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Entrevista a Gabriel Lombardi - El Sigma

-Viniendo del campo de la medicina, ¿en qué momento surgió su interés por
el psicoanálisis?
- Me recibí de médico siendo muy joven, y como suele ocurrir, no tenía muy claro en qué
quería trabajar. Estudié otras carreras, estudié un poco de filosofía, un par de años de
física, empecé a trabajar en investigación biológica, en biología molecular, fui becario del
CONICET trabajando sobre ADN en una década muy difícil para nuestro país como fue la
década del ‘70. En aquel momento para hacer una carrera de científico (como parecía que
podía ser lo mío) no se podía continuar seriamente en la Argentina, había que irse a
Estados Unidos, que era lo más fácil tal vez y al mismo tiempo era una especie de traición a
la patria. Entonces mi pregunta era qué podía, que quería hacer, a que quería dedicar mi
vida y comencé un análisis con una analista kleiniana, curiosamente. No me interesé en el
psicoanálisis inmediatamente, pero cuando encontré alguna obra de Lacan, me entusiasmó
muchísimo y a partir de ahí pude interesarme también en Freud. Después siguió
rápidamente una práctica asistencial, primero en clínicas privadas y después en el
consultorio.
-Pareciera que el acercamiento al psicoanálisis fue efecto de ese análisis, que
dice casualmente kleiniano.
-Fue un análisis breve porque después, en el ’76 esta primer analista mía se fue a vivir a
otro país por razones creo que ligadas a la política. Pero no fue por la orientación teórica de
la analista, eso me gusta, si no porque me permitió descubrir algo que empezaba a
responder lo que fue mi primer encuentro con una psicóloga. Cuando yo tenía 16 años vine
a Buenos Aires (yo vivía en el interior) para hacer un test vocacional porque no sabía bien
que estudiar y después de tomarme una serie de test bastante amplios y entrevistas la
respuesta que me dio finalmente la psicóloga ante mi pregunta de que es lo que quería,
podía o tenía posibilidades de estudiar fue “usted puede estudiar lo que quiera”.
En su momento esta respuesta para mi fue bastante angustiante y al mismo tiempo me
causó muchas cosas. Así fue como durante diez años estuve buscando lo que quería
estudiar, finalmente encontré sobre todo la obra de Lacan y todo lo que este encuentro me
abrió pero de un modo más orientado y orientado hacia la clínica en particular, hacia mi
propia clínica y después hacia la clínica de mis pacientes.
-En sus escritos se lee su reiterado interés en el diagnóstico, ¿se encuentran
allí marcas de su formación médica?
-Seguramente, pero mi interés por el diagnóstico diría que forma parte más de un interés
por interrogar bien las referencias de cada uno, de cada paciente al que recibo. No me
interesa diagnosticar desde el exterior como una investigación empírica, si no que me
interesa diagnosticar más bien desde la perspectiva de por ejemplo, qué fue el padre para
ese sujeto, con lo que elegir al padre como una referencia metafórica tiene de típico, de
algo que hace a cierta norma, tipicidad en la elección, de ubicación subjetiva en relación al
sexo, al deseo, a si el deseo es homo u hétero, etc.
Me interesa hacer un diagnóstico desde la perspectiva del sujeto en análisis, no desde la
perspectiva del analista que lo mira desde afuera, si no que el analista mismo es un objeto.
-¿Y el analista lo mira desde afuera?
-Se podría decir que el analista es un objeto interno, yo pienso el diagnóstico de esa
manera y así lo estamos elaborando en una investigación que estamos llevando adelante en
la Universidad de Buenos Aires. Considero el diagnóstico como algo en lo cual el analista
no es tanto el que diagnostica desde afuera como el que pone su presencia para ayudar al
sujeto a interrogar sus referencias. Interrogar de qué modo su tradición, lo que recibió, lo
que escuchó, lo que lo marcó en su historia ha contado para él, y ha contado de un modo
que tiene que ver con la tipicidad, tiene que ver con lo típico, se trate de una neurosis
obsesiva, histérica, fóbica, de una perversión o de una psicosis.
No sé hasta que punto eso ha sido entonces influenciado en mí por la medicina,
personalmente no tengo demasiada afinidad con el discurso de la medicina. Es más, nadie
piensa que soy médico, más bien me asocian con un psicólogo o con alguien que procede
de otra formación y no de la medicina. Tampoco me siento muy afín a eso, hice la carrera
de medicina en tres años, rendí muchas materias y el ingreso libre, me la saqué
rápidamente de encima. Tal vez quería tener el título porque eso implicaba algo en el
contexto en el que me crié, pero no mucho más que eso.
-Sosteniendo la posición estructuralista de Lacan le otorga a la definición
diagnóstica gran importancia, ¿Qué consideración le merecen los desarrollos
de diversos psicoanalistas en relación a patologías narcisistas que no podrían
se encuadradas –desde esa lectura- dentro de las neurosis, psicosis o
perversión?
-Creo que el diagnóstico que sirve en mi práctica es el que tiene dos funciones
básicamente. Una es cambiar la posición del analista, más que cambiar al analizante. No es
lo mismo atender a un sujeto neurótico que a un sujeto de la psicosis, uno tiene que
respetar ciertas limitaciones en un caso y en otro dadas por las formas en que han
funcionado, o que funcionan, las referencias en un caso y en el otro. La otra función del
diagnóstico es producir un efecto sobre el analizante mismo, esto es algo respecto a lo cual
Lacan ponía un especial énfasis, que forma parte del síntoma (el síntoma en tanto define el
tipo clínico) y es el hecho de que el sujeto advierta que eso es un síntoma, e incluso un
síntoma típico. Es decir que, por ejemplo, no es tan diferente él de otros obsesivos, de otras
histéricas, eso cumple una función y está jugando ya una función en el síntoma. De manera
que hay una funcionalidad del diagnóstico que no es segregativa, que no sirve si uno lo
formula desde afuera solamente. Hay diagnósticos que en tanto psicoanalista me sirven y
otros que no me sirven para nada. Por ejemplo un diagnóstico de patología narcisista a mi
mucho no me causa, no me interesa, no lo veo operativo desde mi práctica, así como
tampoco veo operativo desde mi práctica de psicoanalista la enorme cantidad de
diagnósticos posibles desde de DSM IV. Sí me parece que eso puede ser útil para un
psicofarmacólogo, pero no para mí como psicoanalista.
-Pero como psicoanalista muchas veces en la práctica nos encontramos con
sujetos que no son fácilmente ubicables dentro de las neurosis o las psicosis,
¿Pensaría que en esos casos lo que sucede es que no se ha ajustado un
diagnóstico por lo cual no se lo puede ubicar dentro de estas estructuras o
hasta los desarrollos que hizo Lacan encontró estas tres estructuras y
podríamos seguir pensando otras alternativas?
- Pero no son alternativas nuevas, son alternativas anteriores a Lacan. Las psicopatologías
narcisistas ya están de algún modo prefiguradas en la Ego Psycology, no es muy nuevo eso.
Poniendo el acento en la utilidad de neurosis, perversión y psicosis siguiendo a Lacan en
esto, me parece que si se trata de un paciente que tengo que diagnosticar como una
patología narcisística es porque todavía no he podido encontrar el síntoma del cual yo en
tanto analista podría ser el partenaire. Ahí el paciente sigue delante de su espejo y yo
todavía no sé como hacer. Tengo una posición bastante tradicionalista si se quiere.
-Tajante
-Si tajante, y pienso muy mal de las bolsas del estilo borderline donde se diluye la fuerza
precisamente tajante con que Lacan intenta separar distintos tipos de sujetos que son
analizables. Yo puedo recibir en tanto analista un paciente a titulo de sujeto de un síntoma
neurótico o de un síntoma psicótico e incluso a titulo de sujeto de alguna perversión, pero
no a un borderline. Puede ser que lo reciba y durante un año esté pensando si se trata de
una neurosis o una psicosis, ensayando más o menos libremente intervenciones para ver
cómo responde, para encontrar su respuesta, para poder responder conforme a su
respuesta. No es que yo no lo tome en un intento de aproximación a un análisis, pero no
por eso, es decir porque no se al principio el diagnóstico me quede con decir es un
borderline y ya esté tranquilo. No me parece esa la salida, creo que allí tengo que buscar
concretamente si el padre es o no es una referencia metafórica para él y a eso le llamaría
algo del orden de la neurosis o de la perversión o bien si el padre no ha sido una referencia
metafórica para él y entonces lo pondría del lado de la psicosis, siguiendo indicaciones
bastante precisas de Lacan. Eso da para mi una divisoria de aguas suficientemente
importante y orientativa, eso me permite situar bien los tratamientos de los neuróticos y de
los psicóticos y eventualmente también de algún paciente perverso. De lo que llamaríamos
perversión desde una perspectiva a precisar que no es la del insulto, la de la injuria, si no
alguien que ha resuelto de una manera distinta a la neurosis su relación con el Otro, con el
partenaire, con el sexo, con el padre, aún cuando está más próximo del neurótico ya que
para él el padre es una referencia metafórica, sustituible.
-En “Hojas Clínicas 4” refiere que el trabajo sobre el aspecto conclusivo del
análisis ha producido una profunda reorientación del programa de la cátedra
I de Clínica de Adultos, de donde usted es profesor titular ¿Cuáles han sido los
resultados de dicho cambio para la formación de los alumnos?
-Es una pregunta que implicaría hacer un poco de historia. He trabajado mucho sobre las
consecuencias de pensar los efectos de la conclusión de un análisis, pero diría que las dos
líneas que tal vez son más claras en el nuevo programa, es decir aquel que es posterior al
momento que señala, tienen que ver con centrar el programa en las consecuencias de la
regla fundamental. Vale decir la regla por la cual el analista ofrece la entrevista más
desestructurada o menos estructurada que se pueda imaginar, “diga usted lo que quiera”, o
“puede decir lo que quiera”, hay distintas versiones de la regla fundamental pero
básicamente es que no le vamos a exigir al paciente que responda a nuestras preguntas,
que haga test o que se atenga a trabajar sobre un aspecto o una cuestión focalizada si no
que le dejamos la libertad de decir lo que quiera. Esa propuesta –que justamente es el eje
de nuestro programa– lleva a que la estructuración venga no por lo que propone el analista
si no por lo que de algún modo ya está estructurado del lado del analizante y retorna bajo
la forma de que cuando intenta “decir lo que quiera”, decir otra cosa no puede, le vuelve
siempre lo mismo. Esto es la repetición, incluso bajo la forma de asociaciones
transferencias, es decir que lo que antes ocurría en relación a otras circunstancias ahora se
repite pero en relación al analista. Se podría entender el análisis y las consecuencias del
análisis a partir de las restricciones en las posibilidades de la asociación libre. Incluso las
consecuencias de hasta donde se puede llegar están determinadas por como para cada
quien se ha conformado la estructura que es el encuentro del lenguaje con el viviente, las
consecuencias reales de ese encuentro. Una de las preguntas que le formulan a Lacan y
cuyas respuestas figuran en el libro  Televisión  es “¿Qué puedo saber? Nada que esté por
fuera de la estructura del lenguaje. Con lo cual los límites con los que me voy a encontrar
son una cuestión de lógica, de la lógica de lo que para mi es posible decir o no. Decir tiene
consecuencias, a la larga implica ciertas conclusiones y ahí está la estructura, en el hecho
de que en las posibilidades de decir de cada uno hay límites. ¿Y que pasa cuando de todas
maneras uno pretende decir más allá, ir más allá?, ¿no puede uno intentarlo? Si, uno
puede intentarlo pero eso duele, duele por el lado del tironeo del nudo donde tenemos lo
simbólico que podría extenderse infinitamente pero además está lo real y lo imaginario del
cuerpo. Ahí aparece la función del síntoma como algo que cuando pretendemos hacer un
mero bla bla bla nos recuerda que estamos insertos en cierta combinatoria de lo simbólico
en el viviente.
-Este anclaje del que habla en el lenguaje me lleva a pensar en sus desarrollos
en relación al matemático Cantor. En su escrito “Cantor, la libertad” propone
una articulación entre libertad y psicosis y libertad y enunciación ¿Cuál es esa
articulación y encuentra diferencias entre una y otra?
-En referencia a la relación del psicótico con la libertad me parece cierto, seguro que el
psicótico en algunos casos y en algunas fases de su existencia, que no es siempre igual, no
tiene las mismas restricciones que la metáfora paterna, la costura paterna, el punto de
capitón paterno produce en las neurosis. Hay algo en el psicótico por lo cual no está tan
atado, tan cosido, tan necesariamente enhebrado en lazos sociales. El psicótico es alguien
que eventualmente puede apartarse bastante radicalmente del lazo social, de cómo se
dicen las cosas, o de cómo deben decirse. En algunos casos eso ha producido una especie
de milagro creativo como lo encontramos tal vez en un Van Gogh o sobre todo en una
Cantor. En alguien que pudo atreverse a combinar los símbolos del lenguaje matemático de
un modo que estaba prohibido por el buen sentido, por el sentido aristotélico de nuestra
civilización que establecía que las cosas debían manejarse dentro de ciertos límites. Lo que
se dice, se calcula, se estudia debe manejarse dentro de cierto límites. La civilización y la
ciencia se atuvieron durante veinte siglos a las prescripciones aristotélicas por las cuales
era prudente no trabajar con colecciones demasiado grandes de símbolos, con infinitos
actuales como se les llamó después, sólo podía trabajarse con infinitos potenciales que en
realidad era algo así como la idea de que alguna vez se puede llegar a cantidades muy
grandes pero todavía uno trabaja con cantidades finitas. Galileo había encontrado la
posibilidad de armar una matemática que no fuera de infinitos potenciales sino que
directamente trabajara con transfinitos, pero él se atuvo a los preceptos aristotélicos, si
bien por otro lado se permitió ciertas libertades. Cantor en cambio fue alguien, un poco
como Schreber después de su desencadenamiento, que podía trabajar con una matemática
muy libre por un lado y sin embargo hacer de eso un empleo riguroso a través de una teoría
que él inventa que es la teoría de los conjuntos, la que nosotros hemos comenzado a
estudiar en la escuela primaria.
Creo que Cantor es alguien que tuvo la posibilidad de traer al lazo social de las
matemáticas, al discurso de las matemáticas una libertad que usualmente solo se
encuentra más bien del lado de la locura. Fue un sujeto que de algún modo osciló durante
un tiempo entre la libertad rigurosa de las matemáticas y la libertad absoluta, desligada
(etimológicamente es lo mismo más o menos) de la psicosis. Finalmente prevaleció la
locura y estuvo muchos años internado, libre pero ya en el sentido de la locura. De todos
modos es interesante ver, y es un poco mi tesis en ese artículo, que él fue alguien que supo
importar al lazo social la libertad que sólo encontramos en la locura.
Es una representación bastante lacaniana, la idea de que el loco es el hombre libre, es el
hombre que no está sujeto a las ataduras de lo social. No siempre el psicótico es un hombre
libre porque no siempre el psicótico está loco. Diría que actualmente la mayor parte del
tiempo un sujeto que es psicótico está en el lazo social tanto como un neurótico, y a veces
mejor que un neurótico.
-Entonces ubicaría la libertad en relación a la locura más que a la psicosis
-Si, pero teniendo en cuenta que el psicótico es alguien que si bien por un lado tiene
restricciones ciertas y sufrimientos del lado del síntoma psicótico, por otro lado tiene a
veces la posibilidad de ciertas libertades creativas incompatibles con la represión que
condiciona la neurosis. Cantor fue psicótico, Gödel fue psicótico. Después de producir su
obra mayor, los teoremas de 1931, tiene su primera internación psiquiátrica y luego
sobrevienen otras varias. Siguiendo la línea de Cantor él llega a profundizar más aún la
lógica que implica esa libertad en el símbolo para el sujeto de la ciencia, pero eso para él
implica ciertas consecuencias que lo llevan a estar muy sintomático y finalmente muere
anoréxico, muere rechazando la comida porque pensaba que estaba envenenada. Había
algo en el Otro que se le tornaba peligroso a partir de lo que él produce o introduce en el
lazo social. Ahí se abre también la cuestión de los efectos de lo que producen estos
científicos sobre la comunidad, los efectos de retorno.
-Esto nos lleva a pensar qué es lo que podría producir ese desenlace en el
sujeto y si algo de los efectos que genera en los otros constituye la base del
desencadenamiento. ¿Qué sucedería por ejemplo si un descubrimiento
brillante no es reconocido por la comunidad de su tiempo, también
produciría esos efectos?
-Me parece que las dos cosas que se conjugan en Cantor y también en Gödel. Es la
producción libre, genial y rigurosa al mismo tiempo, rigurosamente libre podríamos decir
jugando con la antinomia, y el reconocimiento que eso obtiene en algún momento de parte
de la comunidad científica. Cantor no se brota cuando le hacían la guerra, no cuando
Kronecker en Alemania -de donde él era oriundo- le dice que lo que él había inventado está
mal, no sirve, sino que se brota después de un viaje a París en el que se encuentra con
Poincaré y otros matemáticos muy famosos de la época que lo reconocen como a un
maestro.
-Algo del nombre tambalea.
-Seguramente. Alguna apelación a Otro que sea el maestro es requerida y no se encuentra,
algo parecido le pasará a Gödel.
-¿Sería posible pensar que haya momentos en los cuales un sujeto pueda
desligarse de la sujeción al lenguaje y tomar contacto con la libertad, sin que
esto implique la forclusión del significante fundamental?
-Tal vez en otra escala, pero encontramos momentos creativos en alguien que no
necesariamente es un psicótico y a eso apuesta un psicoanálisis. La oferta de un
psicoanálisis creo que está estrictamente relacionada con que no necesariamente el
neurótico se tiene que atener a los límites marcados por el padre, la fantasía y un no irás
más allá de eso. A veces alguien puede dejar –justamente– de ser neurótico en buena
medida porque pasa de padecer sus mandatos, las exigencias significantes del ideal, del
superyo, del ello, incluso de lo pulsional, a hacer algo con eso, más del lado del acto.
Eso cura, eso hace que la gente deje de estar sufriendo sus exigencias simbólicas y pase a
poder hacer algo con eso. Lacan no pensaba que el psicoanálisis servía para conocerse a
uno mismo, desconfiaba de eso, pero si había algo para lo que un psicoanálisis podía servir
era para conocer el propio síntoma. Conocer el síntoma quiere decir conocer al menos en
parte de qué exigencias de lo simbólico uno padece y cómo esas exigencias de lo simbólico
están pulsionalizadas. Entonces en lugar de padecerlas se podría hacer otra cosa con eso,
habría una cierta libertad para la acción. Pero de todas maneras pienso que en el caso de
un neurótico suele ser mucho más limitado que en el caso de un psicótico y tal vez que en
el caso de un perverso. Sostengo que la perversión es un tipo clínico más compatible con la
sublimación que la neurosis, lo cual se constata en las historias de grandes artistas;
particularmente del lado del arte, de la estética, no de la ciencia. No me refiero al escenario
perverso que no le interesa a nadie más que en el plano de la fantasía, sino a poder llevar
eso a una producción interesante a nivel del deseo del Otro. Pienso en el artista tipo
Picasso por ejemplo, que era un hombre que parece que se satisfacía en maltratar a sus
mujeres, y hay biografías donde se lo muestra como un sádico, un destructor, un misógino,
pero al mismo tiempo con una enorme libertad. Tomaba Las Meninas de Velázquez como
modelo, las desarmaba, las desarticulaba, las destruía y después con eso armaba otra cosa
que era las Meninas de Velázquez pero una versión propia con lo cual me parece que usaba
cierta libertad que él tenía para jugar con partes del otro, del cuerpo del otro, de la obra del
otro, para hacer Otra cosa con eso, no se quedaba en la fantasía ni en la escenificación
perversa, si no que hacía algo diferente con eso.
Me parece muy poco probable que Picasso fuera un neurótico, un tipo con tanta libertad y
tanta posibilidad de llegar al deseo del Otro, de hecho ahora hay gente que paga 80, 100
millones de dólares por un cuadro de él: no sólo se satisfizo con ella, sino que también
logró hacer de su obra algo deseable para muchos.
-¿Siguiendo estos desarrollos, de qué manera piensa la obra de Freud y de
Lacan, es decir si han estado en relación a la libertad y por consecuencia como
piensa la estructura de esos sujetos?
 
- Evidentemente Freud tenía síntomas compatibles con la histeria, tenía dolores de cabeza
ligados a olvidos de nombres propios según él cuenta, al mismo tiempo exploraba la
certeza que encontraba en esos olvidos. Él se encontraba en la situación extraña por la cual
no podía reproducir el nombre olvidado (le sucedía mucho esto) pero tenía la certeza que
sabía ese nombre y jugaba con esa clínica entre el no saber y la certeza, y explicaba que eso
ocurría porque algo del orden de la autorreferencia había enredado a ese nombre propio,
es decir que había que buscar algo referido a él mismo en tanto sujeto para poder rescatar
ese nombre propio del entramado del olvido inconsciente. Era alguien que todo el tiempo
estaba en ese mundo del autoanálisis, autorreferente pero al mismo tiempo supo salir de
esa especie de psicosis que es pensar que las cosas están siempre referidas a uno, porque
con eso hizo algo, supo elaborar y trasmitir toda una obra única e inaugural.
-Pero eso está del lado de la represión, de los olvidos y de los intentos de saber
que hay detrás de eso, de hecho él lo ubica así en todo lo que es el chiste, los
olvidos de nombres propios y su relación con el inconsciente.
-Si, pero lo notable es como él logró hacer con eso algo que es tan poco reprimido como ese
texto científico que es  La Interpretación de los sueños  o  La psicopatología de la vida
cotidiana, ¿Dónde está la represión ahí? Me parece que habría que matizar entonces esto
de neurosis, psicosis no con cuadros tipo borderline o cosas por el estilo si no con alguna
otra categoría ética como ser el genio de un hombre ligado al coraje para contar lo que
hubiera que contar, hacer una ciencia del sujeto por primera vez honesta. Él contaba lo que
le pasaba y lo contaba con una valentía, un coraje loco si se quiere.
-Esto usted lo menciona así cuando habla de la posición de Freud con respecto
al Hombre de los lobos donde aparecen aspectos que no están del todo claros
y que podría haber omitido en relación al síntoma que Freud ubica desde un
lugar y después Lacan, a partir de sus apreciaciones, ubicará más claramente
del lado de la psicosis.
-En cualquier caso sea cual sea el diagnóstico de Freud que tanto no me interesa lo que si
me parece que se puede ubicar en Freud es un caso único en la historia de alguien que a
diferencia del neurótico que es un sin nombre, que no usa su nombre propio, es alguien
que logra que su nombre propio se asocie al nacimiento de un modo nuevo del lazo social
entre los hombres. Creo que esto no existe en ningún otro caso, que se pueda fechar y ligar
a un nombre único el comienzo de un estilo de lazo social. No se sabe quien fue el primer
filósofo o el primer líder religioso, el primer físico, matemático, etc. Me parece que en
cualquier caso habría que discutirlo, incluso en la ciencia moderna uno podría decir que el
primer físico matemático fue Galileo pero hay quien podría decir que tal vez fue Copérnico.
En cambio en el caso del psicoanálisis se sabe quién es el creador. El se juega con su
nombre propio de un modo único e increíblemente novedoso. Solo él discute que quizás no
fue él el primer psicoanalista si no que él dice que fue Breuer. Supongo que sería bastante
difícil tener que lidiar con una posición subjetiva en la cual él estuviera allí como
responsable de este acto loco de instaurar un nuevo modo de lazo social. Evidentemente le
causó una conmoción de la que testimonia por otro lado con El sueño de la inyección de
Irma.
-¿Se podría pensar –como sostienen algunos autores- retomando sus planteos
del pago en el cuerpo y tomando el sueño de la Inyección de Irma que ahí
anticipaba lo que veinte años después le iba a suceder a él mismo con todo lo
que fue diagnosticado con su cáncer?
-Puede ser. Sería una hipótesis psicosomática, no llegaría tan lejos.
-En “La evaluación de los resultados terapéuticos y didácticos del
psicoanálisis en la Asociación Psicoanalítica Internacional” efectúa un
recorrido de los estudios que se realizaron en la I.P.A. sobre los efectos
terapéuticos del psicoanálisis. Desde su posición opone los “resultados
propiamente analíticos” a los “beneficios terapéuticos”. ¿De qué manera
piensa usted estos aspectos tan difíciles, a veces, de conciliar en un análisis?
-Es evidente que los análisis tienen efectos terapéuticos pero a veces esos efectos son
difíciles de definir porque son evaluados, como sucede en la I.P.A., desde otros discursos.
Por ejemplo el discurso médico, el discurso común en el sentido de si el analizado está
mejor a nivel del amor, del trabajo, si tiene menos síntomas, o se le pasaron. Hay criterios
más o menos comunes. Uno esperaría que un análisis tuviera efectos en ese sentido
también, que desde el punto de vista del discurso común un sujeto esté mejor, se sienta
mejor en tal o cual aspecto. Pero es probable que si evaluamos desde esa perspectiva los
resultados de un análisis nos quedemos un poco cortos porque a lo mejor eso mismo
enmascara otros resultados sobre los que Lacan pone particularmente el acento, que serían
los resultados que yo llamo analíticos o los efectos didácticos del psicoanálisis. Respecto de
la distinción entre efectos terapéuticos y didácticos considero que es la primer manera que
el psicoanálisis encuentra de distinguir lo que se puede interrogar específicamente desde el
discurso psicoanalítico ¿Qué efecto ha tenido el psicoanálisis desde la perspectiva del
discurso psicoanalítico? Y por ejemplo ha tenido el efecto de suscitar el deseo de analista
en el analizante. Ese es un efecto didáctico que se aprovecha en la formación de los
analistas, otro efecto didáctico que ha sido ubicado por Lacan es la destitución subjetiva.
Es decir correrse como sujeto de ser yo quien padece de los significantes, del síntoma, algo
así como dejarle a otro esa posibilidad del lugar autorreferencial que implica no solo la
psicosis si no también el tratamiento analítico mismo. Dejarle ese lugar de sujeto a otro
sujeto.
Para eso el analista necesita correrse del lugar de sujeto porque la transferencia no es una
experiencia intersubjetiva, es decir que allí hay un sujeto, dividido, pero uno; no hay
intersubjetividad en la transferencia -definición lacaniana de la transferencia-. A partir de
que se sabe que los análisis posibilitan la destitución subjetiva, que posibilitan que alguien
que ha concluido su análisis actué, y lo haga no desde una posición de sujeto -como pasa en
un análisis donde el acto lo comete el analista pero el sujeto está en otra parte, en el otro
cuerpo, esta del lado del analizante-, uno puede extenderlo a que alguien que termina un
análisis puede dejar de pensar en cuánto sufre y en cómo las cosas se organizan en torno
suyo y puede actuar y no necesariamente como analista. La posibilidad de la destitución
subjetiva, de dejar de ser yo, de dejar de repetir la misma queja abre paso a la alternativa
de que exista un ser más ligado a la acción, más libre en el sentido de poder optar, de poder
decir desde una perspectiva que no es la de un poder… sufrir. Eso es algo específico de los
resultados de un tratamiento analítico que se distinguen desde un punto de vista
conceptual de lo que se puede decir como beneficio terapéutico de una psicoterapia breve,
de un tratamiento de cualquiera de estos que se ofrecen actualmente, de cualquier terapia
alternativa, de lo que hace el homeópata con su paciente. Acá hay una búsqueda de una
especificidad de los efectos del análisis donde la búsqueda en si misma apunta a otra cosa
que a los efectos terapéuticos que no desdeña, pero que no son específicos del
psicoanálisis, y que entonces se encuentran en otras prácticas ligadas a la palabra. Por esa
otra vía, la de los efectos didácticos o de los que se podrían llamar efectos analíticos (es
decir cierta adquisición de saber en relación al síntoma), a partir de los anclajes que ha
descubierto en su análisis, a través de esos efectos existe la posibilidad de que el sujeto se
posicione de otra manera en la estructura, esto da otra perspectiva, otro horizonte ético y
científico al psicoanálisis. La cuestión es como evaluar, como encontrar y dar cuenta de
esos efectos propiamente analíticos. No es mirando desde afuera que se pueden detectar
bien. De ahí que Lacan dijera: busquemos por el lado de lo que puede testimoniar el
analizado, el que terminó su análisis, que nos diga qué le pasó en su análisis y qué le pasó
de irreversible, de conclusivo. Consideraba más interesante investigar de ese modo que
indagar si el paciente está bien o no según como lo ven los otros.
-Pero para alguien que realiza un análisis es importante estar bien o no.
-Por supuesto que si, el problema es, como muchas veces explica Freud, que no podemos
quedarnos en que el paciente esté bien. Un analista sabe como poner bien al paciente, un
analista con cierta experiencia sabe como hacer en tres o cinco sesiones para ganarse la
confianza, la transferencia de su paciente y que entonces las entrevistas rápidamente
tengan efectos terapéuticos. Pero el problema es que son resultados sugestivos, mientras
que los efectos que realmente importan a nivel de la investigación que me parece a mi más
interesante del psicoanálisis es justamente qué efectos del psicoanálisis son irreversibles.
Los sugestivos en general no son irreversibles.
-El psicoanálisis tendría que apuntar a alcanzar más que una psicoterapia que
el sujeto esté mejor que cuando llegó por primera vez al consultorio de un
analista, por que de lo contrario ¿por qué la gente querría hacer un análisis a
excepción de aquellos que se van a dedicar al psicoanálisis?
- Lo terapéutico del psicoanálisis tiene cierta especificidad, no brinda el mismo tipo de
beneficios terapéuticos que proporcionan las psicoterapias. Creo que un análisis llevado
hasta sus últimas consecuencias posibilita satisfacerse o estar bien en la acción, y no sólo
en la fantasía. En ese sentido me parece que cuando hablo de la destitución subjetiva, y le
doy mucha importancia a eso, es porque la destitución subjetiva tiene un aspecto de
acción, de ser, que por sí solo es saludable. Algo que el analista experimenta
cotidianamente cuando está en medio de una situación personal, del país desbordante,
angustiante, sintomatizante y de repente comienza a recibir a sus pacientes y todo eso se
esfuma, desaparece completamente, mientras atiende a sus pacientes él está cediendo esa
posición de sujeto que padece a otro que viene a desplegar justamente eso. Después
cuando termina de atender, o entre paciente y paciente, se acuerda. Por eso la práctica
analítica tiene un cierto parentesco con la sublimación, con el hecho de que lo pulsional se
puede satisfacer de otro modo que padeciendo, que mediante síntomas o represión como
en el caso de la neurosis. Esto no quiere decir que la destitución subjetiva sea algo que está
al alcance únicamente del analista, porque cuando alguien se pone a trabajar en su obra de
un modo muy decido también se olvida de lo demás.
-Quienes dan cuenta de esto son los artistas quienes refieren que al momento
de subir a un escenario o de ponerse a desarrollar su actividad dejan por
fuera, hacen un paréntesis con todo lo demás.
-Ese dejar por fuera, ese paréntesis al mismo tiempo es un entrar en el ser de un modo que
seguramente no tiene nada que ver con el estar sufriendo, estar hablando o viviendo la
cosa como desde afuera. Es un centrarse, un satisfacerse de otro modo y un satisfacerse
apuntando al otro porque no es que el artista lo es en tanto está en su taller solamente, si
no que se encierra en su taller y hace su tarea pero pensando en que en alguien eso suscite
un deseo. Eso ya viene convocado, invocado por el deseo de algún Otro que lo ha tocado, lo
ha invocado si no, no habría artista. No surgen artistas en el desierto, en la selva aunque
después vayan a pintar a la selva estilo Paul Gauguin. Surgen en la ciudad, en el lazo social.
-De todos modos se trata de alguien que vivió en una ciudad y luego se fue a
pintar a un lugar alejado, pero me refiero a aquel que habiendo nacido en un
lugar alejado tiene como inscripción la marca del Otro para quien estaría
dirigida esa producción, si no que pasaría por ejemplo con las primeras
producciones humanas, con las pinturas rupestres.
-Evidentemente allí ya había algo del orden de lo social, no se puede imaginar al hombre
primitivo solo, aislado. Recordemos a Aristóteles que decía que el hombre es político por
naturaleza, pero político en Aristóteles no quiere decir que se dedique a la política, sino
que es del lazo social, que su ser se desarrolla, se produce en el vínculo con el otro.
-En el texto al que hacíamos alusión anteriormente postula que tanto
Wallerstein como Kernberg (ambos presidentes de la I.P.A.) quienes tuvieron
una actitud crítica respecto de la formación analítica en la I.P.A. no
plantearon abiertamente la pregunta por la articulación entre los resultados
del análisis y la formación del analista. ¿Considera que el pase si sostiene esa
pregunta?
-Por lo menos lo intenta, ya que es un dispositivo que apunta estrictamente a eso, así lo
formula Lacan en su texto  Proposición del 9 de octubre para el psicoanalista de la
Escuela.  Lacan tiene una manera completamente novedosa de pensar el acto
psicoanalítico, como pasaje de analizando a analista, o sea que a diferencia de otros actos
(como el acto médico, por ejemplo) no puede concebirse únicamente en la articulación con
el paciente actual que recibimos, sino que debe ser interrogado en este sesgo: de qué modo
alguien llega a ser analista de ese paciente ¿por qué efecto de caída, de ubicación?, ¿Cómo
es que puedo ubicarme en esa posición? Para Lacan eso no se podría responder si no es
desde la perspectiva de los resultados del propio análisis, así piensa la formación y el
acceso a la posición del analista. Nunca nadie lo había planteado así tan abiertamente.
Evidentemente ya hay en Freud un intento de responder a su acto de analista (El sueño de
la Inyección de Irma, otra vez) apelando a su propio análisis, porque encuentra que en los
doctores en los que creía poder autorizarse en verdad no puede hacerlo. Entonces apela a
su propio análisis y a redactar  La interpretación de los Sueños, pero todavía no
encontramos en Freud una clara articulación entre el propio análisis y el acceso a la
posición de analista, y no la hubo durante bastante tiempo. Existía la idea vaga del
didáctico pero no había una articulación teórica entre estos factores. Los analistas
posfreudianos advirtieron que el análisis del analista tenía que ir tan lejos -por lo menos-
como el análisis de los pacientes, e incluso en algún momento empiezan a pensar que
debería ir más allá, que los analistas deberían estar mejor analizados que sus pacientes, y
entonces surgen los dispositivos de la IPA, sin embargo a la hora de evaluar los defectos de
los análisis no se toman en consideración los efectos didácticos. Hay una curiosa
desvinculación –por eso escribí ese artículo- entre los resultados de los análisis y la
formación del analista. No lo ponen en contacto. Incluso un poco antes que Lacan Balint se
da cuenta de eso, Winnicott también hace algunas observaciones, pero nunca nadie en la
Asociación Psicoanalítica Internacional hizo ningún movimiento serio para articular la
indagación de los resultados de los análisis y la formación del analista. Esa es la sorpresa
de la que de algún modo intento dar cuenta en ese artículo.
-Una de sus críticas en relación al procedimiento utilizado por la I.P.A. es la referida a que
este tipo de formación facilita el intento de alcanzar un ideal, responder al deseo del Otro
para así lograr el objetivo que ese candidato espera de su recorrido en la institución.
¿Piensa que el pase evita este riesgo, o su inevitable inserción institucional alejada de la
teoría en la que fue concebido no lleva en muchos casos a este mismo desenlace?
-He visto eso, lo he presenciado, creo que el deseo del analista no siempre o casi nunca es
el más fuerte. Hay otros deseos posibles, aún en las instituciones analíticas que intentaron
seguir el diseño propuesto por Lacan para llevar los análisis hasta sus últimas
consecuencias y poder cosechar los efectos de esos análisis, incluso en esas instituciones no
es fácil que el deseo del analista pueda prevalecer, hay otros deseos que son más fáciles de
sostener. Hay otros deseos que son más estables, que tienen más tiempo, que están más
claramente establecidos y que tienden a prevalecer también en la institución psicoanalítica,
por ejemplo el deseo de poder, el deseo histérico de seducir. Pero ese no es
verdaderamente tanto el problema porque no hace más que revelar lo que es la
problemática inherente a la interrogación del pasaje de analizante a analista, de acceso a la
posición de analista, y es que se trata de algo del orden de un acto que está particularmente
marcado (como siempre está lo que es el acto para el sujeto) por un desconocimiento, una
renegación, una Verleugnung. Este es un término freudiano que Freud aplica a veces a la
perversión, al fetichismo, al desconocimiento de la castración, pero que Lacan dice
explícitamente que durante años se reservó para usarlo no para el perverso (que
seguramente desconoce cosas aunque no se si mucho más que el neurótico), sino para el
caso en que eso se hace más patético, que es en el caso del analista que el mismo desconoce
su acto. Desconoce que su acto no se funda en imitar al otro, en someterse a los estándares
de la institución, en conformar a la opinión pública, sino que para ser analista hay que
acceder a eso desde otra perspectiva, desde otro lugar y eso no se hace más que desde el
propio análisis.
Uno no se autoriza como analista si no es en uno mismo, en los resultados del propio
análisis y en la caída del sujeto supuesto saber que implica el propio análisis ¿Cómo
cosechar esto, cómo mantenerlo en la institución analítica? La propuesta del pase es tal vez
la más interesante, aunque también es difícil de mantener en su pureza, no hay pureza en
esto salvo en el momento en que el analista tiene que sostener su acto para que su paciente
no haga otra cosa en lugar de psicoanálisis.
No hay una institución modelo justamente porque son instituciones que van en contra de
la idea misma de modelo. Si, me parece que puede haber diferencias entre una escuela de
psicoanálisis y otra, diferencias en relación en cuanto al acento que se pone en que el pase
esté destinado a focalizar los efectos del propio análisis y no de lo que esperan los demás.
-Es complejo.
-Si es complejo. Pero en todo caso mi última apuesta institucional, que es la Escuela de los
Foros del Campo Lacaniano, tiene que ver con que para mí se había agotado mi ciclo en
relación a la experiencia en la A.M.P., donde me parecía que estaba muy estandarizado el
modo en que había que hacer para recibiese de Analista de la Escuela a través del
dispositivo del pase. Era una cuestión de escenarios, de estándares dibujados, más la
presencia de algún dedo que se entrometía en el jurado del pase para decir quien sí y quien
no, y me resultaban demasiado fuerte las presencias de otros discursos en la Escuela. De
allí esta nueva apuesta, que sin duda estará marcada por otras falencias, pero que está en
principio destinada y diseñada para atenerse a la propuesta inicial de Lacan, que era
focalizar no lo beneficios terapéuticos, no la creación de grandes analistas, de grandes
oradores, de grandes docentes, si no en situar el interés en qué resultados produjo en un
analizante su propio análisis como para pensar que es desde esos resultados que él se está
autorizando actualmente como analista.
Es más humilde y tal vez más realista si logramos efectivamente producir algo en ese
sentido. El pase no apunta a producir grandes formadores de doctrina sino al analista que
no tiene por qué ser un gran nada, pero tiene que ser un analista.
-¿Le parece que el dispositivo del pase, en las instituciones que lo sostienen,
ha podido evitar la jerarquización que tienden a producir los títulos tales
como analista didacta o A.E. (Analista de la Escuela) o A.M.E. (Analista
Miembro de la Escuela), por ejemplo?
-El pase propicia ciertas alteraciones en la jerarquía del gallinero político, pero también es
cierto que no ha logrado conmocionar ciertas presencias que a lo mejor son inevitables, la
presencia de un Miller en la A.M.P, de Colette Soler en nuestra Escuela de los Foros del
Psicoanálisis en el Campo Lacaniano, que son presencias que proporcionan una
orientación de la comunidad de las que no sé si se puede y ni si queremos prescindir.
Tampoco podemos pensar que la escuela de psicoanálisis va a ser una escuela liberada
totalmente de los efectos de grupo, de los efectos de las jerarquías, de las diferencias a nivel
de la trayectoria del saber, etc.
Me parece que hay gente a la que por ahí le toca encarnar ciertos lugares que no
necesariamente hay que atacar, salvo que ocupar ese lugar sea demasiado intrusivo a nivel
de lo que le corresponde decidir al jurado en el dispositivo del pase, el jurado que fundado
en su prudencia debe decir me parece que si, o me parece que no, me resultó interesante,
convincente este testimonio que escuché, o no. Esa decisión sería bueno que no trascienda
en principio la prudencia de los que están allí escuchando. Hice esa experiencia el año
pasado en París en relación a los cuatro primeros pases de la Escuela de los Foros del
Campo Lacaniano, formé parte del cartel del pase y fue una experiencia muy interesante
desde esa perspectiva en tanto pudimos arribar a nuestras conclusiones sin presiones, no
digo sin ninguna presión por cuanto siempre hay alguna, pero allí era la presión por tratar
de encontrar algo del orden de lo que puede trasmitir un analizante que tiene todas las
dificultades para trasmitirlo, porque no necesariamente es alguien muy claro en lo que
trasmite. El único caso en el que decidimos una nominación de A.E. entre los cuatro
pasantes a los que hacía referencia anteriormente, es decir que pensamos que se trataba de
alguien que nos resultó convincente acerca de cómo había llegado a ser analista a partir de
su propio análisis, fue alguien que justamente presentó un testimonio del pase de un modo
muy poco idealizable, se limitó a contar una secuencia de circunstancias y de sueños que
ocurrieron a lo largo de su propio análisis de un modo que no tenía mucho que ver mucho
con los cánones usados hasta ahora. Este caso nos permitió decidirnos a partir de su
singularidad sin embargo articulada al discurso analítico.
No había nadie que nos estuviera diciendo a este sí hay que nominarlo y a éste otro no.
-En un pase no solo se pone en juego el pasante si no también el analista de
quien intenta realizar el pase, por lo tanto muchas veces no aceptar el pase de
alguien implicaría poner en cuestión al analista.
-No huyo nada de eso en la experiencia a la que me refiero, los integrantes del cartel no
sufrimos ninguna presión grupal en ese sentido. No teníamos la misma manera de pensar
exactamente el psicoanálisis por cuanto había un integrante del jurado que era de París,
dos que eran de distintas ciudades del sur de Francia, otra que era de Barcelona y yo, o sea
que procedíamos de lugares muy diversos y de comunidades de trabajo bastante
diferentes. Tampoco había una homogeneidad política en el sentido de pensar que todos
teníamos que ir hacia el mismo lado, no había ninguna razón por la cual decir que sí a uno
y no a otro fuera de los criterios que consideramos los del discurso psicoanalítico. Tal vez
nuestra única obligación en ese momento era intentar que funcione el dispositivo. Fue muy
interesante.
-Hace un momento se refería a los efectos de grupo que se producen en la
institución psicoanalítica  ¿Hasta dónde las continuas rupturas locales e
internacionales del movimiento psicoanalítico obedecen a diferencias
teóricas o responden a vicisitudes de las psicologías de las masas?
-Creo que trabajan en la interfase de ambas cosas porque por un lado la psicología de las
masas interviene, no podemos negarlo y por otro lado hay un real que es efecto del
discurso analítico. El discurso analítico es algo que se sostiene en un lazo de dos. Pero la
pregunta que hay que ubicar allí es ¿se sostiene en un lazo de dos? Es decir ¿lo puede
sostener un analista que solamente recibe a su paciente o a sus pacientes uno después del
otro? Porque no estamos tan seguros de eso es que pensamos que es bueno que el analista
tenga lugares en donde dar cuenta de cómo sostiene eso, de cómo se las arregló para llegar
a sostenerlo y en ese sentido no creemos que la formación del analista pueda ser algo que
trascurre solamente primero en el consultorio de su analista y luego en su consultorio, ya él
instalado como analista de otros pacientes, si no que además debiera haber otros canales.
Freud ya había planteado un trípode para la formación del analista constituido por la
supervisión, los estudios teóricos y el análisis personal, y Lacan de algún modo dice que ni
siquiera con eso alcanza, que habría además que crear alguna instancia de control más
seria, más genuina, más focalizada del acto del analista, consistente en focalizar el
momento de pasaje de analizante a analista. Es como una especie de investigación de
punta en psicoanálisis que siempre va a ser tal porque depende de qué se produzca en la
comunidad analítica que se van a ir originando después otros efectos. Algunos serán de
ganancia de conocimiento, de ganancia epistémica y de conformación positiva de una
comunidad de trabajo, y otros menos deseables, que tienen que ver con que el efecto de
grupo resiste, con la envidia; todas esas cosas intervienen también en la comunidad
analítica y son desatadas en parte por los efectos mismo del análisis que no hace gente más
pacífica, más dócil, más buena si no que por el contrario genera gente más indómita, más
dispuesta a sostener su discurso incluso cuando se trata de gente que no necesariamente
tiene muchas neuronas, pero está dispuesta a sostener su postura, sus lecturas, y que de
algún modo la institución analítica debe alojar; eso hace que se conformen pequeños
grupos que luchan contra otros grupos porque en ese pequeño grupo se sienten más
escuchados, encuentran quienes se interesen en su trabajo. Eso me parece inevitable,
incluso los efectos de fractura de las instituciones psicoanalíticas van a seguir existiendo.
Forma parte de aquello que hace que en definitiva esté bien que el analista se meta en esas
instituciones a pesar de sus desventajas; y está bien porque es un lugar que forma parte de
lo que Lacan llamaba control del acto analítico.
El analista que se queda solo en su consultorio ¿Cómo sostiene el: yo me autorizo en mi
propio análisis? Sobre todo después de que pasaron cinco años de su propio análisis,
cuando ya se olvidó de algunos de los efectos incluso irreversibles de su análisis. Freud
decía que cada cinco años habría que volver a analizarse, esa es una opción, otra sería que
habría que continuar inserto en una institución en la cual uno tenga que dar cuenta de lo
que hace, que se propicie el reconocimiento del hecho de que el analista no es alguien que
se autoriza de una vez y para siempre. Al mismo tiempo la institución psicoanalítica es un
lugar donde los efectos indeseables de la experiencia puedan ser un poco atemperados: que
a medida que uno va atendiendo pacientes va encontrando el truco, la manera, la
estandarización. Una paciente mía que a veces se siente un poco presionada por el poco
tiempo que hay entre el paciente anterior y el paciente que sigue a ella se acuesta y dice:
me siento como en una máquina de escuchar. Eso puede producirse, el efecto de que el
analista sepa como transformar su dispositivo en una máquina de escuchar donde el
paciente pase uno atrás del otro y que no necesariamente eso sea del orden de que para
cada analizante va a haber un beneficio propiamente analítico y no solamente terapéutico o
catártico o de lo que proporciona de seguridad consultar con tal analista que tiene un
cierto prestigio. En la Escuela de psicoanálisis la máquina de escuchar debe dar cuenta de
cuál es su escucha, de cómo escucha, de a qué le llama escuchar y cómo interviene además
de escuchar, porque el analista no puede ser solamente una oreja silente. Me han contado
que ahora hay gente que ofrece un cierto tiempo para escuchar pero que no interviene, y no
se definen como analistas ni se fundan ni autorizan en ningún estudio previo, simplemente
prestan su cuerpo para escuchar durante un tiempo. Creo que eso tiene menos que ver con
el psicoanálisis que con la prostitución. El psicoanalista debiera hacer otra cosa que una
mera escucha.
-Me parece que eso estuvo fomentado durante un período del psicoanálisis,
por lo menos de la Argentina, desde una mala lectura de lo que planteaba
Lacan en relación a la posición del muerto del analista e hizo que más de un
analista prestara su cuerpo solo para escuchar en el mejor de los casos.
-De acuerdo
-A partir del reconocimiento de psicoanalistas franceses del escaso
conocimiento de los desarrollos de colegas de otros lugares usted dictó, en el
marco las Diagonales de la Opción, en el año 2001 un seminario en París,
¿Cómo fue esa experiencia?
-Justamente allí hablé de este trabajo que luego publiqué bajo la forma de los resultados
del análisis y la formación del analista en la I.P.A. Diría que no logré interesar demasiado a
los psicoanalistas franceses que lo escucharon, que fueron unos cuantos, había un público
de unas sesenta personas. Creo que se sintieron atraídos los que ya estaban interesados en
el tema porque venían investigando sobre la historia del psicoanálisis, me parece que no
hay mucho afán entre los lacanianos en general en escuchar lo que se dice en la I.P.A.
porque en cierto sentido lo consideran un poco retrógrado, pasado de moda, sin demasiada
eficacia sobre la comunidad analítica de los lacanianos. Me parece que en estos momentos
es mayor la influencia de los lacanianos sobre la I.P.A. que al revés, no sé en Estados
Unidos, pero sí en Europa y en América Latina adonde analistas de la I.P.A. suelen
analizarse y estudiar con lacanianos, y se vuelven ellos mismos lacanianos, o al menos
dicen serlo. Pero es un poco difícil interesarse uno mismo, a mi me costó bastante meterme
en la literatura de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Fue por un esfuerzo
investigativo que quería hacer. Quería saber que pasó en los últimos treinta o cuarenta
años con ese tema en la I.P.A. Diría que no fue, de las veces que expuse en Francia, la que
tuvo mayor repercusión, si en cambio logré un eco bastante vivo una vez que expuse en
1994 sobre un análisis de muchos años de un paciente psicótico. Era una de las primeras
ocasiones en que alguien hablaba del análisis de un psicótico. Esa vez fue muy debatido,
muy discutido, hubo cierto consenso respecto de la orientación de la experiencia que yo
transmitía, y esa vez a mi me resultó incluso más interesante. 
En esta última oportunidad creo que el tema no convocaba tanto porque de algún modo
era constatar que efectivamente la I.P.A. sigue investigando lejos de donde abría que
focalizar la formación de los analistas. Ahora lo dicen ellos mismos, la formación de los
analistas les resulta cada vez más problemática, ya no pueden sostener los estándares de
antes, los analizantes ya no proceden de las clases más altas y entonces no pueden pagar
cuatro sesiones semanales a precio didacta de otra época, y se encuentran con las
desventajas que tienen respecto del análisis didáctico llevado adelante por un lacaniano,
que no necesita estándares en cuanto a que cantidad de veces, cuanto tiempo cada sesión.
En Buenos Aires es evidente y también en algunos países de Europa, que el lacanismo tiene
ventajas ligadas a la eficacia del análisis lacaniano.
-Pero para usted un análisis kleiniano fue efectivo.
-Muy. Para mi fue un descubrimiento impresionante darme cuenta que podía asociar
libremente, que alguien me escuchaba, que no se asustaba ante mi angustia, y que además
intervenía de un modo que para mi resultó un llamado. Por razones fortuitas, eso duró un
tiempo. De todos modos, valoro también el hecho de que mi último análisis, con una
analista que hizo su experiencia de análisis con Lacan, me permitió advertir otras cosas, y
llevar a otro grado de consecuencias incluso lo que ya había entrevisto en aquel primer
momento.
-En nombre de elSigma le agradecemos su disposición para abordar temáticas
relacionadas tanto con la teoría y la clínica psicoanalítica como aspectos que
hacen a la formación del analista y su entramado institucional.

Lo real es lo imposible de soportar.


Por Hernando Bernal
El Otro que no existe es una tesis que Jacques-Alain Miller y Eric Laurent presentaron en
su seminario de 1997, en donde demuestran cómo la inexistencia del Otro abre la época de
los comités, época caracterizada por la falta de una seguridad sobre las ideas, la tradición o
el sentido común. La inexistencia del Otro, dice Miller, «abre verdaderamente la época
lacaniana del psicoanálisis», época en la que el Otro se revela como siendo no más que un
semblante; se podría decir inclusive que «todo no es más que semblante». Esto hace que la
pregunta por lo que es verdaderamente lo real se exacerbe en la contemporaneidad: ¿Qué
es lo real? Pregunta que no tiene más que respuestas contradictorias, inconsistentes y, en
todo caso, inciertas. De tal modo que la inexistencia del Otro no es antinómica de lo real.
Al contrario, ella le es correlativa (Miller, 1997).
A medida que el imperio de los semblantes se extiende, al psicoanálisis se le hace de suma
importancia mantener su orientación hacia lo real. La ultima tentativa de Lacan consistió
precisamente en presentar lo real propio del psicoanálisis, volviéndolo presente, visible,
palpable, manipulable. La orientación lacaniana es la orientación hacia lo real (Miller,
1997); lo que importa en el psicoanálisis es mantener la orientación hacia lo real, hacia lo
imposible de soportar. ¿Para qué? Para poder enfrentar el malestar en la civilización.
Desde el Informe de Roma en 1953, Lacan se preguntaba por el papel que el psicoanálisis
puede sostener en “la dirección de la subjetividad moderna”. Sobretodo porque, ante los
impases crecientes de la civilización, en donde ni siquiera la ciencia ya no parece poder
garantizar un real indudable que sirva como punto de referencia, el psicoanálisis puede
llegar a fallar y entregar sus armas, preocupación que desvelaba a Lacan desde el
presentimiento freudiano del malestar en la civilización. ¿Qué puede entonces aportar el
psicoanálisis, para entender la época actual y sus síntomas?
Ya ni siquiera la ciencia parece poder garantizar un real indudable, que sirva como punto
de referencia. No sólo se ha visto el fin de grandes sistemas de pensamiento, sino que lo
real mismo es lo que es puesto en duda contemporáneamente; ya no hay nada seguro que
se pueda decir ni sobre cómo son, ni sobre cómo deberían ser las cosas. Por eso el llamado
de lo real es la tarea con la que el psicoanálisis debe cumplir. De hecho, el privilegio del
psicoanálisis, dice Miller (1997), es la relación unívoca que él sostiene con lo real. Lo real es
lo que en la clínica analítica se evidencia como lo imposible de soportar, por eso la clínica
es el sitio propio de lo real. Es en la práctica analítica donde el sujeto puede llegar a
establecer una relación con lo real, y este sería el aporte más importante del psicoanálisis
al hombre contemporáneo: la experiencia de que sí hay un real que puede funcionar como
referencia segura, aunque no haya ningún Otro que sirva de garante.

No dejemos de sorprendernos
Por Graciela Graham
“¿Puede constituirse al psicoanálisis como la ciencia de lo imposible como tal?
Es en esos términos que la cuestión va a ser planteada,
puesto que desde su origen Freud,
no ha definido de otra manera al psicoanálisis.
El psicoanálisis sobrevive todavía por contener la promesa de consignar en él el fin”.1

En estas palabras de Lacan, se condensan algunos puntos, que hacen a la cuestión de lo


real como límite en el psicoanálisis. Sí el psicoanálisis se constituyera como una ciencia de
lo imposible es decir de lo real, entonces: ¿El psicoanálisis es un límite en sí mismo? ¿El
análisis contiene en sí su propio límite?
Lo real es definido por Lacan como un límite del saber, es un límite por el cual lo real no
puede ser alcanzado, ni siquiera deducido. Lo real es lo imposible de describir y de decir.
Es aquello que no anda, el agujero en lo simbólico.

Sin embargo ese límite está en el centro de la experiencia analítica, arreglárnosla con ese
real es nuestra cuestión.
Así como la teoría de límites en matemáticas es “la base de la verdadera metafísica del
cálculo diferencial” (D´Alambert)2, de manera homóloga lo real como límite podríamos
decir, siendo un poco osados, (es decir llevando las cosas al límite), es aquello a lo que el
análisis aspira.

Cuando escribo estas líneas caigo en la cuenta de que intento eludir la palabra “clínica”, la
sustituyo por práctica, análisis a secas, sin embargo sabemos que evitar no es el mejor
camino y que cuando más evitamos, más cerca estamos de encontrarnos con aquello que
nos causa molestia.
Entonces no tengo más remedio que ir al encuentro. Lacan utiliza la palabra clínica para
hablar de aquello que sucede entre un analizante y un analista en muchas ocasiones.
Ejemplos: “Propongo que la sección que en Vincennes se intitula ‘de la clínica
psicoanalítica’ sea una manera de interrogar al psicoanalista, de apremiarlo para que
declare sus razones. ¿Qué es la clínica psicoanalítica? No es complicado, la clínica tiene
una base: es lo que se dice en un psicoanálisis”.3

La clínica es lo Real en tanto que es lo imposible de soportar.


Y esta otra que es más fuerte: “Por lo tanto, hay que clinicar... Es indudable que el hombre
no piensa del mismo modo acostado o de pie, aunque sólo fuera por el hecho de que en
posición acostada hace muchas cosas, en particular el amor, y el amor lo arrastra a toda
suerte de declaraciones. En la posición acostada, el hombre tiene la ilusión de decir algo
que sea decir, es decir, que importe en lo real”.
Ahora bien, ¿de qué nos sirven estas citas de Lacan? ¿Podemos por estas citas sueltas,
asegurar que Lacan, pensaba ésto o aquello? ¿Cómo nos implicamos cuando decimos
“Lacan dice”? Siempre es peligroso sacar los enunciados de su contexto.

Lo cierto es que la clínica evoca a la medicina, ésta a la anatomopatología, y a la


clasificación en cuadros o enfermedades. Esta es la razón por la que evitaba escribir esa
palabra que sin embargo Lacan utiliza tantas veces.
Puesto que las clasificaciones, ordenan diferentes tipos de obstáculos, de límites
imaginarizados y quizás, digo solamente quizás, nos hacen perder de vista el verdadero
obstáculo con el que trabajamos, con el que nos encontramos todo el tiempo en nuestra
práctica, aquello que Lacan llamaba su “trabajo en lo imposible de decir”.

Lo real es algo que existe, que constituye un límite, hay una relación entre real y existencia
que Lacan aborda en el seminario “Ou pire”, donde desarrolla una lógica distinta a la
Aristotélica, y que da cuenta de un real. Esa lógica, produjo (puesto que es inevitable), un
nuevo cierre clasificatorio. La debilidad mental nos hace clasificar. Entonces Lacan en su
infatigable trabajo de subversión permanente, apela a los nudos y otra vez clasificamos. Se
utilizó el seminario que referencia a Joyce, como un tratado sobre la psicosis y se hizo de
Joyce un psicótico.
Como nota de color recuerdo que de allí se desprendió una práctica que se basaba en hacer
escribir a los psicóticos, aunque fueran analfabetos, con la suposición de que como a Joyce,
la escritura los haría “anudar algo”. Tan necesitados estamos los analistas de recetas
(¿médicas?).

Todo es devorado, deglutido por la máquina clasificatoria que somos. Quizás clasificamos
para escamotear justamente, que nuestra tarea está todo el tiempo en relación a ese límite,
que la hace imposible pero no por eso –sin eficacia–.
“Nos encontramos con que el lenguaje es una herramienta imperfecta. Es por eso –dice
Lacan– que las matemáticas son objetos de veneración para los analistas. Es más hubiera
estado feliz si hubiera podido escribir, crear un solo teorema”.
Imagino que tampoco para él fue fácil esta práctica sin universales de los que agarrarse,
donde todo el tiempo explota el referente.
Hay quienes pretenden que esta posición no clasificatoria, no generalizable no
matematizable del psicoanálisis adscribe a un construccionismo llamado “social”, es decir
se pretende ubicar al psicoanálisis dentro de esa teoría sostenida particularmente por
Michel Foucault.

Creo que la crítica foucaultiana al psicoanálisis, es una manera de despertarnos, de estar


advertidos del riesgo que corre el análisis si se convierte (si es que ya no lo hizo), en una
práctica que normativiza cuerpos y almas y se vuelva sorda a “nuevos procesos de
subjetivación”.
Considero que el análisis no es una filosofía puesto que la interpretación tiene su límite,
que ese límite es real, pero es justamente ese juego el que impide la sistematización. El
psicoanálisis no es una hermenéutica puesto que existe ese límite.
Tampoco es una ciencia porque como ya dije: resiste a la matematización, pero no por eso
renuncia a un “dialogo” permanente con ella, Freud y Lacan tuvieron siempre un
intercambio fecundo con la ciencia.
Jean Allouch ha remarcado el enunciado lacaniano que hace del análisis una erotología, lo
que señala tanto al deseo como al goce.

“J. L.: De acuerdo. Una de las cosas que omití poner de relieve es que hay un campo que
designé con el nombre de goce del Otro, goce que debe representarse por lo que es, o sea,
como inexistente. Lo que haría falta es dar cuerpo –hay que decirlo– a ese goce del otro
ausente, y hacer un pequeño esquema donde lo imaginario se hallaría en continuidad con
lo real. Es manifiesto que lo imaginario forma parte de lo real, el hecho de que haya
cuerpos forma parte de lo real”.4
¿Por qué suponer que no entrar en el delirio clasificatorio, es delirar con la
transformación?5

Si delirar con la transformación quiere decir algo así como transformarse infinitamente,
sin tope sin límite. No habría un delirio más infinito que el clasificatorio. El ejemplo de los
DSM 3, 4, 5,… nos lo muestra.
También se podría ver como un lacanismo “rabioso” y tradicional casi antiguo… aquel que
parte de lo que Lacan hace con la fórmula Saussure (Significado/Significante)
invirtiéndolo: la barra separadora (Ste./Sdo.) es resistente a la significación, impermeable
a una relación unívoca. De manera que la significación nunca puede cerrarse, siempre
sufre un desplazamiento en la cadena significante. La «barra» que impide el cierre de la
significación implica un contacto indirecto con el sentido y la consiguiente caída del
referente.

Llevar al límite esa caída es lo que produce resistencia.


Lacan no era ni un filósofo, ni un pensador, no era un maître a penser como dicen los
franceses, era un analista no cualquiera, no igual a cualquier otro, como algunos creen,
pero tampoco era infalible, en el sentido en que el dogma católico dice del Papa. Era un
analista que dijo un día “es de mi práctica que surge todo lo que les digo”. Ese solo
enunciado sirve para darse cuenta de que entonces, las cosas cambian, las sorpresas
aparecen para él, digo, hacer de la enseñanza de Lacan una letra muerta es justamente
perdernos las sorpresas y no queremos hacerlo, no queremos perdernos las sorpresas.
Fue eso una sorpresa, un encuentro lo que hizo aparecer esta nueva forma de lazo entre los
hombres que se dio en llamar psicoanálisis.
Freud primero se encontró con las histéricas y como no era sordo las escuchó de otra
manera y luego se llevó otra sorpresa que al principio no le resultó agradable, más bien un
obstáculo: esa manera de escucharlas suscitó el amor, el amor de transferencia.

“Hay una calle próxima que está vedada a mis pasos,


hay un espejo que me ha visto por última vez,…
La muerte me desgasta, incesante”.
Jorge Luis Borges (Límites)
____________

1. Extraído del Prefacio a la obra de Robert Georgin, Cahiers Cistre.1977, Lacan, 2da
edición, París, L´Age d´homme, colección « Cistre-essai » 1984. Pag 9-17.
2. Se dice que una cantidad es el límite de otra cantidad cuando la segunda puede
aproximarse a la primera con una diferencia menor que cualquier cantidad dada, por
pequeña que ésta se pueda suponer, aunque la cantidad que se aproxima no pueda
sobrepasar nunca la cantidad aproximada.
3. Lacan Jacques, “Apertura de la sección clínica” (1976) Publicado en Ornicar?, 9, abril
de 1977.
4. Lacan Jacques, “Apertura de la sección clínica” (1976) Publicado en Ornicar?, 9, abril
de 1977.
5. Jorge Alemán Lacan, Foucault: el debate sobre el “construccionismo”.

"... ¿cuáles son los fundamentos, en el sentido lato del término, del psicoanálisis? Lo cual
quiere decir: ¿qué lo funda como praxis?"
(Lacan, J. 15 de enero de 1964)

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