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Ejemplo 1: Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que


vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.
Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los
sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las
tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para
las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su
vellorí de lo más fino.

Ejemplo 2 : Fábula “El caballo viejo”, de Esopo

Un caballo viejo fue vendido para darle vueltas a la piedra de un molino. Al verse atado a la
piedra, exclamó sollozando:

- ¡Después de las vueltas de las carreras, he aquí a que vueltas me he reducido!


Moraleja: No presumáis de la fortaleza de la juventud.

Para muchos, la vejez es un trabajo muy penoso.

Ejemplo 3: La sordica, de Emilia Pardo Bazán

Las cuatro de la tarde ya y aún no se ha levantado un soplo de brisa. El calor solar, que
agrieta la tierra, derrite y liquida a los negruzcos segadores encorvados sobre el mar de oro
de la mies sazonada. Uno sobre todo, Selmo, que por primera vez se dedica a tan ruda
faena, siéntese desfallecer: el sudor se enfría en sus sienes y un vértigo paraliza su corazón.

¡Ay, si no fuese la vergüenza! ¡Qué dirán los compañeros si tira la hoz y se echa al surco!
Ya se han reído de él a carcajadas porque se abalanzó al botijón vacío que los demás habían
apurado...

Maquinalmente, el brazo derecho de Anselmo baja y sube; reluce la hoz, aplomando mies,
descubriendo la tierra negra y requemada, sobre la cual, al desaparecer el trigo que las
amparaba, languidecen y se agostan aprisa las amapolas sangrientas y la manzanilla de acre
perfume. La terca voluntad del segadorcillo mueve el brazo; pero un sufrimiento cada vez
mayor hace doloroso el esfuerzo. Se asfixia; lo que respira es fuego, lluvia de brasas que le
calcina la boca y le retuesta los pulmones. ¿A que se deja caer? ¿A que rompe a llorar?
Tímidamente, a hurtadas, como el que comete un delito, se dirige al segador más
próximo:—¿No trairán agua? Tú, di, ¿no trairán?—¡Suerte has tenido, borrego! Ahí viene
justo con ella La Sordica... Anselmo alza la cabeza, y, a lo lejos sobre un horizonte de un
amarillo anaranjado, cegador, ve recortarse la figura airosa de la mozuela, portadora del
odre, cuya sola vista le refrigera el alma. De la fuente de los Almendrucos es el agua
cristalina que La Sordica trae; agua más helada cuanto más ardorosa es la temperatura;
sorbete que la Naturaleza preparó allá en sus misteriosos laboratorios, para consolar al
trabajador en los crueles días caniculares.
¡Si Anselmo no se contiene al encuentro de la zagala, saltaría, a manera de corzo, cuando
ventea el manantial cercano!

Como si La Sordica adivinase dónde estaba el más sediento, el más ansioso de aquellos
desheredados, recta venía hacia Anselmo, gallardamente enhiesta para sostener el odre
mejor, y en la mano una cantarita de añadidura, una cantarita de barro salpicada de divinas
gotas de humedad, que a la luz del sol relucían como sueltos brillantes... Y llegándose al
segador novicio—leyendo en su cara amortecida la necesidad- le tendió la cantarita, a la
cual pegó Anselmo los labios con un suspiro violento, que parecía un sollozo...

Al anochecer, cuando los enormes carros iban camino de las eras, cargados de gavillas,
Selmo y La Sordica volvían juntos, por la senda que rodea el lugar; y el mozo decía a la
zagala, muy cerca del oído, sin duda a causa del defectillo que declara el apodo:

-Na, mujer; en la chola se ma ha metío y en el querer muy aentro... Tú vas a ser mi novia...
No me des un esaire, borrega, que me gustas más que el agua de tu cantarita...

Ejemplo 4: Fragmento de La Eneida, de Virgilio

Canto las armas y a ese hombre que de lastas de Troya


llegó el primero a Italia prófugo por edo y a las playas
lavinias, sacudido por mar y por tierra la violencia
de los dioses a causa de la ira obstinada de lael Juno,
tras mucho sufrir también en la guerra, hasta que fundó
la ciudad y trajo sus dioses al Lacio; de ahí el pueblo latino
y los padres albanos y de la alta Roma las murallas.

Ejemplo 5: El manuscrito de un loco de Charles Dickens

Las noches aqui son largas algunas veces, muy largas; pero nada son en comparacion con
las inquietas noches y terribles ensueños de aquel tiempo. Su recuerdo me estremece.
Grandes, sombríos fantasmas con maliciosos rostros se sentaban en los rincones de mi
cuarto,y de noche se inclinaban sobre mi, incitándome á la locura. Me decian en voces
atronadoras que el suelo de la antigua casa en que murió el padre de mi padre, estaba aun
manchado de su sangre, derramada por su propia mano en el furor de su locura. Me cubria
los oidos con las manos, pero me gritaban y me gritaban hasta que el cuarto se estremecia
con sus acentos, y por todas partes oia que en la generacion anterior á la suya la locura
durmió, pero que su abuelo habia vivido por años con sus manos entre grillos, para evitar
que se hiciesen pedazos. Sabia que decian la verdad, lo sabia bien. Lo habia descubierto
años hacia, aunque me lo quisieron ocultar.

Ejemplo 4: Galerna, de Joaquín Dicenta

Así, esclavizando a la hermosura de su queredora todo el mujerío montañés, canta su cantar


el boyero; y van los ecos del cantar extendiéndose por el espacio en himno de amor, que
sube y se pierde hacia los orientes de la luz.
¡Amanecer tibio de Julio, el aire te embellece con el musicar de sus besos sobre las hierbas
enjoyecidas por los brillantes del rocío; con su ir y venir sobre las aguas del Cantábrico,
que se deshace contra el rocaje en caireles de espuma!...

A tus resplandores va contorneándose el pueblecillo pescador.

Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra (1615)

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que
vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.

Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los
sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres
partes de su hacienda.

El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos
de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino.”

El principito de Antoine de Saint-Exupéry (1943)

“—Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de
escribir una tragedia, o de transformarse en ave marina y el general no ejecutase la orden
recibida ¿de quién sería la culpa, mía o de él?

—La culpa sería de usted —le dijo el principito con firmeza.

—Exactamente. Sólo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar —continuó el rey.
La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar,
el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son
razonables.”

Madame Bovary de Gustave Flaubert (1856)

“Aquel hombre con tanta práctica no distinguía la diferencia de los sentimientos bajo la
igualdad de las expresiones.

Porque labios libertinos o venales le habían murmurado frases semejantes, no creía sino
débilmente en el candor de las mismas; había que rebajar, pensaba él, los discursos
exagerados que ocultan afectos mediocres; como si la plenitud del alma no se desbordara a
veces por las metáforas más vacías, puesto que nadie puede jamás dar la exacta medida de
sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un
caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos
conmover a las estrellas.”

El Perfume de Patrick Süskind (1985)

“Muchas veces, cuando este aperitivo de abominaciones no le bastaba para empezar, daba un
pequeño paseo olfatorio por la tenería de Grimal y se regalaba con el hedor de las pieles
sanguinolentas y de los tintes y abonos o imaginaba el caldo de seiscientos mil parisienses
en el sofocante calor de la canícula.

Entonces, de repente, este era el sentido del ejercicio, el odio brotaba en él con violencia de
orgasmo, estallando como una tormenta contra aquellos olores que habían osado ofender su
ilustre nariz.

Caía sobre ellos como granizo sobre un campo de trigo los pulverizaba como un furioso
huracán y los ahogaba bajo un diluvio purificador de agua destilada. Tan justa era su cólera
y tan grande su venganza.”

La Odisea de Homero (siglo VIII a.C.)

“Nodriza querida- dijo Penélope- no eleves todavía tus súplicas ni te alegres en exceso. Sabes
bien cuán bienvenido sería en el palacio para todos, y en especial para mí y para nuestro hijo,
a quien engendramos, pero no es verdadera esta noticia que me anuncias, sino que uno de los
inmortales ha dado muerte a los ilustres pretendientes, irritado por su insolencia dolorosa y
sus malvadas acciones; pues no respetaban a ninguno de los hombres que pisan la tierra, ni
al del pueblo ni al noble, cualquiera que se llegara a ellos.”

El viejo y el mar de Ernest Hemingway (1952)

“Esas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las
hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces.

Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido
desierto.

Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y éstos tenían el color mismo del mar y eran alegres e
invictos.”

Doña Bárbara de Rómulo Gallegos (1929)

“La llanura es bella y terrible a la vez; en ella caben holgadamente, hermosa vida y muerte
atroz; Esta acecha por todas partes, pero allí nadie le teme.”

Harry Potter y la piedra filosofal de Joanne Rowling- J.K. Rowling (1997)


“Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato estaba
mirando un plano de la ciudad. Durante un segundo, el señor Dursley no se dio cuenta de lo
que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez.

Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué
había estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica”

Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa (1973)

“Sí, pues, antes de entrar a Pantilandia estuve de “lavandera”, como dijiste, y después donde
Moquitos. Hay quienes se creen que las “lavanderas” ganan horrores y se pasan la gran vida.
Una mentira de este tamaño, Sinchi.

Es un trabajo jodidí, fregadísimo, caminar todo el día, se le ponen a una los pies así de
hinchados y muchas veces por las puras, para regresar a la casa con los crespos hechos, sin
haber levantado un cliente.”

El nombre de la rosa de Humberto Eco (1980)


“Hay momentos mágicos, de gran fatiga física e intensa excitación motriz, en los que tenemos
visiones de personas que hemos conocido en el pasado («en me retraçant ces details, j’en suis
à me demander s’ils sont réels, ou bien si je les ai rêvés»).

Como supe más tarde al leer el bello librito del Abbé de Bucquoy, también podemos tener
visiones de libros aún no escritos.”

La gallina degollada de Horacio Quiroga (1917)


“Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio
Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con
la boca abierta.”

El corazón delator de Edgar Allan Poe (1843)


“… La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi
oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo.

Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen… y observen
con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.”

Hamlet de William Shakespeare (1609)


“Tú, mi amada Gertrudis, deberás también retirarte, porque hemos dispuesto que Hamlet al
venir aquí, como si fuera casualidad, encuentre a Ofelia. Su padre y yo, testigos los más aptos
para el fin, nos colocaremos donde veamos sin ser vistos.
Así podremos juzgar de lo que entre ambos pase, y en las acciones y palabras del Príncipe
conoceremos si es pasión de amor el mal de que adolece.”

Metamorfosis de Franz Kafka (1915)

“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se


encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.”

La biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges

“El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez
infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por
barandas bajísimas.

Desde cualquier hexágono, se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente.”

Colegiala de Osamu Dazai (2013)

“No hace falta que uno tenga la necesidad de conocerle en persona para darse cuenta de que
no tiene ninguna seguidora femenina.

Usted confiesa sin tapujos que es horriblemente pobre, tacaño, feo y sucio (…) y cómo se
queda dormido en el suelo tras armar un buen follón, sobre todas las deudas que tiene y sobre
muchas otras cosas sucias y deshonrosas que, permítame que se lo diga, afectan de forma
muy negativa a su persona.”

El túnel de Ernesto Sábato (1948)


“La caída del sol iba encendiendo una fundición gigantesca entre las nubes del poniente.

Sentí que ese momento mágico no se volvería a repetir nunca. -Nunca más, nunca más- pensé,
mientras empecé a experimentar el vértigo del acantilado y a pensar qué fácil sería arrastrarla
al abismo, conmigo.”

El retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde (1890)


“…Lord Henry Wotton, que había consumido ya, según su costumbre, innumerables
cigarrillos, vislumbraba, desde el extremo del sofá donde estaba tumbado- tapizado al estilo
de las alfombras persas- , el resplandor de las floraciones de un codeso, de dulzura y color de
miel, cuyas ramas estremecidas apenas parecían capaces de soportar el peso de una belleza
tan deslumbrante como la suya…”

Día de lluvia de Rabindranath Tagore


“¡No salgas, hijo mío! El camino del mercado está desierto, el sendero junto al río
resbaladizo, el viento ruge y se debate entre las cañas de bambú como una alimaña cogida en
una red.”

Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift (1726)


“… Estaba tratando de encontrar alguna brecha en la cerca, cuando observé que avanzaba
hacia el portillo uno de los pobladores que estaba en el campo de al lado, de tamaño igual al
que vi persiguiendo nuestra lancha en el mar.

De estatura parecía tan alto como la aguja de una torre, y a cada paso avanzaba unas diez
yardas, por lo que pude calcular.”

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