Dominique Gibault
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"Escribir sobre la melancolía solo tendría sentido para aquellos a quienes la melancolía
satura o si el escrito viniera de la melancolía. Trato de hablarles de un agobio de
tristeza, de un dolor intransmisible que nos absorbe a veces, y a menudo,
perdurablemente, al punto de hacernos perder el gusto por toda palabra, por todo acto, el
gusto mismo por la vida".
- Puede ser que sea necesario explicar suscintamente lo que hoy se entiende por
melancolía.
Por otra parte existe una forma más suave de este abatimiento que (como la primera)
alterna a menudo con estados de exitación, forma ligada a estados neuróticos y que
llamamos depresión. Los psicoanalistas suelen tener que vérselas muy a menudo con la
depresión. En fin, para el sentido común, para una opinión difusa la melancolía sería
una "ola del alma", un "spleen", una nostalgia de la que se reciben los ecos en el arte y
la literatura y la que, siendo del todo una enfermedad reviste el aspecto a menudo
sublime de una belleza.
Recuerdo en mi libro que lo bello nació en el país de la melancolía, que es una harmonía
más allá de la desesperación.
- Desintegración de lazos? No es esta idea la que ud. utiliza para definir el cuadro
que usted llama "melancólico-depresivo"?
-No, por supuesto. También está el esoterismo, una cuestión que trato indirectamente a
través de mi interpretación del soneto del Nerval, "El Desdichado". Las cartas del Tarot,
el Príncipee Negro de la melancolía. Son de las tantas metáforas que remiten a los
estados de constitución y de disolución de la materia, y que podríamos descifrar
también como metáforas que deben entregar una imagen de la constitución y de la
disolución de la identidad psíquica, de la constitución y la disolución del lazo social.
- Para quedarnos un instante más en la historia, cuáles son las otras rupturas, las
otras transformaciones que, una vez pasada la Edad Media marcan nuestra
concepción de la melancolía?
-Numerosos puntos merecerían amplios desarrollos, pero abreviando puedo decir esto.
En Europa, en los siglos XV y XVI aparecen por ejemplo en los poetas la Dama
Melancolía, y, en los protestantes, un recrudecimiento del tema melancólico. Es lo que
corta con el imaginario que consagra al hombre del Renacimiento como un personaje
exhuberante y jovial, lanzado al porvenir con la diva botella en la mano. Atención, no
digo que esta imagen es falsa. Digo que no está sola, que coexiste con la adquisición de
una enfermedad, definida como el trazo fundamental de la humanidad -muy visible a mi
juicio en el pintor Hans Hobbein el Jóven. Asi las cosas a pesar de esta Dama
Melancolía, el Renacimiento francés, y más aún, el siglo XVII o el siglo XVIII, no son
melancólicos. Francia parece escapar al mal de Europa. Considero de hecho que de un
modo general, la cultura francesa en el curso de su desarrollo histórico, ha sobrepasado
o tal vez, simplemente recubierto el movimiento melancólico, de erotismo y de retórica.
Gracias a Sade y gracias a Bossuet.
- Sin embargo hoy en Francia hay autores como Marguerite Duras, de la que usted
habla largamente en su libro, que dan a su obra la coloración de la melancolía...
-El individuo no es la cultura. Sin embargo es exacto hacer notar que en Marguerite
Duras encontramos numerosas figuras de melancólicos. A mujeres amadas, a la figura
maternal, fuente de odio y de ira interior. O también el desplegar de la homosexualidad
femenina, implícita y furibunda. La puesta en escena del raport con la otra mujer y, a
través de ella, con la figura maternal, es de una gran lucidez en Duras. Debemos
reconocerle una suerte de genio, a la vez clínico y hechicero. En revancha, hay en toda
su obra como un llamado a la fusión con un estado de enfermedad y de melancolía
femenina, una fascinación algo complaciente con la disolución y los abismos. En este
sentido es una literatura que me parece no catártica, ella hace lo que Nietzsche llamaba
el nihilismo, del pensamiento contemporáneo. No hay más allá, ni aun aquel de la
belleza del texto. Vean como son los escritos de Duras: una escritura laxamente
negligente, a instancia de un arreglo o de un maquillaje preparados para sugerir una
enfermedad a no sobrellevar, a mantener. Textos a la vez cautivantes y mortíferos. A
menudo me entretuve con estos con mis estudiantes y saben cómo reaccionan ellas ?
Por la fidelidad y por el temor. Ellas lo dicen: ellas aprehenden la lectura de sus libros
sobre todo cuando son frágiles... Porque tienen temor de quedarse en ellos. La verdad de
Duras las aprisiona.
Hoy no es el sexo el que perturba o produce temor, sino el dolor permanente, el cadáver
potencial que somos. Quién quiere mirarlos a la cara? La depresión es el secreto
(secret), tal vez lo sagrado (sacré) moderno.
Fuente: http://www.educ.ar