
nicho arquitectónico del altar en forma del símbolo ik, el espíritu, alma y/o aliento vital
El altar remetido en forma de ik no sólo reitera los temas del viento, del alma y del aliento (Figura
10), también sugiere las fuerzas sobrenaturales involucradas directamente con la muerte y el
renacimiento, así como de la renovación de los dioses del sol y del maíz a diario o de temporada de
siembra-cosecha (Taube, 2010: 147). No es un hecho fortuito que la comunidad rural que se
encuentra a una distancia de 4 km del predio de la Iglesia Mayor y pueblo ya abandonados de
Ceiba Cabecera sigue conmemorando este pacto sagrado del ser-humano, las generaciones, los
ancestros y el maíz nativo por acobijar anualmente la tierra consagrada con este alimento preciso y
vital, por haber fungido como la sede del último calendario ritual maya conocido a la fecha en
Campeche.
Comentarios finales
De acuerdo con fuentes y leyendas sobre el tema (Landa, 1982; Chamberlain, 1982; Gerhard,
1991; López Cogolludo, 1955; Roys, 1957; Scholes y Roys, 1968), los primeros eruditos entre los
116
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
naturales fueron los “habladores” (ah canob) conocidos como voceros del pueblo, cuentacuentos y
poetas (Arzápalo Marín, 1995: 11) que amarraban datos sueltos e informaban a los residentes del
área inmediata, incluyendo algunos de ellos y sus lugares de origen en los relatos.
La toponimia es el estudio etimológico y del significado de los nombres propios para
lugares (Moreno Toscana, 1969). De estas raíces podría arrancar un proceso etimológico local del
nombre verdadero para un lugar. En el caso de las provincias Canpech y Chanputun, llegar a una
versión más transparente del devenir histórico y origen de los nombres propios para lugares
específicos en esta región pluricultural implica componer también los términos alterados por la
presencia de vocablos multiétnicos.
Pareciera ser que los topónimos que se refieren al paisaje natural o a los espacios
modificados por el ser humano, tenderían a ser los más antiguos que aquellos para aldeas en el
mismo entorno (Moreno Toscana, 1969). Entonces, los nombres para elementos acuáticos,
colinas, valles, humedales o islas, cobran mayor importancia para la gente a través del tiempo. El
ejemplo mencionado en el Códice de Calkiní (Okoshi Harada, 1992, 2011) del siglo XVI enfatiza
este tipo de arraigo: el río Homtun, cuyo sentido recuerda el “hundimiento en la tierra dejado por
un acueducto” (Arzápalo Marín, 1995: 322, 731) como límite entre las provincias Ah Canul y
Canpech, permanece todavía hoy día como topónimo entre las localidades en su alrededor.
Ahora bien, contemplar al área completa entre Champotón–San Francisco de Campeche
y los lindes hacia el norte y noreste como una provincia compartida llamada Cochi’tan, cuya voz en
maya significa “grano de maíz [en] la orilla [del mar] que contiene los cuatro rumbos [y el
ombligo] del cosmos” (Arzápalo Marín, 1995: 125, 236, 699) se traza en la conformación
geográfica de los lugares principales en esta región. Esta nueva interpretación, incluyendo los
topónimos de lugares precisos, brinda otros aspectos para redondear el panorama histórico del
área extensiva de sabanas, humedales, ojos de agua y elevaciones topográficas de menor alzado que
caracterizan a esta provincia compartida de antaño. Los núcleos urbanos de componentes
arquitectónicos, así como los espacios naturales y construidos de las tres ciudades reales rituales
prehispánicas y su par del periodo Colonial, estaban colocados a propósito en sitios precisos sobre
petenob o islas sagradas, inmersas en un mar primordial tierra adentro, de acuerdo con los ciclos de
117
Lorraine A. Williams-Beck
creación, destrucción y renacimiento del Chilam Balam de Chumayel (Knowlton, 2010). Las tres
protagonistas prehispánicas (Acanmul, Edzná y Porfía-Pailbox) y la de la época colonial (Ceiba
Cabecera como su ombligo), conformaban este territorio sagrado Cochi[s]tan, totalmente acorde
con los pronósticos katúnicos del calendario ritual t’zolkin de 260 años y de la filosofía e
comprende otro espacio sagrado, pero edificado, en medio del mar primordial rodeado por nueve
ojos de agua, como la apertura simbólica al inframundo. Su topónimo original es hina[h]
(Okoshi Harada, 1992, 2009). Esta misma isla artificial sería, a su vez, la troje metafórica en donde
se almacenaran las semillas del maíz–infantes, kehinah, para “suceder a otro en la muerte… es
profecía de los indios” (Arzápalo Marín, 1995: 419), conmuntando una chispa de energía pura
por otra con los dioses a través del rito ke’ex para asegurar el orden del cosmos (Williams-Beck,
2013a, 2013b). De acuerdo con la filosofía cósmica maya, el sol diurno pasaba por el cielo y se
ocultaba en el mar localizado al poniente por este portón al inframundo, con el topónimo Hinah,
Marín, 1995:147), en este lugar se albergaban los restos mortales infantes que comprenden más
del 80% de los entierros documentados en este lugar a la fecha (Williams-Beck, 2013a, 2013b).
Esta isla artificial edificada justo en una combinación de los términos simbólicos de peten, rodeado
por nueve ch’e’enob u ojos de agua dulce que brotan en medio del mar, proporcionaría el medio
infinitamente sagrado para permutar la vida a través de la muerte no sólo de la raza humana, sino
del sol diurno de un estado difunto a otro vital para volver a nacer en el oriente en otro espacio de
portal hacia el alumbramiento en Tulum (Williams-Beck, 2013a, 2013b).
118
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
Agradecimientos
Quisiera expresar mis más cumplidas gracias a Carlos Paredes Martínez, Karine Lefebvre y a todo
el comité organizador del coloquio en el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la
UNAM en Morelia, Michoacán.
Los permisos para llevar a cabo la investigación, el levantamiento arquitectónico y la
excavación controlada en el sitio Acanmul desde 1994 fueron otorgados a la suscrita por el
Consejo de Arqueología del INAH; el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT)
nos brindó gran parte de los recursos financieros para llevar a buen efecto las estrategias de mapeo
y levantamiento arquitectónico así como las excavaciones controladas en Acanmul en 2004.
Agradezco nuevamente al Consejo de Arqueología del INAH por otorgarnos permiso en
conjunto con la Dra. Helga Geovannini Acuña para levantar el plano topográfico nuevo del
complejo arquitectónico “La Fortaleza” en Edzná con nuestros alumnos en 2012.
Desde el año 2006 Dr. Javier Hirose López ha jugado un papel primordial como colega,
confidente y crítico académico acerca de los conceptos cosmológicos aplicados en contextos
arquitectónicos y en la geografía sagrada regional propuestos en este ensayo y durante las
investigaciones continuas en la provincia Cochi[s]tan, que abarca el área inmediata de los sitios
reales rituales de Acanmul, Edzná, Porfía-Pailbox y Ceiba Cabecera.
Quisiera agradecer de manera especial al Lic. Fernando E. Ortega Bernés, Gobernador del
Estado de Campeche de 2009 a 2015, por habernos patrocinado la investigación del Complejo La
“Fortaleza” en Edzná en 2012 y por proporcionar los medios financieros para asistir a dos
Congresos Anuales de los Mayistas Europeos en Cracovia, Polonia en 2009 y Bratislava,
Eslovaquia en 2012 con el fin de presentar avances de investigación del área inmediata.
Agradezco también al L.A.E. Gerardo Montero Pérez, Rector de la Universidad
Autónoma de Campeche, y su equipo de trabajo por su apoyo financiero y logístico en múltiples
viajes nacionales y al extranjero, así como para asistir al coloquio en Morelia con el fin de
compartir con los colegas los resultados del tema de investigación desde mediados de la década
1990 del área entre Champotón y San Francisco de Campeche, que probablemente se conocía por
cercanos y ajenos como la provincia Cochi[s]tan.
119
Lorraine A. Williams-Beck
Fuentes
Arzápalo Marín, R. (1995) Calepino de Motul, UNAM: Dirección General de Asuntos del
Personal Académico e Instituto de Investigaciones Antropológicas, México.
Astor-Aguilera, M. A. (2010) The Maya World of Communication Objects, University of New
Mexico Press, Albuquerque.
Ayala Pérez, L. A. (2010) “Humedales costeros”, en: Villalobos-Zapata, G., Mendoza Vega, J.,
Biodiversidad en Campeche, Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la
Biodiversidad, Gobierno del Estado de Campeche, Universidad de Campeche y Colegio de
la Frontera Sur Unidad Campeche, Campeche, pp. 116-118.
Barrera Vázquez, A., Bastarrachea Manzano, J. R., Brito Sansores, W. (1980) Diccionario Maya,
Cordemex, Mérida.
Chamberlain, R. S. (1982) Conquista y colonización de Yucatán, 1517–1550, Porrúa, México.
De la Garza, M. et al. (1983) Relaciones histórico geográficas de la gobernación de Yucatán, Centro
de Estudios Mayas, UNAM: IIF, México.
Forsyth, D. W. (1983) Investigations at Edzná, Campeche: Vol. 2 Ceramics, New World
Archaeological Foundation.
Fox, R. G. (1977) Urban Anthropology: Cities in their Cultural Settings, Prentice-Hall.
García Bernal, M. C. (1978) Población y encomienda en Yucatán bajo los Austrias, Archivo General
de Indias, Sevilla.
-------- (2006) Campeche y el comercio atlántico yucateco (1561-1625), CONACULTA, Centro
INAH Campeche, Campeche.
Gerhard, P. (1991) La frontera sureste de la Nueva España, UNAM: IG, IIH, México
González Cicero, S. M. (1978) Perspectiva Religiosa en Yucatán: 1517-1571, El Colegio de
México, México.
Izquierdo, A. L. (1995) El abandono de Santa María la Victoria y la fundación de San Juan
Bautista de Villahermosa, UNAM: Centro de Estudios Mayas del Instituto de
Investigaciones Filológicas, México.
-------- (1997) Acalán y la chontalpa en el siglo XVI: Su geografía política, UNAM: UNAM: Centro
de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas, México.
Knowlton, T. W. (2010) Maya Creation Myths: Words and Worlds of the Chilam Balam,
University Press of Colorado.
Landa, D. de (1982) Relación de las cosas de Yucatán, Porrúa, México.
Lanz, M. A. (1905) Compendio de Historia de Campeche, El Fénix de Pablo Llovera Marcin,
Campeche.
López Cogulludo, D. (1955) Historia de Yucatán. 3 Vols. Gobierno del Estado de Campeche,
Comisión de Historia, Campeche.
120
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
Matheny, R. T. et al. (1983) Investigations at Edzná, Campeche, Mexico. Vol. 1, Part. 1: The
Hydraulic System, New World Archaeological Foundation publication 46.
Matheny, R. T., Deanne G. M. (2012) “El sistema hidráulico de Edzná revisitado”: Los
investigadores de la cultura maya, 23 (I), Universidad Autónoma de Campeche, pp. 1-19.
Moreno Toscana, A. (1969) “Toponimia y análisis histórico”: Historia Mexicana, XIX (1), pp. 1-
10.
Noriega-Trejo, R., Arteaga Aguilar, M. A. (2010) “Síntesis de los tipos de vegetación terrestre”,
en: Villalobos-Zapata, G., Mendoza Vega¸ J. (Eds.) Biodiversidad en Campeche, Comisión
Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, Gobierno del Estado de
Campeche, Universidad de Campeche y Colegio de la Frontera Sur Unidad Campeche, pp.
148-155.
Paxton, M. (2001) The Cosmos of the Yucatec Maya: Cycles and Steps from the Madrid Codex,
University of New Mexico Press, Albuquerque.
-------- (2010) “Solar-Based Cartographic Traditions of the Mexica and the Yucatec Maya”, in:
Vail, G., Hernández, C. (Eds.) Astronomers, Scribes, and Priests, Dumbarton Oaks, Trustees
for Harvard University, Washington, pp. 279-308.
Piña Chan, R. (1970) Campeche antes de la Conquista, Gobierno del Estado de Campeche,
Campeche.
-------- (1987) Campeche durante el periodo Colonial, Muralla Editorial, Gobierno del Estado de
Campeche, Campeche.
Quezada, S. (1992) Pueblos y caciques yucatecos: 1550-1570, El Colegio de México, México.
Rice, P. M. (2004) Maya Political Science: Time, Astronomy, and the Cosmos, University of Texas
Press, Austin.
Roys, R. L. (1933) The Book of Chilam Balam of Chumayel, Carnegie Institution of Washington,
Washington, D.C.
-------- (1957) The Political Geography of the Yucatan Maya, Carnegie Institution of Washington,
Publication 613, Washington, D.C.
-------- (1972) [1943] The Indian Background of Colonial Yucatan, University of Oklahoma Press.
Ruz Lhullier, A. (1969) La costa de Campeche en tiempos prehispánicos, INAH, México.
Scholes, F. F., Ralph L. R. (1968) The Maya Chontal Indians of Acalan–Tixchel, University of
Oklahoma Press.
Taube, K. A. (2004) “Flower Mountain: Concepts of Life, Beauty, and Paradise among the
Classic Maya”: RES: Anthropology and Aesthetics, 45, pp. 69-98.
-------- (2010) “At Dawn’s Edge: Tulum, Santa Rita, and Floral Symbolism in the International
Style of Late Postclassic Mesoamerica”, in: Vail, G., Hernández, C. (Eds.) Astronomers,
Scribes, and Priests, Dumbarton Oaks, Trustees for Harvard University, pp. 145-192.
Tokovinine, A. (2013) Place and Identity in Classic Maya Narratives, Dumbarton Oaks, Trustees
for Harvard University.
Torrescano Valle, N. (2010) “Estudio de Caso: Los Petenes de Campeche, Reserva de la Biósfera”,
en: Villalobos-Zapata, G., Mendoza Vega, J. (Eds.) Biodiversidad en Campeche, Comisión
121
Lorraine A. Williams-Beck
122
El paisaje sagrado de Cochi[s]tan, Campeche
123
MITOLOGÍA DE GIGANTES:
EL CERRO DEL MUERTO DESDE EL PAISAJE PREHISPÁNICO DE AGUASCALIENTES
Resumen
En este artículo haremos un acercamiento al imaginario y al efecto territorial que produjo el Cerro
del Muerto en las poblaciones prehispánicas. Recurriremos a la comparación etnográfica y al
análisis paisajístico para conocer el sentido simbólico de esta observación y apropiación indígena
de la naturaleza. Comprender su importancia permitiría a los arqueólogos e historiadores ordenar
la inherente multiplicidad y fluidez histórica de los paisajes arcaicos de Aguascalientes.
Abstract
In this article we are going to get close to the imaginary and the territorial effect produced by the
Cerro del Muerto on the precolonial villages. We will turn to the ethnographic comparison and
to the landscape analysis to recognize the symbolic sense of this observation and the indigenous
appropriation of the nature. Understanding its importance will allow to the archeologists and
historians to order the inherent historical multiplicity and fluidity of the archaic Aguascalientes
landscapes.
*
UAZ, antibala666@gmail.com
125
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
“Aquello es la majestad de la tierra antes del Hombre. Cuando ella reinaba sola e
inclemente, antes, siquiera, de los animales.”
José Revueltas
Introducción
126
Mitología de gigantes
Bajo el crisol de una serie de episodios volcánicos, el Cerro del Muerto se constituyó como uno de
los gigantes míticos que se petrificaron en el paisaje. Sus calderas se enfriaron completamente
hasta el Pleistoceno dejando un relieve montañoso de 5,862.034 has y con niveles que alcanzan a
medir hasta 2,440 msnm. Hoy en día, desde cualquier punto de la ciudad se puede observar su
perfecta forma humana. Al suroeste también se aprecia la Sierra de Laurel y la Sierra Fría. Los
arroyos que bajan de estas grandes montañas desembocan en el sistema hidrológico Lerma-
Santiago, sistema pluvial que logra atravesar el interior del valle, principalmente por el río San
Pedro, irrigando en su trayecto los bosques de encino, mezquite, el matorral y los pastizales. Como
muchos poblados del norte, la historia de Aguascalientes aparece y desaparece bajo las corrientes
de una historia convulsa.
La primera vez que se escribe del valle de Aguascalientes éste ni siquiera tenía un nombre
exacto, era un páramo más que se abría en el desértico camino hasta las recién descubiertas minas
de Zacatecas. Al principio se conocía como “Paso de los Romeros, tal vez por su carácter de
viandantes, y también como Paso de las Aguas Calientes, alusión clara a los manantiales de agua
termal que se localizan a sus alrededores” (Gómez, 2010: 27). Mucho tiempo antes, cuando
Cristóbal de Oñate salió de Tonalá y se internó por Teocaltiche, le dieron razón de este lugar que
era tan habitado de indios chichimecas, que el mismo capitán Chirinos, al pasar por aquí, no quiso
detenerse (González, 1992: 37). Como en Lagos, se fundó también una villa para sofrenar la
barbaridad de los indios. Recién fundada en 1575, los ataques chichimecas nunca cesaron: “más
que una villa animada por los cultivos y el tráfico de caminos, fue apenas un puesto militar […] En
1584, ya no tenía más población que los 16 soldados y el caudillo que resguardaban el sitio […] los
primeros doce colonos a los que se refiere la cédula de fundación en su mayoría abandonaron el
lugar” (Gómez, 2010: 28).
Hasta fines de 1546, el avance español en las provincias norteñas sucedió lentamente,
impulsado, sobre todo, por estancias ganaderas y por un puñado de frailes franciscanos. De pronto
llegaron noticias fantásticas, de esas que le dan un giro a los grandes acontecimientos: un grupo de
127
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
jinetes españoles dirigidos por Juan de Tolosa descubrieron un rico cerro de plata que sigue hasta
la fecha llamándose la Bufa. A partir de este momento, desde Michoacán o Querétaro, pasando
por Pénjamo, Comanja o Nochistlán, la colonización Tierra Adentro fue estrepitosa y se hizo
camino sobre estrechos senderos, que entre más lejanos, más peligrosos se volvían.
Cabe recalcar que, justamente, la Guerra Chichimeca estalló por un ataque de zacatecos
que se da dentro de lo que hoy es el estado de Aguascalientes, relativamente a pocas leguas del
valle, en la zona desértica, actualmente el municipio de Tepezalá. Ya existía un campamento
minero en este sitio que consecutivamente será arrasado o abandonado por el constante asedio de
indios hostiles, pero el gran conflicto chichimeca empieza cuando una caravana de tarascos que
cargaba paños de estimable cuantía “fuera interceptada en las inmediaciones, donde les dieron
muerte a cuarenta gentes.” Tres días después, a tres leguas de las minas de Zacatecas, volvieron a
atacar en un lugar llamado Cieneguilla del Monte: “Inmediatamente, la nación guachichil inició
una serie de depredaciones en el camino que partía de Ojos Zarcos hasta San Felipe”. Al sur, los
guamares, “como se hallaban más cerca de los asentamientos españoles, especialmente de las
estancias ganaderas, hicieron asaltos a tales sitios” (Powell, 1977:43-44). La última incursión
chichimeca que desoló Aguascalientes tuvo lugar en 1593.
En resumidas cuentas, la historia de Aguascalientes emerge en este choque de mundos. La
nueva vida colonial secará completamente la cultura chichimeca, no sólo por las campañas
militares a Sangre y Fuego, sino por las enfermedades desconocidas que irrumpieron
fatídicamente: la gente moría y no sabía por dónde se filtraba la maldición, vinieron los españoles
y junto a ellos, la sífilis, la viruela, la peste. “Matlazahuatl, cocoliztle”, susurraban los aires. Además,
con la tierra todavía caliente por el exterminio, ya la población de colonos europeos había
empezado a cambiar catastróficamente el paisaje con la introducción del ganado y con la actividad
minera. Desde el sur también llegó una presión demográfica de indios “mesoamericanos”,
principalmente de otomíes, tarascos y nahuas; ellos formarían después el barrio de indios de San
Marcos, cuyas primeras referencias documentales datan de 1622. Aunque los aires vaticinaron la
ruina de un recién descubierto mundo, como siempre, la atmósfera milenarista dio pie a que los
seres míticos siguieran acechando en las calles.
128
Mitología de gigantes
Existen muchos registros que de alguna manera nos inducen a un conocimiento de las culturas
antiguas. Particularmente la leyenda del Cerro del Muerto no es tanto una certeza histórica pero sí
responde a un pequeño recuerdo, a una fibra muy íntima que se tiene del pasado. Su narración
todavía hace memoria al origen fantástico respecto a los primeros indígenas que habitaron el Valle
Cuenta la leyenda que en tiempos muy remotos se reunieron los chalcas, los chichimecas y
los nahuatlacas para ponerse de acuerdo y establecer juntos un poblado. Cada grupo era liderado
por un sacerdote, quienes se distinguían por ser sabios y muy gigantescos. Después de la reunión,
el sacerdote de la tribu chichimeca fue a lo profundo del valle a sembrar ojos de agua, luego se
sumergió en un manantial sagrado y desapareció. Al pasar los meses y no ver regresar a su líder, los
chichimecas dudaron de las demás tribus y quisieron cobrar venganza. Sin avisar, les hicieron
guerra. Las tribus se enfrentaron volando flechas y pedernales, cuando en medio de la batalla
apareció el sacerdote; sin embargo, una flecha lo alcanzó y, sin decir palabra, cayó muerto. Era tan
gigantesco que su cuerpo sepultó a todo el pueblo chichimeca que lo seguía. Con todos estos
cadáveres se formó el famoso Cerro del Muerto.
Esta narración se la he escuchado a mucha gente, tanto a personas muy adultas como a niños
muy pequeños. Otra variación nos dice que todavía los chichimecas siguen bajando a la ciudad al
atardecer: “a pasito de indio recorren el barrio de San Marcos, Guadalupe, El Encino, La Estación,
hacen recuerdos y en la misma forma emprenden su regreso y desde el Cerro del Muerto cuidan la
ciudad” (Archivo Histórico de Aguascalientes, 2016). Las tradiciones orales sufren diferentes
variaciones según sus necesidades y posibilidades. Hay que tener claro que las leyendas son un
género narrativo que surge esencialmente en la Colonia, y que nacen de la ruptura y el sincretismo,
en un mundo que deja atrás a las civilizaciones prehispánicas pero que continúa siendo mágico y
más milenarista que nunca. Parte del pensamiento antiguo permaneció, al menos en el imaginario,
y la visión fantástica de algunos mitos se ancló a la experiencia narrativa de las leyendas y a los
pulsos de las celebraciones populares.
129
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
Imaginemos ese Aguascalientes sin los edificios ni las amplias avenidas de concreto que
tiene ahora, pensemos cómo se hundía el pequeño poblado del siglo XVII a la vista de sus nuevos
habitantes. El Valle de los Ojos de Agua se precipitaba sobre un montón de rumores hostiles e
inexorables y sobre la magnificencia del más viejo de los cerros, con su perfecta forma humana, sus
pies, sus manos, su boca y nariz aguileña, surgía una y otra vez la visión inquietante de aquél
gigante de piedra envuelto en miles y miles de cadáveres como reza hoy el cuento popular.
Históricamente, después del exterminio chichimeca el barrio de San Marcos enmendó la
crisis demográfica que sufrió Aguascalientes, aportando un mestizaje muy significativo de indios
provenientes “de Nochistlán, Teocaltiche, Jalpa, Apozol y otros pueblos pertenecientes a la
jurisdicción de Juchipila, a los que se añadieron algunos purépechas, también otomíes que
señalaban a Querétaro como su lugar de origen, e incluso naturales que venían de lugares tan
distantes como Chapala, Zacoalco y Colima” (Gómez, 2010: 29). Los pocos chichimecas
lugareños que quedaron rehicieron su vida sobre el nuevo tejido que ofreció la Colonia, y de esta
forma creció Aguascalientes y adquirió el aspecto de verdadero pueblo.
Como vemos, el mestizaje fue un proceso histórico que no se dio en una tabla rasa. Es
evidente que existe un componente prehispánico muy profundo en nuestra cultura, y sin la
participación activa de los indígenas que fungieron como exploradores, guerreros, diplomáticos,
traductores, agricultores, cargadores, comerciantes, básicamente siendo los habitantes más
numerosos, no se puede concebir el proceso colonial de Aguascalientes, y en general, de toda la
frontera norteña: “la historiografía moderna poco a poco está reconociendo el papel de los indios
mesoamericanos en la construcción de toda la Nueva España” (Brambila, Villegas, Saint-Charles,
2015: 9).
Por otro lado, aunque los chichimecas no eran vasallos de la Corona, esto no significó que
fueran ajenos al dominio español: “la frontera colonial atraía una vida comercial donde los mismos
chichimecas vendían sus cosechas de calabaza, tomate, aguamiel, pulque, nopales, tunas, pieles de
venado y conejo, arcos y flechas; a cambio recibían mantas de algodón, huipiles, y sobre todo,
apreciaban mucho la sal” (Brambila, Villegas, Saint-Charles, 2015: 37), los rifles, los caballos y las
reses. Finalmente, después de cuarenta años de guerra, la diplomacia, la economía y la conversión
espiritual fue lo que terminó por pacificar la frontera Norte.
130
Mitología de gigantes
Lo dicho nos lleva a pensar en continuidades con una época mucho más antigua, muy
anterior a la Colonia, en la que las culturas mesoamericanas ya practicaban un fuerte comercio con
las naciones chichimecas, que obtenían y circulaban mercancías de todo tipo como turquesas,
pieles de tigre y costales de maíz. Asimismo, los comerciantes (pochtecas, por ejemplo), se
internaban en los pueblos norteños con la intención de establecer un intercambio a larga
distancia, pero también con la función de reconocer lenguas, recursos, formas de vida, personajes y
lazos políticos, lo cual informaban a sus soberanos, pues además de ser comerciantes, también
fungían como espías. Esto se debía a que el imperio azteca y el tarasco siempre mantuvieron un
gran interés con la Gran Chichimeca puesto que esta inmensa región se encontraba exactamente a
la puerta de sus dominios, además de que estaba habitada por culturas que no se dejaban
subordinar ni mucho menos pagaban tributo, lo que conllevaba el peligro latente de que estos
grupos cruzaran las fronteras para invadir. Esta expansión demográfica, cultural y política de los
chichimecas se atestigua en el simple hecho de que, desde el periodo Epiclásico, muchas ciudades y
pueblos mesoamericanos fueron “afectados” por su influencia, como bien lo documentan, por
ejemplo, las fuentes escritas de la Relación de Michoacán y la Tira de la Peregrinación.
Y desde el primer día que yo tuve noticias de Cíbola, los indios me dijeron todo lo que hasta hoy he
visto, diciéndome siempre los pueblos que había de hallar en el camino y los nombres dellos: y en las
partes donde había de comer y dormir, sin haber errado en un punto, con haber andado ciento y
doce leguas y todos conformaban en una misma cosa y me decían la muchedumbre de gente y la
orden de las calles y grandezas de las casas y la manera de las portadas, todo como me lo dixeron los
de atrás” (Niza, Marcos de, fray. 1865:42).
131
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
Nunca hay que olvidar que el Norte fue la región más amplia del México prehispánico, como lo es
hoy, cuando nos seguimos maravillando con lugares como la Sierra de Chihuahua, bosque de
espesos árboles que actualmente es hogar de la cultura rarámuri, o los valles de Durango, donde
habitan los pueblos o´odham. También hay que pensar a los desiertos norteños como un universo
en sí mismo que ofrece amplios recursos alimenticios y que por su propia atracción natural funge
como región sagrada: El Pinacate en Sonora, lugar de piedras volcánicas donde según los pápagos
apareció el creador, Iíto; Wirikuta en San Luis Potosí, lugar que concentra el mayor índice de
biodiversidad de cactáceas en el mundo y es centro sagrado de peregrinación de los pueblos
huicholes; Cuatro Ciénegas en Coahuila, cuyas enigmáticas dunas de yeso alrededor de monzones
de agua azul albergan especies naturales únicas en el mundo y que fue en la época prehispánica
hogar de las Culturas del Desierto, sociedades que tienen sus remotos orígenes en el Paleolítico.
Todos estos sitios se nos aparecen reminiscencias de lo que fue y testimonios de lo que sigue
siendo esta profunda región.
Aguascalientes emerge en el Norte prehispánico como una encrucijada, como un ombligo que
colindó prácticamente con todas las principales culturas chichimecas del Centro-Norte: con los
zacatecos, guamares, guachichiles, caxcanes, todos ellos pueblos que tejieron en el corazón de este
pequeño lugar una larga y profunda historia. Imaginemos que al menos cada primavera llegaban
los viajeros y bajaban los aldeanos a celebrar el calor del mundo, a participar en celebraciones
multitudinarias, en los banquetes y mitotes. De hecho, los lugares con pozos termales presentan
un culto religioso de extraordinaria continuidad (Eliade, 1972:188): son aguas curativas y
oraculares, simbolizan la fuente de la vida y tienen un valor místico para invocar a la lluvia. Por
ello, tales pozos sagrados estaban protegidos por seres demoniacos y por los guardianes de los
montes. De tal manera, la prominente figura del Cerro del Muerto custodiaba el interior del
profundo valle mientras anunciaba a los viajeros que ya se aproximaban a los ojos de agua.
Existen en el mundo sitios que por su carácter sobresaliente en el escenario geográfico “son
revestidos a los ojos de ciertos pueblos y grupos con una dimensión que los fortalece en su
132
Mitología de gigantes
identidad” (Giménez, Héau, 2008: 71), estos lugares son nombrados por la arqueología de Paisaje
como geosímbolos. Desde esta perspectiva, la identidad “adquiere mayor fuerza y relieve cuando se
encarna o se fija en parajes concretos” (Giménez, Héau, 2008: 72), dando origen a santuarios de
peregrinación y contemplación, por ejemplo La Meca, el Camino de Santiago, los montes Fuji y
Koya, el desierto del Magreb, los campos de arroz de Yen Bái, el megalitismo de Stonehenge, la
Montaña Nevada de Acoma; todos los lugares en el mundo tienen algo que contar de nuestro
presente y nuestro pasado. Los geosímbolos pueden ser completamente artificiales como las
edificaciones y las ruinas, o también formaciones naturales como lagos y montañas; son lugares de
devoción donde se mezcla el tiempo y la historia, así, llegan a ejercer una atracción monumental
tan intensa que siempre harán referencia a cómo se concibe —o se concibió— el espacio y,
propiamente, el hogar en el mundo.
En efecto, el Cerro del Muerto se nos presenta como un geosímbolo, la capacidad que
tiene de reinventarse en la historia protege el recuerdo que nos queda de los antiguos reinos.
Comprender su importancia permitiría a los arqueólogos e historiadores ordenar la inherente
multiplicidad y fluidez histórica de los paisajes arcaicos, ya que para las culturas indígenas las
montañas siempre fueron por sí mismas un referente de la concepción mítica del tiempo y de la
fertilidad. Cabe aclarar que cuando hablamos de paisaje nos conducimos más allá del mero análisis
fisiográfico o ecológico, vamos hacia el dominio de la cultura por cuanto nos interesa profundizar
en sus procesos, pero desde sus transformaciones y relaciones en el espacio no consideramos a las
culturas aisladas, pues los individuos van creando grandes órdenes históricos que se desbordan
sobre la geografía y trascienden fronteras. El enfoque de Paisaje permite integrar perspectivas
diferentes con la intención de construir una idea más comprensiva de estos procesos culturales e
históricos (Sánchez, 2010: 144); de este modo “hay que demostrar la centralidad del contexto
cultural proporcionando explicaciones holísticas de cómo las personas y las sociedades han dado
forma y han significado su espacio".
En el caso particular del paisaje chichimeca de Aguascalientes nos enfrentamos al
problema de que se ha exagerado su representación bárbara y salvaje, de ahí que su imagen sea
“calcada con demasiada facilidad y fidelidad de la que se nos presenta en la literatura histórica”.
133
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
134
Mitología de gigantes
Existió una confederación entre guachichiles y zacatecos, territorio que abarcó desde el
pueblo de San Miguel, con los guachichiles, hasta los poblados de San Martín y Aviño para el caso
de los zacatecos. La confederación guamar estaba compuesta por cuatro grupos distintos:
los guaxabanes, los sauzas, los copuces y los chichimecas blancos. Los guamares se encontraban
principalmente en las sierras de Guanajuato extendiéndose al norte hasta San Felipe y Portezuelo,
colindando al este con el Reino de Jilotepec (actual estado de Querétaro), al oeste llegaban hasta
Lagos, y al noroeste hasta Aguascalientes. Como podemos observar, “no hay apropiación del
espacio como nosotros lo concebimos, la idea chichimeca de territorio no tiene límites específicos,
es más bien la de un área política en expansión máxima al interior de diversas geografías donde se
produce la movilidad” (Alvarado y Berrojalbiz, 2011: 395). Pedro de Ahumada llama tunales a las
correrías donde coincidían todas las culturas, “sitios de paso o de siembra de temporal, cercados
por montes que favorecían el escurrimiento, que servían de sustento a las parcialidades de
guachichiles, zacatecas, guamares y guaxabanes” (Guerrero, 1998: 47).
Según las fuentes escritas, Aguascalientes fue un territorio ocupado en gran medida por los
chichimecas blancos, a quienes se les llamaba así, no por su atuendo o color de piel, sino “por la
blancura alcalina de las tierras por donde solían moverse” (Powell, 1977:275). Por otro lado, los
guaxabanes eran un grupo indígena de lengua guachichil que se extendía desde San Luis Potosí y
Guanajuato, y que también llegaba hasta el mismo valle aguascalentense. A pesar de su
ascendencia guachichil, este grupo formó parte de la confederación guamare, especialmente se sabe
que eran aliados de los copuces. En general, la confederación guamare eran un conjunto de
pueblos que establecieron una especie de relación cooperativa de aldeas-estado que involucraba
una coordinación política y también ceremonial. Cuando llegaron los españoles, parte de su
territorio era conocido como Pechichitane o Chichimequillas (Lagos de Moreno).
Podemos entender que Aguascalientes se consagró dentro de este gran corredor
chichimeca por sus característicos ojos termales. No tenemos ninguna referencia directa de cómo
fueron los ritos que aquí se llevaron a cabo, pero las variadas alusiones de los misioneros en los
primeros años de la Colonia en otras partes del territorio norteño nos pueden dar algunos atisbos.
Por ejemplo, en fuentes del siglo XVII, se señala que los tepehuanos tenían la costumbre de salir
135
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
todos los sábados con el fin de hacer mitote. Estos ritos consistían en bailes en que los indios se
cubrían el rostro con yerbas y máscaras, algunos con cetros en las manos y otros vestidos de
demonios. A ello hay que sumar la veneración al peyote que era común en todos los pueblos
chichimecas, que tenían un gran conocimiento de las plantas y las raíces, de sus cualidades y sus
virtudes. Las danzas de embriaguez se efectuaban alrededor del fuego con un frenesí nacido de la
devoción a los dioses y para invocar a las fuerzas mágicas de la naturaleza.
También los ojos termales tuvieron una importancia primordial como lugares de
regeneración y bautismo. Para los indios norteños la inmersión en el agua fue la ceremonia más
sagrada: “Los jóvenes cazadores eran sumergidos en la sangre de la presa lavada en el arroyo.
Quienes miraban la ceremonia caminaban hacia el agua y la tocaban con los labios, luego tomaban
agua con sus manos y se lavaban con ella la cabeza y el pecho” (Preuss, 2008:106). Otras fuentes
explican que los chichimecas acostumbraban en el nacimiento de un primogénito que los
parientes y amigos hacían incisiones en el cuerpo del padre con instrumentos agudos, hasta que
quedara cubierto de sangre (Powell, 1977: 56). Por su parte, los tepehuanos se colocaban una
máscara de venado en el bautismo y echaban pedacitos de osamentas al fuego mientras bailaban, se
bendecía a los niños y se les comunicaba las virtudes de los cuerpos ágiles para la cacería.
En el caso del Cerro del Muerto, cabe destacar que a sólo ocho kilómetros, domina desde
la cima de los Tecuanes el sitio prehispánico del Ocote, en cuyas faldas existen manantiales y un
arroyo permanente de bajo caudal. Lo interesante del sitio es que presenta pintura rupestre
asociada espacialmente a terrazas, a plataformas y a estructuras (Pelz, 2007: 84). La expresión
rupestre reitera a estos lugares como “santuarios donde se llevaron a cabo ritos significativos en
términos de la cosmovisión y de la observación de la naturaleza” (Giménez y Héau, 2008: 74). Es
evidente que allí se dio una apropiación —y reapropiación— del espacio sagrado a través de la
peregrinación. En este sentido, el universo mitológico siempre estuvo vinculado con los lugares
reales de la geografía existente, y cada montaña, peñasco, río o lago, “no sólo conforman un rumbo
y una configuración en el espacio, sino también encarnan una temporalidad ancestral que
permitió rememorar el pasado mítico” (Zuleta, 2013: 336).
No es entonces descabellado afirmar que el principio de totalidad del Cerro del Muerto
sintetizó la geografía sagrada del Aguascalientes prehispánico, y que tuvo un carácter fundacional
136
Mitología de gigantes
de gran importancia para lo chichimecas porque señala la tierra donde se deben asentar los
señoríos. Los cerros, tanto pequeños como grandes, fueron divinizados ya que las aguas que
formaban ríos y fuentes se encontraban en sus entrañas; estos dones acuáticos eran cuidados por el
señor de los montes y de las cavernas, por el guardián de los manantiales, por los chanes y
representaba el umbral de los muertos. Los chichimecas iban al encuentro de tales deidades
sintiéndolas y festejándolas en sus formas más dramáticas dentro de los ciclos del nacimiento, de la
cacería y de los cultivos, mientras el Cerro del Muerto contemplaba.
Para conocer mejor el paisaje prehispánico de este valle proponemos ahora alejarnos de las fuentes
escritas y acercarnos más al registro arqueológico. El problema de analizar el tema de los
chichimecas en específico no sólo estriba en su fantasmal y casi nula presencia en las fuentes
historiográficas, sino en que tampoco es fácil definir a estas culturas desde la arqueología: la
naturaleza de sus restos materiales se vuelve esquiva al registro —los artefactos que se fabricaron,
en su mayoría, eran de material perecedero— y la huella que dejaron en el paisaje no llega a ser
perceptible a los ojos de los investigadores. Sin embargo, esto para nada quiere decir que se carezca
de información arqueológica de Aguascalientes. Más bien, todo lo contrario.
Aunque no se han confirmado en este valle temporalidades del preclásico, según los
investigadores, desde épocas muy tempranas (100 antes de nuestra era) ya se practicaba la
agricultura en las cuencas vecinas de los Altos de Jalisco, dando un crecimiento demográfico y un
desarrollo aldeano que principalmente aprovechó la Sierra Madre Occidental, pues esta serranía
funge como un gran corredor natural que provee una diversidad de recursos. Los datos
arqueológicos confirman que para el 500 d.C., las cuencas serranas, incluyendo las de
Aguascalientes, ya eran pobladas por un raudal de comarcas que estuvieron relacionadas con las
culturas Altos de Jalisco y Sur de Zacatecas, un paisaje regional típicamente agrícola.
En el Cerro del Muerto no se han registrado “oficialmente” asentamientos prehispánicos,
pero a sólo 8 km se encuentra el sitio del Ocote. Gracias al registro y estudio llevado a cabo por el
INAH Aguascalientes en este sitio y en el de Santiago, se ha demostrado y rectificado la
137
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
138
Mitología de gigantes
esta geografía, dentro de este paisaje que fue resultado de aquellos escenarios rituales que
enfatizaron su visibilidad y atracción simbólica. El paisaje, más allá de su realidad física, era una
realidad social que hacía referencia a las condiciones del entorno y a la relación con el mundo. En
él, las diferentes actividades adquirieron sentido. Por tanto, la concepción mítica y los aspectos
sagrados que incorporó el Cerro del Muerto exigieron todos los recursos sensoriales.
Además de esto, la mayoría de los arqueólogos coincidimos en explicar los lugares desde su
espesor histórico. El Cerro del Muerto emergió en un paisaje que puede definirse como en
“transición”, al cual las civilizaciones acudieron, chocando como olas contra el dominio de su
geografía, pero manteniendo intacto su sentido sagrado. Desde el periodo Epiclásico,
Aguascalientes se articulaba con otras culturas indígenas de Zacatecas, de los Altos de Jalisco, del
Bajío, de la Costa de Occidente y, posiblemente, con las del Southwest, sin ser por tanto un
espacio aislado, ya que “las regiones se vincularon entre ellas a partir de grandes focos de reacciones
e influencias […] sin olvidar que no existen fronteras para las culturas, sino transformaciones y
relaciones” (Bonfiglioli y Hers, 2011: 12).
Si bien hay mucho por discutir sobre las lagunas explicativas entre los chichimecas
históricos y las comunidades agrícolas mesoamericanas, sólo quisiéramos enfatizar que las
disciplinas de la historia y la arqueología todavía vienen cargando una serie de ideas de la década de
los setentas, muy propias del evolucionismo y de la ecología cultural, lo que ha llevado a que no se
explique de forma contundente qué separa culturalmente una época de otra. Cabe anotar que no
definimos al Norte como un área “a partir de rasgos comunes, sino como un sistema de
transformaciones donde el cambio de las expresiones culturales, antes que la similitud, permiten
identificar ideas comunes y por tanto categorías de pensamiento” (Bonfiglioli y Hers, 2011: 13).
Es así como podemos remitirnos a estructuras de larga duración.
Podemos hacer un gran esfuerzo interpretativo para conocer los nombres y significados que se le
confirieron al Cerro del Muerto en la época prehispánica, pero su dimensión simbólica no puede
ser entendida fuera del universo cultural en el cual tuvo su origen. Tras referirnos al contexto
139
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
arqueológico, deseamos hacer notar que es difícil tratar de guiar las interpretaciones sólo teniendo
éste a la mano; por ello, consideramos que el enfoque de Paisaje reivindica “una construcción del
conocimiento del pasado elaborada a partir de diferentes comunidades interpretativas” (Sánchez,
2010:139), misma que nos permite acercarnos a la dimensión simbólica del Cerro del Muerto.
Así, hay que estimular nuestra capacidad de responder a un espectro de preguntas cada vez mayor,
para lo cual los estudios comparativos llegan a ser de gran ayuda.
Por principio de cuentas, diversos investigadores, entre ellos la lingüista Jane Hill, sugieren
que los desarrollos prehispánicos dados por toda la Sierra Madre Occidental desde el Epiclásico,
descritos anteriormente, estuvieron vinculados con la difusión del cultivo del maíz y la expansión
acelerada del idioma proto-yutonahua (Neurath, 2002). Es decir, Aguascalientes existió dentro de
un inmenso desarrollo regional prehispánico que todavía se atestigua en las similitudes lingüísticas
y culturales presentes hoy en día entre los nahuas, huicholes, coras y tepecanos, hasta con los
tepehuanes, yaquis, tarahumaras y hopis. Antropólogos como Polly Schaafsma, Jane Young y Karl
Tube, ya habían planteado desde hace tiempo correspondencias entre los pueblos y los indígenas
de la Sierra del Gran Nayar: “Los discursos míticos de todas estas culturas son característicamente
similares tanto en los ritos de iniciación, como en la clara búsqueda de experiencias visionarias
para asegurar la fertilidad” (Neurath,2002: 99).
Los grupos indígenas del Noroeste de México constituyen un eslabón cultural entre
Mesoamérica y la Gran Chichimeca; Jane Hill da elementos para postular la existencia de una
cultura proto-yutonahua en el Epiclásico, cuya relativa homogeneidad pudiera ser reforzada con
más investigaciones. Por tal razón, si queremos conocer los diversos nombres que se le atribuyeron
antiguamente al Cerro del Muerto, hay que buscarlos en la memoria de aquellas culturas que aún
siguen vivas. Pensando desde su atrayente forma humana, nos damos cuenta de que este valle
desde hace ya tiempo estaba poblado por gigantes.
En efecto, los huicholes siguen nombrando y rindiendo culto a los cerros con formas
excéntricas y humanas, para ellos son los hewixi, gigantes a quienes se les concibe como los
primeros peregrinos que salieron del mar, y ya que emergieron de un espacio esencialmente
húmedo y oscuro, al acercarse al sol como primer elemento luminoso, se petrificaron (Zuleta,
2013: 333). Estos seres son entidades masculinas y acuáticas que despiden vapor que se convierte
140
Mitología de gigantes
en lluvia y acumulan en su interior grandes depósitos de agua. De hecho, las mujeres, en lugar de
petrificarse, se transformaron en manantiales y ojos de agua que acompañan a los propios cerros.
Asimismo, estos gigantes están estrechamente asociados a los vestigios arqueológicos y a las
manifestaciones rupestres. Los huicholes siguen visitando los petrograbados y los interpretan
como símbolos, o mejor dicho, como entidades de la lluvia, porque atestiguan la época cuando los
dioses crearon el mundo. Estos dibujos fueron arrojados en el primer peregrinaje junto con los
arroyos y ojos de agua, y “son las antiguas marcas dejadas por los gigantes cuando las rocas aún
estaban blandas, porque el mundo todavía no se endurecía por el sol” (Zuleta, 2013: 332).
De igual modo las comunidades tepehuanas siguen teniendo la misma devoción hacia la
naturaleza, mientras que las comunidades tohono o´odham de Arizona y Sonora la tienen al cerro
Baboquívari y los hiac´ed o´odham hacia el Pinacate (Alvarado y Berrojalbiz, 2011: 397). Como
todas las culturas mesoamericanas, también los cerros están presentes en los mitos fundadores
tepehuanos como refugio, o llegan a personificar al héroe civilizador, el hermano mayor I´toi. Las
Es muy sugerente, por cierto, cómo en estas diversas mitologías se ven acentuados los
principales tópicos narrativos de la leyenda del Cerro del Muerto. Efectivamente, por un lado, los
antepasados se conciben como gigantes y juegan un papel primordial en la fundación de los
asentamientos, y por otro, como en la mitología huichola, también se plantea que estos
antepasados en su peregrinar crearon los manantiales sagrados asociados a los vestigios
arqueológicos. El tema de los gigantes sigue teniendo una gran popularidad en las referencias
orales de Aguascalientes. Por ejemplo, unas personas narran que las manchas de color rojo que
tiene la tierra del valle es la sangre del antiguo gigante herido, otros dicen que incluso se han
encontrado los inmensos arcos de éstos pero que se deshacen al sacarlos de la tierra. Hay otra
leyenda de Aguascalientes más peculiar que no se refiere al Cerro del Muerto, pero cuyo tema es
equivalente: habla de la historia del Cerro de los Gallos, otro cerro que se encuentra en la ciudad.
141
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
Se explica que antes existía un gigante que en un primer momento era protector del pueblo pero
después se volvió un terrible déspota, cobraba impuestos a los chichimecas y los golpeaba
salvajemente con su gran macana. Un día el gigante se quedó dormido y los gallos, que eran
indígenas de complexión robusta y fuerte, se juntaron para enterrar vivo al gigante. Quedó tan
enterrado que en un último esfuerzo éste quiso liberarse pero no pudo, quedando atrapado para
siempre en las rocas que hoy forman el cerro del Chiquigüite, y el cerro donde se juntaron los
chichimecas se llama ahora el Cerro de los Gallos. Sin embargo, se profetiza que un día el gigante
se va a liberar y destruirá la próspera ciudad de Aguascalientes.
Suponemos que aún pervive en el relato popular una tenue continuidad con las creencias
indígenas, las tradiciones se fueron tejiendo con gran sabor y ahora existe entre ellas una serie de
referencialidades. La experiencia verbal ilustra muy a menudo sobre las transformaciones que el
propio mito pudo sufrir, aunque los narradores populares mantuvieron idéntica su noción
elemental, los usos fueron cambiando y desplazándose con el tiempo, hasta pulirse el relato como
hoy es conocido. Las leyendas conservan finalmente fragmentos de los grandes textos
mesoamericanos. Al respecto, la división binaria que separa lo oral de lo escrito ha resultado
particularmente inadecuada para aplicarse a la riqueza de los medios literarios de la América
indígena. En los textos que aparentemente son sólo orales, la literatura canónica sobrevive como
una codificación condensada y poética, en formas resistentes al tiempo.
De igual forma encontramos analogías narrativas en los escritos cosmogónicos de los
grandes textos nahuas. En La Historia de los Mexicanos por sus Pinturas se señala que en la Era del
segundo Sol, Ocelotonatiuh, existió una raza de gigantes que fueron devorados por los jaguares, y
muchos otros se petrificaron en forma de cerros: “la raza de gigantes se llamaba quinametin,
entonces el Sol no caminaba y cuando se oscureció, las gentes eran comidas…”. Dejaron dicho los
viejos que el saludo entre los gigantes era "no se caiga usted", porque el que se caía, se caía para
siempre. La caída debió ser tan grave que cuando se representan las imágenes de los soles en
el Códice Vaticano, el gigante dibujado se encuentra no de pie, sino derribado en el suelo. Entre los
otomíes se menciona que los gigantes eran altos como árboles, y lo eran tanto que tenían que
echarse al suelo cuando soplaba el viento para no ser derribados (López Austin, 2015: 182).
142
Mitología de gigantes
Por otro lado, consideramos que la aparición reiterada de una muchedumbre de indios
que tienen que enfrentarse al gigante o son aplastados por éste, es también un tema muy común de
la tradición mesoamericana. Precisamente en el Códice Vaticano, aparece que los toltecas
arrastraron el cuerpo muerto del gigante que abandonó Tezcatlipoca cerca de Tula. Cuando lo
arrastraban, se abrió en la tierra un precipicio en donde cayeron todos los indios que tiraban el
cuerpo.
En el mismo Popol Vuh se narra que Sipakná el gigante, se enorgullecía de ser él mismo el
creador de las montañas, y por esta soberbia, los cuatrocientos muchachos querían destruirlo,
aplastándolo con un palo en el fondo de un pozo. Sin embargo, Sipakná se liberó de su trampa y
derribó la casa de los cuatrocientos muchachos desplomando el techo para que murieran
aplastados. A su muerte, éstos subieron al cielo para convertirse en la constelación de las Siete
Cabrillas, que en maya se llama Motz y significa grupo o montón. Por consecuencia, los gemelos,
Junajpu e Ixb´alanke, vengarán la muerte de los cuatrocientos muchachos, dejando caer la punta
de un cerro sobre la cabeza del gigante: “ya no salió con vida Sipakná y se dice que se convirtió en
piedra, al pie del cerro Meaván”. Tanto Sipakná, el gigante de las montañas, como su hermano
Kab´raqan, gigante provocador de terremotos, juegan colosalmente a crear montañas y luego a
volver a derribarlas, y “así aluden a un mundo todavía no constituido donde las diferentes fuerzas
abrumadoras luchan provocando terribles cataclismos de agua, fuego y viento. Los dioses que
presencian y los héroes que participan en esta historia incluyen al sol, los pájaros del trueno, el
rayo, la abuela y los astutos gemelos” (Brotherston, 1997: 310). Todos los testimonios coinciden al
presentar un universo diluviano donde los gigantes construyeron los cerros, las pirámides y los
santuarios, fecha que marca el fin del ciclo anterior y la metamorfosis de los mismos "gigantes" en
forma de cerros.
En la obra de Sahagún hay una muy breve mención en la que se dice que los gigantes
fueron quienes fabricaron las grandes pirámides de Teotihuacán y Cholollan: “y aun parece ser
cosa increíble decir que son edificados a mano; y cierto, lo son, porque los que los hicieron
entonces eran gigantes, y aun esto se ve claro en el cerro o monte de Cholollan, que se ve claro
estar hecho a mano porque tiene adobes y encalado” (López Austin, 2015: 181).
143
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
Según los tarascos, con el diluvio se extinguió la raza de los gigantes khuanhári, seres de
gran fuerza que antecedieron a los hombres en el mundo. Los khuanhári en su momento
construyeron los sitios prehispánicos y las iglesias, e instalaron en éstas las campanas. En su papel
de civilizadores, señalaron los linderos de los pueblos y les dieron sus nombres. Sin embargo, no
profesaban la verdadera religión, además de que andaban desnudos y eran caníbales. Cuando Dios
bendijo el mundo, su raza quedó destruida por un cataclismo; quedaron sepultados, convertidos
en piedra (López Austin, 2015: 183).
Dentro de las cosmogonías indígenas, en términos generales, al plantear el esquema de las
edades del mundo y la historia de los cataclismos y metamorfosis del paisaje, “una vez más
encontramos al terremoto como factor geológico en la lucha particular que desarrollan los seres
gigantescos que, una vez muertos, dejan su sangre como lava y sus miembros como formaciones de
roca volcánica”. La cosmogonía de Mesoamérica abarca en sus relatos eones de geología y de
evolución, en los que queda implícita una perspectiva evolucionista similar a las ciencias actuales,
aunque sólo sea por la mención de la geología. El factor de los movimientos de la corteza y las
erupciones volcánicas enmarcan la cara de la tierra en la Era de los primeros Soles donde los
gigantes hicieron sus actos de creación más significativos (Brotherston, 1997: 311).
Al igual que todos los nahuas, purépechas, otomíes, mayas, tepehuanos, huicholes;
también los seri al contar cómo su dios creador, Hant Caai, hizo el mundo, nos dicen que la tierra
era plana, “sin montañas ni dunas pero con el tiempo fue poblada por gigantes”, que se inundaba
seguido y las lluvias venían acompañadas de fuego, humo y terremotos. Hant Caai cantó su
canción para “proteger a la gente de tantas inundaciones […] y así se formaron los cerros y las
dunas” (Ramírez, 2014: 11). Como afirma Jacques Galinier, para las culturas indígenas los lugares
geográficos con formas excéntricas “constituyen marcadores espaciales de los cambios de ciclos y
son prueba de los cataclismos ligados a los periodos de ruptura entre un mundo en vías de
desaparición y otro llamado a nacer” (Zuleta, 2013: 329).
Dicha dimensión cosmogónica aparece a los cantos, portadores de un conocimiento que se
adquiere en trance tras una revelación, en un sacrificio o en un sueño. Los Akimel O’odham
tienen un mito de creación cantado a la manera antigua durante las ceremonias de pubertad de las
144
Mitología de gigantes
chicas, que era un verdadero festival de sueños. La canción transporta al momento cosmogónico
cuando las aguas barrieron las tierras: entonces uno de los dioses creadores, South Doctor, se paró
en la cima de Croocked Mountain —lugar sagrado pima que se encuentra en Arizona—
momentos antes de que los antepasados gigantes se convirtieran en cerros. El poderoso dios
prueba su fuerza contra el diluvio pero su cristal mágico pierde poder, entonces es arrastrado por
las corrientes de agua hasta al interior de las montañas para después emerger, en un acto
chamánico, con poderes más fuertes al sobrevivir al cataclismo. Los versos cantan:
En este punto ya nos es posible establecer la relación cultural que une las narraciones actuales de
los huicholes, pimas y pápagos con los temas mesoamericanos que se vislumbran en los grandes
textos nahuas e inclusive mayas. Los paralelismos entre todos estos textos, rara vez utilizados en la
arqueología regional, nos permiten configurar un término de referencias desde el imaginario
indígena para acercarnos a los nombres que pudo haber tenido el Cerro del Muerto.
Particularmente el canto de creación pima aquí descrito nos da una idea de la naturaleza ritual y
los temas ceremoniales que se llevaron a cabo a la sombra de este gigante de piedra.
Como ya vimos, Aguascalientes no se mantuvo ausente de los procesos culturales de la
época prehispánica, puesto que fungía como un lugar sagrado para las sociedades antiguas por sus
nichos termales, allí se cantaban mitos en las largas veladas durante festividades como las
ceremonias de petición de lluvia, de bautismo y la pubertad de las chicas. Los cantos y las danzas,
junto con las sustancias psicotrópicas conducían al trance chamánico a los oficiantes y neófitos.
145
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
Éstos soñaban, o mejor dicho, viajaban al momento mismo de los cataclismos tectónicos, a la lluvia
de fuego y a las grandes inundaciones, en el momento cosmogónico de la creación del mundo. Lo
más probable es que los oficiantes se sintieron estremecidos con la visión mística del Cerro del
Muerto levantándose en medio de una lluvia de lava y terremotos. Sólo los cristales y las piedras
mágicas los protegieron de tal terrible espectáculo.
Conclusiones
Suponemos que aún pervive en el relato popular “algo” de las creencias indígenas, aunque esta
afirmación nunca se podrá comprobar del todo. No obstante, con este análisis, lo que sí podemos
asegurar es que el Cerro del Muerto, en sus diferentes niveles históricos, siempre fue considerado
como un gigante, ya fuera por los indios del barrio de San Marcos, o por los chichimecas que
durante mucho tiempo custodiaron el Valle de los Ojos de Agua, o incluso, por las poblaciones
mesoamericanas del Epiclásico. Todos los presentes venideros seguirán asistiendo a su perfecta
forma humana y a la profundidad de su espectáculo: el paisaje “es una constante interrogación a
los tiempos pasados en nombre de los problemas y curiosidades —e incluso las inquietudes y las
angustias— del presente que nos rodea y asedia” (Braudel, 1985: 9). Entre los ecos y remanentes
de la historia, las leyendas siguen habitando sus espacios vacíos.
Alguna vez un poeta de Aguascalientes escribió: “La ciudad es sueño del Muerto
convertido en cerro. El Chan del agua sigue deambulando por los túneles del drenaje. A ocasiones
sale, dicen, en tiempos de la feria. Hemos vuelto, en todos y en cada uno, sin vergüenzas, sin
codicias, al centro de los ojos” (De Ávila, 2004: 63). Hay que contar ahora la historia de
Aguascalientes ya no desde la visión colonizadora, en la cual se reduce a los indios chichimecas al
destino irreductible de ser exterminados, y comenzar desde esta memoria que ofrece su geografía,
sus símbolos, sus representaciones, inclusive, desde el cuento popular, no importa cuál sea el punto
de partida, ya que siempre habrá una oportunidad para sumergirse en la sucesión de los paisajes.
Otro de los cuentos de Aguascalientes narra que en tiempos primigenios existió una raza
de gigantes, quienes después de cataclismos tectónicos, se recostaron sobre la superficie dejando
pasar sobre ellos las estaciones, los años, los siglos y después los milenios. El paisaje los instauró en
146
Mitología de gigantes
forma de cerros para que, así, pudieran seguir contemplando a los transeúntes de las épocas. Eso es
precisamente el Cerro del Muerto: un mar sobre otros mares, una historia sobre otras historias
que este gigante sigue tejiendo mientras duerme. Esperemos un día verlo despertar.
Fuentes
Alcocer, P. (2000) “Lucha cósmica y agricultura del maíz: la etnología comparativa de K.T.
Preuss”, en: Neurath, J. (Coord.) Por los caminos del maíz. Mito y ritual en la periferia
septentrional de Mesoamérica, FCE, México, pp. 30-84.
Alvarado, P. N. S., Berrojalbiz, F. (2011) “El paisaje de los pueblos tepimana”, en: Las Vías del
Noroeste III, UNAM: IIE, UNAM: IIA, México, pp. 11-70.
Álvarez, S. (2000) “Agricultores de paz y cazadores recolectores de guerra: los tobosos de la cuenca
del río Conchos en la Nueva Vizcaya”, en: Hers, M. et al. (Eds.) Nómadas y sedentarios en el
Norte de México. Homenaje a Beatriz Braniff, UNAM: IIA, UNAM: IIE, UNAM: IIH,
México, pp. 305-354.
Archivo Histórico de Aguascalientes (2016) [http://www.ags.gob.mx/cont.aspx?p=42].
Arnal, S. L. (1995) “El presidio en México, en el siglo XVI como origen de villas y ciudades”:
Facultad de Arquitectura, 7, UNAM, México, pp. 320.
Ávila, J. P. de. (2004) Ojos de Agua. Aguascalientes, Filo del Agua, México.
Bonfiglioli, C. et al. (2011) “Genealogías, Transversalidades y convergencias (a Manera de
introducción)”: Las Vías del Noroeste, III, UNAM: IIE, UNAM: IIA, México, pp.11-70.
Braudel, F. (1985) El Mediterráneo. El espacio y la historia, FCE, México.
Broda, J. (2000) “El Océano de la Salida del Sol o El origen de todas las aguas: una comparación
entre los indios pueblo y Mesoamérica”, en: Neurath, J. (Coord.) Por los caminos del maíz.
Mito y ritual en la periferia septentrional de Mesoamérica, FCE, México, pp. 215-272.
Brotherston, G. (1977) La América indígena en su literatura: los libros del Cuarto Mundo, FCE,
México.
Cisneros Guerrero, G. (1998) “Cambios en la frontera chichimeca en la región centro-norte de la
Nueva España durante el siglo XVI”: Boletín Investigaciones geográficas, 36, pp. 57-70.
Cramaussel, C. (2000) “De cómo los españoles clasificaban a los indios. Naciones y encomiendas
en la Nueva Vizcaya central” en: Hers, M. et al. (Eds.) Nómadas y sedentarios en el Norte de
México. Homenaje a Beatriz Braniff, UNAM: IIA, UNAM: IIE, UNAM: IIH, México, pp.
275-303.
Criado, F. B. (1989) “Megalitos, Espacio y pensamiento”: Trabajos de Prehistoria, 46, pp.75-98.
Deeds, S. M. (2000) “Cómo historiar con poca historia y menos arqueología: clasificación de los
acaxees, xiximes, tepehuanes, tarahumaras y conchos”, : Hers, M. et al. (Eds.) Nómadas y
sedentarios en el Norte de México. Homenaje a Beatriz Braniff, UNAM: IIA, UNAM: IIE,
UNAM: IIH, México, pp. 381-391.
147
Felipe de Jesús Sarabia Salmerón
148
Mitología de gigantes
Villegas, M. E., Brambila, R., Saint-Charles, J. C. (2015) Toponimia indígena de Querétaro. Siglo
XVI, Municipio de Querétaro, Querétaro.
Zuleta, P. F. (2013) “La memoria como conocimiento. Pensar el pasado entre los huicholes
(wixaritari) de Nayarit y Jalisco”, en: Hers, M. A. (Coord.) Miradas renovadas al Occidente
indígena de México, UNAM, CONACULTA, INAH, CEMCA, México, pp. 313-342.
149
COLONIZACIÓN HISPANA DE QUERÉTARO Y GUANAJUATO ORIENTAL:
¿LA ABSORCIÓN DEL TERRITORIO GUAMARE?
Resumen
Este artículo se ocupa del origen de tres topónimos de los estados de Guanajuato y Querétaro
(Puerto de Sosa, Puerto de Nieto y Jofre), a partir de su situación topográfica y los nombres de tres
colonos conquistadores de mediados del siglo XVI. Intenta explicar su importancia para controlar
el territorio ocupado por indios guamares, en un proceso que los llevó a su extinción.
Abstract
This article talks about the origins of three toponyms of Guanajuato and Querétaro States
(Puerto de Sosa, Puerto de Nieto y Jofre), based on the names of three conquerors-settlers and its
topographic location from middle of the 16th century. It tries to explain its importance to control
the territory occupied by Indians Guamares, in a process that lead to their extinction.
*
Centro INAH Querétaro, fergonza333@hotmail.com, fgonzalez.encrym@inah.gob.mx
151
Fernando González Dávila
Es característico de nuestro país que sus pueblos, sitios, parajes, poblaciones, cuevas, topografía,
hidrografía, accidentes geográficos, etcétera, mantengan denominaciones en las diversas lenguas
nativas, como también los espacios que fueron fundados, bautizados y renombrados por los
invasores europeos adquiriendo carta de naturaleza desde de la primera mitad del siglo XVI.
Recorriendo la geografía nacional, encontramos poblados con nombre indígena y un par
de kilómetros más adelante tenemos otro con fonética castellana, coexistiendo también, aquí y
allá, la combinación de vocablos nativos y europeos; casos hay como el de Querétaro, voz de origen
purépecha que en las fuentes tempranas del siglo XVI también se encuentra llamada en náhuatl y
otomí. De las denominaciones que aplicaron los conquistadores a los sitios que iban ocupando, se
puede decir que son constancia de sus propias procedencias desde la Península Ibérica y remiten a
regiones específicas. Montserrat o Durango, indicarían que, quienes así nombraron el lugar donde
se asentaron, provienen de un ámbito de habla catalana y otro vascuence respectivamente.
Ensayaré a continuación relacionar varias localidades con una serie de personajes muy
activos en el proceso de conquista, control y colonización del norte del estado de Querétaro y
centro y nororiente del de Guanajuato a mediados del siglo XVI, algunas de las cuales fueron
nombradas con sus apellidos desde entonces. Han perdurado Puerto de Nieto y Puerto de Sosa
(Mpio. de San Miguel de Allende, Gto., que se relacionan con Diego Nieto y Juan Alonso de Sosa
respectivamente), en tanto que Jofre destaca particularmente al contar tres localidades
homónimas (dos en Guanajuato y otra en Querétaro) a intervalos relativamente cercanos entre sí.
Se podrá atajar señalando que nada particular hay en que se dé un mismo nombre a distintas
localidades si tenemos miles de Santa María o San José, incontables San Miguel o San Bartolo,
centenas de Juárez o Hidalgo, El Huizache, Salitrera…, pero resulta que el origen de dicha
denominación no es ni un santo ni un héroe del panteón nacional, sino Martín Jofre, un
conquistador y colonizador de la zona de estudio.
Si esos lugares tomaron el nombre de aquellos individuos, pudo ser consecuencia
inmediata a su toma de posesión por ser los primeros hispanos en recibir la titularidad del derecho
a explotarlos en su beneficio, por reconocimiento del rey de España o por la necesidad de contar
152
Colonización hispana de Querétaro y Guanajuato oriental
con referencias puntuales para continuar y aumentar la dotación de terrenos ante el creciente
número de individuos que se sumaban a esa expansión. Pudo ser, ¿por qué no?, por tener cierto
renombre y relevancia social, como en su lugar se verá.
Para el siglo XVIII muchas de esas estancias se concentraban en pocas manos y formaron
extensas haciendas. Destacan los descendientes de Alonso de Villaseca y Agustín Guerrero. En un
litigio relacionado con sus derechos de posesión, el abogado de esta familia argumentó:
Justificó mi parte que los sitios de Jofre tienen esta genérica apelación, porque fueron de Martin
Jofre a quien se mercenaron: que son varios y distinctos logrando también cada uno su específico
nombre […] que fenecen en el Camino que va de esta ciudad a la de Zacatecas y a la villa de San
Miguel el Grande, que corre de Oriente a Poniente, y sale de Puerto de Pinto al de Nieto. (AGN,
Tierras, vol. 647, exp. 1, f 299v. cfr. Figuras 1, 5 y 6). 1
Planteo si inquirir sobre la razón de ser de un topónimo, por qué se llama así un lugar, permite
Área de estudio
1
He dejado al final un mapa actual del territorio que aquí se recorre, por si el lector quiere tomar referencias
modernas y hacer su propia comparativa.
153
Fernando González Dávila
en lo último de los chichimecas vamares, y a la entrada de los vachichiles, cuya provincia corre al
norte y aquilón, que no se sabe su fin, y está en el paraje de los cupuces, vaxabanes, vascanes, samoes
y salzas cuya derrota de estas naciones es la vuelta de Pánuco al oriente; y a todas estas gentes
procura el padre prior se les dé asiento para los poder doctrinar. (García Pimentel, 1904: 122)
Por el oriente resulta que la secuencia de mercedes identificadas desde Jofre/Celaya, hasta
Jofre/San Luis de la Paz, parece guardar cierta correspondencia con un probable límite territorial
con los pames; y, aceptando que eventualmente el límite poniente alcanzara más allá de la Sierra de
Guanajuato, resalta la centralidad del río Laja (Figura 1). 2
2
Son numerosos los indicios de las mercedes por Sánchez Alanís, Jofre y los demás sujetos de que iré haciendo
mención. La selección para este trabajo proviene de Archivo General de la Nación, Tierras, vol. 168, 2ª pte., exp. 5,
vol. 443, exp. 1, vol. 647, exp. 1, vol. 671, vol. 3663, exp. 2, y Mercedes, vols. 2, 3, 4, 5, así como las llamadas publicadas
por Gerhard, 1992, Zavala, 1982, e interpretadas por el autor en trabajo previo (2003).
154
Colonización hispana de Querétaro y Guanajuato oriental
Figura 1. Zona de actividad colonizadora y política de Martín de Jofre y Juan Sánchez Alanís
3
Estoy revisando esta localidad en relación con las mercedes que recibió Joan de Manzanares, poseedor de estancias
desde 1556 en la zona. Las diligencias efectuadas para otorgarle una a Jofre señalaron: “…en la alda de una loma que
está en el camino que ba de Querétaro a Cichu, linde la estancia que fue de Joan de Manzanares…[y otra] que agora es
del dicho Martín Jofre, y de la estancia de Juan Sánchez Alanís,” (AGN, Tierras, v. 3663, exp. 2, f 6).
155
Fernando González Dávila
Desde Jiménez Moreno (1944) tenemos un ensayo satisfactorio ubicando los distintos territorios
chichimecas en un mapa (Figura 2), que siguió Powell (1984) y, en términos generales, continua
aceptándose, pues sus líneas fundamentales se nutren de fuentes primarias del siglo XVI, en
particular, los escritos de fray Guillermo de Santa María sobre la Guerra de los chichimecas.
Alberto Carrillo mantuvo el diseño de Powell en las ediciones que realizó sobre los textos del fraile
y otros contemporáneos (Santa María, 2003: 45; ver también Carrillo C. II, 2000). Ese material,
combinado con otra serie de fuentes (v.gr. mercedes y litigios de tierras, como las citadas en la nota
2) nos ponen en condiciones de mejorar y precisar las delimitaciones de todas aquellas naciones
indias que sucumbieron en la defensa de sus territorios. Así, el recorrido de estas líneas será por
territorio guamare.
Figura 2. Distribución de las naciones chichimecas del centro-norte, propuesta por Jiménez Moreno
156
Colonización hispana de Querétaro y Guanajuato oriental
la zona de estudio conecta Querétaro-San Miguel-San Felipe siguiendo en general el curso del río
San Miguel (hoy Laja); y una serie bien identificada de mercedes para estancias ganaderas que
coincidiría —como ya adelanté— con una hipotética franja limítrofe con los pames.
No había acabado de decir el virrey Antonio de Mendoza que ya estaba habilitado el
nuevo camino, 4 cuando se sucedieron numerosas mercedes de tierras para asegurar su colonización
y sentar las bases efectivas del control de la comunicación a las minas de Zacatecas y el soporte para
extender la expansión cada vez más al norte en las próximas expediciones. Entre los principales
beneficiarios, hombres ya encumbrados, encontramos a Juan Jaramillo, capitán cercano a Cortés y
encomendero de Xilotepec, solicitando merced para 14 sitios (11 para criar ganados y 3 para
establecer ventas) abarcando su trayecto desde un punto cercano al actual Polotitlán, Méx.
(dentro de su propia encomienda), hasta donde se fundaría San Felipe. Aparecen también los
Ibarra y los Oñate, quienes, a los privilegios ya obtenidos como conquistadores, colonizadores,
autoridades en la Nueva Galicia y descubridores de las vetas zacatecanas, sumaron enclaves
importantes para beneficiarse de esa rúa.
La dotación de tierras recibidas entre 1550-1552 “en el camino nuevo que agora se hace”
entre Querétaro y Zacatecas (AGN, Mercedes, 3, f 54; cfr. Gerhard, 1992: no. 1596), les permitió
tender una red que enlazaba Zacatecas con los intereses de Cristóbal de Oñate en Tacámbaro
(encomienda y mineral), Zitácuaro —donde instaló sendos ingenios— (Navarrete Pellicer, 1990:
118), quien impulsó con Luis de Castilla, Alonso de Mérida, Alonso de Villaseca y Rodrigo de
Ribera, hacer un ramal que conectara Ixmiquilpan con el camino real cerca del pueblo de
Acagualcingo, al sur de San Juan de Río. 5
Ortuño de Ibarra tenía hacienda de minas en Ixmiquilpan y era regidor de Tlacintla. Para
1552 armaban caravanas de mercancías para surtir a Zacatecas, como la encargada a un vecino de
4
A fines de 1550 comunicó a su sucesor, que “Juan de Muñoz de Zayas, vecino de Panuco, por mi mandado fue á
descubrir el camino de los çacatecas, y está descubierto” (Instrucciones que los virreyes, 1873, I: 40).
5
En terrenos donde posteriormente se asentarían las haciendas de El Cazadero y El Ruano (González D., 2014: 112-
120; González D., 2015).
157
Fernando González Dávila
Puebla, de “cuarenta carretas con sus bueyes” (González D., 2003: 88-90). Al menos dos fueron
atacadas por indios guachichiles y zacatecos. 6
Alonso de Villaseca (considerado el minero novohispano más poderoso de entonces) y
Agustín Guerrero también se beneficiaron del reparto de mercedes y en la Pintura de San
Miguel… (1582) fueron consignadas algunas de ellas. Del primero, es la “Venta de Villaseca”; de
Guerrero son las estancias llamadas “de los Llanos” y de “San Sebastián” (Figura 3), y su estrecha
cercanía con el virrey Mendoza (era su mayordomo principal), se constata en el proceso de visita
(especie de auditoría de la época) a que éste fue sometido, señalándolo en varias acusaciones (Ruiz
Medrano, 1998: 28-29; García Icazbalceta, 2004, Colección de documentos, II). Sus apellidos se
enlazaron vinculando sus bienes raíces por vía de las uniones matrimoniales de sus descendientes.
En la última década del siglo XVII, el mayorazgo se extendía: “…en las jurisdicciones de
Querétaro, Cichú, o San Luis de la Paz, y de San Miguel el Grande, tiene quarenta y cinco sitios, y
varias cauallerias, que fenecen por un lado en las de Jofre lindando con Buenavista” (AGN,
Tierras, vol. 647, exp. 1; Tierras, vol. 168, 2ª parte, exp. 5). Algunas haciendas que entonces lo
integraban, eran: El Jobero, Jofre, Puerto de Pinto, Venta del Negro, San Sebastián del Salitre, San
Juan de los Llanos, Carvajal, Capuli “y demás mercedadas a Martín Jofre” (AGN, Tierras, v. 443,
A fines del siglo XVI, los indios, sirvientes y españoles residentes en las estancias de Jofre,
San Sebastián, la “de Agustín Guerrero”, y la “de los Llanos”, dependían de la parroquia de San
Juan Bautista Xichú, 7 que tuvo cura al menos desde 1566 en la persona de Sánchez Alanís, hasta
su muerte, acaecida hacia noviembre de 1576 (F. Schwaller, 1981: xxxvi; cfr. Gerhard, 1986: 238-
9).
6
La toponimia local refleja su impronta en el límite interestatal Guanajuato-Jalisco: el pueblo de Ibarra (Mpio. de
Ocampo), Altos de Ibarra (Mpio. de San Felipe) y Río de Ibarra. Ibarra queda a unos 10km al oeste de la zona
arqueológica de El Cóporo, arrimada al poniente de la sierra de Santa Bárbara, y por su falda oriental caen los
escurrimientos que alimentan el río Laja o San Miguel, donde se sitúa San Felipe. Diego Ibarra casó con la hija del
virrey Velasco; su sobrino Francisco fue gobernador fundador y capitán de Nueva Vizcaya.
7
Parroquia de San Juan Bautista Victoria, Gto., Archivo Notarial, 1er libro registro de bautizos y nacimientos, 1590-
1659: f3, (1 jul1590); f 14 (29 jun 1594); f 16 (26 mar 1594), f26, 27 (mayo, sept 1598).
158
Colonización hispana de Querétaro y Guanajuato oriental
Figura 3. Pintura de San Miguel y San Felipe, 1580. Real Academia de la Historia, Madrid
Puertos: A) Puerto de Jofre; B) Portezuelo de Nieto; C) Puerto de Sosa (aproximación del autor, no viene en el
original); D) Puerto de Chamacuero; E) Cerro de la Margarita (Anotación del autor, no viene en el original).
Estancias: 1) Venta de Villaseca; 2) Estancia de los Llanos; 3) Estancia de San Sebastián [del Salitre].
Poblaciones: I) Pueblo de San Francisco Chamacuero; II) Villa de San Miguel; III) El texto sobre estas colinas dice:
“Caminando por este Rumbo hazia El norte se ba por los pueblos de Sichu y Xalpa A la guaxteca y provy[nci]a de
panuco”; IV) Villa de San Felipe.
159
Fernando González Dávila
1) “Cerranía de Jofre”, 2) “Camino q[u]e viene a este Rincón de Jofre”; 3) “Ruinas de la estanç[i]a de Jofre”; 4)
“Puerto de Carrossa”; 5) “haz[ien]da de Buena Vista”; 6) “Camino q[u]e viene de Queretaro para S[a]n Miguel el
Grande”; 7) “Puerto de Nieto alto”; 8) “Puerto de Nieto bajo”; 9) “haz[ien]da de Nieto”; 10) “Venta del negro”; 11)
Ubicación aproximada del actual San José Iturbide; 12) “Segundo Camino q[u]e viene para S[a]n Luis de la paz”; 13)
“Primero Camino q[u]e viene para S[a]n Luis de la paz”; 14) “Camino Real de los Carros”.
Fuente: AGN, Catálogo de Ilustraciones, MAPILU 00809.
Revisemos ahora que, si bien es privilegio recibir numerosas mercedes reales, implica la obligación
de poblarlas y hacerlas productivas; esto supone llevar personas que hagan habitaciones, cercas,
corrales, cuidado del ganado, etc. 8 Tales beneficiarios tenían capacidad de contar un número
significativo de dependientes o criados a su disposición. Por este tenor hay que entender las
frecuentes expresiones “sustentar casa poblada” y que a su “costa y minción” poblaron las estancias
que se leen en las relaciones de méritos presentadas ante el rey, para acreditar servicios y solicitar
más privilegios.
8
Era obligación poblar, marcar o cercar al año siguiente y no traspasarla a terceros antes de cuatro años.
160
Colonización hispana de Querétaro y Guanajuato oriental
Desde 1540 preocupaba a las autoridades el problema del vagabundaje, y para 1551 ya está
arraigado y generalizado en todo el virreinato (Mercedes, 4, ex. 37). Se habla de indios y mestizos
vagabundos (AGN, Mercedes, 2, ex. 241, f 94, y ex. 674, f 268v; Mercedes, 3, ex 836, f 330v-331).
El virrey Luis de Velasco (1554) mandó confiscar armas a mestizos, negros, mulatos, prenderlos si
no tenían amo a quien servir o si eran sorprendidos jugando naipes y que los mozos fueran puestos
con algún español, “de manera que en esta çiudad no aya xente ociosa vagamunda y cada uno biba
con amo y tenga manera de bibir...”; si no, quedaba la cárcel como último recurso (Mercedes, 4, ex.
100, f 29rv). También mandó prender a mestizos y mulatos que anduvieran entre indios
(Mercedes, 4, f 185rv; Norman, 1957). Estamos frente al evidente potencial para captar brazos
Topografía y toponimia
Trazar una línea que enlace las tres localidades Jofre sugiere una vía de comunicación continua
desde la zona de Celaya hasta el límite entre San Luis Potosí y Guanajuato. Las constancias más
precisas de mercedes de tierras en favor de Martín Jofre y Sánchez Alanís, entre 1543 y 1560,
tienen absoluta correspondencia con este corredor (Figura 1 y 4). La más antigua documentada
para cada uno lleva fecha 22-VIII-1543. La de Jofre corresponde con el lugar localizado sobre la
margen del río Laja, unos 7 km al sur de donde se fundaría Celaya en 1571 (AGN, Mercedes, v. 2, f
139v-140, ex 344 y f 154v-155, ex 373), y contiene la expresión, “que vos teneys asentada y
poblada una estançia...”, lo que nos advierte considerar que, con anterioridad, debió estar
explorando y reconociendo esa zona. De Alanís, selecciono las siguientes: en la década de 1550, la
161
Fernando González Dávila
merced para ganados mayor y menor, “el un sitio y estancia se llama la Solana, y la otra es
Situjurica, en términos de Querétaro…” (Zavala, 1982, p. 86); poco más adelante en “el camino
que ba desta villa [San Miguel] a la Ciudad de Mexico y junto a un m[on]te linde, por la una parte,
con estancia de diego nieto e por la otra, de juan sanches de alanis que al presente llaman estancia de
abrego...” (González D., 2003: 34); una más en “términos del pueblo de Cichu junto a un cerro
donde sale una fuente de agua […] junto a una sementera […] de la comunidad hacia unas encinas
que están de la banda de lo de Jofre” (AGN, Tierras, v. 3663, exp. 2, f 69-70v).
Jofre seguía recibiendo más estancias para ganados: junto a una que ya tenía “en términos
del Pueblo de Cichu, la qual por mi mandado y comisión fue a ver y vido Juan Sánchez de Alanís,
Theniente de Alcalde Mayor de la Provincia de Xilotepec” (AGN, Tierras, v. 3663, exp. 2, f 15-
16), y otra “entre el pueblo de Cretaro y entre Sichu y el termino de una estancia de Alonso de
Villaseca” (AGN, Tierras, v. 3663, exp. 2, f 1rv) (cfr. Figura 3). Los ejemplos pueden multiplicarse;
basten por ahora y con base en ellos, me detendré en algunas consideraciones sobre los lugares
claves en este relato.
Las mercedes a veces son ricas en dar algunas referencias que pueden ayudar a identificar
su ubicación original, indicando un arroyo, una cañada, un sitio arbolado, un manantial o una
elevación sobre el terreno. Los sitios en que ahora me enfocaré se componen de dos elementos: el
primero es, ya de suyo, una descripción de lugar propiamente dicho (un puerto), en tanto que el
segundo remite al nombre de una persona en específico.
Entre las distintas acepciones de la palabra puerto, desde los antiguos diccionarios,
comienzan con un lugar situado en la costa marítima o de los ríos, y de manera derivada su
definición pasa a una posición en tierra adentro o situación montañosa. Alfonso de Palencia
(1490, II) explica su carácter básicamente marino destacando la seguridad que ofrece, donde
embarcaciones y navegantes “pueden invernar sin incurrir peligro; y es logar [sic] donde no
pueden combatir los vientos”, el agua “sosegada y más segura”; añade que “muchas veces los
antiguos” igualaban decir “puerto por casa”, indicativo de lugar protegido y seguro, en un sentido
amplio. Antonio Nebrija (1495) sólo dio la equivalencia entre estas dos lenguas, en este orden:
“puerto de mar”, “puerto de boca de río”, “puerto de mar hecho a mano”, “puerto como ba[h]ia”,
162
Colonización hispana de Querétaro y Guanajuato oriental
“puerto de monte”, que sigue el vocabulario de Pedro de Alcalá (1505). Covarrubias (1611) anota
primero el “lugar en las riberas del mar” y reitera de Palencia la noción de protección a los buques,
para que no “sean fatigados de las tempestades”, pudiendo ser naturales o “hechos con la industria
de los hombres”. Habla de los “Puertos secos” como puntos limítrofes a semejanza de los puertos
marinos. 9 Autores extranjeros que elaboraron diversos diccionarios manejaron en general las
mismas equivalencias: por puerto debía entenderse, además del sentido marítimo primario, un
lugar protegido de peligros o de problemas, paso entre colinas, desembocadura de montaña,
estrecho o paso estrecho de montaña (Perceval, 1591; Oudin, 1607; Vittori, 1609).
como lugar seguro del temporal marino y, del que revisamos, “Se llama tambien el passo o camíno
que hai entre montañas” y “Metaphoricamente se toma por asylo, amparo o refugio.
Latín. Portus”. Las variantes posteriores no hacen más que confirmar el sentido con el que se usa.
Núñez de Taboada señala: “Puerto […] El paso o camino que hay entre montañas […] Cualquiera
de las gargantas de los montes donde se pasa de una provincia o reino a otros [...] Asilo, amparo o
refugio […] Posada o venta […] En el concejo de la Mesta los pastos de verano. || PUERTOS O
PUERTOS SECOS, Lugares de las fronteras en donde están establecidas las aduanas” Y Escriche
(1851): “Cualquiera de las gargantas de los montes por donde se pasa de una provincia o reino a
otro”. También consigna “Puertos secos. Los lugares de la frontera en donde están establecidas las
fronteras”. Pero, independientemente de que hayan sido consignadas en un determinado
diccionario o vocabulario, la constatación del uso de la palabra puerto terrestre nos indica: un lugar
en puntos elevados que sirva de descanso y de refugio; paso por una serranía; denota el cambio de
una región a otra, un punto límite.
No extraña, pues, que las localidades aquí enunciadas, se llamen de esa manera.
Consideradas en el contexto de la invasión española a un territorio ajeno y la confrontación
inminente con los grupos nativos, tomamos conciencia que, efectivamente, resultó clave controlar
y dominar los lugares así definidos, en la progresión de la Guerra Chichimeca.
9
Dice en estos términos: “son los lugares de raya, que confinan con otro Reyno, en los quales están las aduanas, y se
registran las mercadurías, y pagan sus derechos, que llaman portazgo, y al que cobra portazguero, o dezmero”.
163
Fernando González Dávila
Vuelvo a la Pintura de San Miguel (Figura 3). Se advierte que ya quedó definida la
bifurcación del camino que, por el sur, viene de Querétaro y dirigiéndose hacia “Portezuelo de
Nieto” (Puerto de Nieto) lleva a San Miguel; 10 en tanto que yendo por “Puerto de Jofre” (Jofre,
Qro.), se adentra en lo que a la postre será el estado Guanajuato, siguiendo la extensa y uniforme
llanura que ahí inicia y atraviesa jurisdicción de los actuales municipios de Iturbide, Dolores y San
Felipe; junto, va la anotación de la dirección hacía Xichú, orientándonos hacia dónde ubicar el
conjunto de mercedes que expresan estar en “términos” o “entre” Querétaro y Xichú. Cada uno de
esos topónimos marca el paso entre evidentes rasgos cerriles y parecieran ser la puerta por donde se
accede de un escenario geográfico hacia otro.
El elemento topográfico sobresaliente entre esos Puertos, que semeja una “L” invertida en
la Pintura de San Miguel, corresponde con la Sierra de la Margarita, que, desde fines de la década
de 1570 ya llevaba este nombre. En la Relación Geográfica de Querétaro (1582) las autoridades de
algunas sierras pequeñas q[ue] no se haze caso dellas, pero tiene una sierra q[ue] dista del dicho
pueblo quatro leguas y tendrá de box más de seis. Es muy agra y montuosa, los españoles la llaman
la margarita, los indios en lengua otomy abaxasni q[ue] quiere dezir sierra de çarças, en el q[ua]l
perpetuamente faltan indios de la naçion chichimeca por ser el pasaje para todas las tierras
pobladas de esta comarca, y de ally salen a hazer sus saltos, y como es tierra tan larga, pasan, sin
q[ue] los vean a hacer tantos daños como hacen. (Ramos de Cárdenas [1582], 2013: 125) 11
Como no aparece Puerto de Sosa todavía en la Pintura, sugiero su localización con la letra C.
Actualmente, en esta localidad, se aprecia una vetusta construcción que permite conjeturar fuera
la entrada a esta hacienda colonial, como estaría en el siglo XVIII (Figura 5ª). Por el oriente del
inmueble, sube una cuesta (Figura 5b) que llega a una meseta desde cuya altura, dirigiendo la
mirada al norte, se domina visualmente casi toda la planicie por donde la Pintura, ilustra el
trayecto de una caravana; hacia el este y sureste, la vista topa con la sierra de La Margarita.
10
Para 1557 Diego Nieto ya tenía al menos una estancia en “términos de la Villa de San Miguel junto a unos montes”,
teniendo como vecinos a Juan Sánchez Alanís y Pedro Hernández, cfr. González, 2003:34.
11
Otras ediciones para confrontar: Acuña, T. 9, 1987; Wright, 1989.
164
Colonización hispana de Querétaro y Guanajuato oriental
a) b)
a) Construcción antigua; b) Subida a la meseta. Al fondo se observa un camión de perfil, que permite relacionar el
trayecto de la actual carretera San Miguel-Los Rodríguez.
Fuente: Fotod de Fernando González
escena que ahí se desarrolla, presenta dos decapitados con rasgos propios de frailes, chorreantes
aún de sangre (Figura 6). El suceso lo narró Mendieta: los frailes Francisco Doncel (guardián del
convento de San Felipe) y Pedro de Burgos, regresaban de entrevistarse con el virrey Enríquez en
México; tomaron el camino por Celaya y antes de llegar a San Miguel, “al pasar por el portezuelo
que llaman Chamacuero, dieron sobre ellos unos indios chichimecos infieles […] y con mucha
crueldad los mataron con flechas” (Mendieta. 1980: 762). Este incidente y lo arriba citado
respecto de la Sierra de la Margarita, reflejan que los pasos por parajes serranos representó un alto
riesgo para los caminantes hispanos, lo que obligaba a tenerlos bajo control: en treinta años no
habían doblegado el vigor defensivo de los indígenas.
165
Fernando González Dávila
Conclusiones y discusión
Con lo dicho, se puede ir entendiendo cómo dichos “Puertos”, resultaron un cerco al cerro La
Margarita para minar un bastión importante de los guamares, cerrando estos puntos de acceso al
centro de su territorio. Al usar la expresión “absorción” por parte del estado español, no desestimo
el componente de violencia e iniquidad que prevaleció en este proceso. Las voces en favor de la
moderación, de acciones más negociadas y diplomáticas, incluso contra del uso de la fuerza y la
penetración violenta, no fueron escasas ni de personajes de poca monta. 12 Empero, las
controversias y debates de los sabios no podían contener la oleada de gente que llegaba con
necesidad de espacios para combatir su propia pobreza o alimentar la ambición en otros.
12
cfr. Las ediciones de Carrillo Cázares ya citadas. Hanke (1977) desde 1947 reunió una interesante lista de 150
títulos sobre el asunto, correspondientes al siglo XVI. Ambos ofrecen un corpus sino exhaustivo, sí bastante ilustrativo.
Quiero destacar que la década que registra mayor de estos escritos es la de 1550, con 25 en tanto que de 1512 a 1519,
son 11. Destacan entre otros Las Casas, Zumárraga, fr. Domingo de Santo Tomás, fr. Miguel de Arcos, los oidores
Ceynos y Quiroga, etc.
166
Colonización hispana de Querétaro y Guanajuato oriental
167
Fernando González Dávila
Fuentes
Archivo General del Gobierno del Estado, Registro de las primeras minas de Guanajuato y
Comanjá, 1556-1557.
Archivo General de la Nación, ramos de tierras, mercedes y catálogo de ilustraciones.
Archivo Notarial, Parroquia de San Juan Bautista Victoria, Gto. 1er libro registro de bautizos y
nacimientos, 1590-1659.
Acuña, R. (Ed.) (1987) Relaciones geográficas del siglo xvi: Michoacán, T. 9, UNAM, México.
Alcalá, P. (1505) Vocabulista arauigo en letra castellana, Granada, Iuan varela de salama[n]ca,
[http://www.cervantesvirtual.com/obra/vocabulista-arauigo-en-letra-castellana/].
Boyd-Bowman, P. (1985) Índice geobiográfico de más de 56 000 pobladores de la América Hispana,
FCE, UNAM, México.
Carrillo Cázares, A. (2000) El debate sobre la guerra chichimeca, 1531-1585, El Colegio de
Michoacán, El Colegio de San Luis, Zamora.
Covarrubias Orozco, S. (1611) Tesoro de la lengua Castellana o española,
[http://fondosdigitales.us.es/fondos/libros/765/16/tesoro-de-la-lengua-castellana-o-
espanola/].
De la Portilla, A. (Ed) (1873) Instrucciones que los vireyes de Nueva España dejaron a sus sucesores.
Añádense algunas que los mismos trajeron de la corte y otros documentos semejantes a las
instrucciones, II t., Imprenta de Ignacio Escalante. (Biblioteca Histórica de la Iberia, t. xiii),
México.
Diccionario de Autoridades (1726-1739), [http://web.frl.es/DA.html].
Escriche, J. (1851) Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia…, Nueva edición…, por don
Juan B. Guim, [http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=364].
García Icazbalceta, J. (2004) Colección de documentos para la historia de México, t. II., Porrúa,
México.
García Pimentel, L. (1904) Relación de los obispados de Tlaxcala, Michoacán, Oaxaca y otros
lugares, casa del editor, Donceles no. 9, México.
Gerhard, P. (1986) Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821, UNAM, México.
-------- (1992) Síntesis e índice de los mandamientos virreinales 1548-1553, UNAM, México.
168
Colonización hispana de Querétaro y Guanajuato oriental
169
Fernando González Dávila
170
LOS NOMBRES DE LAS COMUNIDADES OTOMÍES DE
SAN MIGUEL DE ALLENDE, GUANAJUATO
Resumen
Abstract
Based on the historical evidence and ethnographic of the otomi population on the Plateau of
eastern Mexico, this article question the absence of its trace into the current toponymy of the
municipality of San Miguel de Allende, Guanajuato.
*
Centro INAH Guanajuato, bcervantes45@hotmail.com; Dirección de Etnohistoria, INAH,
rmbrambilap@gmail.com
171
Beatriz Cervantes Jauregui, Rosa Brambila Paz
Introducción
Entre 2012 y 2013, comunidades otomíes de San Miguel de Allende, Guanajuato, lograron
detener la construcción de la carretera Guanajuato-San Miguel de Allende. El proyecto propuesto
atravesaba gran número de centros ceremoniales e incluso escuelas y viviendas. El profesor
Magdaleno Ramírez Ramírez, Presidente del Consejo Estatal Indígena, decía:
En la actualidad estos grupos no conservan la lengua pero hacen grandes esfuerzos por recuperarla;
sin embargo, Soustelle, en la década de 1930, registró la presencia de hablantes de otomí en las
inmediaciones del río Laja, del río Apaseo-Pueblito y al noreste de Guanajuato, continuándose
por la Sierra Gorda (Soustelle, 1993).
En la última década del siglo XX, oficialmente se reconoce una Ruta de Capillas de Indios
en San Miguel como atractivo turístico y patrimonio cultural (Hernández, 1998). Estos
monumentos arquitectónicos abundan en el territorio del municipio, particularmente en las
cercanías de corrientes de agua. Se componen de templos, calvarios, cruces, humilladeros y fueron
levantadas principalmente en el siglo XVIII, aunque hay algunas del XVII y otras del XIX. Son
construcciones dedicadas al culto familiar que se distinguen del resto de la vivienda por su mejor
factura.
Un registro de 1897 muestra la existencia de múltiples capillas en comunidades pequeñas,
es el caso de Peña Blanca o La Bandita, con ocho capillas cada una (Caballero, 1897). Actualmente
estas rancherías apenas alojan 200 habitantes. Antropólogos e historiadores coinciden en que esos
recintos tienen una raíz prehispánica incorporada al cristianismo. Soustelle propone que estos
oratorios domésticos materializan la institución del sistema de compadrazgo que ordena las
1
El dirigente Ramírez expresó en varios documentos la posición de su grupo, aquí nos referimos al leído ante la prensa
el 8 de agosto de 2013.
172
Los nombres de las comunidades otomíes de San Miguel de Guanajuato
relaciones sociales basadas en el culto a los antepasados (Soustelle, 1935). Nahum Noguera
considera a estas construcciones como una versión de lo que en tiempos antiguos era la casa de
penitencia y que reproduce, a nivel doméstico, la expresión formal simbólica de los principales
centros religiosos (Noguera, 1994). Rossana Quiroz y Graciela Cruz, a través del análisis de la
disposición geográfica de las capillas en el territorio de San Miguel, su orientación astronómica y el
patrón de santos y su correspondencia con el calendario ritual más algunos elementos
iconográficos, corroboran que su factura es de grupos otopames (Quiroz y Cruz, s/f).
Estos lugares sagrados de indios fueron construidos en el ámbito doméstico y ocupan un
lugar relevante en el solar familiar. Actualmente, la capilla corresponde a un ámbito un poco
mayor pues, en su origen, pudo haber sido de una familia o grupos de familias que migraron del
centro de México en diferentes momentos. Con el paso del tiempo se convirtieron en capillas de
barrio o comunidad (Cervantes y Crespo, 2004). En ocasiones conservan en su nombre la
referencia al grupo familiar fundador como Los Florencio, Los López o Los Barrones.
En la búsqueda del territorio habitado actualmente por los otomíes se observaron fiestas y
tradiciones pues en las prácticas rituales se reconocen las identidades. Los ceremoniales de las
mesas de concheros —con su música y danza peculiares— y las mayordomías, cuyos rituales
reiteran la memoria de los orígenes indígenas como lo expresa el ceremonial de la festividad del
Señor de la Conquista, la del santo patrón de la ciudad o el relato del Día de Muertos, fueron los
elementos que permitieron detectar las comunidades de origen otopame (Cervantes y Crespo,
1999). Éstas se concentran en las márgenes del río Laja y sus afluentes San Marcos, San Juan y San
Damián, así como a través de las cañadas que el arroyo de Peña Blanca define. Cruz del Palmar es
la cabecera de la jurisdicción eclesiástica a la que pertenecen ahora estas comunidades.
En abril de 2011 se publicó en el Diario Oficial la Ley para la protección de los pueblos y
registro que aún no termina. Para octubre de 2012 se encontraban registradas 27 comunidades
indígenas en el municipio sanmiguelense: 1) Alonso Yáñez, 2) Banda, 3) Los Barrones, 4) Bordo
Colorado, 5) Capilla Blanca, 6) Ciénega de Juana Ruiz, 7) La Cieneguita, 8) La Cruz del Palmar,
9) La Cuadrilla, 10) Los Galvanes, 11) Guerrero, 12) Los Guerrero, 13) La Huerta, 14) Juan
173
Beatriz Cervantes Jauregui, Rosa Brambila Paz
González, 15) El Lindero, 16) El Lindero (Lindero de La Petaca), 17) Montecillo de la Milpa, 18)
Oaxaca, 19) La Palmita Dos, 20) Peña Blanca, 21) Presita de Santa Rosa, 22) El Salto, 23) San
Isidro de Bandita, 24) Tierra Blanca de Arriba, 25) La Vivienda de Arriba, 26) Vivienda de Abajo,
27) Tlaxcalilla (Periódico…, 2012).
Entre ellas se reconocen topónimos registrados a principios del siglo XVII, como Banda,
La Cruz, Guerrero, y Tlaxcalilla (López Lara, 1973). Asimismo, en el padrón de la parroquia de
San Miguel el Grande de 1747 se observan: El Salto, Tierra Blanca, La Milpa, Banda, La Cruz,
Juan González, Peña Blanca, Tlaxcalilla, Guerrero y Cieneguilla. 2 Todo indica que en el
transcurso de su historia permanecieron como pequeños asentamientos no muy alejados unos de
otros, como se observan a la fecha. Ninguno de ellos llegó a tener la categoría de pueblo. Su
ubicación en las zonas limítrofes de los arroyos muestra que surgieron como una labor o sitio de
labranza.
La presencia social e histórica de los grupos otomíes de San Miguel contrasta con la casi
total ausencia actual de topónimos en lenguas otopames. Si se considera a la toponimia como
marcador de los procesos de apropiación del territorio es obligatorio, entonces, plantearse varias
interrogantes al respecto, como ¿a qué pasado remiten esos nombres de lugar?, ¿cuándo y cómo se
formalizó el asentamiento de los grupos indígenas? A continuación se presentan algunos datos
para comprender el proceso de nombrar el territorio en San Miguel de Allende.
En el Censo de población de 2010 se registraron 518 nombres de localidades que se agruparon en:
nombres de animales (A), como El Coyote (15); de objetos o actividades humanas (H), como El
Cortijo (147); indígenas (I), como Atotonilco (18); de antropónimos (N), como Los Barrones
(103); de la hagiografía (S), como San Isidro (112); de paisaje (P), como La Ciénega (73); de
vegetación (V), como El Capulín (45); y otros inciertos (15).
2
Este Padrón, a través del registro eclesiástico, da cuenta de los poblados de San Miguel para este momento. Archivo
Casa de Morelos, Asientos, Padrones, 1747, San Miguel el Grande, caja 1284, exp. 149.
174
Los nombres de las comunidades otomíes de San Miguel de Guanajuato
% frec, a, 2.8%
% frec
% frec, i, 3.9%
% frec, v, 9.0%
% frec, s, 14.5%
% frec, p, 16.7%
% frec, n, 24.4%
% frec, h, 28.7%
Los nombres indígenas se encuentran en náhuatl, tarasco, chichimeco y sólo dos otomíes (Xote y
Xido). 3 Claro está que existen combinaciones de estos grupos de nombres, por ejemplo, se une un
elemento topográfico con uno de vegetal en Biznaga de Cerro Grande; topográfico con un
antropónimo en Cañada de García; santo con una actividad humana en San Isidro Capadero; de
santo con un antropónimo en San José de los Allende; un antropónimo con una palabra indígena
en Don Juan Xido de Abajo; etcétera.
Agrupados, los topónimos con nombres de personas y de santos son los más abundantes.
En la heráldica se distinguen los apellidos por su origen, y en esa clasificación se encuentran los
llamados apellidos toponímicos que surgen del nombre de un lugar. En España este fenómeno fue
frecuente durante el largo periodo de expulsión de musulmanes y judíos, por ejemplo, un caballero
del linaje Santillán de Asturias adoptó el apellido Jerez por haberse distinguido en la toma de la
ciudad de Jerez de la Frontera, pasando a ser parte del nomenclátor onomástico. Participantes en
aquellas contiendas o sus descendientes pasaron a las Américas y bautizaron las tierras adquiridas
con sus patronímicos. Así, tenemos el fenómeno topónimo⇒antropónimo⇒topónimo. En San
Miguel de Allende algunos nombres de localidades del censo de 2010 son de este tipo: Alcocer,
3
Ver anexo.
175
Beatriz Cervantes Jauregui, Rosa Brambila Paz
Barrón, Calderón, Landeta, Pantoja, Soria, Tapia, Tovar, Ugalde, Tejeda, o modificaciones, como
Marroquín derivado de Marruecos; apellidos de orígenes diferentes pero coligados a un topónimo
son Cabrera, Fajardo y Ortega (Celdrán, 2006). 4
Por número de ocasiones en que se presentan los topónimos de carácter hagiográfico,
destacan San José, San Antonio, San Miguel, la cruz y San Isidro, todos devociones franciscanas.
Según el censo de 2010 los lugares que más se repiten en el territorio municipal de San Miguel de
Allende en relación al nombre de santos o símbolos católicos son: José (14), Antonio (10); Miguel
(9); Cruz e Isidro (5); Francisco y Juan (4); Rafael, Teresita, Pedro, Martín y Elena (3); Vicente,
Clara y Rita (2), Marcos y Marquitos. En registros de 1631 ya se encuentran: Bárbara, Cruz,
Cristóbal, Damián, Juan, Marcos y en dos ocasiones Miguel (López Lara, 1973).
Al parecer, la devoción a san José, san Antonio y san Isidro se introdujo en la Nueva
España durante la primera mitad del siglo XVII, luego de ser canonizados o impulsada su
devoción por el papado. En muchos casos el culto a los santos que dan nombre a lugares se
relaciona con aspectos de protección; al buen tiempo, y por lo tanto buenas cosechas, como san
Isidro, san José, santa Bárbara, san Juan y san Pedro; a la salud, como san Damián; a la preparación
de alimentos, como santa Rita. A san José se le consideró modelo de paternidad y fidelidad, a san
Antonio de Padua como intercesor en causas perdidas y a san Antonio Abad de los animales
(Monterrosa y Talavera, 2002).
Tras la Conquista, los otomíes de Jilotepec se desplazaron desde épocas muy tempranas hacia los
territorios señoreados por los chichimecas. Al espacio sanmiguelense llegaron como grupos
familiares con una versión propia del cristianismo. La tradición oral hace coincidir la presencia de
los primeros otomíes que poblaron la zona con la del franciscano Juan de San Miguel (Maza,
4
Así se relacionan por su origen en España: Alcocer, varias poblaciones en la provincia de Guadalajara, en la provincia
de Alicante y en la provincia de Badajoz; Barrón, al sur de Bilbao, en el País Vasco; Cabrera, una isla de las Baleares;
Calderón, en la comunidad valenciana y al suroeste de Badajoz, en Extremadura; Fajardo, en la provincia de Alicante,
región de Valencia; Landeta, al sur de Bilbao, en el País Vasco; Ortega, en la provincia de Almería, en Asturias;
Pantoja, en la provincia de Toledo; Soria, que es la capital de la provincia del mismo nombre; Tapia, al oeste de Gijón,
en Asturias, Tejeda, en la provincia de las Palmas; Tovar, en la provincia de Burgos; Ugalde, al sureste de Bilbao.
176
Los nombres de las comunidades otomíes de San Miguel de Guanajuato
1972). Arribaron organizadamente en forma independiente y en alianza con los españoles, por
ello se consideran a sí mismos conquistadores (Crespo, 2010; Crespo y Cano, 2006).
Con el virrey Velasco, los otomíes participaron en la fundación de poblados para
protección y avance hacia tierras de chichimecas hostiles. Cuando se creó la Villa de San Miguel en
1555, se indicó que las tierras otorgadas a españoles “han de ser fuera de las casas de los indios
tarascos, chichimecas y otomíes que en el dicho pueblo viven y de las sementeras que allí
tienen…”. 5 Más al norte, en el caso de San Luis de la Paz, la merced para el asentamiento de indios
otomíes menciona que “se les concede que el dicho pueblo se intitule y nombre la Nueva Villa de
San Luis de Xilotepeque y la advocación de la iglesia se nombre San Luis”. 6 Para San Felipe, se
afirma que el topónimo de la villa se adjudica tanto en honor al apóstol como a Felipe II, aunque
se fundó en 1562 sobre un asentamiento previo con ese nombre (Ibarra Grande, 1989).
Cuando otomíes ya cristianos y españoles se dirigieron hacia tierras chichimecas, algunos
de los nombres que impusieron a los puntos de avanzada muestran el deseo de sacralizarlos de
acuerdo a la tradición religiosa. Así, podemos observar el nombre de San Juan del Río, punto de
entrada a estas tierras chichimecas, que alude a San Juan Bautista.
Al llegar al actual territorio de Guanajuato, asignaron al lugar de estudio el nombre de San
Miguel, llamado en un principio San Miguel Frontera de Chichimecas o San Miguel de
Chichimecas, por el arcángel vencedor de Luzbel y para reconocerlo como tierra de los nómadas
salvajes. Más adelante impusieron el de San Luis en relación al cruzado rey francés y San Felipe al
hoy llamado San Felipe Torres Mochas, que tomó su nombre en honor al apóstol. Es probable que
la confrontación con grupos considerados no sólo infieles sino bárbaros, es decir, en la más baja
escala de la civilización, así como la presencia de frailes, particularmente franciscanos y agustinos,
hubiera dado lugar a la decisión de estos nombres iniciales (AGN, 1935; Bloch, 1940).
Es factible que la dificultad para ubicar los asentamientos otomíes a través de los
topónimos se deba, además de su carácter de fundaciones de migrantes empujados por la presión
española, a la circunstancia de ser un grupo subordinado.
5
El primer asentamiento indígena había sido reubicado cuando se funda la villa de españoles, AGN, Mercedes, vol. 4,
fs. 280v-281r.
6
AGN; Mercedes; vol. 5-6, 1ª pte; exp. 137; fs. 46r-47r;
177
Beatriz Cervantes Jauregui, Rosa Brambila Paz
que asolaron la región durante las luchas por la independencia; la construcción del ferrocarril
durante el porfiriato; tras la revolución de 1910, fenómenos como el reparto agrario y el conflicto
cristero; y la construcción de la presa Allende en la década de 1970. Hechos que dieron lugar a
desplazamientos y migración. Los ejidos y la reubicación de asentamientos facilitaron el
surgimiento de nuevos poblados que en muchos casos reprodujeron los topónimos originales
como es el caso de Begoña, San Marcos o Banda (antiguamente Banda Grande) que originó a San
Isidro Bandita y Rancho Nuevo de Banda. Otras rancherías fueron fundadas y separadas de
“Banda” entre los siglos XIX y XX.
Los escasos topónimos indígenas y casi nulos en otomí nos remiten a las preguntas
iniciales. Una posible respuesta se encuentra en el hecho de que los fundadores otomíes de San
Miguel eran indios ya cristianizados e inmersos en la institucionalidad española. La república de
indios se estableció en el poblado cabecera y por iniciativa de los caciques, y como estrategia para
afirmar su permanencia optaron por el uso del español para designar a sus localidades. No
obstante los topónimos que se refieren a las características naturales, a la flora y la fauna,
reproducen la tradición mesoamericana como se observa para la región queretana (Villegas et al.,
2015). Por último, si uno se pregunta ahora por las marcas vivas de los otomíes en el territorio,
éstas se pueden observar en las innumerables ocasiones en que por tradición y con motivo de las
festividades lo recorren, ya sea en ámbitos pequeños o más amplios hacia sus santuarios.
178
Los nombres de las comunidades otomíes de San Miguel de Guanajuato
Anexo
Corpus de topónimos
De origen indígena
Dima La Pindicua (Las Loberas) Tenampa (Guadianilla) Xote
El Shotolar Lomas de Xido Tlacolula Zenzontle
El Tepehuaje Rancho Toñanes Tlaxcalilla
El Zenzontle Santuario de Atotonilco Viejo Cimatario
Jalpa Temaxcalli Xido
179
Beatriz Cervantes Jauregui, Rosa Brambila Paz
180
Los nombres de las comunidades otomíes de San Miguel de Guanajuato
181
Beatriz Cervantes Jauregui, Rosa Brambila Paz
182
Los nombres de las comunidades otomíes de San Miguel de Guanajuato
183
Beatriz Cervantes Jauregui, Rosa Brambila Paz
184
Los nombres de las comunidades otomíes de San Miguel de Guanajuato
185
Beatriz Cervantes Jauregui, Rosa Brambila Paz
Fuentes
Archivo General de la Nación (1935) “Fundación de pueblos en el siglo XVI”: Boletín del Archivo
General de la Nación, Talleres Gráficos de la Nación, VI (3), México, pp. 321-360.
Bloch, M. (1940) “Toponymie et peuplement”: Annales d'histoire sociale (1939-1941), Escuela de
Altos Estudios en Ciencias Sociales, Paris, t. 2, núm. 1, pp. 43-45.
Bouvier, J. C. (1997) “Nommer l’espace”: Le Monde Alpin et rhodanien, 2/4:, Francia, pp. 7-11.
Caballero, J. (1897) Noticia de las iglesias y capillas existentes en este Distrito, expresando sus
nombres, ubicación, extensión superficial, linderos, culto a que pertenecen, y valores
aproximativos, Archivo Histórico del Gobierno del Estado de Guanajuato, Fondo Secretaría
de Gobierno, 1816-1949, caja 517, exp. 16, manuscrito.
Celdrán, P. (2006) Diccionario de topónimos españoles y sus gentilicios, Espasa Calpe, Madrid.
Cervantes Jáuregui, B., Crespo, A. M. (1999) Fiesta y tradición en San Miguel de Allende
(Memoria de don Félix Luna), Ediciones La Rana, Instituto Estatal de la Cultura de
Guanajuato, México.
-------- (2004) “Tradición y ritualidad en la construcción de un territorio: los otomíes del río
Laja”, Regiones. Revista interdisciplinaria en estudios regionales, Universidad de Guanajuato,
14, México, pp. 117-142.
Crespo, A. M. (2010) “Caciques y relatos de conquista en el Códice de Jilotepec y en los
documentos otomíes del Bajío”, en: Brambila Paz, R. (Coord.) Códice Jilotepec, Colegio
Mexiquense, Toluca, pp. 133-162.
Crespo, A. M., Cervantes, B. (1998) “Oratorios familiares la huella de la presencia otomí en
Querétaro y Guanajuato”, en: Fernández Dávila, E., Gómez Serafín, S. (Coords.) Primer
congreso nacional de arqueología histórica, CONACULTA, INAH, Oaxaca: pp. 342-363.
Crespo, A. M., Cano, Y. (2006) “Políticas de poblamiento en frontera: asentamientos otomíes en
Querétaro”, en: Crespo, A. M., Brambila, R. (Coords.) Caleidoscopio de alternativas. Estudios
culturales desde la antropología y la historia, Colección Científica 485, INAH, México: pp.
13-36.
Díaz de Gamarra, J. B., Martínez, C., Enríquez, J. (1994) Descripción de la villa de San Miguel el
Grande y su alcaldía mayor, presentación de José López Espinosa, prólogo Carlos Herrejón
Peredo, Editor Rafael Santín, PC editores, México.
Hernández, O. A. (1998) Ruta de capillas en Allende, Guanajuato. Conservación de 13
monumentos, tesis para obtener el grado de Maestro en restauración de sitios y monumentos,
Universidad de Guanajuato, Facultad de Arquitectura, Guanajuato, México.
186
Los nombres de las comunidades otomíes de San Miguel de Guanajuato
Ibarra Grande, J. (1989) Historia de la antigua villa y ciudad de San Felipe “Torres Mochas”
adicionados algunos relatos de personas octogenarias sanfelipenses, s.p.i, México.
López Lara, R. (1973) El obispado de Michoacán en el siglo XVII. Informe inédito de beneficios,
pueblos y lenguas, nota preliminar de Ramón López Lara, Fimax Publicistas, Morelia.
Maza, F. de la. (1972) San Miguel de Allende, su historia, sus monumentos, Frente de Afirmación
Hispanista, México.
Monterrosa, M., Talavera, E. L. (2002) Las devociones marianas en México en el cambio del
milenio, Plaza y Valdés, INAH, México.
Noguera Rico, N. de J. (1994) Inferencia arqueológica de la identidad hñahñü. Los oratorios-capilla
familiares, tesis de licenciatura, ENAH, México.
Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Guanajuato (2012) “Padrón de pueblos y
comunidades del Estado de Guanajuato”, 2 de noviembre de 2012, pp. 79-82.
Quiroz, R., Cruz, G. (s/f.) Capillas de Indios, localizadas en los márgenes de la Cuenca Central del
Río Laja y su afluente San Marcos. El pueblo de indios de San Miguel de los Chichimecas (1542
– 1549), manuscrito.
Soustelle, J. (1935) “Le culte des oratoires chez des Otomíes et les Mazahuas dans la région
d’Ixtlahuaca”, El México Antiguo, t. III, núm. 5-8, México, pp. 97-117.
-------- (1993) La familia otomí-pame del México central, CEMCA, FCE, México.
Villegas, M. E., Brambila, R., Saint-Charles, J. C. (2015) Toponimia indígena de Querétaro. Siglo
XVI, Librarius Historia, Ayuntamiento de Querétaro, Querétaro.
187
III
Resumen
Abstract
*
Centro INAH Veracruz, maldonadovite@hotmail.com
191
Maria Eugenia Maldonado Vite
Introducción
La importancia de los topónimos reside en la función descriptiva de los poblados con respecto a
una característica sobresaliente o conocida con la que pudo ser fácilmente identificado, la mayor
de las veces con respecto a rasgos geográficos del paisaje natural, y en menor medida, con
elementos más abstractos como condiciones ideológicas, políticas o culturales, así como eventos
históricos. En este sentido, los topónimos pueden también derivar de personajes de importancia o
guías que fungen como fundadores o deidades protectoras, y en algunos de los casos perpetúan su
linaje con personajes del mismo nombre (López Austin, 1973: 110).
La toponimia representa así, una herramienta útil para la arqueología, necesaria
especialmente para los que estudiamos sociedades que por su temporalidad (Posclásico Tardío
generalmente), podemos apoyarnos o contrastar el dato arqueológico con fuentes etnohistóricas
para acceder a la comprensión de la historia cultural de un pueblo o región.
Su inclusión en mapas y listas de tributos, así como su descripción en la glosa de
documentos etnohistóricos, nos ayuda a conocer aspectos diversos que pueden contrastarse con
los datos arqueológicos generales o específicos.
En términos de espacio, su utilidad va desde aspectos muy locales como la identificación
de su ubicación geográfica o su correspondencia con sitios arqueológicos, hasta aspectos regionales
como la jerarquía de cada poblado con respecto al resto ― dependiendo del tamaño en su
representación― , hasta contribuir al conocimiento de la distribución lingüística en la época
prehispánica. En términos temporales, es posible detectar algunos procesos de transformación
ocurridos a lo largo de la historia cultural particular o su caracterización en un momento concreto.
En este trabajo se presenta el análisis de los topónimos correspondientes a la provincia
tributaria de Tochpan con el objetivo de reconstruir su territorio y algunos aspectos de su
organización política y económica. Iniciamos con el análisis fonético de cada uno para ubicarlo en
el paisaje actual y acceder a la posible correspondencia con un sitio arqueológico particular. Con
esto logramos establecer la extensión de la provincia y algunas caracterizaciones políticas.
A través de las recientes investigaciones arqueológicas propias, se ha corroborado la
existencia de una jerarquía política y relaciones económicas que se dieron a su interior. Para tal
192
Los topónimos de la provincia tributaria de Tochpan
efecto se recurrieron a diferentes tipos de datos: la cultura material con indicadores arqueológicos
tales como la arquitectura y la cerámica, así como los pocos documentos etnohistóricos existentes
para la región, refiriéndonos especialmente al Memorial de Tlacopan (Carrasco, 1996) el Códice
Mendoza (1980), el Mapa Local y el Mapa Regional de la serie conocida como Los Lienzos de
Tochpan es conocida en las fuentes etnohistóricas por ser una de las provincias de la Huasteca
sujetas a la Triple Alianza, ubicada junto a la “mar del Norte” (costa norte del Golfo de México).
Después de la formación de la Triple Alianza en 1428, cada uno de sus integrantes avanzó
en la conquista de nuevos territorios, y Texcoco lo hizo hacia la Huasteca (Barlow, 1992: 73-122),
elección obvia al tener una presencia en la región con anterioridad, como lo argumenta Ixtlixóchitl
(1975), cuando dice que Nezahualcóyotl recuperó la herencia de sus antepasados al someter a la
región que había sido dominada por los acolhuas, posiblemente desde el siglo XIV bajo el reinado
de Techotlala rey de Texcoco (Stresser-Péan, 1995: 85).
Según fuentes texcocanas, la conquista de esta región inició bajo el gobierno de
Nezahualcóyotl (1431-1472), quien sujetó entre otros reinos y provincias a “la grande Toxpan
que contiene siete provincias” (Ixtlixóchitl, 1975: 446), además de las provincias de la Quexteca,
que es Pánuco, sin dar fechas exactas, tal vez antes del entronamiento de Moctezuma Ilhuicamina
(1440), siendo probable la primera conquista entre 1431 y 1439, aunque las fuentes tenochcas no
mencionan conquistas en esta región.
193
Maria Eugenia Maldonado Vite
Este hecho explicaría la ausencia de topónimos de la región en las listas de los pueblos
conquistados por Moctezuma Ilhuicamina en el Códice Mendoza. Las numerosas reconquistas de
los pueblos huastecos por parte de los tlatoanis mexicas sólo se dan posteriormente al deceso de
Nezahualcóyotl, cuando Texcoco pierde su importancia frente a Tenochtitlan dentro de la Triple
Alianza. Así, los topónimos de los pueblos de la región sojuzgados por Axayácatl, Tízoc y Ahuízotl
fueron plasmados detallando el tipo y cantidad de bienes tributados por cada una de las provincias
que aglutinaban a los pueblos sometidos.
En la Matrícula de Tributos, los topónimos de dichos pueblos principales encabezan cada
lámina, mientras que el resto de los pueblos enlistados eran subcabeceras subordinadas, lo que
marca desde un primer momento la existencia de una jerarquización política interna.
En opinión de algunos especialistas, las provincias tributarias fueron creadas por el centro
para facilitar el control del excedente y no correspondían a unidades tradicionalmente
constituidas, es decir, a los pueblos que la integraban no los unía ninguna otra relación política,
étnica o económica, que el estar bajo un mismo centro en el aspecto tributario. Los gobernantes de
estas cabeceras recibían el nombre de tecuhtli (señor), y se encargaban de recibir el tributo que se
enviaría a las capitales imperiales; otra parte de éste era asignado directamente a su manutención y
pago de servicios, lo que evitaba la centralización de ciertos bienes y el gasto innecesario de su
transporte. Según Carrasco:
el análisis del Mendocino confirma, de acuerdo con Ramírez de Fuenleal, que las provincias
tributarias raramente coincidían con divisiones políticas locales y que los lugares que las integraban
no eran unidades políticas sino puntos para la recaudación de tributos. Si estas provincias eran
unidades políticas, lo eran en tanto que los calpixques u otros enviados imperiales tenían
atribuciones en el gobierno, no porque coincidieran con las unidades políticas subyacentes
conservadas por el Imperio. (Carrasco, 1996: 310).
El tipo de organización imperial fue hegemónico. Esta clase de imperios poseía varios atributos y
su forma de expansión es mediante la conquista militar, aunque su característica más sobresaliente
era que no tenía control directo en las regiones sometidas por la imposición de un gobierno; por lo
común ocurría simplemente un mecanismo de manipulación del sistema político local para servir
194
Los topónimos de la provincia tributaria de Tochpan
a las necesidades imperiales (Schreiber, 1992: 3). Así, esta forma de imperio centraba su atención
en los intereses económicos y controlaba la producción y distribución de los recursos que le
resultaban necesarios. Mediante estas estrategias se mantenía un control en las provincias con
poco costo para el imperio.
La administración imperial de la Triple Alianza en sus provincias por tanto fue laxa. Para
la recolección del tributo se retomaron las cabeceras de las unidades políticas existentes, que por lo
general eran los pueblos más grandes e importantes, donde residían los señores principales
originales; por ello también ahí residía el recaudador imperial (Carrasco, 1996: 308). Estos
pueblos tenían como obligación centralizar el producto de las comunidades incorporadas a su
unidad política, y fungir como responsables ante los funcionarios estatales. Según Ramírez de
Fuenleal, recibían el nombre de calpizcazgos (calpixcayotl) y el recaudador era el calpixqui. Por lo
195
Maria Eugenia Maldonado Vite
Así, en el Memorial de Tlacopan se enlistan, además de los siete pueblos principales de la provincia
de Tochpan, los topónimos de los pueblos sujetos a cada una, dando un total de 68 poblaciones
entre los que había ciertas partes y pueblos principales, “y allí estaban mayordomos mexicanos y de
Tezcuco y de Tlacopan que recogidos los tributos los repartían en tres tercios” (Memorial
implica aspectos de orden político y jerárquico, ya que en cada lámina el primer topónimo
plasmado corresponde a la cabecera de provincia; en este caso es Tochpan y los topónimos
restantes de las subcabeceras están ordenados de acuerdo a su ubicación geográfica real siguiendo
el sentido de las manecillas del reloj a partir de Tochpan (sitio Villas Tuxpan-club de golf), orden
espacial que nos ha ayudado a la identificación en campo de los sitios arqueológicos (Figura 2).
Tochpan. Se ha traducido como lugar o río de conejos, pero podría también referir la bandera o
estandarte del conejo. Proviene de tochtli (conejo) y apan (río), pantli (bandera) o pan (dentro,
sobre, en, durante o por) (Siméon, 2004). El glifo es frecuentemente sólo un conejo.
Tochpan ha sido identificado por casi todos los especialistas (Krickeberg, 1933; Ochoa,
1979; Gutiérrez, 1996) como el sitio arqueológico sobre la margen derecha del río Tuxpan,
aproximadamente a 5 km de su desembocadura en el mar; sin embargo, ese sitio conocido
actualmente como Tabuco no es el Tochpan prehispánico (Maldonado, 2014a). La prueba de tal
196
Los topónimos de la provincia tributaria de Tochpan
error está en su ubicación, la que dos de los documentos pictóricos de la serie denominada Los
Lienzos de Tuxpan (Melgarejo, 1970) nos proporcionan de manera gráfica, exacta y repetida.
Figura 2. Propuesta de la ubicación actual de los siete pueblos de la provincia tributaria de Tochpan
Tlaltizapan (sobre la tierra blanca o tiza), deriva de tlalli (tierra, campo o propiedad), tizatl (tierra
blanca, tizate) y pan (dentro, sobre, en, durante o por) (Siméon, 2004). Su glifo es un círculo o
197
Maria Eugenia Maldonado Vite
proponemos que se trata de un sitio arqueológico que he denominado Niños Héroes, cercano a
una comunidad registrada en los mapas actuales como Banco del calichar.
señora) y tlan (con, después de, cerca, en, debajo, entre, a, que está de parte de) (Siméon, 2004). Su
glifo es un templo de varios cuerpos en cuya cima está la cabeza de una mujer. También se puede
traducir como lugar, tierra o propiedad de la señora o mujer, o un lugar que está de parte de la
mujer (gobernante), seguramente refiriendo a un gobernante de sexo femenino, rasgo que entre
los huastecos y nahuas no era muy común pero sí se daba ocasionalmente. Este sitio debe
corresponder a uno desafortunadamente bastante destruido ya en las inmediaciones del actual
Tihuatlán; inclusive su escudo actual ha sido basado en dicho topónimo.
Papantla (lugar de papanes o donde abundan las banderas), deriva de papanauía (llevar mucha
gente sobre la barca o espalda), y pantli (bandera, estandarte, muro, línea, hilera) (Siméon, 2004).
Su glifo es una bandera con dos plumas adornadas, convención que representa una gran cantidad
de ellas. Recordemos que las banderas eran portadas para representar a diferentes grupos.
Posiblemente aluda a la representación de muchos grupos en ese lugar como punto de reunión.
Aunque no se conoce la existencia de un origen prehispánico del actual asentamiento de Papantla,
existe evidencia de materiales y sitios dentro del área urbana actual.
Ocelotepec, literalmente cerro del ocelote, proviene de ocelotl (ocelote) y tepetl (cerro). El glifo es un
cerro de cuya base sale un manantial y en su cima se ve la cabeza de un felino con manchas. Aún no
es identificado con seguridad el correspondiente sitio arqueológico, sin embargo pudiera tratarse
del cerro o ciudad (altépetl) del señor 13 Ocelote que aparece en el extremo sur de los Lienzos de
Tuxpan.
198
Los topónimos de la provincia tributaria de Tochpan
Miahuapan (río de las espigas de maíz), de miauatl (espiga y flor de maíz) y apantli (canal,
acequia). Su glifo consta de la convención de río o canal en corte conteniendo agua y dos espigas
de maíz dentro. Se trata de un sitio arqueológico ubicado en una curva de un pequeño arroyo, a un
lado de la actual autopista Tuxpan-México
Micquetlan. Se traduce como lugar o tierra de los que murieron, lugar cerca de los muertos, y
deriva de micque (murieron), tlalli (tierra, propiedad, campo) y tlan (con, después de, cerca, en,
debajo, entre, a, que está de parte de). Su glifo consta de un cuerpo humano extendido o de la
representación de un bulto mortuorio. Puede referir un hecho histórico memorable aún no
identificado. El sitio arqueológico corresponde a uno cercano a la actual población de Miquetla,
no a Castillo de Teayo como ha sido señalado.
Los indicadores arqueológicos que nos permiten proponer que se trata de la cabecera y
subprovincias son cronológicos, es decir, todos los sitios debieron tener ocupación contemporánea
durante el Posclásico Tardío, por lo menos entre 1450 y 1521, porque fueron parte de una
estructura política tributaria; sin embargo, conociendo que la Triple Alianza utilizó las estructuras
políticas preexistentes y sólo adaptó o influyó en algunos elementos materiales, estos pueblos
debieron ser más antiguos en origen.
El principal indicador que observamos es la arquitectura, ya que para tal periodo es
frecuente observar en las plazas o áreas monumentales la existencia de estructuras con templos
dobles en sus cimas. Esta característica está relacionada con el tipo de organización económico-
política tributaria dual en algunas provincias, tal es el caso de Tochpan, que se rebeló varias veces;
al parecer, se trataría de la sede del cuauhtlatoa (gobernante) y del calpixque (administrador),
199
Maria Eugenia Maldonado Vite
Se trata de seis documentos pictóricos, tres originales: Mapa Local, Mapa Regional Primero y
Mapa Grande Segundo o Códice Dochna y sus respectivas copias (Melgarejo, 1970; Altamirano,
producción textil en la región, distinguible por las plantas de algodón que habían sido confundidas
e identificadas por Melgarejo como cañas (ácatl) o no identificadas por otros especialistas
(Noguez, 2016); sin embargo, según nuestra interpretación, nos muestra una escena de los
200
Los topónimos de la provincia tributaria de Tochpan
diferentes pueblos que integraban una red productiva con su particular organización política y
económica, en algunos casos duales y en otros individuales.
Mientras que el Mapa Regional (Figura 4) presenta una perspectiva regional bastante completa y
con claros límites geográficos representados por los topónimos de los pueblos ubicados en las
estribaciones de la Sierra Madre Oriental. La temática se centra en un problema de tierras del
pueblo de Tetzapotitlan, mostrando sus poblados menores sujetos.
En ambos casos los topónimos que se plasman no corresponden solamente a la cabecera y
subcabeceras, sino a otros pueblos más que estaban inmersos en la dinámica regional,
proporcionando una mayor información que nos es de suma utilidad.
Los tres documentos originales muestran la ubicación del Tochpan prehispánico sobre la
margen derecha del río Tuxpan; en el Mapa Local, por la escala representada, justo antes de la
201
Maria Eugenia Maldonado Vite
Para reforzar el argumento de que no debe confundirse Tochpan con Tabuco, en el Mapa
Regional aparece una vez más plasmado el topónimo de Tochpan, pero también el que
corresponde a los sitios arqueológicos de Tabuco, Tumilco y uno más que puede ser el actual
202
Los topónimos de la provincia tributaria de Tochpan
Cuatro Ciénegas (Maldonado, 2012), justo río abajo; de lo que se desprende que Tuxpan y
Tabuco fueron dos asentamientos diferentes aunque contemporáneos.
Las implicaciones políticas y económicas de esta clara distinción es que, a pesar de formar
parte de la misma unidad política y de una relativa cercanía, cumplían funciones diferenciadas
pero complementarias.
En el reconocimiento de superficie efectuado en el la microrregión de los manglares de
Tumilco (Maldonado Vite, 2010), se registraron tres sitios con grandes concentraciones de
materiales cerámicos del Posclásico Temprano y Tardío, así como numerosos conjuntos
arquitectónicos. Después de un amplio trabajo (Maldonado, 2016) se ha propuesto que esta
microrregión ambiental, donde se ubican los sitios de Tabuco, Tumilco y Cuatro Ciénegas,
corresponden a una zona de producción especializada o “zona capital”, modelo propuesto por
Stark (1999) para el Centro de Veracruz, donde cada uno de los asentamientos debió cumplir una
función complementaria; así, el asentamiento de Tumilco (tochtli-conejo y milli-milpa, “en la
milpa del conejo”; o tulli-tule y milli-milpa, “en la milpa entre el tule”) puede aludir a la zona de
plasmados junto al topónimo de Tochpan, el conejo desde donde salen invariablemente los
caminos al resto de la unidad política, estableciendo con ello su estatus de cabecera de provincia y
el poblado más importante de la red comercial y política.
Haremos una pausa para reflexionar sobre el posible significado de Tochpan, posible lugar
del señor del estandarte o la estirpe del conejo. Acaso el asentamiento de los últimos descendientes
del célebre 13 conejo, último gobernante de El Tajín cuyas influencias escultóricas aún se
encuentran muy cerca de ahí, la famosa Lápida de Juan A. Moza con evidente estilo tajinesco
(Ochoa, 1979; Pascual Soto, 2009), así como la cerámica recuperada en Tabuco y Tumilco. Sea
cual fuere el origen, se trata de una rica zona medioambiental controlada por la élite local desde el
203
Maria Eugenia Maldonado Vite
Posclásico Temprano, o quizás antes, objeto de la codicia del Imperio por los bienes suntuarios ahí
producidos y motivo de la sujeción e imposición de la provincia tributaria.
El motivo de que los topónimos de estos sitios menores no aparezcan en las listas de los
pueblos sujetos es que formaban una misma unidad territorial correspondiente a la cabecera
(Tochpan), cuyo control de la producción textil estuvo en manos del gobernante o la élite local
posiblemente siglos antes de su conquista por la Triple Alianza.
En estos documentos pictóricos, que tuvieron seguramente un origen prehispánico a
juzgar por su estilo y la falta de glosa hispánica (Maldonado Vite, 2014a; Noguez, 2016), aparecen
algunos de los topónimos que se plasmaron en la Matrícula de Tributos como subcabeceras de
provincia, tal es el caso de Ocelotepec, que puede referirse por su recurrencia y ubicación como el
cerro o el altépetl del señor 13 Ocelote (en el Mapa Local junto a una planta de algodón indicando
seguramente que formaba parte de la red productora y posiblemente comercial de este textil), al
igual que Tlaltizapan cuya recurrencia en ambos mapas resulta lógica y debe haber sido también
uno de los pueblos de esta red productora de algodón (también el topónimo asociado a la planta y
a un par de personajes). Papantla, por el contrario, parece estar asociado a la cabecera de la
provincia porque su topónimo nunca aparece plasmado en los documentos, posiblemente sólo
representado por uno de dos personajes cercanos a Tlaltizapan. Miahuapan, Teocihuatlan y
Mequetla aparecen en el Mapa Regional Primero en el extremo oeste de la provincia tributaria y
Conclusiones
204
Los topónimos de la provincia tributaria de Tochpan
sur, delimitada al este por la Costa del Golfo de México y por el oeste la última parte de la llanura
costera antes de las primeras estribaciones de la Sierra Madre Oriental.
Podemos caracterizar esta pequeña parte de la planicie costera del Golfo como una
importante zona de producción especializada que debió haberse creado bajo el cuidado de una
unidad política previa a la sujeción de la Triple Alianza, la cual no sufrió grandes transformaciones
bajo la sujeción por presentar un alto grado de eficiencia productiva. Como caso excepcional,
mantuvo su estructura original y sólo fue aprovechada y se mantuvo controlada bajo un régimen
de gobierno dual debido al poder económico del cultivo del algodón y su procesamiento como
bien suntuario.
Con este trabajo podemos contribuir a la comprensión de cómo las sociedades
estratificadas de Mesoamérica percibieron sus territorios, cómo se apropiaban y organizaban. A
pesar de que el trabajo sistemático aún es muy poco para tener un panorama completo,
empezamos a tejer las redes de la dinámica regional con los datos que vamos produciendo día a día.
Este es un ejemplo de la importancia del estudio de la toponimia para lograr una mayor
comprensión de la dinámica política, económica y cultural que se vivía en las sociedades
prehispánicas, en nuestro caso, de la Huasteca.
Fuentes
205
Maria Eugenia Maldonado Vite
Códice Mendoza (1980) Documento Mexicano del siglo XVI que se conserva en la biblioteca
Bodleiana de Oxford Inglaterra. Facsimile fototípico dispuesto por Don Francisco del Paso y
Troncoso, Introducción, anotaciones y comentarios de Jesús Galindo y Villa, Editorial
Innovación.
Ekholm, G. F. (1944) “Excavations at Tampico and Panuco in the Huasteca, Mexico”,
Anthropological papers of the American Museum of Natural History, XXXVIII (V), New
York, USA.
Gutiérrez Mendoza, G. (1996) Patrón de asentamiento en el sur de la Huasteca, Sierra de Otontepec
y Laguna de Tamiahua, tesis de licenciatura, ENAH, México.
Ixtlixóchitl, F. de A. (1975) Obras históricas, tomo I, UNAM: IIH, México.
Krickeberg, W. (1933) Los totonaca; contribución a la etnografía histórica de la América Central,
traducción del alemán por Porfirio Aguirre, Secretaría de Educación Pública, Talleres del
Museo Nacional de arqueología, historia y etnografía, México.
López Austin, A. (1973) Hombre-dios, religión y política en el mundo nahua, UNAM: IIH,
México.
Maldonado Vite, M. E. (2010) Proyecto Arqueológico Sur de la Huasteca veracruzana. Propuesta de
trabajo al Consejo de Arqueología, mecanoescrito, Archivo Técnico del INAH. México.
-------- (2012) Informe técnico parcial del Proyecto Arqueológico Sur de la Huasteca
Veracruzana. 1ª temporada 2010, Archivo Técnico, INAH.
-------- (2014a) “Territorio y organización política en el sur de la Huasteca a través del registro
arqueológico y documentos históricos”, ponencia presentada en el II Congreso
Internacional de Etnohistoria de América: nuevos enfoques, resultados y perspectivas, 3 al 7 de
noviembre de 2014, INAH. Coordinación Nacional de Antropología, Dirección de
Etnohistoria, Museo Nacional de Antropología, México.
-------- (2014b) “Hallazgos recientes en Tabuco, frontera sur de la Huasteca”. Ponencia presentada
en el II Taller de Arqueología de la Huasteca “Nuevas aportaciones para el estudio de la
Huasteca”, 10 al 14 de noviembre de 2014, Museo del Templo Mayor, México.
-------- (2014c) “Los Lienzos de Tuxpan: aspectos geográficos, económicos y políticos”, Coloquio
académico 75 años del INAH, Centro INAH Veracruz, Diciembre 2014, Veracruz.
-------- (2016) El antiguo Tochpan: aspectos de economía política en la frontera sur de la Huasteca
Veracruzana, Tesis doctoral, ENAH, México.
Meade, J. (1942) La Huasteca, época antigua, editorial Cossío, México.
Melgarejo Vivanco, J. L. (1970) Los Lienzos de Tuxpan, códices de tierras, editorial Estampa
Mexicana, México.
Noguez, X. (2016) “Documento. Los Lienzos de Tuxpan (Veracruz)”, Arqueología Mexicana,
editorial Raíces, XXIII (137), pp. 14-15.
Obregón Rodríguez, M. C. (1995) “La zona del Altiplano central en el Posclásico: la etapa de la
Triple Alianza” en: Manzanilla, L., López Luján, L. (Coords.) Historia Antigua de México,
vol. III, INAH, UNAM, Editorial Porrúa. pp. 265-306.
Ochoa, L. (1979) Historia prehispánica de la Huaxteca, Instituto de Investigaciones
Antropológicas, serie Antropológicas: 26, UNAM. México.
206
Los topónimos de la provincia tributaria de Tochpan
Ortiz, P., Aquino, L. (1987) “Rescate Arqueológico en Tabuco, Tuxpan, Veracruz. México”,
Boletín Informativo del Instituto de Antropología, 2ª época, 6, extraordinario, Universidad
Veracruzana, Xalapa.
Pascual Soto, A. (2009) El Tajín. Arte y poder, INAH, UNAM, CONACULTA, México.
Schreiber, J. K. (1992) “Prehistoric Empires”, en: Schreiber, K. J., Wari Imperialism in Middle
Horizon Peru, Anthropological Papers no. 87, Museum of Antrhropology, University of
Michigan.
Sepúlveda y Herrera, M. T., (2003), “Matrícula de tributos”, Arqueología Mexicana, editorial
raíces, edición especial no. 14, México.
Siméone R. (2004) Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, Siglo XXI editores, Colección
América Nuestra, decimoséptima edición en español, México.
Stark, B. L. (1999) “Formal Architectural Complexes in South-Central Veracruz, Mexico: a
Capital zone?”, Journal of field archaeology, 26 (2), summer, Published Quarterly by Boston
University. pp. 197-225.
Stresser-Péan, G. (1995) Le Codex de Xicotepec. Étude et interprétation, Gouvernement de l´état
de Puebla, FCE, Centre Français d´études Mexicaines et Centraméricaines, México.
Vela, E., (2011) “Los Tlatoanis Mexicas”., Arqueología Mexicana, editorial Raíces, edición
especial no. 40, México.
Wilkerson, J. (1972) Ethnogenesis of the Huastecs and Totonacs. Early cultures of north-central
Veracruz at Santa Luisa, Mexico, tesis, Tulane University of Louisiana.
207
LA TOPONIMIA FRENTE A LA ARQUEOLOGÍA Y A LA HISTORIA:
APORTES SOBRE LA OCUPACIÓN DE LA REGIÓN DE ACÁMBARO
EN EL MOMENTO DE LA CONQUISTA
Karine Lefebvre *
Resumen
Las fuentes históricas no dejan lugar a duda sobre el carácter multilingüe de la región de Acámbaro
(Guanajuato) al momento de la Conquista española. En esta región, ubicada en la periferia del
reino tarasco, se registró la presencia simultánea de poblaciones tarascas, otomíes, chichimecas e
incluso mazahuas. A través del cotejo de los datos arqueológicos, históricos y toponímicos, este
trabajo pretende medir la influencia de cada grupo en la denominación de los asentamientos y de
los elementos geográficos. Lo anterior permitirá reflexionar sobre la política de expansión y el
nivel de control que los tarascos ejercieron sobre los territorios y las poblaciones sometidas.
Abstract
Historical sources leave no doubt about the multilingual character of the region of Acámbaro
(Guanajuato) at the time of the Spanish Conquest. In this area located on the periphery of the
Tarascan kingdom, the simultaneous presence of Tarascans, Otomi, Chichimecas and even
Mazahua was registered. Through the comparison of archaeological, historical and toponymic
data, this paper aims to measure the influence of each group in the name of settlements and
geographical elements. This will allow to reflect on the tarascan policy of expansion and their level
of control exercised over territories and populations.
*
CIGA, UNAM Morelia, karine.lefebvre07@gmail.com
209
Karine Lefebvre
Introducción
El estudio de la toponimia como “fósil de la geografía humana”, para usar la expresión de Dauzat
(1947), es explotado por lo menos desde el siglo XIX para identificar, con más o menos éxito, los
territorios ocupados por poblaciones específicas. Autores como Elizabeth Zadora-Rio (2001)
rechazan el uso exclusivo de los nombres de ciudades, pueblos y parajes como sustituto de fuentes
arqueológicas e históricas para el análisis de la Geografía Histórica, que por ejemplo llevó a
considerar la ciudad de Querétaro como limite septentrional del reino tarasco basándose
únicamente en el origen purépecha del topónimo.
Consciente de la manipulación delicada de la toponimia, el objetivo de este trabajo es
analizar el registro toponímico de la región de Acámbaro del siglo XVI, procedente de las fuentes
escritas de esta época con el fin de confrontarlo con datos históricos y arqueológicos referentes al
dominio tarasco. A través de esta metodología pluridisciplinar, la meta es evaluar en qué medida la
toponimia ayuda a entender el impacto de la conquista tarasca en esta periferia del reino.
Al principio del siglo XVI la región de Acámbaro era parte del reino tarasco. La Relación de
Michoacán (Alcalá, 2008), principal fuente escrita referente al pasado prehispánico del antiguo
reino del Cazonci (soberano tarasco), cuenta que esta ocupación se remonta a la mitad del siglo
XV, hacia 1440, cuando la región fue conquistada por la coalición de los tres soberanos, Hiripan,
Tangaxoan e Hiquingaje, y sus aliados. Desde luego que este sector —ubicado a unos 130 km al
noreste de la cuenca de Pátzcuaro (corazón del reino), en el valle del río Lerma— se convirtió en
una zona de frontera para frente al imperio mexica al este, y contra los chichimecas al norte
(Figura 1); sin embargo, investigaciones arqueológicas llevadas a cabo durante la última década,
pusieron de manifiesto que no toda la región cayó bajo control tarasco, sino solamente la orilla sur
del río Lerma, mientras que la norte se quedó vacía de asentamientos permanentes, sirviendo de
zona “tapón” entre las distintas poblaciones (Lefebvre, 2012).
210
La toponimia frente a la Arqueología y la Historia
Elaboración propia
Una de las características de la conformación de reino tarasco era su carácter multiétnico, y según
numerosas fuentes históricas, la región de Acámbaro no fue una excepción a este fenómeno. Este
aspecto fue recién estudiado, 1 por lo tanto sólo comentaremos los principales hallazgos de esta
investigación necesarios para entender el contexto histórico-social general de la zona de estudio.
Varios documentos no dejan lugar a duda de la situación social compleja de la zona en la
cual convivían poblaciones tarasca, otomí, chichimeca, mazahua y matlaztinca. Aunque esta
plurietnicidad se menciona en las fuentes escritas coloniales, el patrón de distribución de las
poblaciones parece ser anterior a la Conquista. Su presencia resultaba del proceso de asentamiento
previo a la ocupación tarasca, donde las poblaciones se integraban al reino a través de la conquista
militar, pero también otros grupos fueron desplazados por la presión que ejercían los reinos
mexica y tarasco al crecer (Lefebvre, en prensa). Las Relaciones Geograficas, y en particular la que se
refiere a Acámbaro (Acuña, 1987), presenta fases de integración sucesivas del reino:
1
Para más informaciones sobre el carácter multiétnico de la región de Acámbaro, recomendamos al lector interesado
el artículo: K. Lefebvre, en prensa, “Espacio y Sociedad: la región de Acámbaro del Posclásico reciente al siglo XVI”,
en: Hans Roskamp y Sarah Albiez Wieck, Nuevas miradas sobre los antiguos michoacanos, Colegio de Michoacán.
211
Karine Lefebvre
de muchos a[ñ]os a esta parte, cuatro principales, con sus mujeres según su ley, partieron
de un sujeto de la provincia de Xilotepeq[ue] llamado Hueychiapan, y éstos trujeron
consigo hasta sesenta indios, ansimismo casados, los c[ua]les eran de nación otomí (y esa
lengua hablan); y estos cuatro principales, con los d[ic]hos indios, se fueron derechos al rey
y s[eño]r que en aquella sazón señoreaba la provincia que dicen de Mechoacan, y le dijeron
que ellos eran de nación otomí y que querían estar en su servicio, q[ue] les diese y señalase
lugar y tierras donde poblasen. El cual, admitiéndolos, les señalo un sitio junto a la ciudad,
que dicen Guayangareo, y ahí poblaron y estuvieron algunos días. Y, no hallándose bien, se
vinieron de en lugar en lugar, hasta llegar al río grande que pasa por este d[ic]ho pu[ebl]o,
y allí poblaron, gobernándose por las d[ic]has personas otomíes, no embargante q[ue e]l
reconocimi[en]to tenían al d[ic]ho s[eño]r de Mechoacan. El cual, desde a ciertos a[ñ]os,
envió a este d[ic]ho pu[ebl]o cuatro personas casadas, de su nación tarascos, mandándoles
q[ue] viniesen a poblar a donde estos otomíes estaban. Los c[ua]les vinieron y poblaron a
la falda del cerro que este d[ic]ho pu[ebl]o tiene, y, estando poblados, envió después [a]
otro principal que mandase y gobernase a los d[ic]hos tarascos, y este postrero q[ue] vino
trujo por mujer [a] una india llamada Acamba ; y, estando ella una vez bañándose en el río,
se ahogó, y, por memoria de la d[ic]ha india, pusieron por nombre a este lugar Acamba y,
[y]éndose corrompiendo la letra, le han venido a llamar Acámbaro, y éste es su origen. Y
[dicen] que el s[eño]r que entonces gobernaba en Mechoacan se llamaba Tariacure, y
entonces, por la orden q[ue] los otomíes les poblaron en este d[ic]ho pu[ebl]o, poblaron
ansimismo los indios que dicen chichimecas, los c[ua]les tuvieron siempre los
gobernadores del d[ic]ho Mechoacan, puestos en frontera para defensa de sus tierras
contra los indios mexicanos y otros enemigos suyos. (Acuña, 1987: 60-61)
Esta mención testimonia una verdadera secuencia cronológica del poblamiento de la región en la
cual aparecen varias etapas de migración: 1) la llegada de los cuatro principales otomís y sus sujetos
(60 familias) procedentes de Hueychiapan (Huichapan) y su asentamiento cerca de Guayangareo
durante un tiempo breve (“unos días”); 2) sus desplazamientos múltiples hasta llegar al “rio grande
que pasa por este dicho pueblo”, el cual podemos suponer que se trata de Acámbaro; 3) el envío
por el Cazonci, “señor de Mechoacan”, de otros cuatro tarascos (es decir, de cuatro linajes) para
poblar; 4) envío de “otros” tarascos (linajes) para gobernar.
Esta breve reseña histórica subraya un periodo relativamente largo durante el cual
ocurrieron varios movimientos migratorios hacia Acámbaro y toda la parte septentrional y
212
La toponimia frente a la Arqueología y la Historia
oriental del reino. Por estar muy cerca de su asiento de origen, se trataba principalmente de grupos
de la familia otopame (otomies, mazahuas, matlatzincas), y los denominados “chichimecas”.
No obstante, la dimensión temporal durante la cual sucedieron estos eventos queda
confusa. De acuerdo a la Relacion Geografica de Acámbaro, estos hechos sucedieron durante el
reinado de Tariacuri (1360-1420, según la cronología establecida por Claudia Espejel, 2008); sin
embargo, este indicio cronológico debe ponerse en tela de juicio ya que la Relación de Michoacán
(Alcalá, 2008) fecha la conquista de la región, por los tarascos, hacia la mitad del siglo XV,
posteriormente al reinado de Tariacuri. Este último es considerado como el héroe principal de la
Relacion de Michoacán, y de la historia tarasca en general, por ser el origen de la creación del reino;
213
Karine Lefebvre
Banded en la sierra de Ucareo (Hernández, 2000: 281-282). Este tipo de cerámica podría permitir
reconocer los asentamientos de estas poblaciones y confrontar la información con los datos
históricos; sin embargo, numerosas dudas fueron emitidas en cuanto a este supuesto origen, y de
manera más general, sobre la posibilidad de distinguir estas poblaciones a través de su cultura
material. Los análisis cerámicos de estos dos estudios se basan principalmente en recorridos de
superficie y, en menor proporción, en sondeos de pequeña dimensión. Para sustentar esta
hipótesis serían necesarias excavaciones extensivas con técnicas de fechamiento absoluto de
muestras fiables.
214
La toponimia frente a la Arqueología y la Historia
Mientras la falta de pruebas materiales impide ir más allá en el estudio del patrón de
asentamiento bajo la dominación tarasca, la multiplicidad de poblaciones produjo una sociedad
multilingüe. Desde luego, es interesante ver cómo eso se reflejó en la toponimia local.
La toponimia del antiguo reino tarasco sólo es asequible a través de las fuentes coloniales dado
que, como lo señala el cronista franciscano Jerónimo de Alcalá (2008: 5), “esta gente no tenía
libros”. Así pues, es necesario explotar la información temporalmente más próxima, como los
escritos de conquistadores y los primeros colonizadores europeos, redactados en los años y décadas
posteriores a su llegada. Los primeros registros toponímicos surgieron en los meses que siguieron a
la conquista de los distintos reinos, a través de las expediciones militares primero, y luego en las
encuestas administrativas realizadas con el fin de obtener mejor conocimiento de los nuevos
territorios y favorecer su repartición en encomienda, la explotación de los recursos naturales y de
las poblaciones, así como la recaudación de los tributos. La diferencia de temporalidad debe ser
considerada durante el análisis, puesto que en el momento del registro ya aparecían los primeros
cambios a nivel social y administrativo, y obviamente, la toponimia no quedó exenta de estos
cambios.
Las fuentes históricas que se refieren a la región de Acámbaro durante el primer siglo de la
época colonial son relativamente numerosas, lo que permite establecer un registro toponímico
bastante completo y, sobre todo, de un alto valor para el periodo que nos interesa. En este sentido,
varios tipos de documentos fueron consultados, en primer lugar, las crónicas elaboradas por los
frailes predicadores, tales como la Relación de Michoacán (Alcalá, 2008) ya evocada, o el relato del
fray Antonio de Ciudad Real (1976) quien acompañó al padre Ponce de León, en ese entonces
nombrado comisario general de la orden de San Francisco en la provincia del Santo Evangelio,
durante su visita a los conventos e iglesias de Nueva España entre 1584 y 1589, y contó el viaje en
forma de relato etnográfico, describiendo cada etapa de la expedición.
Sin duda alguna, la fuente más importante por la cantidad y calidad de información que
proporciona es la amplia documentación administrativa producida por las autoridades españolas.
215
Karine Lefebvre
Esta sociedad fue muy burocrática y realizó varias encuestas con el objetivo de reajustar la
organización administrativa y económica, y de ello se desprenden documentos como la Tasación
de Tributos de Ortega (AGI, Justicia, leg. 135, n°3, en Warren, 1985: 128), la Suma de Visitas de los
Pueblos (Paso y Troncoso, 1905) y las Relaciones Geográficas, en específico las de Acámbaro y
2
Dentro de los topónimos recolectados, tomamos en cuenta que el nombre de un mismo lugar podía escribirse de
distintas maneras ya que la ortografía de esta época era muy fluctuante.
216
La toponimia frente a la Arqueología y la Historia
Tabla 1. Lista de los topónimos coloniales colectados en las fuentes históricas del siglo XVI
Asentamientos humanos
1- Abingao 22- Indaparapeo * 45- San Mateo Coseo
2- Aguas Calientes * 23- Iramuco * (Yramuco) 46- San Mateo Tocuaro *
3- Aguaroneo 24- Jerécuaro * 47- San Miguel Tzurumbaro
4- Andocutín * 25- Jucapataro 48- San Miguel Uruciaquaro
5- Angunzeo 26- Los Chochones * 49- (San Nicolás) Huatzindeo *
6- Apeo * 27- Los Pescadores (Guatzindeo)
7- Apicaro 28- Mangungao 50- (San Pablo) Pejo *
8- Aramataro (Axamotaro) 29- Menguaro * (Emenguaro) 51- San Pedro
9- Arandaro 30- Oçumatlan * (Otzumatlan) 52- San Pedro Guingeo
10- Araró * 31- Paraquaro * 53- Santa Catalina
11- Bocaneo * 32- Paquisihuato * (Paquiguato) 54- (Santa Clara) Piucheo * (Piritzeo,
12- Cinapécuaro * (Zinapécuaro, 33- Pío * Pexiçeo)
Tzinapécuaro) 34- Puruagua * 55- Santa María
13- Chupícuaro * 35- Quérendaro * 56- (Santiago) Puruanciquaro *
14- Corao 36- Quineo (Puriantzicuaro)
15- Coroneo * 37- San Antonio 57- Taymeo * (Taimeo)
16- Curinguato * 38- San Bartolomé 58- Tarandaquao *
17- Curio 39- (San Francisco) Acámbaro * 59- Tarimbaro
18- Çiriçicuaro * (Ziritzicuaro, 40- (San Francisco) Inchamacuaro * 60- Tucura (sujeto de Indaparapeo)
Tziritzicuaro) 41- San Juan Bautista Maravatío * 61- Tzintzimeo * (Zinzimeo)
19- Guarameçeo 42- (San Juan) Tepacua * 62- Ucareo *
20- Guarunco 43- San Lucas 63- Yrapeo
21- Iciquaro 44- San Marco
Parajes
64- Cuarindameo 68- Paso de las Ovejas * 72- Xenapetaquaro
65- El Jaral * 69- Petemoxo 73- Yrapueo
66- Las cruzes * 70- Taximuango 74- Zaracuaro
67-Los Guiçales (Huisaches) 71- Tequirpio
Elementos geográficos
Cerros Elementos hidráulicos
75- Aberuato 92- Matzua 108- Caparra (río)
76- Acao 93- Onxequaro 109- Guiramidiro (río)
77- Arameguaro 94- Orireo * (Uerireo, Urireo) 110- Las Parras * (La Parra) (río)
78- Asomecuaro 95- Purucuado 111- Los Sauces (río)
79- Barajas 96- Quanaseo 112- Paquistaro (pantano)
80- Bermejo 97- Quirio 113- Pateje * (ojo de agua)
81- Cerro Chaparo 98- Santa María 114- Río Grande * (que viene de
82- Cerro Grande de Acámbaro * 99- Tarequane- Tariacachereo Toluca)
83- Cerro Gordo 100- Taringuaneo 115- San Miguel (río)
84- Chapata 101- Tecexio 116- Umbapeo (ojo de agua)
85- Cicicio 102- Tembendao 117- Vriaguao (río)
86- Ciguapo 103- Tocopani
87- Cinatio (Agustin) * 104- Tuaro
88- Cotzintiguato 105- Xacuynguato
89- Dos Tetillas * 106- Xanapetaquaro
90- Guanao 107- Yracho
91- Las Calexas (Las Caleras)
Los topónimos señalados * están representados en la figura 1 de este mismo artículo.
217
Karine Lefebvre
Desde el punto de vista del origen lingüístico, 93 de los asentamientos registrados tienen nombres
de origen indígena (o en parte indígena), y 40 en español (o en parte en español). Durante el
periodo colonial, la gran mayoría de los nombres de asentamientos se componían de una parte
europea (un nombre de santo) y otra indígena (en memoria del antiguo asentamiento). Esta
combinación característica resulta de las transformaciones llevadas a cabo en el patrón de
asentamiento por los españoles. Al desplazar a los pueblos prehispánicos desde los cerros, donde se
encontraban en vísperas de la Conquista, hacia las planicies donde se facilitaba su control, los
colonos cristianizaron el nombre indígena adjuntándole un hagiotopónimo.
Esta modificación ocurrió rápidamente en los años que sucedieron a la llegada de los
europeos y la evolución del topónimo aparece como una acción simbólica destinada a santificar el
lugar, ya que a través de ésta todo el pueblo se cristianizó; sin embargo, esta acción no fue la única
realizada con este fin, ya que se acompañó de la construcción de capillas, iglesias y conventos y del
bautismo de las poblaciones, participando de esta manera en una política de cristianización
generalizada.
Los ejemplos de esta asociación toponímica son numerosos: San Francisco
Inchamacuaro, 3 San Miguel Uruciaquaro, 4 San Pedro Uripitio, 5 San Miguel Curinguato 6… La
adjunción de un hagiotopónimo afecta de manera similar a todas las clases de asentamientos, tanto
a los pueblos mayores (cabeceras o centros religiosos importantes: San Francisco Acámbaro, San
Juan Bautista Maravatío), como a los pueblos sujetos (Santa Clara Piucheo, 7 San Pedro
Guingeo 8). A lo largo del tiempo, y a veces en un periodo muy breve después de su establecimiento
(a partir de los años 1540), muchos de estos topónimos perdieron alguno de sus componentes
europeo o indígena. No parece que hayan existido reglas que expliquen la elección de la parte
conservada (el tamaño o la importancia administrativa de la población, el papel en la jerarquía
3
AGN, Mercedes, vol 17, exp. 107, fs. 33v-34
4
AGN, Mercedes, vol 18, fs. 107-107v
5
AGN, Congregaciones, vol. único, exp. 169 fs 89v - 90
6
Ídem.
7
AGN, Mercedes, vol. 19, fs 246-246v
8
AGN, Mercedes, vol. 20, f. 179
218
La toponimia frente a la Arqueología y la Historia
religiosa, tampoco una repartición geográfica que hubiera reflejado una moda local), ya que
algunas veces se conservó el nombre indígena, como en el caso de (San Mateo) Tocuaro, 9 o (San
Francisco) Acámbaro, 10 mientras que en otras ocasiones sólo permaneció el hagiotopónimo, como
en San Juan (Tepacua). 11
La conservación del nombre indígena podría revelar la persistencia de la denominación
usada desde la época prehispánica pero, ¿cómo explicar la preferencia por el hagiotopónimo? Por
otro lado, es importante señalar que, si bien en la documentación oficial aparece claramente la
elección entre uno u otro de los componentes toponímicos, con frecuencia vuelve a aparecer el
nombre completo años, o incluso décadas después, lo que demuestra que se trata de un topónimo
atrofiado y no de un cambio o una sustitución. 12
Este apartado enfocado en la toponimia colonial puede parecer fuera de los alcances de
este trabajo, sin embargo demuestra una permanencia de la toponimia durante el primer siglo de la
época colonial, y por lo tanto, manifiesta que este corpus puede ser utilizado para el estudio del
periodo anterior.
Tras estas primeras observaciones del registro toponímico pueden destacarse varios puntos. En
primer lugar, la mayoría de los topónimos registrados se refieren a asentamientos, lo cual se explica
por la importancia de los pueblos como puntos de referencia para ubicar administrativamente las
tierras otorgadas o en litigio. Por lo general, se hace referencia, en orden de prioridad, a un
referente antrópico (pueblo, propiedad de un tercero), a unos elementos geográficos (cerros,
barrancas, ríos), y por último, a la presencia de una especie vegetal específica. En cambio, es más
9
AGN, Mercedes, vol. 15, fs. 190-190v
10
AGN, Mercedes, vol.3, exp. 443, f. 187v
11
AGN, Mercedes, vol. 17, exp 105, fs. 33-33v
12
Un caso particular es el de Santa Clara Piucheo, pueblo sujeto de Acámbaro (AGN, Mercedes, vol. 19, fs 246-246v).
Su nombre completo pocas veces aparece en la documentación colonial. Ya desde los años 1580, se realiza un apócope
del nombre de santa (Santa Clara), de esta manera, el pueblo será conocido como Pirihtsio en la Relación Geográfica
de Acámbaro (Acuña, 1987: 62) y como Piriseo en un mapa fechado de 1579 conservado en el AGN (AGN, Tierras,
vol. 2809, exp. 27, fs 13). Sin embargo, es interesante observar que hoy en día, este mismo pueblo está registrado bajo
el nombre de Santa Clara. Entonces, existe una verdadera fluctuación de las denominaciones a lo largo del tiempo.
219
Karine Lefebvre
escaso el uso de un micro topónimo para ubicar un lugar determinado. Esta “casi ausencia” de
nombre de paraje resulta un problema ya que, o no existían o eran poco numerosos, lo que parece
poco probable. Se puede afirmar con certeza que éstos no fueron registrados por los españoles.
En segundo lugar, se puede observar que las transformaciones toponímicas se
manifestaron de manera temprana. Primero, a través de la combinación ya mencionada
(hagiotopónimo y topónimo indígena), que por lo general ocurre en los primeros años de la
colonización, cuando desplazaron a los pueblos; pero también aparecen verdaderas sustituciones,
es decir, reemplazos del nombre indígena por una palabra española. Estas transformaciones
afectan principalmente a los nombres de elementos geográficos. Aunque los ejemplos colectados
fueron poco numerosos, revelan que estos cambios sucedieron más tarde, muchos de ellos incluso
más de medio siglo después de la llegada de los primeros colonos. Por ejemplo, en 1583 una acta
del ramo Mercedes del AGN menciona a un cerro llamado “Cinatio y por otro nombre Agustín”
(AGN, Mercedes, vol. 11, fs. 265v-266). A partir de esta fecha, esta sierra, hoy en día llamada Los
Agustinos, siempre aparece en las fuentes históricas con su denominación española. 13 Se trata del
único ejemplo de identificación concreta de una transformación toponímica radical.
El corpus colectado contiene otros nombres de elementos geográficos, pero éstos aparecen
de manera exclusiva en idioma indígena o español, sin que se pueda hacer un vínculo entre ellos y
así poner de manifiesto su evolución. Es de destacar que los nombres en español se registraron
principalmente a partir de los años 1560-1570, pero nombres de elementos geográficos en idioma
indígena van a seguir utilizándose a lo largo del siglo XVI e incluso durante el XVII. Por otro lado,
es interesante observar que en el caso de Cinatio/Agustín, el cambio no resulta de una traducción
sino de una nueva nominación, sin que exista cualquier vínculo aparente entre los dos topónimos.
A pesar de esta evidencia, no se debe generalizar este fenómeno con base en tan pocos elementos.
Finalmente, el porcentaje de los idiomas en este corpus también resulta ser un punto
relevante. El español representa un 30% y los idiomas indígenas un 70%, pero dentro de este
segundo grupo, el purépecha es claramente mayoritario (91 sobre 93), tanto para los
asentamientos como para los elementos geográficos. Sólo fueron registrados dos nombres de lugar
13
Este documento se refiere a un cerro denominado Agustín, sin embargo actualmente el conjunto de la sierra es
llamado Los Agustinos.
220
La toponimia frente a la Arqueología y la Historia
en otomí: Tocopani, corresponde a un cerro 14 no muy lejos de la sierra de Los Agustinos; el otro es
Pateje, un ojo de agua localizado próximo al pueblo de Puruagua.
Confrontados con fuentes históricas y vestigios arqueológicos, los datos toponímicos permiten un
mejor conocimiento de las políticas de dominación de los tarascos en las regiones periféricas del
reino.
Dentro de los topónimos de asentamientos registrados durante el principio de la época
colonial, con certeza cinco corresponden a pueblos en los cuales se registró la presencia tarasca, o
mejor dicho, la presencia de poblaciones procedentes del corazón del reino. Tras sus conquistas,
los tarascos mandaban a sus emisarios en los centros mayores para sustituir a la élite local y
asegurar la dominación de las poblaciones 15 (Alcalá, 2008: 155). Así, la Relación Geográfica de
Acámbaro confirma que “desde [h]a ciertos a[ñ]os, [el cazonci] envió a este d[ic]ho pu[ebl]o
cuatro personas casadas, de su nación tarascos” (Acuña, 1987: 61). En la expresión “personas
casadas” hay que entender la presencia de verdaderos linajes tarascos en estos pueblos cabeceras, es
decir los emisarios, pero también su familia y su cuerpo auxiliar, lo que amplía el número de
“huéspedes permanentes” o “advenedizos”. Estos linajes son los que vinieron a gobernar y a
representar al cazonci en la región, por lo tanto, el uso de topónimos en idiomas purépechas para
los asentamientos de Acámbaro, Maravatío, Ucareo, Indaparapeo, Taimeo y Araró podría resultar
de la presencia de estos representantes, y por lo mismo, coincidir con la abundancia de cerámica
tarasca importada desde la zona núcleo.
Algo similar ocurrió en Zinapécuaro, que fue uno de los principales centros religiosos de la
región por acoger el templo de la diosa Cueráuaperi, madre de todos los dioses (Alcalá, 2008,
14
“a la halda de un cerrillo redondo que llaman en lengua otomite tocopani” (AGN, Mercedes, vol. 18, exp. 577, fs.
154v-155).
15
“Y no hacían asiento los pueblos, como no tenían regidores y cabezas, que se meneaban los pueblos y no estaban
fijos, y de contino estaban temiendo y alterados. Y entraron en su consejo Hiripan y Tagáxoan y Hiquíngaje y dijeron:
‘hagamos señores y caciques por los pueblos, que placerá a los dioses que sosiegue la gente’. Y fueron por todos los
pueblos y hicieron caciques, y los isleños tomaron una parte en la tierra caliente y los chichimecas otra parte a la
man[o] derecha, en Xénguaro, Cherani, Cumachen; y así sosegaron todos. Y se hizo un reino.”
221
Karine Lefebvre
16
El pueblo prehispánico de Piucheo domina al asentamiento colonial de Santa Clara Piucheo. Se encuentra en la
cima de un cerrito ubicado al norte de la dicha aglomeración.
17
“los naturales de los pueblos de Pateo Tupatero Tungareo y Cengio de la doctrina de Marabatío en la provincia de
Michoacán me an hecho relación de que por ser de nación otomí distinta de la tarasca les fue concedido se
congregasen en un puesto y barrio distinto del pueblo de Maravatío en un sitio llamado Puquichamuco”.
222
La toponimia frente a la Arqueología y la Historia
El conjunto de los topónimos listados resulta expresado en el idioma de la etnia dominante en este
momento, es decir, de los tarascos. Este dato es tanto más importante ya que la hegemonía tarasca
fue breve en la región, unos 80 años. Los datos arqueológicos demuestran que la imposición
uacusecha sólo introdujó cambios menores en el patrón de asentamiento local ya que tomaron
posesión del territorio y se apoyaron en la estructura existente, conservando los pueblos cabecera,
la organización administrativa general y los vínculos de jerarquía establecidos (Lefebvre, 2012).
La Relación de Michoacán (Alcalá, 2008: 154, 156-157) subraya que las cabeceras Araró,
18
Existe en la región, varios lugares denominados Maravatío: Santiago Maravatío y Maravatío del Encinal, ambos
localizados cerca de Salvatierra, y Maravatío de Ocampo (Michoacán). A este último nos referimos ahora, sin embargo
cabe subrayar que pueblo sufrió varios desplazamientos desde la época prehispánica.
223
Karine Lefebvre
substituido por los nuevos dirigentes, quienes una vez en posesión del territorio los renombraron
todos, independientemente del grupo étnico presente y de su antigüedad.
Los actos administrativos del siglo XVI analizados para registrar los nombres de lugar,
proporcionan una toponimia que podemos considerar de “oficial”, es decir, la que los mismos
dirigentes de la zona transmitieron a los conquistadores europeos, la usada por su administración
o para narrar la historia de los tarascos, tal como la contaban una vez al año durante la fiesta de
Equata Consquaro, cuya tradición oral sirvió de base para la redacción de la Relación de Michoacán
(Alcalá, 2008). Paralelamente a esta documentación, que registró de manera exclusiva los
topónimos de asentamientos en idioma purépecha, algunas fuentes escritas parecen indicar que
podían existir varios topónimos referentes a un mismo lugar.
Un primer ejemplo procede de la transcripción del acto de fundación del pueblo de
Acámbaro, incluido en la obra del fray Pablo Beaumont (1932, T. II: 298-306), el cual indica que
“[el] pueblo de San Francisco de Acámbaro Nuevo Pueblo, le dicen en Otomi Maguadan, y en
lengua tarasca, Acámbaro”. Estos dos topónimos tienen un significado similar: “lugar de los
magueyes” en su idioma respectivo, sin embargo, este caso de doble denominación para un mismo
asentamiento debe ser considerado con precaución, ya que en la década de 1520, durante la
conquista de la zona por los españoles y su establecimiento en Acámbaro, éstos fueron
acompañados por aliados otomíes procedentes de la zona de Jilotepec, que les apoyaron durante
sus avances (Beaumont, 1932, T. II : 298-299), por lo tanto, es difícil asegurar que esta doble
denominación existía previamente a la conquista española, o si por el contrario, resultó del
establecimiento de esta población alóctona.
Otro documento, redactado por el fraile agustino Diego de Basalenque en 1640, recién
estudiado por Etna Pascacio Montijo y Carlos Paredes Martínez (2014), coincide con esta idea de
pluridenominación. Este manuscrito fue escrito en la población colonial de Charo (Michoacán),
asentamiento multiétnico ― principalmente matlatzinca― , ubicado al oriente de Michoacán,
región de múltiples migraciones de pueblos de la familia otopame en los siglos XIV y XV. El
224
La toponimia frente a la Arqueología y la Historia
religioso se retiró en este pueblo a partir de 1636 y aprendió los idiomas matlatzinca y tarasco,
para los cuales redactó un diccionario y una gramática. El manuscrito de 1540 proporciona una
lista de 91 topónimos en purépecha o en náhuatl, varios de los cuales tienen un equivalente en
matlatzinca. Dentro de este corpus documental, 12 asentamientos se encuentran en nuestra zona
de estudio: Acámbaro, Indaparapeo, Emenguaro, Huatzindeo, Huripitio (Uripitio), Mauatio
(Maravatío), Pío, Queréndaro, Ucareo, Bocaneo, Tzinapécuaro (Zinapécuaro), Tziritzicuaro
(Tabla 2). Todos, con excepción de Huatzindeo y Pío, presentan un equivalente en matlatzinca.
De acuerdo con Pascacio y Paredes (2014), en estos casos precisos existe una
correspondencia entre los significados como en el caso de Acámbaro presentado por Beaumont. El
conjunto de los topónimos indígenas registrados se forma de un locativo (el sufijo “-ro” en el caso
de los nombres tarascos, y el prefijo “py-” en el de los matlazinca) y un nombre relacionado con
una característica del lugar que sea orográfica, hidrológica o vinculada con la vegetación o la fauna.
En el caso de las parejas toponímicas listadas por Basalenque, se observan dos tipos de relaciones
(Pascacio Montijo y Paredes Martínez, 2014). En primer lugar, las traducciones literales, por
ejemplo, en purépecha Acámbaro: “acamba” (akamba) que significa maguey, y el locativo “-ro”; y
en matlatzinca Pyxumi: con el locativo “py-” y “xumi” (sumi), que también significa maguey. En
segundo lugar, las correspondencias de las ideas expresadas, que representan una porción más
importante. Un ejemplo es el caso de Huaniqueo, que en tarasco significa “donde tuestan el maíz”,
mientras que en matlatzinca es “py tuhumi” (“la troje de maíz”). Esta sociedad multiétnica es al
origen de una toponimia compleja en la cual los pares (o más 19) tienen un mismo sentido, o
parecido, en su idioma respectivo.
La distribución de los topónimos dentro de la pirámide administrativa es interesante:
cuatro de estos pares toponímicos se refieren a sitios cabeceras (ya desde la época prehispánica):
Acámbaro, Indaparapeo, Maravatío, y Ucareo; Zinapécuaro remite a uno de los principales
centros religiosos de la región; mientras que los siete últimos son asentamientos menores. Esta
“toponimia plural” concierne a las distintas clases de asentamientos, cualquiera que sea el origen
étnico de sus residentes, ya que en este caso se otorgan nombres matlatzinca incluso a las cabeceras
19
En el caso de Acámbaro, registramos hasta ahora tres variantes del nombre de un mismo lugar: en purépecha, otomí
y matlatzinca.
225
Karine Lefebvre
en las cuales vivía población purépecha. Lo mismo pasa en Tziritzicuaro (Ciricicuaro), igualmente
denominado Py Ntehegti en matlatzinca según el documento de Basalenque, mientras que su
población es otomí.
Es importante subrayar los límites de la explotación de este documento, y por lo tanto de
las hipótesis y planteamientos basados en la lista elaborada por Basalenque en 1640, más de un
siglo después de la Conquista española. En efecto, como lo menciona con toda razón C. Paredes
(comunicación personal, 2015), en otra documentación colonial difícilmente encontramos
topónimos matlatzincas que inicien con el locativo “py-”, por lo tanto, otra vez es difícil afirmar si
esta doble toponimia se remonta a la época prehispánica o si al contrario, es el resultado de una
traducción realizada por Basalenque que, cabe recordar, hablaba a la vez purépecha y matlatzinca.
La administración española sólo registró y conservó los nombres purépecha (a través de la
composición hagiotopónimo - topónimo indígena). Estos topónimos probablemente fueron
proporcionados por las autoridades que entonces estaban en el poder, es decir, por los tarascos,
pero si consideramos valida esta hipótesis de pluritoponimia, los otros grupos étnicos (otomís,
matlatzincas, “chichimecas”) tenían un equivalente en su propio idioma, no solamente para los
sitios en los cuales estaban establecidos, sino también para los otros pueblos ocupados por
poblaciones distintas. La lista de Basalenque sólo registra 13 asentamientos de los 42 identificados
en la región, proporcionando así una muestra muy débil; sin embargo, nos da a entender que este
fenómeno debía de ser generalizado a la casi totalidad, o incluso a la totalidad de los pueblos.
Por otro lado, la sustitución toponímica realizada por los tarascos al conquistar la región
no se concentra exclusivamente en los asentamientos, sino que se extiende al conjunto de los
elementos antrópicos y naturales, dado que también afecta a los relieves y a los parajes cuyos
topónimos son casi todos en purépecha. Los dos únicos topónimos registrados en otomí,
referentes a un cerro y a un ojo de agua, se encuentran en la orilla norte del rio Lerma, es decir, en
la zona de transición vacía de población durante el Posclásico tardío, mientras que todos los demás
se registran en purépecha. Estas dos excepciones podrían resultar de una evolución colonial, y
particularmente del desplazamiento de población otomí que ocurrió durante el siglo XVI. Los
españoles llevaron a cabo una importante redistribución de las poblaciones con vista a favorecer la
colonización y la explotación (ganadera y luego también agrícola) de este amplio territorio.
226
La toponimia frente a la Arqueología y la Historia
Tabla 2. Lista de topónimos de la lista de fray Diego de Basalenque ubicados en la zona de estudio
(extracto de Pascacio y Paredes, 2014)
Purépecha Matlatzinca
<Acambaro> <py xumí>
Acámbaro 'lugar de magueyes' 'en los magueyes'
<acamba> akamba 'maguey' <xumí> šumi 'maguey'
BS: 'el maguey, planta de la tierra
*<Andaparapeo> <py ntihitzoni>
Indaparapeo, Andaparapeo 'lugar de juego' <ntihi> (n)thihi 'juego'
<andaperaqua> andaperakua 'tipo de juego <tzoni> ?
<Emenguaro> <py xíthuhui>
'lugar donde se da pronto el maíz', 'Sementera de riego' 'en el maiz'
(D.G.) <xi> ši 'hierba'
<thuhui> thuwi 'maiz'
BS: in thuhuí 'mazorca de maíz seco'
<Huatzindeo>
<Huripitio> <py pathahui>
Podría relacionarse con <huritzeni> 'calentar al sol' 'en el agua caliente'
(Gilberti) <pa> pa 'caliente'
<thahui> (n)tawi 'agua'
BS: ni te panthahuí 'donde se calienta el agua'
<Maruatio> <py ntunibi>
Maróatio 'en la piedra preciosa'
maruuati 'cosa preciosa' <ntunibi> (n)tonibi 'piedra preciosa'
(n)to 'piedra'
nibi 'preciosa' ?
BS: ni thonibi 'piedra preciosa'
<Pío>
Piyo, 'nombre del acompañante del intérprete
<Querendaro> <py beyehui>
'Lugar de peñascos' 'en el lugar de la peña'
querenda 'peñasco' <be> be 'locativo'
<yehui> yewi 'peña'
<Uquareo> <y buhami> ?
'lugar de uquares'
uquar 'valeriana tolucana'
ro 'lugar de'
Puede también derivarse de <hucareni> 'fructificar los
árboles'
<Vocaneo> <py tabetzata>
<tabe> ?
<tzata> 'fiera, bestia'
BS: <in tzata> 'bestia trabadora'
<tzínapequaro> <py nuchobi> ?
'lugar de obsidiana' <nu> nu 'cabeza, punta'
tzinapu 'obsidiana' <chobi> čobi 'navaja, obsidiana' (?)
BS: <in chobí> 'la navaja'
<tzíritzequaro> <py ntehegti> ?
227
Karine Lefebvre
Estos registros dan a pensar en la manera en que los tarascos concebían y administraban sus
territorios. Los representantes tarascos mandados por el cazonci en las regiones conquistadas no
sólo sustituyeron a la élite local con su presencia “permanente”, también tuvieron una incidencia
en los topónimos; mientras que el patrón de asentamiento no resultó muy afectado por esta
dominación, los tarascos procedieron a una sustitución sistemática de los topónimos. Según los
ejemplos colectados, si consideramos válida la lista proporcionada por Basalenque, este cambio no
resultaba de una adaptación fonética o de un cambio total de sentido (como lo ocurrido tras la
conquista española con el caso del cerro Agustín), sino de una traducción de los nombres o de las
ideas cargadas por el topónimo; sin embargo, el nombre original no desaparece pero su uso se
vuelve más local, mientras que el topónimo oficial permanece en purépecha. Además, los distintos
movimientos de poblaciones que ocurrieron bajo la dominación tarasca siguieron acentuando esta
diversidad toponímica, proporcionando nombres en purépecha, otomí, matlatzinca,
prácticamente a todos o casi todos los pueblos.
Esta conversión de los nombres de lugar impuesta por los tarascos contribuyó a la política
de control y sujeción de la región conquistada y de sus habitantes, de la misma manera que la
sustitución de la elite local, la introducción de la cultura tarasca a través de la importación de
artefactos procedentes del corazón del reino a través del comercio, e incluso de su imitación local
para que llegaran hasta los asentamientos más pequeños y rurales. El hecho de que se trata de una
traducción de los nombres locales permite establecer paralelos con el manejo del patrón de
asentamiento, que se entiende como el dominio de las estructuras preexistentes.
Este fenómeno de transcripción toponímica concuerda con los datos proporcionados por
la Relación Geográfica de Acámbaro: “hablan [las] lengua[s] tarasca, otomí, chichimeca y mazahua.
La lengua tarasca es la general” (Acuña, 1987: 63). Así, distintos idiomas eran usados de maneras
simultáneas en esos territorios, pero el purépecha fue presentado como el “oficial” de la
administración, de la política y, de manera más general, del poder central. Lo anterior explica por
qué los españoles sólo registraron y conservaron “la voz tarasca”.
228
La toponimia frente a la Arqueología y la Historia
Conclusión
Fuentes
229
Karine Lefebvre
provincias de la Nueva España siendo comisario general de aquellas partes, UNAM: IIH,
México.
Dauzat, A. (1947) Les noms de lieux, Librairie Delagrave, Paris.
Espejel Carvajal, C. (2008) La justicia y el fuego: dos claves para leer la Relación de Michoacán, El
Colegio de Michoacán, Zamora.
Gorenstein, S. (1985) “Acámbaro: Frontier settlement on the Tarascan-Aztecan border”,
Vanderbilt, University Publication in Anthropology, 32, Vanderbilt University, Nashville,
Tennessee.
Hernandez, C. E. (2000) A history of prehispanic ceramics, interaction, and frontier development in
the Ucareo-Zinapécuaro obsidian source area, Michoacán, México, dissertation for degree of
doctor of philosophy, Tulan University.
Lefebvre, K. (2012) L’occupation du sol dans la région d’Acámbaro entre le Postclassique récent et le
XVIe siècle, thèse de doctorat: Archéologie, Université de Paris I, Panthéon-Sorbonne, Paris.
-------- (en prensa) “Espacio y Sociedad: la región de Acámbaro del Posclásico reciente al siglo
XVI”, en: Roskamp, H., Albiez Wieck, S. (Eds.) Nuevas contribuciones al estudio del antiguo
reino tarasco, Colegio de Michoacán.
Paso y Troncoso, F. (1905) Papeles de la Nueva España: Suma de visitas de pueblos por orden
alfabético, segunda serie, geografía y estadística, Est. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, t.
I., Madrid.
Pascacio Montijo, E. T., Paredes Martínez, C. (2014) “El registro de fray Diego Basalenque
(1640): notas en torno a la toponimia matlatzinca y purépecha”, ponencia presentada en
XVI Coloquio Internacional sobre Otopames, 20 al 24 de octubre, Museo Nacional de
Antropología, México.
Warren, B. (1985) The conquest of Michoacán, the spanish domination of the tarascan kingdom in
western Mexico, 1521-1530, University of Oklahoma Press.
Zadora-Rio, E. (2001) “Archéologie et toponymie: le divorce”, Les petits cahiers d’Anatole, 8,
[http://www.univ-tours.fr/lat/pdf/F2 8.pdf.].
230
PROBLEMAS EN LA EVOLUCIÓN DE LOS TOPÓNIMOS DE LA ZONA ARQUEOLÓGICA
DE HUAPALCALCO, TULANCINGO HIDALGO Y SUS ALREDEDORES
Enriqueta M. Olguín *
Resumen
Abstract
In terms of archeology to study topography and toponymy is crucial, first, because of this depends
the location of the place regarding the place in which the archaeological remains are inscribed
upon; secondly because in Mexico, the place names often suggest the linguistic affiliation of some
specific human village, as well as, political, economic, social and cultural relation that prevailed at
certain times of development; third, because ignorance on the evolution of place names often
hinder their conclusions about the places the archeologist explore. These are the main
considerations that led the development of this text on the current Huapalcalco Archeological
Zone.
*
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Instituto de Artes, kikiolguin@hotmail.com
231
Enriqueta M. Olguín
Introducción
como el estudio bibliográfico y crítico de los escritos sobre historia y sus fuentes, así como de los
autores que han tratado estas materias. Ahora bien, en tanto los arqueólogos hacemos estudios
bibliográficos y críticos sobre lo escrito en las fuentes históricas, en los informes arqueológicos
editados e inéditos y sobre las interpretaciones arqueológicas que integran los antecedentes de un
lugar arqueológico que se ha detectado, recorrido superficialmente o excavado, puede decirse que
los arqueólogos hacemos Arqueografía.
La Arqueografía de la Zona Arqueológica de Huapalcalco ha obligado a notar y a llamar la
atención sobre numerosos cambios y errores en su toponimia. Los nombres de la propia zona, de
los elementos topográficos que la integran y de aquellos que existen en sus alrededores se han
sustituido, sobrepuesto, confundido, cambiado o perdido al interior y al exterior de dicha zona y
en una buena parte de su paisaje. Las modificaciones de la toponimia, no siempre registradas en los
archivos municipales, históricos y arqueológicos, llegan a dificultar la administración oficial del
municipio de Tulancingo de Bravo, Hidalgo, —al que pertenece Huapalcalco—, y a confundir los
antecedentes históricos de ese lugar, de ahí la importancia de registrar dichos cambios.
Estas transformaciones también tienen implicaciones en lo que corresponde a las
interpretaciones arqueológicas sobre las relaciones que establecieron los habitantes de la época
prehispánica con el espacio que aprovecharon y con su paisaje. Con este trabajo se desea dejar por
sentado la existencia de los cambios de la toponimia en Huapalcalco aclarando en lo posible su
evolución y esperando motivar a otros especialistas para que abunden sobre la materia y sobre los
problemas derivados de la misma. De igual modo, se explicitan dos problemas centrales en torno al
topónimo de Huapalcalco. De ambas interrogantes derivan otras que sólo se mencionarán en el
presente en términos muy generales.
232
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
El topónimo “Huapalcalco”
El topónimo de Huapalcalco (el lugar de la casa de tablas) entraña ya de por sí confusiones en las
fuentes históricas y en los trabajos arqueológicos por varias razones. El primer problema consiste
en la confusión que surge al asumir que el topónimo de Huapalcalco tiene una identificación
problema surge de la ignorancia a propósito del topónimo, el cual compartieron varios lugares
durante diferentes tiempos y en distintos espacios.
Ha de observarse que el primer problema deriva de la información histórica sobre los
toltecas y Quetzalcoatl. Ixtlilxóchitl (1985, T. I: 268,) afirma que: “Cumplidos los veinte y seis
años [los toltecas] se volvieron a Tulantzinco, en donde hicieron una casa muy grandísima de
tablas en que cabía toda la gente y estuvieron aquí casi diez y seis años…”. Sobre esta cita hay que
decir que ni antes ni después de ella Ixtlilxóchitl habla de una estancia previa de los toltecas en
Tulancingo. El mismo autor tampoco dice hacia dónde se fueron y desde dónde regresaron esos
toltecas, como bien observó Wigberto Jiménez Moreno (1999a: 11), quien elaboró una solución
hipotética para subsanar esta falta de información.
Según la hipótesis de Jiménez Moreno, durante el Epiclásico y hacia el fin de Teotihuacán
III (750-800 d.C.), los olmecas históricos invadieron Cholula desplazando a los pipiles y a sus
sabios (tlamantinos), quienes se fueron hacia el sur de Veracruz, el Soconusco y finalmente a los
Altos y la costa de Guatemala, para luego regresar por la costa del Golfo de México, vía
Coatzacoalco, Tuxtepec, Zempoala, Huejutla, Ixtatexotla, Tulancingo y Tula. Esto coincide con
la época en la que cobró importancia Cacaxtla (650-800 d.C.), gracias a la llegada de gente de la
costa del Golfo (Piña Chan, 1998: 17, 25, 32). En ese lapso también cobraron relevancia
Xochicalco, El Tajín y Huapalcalco. De acuerdo con esta hipótesis, aquellos toltecas huyeron de
los olmecas históricos y luego regresaron pasando por Tulancingo.
En los Anales de Cuauhtitlán (1975: 8) se afirma que Quetzalcoatl llegó a Tollantzingo, y
que ahí permaneció cuatro años, viéndose obligado a construir su casa de ayunos, una edificación
de tablas verdes. En ninguna de las dos citas se especifica desde dónde llegó Quetzalcoatl a
233
Enriqueta M. Olguín
Tulancingo, pero es importante tener presente que aquella estructura arquitectónica se hizo de
tablas verdes, color que en la iconografía de Huapalcalco es especialmente importante. 1 En
adición, en la Historia Tolteca-Chichimeca se dice que los toltecas permanecieron en Tulancingo y
que ahí construyeron una “casa muy grandísima de tablas…” (Kirchhoff, et al. 1976: 144, 268).
Lo primero que destaca en las citas anteriores es la ausencia del topónimo Huapacalco, en
su lugar se hace referencia al de Tulancingo, sin embargo, resulta evidente que en esas fuentes se
describe una construcción arquitectónica que remite al significado etimológico del topónimo
Huapalcalco, derivado de Uapalcalli, que se compone de uapalli (madera, tablón, viga pequeña),
de calli (casa), y el locativo co (lugar de), por lo que Huapalcalco quiere decir tienda, pabellón o
casa de madera;
Figura 1. Glifo del topónimo Huapalcalco que figura en el Códice Mendocino (1925: f. 28)
Antonio Peñafiel (1885:115) tradujo el topónimo náhuatl como tienda o casa de tablas, así que el
nombre Huapalcalco puede traducirse como lugar de la casa de madera o lugar de la casa de tablas
(Figiura 1), lo que conduce a interpretar las citas anteriores como que cuando Quetzalcoatl llegó a
Tulancingo, se construyó Huapalcalco. Esto también explica cómo es que fray Bernardino de
Sahagún relacionó de manera directa a Huapalcalco con Tulancingo:
1
Los colores verde y azul, en diferentes tonos, que se han encontrado en distintas piezas arqueológicas procedentes de
Huapalcalco, se refieren a una iconografía en la que el ciclo del agua era muy importante (Olguín, 2014ª, 2014 b).
234
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
Primeramente los toltecas, que en romance se pueden llamar oficiales primos, según se dice, fueron
los primeros pobladores de esta tierra, y los primeros que vinieron a estas partes que llaman tierras
de México, o tierras de chichimecas; y vivieron primero, muchos años en el pueblo de
Tullantzinco, en testimonio de lo cual dejaron muchas antiguallas allí, y un cu que llamaban en
indio Uapalcalli el cual hasta ahora, y por su tejado de piedra y peña ha durado tanto tiempo.
(Sahagún, 1979: 613). 2
Queda claro entonces, que en las referencias hasta ahora citadas Tulancingo y Huapalcalco se
utilizan como sinónimos, y que ambos se relacionan con Quetzalcoatl, deidad presente en la mayor
parte del tiempo y de los espacios mesoamericanos, y que luego aparece como un personaje
referido en la segunda parte de la historia de los toltecas, como afirmó el maestro Wigberto
Jiménez Moreno (1999a: 9). El nexo entre Tulancingo, Huapalcalco y Quetzalcoatl de ningún
relación se debe el que Jiménez Moreno esperaba que los trabajos de Florencia Müller y César
Lizardi en Huapalcalco llenaran el hueco de información existente en las fuentes históricas sobre
la presencia de los toltecas en Tulancingo:
Generalmente casi todas las demás versiones de Ixtlilxochitl comienzan con la emigración [de los
toltecas] desde Huehuetlapallan, en la zona de Coatzacoalco y después la migración continúa hasta
ciertos lugares como Tuxtepec, Quiahuiztlan, ya muy cerca de Zempoala, y luego a Zacatlán en la
Sierra Norte de Puebla, etc., hasta ir a dar a Huejutla, Ixtatlexotla, de allí a Tulancingo y
finalmente a Tula. Es uno de los primeros problemas que se nos presentan porque no coincide con
los datos arqueológicos y los demás datos históricos esta versión de Ixtlilxóchitl.
Podría pensarse quizá que algunos de aquellos pipiles que emigraron hacia Chiapas y de ahí a
Guatemala, hubiesen regresado por esta vía desde la zona de Coatzacoalco para llegar a Tulancingo
y finalmente a Tula, es una posibilidad naturalmente, que podemos tomar en cuenta. Hay además
la circunstancia de que posiblemente cuando Ixtlilxóchitl nos habla de unos toltecas reinando ya
en Tula, quizá haya querido darnos más bien una pista de que se trata de los de Tulancingo. Los
jeroglíficos de los dos sitios son muy semejantes, tienen un elemento común y es una posibilidad
que no podemos completamente descartar, sin que yo quiera decir que ya está resuelto el problema
en esa forma. (Jiménez Moreno, 1999 a: 11).
2
Llama aquí la atención la contradicción que implica la etimología del topónimo con la clase de materiales que
describe el franciscano para el caso del “tejado” del “cu”, asunto que necesariamente ha de tratarse en otro lugar.
235
Enriqueta M. Olguín
[...] las fuentes insisten en que por algunos años antes de ir a Tula estuvieron los toltecas en
Tulancingo. Algunas fuentes dicen cuatro años de residencia en Tulancingo, otras dicen
cuatrocientos, que es una manera de decir innumerables. Como desgraciadamente hasta ahora
[1954-1955 ] empezaremos a saber algo de Tulancingo pues la señora Müller y el señor Lizardi
apenas nos van a dar a conocer los resultados de sus investigaciones en el lugar, no puedo anticipar
que se ha encontrado cerámica tolteca allí, que comprueba la presencia de los toltecas en ese sitio.
(Jiménez Moreno, 1999ª: 10).
ubicación geográfica del actual valle hidalguense como paso natural de tránsito entre las costas y el
altiplano, conclusión a la que llegó considerando las exploraciones que realizaron Carlos Margáin,
César Lizardi Ramos y Florencia Müller. Aquí es necesario destacar que cada vez que el estudioso
se refiere al valle de Tulancingo en realidad alude a los trabajos de exploración arqueológica en el
sitio llamado Huapalcalco, pues ahí fue donde los demás investigadores citados trabajaron de
manera más intensa (Jiménez Moreno, 1999 b: 10), de manera que el ilustre maestro reforzó el
uso de ambos topónimos como sinónimos.
La hipótesis de Jiménez Moreno obliga a observar que según las citas históricas, es
indudable que existió una relación estrecha entre Huapalcalco y Tulancingo. Para entenderla es
necesario realizar un trabajo arqueológico muy intenso en ambos asentamientos, que hasta ahora
se evidencian como muy distintos arqueológicamente; sin embargo, antes de entrar en el ámbito
arqueológico deben abordarse los problemas que surgen a partir de las confusiones que se dan
entre ambos asentamientos porque ese es uno de los objetivos del presente.
En la actualidad se sabe muy poco sobre la arqueología de todo el valle de Tulancingo.
Florencia Müller (1956-1957: lám.1) dio cuenta de los sitios localizados en la parte norte del valle
3
En julio de 1938 la Sociedad Mexicana de Antropología (fundada en 1937), organizó una serie de conferencias, que
como la dictada en 1937, no revistió formalismo alguno. La serie de conferencias de 1938 se centró en el tema de
Tula. Durante su desarrollo, Enrique Meyer, Enrique Juan Palacios y Wigberto Jiménez Moreno sostuvieron tesis
diversas sobre cuál sería la verdadera ciudad de los toltecas (Bernal, 1962:12; Arrechavaleta, 1988: 124, 126). De ahí la
importancia de la cita de Wigberto Jiménez Moreno en la Enciclopedia de México.
236
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
de Tulancingo, a saber: El Pizarrín, trabajado por Luis Aveleyra, Robert Cobean y Margarita
Gaxiola (1979: 65); Zupitlán; Jaltepec y Huajomulco. A esta lista se sumaron el Rancho de
Tenango, Tepalcinco y El Encinal (Gaxiola, 1979); Cebolletas (F2 Loc. 7 ladera Norte del Cerro
de la Mesa, Postclásico, según Aguirre, 1976) y Teteles (Aguirre, 1976: ff. 1-2). En el extremo sur
del Valle de Tulancingo se detectaron Santiago Tulantepec (Müller, 1956-1957.), que Aguirre
(1976) llama concretamente Zazacuala y Hueyapan. Sobre Zazacuala, existe el reporte de Aguirre
(1976), el de Müller (1986), los trabajos de Alicia Islas López (2013) y César Vázquez (2015).
Al poniente del mismo valle, Oscar Aguirre (1976) identificó el sitio de Huajomulco
como F4 Loc. 8 y lo caracterizó por presentar escultura hecha en piedra redonda; luego, Carlos
Hernández Reyes (2014) describió algunas esculturas arqueológicas de ese sitio.
En la ciudad de Tulancingo, Oscar Aguirre (1976) registró el sitio que se encuentra atrás
de la capilla del Barrio de la Expiración, al sur de la ciudad de Tulancingo, junto al panteón, donde
pudo observar cerámica del clásico y del postclásico (cerámica mazapa). Ya Julio Ortega había
mencionado ese lugar (1970: 48).
Sobre la arqueología de la ciudad de Tulancingo, Carlos Hernández Reyes ha
proporcionado informes técnicos (Archivo Técnico del Centro Regional Hidalgo, 1993, 1995) y
brindó algunas otras informaciones en entrevistas periodísticas (Hernández en Peréa, 1993:
primera plana y p. 2, y en conferencias de divulgación). Las exploraciones, salvamentos y rescates
arqueológicos que practicó este arqueólogo se publicaron en un periódico y dan cuenta de
cerámica muy extraña y particular, Chupícuaro (Archivo Técnico del Centro Regional Hidalgo,
1995). Guadalupe Islas y Carmen Lorenzo (2011), han sacado a la luz cerámica olmeca, cerámica
azteca y cerámica virreinal del subsuelo de la Catedral de Tulancingo, materiales que apenas han
sido mencionados y estudiados.
A pesar de todos estos trabajos, la investigación arqueológica en el valle de Tulancingo es
insuficiente para comenzar a entender cómo se dio la presencia tolteca. La información recabada
hasta ahora impide saber quiénes se encontraban en el valle cuando los toltecas llegaron y cuáles
fueron las razones por las que finalmente decidieron abandonar las excelentes tierras de cultivo del
lugar, —junto con sus bosques, aguas, yacimientos de cal, obsidiana, basaltos y riolitas—, para
mudarse al terreno de clima árido y semiárido donde se ubicaría Tula. Este asunto cobra
237
Enriqueta M. Olguín
dimensiones especiales que aún en Tollan no se han podido comprender y que ha comenzado a
1991: 54) y en el Códice Mendocino (f.30; Sepúlveda, 1991; Castillo, 1991), Tulancingo formaba
parte del dominio tezcocano y estaba incluido en la provincia tributaria mexica de Atotonilco el
Grande (Barlow, 1990: t. 3, 140, 144-145, Mapa: “Las Provincias Septentrionales del Imperio de
los Mexicanos”; Carrasco, 1991: 180, 184-185, nota 36) (Figura 2).
Jiménez Moreno (Marquina, 1964: 146), encontró en el Archivo General de la Nación un
mapa que data del siglo XVIII en el que se ubica un asentamiento llamado Huapalcalco, cerca de
Tula. Es posible que éste sea el Huapalcalco en el que trabajó Jorge Acosta (1941: 245; 1987:43,
45, 53; Moedano, 1945-1946), y al que años después Eduardo Matos (1974: 61; 2001: 322) le
cambiara el nombre por el de “Tula Chico” (700-900 d.C.), debido al parecido del plano
238
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
arquitectónico y de la distribución de edificios que encontró en ese lugar, con los mismos planos
que observó en Tula. Es posible que este Huapalcalco sea el mismo que el que aparece como
tributario en el C. Mendocino (f. 28; Sepúlveda, 1991; Castillo, 1991).
Santa María Natividad; Torquemada dice que se encontraba junto a la ermita de la Santa Cruz “al
cual llaman los naturales Texoloc, Mizco y Xiloxuchitla, donde ahora es la ermita de San Vicente y
el cerro de Xochitecatl y Tenayacac, donde están otras dos ermitas, a poco trecho una de la otra,
que las llaman de San Miguel y de San Francisco”. Román Piña Chan (1998: 40) concluyó que la
4
Margarita Gaxiola (comunicación personal, noviembre 23, 2004) suponía que existieron cuando menos otros dos
lugares ubicados en distintas geografías que recibieron el nombre de Huapalcalco, sin embargo se carece de un texto de
su autoría sobre este particular. Es posible que con la denominación del topónimo Huapalcalco se haga referencia a
distintos lugares, de manera similar a como sucedió con el vocablo Tollan, (Wigberto Jiménez Moreno, 1998: 14;
1999a: 3-4), idea que adoptó y resumió Román Piña Chan (1988: 66-68).
5
Es pertinente observar que en dos textos distintos (Núcleos Agrarios. Tabulados Básicos Ejidales por Municipio,
Hidalgo y Programa de Certificación de Derechos Ejidales, Titulación de Solares Urbanos, PROCEDE) que se
publicaron en 1992 (INEGI) y 1998 (Gobierno del Estado de Hidalgo, H. Ayuntamiento Constitucional de
Tulancingo e INEGI), no hay noticias sobre el Ejido de Huapalcalco. Sólo se menciona la existencia del Vivero de
Zototlán y los Ejidos de San Nicolás y de Cebolletas, lugares cercanos a Huapalcalco y a San José Caltengo.
6
La historia sobre la urbanización moderna de la actual zona arqueológica es complicada en tanto que la información
es de carácter oral y especulativo, más que documental. La primera noticia sobre la existencia de la zona arqueológica
de Huapalcalco data del día 8 de noviembre de 1933 y figura en un oficio que los representantes de la Cámara
Nacional de Comercio e Industria en Tulancingo, los señores Eutimio Arreola y Felipe Vargas (1933: f. 1), dirigieron
al arquitecto Ignacio Marquina, a la sazón encargado de estos asuntos. A raíz de esta noticia, la zona arqueológica
comenzó a recibir visitantes especializados, tales como los arqueólogos Carlos Margáin, Florencia J. Müller y César
Lizardi Ramos entre 1954 y 1958.
240
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
Florencia Müller y César Lizardi registraron algunos datos sobre la historia oral de Huapalcalco y
averiguaron que el terreno, que luego fuera oficialmente registrado como zona arqueológica,
pertenecía al señor Carlos Maycotte, que en 1954 era vecino de la ciudad de Tulancingo. El
nombre con el que se conocía el terreno era “El Coyote” (Archivo Técnico de la Coordinación de
Arqueología del INAH, 1954: f. 2r.). Según la tradición oral de Huapalcalco, Carlos Maycotte
decidió vender porciones de su propiedad a un grupo de ejidatarios para que ahí se establecieran
dos colonias, la de Huapalcalco y la de Caltengo, pues en esos terrenos solían esconderse
malhechores que cometían asaltos y otros delitos (Archivo Técnico de la Coordinación de
Arqueología del INAH, 1954).
Así se formó la Colonia Huapalcalco, que adquirió ese nombre “acaso por la vecindad de
la casa que fue parte de la Hacienda Huapalcalco (propiedad de Ignacio del Villar), acaso porque
241
Enriqueta M. Olguín
[antes] sus terrenos hayan pertenecido a esa finca” (Archivo Técnico de la Coordinación de
Arqueología del INAH, 1954, ff. 1-2; 1955a: f. 2r; 1955b: ff. 1r-2 r; 1957: ff. 34r-41r). 7
El arqueólogo César Lizardi afirmó que la superficie total comprendida en los límites de la colonia
Caltengo se vendió en lotes de 250 m2 a personas que comenzaron a construir ahí sus casas
(Archivo Técnico de la Coordinación de Arqueología del INAH, 1968: ff. 10-11; 2000: 22).
Lizardi y Müller afirmaron que tanto el terreno de las colonias Huapalcalco y Caltengo (conocida
también como colonia San José Caltengo o colonia Cuauhtémoc) se estableció sobre lo que luego
fue oficialmente registrado como la Zona Arqueológica de Huapalcalco.
7
Esta cuestión está aún por dilucidar. El nombre de lo que ahora se llama “Rancho Huapalcalco” era, en 1800,
“Hacienda de Pura y Limpia Concepción, alias Huapalcalco…” y se trataba de una de las muchas haciendas que se
distribuían en todo el valle de Tulancingo (Felipe, 2014: 54).
242
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
Santa Ana Hueytlalpan, a Cebolleta y a Zototlán”), 9 y la vía del tren. Sin embargo, los límites de la
colonia San José Caltengo han sido imprecisos. Desde el año 2002 era difícil definir sus límites,
pero es seguro que esta última colonia está incluida dentro de la otra, la colonia Huapalcalco, pues
el delegado municipal de Huapalcalco en el 2002, Porfirio Cárdenas Soto, 10 describió parte de los
límites de San José Caltengo, los cuales coinciden con los que mencionó Lizardi (1956-1957:113,
fotos 1-4; 1958: 111-113; 1968: f. 10). 11
8
El nombre de “colonia Cuauhtémoc” ya no se emplea en Huapalcalco. Algo similar ocurre con el apelativo de la
“colonia San José Caltengo”. De acuerdo con el Lic. José Santos Marroquín Morato (comunicación personal, 30 de
mayo del 2015), hay que distinguir entre lo que fue la hacienda de Caltengo y la colonia San José Caltengo. El casco
de la hacienda se encontraba muy cerca del crucero del camino de Zototlán y la actual carretera Tulancingo-Tuxpan
(no se trata del libramiento actual). Los terrenos de la hacienda incluían aquellos donde se asienta el fraccionamiento
La Morena, hacia el poniente del crucero, y el rancho Aldana, muy próximo a la Zona Arqueológica de Huapalcalco y
tal vez sobrepuesto en parte. Sobre los límites de la colonia San José Caltengo, sigue habiendo imprecisiones.
9
Los topónimos Supitlán y Sototlán se presentan escritos con ‘S’ en varios informes y publicaciones. Atendiendo a las
raíces, posiblemente nahuas de tales topónimos (tzopitl, zopilote, y tlalli, tierra), aquí se escriben como en la Carta
Topográfica Tulancingo (INEGI, 1994: F14D82T), con ‘Z’, como se refiere en un documento del año 1800, cuando
se habla de San Sebastián Zopitlán (Felipe, 2014: 54). Lo mismo sucede con el topónimo Sototlán.
10
Comunicación personal, 15 de agosto del 2002.
11
Caltengo comprendía el declive más postrero del Cerro de la Mesa, la ladera baja, que se suavizaba cuando llegaba a
la vía del tren Tulancingo-Honey, y que quedó fuera del área oficialmente reconocida como la Zona Arqueológica de
Huapalcalco (Figura 3). El mismo Lizardi afirmó, erróneamente, que sobre la ladera baja del Cerro de la Mesa se
encontraba la zona habitacional del Huapalcalco prehispánico. Esta aseveración contrasta con las descripciones de los
objetos arqueológicos que él mismo encontró en la que supuso zona habitacional, y con su observación en el sentido
de que los hallazgos arqueológicos del Grupo I de Huapalcalco fueron más importantes que los restos que se
encontraron en la Zona Arqueológica del Pedregal de Santiago. A la fecha, los vecinos aceptan que el límite oeste de la
Colonia San José Caltengo era la vía del tren, pero sus otras fronteras aún no son del todo reconocidas. Algunos
habitantes del lugar dicen que la colonia sólo consiste en el conjunto de casas y de comercios modernos que están
donde se encontraron los restos del Grupo I entre 1954 y 1985 (Archivo Técnico de la Coordinación de Arqueología
del INAH, 2008), y que Caltengo limita al oriente con el borde de la carretera Tulancingo-Huapalcalco; otros vecinos
afirman que la colonia comprende incluso terrenos que se encuentran ya dentro de la zona arqueológica y que su
extensión se inicia en el borde norte de la carretera México-Tuxpan, justo donde está su entronque con la vía que
comunica Huapalcalco con Tulancingo.
243
Enriqueta M. Olguín
En el extremo occidental del lugar, sobre una parte de la zona arqueológica, pasaba la vía
del ferrocarril Tulancingo-Honey (Figura 5), ya que en 1894 Ignacio del Villar vendió una franja
de terreno a la empresa Ferrocarril de Hidalgo (ARPPMT, 1893-1896: f. 15, t. IX). 12
Fifura 5. Croquis de los grupos arquitectónicos localizados por Florencia Müller en 1956
12
Cortesía de la Lic. Gloria Valencia Vargas. En 2004 la vía del ferrocarril, según información local, se desmontó y su
lugar fue ocupado por la carretera Tulancingo-Acocul, que comunica a la ciudad de Tulancingo con la Universidad
Politécnica de Tulancingo, y hacia el libramiento a Tuxpan que se pavimentó durante el primer semestre del año
2009. Según los vecinos más ancianos, al oeste de la vía del tren estaban terrenos que desde la década de 1930 se
declararon pequeñas propiedades y que no pertenecían ni a la colonia Huapalcalco ni a la colonia Caltengo. La
ocupación moderna se ha extendido más al norte y noroeste de la Zona Arqueológica de Huapalcalco, sobre terrenos
adyacentes, para establecer colonias nuevas como la Napateco. El viejo camino real a Zototlán sigue comunicando a
Tulancingo con Huapalcalco y con Cebolletas, atraviesa el sitio arqueológico de sur a norte. Por ella circulan unidades
de transporte colectivo, autobuses y camionetas.
244
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
El Cerro de la Mesa
El Cerro de la Mesa separa la parte sur del Valle de Metepec del Valle de Tulancingo. Hacia el
norte de este cerro ambos valles se unen en un mismo plano (Archivo Técnico de la Coordinación
de Arqueología del INAH, 1969: 3). El límite oriental de la zona es el acantilado del Cerro de la
Mesa. 13 Los límites norte y sur de la zona arqueológica se marcaron con mojoneras, mientras que
el límite occidental es el filo oriental del viejo camino a Zototlán.
La arqueóloga Florencia Müller (1956-1957:129; 1960: fig. 1), observó que el Cerro de la
Mesa en realidad se compone de dos prominencias separadas por una cañada, por lo que utilizó el
apelativo de Cerro de la Mesa para la prominencia norte y Cerro del Huiztli para la prominencia
sur; 14 sin embargo, según la información oral, el topónimo Cerro del Huiztli se aplica a otra
formación topográfica distinta, se trata de aquella en la que ahora se ubica la colonia La Cañada, 15
de Tulancingo, que dista entre 2 y 3 km (en línea aérea) hacia el sureste del Cerro de la Mesa.
El Cerro de la Mesa recibe diferentes nombres. El arqueólogo César Lizardi lo llamó
indistintamente Cerro de la Mesa o Cerro del Huiztli (Archivo Técnico de la Coordinación de
Arqueología del INAH, 1968: ff. 11 r). 16 La arqueóloga Cinthya Irwin (1959-1960: 20; 1969: 20)
le llamó “Cerro Pelado”, y los arqueólogos Elizabeth y Michael Snow (Archivo Técnico de la
13
El Cerro de la Mesa es el límite topográfico oriental del centro cívico-ceremonial de Huapalcalco; la zona
arqueológica incluye tres hectáreas de la cumbre, casi plana, de ese cerro; en la superficie superior del cerro la zona está
delimitada por mojoneras, pues cerca del acantilado de la prominencia topográfica se encuentran dos conjuntos
arquitectónicos prehispánicos, el Grupo VII o la Iglesia Vieja y el Grupo VIII, según Müller y Lizardi (Archivo
Técnico de la Coordinación de Arqueología del INAH, 1955b: f.10; Müller, 1956-1957: 129; Lizardi, 1956-1957:
114-115; 1968: f.21 r; 2000: 28).
14
Sobre cada prominencia se encuentran los sendos conjuntos arqueológicos citados en la nota anterior.
15
A propósito de la colonia La Cañada, que nada tiene que ver con la cañada que forma parte de la zona arqueológica
de Huapalcalco, en 1994 se regularizaron los predios que ahí existían y que eran utilizados para la construcción de
casas. En 1984 y 1985 quien suscribe realizó un sondeo arqueológico en varios de esos predios y se encontró un poco
de material arqueológico de arrastre. Nunca se realizó proyecto alguno, ni excavaciones intensivas por parte del
INAH. Junto con los predios de La Cañada se legalizaron los de las colonias Las Arboledas, Lomas del Progreso y
otras que se ubican a espaldas de la Central Camionera de Tulancingo, cuyo frente da hacia la carretera vieja
Tulancingo-Tuxpan, que nada tiene que ver con el libramiento (Moreno, 1994: primera plana, esquina superior
derecha y pág. 4).
16
Fotocopia de este manuscrito citado se resguarda en la Biblioteca Peñafiel (Exconvento de San Francisco), Pachuca.
En la copia y en el documento de archivo hay correcciones hechas por el autor quien afirma que éste es un trabajo en
el que se amplía el texto que se publicó en 1958 (Lizardi, 1958). El autor entregó un original de ese texto para su
publicación a la Universidad Autónoma de Hidalgo en 1968, la que se realizó, con varios errores y de manera
incompleta en el año 2000 (Lizardi, 2000), pero ahí figuran las ilustraciones de las que carece el original.
245
Enriqueta M. Olguín
Coordinación de Arqueología del INAH, 1969: ff. 9r-10r) le denominaron “Cerro del Tecolote”.
Los lugareños y otros arqueólogos denominan a dicha formación con los nombres de Cerro de la
Mesa o Cerro del Tecolote, mientras que en la Carta Topográfica Tulancingo (INEGI, 1994: F14
D82T) se le llama “Cerro del Jagüey Chico” 17 y en la Carta Geológica Pachuca (SPP, 1983: F14-
11) “Cerro del Jagüey Grande”. Es posible que esta confusión se deba a que sobre la cumbre del
Cerro de la Mesa hay dos depresiones o jagüeyes donde se almacena agua. Hacia 1956 los
rancheros de San Alejo y de Santa Ana Hueytlalpan llamaban al Cerro de la Mesa Cerro del
Jagüey Grande. 18
La Cueva Quemada del Chivo, Cueva del Chivo o Cueva del Tecolote, y ¿La Rinconada del
Tecolote?
En el Cerro de la Mesa existen varias cuevas y abrigos rocosos que aún esperan figurar en el registro
de algún especialista. Una cueva en especial tiene importancia arqueológica pues su estratigrafía y
los hallazgos que se han hecho sugieren que es un lugar con una ocupación continua, tal vez desde
la prehistoria. Florencia Müller afirma que excavó en la Cueva Calcinada del Chivo, pero esta
formación geológica se conoce localmente como la Cueva Quemada del Chivo. No existe ningún
topónimo como el que usa la citada arqueóloga (Müller, 1956-1957: 129; 1961: 322; González
Rul y Colbs., 1988: 630). 19 César Lizardi acortó el nombre de la oquedad al afirmar que “La
verdadera Cueva del Chivo queda cerca de la cumbre del Cerro del Napateco, ubicado 5 km al
norte de la zona arqueológica de Huapalcalco...”, ahí se realizaban ceremonias “al diablo”, a decir
de algunos lugareños (Archivo Técnico de la Coordinación de Arqueología del INAH, 1955 a:1-
3; Archivo Técnico de la Coordinación de Arqueología del INAH, 1968:f. 29r; 2000: 31). 20
17
Lic. Gloria Valencia Vargas, (comunicación personal, 20 de enero del 2012).
18
Ibídem.
19
Florencia Müller y César Lizardi excavaron entre 1954 y 1958 (Lizardi, 1958: f. 13 r; 1968: f. 85 r; 2000: 59). La
arqueóloga hizo en 1954 un sondeo en la entrada de la Cueva Quemada del Chivo, que luego exploró Cinthya Irwin
(1959-1960; 1969).
20
Señor Primitivo Morgado, nativo de Huapalcalco, comunicación personal, septiembre 5 del 2002.
246
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
Considerando la distancia que media entre la Cueva del Chivo y la Cueva del Napateco,
según el cálculo que hizo Lizardi y los testimonios sobre la celebración de ceremonias dentro de la
oquedad, es necesario precisar que César Lizardi confundió ambas cavidades. 21
Los especialistas han llamado a la Cueva Quemada del Chivo simplemente Cueva del
Chivo. La arqueóloga Cynthia Irwin Williams (1969: 19-20), le llamó Cueva del Tecolote debido
a la gran cantidad de lechuzas que habitaban en los peñascos que rodean tal formación rocosa,
pero localmente la cueva no se conocía con ese nombre, hasta después de 1971, cuando los
arqueólogos Elizabeth y Michael Snow (Archivo Técnico de la Coordinación de Arqueología del
INAH, 1969: 16; 1970; 1971) habilitaron el núcleo del centro cívico-ceremonial de Huapalcalco
para hacer posible que los turistas visitaran la zona. Antes de esa fecha, los lugareños utilizaron la
denominación de Rinconada del Tecolote a una curvatura del Cerro de la Mesa, que se encuentra
inmediatamente al noreste de la entrada de la cueva, en el exterior, donde los Snow encontraron lo
que dieron en llamar Montículo VIII, siguiendo el texto que Florencia Müller publicó en 1960.
Tanto Florencia Müller como César Lizardi hablan de otra oquedad, la Cueva del Coyote,
de existencia incierta (Archivo Técnico de la Coordinación de Arqueología del INAH, 1955a: 1-
3), pues la historia oral de la localidad nunca menciona un lugar llamado así, aunque da cuenta de
la existencia de La Coyotera, que se ubicó entre las faldas del Cerro de la Mesa y el poblado actual
de Santa Ana Hueytlalpan, tal vez en el puerto que hay entre dicho cerro y el Cerro del Napateco.
La historia oral refiere que en La Coyotera había una trampa para coyotes y consistía en una zanja
circular profunda que se hizo en el terreno, dejando un islote en el centro. La zanja se camuflaba
bien con ramas y tierra, en el islote se amarraba un borrego como cebo y cuando los coyotes se
presentaban para darle muerte al borrego, caían en la zanja, donde los campesinos podían darles
muerte. 22
La relación entre La Coyotera y el paraje llamado El Coyote, donde según el Sr. Carlos
Maycotte se resguardaban malandrines que perpetraban fechorías, es incierta hasta ahora. Podría
21
Es en la Cueva del Napateco donde, en efecto, los otomíes de Santa Ana Hueytlalpan llevan ofrendas al cerro,
pasando antes por la Peña Blanca (Galinier, 1990:560-569). Ahora, una parte del cerro es de propiedad privada y los
indígenas difícilmente pueden transitar por donde antes lo hacían.
22
Sr. Pedro Flores, oriundo de Huapalcalco, comunicación personal, 28 de julio de 1990; Sr. Primitivo Morgado,
comunicación personal, febrero 17 del 2004.
247
Enriqueta M. Olguín
ser que el nombre de El Coyote no sólo se aplicara al terreno donde está la Zona Arqueológica de
Huapalcalco, sino a una cueva de gran profundidad y amplia entrada que se encuentra en la
vertiente sureste del Cerro de la Mesa. Esa cueva, según la historia oral, albergaba a bandidos que
solían robar diligencias y habitar ahí; se dice que en tiempos revolucionarios la entrada de la cueva
fue guarnecida por una gran reja de madera, y que siempre había guardias custodiándola porque
ahí escondían armas. Ahora la cueva se utiliza para realizar ceremonias por parte de indígenas y
mestizos.
La Laguna de Huapalcalco
Conclusiones
248
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
dicho rastreo da cuenta de la evolución de los asentamientos que compartieron el topónimo, las
interrelaciones que mediaron entre ellos.
La cronológica entre Tula Chico y Huapalcalco coincide, es necesario comparar
detenidamente los materiales arqueológicos de uno y de otro lugar para definir sus relaciones y
poderlas establecer de modo certero. Hasta ahora, la relación cronológica entre Huapalcalco y
Cacaxtla fue directa, a juzgar por su cerámica (Gaxiola, 1999), su pintura mural y su escultura
(Archivo Técnico de la Coordinación de Arqueología del INAH, 2008). Conociendo estas
relaciones, se hace necesario plantear toda una serie de proyectos arqueológicos que permitan
obtener mayor información sobre tales nexos.
En cuarto lugar, se concluye que en términos particulares la investigación arqueológica en
el valle de Tulancingo apenas comienza a conocerse y se vislumbra su aspecto multicultural.
Mientras tanto, es difícil entender cómo se dio la presencia tolteca en el valle de Tulancingo; aún
se ignora quiénes se encontraban ahí antes de la llegada de los toltecas y cuáles fueron las razones
por las que los toltecas abandonaron las excelentes tierras de cultivo del buen valle para mudarse al
terreno de clima árido y semiárido donde se ubicaría Tula. Este asunto cobra dimensiones
especiales que todavía se ignoran y que ha comenzado a atender Xavier Noguéz (1995: 196).
Por otra parte, falta indagar qué grupo o grupos etno-lingüísticos permanecieron en el
valle de Tulancingo luego de la salida de los toltecas. Desde esta perspectiva, el conocimiento sobre
la evolución y registro de la toponimia del valle de Tulancingo constituye un apoyo relevante.
249
Enriqueta M. Olguín
Fuentes
Acosta, J. R. (1941) “Los últimos descubrimientos arqueológicos en Tula, Hgo”, Revista Mexicana
de Estudios Antropológicos, V, pp. 239-248.
Aguirre, O. (1976) “Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas, Estado de
Hidalgo”, vol.13, ff. 1-2 Libro 77 T. I, Tulancingo, INAH, 22 de Octubre de 1976,
Biblioteca Peñafiel, Archivo Técnico del Centro Regional Hidalgo, INAH, Exconvento de
San Francisco, Pachuca, Hidalgo, México.
Alva Ixtlilxochiltl, F. de. (1985) Obras Históricas, Edmundo O´Gorman (Ed.), UNAM: IIH,
México.
Anales de Cuauhtitlan (1975) Códice Chimalpopoca, Anales de Cuauhtitlán y Leyenda de los Soles,
traducción directa del náhuatl e introducción de Primo Feliciano Velázquez, prefacio de
Miguel León Portilla, UNAM: IIH, México.
Archivo del Registro Público de la Propiedad del Municipio de Tulancingo (ARPPMT) t. IX,
1893-1896, Tulancingo, Hidalgo, México.
Archivo Técnico de la Coordinación de Arqueología del INAH, “Eutimio Arreola y Felipe Vargas
al arquitecto Ignacio Marquina, 8 de noviembre de 1933”, Expediente 311.32 (z46-7)1,
primera foja del expediente.
--------, Fondo César Lizardi Ramos, “Arquitectura de Huapalcalco, Tulancingo”, mecanuscrito,
número 350 (3/XI/54), 17ff.
-------- “Arqueología del Valle de Tulancingo”, mecanoescrito, número 421 (29/VII-VIII/58), 94
ff.
-------- “Informe de las Ruinas Arqueológicas de Huapalcalco. octubre 16, de 1936”,
mecanoescrito, t. LXII, 446-1, 3ff. tres fojas (incluye tres fotografías de cerámica de
Huapalcalco).
-------- “Informe Rendido por el Practicante de Arqueología, Carlos Margáin sobre una comisión
que le fue conferida el 28 de septiembre, oficio n. 3400, VIII/1317”, mecanoescrito dirigido
al Director del INAH, Alfonso Caso, con fecha octubre 16 de 1939, sin número de folio,
una sola foja (la número 331).
-------- “Informe referente a la Destrucción de las Ruinas de Tulancingo, Hidalgo Rendido por
César Lizardi Ramos al Profesor Eduardo Noguera, Jefe Nacional de Antropología e
Historia”, expediente 311.32 (z46-7) ff. 1-5; 7 enero de 1954.
-------- “Informe Acerca del Resultado y Circunstancias de la Cuarta Temporada de Exploraciones
en el Valle de Tulancingo, Hidalgo”, expediente 311.32 (z46-7)1-5; 20-26 de diciembre de
1955.
250
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
251
Enriqueta M. Olguín
Galinier, J. (1990) La Mitad del Mundo. Cuerpo y Cosmos entre los Rituales Otomíes, UNAM,
CEMCA, INI, México.
Gaxiola, M. (1979) “Informe Preliminar de la Primera Temporada del Subproyecto
Huapalcalco”: Archivo Técnico de la Coordinación de Arqueología, INAH, México.
-------- (1999) “Huapalcalco y las Tradiciones Alfareras del Epiclásico”: Revista de la Coordinación
Nacional de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2da. época, 21, pp.
45-72.
Gobierno del Estado de Hidalgo, H. Ayuntamiento Constitucional de Tulancingo, INEGI
(1993) Núcleos Agrarios. Tabulados Básicos Ejidales por Municipio, Hidalgo, México.
González Rul, F., Blanco, A., Müller, F. (1988) “Florencia Müller”: La Antropología en México.
Panorama Histórico. Los Protagonistas, Colección Biblioteca del INAH, 10, pp. 620-635.
Hernández Reyes, C. (2014) “Un nuevo estilo escultórico del Valle de Tulancingo: el estilo
Huajomulco”, Conferencia dictada en la celebración del 75 Aniversario del INAH, en la Casa
de Cultura Ricardo Garibay en Tulancingo, organizado por los trabajadores del Centro
Regional Hidalgo del INAH, México.
INEGI (1992) Núcleos Agrarios. Tabulados Básicos Ejidales por Municipio, Hidalgo. Programa de
Certificación de Derechos Ejidales, Titulación de Solares Urbanos, México.
Irwin Williams, C. (1959-1960) Postpleistocene, Classic and Postclasic Remains from la Cueva del
Tecolote (Tulancingo, Hgo.), 2 vols, mecanoescrito, Universidad de Harvard, Peabody
Museum. Archivo Técnico de la Coordinación de Arqueología del INAH, México.
-------- (1969) Classic and Postclasic Remains from la Cueva del Tecolote (Tulancingo, Hgo.),
mecanoescrito, Biblioteca José Luis Lorenzo de la Subdirección de Servicios Académicos y
Laboratorios del INAH, México.
Islas López, A. (2013) Las Figurillas Prehispánicas de Barro del Museo de Zazacuala en Santiago
Tulantepec, Hidalgo, tesis de licenciada en Historia de México, Universidad Autónoma del
Estado de Hidalgo, Pachuca, México.
Islas Monter, G., Lorenzo Monterrubio, C. (2011) “Arqueología en el centro de Tulancingo,
Hgo. Avances del proyecto de pozos de sondeo en la Catedral de Tulancingo (2010)”:
Segundo Simposio de Arqueología en Hidalgo, del 18 al 20 de octubre, celebrado en el
Exconvento de San Francisco en la Ciudad de Pachuca y organizado por la Biblioteca del
Centro Regional Hidalgo del Instituto Nacional de Antropología e Historia y por el Área
Académica de Historia y Antropología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, (inédito), CONACULTA, Gobierno del
Estado de Hidalgo, Pachuca, México.
252
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
Jiménez Moreno, W. [1975] (1998) “Mesoamérica”: Boletín de la Biblioteca Juan Comas, 27,
UNAM: IIA, México, pp. 1-18.
-------- [1954-1955] (1999ª) “Tula y los Toltecas según las Fuentes Históricas”, Boletín de la
Biblioteca Juan Comas, 30, UNAM: IIA, México, pp. 3-5.
-------- [1954-1955] (1999b) “Síntesis de la Historia Precolonial del Valle de México”: Boletín de
la Biblioteca Juan Comas, 29, UNAM: IIA, México, pp. 7-16.
Kirchhoff, P., Odena Güemes, L., Reyes García, L. (1976) Historia Tolteca Chichimeca, INAH,
México.
Lizardi Ramos, C. (1956-1957) “Arquitectura de Huapalcalco, Tulancingo”: Revista Mexicana de
Estudios Antropológicos, 14, parte 2, México, pp. 111-115.
-------- (1958) “Arqueología del Valle de Tulancingo”: Cuadernos Americanos, XCVIII (2),
México, pp. 107-126.
-------- (2000) Arqueología del Valle de Tulancingo, Hidalgo, Universidad Autónoma del Estado de
Hidalgo, Pachuca, México.
Marquina, I. (1964) Arquitectura Prehispánica, INAH. México.
Matos Moctezuma, E. (Coord.) (1974) “Excavaciones en la Microárea: Tula Chico y la Plaza
Charnay”, en: Proyecto Tula, 1a parte, colección científica n. 5, Arqueología, INAH, México,
pp. 61-69.
Matos Moctezuma, E. (2001) “Tula de los Toltecas”, en: Descubridores del Pasado en
Mesoamérica, Antiguo Colegio de San Ildefonso, Petróleos Mexicanos, Grupo Halliburton,
Fundación Televisa, Cervecería Modelo, México, pp. 315-329.
Moedano, H. (1945-1946) Tollan. Algunos Problemas Históricos y Arqueológicos de Tula y su
Probable Resolución, tesis de licenciado en Arqueología, ENAH, México.
Moreno, F. (20 de octubre del 1994) “Agilizan gestiones para Legalizar propiedades en La
Cañada, Las Arboledas y Lomas del Progreso”: El Satélite de Tulancingo, Periódico semanal,
259, Tulancingo, México.
Müller, F. (1956-1957) “El Valle de Tulancingo”: Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, 14,
pp. 129-137.
-------- (1960) “The Preclassic Ceramic Sequence of Huapalcalco of Tulancingo, Hidalgo,
México”: Men and Cultures, Fifth International Congress of Anthropological and Ethnological
Sciences, Wallace, Philadelphia, pp. 601-611.
-------- (1961) “Tres Objetos de Piedra de Huapalcalco, Estado de Hidalgo”: Homenaje a Pablo
Martínez del Río en el XXV Aniversario de la Edición de los Orígenes Americanos, INAH,
México, pp. 319-322.
253
Enriqueta M. Olguín
254
Problemas en la evolución de los topónimos de la Zona Arqueológica de Huapalcalco
Cartografía
Cortés, A., Orta Bautista, J. G. (1975) Carta Oficial del Sitio Arqueológico Huapalcalco, Esc.
1:10 m., noviembre de 1975, Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos,
Archivo Técnico de la Coordinación de Arqueología del INAH, México.
INEGI, (1994) Carta Topográfica Tulancingo, F14D82, Esc. 1:50,000.
Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP) (1983) Carta Geológica Pachuca, F14-11, Esc.
1:250,000
255
IV
Resumen
En el estudio de los glifos del agua se han abarcado la cosmovisión y la utilización práctica del agua
que los pobladores mesoamericanos del centro de México conformaron en la contemplación y
definición del paisaje y el territorio. Son numerosos los topónimos en náhuatl que incluyen la
presencia del agua para manifestar variables importantes: ubicación, abundancia, escasez, calidad,
características físicas, formas de circulación, el ciclo hidrológico, la descripción del paisaje, las
formas de utilización por parte del hombre, la interrelación del agua con otros elementos naturales
y con el hombre. Se estudiaron algunos códices y mapas de tradición prehispánica y novohispana
para analizar los topónimos, que en este caso van de la mano con los glifos o dibujos.
Abstract
In the study of the aquatic glyphs it is considered the world view and the human utilization of
water performed by the ancient Middle American Indians, who developed these in the
observation and definition of landscapes and territory. Here we present the analysis of place
names related to glyphs or drawings. Place names in Nahuatl language are numerous and they
express the presence of water in relevant issues: localization, abundance, scarcity, quality, physical
characteristics, fluidity, hydrologic cycle, landscape descriptions, the human use, the interaction
between water and other natural resources and the man. The study includes glyphs and place
names from precolonial and colonial codex and maps.
*
Escuela Nacional de Antropología e Historia, thulip10@yahoo.com.mx
259
Elia Rocío Hernández Andón
Introducción
En la actualidad hay una gran preocupación acerca del uso y deterioro paulatino de los recursos
naturales en todo el mundo. El agua es uno de esos elementos y se están llevando a cabo una serie
de propuestas, proyectos y acciones encaminadas a su preservación y uso razonable. Dos de las
cuestiones que resaltan en el estudio del agua es la disponibilidad y la escasez, tanto por la
intervención de la mano del hombre como por el aparente desequilibrio ambiental, palpable en la
atemporalidad de las estaciones del año, en la frecuencia de las inundaciones en zonas rurales y
urbanas, o en la desecación de numerosos cuerpos de agua.
El análisis del uso del agua desde un enfoque histórico y cultural debiera tener gran
presencia en esta contemplación, ya que parte de la pérdida de los recursos naturales se debe al
desconocimiento de esta información, es decir, de la cultura ambiental que existió en tiempos
ancestrales, de cuyas prácticas algunas se preservan y otras no. En los nutridos estudios que se
realizan en diversos organismos, estos conocimientos podrían representar un respaldo en las
indagatorias y reflexiones que se lleven a cabo.
El territorio nacional de México contiene numerosos nombres de lugar que hacen
referencia a la presencia y la circulación, así como a la ausencia y escasez del agua, cuyas
características y modos de fluir están descritas en sus nombres mismos. Se ha dicho con cierta
frecuencia que las reservas de agua se están agotando paulatinamente y que llegará el día en que
será una de nuestras grandes preocupaciones. Esto es verdadero hasta cierto punto, ya que, de
acuerdo con algunas investigaciones de geofísica, mientras no se sepa la cantidad real de agua
subterránea que existe en nuestro país, no se podría afirmar con certeza que el líquido se esté
agotando.
Son numerosos los topónimos que incluyen su presencia para manifestar variables
importantes acerca de la ubicación de manantiales, disponibilidad del líquido, calidad del agua,
formas de circulación, tamaños y colores, cualidades físicas, interconexión de los cuerpos de agua,
caídas, filtraciones y otras características como el estudio del ciclo hidrológico, la descripción del
paisaje, las formas de utilización por parte del hombre y la interrelación del agua con otros
elementos naturales.
260
El repertorio hidráulico del centro de México
Presento información referente a los topónimos registrados en lengua náhuatl como parte
de un estudio más amplio (Hernández, 2009) que incluye los glifos acuáticos de tradición
prehispánica representados en códices y mapas en diversas tradiciones culturales de la zona central
de la antigua Mesoamérica, y su preservación, transformaciones y adaptaciones durante la época
colonial. Se abarcaron algunas cuestiones de la cosmovisión sobre el agua que los pobladores
mesoamericanos tuvieron y conformaron en la contemplación y definición del paisaje y el
territorio. Se ubicaron y describieron los elementos básicos que componen al glifo y sus
variaciones, así como el contexto histórico-social en que fue representado. A partir de ello, se logró
conocer los diversos cuerpos de agua en lo que se considera su estado natural, por lo que se
corrobora que todos los estados físicos se representaron, y también las formas de circulación de lo
que ahora conocemos como ciclo hidrológico.
De manera alterna, también se investigó la forma en que el agua fue utilizada en
numerosas obras hidráulicas tanto de la tradición prehispánica como de la colonial y su
combinación, así como el aprovechamiento en diversas unidades productivas.
El glifo del agua se compone de varios elementos: 1) un cuerpo central que puede ser
circular, alargado o en un contenedor en corte transversal; 2) su color básico es el azul turquesa y
cielo, con variaciones de otros colores; 3) puntas o extensiones hacia los lados; 4) caracoles,
conchas, círculos, chalchihuites y ojos en esos remates; 5) espuma; 6) trazos concéntricos en
espirales circulares y/o cuadradas; 7) líneas internas de diversos grosores; 8) un ombligo o centro
en algunos cuerpos circulares. Cada componente se halla presente o ausente según diversas
combinaciones y su simbolismo atiende a este hecho, representando tanto funciones rituales como
expresiones de la presencia o la ausencia del agua.
Cabe destacar que algunos de estos glifos y topónimos han perdurado en varias regiones, se
utilizan en diversos ámbitos de la vida moderna y también son registrados (como nombres) en los
mapas modernos, aunque es claro que con el tiempo tienden a perderse paulatinamente.
261
Elia Rocío Hernández Andón
Hay varios topónimos que evidencian la atención que se puso a la calidad del agua, que nos
expresan que se trata de aguas buenas, dulces o potables, amargas, delgadas, gruesas, saladas o de
varios colores. Ahuelican es un topónimo que se halla en varios territorios de Puebla y Morelos
expresando “el lugar del agua buena”, representadas en su calidad por el glifo de un rostro que la
saborea (Figura 1), y es tan estimada que se procuró su resguardo (Figura 2). Y si se trata de
calidades, en Atlihuayan (Morelos) debe haberse puesto énfasis en su bondad, por el acto de beber
(lugar donde se bebe agua, de atl: agua, i: beber, hua: marca de participio, yan: lugar donde se
Un tlacuilo colonial representó al agua delgada o apitzactli como un cuerpo sencillo con
representaciones del agua caliente se halla por medio de una olla de barro que contiene agua, ya
que se aprecian los brazos de la corriente saliendo por la parte superior, y para aludir a la
característica de lo caliente, se significó con la presencia de dos piedras que están remitiendo al
1
El desglose y análisis de los nombres en náhuatl es propio.
262
El repertorio hidráulico del centro de México
acto de prender fuego y que sirven para apoyar la olla. Está implícita la idea de calentar en el
topónimo de Atotonilco (Figura 4).
Figura 3. Apitzactli, “Agua delgada” (atl: agua, Figura 4. Atotonilco, “lugar de agua caliente”
pitzahuac: delgada, tli: sufijo de sustantivo) (atl: agua, totonqui: caliente, co: lugar)
Códice florentino, libro 11, Figura 840 Matrícula de tributos, lám. 10 (versión redibujada)
En cuanto a las aguas saladas, tenemos algunos ejemplos como Alpuyeca (“lugar de agua salada”,
atl: agua, puyetl: sal, can: sitio) o Iztapan (Figura 5, “en la sal”, iztatl: sal, pan: encima), que
Matr. de tributos, lám. 18 AGN, no. de cat.:1596 Matr. de tributos, lám. 9 Códice Cozcatzin, lám. 9v,
263
Elia Rocío Hernández Andón
El color
En el sentido ambientalista el color alude a su tono clásico en azul cielo y turquesa como los más
comunes, y otras tonalidades que son significantes de las cualidades del tipo de suelo donde se
ubica el agua, de algunas propiedades minerales e incluso de la coloración que le imprime la
profundidad (como en el caso del azul oscuro). En su sentido simbólico, el azul turquesa (Figura
9) y cielo (Figura 10) expresan la estimación del agua, considerada un elemento precioso.
Con respecto a los colores y tonalidades del verde (Figura 11), amarillo, café y gris, se
relacionan con características naturales del suelo que puede mostrar un aspecto amarillento y seco,
ser azufroso, sulfuroso o arenoso. El amarillo, en topónimos como Acoxpan, Alcozauhcan (Figuras
12 y 13) denota el color como tal (en el agua amarilla, amarillenta), y también es alusivo a la
temperatura caliente del agua en algunas regiones, por ser un color que se halla en documentos
pictográficos en cuestiones que tienen que ver con el sol y la idea de lo caliente, y también en la
noción de sequedad. El color café se apreciará en algunas barrancas así como en el contexto de las
gotas de agua expresadas en su calidad de dureza al referirse al granizo (teciuitl, Figura 49), en
donde la gota se halla atravesada por bandas café con amarillo, rememorando la representación de
las piedras (tetl).
en Iztacalco (“en las casas de la sal”, de iztac: blanco, iztatl: sal, calli: casa, co: lugar, y rememoran a
los molinos de sal), así como en territorios donde la tierra y el agua se ven blancos como en
Atliztac (“en el agua blanca”, atl: agua, iztac: blanco), Tlalistacapan (Figura 14, “sobre el agua de la
tierra blanca”, tlalli: tierra, istac: blanco, atl: agua, pan: en, sobre). Un tercer significado del color
blanco es como alusión a la ausencia del agua o a su presencia temporal, que se comenta
brevemente un poco más adelante.
El color negro tiene un simbolismo ritual por su relación con Tezcatlipoca, y es un
referente ambientalista cuando la calidad y color del suelo hacen que el agua parezca oscura, o
cuando son aguas muy profundas. En el glifo de Tlilhuacan (Figura 16), la idea de negrura se
representó agregando un círculo de tinta negra al manantial azul por medio de una línea (tliltic:
264
El repertorio hidráulico del centro de México
negro, tlilli: tinta, hua: participio, can: lugar, “en la negrura”); en tanto, en el glifo de Tlilapan
(Figura 17) el cuerpo de agua está elaborado en esa tonalidad (“en el agua negra”, tliltic: negro, atl:
Atlatlauhcan, Morelos.
Tlaliztacapan, Hidalgo, 1579. Matrícula de Tributos, lám. 7
AGN, núm. de catálogo: 1279
Figura 16 y 17. Negro
265
Elia Rocío Hernández Andón
El rojo de las corrientes en imágenes rituales remite a la sangre como un fluido, y en términos
ambientalistas se encuentra en sitios donde los suelos rojizos otorgan esa tonalidad al líquido,
como sucede en Achichilco (Tlalancalco, Puebla) ante la presencia de los suelos de almagre u óxido
de hierro (Hernández y Carro, 2009: f. 85; Hernández, 2011: 6), con las raíces de atl: agua,
chichiltic: colorado, rojo co: lugar. Circunstancia semejante en el glifo de Atlatlauhcan (Figura 15,
atl: agua, tlatlauhqui: enrojecido, rojo), del cual comentó Robelo (1900: 52): “Las tierras de color
rojo que circundan el pueblo de Atlatlauhcan (lo que se puede observar por los viajeros del
ferrocarril de Morelos, desde el pueblo de Nepantla), deben enrojecer las aguas de aquellas
barrancas”. Cabe recordar además, que en el mundo prehispánico el rojo en composición con el
color azul simboliza la idea de fertilidad.
El volumen está representado, según mi consideración, por medio de líneas de distintos
grosores y tintas remarcadas que contrastan con el fondo, y se complementan con los elementos
gráficos que las acompañan; el hecho de que se haya enfatizado un mayor tamaño de un
manantial, río u otro caudal, es indicativo del volumen e importancia en el entorno.
El movimiento
Para detallar las expresiones de circulación del agua cabe decir que hay varios significantes para
representar el movimiento; los trazos básicos están presentes en el glifo del agua (puntas o
extensiones a orillas del cuerpo central, las espirales o remolinos, las líneas onduladas, las
torceduras, las olas, la espuma ocasionada por la fluidez). Por el significado de la composición de
los glifos y sus nombres sabemos que hay algunos matices en la idea de circulación, a continuación
algunos ejemplos.
El topónimo de Olac (Figura 18) rememora la idea básica de la circulación: “lugar donde el
agua se mueve” (oloa: moverse, atl: agua, c: en), y el movimiento está enfatizado por un círculo
oscuro en medio del agua a la manera en que se presenta en algunos remolinos. Atlicholloayan
(Figura 19) “donde el agua corre o salta” (atl: agua, i: acción de beber, choloa: huir, correr, saltar,
yan: sufijo que indica lugar donde se realiza una acción), en el que la idea de correr o saltar se
266
El repertorio hidráulico del centro de México
representó además con la pata de un animal, al parecer de un venado, junto al glifo acuático.
Robelo (1900: 49) situó etnográficamente este topónimo en el contexto del agua que corre a
chorros, por ejemplo en las sementeras, pero no como una caída natural de agua: “En las haciendas
del Estado de Morelos se llaman achololes (atlichololiz, chorro del agua) a los residuos del agua que
corre[n] por los surcos de las sementeras de riego”. Por su parte, Siméon (1984) registró el
término chololiztli como “huida, salto, caída, corriente”, y en Molina (2001) se agrega para choloa:
Los lugares con caídas o cascadas se representaron de varias maneras, una de ellas es con la
denominación en náhuatl como Atlihuetzian (Figura 20) “donde el agua cae” (atl: agua, huetzi:
caer, yan: lugar donde se realiza una acción), y vemos al glifo constituido por el líquido que se
desliza sobre las rocas, al igual que en el glifo de la Figura 21 en cuyo cerro con textura dura se
derrama, ya que es impermeable y no la filtra. 2 Otra forma de denominar a las cascadas la vemos en
el topónimo de Atzompa (Figura 22) “en el cabello del agua” (atl: agua, tzontli: cabello, lo
numeroso, lo incontable, pan: en, sobre), del cual vemos la comparación entre el glifo toponímico
tal cual en la Matrícula de Huexotzinco y una composición semejante en un personaje del Códice
2
Orozco y Berra (1871: 4) clasificó a las superficies que tienen este diseño de líneas que se cruzan diagonalmente y
forman cuadros en la superficie del cerro, como tepetatosas, lo cual es muy probable, ya que corresponde al diseño de
la piel del cipactli o monstruo de la tierra, cuya naturaleza es dura.
267
Elia Rocío Hernández Andón
El ciclo hidrológico
Me he basado en el esquema del ciclo hidrológico para acercarme al conocimiento y análisis de los
glifos y topónimos acuáticos, pues los diferentes estados del agua y formas de circulación facilitan
su entendimiento y nos permiten además, apreciar la cosmovisión que acerca de ello tenían los
indígenas mesoamericanos. A continuación puntualizo las formas en que encontramos el agua en
la naturaleza y su ciclo natural, recordando que una de las definiciones del ciclo hidrológico alude
a la distribución y movimiento continuo del agua entre la tierra y la atmósfera, y es lo que da pie a
que la hallemos en sus diferentes formas. Es importante detallarlas porque de esa manera se hace
más evidente su relación con los elementos naturales básicos como el aire, la tierra y el sol.
El brote
En la tipología de cuerpos de agua el nacimiento ha sido siempre un aspecto muy importante para
los seres humanos de todo el mundo. En Mesoamérica se produjeron infinidad de
representaciones de los manantiales u ojos de agua. Nombres como Ameyalco, Amalacatzinco,
268
El repertorio hidráulico del centro de México
Axictla, Axochco, Axuchitlan, Atlixco, Almolonca, Almoloya, Amomolulco nos refieren a esto
mismo: lugar donde el líquido brota, donde se mueve en forma rotatoria, es un ombligo de agua, la
flor del agua, en el ojo de agua, donde mana, donde hierve a borbotones. Y en la forma de
representar esto se puso particular énfasis en las formas envolventes, trazos circulares, con
espirales, donde el glifo muestra el impulso del brote a través de los brazos que sobresalen de la
corriente (Figuras 24 a 27). A partir de ahí fluye hacia otros lados y se conecta con otros caudales.
Sumideros
El agua no sólo emerge de la tierra, también se regresa, usualmente en forma de remolino pero con
sus brazos orientados hacia el lado opuesto de como se aprecia en la mayoría de los manantiales.
Nos referimos a los sumideros (Figuras 28 a 31), en los que la presión de la superficie llega a ser
mayor que la subterránea, por lo que con movimiento rotatorio desciende hacia el interior de la
tierra en donde pasan a formar parte de los caudales subterráneos y constituyen un punto de
partida de las reservas no visibles del agua (además de la existencia de las aguas filtradas). Así,
tenemos topónimos como Chicoloapan, Atitalaquia, Atlitlalacyan y Pinaguac, que denotan el
retorno del agua, que se regresa, que se torna atrás, que entra a la tierra.
269
Elia Rocío Hernández Andón
Chicoloapan (Figura 29) es el “agua que se torna al revés” y descompone sus raíces en chico:
ir hacia atrás, lo: marca de participio, atl: agua, pan: en, sobre; cuyo glifo se enfatiza fonéticamente
por la presencia del pájaro chicoalotl. Atitalaquia y Atlitlalacyan significan “en donde entra el
agua” (Figura 30), formándose de atl: agua, tlalli: tierra, aqui: entrar, yan: donde se realiza una
acción. El topónimo de Pinaguac está relacionado con el nombre que recibían los caudales
Apinauiztli y Pinauizaatl (Figura 31) que significan “el agua que siente vergüenza” al salir y por
acuerdo con fray Agustín de Betancourt 3, era una corriente que salía del monte Nappatecutli. 4
Biblioteca Nal. de Francia, documento no. 035-036, f. 9v. Códice florentino e Historia general, libro XI, cap. 12
Este hecho hace que las corrientes de agua puedan estar así presentes o ausentes tanto en forma de
manantiales como de ríos, correspondiendo a su fluidez como caudales intermitentes o bien como
perennes. Los mesoamericanos plasmaron este acto dinámico del agua registrando y
3
Betancourt, Arte de lengua mexicana (1673) apud Rémi Siméon, 1984.
4
Nappatecutli era “el señor de los cuatro lados” y así se les llamaba a varios cerros en Mesoamérica, como
personificación del dios Tlaloc. Como ejemplo hay algunos glifos del monte conformado por algunas escalinatas
cuadradas en la Historia Tolteca Chichimeca (1976). En la descripción de Betancourt pudiera referirse al pico de
Orizaba en Veracruz, pero también quedaría para la región de Texcoco, ya que en un mapa del siglo XVIII se puede
localizar al cerro Tláloc muy cerca de una cañada llamada Pinaguac (AGN, mapa núm. 2526).
270
El repertorio hidráulico del centro de México
desapareciendo alternadamente los componentes básicos del agua: forma, color, líneas internas,
remolinos, puntas a los lados y remates de caracoles y conchas (Hernández, 2007: 10-12).
Escurrimiento
Fluidez y acumulación
Las formas en que el agua se acumula se manifiestan en muy diversos cuerpos que si bien fluyen, se
caracterizan por la cantidad de líquido reunido: lagunas, ciénegas, mares, salinas, pozos. Las
lagunas (Figuras 32 a 35) se ilustraron profusamente ocupando mucho del espacio representado y
se observan en topónimos como Atezcahuacan, Atezcapan, Hueyapan.
mar también fue representado y puede abarcar una gran área en algunos mapas.
271
Elia Rocío Hernández Andón
Figura 36. Zoquitzinco, Estado de México (“lugar del Figura 37. Zoquitl (lodo)
lodazal”, zoquitl: lodo, Tzinco: en la base)
Fluidez y derivación
La fluidez está presente en todos los cuerpos pero se maneja aquí en el sentido de ser corrientes
que van de un lado a otro. Con frecuencia en los mapas se observan grandes ríos que se diferencian
de los arroyos por la anchura, en tanto algunos ríos superficiales se contrastaron respecto a los
ubicados en el subsuelo, y los permanentes se distinguieron de aquellos que sólo fluyen por
temporadas. En algunas crecidas de los ríos hay arrastre de partículas que se concentran en
bancales de arena, por lo que los lechos pueden cambiar su curso para fluir por superficies que
quedaron más profundas.
La Tabla 2 se presentan algunos glifos toponímicos relacionados con los cursos de agua y
sus ramificaciones, que fungieron en algún momento como denominadores de esos territorios
(Figuras 38-45).
272
El repertorio hidráulico del centro de México
5
La palabra Atzayancan llamó mi atención porque tzayana se utiliza para definir algo que se rasga como las telas, o se
divide desgajándose como las ramas de los árboles. Podría haber algún paralelismo entre la textura de las telas y “el
manto” de agua, ya que otra palabra como Apapatztla (traducida por Molina, 2001 y Siméon, 1984, como
“manantiales de agua”), parece tener relación con la idea de exprimir algo (patzca: exprimir el jugo, apretar, torcer la
ropa mojada, patzaua: apretar estrujar, comprimir, exprimir el jugo).
273
Elia Rocío Hernández Andón
Precipitación
Esta fase del ciclo hidrológico tiene tres manifestaciones: en forma líquida como gotas de lluvia,
sólida con la formación de hielo, granizo y nieve (estado de congelación del agua), y por
condensación: rocío (característica de humedad). Las gotas se representaron como círculos y
chalchihuites en color blanco, unidos a una pequeña porción del agua que es una franja de color
azul (Figura 46). Los colores y texturas de las gotas varían dependiendo de la característica del
agua: si expresa granizo, su textura será alusiva a las piedras, por lo que se incluye ese glifo, mientras
que si son blancas o azules manifiestan la presencia clásica de la lluvia. Presento algunos ejemplos
de glifos y su inclusión en topónimos (Figuras 47 y 48):
Figura 46. Glifo de una Figura 47. Quiyauhteopan (“en el Figura 48. Tlachquiauhco
gota de agua templo de la lluvia”, quiahuitl, (año 11 caña o 1503)
quiyahuitl: lluvia, teopan: templo)
Congelación
El estado sólido del agua se manifiesta en forma de nieve, hielo y granizo. Los tres cuerpos se hallan
representados como pequeñas rocas y bolas de color blanco como elementos individuales, y en
forma acumulada con diminutos puntos agrupados. Algunos territorios gélidos reciben nombres
como Cepayautla, “lugar donde hay nieve” (cepayauitl: nieve, tla: lugar, abundancia de), o
Teciuhtlan (Figura 49), “entre el granizo” (teciuitl: granizo, piedra fría, tlan: entre), cuyo glifo se
274
El repertorio hidráulico del centro de México
configura como el de las gotas, con caída sin color y el círculo de agua que debía estar en su remate
la constituye una piedra, como alusión a la dureza del granizo.
Matrícula de Tributos, lám. 29 Aubin (2000), signo núm. XVIII, p. 54 Matrícula de tributos, lám. 24
Condensación
flores”; Aubin (2002) diferencia el rocío de la lluvia por los elementos que acompañan a las gotas:
en el caso de la lluvia las ubicó junto a una representación de la trompa de Tlaloc, mientras que
aquí está en composición con una flor para formar xochiauachtli. El topónimo de la Figura 51
indeterminado -algo; cuechahua: mojarse, estar húmedo, humedecer; cuechtli: caracol largo; yan:
Filtración
Es la característica de comportamiento del agua que hace posible que se traslade de la superficie al
subsuelo. Aunque se observa poco en su representación, se llega a conocer por los nombres con
275
Elia Rocío Hernández Andón
que se le definió, por ejemplo, en los topónimos que aluden a la idea de que el líquido se va
metiendo entre las rocas, la arena o la tierra en pequeñas cantidades.
Como ejemplos tenemos el topónimo de Ixicayan (Figura 52) (“lugar donde se rezuma o
filtra el agua”, ixica: rezumar, gotear, destilar; yan: locativo), y en este caso las gotas escurren desde
donde el agua gotea” (atl: agua, chipinia: gotear de forma menuda, co: lugar), es representado como
Evaporación
Esta manifestación hidrológica se encuentra gráficamente como nubes en color blanco y se asocia
también a la idea de humedad representada por pequeños puntos. La ilustración del agua como
vapor se halla dentro del estilo de las emanaciones o exhalaciones del cuerpo como el aliento, la
inspiración, la palabra, el suspiro (en una palabra, el ihiyotl y sus múltiples significados), que si
276
El repertorio hidráulico del centro de México
Esas “torceduras” son muy obvias en la representación de las nubes y los vapores, como en el
topónimo de Temazcalapan (Figuras 54 y 55), “en el agua del temazcal o baño” en donde el vapor
Por último, se presentan en el cuadro 3 algunos ejemplos de glifos que se derivan a partir de la
presencia de estructuras que conducían agua, en este caso un estanque, un canal, un dique y dos
versiones de compuertas. Son los topónimos de Tlecaxapa (Figura 56) “en el agua del cajete de
fuego”, que se refiere a la presencia de un incensario en la cima del cerro del sitio, en el cual se
hacían algunos rituales desde la época prehispánica, y el día de hoy contiene materiales y restos
arqueológicos; se representó con una fuente o estanque (se desglosa como tletl: fuego, caxitl: cajete,
recipiente, atl: agua, pan: en, sobre). Teacalco (Figura 57) “en la canoa de piedra, en el canal” (tetl:
piedra, atl: agua, calli: casa, acalli: canoa, co: sitio), y se exhibe como canal en corte transversal; en
varias regiones de México se le denomina canoas a los canales. El glifo toponímico de Atenanco
(Figura 58) significa “en el muro del agua” (atl: agua, tenamitl: muro, co: lugar), y lo considero el
referente de los albarradones o diques construidos para manejar los niveles de agua.
Otros topónimos como Atzacualco, Atzacualoyan, Atzacan hacen referencia a sitios donde
el agua se cerraba por medio de compuertas, para regular los flujos, traduciéndose como “en donde
el agua se cierra” (atl: agua, tzacua: cerrar, can: lugar); en los glifos de las Figuras 59 a 61 se
277
Elia Rocío Hernández Andón
ejemplifica una manera de cerrar el flujo “tapando” los canales o bajando un implemento para
disminuir la corriente.
Figura 56. Tlecaxapa, Hidalgo. Figura 57. Teacalco, Estado de Figura 58. Atenanco, Guerrero.
Relación Geográfica de México. Matrícula de Tributos, Matrícula de tributos, lám 17
Cempoala, Acuña (1985) lám. 5 (versión redibujada)
Reflexiones finales
Cabe decir que es recomendable complementar este análisis histórico, lingüístico y geográfico de
los topónimos con observación y reconocimiento de los sitios, y con las descripciones que los
pobladores locales ofrecen sobre el significado, ya que las estructuras lingüísticas por sí solas no
explican la totalidad del conocimiento de los territorios, de las cuestiones geográficas,
meteorológicas o del uso de los recursos naturales, como tampoco acerca de la cosmovisión que
sobre algunos elementos se crearon desde tiempos antiguos.
Hemos visto parte del espectro que puede ofrecernos el estudio de los nombres de lugar
relacionados con el agua, tanto para conocer su calidad, forma o color, como su funcionamiento
en tanto sistema, las manifestaciones del ciclo hidrológico, la relación del agua con otros
elementos y su expresión en obras hidráulicas. Seguirá siendo esencial retomar estas erudiciones
278
El repertorio hidráulico del centro de México
para el reconocimiento del paisaje, la configuración histórica de los territorios y para cavilar sobre
las políticas que se aplican tanto al uso de los mismos como de los recursos naturales implicados.
En el desequilibrio ambiental actual, una de las reflexiones importantes por rescatar es que
el agua en realidad no está desapareciendo, sino que está cambiando de lugar, está cambiando su
territorio al acumularse más en sitios donde antes no se encontraba y se está ausentando de otros.
Por ello la sabiduría indígena plasmada en los documentos antiguos es relevante, ya que las
anotaciones en los nombres de lugar nos dan cuenta de las formas de su circulación, y debía ser un
indicativo actual, una pista para todos aquellos que desean saber o hacer algo con el agua; la
palabra misma nos lo está diciendo. Es el acto de nombrar.
Los reservorios subterráneos constituyen un gran caudal que podría no ser aprovechado
del todo por el desconocimiento de cómo se encuentran esas aguas y hacia donde fluyen, si bien ya
no a la superficie de muchos lugares, pero que por razones topográficas irían a emerger en otros
sitios, en donde las condiciones climáticas también las afectarían. Se hace necesaria entonces esta
conjunción entre los conocimientos de la Geografía, la Geofísica, la Ingeniería Hidráulica, la
Historia, la Antropología y la Lingüística.
De la información presentada es importante resaltar el equilibrio hidrológico natural que
implica la existencia de manantiales y sumideros, ya que se neutraliza la presión ejercida entre lo
subterráneo y lo superficial, alternándose en ocasiones un mismo cuerpo de agua para brotar y
regresar. Otras manifestaciones de aumento y disminución alternada del líquido permiten la
presencia de ciénegas que también son aprovechadas, por ejemplo, para ciertas actividades
agrícolas o para formar ladrillos en el caso de los lodazales de barro.
Relevante ha sido recopilar y comparar suficientes imágenes del periodo prehispánico y
colonial para poder observar cómo se representó pictográficamente la presencia y la ausencia del
agua, al disminuir o perderse el color azul en corrientes subterráneas y en las estacionales,
recuperándolo después al brotar de nuevo en la superficie, al igual que mostrar y perder otros
elementos básicos como las líneas internas, las espirales y los remates de agua en forma de caracoles
y conchas. Este acto dinámico en la representación del agua es concordante con la observación de
la naturaleza llevada a cabo por estos pueblos del centro de México, cuyos glifos se han podido
apreciar y situar desde la costa del océano Pacífico hasta la costa del Golfo de México; se ha
279
Elia Rocío Hernández Andón
trabajado con información gráfica de pueblos nahuas, mixtecos, zapotecos, otomíes, totonacos y
huastecos. Aquí se analizó lo referente a los topónimos en náhuatl, aunque los elementos
pictográficos se comparten entre estas culturas con algunas variaciones.
El glifo del agua se adaptó y mezcló estéticamente con otros glifos para combinar las ideas
que se fueron expresando a través de los nombres de lugar, logrando así plasticidad para
transformarse, como en el caso de la gota de granizo en forma de gota-piedra. Si bien cada uno de
los componentes básicos del glifo del agua son esenciales, se puede considerar que los más
representativos de lo acuático fueron las espirales y la gota de agua, esta última a veces sola y a veces
como remate de los ríos y manantiales, con conchas y caracoles. La gota fue la inspiración para
moldearla a varios de sus estados físicos al ser líquida, sólida y como emanación, fue uno de los
elementos acuáticos que provenía desde tiempos muy antiguos y que se preservó hasta avanzado el
periodo colonial.
Fuentes
Acuña, R. (1984) Relaciones Geográficas del siglo XVI: Antequera, 2 vols., UNAM: IIA, México.
-------- (1985-1986) Relaciones Geográficas del siglo XVI: México, 3 vols., UNAM: IIA, México.
Aubin, J. M. A. (2002) Memorias sobre la pintura didáctica y la escritura figurativa de los antiguos
mexicanos, UNAM: IIH, México.
“Códice Aubin de 1576. Documento núm. 035-036 de la Biblioteca Nacional de Francia” (2009)
Amoxcalli: la casa de los libros. Fondo de Manuscritos Mexicanos de la BNF, Mohar
Betancourt, L. M. (Coord.), CIESAS, México
Códice Cozcatzin (1994) edición facsimilar, INAH, BUAP, México.
Códice Selden (1964) edición facsimilar, interpretación del códice Selden 3135 por Alfonso Caso,
Sociedad Mexicana de Antropología, México.
Códice Telleriano Remensis. Ritual, divination and history in a pictorial aztec manuscript (1995)
edición facsimilar, edición de Eloise Quiñones Keber, University of Texas Press. Austin.
Códice Vindobonensis (1974-2004) fundación para el avance de los estudios Mesoamericanos,
Akademische Druck U. Verlagsanstalt. Graz, Austria.
Hernández Andón, E. R. (2004) La representación pictográfica de elementos hidrológicos e
hidráulicos en las Relaciones Geográficas del Siglo XVI, Tesis de Maestría en Estudios
Mesoamericanos, UNAM: FFL, México.
-------- (2007) “La representación pictográfica del agua en mapas coloniales”, Ciudades, 73, Red
Nacional de Investigación Urbana. Puebla, México, pp. 3-14.
280
El repertorio hidráulico del centro de México
281
Elia Rocío Hernández Andón
282
EL NOROESTE DEL VALLE DE MÉXICO EN EL MAPA DE UPPSALA
Resumen
Uppsala, elaborado en el siglo XVI y en donde se aprecia la geografía del Valle de México. En este
estudio se presenta una propuesta de ubicación de los pueblos que se plasmaron en la sección
noroeste del documento que corresponde actualmente a los Estados de México e Hidalgo. †
Abstract
Uppsala, which was developed in the sixteenth century and where the geography of the Valley of
Mexico is appreciated. In this study a proposed location of the towns that were embodied in the
northwest section of the document that currently corresponds to the states of Mexico and
Hidalgo is presented.
*
Investigadora independiente, azoyu1028@yahoo.com.mx
†
En el año 2003 estudiantes de la materia Escritura, cosmovisión e imagen en Mesoamérica de la ENAH, impartida por
la maestra Laura Rodríguez Cano, realizamos un trabajo sobre el Mapa de Uppsala. El objetivo consistió en realizar
una investigación cartográfica, histórica e iconográfica de las diferentes regiones representadas en el mapa, a partir de
una copia resguardada en el Museo Nacional de Antropología. De este trabajo en conjunto se desprende la versión
aquí presentada.
283
Flor Yenin Cerón Rojas
Introducción
El Mapa de Uppsala (MU) es un documento indígena que fue hecho a mediados del siglo XVI
(1550), probablemente por alumnos del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, en el que se
combina la tradición indígena de escritura con la cartografía europea. Se cree que Alonso de Santa
Cruz, cosmógrafo real, lo envía como regalo a Carlos V porque en la parte inferior derecha se
encuentra una dedicatoria al soberano español. Aunque se le había asignado erróneamente la
autoría, él sólo lo tuvo en su poder por breve tiempo. En su obra Islario General del Mundo, que se
encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, aparece otro mapa muy parecido del cual se cree es
una copia (Medina, 2007).
El mapa se resguarda actualmente en la Biblioteca de la Universidad de Uppsala, en
Suecia. Mide 114 x 78 cm (Apenes, 1984) y conserva en su mayoría los colores originales. La
primera reproducción apareció en 1889 por Adolf Erik Nordenskiöld y Erik W. Dahlgren, la cual
se trasladó a la Ciudad de México y es la que se conserva ahora en el Museo Nacional de
Antropología (Medina, 2007: 8). Antonio de Peñafiel (1899) también publicó esta reproducción
en su obra Documentos para la Historia Mexicana. En los años recientes el Museo Etnográfico de
diferentes ángulos históricos y cartográficos. Para efectos de este trabajo, es importante señalar que
en su estilo iconográfico concierta elementos de la escritura indígena prehispánica y la cartografía
europea, que debe tomarse en cuenta en su interpretación iconográfica. Otro aspecto importante
para la localización de los topónimos y lugares representados es, que las dimensiones del espacio y
distancias expresadas en el mapa corresponden a una lógica particular donde el “autor” quiere
resaltar cierta información geográfica. 2
1
Página oficial del proyecto del Mapa de la Universidad y Biblioteca de Uppsala: http://sysrep.aalto.fi/mexico/
2
El paisaje no sólo es la representación pictórica de la realidad natural que nos rodea, sino que en este ámbito es una
categoría antropológica que nos permite entender la forma en que las sociedades perciben su entorno natural y
espacial, construyendo a partir de ello su cosmovisión. Es así que, de acuerdo con Iwaniszewski (2011: 26) “Para la
[antropología] del paisaje el referente natural es el humano, ya que sin el hombre no puede existir el paisaje. Esta
284
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
constatación separa la [antropología] del paisaje de los estudios geográficos y ecológicos del paisaje, que más bien se
proponen estudiar la parte física o material del entorno humano y tienden a ignorar su dimensión social, significados
inmanentes o simbólicos.”
285
Flor Yenin Cerón Rojas
1 Geografía y paisaje. Se aborda la geografía general en el MU, se compara con los datos
obtenidos en el recorrido de campo, y para el caso de la poblaciones de Tula y Tepeji, se
compara con mapas coloniales que se conservan en el Archivo General de la Nación
(AGN) y publicados por Feldman y Mastache (1990) en el Índice de documentos sobre
el Centro de México y cartografía antigua del área de Tula. Estudios Sobre Tula 1 3,
3
Se puede consultar la digitalización en:
http://bdmx.mx/detalle_documento/?id_cod=44&codigo=imagen26&carp=04
286
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
Tepotzotlán
Geografía y paisaje
En la actualidad un municipio que colinda al norte con Huehuetoca y Coyotepec, y al sur con
Cuauhtitlán y Tultitlán, tal como lo muestra el MU. Respecto al paisaje representado en el mapa,
uno de los caminos que llegan a esta población corresponde a la actual carretera federal, paralela a
la Autopista México-Querétaro, que proviene de Coauhtitlán se desvía por la entrada principal al
pueblo (Av. Insurgentes) que conduce al centro del municipio. Sobre el camino representado en el
MU hay un cargador que lleva leña. Hacia el oriente, frente a la plaza principal, se localiza la Sierra
de Tepotzotlán, que en el MU se representa por dos elevaciones con un paisaje boscoso del cual
aún se puede apreciar en la geografía real. Al parecer, el afluente que nace del lago de Zumpango y
que pasa por un costado Tepotzotlán, alude al Río Cuauhtitlán (Naime, 1992: 19).
287
Flor Yenin Cerón Rojas
Arquitectura Religiosa
La construcción más importante del municipio es el Museo Nacional del Virreinato, que en la
época novohispana fungió como el Colegio Noviciado de San Francisco Javier, de la orden de la
Compañía de Jesús, fundado en 1586 pero edificado a inicios de 1606 (INAH, 1981: 13), por lo
que no aparece ningún edificio religioso en el MU, sólo se observan casas alrededor del topónimo,
lo que implica un asentamiento importante.
Topónimos
El glifo toponímico de Tepotzotlán es un hombre jorobado, de perfil y con medio cuerpo
empotrado en el cerro (Tabla 1). El topónimo está acompañado por la glosa tepuztlan,
regularmente traducido al español como junto al jorobado o lugar del jorobado pues se compone
de Tepotzolí (jorobado o garboso) y el sufijo locativo tlan 4 (GEM, 1988: 479). Tepotzotlán
también se representa en el Códice Osuna (1947: F. 35) con un hombre de perfil con su joroba,
sentado sobre un cerro o tepetl y con la corona real para denotar su rango como señorío
4
“Tepotzotlán. (San Martín) (Pueblo). Tepotztli, corcova; tlan, Junto a la corcova, elevación o montículo de tierra. En
otomí se Nccogüe” (Olaguibel, 1975: 27).
5
La población originaria de Tepotzotlán es la otomí. Se considera a Quinantzin III como el fundador de señorío
independiente de Tepotzotlán, el cual inició en 1460 a causa de las constantes peleas con los tepanecas de
Azcapotzalco (GEM, 1988: 479). Gibson (1977: 43) señala que esta población correspondía a una larga tradición de
tlatoanis tepanecas, por lo cual, después de la conquista obtuvo el rango de cabecera.
288
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
Tepotzotlan+G (4-13)
Sentido fonético, tepoz_ on (tli) tlan,
“en el camino encorvado o torcido” (p. 50).
El siguiente topónimo que corresponde a esta área es una especie de diadema o tocado, que
Aguilera (1986: 50) identifica como “forma curva con 5 círculos” (Tabla 2). Para poder
una hierba muy parecida a la que lleva el signo del día mexica conocido como malinalli, pero hasta
el momento es una propuesta de lectura. 6 Por otro lado, muchos de estos lugares perdieron su
nombre náhuatl u otomí y fueron cambiados por nombres de santos cristianos.
El siguiente topónimo es un cerro que tiene varios círculos sobrepuestos de color rojo en la
cima, que asemejan un cumulo de piedras pero también podría ser una mazorca; Aguilera (1986:
52) lo nombra Tlatlauhquitepec. 7 Dentro del paisaje del MU este topónimo se encuentra hacia el
norte de Tepotzotlán. Debido a la etimología del nombre de este cerro y por su ubicación
geográfica, me parece que este lugar se trata de una elevación conocida como El Sincoque, 8 que se
encuentra entre Tepotzotlán y Huehuetoca (Tabla 2).
6
Neri (1986: 21-23) presenta 6 nombres de lugar correspondientes a los poblados sujetos de Tepotzotlán los cuales
aún conservan el glifo toponímico; el primero de ellos es Tlacateco (donde se mataron o despedazaron hombres);
Texcacoa o Tezcacoac (serpiente de espejo); Capula o Capulla (capulinar); Xuchimanga, que proviene del náhuatl
xochimanque (los que se ocupaban de las flores o ramilleteros); Chitela (Barrio de Las Animas, cuya traducción sería
lomerío o pequeños montes); Xóloc o San Mateo (Xólotl es el nombre que se les da en náhuatl a las plumas de los loros
también llamados toznene...); Cuatlalpan o Santiago Cuautlapan (tierra poblada de arboles).
7
Tlatlauhquitepec, Tlatlauhqui-tepec (lugar de la tierra roja) (Peñafiel, 1885: 215).
8
Para la etimología de la palabra Sincoque, Cecilio Robelo (1966: 210) dice: “Sincoc. Cinco es palabra castiza y
significa: ‘En las mazorcas’, Tzintli, como sustantivo. Sincoc es corrupción de Cincolotl, granero. No es cincolotl sino
289
Flor Yenin Cerón Rojas
Tlatlauhquitepec? (4-14).
Un monte con un montón de
piedras rojas en la cima puede
indicar un Tlatlauhquitepec
(lugar del cerro rojo) (p. 52).
Jilotepec
Geografía y paisaje
Jilotepec colinda al sur con Chapa de Mota, y al Norte con Tepeji del Río (Hidalgo). Es uno de los
municipios más grandes del Estado de México y se caracteriza por extensos valles verdes y zonas
boscosas. Actualmente cuenta con 85 poblaciones de filiación otomí.
En el MU se representó un río que crece en las cercanías de Jilotepec y que pasa por atrás
de la iglesia representada. En la geografía real, en la calle Ignacio Allende que corre detrás de la
construcción religiosa se encuentra el arroyo Río Coscomate (Huitron, 1999: 25), que se
encuentra entubado. También se comprobó que en la desviación de la autopista que lleva al centro
se encuentra la Presa el Arco, al parecer corresponde a uno de los manantiales que se representa en
el mapa. El Valle de Jilotepec está rodeado por una pequeña sierra llamada de Jilotepec y de San
Andrés (Huitrón, 1999: 23), también representados en el documento. Respecto al camino que
tzincolotl, de que se ha formado el aztequismo sincolote, y no significa granero. El tzincolotl (zincolote) es una especie de
cesto o cuévano, tejido de palma, que sirve para recoger las mazorcas en las cosechas de maíz”; Por su parte, Manuel
Olaguibel (1975: 25) señala que: “Sincoc (Barrio). Puede derivarse de tzintli, falda o tzinco, que es lo mismo, con la
preposición c, en. En la falda del cerro. No dista mucho de ese lugar el cerro del Sincoque o Sincoc, cerca del Desagüe
Real, desde cuya altura se disfruta esplendida vista del valle de México. Hay quien diga que viene el cincolotl, granero.”
290
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
conduce a esta población, probablemente se trate de la actual carretera federal que llega a Tepeji
del Río.
Construcciones Religiosas
Topónimos
El topónimo principal y que le da nombre a la población (Tabla 3) se representa por una planta
que se encuentra en la naciente del río que atraviesa a Jilotepec. Aguilera (1986: 50) lo identifica
como dos xilotes o dos mazorcas. 9 El topónimo oficial y actual del municipio se compone por un
cerro con dos xilotes en la cima que fue retomado del Códice Mendocino. En el mapa aparece la
glosa gilotepec, que en náhuatl significa en el cerro de los jilotes (GEM, 1988: 238), lo cual ayudó a
confirmar la identificación del lugar. Este nombre fue impuesto por los tenochcas ya que en otomí
es Ma-Denxi que se traduce como lugar de jitomates tiernos o de cebollas (GEM, 1988: 233).
9
La etimología de Jilotepec de Cecilio Robelo (1966: 135) es: “El nombre propio mexicano es Xilotepec, que se
compone de xilotl, de que se ha formado el aztequismo “jilote” espiga o mazorca de maíz, cuyos granos no están
maduros, y particularmente las hebras o cabellitos de la mazorca; de tepetl, cerro y de c en; y significa: “En el cerro de
los jilotes.” El Sr. Dr. Peñafiel cree que el lugar de que se trata estuvo consagrado a la diosa Xilo Xilomen Centeotl, la
Cibeles mexicana, y que el nombre significa: “Lugar consagrado a Xilo”. La diosa Centeotl lo era de la tierra y del
maíz”. Por su parte, Olaguibel (1975: 58) señala que: “En idioma otomí Jilotepec, toma el nombre de: Madonxi. De la
cual se puede sacar las siguientes etimologías: Ma-Denxi. “lugar de jitomates tiernos o de cebollas.” Demixhi. Significa
en otomí “Tomate.” Denxie. Corrupción de Denxhí, que significa en otomí “Cebollas”.
291
Flor Yenin Cerón Rojas
xilotepec+G
(4-4)
Otro topónimo es el que se localiza al inicio del río que rodea a Jilotepec y que es identificado
como una planta, pero no se sabe a cuál se refiere, por lo que se espera encontrar bases para una
interpretación más clara en un futuro (Tabla 4).
Planta (4-5)
Chapa de Mota
Geografía y paisaje
Chapa de Mota 10 corresponde a la población cuya glosa se lee chiazingo. 11 La identificación de esta
población fue tanto por su ubicación geográfica en el MU como en las cartas actuales. Este lugar
10
De las diversas formas en que en los documentos coloniales se mencionaba a Chapa de Mota, Rosa Brambila (2008:
43) menciona que: “el topónimo de Chapa, Chiappan, Chiapa, se repite en varias regiones, e incluso en el mismo
territorio de la gran provincia de Jilotepec; en algunas ocasiones se puede confundir con Huey-Chapa o con Chapan-
tongo.”
292
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
colinda con el estado de Hidalgo al norte, y al sur con el municipio Villa del Carbón. En el mapa
aparece un río que pasa por el lugar, “es importante hacer notar que en el municipio de Chapa de
Mota y Villa del Carbón, se origina el nacimiento del Río Pánuco, con los ríos de San Rafael y de
San Jerónimo, mismos que alimentan a la presa de Taxhimay, concesionada al estado de Hidalgo”
(GEM, 1986: 143), es probable que éste sea el representado en el mapa. El lugar se encuentra
rodeado por bosques y está construido sobre un cerro, tal como se muestra en el MU.
Arquitectura Religiosa
En el MU se representa una iglesia rodeada por casas, la cual podría corresponder con la Parroquia
de San Miguel y la capilla de San Miguel, al parecer, del año de 1563 (INAH-GEM, 1986: 361), lo
Topónimos
Localidad era de origen otomí llamada Nonthé (sobre el cerro) que describe perfectamente la
geografía del lugar, pero al ser conquistada por los mexicas su nombre y topónimo cambió por el
de Chiapan que significa “en el río de la Chía” (GEM, 1986:142). En el recorrido de campo, los
pobladores mencionaron que el río más cercano se encontraba a una media hora de camino y su
nombre actual no corresponde con el topónimo de la población, puede ser tanto el río San Rafael
como San Jerónimo, que confluyen y nacen del Río Pánuco.
11
Referente a la etimología de la glosa del mapa que reza chiazingo, Robelo (1966: 89) señala: “Chiautzingo.
Chiahuactzinco. Para la primera el nombre sería Chiauhtlatzinco (V. Acacingo): y para la segunda, Techiauac o
Chiahuatetla. El nombre correcto mexicano es Chiauhtzinco, que se compone de chiahuitl, que tiene tres
significaciones: una especie de víbora: pulgón que roe las viñas.” Este mismo autor (Op.cit.: 87-88) al referirse a
Chapa de Mota señala: “Chiapa: El nombre mexicano es Chiapa ó Chiapan, que se compone de chian o chia, el cual
nombre se ha conservado en castellano para designar la semilla indígena de que se extrae aceite y con la que se hace
agua fresca; de atl, agua, y de pa o pan, en o sobre; y significa: ‘En el agua o rio de chia’. Al sobrenombre de Mota le dan
los cronistas diverso origen. El Alcalde Mayor de Querétaro, Hernando de Vargas, dice: “De sus dioses (habla de los
otomites), llamados padre viejo y madre vieja, venían todos los nacidos; y que estos habían procedido de unas cuevas
que están en un pueblo que se dice Chiapa, que ahora tiene en encomienda Antonio de la Mota, hijo de conquistador,
que está dos leguas de Jilotepec”.
293
Flor Yenin Cerón Rojas
retomando a Peñafiel (1885), se puede decir que en este topónimo existe diferencia de estilos pero
se conserva la idea de agua.
Chiauhtzinco (4-2)
En lo que toca al glifo de Chiauhtzinco,
consiste en lo que parece una mancha o
salpicadura de agua de color azul…
probablemente quiere decir “En las ciénagas
pequeñas…” (p. 36).
El otro topónimo dibujado en esta área es una planta que remata al final del río a la derecha de la
población; no se identificó a qué topónimo se refiere. En el extremo superior izquierdo existe otra
imagen que podría ser otro topónimo; Aguilera (1986) lo identifica como “rectángulo con
salientes”; aún no se ha podido dar una interpretación de este glifo, pero se realizó una
comparación entre las representaciones de la Matricula de Tributos que se asemejaran, la cual es
Planta? (4-3)
294
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
Tequixquiac
Limita al norte con los municipios de Apaxco y Hueypoxtla; al noreste con Atotonilco de Tula en
el estado de Hidalgo; al sur con el municipio de Zumpango; al oriente con el municipio de
Hueypoxtla; y al poniente con el municipio de Huehuetoca. Tequixquiac se une a la población de
Amuluaca (Atotonilco de Tula) por medio de un afluente, y los extremos de este río se
representan los topónimos de estos dos lugares. Tequixquiac tiene varios afluentes que cruzan la
población, como el río Salado que nace en el manantial de Hueypoxtla; el río El Grande, el río
Xoté, la Presa de Dolores, la presa del Bermejo, la presa del Salto en Tlapanaloya, y la presa de la
barranca de la Arena en los límites con Apaxco.
Arquitectura Religiosa
En el MU se representa a Tequixquiac con una iglesia, la cual se fecha hacia el siglo XVI. Los
franciscanos fueron los encargados de la construcción del templo de Santiago, que en 1590 se
convirtió en Parroquia.
Topónimos
El topónimo se compone de un pozo de agua o manantial que en la cima tiene un círculo blanco
con puntos para representar la sal que se secaba de las aguas salitrosas y que es una parte
característica de la región norte del Estado de México (Tabla 7). En el Códice Mendocino el
topónimo consiste de un río que en medio tiene dos bolitas amarillas aludiendo al tequezquite. En
el Códice Osuna el topónimo es más parecido al del MU, se compone de un cerro, y en la cima agua
295
Flor Yenin Cerón Rojas
Tula de Allende
Geografía y paisaje
En el MU aparece la glosa que dice tolanzingo; podría tratarse del actual municipio de Tulancingo
en Hidalgo, pero por los topónimos que colindan con esta población se propone que se trata de
Tula de Allende. 12 Para poder establecer esta propuesta me basé en:
1) Tulancingo se encuentra al sureste de Hidalgo, por su lejanía no colinda con las otras
poblaciones representadas en la región de estudio del mapa, correspondientes en su mayoría entre
los límites del Estado de México e Hidalgo, en específico Tepuztlan (Tepotzotlán), cuyo camino
conduce directamente hacia Tolanzingo. Otro lugar colindante es çuapango (Zumpango), que
también se localiza en el Estado de México y que en el MU se conectan estas dos poblaciones por
un camino; por lo tanto, geográficamente se descarto que Tulancingo fuera la localidad
representada en el MU.
2) Se buscó alguna relación con la arquitectura religiosa representada en el documento,
pero tanto Tula como Tulancingo tienen construcciones del siglo XVI que corresponden a la
fecha de elaboración del MU (Azcue y Mancera, 1942), por lo tanto se tomo como punto de
12
Quisiera recalcar que aquí sólo se propone una primera aproximación geográfica que es importante corroborar con
un estudio más profundo basado en fuentes históricas del lugar.
296
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
partida la geografía y se concluyó que Tolanzingo13 es otro de los nombres de Tula, pero que es
necesaria una investigación más sistemática y profunda para llegar a una conclusión más
acertada. 14
Tula colinda al sur con Tepeji del Río, al este con Atitalaquia y Atotonilco en Hidalgo, y al oeste
con el Estado de México. Se caracteriza por ser un valle extenso rodeado por algunas elevaciones,
Cerca de la población pasa el Río Tula, su cauce corresponde con el paisaje representado. En el
centro se localiza el convento franciscano y hacia el sur se encuentran dos elevaciones que orientan
la traza del lugar. Para comparar la representación del paisaje y ubicación de Tula en el MU revisé
un mapa de 1579 para pedir una estancia de ganado, el cual se conserva en el AGN con el numero
de catalogo 1279, recopilado por Feldman y Mastache (1990: 419). Este documento conserva
elementos de la tradición indígena, en la representación de los cerros, los caminos y los ríos, así
como dos topónimos. El templo y algunas edificaciones están dibujados de manera occidental, con
textos en español. En la parte inferior hay una iglesia y del lado izquierdo se encuentra el
topónimo, señalado por un tepetl que en la cima tiene unos tules. Enfrente de la iglesia se
encuentra el Río Tula, que se alimenta de un caudal que nace de tres cerros que están
representados a la manera indígena, que de igual manera se puede observar en el MU.
13
Respecto a la etimología de Tulancingo, Peñafiel (1885: 224) dice: “Tulantzinco… Un manojo de tule, tollin, que
dice Tollan, unido a la terminación tzinco, diminutiva, forma la palabra que significa ‘el pequeño Tollan’. Respecto de
este lugar dice nuestro distinguido historiador, el Sr. Orozco y Berra lo que sigue: Tollantzinco ‘el manojo de Tollin,
nombre de la ciudad de Tollan, con el fonético tzin, en el fin de los nombres de lugar tzinco, con el significado de
atrás, detrás, a la espalda.’ Por lo que cabria la posibilidad de que las manos que sostienen a los tules refuerce la lectura
de “manojos de tule”. Para Tula, este mismo autor propone: “Tollan. Tol-lan. Tula. Una planta de tollin o tullin:
Tolan ‘junto o cerca del tule o del tular’. Vetancourt dice que significa: “pueblo de mucha gente”.
14
Tula fue muy importante para la historia prehispánica del Altiplano Central, me limitaré a mencionar que la ciudad
se origina en el posclásico temprano (900-1250 d.C.). Aquí coexistían varios grupos culturales como teotihuacanos,
grupos procedentes de Xochicalco, otomíes, chichimecas y nahuas (Gobierno del Estado de Hidalgo, 1992: 364). En
el año en que se realizó el MU, San José de Tula estaba bajo el mando del contador Real Rodrigo de Albornoz y los
pueblos sujetos eran Yezotitlan, Santa María Nativitas Ilucan, Santa Ana Ahuehuepan, Los Reyes Tepeitec, San
Pedro Alpuyeca y La Lagunilla (Feldman y Mastache Alba, 1990:17).
297
Flor Yenin Cerón Rojas
Arquitectura Religiosa
iglesia del siglo XVI. Probablemente esta población se trate de la exhacienda de Jalpa, 16 en
Huehuetoca (Estado de México), habría que realizar una investigación más exhaustiva sobre este
punto.
Topónimos
El topónimo consiste en dos manos que sostienen un objeto redondo de color azul, semejante a
una bellota, pero que está representando un manantial de agua del cual salen unas ramas, estas
15
Soto López, Francisco. Tríptico Histórico del Ex convento Franciscano de San José de Tula.
16
Tanto en la monografía del municipio de Huehuetoca como por el recorrido de campo que se realizo en el lugar se
pudo comprobar que en el poblado de San Pedro Xalpa existe una exhacienda, ahora propiedad de Maseca, que fue
construida en el siglo XVI propiedad de los Jesuitas. Lo que ahora se conserva es el casco, que en su interior conserva
pintura mural, tal y como lo comenta el trabajador del lugar, el señor Jacobo Barroso.
298
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
podrían ser los bejucos de los tules 17 (Tabla 8). Aguilera (1986: 57) propone la lectura de
Chichimeca 18 se asemejan a la del MU, como la que se encuentra en el folio 5r, en donde los tules
surgen de una piña, mientras que en el folio 7v de este mismo documento aparece un brote de
agua azul con los tules arriba. Por otro lado, quizás las manos que contienen al topónimo 19
refuerza la lectura de “manojo de tules”, como lo menciona Peñafiel (1885, 224) en su etimología
para Tulancingo; el Códice Xolotl (1996: 18-19) también hace la misma lectura para topónimo de
Tula. 20
Propuesta de Aguilera
Mapa de Uppsala Códice mendocino Códice Osuna
(1986)
17
El elemento constante del topónimo de Tula son las plantas del tule, mientras que para Tulancingo está
representado por la misma planta con el trasero de un hombre que le da el sentido fonético de “atrás de los tules” o “El
pequeño Tular.”
18
Ver http://amoxcalli.org.mx/laminas.php?id=046&act=pri
19
En el Coloquio La memoria de los nombres: la toponimia en la conformación histórica del territorio (CIGA, UNAM
Morelia, 3 a 5 de junio 2015), Luis Manuel Gamboa y Martha García en su ponencia “Las referencias geográficas y sus
toponimias en el descubrimiento de la ciudad arqueológica de Tula”, mostraron las representaciones del topónimo de
Tula, de las que destacan las que se encuentran en el Códice Tovar donde los señores de Tula sostienen entre sus
manos los tules, lo cual permite compararlos con el representado en el MU, en donde los tules están entre las manos
representadas.
20
Agradezco a Luis Mauricio García el dato de esta lectura para la Historia Tolteca Chichimeca y del Códice Xólotl.
299
Flor Yenin Cerón Rojas
Atotonilco de Tula
Geografía y paisaje
Amluaca es la siguiente glosa. Para localizar este lugar buscamos si existía algún sitio que llevara un
nombre parecido a la glosa, lo cual no fue posible, por eso se determinó geográficamente cuáles
poblaciones que colindaran con Zumpango y Apasco, como en el orden en el que aparece en el
MU, podrían ser; buscamos en los catálogos de monumentos históricos alguna construcción
religiosa cuya fecha de edificación correspondiera con la realización del documento estudiado;
situamos la creciente de un río que dentro del paisaje del MU funciona como topónimo y que se
conecta con Tequixquiac. Concluimos que se trataba de Atotonilco de Tula 21 ya que este lugar
reunía todas estas características antes mencionadas.
Atotonilco colinda al norte con Atitalaquia y Ajacuba, al oeste con Tula de Allende y
Tepeji del Río, y al sur con Tequixquiac; se caracteriza por ser un lugar árido y plano que se
encuentra a la orilla de un afluente del Río Tula, el cual pasa atrás de la iglesia en una barranca.
Enfrente del rió, hacia el norte, se pueden observar los cerros en la lejanía. Este lugar es conocido
por las aguas termales que alimentan a este río. Preguntando a los habitantes de Atotonilco en
dónde se encontraba la naciente del río, señalaron que en la población de Vito existía aguas
termales que brotaban para alimentar el afluente, incluso existe una hacienda del siglo XVI
llamada Hacienda de Baños (Gobierno del Estado de Hidalgo, 1992: 139).
En el MU también se representan algunas actividades humanas. Sobre el camino se puede
ver a una persona sosteniendo una red para atrapar aves. Linné comenta (1948: 131): “lo primero
que capta nuestra atención son unas singulares redes extendidas sobre estacas. Más tarde, al enfilar
rumbo sur, percibimos otros dos arreglos del mismo tipo: son redes para capturar pájaros”.
Durante el recorrido de campo observamos parvadas de garzas y otras variedades de aves.
21
La cultura originaria del municipio era otomí y en la época prehispánica Atotonilco fue un centro de recaudación
de tributos para la Triple Alianza, esto queda confirmado en la lámina 30 de la Matricula de Tributos. En la época
colonial Santiago Atotonilco tenía como pueblos sujetos a Jomiltongo, San Gabriel Tepetitan, Santa María
Zacamulpan, San Pedro Zayotla y Santa María Talistaca (Feldman y Mastache, 1990: 16). Muchas de las poblaciones
actuales del municipio aún conservan su nombre en otomí.
300
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
Construcciones Religiosas
En la representación del MU, se puede observar una iglesia que acompaña al lugar. Atotonilco de
Tula cuenta con un exconvento franciscano, hoy Iglesia de Santiago, que se encuentra en el centro
de la población. La iglesia aún conserva un retablo barroco con temas de San Ignacio de Loyola y el
arco de la entrada tiene relieves. Esta construcción se asemeja a una fortaleza de estilo medieval
muy parecida en estilo a la de San José en Tula.
Topónimos
El topónimo que aparece en el MU asemeja la naciente de un río. Aguilera (1986: 56) señala que:
“está formado por chorros de agua que se unen sobre un rectángulo. La glosa cercana reza algo
como Amlenca o Amlanca, que podría ser Ameyalco o Amealco ‘Lugar del Manantial’. En realidad
se trata de un sumidero, donde se pierden en la arena varios ríos”. 22 (Tabla 9). Lo anterior tiene
mucho sentido ya que en la geografía de Atotonilco el río que pasa por la población está en un
sumidero, y Atotonilco significa “lugar de aguas termales”, y como se mencionó anteriormente, en
el lugar hay naciente de este tipo de aguas. Por otro lado, el topónimo convencional con el que se
identifica Atotonilco es tomado de la Matricula de Tributos, que se compone de un jarrón del cual
22
Robelo (1966: 55) presenta la siguiente lectura para Atotonilco. “El jeroglífico de estos pueblos consiste en una vasija
colocada en el tlecuili u hogar, en la cual hierve el agua atl. Se compone el vocablo, en mexicano, de atl, agua; totonilli,
caliente, y co, en; y significa: “En el agua caliente”, esto es, “Donde hay aguas termales”. Y para la glosa que reza amluaca
en el mapa esta la siguiente etimología del mismo autor: “Amomolulco. Se compone en mexicano de atl, agua; momololo,
hervidero; derivado de momoloca, bullir o hervir y manar el agua en las fuentes con la arena, y co, en; y significa: “En los
borbollones del agua”, esto es, “Donde mana el agua con fuerza”. También se da a esta clase de manantiales el nombre de
Momoluca o Momoloco, “En el hervidero de agua”.
301
Flor Yenin Cerón Rojas
Sumidero (4-18).
“…el quinto está formado por chorros de
agua que se unen sobre un rectángulo. La
glosa cercana reza algo como Amlenca o
Amlanca, que podría ser Ameyalco o
Amealco ‘lugar del manantial’. En realidad se
trata de un sumidero, en donde se pierden
en la arena varios ríos.” (p. 56.)
Geografía y paisaje
La siguiente, Metztitino, fue otra población difícil de ubicar; podría tratarse de Metztitlan
Hidalgo, que de igual manera conserva una construcción religiosa del siglo XVI contemporánea al
MU; sin embargo, este lugar se encuentra más al norte de la región estudiada colindando con
Veracruz, por tal motivo se buscó una población más cercana, y el elemento determinante para
identificar este lugar fue el topónimo que se representa en el MU, que corresponde a Tepeji del
Río.
Al determinar que Tepeji 23 correspondía a la población de Meztitinoc realizamos un
recorrido de campo para comprobar con el espacio físico real. En el Posclásico, Tepeji estaba
dividido en los pueblos de Otlazpan, que era el señorío otomí, y Tepexic, 24 el señorío nahua. Los
atraviesa un río que pasa junto a la entrada del centro del pueblo actual, quedando la parte nahua
23
En los primeros años de conquista y de la colonia Tepeji fue muy importante y parte de su historia novohispana se
encuentra en el Códice de Otlazpan, del cual Birgita Leander (1967) hace un análisis. Parte de este documento se
refiere a una matrícula de tributos que conserva la tradición prehispánica de escritura y con caracteres latinos en
náhuatl.
24
En relación a la etimología de Tepeji, Peñafiel (1885: 193) señala: “Tepexic. Tepexi-c. Un cerro con una partidura o
división en la cima, ideográfico de tepexitl, “peñasco”, es la primera radical y la terminación c, expresada por la misma
figura dan el significado de “lugar peñascoso”.
302
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
en el lado oeste y los otomíes del lado este. El señor Zambrano (1989: 22), cronista del pueblo,
señala que Otlazpan pertenecía a una zona otomí invadida por los mexicas poco antes de la
Conquista. Agrega que Otlazpa actualmente es el barrio de San Juan, y al parecer Tepexic y
Otlazpan se unieron bajo el proceso de evangelización por parte de los franciscanos. De igual
manera, señaló que este lugar tiene una gran cantidad de zonas arqueológicas, algunas todavía no
estudiadas.
Este municipio se caracteriza por tener un terreno accidentado, el centro del pueblo, que
conserva mucho de la traza colonial y destaca la construcción religiosa franciscana, se encuentra en
la cima de un lomerío. Al llegar a Tepeji lo primero que se observa es el cerro donde está asentada
la población y cuyo río divide a la ciudad, tal y como el pintor del mapa lo representó. Este aspecto
de la geografía fue un punto importante para determinar que Meztitinoc era Tepeji.
Feldman y Mastache (1990) registran cuatro mapas de Tepeji para el siglo XVI. 25 Para el
propósito de la siguiente comparación entre estos mapas con el de Uppsala, se tomarán en cuenta
tan sólo los dos que tienen más elementos del sistema de escritura indígena. El primero se trata de
las poblaciones de Hotlazpan y Santa María Estancia, realizado en 1580 26 con la finalidad de pedir
una merced de caballerías (Feldman y Mastache, 1990: 423). Para orientar el mapa se colocó un
sol del lado superior derecho que indica el oriente y en lado inferior derecho una luna. Siguiendo
esta orientación, en la parte superior izquierda hay una iglesia a la manera europea con una glosa
que dice Cavecera Hotlazpan. Atrás de esta iglesia se representa un río que rodea al mapa y termina
25
Ver clasificación de Feldman y Mastache, 1990: 421-424, 491-500, 503 504 y 507-508.
26
Número de catálogo: 1931.
303
Flor Yenin Cerón Rojas
Hgo. 28 Fue hecho para pedir una merced para caballerías (Feldman y Mastache, 1990: 507). En la
parte superior se dibujó un sol que indica el oriente; los caminos y algunos cerros están
representados a la manera indígena mientras que el río, las poblaciones y las mojoneras están
dibujadas a manera occidental. En la parte inferior derecha está la iglesia con una glosa que reza
tepexi, frente a ella pasa un río con el puente para poder atravesarlo (en la actualidad existen sólo
ruinas), de igual manera aparece un camino con huellas humanas. En el extremo inferior izquierdo
hay otro camino que se cruza con el primero el cual tiene pisadas de hombres y de caballo que llega
hasta la parte superior derecha y se divide en las poblaciones de Santa María, San Juan, San Luis y
San Pedro, las cuales también se representan por las iglesias y las glosas que llevan su nombre.
Arquitectura Religiosa
La construcción religiosa más importante es el templo de San Francisco de Asís, el cual se terminó
de construir en 1585 y aún conserva frescos en blanco y negro que datan del siglo XVI. Se pueden
observar elementos pictográficos de la tradición indígena en los muros del atrio como almenas,
cráneos, orejeras y palabras en náhuatl como chtli, tquiotl, tlasaloa (Zambrano, 1989: 37). Con la
construcción del convento y con la congregación de los otomíes, los frailes unieron en uno a dos
estancias que en época prehispánica estaban divididas.
Topónimos
Tributos, sin embargo, este último corresponde a Tepeji de Rodríguez en Puebla (Secretaría de
Hacienda y Crédito Público, 1991: 30). En la lámina 35 del Códice Osuna aparece el glifo de
Tepeji junto al glifo de Otlazpa y la glosa otlazpan y huan tepesic ce comendero. Otlazpan también
27
Número de catalogo: 2016.
28
Se puede consultar en: http://bdmx.mx/detalle_documento/?id_cod=44&codigo=imagen26&carp=04
304
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
está representado en la Matricula de Tributos (lámina 30) y significa en el lugar de los otates
(Tabla 10).
Chalchiuhtlauhco (4-9).
Forma triangular (4-12)
Barranca de jade. (p. 53)
Los siguientes topónimos aparecen del lado derecho, junto al margen del mapa. Al parecer se trata
de nombres de montañas o cerros, puesto que se encuentran sobre la representación de ellos; sin
embargo, aún no se han encontrado relación con la geografía real. El primero es un círculo con un
aro hacia abajo, Aguilera (1986: 53) sugiere que es un anillo. Proponemos que este glifo se trata
más bien de un tecomate, ya que se encontró un logograma parecido en la Matricula de Tributos.
305
Flor Yenin Cerón Rojas
El siguiente es un jade sobre una cañada, del cual Aguilera propone el nombre de Chalchiuhtlaco
(1986: 53). Una cabeza sobre la montaña es el siguiente glifo, de esta figura se encontraron varios
ejemplos en la Matricula de Tributos que se podrían comparar con el primero y pueden tener
varios significados, Aguilera sugiere una lectura de Tlacatlauhco (1986: 53). Para el último glifo se
Comentarios finales
Los mapas novohispanos, como el de Uppsala, deben estudiarse desde diferentes ángulos y
perspectivas debido a la complejidad que puedan presentar. Para este caso particular,
desconocemos cuál fue el propósito de su confección, sin embargo, su riqueza cartográfica,
histórica e iconográfica es invaluable. El objetivo de este trabajo fue realizar una primera
aproximación geográfica de algunos topónimos representados esperando que en futuras
investigaciones se realice una discusión sobre lo propuesto, ya que son pocos los trabajos que han
abordado el estudio de este documento. Considero que si bien la localización de la mayoría de los
lugares puede ser coherente con la cartografía actual, es necesario continuar con la investigación
pasando a un análisis de fuentes y de la geografía histórica que pudiera arrojar más datos sobre el
mapa y los topónimos representados.
306
El noroeste del Valle de México en el Mapa de Uppsala
Fuentes
Aguilera, C., León Portilla, M. (1986) Mapa de México Tenochtitlan y sus contornos hacia 1550,
Celanese Mexicana, México.
Apenes, O. (1984) Mapas antiguos del valle de México, UNAM: Sociedad de Ex alumnos de la
Facultad de Ingeniería, México.
Azcué, L., Fernández, J. (1942) Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo,
SHCP, México.
Brambila Paz, R. (2008) “Congregaciones del siglo XVI en Chapa de Mota, Estado de México”:
Estudios de Cultura Otopame, 6 (1), UNAM: IIA, México, pp. 35-57.
Códice Osuna [1878] (1947) Reproducción Facsimilar, Madrid.
Códice Xólotl (1996) Edición, estudio y apéndice de Charles E. Dibble, 2 vols, UNAM: IIA,
Instituto Mexiquense de Cultura, México.
Enciclopedia de los Municipios y Delegaciones de México,
[http://www.inafed.gob.mx/work/enciclopedia/EMM15mexico/municipios/15096a.html]
Feldman, L., Mastache Alba, G. (1990) Índice de Documentos sobre el Centro de México y
Cartografía Antigua del Área de Tula. Estudios Sobre Tula 1, Colección Fuentes, INAH,
México.
Gibson, Charles. 1977. Los Aztecas Bajo el Dominio Español (1519- 1810). Siglo XXI. México.
Gobierno del Estado de Hidalgo (1992) Catalogo del Patrimonio Cultural del Estado de Hidalgo.
Región III, México.
307
Flor Yenin Cerón Rojas
Gobierno del Estado de México (1988) Los Municipios del Estado de México, México.
Historia Tolteca Chichimeca, [http://amoxcalli.org.mx/laminas.php?id=046&act=pri].
Huitron Huitron, A. (1999) Jilotepec, Monografía Municipal, Asociación Mexiquense de
Cronistas Municipales, Instituto Mexiquense de Cultura, México.
INAH (1981) Museo Nacional del Virreinato Tepoztlán, Guía Oficial.
INAH, Gobierno del Estado de México (1986) Catálogo Nacional de Monumentos Históricos e
Inmuebles, Estado de México, Tomo 1, México.
Iwaniszewski, S. (2011) “El paisaje como relación”, en: Iwaniszewski, S., Vigliani, S. (Coords.)
Identidad, paisaje patrimonio, ENAH, México: pp. 23-37.
Leander, B. (1967) Códice de Otlazpan, INAH, México.
Linné, S. (1948) El Valle y la Ciudad de México en 1550, Statens Etnografiska Museum, The
Ethnographical Museum of Sweden, Stockholm.
Mapa de Tepexe (del Río), Hidalgo, 1601. AGN, Tierras, vol.2754, exp.13, f.16.,
[http://bdmx.mx/detalle_documento/?id_cod=44&codigo=imagen26&carp=04].
Medina, C. (2007) “De Tenochtitlan a Uppsala – La historia del Mapa de México”,
[http://www.naua.se/Mexico07/Pub/Documentos/Carmen_Medina_P.pdf].
Naime Libien, A. (1992) Atlas Estado de México, Universidad Autónoma del Estado de México,
México.
Neri Vargas, G. (1986) Monografía Municipal de Tepoztlán, Estado de México, México.
Olaguibel, M. de. (1975) Onomatología del Estado de México, Edición facsimilar de Mario Colín,
Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, México.
Orozco y Berra, M. (1960) Historia Antigua y de la Conquista de México, Tomo III, Porrúa.
México.
Peñafiel, A. (1885) Catalogo Alfabético de los Nombres de Lugar Pertenecientes al Idioma Náhuatl,
Oficina de la Secretaria de Fomento, México.
-------- (1889) Colección de Documentos para la Historia Mexicana, Oficina de la Secretaria de
Fomento, México.
Robelo, Cecilio A. (1966) Nombres Geográficos Indígenas del Estado de México. Estudio critico
etimológico, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, México.
SHCP (1991) Matricula de Tributos, Nuevos Estudios, México.
Soto López, F. (s./f.) Tríptico Histórico del Ex convento Franciscano de San José de Tula, México.
The work of digital reconstruction of the map of Mexico 1550, [http://sysrep.aalto.fi/mexico/].
Zambrano, A. (1989) Monografía de Tepeji del Río México.
308
LA UBICACIÓN DE TZICOHUAC EN EL LIENZO DE TZOQUITETLÁN
Resumen
En 2012 la historia cambió para el Lienzo de Tzoquitetlán al salir a la luz lo que en verdad
Abstract
In 2012 the story changed for the Lienzo de Tzoquitetlan when it came to light what really
represents, the limits of Huaxtecan province of Tzicohuac, the location of its country town
that has the same name, as well as the towns and roads they formed. The present toponymy
this canvas, both glossed glyphic place, has been forceful to refer to the establishment of
Tzicohuac country town, location questioned by specialists Huaxteca. Thanks to studies from
2012 to date, has been given the correct name to the archaeological site corresponding to the
Tzicohuac country town, which housed one of the great Huaxtecs markets during the Late
Post Classic. This revelation is given through place the toponymy content in this Tzoquitetlan
*
Posgrado de Estudios Mesoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México,
almarosaespinosa@gmail.com; Universidad Pedagógica Nacional, Plantel Orizaba, Veracruz,
garciamarquezmeb@gmail.com; Departamento de Toxicología, Medicina Legal y Antropología Física,
Universidad de Granada, España cgpura@gmail.com
309
Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez, Cristina García Pura
Xochimilco. La toponimia es el estudio de los glifos y su significado. Nos permite conocer las
formas como fueron registrados los nombres de lugares y la simbología de ellos, casi siempre
relacionada con la geografía del sitio o bien con las actividades en los mismos. Existen varios
métodos para su estudio, algunos sólo describen los elementos de cada topónimo según su
valor fonético o jeroglífico (Peñafiel, 1885; Galarza, 1979), otros fragmentan el topónimo
desde su raíz náhuatl y luego su representación glífica, generando con ello un significado en
español (Dibble, 1940); también se estudia los nombres de personajes llamados antropónimo,
lo cual permite conocer el registro histórico y genealógico de cada personaje en los códices.
La aparición
mismo Glass destaca y describe la presencia de los glifos de mayor tamaño observables,
Metlalteocan y Tzicohuac. En el catálogo de Glass y en otros posteriores lo citan como un
documento cartográfico-histórico según la clasificación de códices (Glass, 1964; Glass y
310
La ubicación de Tzicohuac en el Lienzo de Tzoquitetlán
Robertson, 1975; Guzmán y Mercader, 1979; Oudijk, 2010 quien de forma electrónica
actualizó el trabajo de Glass conformando la página web Wiki-Filología; García Márquez, en
su Proyecto Códices de Veracruz, en Academia.edu 2014).
Desde su llegada al Museo Nacional de Antropología e Historia, y posteriormente al
acervo de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, el lienzo quedó resguardado bajo
el nombre Xuchimilco o Tzoquitetlán, así permaneció inédito y por su nomenclatura de
catalogación asociado al pueblo de Xochimilco, ubicado al sur de la Ciudad de México.
Bajo esta errónea adjudicación de procedencia, en 1978 se mandó reproducir una
copia fiel al que se encuentra en el acervo de la Biblioteca Nacional de Antropología,
adoptándolo como representativo de la localidad. Dicha copia se encuentra exhibida en el
interior del museo arqueológico de Santa Cruz Acalpixca, localidad de la misma delegación de
Xochimilco, a escasos 10 km del centro de pueblo que lleva el mismo nombre. Esta
reproducción mide 4 m de largo por 2.4 m de ancho, casi exacta al original, y fue realizada en
tela de algodón por la pintora Rina Lazo por encargo de la señora Dolores Olmedo.
La justificación y antecedentes
catalogación al ignorar sus topónimos evitó que hubiese sido visto y asociado a su verdadero
contenido, quedando alejado de la región a la cual verdaderamente pertenece.
En el año 2012 Espinosa Ruiz publicó lo que representa el lienzo: los límites de lo que
fue la Provincia huaxteca de Tzicohuac, la ubicación exacta de su cabecera, y la ubicación de
pueblos y caminos registrados en el códice. Después de esta noticia se han realizado otras
publicaciones que acreditaban lo que este lienzo contiene (Espinosa 2012, 2013; Espinosa et
al., 2015). Actualmente este lienzo forma parte del Proyecto Rescate de la memoria histórica
311
Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez, Cristina García Pura
sobre el espacio geográfico que ocupó la provincia de Tzicohuac. Con este esfuerzo se pretende
rescatar la memoria histórica de la región a partir de la entrega del códice a las escuelas de los
mismos municipios.
Figura. 1. Mapa que muestra los límites de la Huaxteca. Al Sur se enmarca el área donde se ubicó la
Provincia de Tzicohuac y su cabecera, también la ubicación de los mercados de Tuxpan y Temapache
La Huaxteca
Uno de los estados donde se desarrolló la cultura huaxteca fue Veracruz, sin embargo, la región
a la que nos referimos en este texto se ubica al sur de este estado (Figura 1). La cultura
huaxteca ha sido objeto de diversos estudios, sobre todos los enfocados a la época Posclásica
312
La ubicación de Tzicohuac en el Lienzo de Tzoquitetlán
(1150 a 1521 d.C.), espacio temporal al cual varios arqueólogos (Lorenzo Ochoa, Diana
Zaragoza, Patricio Dávila, Guy Stresser-Pèan, William Sanders, por citar algunos) identifican
como el momento en el que se desarrollaron y consolidaron las características que diferencian
esta región de las otras áreas culturales de Mesoamérica, como por ejemplo sus centros
ceremoniales urbanizados con una arquitectura de basamentos cuadrangulares y circulares en
torno a plazas abiertas, la escultura, la pintura mural, el tallado de la concha, el tejido de
algodón, la alfarería decorada en negro sobre blanco con las vasijas efigies, la deformación
cefálica tabular erecta, la mutilación dentaria, los entierros sedentes y la presencia de cráneos
trofeo, por citar algunos datos (Ochoa, 2001: 41).
La cultura huaxteca se caracterizó por mantener un desarrollo económico que
interactuó con su medio ambiente, de donde obtuvo una gran producción de maíz, cacao y
algodón, complementado con la explotación de ríos, lagunas y productos del mar. Esta
actividad económica provocó en el Posclásico tardío la codicia del pueblo mexica debido a la
fama del intenso intercambio que se efectuaba al interior de los mercados de Toxpan,
Tzicohuac y Temapache.
Se sabe por fray Bernardino de Sahagún (2000: II, 968) que la producción
sobresaliente de mantas de algodón, llamadas centzontilmatli, hizo famosos a los huaxtecos.
Otros productos no menos importantes para el comercio fueron el pescado y camarón, los
cuales salaban y secaban al sol para poder comerciar por todos los rincones de la costa y la
sierra, ocupando las rutas de comunicación de ríos y caminos terrestres, mismos que, en
algunos casos, se mantuvieron hasta la época colonial (Ochoa, 2001: 51).
De esta importante actividad comercial se da fe en el Códice Mendocino y en la
Matrícula de Tributos, donde se cita que Netzahualcóyotl aplicó el impuesto de más de 2,000
mantas de algodón cada seis meses (Códice Mendoza, 1980: láms. 54v y 54r). Otros impuestos
citados, además de las mantas de algodón, son mencionados por Alba Ixtlilxóchitl y Alvarado
Tezozómoc: 400 cueros de venado, 100 venados vivos, 100 cargas de chile, 100 cargas de
pepita, 100 papagayos grandes, 40 costales de pluma blanca y 40 costales de plumas de colores
(Ixtlilxóchitl, 1985: 107). Con esta importancia comercial la provincia de Tzicohuac fue
conquistada por Ahuízotl en 1486, y pasó a engrosar las filas de los pueblos tributarios (Códice
313
Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez, Cristina García Pura
Mendoza, fol. 13v), citando a su cabecera como el centro recaudador de impuestos de esa
provincia.
La controversia
Con estos datos podemos visualizar la importancia de lo plasmado en este lienzo, y más porque
la ubicación exacta de su extensión y de su cabecera fue estudiada y cuestionada intensamente
desde mediados del siglo pasado, llevándola a una intrincada polémica porque para poder
ubicar geográficamente los límites de la provincia y de su cabecera, diversos investigadores
escudriñaron en los datos de las listas de tributación en el Códice Mendocino, en las del
1
Eduardo Fages escribió Noticias estadísticas sobre el Departamento de Tuxpan en 1854, en donde describió el área
del actual Temapache, al norte de Tuxpan.
314
La ubicación de Tzicohuac en el Lienzo de Tzoquitetlán
Tzicohuac. Años más tarde, relacionó los datos del Mapa de la Comisión Geográfica-
Xicoaque o San Isidro, argumentando que la cabecera de Tzicohuac se ubicó en lo que hoy es
la población de Doctor Montes de Oca, al oriente de Toxpan, actual Municipio de Álamo.
Así se expresaron las dos propuestas sobre la ubicación, de las cuales,
desafortunadamente, las aportaciones de Meade quedaron a la zaga, dejando el paso a
Melgarejo, quien a partir de la identificación de los pueblos tributarios mencionados en el
Códice Mendocino, en la Cuenta de Texcoco, en los Anales de Cuauhtitlán, en Motolinia y hasta
315
Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez, Cristina García Pura
asentamiento da puntual referencia a la cabecera de Cicoac y afirma que “la Cicoac original
estaba probablemente sobre el río Vinazco cerca de la unión con el Tuxpan”, dato que se
acerca a la propuesta de Melgarejo (Gerhard, 1986: 137).
Nos referimos a lo expresado sobre los lienzos de Tuxpan, en los cuales la mención
pictográfica del topónimo de Tzicohuac se aprecia en sus Mapas Regionales Primero, Segundo
y Tercero (Melgarejo, 1970: Mapa regional Primero, detalles 1 y 2), siempre en el margen
superior derecho al lado del de Metlaltoyuca, ambos rodeados de los ríos Vinazco y Pantepec
(Figura 2).
En el margen superior derecho se observan, al centro de las dos corrientes de agua, los topónimos de Tzicohuac y
Metlaltoyuca, ambos como pueblos limítrofes con la Provincia de Tuxpan. La ubicación de ambos en torno a los
ríos que corresponden al Vinazco y Pantepec, muestra el dato exacto de la ubicación de Tzicohuac cabecera.
Fuente: Melgarejo, 1970.
316
La ubicación de Tzicohuac en el Lienzo de Tzoquitetlán
El protagonista
La geografía política actual y lo plasmado en el Lienzo de Tzoquitetlán nos permite decir que
sus límites geográficos abarcarían parte de los actuales municipios de Ixcatepec, Chicontepec,
Benito Juárez, Ilamatlán, Huayacocotla, Texcatepec, Tlachichilco y Álamo Temapache, así
como todo Ixhuatlán de Madero (Figura 3).
Figura 3. Mapa que muestra la geografía política de la región del norte de Veracruz, correspondiente al
sur de la Huaxteca
Con línea roja se enmarcan los límites de lo que fue la Provincia de Tzicohuac. Basado en lo plasmado en el
Lienzo de Tzoquitetlán-Tzicohuac. Elaboración propia, tomado de: Espinoza, 2015.
317
Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez, Cristina García Pura
318
La ubicación de Tzicohuac en el Lienzo de Tzoquitetlán
La composición está enmarcada por un camino que rodea a la provincia, el cual aparentemente
marca los límites de ésta; sobre este camino resaltan las huellas de pisadas que lo siguen y la glosa
en náhuatl quaxochtli (Figura 4**) que se repite dieciocho veces a lo largo y al margen de ese
camino. Se observa que el camino desaparece cuando topa con algún río, pero las huellas van sobre
el río. Este último dato confirma que la ubicación de la palabra quaxochtli [mojonera], se relaciona
2) Río Pantepec (Figura 4c), nace en el estado de Puebla y en el lienzo se observa formando la
frontera sureste de la Provincia, con sus afluentes importantes el Arroyo Grande (Figura 4 c1)
y el Beltrán (Figura 4 c2), de este último río destaca la simbología que se utilizó para
mostrarlo: dos glifos de piedra amarrados. El río Pantepec tiene confluencia con el Vinazco,
en el municipio de Álamo, para continuar ambos como río Tuxpan, del cual en este lienzo se
observa muy poco trayecto.
319
Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez, Cristina García Pura
3) Los ríos Zontecomatlán y parte del Calabozo (Figura 4d) forman parte de la frontera
noroeste de la provincia. En la actualidad corren en los municipios de Huayacocotla,
Zontecomatlán y Benito Juárez.
Además de estos ríos se aprecian muchos otros de menor tamaño que remiten al paisaje
hidrológico de la región con gran exactitud.
La composición en general gira entorno a la imagen de un cerro con forma de serpiente en
el cual se puede leer con glosa latina la palabra Tzicohuac. En su conjunto este topónimo
320
La ubicación de Tzicohuac en el Lienzo de Tzoquitetlán
Topónimo central del discurso del códice. Representa la cabecera de la Provincia Huaxteca, Tzicohuac. Se aprecia en
él los elementos glíficos que componen la imagen de la gran serpiente (Dibujo de Martín A. Espinosa Ruiz).
Sobre el lienzo se muestra una red de caminos marcados con huellas de pies que indican el rumbo
de su destino; su presencia y ubicación en este documento da fe del control que tenía la cabecera
de Tzicohuac, al salir y llegar éstos de ella. Como anteriormente se citó, el comercio huaxteco que
se efectuaba en sus mercados tuvo gran auge porque se apoyaba en una red de comunicación
terrestre y fluvial.
Esta característica comercial sigue viva hoy en día en el área que nos ocupa, la presencia de
los mercados itinerantes y fijos (f en Figura 4) llamados tianguis, da fe de la supervivencia de esta
práctica prehispánica. El glifo con el cual se identifican estos tianguis se encuentra repetido en
varios puntos de este lienzo, reafirmando con ello la existencia sobre la cabecera del gran mercado
de Tzicohuac, tan citado en las fuentes (Hernán Cortés, Fray Diego Durán, Alvarado de
Tezozómoc, Códice Mendocino, Matrícula de Tributos, Bernal Díaz del Castillo, Fernando de Alva
321
Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez, Cristina García Pura
los identificados hasta hoy en algunos de los municipios que abarcan este códice, algunos de ellos
han cambiado de nombre y en otros persisten:
Municipio de Chicontepec: Chicontepec (gg en Figura 4), se muestra con su glifo de siete círculos
que alude a los siete cerros que rodean a esta zona; al lado de ésta se observa una construcción
colonial, posiblemente un convento, debido a que enfrente de ella se observa una cruz que
pareciera ser atrial.
Tetzapotitlan población sujeta a la provincia de Atlan y hoy San Pedro Tziltzacuapan (s en Figura
4); Atlan, hoy Pisaflores (t en Figura 4), referido en el Códice Mendoza, Folio 13r, como territorio
que formó parte del reino huaxteco de Tzicohuac; Tecpamolanco, hoy Molango (u en Figura 4),
se observa el glifo de tianguis, mismo que actualmente tiene gran importancia en su región; Chilan
(v en Figura 4) destaca por la representación de guerreros que ostentan el clásico peinado
huaxteco; Xuchimilco, hoy Xochimilco (k en Figura 4); Tzoquitetlán (l en Figura 4); Moyotlan
(m en Figura 4) el cual ostenta el glifo de tianguis.
Municipio de Álamo Temapache: Buinaxco (aa en Figura 4), actualmente llamado Aguacate de
Vinazco, sobre la margen del río; Tigre (bb en Figura 4) localidad que conserva el mismo nombre
sobre el margen del río Pantepec.
Otro elemento que sobresale en el lienzo es la representación con forma humana y con marcadas
diferencias, entre la población indígena y los colonos. Existen dos ejemplos muy claros, nos
referimos a la representación de dos figuras humanas completas en diversas actitudes, y por otro
322
La ubicación de Tzicohuac en el Lienzo de Tzoquitetlán
lado a la representación de bustos o simples rostros, en perfil su mayoría. En ambos casos las
características específicas que presentan han permitido diferenciarlos entre figuras que
representan a indígenas, a indígenas cristianizados y por último a los colonizadores. De ellas se
enfatiza en dos grupos, que son los que mejor se distinguen en el lienzo.
Dos individuos de sexo masculino (cc sobre Fig. 4). Por sus características físicas y sus
atavíos se propone que son personajes indígenas huaxtecos (Fig. 6): muestran en la cabeza lo que
identificamos que podría ser o el gorro cónico o bien la cabellera agarrada en una cola con una
pluma al final, característica forma de peinarse. En ambos casos queda reflejada también la
deformación craneal que los huaxtecos practicaban (Fig. 6a). Si nos fijamos en los rasgos faciales,
aunque están representados de manera muy sencilla con puntos y líneas, en el primer individuo se
llega a apreciar lo que podría ser la perforación de la nariz, propia de los huaxtecos (Fig. 6b), donde
se colocaban bien una pieza de oro o en algunos casos una pluma roja (Johansson, 2010; Sahagún,
2000; Códice Xicotepec, 1995). Se aprecia a simple vista que únicamente les cubre un maxtlatl o
323
Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez, Cristina García Pura
En el segundo individuo (Figura 6), en la parte de la cintura, a la altura de las últimas vértebras
lumbares, se aprecia tenuemente un círculo, el cual podría formar parte de las sonajas de
caracolillos o de bronce que llevaban los guerreros huaxtecos (Códice Xicotepec de Stresser-Pèan,
1995; Johannson, 2010). Otro rasgo que permite identificar a los guerreros o cazadores es la lanza
que lleva el primero en su mano izquierda (Figura 6e), el segundo parece sostener en su mano
derecha un escudo (Figura 6g).
Muy cerca del topónimo de Chicontepec (ee en Figura 4), otro personaje en posición
erguida con las piernas juntas y portando algún objeto en su mano izquierda (Figura 7a) aparece
vestido con una especie de camisola o tilmaque que le cubre todo el cuerpo, vestimenta indígena
muy característica de los de los primeros años de la Colonia. Junto a él otros dos personajes
(Figura 7b), de los cuales sólo se aprecian sus cabezas. En estos últimos se puede ver el peinado
característico huaxteco coronado por una pluma (Figura 7c); parecen indígenas adoctrinados
dado que la religión católica no permitía la desnudez, la cual era otra costumbre que los nahuas del
Valle de México le atribuyeron a los huaxtecos. El lienzo muestra una convivencia en su
pictografía de dos momentos, el indígena huaxteco con prácticas asociadas a su cultura y la
presencia de la iglesia católica, ambos recuerdan la efervescencia que se vivió en la zona durante los
primeros años posteriores a la Conquista.
La jerarquía indígena de la zona no podía faltar (u en Figura 4), nótese al gobernante de
Tecpamolanco, hoy Molango (Figura 8), el cual fue conquistado por Ahuízotl en el año 8-ácatl; se
representa sentado sobre su tlatocaicpalli (silla real, Figura 8a) custodiando su tecpancalli (casa de
gran señor, Figura 8b), además se observa su peinado que ostenta la costumbre huaxteca,
recordando la pertenencia de esa población al poderío huaxteco. Tecpamolango se puede traducir
literalmente como lugar de la casa real de Molango.
324
La ubicación de Tzicohuac en el Lienzo de Tzoquitetlán
Otro personaje relevante es el que se observa custodiando lo que fue la provincia de Atlan también
representada en el lienzo (t1 en Figura 4). Atlan, con el glifo de ojo de agua (Figura 8 c), muestra a
un personaje que no es huaxteco, de pie, el cual se encuentra coronado por una diadema señorial
con un dardo o tlacochtli (Figura 8d), que significa jefe con título de tlacochteuctli, el que se
territorio que formó parte del dominio huaxteco de Tzicohuac, el cual fue conquistado por
Ahuízotl en el año 8-ácatl (1487) para fundar ahí la guarnición azteca.
En la Matrícula de Tributos se cita a Tliltzapoapan como Tetzapotitlan, población sujeta a
la Provincia de Atlan, hoy San Pedro Tziltzacuapan (Figura 8f). Este lugar en el lienzo muestra a
su mandatario sentado custodiando su calli, pero en este caso se aprecia que su peinado no lo
325
Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez, Cristina García Pura
Se aprecia los glifos y antropónimos del territorio dominado por los huaxtecos y posteriormente por los aztecas
(Dibujo de Martín A. Espinosa Ruiz).
Otro territorio conquistado por los mexicas en tiempos muy tardíos, como se cita en el “Memorial
de los pueblos de Tlacopan” (Epistolario de la Nueva España, vol. XIV: 118-122), también fue
pintado en este lienzo como Metlalteocan, hoy Metlaltoyuca (g en Figura 4), representado por el
gran cerro en forma de media herradura, sobre el cual se observa su topónimo de un metate
(Figura 9g). Su ubicación geográfica exacta se muestra en este lienzo con el segundo glifo más
grande dentro de éste, en el que se pueden apreciar dos antropónimos que hemos identificado
como Netzahualcóyotl (Figura 9 g1), dado que se aprecia en su antropónimo la diadema
jerárquica y el glifo de un coyote, ambos asociados al significado de su nombre: Nezahual.cóy
ō.tl
“coyote que ayuna”; delante un segundo personaje lo acompaña con un glifo que bien podría ser su
326
La ubicación de Tzicohuac en el Lienzo de Tzoquitetlán
hijo o posiblemente su nieto Ixtlilxochitl que significa: cara hermosa como una flor, o flor obscura
de fibra (Figura 9 g1*).
La presencia de estos dos personajes dentro del topónimo de Metlateocan se ha
relacionado con lo pintado en el Códice de Xicotepec, sección 10, el momento en que
327
Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez, Cristina García Pura
Comentarios finales
La interpretación de la toponimia presente en este lienzo, tanto de glosa como glífica, ha sido
contundente para poder referir la ubicación exacta de Tzicohuac cabecera y de los límites de su
provincia, ubicación sumamente cuestionada por los estudiosos de la Huaxteca.
Las relaciones prehispánicas entre cabecera y pueblos subordinados se basaban en los
compromisos entre los gobernantes de cada asentamiento. Guerras, conquistas, herencias, cambios
en los linajes de los gobernantes hacían que el territorio no fuera necesariamente continuo y las
jurisdicciones se traslaparan. Los españoles buscaron formar unidades territoriales compactas
mediante el reordenamiento territorial y la conciliación entre los referentes culturales europeos y
mesoamericanos (Martínez, 1984: 51-76; García Zambrano 1990). El cambio del altépetl a la
República de Naturales es un tema al que seguramente los estudios sobre el lienzo de contribuirán
en el futuro.
Por ahora, los estudios toponímicos han permitido dar el nombre correcto al sitio
arqueológico donde se ubicó la cabecera de Tzicohuac, la cual albergó uno de los grandes mercados
huaxtecos durante el Postclásico tardío.
La revelación gracias al estudio de la toponimia es la de descartar rotundamente la
ubicación de la ciudad de Tzicohuac propuesta por Melgarejo en el poblado de actual Doctor
Montes , municipio de Álamo, Veracruz.
Finalmente, como una conclusión preliminar del Lienzo de Tzoquitetlán-Tzicohuac, se
puede decir que, habiéndolo comparado con el mapa actual de esta región gracias a la toponimia
precisa y exacta que posee, la ubicación del elemento central de este lienzo frente al cerro de
Metlalteocan y entre los ríos Vinazco y Pantepec, corresponde a la geografía actual y exacta de la
Mesa de Cacahuatenco, lo que significa que el sitio arqueológico ubicado sobre esa mesa, según
este lienzo, correspondería a Tzicohuac, cabecera de la gran provincia huaxteca.
328
La ubicación de Tzicohuac en el Lienzo de Tzoquitetlán
Fuentes
Barlow, R. (1949) La extensión del imperio de los culhua mexica, vol. IV. Obras de Robert Barlow,
traducción y notas de Jesús Mojarás-Ruiz, INAH, UDLA, México.
Carrasco, P. (1996) Estructura político-territorial del Imperio Tenochca. La Triple Alianza de
Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan, FCE, COLMEX, México.
Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlán y Leyenda de los Soles (1992) Traducción directa del
náhuatl por Primo Feliciano Velázquez, UNAM (primera serie prehispánica 1), México.
Códice Mendoza. Colección de Mendoza o Códice Mendocino (1980) Documento mexicano del
siglo XVI que se conserva en la Biblioteca Bodleiana de Oxford, Inglaterra, facsímilfototípico
dispuesto por Francisco del Paso y Troncoso, introducción, anotaciones y comentario de
Jesús Galindo y Villa, Editorial Innovación, México.
Códice Florentino (1979) Testimonios de los informantes de Sahagún, edición Facsimilar
elaborada por el Gobierno de la República México, Giunte Barbera.
Cortés, H. (1998) Historia de la Nueva España, edición facsímil aumentada con otros
documentos y notas por Francisco Antonio Lorenzana, Editorial Porrúa, Secretaria de
Hacienda y Crédito Público, México.
Davies, N. B. (1968) Los Señoríos Independientes del Imperio Azteca, Serie Historia XIX, INAH,
México.
Dibble, C. A. (1940) “El antiguo sistema de escritura en México”, Revista Mexicana de Estudios
Antropológicos, 4, México.
Durán, D. (1984) Historia de las Indias de la Nueva España e Islas de Tierra Firme, Edición
paleográfica del manuscrito autógrafode Madrid, con introducciones, notas y vocabulariosde
palabras indígenas y arcaicas de Ángel Ma. Garibay K., 2ª edición, Editorial Porrúa, México.
Epistolario de Nueva España (1940) tomos I, VII y XIV, Francisco del Paso y Troncoso (Recop.),
Antigua Librería Robledo de José Porrúa e hijos, Cartas al Príncipe Don Felipe por Diego
Ramírez 1553. Biblioteca Histórica de Obras Inéditas. Segunda Serie, México.
Espinosa Ruiz, A. R. (2012) “Lienzo de Tzoquitetlán o Xochimilco”, Arqueología Mexicana, 118
(12), México.
-------- (2013) “Noticias. Lienzo de Tzoquitetlán, propuesto renombrar como Lienzo de la
Provincia de Tzicohuac”, Arqueología, 46, Coordinación Nacional de Arqueología, INAH,
México, pp. 205-235.
Espinosa Ruiz, A. R. et al. (2015) Lienzo de Tzoquitetlán-Tzicohuac. Patrimonio huaxteco
veracruzano, Editorial Raíz del Sol, México.
Fages, E. (1959) Noticias estadísticas del Departamento de Tuxpan, Editorial Citlaltépetl, México.
Galarza, J. (1979) Estudios de escritura indígena tradicional azteca-náhuatl, Archivo General de la
Nación, México.
García Márquez, A. (2014) “Proyecto Códices de Veracruz. Documentos Veracruzanos de
tradición pictográfica indígena”, en Academia.edu,
[http://pedagogica.academia.edu/AgustínGarcíaMárquez].
329
Alma Rosa Espinosa Ruiz, Agustín García Márquez, Cristina García Pura
García Zambrano, A. J. (1990) “El poblamiento de México en la época del contacto (1520-
1540)”, Mesoamérica, (Cuaderno 24), Plumsock Mesoamerican Studies, Centro de
Investigaciones Regionales de Mesoamérica.
Glass, J. (1964) Catálogo de la Colección de Códices de la Biblioteca Nacional de Antropología e
Historia, InstitutoNacional de Antropología e Historia, México, p. 150, Fig. 35-96.
Glass, J., Robertson, D. (1975) “A census of Native Middle American Pictoral Manuscrips”,
Handbook of Middle American Indians, 14, Guide to Etnohistorical Sources part 3. Robert
Wauchope, editor general, Howard Cline editor del volumen, University of Texas Press, pp.
81-252.
Gerhard, P. (1986) Geografía histórica de la Nueva España 1519-1821, traducción de Stella
Mastrangelo, mapas de Reginald Piggott, UNAM: IIH, México.
Guzmán, V., Yolanda, M. (1979) Bibliografía de Códices, mapas, lienzos de México prehispánico y
colonial, Colección Científica no. 79, Tomo I. INAH, México.
Ixtlilxóchitl, F. de A. (1985) Obras históricas, edición, estudio introductorio y un apéndice
documental por Edmundo O’ Gorman, UNAM: IIH, México.
Johannson, P. (2010) “La imagen del huasteco en el espejo de la cultura náhuatl Prehispánica”,
Estudios de Cultura Náhuatl, 44, pp. 65-113.
Martínez, H. (1984) Tepeaca en el siglo XVI. Tenencia de la tierra y organización de un señorío,
CIESAS, México.
Meade, J. (1942) La Huaxteca, Época Antigua, editorial Cossío, México.
-------- (1962) La Huaxteca Veracruzana, 2 vol., editorial Citlaltépetl, México.
Melgarejo Vivanco, J. L. (1945) La provincia de Tzicoac, editado por los Trabajadores
Intelectuales de Veracruz (EDIVIT) no. 6, Xalapa, Veracruz, México.
-------- (1970) Lienzos de Tuxpan, editado por Petróleos Mexicanos, Veracruz, México.
Motolinía, T. de. (1903) Memoriales, documentos históricos de Mejico, tomo I, Manuscrito de la
Colección del Señor Don Joaquín García Izcabalceta, publicado por primera vez por su hijo
Luis García Pimentel, Casa del Editor, México.
Ochoa Salas, L. (2001) “La zona del Golfo en el Postclásico”, Historia Antigua de México, v. III,
Linda Manzanilla y LeonardoLópez Luján (Coords.), CONACYT, INAH, UNAM: IIA,
Miguel Ángel Porrúa, México, pp. 13-56.
-------- (2007) “La Triple Alianza en la conquista Huaxteca”, América Antigua, Sociedad Japonesa
de Estudios sobre América Antigua, 10, Osaka, Japón (trad. al japonés por Yukitaka Inoue y
Yuko Koga), pp. 1-21.
Oudijk, M. R. (2008) “De tradiciones y métodos: investigaciones pictográficas”, Desacatos, 27, pp.
123-138.
-------- (2010) Wiki-filología, [http://www,iifl.unam.mx/wikfil].
-------- (2013) “Lienzo de Cicoac”, Arqueología mexicana, La colección de Códices de la Biblioteca
Nacional de Antropología e Historia, segunda parte. (Edición especial 48).
Paso y Troncoso, F. del. (1905) Papeles de Nueva España, publicados de orden y confondos del
gobierno mexicano por Francisco del Pasoy Troncoso, Director en Misión del Museo Nacional.
Segunda serie. Geografía y estadística. Tomo I. Sumade visitas a pueblos por orden alfabético.
330
La ubicación de Tzicohuac en el Lienzo de Tzoquitetlán
Manuscrito2 800 de la Biblioteca Nacional de Madrid, Anónimo dela mitad del siglo XVI.
Madrid, Establecimiento Tip. Sucesores de Rivadeneira.
Peñafiel, A. (1885) Nombres geográficos de México. Catálogo alfabético de nombres de lugares
pertenecientes al idioma náhuatl. Estudio jeroglífico de los Matrícula de los Tributosdel Códice
Mendocino, México.
Sahagún, B. de. (2000) Historia general de las cosas de la Nueva España, Alfredo López Austin y
Josefina Quintana (Eds.), CONACULTA, México.
Sánchez Olvera, L. I. (2008) El asentamiento oriental de la Mesa de Cacahuatenco, Informe
Técnico, Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana, Jalapa, México.
Stresser-Pèan, G. (1998) Los Lienzos de Acaxochitlán (Hidalgo), su importancia en la historia del
poblamiento de la Sierra Norte de Puebla y zonas vecinas, Gobierno del estado de Hidalgo,
IHEMSYS, CEMCA, Consejo Estatal para la Culturay las Artes de Hidalgo, México.
Tezozómoc, A. H. (1987) Crónica mexicana. Escrita por D. Hernando Alvarado Tezozómoc hacia
el año de MDXCVIII y precedida del Códice Ramírez, manuscrito del siglo XVI intitulado
Relación del origen de los indios que habitan esta Nueva España según sus historias, y de un
examen de ambasobras, al cual se anexó un estudio de cronología mexicanapor el mismo Sr.
Orozco y Berra, 4ª edición, editorial Porrúa, México.
Torquemada, J. de. (1986) Monarquía indiana, Introducción por Miguel León Portilla, editorial
Porrúa, México.
331
V
Resumen
En este trabajo exploramos cómo los tepehuanos del sur de Durango establecen una relación
cultural e histórica con el paisaje a través de la designación de nombres de lugar. Desde lo cultural,
muchos topónimos son el reflejo de las apreciaciones estéticas, y de relaciones sociales de diversa
índole incluyendo a las deidades y a los ancestros. Desde la diacrónica, pueden referir a eventos de
un tiempo mítico o pasado remoto que hacen a estos nombres de lugar prácticamente
indescifrables. Además, su formación gramatical demuestra el paso del tiempo y el contacto con
otras lenguas. En base a esas dimensiones, establecemos una propuesta tipológica para describir la
toponimia de esta lengua.
Abstract
In this paper we explore how Tepehuans from southern Durango establish a cultural and
historical relationship with the landscape through designation of place names. Culturally, many
place names reflect aesthetic appreciation, and social relations of various kinds including the
deities and ancestors. Diachronically, they can refer to events of a mythical time or distant past
that make these place names practically indecipherable. In addition, their grammatical formation
shows the passage of time and the contact with other languages. Based on these dimensions, we
establish a typological proposal to describe toponymy in this language.
*
Centro INAH Durango, odam_areyes@yahoo.com.mx, odamareyes@gmail.com; CEA-FCPyS, UNAM,
ggsalido@gmail.com.
335
Antonio Reyes Valdez, Gabriela García Salido
Introducción
Los topónimos son expresiones concretas y complejas de los pueblos acerca de su experiencia de
“habitar” el mundo (dwelling [Ingold, 2011: 153-287]) y de su relación con el paisaje. Éste
constituye un registro de la vida y el trabajo de las generaciones pasadas que lo han habitado y han
dejado algo de ellas en él (Ingold, 2011: 189). 1 No cabe duda que los nombres de lugar son uno de
sus testimonios más palpables, duraderos y reticentes al cambio, a tal grado que en ocasiones
resulta imposible descifrar sus significados que se encuentran perdidos en el tiempo.
En el presente texto nos tomamos en serio el título del coloquio que dio origen al mismo,
“La memoria de los nombres”, y nos preguntamos cómo se constituye esa memoria que se expresa
de manera concreta en los nombres de lugar.
Tomando como caso la experiencia de habitar el mundo desarrollado por los tepehuanos
del sur de Durango (o’dam/au’dam), queremos mostrar que la comprensión de las relaciones de los
pueblos con el paisaje expresadas a través de los topónimos no puede reducirse ni a un análisis
filológico, ni a uno geográfico, ya que se trata de experiencias completas de vida, cuyo significado
se encuentra en permanente “re-construcción” por cada generación, la cual decide qué elementos
de significado de la generación anterior conservar. 2 Asimismo, como ya apuntaba Basso (1988:
102) en su bien conocido texto Speaking with names, los “nombres de lugar” conforman dominios
semánticos diferenciados en cada lengua, los cuales tienen correlatos espaciales e históricos.
Consecuentemente, si partimos del presupuesto de que los topónimos constituyen dispositivos
para la memoria, 3 es necesario establecer el tipo de registros que permiten perpetuar y cuáles son
los mecanismos de los que se vale.
1
Ello se inscribe en lo que desde una perspectiva fenomenológica Ingold (2011: 189) denomina como dwelling
perspective.
2
Esta perspectiva contribuye a evitar los esencialismos culturalistas que encuentran problemas en explicar el cambio
cultural y los mecanismos de “transmisión de conocimientos”. Bajo la perspectiva de dwelling perspective, los
miembros de cada generación se conciben como organismos-personas que participan activamente mediante la
práctica, en la construcción de su forma de vida, de tal forma que “la cultura” no es simplemente “transmitida” por la
generación anterior, sino “reconstruida” por cada generación (Ingold, 2011: 5).
3
Entendemos por “memoria” o “arte de la memoria” el conjunto de técnicas de construcción de representaciones
memorables a través de la elaboración e interpretación de una iconografía” (Severi, 2010: 15).
336
Los topónimos o’dam
Entre los tepehuanos del sur de Durango encontramos diversas estrategias para la construcción de
los nombres de lugar en los órdenes cultural y lingüístico, 5 atendiendo a factores estéticos,
históricos y sociales (cfr. Basso 1988), que en la mayoría de los casos son difíciles de disociar. En el
4
De manera similar y para citar un caso regional entre los vecinos de los tepehuanos del sur, Iturrioz et al. (2010: 127)
muestran cómo entre los huicholes el lugar llamado Tateikie fue rebautizado por los franciscanos en el siglo XVIII
con un nombre de santo al que luego se le añadió un nombre náhuatl resultando en “San Andrés Cohamiata”;
posteriormente, tanto su uso como asimilación fonológica dieron como resultado el nombre huichol Xanatirexi, lo
cual refleja implicaciones de formación de palabra, cambio o influencia por los grupos en contacto, así como la
reorganización interna por parte del grupo wixarika que subyace en una complejidad que sólo puede ser explicada por
la convergencia de diferentes aspectos sociales, prácticos y gramaticales, entre otros.
5
En este caso hacemos la distinción entre “cultural” y “lingüístico” tan sólo como una estrategia metodológica para su
clasificación.
6
Asimismo, Willett et al. (2013: 347-348) registran un total de 55 formas sobre la documentación de topónimos en el
apéndice del diccionario.
337
Antonio Reyes Valdez, Gabriela García Salido
este último punto, actualmente el o’dam es una lengua con un orden de verbo inicial, pero aún con
ciertos remanentes a mostrar características de verbo final (García y Reyes, 2015). El análisis de los
topónimos sirve como evidencia para mostrar este orden antiguo a través de ciertos topónimos
como Kokol kik (chile parado, eufemísticamente conocido como Chilapa en español), en donde el
(Cueva del Huarache), en donde el núcleo del compuesto ocurre de nuevo en la segunda posición
como en lenguas de verbo final.
Lo anterior contribuye a mostrar otra evidencia más de que la lengua sigue teniendo
características de verbo final en los nombres de lugar, aunque sea considerada mayormente una
lengua con características de verbo inicial. La clasificación de estrategias toponímicas que
ofrecemos en nuestra propuesta se basa en dos tipos mayores de clases de palabras: 1) nominales y
2) verbales, que a su vez contienen subtipos.
Gran parte de los nombres de lugar entre los o’dam aluden a características del paisaje que remiten
7
En años recientes el estudio de la toponimia en la región del Gran Nayar, en donde habitan coras, huicholes,
mexicaneros y tepehuanos del sur, ha cobrado un nuevo auge a partir de la incursión de diversos proyectos
desarrollados por entidades tanto estatales como privadas, los cuales en muchos casos han sido fuente de conflicto
ante la afectación de los llamados y mal entendidos “lugares sagrados”. Probablemente el caso reciente más
emblemático es el que afecta a Wirikuta, en el desierto potosino, atentando contra la reproducción cultural de miles
de indígenas. Uno de los principales puntos de conflicto es el de determinar cuál es con precisión el “lugar sagrado”.
338
Los topónimos o’dam
De esta manera, la mayoría de los nombres de lugar corresponden con registros de la historia,
muchas veces actualizados a través de la acción ritual que recrea las acciones de los dioses y las dota
de sentido. Por ejemplo, lugares cuyo nombre en español carecen de significado, como el de Los
Charcos (Susban tam, “el lugar de los sapos”) (Figura 2), nos cuentan cómo el sapo engañó a la
lluvia y consiguió traerla por primera vez al mundo durante una ceremonia agrícola. Asimismo, el
topónimo nos informa sobre la experiencia que los tepehuanos viven anualmente cuando son
precisamente estos anfibios los que anuncian la primera lluvia de la temporada con su canto
(Reyes, 2006: 240-242). Por esta razón, anualmente durante la ceremonia agrícola llamada xiotalh
del mes de mayo, los o’dam de Santa María de Ocotán peregrinan hasta ese lugar para llevar
ofrendas de pinole a la morada de los sapos para obtener su favor y conseguir las lluvias de la
temporada.
Desde el punto de vista estrictamente lingüístico, cabe resaltar que gran parte de los
topónimos tepehuanos tienen una construcción gramatical relativamente simple y fácil de
comprender. Nombres como el mencionado Susban tam o Yatui cha’m (cerro de las papas)
(Figura 3), recurren a la posposición -tam o su variedad fonológica -cham, 8 que significa “en el
Para los tepehuanos los llamados xidhukam tam, lo que traducen como “lugares benditos” son puntos o áreas en el
paisaje que personifica o constituye la morada de un ancestro familiar o comunitario. En ese sentido, los xidhukam
tam dan testimonio de las acciones de los antepasados de los tepehuanos en el paso por este mundo, lo cual, como
mencionaba líneas arriba, constituye la noción de paisaje.
8
Aunque ésta posposición no es la única que se utiliza en la formación de topónimos, es sin duda la más productiva.
339
Antonio Reyes Valdez, Gabriela García Salido
lugar de” aludiendo a determinada característica del paisaje que da nombre al lugar. 9 Esta
estrategia se puede reconocer como la más productiva y compartida por otras lenguas yuto-aztecas
como el cora (Casad, 1989), el huichol (Iturrioz et al., 2010) y el náhuatl (León Portilla, 2010).
Esta aparente simplicidad contribuye a que los tepehuanos tengan nombres en español para
muchos de estos lugares, y que en la mayoría de los casos sean traducciones casi literales de su
nombre indígena. No obstante, y en ello quisiéramos centrarnos en este artículo, los topónimos
asociados a algunos de los lugares más importantes desde el punto de vista social, político, ritual e
histórico, son precisamente los nombres más difíciles de descifrar. Se trata de nombres antiguos
cuyo sentido literal es prácticamente desconocido para los hablantes. Nos referimos a los nombres
de los centros ceremoniales que fungen asimismo como cabeceras comunales y que son la sede
tanto de los gobiernos indígenas como de las autoridades agrarias, destacando: Juktir (Santa María
9
Así, de forma similar encontramos topónimos tales como Duiñkar tam (Las pipas o “en el lugar de la pipa”), en
ocasiones también llamado Duiñkar kat (pipa acostada) o nombres como Kokol kik, (Chilapa, literalmente “chile
parado”).
340
Los topónimos o’dam
Con estos ejemplos quisiéramos resaltar dos cosas: primero, como adelantábamos desde la
introducción, que el conocimiento de la lengua no es suficiente para descifrar el significado de
estos nombres de lugar, los cuales son incomprensibles incluso para la mayoría de los hablantes
nativos que tienen problemas para entender o explicar su significado, y por esta razón es necesario
echar mano de otros recursos de la experiencia para comprenderlos; segundo, que estos nombres
de lugar constituyen dispositivos de memoria y que en estos ejemplos particulares podemos inferir
la temporalidad relativa de dichos topónimos, es decir, cuáles son de formulación más antigua y
cuáles son más recientes. Con esto en mano, en el siguiente apartado revisamos la propuesta sobre
la clasificación estructural.
Nuestra clasificación identifica dos clases mayores de topónimos: los que involucran a un
sustantivo y los que involucran a un predicado. Esta división a su vez puede exhibir subtipos como
se muestra en la Tabla 1. Los rasgos que tomamos en cuenta para su clasificación son: 1) la
estructura formal y el sentido; 2) su correspondencia en cuanto a la sintaxis de la lengua (vo, ov); y
3) su posible identificación en la línea del tiempo, ya sean de estructura antigua o de estructura
reciente.
341
Antonio Reyes Valdez, Gabriela García Salido
Significado lexicalizado
Kokol kik (kokol + kik)
Tipo II n+v Antiguo
Chile parado
Sirmimi (sir + mimi) (Inclusión por
Subtipo IIA n+v
Silla quemada préstamo)
v
intransitivo/transitivo+posp Bodam tam (bo+ dam + tam)
Tipo III Antiguo
osición+ El lugar del acostado
(posposición)
10
También existe la forma Koxbilhim, como lo dicen los habitantes de Santa María de Ocotán; no obstante,
preferimos conservar el nombre usado por los lugareños.
342
Los topónimos o’dam
Comenzamos con el topónimo Aicha’m que resulta ser el “más transparente” tanto en su sentido
literal como en relación con su correlato en el paisaje. Tal como lo reportara Carl Lumholtz
(1904: 446) a finales del siglo XIX, Aich’am significa literalmente “en el lugar de las lajas”, en
referencia a un tipo de piedra que abunda en el lugar. 11 En términos formales, con Aich’am se
utiliza la estrategia del Tipo 1, sustantivo más posposición 12 (n+posp), siendo ésta la estrategia
más productiva o recurrente en la formación de topónimos en esta lengua, y dentro de la familia
yuto-azteca. 13
Otro topónimo que se incluye dentro del Tipo 1 por su composición es Juktir (juk ‘pino’
+ -tir ‘posposición: entre’ = ‘entre pinos’), cuyo nombre en español es Santa María de Ocotán;
aquí se utiliza la posposición “entre” para referirse precisamente a que este lugar se encuentra
rodeado de pinos. Cuando analizamos la estrategia del Tipo 1 nos damos cuenta que además de su
gran productividad, también refleja el orden antiguo de la lengua, es decir, verbo final. Sabemos
que a pesar de que el o’dam que se habla en la actualidad cuenta con un orden de verbo inicial, el
hecho de exhibir posposiciones en su sistema lo caracteriza con reflejos de una lengua que fue de
verbo final (García 2014, García y Reyes, 2015), tal y como ocurre entre las lenguas de la familia
yuto-azteca a la cual pertenece (Langacker, 1977).
Dentro del Tipo 1 encontramos dos Subtipos. Topónimos como Mi’binat (ahí en la
vinata) corresponden al Subtipo 1a (locativo + nombre: mi’+binat). Se clasifica como Subtipo del
Tipo 1 porque utiliza una partícula locativa para expresar el lugar en vez de una posposición, es
decir, en cuestiones de sentido el Tipo 1 y el Subtipo 1 expresan la noción de lugar, aunque bajo
11
Cramaussel (2013: 183) afirma que “Aicha’m quiere decir ‘joya’ en tepehuán, palabra que se refiere a tierras fértiles
formadas por el recodo de alguna corriente”. No obstante, las personas con las que hemos hablado tanto en esa como
en otras localidades, aseguran que ai proviene ai’, aipo (o’dam) o aipua (au’dam) que es un tipo de piedra, “laja” o
tepetate (cfr. Soto, 1999, 82; cfr. Willett et al., 2013:6). Por otra parte, vale la pena aclarar que en la mayoría de los
topónimos en que los tepehuanos traducen como “joya” o algo similar como “lugar de las joyas” o “mesa de las joyas”,
se refieren ya sea “hoyos” o a “ollas”. En el primer caso como en el topónimo Kolhbikam, el cual traducen como La
Joya, los tepehuanos conservan un arcaísmo del español en el que la “h” en “hoyo” corresponde con una glotal fricativa
[h].
12
Entre las posposiciones que se utilizan para la generación de topónimos en o’dam se encuentran las de lugar (ta’m
‘dentro/sobre/en’, dam ‘encima’, y tir/chir ‘entre’), y la de origen (kam ‘origen’).
13
De acuerdo con Casad (1989), Iturrioz et al. (2010) y León Portilla (2010) esta estrategia también es compartida
por otras lenguas de la familia (cora, huichol y náhuatl).
343
Antonio Reyes Valdez, Gabriela García Salido
estrategias diferentes. Además, topónimos como éste debieron de ser de reciente inclusión por
tratarse de un préstamo del español, por su estructura (locativo + nombre), y porque la
productividad de uso de dichas estructuras es muy baja. El Subtipo 1b incluye topónimos como
Mambrash (Las muñecas o los monos). Estos topónimos no requieren de ninguna posposición,
ser más recientes motivados por la influencia del español y de la imposición por traducir los
topónimos en la zona tepehuana. 14
La estrategia del Tipo 2 incluye topónimos cuya composición involucra dos sustantivos
(n+n). Aquí lo importante es identificar el núcleo de la composición, ya que si éste se encuentra al
final, como en el topónimo Susak chiub (Cueva del Huarache), nos indica que su origen es
relativamente más antiguo en comparación con el topónimo Alagun burush (Laguna del Burro)
(Subtipo 2b), en donde el núcleo se localiza en primera posición. 15 El lugar Bi’dirba’ (Tierras
Coloradas) es clasificado como parte del Subtipo 2a, ya que su núcleo está colocado al final, al
igual que en el Tipo 2, sólo que aquí el compuesto está constituido por un adjetivo y un nombre.
Nótese que el uso de características físicas como el color, la vegetación y la figura son rasgos que
semánticamente hacen muy transparentes a los topónimos en o’dam. 16
verbo “morir” y koox del verbo “dormir”; ambos coinciden en presentar el sufijo incoativo -lhi que
expresa un evento espontáneo (no volitivo); además, ambos tienen la terminación -m, que puede
ser analizada como un rastro de una posposición (-kam ‘origen’, -ta’m ‘sobre’) o de una forma
14
Especialmente considerando que en ambos casos el o’dam cuenta con vocablos para referirse tanto a las ventanas,
biñi’ y al carrizo bapak.
15
Recordemos que el burro fue traído por los europeo y es más reciente el huarache en la historia tepehuana.
16
Lo cual también es recurrente en los topónimos huicholes (Iturrioz et al., 2010: 129).
17
Es importante mencionar que estos sentidos son identificados para el caso de náhuatl (León Portilla, 2010); sin
embargo, dichos topónimos utilizan su propia estructura, la cual no es compartida por el o’dam.
344
Los topónimos o’dam
nominalizada (-dam), ya en estado fósil. Si estamos en lo correcto, estos nombres de lugar, cuyos
En este tipo de estructuras encontramos el topónimo Ontolhim (el lugar por donde pasó la
sal), on (sal) + to (causativo) + lhi (incoativo) + m (posposición = lugar donde se hizo la sal) que,
aunque se forma a partir del sustantivo “la sal”, deriva una forma verbal. Con este caso, nos
gustaría desarrollar un poco más nuestro argumento sobre la comprensión de los nombres de lugar
como una experiencia que va más allá del análisis etimológico. Ontolhim se refiere a un cerro
cercano a la población de Kokma’ Suudai’, conocida en español como Agüita Zarca. 18 La forma de
la elevación no es en sí misma significativa, ni ofrece pista alguna sobre el nombre del lugar; no
obstante, la historia del origen de la sal establece que cierto día en la que un hombre llegó a una
casa y pidió comida, las mujeres le sirvieron un plato de frijoles sobre los cuales éste escurrió sus
mocos y los vertió con su pene; asqueadas, las mujeres lo corrieron de su casa y él se fue; después,
aquellas probaron los frijoles y les gustó su sabor así que trataron de seguirlo pero ya no lo
encontraron. Dicen que el hombre se fue al mar pasando por varios pueblos dejando rastros de sal
en su camino, como son otros cerros o formaciones rocosas; algunas personas dicen que se fue a los
Estados Unidos; los lugareños de Kokma’ Suudai’ aseguran que fue en una casa al pie del cerro
Ontolhim, cerca del río, por donde pasó la sal; otras aseguran que fue en un patio de mitote,
cercano a la población conocida como Laguna del Burro, y que fue durante esa ceremonia cuando
le dieron los frijoles a aquel hombre, entonces, una mujer llamada Dolores (quizá la Virgen de los
Dolores) intentó seguirle, pero quedó petrificada al amanecer (Figura 4). Tanto el nombre de
lugar Ontolhim como la forma rocosa de la Imagen 4, así como una serie de otros lugares por los
cuales se asegura pasó la sal en su camino a la costa de Nayarit, cobran pleno sentido si se conoce la
historia del origen de la sal y si se relacionan unos con otros.
18
Se le llama “agüita” en lugar de “agua” para distinguirle de otro asentamiento, cercano a San Francisco de Mezquital,
cuyo nombre es el de Agua Zarca. En ambos casos el nombre se refiere al color grisáceo del agua que emerge de algunos
manantiales en esas localidades.
345
Antonio Reyes Valdez, Gabriela García Salido
En el caso de Kokol kik (chile parado) 19 (Figura 5), que manifiesta la estrategia del Tipo II,
su estructura refleja también el orden antiguo de la lengua (verbo final). Asimismo, estos
topónimos están relacionados en su mayoría con figuras que seleccionan un tipo de verbo de
postura que nos informa también de las cualidades performativas de ciertos objetos. Por ejemplo,
los árboles se perciben como “parados”, los magueyes y las piedras seleccionan el verbo “sentar”,
mientras que una figura como el toro o el metate son codificadas con el verbo “acostar”. Existen
otros topónimos que seleccionan otro tipo de predicados como es el caso de Sirmimi (Silla
quemada, silla + quemada). Esta estrategia es clasificada dentro del Tipo IIA, ya que la posición
del verbo ocurre al final como en el Tipo II; no obstante, la diferencia es que en vez de estar
compuesto por un verbo de postura como en el Tipo II, el verbo pertenece a una clase más abierta
de predicados (verbos de acción).
Figura 4. Dolores, La mujer que persigue la Sal, Laguna del Burro, Mezquital, Durango
19
Lugar perteneciente a la comunidad de Santa María de Ocotán.
346
Los topónimos o’dam
Bodam tam (Figura 6) que es el nombre o’dam de San Francisco de Mezquital, cabecera del
dam hoy en día es una reliquia en la lengua que se utiliza para formar nombres a partir de verbos,
es decir, una nominalización. Es importante mencionar que los pocos casos en donde se encuentra
la partícula nominalizadora -dam incluye palabras relacionadas con la vida ritual como “la persona
que muele” (tua’dam) o “el lugar donde se celebra el xiotalh” (nɨ i’kardam). Lo anterior sirve como
evidencia para determinar que este tipo de topónimo es antiguo por el tipo de léxico tan
especializado al que se adjunta. Con un significado desconocido actualmente, es muy probable que
el nombre del lugar haga referencia al cerro que limita el poblado al oriente y cuyo nombre es
Bokam tam (el lugar del [hombre] acostado), ya que los tepehuanos ven en el cerro a una persona
en esa posición. 20
20
Soto (1999: 82) refiere este nombre como Bo’damtam y lo traduce como “el lugar del mezquite”. Dada esta
transcripción, también algunos profesores de la localidad sugieren que Bo’dam tam significa “el lugar de los o’dam”, de
los tepehuanos. En el primer caso sugerimos que la autora relaciona erróneamente bo con bio’, mezquite, dada la
coincidencia del nombre en español “mezquital”. Y en el segundo caso, el problema es que ninguno de los hablantes
nativos con los que hemos trabajado pronuncia la glotal que refieren estos autores después de la “o” y de igual manera
habría que explicar porque anteponen una [β] a o’dam.
347
Antonio Reyes Valdez, Gabriela García Salido
En el caso de Miiñ’cha’m (el lugar quemado o lugar donde se quemó algo) (Subtipo IIIA), el
su estructura, del Subtipo IIIA, nos muestra un caso atípico en la formación de topónimos, ya que
no es común utilizar verbos con las posposiciones.
Por último tenemos el caso de Chianarkam (chia-na = r-kam = pedir-donde-copula-
posposición: origen), que corresponde al Tipo IV y significa “Lugar donde se pide, lugar donde se
origina la petición o lugar de las bendiciones”. 21 Este nombre representa el único caso con una
formación muy distinta a la de los demás topónimos, la cual es además nada productiva. Su
composición involucra al verbo chia (ordenar/pedir a los Dioses) en posición inicial más el
21
Soto (1999: 105) sugiere que este topónimo significa “en (el lugar del) zapote”. Cabe señalar que zapote en o’dam se
dice jubii’ñ (cfr. Willett et al. 2013: 229). Asimismo, y sin mayor análisis lingüístico, Reyes (2010: 45) coautor del
presente texto había sugerido que Chianarkam significaba “el lugar en donde habita santo Santiago”, siendo “Chago”
y “Chiag”, apócopes de Santiago.
348
Los topónimos o’dam
subordinante general na, luego la copula jir y después la posposición de origen -kam. 22 Es
importante señalar que esta estrategia coincide con la formación de cláusulas complejas en la
lengua (relativas, completivas y adverbiales), es decir, el o’dam utiliza un subordinante para
posterior y tal vez su presencia se deba al contacto con el español u otras lenguas vecinas de la
Sierra Madre Occidental. 23 Es notorio que el uso de subordinantes en cláusulas complejas es un
comportamiento gramatical innovador en el grupo de las lenguas sureñas de la familia yuto-azteca
(Givón, 2014), y su motivación parece estar atribuida a la combinación de factores sociales
(contacto de lenguas) y de cambio interno (evolución de la forma na). El o’dam muestra un
camino diferente al resto de las lenguas tepimanas en la codificación de cláusulas complejas, lo cual
no puede entenderse sin tomar en cuenta estos dos factores.
Conclusiones
La comprensión de la toponimia, es decir “lo que significan los lugares”, y no sólo los nombres de
lugar, está en función de una experiencia de vida y no únicamente del conocimiento de una
lengua. La lengua o’dam recurre a diferentes estrategias gramaticales en la formación de
topónimos, lo cual, en muchos de los casos, está en relación del tipo de lugar al cual nombra, ya sea
que se trate de definir una forma topográfica, de describir un acontecimiento histórico-
mitológico, los atributos culturalmente asociados, o todo ello de manera simultánea.
Como dispositivos de la memoria, los topónimos aluden a diferentes eventos y
temporalidades cuyo conocimiento y reproducción es una de las tareas que cada generación se
encargan de reproducir dotándoles de sentido, si bien basados en las experiencias de la generación
22
O bien la forma -ka ‘estativo’ y luego la forma -m proveniente de una posposición.
23
La complejidad sintáctica del topónimo Chianarkam, así como el uso de un subordinante como parte de la
formación de nombres de lugar también puede encontrarse en el cora según el análisis que proporciona Casad (1989).
349
Antonio Reyes Valdez, Gabriela García Salido
anterior. Es así que podemos explicar por qué en ocasiones hay conocimientos que no son
actualizados. Por ejemplo, el significado literal de algunos de los nombres de lugar cuyo análisis
reflejan una formación gramatical antigua en la que la lengua cambió, mas no así el nombre de
lugar, y su desciframiento se vuelve inaccesible a los miembros de las nuevas generaciones.
En el caso concreto que hemos abordado, dicho análisis nos permite establecer una
temporalidad relativa entre algunos de los nombres de lugar. Por ejemplo, podemos establecer que
topónimos como Mua’lhim o Kauxbilhim son más antiguos que Chianarkam. En el caso de los
primeros, su significado es oscuro para los hablantes e incluso generan desacuerdos entre ellos en
torno a su significado toda vez que recurren a una forma muy antigua de conformación, en
cambio, en el caso del segundo, cuyo significado tampoco es fácil de comprender, la confusión
proviene de la influencia del español en su estrategia de conformación, lo cual se debe a un
contacto entre lenguas no mayor al de la época colonial.
Probablemente mayores investigaciones en este sentido puedan contribuir en el
conocimiento de una temporalidad más precisa de la conformación de los nombres y sea posible
establecer si se trata de nombres de origen prehispánico, colonial o moderno y, en todo caso, ese
secreto es el que encierra la memoria de sus nombres.
Fuentes
Casad, E. (1989) “Topónimos Coras”, Tlalocan, XI, UNAM:IIF, México, pp. 101-128.
Cramaussel, Ch. (2013) “El fracaso de la evangelización en la Sierra Tepehuana y Pueblo Nuevo”,
en: Vallebueno Garcinava, M. (Coord.) Historia de Durango, Tomo II, Universidad Juárez
del Estado de Durango: IIH, México, pp. 164-209.
Basso, K. H. (1988) “Speaking with Names: Language and Landscape among the Western Apache
Cultural Anthropology”: Cultural Anthropology, 3 (2), pp. 99-130.
García, G. (2014) Clause Linkage in Southeastern Tepehuan, a Uto-Aztecan Language of Northern
Mexico, Tesis doctoral, Universidad de Texas, Austin.
García, G., Reyes, A. (2015) De maíz y de frijol: el paso de verbo final a verbo inicial en tepehuano
del sureste (o’dam): Tlalocan, XXI, UNAM, IIF, México, pp. 85-133.
350
Los topónimos o’dam
351
TOPONIMIA EN REGIÓN OTOMÍ, SIGLO XVI. UNA REVISIÓN SEMÁNTICA
Resumen
A través de la lengua se conoce la cultura de cada pueblo, una clara manifestación de ello es el
léxico toponomástico. En este trabajo se propone la revisión semántica de algunos nombres de
lugar sustraídos de un corpus toponímico procedente de tres fuentes documentales del siglo XVI,
como una forma diversa de analizar su nomenclatura. Estos nombres de lugar se ubican en una
porción de la región otomí del centro norte de México.
Abstract
Through language the culture of every village is known, of which the toponymies are a clear
manifestation. This paper proposes the semantic revision of lexical toponymic vocables extracted
from three sources of the 16th century, as a diverse way of analyizing its nomenclature. The
examples of indigenous ancient toponomy that are presented here correspond with the Otomí
region in northern central Mexico.
*
Centro INAH Querétaro, mevillegas@hotmail.com
353
María Elena Villegas Molina
Antecedentes
En un trabajo previo sobre toponimia del siglo XVI en la región otomí del centro norte de México
se identificaron 246 nombres de lugar, la mitad de ellos correspondieron a lenguas indígenas. Los
de mayor número se identificaron con la lengua náhuatl, le siguen los procedentes de la lengua
purépecha, algunos de la otomí y un sólo caso en lengua chichimeca. Para ese momento, los
conquistadores ya estaban nombrando los lugares que invadían, por lo que también se registró en
ese corpus toponimia en lengua española y algunos más en forma híbrida.
Dentro del discurso de las fuentes consultadas se observa que un mismo nombre de lugar
no solamente puede ser asignado a espacios diferentes, como puede ser un pueblo, una hacienda,
un mojón, etc., sino que también manifiesta variantes en su representación gráfica, ya que, como es
sabido, la visión fonética y morfológica que en sus primeras inscripciones sufrieron las lenguas
indígenas se asoció al diferente sistema de escritura del español. Este fenómeno lingüístico se
refleja en los vocablos toponímicos indígenas en su traslado de la lengua oral a la forma escrita, un
ejemplo es el caso del topónimo Yztaquechichimecatl, cuya escritura se manifiesta en 26 formas
distintas.
Todos los nombres de lugar identificados se encuentran en los actuales estados de México,
Guanajuato, Querétaro, Hidalgo y Michoacán. Las fuentes documentales del siglo XVI de las que
procede el corpus toponímico son: Primeras noticias sobre la conquista, posesión, límites y
encomenderos de pueblo de Querétaro. Autos entre partes Querétaro: San Juan del Río y Apapátaro
1535-1541 y 1561 (Urquiola, 2006); Mercedes Reales en Querétaro, los orígenes de la propiedad
Del mencionado estudio, surge esta propuesta, presentada en “La memoria de los
nombres: Mesa redonda sobre toponimia en la conformación histórica del territorio” 1, cuyo
propósito fue observar desde un enfoque semántico —en algunos ejemplos tomados de dicho
corpus toponímico del siglo XVI—, la manifestación cultural y lingüística manifiesta en la lengua
natural de cada comunidad, a través de la nomenclatura de población.
1
En el marco del Coloquio La memoria de los nombres: la toponimia en la conformación histórica del territorio,
realizado en C IGA, UNAM campus Morelia, del 2 al 5 de junio de 2015.
354
Toponimia en región otomí, siglo XVI
2010); en lengua chichimeca sólo se registró un caso, para cuya morfología se acudió al especialista
en ella, el profesor Alonso Guerrero, investigador de la Dirección de Lingüística del INAH; y para
la morfología de la lengua purépecha se consultó en el vocabulario de Lathrop (2007).
La toponimia
Diversas investigaciones sobre el léxico toponomástico que emerge de las lenguas naturales han
considerado que esta nomenclatura puede dividirse en dos órdenes: uno primario que es el que
corresponde a voces que normalmente no tienen un uso dentro de la expresión cotidiana;
mientras que las de orden secundario son vocablos que proceden de un léxico con significado, que
por lo regular refiere características específicas del lugar que nombran.
Debido a las propias limitaciones generales que se establecen por la fonología y la
gramática en la transcripción paleográfica de los ejemplos toponímicos identificados, no se
distingue entre diacronía o sincronía semántica, sin embargo, el conocimiento histórico sobre la
evolución de los significados de estos vocablos es pertinente para su interpretación sincrónica.
Gramaticalmente la palabra resulta de la combinación de una unidad básica, la sintaxis y la
semántica, es por lo tanto un signo compuesto de dos partes: forma y significado. La semántica
lingüística la analiza en su forma, por ejemplo, en el léxico toponímico una palabra cuya
morfología se identifique con el léxico cotidiano, no se dirá que la boca de un río y la boca como
parte del cuerpo son homónimos, sino más bien que el vocablo boca tiene dos significados
355
María Elena Villegas Molina
contribuye en la distinción del significado léxico y el gramatical de los apelativos con los que un
lugar es nombrado.
Dentro de la toponimia, el vocabulario de cada lengua natural está sujeto a su propia
gramática, así, el concepto toponímico representado por la palabra y su forma será el referente.
Cada vocablo asignado a un lugar posee propiedades gramaticales o morfosintácticas, por lo que el
número y el género dará al topónimo más de una forma, y por tanto, distinto significado (Lyons,
1997: 49; 1981: 417).
La importancia de los nombres propios de lugar, los topónimos, es que en la nomenclatura
enumerativa identifican las delimitaciones de una realidad geográfica. Estas particularidades o
características inherentes especifican y explican en cada registro dialectal su asociación con el
territorio. La información del léxico toponomástico que tiene un significado debe ser objeto de
estudio de la semántica, dado que, el valor de un topónimo es que refiere a más que significar cosas
(Trapero, 2009: 50). Así, lo relativo del significado dependerá de la relación y oposición que se
establece entre varios significados, de donde resulta un “valor” que no necesariamente será
absoluto ni universal, su importancia radica en su función como elemento de una lengua que
representa una norma colectiva propia de un lugar en un tiempo determinado.
Los topónimos que conocemos en la actualidad, como ocurre con cualquier otro vocablo,
han sufrido cambios lingüísticos, fonológicos, sintácticos y semánticos a través del tiempo. Dichos
cambios permiten descubrir elementos de un estado de la propia lengua en contactos culturales
anteriores, estas particularidades gramaticales de los nombres de lugar los lleva a su pervivencia por
siglos. (Gordón, 2003: 1332).
Los estudios sobre toponimia con frecuencia muestran mayor interés por lo que significa
su léxico que por su función sintáctica, lo que ha derivado en un gran número de diccionarios de
mucho valor, elaborados en diferentes épocas y partes del mundo donde se ha estudiado la
toponomástica. En general, el léxico de un diccionario se introduce por la forma de cita con que
aparece en orden alfabético cada entrada, donde regularmente surgen diferentes acepciones para
un mismo vocablo. La experiencia de comparar ese mismo término en diccionarios diferentes deja
claro que no es tan fácil decir cuántos significados tiene. En muchas ocasiones es imposible dar su
significado sin ponerla en un contexto o explicarla por un sinónimo. (Lyons, 1981: 424).
356
Toponimia en región otomí, siglo XVI
lengua náhuatl que gramaticalmente está conformado por el sustantivo común nocheztli o
nochiztli, cuya interpretación en lengua española es “cochinilla”, “color rojo” o “sangre del nopal”.
La etimología del vocablo nochiztli – nocheztli, a su vez, deriva de nochtli + eztli; de donde nochtli
representa el fruto del nopal o el propio nopal, cactus que produce un fruto, que los españoles
nombraron con la palabra del caribe tuna. El siguiente morfema es eztli, sustantivo equivalente en
español a sangre. Todo topónimo en lengua náhuatl lleva marca de locativo, en este caso es -tlan.
Ahora bien, el morfema nochtli es adjetivado debido a sus varias especies que se especifican con un
morfema anterior para indicar un rasgo característico del fruto como es su color, tamaño y sabor.
Así encontramos en el mismo diccionario los siguientes vocablos: coznochtli (de color amarillo);
parece al tzapotl); çaenochtli (pequeño y silvestre); y xoconochtli d(e sabor ácido) (R. Simeón,
2004).
De lo anterior se deduce que gramaticalmente el vocablo Nochistlán o Nuchistán se
conforma de un apelativo más una marca de locativo, que lo convierte en un sustantivo propio.
Semánticamente es posible señalar que este topónimo refiere una prueba histórica sobre lo que un
terreno pudo producir en algún momento, como es el cultivo del nopal o el de su fruto, la tuna,
que en este caso especifica el de color rojo a través de la inserción del vocablo eztli.
conquista, del que no se especifica su asignación y sólo se dice que está ubicado en la “provincia de
357
María Elena Villegas Molina
Las tres representaciones gráficas mantienen como morfema base acagu, asociado por
equivalencia acústica con el vocablo acaua. Bajo esta propuesta el morfema náhuatl procede de
acaualla, cuyo referente en lengua española es un “lugar lleno de maleza”. Otro probable morfema
base es acaualli, que refiere a “maleza seca”, “tierra baldía” o “campo de barbecho”.
lla, marca una diferencia semántica. Ambas son proposiciones que refieren la “maleza” pero no
son idénticas. Para acaualla el espacio está pleno de maleza y para acaualli la maleza es adjetivada
por “seca”, pero también informa sobre la calidad del terreno: “baldío” o de “barbecho”.
La propiedad en común del morfema –acaua es “maleza”, idea o concepto asociado a ella
en la mente de los hablantes de lengua náhuatl. Para el conocedor del estado que guardan los
terrenos con maleza puede también tener claro el principio del tipo de suelo: su estado o
condición de tierra fértil o útil para la siembra y el barbecho. Las unidades gramaticales
relacionadas entre sí refieren las características del lugar que nombran, que mediante el análisis
semántico es posible deducir que el vocablo Acagualan tuvo un referente histórico en su geografía
en esa época, el de nombrar un terreno en el que al haber maleza tuvo la cualidad de ser un terreno
próspero.
otomí el recurso de los sustantivos es el mismo: agua y calor, mientras que para el tercero, el de
lengua purépecha, el referente coincidente se realiza con la presencia del verbo hervir. Los
calificativos calor y hervir no implican una marcación de temperatura diferente entre sí, sino que
para el hablante de cada lengua natural la forma de la palabra está asociada con su concepto de
significar una temperatura más alta en relación con otras nominaciones de lugar.
358
Toponimia en región otomí, siglo XVI
verbo hervir, y la marca de locativo es rho, que en español refiere a “lugar de”.
esa misma región estudiada, de donde se entiende tanto la expansión de la lengua otomí en la
nomenclatura de lugar, como la referencia del recurso natural del agua con una temperatura más
elevada en esas áreas.
El agua como elemento propio de la naturaleza es usual a la adjetivación de su temperatura
como un signo convencional que se establece en cada cultura. (Lyons, 1997: 28). La distinción
entre lo natural y lo convencional desempeña una función importante en la investigación del
significado toponímico, debido a que culturalmente la exaltación de los fenómenos naturales
merece ser nombrada de manera específica en cada cultura, con el propósito de definir la cualidad
del espacio más que tener un significado a través de los vocablos que los representan.
La trascendencia de los signos convencionales dependerá de su enfoque cultural ya que en
otros hidropónimos identificados en las mismas fuentes citadas el agua registra otro tipo de
adjetivación, por ejemplo: si es “escasa”, si “hay” y está “contenida”, o su ubicación en vocablos
como entronque, ribera, costa; su caudal: abundante, su cualidad: en belleza, también su
“dimensión”, “evaporación”, e incluso uno lleva antepuesto el adjetivo ordinal siete. Cada una de
estas formas de adjetivar un elemento natural merece una indagación aparte. A este respecto,
recordamos el principio de Wittgenstein quien señala que “no hay que buscar el significado de una
palabra, hay que buscar su uso”, ya que el significado solamente suele llevar a respuestas muy
359
María Elena Villegas Molina
generales que no abundan, o muy restringidas que no explican lo que realmente los hablantes de
una lengua consideran sobre el significado de una expresión (Citado por Lyons, 1997: 67).
Otro concepto importante para la semántica lingüística en la nomenclatura toponímica es
la de los colores. En los topónimos registrados, el tema del color se aplica a las tonalidades del
terreno en algunos casos, como rojo, amarillo y negro.
Primeras Noticias sobre la conquista y se asigna a “peñol”. Presentó seis diferentes representaciones
morfema tecoçauitl refiere en español el color amarillo u ocre. Los vocablos amarillo y ocre son dos
colores contiguos pero distintos, que se coordinan en el sistema léxico y entre ambos cubren un
área que se identifica con el mineral terroso de color amarillo. Esto no significa que refieran, como
términos, diferentes matices de un solo color, sino que las palabras juntas en lengua española
cubren el área del vocablo tecoçauitl, cuyo referente es una sustancia, la del ocre. El área cubierto
por el vocablo amarillo tiene la noción de referencia física, sobre la que la lengua impone una
forma particular del color, lo que resulta en un reconocimiento para una clasificación léxica
particular.
Existen dos variables más en el análisis del color, según los físicos: la luminosidad o
brillantez, que refiere una reflexión de más o menos luz; y la saturación, cuando se trata del grado
de independencia de disolución con el blanco. En este sentido, los casos de Nuchistlán y
Tecozautla son muy ilustrativos por estar dentro de aquellos vocablos de color que aluden
directamente su referencia modélica: amarillo ocre y rojo grana. Esto significa que la sustancia del
color es la que se elige como criterio en las ciencias físicas, e indiscutiblemente el conocimiento del
significado de los vocablos de color incluye, de modo necesario, el de su sentido y el de su
referencia en la terminología toponímica.
Importante también es el fenómeno lingüístico registrado en el corpus toponímico inicial,
donde se identificaron algunos topónimos en los que mediante adjetivación se marca la condición
del terreno, ejemplo de ello son los vocablos en la nomenclatura como: tiznado, brillante o blando.
360
Toponimia en región otomí, siglo XVI
Consideraciones finales
Las lenguas naturales son parte integrante de una sociedad y su cultura, cada lengua posee
distinciones léxicas que reflejan los rasgos de objetos, instituciones y actividades de la sociedad en
que operan, culturalmente importantes. Los topónimos son clara manifestación de las formas de
vida, de la producción del terreno, del paisaje y del entorno geográfico de cada región.
La cultura de los pueblos se exhibe en los diferentes sistemas léxicos por los que resaltan
los conceptos de significado, cada vocablo denota su entidad y sustancia. Es también mediante el
léxico que cada cultura muestra los conceptos míticos o imaginarios cuyo significado focal se
determina por las propiedades del mundo físico donde la toponimia de cada pueblo advierte su
desarrollo, manifestando los procedimientos perceptivos de los seres humanos.
Retomar la toponimia del siglo XVI desde un enfoque semántico es un trabajo que se
propone realizar en un estudio más amplio, a partir de su revisión morfológica, no solamente por
entender y reconocer el entorno en el espacio geográfico de la región otomí del centro norte de
México en esa época, sino también por el léxico toponímico de México en sus modalidades de
repetición o reiteración de algunos nombres a lo largo de la historia de la colonia.
Fuentes
Acuña, R. (1987) “Relación de Querétaro”: Relaciones Geográficas del siglo XVI. Michoacán, vol. 9,
UNAM, México, pp. 205-248.
Gordón Peral, M. D. (2003) “De geografía, lingüística y toponimia. Los nombres del ‘peñasco’ y el
‘riscal’, en el ALEA y su presencia en la onomástica de lugares de la región”: Archivo de
Filología Aragonesa, vol. 59, parte 1, pp. 1321-1339,
[www.ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/26/50/074].
Jiménez Gómez, J. R. (1996) Mercedes Reales en Querétaro. Los orígenes de la propiedad privada.
151-1599, Universidad Autónoma de Querétaro, Facultad de Derecho, México.
Lathrop, M. (2007) Vocabulario del idioma Purépecha Publicado por el Instituto Lingüístico de
Verano, Michoacán, México, [http://www.sil.org/mexico/tarasca/G026-VocabularioPurepecha-
tsz.htm].
Lyons, J. (1997) Semántica lingüística. Una introducción, Paidós Ibérica, Barcelona, Cambridge
University Press, Gran Bretaña.
361
María Elena Villegas Molina
362
LA TOPONIMIA MAZAHUA DE SAN SIMÓN DE LA LAGUNA
Michael H. Knapp *
Resumen
En este trabajo se presenta la toponimia de un pueblo mazahua del sureste del Estado de México.
Primero se discuten los topónimos regionales que todavía se usan en mazahua y se mencionan
ciertos calcos en náhuatl y mazahua. El siguiente apartado introduce brevemente la comunidad de
San Simón de la Laguna, proporciona algunos datos demográficos y habla de la organización
territorial del pueblo en manzanas y parajes. El apartado principal incluye el corpus de los 143
topónimos de los parajes, presentados manzana por manzana. Por último, se agregan algunas
observaciones sobre la formación de los topónimos analizados.
Abstract
This paper presents the place names of a Mazahua village in the southeast of the State of Mexico.
The first section discusses the regional place names that are still used in the Mazahua language,
and mentions certain calques in Nahuatl and Mazahua. The following section introduces briefly
the community of San Simon de la Laguna, provides some demographic data and informs about
the territorial organization of the village in blocks and sites. The main section includes the corpus
of the 143 site names, listed by blocks. The final section adds some observations about the
formation of the analyzed place names.
*
Dirección de Lingüística, INAH. miheknari@hotmail.com
363
Michael H. Knapp
Introducción
local reunido aquí, recorrimos durante dos semanas el pueblo bastante extenso de SSL, y a lo largo
del camino saludamos y conversamos con varios habitantes del lugar. Las reacciones a nuestra
actividad de levantamiento de datos fueron diversas: mientras que algunos platicaban con Don
Benito o nos proporcionaban información que nos faltaba, a otros les pareció extraño o incluso
sospechoso lo que hacíamos y Don Benito les tenía que explicar que sólo estábamos haciendo un
mapa como registro cultural y que no estábamos realizando alguna actividad política o religiosa (el
7 de junio de 2015 se llevaron a cabo elecciones para ayuntamiento y diputados locales).
En este artículo presentamos los topónimos a nivel regional, es decir, los nombres de lugar
en mazahua que se usan todavía para referirse a las ciudades y pueblos relativamente cercanos a
SSL; después damos una descripción somera de SSL, con algunos datos históricos y demográficos
relevantes para este estudio; enseguida se proporciona la lista completa de los topónimos locales
organizados por manzanas; y finalmente se agregan ciertas observaciones sobre la formación de los
términos y se proponen algunas generalizaciones que encontramos en el corpus.
Por tanto, se trata de un estudio de caso que intenta recuperar la toponimia íntegra de una
comunidad indígena —por lo menos en cierto nivel—, y analizarla en términos lingüísticos. El
corpus total comprende aproximadamente 160 términos, sin embargo, hay que advertir que aún
existen muchos más topónimos en mazahua, entre ellos los nombres de los cerros que rodean el
pueblo, los nombres de ciertos lugares alrededor de la laguna y a lo largo del río, así como de otros
lugares que son de importancia para la comunidad (caminos, bosques, etc.). Así, está claro que
todavía quedan muchos temas por investigar. Dado que el enfoque del trabajo es hacer un registro
etnolingüístico y plasmarlo en un mapa que acompaña el texto, la exposición no profundiza en los
364
La toponimia mazahuan de San Simón de la Laguna
aspectos más técnicos del análisis lingüístico de los datos. La transcripción de las expresiones en
mazahua sigue las convenciones del Alfabeto Fonético Internacional. Además, cada forma va
acompañada de una glosa morfológica. 1
Toponimia regional
Como se mencionó en la introducción, con “toponimia regional” nos referimos a los nombres de
los pueblos y ciudades que están a cierta distancia de SSL y que todavía se conocen en mazahua.
Como se ve en la Tabla 1, también consideramos mazahuas los topónimos que son préstamos del
español, pero que han sido adaptados a la fonología de la lengua indígena. 2 En este contexto, llama
la atención la no adaptación del nombre del pueblo mazahua vecino de San Antonio, que se
pronuncia igual que en español; por tanto no está incluido en el Cuadro 1. Los lugares donde se
habla o hablaba otomí están señalados con (ot).
Los topónimos incluidos en la Tabla 1 nos remiten a la configuración geográfica del
espacio cultural tradicional en que se desenvuelven los mazahuas del sur: grosso modo, este espacio
constituye un triángulo formado por Toluca (al este), Zitácuaro (al oeste) y Valle de Bravo (al
sur). Nótese que no se conoce ningún topónimo mazahua que se encuentre al norte del eje
Toluca-Zitácuaro, donde se ubican las zonas central (Ixtlahuaca, San Felipe del Progreso) y norte
(Atlacomulco, Temascalcingo). Esto nos confirma que el mazahua del sur es un dialecto que ya no
está en contacto directo con las variantes más norteñas de la lengua; sin embargo, el espacio
histórico ocupado por esta etnia sí conforma un territorio continuo, tal y como se aprecia en los
mapas de Soustelle (1993: Mapa III) y Knapp (2002: Mapa 1), y los diferentes dialectos forman
una sola lengua.
1
Se usan las siguientes abreviaturas: x.y = combinación de los significados x más y en una sola forma; x? = significado
dudoso; ¿? = significado/forma desconocido/a; x ~ y = forma x alterna con y; ADV = adverbial de manera; AUM =
aumentativo; DIM = diminutivo; LOC = locativo; NOM = nominalización; NP = nombre propio; PL = plural;
PRS = presente; ST = estativo; mz = mazahua; ot = otomí.
2
Esas adaptaciones incluyen una serie de cambios segmentales y prosódicos que no podemos discutir en este trabajo.
Sólo queremos señalar que uno de los rasgos más notorios es la colocación del acento (de intensidad) en la primera
sílaba de la palabra, lo que se indica con el símbolo ; sin embargo, hay que considerar que esta adaptación no se da en
todos los casos.
365
Michael H. Knapp
A. Estado de México
3. préstamo) 7. préstamo)
San Martín Obispo San Sebastián
9. monte-cal)
San Miguel
13. préstamo
19. ¿?-felino?
San Gaspar
Toluca
14. préstamo
El Cerrillo
15. préstamo
San Juan Atezcapan
B. Michoacán
366
La toponimia mazahuan de San Simón de la Laguna
Figura 1. Representaciòn del espacio cultural tradicional en que se desenvuelven los mazahuas del sur
Además de las diferencias en la estructura morfológica entre ambas lenguas, se puede reconocer
fácilmente un núcleo nocional compartido en los cuatro topónimos: ‘instrumento
giratorio/huso’, ‘laguna/estanque’, ‘brotar/manar agua’ y ‘murciélago’; lo que no tiene
367
Michael H. Knapp
correspondencia en mazahua es el elemento ‘cerro’, que es más común en los topónimos nahuas.
El tema de los calcos toponímicos se desarrolla con mucho más detalle en Knapp (2014).
Como señalamos, SSL pertenece al municipio de Donato Guerra; en la época colonial este
pueblo se llamaba La Asunción Malacatepec (Gerhard, 1986: 179-182). Puesto que la cabecera del
actual municipio de Villa de Allende, que colinda al norte con Donato Guerra, se llamaba San José
Malacatepec, cabe suponer que el topónimo de Malacatepec se refería a un área. Actualmente no
se conoce ningún sitio prehispánico con el nombre de Malacatepec.
La comunidad
Junto con el pueblo vecino de San Antonio de la Laguna (SAL), SSL es la comunidad de la zona
sur donde la lengua se mantiene con más vigor y vitalidad. Aunque el bilingüismo mazahua-
español está muy difundido, la gran mayoría de los niños de estos dos pueblos todavía aprenden el
mazahua a temprana edad. De la misma manera, los topónimos que se presentan a continuación
tienen plena vigencia dentro de la comunidad.
En lo que se refiere a los datos demográficos, sólo queremos dar unas cuantas cifras para
documentar la tendencia de los últimos cincuenta años. Para 1968, Cortés (1972: 35) calculó una
población aproximada de 1,275 individuos; en 1982 el número de habitantes llegó a 2,866, según
el conteo de Don Benito, que fue delegado de SSL durante esos años; actualmente suman más de
4,300. El total de originarios de SSL es probablemente mayor, aunque el número exacto es difícil
de determinar, ya que mucha gente trabaja fuera y viven en otros estados, sobre todo en el norte.
La entrada principal a SSL (viniendo desde Donato Guerra) es por El Puerto, el punto
más alto de la comunidad; el punto más bajo está al final del pueblo, en la salida a Amanalco,
donde están la iglesia y el cementerio (y antes también la cárcel y la única escuela), a un lado de la
laguna. Además SSL tiene varias barrancas y dos mesas (llamadas Grande y Chica). El centro
geográfico de la comunidad es La Nave, donde están una de las tres primarias, la cancha de futbol,
la clínica y el comedor. En línea recta, del Puerto a la salida a Amanalco son 3.3 km, y la superficie
del pueblo es de aproximadamente 425 hectáreas. Las tierras comunales se extienden al poniente y
al sur, y sólo se pueden vender/comprar terrenos entre miembros de la comunidad.
368
La toponimia mazahuan de San Simón de la Laguna
El patrón de asentamiento es disperso, como bien observa Cortés (1972: 33), y no hay un
centro propiamente. En general, cada casa tiene su milpa al lado; además la gente cultiva otras
tierras dentro de los confines de SSL y en San Bartolo (Amanalco). Las carreteras y calles no
tienen nombres, sólo los parajes, cuyos nombres revisaremos en la siguiente sección.
Antiguamente el pueblo se dividía solamente en Primer Cuartel (Nave e iglesia) y
Segundo Cuartel (Mesa Grande y Chica), hasta que hacia 1987, según recuerda Don Benito, un
licenciado del INI (de nombre Julio Ortega) lo organizó en nueve manzanas; cada una de esas
secciones tenía su propio jefe de manzana. En 2003, llegó a la presidencia municipal Tomás
Octaviano, originario de SSL, y desconoció a los jefes de manzana como interlocutores políticos.
Este hecho, aunado a la gran expansión de la red de calles de concreto hidráulico en los últimos 15
años, provocó una reorganización de las manzanas, de manera que hoy en día sólo quedan siete de
las nueve originales; ya no se reconocen las que correspondían a las Manzanas siete y nueve, cuyos
parajes se reasignaron a otras. Al parecer también hubo cambios en la delimitación de las
Manzanas cuatro, cinco, seis y ocho, que la gente fue reorganizando según mejor le parecía.
Toponimia local
3
Esta observación coincide con lo que González Ortiz (2001: 21) encontró sobre la organización social de los
mazahuas: “Las comunidades mazahuas no tienen barrios, más bien estamos ante la presencia de parajes [...]”; además,
este autor explica que los parajes “llevan algún nombre o un topónimo que se vincula a los nombres de sus habitantes
(generalmente con el apellido), o bien, a alguna característica física del lugar [...]. Es común encontrar que en cada uno
de los parajes se encuentran viviendo grupos de familias nucleares emparentadas por línea paterna. La relación entre el
topónimo del paraje y la patrilocalidad es muy importante”.
369
Michael H. Knapp
La siguiente relación de las manzanas y los parajes sigue por lo general un orden de
poniente a oriente y de norte a sur; sin embargo, dentro de una manzana sigue a veces el orden de
un recorrido particular, según el sentido de las calles. La enumeración de los parajes sólo tiene el
fin práctico de facilitar la presentación de los datos y no refleja un aspecto reconocido por la
comunidad. En total contamos 143 parajes con sus respectivos topónimos dentro de los confines
del pueblo de SSL. No se agrega una traducción libre al español, ya que se trata de una
nomenclatura que se emplea básicamente en mazahua y que no tiene un equivalente
convencionalizado en español, a diferencia de los topónimos en el Cuadro 1.
La Manzana 6 se ubica en la parte nornoroeste de SSL; entrando por El Puerto, se
extiende a lo largo del lado izquierdo de la carretera que baja directamente hacia SAL. Colinda
con las Manzanas 5 y 1 por su flanco meridional, y con SAL hacia el este. Por el norte se encuentra
la localidad de San Antonio Hidalgo (una ranchería que no tiene población indígena) (Tabla 2).
370
La toponimia mazahuan de San Simón de la Laguna
La Manzana 5 se extiende a ambos lados de la barranca que baja desde El Puerto hasta el llano que
forma parte de la Manzana 1, su límite al oriente. Del lado septentrional está la Manzana 5, y del
meridional, se ubican —de oeste a este— las Manzanas 4, 8 y 3, que se encuentran al sur de la
carretera principal (Tabla 3).
La Manzana 4 colinda al norte y noreste con la Manzana 5, y al sureste y sur con la 8. Hacia el
oeste y suroeste se eleva el monte más alto de los alrededores (Tabla 4). La Manzana 8 colinda al
noroeste y oeste con la Manzana 4, al norte y noreste con la 5, así como al este y sureste con la 3;
hacia el suroeste se extiende el campo abierto que baja hacia la carretera federal a Valle de Bravo y
la Colonia Tres Puentes (Tabla 5).
La Manzana 3 está delimitada por la 8 al oeste y noroeste, la 5 al norte, la 1 al noreste y la 2
al este y sureste; la mitad meridional de la Manzana 3 y la porción sureste de la 8 conforman la
Mesa Grande. En la parte noreste de la Manzana 3 se encuentra el paraje llamado ,
371
Michael H. Knapp
372
La toponimia mazahuan de San Simón de la Laguna
La Manzana 2 tiene sus límites al norte y este con la 1, al sureste llega hasta la laguna y por su lado
sur está el monte. El costado oeste está pegado a la Manzana 3. En el centro de la Manzana 2 se
localiza la Mesa Chica, que está por debajo del nivel de la Mesa Grande (Tabla 7).
Por último, tenemos la Manzana 1, que abarca la parte noreste y este de la comunidad;
tiene sus límites al noroeste con la Manzana 6, así como al oeste con las Manzanas 5, 3 y 2. Del
lado sur se encuentra la laguna y hacia el suroeste está la salida a San Bartolo y Amanalco. Los
confines de norte a este forman un gran arco donde corre el pequeño río que viene desde SAL y
que constituye la frontera con este pueblo vecino. El río sigue su curso en un gran semicírculo y
desemboca finalmente en la laguna. Casi en el centro de este semicírculo se ubica el cerro llamado
en español el Molcajete, que tiene la forma de un cráter. En mazahua se llama ,
373
Michael H. Knapp
374
La toponimia mazahuan de San Simón de la Laguna
para una futura investigación la tarea de realizar, con algunos adultos mayores del pueblo, un
cotejo sistemático de la toponimia actual, para determinar si se usaba tal cual hace, por ejemplo,
treinta o sesenta años.
También falta ver si la creación de las manzanas en 1987 sólo fue un cambio administrativo, o si
implicó una reconfiguración de los parajes. Por el momento, nos limitamos a consignar la
reducción del número de manzanas de nueve a siete, con la reasignación correspondiente de los
parajes en cuestión, así como la abolición de la figura de los jefes de manzana como mecanismos de
adaptación por parte de la comunidad, frente a esa reorganización territorial introducida desde
fuera.
375
Michael H. Knapp
Los únicos cambios relativamente menores que se observan en el corpus se reflejan en tres pares de
nombres de parajes, donde el primero corresponde al uso antiguo y el segundo al actual. Esos casos
de sustitución de un término por otro son de época reciente.
En general, la motivación para estos cambios de nombre radica en que los habitantes escogen un
topónimo nuevo que les resulta más adecuado que el antiguo en cuanto nombre descriptivo del
lugar. Un fenómeno que llama la atención es que ciertos topónimos están repetidos como
nombres de diferentes parajes, como en los siguientes casos:
‘ocote’ M 6, M 5
376
La toponimia mazahuan de San Simón de la Laguna
Como cabe esperar, estos parajes con nombres idénticos no están muy cercanos ni contiguos,
ubicándose siempre en manzanas diferentes. La frecuencia relativamente alta de este fenómeno
(2×9/143 = 12.6% de topónimos) puede tomarse como un indicio de la naturaleza
marcadamente localista de la toponimia de los parajes.
Por otra parte, hay que comentar la existencia de 30 préstamos, la mayoría de ellos
tomados del español. Sólo dos términos tienen su origen en otra lengua indígena: Acámbaro
(purépecha) y Tacubaya (náhuatl); sin embargo, no queda éstos fueron tomados directamente de
esas lenguas, o si más bien fueron introducidos a través del español. En el primer caso se
remontarían a una época más temprana que en el segundo. En cuatro topónimos, el préstamo
forma parte de una expresión mazahua que por tanto puede considerarse híbrida (,
b. nombres propios
c. de etimología dudosa
Los casos agrupados en la variable c del Tabla 9 plantean un problema especial: a pesar de que son
fácilmente reconocibles como préstamos, resulta difícil (o imposible) establecer su forma y/o
significado en español. Gómara podría referirse a topónimo hispano (provincia de Soria), usado
377
Michael H. Knapp
raras veces como apellido, pero esta hipótesis no es muy convincente; es probable que tenga otro
origen, pero por el momento no sabemos cuál podría ser. De manera similar a la clasificación de la
variable a del mismo cuadro, los topónimos mazahuas de los parajes generalmente están formados
a partir de sustantivos comunes que aluden al espacio físico y la topografía, a determinadas
construcciones y objetos, así como a la flora y la fauna del lugar.
En muchos casos esos sustantivos no aparecen solos, sino que están en una expresión mayor que
implica ciertos procedimientos morfológicos o morfosintácticos. Como señalamos en la
introducción, no es nuestra intención ahondar en el análisis lingüístico de las formas presentadas,
sólo queremos ofrecer un breve resumen sobre algunos aspectos generales del corpus.
378
La toponimia mazahuan de San Simón de la Laguna
En cuanto al uso de los topónimos, cabe destacar que siempre aparecen con la preposición à, tal
como se indica en la última fila de la tabla anterior (11). En la presentación de los datos se omite
esta preposición.
Finalmente queremos agregar que sólo un topónimo alude claramente a un evento
histórico concreto, a saber , ‘zapatistas muertos’. Al respecto, Don Benito nos contó
un episodio de la Revolución cuando los zapatistas trataron de tomar el pueblo de SSL entrando
por el lado de San Bartolo. El ataque fue repelido y el paraje donde ocurrió el enfrentamiento
recibió el nombre que conmemora el evento.
El objetivo de este trabajo es presentar una primera aproximación a la nomenclatura
nativa de los nombres de lugar tal como se usan en una comunidad mazahua donde la lengua
conserva mucha vitalidad. Junto con el mapa que acompaña la lista de topónimos (Figura 1),
constituye un registro que busca documentar y rescatar la riqueza lingüística del mazahua de SSL.
Fuentes
379
GEOGRAFÍA Y TRAZOS DE OCUILAN:
SIGUIENDO LA TOPONIMIA Y COMPOSICIÓN TERRITORIAL
DE LOS TLAHUICA (OCUILTECOS)
Resumen
Abstract
In this chapter we outline current research on toponymic and Tlahuica history which combines
linguistic analysis of Tlahuica (Atzinca/Ocuiltec) placements with testimonies and documents
(e.g. the Mapa de Ocuilan de 1712) in order to study the geographical landscape and territorial
land claims causing conflict between the Tlahuica ethnic group and the municipality of Ocuilan
and to generate exploratory models for the study of the early jurisdictions of the towns and
communities of indigenous peoples. Mid 1970s, representatives of San Juan Atzingo register
themselves as Tlahuicas, a name which traditionally refers to Nahuas from the state of Morelos.
The Atzinca or Pjyɇ kakjo, located in the municipality of Ocuilan, speak an Otopamean language
closely related to Matlatzinca, spoken in San Francisco Oxtotilpan, in the state of Mexico.
*
DL-INAH, mmuntzel@hotmail.com; Centro INAH Hidalgo, osvaldo_sterpone@inah.gob.mx
381
Martha C. Muntzel, Osvaldo Sterpone
En la región donde están asentados los tlahuica (grupo otopame), conocidos como
atzinca/ocuiltecos en documentos coloniales, predomina la toponimia en lengua náhuatl y en
español, por ser los idiomas de los grupos dominantes del Valle de Toluca y en el municipio de
Ocuilan. A mediados de la década de 1970 se recopiló una lista de topónimos en lengua tlahuica
para realizar el análisis morfológico de la toponimia tlahuica, estudiar el origen y significado de los
mismos y determinar su importancia histórica y cultural para la etnia (véase Muntzel, 1987, para
la lista de topónimos, análisis lingüístico y análisis histórico-cultural).
1. Santa Lucia
2. Col. Gustavo Baz
3. San Juan Atzingo
4. El Toto
Toluca
Santiago Tilpa
de Mé
Almoloya
xico
Coatepec
Huitzilac
Sta. Marta Lagunas
de Zempoala
1
2
3
Sta. Monica
Tenancingo El Pastoria
Ahuehuete Ocuilan 4
Malinalco
Chalmita
Chalma Cuernavaca
s
orelo
de M
Edo.
Escala 1:100,000
Escala Gráfica
0 5 10 20 40
Fuente: INEGI
382
Geografía y trazos de Ocuilan
383
Martha C. Muntzel, Osvaldo Sterpone
La inquietud por entender el origen del conflicto nos llevó a buscar documentos que podían
aportar a entender las raíces históricas del pleito. Se analizó el Mapa de Ocuilan de 1712 (Muntzel,
1990: 28-38) y se identificaron una gran cantidad de los glifos del mapa en cuanto a los lugares
representados. Una descripción y lista de los lugares identificados la publicó en Muntzel (1990).
La investigadora Peña Vírchez (1990: 17-27) opina que, “Probablemente este mapa sea la
copia que acompañaba la Memoria de Venta y Composiciones de las Tierras y Aguas de Ocuilan,
fechada en el año de 1712, año en que fueron otorgados los títulos a los indios de Ocuilan, el juez
primitivo de ventas y composiciones de tierras era el oidor Francisco de Valenzuela y Venegas de la
orden de Santiago”. Véase una Breve Diacronía en García López (1999: 91) para conocer con
mayor detalle la cronología de los acontecimientos históricos de Ocuilan.
384
Geografía y trazos de Ocuilan
Figura 3. Facsimilar del mapa original de los terrenos de la municipalidad de Santiago Ocuila de 1712
La información contenida en el documento del AGN, Tierras, Volumen 2207, Expediente 2, del
año 1747, 1748 firmado por el Escribano de su Majestad y Receptor Propietario de la Audiencia
Real, Joseph Galindo, trata sobre el deslinde y el amojonamiento de tierras que tocan a los
agostaderos de ganados menores que nombran de Ocuila, pertenecientes al Máximo Colegio de
San Pedro y San Pablo de la Sagrada Compañía de Jesús de México y la restitución de algunas de
ellas, que aparentan haber sido despojadas por los naturales del Pueblo de Ocuila.
385
Martha C. Muntzel, Osvaldo Sterpone
Los eclesiásticos del Máximo Colegio pidieron la intervención de la Real Audiencia para
atender el reclamo, y que por el contenido del documento, tuvo la intención de presionar a los
naturales de Ocuilan para que permiten al ganado menor del Máximo Colegio entrar a sus tierras
a pastar durante la época cuando hay rastrojos en el campo, después de la recolección de la
siembra.
El acto de deslinde y amojonamiento consistió en la visita de una serie de localidades
reconocidas tanto por los naturales como las autoridades eclesiásticas y judiciales, en donde se
nombran los parajes, y se describe el paisaje y los accidentes del terreno para los efectos de la
impartición de la justicia reclamada. El documento tiene la bondad de combinar la presentación
de los nombres de lugar, su ubicación geográfica siguiendo los caminos de la visita y los atributos
del terreno.
Figura 4. Ejemplo de un folio del documento Tierras, Volumen 2207, Expediente 2, del año 1747, 1748
Fuente: AGN
386
Geografía y trazos de Ocuilan
En el documento se nombran 62 mojoneras, y para dar una idea del contenido del documento
presentamos la descripción de las primeras doce. Después de transcribir el documento e identificar
las mojoneras nombradas, se trató de establecer su ubicación en el Mapa de Ocuilan de 1712.
• Mojonera 1. Frente del Barrio de Santa Ana sujeto a Ocuila, y a espaldas de la Iglesia, a orilla del
citado Camino de señalamiento de los testigos […] (E7).
• Mojonera 2. Se puso señal […] debajo de ella un pedacillo de tierra que tendrá como una cuadra
[…].
• Mojonera 3. El paraje nombrado La Herradura, a donde se halló colocada una santa cruz […] (D4,
el Pedregal).
• Mojonera 4. A pasar por un puente pequeño que está sobre una Barranquilla […].
• Mojonera 5. Un paraje que nombrarse Tlaalchichilco que mirando al Sur quedan las tierras de
Ocuila a la derecha, y a la izquierda las de Los Agostaderos […] (E8, debe ser D9 por la
interpretación de la información toponímica proporcionada por hablantes de tlahuica en los años
1970).
• Mojonera 6. La Barranca de Acalco, y tierra colorada […].
• Mojonera 7. Un paraje que nombran el Salto del Agua, está más adelante del que dicen el obraje.
• Mojonera 8. Cerro de Capultepeque […].
• Mojonera 9. Paraje Tlaxipegualco (G-8, San Pedro Tlalchipehual Chalmita) que se hallan entre
oriente y sur con terminando con tierras del Pueblo de Chalmita, y con las de un Rancho de San
Joseph de la Cruz.
• Mojonera 10. Una Barranca grande que le nombran la de Xuchitlan (actualmente Ajuchitlan), y
sirve de Potrero de la Hacienda de la Huerta de Xuchitlan perteneciente a Nicolas Garcia […] se
puso señal para décima mojonera a orilla del camino Real, que divide la Jurisdicción del
Marquesado, y lo Realengo y deslinda dicha Hacienda de Xuchitlán (H-15, Sto. Tomás Juchitlán).
• Mojonera 11. Dichos testigos siguieron el mismo rumbo del Norte por dicho camino real que
viene de Cuentepeque, a Cuernavaca y divide como va expresado las jurisdicciones, y tierras de Los
Agostaderos que quedan a la izquierda, mirando a dicho viento y dentro de ellas la Barranca de
Totol, y a la derecha las de la Hacienda de Tlaltempa (F 15v) y a orilla de dicho camino […] se
387
Martha C. Muntzel, Osvaldo Sterpone
puso señal para undécima mojonera quedando dentro de ella un ranchillo que está al cuidado de
Marcos Rodríguez Serrano.
• Mojonera 12. […] prosiguiéndose el mismo camino, y rumbo, y a su orilla, y a mucho trecho
declinando un poco al oriente se halló una mojonera grande desbaratada y habiéndola cabado
Francisco (F 16) Rodríguez Serrano uno de los testigos de identidad sacó dos piedras estampadas
dos cabezas, la una mayor que la otra, y dijeron servían de dividir las jurisdicciones del
Marquesado, de lo realingo como también las tierras de estos Agostaderos de las de la Hacienda de
Tlatempa en cuyo paraje que le dicen Sayacauistla duodécima mojonera […].
El Mapa de Ocuilan de 1712 contiene una serie de elementos gráficos, pero no sabemos qué
correspondencia tiene con los elementos geográficos del paisaje. En términos generales, se trata de
una representación bidimensional, sin escala y proyección geográfica que pueda valorarse por sus
atributos cartográficos, como son los que se manifiestan en los trazos de los elementos del paisaje,
asentamientos humanos, edificios eclesiásticos, casas, caminos, ríos, topónimos, entre otros
elementos.
¿Puede considerarse un mapa con respecto a características cartográficas en cuanto al ámbito del
espacio que ocupa el municipio de Ocuilan?, ¿qué valor cartográfico tiene?, ¿cómo encontrar los
nombres o identidades de los elementos que se muestran en el mapa?, ¿cómo recuperar la memoria
de esos lugares que no tienen nombres?, ¿cómo entonces llegar a la toponimia de ese espacio?
La utilidad del Mapa de Ocuilan para nuestro estudio aumenta sustancialmente si tiene valor
cartográfico, porque a partir de la proyección de los trazos cobra dimensión y se integran al análisis
diversos aspectos del espacio y el paisaje. Para indagar cuál es el valor cartográfico del llamado
Mapa de Ocuilan se requiere de un procedimiento que permita transformar la imagen impresa en
388
Geografía y trazos de Ocuilan
una imagen digital. Con esto se facilita el manejo de las propiedades de la imagen y se pueden
realizar transformaciones necesarias para conocer si en el momento de generar el dibujo se
tomaron en cuenta factores de proporción o distancia que le den sentido a las relaciones espaciales
de los elementos que se muestran.
¿Puede el Mapa de Ocuilan considerarse un mapa?, ¿tiene dicho mapa valor cartográfico? Para
389
Martha C. Muntzel, Osvaldo Sterpone
El primer paso consiste en la digitalización de la imagen impresa o raster del mapa, y la captura de
los trazos del dibujo al formato vectorial mediante un programa de diseño asistido por
computadora (en inglés se usa el acrónimo CAD). El resultado es un modelo del mapa con el cual
se facilita el manejo de las propiedades, en especial aquellas relacionadas con el tamaño, la escala y
la proyección geográfica del modelo resultante.
Figura 6. A la izquierda, la imagen vectorizada y escalada de acuerdo con las proporciones de las distancias
que existen entre ciertas localidades que se muestran en el Mapa; del lado derecho, los límites del lienzo del
mapa proyectado y con la superposición al trazo de los límites municipales de Ocuilan de Arteaga
Ya que se escaló y georeferenció el modelo, de acuerdo con las coordenadas utilizadas para ubicar
los mapas en el sistema de posicionamiento global, se procede a la sobreposición con los mapas de
GoogleEarth. En el modelo resultante se aprecian las coincidencias y las divergencias entre los
límites territoriales del modelo, los límites municipales y la información geográfica virtual de
390
Geografía y trazos de Ocuilan
Ocuilan. El modelo del mapa y los límites territoriales no concuerdan porque se exceden los
límites del actual territorio municipal hacia el oeste, y con esto, todos los elementos que lo
conforman. Resulta importante constatar que el cálculo del área del territorio del modelo es de
389.84 km², y el del municipio actual es de 344.84 m².
A pesar del error existente por mostrarse una proyección hacia el poniente del modelo, se
aprecia un paralelismo entre la ubicación de varias localidades, elementos del paisaje, topónimos y
glifos, con aquellos que se exhiben en la información geográfica del proyecto GoogleEarth. Se
observa una coincidencia entre el modelo y: el Pedregal de la Herradura; las Lagunas de Zempoala;
los templos de las comunidades de San Juan, Santa Ana y Santa Mónica; los templos de Ocuilan y
Chalma; el trazo de las vías fluviales. Todos estos elementos se posicionan de manera proporcional
e indican que el autor del Mapa de Ocuilan tuvo conocimientos suficientes sobre agrimensura. Los
Figura 7. A la izquierda se muestra la bondad de ajuste entre el lienzo y los límites del territorio de Ocuilan
de Arteaga; a la derecha aparece la superposición del modelo con la imagen satelital de GoogleEarth
391
Martha C. Muntzel, Osvaldo Sterpone
392
Geografía y trazos de Ocuilan
Conclusiones
Hemos presentado en este trabajo la posibilidad de analizar, cotejar y comparar diferentes tipos de
información que contribuyen al análisis del conflicto entre San Juan Atzingo, cuna de la etnia
tlahuica, y de Ocuilan. Al establecerse que el llamado Mapa de Ocuilan tiene valor cartográfico,
varios de los aspectos que se muestran y aparentar ser obvios para el observador, como lo serían
nombres, templos, localidades, eminencias del paisaje, ríos, entre otros, adquieren un
dimensionamiento espacial y con esto la variabilidad geográfica y de los recursos como una
herramienta de exploración.
El Mapa de Ocuilan es una expresión de un paisaje que evoca aspectos territoriales donde
de Ocuilan mediante una toponimia náhuatl, el idioma dominante en la grafía jurídica de la época,
y con esto aparecen en el mapa numerosos temas que requieren análisis, explicación e
interpretación. En el contexto regional de las comunidades tlahuicas se compartían términos con
comunidades matlatzincas y nahuas. Se desconoce cuál haya sido la conformación y la distribución
de los asentamientos de estos contingentes de población dentro de los lindes y en las colindancias
del espacio demarcado por el Mapa de Ocuilan, y probablemente sea esta propuesta ofrecida para
generar modelos, donde el espacio recobre las dimensiones manifiestas en los trazos de los
documentos, un procedimiento exploratorio que invite a la investigación arqueológica,
393
Martha C. Muntzel, Osvaldo Sterpone
aquellos aspectos que se relacionan con los reclamos de derechos sobre la tierra, más que de
extensiones. Fueron los Jesuitas quienes recurren al principio de extensión o continuidad del
espacio para establecer el derecho de adquisición mediante la compra de las tierras antes de la
primera mitad del siglo XVIII. García Castro, siguiendo a Carrasco Pizana, expone la situación
que guardaba el ordenamiento territorial matlatzinca en las cercanías de Ocuilan hacia el siglo
XVI y XVII, indicando cuál era la importancia del principio de entreveramiento para lograr la
unidad político territorial. Carrasco llegó a la conclusión que para garantizar el acceso a los
recursos y la gobernabilidad en ciertas regiones de Mesoamérica, los pueblos se conformarían
mediante el agregado de espacios para incluir grupos multiétnicos, de lo cual dan razón las fuentes
históricas en el espacio del Mapa de Ocuilan y donde a partir del dimensionamiento del espacio se
pueden comenzar a generar modelos sobre esta variabilidad cultural en aras de entender la
territorialidad tlahuica a través del tiempo.
A pesar de todavía no lograr el propósito de descubrir el origen del conflicto territorial
entre los tlahuicas (otopames) y el municipio de Ocuilan, hemos mostrado la relevancia del
dimensionamiento espacial como herramienta de exploración acerca de argumentos por las
propiedades de los recursos y la extensión de los dominios o territorio. Comparamos diferentes
tipos de información para acercarnos al tema de estudio: 1) la toponimia como manifestación del
territorio abarcado por el grupo étnico tlahuica (otopame); 2) un documento colonial que
describe las mojoneras y presenta los nombres de los lugares en donde se encuentran ubicadas en la
región y territorio del grupo estudiado; y 3) el Mapa de Ocuilan de 1712, en donde se identifican
394
Geografía y trazos de Ocuilan
Fuentes
Archivo General de la Nación, Tierras, Volumen 2207, Expediente 2, del año 1747, 1748, un
documento del Escribano de su Majestad y Receptor Propietario de la Audiencia Real,
Joseph Galindo que trata sobre el deslinde y el amojonamiento de tierras que tocan a los
agostaderos de ganados menores que nombran de Ocuila, pertenecientes al Máximo Colegio
de San Pedro y San Pablo de la Sagrada Compañía de Jesús de México y la restitución de
algunas de ellas, que parecen haber sido despojadas por los naturales del Pueblo de Ocuila.
Carrasco Pizana, P. (1996) Estructura político-territorial del Imperio Tenochca. La Triple Alianza
de Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan, México. El Colegio de México, Fideicomiso Historia de
las Américas/CFE. México.
García Castro, R. (1999) Indios, Territorio y poder en la provincia matlatzinca: la negociación del
espacio político de los pueblos otomianos, siglos XV-XVII, CIESAS, INAH, El Colegio
Mexiquense, México.
García López, E. (1999) Ocuilan, Monografía municipal, Instituto Mexiquense de Cultura,
Toluca, México.
Muntzel, M. C. (1987) “Topónimos ocuiltecos”, en: Guzmán Betancourt, I. (Coord.) De
toponimia… y topónimos, Contribuciones al estudio de nombres de lugar, Colección
Divulgación, INAH, México, pp. 155-162.
-------- “La toponimia del mapa de Santiago Ocuila de 1712”: Expresión Antropológica, 1(2), Oct.-
Dic. 1990, Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, México, pp. 29-38.
Peña Vírchez, R. G. de la (1990) “Ocuilan, ‘lugar donde abundan los gusanos’”: Expresión
Antropológica, 1(2), Oct.-Dic. 1990, Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, México, pp.
17-27.
395
VI
Etnohistoria y Antropología
en el estudio de la toponimia
DE PARAJES, LINDEROS Y PUEBLOS VIEJOS:
LA IMPORTANCIA DE LA TOPONIMIA PARA EL ESTUDIO DE
Resumen
Este trabajo tiene como objetivo mostrar cómo una metodología etnohistórica interdisciplinar da
sus frutos en casos concretos de reconstrucción del territorio. Se expondrán algunos resultados de
la investigación de doctorado llevada a cabo en los espacios del antiguo señorío de Tlaxiaco
(Mixteca Alta, Oaxaca), la cual persigue el estudio de la territorialidad y el cambio en el paisaje
cultural a partir de los procesos de congregaciones de pueblos planeadas y llevadas a cabo durante
el siglo XVI. Resulta interesante observar tanto las dificultades como los aciertos que se
desprenden del trabajo con los topónimos.
Abstract
The aim of this paper consists of showing how an ethnohistorical and interdisciplinary
methodology gives results on specific cases of territory reconstruction. Then, some products of
the doctorate research conducted on the spaces of the ancient estate of Tlaxiaco (Mixteca Alta,
Oaxaca) will be outlined. This research pursues the study of territoriality and change on cultural
landscape based on the congregation of villages planned and implemented during the sixteenth
century. It seems interesting to point out both the difficulties and the successes of the analytical
work with place names.
*
Estudiante de Doctorado en Antropología, CIESAS-DF, martamargab@gmail.com
399
Marta Martín Gabaldón
En una gran proporción, el trabajo del etnohistoriador y del historiador depende de documentos
de carácter judicial, que evidentemente no son nuestras únicas fuentes. Podemos y debemos usar la
arquitectura, la pintura, la escultura, la música, que son fuentes de información; también observar
el paisaje, trabajar las cifras estadísticas, pero aún así debemos pasar horas leyendo formularios
repetitivos e innumerables términos legales. […] El trabajo de campo en la etnohistoria no es un
paso evitable en el proceso de conocer, es central; no se trata de visitar una comunidad y describir
lo que vemos, se trata de ir más allá, de esforzarnos por entender a las personas y su lógica, su
manera de pensar y su modo de organizarse o simplemente de vivir la vida.
Por lo tanto, el documento escrito de manera alfabética es una de nuestras fuentes principales —
tanto en español como en mixteco o tu’un savi—, pero no la única; también lo son los
400
De parajes, linderos y pueblos viejos
1
Para conocer un balance historiográfico de los estudios sobre la Mixteca en diversos campos, consultar la edición de
1990 del trabajo clásico de Barbro Dahlgren. En esta cuarta edición se incorpora un apartado previo que da cuenta de
medio siglo de investigaciones. Todavía no se ha realizado un recuento similar que incorpore los estudios más
recientes, incluso de una tercera generación de investigadores muy jóvenes, pero en el artículo de Arthur A. Joyce
(2008) “Reflexiones críticas sobre el estudio de la escritura pictográfica en México” se comentan algunos trabajos de
estudiosos de la que nombramos segunda generación.
401
Marta Martín Gabaldón
¿En qué radica la importancia del estudio de los topónimos en las congregaciones de
pueblos?
primeras décadas del XVII, aunque en la documentación apreciamos sus efectos hasta 1625
(Torre Villar, 1995: 28-32, 49). 2
2
Para conocer más sobre el proyecto de las congregaciones civiles y su desarrollo, recomendamos los trabajos de
Ernesto de la Torre Villar (1995), Juan Manuel Pérez Zevallos (2009), Marta Martín Gabaldón (2011: cap. 2) y
Sergio Carrera Quezada (2013: cap. 3).
402
De parajes, linderos y pueblos viejos
¿Qué papel juegan los topónimos en el estudio de las congregaciones de pueblos? Creemos
que se trata de un componente ineludible de las investigaciones que se interesan en los procesos de
configuración y reconfiguración territorial. La información contenida en las visitas de
demarcación, que constituyen la primera parte del proceso, es sumamente detallada, hasta el
punto de guardar cierta semejanza con las respuestas a los cuestionarios de las relaciones
geográficas. Incorporan datos acerca de si la localidad era cabecera o pueblo sujeto, sobre la
población, el idioma, el número de tributarios, la cantidad de tierras que poseía cada localidad,
descripciones de los templos y edificaciones, anotaciones acerca del clima y de los recursos
naturales de que disponían —especialmente del agua—, la distancia de la cabecera a sus sujetos y a
su respectiva doctrina, los caminos que atravesaban los pueblos, si los terrenos eran o no idóneos
para efectuar asentamientos nuevos, el valor de los baldíos existentes entre las poblaciones y otras
informaciones complementarias. Todos estos datos se recogen en las visitas de demarcación que
conservamos en la región Mixteca: Igualtepec (AGN, Tierras, vol. 2809 [2], exp. 20) y Miltepec
(AGN, Tierras, vol. 3001, exp. 13), en la Mixteca Baja, 3 Nochixtlán (AGN, Tierras, vol. 1520,
exp. 2) y Tlaxiaco (Archivo Histórico Municipal de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco, actualmente
en restauración en el taller del Exconvento de Santo Domingo, Oaxaca de Juárez) en la Mixteca
Alta, y Nanacaltepec y otras cabeceras (AGN, Tributos, vol. 5, exp. 2) en el espacio de transición
entre la Mixteca Alta y la región cuicateca. 4
Lo que consideramos más relevante de estas visitas es que los integrantes de la comisión
recorrían personalmente los pueblos, dejando constancia de la entrada y salida de los mismos, y
gran parte de la información la anotaban directamente de boca de los gobernadores y oficiales de
república. Por el contrario, los cuestionarios de las relaciones geográficas fueron contestados en su
3
El expediente sobre Miltepec contiene un bifolio donde se plasma de forma horizontal un cuadro resumen de los
datos recabados durante la visita, clasificando los distintos rubros de información (AGN, Tierras, vol. 3001, exp. 13, f.
2r). Aunque en la Mixteca es el único documento de este formato que hemos localizado, creemos que quizá pudo
haberse implementado en otras visitas ya que facilita el análisis de los datos de cada pueblo, y por consiguiente, la toma
de decisiones sobre los traslados.
4
Pérez Zevallos (1999: 31-33) hace alusión al contenido de las visitas de demarcación previas a la ejecución de las
congregaciones y pone de relieve su utilidad para estudiar la movilidad de los pueblos de indios novohispanos.
Podemos encontrar un resumen de estas visitas y de las determinaciones tomadas por los jueces a partir de ellas en
Martín Gabaldón (2016); José Luis de Rojas (2005: 713-717) también proporciona una síntesis de la visita de
Nanacaltepec y otras cabeceras.
403
Marta Martín Gabaldón
mayoría por los alcaldes mayores o corregidores, auxiliados por religiosos y otros oficiales que
residían en la jurisdicción, quienes a su vez extraían las respuestas de aquello que les contaban las
autoridades indígenas (Mundy, 1996: 32-34). Este hecho hace que, en cierto sentido,
consideremos más apegada a la realidad la información recogida en las diligencias de congregación.
Los recorridos pueblo por pueblo que efectuaron los jueces produjeron el panorama más
completo que poseemos sobre la composición de ciertas jurisdicciones. Estos son los casos de las
visitas de demarcación de Igualtepec y Tlaxiaco que referimos anteriormente, ambas realizadas por
el juez Ruy Díaz Cerón Carvajal en 1598 y 1599 respectivamente. Gracias a estas visitas
conocemos los nombres detallados de los 27 pueblos sujetos a la cabecera de Igualtepec y de los 31
a la de Tlaxiaco.
¿Qué nos permiten examinar estas lisas de topónimos? En primer lugar, y a través de la
metodología explicada anteriormente, podemos llegar a localizarlos en la geografía actual. En
muchas ocasiones se refieren a parajes ya desocupados pero que contienen vestigios arqueológicos.
De este modo, se nos abre la posibilidad de analizar el patrón de asentamiento de finales del siglo
XVI. Por otro lado, podemos conocer si se realizaron otros traslados con anterioridad y
posterioridad al momento de las congregaciones civiles. Estas averiguaciones, insertas en un
análisis complejo en el que interviene un repertorio documental alfabético y pictográfico más
amplio, nos pueden ayudar a comprender mejor los modelos político-territoriales prehispánicos y
cómo fue su adaptación a los cánones coloniales.
A continuación ejemplificamos estos puntos a través del análisis de la toponimia de una
sección importante de la jurisdicción de Tlaxiaco a finales del siglo XVI.
El antiguo yuhuitayu (señorío) interétnico de Ndisi Nuu o Tlaxiaco fue reconfigurado bajo el
impulso de las Leyes de Indias en un complejo sistema consistente en una cabecera y treintaiuna
404
De parajes, linderos y pueblos viejos
estancias sujetas, las cuales creemos que también se agrupaban con cierto orden de jerarquía. 5 En él
convivía, a partir del establecimiento de una guarnición mexica en sus términos a mediados del
siglo XV, impulsada por el emperador Motecuhzoma Ilhuicamina, población mixteca, triqui y
nahua. Nuestro trabajo de identificación de los lugares históricos con localidades actuales ha sido
realizado a partir del análisis de la descripción de la jurisdicción que encontramos en las diligencias
de la congregación de 1599 (Archivo Histórico Municipal de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco)
(Figura 1).
Figura 1. Mapa de los pueblos sujetos a Tlaxiaco en 1599
5
Esta situación se aprecia bien en la Suma de visitas (1548-1550), donde Tlaxiaco aparece como cabecera rectora de
nueve sujetos, los cuales a su vez poseían otras estancias que sumaban un total de 108 (García Castro, 2013, 386-388).
405
Marta Martín Gabaldón
la Mixteca Alta, y Tututepec, en la región costera (Dahlgren, 1954). Pero los estudios
arqueológicos y etnohistóricos nos revelan que la concentración del poder en torno al valle de
Tlaxiaco se produjo de forma gradual y cristalizó durante el período Postclásico (1100-1521 d.
C.), favorecida por los matrimonios estratégicos sellados con otros señoríos, en especial con el de
Tilantongo, fuente más importante de legitimación (Jansen, 2004; Heredia, 2013). Fue a partir de
la construcción de una iglesia y convento dominico en 1548, y de la congregación de la población
en torno a él (iniciada en 1553) (Newberry Library, Ayer MS 1121, fs. 195v-196r), que el señorío
prehispánico se fue articulando política y administrativamente de acuerdo con las formas
impulsadas desde la administración española.
A continuación mostramos en qué ha consistido el trabajo con los topónimos en una
sección importante de esta jurisdicción. Se trata del área de San Mateo Peñasco y pueblos
circundantes, situada al sureste de la cabecera. Según las diligencias de la congregación, estos
pueblos se debían trasladar a Tlaxiaco, pero mostraron una oposición contundente alegando
enemistad con sus autoridades y el haber estado en otro tiempo varios pueblos juntos en San
Mateo. Tenemos algunos indicios de que esta área, aun estando en la órbita del señorío de
Tlaxiaco, pudo haber gozado en el pasado de cierto poder, lo cual le otorgaba un grado importante
de autonomía (Heredia, 2013).
En las tablas siguientes hemos recogido y analizado los diferentes nombres por los cuales se
alude a tres poblaciones actuales: Magdalena Peñasco, San Agustín Tlacotepec y San Mateo
Peñasco. Queremos destacar la relevancia de la consulta de los archivos parroquiales, pues
regularmente registran los topónimos utilizados por los mismos pobladores, y la realización de
entrevistas para conocer la tradición actual, a través de la cual podemos rastrear los lugares de
ocupación históricos.
406
De parajes, linderos y pueblos viejos
6
Clave para interpretar la lengua de los topónimos y las fuentes de análisis etimológico de los tres cuadros. mi:
mixteco; na: náhuatl; A: Alvarado (1962); M: Molina (2004); C: Caballero (2008); EdH: Erickson de Hollenbach
(2013). Marcamos con asterisco (*) las etimologías e interpretaciones dadas por los propias fuentes.
407
Marta Martín Gabaldón
408
De parajes, linderos y pueblos viejos
409
Marta Martín Gabaldón
Lo primero que llamó nuestra atención cuando revisamos las diligencias de la congregación fue
que Magdalena y San Mateo Peñasco eran aludidos por unos nombres que no son reconocidos
actualmente. En el caso de San Mateo, pese a que sí poseen cierta memoria colectiva de haber
habitado otros parajes en épocas anteriores, ninguno de los nombres mixtecos proporcionados en
un primer momento coincidía con Yunoo; con respecto al topónimo nahua Comaltepec, aparte de
serles ajeno por completo, lo asociaban más bien con el pueblo de Magdalena, pues sus habitantes
se especializaron en la realización de comales grandes de barro que comercializaban en las plazas
locales y en el mercado de Tlaxiaco; 7 no obstante, pensamos que Comaltepec corresponde con San
Mateo, pues en la Suma de Visitas (García Castro, 2013: 387) aparece poseyendo otras estancias
del comal”, es decir, Comaltepec (Figura 2). Aunque necesitamos más investigación en torno a esta
hipótesis, si se tratara del mismo Comaltepec con que las fuentes se refieren a San Mateo Peñasco,
podríamos afinar nuestra idea de que poseyó una importancia histórica en época antigua paralela a
la de Tlaxiaco.
En Magdalena Peñasco sólo se tiene noción del topónimo nahua Tlatocapan a través de las
informaciones proporcionadas por un historiador local, quien creemos que a su vez consultó
algunas de las fuentes que referimos. No se trata de un conocimiento popular. Por el contrario, el
7
En algunos materiales audiovisuales producidos en la década de 1970 por el Instituto Nacional Indigenista se
corrobora esta afirmación. Manuel Hermann documentó la existencia de un lugar denominado Magdalena Comales
por boca de algunos habitantes de Santiago Tilantongo, quienes acudían a una cueva de pedimento situada en su
jurisdicción (comunicación personal de Manuel Hermann). Creemos que, efectivamente, puede tratarse del actual
Magdalena Peñasco, pues sus pobladores también nos han comunicado la existencia de dicho lugar.
410
De parajes, linderos y pueblos viejos
Como primera observación, tenemos dos nombres de tradición nahua que sabemos fueron
utilizados hasta por lo menos la mitad del siglo XVI (Comaltepec) y hasta el siglo XIX
(Tlatocapan, aunque creemos que éste último se trató de un uso oficial, mientras que de manera
Mateo Peñasco identifican como Ñunuu un paraje hoy deshabitado, pero que posee ciertos restos
extraña esta oscilación vocálica diacrónica entre o y u en la lengua tu’un savi, con lo que
concluimos que en este paraje estuvo situado el asentamiento de San Mateo en 1599 (Figura 3). El
historiador oaxaqueño Manuel Martínez Gracida (1983: Peñasco San Mateo) también recogió
esta información.
411
Marta Martín Gabaldón
Por razones semánticas, asociamos Tlatocapan (palacio o lugar de reyes), con el paraje
donde hoy se sitúa la agencia de policía Pueblo Viejo. Aunque este nombre tampoco lo hemos
podido documentar sobre el terreno, allí se ubican los restos del asentamiento que concentró al
60% de la población de Magdalena Peñasco en el período Postclásico. Consiste en un centro
cívico, ceremonial y habitacional que cubría 129 has. en una meseta situada en la vertiente oeste
del cerro El Gachupín. Se han detectado un juego de pelota de 110 m de largo, un alineamiento de
plataformas, tres plazas, dos pirámides, pisos de estuco pintados de rojo —indicativos de palacios o
residencias de nobles—, terrazas y lama-bordos (Kowalewski et al., 2009: 239-241). En el
imaginario colectivo actual todavía se relata que Magdalena fue lugar de residencia de los grandes
reyes de la Mixteca, no obstante, creemos que el poblado que visitó la comisión congregadora en
1599 se situaba en el lugar actual, 8 el cual también contaba con población durante el período
Postclásico. Parece que prevaleció por un tiempo el topónimo del “pueblo viejo”, pero entró en
convivencia con el mixteco Yutanuuyaa que aludía al río que atraviesa la población actual.
En otros dos casos también hemos podido relacionar los topónimos registrados en el
documento de la congregación con asentamientos anteriores. Se trata de los actuales pueblos de
San Agustín Tlacotepec y San Pedro Molinos. 9
San Agustín Tlacotepec sólo aparece referido en 1599 mediante el topónimo actual, pero
en la “Genealogía de Tlazultepec” (1597), compuesta por un expediente alfabético en español y en
mixteco y una pictografía (AGN, Tierras, vol. 59, exp. 2), lo encontramos como Tisin o Ñutisi
(Smith, 1973: 58-59). En otros documentos relevantes para la historia del pueblo, mencionados
en el Cuadro 3, el nombre mixteco Tixi prevalece por encima del nahua. Aunque la etimología de
este último todavía permanece un tanto oscura para nosotros y para los habitantes actuales de
Tlacotepec, no queda duda de que trata de uno de los lugares donde anteriormente estuvo
asentada la localidad. Hoy día es una pequeña agencia dependiente de la cabecera municipal.
8
Determinado a partir del estudio de las distancias mencionadas y los datos referentes al “asiento” del pueblo.
9
En este trabajo, por cuestiones de espacio, hemos optado por recoger solamente el análisis toponímico detallado de
San Agustín Tlacotepec (Tabla 3).
412
De parajes, linderos y pueblos viejos
En este municipio también existe un paraje conocido como “Pueblo Viejo”, situado en un cerro
que se levanta al sur de la actual población. En efecto, aquí se ha detectado un montículo y
material adicional de la etapa Las Flores (correspondiente en la cronología de la Mixteca con el
período Clásico, 400-1000 d. C.) (Kowalewski et al., 2009: 218-220). Es decir, este lugar
experimentó una ocupación muy anterior a Tixi, y esta secuencia de “peregrinaje” de los
tlacotepequenses hasta el lugar actual se corresponde con los testimonios de los pobladores.
Por último, registramos una situación similar en San Pedro Molinos. En las diligencias de
1599 se menciona como Tiquixi o Tiquixe (gorgojo) (Caballero, 2008). Este topónimo lo
el nombre mixteco, pero como correspondiente a un paraje situado en una loma al noreste del
413
Marta Martín Gabaldón
municipio. Los recorridos arqueológicos todavía no han abarcado esta región, pero los ancianos
del pueblo dan cuenta la existencia de ciertas “ruinas” en dicho paraje. A diferencia de lo que
sucede en San Agustín Tlacotepec, la memoria colectiva en torno a las ocupaciones previas de San
Pedro Molinos no sitúa de manera tan clara la existencia de una antigua población, aunque en esta
loma se yergue una cruz, símbolo que señala en ocasiones los lugares donde se erigieron antiguas
iglesias. 10 Entonces, creemos que el San Pedro que visitó el juez Ruy Díaz Cerón se situaba en el
actual paraje de Tiquixi.
Conclusiones
Los pueblos mixtecos, de gente apegada a la tierra, guardan buena memoria de sus nombres,
aunque en ocasiones se haya diluido en el tiempo la certeza de su significado. A través de los casos
de análisis mostrados, los de los pueblos de San Agustín Tlacotepec, Magdalena Peñasco, San
Mateo Peñasco y San Pedro Molinos, situados en el área este-sureste de la Heroica Ciudad de
Tlaxiaco, hemos querido destacar la ganancia que tiene para la Etnohistoria el combinar diversos
tipos de fuentes con recorridos de campo y registro de testimonios orales que nos ayudan a
construir un mapa del territorio antiguo.
Mediante este procedimiento, el estudio de la toponimia en relación con la Geografía
Histórica nos permite dar cuenta de la secuencia de movimientos de poblaciones llevados a cabo, y
también supone una herramienta esencial para determinar el grado de éxito de las congregaciones
civiles. En este último respecto no existe consenso entre los distintos investigadores que se han
ocupado del asunto. La percepción que el virrey Conde de Monterrey tenía en el momento de su
desarrollo en 1604 era optimista: los indios estaban congregados “en los dos tercios de la Nueva
España y el resto [está] reduciéndose” (Pérez Zevallos, 2009: 44). Pero los provinciales de las
órdenes, representados en un memorial por el dominico fray Juan Bohórquez, señalaron en ese
mismo años numerosos agravios y abusos que estaban cometiendo las autoridades civiles durante
10
En las mismas instrucciones emitidas por el virrey Conde de Monterrey para la realización de las congregaciones se
insta a los jueces a que se erija una cruz alta de palo en el lugar que ocupó el altar mayor para indicar que el lugar fue
sagrado (instrucción decimocuarta; Torre Villar, 1995: 32).
414
De parajes, linderos y pueblos viejos
el proceso, y refirieron que “de las cuatro partes de yndios y de pueblos demarcados y señalados
para congregarse no esta congregado mas de la una y a costado el demarcarlos y congregarlos
ciento mill ducados de la Hacienda Real” (AGI, Audiencia de México, leg. 123, ramo 4, f. 5r). En
sintonía con esta apreciación, el virrey Marqués de Montesclaros emitió una carta al Rey en mayo
de 1607 donde declaraba que “las reduziones de indios puedo dezir quedan acavadas de efectuar
en todo lo que la mudanza podra ser costosa y de pesadumbre”, y que ya que se habían conocido
fuertes agravios efectuados a la salud de los pueblos de indios “por mudança de temples o porq[ue]
donde estaban antes podrán ser doctrinados […], les permitan ser buelban a sus puestos” (AGI,
Audiencia de México, leg. 27, nº 16, f. 1r).
A partir de los casos de congregaciones revisados en diversos lugares de la Nueva España,
sostenemos que mientras que en algunos términos se cumplieron los propósitos de la Corona y en
otros los indígenas lograron negociar las reubicaciones para satisfacer sus propios intereses, hubo
regiones donde los proyectos nunca se llegaron a ejecutar, o si lo hicieron, la insubordinación de
los habitantes hizo que se deshicieran los nuevos poblados y el patrón de asentamiento previo
continuara con escasas variaciones, como sucedió en la Mixteca (Rojas, 2005: 718-723; Martín
Gabaldón, 2016: 197-198).
Por ejemplo, Huauclilla, pequeña cabecera dependiente de la doctrina de Nochixtlán que
tenía que ser juntada en esta localidad, proporcionó algunos argumentos contundentes que
evitaron su traslado. El de más peso apuntaba a que su situación era imprescindible para
proporcionar ciertas comodidades a los viajeros, tanto religiosos como seglares, que transitaban
por el camino real que unía la Ciudad de México con Guatemala, puesto que las condiciones del
trayecto no eran las más favorables y porque existían entre el pueblo de Nochixtlán y el de
Huajolotitlán —hoy San Pablo Huitzo— “diez leguas de despoblado”, sin otro pueblo en medio
más que el suyo; además, en buena medida gracias a la actividades vinculadas al aposento y
avituallamiento de los pasajeros era que pagaban su tributo al encomendero Juan de Valdivielso
(AGN, Tierras, vol. 1520, exp. 2, f. 55r).
En el caso de Nanacaltepec, Tanatepec, Tulantongo y otras cabeceras, fueron los efectos
adversos de los traslados los que terminaron por convencer a las autoridades de revertirlos. Las
contradicciones emitidas por los naturales no surtieron efecto y sí se llevaron a cabo las juntas
415
Marta Martín Gabaldón
planeadas. No obstante, los caciques de los pueblos manifestaron que después de un breve tiempo
los pobladores habían abandonado los nuevos asentamientos asignados y huido a montes,
barrancas y quebradas, donde se encontraban impedidos de tener una subsistencia digna y
contribuir con el tributo, además de nacer y morir personas sin recibir los sacramentos
correspondientes. Habían obrado de tal modo por temor a ser castigados si regresaban a sus
pueblos. Todos coincidieron en que el mejor remedio para la situación de desamparo religioso que
vivían y para que el Rey recuperase sus tributos era permitir que retornaran a emplazamientos
originales. Finalmente, el 5 de diciembre de 1607 se permitió el regreso de los naturales de
Tanatepec, Tejutepec, Malinaltepec y Tulantongo, con la condición de acudir a misa a
Nanacaltepec y quedar por visita del beneficiado para la administración de los sacramentos y la
enseñanza de la doctrina (AGN, Tributos, vol. 5, exp. 2, fs. 36r-54v).
El estudio de la toponimia en un espacio geográfico más reducido nos permite realizar un
análisis más fino y apreciar una movilidad más sutil vivida por los pueblos en etapas previas a las
congregaciones de fines del siglo XVI. Como hemos mostrado en estas páginas, parece que algunos
pueblos de la jurisdicción de Tlaxiaco que fueron visitados por los españoles en 1599, o bien se
encontraban en lugares diferentes a los que ahora ocupan, no en exceso alejados, o bien
continuaron utilizando el nombre dado a un paraje poblado anteriormente.
La relevancia que tuvieron los topónimos nahuas —y sus posibles representaciones
glíficas, como sucede con Comaltepec— durante la colonia temprana en una región hoy
profundamente ñu savi o mixteca puede que apoyen la teoría proyectada por Mary E. Smith y
(Tlaxiaco) primero de una guarnición y luego de un centro de recolección del tributo imperial en
1511 tras la derrota del rey 8-Hierba “Lluvia-Sol”, conocido en las fuentes del centro de México
como Malinal, a manos de los capitanes de Motecuhzoma Xocoyotzin (Carrasco, 1996: 438-439).
416
De parajes, linderos y pueblos viejos
Por último, queremos destacar que el estudio de la toponimia puede proporcionar nuevas
pistas para avanzar en los conocimientos de la conformación político-territorial mixteca antigua a
través de las historias plasmadas en los códices prehispánicos.
Fuentes
Alavez Chávez, R. (2006) Toponimia mixteca II: Mixteca Alta, comunidades del distrito de
Tlaxiaco, CIESAS, México.
Alvarado, F. de (1962) [1593] Vocabulario en lengua mixteca, reproducción facsimilar, INI, INAH,
México.
Caballero, G. (2008) Diccionario del idioma mixteco. Tutu Tu'un Ñuu Savi, Universidad
Tecnológica de la Mixteca, Huajuapan de León.
Carrasco, P. (1996) Estructura político-territorial del Imperio tenochca. La Triple Alianza de
Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan, FCE, El Colegio de México, México.
Carrera Quezada, S. (2013) La conformación de la territorialidad española y de los pueblos de indios
en la sierra huasteca entre los siglos XVI y XVIII, Tesis de Doctorado en Historia, UNAM,
México.
Caso, A. (1949) “El mapa de Teozacoalco”: Cuadernos americanos, 8 (5), pp. 3-40.
-------- (1977, 1979) Reyes y reinos de la Mixteca, 2 vols., FCE, México.
Dahlgren, B. (1990) [1954] La Mixteca: su cultura e historia prehispánicas, UNAM, México.
Erickson de Hollenbach, E. (2013) Gramática del mixteco de Magdalena Peñasco (Sa'an ñuu savi),
Serie de gramáticas de lenguas indígenas de México, núm. 13 [versión electrónica], Instituto
Lingüístico de Verano, México.
García Castro, R. (Ed.) (2013) Suma de visitas de pueblos de la Nueva España, 1548-1550,
Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca.
Heredia, V. (2013) “La economía del Posclásico tardío en la Mixteca Alta Central: una aplicación
de modelos espaciales”, en: Chávez, M., Checa Artasu, M. (Eds.) El Espacio en las Ciencias
Sociales: Geografía, Interdisciplinariedad y Compromiso, El Colegio de Michoacán, pp. 1-30.
Hermann, M. (2014) “Los Pueblos Desvanecidos de la Mixteca Antigua: Una Reconstrucción
Geográfica”, en: Ortiz Escamilla, R. (Comp.) Recuerdos y costumbres vivas de la Mixteca,
Universidad Tecnológica de la Mixteca, Huajuapan de León, pp. 75-129.
Jansen, M. (2004) “La Dinastía de Ndisi Nuu (Tlaxiaco). El Códice Bodley Reverso”: Latin
American Indian Literatures Journal, 20 (2), pp. 146-188.
Jansen, M., Pérez, G. A. (2007) Historia, literatura e ideología de Ñuu Dzaui: el Códice Añute y su
contexto histórico-cultural, Fondo Editorial del Instituto Estatal de Educación Pública de
Oaxaca, Oaxaca de Juárez.
Joyce, A. (2008) “Reflexiones críticas sobre el estudio de la escritura pictográfica en México”:
Desacatos, 27, pp. 139-146.
417
Marta Martín Gabaldón
König, V. (2005) “Mary E. Smith’s interpretation of the Codex Tulane, the Codex López Ruíz,
and other documents: Some conclusions on the role of Tlaxiaco in the western part of the
Mixteca Alta”, Mexicon, XXVII, pp. 112-115.
Kowalewski, S. et al. (2009) Origins of the Ñuu. Archaeology in the Mixteca Alta, Mexico,
University Press of Colorado, Boulder.
Martín Gabaldón, M. (2011) Congregaciones en la Mixteca Alta: el caso de Nochixtlán, 1599-1603,
Tesis de Maestría en Antropología Social, CIESAS-DF, México.
-------- (2016) “Balance general de los traslados de pueblos y congregaciones en la Mixteca, siglo
XVI y comienzos del siglo XVII”, en: Hermann, K. (Coord.) Configuraciones territoriales en
la Mixteca, vol. 1, Estudios de historia y antropología, CIESAS, México, pp. 175-202.
Martínez Gracida, M. (1883) Colección de "cuadros sinópticos" de los pueblos, haciendas y ranchos del
Estado Libre y Soberano de Oaxaca, Imprenta del Estado a cargo de I. Candiani, Oaxaca.
Molina, A. de. (2004) [1571] Vocabulario en Lengua Castellana-Mexicana y Mexicana-Castellana,
Porrúa, México.
Mundy, Barbara E. (1996) The Mapping of New Spain. Indigenous Carthography and the Maps of
the Relaciones Geográficas, The University of Chicago Press, Chicago.
Murguía y Galardi, J. M. (2012) “Memoria estadística de Oaxaca (1826-1828)”, en: Sánchez Silva,
C. Arrioja, L. A. (Eds.) Las estadísticas históricas oaxaqueñas. De la crisis del orden colonial a
la Revolución Mexicana, UABJO, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Oaxaca,
Oaxaca y Zamora (disco compacto).
Nassos de Lafond, E. (2012) “La Estadísitica del Estado de Oaxaca (1857)” Sánchez Silva, C.
Arrioja, L. A. (Eds.) Las estadísticas históricas oaxaqueñas. De la crisis del orden colonial a la
Revolución Mexicana, UABJO, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Oaxaca,
Oaxaca y Zamora (disco compacto).
Pérez Zevallos, J. M. (1999) “Fuentes para la historia de la movilidad de la población indígena en
la Nueva España”: América Latina en la Historia Económica. Boletín de Fuentes, 12, pp. 27-
37.
-------- (2009) “La reubicación de la población indígena de la Nueva España (siglos XVI-XVII)”,
en: Macías, J. M. (Coord.) Investigación evaluativa de reubicaciones humanas por desastres en
México, CIESAS, México, pp. 19-48.
Pohl, J. (1994) “Mexican Codices, Maps and Lienzos as Social Contracts”, en: Hill Boone, E.,
Mignolo, W. (Eds.) Writing without Words: Alternative Literacies in Mesoamerica and the
Andes, Duke University Press, Durham y Londres, pp. 137-160.
Rojas, J. L. de. (2005) “Enhebrando datos al hilo del documento. Las congregaciones de pueblos y
sus resultados”, en: Laviana Gutiérrez, A., Laviana Gutiérrez, L. M. (Coords.) Estudios sobre
América: siglos XVI y XX, Asociación Española de Americanistas, Sevilla, pp. 713-726.
Romero Frizzi, M. A. (2001) “La historia es una”: Desacatos, 7, pp. 49-64.
Smith, M. E. (1973) Picture Writing from Ancient Southern Mexico. Mixtec Place Signs and Maps,
The University of Oklahoma Press, Norman.
418
De parajes, linderos y pueblos viejos
Torre Villar, E. (1995) Las congregaciones de pueblos de indios. Fase terminal: aprobaciones y
rectificaciones, UNAM, México.
Fuentes primarias
AGEPEO, Alcaldías Mayores, leg. 56, exp. 12. “Memoria de linderos y parajes de Magdalena
Peñasco y San Agustín Tlacotepec”, 1767.
AGI, Audiencia de México, leg. 27, nº 16, f. 1r. “Carta del virrey Marqués de Montesclaros”, 26 de
mayo de 1607.
AGI, Audiencia de México, leg. 123, ramo 4, f. 5r. “Memorial dado por el maestro fray Juan de
Bohorquez, provincial de la provincia de Sancto Domingo de México”, 1604.
AGN, Indios, vol. 29, exp. 261. “Auto de separación de la cabecera de San Mateo Peñasco y
Madgalena Peñasco”, 1687.
AGN, Indios, vol. 63, exp. 17. “Auto de separación de San Agustín Tlacotepec de San Mateo
Peñasco”, 1770.
AGN, Tierras, vol. 59, exp. 2. “Juan de Guzmán por el cacicazgo de Tlazultepec”, 1597.
AGN, Tierras, vol. 1520, exp. 2. “Visita y congregación de la doctrina de Nochixtlán”, 1599-1603.
AGN, Tierras, vol. 2809 (2), exp. 20. “Visita y demarcación de Igualtepec”, 1598.
AGN, Tierras, vol. 3001, exp. 13. “Visita y demarcación de Miltepec”, 1600.
AGN, Tierras, vol. 3690, exp. 6. “Títulos de San Agustín Tlacotepec”, 1707-1858.
AGN, Tributos, vol. 5, exp. 2. “Visita y demarcación de Nanacaltepec y otras cabeceras”, 1599-
1607.
Archivo Histórico Municipal de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco. “Visita y demarcación de
Tlaxiaco”, 1599 (en la actualidad en restauración en el taller del Exconvento de Santo
Domingo, Oaxaca de Juárez).
APSMP, libros de bautismo de Magdalena Peñasco y otros pueblos, 1768-1843.
APSMP, libros de bautismo de San Agustín Tlacotepec y otros pueblos, 1768-1843.
APT, Bautismos, caja 1, libro 1, 1639-1663.
Newberry Library, Ayer MS 1121, fs. 195v-196r. “Sobre congregación de Tlaxiaco”, 1553.
419
EVOCACIÓN HISTÓRICA A TRAVÉS DE LAS MEMORIAS DE LINDEROS.
EL CASO DEL VALLE DE ETLA, OAXACA
Resumen
El área de estudio que se localiza al noroeste de la ciudad de Oaxaca comprende las poblaciones de
Zautla y Mazaltepéc, que en la actualidad forman parte del Valle de Etla junto con otros veintidos
pueblos que lo conforman. Esta región cuenta con una gran cantidad de asentamientos
prehispánicos que corresponden a diversas épocas, desde los asentamientos cerámicos más
tempranos hasta la actualidad, por lo que son de cronología compleja, pero también de diferentes
jerarquías que han sido establecidas a partir de la comparación con Monte Albán. Los geosímbolos
referidos en las memorias de linderos de ambos pueblos son ligas mnemotécnicas de un pasado
histórico que no se ha visto excento de conflictos sociales por el control del territorio.
Abstract
The study area which is located northwest of the city of Oaxaca includes the villages Zautla and
Mazaltepéc, that are currently part of the Valley of Etla along with twenty two other villages that
comprise it. This region has a great amount of prehistoric settlements that belong to different
periods, from the earliest settlements ceramic until now therefore they have complex chronology,
but also of different hierarchies that have been established from the comparison with Monte
Alban. The geosymbols mentioned in the memoirs of boundaries of both villages are mnemonic
leagues to a historical past that has not been exempt from social conflict over control of the
territory.
*
Investigadora del Centro INAH Morelos, xonaxi8@gmail.com
421
Susana Gómez Serafín
Valle de Etla
La oquedad que durante miles de años fue excavando el río Atoyac en su trayecto hacia Etla formó
una amplia planicie aluvial, que en la etapa ñudzahui 1 fue considerada como el granero sujeto a
Zaachila por su abundante capacidad de producción agrícola, al grado de conocérsele en zapoteco
como loohvanna, descrito por Burgoa como “lugar plantado con habas o frijoles” (Burgos, 1989,
T. II: 1-2) y por Gay como el “lugar del pan”, en clara alusión al cultivo del maíz (Gay, 1990: 39),
de ahí que se le conociera como el “lugar de frijoles y lugar del mantenimiento” (Martínez
Gracida, 1888: 141 y 168), 2 lo que revelaba que en la región de Etla abundaban los productos
agrícolas, por lo que se ha argumentado que en este valle sólo vivían los labradores que se
encargaban de proveer maíz y frijol al coqui o del yya 3 de Teozapotlán para el mantenimiento de
sus ejércitos.
Durante la etapa Colonial, el Valle de Etla fue dividido en dos fracciones compuestas de
24 comunidades. La primera corresponde al norte y poniente del valle, y está formada por nueve
de los pueblos que quedaron desde 1531 bajo la administración del corregimiento de
Guaxolotitlán o Huitzo. La ausencia de encomiendas dentro de este corregimiento, excepto por la
pequeña población de Tenexpan, permitió que los cacicazgos mantuvieran su cohesión interna y el
patrón disperso de la población. La otra fracción está encabezada por la Villa de Etla, que con sus
14 poblaciones sujetas y ubicadas en el costado oriente del valle, formó parte de las Cuatro Villas
Marquesanas otorgadas a Cortés desde 1529 como parte de su señorío. Esas 24 comunidades
estaban distribuidas desde la etapa nativa con distinto grado de importancia a lo largo y ancho del
Valle de Etla y a ambos lado del río Atoyac.
1
Los ñudzahui son los grupos denominados mixtecas por los nahuas.
2
“Lugar de mantenimiento” proviene del zapoteco lovani ya que loo significa “lugar” y vanna es “abundancia de
viveros”, en tanto que Etla proviene de la palabra nahua etl, que significa frijol. Martínez Gracida (1888: 168) lo
refiere como Lobanna o Loobanna y menciona que era llamado Loana desde que escribió el libro a fines del siglo XIX.
3
Coquí es el término zapoteco y yya el mixteco para refieren al Señor étnico que controla un estado soberano.
422
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
4
Gruzinski (2001: 104) hace una tajante diferenciación entre los denominados títulos primordiales y los títulos de
propiedad, en donde los primeros están “Redactados en lengua indígena en el seno de una comunidad o de un pueblo,
estos documentos anónimos consignan los confines de una tierra exhortando a los indios del lugar a defenderlos con
obstinación. En ciertos aspectos están emparentados con una familia de documentos extendidos con frecuencia en el
transcurso de la época colonial y aun en nuestros días: los títulos de propiedad”.
423
Susana Gómez Serafín
considerado como propio anterior a la Colonia? y por otro lado, ¿cómo se puede tener la seguridad
de que las evidencias prehispánicas forman parte de la historia de los actuales pobladores que
ocupan y comparten ese espacio geográfico?
La definición de las fronteras territoriales que cada pueblo tenía en la Colonia y que eran,
de acuerdo con los actores litigantes las que pertenecían a sus ancestrales tierras, esto es, a las que
correspondían a los dominios del xitaoqueche 5 prehispánico, representa un problema de principal
atención, sobre todo si consideramos que en la actualidad algunos de los municipios de Oaxaca a
los que se les restituyeron las tierras siguen presentando querellas judiciales a fin de recuperar el
territorio que por alguna circunstancia perdieron en el transcurso de los siglos. Por lo anterior, el
principal cuestionamiento que hago es con el fin de saber si los pueblos que radican en los actuales
territorios están realmente frente a un territorio inmemorial.
Trataré de exponer de forma breve y con una perspectiva diacrónica la distribución e importancia
de los asentamientos prehispánicos del Valle de Etla. Los zapotecas son un grupo étnico con una
gran complejidad y distribución territorial, y una de las principales condiciones que definen a éste
y a cualquier otro grupo étnico es el idioma con el que pueden comunicar los sucesos culturales
que los definen, como la parafernalia ritual, la cosmovisión, deidades que conforman su panteón,
su reconocimiento como colectividad y su territorialidad, por mencionar algunos de sus rasgos.
Los antepasados prehispánicos que hablaban alguna de las lenguas de la familia zapoteca
en cualquier región de Oaxaca son llamados binnigula'sa', en tanto que el término binnizà o
bènizaà se emplea para los actuales hablantes del zapoteco (De la Cruz, 2002: XIII-XV). La
(Winter, 2002: 47-56) pero dado que en esta etapa aún no se habían diferenciado como grupo
5
Equivalente al altepetl náhuatl y al ñuu mixteco.
424
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
étnico y lingüístico, es posible que compartieran muchas de las creencias religiosas. Fueron varios
los grupos de la rama diversificada del proto-otomangue denominado zapoteco los que se
establecen en los Valles Centrales de Oaxaca, entre los que está incluido el Valle de Etla con sus
aldeas en Tierras Largas, San José Mogote, Fábrica San José, Hacienda Blanca, Huitzo y otras más.
Sería precisamente la gente de San José Mogote la que entre 800 a 500 a.n.e. creó la primera
escritura mesoamericana, y con los años sus dirigentes serían teóricamente los gestores de la
construcción de uno de los más importantes complejos urbanos de Mesoamérica conocido como
Monte Albán.
Es necesario enfatizar que existe un problema con la secuencia cronológica del Valle de
Oaxaca, ya que las fases Guadalupe (850-700 a.n.e.) y Rosario (700-500 a.n.e.) son las que carecen
de una buena definición de los rasgos culturales, lo que hace más difícil la explicación de este
trascendental evento. Durante la fase Guadalupe se construyeron algunos edificios como la
Estructura 8 de San José Mogote, que consiste en una plataforma baja hecha de adobes
redondeados que sirvieron como contención para rellenar su interior de tierra y posteriormente
recubrirlos de piedras burdas. Otra importante estructura es la plataforma 3 de Huitzo, que mide
1.3 m de altura por 11.5 m de largo, a la cual se le añadió una escalinata de tres peldaños de 7.6 m
de ancho. La evidencia de estas plataformas edificadas o “patrocinadas por la élite” en dos
poblaciones distintas del Valle de Etla sugieren a Flannery y Marcus que Huitzo se erigió como un
importante centro rival de San José Mogote. Por lo anterior, los autores sostienen que durante las
mencionadas fases Guadalupe y Rosario (800-500 a.n.e.) se consolidaron ciertas alianzas
matrimoniales entre los linajes de las principales localidades de los Valles Centrales (Flannery y
Marcus, 1983: 53-61; Marcus y Flannery, 2001:135-36). Si esto es así, estas alianzas entre gente de
Huitzo y San José Mogote darían apertura a la formación de los primeros quelacoqui (o señoríos).
Hacia 700 a.n.e. (fase Rosario) también se construyó el Edificio 1 de San José Mogote, que
tiene 16 m de altura con respecto al resto del asentamiento y mide 90 m en su base. Este inmenso
edificio se desplantó sobre 7 m de depósitos culturales y varios niveles de pisos que posiblemente
corresponden a basamentos anteriores de uno o dos cuerpos (Enrique Fernández, comunicación
personal, 2002), por lo que la aseveración de Marcus y Flannery en el sentido de que este edificio
fue construido sobre una colina natural modificada no corresponde a los contextos encontrados
425
Susana Gómez Serafín
1989) indican que durante la fase Rosario (700-500 a.n.e.) había entre 75 y 85 aldeas, pero
surgieron dos principales núcleos poblacionales en los Valles Centrales, uno en el Valle Grande
(Zaachila-Zimatlán) y el otro en el Valle de Etla, mientras que en el Centro y el Valle de Tlacolula
solamente se presentan asentamientos dispersos.
Con la fundación de Monte Albán se observó un fenómeno de crecimiento inusual ya que
en seiscientos años la población concentrada en los valles aumentó de 2 mil a 56 mil habitantes
(Kowalewski et al., 1990: 229). 7 El explosivo número de asentamientos rurales que trajo aparejado
este evento condujo a una nueva reubicación geográfica de las comunidades previamente
establecidas en el valle, privilegiando el pie de monte con el fin de hacerle frente a las crecientes
necesidades de alimento, y por consiguiente, de tierras cultivables para sostener a una población
estimada entre ocho y diez mil habitantes. Con el acto fundacional de Monte Albán se
presenciaría la evolución hacia una sociedad urbana en el Valle de Oaxaca, pero cabe preguntar si
existió alguna amenaza que provocara este nuevo e imponente emplazamiento tan trascendental
en la vida de las comunidades del valle que ha sido epicentro de tantas y tan variadas
interpretaciones y conjeturas. Marcus y Flannery responden a esta duda proponiendo dos tramas
posibles que privilegian la hipótesis de una amenaza interna sobre la externa que tuvieron que
hacer frente junto con los problemas que originó la concentración de población en Monte Albán y
6
Cahn y Winter (1993) sostienen que esta lápida pudo ser reutilizada durante la fase Monte Alban II ya que los datos
sobre el contexto del hallazgo hecho por Flannery y Marcus fueron mal interpretados. Desde mi óptica, representa
una ofrenda sacrificial solar que nos recuerda el momento primigenio de la ubicación del asentamiento de 700 a.n.e.
frente al cosmos, ya que la lápida está orientada hacia la salida del sol (96° 25′) en lo alto del edificio 1 en un pasillo
que conforman las Estructuras 14 y 19 que se construyeron en la plataforma superior del edificio.
7
Kowalewski y sus asociados calcularon estas cifras a partir de la suposición de que había entre 5 y 10 personas por
evidencia de casa prehispánica, o entre 10 y 25 personas por hectárea.
426
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
el aumento demográfico ulterior, que tuvo que ser resuelto por medio de una estrategia de
irrigación y trabajo agrícola.
En este sentido, Marcus especifica que los grupos hostiles de San José Mogote que estaban
ubicados en los otros dos valles de Oaxaca eran los habitantes de San Martín Tilcajete, 8 del Valle
Grande con sus aldeas satélites (que en total contarían con 700 a 1000 personas) y los del Valle de
Tlacolula cuyo principal asentamiento era Yegüih, también con sus aldeas satélites que juntos
sumaban el mismo número de pobladores que había en el Valle Grande (Marcus, 2008: 26). De
acuerdo con Marcus y Flannery, la migración de los mogoteños correspondería a:
la reubicación deliberada y relativamente rápida de poblaciones rurales sobre una colina defendible
[…] Fue tan espectacular la redistribución urbana de 500 a.C. que debe de haber tenido causas
relacionadas tanto con la tensión como con el interés. De alguna manera los dirigentes de varios
miles de habitantes, muchos de los cuales vivían en la región del Valle de Etla, los convencieron de
que abandonaran sus aldeas y fundaran una ciudad sobre la cima de una montaña de 400 m de
altura (Marcus y Flannery, 2001: 297).
Se entiende entonces bajo este planteamiento que Marcus y Flannery han denominado como un
proceso de sinoicismo, que ya consolidada la hegemonía de San José Mogote como principal
comunidad del Formativo en el Valle de Etla, ocurrió un cambio de estrategias en el manejo
poblacional y económico orientando estas tácticas al incremento de poder y de producción de
excedentes alimenticios, al parecer para el sostenimiento de los constructores de la incipiente
ciudad de Monte Albán que ocurre en el año 500 a.n.e. y que, según refieren los arqueólogos
norteamericanos, fue derivado de una “alianza” de pueblos del Valle de Tlacolula con los del Valle
de Etla (Marcus y Flannery, 2001: 169-170; Blanton, 1983: 83-87; Kowalewski, 1983: 96-97;
Kowalewski et al., 1990: 223-286).
Transcurridos los años, en el siglo VIII cuando Monte Albán pasó a un segundo plano
como capital única y aglutinadora del poder, sus dirigentes volvieron a desarrollar varias sedes
importantes de elite que se dispersan en los 3 Valles Centrales. Lo anterior es interpretado por la
8
Cristina Elson (1999-2001: 1, 2 y 5), directora del Proyecto arqueológico de San Martín Tilcajete, sostiene que este
asentamiento fue ocupado principalmente en las fases Monte Albán II (entre 100 a.C-200 d.C.). Las anteriores fechas
permiten cuestionar la importancia que este asentamiento pudo haber tenido en 500 a.n.e. en los motivos de la
fundación de Monte Albán.
427
Susana Gómez Serafín
9
Patios y plazas que aún no estaban construidas si atendemos a los fechamientos de los edificios de la cima de Monte
Albán. Para argumentar lo relacionado con esas obras, Marcus (2008: 28-29) nos remite a un trabajo que Sansores
efectuó a los costados de los principales edificios de la plaza principal de Monte Albán.
428
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
La incógnita es saber de dónde llegaron los otros nuevos pobladores, ya que sostienen que
San José Mogote quedó parcialmente abandonado y con un bajo número de habitantes junto con
una gran cantidad de aldeas que también fueron deshabitadas al sur de Etla. El anterior argumento
se basa en el conteo de tepalcates diagnósticos por épocas realizado en el mencionado Proyecto de
Patrón de Asentamiento Prehispánico de Kowalewski, en el que se afirma que sólo se encontraron
seis tiestos de barro gris diagnóstico de Monte Albán I en el sitio de San José Mogote, lo que refleja
su abandono en esa importante etapa. 10
Doscientos años después de la fundación de Monte Albán, y seguido de una intensa
actividad constructiva para levantar otros de los edificios de la ciudad, hacia el 300 a.n.e. (lo que se
denomina fase Monte Albán Ic) se dio el mayor aumento poblacional, por lo que nuevamente la
nobleza dirigente de Monte Albán reorganizó las comunidades con el consecuente abandono de
los anteriores asentamientos, ubicándose para entonces, según Marcus y Flannery, al pie de las
montañas para dejar libre la mayor cantidad de tierras de cultivo que se localizan en el valle aluvial
(Marcus y Flannery, 2001: 176-78).
Asentamientos prehispánicos como San José Mogote, Barrio del Rosario-Huitzo y Fábrica
San José en el Valle de Etla, son poblaciones importantes de segundo y tercer orden que se
encuentran cercanas a los afluentes de agua y a poca altura del piso del valle. Peña de los Corrales
en Santa Marta Etla, Cerro de la Campana en Suchilquitongo, Cueva de la Vieja en Huitzo, Los
Mogotes en Tlaltinango y posiblemente Mogotes de Humo y Ángel de Oro en San Gabriel Etla,
son edificaciones monumentales de elite de segundo y tercer orden que muy posiblemente tenía el
asentamiento de los campesinos en la zona baja de las laderas; y de igual manera el monumental
asentamiento de Reyes Etla considerado como de segundo orden, también fundado sobre el valle
aluvial. El anterior patrón de asentamientos no es congruente con la estrategia de “pie de
montaña” propuesta por Marcus y Flannery (2001: 182-183), ya que la población de los comunes
que sustentaba a esta elite debió estar ubicada en zonas diferenciadas a los emplazamientos de los
10
Es comprensible entonces suponer que el anterior razonamiento podría estar sujeto a modificación si se tomaran en
consideración circunstancias que no tienen que ver con el depósito antiguo y estable de los materiales arqueológicos,
como son la actividad agrícola, la sustracción de materiales de superficie realizada por diferentes personas y las obras
de infraestructura civil y construcciones de casas particulares a las que ha estado sujeto desde muchos siglos atrás San
José Mogote.
429
Susana Gómez Serafín
montículos principales, en donde la gente común no tenía sus viviendas cerca del asentamiento de
los nobles y al parecer tampoco en las laderas bajas de las montañas, ya que según los autores, los
cultivos se irrigaban por medio de canales. 11
El proceso de centralización de Monte Albán duró cerca de 200 años, pero a partir de los
años 650 y 700 d.n.e. no se volvieron a construir más templos ni edificios administrativos en la
cima del cerro, y de las 23 mil personas que residían en él, su población se redujo a cerca de 4 mil.
Kowalewki y asociados (1990: 255, 262-263) sostienen que el dramático abandono de Monte
Albán durante esos años no se debió ni al decaimiento de la civilización ni a una catástrofe
demográfica, sencillamente dejó de haber un control centralizado en una gran ciudad y a partir de
ese momento se fundaron nuevas comunidades o se expandieron las ya existentes, como Jalieza, en
el Valle de Ocotlán, que llegó a tener una extensión de más de 534 hectáreas, mientras que en el
Valle de Zaachila-Zimatlán, durante la fundación de Monte Albán, surgieron cerca de 150 sitios
en la margen del río Atoyac.
Algunos de estos asentamientos fueron abandonados, pero entre 250 y 450 d.n.e. tuvieron
un gran desarrollo, y en muchos de los emplazamientos fueron construidas grandes residencias,
palacios y templos de los nobles. Los autores aludidos estiman que el desarrollo que tuvieron en
esta época nunca más se volvió a repetir en esta región, sufriendo un estancamiento entre los años
650 y 700 d.n.e. debido posiblemente al clima de inestabilidad provocada por las guerras y el fin de
los grandes imperios de Teotihuacán y Monte Albán (Kowalewski et al., 1990: 264-265).
Sin embargo, la historia del Valle de Etla (Figura 1) al igual que la de los otros valles, nos
muestra patrones de ocupación y desocupación alternas, pero al parecer con un emplazamiento
reiterativo, esto es, muchos grupos regresan al mismo asentamiento abandonado años atrás,
aunque otros más son abandonados definitivamente, por lo que considero que a partir del
abandono de Monte Albán la distribución de los asentamientos prehispánicos de diversas
11
Los autores no mencionan de qué forma fueron datados los canales y en la actualidad en muchas poblaciones del
Valle de Etla se pueden encontrar esas canalizaciones o apantles que sirven para conducir el agua hacia las parcelas,
pero no es seguro que sean de origen prehispánico, algunos son restos de canales coloniales y otros son actuales y
reutilizan la cota por donde estaba el canal colonial. Asimismo, Whitecotton (1985: 48) asegura que el planteamiento
sobre la agricultura intensiva a través de obras de riego y sistemas de irrigación que han supuesto un control estatal, es
una hipótesis poco clara ya que en el Valle de Etla al parecer no se requirió de una burocracia política extensa para su
control.
430
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
categorías en los tres valles están testimoniando una nueva reubicación de la élite zapoteca y no un
proceso de balcanización.
Figura 1. Plano del Valle de Etla indicando la presencia de los asentamientos prehispánicos
y las dos poblaciones mencionadas en el texto
Elaboración propia, modificada de INEGI, Oaxaca de Juárez E14D47, carta topográfica esc. 1:50 000
431
Susana Gómez Serafín
Al parecer, algunos de las diversas tija de los peni lachi, esto es, el linajes de los nobles de condición
real que vivían en la cima de la ciudad de Monte Albán, optaron por una mejor estrategia de
ubicación espacial así como por una repartición de los nuevos emplazamientos que serían los
nuevos centros de los quelacoqui o señoríos. La intención en este caso es probable que se haya
debido al tipo de control político territorial sobre mayores extensiones, así como a la
fragmentación o fisión que se dio entre los linajes de la élite zapoteca, como consecuencia natural
del crecimiento de las familias nobles.
Es evidente que ocurrió la segmentación, pero habría que ser más cautelosos cuando se
habla de eventos antagónicos entre los distintos grupos de élite, ya que no existen suficientes
exploraciones extensivas para afirmar que lo anterior efectivamente ocurrió ¿Cuáles pueden ser
esas manifestaciones que expresan que durante el posclásico la sociedad zapoteca del valle tuvo una
distinta orientación social encaminada al belicismo? Este punto no es claro y los diversos
investigadores que tratan sobre lo anterior solamente se limitan a refrendar la propuesta hecha
inicialmente por Flannery y asociados, en el sentido de interpretar la balcanización como un
proceso militar y de pugnas internas y no como una posible estrategia que los linajes
implementaron para lograr tener un mayor dominio político, territorial y social. Como apoyo a lo
anterior, las fuentes históricas de principios de la Colonia y a lo largo de este periodo contradicen
la hipótesis de la balcanización.
Los registros genealógicos realizados en piedra (Figura 2) y en códices de papel y piel son
testimonios de las alianzas matrimoniales que los nobles efectuaban entre sí para extender su
poderío a efecto de conseguir mantener entre ellos el dominio sobre vastas extensiones de tierras y
recursos. Durante el periodo colonial la elaboración de las genealogías como la de Etla (Figura 3) y
los enlaces matrimoniales entre familias de nobles, incluso con parientes de primer grado, nos dan
certeza de las relaciones que se establecieron tiempo atrás entre unos cuantos linajes emparentados
por el matrimonio con el propósito de seguir manteniendo el control político, ideológico y
territorial durante los primeros años de la Colonia. A lo largo del virreinato, caciques y cacicas
tendrían el reconocimiento por parte de la corona española de un rango distinto al de los demás
432
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
indios, lo que permitió que siguieran disfrutando de ciertos servicios en especie y de grandes
extensiones de tierra que les fue reconocida como tierra de su señorío.
Figura 2. Figura 3.
Lápida genealógica procedente de la Tumba 5. Casa de procedencia y matrimonio
Sitio arqueológico Cerro de la Campana, del primer hijo de Coqui Huedza
Suchilquitongo
Fotografía tomada por la autora Tomado de La Genealogía de los señores de Etla. Biblioteca
Nacional de Antropología e Historia (Copia autorizada).
433
Susana Gómez Serafín
otros que, si bien no son de origen geomorfológico, sí son de raíz cultural y corresponden a los
asentamientos prehispánicos de los gobernantes, ya que para la cultura zapoteca la vinculación con
los geosímbolos se daba a través de los linajes llamados tija, emparentados con alguna deidad: tija
cociyo, tija cozaana, tija huichaana, tija huechaa y tija pichijgo, entre otros. Estos linajes tenían su
correspondencia con diferentes deidades del panteón zapoteca en donde Cociyo esel del Dios de la
Lluvia y del Rayo (Figura 4), Cozaana era el linaje del Dios creador del Universo y por tanto
tutelaba la caza y la pesca, y Pitao Peche (el gran jaguar) era dios de las cuevas y la tierra.
Figura 4. Representación del dios Cociyo Figura 5. Representación del dios Pitao Cozobi
De igual forma, Pitao Cozobi, cuyo atributo es el murciélago, era el dios de la abundancia y los
maíces (Figura 5), Huichaana sería, entre otros, el linaje de la Diosa del parto, de los niños recién
nacidos y de las mujeres estériles, ya que era el creador de los hombres y los animales. Lo anterior
parece indicar que a los distintos linajes a los que pertenecían los individuos de diferentes grados
de la cultura zapoteca, ya fueran nobles o comunes, se les otorgaba su permanencia a un
determinado territorio, así como a un espacio sagrado, que se constituía en el locus del regente
divino de su linaje.
434
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
Toponimia y territorialidad
La relación que los pueblos indios han entablado con el espacio y el territorio no se restringe
solamente al aspecto productivo ya que ambos han sido los referentes culturales de su propia
existencia. La territorialidad se inscribe a partir de una memoria histórica en donde desembocan
tradiciones, costumbres y rituales, por lo que esa territorialidad se conforma en un espacio
culturalmente construido (Barabas, 2003: 22-23); lo anterior significa que el principio de
territorialidad está expresado por las relaciones sociales que se entablan en un determinado
territorio; así, los emblemas o geosímbolos que afianzan un específico territorio están
representados por los cerros más conspicuos del horizonte, la toponimia que permite tener una
protección geográfica frente a otros grupos (Figura 6).
Figura 6. Plano de linderos y toponimia de Zautla, indicando los geosímbolos y sitios arqueológicos
Para el caso de los pueblos que ejemplifican lo anterior, la historia territorial escrita de Zautla está
íntimamente relacionada con la de Mazaltepéc, ya que desde el siglo XVII, cuando comienzan a
435
Susana Gómez Serafín
Los documentos de archivo mencionan que entre las tierras de Mazaltepéc y Zautla se encontraba
un sitio de ganado menor conocido como Lachilari o Quiataxigui, localizado al pie del cerro
llamado Quiachia (Figura 6). Este paraje ya estaba en litigio con Mazaltepéc desde que don Pedro
de Feria, homónimo de uno de los primeros frailes dominicos, 12 era cacique de San Andrés Zautla,
y fue nuevamente su nieta doña María de San Pedro quien al hacer su testamento en 1694 ofrece
esas tierras a favor de las cofradías de San Andrés y de Nuestra Señora del Rosario. Don Melchor
12
Fray Pedro de Feria vivió en tierras zapotecas a mitad del siglo XVI.
436
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
de San Pedro, hijo de doña María 13 y heredero al cacicazgo de San Andrés Zautla, da el testimonio
de donación del sitio de Lachilari (en Quiachia) a las cofradías antes mencionadas.
El cerro Quiachia, actualmente conocido como cerro Teponaxtle (imponente
geosímbolo) se ubica en la serranía que separa las tierras mixtecas de Peñoles y Nuxaá. La tradición
oral de los habitantes del poblado de Santo Tomás Mazaltepéc refiere que ellos, al igual que los de
Nuxaá, son de origen mixteco, y provienen del antiguo señorío de Magdalena Jaltepéc, pueblo
localizado en el valle de Nochistlán en la Mixteca Alta. Este antiguo e importante señorío que en
mixteco se llama Añute (“Lugar de Arena”) (Jansen y Pérez, 2000: 17), se sabe que para mediados
del siglo XVI estaba prácticamente vacío (Acevedo Conde, 2002: 94-95). Según la interpretación
que Jansen y Pérez hacen del Códice Selden, (rebautizado como Códice Sicuañe), Mazaltepéc y
Yucuñucaa (que son mencionados sin señores gobernantes) se localizan como pueblos colindantes
a Añute y Zaachila, y de acuerdo con Jansen, Kroefges y Oudijk 14 en el año de 1372 d.C. el Señor
6 Agua, gobernante de Zaachila, conquistó a Huitzo y Mazaltepéc, y según la tradición oral de
fundación del pueblo de Mazaltepéc, 15 refiere que sus antecesores se trasladaron en varias
ocasiones pero se quedaron a vivir en la sierra, lo que posiblemente signifique que uno de esos
asentamientos correspondió al paraje de Quiachia (Figura 8).
De acuerdo con esta información, ya existía un Mazaltepéc o Cerro del Venado en 1372,
pero durante la merced de ganado menor otorgada a las cofradías antes mencionadas,
probablemente fue concedida para que este grupo de desterrados cuidara el ganado y trabajara las
tierras como terrazgueros a favor de Zautla. Desde 1581 la Relación de Guaxolotitlán menciona a
Mazaltepéc y lo mismo sucede en un documento de 1583, en donde los indios principales del
Valle de Etla, entre los que se nombra a dos funcionarios de Mazaltepéc, firman la carta que
escriben al rey de España 16 y también designa a su alguacil en el año de 1586. Por tanto, ya existía
13
Al rastrear las alianzas matrimoniales que establecen los caciques y cacicas del Valle de Etla, encontramos que los de
Zautla se casan con los de San Juan de Rey, y con Achiutla y Nochixtlán, estos dos últimos de la Mixteca Alta, pero los
de Mazaltepéc no tienen relación con ninguna de las dinastías del Valle de Etla ni con vecino más lejanos.
14
Tomado de Jansen y Pérez, La dinastía de Añute, 2000: 161, notas 201 y 202.
15
Información proporcionada por el Sr. Carlos Severo en agosto de 2003, vecino de Mazaltepéc y ex miembro del
Comisariado de Bienes Comunales. En la actualidad los habitantes de Santo Tomás Mazaltepéc son de los pocos
hablantes de zapoteco en el Valle de Etla, siendo don Carlos Severo uno de ellos.
16
Carta en zapoteco que puede ser consultada en Gay, 1990: 278.
437
Susana Gómez Serafín
desde antes de 1581, por lo que pudo ser parte del primer programa de congregaciones que se
efectuó entre 1550 y 1564. El pueblo de Mazaltepéc debió ser reubicado por cuarta ocasión
después de 1694 y antes de 1712 en el lugar en donde se menciona que existen evidencias del
pueblo viejo, 17 ya que también en esa fecha se refieren los problemas que tienen los de Zautla con
sus vecinos por el uso que hacen del agua.
Figura 8.
Toponimia que separa los límites territoriales de Mazaltepéc con Zautla, Tejalapam, Nuxaá y Peñoles
Los títulos de propiedad de Zautla explican que debido a que el litigio por la posesión de Lachilari
no prosperaba, en 1712 su cabildo nuevamente solicitó una nueva composición de tierras, pero 37
años después, cuando el cacique don Melchor ya había fallecido sin que le sobrevivieran parientes
17
La tradición oral en Mazaltepéc sostiene que la actual población es el quinto y definitivo asentamiento. Entre estos
se cuentan tanto los emplazamientos prehispánicos como los coloniales ya que hacen referencia a El Altar y El
Altarcito, cercano a la mojonera Guiacaletra.
438
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
directos y había sido elegido entre los nobles otro cacique, 18 en 1731 la comunidad de Zautla
intentó nuevamente reactivar la donación que aún no estaba bajo su control y solicitar nuevo
testimonio de la escritura de donación del sitio de Lachilari. Como se sabe, las comunidades de
indios estaban legalmente exentas de hacer composición de sus tierras (Menegus, 1994: 233), pero
en un intento por contar con documentos que la administración consideraba como legales para los
españoles, también los indígenas tramitan su solicitud para contar con un documento oficial.
Pareciera que después de todos estos años, trámites y dinero invertido, el conflicto de
tierras estaría resuelto; sin embargo, Zautla seguía en litigio con Mazaltepéc y sus circunvecinos, ya
que no hay documento o constancia que refiera el acto de formal posesión por lo que a insistencia
de los oficiales de república de Zautla, nuevamente 30 años después, en 1761, el alcalde mayor del
corregimiento de Guaxolotitlan cita a los pueblos colindantes, Suchilquitongo, Mazaltepéc y
Tejalapam, así como a los mayordomos de la hacienda de Santa Cruz y de la hacienda de San
Nicolás. No obstante, los oficiales de república de Zautla no exhiben sus títulos, ya que a raíz de
otro pleito de hacía 40 años, la Corte de México los tenían extraviados, como era común en
muchos casos, y desde entonces no se los había devuelto. Con toda seguridad, Zautla se refería al
título de composición de tierras solicitado en 1712.
Los linderos que Zautla tenía con sus circunvecinos son descritos con todo detalle en la
Memoria de Linderos, 19 en donde se mencionan los nombres de los cerros y parajes en español y
zapoteco así como de las haciendas y pueblos colindantes que por la brevedad de este artículo se
omite decir. Mazaltepéc, por el contrario, no presenta ninguna documentación que avale la
posesión de sus tierras.
Como resultado del reconocimiento físico del territorio efectuado en 1761, se les ofreció
amparar en la posesión de sus linderos, pero los representantes de la república de Zautla no lo
aceptaron debido a que el “pueblo estaba algo atrasado”. No explican el sentido de lo anterior,
pero al parecer significar que había sido retraído o recorrido hacia el norte de acuerdo con los
linderos que ellos reconocían como propios del cacicazgo de Zautla y que fueron señalados en el
Don Tomás de Narváez de quien los comunes decían que no podía ser cacique ya que era macegual.
18
19
AGN, Ramo Tierras, Titulo primordial de San Andrés Zautla, vol. 3691, exp. 2, f. 16-17. Registro Agrario
Nacional, Expedientes técnicos de San Andrés Zautla y Santo Tomás Mazaltepéc, núm. 276.1/190.
439
Susana Gómez Serafín
testamento de doña María de San Pedro en 1694, justo en donde ya se encontraba asentado el
actual pueblo de Santo Tomás Mazaltepéc (Figura 9). Ello hace suponer que entre 1694 y 1761
ocurrieron dos nuevos emplazamientos: la fundación de lo que se conoce como “pueblo viejo” y
años después el traslado al actual pueblo de Santo Tomás Mazaltepéc como su quinto y último
asentamiento.
Figura 9. Pueblo de Mazaltepéc asentado en las tierras patrimoniales de los caciques de Zautla
En 1774 se efectuó otra vista de ojos para proceder con el amparo de posesión, pero ninguno de
los pueblos quedó conforme con la determinación a la que llegó el corregidor, por lo que 33 años
después solicitaron una copia del documento expedido en octubre de 1807, algunos años antes de
que el movimiento independentista llegara a Oaxaca. Es hasta 1847 que el alcalde en turno de
Zautla recibió un testimonio de Mazaltepéc sobre las diferencias que estos señalan respecto a un
paraje denominado “Roabicho”, conocido en la actualidad como Corona de Lumbre y Agua Fría
(importantes geosímbolos). Tampoco se dio una resolución convincente para ninguno de los
pueblos sobre las tierras en litigio del paraje Lachilari y el uso de un ojo de agua que genera
conflicto desde antes de 1712.
Zautla nuevamente volvió a presentar pruebas que señalaban como tierras suyas las
comprendidas en las mojoneras Junta de los Ríos, Tachilaxe (o Pacífico como le llaman
440
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
441
Susana Gómez Serafín
Tiempos modernos
20
RAN, Zautla, exp. 276.1/190, folio 133.
21
Comunicación personal del Sr. Moisés Hernández, Comisariado de Bienes Comunales de Mazaltepéc el 6 de julio
de 2004.
442
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
Reflexiones finales
La territorialidad de las dos poblaciones referidas parte del análisis de las mercedes de tierra
otorgadas a la comunidad y sus barrios y de la tierra que la Corona reconoció a los caciques como
parte de los privilegios de su antiguo xitaoqueche. Muchos de los antiguos asentamientos
prehispánicos de la nobleza principal corresponden a los denominados yòho 23 o tecpan (teixpan en
los documentos), en donde fundarían los nuevos pueblos de indios de origen colonial a partir de
los programas de congregación, por lo que los caciques tuvieron que dejar las construcciones de
formato prehispánico y construir en el mismo lugar del yòho, pero a un costado del centro del
árbol (yàga), caña seca de maíz (quia, guia), milpa (quela), agua (niza), entre otros, y en ocasiones
porciones de tierra, las que correspondían al yòho en su carácter de tecpantlalli, les fueron retenidas
22
Información proporcionada por el Comisariado de Bienes Comunales, Sr. Moisés Hernández Martínez el 25 de
junio de 2004, quien también proporcionó el nombre El Otate para la moj. El Recibimiento.
23
Sinónimo de casa en el sentido del origen del linaje.
443
Susana Gómez Serafín
a efecto de establecer el nuevo feudo de la comunidad de tributarios del rey. Las tierras de los
antiguos tobi quiñaquech, 24 continuaron usufructuando el mismo espacio geográfico de los barrios
24
Tierras de los campesinos maceguales y demás productores de bienes.
444
Evocación histórica a través de las memorias de linderos
que compartían tres antiguos señoríos: Tejalapam, Cacaotepec y Zautla, y un asentamiento sin
regente: Mazaltepéc. En Quiabaré, que es un geosímbolo y un asentamiento de grandes
dimensiones, sólo se ha realizado una exploración de rescate por lo que resulta difícil interpretar la
función que dicho sitio pudo haber tenido en el contexto de la confluencia de varios cacicazgos,
pero podemos plantear la hipótesis de que este lugar fuera la yohohuechaa, la “casa que se
heredaba”, esto es, el lugar de donde descendían los linajes de los caciques que dominaban los
señoríos antes mencionados. Si esto es cierto, entonces lo anterior pudiera estar explicando el
porqué tres de los cuatro pueblos circundantes se disputaban ese paraje como propio. El pueblo de
Cacaotepec, que originalmente también era colindante de ese asentamiento prehispánico, quedó
fuera de la disputa por Quiabaré cuando la Hacienda de San Nicolás se estableció durante la
Colonia en la zona inmediata.
Fuentes
Acevedo Conde, M. L. (2002) Geografía histórica de Oaxaca, Gobierno Constitucional del Estado
de Oaxaca, Secretaría de Asuntos Indígenas, Oaxaca.
Barabas, A. M. (2003) “Una mirada etnográfica sobre los territorios simbólicos indígenas”, en:
Barabas, A. M. (Coord.) Diálogos con el Territorio. Simbolizaciones sobre el espacio en las
culturas indígenas de México, vol. I, INAH, México, pp. 13-36.
-------- (2004) “La territorialidad simbólica y los derechos territoriales indígenas: reflexiones para
el estado pluriétnico”, Alteridades, 14 (27), UAM Ixtapalapa, pp. 105-119.
-------- (2006) Dones, dueños y santos. Ensayo sobre religiones en Oaxaca, INAH, Grupo Editorial
Miguel Angel Porrúa, México.
-------- (2014) “Territorialida indígena en el México contemporáneo”, Chungara, Revista de
Antropología Chilena, 46 (3), pp. 437-452.
Blanton, R. (1983) “The founding of Monte Alban”, en: Flannery, K., Marcus, J. (Eds.) The cloud
people. Divergent evolution of the zapotec and mixtec civilitations, Universidad de Michigan,
Academic Press, pp. 83-87.
Burgoa, F. (1989) Geográfica descripción, tomo II, Porrúa, México.
Cahn, R., Winter, M. (1993) “The San José Mogote danzante”, Indiana, 13, pp. 39-64,
[www.iai.spk-berlin.de] consultado el 12 de mayo de 2016.
De la Cruz, V. (2002) Introducción a la religión de los binnigulas´sa, Colección Voces del Fondo,
Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca, Instituto Oaxaqueño de las Culturas, pp.
XIII-XXXIV, Oaxaca.
445
Susana Gómez Serafín
Expedientes técnicos de San Andrés Zautla y Santo Tomás Mazaltepéc, núm. 276.1/190, Registro
Agrario Nacional,
Fernández Dávila, E., Gómez Serafín, S. (1997) “Arqueología y arte. Evolución de los zapotecoas
de los Valles Centrales. Periodo Formativo”, en: Dalton, M., Loera y Chávez, V. (Coords.)
Historia del arte de Oaxaca, vol. I, Instituto Oaxaqueño de las Culturas, México, pp. 79-106.
Flannery, K., Marcus, J. (1983) The cloud people. Divergent evolution of the zapotec and mixtec
civilizations, Academic Press, USA.
Gay, J. A. (1990), Historia de Oaxaca, Col. Sepan Cuantos, núm. 373, Porrúa, México.
Giménez, G. (2001) “Cultura, territorio y migraciones. Aproximaciones teóricas”, Alteridades, 11
(22), UAM Iztapalapa, México, pp. 5-14.
Gruzinski, S. (2001) La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el
México español. Siglos XVI-XVIII, FCE, México.
Jansen, M., Pérez, A. (2000) “La dinastía de Añute. Historia, literatura e ideología de un reino
mixteco”, CNWS publications, 87, Leyden University.
Kowalewski, S. A. (1983), “Valley-floor settlement patterns during Monte Alban I”, en: Flannery,
K., Marcus, J. (Eds.) The cloud people. Divergent evolution of the zapotec and mixtec
civilitations, Universidad de Michigan, Academic Press, USA, pp. 96-97.
Kowalewski, S. A. et al. (1990) “Panorama arqueológico del Valle de Oaxaca”, en: Winter, M.
(Comp.) Lecturas históricas del estado de Oaxaca, 1, INAH, Gobierno del estado de Oaxaca,
México, pp. 223-286.
Marcus, J. (1980) “Zapotec writing”, Scientific American, 242, pp. 50-64.
Marcus, J., Flannery, K. (1983) “The postclassic balkanization of Oaxaca”, en: Flannery, K.,
Marcus, J. (Eds.) The cloud people. Divergent evolution of the zapotec and mixtec civilitations,
Universidad de Michigan, Academic Press, USA, pp. 217-226.
-------- (2001) La civilización zapoteca. Cómo evolucionó la sociedad urbana en el Valle de Oaxaca,
FCE, México.
Martínez Gracida, M., (1888) El rey Cosijoeza y su familia. Reseña histórica y legendaria de los
últimos soberanos de Zachila, Secretaría de Fomento, México, [www.cdigital.dgb.uanl.mx]
consultado el 26 de febrero de 2016.
Menegus, M. (1994) Del señorío indígena a la república de indios. El caso de Toluca 1500-1600,
CONACULTA, México.
Titulo primordial de San Andrés Zautla, Ramo Tierras, vol. 3691, exp. 2, Archivo General de la
Nación.
Winter, M. (2002) “Religión de los binnigula´sa´: la evidencia arqueológica”, La religión de los
binnigula´sa, Colección Voces del Fondo, Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca,
Instituto Oaxaqueño de las Culturas, Oaxaca, pp. 45-88.
446
YUCU LLOO, YUCU NCHII Y YUCU TACHI: LAS CASAS DE LA LUNA, DEL SOL
Y DEL VIENTO EN LOS PAISAJES DE LA MIXTECA ALTA 1
Resumen
Este artículo es una exposición sobre los nombres en idioma mixteco de las llamadas casas de la
Abstract
This article presents the names in mixteco language of the named houses of the Moon, the Sun and
the Wind in the High Mixteca Civilization of Oaxaca, mainly focusing in the village of San
Miguel Achiutla. They are names of a sacred geography whose meanings can be understandable if
we refer to the ancient Mesoamerican Culture’s world view. The analysis shown turn to
etnohistorical sources, oral tradition and remarks that the author has made during several years in
the aforementioned places. Several digrams has been attached as well, to improve the explanation.
1
Este artículo se elaboró como parte del Proyecto PAPIIT IN403711: “La traza urbana y los paisajes del pueblo de
indios en la Mixteca Alta”, financiado por el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación
Tecnológica de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM.
2
UNAM, Facultad de Filosofía y Letras. maramru52@gmail.com
447
Marcelo Ramírez Ruiz
Las casas de las que voy a hablar se encuentran en los pueblos de la Mixteca Alta de Oaxaca. Son
topónimos en castellano y ñuu dzahui —el idioma del llamado “pueblo de la lluvia” — y
Tnoo), por el frío, las nubes y las lluvias que produce y reparte por el mundo (Figura 1).
La población de Achiutla fue asentada a fines del siglo XVI en las faldas occidentales del Cerro
Negro (Figura 2). Sus habitantes dicen que antes de la llegada de los españoles este sitio era una
laguna y el pueblo se encontraba al pie de Yucu Nchii, que según ellos quiere decir la Casa del Sol,
aunque también se conoce como Cerro de la Oscuridad. El relato cuenta que los españoles
vaciaron la laguna y el pueblo se trasladó al sitio donde se encuentra ahora, repartido en dos
barrios divididos por el río Bendito (Yute ii) que proviene de Cerro Negro; a su vez, cada barrio
448
Yucu Lloo, Yucu Nchii y Yucu Tachi
está dividido en dos secciones. El resultado es la formación de los cuadrantes urbanos de Achiutla
numerados en sentido contrario a las manecillas del reloj.
En Achiutla y en otras poblaciones cercanas la iglesia virreinal fue implantada en la cima de una
estructura piramidal prehispánica. Según don Delfino Ortiz Hernández, uno de los hombres más
ancianos del pueblo (Figura 3), estos edificios se construyeron sin cimientos porque el dueño del
lugar no dio permiso. Al norte de la iglesia y su exconvento se ubica la iglesia Vieja o capilla del
Calvario, alineada de norte a sur; más arriba está el cementerio, con sus tumbas también alineadas
de norte a sur; y finalmente se encuentra la Casa del Sol, el sitio donde, según relatan los
habitantes de Achiutla, estuvo oculto el Sol antes que amaneciera por primera vez. Hacia el
noroeste se levanta Yucu Lloo, que se traduce como la Casa de la Luna.
La Luna, el Sol y el Viento tienen sus casas, según se aprecia en la geografía de Achiutla y
de otras poblaciones mixtecas como San Bartolo Soyaltepec y Santiago Tejupan. Un pueblo
incluso se llama Tonaltepec, Yucu shii o Cerro del Sol.
449
Marcelo Ramírez Ruiz
Los topónimos Yucu Lloo, Yucu Nchii y Yucu Tachi contienen la voz yucu, que en el Vocabulario
en lengua misteca de Francisco de Alvarado aparece traducido como cerro, monte, montón y
sierra, además de “yerba que se extiende y echa hojas” (Alvarado, 1962: 62v, 152r, 189r). Los
significados de la voz yucu hacen referencia al paisaje de montañas y a la hierba que en ellas crece,
pero también evoca los lugares donde habitan la Luna, el Sol y el Viento. Las voces yucu (cerro) y
nduta (agua), forman la palabra yucunduta, que en el mismo Vocabulario aparece traducido como
ciudad y pueblo (Alvarado, 1962: 64r, 174v). Yucunduta es el equivalente mixteco de la voz
náhuatl altepetl que, como es bien sabido, Alonso de Molina lo traduce como ciudad, pueblo y rey
(Molina, 2001: 99v, 34v, 4r bis). A su vez, Sahagún lo traduce como “monte de agua o monte
lleno de agua” y agrega que así se acostumbraba “llamar a los pueblos donde vive la gente”
(Sahagún, 1992: 7000).
La voz yucu forma parte de los topónimos de pueblos y ciudades como Yucundaa: “Cerro
450
Yucu Lloo, Yucu Nchii y Yucu Tachi
pájaros” (Tototepec). Yucu, o cerro, es la imagen privilegiada de los topogramas mixtecos que
indican los lugares donde vive la gente y también dioses como la Luna, el Sol y el Viento.
A propósito de los nahuas, Sahagún escribió que “Esta gente atribuía el viento a un Dios
que llamaban Quetzalcóatl, bien casi como Dios de los vientos. [Y] Sopla el viento de cuatro
partes del mundo por mandamiento de este Dios, según ellos decían” (Sahagún, 1992: 435).
También en el Vocabulario de Alvarado aparecen anotados los vientos que proceden de las cuatro
partes del mundo. El de Levante es tachi huasi sa yocana ndicandii, porque sopla del lugar donde
sale el sol. También se le llama tachi ndevui nicana ñuhu y tachi huico ñumi o tachi huico yuhua
(viento del invierno). El del Norte se llama tachi yucu naa porque sopla del Cerro Oscuro; el del
poniente es tachi yuta, que se traduce como viento del río, porque proviene de yaa yuta, que quiere
decir “ceniza del río”. El viento del sur es tachi ndaya y sopla “del lugar de los muertos” (Alvarado,
Figura 4. Cosmograma de los Vientos según el Vocabulario en lengua misteca de fray Francisco de Alvarado
451
Marcelo Ramírez Ruiz
Los simbolismos del Oriente se refieren al cielo y al sol; los del Occidente al río, al agua y a la
feminidad; los del Norte al monte de la oscuridad y del origen; y los del Sur al inframundo. En su
conjunto, los cuatro vientos tienen calidades solares, acuáticas, oscuras y mortales.
Los nahuas tenían una concepción similar. Sahagún anota que al Oriente ubicaron el
Tlalocan y por eso al viento oriental le llamaban tlalocáyotl: “no es viento furioso, [agrega,] cuando
él sopla no impide (a) las canoas andar por el agua”; del Norte proviene mictlampa ehécatl, “que
quiere decir el viento de hacia el infierno; este viento es furioso y por eso le temen mucho; cuando
él sopla no pueden andar por el agua las canoas y todos los que andan por el agua se salen por
temor, cuando él sopla, con toda la prisa que pueden porque muchas veces peligran con él”. Al
Occidente le llamaron Cihuapipiltin y al viento que surge de allí cihuatlampa ehéctal o
cihuatecáyotl, “que quiere decir, viento que sopla de donde habitan las mujeres; este viento no es
furioso [continúa Sahagún], pero es frío, hace temblar de frío; con este viento bien se navega”. Y,
finalmente, al viento que sopla del sur lo llaman huitztlampa ehécatl, “que quiere decir, viento que
sopla de aquella parte donde fueron las diosas que llaman Huitznahua"; "este viento [continúa,] en
estas partes es furioso y peligroso para navegar. Tanta es su furia que algunas veces arranca los
árboles, y trastorna las paredes, y levanta grandes olas en el agua; las canoas que topa en el agua
échalas a fondo, o las levanta en alto; es tan furioso como cierzo o norte [concluye Sahagún]”.
(Sahagún, 1992: 435). De manera similar a nahuas y mixtecas, también los mayas distribuyeron el
horizonte terrestre en los cuatro rumbos donde se hallaban los cuatro bacabes que sostienen al
452
Yucu Lloo, Yucu Nchii y Yucu Tachi
¿Hasta dónde recrea esta explicación de don Delfino la figura del Señor 9 Viento que
aparece en los códices prehispánicos subiendo de la tierra al cielo o bajando del cielo a la tierra? En
los pueblos de la Mixteca todavía se relata que en los cerros de pueblo viejo (el asentamiento
Por otro lado, se escuchan relatos de que el Viento es un ser de atributos divinos y humanos, pero
también demoníacos. El Viento es el Demonio, según cuentan en Achiutla y otros pueblos, y
agregan que Tachí es el “espíritu que anda” (Ortiz Cruz, 1998: 79) y se reparte a los cuatro rumbos
desde la Casa del Viento, o bien confluye en ese sitio procedente de los cuatro rumbos cardinales.
También es una columna de viento que une al cielo, la tierra y el inframundo. En Apoala, dice
Ubaldo García, todavía se implora a Ñu’u Tachi (el Señor Viento) en las faenas agrícolas (López
García, 2009). En otras regiones de Oaxaca (Barabas, 2006) y de México (Medina, 2000) se halla
vigente la figura del Viento asociado a los cerros y la lluvia.
453
Marcelo Ramírez Ruiz
La relación entre el antiguo Señor 9 Viento Quetzalcóatl y el Viento que habita en Yucu
Tnoo la expongo sólo como una hipótesis. Varios ancianos de Achiutla me han orientado para
hallar la Casa del Viento en las cimas del Cerro Negro, a unos 3,120 metros de altitud. Lo
describen como un agujero que resopla con violencia; unas veces expulsa al viento y lo proyecta
hacia arriba como un torbellino y otras veces aspira el aire que se halla a la redonda, por lo que uno
no debe acercarse tanto ya que ese agujero nos tragaría. Los parajes donde se halla están cubiertos
de árboles, matorrales y piedras. En el ánimo de localizarlo y también de entender en qué consiste
ese eje del mundo que es la Casa del Viento, durante varios años he observado los puntos en que
sale y se oculta el Sol en los horizontes de Achiutla (Figura 6).
Observación realizada desde la Casa del Sol de San Miguel Achiutla: A) Sitio donde nace el Sol en el solsticio de
verano; A') Sitio donde se oculta el Sol en el Solsticio de verano; B) Sitio donde nace el Sol en el solsticio de invierno;
y B') Sitio donde se oculta el Sol en el solsticio de invierno.
Fuente: Elaboración propia.
Si observamos el amanecer desde la Casa del Sol, se nota que entre ambos extremos se extiende
Yucu Tnoo. El óvalo en la Figura 6 indica el área donde se encuentra la Casa del Viento. Lo
454
Yucu Lloo, Yucu Nchii y Yucu Tachi
interesante es que el arco que forman estos dos puntos extremos sobre las cumbres de Cerro Negro
es la línea limítrofe del territorio de Achiutla con las poblaciones vecinas de Nduayaco,
Yoodocono, Tidáa y Diuxi (Figura 7). La más importante de las mojoneras es Yosotaino, el punto
trino que deslinda tres territorios y parece que también es el marcador solar a donde llega el sol en
el solsticio de verano.
En la Mixteca también clasifican al Viento por sus colores: negro, amarillo, rojo y blanco. “El
Viento Negro es el más fuerte y malo, porque es el que acompaña a la noche”, es el viento que da
vueltas al mundo para destruir, es el de los nahuales y los brujos; en cambio, el Viento Amarillo es
el viento que recorre el mar y al atardecer llega a sus orillas. El Viento Rojo recorre el mundo junto
con el sol y es el viento del amanecer. Y el Viento Blanco es el que llega a las cuatro esquinas del
mundo y le “ayuda a los brujos a transformarse en su nahual”, también facilita que las plantas, los
animales y la gente crezcan (Cruz Ortiz, 1998: 63, 85-87).
455
Marcelo Ramírez Ruiz
En esta geografía simbólica el Cerro Negro de Achiutla figura como la montaña más alta
del mundo, el sitio donde se halla la Casa del Viento, agujero por donde emerge el viento desde el
inframundo y se eleva al cielo al mismo tiempo que se expande a los cuatro rumbos cardinales. La
Casa del Sol, por su parte, se halla en la cima del Cerro de la Oscuridad. Los habitantes de
Achiutla cuentan que las ruinas que se aprecian hoy en ese sitio fueron la entrada de un túnel que
atravesaba debajo de la iglesia de San Miguel y se prolongaba hasta Chalcatongo; dicen que ahí
habitó el Sol antes que amaneciera y que todo estaba oscuro.
Si bien no son lo mismo lo oscuro y lo negro, los simbolismos de este sitio se parecen a los
de Yucu Tnuu, que es el Cerro Negro de Tilantongo. El pueblo se llama, en mixteco, Ñuu Tnuu,
un topónimo que sus habitantes traducen como “Pueblo donde primero amaneció el Sol”. Un
relato similar cuentan los habitantes de otros pueblos donde también hay unos lugares llamados
cerros de la oscuridad, cerros negros y casas del Sol.
En lo que se refiere a la Casa de la Luna, es el sitio menos explorado. En la geografía de San
Miguel Achiutla está ubicado al noroeste, en el sitio donde se oculta el Sol en el solsticio de verano
si observamos el atardecer desde la Casa del Sol. Un dato relevante es que Yucu Lloo y Yucu Nchii
de Achiutla están alineados con Yucu Tnuu de Tilantongo, según el eje solsticial que se determina
por la salida del Sol en el solsticio de invierno y su ocultamiento en el solsticio de verano (Figura
7).
La toponimia, como hemos visto a propósito de la Mixteca Alta, es la primera capa del
paisaje y la clave para interpretar cómo han llegado hasta el día de hoy los vestigios de una
cosmovisión antigua. La toponimia ñuu dzahui, todavía en uso, configura una arquitectura del
paisaje que sólo podemos comprender a través de la tradición y los recorridos a pie del territorio
para observar las conexiones de la tierra con el cielo. La toponimia nos permite comprender que la
arquitectura del paisaje también está hecha de palabras, y que su pronunciación denomina más
que a un objeto: es una arquitectura de símbolos que une al cielo con la tierra y el inframundo; y
también lo humano y lo divino; organiza la realidad, le da coherencia y nos permite entender que
lo natural es una expresión de lo sobrenatural en las culturas arcaicas.
456
Yucu Lloo, Yucu Nchii y Yucu Tachi
Fuentes
Alvarado, F. [1593] (1962) Vocabulario en lengua misteca, reproducción facsimilar con un estudio
de Wigberto Jiménez Moreno y un apéndice con un Vocabulario del Arte en lengua mixteca
de fray Antonio de los Reyes, INI, INAH, México.
Barabas, A. M. (2006) Dones, dueños y santos. Ensayo sobre religiones en Oaxaca, INAH, Porrúa,
México.
Cruz Ortiz, A. (1998) Yakua kuia. El nudo del tiempo. Mitos y leyendas de la tradición oral
mixteca, CIESAS, México.
Landa, D. (1986) Relación de las cosas de Yucatán, introducción por Ángel Ma. Garibay, Porrúa,
México.
López García, U (2009) Sa'vi. Discursos ceremoniales de Yutsa To'on (Apoala), CONACULTA,
Gobierno del Estado de Oaxaca, Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, México.
Medina, A. (2000) En las Cuatro Esquinas, en el Centro. Etnografía de la cosmovisión
mesoamericana, UNAM: IIA, México.
Molina, A. (2001) Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y castellana, estudio
preliminar de Miguel León Portilla, Porrúa, México.
Ortiz Cruz, J de D. (S. A.) Breve diccionario de la lengua mixteca. Variante dialectal de la Mixteca
Alta: San Miguel El Grande, Tlaxiaco, San Miguel El Grande, Tlaxiaco.
Sahagún, B. (1992) Historia general de las cosas de la Nueva España escrita por Bernardino de
Sahagún y fundada en la documentación en lengua mexicana recogida por los mismos naturales,
anotaciones y apéndices de Ángel María Garibay, Porrúa, México.
457
ÍNDICE TOPONÍMICO
459
La memoria de los nombres
460
Índice toponimico
Chakan puut(ah) tun, 109 Cieneguilla del Monte, 128 Coto San Miguel, 182
Chanputun, 99, 100, 101, Ciguapo, 217 Cotzintiguato, 217
108, 111, 113, 117 Cihuateopan, 195, 198 Coyotepec, 287
Chapa de Mota, 285, 290, Cihuatlan, 198 Coyzola, 59
292, 293 Teocihuatlan, 198 Cozumel, 94
Chapala, 57, 130 Cinatio, 217, 220 Crianza de Caballos, 182
Chapata, 217 Cinco Señores, 182 Cruicíro, 78
Chapultepec, 94 Citlaltépetl, 94 Cruz Caballero, 184
Charcas, 155 Ciudad de México, 162, 284, Cruz Ceniza, 441
Charco Azul, 181 285, 311, 415 Cruz del Mezquital, 182
Charco de Sierra, 181 Ciudad Guzmán, 89 Cruz del Palmar, 173, 183
Charcos Ejidal, 183 Tzapotlan, 89 Cruztitla, 89
Charo, 52, 55, 56, 57, 58, 59, Zapotlán el Grande, 89 Cuanajo, 53
224 Ciutlahuac, 263 Cuarindameo, 217
Cherán, 67, 68, 69, 74, 75, Clavellinas Coyotes, 180 Cuatro Ciénegas, 132, 203
76, 80, 221 Coahuila, 97, 132 Cuatro Esquinas, 182
Cheranástico, 75 Coatzacoalco, 233, 235 Cuatro Hermanos, 182
Chianarkam, 340, 342, 348, Coauhtitlán, 285, 287 Cuatro Villas Marquesanas,
349, 350 Cobra, 179 422
Chiapa de Mota, 294 Cochi[s]tan, 13, 99, 100, Cuauhtitlán, 233, 287
Chiauhtzinco, 294 102, 104, 105, 112, 113, Cuautla, 95
Chiazingo, 292, 293, 294 114, 118, 119 Cucumbaro, 53
Chiapan, 293 Cochi’tan, 117 Cuentepeque, 387
Chiapas, 97, 235 Cochistan, 102 Cuernavaca, 88, 384, 387
Chiauhtzinco, 293 Cocupao, 89 Cuauhnáhuac, 88
Chiautempan, 95 Codornices, 182 Cueva Calcinada del Chivo,
Chichén Itzá, 111, 113 Coixtlahuaca, 405 246
Chichimequillas, 135 Colima, 47, 97, 130 Cueva de la Vieja, 429
Chicoloapan, 269, 270 Colonia Esperanza, 184 Cueva del Chivo, 246, 247
Chicomuselo, 97 Colonia Miguel Hidalgo, 184 Cueva del Huarache, 338,
Chicontepec, 314, 317, 322, Colonia San Luis Rey, 184 344
324 Colonia Tres Puentes, 366, Cueva Quemada del Chivo,
Chicoac, 314 371 246, 247
Chicontepeque, 314 Comachuén, 74, 75 Cuiluco, 273
Chilan, 322 Comaltepec, 408, 410, 416 Culiacán, 97
Chilapa, 338, 340 Comanja, 128 Curinguato, 217
Cholollan, 143 Comondú, 94 Curio, 217
Cholula, 233, 416 Coquimatlán, 97 Cuzamala, 51
Chupícuaro, 217, 223, 237, Corao, 217 Delegación Álvaro Obregón,
238 Coroneo, 217 89
Churubusco, 51 Corral Blanco, 182 San Ángel, 90
Cíbola, 131 Corral de Piedras de Abajo, San Jacinto Tenanitla, 90
Cicicio, 217 182 Tenanitla, 89
Cicoac, 316 Corral de Piedras de Arriba, Dima, 179
Ciénega de Juana Ruiz, 173, 182 Diuxi, 455
184 Corralejo de Abajo, 182 Doctor Mora, 155
Cieneguilla, 174 Corralejo de Arriba, 182 Dolor de Cabeza, 182
461
La memoria de los nombres
462
Índice toponimico
Gómez Farías, 97 240, 241, 242, 243, 244, Jalisco, 53, 97, 137, 158
Granja Leticia, 184 245, 246, 247, 248, 249 Jalpa, 130, 179, 298
Granja Lupita, 184 Huasteca, 191, 193, 205 Jaltepec, 237
Granja Número 23, 182 Huatzindeo, 217, 225, 227 Magdalena Jaltepec, 473
Granja R Número 21, 182 Guatzindeo, 217 Jáltipan, 97
Granja Santa Anita, 184 Huauclilla, 415 Jarántepacua, 74, 75, 80
Guadalupe, 129, 183 Huayacocotla, 317, 320, 322 Jerécuaro, 217
Guadalupe Bárcenas, 183 Hucario, 223 Jesús María Chiquito, 184
Guadalupe de Canal, 183 Huehuetoca, 285, 287, 289, Jesús María la Petaca, 184
Guadalupe de la Luz, 182 295, 298 Jesús Peña, 184
Guadalupe de Támbula, 183 Huejutla, 233, 235 Jilotepec, 135, 176, 224, 285,
Guadianilla, 179, 183 Hueyapan, 237, 271 290, 291, 292, 293, 357
Guanajuatito, 183 Hueychiapan, 212 Gilotepec, 291, 292
Guanajuato, 97, 135, 151, Hueypoxtla, 295 Xilotepec, 157, 162, 269,
158, 171, 172, 174, 177, Huichapan, 55, 212 281, 291, 292
209 Huilocuitlatla, 322 Xilotepeq[ue], 212
Guanao, 217 Huisaches, 217 Jitotol, 97
Guarameçeo, 217 Huitzilopochco, 51 Jofre, 151, 152, 153, 154,
Guarunco, 217 Huitzo, 422, 425, 429, 437 155, 158, 159, 160, 161,
Guaxolotitlán, 422 Huripitio, 225, 227 162, 164, 167
Guayameo, 53 Ichpaa-mayapan, 109, 114 Jomiltongo, 300
Guayangareo, 59, 89, 212 Iciquaro, 217 Jorge Carreño, 184
Guiramidiro, 217 Igualtepec, 403, 404 Juan de San Miguel, 176
Hacienda Blanca, 425 Ilamatlán, 317 Juan González, 174, 184
Hacienda Buenavista, 155 Imalontlan, 322 Juan Olvera, 184
Hacienda de San Nicolás, Inchamacuaro, 217 Juárez, 152
439, 445 Indaparapeo, 55, 58, 217, Jucapataro, 217
Hacienda de Santa Cruz, 439 221, 225, 227 Juchipila, 130
Hacienda de Tirado, 185 Andaparapeo, 227 Juktir, 340, 342, 343
Hacienda de Tlaltempa, 387 Iramuco, 217 Junta de los Ríos, 440
Hacienda de Tlatempa, 388 Yramuco, 217 Karish, 344
Hacienda Prieta, 182 Iturbide, 164 Kauxbilhim, 340, 342, 344,
Happy Ranch, 92, 97 Itztapalapa, 94 345, 350
Hidalgotitlán, 90 Ixcatepec, 317 Keller Esteban, 184
Hinah, 118 Ixhuatlán, 319, 320, 322 Kokma’ Suudai’, 345
Hopelchén, 94 Ixhuatlán de Madero, 90, Kokol kik, 338, 340, 342,
Hotlazpan, 303 317, 319, 320, 322 346, 347
Huajolotitlán, 415 Ixicayan, 276 Kuarándo, 78
Huajomulco, 237 Ixmiquilpan, 157 Kúchiro, 78
Huamantla, 95 Ixtatexotla, 233 La Angostura, 181
Huaniqueo, 225 Ixtatlexotla, 235 La Asunción Malacatepec,
Huansito, 53 Ixtlahuaca, 265, 365 366, 368
Huánsito, 53 Izhuatlan, 322 La Aurora, 181
Huapacalco, 14, 234 Iztacalco, 264 La Bandita, 172
Huapalcalco, 231, 232, 233, Iztapan, 263 La Boca Ranch, 92, 97
234, 235, 236, 238, 239, Istapan, 264 La Cabaña, 182
Jalieza, 430
463
La memoria de los nombres
464
Índice toponimico
Los Guías, 183 Yute nuu/ñuu yaa, 407 Mesa Chica, 373
Los Guiçales, 217 Yute Xi’iya, 407 Mesa de Cacahuatenco, 314,
Los Hoyos, 184 Yuteñuya, 407 315, 320, 328
Los Jerez, 184 Yuteñuyaa, 407 Mesa de Zicoac, 314
Los Jorges, 184 Majada Honda, 181 Mesa Grande, 369, 371, 373
Los Juárez, 184 Malacatepec, 366, 367, 368 Metepec, 245
Los López, 173, 184 La Asunción, 366, 368 Metlalteocan, 310, 326, 328
Los Madrazo, 184 Malinal, 416 Metlaltoyuca, 316, 326, 327
Los Magueyes, 180 Malinaltepec, 416 Metlateocan, 327
Los Martínez, 184 Mambrash, 342, 344 Metztitino, 302, 305
Los Mogotes, 429 Manantiales, 181 Metztitlan, 302
Los Olivos, 180 Mangungao, 217 México Tenoctitlan, 372
Los Órganos, 180 Manzanares, 155 Meztitinoc, 302, 303, 305
Los Ortega, 184 Maratuhaco, 59 Mi’binat, 342, 343
Los Pescadores, 217 Maravatío, 53, 221, 222, 223, Miahuapan, 195, 199, 204
Los Reyes, 182 225 Micaela Ortega, 183
Los Reyes Tepeitec, 297 El Encinal, 223 Miguel Ramírez, 183
Los Ricos de Abajo, 182 Maravatío de Ocampo, Miiñ’cha’m, 342, 348
Los Rodríguez, 184 223 Miltepec, 403
Los Sauces, 217 Maroatio, 223 Minatitlán, 90
Los Tapia, 184 Maruatio, 72, 227 Mirandilla, 183
Los Toriles, 182 Mauatio, 225 Mizco, 240
Los Torres, 184 San Juan Bautista Mo’ tam, 339
Los Tórtolos, 179 Maravatío, 217, 218 Mogotes de Humo, 429
Los Tovares, 184 Santiago Maravatío, 223 Molango, 322, 324
Los Ugalde, 183 Maravillas, 183 Molinos, 413
Los Urbina, 183, 184 Margarita, 180 Monte Albán, 421, 425, 426,
Luz de Jacales, 182 María Luisa, 184 427, 428, 429, 430, 432
Magdalena, 410, 412 Maritaro, 59 Montecillo de Guzmán, 181
Magdalena Comales, 410 Marlusa, 184 Montecillo de la Milpa, 174,
Magdalena Peñasco, 406, Marroquín, 176 181
407, 410, 412, 414 Marroquín Chiquito, 184 Montecillo de Nieto, 181
La Magdalena Marroquín de Abajo, 183 Montes de Loreto, 183
Tlacocapam, 407 Matzua, 217 Montserrat, 152
Magdalena Tlatocapam, Mayapan, 103, 108, 111, 114 Moquenzan, 59
407 Mazaltepéc, 421, 435, 436, Moral de Puerto de Nieto,
Magdalena Yutenuya 437, 438, 439, 440, 441, 180
Peñasco, 407 442, 443, 444, 445 Moral de Puerto de Sosa, 180
Ñuiya, 407 Santo Tomás Mazaltepéc, Morelia, 51
Santa María Magdalena 437, 439, 440 Morelos, 262, 265, 267, 269,
Tlatocapa, 407 Mechoacanejo, 53 271, 273, 381, 384
Santa María Magdalena Mequetla, 204 Moyotlan, 322
Yutaninuuyya, 407 Mequetlan, 195 Mua’lhim, 342, 344, 345,
Santa María Magdalena Micquetlan, 199 350
Yutayninoyia, 407 Miquetla, 199 Mualhim, 340
Tlatocapa, 407 Mérida, 89, 101 Mui’ncham, 340
Yutanuuyya, 407 Mesa Alta, 181 Muleros, 89
465
La memoria de los nombres
Nácori, 94 Ocuilan, 381, 382, 383, 384, Peña de los Corrales, 429
Nahuátzen, 75 386, 388, 391, 393, 394 Peñoles, 437, 438
Nanacaltepec, 403, 415, 416 Ocuilan de Arteaga, 390, Peñón de los Baños, 181
Nappatecutli, 270 391 Pepe Mercadillo, 184
Natalia Tovar Tovar, 183 Ojo de Agua, 181 Peribán, 97
Ndisi Nuu, 404 Ojos Zarcos, 128 Perote, 97
Nduayaco, 455 Olac, 266, 267 Petemoxo, 217
Necotan, 59 Ontolhim, 345 Pichátaro, 75
Nepantla, 266 Onxequaro, 217 Pico de oro, 93, 97
Nicolás Rosas Aguado, 183 Oreadero, 183 Pinacate, 141
Nieverío, 78 Orireo, 217 Pinaguac, 269, 270
Nigromante, 183 Uerireo, 217 Pinal de Amoles, 97
Ninguno, 183 Urireo, 217 Pinalillo, 180
Nochistlán, 128, 130, 357, Ortega, 176 Pinauatl, 270
437 Otlazpan, 302, 303, 304 Pinauizaatl, 270
Nochixtlán, 403, 415 Otzumatlan, 217 Pinauizatl, 270
Nuchistlán, 357, 360 Oçumatlan, 217 Pío, 217, 225, 227
Nombre de Dios, 183 Ozumba, 268 Pisaflores, 322, 325
Nonthé, 293 Pailbox, 114 Piucheo, 217, 222, 223
Noria del Refugio, 183 Palma Gorda, 180 Pexiçeo, 217
Nuestra Señora de la Soledad, Palmita de Landeta, 183 Piritzeo, 217
185 Palo Blanco, 180 Poblado de Don Diego, 183
Nueva Ciudad de Palo Colorado, 180 Polotitlán, 157
Michoacán, 59 Palo Dulce, 185 Porfía, 108, 114
Nueva Grecia, 92, 97 Pantoja, 176, 183 Porfía-Pailbox, 111, 114,
Nueva Villa de San Luis de Pánuco, 154, 193 118, 119
Xilotepeque, 177 Paol Costas, 183 Portezuelo, 135
Nuevo Cimatario, 183 Papantla, 195, 198, 204 Portezuelo de Nieto, 155,
Nuevo Hawai, 92, 97 Paquiguato, 217 159, 164
Nuevo Lázaro Cárdenas, 90 Paquisihuato, 217 Potrero de la Palma, 182
Nuevo Pantoja, 183 Paquistaro, 217 Pozo de Balderas, 184
Nuevo Ranchito, 183 Parada del Mezquite, 183 Pozos de Liceas, 184
Número 36, 183 Paraquaro, 217 Presa Allende, 178, 182
Nuxaá, 437, 438, 442 Paso de las Ovejas, 217 Presa de la Estancia, 182
Nuxiño, 442 Pateje, 217, 221 Presa de Dolores, 295
Ñunuu, 411 Pathe, 359 Presa de Manantiales, 182
Ñutisi, 412 Pátzcuaro, 49, 51, 210 Presa Santa Catalina, 167
Ñuu Tnuu, 456 Pazcuaro, 49 Presita de Santa Rosa, 174,
Ñuunoo, 411 Pechichitane, 135 182
Oaxaca, 174, 183, 403, 419, Pedregal de Jericó, 181 Providencia de Alcocer, 182
421, 431 Pedregal de la Herradura, Providencia de los Urbina,
Oaxtepec, 262 391 182
Ocelotepec, 195, 198, 204 Pejo, 217 Providencia de Sosnabar, 182
Ocote, 136, 137, 138 Pénjamo, 128, 167 Puebla, 97, 158, 262, 266,
Ocotlán, 426 Peña Blanca, 172, 174, 181, 271, 273, 275, 400
Ocuila, 385, 387 247 Pueblo Viejo, 412, 413, 453
Santiago Ocuila, 385 Peña de la Cruz, 181
466
Índice toponimico
Puente del Carmen, 182 Rancho de Nieto, 184 Salto del Chiquihuitillo, 181
Puerta del Aire, 181 Rancho de San Joseph de la Salvatierra, 53, 223
Puerto de Chamacuero, 155, Cruz, 387 San Agustín del Bordito, 185
159, 165 Rancho de Tenango, 237 San Agustín Dos, 185
Puerto de Jofre, 155, 159, Rancho del Sol Dorado, 182 San Agustín Tlacotepec, 406,
164 Rancho Dos Palmas, 182 409, 410, 412, 414
Puerto de Nieto, 151, 152, Rancho el Indio, 182 Ñutisi, 409
160, 164, 181 Rancho el Refugio, 182 Ñutnañu, 409
Puerto de Pinto, 153, 155, Rancho Little Joe, 92, 97 San Agustín Tisij, 409
158 Rancho los Labradores, 182 San Agustin Tisin, 409
Puerto de Sosa, 151, 152, Rancho Moesim del Limón, San Agustín Tixihii, 409
155, 159, 164, 165, 181 184 Tijiin, 409
Puerto de Talayotes, 181 Rancho Nuevo, 182 Tlacotepeque, 409
Puerto del Aire, 181 Rancho Nuevo de Banda, San Alejo, 246
Pungarabato, 51 178, 182 San Andrés Zautla, 436, 437,
Purandiro, 359 Rancho Nuevo de Galvanes, 439
Purísima, 182 182 San Antonio, 176, 185, 217,
Purísima de Ríos, 182 Rancho Nuevo de Guerrero, 365
Puruagua, 217, 221 182 San Antonio de Cruces, 185
Puruanciquaro, 217 Rancho Nuevo de la Rosa, San Antonio de la Joya, 185
Santiago Puriantzicuaro, 182 San Antonio de la Laguna,
217 Rancho Nuevo Tlaxcalilla, 368
Purucuado, 217 182 San Antonio de las Cruces,
Quanaseo, 217 Rancho Nuevo Villa de 185
Quaxochtli, 319 Guadalupe, 182 San Antonio de las Cuevitas,
Queréndaro, 225 Rancho Segunda de 185
Querendaro, 227 Corralejo, 182 San Antonio del Plan, 185
Quérendaro, 217 Rancho sin Fortuna, 93, 97 San Antonio del Varal, 185
Querétaro, 130, 152, 155, Rancho Tejeda, 184 San Antonio Hidalgo, 370
210 Rancho Toñanes, 179 San Antonio Sinicahua, 410
Cretaro, 162 Rancho Viejo, 183 San Antonio Texas, 92, 97
Quexteca, 193 Reyes Etla, 429 San Bartolo, 152, 366, 373,
Quiabaré, 436, 444, 445 Rincón de Canal, 181 379
Quiacaletra, 444 Rincón de San Antonio, 181 San Bartolo Soyaltepec, 449
Quiachia, 436, 437 Rinconada del Tecolote, 246, San Bartolomé, 217
Quiahuiztlan, 235 247 San Benito, 185
Quialussi, 441, 444 Río Grande, 217 San Bernardino, 185
Quiglenz, 441, 444 Roma, 377 San Bernardino Citlaltépetl,
Quinceo, 74, 75 Sabinas, 97 89
Quineo, 217 Sagrado Corazón, 184 San Bernardino de Milpillas
Quinta la Abuela, 182 Sagrado Corazón de Jesús, Chico, 340
Quirio, 217 184 San Cristóbal, 185
Quiroga, 89 Salitre, 53 San Damián, 185
Quiyauhteopan, 274 Salitrera, 152 San Felipe, 97, 128, 135, 154,
Rancho Aldana, 243 Salitrillo, 183 157, 158, 164, 167, 177
Rancho Cardenal, 184 Salsipuedes, 93, 97 San Felipe del Progreso, 365
Rancho Cascabel, 179 Salto del Agua, 387 San Felipe los Alzati, 54
467
La memoria de los nombres
San Felipe Tepatlán, 97 San José de Palmas, 185 Ñuu Chicava, 408
San Felipe Torres Mochas, San José de Tula, 297, 298, Ñuunuu, 408
177 301 San Matheo Cumaltepec,
San Fernando, 97, 185 San José del Llano, 185 408
San Francisco, 183, 185 San José del Membrillo, 185 San Matheo Ñuunoo, 408
San Francisco Chamacuero, San José Iturbide, 160 San Matheo Yunoo, 408
159 San José Jofre, 153 Yucutoto, 408
San Francisco de Mezquital, San José Malacatepec, 368 Yucuyú, 408
345, 347 San José Mogote, 425, 427, San Miguel, 97, 135, 152,
San Francisco de Ocotán, 428, 429 157, 158, 165, 176, 217,
340 San Juan, 185, 304, 311 240, 366
San Francisco del Fraile, 185 San Juan Atezcapan, 366 San Miguel Achiutla, 447,
San Francisco Inchamacuaro, San Juan Atzingo, 381, 384, 448, 449, 450, 454, 455,
218 393 456
San Francisco Javier de los San Juan de Amanalco, 366 San Miguel Curinguato, 218
Tovares, 185 San Juan de los Llanos, 158 San Miguel de Allende, 14,
San Francisco Oxtotilpan, San Juan de Río, 157 97, 152, 171, 172, 174,
381 San Juan del Carmen, 185 175, 176
San Gabriel Etla, 429 San Juan del Rey, 437 San Miguel, 164, 172, 173,
San Gabriel Ixtla, 366 San Juan del Río, 177 174, 176, 177, 178
San Gabriel Tepetitan, 300 San Juan Juvenal, 185 San Miguel de
San Gaspar, 366 San Julián de Landeta, 185 Chichimecas, 177
San Gerardo, 185 San Lorenzo, 185 San Miguel el Grande,
San Ignacio, 185 San Lucas, 184, 185, 217 153, 158
San Isidro, 174, 314 San Luis, 177 San Miguel Frontera de
San Isidro Bandita, 178 San Luis de la Paz, 153, 154, Chichimecas, 177
San Isidro Capadero, 175, 158, 168, 177 Villa de San Miguel, 164,
183 San Luis Potosí, 132, 135 177, 178
San Isidro de Bandita, 174, San Marco, 217 San Miguel Tzurumbaro, 217
185 San Marcos, 128, 129, 130, San Miguel Uruciaquaro,
San Isidro de Ensaye, 185 146, 178 217, 218
San Isidro de la Cañada de la San Marcos de Begoña, 185 San Miguel Viejo, 185
Virgen, 185 San Marquitos, 185 San Miguel Xooltepec, 366
San Isidro del Gatillal, 185 San Martín, 135, 185, 288 San Miguelito, 185
San Javier, 185 San Martín de la Petaca, 185 San Miguelito Dos, 185
San Jerónimo de la Playa, 185 San Martín del Paredón, 185 San Pablo, 217
San Joaquín, 185 San Martín Obispo, 366 San Pablo Huitzo, 415
San José, 152, 176, 179, 185, San Martín Tilcajete, 427 San Pedro, 185, 217, 309,
243, 425 San Mateo, 406, 410, 411 414
San José Caltengo, 240, 243 San Mateo Coseo, 217 San Pedro Alpuyeca, 297
San José de Allende, 185 San Mateo Peñasco, 406, San Pedro de las Flores, 185
San José de Corralejo, 185 408, 409, 410, 411, 414 San Pedro Guingeo, 217, 218
San José de Gracia, 185 Comaltepec, 408 San Pedro Molinos, 412, 413,
San José de la Cruz, 185 Comaltepeque, 408 414
San José de la Palma, 185 Ñuhunú, 408 San Pedro Tiquixe, 410
San José de Laguna, 185 Ñunuu, 408 San Pedro Tlalchipehual
San José de los Allende, 175 Chalmita, 387
468
Índice toponimico
San Pedro Tziltzacuapan, Santa María la Victoria, 101 Suchilquitongo, 429, 433,
322, 325 Santa María Magdalena 439, 442
San Pedro Uripitio, 218 Taxicaringa, 340 Susak chiub, 338, 342, 344
San Pedro Xalpa, 298 Santa María Natividad, 240 Susban tam, 339, 340
San Pedro y San Pablo, 185 Santa María Nativitas Ilucan, Tabasco, 97, 101
San Pedro Zayotla, 300 297 Tabuco, 196, 200, 202, 203
San Rafael, 185 Santa María Nenetzintla, 89 Tacámbaro, 157
San Rafael Chico, 185 Santa María Talistaca, 300 Tachilaxe, 440
San Roque, 185 Santa María Zacamulpan, Tacubaya, 372, 377
San Sebastián, 158, 243, 366 300 Tacuro, 75
San Sebastián de Aparicio, Santa Rita, 185 Taimeo, 213, 217, 221
184, 185 Santa Teresita, 185 Taymeo, 216
San Sebastián del Salitre, 155, Santa Teresita de Don Diego, Tamazula, 57
158, 159 185 Tambuc, 203
San Sebastián Zopitlán, 243 Santa Teresita Dos Norias, Tanatepec, 415, 416
San Simón de la Laguna, 363, 185 Tanque Blanco, 183
364, 366 Santa Verónica, 185 Tapia, 176
San Valente, 185 Santas Marías, 185 Tarandaquao, 217
San Vicente, 185 Santiago, 137 Tariacachereo, 217
Santa Amalia, 185 Santiago Atzingo, 16 Tarequane, 217
Santa Ana (Barrio), 387, 391 Santiago Conguripo, 53 Taríacaherio, 70, 71
Santa Ana Ahuehuepan, 297 Santiago Cuautlapan, 289 Taríaran, 70, 71
Santa Ana Hueytlalpan, 243, Santiago, Pedregal de, 243 Taríaran Acuecizan
246, 247 Santiago Tejupan, 449 Arocotin, 51
Santa Anita de la Luz, 185 Santiago Teneraca, 340 Taríaran Acuéziçan
Santa Bárbara, 185 Santiago Tilantongo, 410 Harócutin, 70, 71
Santa Catalina, 217 Santiago Tulantepec, 237 Tarimbaro, 217
Santa Cecilia, 185 Santiago Undameo, 55 Taringuaneo, 217
Santa Clara, 185 Santiago Zuutlapana, 298 Taximuango, 217
Santa Clara Piucheo, 217, Santo Niño, 185 Taymeo, 213, 216, 217
218, 219, 222 Santo Tomás, 74, 437 Teacalco, 277, 278
Santa Cruz (Barrio), 408, Santuario de Atotonilco, 179 Tecate, 97
411 Sayacauistla, 388 Tecexio, 217
Santa Cruz, 185 Sevina, 52, 67, 69, 74, 75, 76, Teciuhtlan, 274, 275
Santa Cruz Acalpixca, 311 80, 83 Tecocoxpa, 269
Santa Cruz de San Mateo Sierra de Chihuahua, 132 Tecozautla, 360
Peñasco, 411 Siete Hermanos, 183 Tecoçauhtla, 360
Santa Elena de la Cruz, 185 Silao de la Victoria, 97 Tecotzauhtla, 360
Santa Fe, 185 Sirmimi, 342, 346 Tecozotla, 360
Santa María, 55, 152, 217, Situjurica, 162 Tetlautla, 360
304 Siyan ca’an, 110, 112, 113, Tezaucla, 360
Santa María de la Natividad 118 Tezautla, 360
Yosoyúa, 410 Soconusco, 233 Tecpamolanco, 322, 324
Santa María de Ocotán, 339, Solana, 162 Tejalapam, 436, 438, 439,
340, 342, 343, 346 Soria, 176, 184 442, 445
Santa María Estancia, 303 Sto. Tomás Juchitlán, 387 Tejeda, 176
469
La memoria de los nombres
470
Índice toponimico
Tulancingo, 231, 233, 234, Valle de Bravo, 365, 366, Wirikuta, 132, 338
235, 236, 237, 238, 239, 371, 378 Xacuynguato, 217
240, 241, 242, 243, 244, Valle de Etla, 16, 17, 421, Xalapa, 91
245, 246, 248, 249, 285, 422, 423, 424, 425, 426, Xalapan, 273
296, 297, 299 427, 429, 430, 431, 433, Xalpa, 159
Tolanzingo, 296 437 Xanapetaquaro, 217
Tulantzinco, 233 Valle de Jilotepec, 290 Xcaret, 94
Tulanzinco, 299 Valle de los Ojos de Agua, Xenapetaquaro, 217
Tullantzinco, 235 127, 129, 130, 146 Xichú, 154, 158, 164
Tulancingo de Bravo, 232 Valle de México, 48, 58, 283 Chichú, 167
Tulantongo, 415, 416 Valle de Ocotlán, 430 Cichú, 158
Tultitlán, 287 Valle de Santiago, 97 Sichu, 159, 162
Tulum, 118 Valle de Tlacolula, 426, 427 Xicoaque, 314, 315
Tumilco, 202, 203 Valle de Toluca, 54, 55, 60, Xido, 175, 179
Tupátaro, 53 382 Xiloxuchitla, 240
Turícuaro, 74, 75 Valle de Zaachila, 430 Xochiauachtla, 275
Tuspa, 57 Venancio Espinoza, 184 Xochicalco, 233, 297
Tututepec, 406, 416 Venta de Villaseca, 158, 159 Xochimilco, 94, 310, 311,
Tuxpan, 197, 202, 203, 244, Venta del Negro, 155, 158, 322
312, 314 160 Xuchimilco, 311
Tuxtepec, 233, 235 Venustiano Carranza, 97 Xocotitlan, 265
Tuzantla, 366 Veracruz, 97, 183, 233, 265, Xote, 175, 179
Tuzapan, 327 273, 278, 317, 328 Xuchimilco, 15, 322
Tzicohuac, 309, 310, 311, Viborillas, 179 Xuchitlan, 387
312, 313, 314, 315, 316, Vichitepeque, 59 Yanhuitlán, 405
317, 320, 321, 322, 325, Victoria, 154 Yatui cha’m, 339
327, 328 Viejo Cimatario, 179 Yegüih, 427, 428
Tzintzimeo, 217 Villa de Allende, 368 Yezotitlan, 297
Zinzimeo, 217 Villa de San Felipe, 154, 159 Yoodocono, 455
Tzintzuntzan, 56, 94 Villa de San Miguel, 154, Yosotaino, 455
Tziritzicuaro, 217, 225, 226 159, 162, 164, 177, 178 Yracho, 217
Ciricicuaro, 226 Villa de San Miguel el Yrapeo, 59, 217
Çiriçicuaro, 217 Grande, 153 Yrapueo, 217
Tzíritzequaro, 227 Villa de Santiago, 184 Ystaque, 357
Ziritzicuaro, 217 Villa del Carbón, 293 Yucatán, 99, 103, 105, 110
Tzoquitetlán, 310, 311, 322, Villa González Ortega, 97 Yucu Lloo, 447, 449, 450,
U chun luum, 109, 110 Villa Victoria, 366 456
Uarhátani, 78 Villas de San Juan, 184 Yucu Nchii, 447, 448, 450,
Ucareo, 214, 217, 221, 223, Vinazco, 316, 319 456
225 Virginia Barajas Monjarás, Yucu shii, 449
Ugalde, 176 184 Yucu Tachi, 447, 450, 453
Ulumal, 108, 111, 114 Vista Hermosa, 183 Yucu Tnoo, 448
Umbapeo, 217 Vista Hermosa de Santa Yucu Tnuu, 456
Uquareo, 227 Elena, 184 Yucucuihi, 450
Uripitio, 225 Vivienda de Abajo, 174, 183 Yucudzaa, 450
Uritla, 59 Vocaneo, 227 Yucundaa, 450
Valladolid, 89 Vriaguao, 217 Yunoo, 410, 411
471
La memoria de los nombres
472
Índice toponimico
473