Objeto de la historia
Una generalización socialmente aceptada podría ser definir la Historia como “el
conocimiento del pasado” en donde un sujeto, denominado historiador, ser
humano inmerso en su tiempo y lugar elabora un conocimiento, a través del
estudio de un hecho histórico concreto, delimitado por su tiempo y espacio.
Desde esta perspectiva, la subjetividad en la historia, más allá de tenerla en
cuenta al momento de investigar un tópico específico, resulta inevitable.
¿Es posible definir inequívocamente el objeto de la historia tomando en cuenta la
subjetividad? Probablemente no, pero en el camino, el investigador encontrará
fuentes que le permitirán estar más cerca de lo que comúnmente denominamos
“verdad”.
Desarrollo
Por naturaleza, el ser humano intenta encontrar una explicación a todo lo que
ocurre a su alrededor, sin embargo, la forma en que llega al conocimiento varía
según el sujeto que lo estudia o arroja resultados inesperados opuestos a las
hipótesis planteadas, bien lo decía Marc Bloc: “todo estudio de la actividad
humana amenaza el mismo error: confundir con una explicación”1.
Desde esa perspectiva, intentar explicar los acontecimientos que vive parece ser
un acto reflejo de los humanos, sin importar su contexto, entender su presente
parece ser una meta común. En este afán comprender el presente, el pasado tiene
un lugar fundamental, más aún por lo que no se sabe sobre él: “La incomprensión
del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado” 2.
En este mismo orden de ideas, Bloc establece que: “el conocimiento del pasado
es algo que está en constante progreso, que se transforma y se perfecciona sin
cesar”3. Si el conocimiento fuera fijo e inmóvil, sería completamente obsoleto,
anacrónico y no aportaría nada a la humanidad.
De una manera muy amena, Collingwood afirmó “toda la ciencia empieza con el
conocimiento de nuestra propia ignorancia”4 Así que, desde esta perspectiva, el
objeto de la historia sería descubrir aquello que no sabemos.
1
Bloc, Marc. Introducción a la historia. (15%) Fondo de Cultura Económica (1949)
2
Bloc, Marc. Introducción a la historia. (20%) Fondo de Cultura Económica (1949)
3
Bloc, Marc. Introducción a la historia. (27%) Fondo de Cultura Económica (1949)
4
Collingwood, R.G. Idea de la historia. P. 19. Fondo de Cultura Económica. 1952
5
Bloc, Marc. Introducción a la historia. (22%) Fondo de Cultura Económica (1949)
6
Bloc, Marc. Introducción a la historia. (67%) Fondo de Cultura Económica (1949)
Sin embargo, la forma es que usamos estos métodos varía, y por eso un mismo
hecho puede llevar a conclusiones distintas, el historiador, inmerso en su tiempo y
espacio, ve desde otra perspectiva los hechos que intenta estudiar; la subjetividad
de su contexto le impide, en ocasiones, evaluar y establecer de manera objetiva
hipótesis concretas. “El historiador se halla en la imposibilidad absoluta de
comprobar por sí mismo los hechos que estudia”7.
Sobre esto Bloc decía: “La práctica de una ciencia que se limitara a comprobar
que todo lo que sucede siempre tal como se esperaba no serviría para gran cosa
ni sería divertida”8. En otras palabras, si en un hecho determinado ya sabemos lo
que va a pasar, ¿entonces para qué estudiarlo?
Para Collingwood, una consecuencia de la influencia del cristianismo en la historia
es que “el historiador cayó en la falacia de decir que podía predecir el futuro”9.
Para algunos, esta característica, para no decir “falacia”, sigue vigente. No solo se
le atribuye al historiador el poder de predecir el futuro, sino de imponer una visión
sobre un tiempo que no ha vivido y que no sabe si vivirá.
12
Cardoso, Ciro. Introducción al trabajo de la investigación histórica: Conocimiento, método e historia. P.37. 5ta edición (2000)
13
Cardoso, Ciro. Introducción al trabajo de la investigación histórica: Conocimiento, método e historia. P.55. 5ta edición (2000)
14
Cardoso, Ciro. Introducción al trabajo de la investigación histórica: Conocimiento, método e historia. P.56. 5ta edición (2000)
15
Cardoso, Ciro. Introducción al trabajo de la investigación histórica: Conocimiento, método e historia. P.61. 5ta edición (2000)
Conclusión