trata de personas
Módulo 1 | Contexto estructutral de la Trata de personas
Contenido
Materiales
Clase 1.................................................................................................................................................................44
Clase 2 ................................................................................................................................................................46
Clase 3............................................................................................................................................................... 48
Clase 4 ................................................................................................................................................................49
Objetivo general
Examinar las problemáticas contextuales del fenómeno de la trata de personas a nivel nacional
e internacional, específicamente: los riesgos; las violencias; la crisis de estatalidad y una de-
mocracia amenazada; y en suma, la vulnerabilidad, entendida como el resultado de la vivencia
simultánea de diversas manifestaciones de lo anterior y que propician que una persona se con-
vierta en víctima de trata.
Introducción
Comprender la trata de personas, uno de los fenómenos de mayor complejidad que hoy se en-
frentan, precisa examinar el contexto en el que existe. De acuerdo con la Organización de las
Naciones Unidas (ONU), se cuenta con evidencia de casos de lo que se entiende como “trata de
personas” en el marco jurídico internacional, por lo que, para lograr una mejor aproximación a
ella, es necesario en primer lugar, aproximarse a las problemáticas que en México y en todo el
planeta conforman el contexto que hace propicia su incidencia.
De ahí que en este primer módulo se describan cuatro grandes problemáticas que prevalecen
en el contexto nacional e internacional y que se vinculan con el fenómeno de estudio del Diplo-
mado, a saber:
1) Los riesgos, entre los cuales se abordan los globales, los sociales y aquellos asociados con
el incumplimiento generalizado de los Derechos Humanos.
2) Las violencias, asumiendo a la trata de personas como una de sus manifestaciones más
extremas.
3) La crisis de estatalidad y una democracia amenazada; asumiendo que la trata de personas
se encuentra asociada a la “crisis de estatalidad”, es decir, las capacidades insuficientes
del Estado para dar cumplimiento al mandato jurídico que se ha dado a sí mismo, y a una
creciente amenaza a la democracia, asumiendo a ésta última como un sistema de vida fun-
dado en el constante mejoramiento económico, social y cultural de la población.
4) La vulnerabilidad frente a la trata de personas, la cual se asume aquí como como el re-
sultado de la existencia simultánea de riesgos y violencias diversas, las cuales, para una
mejor aproximación a las mismas, pueden ser agrupadas en “dimensiones” concretas que
permiten identificar el grado de vulnerabilidad que enfrentan las personas en función del
lugar en el que viven.
Desarrollo
Este módulo está compuesto por cuatro clases; las tres primeras abordan, cada una, tres pro-
blemáticas que aquí se identifican como asociadas a la existencia de la trata de personas, tanto a
nivel mundial como en México. La última aborda una aproximación a la vulnerabilidad, enten-
diéndola como el conjunto de factores que dan lugar a distintas “dimensiones” que propician
que las personas se conviertan en víctimas en función del lugar en el que viven:
Los Riesgos
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De acuerdo con el Informe Global de Riesgos 2018, del Foro Económico Mundial (FEM, 2018)
un riesgo global es:
Una condición o evento incierto que, si se produce, puede provocar un impacto negativo
importante en varios países o industrias dentro de los próximos 10 años (FEM, 2015).
El mismo Informe (FEM, 2018) hace una clasificación de todos los treinta riesgos que identifica
en cinco grandes categorías: económicos, medioambientales, geopolíticos, sociales y tecnoló-
gicos1; y establece que todos se encuentran interconectados entre sí, tal como se muestra en la
figura 1.1. En la misma figura se subrayan en verde aquellos riesgos globales que guardan un
vínculo con la trata de personas.
Los riesgos globales señalados por el FEM y la interacción entre ellos suponen una complejidad
global en clave de incertidumbre, fragilidad e inestabilidad. Estos riesgos que, de acuerdo con
el FEM afectan a una proporción importante de la población están incidiendo de forma deter-
minante en la forma en la que viven cotidianamente. Para el FEM la inestabilidad social es el
gran riesgo global que se encuentra en el centro de la articulación de todos los riesgos, y un
número importante de ellos se encuentran vinculados con la trata de personas, la inestabilidad
social misma, al implicar procesos de ruptura del tejido social y las relaciones de confianza en-
tre las personas hasta el aumento de la desigualdad, que implica que cada vez más personas se
encuentran en condiciones de vida desfavorables para el ejercicio pleno de sus derechos.
1 El Informe de Riesgos Globales 2018 (FEM, 2018) es realizado y publicado cada año por el Foro Económico Mundial,
organización en la que participan “líderes mundiales” (tal como el propio Foro lo señala) del sector público, pero tam-
bién del sector privado por lo que, a pesar de que el análisis hace especial énfasis en los riesgos económicos y financie-
ros; es decir, aquellos que son más significativos para el sector empresarial; es una herramienta de análisis que permite
aproximarse a la complejidad e interconexión entre los riesgos globales, así como la probabilidad de que éstos ocurran.
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1.2 Riesgos sociales y nuevos riesgos sociales: la trata de personas como uno de ellos
En México, de acuerdo con Fuentes, Banegas y Regules (2016), fenómenos como la trata de per-
sonas se encuentran estrechamente vinculados con, al menos, los siguientes riesgos sociales,
mismos que guardan importantes puntos de encuentro con los riesgos globales señalados en el
Informe Global de Riesgos del FEM:
Para la región de América Latina, el PNUD identifica un conjunto de cuatro grandes riesgos que
deben enfrentarse: 1) el estancamiento económico global y regional pues podría generar una
nueva oleada de desempleo; 2) las resistencias al cambio en lo relativo al curso de desarrollo
que se ha impuesto en las últimas décadas; 3) el bajo crecimiento interno frente a la incerti-
dumbre económica internacional; y 4) la persistencia de esquemas fiscales que benefician pre-
dominantemente a las poblaciones no pobres o no vulnerables, pues esto genera desigualdad
(PNUD, 2014).
De acuerdo con Fuentes y Arellano (2016) existen diversos “derechos llave” que son especial-
mente vulnerados por los riesgos sociales, es decir, derechos que permiten potenciar las capa-
cidades de las personas para acceder o exigir el cumplimiento de otros, como es el caso de la
educación pues el hecho de no contar con acceso a procesos de aprendizaje de calidad limita el
desarrollo de las personas, desde el ámbito a sus capacidades intelectuales, hasta la garantía
de los derechos de terceros (Fuentes y Arellano, 2016). Un ejemplo de lo anterior es lo dicho por el
UNICEF, que ha mostrado evidencia de que la mortalidad materno-infantil es mucho mayor en
los casos en que las madres son analfabetas o con baja escolaridad, que en aquellos en los que
se tiene concluido el ciclo completo de la educación básica (UNICEF, 2003).
La prevalencia de los riesgos sociales2 son indicativos también de la incapacidad de una eco-
nomía para generar empleos de calidad, sobre todo en términos salariales; éste es el caso de
la economía mexicana: en México el mundo del trabajo se encuentra fracturado, pues además
de que no se crean los empleos suficientes (alrededor de un millón cada año), los pocos que se
generan son precarios, es decir con bajos salarios y sin las prestaciones que, por mandato de
ley, deben otorgárseles a los trabajadores; así el 41% de la población que trabaja percibe menos
2 La categoría de Riesgo Social ha sido construida en el ámbito de la sociología del siglo XX; en él hay quienes aseguran
que puede hablarse con toda propiedad de una “sociología del riesgo”, vinculada al análisis de lo que también se ha
denominado en algunas escuelas como “sociología de la desigualdad”.
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ingresos que los requeridos para adquirir una canasta alimentaria: un salario mínimo al mes
equivale a 2,658 pesos, mientras que el valor de la canasta alimentaria es de 2,989 pesos (Fuen-
tes, 2018).
Al respecto, es necesario señalar que el hecho de que una persona esté desempleada, no implica
que se convertirá en víctima de trata, sino que incide de forma importante en su vulnerabilidad
frente a la trata de personas. Por ejemplo, si una persona se encuentra desempleada y es vícti-
ma de violencia familiar, tendrá mayor posibilidad de aceptar una oferta de trabajo engañosa
que otra persona desempleada con un entorno familiar armónico en el que le puedan orientar
sobre la misma oferta de empleo engañosa.
Se denomina nuevos riesgos sociales a todos aquellos riesgos de “nueva generación”, es decir,
que se encuentran vinculados con fenómenos que no tienen una relación causal como resulta-
do de factores considerados tradicionalmente como “predictores” y que más bien tienen una
presencia reciente, lo que permite situarlos literalmente como “nuevos” (Fuentes y Arellano, 2016).
Otro ejemplo es no tener acceso a la justicia: la Encuesta Nacional sobre Victimización y Per-
cepción sobre la Seguridad Pública (ENVIPE, 2017) muestra que en 2013 no fueron denun-
ciados 93.8% de los delitos, dentro de los principales motivos de la no denuncia están la
percepción de que las autoridades son corruptas, que son ineficientes o que no harán nada para
ayudarles.
Las violaciones a los Derechos Humanos han aumentado durante los últimos años (Amnistía
Internacional, 2018; Human Rights Watch, 2018); la trata de personas constituye una violación total
y sistemática de todos ellos al implicar la fractura de dos de sus elementos fundamentales: la
dignidad y la libertad humanas.
Un ejemplo que hace visible lo anterior es la crisis de refugiados, la cual, de acuerdo con Amnis-
tía Internacional, ha sido atendida de una manera inadecuada por los países, mismos que han
evadido responsabilidades y considerado a las personas refugiadas como problemas que hay
que apartar. En ese sentido los millones de refugiados a nivel mundial hoy enfrentan un sinnú-
mero de riesgos, entre ellos múltiples violencias, incluyendo la trata de personas. De acuerdo
con la Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en 2016 se
estimó que más de 65.6 millones de personas en todo el mundo se habían visto obligadas a
abandonar sus hogares a causa del conflicto y la persecución, de las cuales apenas 22.5 millones
tenían el estatus jurídico de refugiados, es decir, que habían encontrado asilo y protección en
algún país extranjero (ACNUR, s.f.).
El mismo Informe también da cuenta de que el número de abusos cometidos en Internet, sobre
todo contra las mujeres y la incitación al odio hacia las minorías, aumentaron y las respuestas
por parte de las empresas de las redes sociales fueron deficientes y desiguales, además de que
los gobiernos instrumentaron escasas medidas para hacer frente a esta forma de violencia (Am-
nistía Internacional, 2018).
Otro de los temas, que en mayor medida alerta el Informe, es el de la austeridad: desde la crisis
de 2008 los gobiernos en el mundo para reducir el déficit en las finanzas públicas han aplicado
medidas de austeridad como recortes en los gastos del Estado, que en ocasiones van acompaña-
dos de subidas de impuestos y del incremento en el precio de precios de bienes y servicios que
con frecuencia afectan especialmente a las personas más pobres, debido a que se suben los pre-
cios de productos básicos, como los alimentos. A decir de Amnistía Internacional, la austeridad
es una cuestión de Derechos Humanos pues afecta el acceso de las personas a la educación, la
salud, la vivienda, la seguridad social y otros derechos económicos y sociales. De igual manera
propicia abusos contra los derechos civiles y políticos, como cuando los gobiernos reprenden
las manifestaciones en protesta de estos recortes (Amnistía Internacional, 2018). En el caso específi-
co de América, Amnistía Internacional (2018) señaló que:
La discriminación y la desigualdad siguen siendo la norma en todo el continente. La región sufre los estra-
gos causados por los altos niveles de violencia, con oleadas de homicidios, desapariciones forzadas y de-
tenciones arbitrarias. Los defensores de los Derechos Humanos padecen niveles de violencia cada vez más
altos. La impunidad continúa generalizada y las políticas de demonización y división se han intensificado.
Los pueblos indígenas sufren discriminación y ven negados sus derechos económicos, sociales y culturales,
incluido su derecho a la tierra y al consentimiento libre, previo e informado sobre los proyectos que los
afectan. Fueron pocos los avances de los gobiernos en la protección de los derechos de las mujeres y las
niñas, así como de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI).
Tal como lo afirma Amnistía Internacional, se vive una crisis generalizada de Derechos Hu-
manos en todo el mundo, lo cual implica un cúmulo de numerosas amenazas para personas de
todos los países y edades frente a fenómenos tan atroces como la trata.
Amnistía Internacional (2018) también hizo señalamientos por país en su informe anual. Para el
caso de México señaló que la violencia aumentó en todo en el país. El 2017 fue el año del sexenio
del presidente Enrique Peña Nieto en el que se registró la mayor cifra anual de homicidios,
que fue de 42,583. Las fuerzas armadas tienen presencia en las calles, realizan las labores
correspondientes a la policía, las cuales ahora están avaladas por la Ley de Seguridad Interior
aprobada por el Congreso en diciembre de 2017 (Amnistía Internacional, 2018).
La violencia contra las mujeres es un tema que preocupa, dos tercios de las mujeres en México
han experimentado violencia de género a lo largo de su vida. Por si fuera poco, los dos grandes
terremotos que tuvieron lugar en septiembre de 2017, hicieron peligrar los derechos a la vivien-
da y a la educación de un considerable porcentaje de la población (Amnistía Internacional, 2018).
A continuación, se hace una revisión de los principales puntos señalados en el informe de Am-
nistía Internacional (2018) sobre México.
5. Abusos militares e impunidad. Desde el 2006 hasta julio de 2016, se levantaron casi
10 mil denuncias de abusos cometidos por militares, más de 2 mil fueron durante el go-
bierno actual, de los cuales más de 100 casos fueron considerados como violaciones graves
a los Derechos Humanos, esto de acuerdo con las denuncias recibidas por la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Además, la Cámara de Diputados aprobó, en
noviembre de 2017, la Ley de Seguridad Interior, que da autorización para la intervención
militar en asuntos de seguridad pública interna (HRW, 2018).
Una investigación llevada a cabo en julio de 2017 por Citizen Lab, señaló que en total 11
activistas de Derechos Humanos, periodistas y miembros del GIEI fueron víctimas de es-
pionaje por parte del gobierno mexicano (HRW, 2018).
8. Violencia contra las mujeres y niñas. HRW (2018) y Amnistía Internacional (2018)
coinciden en que la violencia de género contra mujeres y niñas es generalizada. En 2016
se identificaron a 2,668 mujeres víctimas de homicidio, a falta de más investigaciones.
Asimismo, de acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los
Hogares (ENDIREH) 2016, el 66.1% de las niñas y mujeres mayores de 15 años en el país
había experimentado violencia de género por lo menos una vez en su vida, y un 43.5%
de las mujeres había sufrido violencia de género por parte de su pareja (INEGI, 2017). El
2017 cerró con 12 estados donde estaba vigente la “alerta de violencia de género contra las
mujeres”, mecanismo establecido por la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida
Libre de Violencia (Amnistía Internacional, 2018).
10. Derechos de personas con discapacidad. De acuerdo con el informe que realizó
Disability Rights International en 2015 se dio a conocer que en los establecimientos fi-
nanciados por el gobierno para personas con discapacidad en la Ciudad de México las con-
diciones eran inhumanas, incluido el caso de una institución donde se encerraba a niños
en jaulas. Se denunció que se presentaron casos en algunas clínicas estatales de la Ciudad
de México donde se presionaba a mujeres con discapacidad psicosocial a someterse a es-
terilizaciones o a abortos si estaban embarazadas (HRW, 2018).
Esta clase aborda uno de los elementos del contexto estructural que se encuentran más cerca-
nos a la trata: los riesgos, es decir fenómenos que, en mayor o menor medida, incrementan la
vulnerabilidad de todas las personas, la cual – en sí misma – constituye uno de ellos. Uno de
los documentos que en mayor medida aportan a la identificación de los riesgos alrededor del
mundo es el Informe Global de Riesgos que año con año publica el Foro Económico Mundial.
En 2018, se identificaron treinta riesgos dentro de los cuales varios pueden estar vinculados
directamente con la trata de personas, como por ejemplo, la inestabilidad social o el desem-
pleo de larga duración; en otra categoría de riesgos, construida desde la llamada “sociología
del riesgo”, es posible identificar una diversidad de riesgos aún mayor, por lo que también son
expuestos en esta primera clase, entre ellos la violencia contra las mujeres o “nuevos riesgos
sociales” como el embarazo adolescente.
Finalmente, otro riesgo que puede estar directamente asociado con la existencia de la trata de
personas es el incumplimiento generalizado de los Derechos Humanos, al ser la propia trata de
personas la violación total y sistemática de ellos. La organización Amnistía Internacional, afir-
mó en su informe anual más reciente, que se vive una “crisis de Derechos Humanos” alrededor
del mundo. En México esta crisis se vive en clave de creciente violencia, desapariciones forza-
das, detenciones arbitrarias y la desprotección generalizada de las autoridades a los Derechos
Humanos de la población.
Las Violencias
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Como se vio en la clase anterior y como lo documentan los más recientes informes anuales de
Human Rights Watch (2018) y de Amnistía Internacional (2018), actualmente se enfrenta un
contexto internacional y nacional en sumo violento. De acuerdo con Mario Luis Fuentes, es
necesario hacer visible que existen múltiples violencias que inciden de forma simultánea en las
personas, por lo que requiere hablarse de violencias, en plural. Al respecto, si bien la violencia
homicida ha tenido un incremento alarmante durante la última década (al grado de que 2017
fue el año en el que más homicidios se han registrado desde el año 1997 con un total de 29, 168
homicidios dolosos) (SESNSP, 2018), sino también otras violencias4 en conjunto, conformando
así un complejo entramado de numerosas y diversas violencias, y que éstas se encuentran arrai-
gadas en todo el espacio social y las estructuras que lo integran y que en otros tiempos fueron
los espacios de protección por excelencia: los hogares, las escuelas y el espacio público, y que
deberían ser espacios cuya función principal sea la construcción de capacidades ciudadanas
(Fuentes, 2018).
Hoy en día, todas estas violencias han alcanzado magnitudes de sadismo inéditas (Fuentes, 2018).
Desde los estudios de la psicología del mal, se entiende a la maldad y los deseos de transgredir
a otras personas como una característica que siempre ha acompañado a la humanidad. El con-
cepto de “maldad” se refiere a las acciones prototípicas de daño que implican un perpetrador y
una víctima. De forma genérica se describe como “el daño intencional, planeado y moralmente
injustificado que se causa a otras personas, de tal modo que denigra, deshumaniza, daña, des-
truye o mata a personas inocentes” (Quiles del Castillo, Morales, Fernández y Morera, 2016).
La definición anterior obliga a plantear una pregunta indispensable ¿qué tan grave debe ser
un acto para ser considerado como algo malo? La gravedad del daño es el término que puede
ser utilizado como parámetro para responder la cuestión planteada. Los psicólogos sociales
utilizan este término para referirse a las conductas que implican un daño exagerado, que está
directamente relacionado con transgredir la humanidad de las personas, su esencia como seres
humanos (Quiles del Castillo, et. al. 2016).
De acuerdo con el Informe Mundial sobre la Salud y la Violencia realizado por la Organiza-
ción Mundial de la Salud (OMS) en 2003, cada año, más de 1.6 millones de personas pierden
la vida y muchas más sufren lesiones no mortales como resultado de la violencia autoinfligida,
interpersonal o colectiva. En conjunto, la violencia es una de las principales causas de muerte
en todo el mundo para la población de 15 a 44 años (OMS, 2003).
Este Informe es evidencia de que a partir de la década de 1980 la violencia se empezó a ver
como un problema de salud pública. Por definición, a la salud pública le atañen problemas
de salud de las comunidades y poblaciones numerosas, se dedica a tratar las enfermedades,
afecciones y problemas que afectan a la salud de éstas, y pretende proporcionar el máximo be-
neficio para el mayor número posible de personas. Desde este enfoque, la OMS afirma que es
posible prevenir la violencia y disminuir sus efectos de la misma manera en que las medidas de
salud pública han logrado prevenir y disminuir las complicaciones relacionadas con enferme-
dades infecciosas (OMS, 2003).
4 Fuentes hace una propuesta de clasificación de las violencias en cinco grupos: 1) asociadas al crimen organizado; 2) no
necesariamente asociadas al crimen organizado; 3) las que ocurren en ámbitos privados; y 4) las derivadas de la con-
flictividad social (Fuentes, 2018).
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La OMS (2003) define a la violencia como el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea
en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que
cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastor-
nos del desarrollo o privaciones. La OMS clasifica a la violencia en tres grandes categorías, en
función del autor del acto violento: a) violencia dirigida contra uno mismo, b) violencia inter-
personal y c) violencia colectiva.
a) La violencia dirigida contra uno mismo comprende los comportamientos suicidas y las
autolesiones, como la automutilación.
b) La violencia interpersonal puede tratarse de violencia intrafamiliar o de pareja, o de vio-
lencia comunitaria.
c) La violencia colectiva es el uso instrumental de la violencia por personas que se identifican
a sí mismas como miembros de un grupo frente a otro grupo o conjunto de individuos, con
objeto de lograr objetivos políticos, económicos o sociales.
Asimismo, la OMS clasifica a los actos violentos en físicos, sexuales, psicológicos y en privacio-
nes o abandono (OMS, 2003). La violencia interpersonal puede subdividirse, a su vez, en violen-
cia intrafamiliar o de pareja que se produce generalmente en el hogar y entre miembros de la
familia; y la violencia comunitaria, que se produce entre personas que no guardan parentesco,
ocurre generalmente en lugares como escuelas, lugares de trabajo, prisiones, etc. Las subcate-
gorías de la violencia colectiva propuestas por la OMS corresponden a los posibles motivos por
grupos más grandes de individuos o por el Estado mismo.
Tal como se muestra en la figura 2.1, la OMS identifica las distintas agresiones que se pueden
cometer en cada uno de los tipos de violencia que plantea. Esta clasificación permite observar
que pueden presentarse dos o más tipos de violencia en una misma situación y con diferentes
manifestaciones, y que éstas no ocurren de manera aislada ni unicausal.
La OMS señala que ningún factor por sí solo explica por qué algunos individuos tienen com-
portamientos violentos hacia otros ni por qué la violencia es más prevalente en algunas co-
munidades que en otras, afirma que es el resultado de la relación entre factores individuales,
relacionales, sociales, culturales y ambientales, por lo que estudiar y comprender las relaciones
entre los distintos factores que la propician puede ayudar a prevenirla y propone un modelo
ecológico para ello conformado por tres niveles:
• El nivel individual identifica los factores biológicos y los factores de la historia personal
que influyen en el comportamiento de una persona, como el bajo nivel educativo, el abuso
de sustancias psicotrópicas y los antecedentes de comportamiento agresivo o de haber
sufrido maltrato.
• El nivel relacional identifica el modo en que las relaciones sociales cercanas contribuyen
a que el individuo sea víctima o victimario de violencia, como la interacción casi diaria con
contextos o situaciones violentas o el compartir el domicilio con un agresor.
• El nivel comunitario examina los contextos de la comunidad en los que se inscriben las
relaciones sociales, como la frecuente movilidad de residencia, la densidad de población o
si la comunidad en que habita tiene problemas como el tráfico de drogas.
• El nivel social examina los factores sociales más generales que determinan las tasas de
violencia como normas culturales que apoyan la violencia como una manera aceptable de
resolver conflictos.
El modelo ecológico permite identificar en cada una de sus categorías un grado de riesgo pero
también un punto clave para la intervención pública. En ese sentido, la OMS sugiere que las
políticas de salud pública sean dirigidas a cada uno de los niveles y tomar en cuenta las particu-
laridades de cada caso presentado en un grupo poblacional específico, sin dejar de lado que los
diferentes niveles se relacionan y afectan entre sí de manera positiva o negativa.
Otra aportación importante al estudio de las violencias es la realizada por el sociólogo noruego
Johan Galtung (2004), quien explica sus dinámicas a través de un modelo al que denomina
“triángulo de las violencias” y que se puede observar en la Figura 2.3.
Figura 2.3 Triangulo de las violencias de Galtung (2004)
Violencia visible
Violencia
directa
Violencia invisible
Violencia Violencia
cultural estructural
De igual manera, Galtung (2004) propone una metodología de estudio para las violencias en
relación con el espacio en que se desarrollen y se perciban efectos o consecuencias materiales e
inmateriales de las mismas. Lo anterior se ilustra en el cuadro 2.1.
Durante los últimos años, en México las violencias se han expandido a lo largo de todo el terri-
torio nacional; no sólo la violencia homicida y criminal, asociada con la llamada guerra contra
el narcotráfico iniciada en 2007, sino también muchas otras que han crecido junto con la vio-
lencia asociada al crimen organizado, y que en conjunto conforman una compleja trama en la
que múltiples violencias coexisten e inciden entre sí.
Si bien es cierto que, de acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacio-
nal de Seguridad Pública (SESNSP) relativos a la incidencia delictiva apuntan a que a partir
de 2008 hubo un incremento inédito en el registro de delitos asociados directamente con el
crimen organizado, también lo es que otras violencias han tenido incrementos significativos o
comportamientos inerciales, por lo que es posible afirmar que la presencia de la violencia en el
país no cede (Fuentes, 2018).
Respecto a las violencias asociadas con el crimen organizado y a partir de los datos del SESNSP,
es posible observar que durante los últimos diez años hubo un incremento de 62% en los homi-
cidios dolosos y culposos, pasando de 25,133 en el 2007 a 40,759 en 2017; en todo el periodo
suman un total de 369,145 homicidios, o bien 101 cada día (SESNSP, 2018).
Ciertamente, 2017 fue el año más violento y en el que se reportó el mayor número de homi-
cidios hasta el momento, pero debido a los registros que hasta el momento se tienen, el 2018
podría ser incluso peor que el anterior: por ejemplo, entre enero y abril de 2018 se han regis-
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trado 10,395 homicidios dolosos, cifra que contrasta drásticamente con los 7,949 homicidios
reportados de octubre a diciembre de 2017 (SESNSP, 2018).
De igual manera se ha observado que las entidades federativas con mayor violencia en el país
han presentado también un crecimiento en el número de homicidios dolosos y por ende una
tendencia a incrementar en este año: de 2014 a 2017 los estados más violentos y con mayor nú-
mero de homicidios fueron el Estado de México con 9,196 homicidios; Guerrero con 8,272; Chi-
huahua con 5,923; Baja California con 5,245; y Jalisco con 5,055. En lo que va del año (enero –
abril de 2018) del total de los homicidios reportados Guanajuato por primera vez en la historia
del país encabeza la lista con 1,004 casos, seguido de Baja California, con 938 casos; Guerrero
con 879, Estado de México con 802, Jalisco con 669 y Chihuahua con 570. (SESNSP, 2018).
Respecto a las otras violencias, aquellas que no están necesariamente asociadas con el crimen orga-
nizado, se sabe, por ejemplo, que durante 2017 hubo un total de 719, 908 denuncias por diferentes
tipos de robo, es decir 1.3 cada minuto. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y
Percepción de la Seguridad Pública (ENVIPE) 2017 del INEGI, el robo ha tenido un incremento
de 42% en los últimos 10 años (INEGI, 2017), si estas cifras se leen a la luz de la cifra negra 5, que en
2017 fue de 93.7% se puede asegurar que de cada 100 robos, apenas seis fueron denunciados, lo que
equivaldría a una incidencia real aproximada de 30.15 millones de robos en este periodo.
Por otro lado, respecto a las violencias que ocurren en el ámbito privado (en relaciones inter-
personales, en el hogar o personas que se violentan a sí mismas), y de acuerdo con la Encuesta
Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016, del INEGI, la
violencia contra las mujeres se mantiene en los mismos niveles desde hace 10 años, además
más de seis de cada 10 mujeres sufrieron algún tipo de violencia (física, sexual, emocional y
económica o patrimonial) por parte de su pareja o de algún otro agresor, siendo la violencia
sexual la segunda con mayor incidencia después de la violencia emocional (INEGI, 2017).
Otra de las formas de violencia más alarmantes que ocurren en el ámbito privado, específica-
mente al interior de los hogares, es el incesto. De acuerdo con los datos del SENSP, en 2017
hubo 35 denuncias por este delito, el doble de las registradas en 2015. La cifra es muy baja en
comparación con otros delitos, sin embargo existe una muy alta posibilidad de que esto se deba
más a un muy bajo nivel de denuncia, y no de incidencia (SESNSP, 2017). Los datos relativos a
la incidencia de violencia sexual en las calles son igualmente preocupantes: de 2015 a 2017 el
SESNSP registró un total de 39,201 denuncias por el delito de violación, 31,843 de ellas fueron
por “violación simple”, un equivalente a 35 diarias y 7,358 por “violación equiparada” 6 (SESNSP,
2018).
El informe La Violencia Feminicida en México de 1985 a 2016 señala que durante este periodo
ocurrieron 52,210 defunciones femeninas con presunción de homicidio, es decir, 1,631 muer-
tes en promedio cada año, o bien una cada seis horas, siendo “razones de género” las causas
fundamental de estos delitos, lo cual implica que estos homicidios fueron perpetrados “dolo
misógino”: por el simple hecho de ser mujeres (ONU Mujeres, SEGOB e Inmujeres, 2018).
De acuerdo con la ONUDD, para poder tener una “fotografía” completa de lo que sucede en el
país en materia de trata de personas resulta necesario complementar el análisis con estadísticas
de otros “delitos de violencia”, tanto del fuero común como del federal, que podrían tener un
vínculo con la trata de personas de tres formas: “i) porque son indicativos de la reclasificación
del mismo por parte de los operadores de las normas jurídicas; ii) porque hablan de ambientes
que son propicios para las actividades de los tratantes; o iii) porque sugieren la presencia de
otras prioridades y retos operativos que podrían estar limitando la persecución del mismo”
(ONUDD, 2014). Los delitos que la ONUDD considera como “conexos o contextuales” a la trata
de personas son: del fuero común, los homicidios dolosos; la violación y otros delitos sexuales;
el lenocinio; los delitos contra menores de edad y el estupro. Mientras que, del fuero federal,
lo son los delitos vinculados con la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada; con la Ley
General de Población (desde 2011, Ley General de Migración); con la Ley de Armas de Fuego y
Explosivos y también aquellos vinculados contra la salud.8
7 El informe señala que estos grupos son los dedicados al crimen organizado, específicamente se refiere a los cárteles
de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación como los más violentos y con mayor presencia en el territorio nacional (Bellal,
2018).
8 En el presente documento se señalan los grupos en los que la ONUDD clasifica a los delitos del fuero federal vinculados
con la trata de personas, mismos que pueden ser consultados en el Diagnóstico sobre la situación de la trata de personas
en México 2014, publicado por la representación de este organismo en México en el mismo año
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Clase 3:
Crisis de estatalidad y
democracia amenazada
Módulo 1 | Contexto estructutral de la Trata de personas
Figura 2.4 Total de víctimas de algunos delitos del fuero común asociados con la trata de personas 2015 –
2018.
9 Estas estadísticas fueron estimadas por el SESNSP a partir de una metodología usada sólo para el periodo comprendido
entre 2015 y 2017, y para el cual los datos fueron dados a conocer en diciembre de 2017 (SEGOB, 2018).
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Módulo 1 | Contexto estructutral de la Trata de personas
En ese sentido, es posible afirmar que en México se vive una crisis de estatalidad, definida por
el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) como la falta de capacidades del
Estado para dar cumplimiento a los mandatos que se ha dado a sí mismo (PNUD, 2004), y que
se expresa en el hecho de que el Estado no puede dar cumplimiento a su principal mandato, a
saber, tal como lo establece el Artículo Primero constitucional, reconocer y garantizar el pleno
cumplimiento de los Derechos Humanos para toda la población, lo cual se traduciría en que
todas las personas tengas plenas posibilidades de tener una vida digna.
Por ello, es relevante incorporar como parte del análisis del contexto estructural de la trata de
personas, a la crisis de estatalidad, que a su vez deriva en una “ciudadanía blanda”, y que en
conjunto contribuyen de forma determinante a la vulnerabilidad que las personas puedan en-
frentar ante la trata de personas.
Es una forma de organización del poder que implica la existencia y buen funcionamiento del
Estado, a partir de una ciudadanía integral, esto es, el pleno reconocimiento de la ciudadanía
política, la ciudadanía civil y la ciudadanía social. La democracia es una experiencia histórica
particular en la región de América Latina, que debe ser entendida y evaluada en su especificidad.
El régimen electoral es un elemento fundamental de la democracia, sin embargo, ésta no se re-
duce a las elecciones (PNUD, 2004).
Aquella que “avanza para que el conjunto de los derechos se tornen efectivos. Es la que permite
pasar de electores a ciudadanos. La que utiliza las libertades políticas como palanca para cons-
truir la ciudadanía civil y social” (PNUD, 2004, p. 36).
“Hablar de ciudadanía integral es considerar que el ciudadano de hoy debe acceder armoniosa-
mente a sus derechos cívicos, sociales, económicos y culturales, y que todos ellos conforman un
conjunto indivisible y articulado” (PNUD, 2004, p. 26). Así, la ciudadanía integral se construye
a partir del reconocimiento, fortalecimiento y expansión de este conjunto de derechos.
Thomas Marshall definió a la ciudadanía como “un tipo de igualdad básica asociada al concepto
de pertenencia a una comunidad, que en términos modernos es equivalente a los derechos y
obligaciones de los que todos los individuos están dotados en virtud de su pertenencia a un Es-
tado nacional” (Marshall, 1965, p. 60). De igual manera planteó la existencia de tres conjuntos
de derechos de ciudadanía, cada uno de ellos referido a un área diferente de la sociedad: civiles,
políticos y sociales:
Ciudadanía en México
De acuerdo con las características que, de acuerdo con el PNUD, se deben cumplir para que
existan una democracia y una ciudadanía plenas, es posible afirmar que, partir de la tipología
que propone el PNUD para apuntar qué tipo de ciudadanía tiene un país, en México existe una
ciudadanía blanda o de baja intensidad, pues no garantiza y cumple los derechos en sus tres
dimensiones (política, civil y social).
Existe ciudadanía de baja intensidad cuando una proporción considerable de las ciudadanas y
los ciudadanos no pueden ejercer sus derechos civiles y son discriminados, pese a que sus dere-
chos políticos están razonablemente protegidos. Este tipo de ciudadanía se atribuye a barreras
como a la debilidad del Estado democrático de derecho o al efecto de las desigualdades sociales
extremas (O´Donnell, 1993, p. 145).
En efecto, en México, los Derechos Humanos (incluyendo los civiles, políticos, sociales, eco-
nómicos, ambientales y culturales) no están garantizados para la mayoría de la población: de
acuerdo con el CONEVAL, sólo dos de cada 10 mexicanos son no pobres o vulnerables (CONE-
VAL, 2017).
Por su parte el Informe País sobre la calidad de la ciudadanía en México publicado en 2014
por el entonces Instituto Federal Electoral (IFE) y El Colegio de México (COLMEX), señala que
la ciudadanía en México atraviesa por un complejo proceso de construcción que se puede carac-
terizar por la prevalencia de la desconfianza hacia el prójimo y en la autoridad, especialmente
en las instituciones encargadas de la procuración de justicia; su desvinculación social en redes
que vayan más allá de la familia, los vecinos y algunas asociaciones religiosas; y su desencanto
por los resultados que ha tenido la democracia (IFE – COLMEX, 2014).
El PNUD (2004) da cuenta de que la mayoría de los países de América Latina, entre ellos Mé-
xico, enfrentan: una estatalidad trunca y una fragilidad democrática, pues a pesar de cumplir
con dos elementos mínimos esenciales para una democracia, como el razonable buen ejercicio
de elecciones limpias y la vigencia de algunas libertades políticas fundamentales, en general la
opinión pública indica que las instituciones y los gobernantes no tienen un buen desempeño.
En algunos países los gobiernos elegidos democráticamente en muchas ocasiones parecen in-
capaces o indispuestos a disipar la desigualdad e inseguridad, aunado a crisis económicas deri-
vadas de malas reformas económicas que contrariamente favorecen la corrupción y el cliente-
lismo, y finalmente la mala implementación del sistema legal, que suele ser aplicado con sesgos
discriminatorios contra grupos vulnerables como las mujeres, grupos étnicos y población pobre
(PNUD, 2004).
El mismo informe apunta que el apoyo a la democracia cayó del 54% al 53% con respecto al
2016, y que uno de cada cuatro latinoamericanos es indiferente a qué tipo de régimen que lo
gobierna. En México sólo el 38% de la población apoya la democracia (siendo el país con menor
apoyo al gobierno democrático en la región). Además, ocupa el penúltimo lugar de los países
donde se considera que hay una democracia plena y el segundo donde se piensa que se gobierna
por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio. La aprobación al gobierno en turno
sigue la misma suerte que los indicadores anteriores, sólo el 20% de los encuestados aprueba la
gestión actual del gobierno federal (Corporación Latinobarómetro, 2017).
las fuerzas armadas es la institución en que más se confía con el 51%; le siguen el tribunal elec-
toral con el 33% de confianza; el poder judicial con el 23%; el Congreso con el 22%; la policía
con el 21%; el gobierno con el 15% y los partidos políticos con el 9% de confianza (Corporación
Latinobarómetro, 2017).
El informe da cuenta también de los problemas que en mayor medida afectan a las democracias
de los países; así, el problema que se considera como el más importante en México es la delin-
cuencia (28%), seguido por la situación política (16%), la corrupción (13%), la economía 11%),
el desempleo (8%), la violencia (4%), la educación (4%) y la pobreza (3%). México es uno de los
cinco países que tiene los más altos grados de corrupción en la región, respecto a la evaluación
de qué tan bien o qué tan mal ha sido la lucha del gobierno contra la corrupción, el 59% de los
encuestados opina que ha sido mala (Corporación Latinobarómetro, 2017).
Además, por segundo año consecutivo, se consideró que la violencia más frecuente en México
– y la que en mayor medida afecta a la democracia – es la violencia en las calles con un 38%,
seguido de la perpetrada por el crimen organizado con 26%, del bullying (acoso escolar entre
compañeros alumnos) con 24%, de la violencia verbal con 20%, de la violencia contra las muje-
res y la perpetrada por las pandillas (ambas con 18%), la violencia contra los niños con 13% y fi-
nalmente, la violencia perpetrada por el Estado con 9% (Corporación Latinobarómetro, 2017).
En cuanto a los problemas que la ciudadanía identifica en los contextos electorales, casi cinco
de cada 10 personas encuestadas durante la última campaña electoral vieron a candidatos o
personas pertenecientes a los partidos políticos repartiendo regalos o favores a cambio de vo-
tos, mientras que menos de la mitad de la población (48%) creen en el voto secreto (Corporación
Latinobarómetro, 2017).
Finalmente, otra de las problemáticas señaladas en el informe como elementos que debilitan
a la democracia, son el ingreso y el empleo: en México cuatro de cada 10 encuestados dijo que
el salario y el total del ingreso familiar no le alcanza o tiene dificultades para cubrir satisfacto-
riamente sus necesidades; mientras que tres de cada 10 expresaron sentirse preocupados por
quedar desempleados en los próximos 12 meses (Corporación Latinobarómetro, 2017).
Pese a ello, es importante reconocer que en México, la democracia electoral ha logrado cierta
madurez, lo cual quedó en evidencia el pasado 1o de julio de 2018, al llevarse a cabo la elección
más grande de la historia del país. El Informe Latinobarómetro 2017 permite hacer visible una
pregunta planteada por el PNUD y a la luz de la cual precisa estudiarse un fenómeno como la
trata de personas en tanto que, como se señaló antes, tiene sus arraigos en contextos de riesgo,
precarios y violentos:
11 La ciudadanía social se refiere a aquellos aspectos de la vida de los ciudadanos que afectan el potencial para desarrollar
sus capacidades básicas. Los indicadores que toma en cuenta son: salud, educación, empleo, pobreza y desigualdad.
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Clase 4:
Vulnerabilidad frente a la
trata de personas
Módulo 1 | Contexto estructutral de la Trata de personas
Hoy se enfrenta la urgencia de construir una nueva estatalidad; como ya se ha revisado, tanto
en México como en otros países, el Estado no ha logrado cumplir con su mandato constitucio-
nal y de no revertir las condiciones de precariedad, la desigualdad y la discriminación que en-
frenta la población, la construcción de una ciudadanía integral, fundamentales como principio
de organización de la sociedad, la democracia continuará amenazada y con ello la posibilidad
fortalecer a las instituciones del Estado, y con ello construir un país justo y equitativo (PNUD,
2004).
La desigualdad, por su parte, además de percibirse en términos de ingresos, también tiene que
ver con la desigualdad de poder que de acuerdo con OXFAM México (2015) la exacerbada con-
centración tanto del poder económico como del político en un reducido porcentaje de personas,
desembocan en un ciclo que perpetúa las ya de por sí acentuadas desigualdades.
Es así que la desigualdad extrema tiene fuertes implicaciones políticas pues el poder económico
de ciertos sectores de la población se refleja cada vez más en políticas públicas que beneficia a
unos cuantos, un ejemplo es la política fiscal vigente que presenta una tasa marginal del ISR
muy por debajo del promedio de la OCDE o que en México los impuestos a las ganancias de ca-
pital en el mercado accionario son recientes y sujetas a múltiples exenciones (Esquivel, 2014).
Es por ello que es indispensable volcar todos los esfuerzos del Estado para cumplir con la agen-
da 2030 de los Objetivos del Desarrollo Sostenible que de acuerdo con el PNUD son un llama-
do universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garan-
tizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad, y representan la agenda de desarrollo
de la Organización de las Naciones Unidas para dar continuidad a los Objetivos de Desarrollo
del Milenio (ODM), cuyo cumplimiento se fijó para el periodo 2000 – 2015. En conjunto son 17
Objetivos que se basan en los logros de los ODM durante su vigencia, y que incluyen nuevas es-
feras como el cambio climático y la desigualdad económica. Además, proporcionan orientacio-
nes o metas para su adopción por todos los países en conformidad con sus propias prioridades
y los desafíos ambientales del mundo en general.
12 Propiamente, hablar de la Cuestión Social requiere un estudio aparte por la complejidad de variables que se le atri-
buyen, sin embargo a pesar de ser numerosos los estudios y análisis en torno al concepto, dos de las propuestas más
importantes son las realizadas por Castel y Rosanvallon, que en términos generales la definen como riesgos derivados
de la inseguridad social propias de las sociedades industriales y post – industriales (Castel, 1997) y como resultado de
los disfuncionamientos de éstas (Rosanvallon, 1995). Aquí se asume la definición planteada por Mario Luis Fuentes de
la Cuestión Social como las problemáticas que el Estado reconoce como aquellas en las que debe intervenir para resol-
verlas.
Diplomado en Línea sobre la trata de personas en México
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Módulo 1 | Contexto estructutral de la Trata de personas
A lo largo de las tres clases anteriores se revisaron problemáticas estructurales con implicacio-
nes clave para la existencia de un fenómeno como la trata de personas: los riesgos, las violen-
cias y la crisis de estatalidad en el contexto de una democracia cada vez más amenazada. Lo que
es posible observar entonces, es un contexto estructural que, de alguna u otra forma, propicia
la trata de personas.
En ese sentido, vulnerabilidad que enfrentan las personas es diferenciada en función de ele-
mentos particulares que cada una vive a nivel individual; éste es uno de los elementos que
obligan a pensar a la trata de personas asumiendo su complejidad y la del desafío que implica
su prevención.
De acuerdo con la definición del Diccionario de la Real Academia Española (RAE), la palabra
vulnerable se define como aquello que “puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente”;
así, la vulnerabilidad ante la trata de personas podría describirse como la situación o estado en
el que una persona es susceptible de convertirse en víctima de trata de personas.
El concepto de vulnerabilidad ha sido ampliamente estudiado desde los más diversos campos
de conocimiento y disciplinas. Naxhelli Ruiz (2011) afirma que ha sido definido de formas dis-
tintas y a partir de elementos diferentes, como el riesgo, el estrés, la susceptibilidad, la sensibi-
lidad, entre otros; la misma autora afirma que es posible encontrar dos elementos comunes en
la mayor parte de las definiciones que se han construido:
• Distintas amenazas, ya sean eventos de origen físico como sequías, terremotos, inundacio-
nes o enfermedades, o amenazas antropogénicas como contaminación, accidentes, ham-
brunas o pérdida del empleo.
• La unidad de análisis (individuo, hogar, grupo social) que se define como vulnerable ante
una amenaza específica, o es vulnerable a estar en una situación de pérdida.
Posteriormente, Fuentes señaló que, dada la ambigüedad y amplitud del concepto vulnerabi-
lidad, es necesario reinterpretar las conceptualizaciones que prevalecen sobre el mismo, pues
éstas han sido esencialmente instrumentales y construidas desde una visión de mundo en la
que se asume que si se logra el acceso a ciertos “satisfactores” se deja de ser vulnerable, cuando
la evidencia apunta a que no es así (Fuentes, 2017).
El análisis que debe plantearse en torno a lo que significa el ser vulnerable, implica una revisión
a fondo sobre lo que significa ser humano; es decir, asumir en qué consiste la humanidad de la
que somos portadores, define y determina lo que implica ser vulnerable; pues si bien [… queda]
visto que […] en tanto que somos humanos […] somos siempre y en todo caso [vulnerables] […]
es posible asumir que la forma en cómo enfrentamos la vulnerabilidad es lo que caracteriza el
discurrir de nuestras existencias (pp. 44-45).
En este contexto, es necesario considerar dos de las definiciones de la palabra subjetivo del
Diccionario de la RAE:
Es decir, no basta el contexto cultural para dimensionar la vulnerabilidad de una persona frente
a la trata, sino la forma en la que –en función de su forma de pensar, sentir y vivir– vive esta
vulnerabilidad. De ahí que se trate de una de las dimensiones de mayor complejidad que re-
quieren asumirse e incluirse en el diseño e implementación de toda política pública que tenga
como objetivo prevenir y enfrentar la trata de personas.
Las “variables” que pueden incidir en el grado de vulnerabilidad que enfrenta una persona
frente a la trata de personas son numerosas; a continuación, se profundiza en torno a éstas,
desde dos marcos analíticos distintos: los “Determinantes sociales” y las “Dimensiones de vul-
nerabilidad”.
Por su parte, el Índice Mexicano sobre la Vulnerabilidad ante la Trata de Personas realizado
en 2010 por el Centro de Estudios e Investigación en Desarrollo y Asistencia Social (CEIDAS,
A.C.) con el fin de caracterizar los riesgos sociales y la vulnerabilidad ante la trata de personas,
muestra seis dimensiones de vulnerabilidad en la que agrupó un conjunto de indicadores selec-
cionados para cada una, vinculados con los derechos que, al no estar garantizados plenamente,
propician niveles de vulnerabilidad ante la posibilidad de convertirse en víctima de trata bajos,
medios o altos, de forma diferenciada en cada estado de la República.
En el 2016, éste índice de vulnerabilidad fue actualizado, y a él se incorporó la relación entre las
dimensiones de vulnerabilidad con objetivos y metas específicos de la Agenda 2030, es decir,
aquella que desde la ONU se planteó como seguimiento a los Objetivos de Desarrollo del Mile-
nio bajo el nombre de Objetivos de Desarrollo Sostenible, a cuyo cumplimiento se comprome-
tieron los Estados parte de la ONU en 2030, México entre ellos (PUED, 2017).
A continuación, se describen las seis dimensiones a partir de las cuales se actualizó el índice de
vulnerabilidad para el año 2016:
2. Presencia Gene- Esta dimensión partió de la existencia del derecho al desarrollo social,
ralizada de Pobreza que está mandatado en la Ley General de Desarrollo Social, así como con el
y Carencias Socia- derecho a la educación, establecido tanto en el Artículo 3º constitucio-
les nal como en la Ley General de Educación. Estos derechos se consideraron
importantes para el Índice debido a que la pobreza y el rezago educativo
son factores determinantes en las carencias sociales y de mayor peso sobre
las vulnerabilidades existentes ante la trata de personas. Se reconoce que a
pesar de que todos los derechos tienen igual jerarquía, en materia específica
de trata de personas hay algunos que son determinantes y con mayor peso
frente a otros. Los indicadores que se tomaron en cuenta fueron:
3. Sistema de Jus- Para esta dimensión se partió del hecho de que México es uno de los
ticia y Seguridad países con mayor rezago en el sistema judicial y de seguridad pú-
Pública Deficiente blica, además de que dos de los mayores retos a los que se enfrenta
en combate a la trata de personas son la impunidad y la corrup-
ción. Para la cuantificación del sistema de justicia y seguridad el Índice
tomó en cuenta los siguientes indicadores:
6. Discriminación Esta dimensión parte del hecho de que existe desigualdad entre hom-
por género en el bres y mujeres en términos de desarrollo humano. La lectura de los
contexto del desa- resultados se traduce en que entre más exista una discriminación por género
rrollo humano mayor es la vulnerabilidad ante la trata de personas. Para su medición se
tomaron en cuenta:
Cada dimensión está compuesta por 18 indicadores vinculados con Derechos Humanos, que
a su vez están estrechamente relacionados con 6 de los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible
(ODS):
La figura 4.1 muestra las complejas interrelaciones entre las dimensiones de vulnerabilidad que
plantea el índice y su relación con los ODS señalados anteriormente.
La correspondencia entre los ODS y las dimensiones del Índice de Vulnerabilidad surge de la
interrelación entre los objetivos (círculos) y las metas (rombos) de los ODS y como estas metas
a su vez se relacionan con más de una dimensión dentro del Índice (triángulos). Este esquema
demuestra la profundidad del problema de la trata y como permea a las víctimas de este delito
en varios niveles estructurales.
Un ejemplo de esta interrelación entre el Índice y los ODS se puede apreciar en la figura 4.3
en la que se analiza la primera dimensión del Índice correspondiente a la violencia social y su
relación con los ODS.
Se puede observar que la dimensión de violencia social del Índice está vinculada a los ODS 5 y
16, así como las metas:
Otro ejemplo que podría ilustrar la compleja interrelación entre las dimensiones de vulnera-
bilidad es que la meta 16.2 se relaciona con la sexta dimensión del Índice: discriminación por
género, que se vincula con las metas 5.1, 5.2 y 5.3, así como con la meta 16.3 (Promover el es-
tado de derecho en los planos nacional e internacional y garantizar la igualdad de acceso a la
justicia para todos). Mismas metas (16.1,16.2 y 16.3) que se relacionan con la tercera dimensión
del Índice: justicia y seguridad pública.
A partir de esta compleja interrelación se observa como todos estos riesgos están interconecta-
dos, ya sea a través de la relación entre objetivo y meta, o meta y dimensión, y cómo la conjun-
ción de dos o más factores o dimensiones eleva las posibilidades de una persona de convertirse
en víctima de trata.
Con base en el método multivariado de análisis factorial con estimación de máxima verosimili-
tud, los resultados obtenidos del índice se ordenaron en valores que fueron de cero a cien, sien-
do cero el límite inferior de riesgo y cien el valor de mayor riesgo, se pudo identificar y clasificar
el grado de vulnerabilidad (bajo, medio, alto) que la población de cada una de las 32 entidades
federativas enfrentaba. Así los estados que presentaron una vulnerabilidad alta frente a la trata
de personas fueron: Chiapas, Guanajuato, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Puebla, Veracruz y
Zacatecas. Los estados con vulnerabilidad media fueron: Aguascalientes, Baja California, Cam-
peche, Coahuila, Colima, Chihuahua, Ciudad de México, Durango, Hidalgo, Jalisco, México,
Morelos, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamau-
lipas, Tlaxcala y Yucatán. Mientras que Baja California Sur y Quintana Roo fueron los estados
con vulnerabilidad baja (Fuentes, Banegas y Regules, 2017).
Tal como se observa en la figura 4.3, los cinco estados en los que su población enfrenta mayor
vulnerabilidad ante la trata fueron Guerrero, Puebla, Oaxaca, Michoacán y Zacatecas. Mientras
que los cinco estados con menor índice de vulnerabilidad fueron Sonora, Quintana Roo, Ciudad
de México, Baja California y Baja California Sur.
Índice de Trata
Vulnerabilidad Alta
Vulnerabilidad Media
Vulnerabilidad Baja
Fuente: Fuentes, Banegas y Regules (2017, p. 354).
En las figuras 4.4 y 4.5 pueden apreciarse los resultados anteriores con mayor detalle, al respec-
to, es importante señalar que el Índice Mexicano sobre la Vulnerabilidad ante la Trata de Per-
sonas no mide el grado de presencia del delito de trata de personas en las entidades federativas,
sino la posibilidad de que las personas se conviertan en víctima, por lo que una entidad con alta
vulnerabilidad no necesariamente la convierte en una entidad en donde la presencia del delito
sea elevada, o viceversa, como es el caso de Yucatán y Baja California Sur.
Figura 4.4 Índice de trata en los estados con mayor puntaje en las sumas del índice de vulnerabilidad
500
Puntajes
400
300
0
Guerrero PueblaO axaca Michoacán Zacatecas
Nota: Las gráficas se realizaron a partir de las sumas de cada una de las seis índices o dimensiones parciales.
Figura 4.5 Índice de trata en los estados con menor puntaje en las sumas del índice de vulnerabilidad
200
Puntajes
150
0
Sonora Q. Roo CDMX Baja Baja
California California sur
Nota: Las gráficas se realizaron a partir de las sumas de cada una de las seis índices o dimensiones parciales.
La primera barrera es la desigualdad en el acceso a la justicia, pues constituye una de las mayo-
res carencias a las que se enfrenta la mayor parte de la población y que hasta ahora permanece
excluida de las mediciones de bienestar que se han construido. Como ejemplo, la cifra negra 13
a la que se ha referido anteriormente, y la crisis de confianza en las instituciones públicas y las
autoridades de la que se habló en la clase pasada del Informe anual del Latinobarómetro.
Uno de los primeros pasos para combatir eficazmente el fenómeno es reconocer a la trata como
forma de violencia extrema a fin de evidenciar que su prevención y erradicación sólo será posi-
ble si se enfrenta al conjunto de violencias que la preceden y propician. Asimismo, comprender
que poco se podrá avanzar en el combate a la trata sin enfrentar simultáneamente las barreras
antes mencionadas.
13 La última actualización del porcentaje referido a la cifra negra en la ENVIPE (2017) fue de 93.6% a nivel nacional du-
rante 2016, es decir, 9 de cada 10 delitos no fueron denunciados o no derivaron en una averiguación previa.
Diplomado en Línea sobre la trata de personas en México
http://sua.economia.unam.mx/trata/ 43
Módulo 1 | Contexto estructutral de la Trata de personas
Materiales
Clase 1
Lecturas
• Amnistía Internacional. (2018). Informe 2017/18. Amnistía Internacional, La Situación de
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bal-Risk-Center/Files/the-global-risks-report-2018-es.pdf
• Fuentes, M. y Arellano, S. (2016). Los riesgos sociales. En Informe del Desarrollo en Mé-
xico 2015. Programa Universitario de Estudios del Desarrollo – UNAM, pp. 157-184. Re-
cuperado de: http://www.pued.unam.mx/export/sites/default/publicaciones/15/Infor-
me_Desarrollo_2015.pdf
Lecturas Complementarias
• Human Rights Watch (HRW). (2018). Informe Mundial 2018: México. Human Rights
Watch. Recuperado de: https://www.hrw.org/es/world-report/2018/country-chap-
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Referencias
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• Fuentes, M. (2017). Seminario Internacional “La Trata de Personas en Contextos de Mo-
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Referencias: