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bizarro

ErnEsto Castro Córdoba


FErnando Castro FlórEz
ÁngEl antonio rodríguEz
avElino sala
david sÁnChEz usanos
domingo sÁnChEz blanCo
domingo sÁnChEz zarza

EDITORIAL

DELIRIO
BIZARRO
SOS 4.8
BIZARRO
SOS 4.8

Edición al cuidado de Ernesto Castro Córdoba

Con intervenciones de
Ernesto Castro Córdoba
Fernando Castro Flórez
Ángel Antonio Rodríguez
Avelino Sala
David Sánchez Usanos
Domingo Sánchez Blanco y
Domingo Sánchez Zarza

EDITORIAL

DELIRIO
Primera edición: abril 2010

BIZARRO. SOS 4.8

Colección Río de Oro, 2

© 2010, de los textos: los propios autores.


© 2010, EDITORIAL DELIRIO S.L.
www.delirio.es / info@delirio.es

Diseño del libro: Fabio de la Flor


Diseño de la cubierta: Festival SOS 4.8

Impreso en Iberoprinter, Salamanca, España.

ISBN: 978-84-937495-4-5
Depósito Legal:

Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión o digital, en forma
idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma, sin la autorización
expresa de la editorial.
Bizarro comenzó como «Contubernio Caníbal». Ángel Antonio Rodríguez me
invitó a hacer un taller en AlNorte 2009 en el que quería que también interviniera
Bernardí Roig con que ya había tenido una experiencia similar en el Laboratorio
de Arte Jovén que dirige Sergio Porlán en Murcia. Finalmente, como andaba
dándole vueltas a los libros de Jenkins sobre «convergencia cultural», pensé
que era mejor contar con mucha más gente. Así tiré, como es mi costumbre, de
Domingo Sánchez Blanco y me dispuse a implicar a otros amigos y colegas: Maite
Centol y Orson San Pedro. Mi hijo Ernesto se sumó entusiasmado y también
David Sánchez Usanos que firmó en el blog como «Heterodoxo». Más tarde
apareció con una energía inmensa Domingo Sánchez Zarza. Durante tres meses
desplegamos una actividad febril que sedimentó en el taller del mes de diciembre
del 2009 en Gijón donde comimos oficios en plan frenético. A los pocos días
llegó la tristísima noticia del fallecimiento de Orson San Pedro. Desde el principio
mi intención era prolongar el Contubernio en Bizarro que es el proyecto que he
preparado para el festival SOS 4.8 en Murcia. Este libro es una pequeña inmersión
en un blog que tiene más de un millar de entradas y en el que triunfa la lógica del
delirio.

Fernando Castro Flórez

Leyenda

(ECC) Ernesto Castro Córdoba


(FCF) Fernando Castro Flórez
(AAR) Ángel Antonio Rodríguez
(AS) Avelino Sala
(DSU) David Sánchez Usanos
(DSB) Domingo Sánchez Blanco
(DSZ) Domingo Sánchez Zarza

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Artistas participantes en BIZARRO, proyecto expositivo para el SOS 4.8
de Murcia:

Baltazar Torres. (Portugal)


Domingo Sánchez Blanco. (España)
Samantha Sweeting. (Inglaterra)
Kaoru Katayama. (Japón)
Pelayo Varela. (España)
Jesús Segura. (España)
Javier Pividal. (España)
Manuel Saiz. (España)
Regina José Galindo. (Guatemala)
Yukihiro Taguchi. (Japón)
José Bechara. (Brasil)
Arturo Cariceo. (Chile)
Cristián Silva. (Chile)
Tony Capellán. (República Dominicana)
Jorge Pineda. (República Dominicana)
Marlon de Azambuja. (Brasil)
Sofia Mutter. (Dinamarca)
Rebecca Junker. (Suecia)
Los Rodroc. (Rumanía)
Paco Cao. (España)
Martín Lejarraga & Ana Martínez. (España)
Fernando Iglesias. (España)
Daniel Jacoby. (Peru)
Cagon & Crista (EEUU)
Chus Cortina (España)
V Virrey de Sicilia. (España)

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La pieza de Martin Lejarraga & Ana Martínez, CARAVANA_SOS 4.8, es
una furgoneta-museo que tiene obras a tamaño reducido. Los artistas que
van dentro de ella –y que por lo tanto forman parte de la exposición– son
los siguientes:
Charris Fernando Martín Godoy
Sicre Mateo Maté
Angela Acedo Santiago Mayo
JR Amondarain Tomás Mendoza
Araki Eugenio Merino
Javier Arce Teresa Moro
Eduardo Balanza Sofía Moro
Arnal Ballester MP&MP Rosado
Rosalía Banet Manu Muniateguiandikoetxea
Cantabella Nico Munuera
Amy Bennett Sonia Navarro
Juan Manuel Castro Prieto Julian Opie
Eduardo Cortils María Ortega
Juan Manuel Díaz Burgos Paco Pomet
Dis Berlin Ruth Quirce
César Fernández Arias the Royal Art Lodge
Damián Flores Fernando Renes
Fod Gamaliel Rodríguez
Marcelo Fuentes Manuel Saro
Miguel Fructuoso José Luis Serzo
Juana Jorquera Teresa Tomás
Abi Lazkoz el Tono
Miki Leal Paco de la Torre
Maider López Juan Ugalde
Chema Madoz Daniel Verbis
Guillermo Martín Bermejo

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“warning & danger: los textos
que vienen a continuación en
esta compilación bizarra están
llenos de erratas, aberraciones or-
tográficas y otros desafueros. No
son deliberados aunque tampoco
pueden corregirse. Su caracte-
rística principal es la velocidad,
el delirio y la voluntad de actuar
como un derechazo al mentón.
Todos los ortodoxos de la lengua
deben aceptar las disculpas que
damos por adelantado”.
Ahí los tenéis, malditos, saciaos del hermoso espectáculo

Ernesto Castro Córdoba

Comprender el significado de lo bizarro supone comprender la capacidad


que tiene algo Otro de producir un bombardeo de detalles. No en vano, en
el Barroco se solía utilizar el término bizarro como sinónimo de oscuridad
y dificultad de comprensión. De hecho, solemos encontrar referencias a
Góngora como «el poeta de lo bizarro» o simplemente «el bizarro», por
su capacidad de «originar», a través de la palabra, mundos nuevos no
comprensibles en su totalidad, pero rabiosamente atractivos merced a su
alteridad exhibida –hasta el límite de lo inhóspito diríamos–. He aquí la
clave del extrañamiento producido por la obscenidad de lo bizarro: no
hay mirada que lo traspase, pero tampoco que lo eluda. Así, una de las
primeras imágenes en relación con lo bizarro sería aquella utilizada por
nuestro poeta en la Soledad II a la hora de describir una red de pescar:
«laberinto nudoso, de marino/ Dédalo, si de leño no, de lino/ fábrica
escrupulosa, y aunque incierta,/ siempre murada, pero siempre abierta.»
Opacidad, rechazo y, por otro lado, posibilidad siempre abierta, se dan cita
en lo bizarro, quien lo duda.
El sentimiento pulsional de lo bizarro puede, tal vez, ser esclarecido a
la luz de la análoga pulsión de muerte, tal y como fue descrito por Platón en
el Libro IV de la República. Allí, Leoncio, hijo de Aglayon, a la vista de los
«cadáveres que estaban echados por tierra al lado del verdugo comenzó
entonces a sentir deseos de verlos, pero al mismo tiempo le repugnaba y
se retraía; y así estuvo luchando y cubriéndose el rostro hasta que, vencido

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de su apetencia, abrió enteramente los ojos y, corriendo hacia los muertos,
dijo: «¡Ahí los tenéis, malditos, saciaos del hermoso espectáculo.» A pesar
de las conexiones entre el unheimlich freudiano y la bizarría barroca, lo
bizarro siempre va un punto más allá de lo siniestro, adentrandose en el
peligroso y cínico campo de la risa hacia lo trágico de la vida del otro, risa
que rápidamente se transforma en mueca y que hace tomar conciencia al
espectador de carácter teatral –en un sentido genérico: artificial– del propio
acto voyarista que supone esta indiferente contemplación de los males de
un ser sintiente que sufre, cuyo sufrimiento no despierta la compasión,
sino una burla, un escarnio, un objeto ironía hacia aquello que constituye
el margen de lo establecido. El teatro del absurdo también podría tomar el
nombre «de bizarro». Lo mismo cabe decir del género burlesco; siguiendo
la tradicional distinción entre lo satírico y lo burlesco, según la cual lo sátira
es un subgénero de lo bufo que articula su mofa desde el núcleo de un
sistema de valores establecidos contra los acontecimientos periféricos que
son objeto de escarnio generalizado y estereotipado las más de las veces
(véanse los miles de poemas quevedianos contra cornudos, alcahuetas y
otras gentes del malvivir); frente a ella, lo burlesco implica la asunción de
una suerte de antivalores por parte del poeta, que suelen conducir a un
rechazo o indiferencia respecto de la opinión pública (véase a Góngora en
su famoso «ándeme yo caliente/ y ríase la gente» en calidad de documento
anticipatorio del principio de tolerancia jeffersoniano y la libertad negativa
de J.S. Mill). De nuevo regresamos al parnaso español, al mismo tiempo
que afirmamos que la sátira bizarra, a pesar de encontrarse al servicio
de la ideología dominante, no ha de ser necesariamente conformista. A
pesar de todo, la distinción burlesco–satírico es mucho más líquida de lo
que los expertos quisieran. En este sentido, aquello que comienza como
deliberado rechazo al sistema bien puede terminar en el enemigo perfecto

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para ella, esto es, aquel alterego que el sistema requiere para verse reflejado
en calidad de unidad inmune; no obstante necesita de la «resistencia» para
reconocer su identidad.
Aquí ya hemos avanzado mucho en nuestro concepto al cobrar
conciencia de que, entre las múltiples cosas que combate la presencia
bizarra, se encuentra la in-diferencia, la contemplación distanciada y tranquila
(¿burguesa?), al mismo tiempo sustentada por una identificación catártica; si
algo busca (y encuentra) el supuesto género de lo bizarro es la producción
de un sistema de diferenciación, con una pequeña particularidad: la
comprensión estructural o de sentido por parte del philosophe no supone
una suspensión de sus capacidades sorpresivas y distanciadotas. Con
lo bizarro no hay identificación, en la medida que no hay dilucidación
total de lo exhibido descarnadamente, a pesar de que maneje unas pocas
variables temáticas. Aquí van unas cuantas que se me ocurren: la sordidez,
lo pornográfico, lo burlesco-satírico, como dijimos. Por sus características
podríamos afirmar que es la verdadera antítesis de lo sublime, dentro
de su misma lógica de intensidad sensible y terribilitá. Recordemos la
archiconocida formulación de Edmund Burke al respecto: «Todo lo que
resulta adecuado para excitar las ideas de dolor y peligro, es decir, todo lo
que es de algún modo terrible, o se relaciona con objetos terribles, o actúa
de manera análoga al terror, es una fuente de lo sublime; esto es, produce
la emoción más fuerte que la mente es capaz de sentir.»
A modo de cierre que justifique éste, mi desbarre, quisiera incluir un
fragmento del Kant pre-crítico. En una obra con el título de «Investigacio-
nes sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime» el sabio de Königsberg
se dispone a aplicar tales conceptos estéticos en el análisis de diferentes
realidades que hoy llamaríamos sociales, pero que para el Kant de 1764
respondían a una determinación intrínseca fundamental: se trata del gé-

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nero y el espíritu de las naciones, fundamentalmente. El fragmento final
dedicado al espíritu español es revelador para nuestra actual reflexión:
«El español es serio, taciturno y veraz. Hay pocos comerciantes en el
mundo más honrados que el español. Tiene un alma orgullosa y es más
sensible a las grandes acciones que a las bellas. Como en su composición
se encuentra poco de dulce y bondadosa benevolencia, frecuentemente es
duro e incluso cruel. El auto de fe se mantiene no tanto por la superstición
sino por la inclinación del pueblo hacia la extravagancia[abenteuerliche], que
se emociona al ver el rito de un espectáculo a la vez venerable y terrible en
la cual el sambenito, pintado con figuras diabólicas, es arrojado a las llamas
por una devoción frenética. No se puede decir que el español sea má altivo
o enamorado que cualquiera de otro pueblo, sino que lo es de una manera
extravagante[abenteuerliche], que resulta extraña y fuera de lo habitual. Dejar
a un lado el arado y pasearse por el campo de labor vistiendo una capa
y una larga espada hasta que el extranjero que pasa por ahí se aleja; o en
una corrida, en la cual por única vez las mujeres de la comarca son vistas
sin velo, señalar con un particular saludo a su bien amada y, en su honor,
arriesgar enseguida su vida en un peligroso combate con un animal salvaje,
son acciones desusadas y extrañas que distan mucho de lo natural. […]
Por lo tanto, las lecciones de la sana razón tendrían que vencer en España
grandes obstáculos, no por tener que expulsar la ignorancia, sino porque
se opone a ella un gusto extraño que considera que lo natural es vulgar y
que no cree experimentar jamás un sentimiento sublime si su objeto no es
extravagante [abenteuer].»1
Abenteuer es la palabra que más me interesa del irónico fragmento,
aquella que sirve de puente entre nuestro «bizarro» y un modo à la hispana

1 Immanuel Kant: Observaciones sobre lo bello y lo sublime, Ed. FCE, Madrid, 2005, pp. 50–56.

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de concebir lo sublime; término que se encuentra inexactamente traducida
por extravagancia. Ferdinand de Saussure, en su Curso de Lingüística General,
realiza una interesante tentativa de dilucidación diacrónica del posible
origen etimológico de la susodicha palabra alemana. Según su interpretación
Abenteuer es la evolución de una expresión popular compuesta por el término
«atardecer» (Abend, con el mismo significado en el alemán de nuestros días)
y una forma verbal sajona, bastante arcaica, perdida en nuestros días, del
verbo «narrar/contar historias» (/türren/); literalmente es «lo que se cuenta
al atardecer». En este sentido, la extravagancia se encontraría asociada al
génesis de las formas de transmisión no escrita: el cuento como forma de
representación simbólica primigenia que, tomando como tema motivos
de la vida cotidiana, los transforma en algo extraordinario por medio de
la exageración. El significado del término ha cambiado ligeramente desde
entonces. Hoy día se ha perdido aquél tono de extravagancia peyorativa
que recoge el uso que hace Kant del término en su texto, para pasar a
asumir el significado más neutro de «aventura/peripecia». Para hacer la
mezcla más rica podríamos señalar otra posible vía de interpretación:
aquella que partiría de la relación entre el término (Abenteuer) y el actual
teuer («caro/costoso») con el objetivo de iniciar una reflexión acerca del
«valor» y el «precio» del relato en las sociedades antiguas. Quede solamente
apuntado. A modo de conclusión diremos que si la extravagancia de lo
abenteuerlich se asocia a las narraciones extravagantes (carentes o no de
valor) en torno al fuego de la noche, lo bizarro –ahora hablo desde mi
personal experiencia– es una forma de sedimentación progresiva de lo
ordinario en una forma extraña, fragmentaria, no comprensible fuera del
contexto vivencial del que surgieron, una suerte de sórdido Secreto que
a pesar de diferir radicalmente de nosotros, nos interpela. El objetivo de
esta recopilación no ha sido otro que el mantener esa interpelación en toda

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su fresca (y fragmentaria) constitución. Ante ella el lector experimentará
–con total probabilidad– un placer análogo al que sugiere un miembro
cercenado, un torso o un muñón: la nostalgia acerca de las posibilidades de
lo que «pudo haber sido lo Bizarro» continúan siendo múltiples, secretas
y mitológicas.

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Cantinelas

Fernando Castro Flórez

Mondo Bizarro es el título del décimo segundo álbum de estudio de la banda


The Ramones, editado en 1992. Tal vez los temas más brillantes del disco
sean Poison Heart y la versión un clásico de The Doors Take It as It Comes.
Este retorno al punk tras los patéticos merodeos en los que intentaron
descafeinar su música acercándola al pop, estaba marcado, en buena
medida, por el cansancio y la amargura. Todos recordamos que significa
Sympathy por the Devil. Como rastros de la pirotecnia punk o del fondo de
un pantano surgen frases sueltas: «At home he feels like a tourist». Lo
malo es que la mad parade hoy es «global. No son los escupitajos verdes o
los insultos más descarnados lo que nos afectado para siempre. En plena
regresión infantil sabemos donde comenzó el trauma. Para Mike Kelley,
Walt Disney, el autor de Fantasía, encarna la verdadera cultura oficial de
nuestra época –la forma más limpia y transparente del pop–, respecto a
la cual el arte sería un ritual paralelo que ocurre fuera de la cultura. Todas
aquellas fábulas animalísticas materializan lo unncany, ese retorno de lo
reprimido (la reiterada revelación de pulsiones ocultas e inconfesables) tan
extendido en las prácticas artísticas.
Lo cierto es que todo el esfuerzo estético está destinado a ingresar en el
olvido: dieses Nichts an Stimme. Aquel fantástico cuento de Kafka sobre el
canto de Josefina, la ratita, comenzaba apuntando que eso no era nada del
otro mundo. Se trataba de algo banal que, sin embargo, suena como si fuera
extraordinario. Una vez más triunfa lo que llamaremos la excepcionalidad de

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lo trivial. El canto de Josefina se te mete en la cabeza. En realidad Josefina
no canta sino que silba y ese sonido se toma como si fuera un himno:
«Además –apunta Peter Szendy– el silbido, el gesto de silbar, connota a la
vez la autoridad de la llamada (se silba para llamar a alguien o para controlar
a una muchedumbre) y la fragilidad de lo efímero (se silba para señalar una
desaparición súbita o improvisada)». También silbamos entre las ruinas o
por puro miedo. No es inusual que nos entreguemos al placer de tararear la
cantinela de turno. Eso que, como en el pueblo de los ratones, es un perfecto
himno a la nada. En el momento del éter estético nadie parece incomodarse con
las raciones glamourosas de cosas que están completamente desordenadas.
Esa «cronología» pretendidamente «fenomenológica» no es tanto un modo
de hacer mundos cuando la contundente manifestación de que, aceptada la
consigna punk de que no hay futuro, lo mejor que algunos pueden hacer
es dejar que las cosas estén a la mano, dispuestas sin orden ni concierto,
facilotas para todos los amantes del canturreo intrascendente. Karaoke, de
verdad, para todos los públicos.
Ni siquiera hace falta aplicar el Tratamiento Ludovico, basta con hacer un
poco de zapping para pasar de la sobredosis-catastrófica de los noticiarios
a la empanada mental del reality show. John Cobra es un epifenómeno del
freakismo aunque añade sanas dosis de brutalidad macarra y patetismo
delirante; pretendía ser un rapero y, finalmente, no era otra cosa que un
cretino superlativo. Eurovisión es, en cierta medida, la meca de lo bizarro,
bien es verdad que inconsciente. El arte contemporáneo no está, ni mucho
menos, situado en un pedestal que le mantenga a salvo del tsunami de la
tontería sino que forma parte de ese «desarreglo». Con todo, no basta con
asumir la regresión infantil o pretender, a la manera del Dogma, que se ha
completado la arqueología del idiota. Lo que Camnitzer denominó «arte

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boludo» ha terminado por tener rango académico y los chistes de la estética
contemporánea necesitan, irremediablemente, de las risas enlatadas.
El intento de ciertos comportamientos del arte actual de ejecutar un
«retorno (brutal) a lo real» provoca, con demasiada frecuencia, ataques
de narcolepsia. De sobra sabemos que el bostezo es más efectivo que
un comentario cripto-hermeneútico. Y también puede suceder que lo
pretendidamente divertido genere déjà vu. Tal vez más allá de los discursos
pretenciosos (panfletarios y pseudo-radicales) o de la decoración pompier
pueda desplegarse una experiencia estética de lo genuinamente bizarro.
Pero al convocar esa palabreja hemos arrastrado toda la ambivalencia del
mundo: valiente, osado, estrambótico, generoso, espléndido, exagerado,
caprichoso. En la Divina Comedia de Dante el «spirito bizarro» aparece
como el rasgo de unos personajes iracundos que se dan mordiscos a sí
mismos. Caeríamos en la impostura si pensáramos que nosotros podemos
remover las regiones infernales (como quería Freud retornando Virgilio:
«Acheronta movebo»), a nosotros nos basta con intentar evitar el iceberg que
nos aguarda como nuestro destino cierto. En el final de la utopía del arte la
cantinela, como la orquesta del Titanic, sigue imponiendo su ley. Mejor eso
que una canción de cuna o el estribillo de una de Mecano: «en una fiesta
me colé». Lo malo es que para esas letanías no hay sacacorchos.

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Breves historias de cólera sin ser Dios

Domingo Sánchez Blanco

Un día sí y otro no me paso por la quilla. En el mástil la lona de la vela


no para de bramar con los labios rotos y el viento no da cobertura, ¡porca
miseria¡. Hay tanta luz en las ideas que de haber elegido el dinero, sería
multimillonario. Las ideas caducan en el pozo craneal, brocal de roca y
hueso al fondo; abajo, en el hondo se oyen mis ideas, agua pura y fresca
que nace de dentro.
Las carpas tienen los ojos a cada lado.  Voy a grabar dos escenas: una
arreglando una furgoneta y otra copulando con cuerpo de hombre y de
mujer.
La partitura sobre la penetración y mecánica de las carpas se la encargaré
a un chelista, que  a la vez quiero que interprete la melodía.
El techo de la furgoneta, a modo de ballena, ejemplar de mamífero
inteligente, gigante ardiente, elefante por su color y dureza; podrían ser
amantes y creyentes.
A penas quince minutos para arrancar a sudar, moviendo un saco de
arena y medio de cemento, en el Gallo para ir terminando el wáter. Tengo
que reconocer que no hay nada más placentero que tener un wáter en
el lugar donde estoy trabajando, se lo cuento a todo el mundo que me
encuentro sin que venga a cuento y creen que se lo digo por provocar y es
porque las condiciones se limitan a un reducido lugar común.
Parece la vida loca. Las ideas las rifo entre comidas y vinos. Abierto
a proyectos de enseñar hablando, grabando, filmándonos, aseverando

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nada, dejando que el otro hable del sueño eterno, que se sienta como
todo lo defendido.  No era tierra quemada , era una tierra singular, sin
carácter negativo, caeremos en la determinabilidad  de la propiedad. Reino
inquieto.
Osco y oscuro que ni el que lo hace se lo cree.  Yo logro las cosas por
desesperación,  a base de terquedad y pesadez, si huyera moriría, pronto,
de ahogo, sin remedio,  porque mi naturaleza no se conforma con nada
Tengo distintas partes del cuerpo marcadas con tinta debajo de la piel:
dibujos, nombres, escenas… que he ido realizando a lo largo de mucho
tiempo. Contaré como anécdota  que los puse a la venta diciéndole a un
amigo, buen amigo, conocedor y curioso del arte, como bien tangible.  El
caso fue que el aparato comercial que tenía me venía bien para ponerlo
en funcionamiento, enmarcado en una tradición muy antigua: vender tu
propia piel al contado y a la finalización del contrato, o sea, la muerte,
él correría con los gastos del despellejamiento y curtido de los dibujos,
situaciones o bocetos escritos y tatuados en mi carne.
En aquellos momentos, la verdad sea dicha,  no disponía de pasta y
la historia me funcionaba perfectamente, como una inversión para el
coleccionista que tendría que creérselo a pies juntillas y esperar, con mucha
paciencia, que el desenlace especulativo se pudiera llevar a cabo, que por
otro lado sería lo de menos porque el acto de la acción estaba hecho. Paja
pura y dura, paja mental que el puto socio tenía que desarrollar; pero su
propio acojono dejó patente que ni hay vendedores, ni galeristas… y lo
peor, que nadie entra al trapo del concepto «ARTE» Ejemplo radicalmente
concreto del desinterés  de todo el juego obligatorio del noble juego
creativo.                                                                               

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