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La escisión del yo en el proceso defensivo

La escisión del yo en el proceso defensivo 1938/40

El yo del niño se encuentra, pues al servicio de una poderosa exigencia pulsional, que está
habituado a satisfacer y es de pronto aterrorizado por una vivencia que le enseña que
proseguir con esa satisfacción le traería por resultado un peligro real-objetivo difícil de
soportar y entonces debe decidirse: reconocer el peligro real inclinarse ante él y renunciar a
la satisfacción pulsional o desmentir la realidad objetiva, instilarse la creencia de que no
hay razón alguna para tener miedo a fin de perseverar asi en la satisfacción, es por tanto un
conflicto entre la exigencia de la pulsión y el veto de la realidad objetiva.
Responde al conflicto con dos reacciones contrapuestas, ambas válidas y eficaces. por un
lado rechaza la realidad objetiva con ayuda de ciertos mecanismos, y no se deja prohibir
nada; por el otro y a renglón conoce el peligro de la realidad objetiva, asume la angustia
ante el cómo un síntoma de padecer y luego busca defenderse de el. Pero como se sabe solo
la muerte es gratis.
Las 2 reacciones contrapuestas frente al conflicto subsistirán como núcleo de una escisión
del yo.

Freud cuenta un ejemplo de un varoncito el cual es sometido a una gran excitación por una
niña mayor que el, que luego la deja de ver, y que prolongo un ferviente onanismo manual,
una niñera amenazo con la castración y el cumplimiento se le atribuyó al padre. Por si sola
la amenaza de castración no causa mucha impresión, el niño rehúsa la creencia sin embargo
si ha visto antes los genitales femeninos el puede de alguna manera considerar la
posibilidad, en este caso el niño encontró un subterfugio, "lo que ahí falta ya le
crecerá", también hay varoncitos a los que se les observa que al ver los genitales por ej. de
una hermanita y lo asocian con la amenaza el niño cree comprender ahora por que los
genitales de la niña ya no mostraban pene alguno y ya no se atreve a poner en duda que su
propio genital pueda correr la misma suerte.
Pues bien: la consecuencia ordinaria, considerada la normal, del terror de castración, ceda a
la amenaza con una obediencia total o al menos parcial, algunos niños se crean sustitutos
cuando esto no pasa, sustitutos del pene echado de menos en la mujer, "un fetiche", con ello
había desmentido la realidad objetiva pero habría salvado su propio pene, este acto del niño
se nos impone como un extrañamiento respecto de la realidad, como un proceso que
tenderíamos a dejar reservado para la psicosis, el varoncito no ha alucinado ni a
contradicho su percepción si no que ha emprendido un desplazamiento de valor, ha
trasferido el significado del pene a otra parte del cuerpo, para lo cual vino en su auxilio, ese
desplazamiento solo afectó al cuerpo de la mujer, respecto de su pene propio nada se
modificó.
Lo amenazaron con que su padre lo castraría e inmediatamente después de manera
simultánea a la creación del fetiche, aflora en él una intensa angustia ante el castigo del
padre, angustia que lo ocupará largo tiempo, y que solo podrá dominar y sobrecompensar
con todo el gasto de su virilidad, también esa angustia ante el padre calla sobre la
castración, con ayuda de una regresión a la fase oral aparece como angustia de ser devorado
por el padre.

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