En una hermosa imagen del/la educador/a popular (que será, en definitiva, quien encarne la “idea” de la
educación popular y la lleve a la práctica volviéndola real, concreta, activa, vital) Paulo Freire, uno de los
referentes más trascendentes del campo de la educación popular, dirá que
Bueno... hemos mirado un poco quién fue y qué representa hoy la figura de Paulo Freire...
Leíamos en Cartas a Guinea Bissau: el educador, la educadora, como alguien que pone en escena y toma
los saberes de quienes están participando del proceso educativo; saberes desordenados, dispersos,
parciales siempre y que, en un proceso reflexivo y crítico con sus participantes, los “devuelve” en forma
organizada, ordenada, conectada (con sus antecedentes y sus consecuencias) para poder, así, intervenir
en esa realidad y transformarla. Es un proceso dialéctico en el que aquello desordenado, desconectado,
resulta reordenado en función de los aportes y la reflexión de y con sus participantes.
Y es dialéctico porque todo aporte de cada uno y cada una de sus participantes no sólo “enriquece” (en el
sentido de que “suma” más “opiniones” * respecto de lo que se reflexiona) sino que, fundamentalmente,
transforma aquello que se está comprendiendo… esto equivale a decir que, en la medida en que alguno o
alguna de las participantes del proceso no participan activamente, aquello que pretendemos reflexionar
está aún no sólo incompleto sino que, además, es susceptible de seguir cambiando y cambiándonos.
* Pongo entre comillas las palabras “suma” y “opiniones” como un ejercicio de reflexión so
bre nuestros posibles modos de comprender situaciones en lo cotidiano, comprensiones que s
e manifiestan en nuestro modo de hablar. “Suma” en relación con “enriquece”: como si hace
r algo más rico - o hacerse más rico – fuera sumar más, tener más. Pensemos en “rico” en
relación a los alimentos: no siempre poner más de algo lo hace más delicioso. Pensemos e
n “rico” en relación a las riquezas: no siempre tener más te da mayor riqueza.
Finalmente, pongo “opiniones” entrecomillado porque, cuando hablamos del campo popular, pa
rece que los saberes siempre son “opiniones”. Por oposición, las opiniones del campo acad
émico o científico siempre son conocimiento o ciencia… ¿no habrá en esto algún intento de
estructura de dominación?
Y hay que agregar, entonces, que en ese cambiar y cambiarnos volveremos (siempre) a tener que decir
“algo más” que aportar sobre ese concepto, idea o análisis (algo más que proviene de haber hecho algo
con esa idea, en el sentido de la acción concreta)… y ese algo más es lo que hace al proceso dialéctico
siempre activo, vigente, actual, necesario…
Cambia y nos cambia, y al poner en acto (al concretar en una práctica real, visible) ese pensamiento, lo
confrontamos con la realidad y el resultado de la interacción, y volvemos con algo más para el aporte
reflexivo… y vuelve a cambiar, y volvemos a la práctica.
Es la unidad entre la teoría y la acción, que se repite en espiral permanente, y que nos permite construir
cada vez nuevos conocimientos (siempre en relación con el anterior) más potentes, más íntegros, más
pertinentes.
Mientras más pertinente (es decir, mientras más se corresponda esa reflexión con la realid
ad sobre la que pretende reflexionar) más integro el conocimiento que logremos construir:
porque dará más y mejores explicaciones, porque mostrará más y mejor la situación, y porq
ue orientará de mejor manera el proceso de transformación de la realidad, central en nuest
ra mirada.
A este proceso lo llamamos PRAXIS en educación popular. Y es un proceso central, sin el cual es difícil
suponer que la práctica educativa que estemos llevando adelante sea una tarea encarada desde la
educación popular. Podrá ser (si no hay praxis en el proceso) un acto educativo de otro tipo, con otra
mirada pedagógica, elaborado desde otra perspectiva… pero seguramente, si no hay praxis, no es
educación popular.
La educación popular, que tiene en nuestro continente antecedentes históricos y experiencias hermosas:
Simón Rodríguez, aquel maestro de Simón Bolívar que usó el término Educación Popular en 1828 en su
libro Sociedades Americanas dice, entre otras cosas
“En sociedad cada individuo debe considerarse como un sentimiento y han de combinarse los
sentimientos para hacer una conciencia social”
o
“Instruir no es educar; ni instrucción puede ser equivalente de la educación, aunque instr
uyendo se eduque. Lo uno significa conocimiento; lo otro, orientación, criterio, concienci
a. Se educa al instruir, pero sólo en pequeña parte, con acumular conocimientos extraños a
l arte de vivir, nada se ha hecho para formar la conducta social”.
Veamos un poco...
El proyecto de educación popular de Simón Rodríguez centraba como puntos fundamentales el carácter
inclusivo de los procesos; las condiciones materiales del lugar para la educación; el carácter social de la
educación; el encuentro como un espacio para la liberación y para generar conciencia y ciudadanía; la
voluntad y ser útiles (el compromiso y el trabajo creativo); conocer nuestros propios idiomas; la dignidad;
un modelo pedagógico crítico.
Mariano Moreno, José de San Martín y tantos otros mencionan en sus textos el concepto de educación
popular.
Hay que agregar que, sin ser sarmientinos, el primer libro publicado por Domingo Faustino
Sarmiento en nuestro país se llama, precisamente, “Educación Popular”… aunque, claro, aqu
í la referencia a lo popular es muy otra que en el pensamiento de Simón Rodríguez… Un muy
buen artículo para pensar ciertos recorridos de la educación popular es “¿Qué tiene de po
pular la educación popular?”, de Pablo Pineau.
Muchas experiencias y mucho tiempo después aparecerían las tareas de alfabetización de Paulo Freire,
llevadas adelante en Angicos-RN (Angicos es un municipio brasileño del estado del Río Grande do Norte)
en 1963, y que (sistematizadas en múltiples textos de Freire) se convertirían en un punto de referencia
para la tarea de alfabetización con jóvenes, adultas y adultos.
Años después, acompañando la experiencia revolucionaria de Guinea Bissau, Paulo Freire dirá que
No hay posibilidad de neutralidad en la práctica educativa (nunca, en ninguna práctica educativa, sea del
sesgo que sea): pero la educación popular asume esa politicidad y posiciona sus intereses – históricos, es
decir, políticos - desde la perspectiva de quienes más sufren las injusticias, de quienes más castigados
resultan en nuestras sociedades.
Paulo Freire dedicará Pedagogía del Oprimido (el texto que fue una bisagra en la educación para América
Latina inicialmente, y luego para el mundo entero) “A los desarrapados del mundo”; es decir, a quienes
menos tienen.
Con el tiempo, el 12 de abril de 1991, y a instancias del propio Freire, surgiría el Instituto Paulo Freire. Su
función es reunir personas e instituciones que, movidas por los sueños de una educación crítica,
emancipadora y transformadora, pudiesen profundizar las reflexiones del maestro, mejorar sus prácticas y
fortalecer la lucha por la construcción de “otros mundos posibles” (o, como dirían los zapatistas más tarde,
“un mundo donde quepan todos los mundos”). En ese momento, ese día, en la creación del IPF, señalaría:
“No quiero que me repitan, quiero que me reinventen”.
Y en ese camino estamos, intentando pensar las prácticas, los modos de comprender y de transformar la
realidad a través de estos espacios.
Y transformar la realidad, desde una perspectiva dialéctica, significa transformarnos también a nosotros
mismos como personas, con nuestras ideas, sueños, voluntades y pasiones. Somos así - a la vez - sujeto y
objeto de conocimiento y transformación.
Se trata entonces de una comprensión articulada entre práctica y teoría, que privilegia, en definitiva, a la
práctica, colocando a la teoría en función de ella: en los procesos educativos debemos siempre partir de la
práctica de los participantes, seguir todo un proceso de teorización, que permita comprender esa práctica
dentro de una visión histórica y de totalidad (he ahí el aporte de la teoría), para, finalmente, volver de
nuevo a la práctica, y gracias a una comprensión integral y más profunda de los procesos y sus
contradicciones, orientarla concientemente en una acción transformadora.
A este modo de pensar, de concebir la tarea educativa desde los marcos de la educación popular, de unir
práctica-teoría-práctica, lo llamamos Concepción Metodológica Dialéctica.
Para ampliar sobre el concepto de Concepción Metodológico Dialéctica pueden leerse los tex
tos de Carlos Núñez Hurtado “Educar para transformar, transformar para educar” y “La revol
ución ética”
No quiero en este encuentro avasallar con más materiales, o contenidos. Dejo para la semana que viene
algunos textos que les propondré compartir, y debates que sin duda nos construirán nuevos escenarios.
Ahora, para finalizar, les pediré una breve reflexión sobre lo leído y sus prácticas; o sus actividades; o sus
enfoques sobre la realidad; o sus involucramientos en diversos espacios... en definitiva, un espacio en el
que puedan compartir alguna reflexión sobre lo que hemos leido y visto en este encuentro.
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