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Persona y comunidad

Apuntes personales
Prof. Carlos Jardón
Ad usum privatum

Referencias:
Compendio 30-71
Catecismo: 1877-1948
1. Bonnín Barceló., Eduardo (2002). Elementos de la Doctrina Social de la Iglesia.
México: Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana.
2. Gómez Granados, Manuel (2007). La doctrina social cristiana ¿para qué?
México: Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana.

1.1 La persona humana y su vocación trascendente

¿Somos algo más que materia?

La espiritualidad del ser humano explica su impulso de trascendencia, su impulso


religioso y el sentido religioso que el ser humano puede encontrar para explicar su
existencia y su fin último.

En muchas películas es posible ver a los protagonistas conviviendo con los


“espíritus”, que son representados como una especie de hologramas o
proyecciones tridimensionales de la persona fallecida (incluida la ropa). Muchas
personas tienen un concepto de alma o espíritu similar: como una especie de vapor
con la forma de la persona que sale del cuerpo al morir, existe la creencia popular
de que pesa 21 gramos y de que puede interactuar con los seres humanos ya que es
una especie de semi-materia.

Ni la filosofía ni las grandes religiones piensan así acerca del alma espiritual del
hombre. La antropología filosófica de Occidente (influida por la tradición
judeocristiana y por la filosofía griega) admite que el ser humano es algo más que
materia ya que el ser humano es algo más que un simple objeto. Precisamente por
su naturaleza espiritual el ser humano posee dignidad y no valor.

Puede ser que neguemos -antes de pensarlo bien- la existencia del espíritu pero el
hecho de que estemos “pensando” en esto ya muestra indirectamente su existencia.
Es lógico negar la existencia de algo como lo que aparece en las películas por eso
más que definir el alma o el espíritu, la antropología filosófica nos dice que el ser
humano está “animado” por un principio distinto al de los animales: un alma
espiritual. Si entendemos el espíritu en el hombre como E = I + VL (E=Espíritu,
I=Inteligencia, VL=Voluntad libre). Nos percatamos de que no es difícil admitir la
naturaleza espiritual del ser humano.

Los materialistas que niegan la existencia del espíritu incurren en una


contradicción. Cuando uno afirma que él no es otra cosa que materia, con eso
mismo está demostrando que toma distancia de sí mismo de la materia para
autoexaminarse y autojuzgarse, aunque sea para negar su distancia de la materia.
Pero ¿no es precisamente esa capacidad de autojuzgarse, de tomar conciencia de sí
mismo lo que la materia en cuanto materia no posee? Afirmar que uno es solo
materia es posible bajo la condición de no ser sólo materia, es decir, de ser espíritu. 1

Podemos argumentar cinco razones para sospechar que somos algo más que
materia:

1ª Razón
Somos capaces de pensar ideas universales

Otro tanto debe decirse de los conceptos universales con los que operamos
continuamente, sobre todo en el campo de la ciencia. Lo sensible es concreto y
singular, es l oque captan los sentidos. Pero el hecho admirable es que partiendo de
datos sensibles, nosotros formamos conceptos metasensibles, reales y sin embargo
no materiales. Si fueran materiales responderían a datos o hechos singulares,
tendrían una imagen sensitiva, no representarían realidades de manera abstracta,
es decir, inmaterial, ni menos se podría con ellos enunciar leyes generales de las
ciencias de la Naturaleza o del hombre que valiesen para todos los casos pasados,
presentes y futuros. Por ejemplo: Es evidente que tenemos la idea clara y distinta
de lo que es un triángulo: una figura geométrica formada por tres lados y tres
ángulos. Esta idea no es una imagen sensible porque abstraemos de si el triángulo
es grande o pequeño, rectángulo, isósceles o escaleno, de un color u otro,
prescindimos de todos los condicionamientos concretos individuantes
espaciotemporales que requiere la imagen sensitiva. Pero tenemos muy claro el
concepto intelectual, universal, inmaterial de triángulo.2

2ª Razón
Somos capaces de pensar ideas espirituales.

En primer lugar diremos que es preciso dar una razón suficiente de los actos
intelectuales del hombre. Tales actos intelectuales son experiencias y fenómenos
innegables, no sólo conocemos lo sensible (esto es rojo) sino además realidades
metasensibles, inteligibles, que son aquellas de las que hemos hablado en el

1
C. VALVERDE. Unidad y dualidad del ser humano.
2
Íbid.
capítulo IV, como fenómenos específicos del ser humano. En muchas de ellas,
tomadas formalmente, se encuentra una independencia intrínseca de la materia. La
posible liberación del entorno, la percepción del espacio-tiempo en cuanto
conceptos, la función simbolizadora, el lenguaje significativo, la ciencia, la poesía,
el arte, la ética, el derecho, la religión, etc. nadie dirá que son efectos de los
sentidos materiales, de los ojos, de los oídos, del tacto, o de la sola imaginación
sensible.3

3ª Razón
Somos capaces de responder libremente a los estímulos.

Pero es evidente que sólo lo inmaterial puede gozar de libertad porque la materia y
lo material están sometidos siempre a leyes necesarias, a leyes físico-químicas que
rigen el determinismo de la materia y que no desaparecen por un cierto
indeterminismo (más gnoseológico que ontológico) que se puede dar en el
microcosmo. Como ya se ha explicado, sólo un ser intelectual puede ser libre y no
verse sometido a necesidad, ya que puede captar diversos grados de bondad sin
que ninguno de ellos le sea absolutamente necesario. Un ser sólo material no
puede autodeterminarse consciente y reflejamente en una dirección o en otra. Está
regido por un determinismo de leyes físicas, químicas o biológicas. 4

4ª Razón
Somos capaces de reflexionar (pensar sobre nosotros mismos)

El yo humano no solo conoce sino se conoce, es decir, conoce que conoce, sabe que
sabe. Sólo el hombre puede reflexionar sobre el ser. ahora bien, este fenómeno
innegable de la presencia del yo a sí mismo, o autoconciencia, no es posible en los
seres materiales. La materia está por definición intrínsecamente compuesta de
partes extensas, exteriores las unas a las otras, es decir, es parcialmente extraña a
ella misma, por lo cual, una parte puede estar presenta a otra parte, la parte a
podría conocer la parte b, pero ninguna parte extensa podría conocerse a sí misma,
ya que ella está también intrínsecamente compuesta de partes ajenas unas a las
otras. Para conocer el propio yo en cuanto unidad y totalidad, en cuanto concepto
uno y de manera refleja, se requiere un ser simple, es decir, inmaterial. Solo el es
capaz de estar presente a sí mismo. Todo lo que es capaz de volver sobre sí mismo
es incorpóreo.5

5ª Razón
Somos capaces de progresar

Los órganos corporales se destruyen cuando su objeto se intensifica. Si hay poca


luz, veo poco, y veo mejor cuando aumenta la iluminación: pero si la intensidad
3
Íbid.
4
Íbid.
5
Íbid.
crece desmesuradamente se me quema la retina. De lejos oigo con dificultad, y
oigo mejor cuando me acerco; pero se me revientan los tímpanos cuando suenan
las campanas y yo estoy dentro del campanario. La verdad, al revés, no destruye el
entendimiento sino que lo perfecciona a medida que es superior y más eminente.
El crecimiento espiritual del hombre, por ello, es infinito. E infnitas son las
posibilidades de crecimiento de ese fenómeno nuevo en el universo que es el ser
humano. No que llegue a alcanzar la infinitud, sino que siempre podrá ser más sin
terminar su progreso. Esto se debe a la presencia del espíritu, el cual puede
ensancharse siempre. No sucede lo mismo con las facultades orgánicas, en las que
llega un momento en que se atrofian o se destruyen por la intensidad de su objeto. 6

CONCLUSIÓN

Ahora bien, si somos capaces de realizar actos inmateriales tenemos que admitir, es
buena lógica, que existe en nosotros un principio inmaterial, sin el nada se explica,
pero es preciso dar una razón suficiente y una causa adecuada de tales actos. Ni es
ni puede ser otra más que un principio inmaterial que llamamos espíritu o alma
porque el efecto y la causa tienen que ser proporcionados. Si los efectos son
inmateriales la causa tiene que ser inmaterial. La palabra alma lleva consigo ciertas
connotaciones religiosas como ya hemos dicho, que a algunos les suscitan reservas,
pero es preciso ser sinceros, más allá de movimientos pulsionales afectivos. La
honestidad intelectual debe alejar atractivos y repugnancias.7

¿De dónde venimos y a dónde vamos?

 Ortodoxia: es la recta creencia “sobre el hombre, sobre Jesucristo y sobre la


Iglesia” (Juan Pablo II)

Esencia de la antropología cristiana

36 Las páginas del primer libro de la Sagrada Escritura, que describen la creación del
hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1.26-27), encierran una
enseñanza fundamental acerca de la identidad y la vocación de la persona humana. Nos
dicen que la creación del hombre y de la mujer es un acto libre y gratuito de Dios; que el
hombre y la mujer constituyen, por su libertad e inteligencia, el tú creado de Dios y que
solamente en la relación con Él pueden descubrir y realizar el significado auténtico y pleno
de su vida personal y social; que ellos, precisamente en su complementariedad y
reciprocidad, son imagen del Amor trinitario en el universo creado; que a ellos, como cima
de la creación, el Creador les confía la tarea de ordenar la naturaleza creada según su
designio (cf. Gn 1,28).

37 El libro del Génesis nos propone algunos fundamentos de la antropología cristiana: la


inalienable dignidad de la persona humana, que tiene su raíz y su garantía en el designio
6
C. LLANO. Los fantasmas de la sociedad contemporánea. Trillas. México, 1998; pp. 57-58.
7
Íbid.
creador de Dios; la sociabilidad constitutiva del ser humano, que tiene su prototipo en la
relación originaria entre el hombre y la mujer, cuya unión « es la expresión primera de la
comunión de personas humanas »; 38 el significado del actuar humano en el mundo, que
está ligado al descubrimiento y al respeto de las leyes de la naturaleza que Dios ha impreso
en el universo creado, para que la humanidad lo habite y lo custodie según su proyecto.
Esta visión de la persona humana, de la sociedad y de la historia hunde sus raíces en Dios y
está iluminada por la realización de su designio de salvación.

¿Imagen de Dios o imagen de la Trinidad?

30 El testimonio del Nuevo Testamento, con el asombro siempre nuevo de quien ha


quedado deslumbrado por el inefable amor de Dios (cf. Rm 8,26), capta en la luz de la
revelación plena del Amor trinitario ofrecida por la Pascua de Jesucristo, el significado
último de la Encarnación del Hijo y de su misión entre los hombres. San Pablo escribe: « Si
Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes
bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las
cosas? » (Rm 8,31-32). Un lenguaje semejante usa también San Juan: « En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su
Hijo como propiciación por nuestros pecados » (1 Jn 4,10).

31 El Rostro de Dios, revelado progresivamente en la historia de la salvación, resplandece


plenamente en el Rostro de Jesucristo Crucificado y Resucitado. Dios es Trinidad: Padre,
Hijo y Espíritu Santo, realmente distintos y realmente uno, porque son comunión infinita de
amor. El amor gratuito de Dios por la humanidad se revela, ante todo, como amor fontal del
Padre, de quien todo proviene; como comunicación gratuita que el Hijo hace de este amor,
volviéndose a entregar al Padre y entregándose a los hombres; como fecundidad siempre
nueva del amor divino que el Espíritu Santo infunde en el corazón de los hombres (cf. Rm
5,5).

Con las palabras y con las obras y, de forma plena y definitiva, con su muerte y
resurrección,30 Jesucristo revela a la humanidad que Dios es Padre y que todos estamos
llamados por gracia a hacernos hijos suyos en el Espíritu (cf. Rm 8,15; Ga 4,6), y por
tanto hermanos y hermanas entre nosotros. Por esta razón la Iglesia cree firmemente « que
la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro ».31

32 Contemplando la gratuidad y la sobreabundancia del don divino del Hijo por parte del
Padre, que Jesús ha enseñado y atestiguado ofreciendo su vida por nosotros, el Apóstol
Juan capta el sentido profundo y la consecuencia más lógica de esta ofrenda: « Queridos,
si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios
nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor
ha llegado en nosotros a su plenitud » (1 Jn 4,11-12). La reciprocidad del amor es exigida
por el mandamiento que Jesús define nuevo y suyo: « como yo os he amado, así amaos
también vosotros los unos a los otros » (Jn 13,34). El mandamiento del amor recíproco
traza el camino para vivir en Cristo la vida trinitaria en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y
transformar con Él la historia hasta su plenitud en la Jerusalén celeste.
33 El mandamiento del amor recíproco, que constituye la ley de vida del pueblo de Dios,32
debe inspirar, purificar y elevar todas las relaciones humanas en la vida social y política: «
Humanidad significa llamada a la comunión interpersonal »,33 porque la imagen y
semejanza del Dios trino son la raíz de « todo el “ethos” humano... cuyo vértice es el
mandamiento del amor ».34 El moderno fenómeno cultural, social, económico y político de
la interdependencia, que intensifica y hace particularmente evidentes los vínculos que unen
a la familia humana, pone de relieve una vez más, a la luz de la Revelación, « un nuevo
modelo de unidad del género humano, en el cual debe inspirarse en última instancia la
solidaridad. Este supremo modelo de unidad, reflejo de la vida íntima de Dios, Uno en tres
personas, es lo que los cristianos expresamos con la palabra “comunión” ».35

La Trinidad como origen

34 La revelación en Cristo del misterio de Dios como Amor trinitario está unida a la
revelación de la vocación de la persona humana al amor. Esta revelación ilumina la
dignidad y la libertad personal del hombre y de la mujer y la intrínseca sociabilidad
humana en toda su profundidad: « Ser persona a imagen y semejanza de Dios comporta...
existir en relación al otro “yo” »,36 porque Dios mismo, uno y trino, es comunión del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo.

En la comunión de amor que es Dios, en la que las tres Personas divinas se aman
recíprocamente y son el Único Dios, la persona humana está llamada a descubrir el origen
y la meta de su existencia y de la historia. Los Padres Conciliares, en la Constitución
pastoral «Gaudium et spes», enseñan que « el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean
uno, como nosotros también somos uno (Jn 17, 21-22), abriendo perspectivas cerradas a la
razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la
unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el
hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar
su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás (cf. Lc 17,33) ».37

La Trinidad como modelo de comunidad

33 El mandamiento del amor recíproco, que constituye la ley de vida del pueblo de Dios,32
debe inspirar, purificar y elevar todas las relaciones humanas en la vida social y política: «
Humanidad significa llamada a la comunión interpersonal »,33 porque la imagen y
semejanza del Dios trino son la raíz de « todo el “ethos” humano... cuyo vértice es el
mandamiento del amor ».34 El moderno fenómeno cultural, social, económico y político de
la interdependencia, que intensifica y hace particularmente evidentes los vínculos que unen
a la familia humana, pone de relieve una vez más, a la luz de la Revelación, « un nuevo
modelo de unidad del género humano, en el cual debe inspirarse en última instancia la
solidaridad. Este supremo modelo de unidad, reflejo de la vida íntima de Dios, Uno en tres
personas, es lo que los cristianos expresamos con la palabra “comunión” ».35
La Trinidad como meta de la persona humana

35 La revelación cristiana proyecta una luz nueva sobre la identidad, la vocación y el


destino último de la persona y del género humano. La persona humana ha sido creada por
Dios, amada y salvada en Jesucristo, y se realiza entretejiendo múltiples relaciones de
amor, de justicia y de solidaridad con las demás personas, mientras va desarrollando su
multiforme actividad en el mundo. El actuar humano, cuando tiende a promover la dignidad
y la vocación integral de la persona, la calidad de sus condiciones de existencia, el
encuentro y la solidaridad de los pueblos y de las Naciones, es conforme al designio de
Dios, que no deja nunca de mostrar su Amor y su Providencia para con sus hijos.

36 Las páginas del primer libro de la Sagrada Escritura, que describen la creación del
hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1.26-27), encierran una
enseñanza fundamental acerca de la identidad y la vocación de la persona humana. Nos
dicen que la creación del hombre y de la mujer es un acto libre y gratuito de Dios; que el
hombre y la mujer constituyen, por su libertad e inteligencia, el tú creado de Dios y que
solamente en la relación con Él pueden descubrir y realizar el significado auténtico y pleno
de su vida personal y social; que ellos, precisamente en su complementariedad y
reciprocidad, son imagen del Amor trinitario en el universo creado; que a ellos, como cima
de la creación, el Creador les confía la tarea de ordenar la naturaleza creada según su
designio (cf. Gn 1,28).

¿Qué diferencia hace la redención?


• Salvación integral
• Libre respuesta del hombre
• Dimensión vertical y horizontal de la salvación

¿Qué diferencia hace un cristiano en la sociedad?


• Ortopraxis: el recto actuar
Compendio:
• Limitaciones de la vida personal y social
• Renovación en las relaciones como consecuencia de la renovación interior
• El cristiano es “responsable de todos”
• El cristiano es “responsable de todo”
¿Qué tiene que ver el cielo con la tierra?
• Jesucristo como revelación de Dios y del hombre
• La persona humana no es un objeto
1.2 La comunidad como vocación de la persona humana
• La persona es un ser de encuentro
• Carácter comunitario de la vocación humana
1.3 Comunidad cristiana y persona humana
• Naturaleza de la comunidad cristiana: iglesia
• Fermento evangélico
• Evangelización y promoción humana
• Derecho y deber de la Iglesia
1.4 Humanismo cristiano
• Qué es el humanismo cristiano

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