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Resumen de Parker – El siglo XX Europa, 1918-1945.

Los ciudadanos y los políticos de los principales países que lucharon en la PGM,
excepto Italia y Japón, creían firmemente que estaban comprometidos en una lucha
defensiva. La estrategia del imperio AH en 1914 consistía en defenderse de los Serbios
para salvar a su monarquía en un momento de crisis dinástica. Alemania se había
empezado a expandir y Rusia empezó a cerrarse para evitar el avance de estos en su
territorio. Según Parker, muchas de las potencias albergaron ambiciosos designios, una
vez que la guerra comenzó. Los Estados Unidos entraron también para defender algo: el
derecho internacional y la moralidad pública. Entre las grandes potencias, sólo Italia y
Japón hicieron la guerra alentadas por ambiciones territoriales, y ambas se lanzaron a la
misma sin ser en absoluto responsables de su estallido. Los pueblos y los estadistas
estaban convencidos que el culpable de la guerra era otro. Desde los Aliados, al finalizar
la guerra estaban convencidos de que Alemania era culpable de todo. El poderío
industrial alemán y su valor militar permitieron la prolongación de la guerra; para
Francia, Inglaterra y América, Alemania había sido el principal y más formidable
enemigo y se concluyó que la contribución de AH al estallido de la guerra había sido
tan escasa como su participación a lo largo de la misma, según la apreciación de todas
las potencias vencedoras excepto de Italia.

En el tratado de Versalles, los autores de la cláusula sobre los “culpables de la


guerra” consideraron que no hacían sino plasmar una verdad incontestable cuando
insistían en que Alemania era la responsable de las consecuencias de la guerra alemana
y, por lo tanto, estaba obligada a ofrecer una reparación económica a estos países. El
resentimiento alemán ante esta cláusula sorprendió en París a los delegados de las
naciones vencedoras y la protesta oficial de los representantes alemanes contra este
preámbulo a las cláusulas de reparación fue rechazada alegremente.

“Los gobiernos aliados y asociados afirman, y Alemania acepta, la


responsabilidad de Alemania y sus aliados por haber causado todos los daños y
pérdidas a los cuales los gobiernos aliados y asociados y sus súbditos se han visto
sometidos como consecuencia de la guerra impuesta a ellos por la agresión de
Alemania y sus aliados”

Un control democrático de la política exterior se haría factible por medio de una


diplomacia abierta. En casos de surgir auténticos roces, las restantes Naciones, harían
que se impartiera la justicia. Si un Estado cayera en manos de diplomáticos del viejo
estilo o militares irresponsables y llegara mostrarse agresivo, los otros Estados del
mundo ejercerían presiones bajo la dirección de la Sociedad de Naciones.

En abril de 1918 se prometió justicia para Alemania. Para los alemanes,


cualquier clase de mengua de un tratamiento igualitario sería injusticia, una traición a
aquellas solemnes garantías. Para los que hicieron la paz, la justicia para Alemania no
significado un tratamiento igual para esta, ya que un criminal debe ser tratado de
manera diferente a sus víctimas.

La paz de París se componía de cuatro tratados, con Alemania, AH, Bulgaria y


Turquía. El tratado con Alemania, el tratado de Versalles, fue con mucho el más
importante. La monarquía de los Habsburgo de la preguerra había desaparecido hacia
1918, la suerte de Bulgaria solo podía tener repercusiones locales, el Imperio Otomano
estaba ya desmembrado, pero a principios de 1919 Alemania permanecía intacta y
constituía la más poderosa nación de Europa, tanto en lo económico como en lo militar,.
El principal problema que se planteaba en 1919 era qué hacer con Alemania, y siguió
siendo el problema principal en la política internacional hasta 1945.

La mayor parte de los franceses deseaban debilitar a Alemania, lo que equivalía


a desarmarla, privarla de su integridad territorial e incluso de su unidad, ocuparla
militarmente, quitarle su dinero y rodearla de poderosos enemigos. En 1919 el gobierno
francés deseaba ardientemente una paz que aplastara a Alemania. Las propias
divergencias francesas entre el presidente Poincaré y el mariscal Foch, de una parte, y el
primer ministro, Clemenceau, de otro, giraban solo en torno a un punto: determinar si
merecía la pena arriesgarse a perder el apoyo de los ingleses y americanos por intentar
aplastar a Alemania. Para los dos primeros, Alemania debía ser debilitada y mantenida
en este estado prescindiendo de la opinión anglosajona sobre la cuestión.

Una segunda solución era defendida por Lloyd George, el primer ministro
británico, que era por encima de todo un político, un hombre dispuesto al compromiso,
de principios flexibles, y dotado de una considerable mano izquierda.
Consecuentemente, su acción política no estuvo dominada por principios abstractos de
moralidad. Esto tuvo una importante consecuencia: le convirtió a efectos prácticos en un
hombre menos hostil a Alemania que el presidente Wilson.
El tratado con Alemania, el tratado de Versalles, fue la obra personal de
Clemenceau, Lloyd George y Wilson. Sus decisiones finales fueron tomadas en
discusiones mantenidas entre ellos, sobre todo en el Consejo de los Cuatro siendo el
cuarto miembro el italiano Orlando, quien solo participó mínimamente en la redacción
del tratado con Alemania. La obra del Consejo de los Cuatro estuvo basada en estudios
preliminares realizados por comisiones nombradas por los cuatro gobiernos una vez
oídas las representaciones de las naciones directamente afectadas.

Las principales cuestiones que el tratado de Versalles intentaba resolver eran las
reparaciones, las fronteras de Alemania, el desarme alemán y la suerte de las colonias
alemanas. Por medio del tratado se obligaba a Alemania a aceptar que debía pagar
mucho más de lo que con toda probabilidad podía, quedando para más tarde el cálculo
de la cifra exacta. Únicamente se garantizaba a Alemania un futuro mínimamente
soportable posponiendo la declaración definitiva sobre la cantidad que ésta debía pagar
hasta que la opinión pública se enfriase.

A pesar de todo, la opinión alemana siguió profundamente afectada por el hecho


de que más de un millón de alemanes quedasen aún bajo control polaco. Para la gran
masa alemana esto parecía antinatural, por muy razonable que antes hubieran
encontrado dominar a los polacos. El desarme y la prohibición del rearme alemanes
suscitaron escasas diferencias de opinión entre los participantes en la conferencia de
paz. La única controversia surgida en París se dio entre los que insistían en la creación
de un ejército alemán compuesto por reclutas que permanecerían incorporados a éste
durante un corto período de tiempo y los que se inclinaban por un ejército de
voluntarios a largo plazo. A los alemanes no solo les impusieron multas sino también un
límite a sus fuerzas como la aérea.

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