TRABAJO SOCIAL
2018
1
La limosna y el consejo. Formas de intervención previas a la política
social.
Introducción:
2
1. La intervención social en el antiguo régimen: La Caridad
1
El feudalismo es un sistema económico social y político en el cual la principal relación de producción era la
servidumbre. El sistema de producción era fundamentalmente rural, y su población eminentemente
campesina. Sociedad estamental: orden colectivo sostenido por la nobleza terrateniente -y guerrera-, el
monarca, la Iglesia y la fuerza de trabajo subordinada. Presentando una estructura piramidal de nula
movilidad social. (Luchinni, C y otros. 1999:13)
2
Sugerimos la lectura de Luchini, Cristina para profundizar acerca del contexto histórico del Antiguo
Régimen.
3
“También debe proporcionar una renta en forma de impuesto, trabajo (servicios) y hombres (milicia)”
(Donzelot 2008:54)
3
Así la familia, como pequeña organización política, se veía afectada por el “sistema de
obligaciones, honores, favores y desfavores” y participaba activamente del sistema feudal. Esta
modalidad aseguraba, sin mayor intervención, la conservación de cada individuo en su lugar y
condición, en tanto el Estado feudal se apoyaba directamente sobre la familia, utilizando como
coerción, por ejemplo, el temor al descrédito público.
Sin embargo, la interdependencia tradicional que caracterizó el orden feudal no eliminó la
existencia o emergencia de problemas. Siguiendo el desarrollo de Castel (1997) la situación que
plantean los huérfanos señala la imposibilidad de resolución o asistencia dentro del orden
familiar; la enfermedad, la discapacidad pueden colocar definitivamente al individuo en lugar de
incapaz para sostenerse dentro del sistema de intercambio, llevándolo a una situación de
dependencia sin interdependencia. Es decir, se genera una falla que imposibilita al individuo
reproducir su existencia y asegurarse su protección.
Si en el orden feudal, como lo plantea Castel (1997), la familia, la comunidad de
pertenencia formaban parte de la red de interdependencia de los individuos, la existencia o
emergencia de problemas ponía en tensión la regulación de esas instituciones que conforman la
sociabilidad primaria al ultrapasar las posibilidades de asistencia por parte de la familia y/o de la
comunidad, debiendo recurrir a la asistencia dada por grupos o instituciones especializadas.
“Cuando se relajan los vínculos de la sociabilidad primaria, o la estructura de la sociedad se
complejiza al punto de hacer imposible este tipo de respuesta global y poco diferenciada, la
asistencia a los carecientes es objeto de prácticas especializadas.” (Castel, 1997: 40)
En el feudalismo los sujetos que no contaban con una familia que respondiera por ellos o
que se encontraban en situación de extrema pobreza4 se constituían en un problema para el orden
público, ya que no contaban con un responsable socio- político; entre estos se encontraban “la
gente sin credo, sin casa ni hogar, mendigos y vagabundos” (Donzelot, 2008:54).
Los sin familia eran considerados “anormales” dentro del sistema social y se realizaba una
clasificación de los pobres o faltos de representación socio-política, y por ende “se trataba de
definir los requisitos exigidos a los beneficiarios de las instituciones de caridad y de la misericordia
individual” (Geremek, 1986:15)
Las principales respuestas de asistencia para los sin familia, provenía de la Iglesia,
institución que formó parte del Estado feudal, con un predominio político y económico que se
mantuvo hasta el derrumbe del antiguo régimen. Podemos identificar como sus principales
prácticas caritativas: los Hospitales Generales y cárceles para vagabundos; las Compañías de
Caridad organizadas en torno a parroquias para los denominados pobres vergonzantes, y la
limosna individual para los mendigos.
Afirmamos al inicio, que la caridad cristiana se presenta como una práctica asistencial
hegemónica durante el feudalismo, pero ¿qué se construye como caridad?:
La caridad es la virtud cristiana por excelencia y la pobreza se valoriza efectivamente con
la referencia a Cristo y a los modelos de la vida apostólica. Es interesante el análisis que realiza
Castel (1997) respecto de las valorizaciones ambivalentes que subyacen en los fundamentos de la
4
caridad cristiana: se valora la pobreza elegida, sublimada a lo espiritual pero, la condición social
del pobre genera desde sentimientos vinculados a la lastima hasta el desprecio y el rechazo más
prosaico. ¿Cómo supera esa ambivalencia el cristianismo? A través de dos modalidades de gestión
de la asistencia a la pobreza: la práctica se inscribe en la economía de la salvación y se funda una
clasificación de las formas de pobreza.
Con respecto a la economía de la salvación: el pobre se constituye en el medio para que el
rico ejerza los valores propios de la caridad cristiana y de ese modo lograr salvarse redimiendo sus
pecados.
Así, se logra un financiamiento de la asistencia a través de limosnas, legados a
instituciones caritativas, en un período histórico donde se creía en la existencia (y por lo tanto el
temor) del infierno. Al mismo tiempo que se dejaban de lado sentimientos de culpa por el modo
en que se enriquecían los integrantes de los estamentos más altos. Claramente, desde esta lógica
de pensamiento, la caridad resultaba el camino hacia la redención, se invertía para el más allá.
Ahora, advierte el autor:
“…Pero el hecho de que la pobreza fuera reconocida como medio de salvación no significa
en absoluto que la quisiera por ella misma, ni que quisiera al pobre como persona”. (1997:46)
Es en este escenario que la limosna adquiere un valor de intercambio que permite eliminar
el pecado, el rico obtiene su salvación a través de las actividades de caridad permitiendo que el
pobre también se salvara aceptando su condición de pobre. De esta manera, también se colabora
en el mantenimiento del orden social vigente: se reconoce la pobreza como necesaria, se justifica
y naturaliza su existencia. La caridad, entendida como el ejercicio de dar al que lo necesita, provee
perfeccionamiento espiritual a quien da y cristianización y moralización a quien recibe.
En articulación a la lógica de la salvación también se plantea una clasificación
discriminatoria entre pobres que merecían ayuda y los que no. Los “malos pobres” serían aquellos
que se revelaban contra el orden del mundo establecido, “que era el que Dios quería”. Los pobres
dignos, serán aquellos que acepten con resignación su destino y la miseria se exprese en sus
cuerpos: mutilados, ciegos, andrajosos, mancos, viejos y niños famélicos, etc. En cierto modo la
exhibición de estas minusvalías permitían advertir que la incapacidad para trabajar no era
voluntaria. (Castel, 1997)
En palabras del autor: “El pobre más digno de movilizar caridad es aquel cuyo cuerpo
exhibe la impotencia y el sufrimiento humanos.” (1997:49)
En síntesis, la lógica de la caridad será la forma predominante de intervención social
durante el feudalismo, ligada a las características de esta formación social. Con la conformación
del capitalismo como sistema de organización social, otra forma de intervención adquirirá
centralidad: la filantropía.
4
Según Millet Mollat, citado por Geremek, “sólo hacia su final el Medioevo conoció la dimensión del
pauperismo como fenómeno generalizado; de ahí que ese período se convirtiese en el principal campo de
investigación de la historiografía económica y de la sociología del pauperismo” (Geremek, 1986:20).
5
La filantropía surge más tarde, ya iniciado el modo de producción capitalista, más
precisamente a finales del siglo XVIII, destacándose luego, dentro de los filántropos, en el siglo XIX
los llamados “Reformadores Sociales” y se mantiene durante gran parte del siglo XIX como
intervención preponderante.
El término filantropía designa el amor a los hombres, se trata de una concepción que se
basa en el espíritu de buena voluntad activa hacia los semejantes, sostenido en la idea de
fraternidad humana que toma como principio la moral laica de origen racional.
El surgimiento de éstas prácticas filantrópicas llevadas adelante por la clase burguesa se da
en una sociedad que pasa de sostenerse desde un pensamiento teocéntrico a adoptar
progresivamente características antropocéntricas5. Todo ello, como fruto de los procesos
históricos y cambios filosóficos más sobresalientes que impactan en la sociedad europea como la
Revolución Industrial, el sostenimiento de las ideas iluministas, la Revolución Francesa, el Proyecto
de la Modernidad y la conformación de la clase obrera, así como el traspaso de una economía de
uso a la consolidación de una economía orientada a la comercialización.
El concepto de hombre libre6, sin tutelas y capaz de construir su realidad se vuelve el
fundamento tanto de la idea de libertad civil, social como de la económica. Con estas
transformaciones la iniciativa privada también se dará en el campo de intervención en lo social
junto con la constitución de un Estado en su fase liberal.
Tanto Donzelot como Geremek coinciden que en este período histórico (siglo XIX)
surgieron interrogantes vinculados a qué hacer con el pauperismo social (Geremek, 1986:9), con
la indigencia y cómo disciplinar a la clase trabajadora en un nuevo contexto en el que las
obediencias del Antiguo Régimen han perdido sustento. Del mismo modo, la continuidad del mero
uso de la represión resulta inviable y la “economía liberal requiere la puesta en marcha de
procedimientos de conservación y formación de la población” (Donzelot, 2008:59). La respuesta
será entonces, la intervención filantrópica.
Los filántropos critican las prácticas caritativas, porque según éstos las mismas resultan
ineficaces, dado que recompensan la pobreza mantienen e incluso promueven su proliferación (no
la erradican), humilla al que la recibe, reprime más que preserva y refuerza la mendicidad.
Dirán los filántropos, también, que la caridad a través de sus asilos y hospitales oculta a los
vagabundos e indigentes ofreciéndoles un techo que, o bien recompensa la pereza o bien los
ahuyenta y refuerza la mendicidad. Por ello consideran que la limosna es otra trampa, ya que
contribuye a que todo aquel que se resigna a la mendicidad haga de ella un oficio al mismo tiempo
que complace a los ricos a través de adulaciones.
De este modo, la filantropía se presenta a sí misma como una intervención superadora de
las acciones de caridad.
Resulta interesante el análisis que realiza Donzelot respecto de las diferencias entre la
caridad y la filantropía: “…la filantropía se distingue de la caridad en la elección de sus objetos, por
5
Ver texto de Gustavo Parra, “Antimodernidad y Trabajo Social. Orígenes y expansión del Trabajo Social
argentino. Dpto. de Ciencias Sociales. UNLu, Lujan, 1999.-
6
Es decir, libre de los medios de producción donde solo tiene su fuerza de trabajo para vender,
sobre este pilar se erigirá el modo de producción capitalista.
6
ese afán de pragmatismo. El consejo antes que el don, porque no cuesta nada. La asistencia a los
niños antes que a los ancianos, a las mujeres antes que a los hombres, porque a largo plazo eso
puede, cuando no reportar, al menos evitar un gasto futuro” (Donzelot, 2008:69).
De esta manera pueden resumirse las características principales de esta estrategia en los
siguientes puntos:
7
objetivo de fortalecer la autonomía familiar, es decir que se produzca el cambio
buscado en la forma de pensar y por lo tanto de vivir.
El fortalecimiento de la autonomía familiar y la reforma del carácter de los sujetos fue
un eje importante durante el siglo XIX. Desde esta lógica de pensamiento, se restringe
al ámbito familiar la responsabilidad de su condición de vida, evitando, por un lado el
reclamo de respuestas al Estado y, por otro, se fomenta la despolitización y se des-
economizan las causas que originan la emergencia y expansión de la desigualdad
social que padecen vastos sectores sociales, evitando interpelar la estructura social y
económica de la sociedad burguesa.
Existen, según Donzelot, dos polos de acción dentro de la filantropía en sus orígenes. Un
polo denominado Asistencial que utiliza al Estado como medio formal para introducir consejos y
pautas de comportamiento en las familias de los sectores trabajadores; entendiendo entonces que
la familia debe encargarse de reparar “sus” problemas7, así desde la filantropía sólo se dan los
medios para que sean autónomos a través de la enseñanza de las virtudes del ahorro y podrá
intervenir en algunos aspectos, pero dicha intervención será indicio de falta de moralidad de la
familia que lo requiera.
La otra modalidad o polo de la estrategia filantrópica es el polo médico higienista,
vinculado al proceso de urbanización propio del momento histórico, en este caso se utiliza la
demanda de la intervención del Estado como un instrumento directo, un medio material para
establecer la importancia del peligro de la destrucción de la sociedad por el debilitamiento físico y
moral de la población, siempre orientado a la preservación de la sociedad liberal donde el Estado
debe guardar una relación equidistante entre la intervención directa y la privada. “...La tendencia
médica es la contrapartida necesaria de la tendencia industrial, pues … esta última … multiplicó la
cantidad de peligros a los cuales las poblaciones manufactureras están expuestas” (Donzelot,
2008:60).
La filantropía higienista intervendrá a fin de preservar la sociedad liberal a través de
medidas relativas a la higiene pública y privada, a la educación y a la protección de los individuos y
“harán de la esfera industrial el punto de aplicación y sostén de una civilización de las buenas
costumbres, de una integración de los ciudadanos” (Donzelot, 2008:61).
Completa Donzelot diciendo: “Las normas higienistas relativas a la crianza, al trabajo y a la
educación de los niños pudieron entrar en vigor porque les brindaban – y correlativamente,
también a sus mujeres – la posibilidad de una autonomía mayor al interior de la familia contra la
autoridad patriarcal”. (2008:63)
Asimismo, la moral del ahorro impactaba positivamente en las familias otorgando cierta
cuota de autonomía a las mismas, es decir la filantropía acompaña un doble proceso que se da en
7
Justificado en que “el Estado ha dejado de ser la cima de la pirámide de la opresión feudal, puesto que con
relación a él, todos somos formalmente iguales, ya no hace falta reclamar derecho alguno a ser asistidos
por el Estado, pero tampoco existen motivos para rechazar nuestros consejos, puesto ya no son órdenes”
(Donzelot, 2008:60)
8
torno a la familia en el siglo XIX, por un lado su liberalización y al mismo tiempo la valorización de
la familia8.
Distintos autores, David Matza, Geremek, Donzelot, señalan el estigma que asume y/o se
le adjudica a la situación de pobreza, ya que se define a la pobreza como “una condición
humillante y marcada por un sello indeleble… señalados por el estigma de la inmoralidad y de una
especie de “mala fama”… el carácter degradante de la pobreza sería la herencia histórica de las
teorías que la han considerado como el fruto de una deficiencia moral y de una anomalía”
(Geremek, 1986:14).
Recordemos que para la lógica liberal todos los sujetos pueden competir libremente en el
mercado. Además se diferencia a la realidad social en dimensiones estancas: la económica, la
social y la política, admite la existencia de problemas sociales pero encuentra su causa en la falta
de adaptación de los sujetos. Aquí aparece entonces la filantropía acompañando el proceso y
desarrollo del Estado en su fase liberal.
El Estado en su fase liberal solo deja la regulación económica en manos del mercado y su
función se centra en asegurar los derechos civiles, configurándose las condiciones necesarias para
la existencia de trabajo libre y asalariado (necesario como mano de obra para la creciente
industrialización en este periodo histórico). Serán reconocidos los derechos políticos sólo de
aquellos que puedan aportar con sus impuestos y, respecto a los derechos sociales, el Estado
liberal, entiende que involucrarse en ello constituye una relación de tutela y de intromisión en la
autonomía de los individuos, lo que supuestamente invalida su libertad .
De este modo, el Estado liberal actúa en dos direcciones para el enfrentamiento de la
cuestión social: por la vía de la fuerza, eliminará y reprimirá las manifestaciones obreras que
demandan por mejores condiciones de vida y de trabajo y, al mismo tiempo, deja en manos
privadas, con el auxilio de la filantropía o la caridad la asistencia a los pobres
A mediados del siglo XIX, ante una explosión de la pobreza encontramos a los
denominados Reformadores Sociales (Martinelli,1992:69), estos filántropos pregonaban una
intervención social ante el avance de la pauperización social generalmente asociada a
motivaciones religiosas (tanto católicas como protestantes) y por tanto, diseñaron variadas
estrategias de asistencia que atendiesen las manifestaciones de la cuestión social evitando, por la
misma acción, que los sectores desfavorecidos económicamente cuestionaran el orden burgués
vigente y sirvieran como instrumento desmovilizador de las reivindicaciones colectivas.
Es importante subrayar que las asociaciones filantrópicas así como las instituciones
vinculadas a la estrategia caritativa, se constituyeron como parte de los espacios ocupacionales
donde se incorporaron los profesionales del Trabajo Social y, del mismo modo, el pensamiento
filantrópico representó el marco referencial para la comprensión de las manifestaciones de la
cuestión social, en el momento de surgimiento de la profesión, propiciando, la creación de
Escuelas de Trabajo Social9.
8
“La familia se convierte en punto de apoyo para hacer refluir sobre ella a los individuos cuyo desenfreno
llevaba a interpelar al Estado como responsable político de su subsistencia y bienestar” (Donzelot, 2008: 62)
9
En los orígenes de las escuelas de Trabajo Social encontramos el primer curso de Visitadoras Sociales
voluntarias creado en Londres en 1893, luego en New York, Estados Unidos, en 1898, ambos dependientes
de la COS (Sociedad de Organización de la Caridad) y en Amsterdam, Holanda, en el año 1899. El resto de
9
Por su parte, desde fines del siglo XIX será el Estado quién comienza a tomar medidas para
atender directamente las manifestaciones de la cuestión social, a través de las llamadas Políticas
Sociales, éstas tomarán distintas formas y abordarán problemáticas por áreas específicas de la
realidad social. Las instituciones encargadas de ejecutar dichas políticas sociales configurarán
también, y preponderantemente, el espacio socio-ocupacional de la profesión en sus orígenes. Por
este motivo, , se puede afirmar que sólo cuando el Estado comienza a intervenir en lo social el
trabajo social se profesionaliza. (Netto, 2002)
Por tanto, la expansión de los derechos políticos y sociales llegará, recién, a partir de fines
del siglo XIX, extendiéndose progresivamente en el siglo XX como parte de la lucha dada por el
movimiento obrero organizado ante el estallido de la “cuestión social”.
Desde fines del siglo XIX hasta la actualidad, las políticas sociales, y con ellas nuestra
profesión, coexisten junto a la caridad y la filantropía, atravesando cada una períodos de debilidad
y de fuerza, en el abordaje de las manifestaciones de la cuestión social.
Las claves para pensar la profesión hoy, se sitúan en poder analizar el tipo de Estado y
las lógicas de las políticas sociales desde las cuales intervenimos.
La persistencia -invisibilizada- de las lógicas filantrópicas y la tendencia a la re-
filantropización de la asistencia como mencionan diversos autores (Netto, 2009, Montaño 2004,
Yazbeck 2004) nos obliga a retomar críticamente los conceptos de caridad y filantropía para
identificarlos en las intervenciones sociales.
En relación a este proceso contemporáneo Yazbek (2004) plantea que el pensamiento
neoliberal10 reconoce el deber moral de prestar socorro a los “pobres e inadaptados” a la vida
social, pero no reconoce sus derechos sociales, el lugar de pertinencia en el escenario público.
Aquí se presenta una tendencia donde el discurso de la ciudadanía y de los derechos, es hoy
ocupado por el discurso humanitario de la filantropía. (Netto: 2009; Yazbeck 2004) De este modo,
lo social se torna centro de acciones solidarias y filantrópicas. Esto resulta en una descalificada y
despolitizada forma de abordaje de las manifestaciones de la “cuestión social”.
Se despolitiza lo económico, crece el tercer sector y la idea de responsabilidad
empresarial para ocuparse de las manifestaciones de la “cuestión social”. Pero como parte del
proceso lo que ocurre es que el Estado adquiere otra forma de intervención11 en el campo social y
apela a la solidaridad social, optando por programas selectivos y focalizados; hay crecimiento del
voluntariado; las empresas mediante sus donativos reducen el pago de impuestos, que es la
fuente primordial de financiamiento de las políticas sociales.
las escuelas de Trabajo Social se irán conformando a lo largo del siglo XX constituyendo el momento de
institucionalización del Trabajo Social.
10
Entendemos que el neoliberalismo es la lógica contemporánea que configura el actual desarrollo del
capitalismo, tema que abordaremos más adelante.
11
Las respuestas ya no dependen entonces de la presencia e intervención activa del Estado sino de grupos
de ciudadanos que tengan capacidad para organizarse y gestionarlas.
10
Yazbek enfatiza que las propuestas neoliberales reducen el papel del Estado en cuanto al
enfrentamiento de las manifestaciones de la “cuestión social” y fundan una visión de la política
social sólo para complementar lo que no se consiguió vía mercado, familia o comunidad. Los
procesos de refilantropización apuntan no sólo a un debilitamiento del Estado sino a un retorno
hacia un ideal moral y no un deber de justicia y des-dibujándose el reconocimiento de los
derechos sociales. (Coutinho, 2004)
Estas intervenciones apuntan a mostrar al capitalismo en clave humanitaria, las
empresas, grupos económicos, el Estado comienzan a vislumbrar la necesidad de orientarse hacia
un perfil solidario, benefactor, caritativo, donde se exaltan la cooperación, el compromiso social,
de forma de reforzar las relaciones sociales que tornen aceptables las condiciones de explotación
del capitalismo.
En este punto, nos interesa rescatar como las lógicas filantrópicas presentan una
continuidad en las intervenciones sociales en sus distintas formas en la contemporaneidad: ya sea
a través del sector privado, del sector estatal y de las intervenciones individuales. El resultado es el
mismo: invisibilizar las causas de la pobreza y la desigualdad del sistema capitalista,
desresponsabilizar al Estado como garante de Derechos y culpabilizar a los sujetos por su
situación.
Hasta aquí un breve recorrido por las distintas formas de intervención social y una
caracterización contemporánea que apunta a trazar algunas coordenadas para comprender la
profesión hoy.
La cuestión central consiste en comprender que la profesión del trabajo social no es una
evolución de la caridad y de la filantropía sino que comparte y disputa ese espacio con ellas; y esa
disputa depende del patrón predominante de respuesta a la “cuestión social”. (Montaño, C: 2004)
En síntesis, el Trabajo Social es una profesión que no se constituye desde una evolución de
la filantropía y/o de la caridad; no recae en la ayuda como práctica altruista, sino que la
entendemos a partir de su funcionalidad con el orden burgués, cuando el Estado toma para sí, en
el pasaje del capitalismo competitivo a la fase monopolista, la respuesta de la “cuestión social",
mediante las políticas sociales. (Montaño: 2004)
Es decir, consideramos que el Trabajo Social en sus orígenes basa su perspectiva de
conocimiento de la realidad social desde las lógicas de intervención que caracterizaron a la
Caridad y a la filantropía, de allí la importancia en identificar y comprender los fundamentos de
ambas prácticas, ya que las mismas operaron y operan, con gran influencia, en la comprensión de
la realidad social hacia el interior del colectivo profesional.
Bibliografía
11
Donzelot, Jacques (2008). La policía de las familias. Ediciones Nueva Visión. Buenos
Aires.
Donzelot, Jacques (2007). La invención de lo social. Ediciones Nueva Visión.
Buenos Aires.
Geremek, Bronislaw (1986) La piedad y la horca. Alianza Editorial. Madrid.
Lucchini, Cristina y otros (1999). La impronta espacial-temporal en el análisis social
clásico. Cap. 1 “De la Comunidad estamental a la sociedad de clases”. Editorial
Biblos. Buenos Aires.
Martinelli, María Lúcia (1992). Servicio Social: Identidad y alienación. Editorial
Cortez. Sao Pablo.
Montaño Carlos (2004) Hacia la construcción del Proyecto Ético Político
Profesional crítico en Actas del XVIII SEMINARIO LATINOAMERICANO DE
ESCUELAS DE TRABAJO SOCIAL ALAETS. Costa Rica, Julio de 2004.
Netto, J. P. (2002) Reflexiones en torno a la “cuestión social” en Netto y otros
(2002) Nuevos escenarios y pràctica profesional. Una mirada crítica desde el
Trabajo Social. Ed Espacio. Bs. As.
Netto, J.P. (2009) La concretización de derechos en tiempo de barbarie en
Borgianni E y Montaño, C. (2009) Coyuntura actual Latinoamericana y Mundial:
Tendencias y Movimientos. Ed. Cortez. Sao Pablo.
Yazbek, Carmelita.(2004) Reproducción Social, Trabajo y Servicio Social: “El
Servicio Social como especialización del trabajo colectivo”. Grupo de Investigación
y acción social. Facultad de Ciencias Humanas. Tandil.
12