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Una noche mas

Un cálculo, una fórmula, una única forma que parecía casi imposible de errar era el pensamiento que recorría mi
cabeza de lado a lado y que de golpe ahuyentó mi sueño por más que mi enjuto cuerpo lo solicitaba. Una lucha épica
entre mis ojos entrecerrados con un vano esfuerzo de continuar el trasegar temporal por el mundo de los sueños y
mi cabeza buscando la solución de aquel error aritmético, generan cientos de escenarios donde un repaso detallado
de cada uno de los hechos vividos recientemente hace que de golpe la búsqueda concluya y los ojos finalmente se
abran como el cielo después de un largo invierno.

Nuevamente su delicada figura hace presencia en mi mente, detalles perfectos tal que si de observar una fotografía
se tratase puedo vislumbrar en la penumbra de mi habitación. Su fino rostro adornado de algunas pecas en su mejilla,
un lunar que redondea su delicada sonrisa, ojos marrones como el más suave y puro café de la mañana y uñas
decoradas con un púrpura digno del campo más virgen de lavanda, son detalles pareciesen ser tan claros como el
alba del día.

¿Por qué ella de nuevo? ¿Por qué tan claros detalles si tan solo un par de minutos compartimos? Son las nuevas
preguntas que ocupan los minutos de mi insomnio y que como si de concurso se tratara afanosamente intento
responder.

Muchas soluciones válidas, algunas pensadas con la más grande utopía, van dando a forma a una única respuesta. Sin
embargo, es acá donde en medio de la madrugada y buscando un único espacio del día para salir a volar, mi
imaginación emprende un aventurado y peligroso deseo de ser ella quien se atreva a dar fin a las preguntas.

Con el miedo característico y la prudencia habitual, mi corazón y cabeza dan chance a este aventurado raciocinio de
la imaginación a quien ella sea capaz de llevar esto a buen fin. Es así como después de un sinfín de escenarios, todos
de ellos en un futuro próximo junto a la calidez de su ser, mi imaginación vuelve deseo, el querer compartir con ella
cada una de esas carcajadas que iluminaban aquel sábado lluvioso en el sitio donde por primera vez nuestros ojos se
encontraron y seguir así por miles y miles de segundos hasta que mis ojos no puedan seguir más los de ella.

Finalmente, exhausta la imaginación después de encontrar las respuestas, da paso a la cabeza, para que sea ella quien
obligue a corazón, ojos y demás a descansar; no sin antes continuar con mis mala prácticas de preguntarme a sí
mismo y a cada órgano de este maltrecho cuerpo si ¿Seguirás siendo el sueño en cada anochecer o serás la vida
misma en cada despertar?

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