Cada día nos golpea el desafío de la complejidad y ya no nos brinda respuestas satisfactorias la
división, o la excesiva parcelación de conocimientos. Hay un desafío de la enseñanza que se
traduce en los efectos nocivos derivados de la compartimentación de los saberes y la
incapacidad de articularlos para la vida.
Sin duda, ésta corriente innovadora y revolucionaria del pensamiento jurídico introduce un
nuevo concepto de Constitución no desde el modelo tradicional formal y normativo, sino de
uno más completo, desde una visión de denso contenido sustancial fundado en valores y
principios. El derecho, por tanto que tradicionalmente se concebía como un conjunto de
normas externas,heterónomas y coactivas, ha ido convirtiéndose en un conjunto normativo
flexible, adaptable y móvil en el cual se produce una primacía de la argumentación e
interpretación jurídicas, una prioridad axiológica y deontológica que cobra fuerza con el
análisis de las estructuras sociales. La ley ha dejado de ser la única, suprema y racional fuente
del derecho y comienza el síntoma de crisis irreversible del paradigma positivista.
Por ello se hace necesario que la nueva enseñanza del derecho incluya estudios sobre
argumentación jurídica, pensamiento crítico y complejo, hermenéutica analógica/dialógica,
metodología de la investigación Jurídica, filosofía jurídica y política. El camino es rudo, ya que
aún existe la predisposición de docentes y alumnos de considerar inútiles los estudios de
asignaturas como Historia del Derecho, Sociología Jurídica, Teoría del Derecho, Metodología
Jurídica, por considerar que las mismas son innecesarias para la aplicación e interpretación del
derecho, olvidando que éstas disciplinas son auténticas ciencias que enriquecen la
investigación jurídica, y evitan un criterio formalista y tecnicista que empobrece la
interpretación del derecho.
Erróneamente universidades y docentes hemos reducido la enseñanza del Derecho a una mera
cuestión técnico-jurídica, con fuerte tendencia a la especialización y olvidando la importancia
del análisis interdisciplinar.
Enseñanza del derecho: ¿debe reducirse solo a finalidades técnico-jurídicas?
La enseñanza del derecho puede reducirse a un sistema de estudios jurídicos como su único fin
o función, la preparación de hombres capaces de “trabajar en leyes” y, más particularmente,
de trabajar en una profesión jurídica; o pueden agregar a este primer objetivo el adicional, de
preparar hombres para comprender, tan completamente como sea posible, la naturaleza real
del derecho, considerado como un fenómeno en sí mismo. El primer tipo de enseñanza serviría
así puramente a objetivos prácticos, de hecho profesionalizantes. El segundo combinaría los
propósitos prácticos y profesionales con otros estrictamente teóricos o científicos.
Es decir, el estudio del derecho puede reducirse a un mero interés objetivo y pragmático, o
aspirar además a comprender los fenómenos de primordial importancia en o para la
humanización de la vida social.
Para tener un conocimiento científico del derecho, para saber derecho en el completo sentido
filosófico de la palabra, se necesita tener un perfecto conocimiento de él, es decir, una
captación intelectual de cada variedad de elemento y fenómeno, problema y relación que esté
conectado o se refiera al derecho y deba ser tomado en cuenta por la teoría científica del
derecho.
Es hace necesario incluir a la filosofía, política e investigación jurídica, y así evitar formar a los
próximos abogados con solo un criterio formalista y tecnicista que empobrece la
interpretación del derecho. Lo anterior sin apartarse del enfoque que el Modelo Universitario
Minerva Propone para la BUAP, es decir, propiciar en el universitario un pensamiento libre,
autónomo, crítico y una formación en valores que permita su desarrollo personal y profesional
integral y ético.