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Prueba de alcoholemia: ¿cómo funciona exactamente este procedimiento?

Es prerrogativa de la Policía Nacional el solicitarla cuando existen indicios de que un


conductor se encuentra bajo los efectos del alcohol.
La prueba de alcoholemia es quizás uno de los instrumentos más utilizados por los
agentes de control de tránsito y al mismo tiempo uno de los menos comprendidos por
conductores y transeúntes. “¿En qué consiste?”, “¿existen varias formas de medirlo?”,
son algunas preguntas que intentaremos resolver.

En primer lugar, remitámonos a la definición que propone el Reglamento Nacional de


Tránsito. En el apartado de conceptos encontramos lo siguiente sobre la prueba de
alcoholemia: “Examen o prueba para detectar presencia de alcohol en la sangre de una
persona (Dosaje etílico).” ¿Quedó clara esta parte? Continuemos con el resto.

¿En qué consiste? Muchos creen que el alcoholímetro, instrumento que mide
oralmente la proporción de alcohol, es la única forma de realizar la prueba de
alcoholemia. No obstante, según indica el “Manual de Guantera” del MTC, existen otras
formas a las que puede recurrir la policía para cumplir con el examen como el test
Hogan, la prueba Romberg o caminar con los ojos vendados y brazos extendidos sobre
una línea recta.

¿CÓMO PROCEDE LA PRUEBA?

En primera instancia, como conductor o peatón tenemos la presunción legal de


inocencia a nuestro favor siempre y cuando no nos neguemos a realizar la prueba. En
ningún caso el efectivo policial puede obligarnos a tomarla, pero la negativa opera de
manera que en un procedimiento administrativo será más difícil probar tu inocencia.

Ahora, la prueba de alcoholemia que se realiza en sí con el alcoholímetro debe


respetar algunos parámetros. El instrumento usado para ese fin debe hallarse en
condiciones idóneas, no debe haber sido alterado o manipulado previamente y puede
ser empleado una única vez. Por ejemplo, una vez que una persona sopla, no se le
puede exigir que lo haga nuevamente.

MULTAS Y SANCIONES

Cabe añadir que la papeleta aplicada por manejar en estado de ebriedad es la M2, que
sanciona por “conducir con presencia de alcohol en la sangre en proporción mayor de
0.5 gramos por litro de sangre o bajo los efectos de estupefacientes, narcóticos y/o
alucinógenos comprobada con el examen respectivo o por negarse al mismo”. Esta
multa exige el pago del 50% de una UIT, la cancelación del brevete y nos impide
obtener una nueva por un año.

De otro lado, existe la M1, la más grave, que sanciona por lo descrito en la M2 más el
agravante de haber provocado un accidente de tránsito. En ese caso, la multa exige el
100% de una UIT, la cancelación del brevete y la inhabilitación para obtener una
nueva licencia durante tres años.

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