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Jean Jacques Rousseau: La Crítica Ilustrada a la Ilustración

Jean Jacques Rousseau: La Crítica Ilustrada a la Ilustración ____________ 1


1. La Ilustración ____________________________________________________ 2
1.1. Los Ilustrados ________________________________________________________3
1.2. El Contexto político, social y cultural de la ilustración _________________________4
1.3. Los conceptos de Razón y Naturaleza en la Ilustración ________________________6
2. Jean Jacques Rousseau _____________________________________________ 8
2.1.- Biografía ___________________________________________________________8
3. La Filosofía de Rousseau ___________________________________________ 9
3.1. Crítica de la Cultura y la Civilización como origen de los males del hombre_______10
3.2. Exaltación de las pasiones y sentimientos frente a la Razón ____________________12
3.3. El Contrato Social ____________________________________________________13
J.J. Rousseau: La Crítica Ilustrada a la Ilustración Carlos Muñoz Gutiérrez

1. La Ilustración
El movimiento intelectual que se conoce con el nombre de Ilustración se inicia en
Francia a finales del siglo XVII, para alcanzar toda su fuerza a lo largo del siglo XVIII,
extenderse por Inglaterra y Alemania hasta culminar con la Revolución Francesa de 1789. Sus
características principales son: una decidida postura antidogmática y escéptica en religión; que
llevó desde la exigencia de tolerancia, la crítica de los elementos legendarios o milagrosos, el
anticlericalismo, etc... hasta un abierto materialismo ateo; entusiasmo por lo racional entendido
como cálculo matemático, observación empírica y análisis; vocación antitiránica y liberal en lo
político, preocupación por la "felicidad pública" que va desde el despotismo ilustrado hasta el
igualitarismo democrático; fe optimista en el progreso ya ininterrumpido del espíritu humano y
de las instituciones sociales. Predomina el menosprecio del pasado, la convicción de que a
partir del siglo XV comienza la verdadera historia del hombre, finalmente en vías de librarse del
oscurantismo y la superstición en que le habían mantenido las falsedades de los sacerdotes y
el terror a los déspotas. Frente a las tinieblas de la magia y la leyenda, el siglo XVIII quiere ser
el Siglo de las Luces: luces de la razón humana, desprejuiciada y rigurosa —el mayor elogio
que podía hacerse de alguien era declararle poseedor de un "espíritu geométrico"—, para
despejar las nieblas de la verdad revelada, los dogmas de la Iglesia o el arbitrario derecho
divino de los monarcas.
A comienzos del siglo ilustrado, Francia vivía los últimos años del próspero pero
absolutista y autoritario reinado de Luis XIV. El período de la Regencia relajó mucho las pautas
de autoridad, al tiempo que aumentó grandemente la corrupción y la licencia de las
costumbres. La nobleza, debilitada y convertida en cortesana por Luis XIV, terminaría por
corromperse totalmente, en provecho de una burguesía educada y crítica, dispuesta a no
respetar los privilegios pasados ni la administración teológica del conocimiento, que ella debía
encauzar hacia el desarrollo técnico y la democracia constitucional. Los principales
precedentes teóricos de la Ilustración los hallamos en las filosofías de Spinoza y Locke,
Leibniz, así como el ya plenamente ilustrado David Hume. El primer autor francés que inicia lo
que será después la Ilustración es Pierre BAYLE, que publica su "Diccionario histórico y crítico"
en los últimos años del siglo XVII. Esta obra es un monumento de inteligente escepticismo:
Bayle muestra que las polémicas teológicas de la época, por ejemplo la que había enzarzado a
jansenistas y jesuitas, son irrelevantes y no pueden llevar más que a la confusión y la
intolerancia, pues versan sobre temas que escapan al control de la razón humana. En realidad,
lo más útil y fiable de la razón es su lado crítico y negativo, que muestra los errores de las
creencias establecidas; en cambio, los intentos positivos de explicar racionalmente la
naturaleza de Dios o de probar su existencia, las justificaciones del mal y su conciliación con la
omnipotencia divina, etc... han acabado siempre en estrepitosos fracasos teóricos, agravados
por sangrientas persecuciones inquisitoriales contra los escépticos o disidentes. En estas
materias no racionales, sino reveladas, lo recomendable es la fe privada y la tolerancia pública.
El protagonista de la Ilustración francesa es sin duda el phílosophe, figura que no
puede confundirse sin más con el "filósofo" en sentido tradicional. El phílosophe no fue
generalmente un filósofo académico ni dedicado a la enseñanza pública; tampoco se interesó
por las causas primeras de las cosas, ni por los principios universales y necesarios de la
realidad: la mayoría de ellos no publicaron ningún libro sobre los grandes temas metafísicos y
ninguno fue teólogo. El phílosophe fue el hombre culto, informado en ciencias y artes, libre de
la superstición religiosa y de ánimo liberal y tolerante; sus temas predilectos fueron las ciencias
físicas, la filosofía de la naturaleza, la matemática, la economía, la denuncia de las leyendas y
supersticiones y la orientación de las costumbres hacia una mayor felicidad privada y pública.
No vivió alejado del mundo ni fue hostil a los placeres y ventajas de la convivencia. En la voz
"Philosophe" de la Enciclopedia, artículo escrito por el gramático Dumarsais, se dice: "Nuestro
phílosophe no se cree exilado en este mundo; no se considera tampoco en país enemigo;
quiere gozar con sabia economía de los bienes que la naturaleza le brinda; quiere encontrarse
a gusto con los otros: y para encontrarse a gusto, hay que saber darlo: de modo que pretende
convenirse con aquéllos que por azar o elección viven con él... es un hombre honrado que
quiere agradar y ser útil. El phílosophe es pues un hombre honrado que actúa en todo
momento regido por la razón y que une a un espíritu de reflexión y precisión las costumbres y
cualidades sociables. Si pudieseis convertir a un soberano en un tal phílosophe, sería el
perfecto soberano..."

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1.1. Los Ilustrados

Aunque acabamos de decir que la Ilustración en un fenómeno eminentemente francés,


lo cierto es que el ambiente o el pensamiento ilustrado aparece en primer lugar en Inglaterra,
que realizó su revolución un siglo antes que los franceses. Así

En Inglaterra

Encontramos elementos ilustrados, que podemos considerar como precedentes, en la


obra de Locke y de Newton. Padres de la ilustración política y científica. Ya completamente en
el siglo XVIII encontramos la obra de David Hume, contemporáneo y amigo de Rousseau que
comparte con éste incluso algunos elementos de crítica a la Ilustración.
Dentro de la Ilustración inglesa, además del desarrollo de la ciencia moderna, sobre
todo encontramos un interés político y moral. Así encontramos el movimiento de los moralistas
que intentan fundar la moral al margen de la religión, y buscan esta posible fundamentación en
lo que denominan “sentido moral”. Shaftesbury, Hutchenson, Mandeville, Adam Smith y el
propio Hume son las principales figuras.
El otro interesante movimiento que encontramos en las Islas Británicas es la escuela
escocesa del Sentido Común. Como reacción al empirismo de Locke y de Hume, Thomas Reid
recupera cierta versión de los contenidos innatos que agrupa bajo el nombre de sentido común.
Las creencias del sentido común no son ya elementos puestos por Dios en la mente humana,
sino más bien creencias primitivas que no requieren demostración, pero que en su evidencia
permiten escapar del fenomenalismo al que inevitablemente nos conduce la mente cartesiana.

En Francia

En Francia, la ilustración va a experimentar una fuerza tal que termina exportando las
actitudes y pensamientos de los ilustrados franceses al mundo occidental. Ciertamente la
Revolución francesa significará la caída del antiguo régimen y la iniciación de una nueva época
histórica, por lo que el pensamiento político y moral de los hombres que hicieron la revolución
va a suponer una referencia ineludible a los nuevos tiempos que Europa y Estados Unidos van
a experimentar. Los principales pensadores, además de Bayle, son Voltaire; los naturalista
Maupertuis y Robinet, los materialistas La Mettrie y el barón d’Holbach; los moralistas al estilo
inglés como La Rochefoucauld y Helvetius; los sensualistas con Condillac y Condorcet y los
grandes pensadores políticos que han de participar de un modo decisivo en la revolución como
Montesquieu, Tocqueville, Robespierre y, naturalmente, la confusa figura de Rousseau.

En Alemania

La Ilustración alemana, podríamos decir que es menos influyente y original, pero la


figura de Kant podría refutar esta idea. En cualquier caso podemos distinguir tres etapas. Una
primera etapa de corte metafísica que fundamentalmente se realiza a la sombra de Leibniz con
autores como Wolff, Baumgarten o Tomasius.
La segunda etapa queda marcada por la subida al poder de Federico II de Prusia,
auténtico difusor y entusiasta de la ideas de la ilustración, bajo su reinado florecerá la
ilustración alemana con figuras como Lessing y Mendelssohn. Finalmente, la tercera etapa
queda desbordada con la figura de Kant, aunque encontramos autores que realizan la
transición hacia el complejo romanticismo alemán como Jacobi y sobre todo Herder.

En Estados Unidos

Aunque la independencia y la constitución de los Estados Unidos se realiza es esta


época, desde el punto de vista político, los padres de la Constitución americana producen un
notable pensamiento político que contrasta en muchos casos con el pensamiento político de los
ilustrados franceses, aun y cuando se inspiren en éstos. Franklin, John Adams, Jefferson,
Thomas Paine son los principales nombres de estos políticos que dejaron alguna obra escrita,
pero que no eran ni mucho menos pensadores o filósofos.

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En el resto de los países europeos la Ilustración o no llegó o llegó muy tarde como en
España. A pesar de todo, en Italia, un pensador de interés para la historia de la filosofía es
Giambattista Vico.

1.2. El Contexto político, social y cultural de la ilustración

El siglo XVIII puede dividirse, cronológicamente, en dos mitades: a partir de 1750 el


ritmo parece acelerarse y comienzan las profundas transformaciones que cambiarán el
panorama de Europa. También geográficamente se divide Europa en dos partes: el río Elba es
la frontera, y el Oeste la zona más activa.

Economía
En el siglo XVII la población europea disminuyó o se estancó; en el siglo XVIII cabe
hablar de una revolución demográfica, especialmente a partir de 1750: de 100-120 millones en
1700, se pasó a 180-190 millones de habitantes en 1800. Ello explica que en 1798 publicase
Malthus su famoso Ensayo sobre la población, cuyas opiniones, sin embargo, no eran
compartidas por los filósofos y fisiócratas franceses. La economía sigue siendo
fundamentalmente agraria (en Francia, por ejemplo, el 80 por 100 de la población era
campesina), teniendo lugar en algunas regiones (Gran Bretaña, Países Bajos, valle del Po y
zonas de Francia) una auténtica revolución agrícola (rotación de cultivos, mejoras en las
herramientas...). Al este del Elba la agricultura estaba más atrasada: grandes latifundios y
trabajo servil. A partir de 1750 se puede ya hablar de revolución industrial en sentido estricto,
en la que Gran Bretaña lleva notable ventaja. Sin embargo, todavía en este siglo ocupa la
industria un lugar secundario en la economía real y en la conciencia de las gentes. La industria
no ha penetrado aún en las ciudades. Por fin, hay que señalar que la mayoría de los Estados
—debido en gran parte a las continuas guerras— están al borde de la quiebra. El alza de
precios y la multiplicación de los impuestos ahogan a la mayor parte de la población.
Puede decirse que en este siglo surge la economía como ciencia. Hay que citar, en
primer a los fisiócratas franceses (F. Quesnay, Fisiocracia, o gobierno de la naturaleza,
1768), que desechan , las doctrinas mercantilistas del siglo XVII y ven en la tierra la principal
fuente de riqueza. El liberalismo económico inglés (Adam Smith, Ensayo sobre la naturaleza
y las causas de la riqueza de las naciones, 1776) considera el trabajo —y no la tierra— como el
origen de la riqueza (Inglaterra está mucho más industrializada que Francia). El Estado sólo
debe intervenir para garantizar el orden y la justicia, sin intervenir en el mecanismo de las leyes
económicas, tras el cual se oculta la mano de la Providencia. El libre juego de los intereses
egoístas de los hombres se adapta a esas leyes. Smith crea así el modelo de «economía
política» en que se inspirará el siglo XIX, basada en la ley «natural» de la oferta y la demanda
que fija el precio de mercado. Al defender de esta manera la libertad de comercio, Smith
traduce los intereses de la burguesía inglesa.

La estructura social
El siglo XVIII significa la crisis de la sociedad estamental del llamado Ancien régime
(Antiguo Régimen). La sociedad sigue dividida en los tres grandes estamentos u órdenes:
nobleza, clero y «tercer estado». Y sigue siendo fundamentalmente aristocrática: la nobleza y
el alto clero monopolizan los altos cargos del Estadodo, la Iglesia o el Ejército. La aristocracia
inglesa gozaba de menos privilegios después de la revolución del siglo XVII, pero era la más
rica de Europa. Y en todas partes los burgueses más ricos procuraban entrar el estamento
privilegiado comprando títulos nobiliarios. Sociedad jerárquica, en la que no hay igualdad ante
la ley, ante los impuestos, ni para los cargos oficiales. Sin embargo, esta situación comienza a
hacer crisis: el absolutismo de los reyes quita poder a la aristocracia; además, la nueva
organización de la economía empobrece a los nobles, cuya riqueza se basaba en la propiedad
de la tierra. Ante esta situación, y ante la creciente presión de la burguesía, la nobleza deI siglo
XVIII se endurece en sus privilegios: los Parlamentos —en los que domina— cierran el acceso
de los burgueses a los altos cargos y al Ejército, y se intenta restablecer la servidumbre del
campesinado (que ve frenados, así, sus deseos de emancipación). Se comprende muy bien

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que tal situación no podía durar: la burguesía terminará por triunfar.

El Estado
Ea forma más común es la monarquía absoluta, que se sirve cada más de una amplia
burocracia. Un caso excepcional es la monarquía parlamentaria británica. Y al este del Elba —
donde todavía persisten restos feudales (Polonia, Imperio germánico, Rusia)— surge una
forma nueva que será conocida más tarde con el nombre de despotismo ilustrado: Prusia
(Federico II el Grande, 1740-1786), Austria (José II, 1765-1790), Rusia (Catalina II la Grande,
1762-1796). Se trata de países con una economía muy atrasada, muy poca burguesía,
ausencia de capitales y pervivencias feudales: el Estado se ve obligado a hacerlo todo en su
esfuerzo por modernizar el país y doblegar a la aristocracia. Los «déspotas» se sirven de las
ideas de la Ilustración — son mecenas de filósofos— y justifican su poder por el deseo de
promover la felicidad del pueblo. En el orden internacional, Francia y Gran Bretaña ejercen el
predominio en Europa, al mismo que surgen dos potencias nuevas: Prusia y Rusia. La guerra
sigue siendo el expediente utilizado para resolver los conflictos, lo cual presta toda su
significación a los esfuerzos de los ilustrados en favor de una «paz perpetua» (Kant). El
prestigio y la economía de las principales naciones se basan en sus imperios coloniales.
Francia se arruina económicamente en una guerra frente a Gran Bretaña en la que pierde sus
colonias en América. Pero también Gran Bretaña las pierde: en 1776 los Estados Unidos de
América se declaran independientes, con el apoyo de Francia y España. En 1787 los Estados
Unidos proclaman su propia Constitución, la primera de la historia. Éste es uno de los más
importantes acontecimientos del siglo XVIII.

La religión
Es ésta una época más tranquila desde el punto de vista religioso: disminuyen las
polémicas teológicas, desaparecen las «guerras de religión» y las persecuciones se hacen
cada vez más raras. A fin de siglo ya no existen «autos de fe» ni «quema de brujas». El
Papado pierde influencia, y las Iglesias se encuentran, cada vez más, bajo el dominio de los
monarcas («regalismo»). La tolerancia religiosa difundida por los filósofos y los francmasones
gana terreno. Y en 1773 el Papa debe ceder ante los monarcas borbónicos, disolviendo la
Compañía de Jesús. Sin embargo, a partir de 1730 hubo un renacimiento religioso, y algunas
sectas (como los pietistas, en Alemania) atrajeron a numerosos adeptos. El deísmo, o la
indiferencia, sólo penetraron en las capas más cultas (incluso en el clero). Voltaire comentará:
«Vivimos entre contrastes asombrosos: la razón por una parte, el fanatismo por otra. Una
guerra civil en cada espíritu».

La Cultura
En todas partes, la época que va desde la revolución inglesa (1688) hasta la revolución
francesa (1789) recibe el mismo nombre: siécle des lumiéres, The Enlightenment, die
Aufklarung, i lumi, siglo de las luces... Se tiene conciencia de que empieza algo nuevo, de que
la razón y la ciencia iluminan por fin al hombre. Es una nueva cultura que tiene sus orígenes en
Inglaterra y se difunde por toda Europa gracias a los franceses, cuya lengua se convierte la
lengua culta por antonomasia.
El siglo XVIII no fue una «edad de oro» del arte ni de la literatura, aunque sí una época
de gran actividad en ambos campos. La música produjo verdaderos genios: Bach, Handel,
Mozart... En poesía se puede citar a Pope, y, a final de siglo, a Goethe. La novela abunda en la
sátira social: Fénelon, Swift, y también Defoe. Tampoco la ciencia está representada por
grandes talentos. La astronomía pasó a segundo plano, y lo más notable es la hipótesis de
Laplace de 1796 acerca de la formación del sistema solar a partir de una nebulosa primitiva. El
más importante matemático del siglo es, quizá, Leonardo Euler († 1783). En física cabe citar la
invención del termómetro (Fahrenheit, Reamur y Celsius) y del pararrayos (Franklin). Mariotte y
Gay-Lussac estudiaron los gases; Galvani y Volta, la electricidad; Coulomb, el magnetismo. La
química moderna fue creada por Lavoisier († 1794), y se abandonó definitivamente la teoría de
los cuatro elementos. Las ciencias naturales progresaron gracias a Linneo y, sobre todo,
Buffon. La embriología dio sus primeros pasos, y se formularon los primeros atisbos de la
teoría de la evolución. En resumen, una enorme actividad en todos los campos, algunos de
ellos nuevos. Aunque la ciencia todavía no se ha independizado totalmente de planteamientos
religiosos, filosóficos, o incluso de prejuicios «animistas» (en Linneo se encuentra, por ejemplo,

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la idea de que «los minerales crecen debajo de la tierra»).

1.3. Los conceptos de Razón y Naturaleza en la Ilustración

Razón

(1) Autonomía de la Razón

La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. El mismo es


culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio
entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad
cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de
decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro.
¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la
ilustración.
I. Kant, ¿Qué es la Ilustración?

(2) Investigación de los Límites de la Razón. Si en el siglo XVII el principal problema


filosófico había sido combatir el error en el que puede caer la mente humana por su propia
constitución, la Ilustración desplaza este problema lentamente hacia el combate por la
ilusiones y supersticiones que el propio entendimiento produce. De ahí que delimitar qué
puede el entendimiento humano se convierte en uno de los objetivos fundamentales de
este periodo.

(3) Carácter Crítico de la Razón. En consecuencia de lo anterior, la Razón debe ser


clarificada de
a) De los prejuicios
b) Contra la tradición
c) Contra la autoridad externa
d) Contra la superstición y la idolatría
e) Aunque la Razón ilustrada es tolerante.

(4) Carácter analítico de la Razón.


a) La razón como instrumento o medio para conocer.
b) Frente a la razón Racionalista, sistemática y deductiva se ofrece la capacidad
de adquirir conocimientos por la experiencia y la capacidad de analizar estos
conocimientos empíricos.

(5) Secularización de la Razón.


a) Concepto secularizado de la Razón
b) Frente al Teocentrismo, el Fisiocentrismo
c) Frente ala Providencia Divina, la fe en el Progreso
d) Frente a la Redención, la sociedad y la historia como marco de salvación.
e) La razón se convierte en el criterio de la revelación: La Religión Natural.
“Entiendo por religión natural los principios de la moralidad comunes a
la especie humana” (Voltaire)
f) Del Teismo al Deismo.

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Teismo Deismo
(1) Existe un uso y un poder transcendente (1) Dios existe y es el autor del mundo
de la razón, que le permite sobrepasar
el mundo
(2) Tránsito desde la naturaleza a Dios (2) No es posible determinar la naturaleza
mediante una prueba racional de su y atributos de Dios
existencia. En especial, la prueba fisico- (3) La creación del mundo no es fruto de
teológica lo que implica un fin en la un acto libre, sino que es necesaria, por
naturaleza y por tanto una inteligencia lo que Dios no es responsable del mal
suprema ordenadora (4) Una vez creado el mundo, Dios no
interviene en él
(3) Optimismo teológico: El mundo es el (5) El mal sólo es explicable desde el
mejor de los posibles. Pero, ¡qué pasa hombre, si a él se lo imputamos.
con el mal del mundo? (problema de la
teodicea)

Naturaleza

(1) La Naturaleza no es un conjunto de fenómenos, sino un sistema de leyes regido por


los siguientes principios:
1 Principio de Regularidad: La Naturaleza no hace nada en vano
2 Principio de Continuidad: La Naturaleza no da saltos
3 Principio de Conservación: En la Naturaleza nada se crea ni se destruye,
sólo se transforma (Lavoisier).
4 Principio de mínimo esfuerzo: La Naturaleza actúa siempre por el camino
más fácil (Maupertuis).
(2) La Naturaleza es una estructura de tal modo trabada que el conocimiento de sus
leyes nos permite predecir el futuro y actuar en consecuencia. (Principio de Laplace)
(3) La Naturaleza es autónoma: no necesita de Dios para ser explicada.
(4) Las leyes de la Naturaleza configuran el reino de la necesidad. La libertad no existe.
Determinismo.
(5) Todo lo existente se deja reducir al ámbito mecánico de lo físico-químico:
reduccionismo fisicalista.

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2. Jean Jacques Rousseau

2.1.- Biografía

(Ginebra, Suiza, 1712 - Ermenonville,


Francia, 1778).
Huérfano de madre desde temprana
edad, Jean-Jacques Rousseau fue criado por
su tía materna y por su padre, un modesto
relojero. Sin apenas haber recibido educación,
trabajó como aprendiz con un notario y con un
grabador, quien lo sometió a un trato tan brutal
que acabó por abandonar Ginebra en 1728.
El carácter de Rousseau era muy
inestable y tremendamente difícil. Infeliz,
aquejado de manía persecutoria y fuertemente
psicótico, a los dieciséis años, Rousseau huyó
de su localidad natal: en sus memorias tratará
de justificar esta fuga por las supuestas
injusticias y dificultades de que era objeto, si
bien tendía a exagerar todo perjuicio que se
cometía en su contra.
Fue entonces acogido bajo la
protección de la baronesa de Warens, quien le convenció de que se convirtiese al
catolicismo (su familia era calvinista). Ya como amante de la baronesa, Jean-Jacques
Rousseau se instaló en la residencia de ésta en Chambéry e inició un período intenso
de estudio autodidacto.
En 1742 Rousseau puso fin a una etapa que más tarde evocó como la única
feliz de su vida y partió hacia París, donde presentó a la Academia de la Ciencias un
nuevo sistema de notación musical ideado por él, con el que esperaba alcanzar una
fama que, sin embargo, tardó en llegar. Pasó un año (1743-1744) como secretario del
embajador francés en Venecia, pero un enfrentamiento con éste determinó su regreso
a París, donde inició una relación con una sirvienta inculta, Thérèse Levasseur, con
quien acabó por casarse civilmente en 1768 tras haber tenido con ella cinco hijos.
Rousseau trabó por entonces amistad con los ilustrados, y fue invitado a
contribuir con artículos de música a la Enciclopedia de D’Alembert y Diderot; este
último lo impulsó a presentarse en 1750 al concurso convocado por la Academia de
Dijon, la cual otorgó el primer premio a su Discurso sobre las ciencias y las artes, que
marcó el inicio de su fama.
En 1754 visitó de nuevo Ginebra y retornó al protestantismo para readquirir sus
derechos como ciudadano ginebrino, entendiendo que se trataba de un puro trámite
legislativo. Apareció entonces su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los
hombres, escrito también para el concurso convocado en 1755 por la Academia de
Dijon. Rousseau se enfrenta a la concepción ilustrada del progreso, considerando que
los hombres en estado natural son por definición inocentes y felices, y que son la
cultura y la civilización las que imponen la desigualdad entre ellos, en especial a partir
del establecimiento de la propiedad, y con ello les acarrea la infelicidad.
En 1756 se instaló en la residencia de su amiga Madame d’Épinay en
Montmorency, donde redactó algunas de sus obras más importantes. Julia o la Nueva

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Eloísa (1761) es una novela sentimental inspirada en su pasión –no correspondida–


por la cuñada de Madame d’Épinay, la cual fue motivo de disputa con esta última.
En Del contrato social (1762), Rousseau intenta articular la integración de los
individuos en la comunidad; las exigencias de libertad del ciudadano han de verse
garantizadas a través de un contrato social ideal que estipule la entrega total de cada
asociado a la comunidad, de forma que su extrema dependencia respecto de la ciudad
lo libere de aquella que tiene respecto de otros ciudadanos y de su egoísmo particular.
La voluntad general señala el acuerdo de las distintas voluntades particulares, por lo
que en ella se expresa la racionalidad que les es común, de modo que aquella
dependencia se convierte en la auténtica realización de la libertad del individuo, en
cuanto ser racional.
Finalmente, Emilio o De la educación (1762) es una novela pedagógica, cuya
parte religiosa le valió la condena inmediata por parte de las autoridades parisinas y su
huida a Neuchâtel, donde surgieron de nuevo conflictos con las autoridades locales,
de modo que en 1766, aceptó la invitación de David Hume para refugiarse en
Inglaterra, aunque al año siguiente regresó al continente convencido de que Hume tan
sólo pretendía difamarlo. En 1767, bajo un nombre falso, vuelve a Francia, donde se
casa con Thérèse en 1768. En 1770 se le permite regresar oficialmente, a condición
de que no vuelva a publicar nada más.
Escribe sus memorias, las Confesiones, y se dedica a vivir de sus patrones y
de las lecturas públicas que hace de ellas, hasta que en 1772 Mme d'Epinay,
escandalizada por lo abiertamente que relata Rousseau su relación con ella, pide a la
policía que prohiban tales lecturas. Furibundo, la salud mental de Rousseau se
resquebraja definitivamente, y se aleja de todo el mundo, aunque sigue escribiendo:
aunque célebre, su salud mental, que le hace ver enemigos e inquina en todas partes,
le impide disfrutar de la fama. Se retira de París y se traslada a Ermenonville, donde
fallece después de un paro cardíaco en su casa en 1778.

3. La Filosofía de Rousseau

Como hemos mencionado en la introducción a la época ilustrada, el


pensamiento ilustrado, sobre las bases de una ciencia del hombre y una razón
autónoma y secularizada, pensó la humanidad debería tender de un modo casi
inevitable a un continuo progreso.
Contra ello se levanta el mal –del cual la sociedad del siglo XVIII tenía
evidencia cada día en cada rincón de las calles de París, por ejemplo- que incluso
ponía en entredicho la bondad de Dios. Un intento de solucionar este problema
teológico, que los pensadores escolásticos ya habían abordado desde diversos puntos
de vista, fue el Deismo.
Además las ideas propiamente ilustradas del “naturalismo de la Razón” o de “la
bondad” de la naturaleza humana no facilitan una explicación del “mal”.
De todo esto, junto con la evolución política que experimente la sociedad feudal
hacia la forma jurídica de las naciones en la modernidad, el Estado, resulta que el
pensamiento político y social adquiere una gran importancia, por cuanto es necesaria
una comprensión de lo social que pueda dar respuesta a estos problemas. Dicho de
otra manera, si el mal no es atribuible a Dios, pero tampoco al hombre, deberá tener
su origen en la organización social del hombre, pero el hombre es social y si éste debe
buscar su salvación, será también en la Sociedad donde deba buscarse la solución al
mal moral.
Todos los teóricos del Estado Moderno (Hobbes, Locke, Hume y todos los
ilustrados) abordan precisamente esta extraña paradoja y deben entonces

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1. Comprender la situación en la que el hombre se ha desviado de su bondad


natural.
2. Delinear una organización política que nos devuelva a dicho estado original.
3. Que a la vez sirva de fundamento y legitimación al poder que debe
ejercerse para tal tarea.

En este marco aparece la figura de Rousseau y lo hace rompiendo muchos de


los presupuestos ilustrados, particularmente en dos aspectos cruciales:

1. Criticando a la Cultura y la Civilización como el origen de los males del


hombre
2. Exaltando los sentimientos y las pasiones por encima de la Razón y sus
cálculos.

A pesar de estas importantes discrepancias que colocarían a Rousseau más


como un precedente al movimiento romántico, hay un punto que le une con el proyecto
ilustrado:
3. Estudiar la constitución de la sociedad civil para averiguar cómo ha de ser
la organización más adecuada a los fines de la humanidad.

En la exposición de estros tres puntos del pensamiento de Rousseau


organizamos el tema.

3.1. Crítica de la Cultura y la Civilización como origen de los males del hombre

La crítica que afronta Rousseau se propone clarificar:

• ¿Lleva el progreso de la cultura, las artes y las ciencias un progreso en la


moralidad y felicidad del hombre?

La respuesta que da Rousseau es que NO. En el Discurso sobre las artes y las
ciencias (1750) afirma que las artes y las ciencias han contribuido a nuestra
artificiosidad, nos hacen avergonzarnos de lo que somos y propician costumbres
disolutas y la constante decadencia de los pueblos.

• ¿Lleva el progreso de la organización social moderna un progreso hacia hacer al


hombre un ser unitario, total y libre?

De nuevo la respuesta es que NO.

En el Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad humana (1755)


Rousseau imagina, como ya lo habían hecho los teóricos políticos anterior como un
estado hipotético de partida del ser humano desde su condición biológica a su
organización social, un Estado de Naturaleza1 en el que el Hombre es bueno.

1
El Estado de Naturaleza no es una especulación sobre cómo sería el hombre en una
situación prepolítica, sino que es una categoría o concepto sociopolítico que utilizan los
teóricos modernos como punto de partida para la comparación con un ideal racional sobre “lo
que debería ser la naturaleza del hombre”. La hipótesis del estado de naturaleza implica la
existencia de un origen que está separado de todo lo que le sigue. Hasta Rousseau, todo el
pensamiento político anterior, Hobbes, Locke, etc. pensaba que tal origen estaba relacionado
con la violencia y, en consecuencia, toda organización política que hayan podido construir los

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J.J. Rousseau: La Crítica Ilustrada a la Ilustración Carlos Muñoz Gutiérrez

“El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad quien le corrompe.”

Para Rousseau, “el hombre salvaje” –“el buen salvaje”- es un ser aislado y
solitario, capaz de sobrevivir por sus propios medios y sin más deseos que las propias
necesidades vitales: comida, sexo, sueño.
Así, los “hombres salvajes” raramente estaban en contacto y no existían lazos
ni dependencias mutuas. De esta manera, tampoco existiría una conciencia o
sentimiento moral, aunque esto no significa que sea malo o amoral, al contrario,
piensa Rousseau, el hombre tiene una naturaleza compasiva y evitaría siempre hacer
el mal.
¿Qué hizo que el hombre saliera de este “estado animal” y comenzará a
adquirir los rasgos sociales que le son propios hoy?
Rousseau conjetura de la siguiente manera:
Los seres humanos tienen dos atributos propios: la libertad y la capacidad para
perfeccionarse. Esta capacidad es la fuente del “progreso” humano. La civilización
comenzó con el desarrollo de herramientas en la lucha por la supervivencia. Y junto a
ello el elemento fundamental en el desarrollo social de la humanidad, la cooperación.
Cooperar, vivir en grupo, hacer cacerías y refugios en común se vieron como
mejoras para la supervivencia, esto hizo surgir el amor conyugal y paternal. Y a partir
de ese momento se empezaron a crear bienes superfluos, lujosos y este es el origen
de los que Rousseau denomina “necesidades corrompidas”.
Toda una serie de elementos se desencadenaron para llevar a la humanidad a
un estado social:
- Con las relaciones sociales surge el lenguaje.
- Con el lenguaje la comparación de talentos
- Y con esto aparecieron sentimientos como la vanidad, el desprecio, la
envidia, la vergüenza.
- A partir de aquí aparece la pretensión de tener derecho a la consideración y
el respeto.
- Y con esto ya no era posible que las faltas al respeto pudieron quedar sin
castigo
- Poco a poco surgieron los primeros deberes de la vida social, el daño, la
culpa y el castigo.

Hasta aquí, sin embargo según Rousseau, el proceso no iba mal e incluso lo
califica como los mejores momentos de la humanidad, pero:
- El desarrollo de la agricultura y la metalurgia trajo consigo la propiedad
privada y las normas de la justicia.
- Y con la propiedad privada llegaron los lazos de servidumbre, los celos, la
desigualdad y la esclavitud.

En este momento el hombre está en el “estado de guerra” del que ya había


hablado Hobbes:

“El verdadero fundador de la sociedad civil fue el primer hombre que,


tras cercar una porción de tierra, tuvo la ocurrencia de decir esto es mío y
tropezar con gente lo suficientemente obtusa como para hacerle caso.”

En este momento fundacional el rico, obligado por el miedo y la inseguridad

hombre tienen su origen en ella. Los diseños de organización del Estado tienen el principal
objetivo de controlar la violencia de “todos contra todos” y monopolizar en las instituciones del
Estado su uso legítimo.

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concibió reflexivamente emplear las fuerzas que le atacaban y pensó las leyes para
asegurar la paz y así:

“Aplicó nuevas ataduras al pobre y dio nuevos poderes al rico; destruyó


irrecuperablemente la libertad natural, fijó eternamente la ley de la propiedad y
la desigualdad, convirtió la astuta usurpación en derecho inalterable y, para
ventaja de unos poco individuos ambiciosos, sometió la humanidad entera al
trabajo, la esclavitud y la miseria a perpetuidad”
(J. J. Rousseau. Discurso sobre el origen y fundamento de la
desigualdad entre los hombres).

En conclusión: las injusticias sociales no son, como opinaban los ilustrados,


fechorías de tiranos y sacerdotes, sino el fruto del propio Estado. No progresamos
hacia la igualdad y la libertad, sino que la civilización nos ha traído esclavitud y
desigualdad.

3.2. Exaltación de las pasiones y sentimientos frente a la Razón

Para Rousseau el secreto de la felicidad está en volverse hacia adentro y


escuchar la voz del sentimiento “interior”, por eso en su célebre Emilio propugna una
educación que fomente los sentimientos y las pasiones contra el autocontrol y el
dominio.
Rousseau rompe con la pedagogía tradicional al pensar que el sujeto debe ser
preservado de los artificios sociales fomentando más que el objetivo de la socialización
el desarrollo de las facultades que el niño presente por naturaleza. El objetivo
entonces de la educación es preservar la naturaleza del niño y ésta debe ser quien
guíe en todo momento el proceso educativo.
En Emilio elige un ambiente aislado e introduce la figura del preceptor como
medio para defender al niño de las influencias destructivas y evitar la contaminación
de la sociedad. Sin embargo, esta educación solitaria debe lograr hacer de los
individuos ciudadanos, porque el destino del hombre está en la ciudad.

Queriendo formar al hombre de la naturaleza, no se trata de hacerle un


salvaje y relegarle al fondo de los bosques; sino procurar que al encerrarle en
el torbellino de lo social no se deje arrastrar ni por las pasiones ni por las
opiniones de los hombre; que él vea con sus ojos, que sienta con su corazón;
que ninguna autoridad le gobierne fuera de su propia razón. (J.J. Rousseau,
Emilio L. IV)

La educación, para Rousseau, no es otra cosa que procurar que al niño las
condiciones que permitan que la perfectibilidad natural, característica de la especie, se
desarrolle.
Para Rousseau, el individuo recorre la serie de etapas que ha seguido la
especie y la educación debe respetar esta secuencia. Por eso a Emilio, el alumno
imaginario, según este orden natural, hay primero que fortalecerle el cuerpo antes que
el espíritu, y respecto a las capacidades intelectuales el adiestramiento en el ejercicio
de los sentidos y la imaginación debe preceder al de la razón. El ejercicio de los
sentidos conduce al desarrollo de la razón en una continuidad que nunca aceptaría la
filosofía racionalista.
El objetivo final del proceso educativo es la adquisición de la independencia

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moral, la libertad moral que para Rousseau es la virtud. Ciertamente la virtud consiste
en el dominio de las pasiones. Pero hay que tener en cuenta la distinción entre
inclinaciones naturales y pasiones no naturales.
Las primeras nacen del amor propio, que es el sentimiento más natural y que
nos inclina a la vez a la compasión. Las segundas son pasiones artificiales que
confunden el amor de sí con el egoísmo y generan la ambición y la competencia entre
los hombres. En el fomento de las inclinaciones naturales debe producirse una
sensibilidad moral que nos mantenga fieles a la naturaleza en tanto que hombres
racionales y sociales. Sólo de este modo es posible construir una sociedad sin
desnaturalizar al hombre, una sociedad que no produzca la ruptura entre el hombre y
la naturaleza.
Hay aquí un paralelismo entre el proceso por el que el individuo adquiere su
libertad moral y por el cual la sociedad realiza la libertad civil y, aunque resulte
paradójico, esto sólo se logra a través de la obediencia. La libertad moral implica la
obediencia al orden moral individual de la conciencia para escapar de la tiranía de las
pasiones, del mismo modo la libertad civil se adquiere por medio del sometimiento a la
voluntad general.

Respecto a la religión, Rousseau se ocupa en su escrito La profesión de fe del


Vicario Saboyano, incluido en el capítulo VI del Emilio y que le valió la persecución de
los poderes civiles y religiosos. Aquí Rousseau considera que la única religión
necesaria, que cada cual puede descubrir, es la religión natural. Pero también aquí
Rousseau introduce sus diferencias críticas frente a otros autores ilustrados. Para él,
la fe natural es algo íntimo y vivencial, cuyo fundamento está en la conciencia y no en
la razón. Todos los hombres siguiendo su conciencia son capaces de conocer las
exigencias de esta religión que responde al sentimiento de la naturaleza. De esta
manera, reduce la creencia religiosa a una serie de verdades que considera
imprescindibles para la adecuada orientación de la existencia humana:
- La creencia en la existencia de una voluntad inteligente que ordena y
mueve el mundo
- La creencia de un alma espiritual, libre e inmortal.

3.3. El Contrato Social

La parte constructiva de la filosofía rousseauniana es fundamentalmente el


diseño de la organización política y de la fundamentación del Estado que propone en
su Contrato Social.
Lo primero que debemos advertir es el punto de partida hipotético que nos
muestra a Rousseau, al igual que otros teóricos del estado moderno, como un filósofo
político. El estado de Naturaleza que utilizan como estado prepolítico de partida,
reconoce Rousseau, es “quizá algo que nunca se ha dado ni puede darse”. Pero si lo
que queremos es que el hombre llegue a lo que “por naturaleza debe ser” debe
estudiarse la constitución del estado civil. Realmente lo que se propone en la teoría
política moderna es encontrar un fundamento a la obediencia a las leyes que el poder
impone, y esta obediencia sólo se fundamenta o legitima ante determinadas formas de
organización política y no otras.
“El hombre nace libre, pero en todas partes se encuentra encadenado.
Uno se cree dueño de los demás pero sigue siendo más esclavo que ellos.
¿cómo se produjo este cambio? No lo sé. ¿Qué puede legitimarlo? Creo que
puedo dar respuesta a esa pregunta.” (J.J. Rousseau, El Contrato Social)
La respuesta la encontramos enunciada un poco más adelante:

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Si la historia de la sociedad, cuya genealogía narra el Discurso sobre el


origen de la desigualdad entre los hombres, es, en definitiva, la historia de la
pérdida de la libertad y la igualdad, el problema fundamental será entonces
buscar la manera en que los hombres puedan unirse en un cuerpo político sin
renunciar a ellas. Este es el propósito del Contrato Social, en el que se estudia
cuál puede ser el fundamento y la legitimidad de una forma de asociación más
acorde con la naturaleza humana y en la que cada hombre «uniéndose a todos
no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y permanezca tan libre como
antes. (El contrato social, I, VI).

El acto que puede dar origen a una sociedad tal es un Contrato Social. Tal
contrato social es un contrato de libertad por el que los individuos conforman una
sociedad civil. La Sociedad Civil es un cuerpo único, una persona pública producida en
este pacto en el que cada individuo renuncia a sus poderes naturales y consiente en
formar parte de la comunidad. Pero no se cede el poder a un soberano, como
teorizaba Hobbes, sino que el Pueblo todo es soberano. Y como tal es ciudadano y
súbdito a la vez.
En tanto Ciudadano participa del poder, es súbdito porque el contrato social
exige una sumisión y una obligatoriedad a la ley.
El Contrato Social es una forma de asociación “por la que cada uno, uniéndose
a todos, no obedezca sin embargo, más que a él mismo y permanezca tan libre como
antes”. El hombre asume una querida y libre alienación no a favor de una voluntad
individual sino de una voluntad general.
El concepto que hace posible esta extraña resolución en la teoría
rousseauniana es la idea de la voluntad general. La Voluntad general no es la
voluntad de todos. Ésta no es sino la suma de un conjunto de intereses particulares,
una regla de mayorías o un abuso de la estadística. Y es que la voluntad general, la
soberanía, no puede representarse, conforma un sujeto colectivo, un todo, que
siempre pretende el bien común. Por eso Rousseau rechaza las democracias
parlamentarias al estilo inglés
Esta alienación total de cada asociado a la comunidad es el artificio destinado
a salvar la libertad del hombre en la sociedad, porque es precisamente la obligación de
someterse a la voluntad general la que hace posible la libertad social. La voluntad
general no permite discrepancias, la coacción del Estado que obliga al súbdito
discrepante de la decisión general no hace sino certificarle como ciudadano y hacer
cumplir así su verdadera voluntad. “Aquél será obligado a ser libre”. Quizá alguien no
sea capaz de ver el bien común, pero la voluntad general siempre está en él y para
ello se precisa de un legislador que prepare las leyes que verdaderamente expresen lo
justo. Aunque, Rousseau no especifica el conocimiento necesario que debe tener este
legislador.
En este nuevo orden será posible erradicar el mal moral y la injusticia y realizar
la perfectibilidad y felicidad del hombre. Su plena salvación y realización.

Como vemos el proyecto filosófico político de Rousseau, como del resto de los
pensadores modernos, no es tanto la de diseñar una forma de estado, sino de
legitimar la obediencia al mismo. Pues lo realmente problemático de la organización
política de las sociedades humanas, lo que se plantea cada individuo, es la cuestión
de por qué debo obedecer las leyes, máxime si no me convienen. Lograr una
legitimación de la obediencia asegura al Estado, como forma moderna de organización
política, un espacio estable en donde se legisle la convivencia de los hombres en
sociedad. Naturalmente los resultados de esto parecieran que escapan a la filosofía
política, pero han logrado un marco de paz en donde la violencia, la guerra de todos
contra todos, ha sido controlada.

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