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¡Descubre tu próxima aventura!
Staff
- Moderadoras: Clau y Mona.
- Traductoras - Correctoras
Clau Nanis
Aria Brenda Carpio
Vettina Caamille
Xhessi carosole
Mir
Susanauribe
Akanet
Mona
Shadowy
Curitiba
Lectora
Nelly Vanessa
- Recopilación y Revisión
Nanis
- Diseño
nanuhd
Indice
o Sinopsis
o Capítulo 1
o Capítulo 2
o Capítulo 3
o Capítulo 4
o Capítulo 5
o Capítulo 6
o Capítulo 7
o Capítulo 8
o Capítulo 9
o Capítulo 10
o Capítulo 11
o Capítulo 12
o Sobre el autor
Sinopsis
Cat Edwards ha pasado toda su vida jugando a la flor en el viento en un esfuerzo
por escapar del peso represivo del nombre empañado de su madre. Arrastrada a un
bar por su mejor amiga en un esfuerzo por olvidar un corazón roto, el tímido ratón
de biblioteca está decidido a ser otra persona durante la noche, pero pronto se le
vuelve todo de cabeza. Descubre que la caballerosidad no ha muerto después de
todo, cuando un misterioso extraño viene a su rescate. Viste cuero negro y una
sonrisa pícara que promete ser exactamente lo que necesita.
Cuando su padre, quien sufre una enfermedad terminal, sufre un revés, Michael
Brant regresa a una ciudad a la que hace diez años juró nunca volvería. Ha venido
a casa esta vez decidido a hacer las paces con el pasado que le atormenta, pero estar
en casa trae memorias que no quiere volver a recordar. En su primera noche en la
ciudad, es capturado por una damisela en apuros. La belleza de Cat se hace aún
más atractiva cuando se da cuenta de que ella no tiene idea de quién es. Él no puede
resistirse a pasar una sola noche en sus brazos. Con ella, es sólo un hombre,
desconectado de su apellido y del pasado que lo persigue aquí.
Al final del muelle, Cat observó el reflejo de la luna llena en la superficie del agua.
Una suave y cálida brisa sopló su falda contra sus piernas e hizo que la imagen de la
luna ondulara. Llenó sus pulmones con el olor salado del aire, luego exhaló
lentamente.
El muelle debajo de ella se movió y se sacudió. Cuanto más se acercaban los
tranquilos pasos de Michael, más temblaba con anticipación y emoción. No tenía la
menor idea de lo que estaba haciendo, nunca había hecho nada remotamente tan
audaz en toda su vida. Se había pasado todo su tiempo escondida en las sombras,
demasiado asustada para que la ciudad probara que tenía razón; realmente era la
hija de su madre.
Se sentía bien. Malditamente bien. Su corazón martillaba. Una estimulante
sensación de libertad llenaba su pecho, no muy diferente de la sensación que había
tenido al montar en su motocicleta. Como si estuviera parada en el borde de un
precipicio.
Cuando el balanceo y los pasos cesaron, la presencia de Michael llenaba su
espalda. Estaba de pie tan cerca, que el calor de su cuerpo y su aroma, a jabón y a
cuero, invadía sus fosas nasales cada vez que inhalaba, junto con el vago aroma del
agua salada en el aire. Sin embargo, no la tocó. El gesto lo decía todo y hacía eco en
la necesidad que latía en su vientre. Estaba dándole espacio para oponerse, para
alejarse. No es que pudiera o quisiera.
―Di la palabra y te llevaré casa. ―Su voz era un murmullo bajo detrás de ella,
vibrando con la misma abrumadora necesidad que serpenteaba a través de su
cuerpo.
―¿Qué pasa si no quiero ir a casa?
Él se movió a su lado, se volvió de espaldas al agua y metió las puntas de sus
dedos en los bolsillos.
―¿Qué es lo que quieres?
Sus ojos oscuros estaban fijos en ella, llenos con tanto calor y deseo que temía
derretirse a través de las tablas y caer en el agua que estaba debajo. El aire entre
ellos crepitaba, sin embargo, había una pregunta tácita en sus ojos. Una que
claramente decía que no estaba asumiendo nada pero estaba, en cambio, poniendo la
elección en sus manos.
El corazón le latía en la garganta. Quería caer en sus brazos y apoderarse de su
boca, saborearlo de nuevo, sentir la pasión que esos ojos prometían. Sumergirse en
la libertad y disfrutarla. Quería perderse en la fantasía que daba. Eso es lo que él
era: una fantasía en carne y hueso. Toda la noche era un sueño maravilloso. Muy
pronto, se despertaría, y la fría y dura luz de la realidad vendría, llevándoselo con
ella.
La pregunta era, ¿estaba lista para dar ese paso? ¿Saltar del acantilado hacia el
olvido?
Pareciendo sentir su vacilación, él levantó una ceja.
―Dilo, Cat. ―Se mofó con su tono. El travieso brillo en sus ojos la desafió―. Dime
qué es lo que quieres.
Algo en esa mirada le dio exactamente lo que necesitaba. Le estaba diciendo que la
deseaba, también, pero trataba de ponerla a gusto. Funcionó. Una vez más, sus
acciones le decían mucho sobre el tipo de hombre que era.
Le dio a su sonrisa descarada una de las suyas.
―Lo que quiero ―apoyó las manos contra su pecho―, es ir a nadar.
Luego inclinó su peso contra él y empujó.
La sorpresa iluminó sus ojos justo antes de que cayera, la parte inferior primero,
en el agua fresca del océano. El splash sonó a través del silencio de la noche,
salpicando con agua su ropa.
Agarró la cintura de su falda, lista para sacársela y saltar detrás de él. Nunca
había sido tan espontánea antes. Diablos, fue infantil, y Nick se hubiera puesto
furioso.
En cuanto la cabeza de Michael desapareció bajo el agua turbia, su mente llevó
sus pensamientos un paso más allá y su sonrisa cayó. El corazón le latía al ritmo del
pánico en su pecho. ¿Y si no sabía nadar? No había pensado en la temperatura del
agua, tampoco. Había sido un verano caluroso hasta ahora. Debería estar lo
suficiente cálida, aun así, algunos veranos estaba congelada. ¿Estaría enojado
cuando finalmente saliera a la superficie?
Él apareció momentos después, escupiendo.
Y riendo.
―Pequeña descarada.
El alivio la inundó primero; obviamente, sabía nadar.
A continuación, un nudo de culpabilidad se hundió en su estómago.
―Lo siento. Eso fue muy infantil. No debería haberlo hecho.
―Tienes razón. No debiste. Soy un hombre vengativo, Cat. Si fuera tú… ―Él se
aferró al borde del muelle y vigorosamente negó con la cabeza mientras se subía. La
mitad inferior todavía colgaba en el agua, la sujetó con juguetones ojos
entrecerrados―… empezaría a correr ahora.
Sabía que debía seguir su advertencia, pero no podía moverse. La visión de él la
atrapó. Su camiseta mojada ahora se aferraba a su piel, haciendo gala de todos los
sólidos músculos, cada pico y valle, hasta su estrecha cintura y vientre plano.
―Cuando salga del agua… ―Él levantó una rodilla en el borde del muelle―. Vas a
conseguirlo.
El áspero y bajo timbre de su voz, la forma en que se dejó caer prolijo y relajado en
el borde del muelle, envió un escalofrío por su columna vertebral.
―¿Quieres ir a nadar? ―Con una ceja arqueada, se puso en pie con toda la agilidad
de un enorme gato, luego se levantó a su plena altura.
Cuando dio un paso amenazador hacia ella, se dio cuenta que no estaba
bromeando. Su pulso dio un salto y luego se aceleró, pero fue la mirada en sus ojos lo
que finalmente puso en libertad el nudo de culpabilidad en su estómago. Sus
profundos ojos oscuros brillaban con diversión. Diversión… y castigo.
Con un pequeño chillido, pivoteó y corrió. El sonido de sus pies descalzos
golpeando la madera sonaban, además de los que la seguían detrás, y no pudo
detener la risa insana que salía de ella. Se sintió de nuevo como una adolescente,
libre, ligera, juguetona y corría por el simple placer de dejar que la atrapara.
Mientras subía en la arena, su mente daba vueltas. ¿Qué le haría una vez que
tuviera sus manos en ella? ¿Cuál era la idea de tortura de un chico malo? El
pensamiento envió un estremecimiento por sus venas, calentando su sangre.
No tuvo que preguntarse demasiado. Dos pasos después, un brazo fuerte la agarró
por la cintura, levantándola abruptamente. Apenas tuvo tiempo de registrar lo frío
de su ropa mojada contra ella antes de que la levantara.
Con la repentina ingravidez, dejó salir un grito de sorpresa y sus ojos se abrieron.
―Es tiempo de cobrar, señorita Kitty. ―Le disparó una sonrisa juguetona y se
encaminó al agua, sus zancadas ya no eran lentas y suaves, sino largas y
determinadas.
―Entonces, te llevaré conmigo. ―Envolvió los brazos en su cuello y se encontró con
su mirada estrecha. Una risa salió antes de que pudiera detenerla, contradiciendo la
fuerza de su declaración.
―Cariño, ya estoy mojado. ―Una risa baja salió de él mientras entraba al agua,
cargándola como si su peso no fuera más que una pila de plumas.
Se detuvo cuando le llegó hasta la cintura y la estudió. Las olas que había creado
golpeaban su espalda, el agua fría contrastaba contra el calor de su cuerpo contra el
de ella. La perversidad brillaba en sus ojos. No podía ser capaz de leer su mente.
¿Estaría teniendo los mismos pensamientos pecadores que ella?
Las esquinas de su boca se curvaron.
―Toma un respiro hondo, Cat, porque de una manera u otra, quedarás mojada.
No tuvo tiempo de reflexionar sobre su declaración, apenas era capaz de registrar lo
sexy que se veía. Sus ojos se encogían con una retribución juguetona, su cabello
estaba mojado y revuelto, el agua caía por sus rasgos cincelados. En un rápido
movimiento, pivoteó su rostro hasta la playa y cayó de espaldas al agua,
llevándosela con él. La piel de gallina la atravesó y era arrastrada tomando un
respiro antes de que el agua la tragara.
En alguna parte en el proceso de luchar por enderezarse, los brazos de Michael la
liberaron. Finalmente encontrando el fondo arenoso, se empujó y salió a la
superficie. Jadeaba mientras escupía agua salada.
Michael salió después de ella, riéndose y sacudiendo su cabeza mientras se
paraba.
―Ahí. Ahora estamos iguales.
―Eres realmente malo. ―Se rió y pasó su mano por la superficie del agua,
mojándolo.
―Tú empezaste ―le dijo él, sus ojos bailaban.
Su risa combinada, el juego, se desvaneció, se llevó su animada expresión con él.
Mientras continuaban mirándose el uno al otro, el aire entre ellos estaba clavado
con intensas necesidades y deseos. Sus ojos quemaban en los de ella, haciendo
promesas sensuales y hechiceras, y respondiendo con una ola de pereza y calor
deseoso.
Estaba a medio camino hacia él, cuando se dio cuenta de que se había movido. El
instante en que se presionó contra sus brazos largos y fuertes, una ola de dulce
placer la atravesó. Aquí era donde quería estar. Su respiración se aceleró, luego
convirtiéndose en jadeos silenciosos y desesperados. Se sintió más viva, más
poderosa de lo que se había sentido en mucho tiempo, si no es que nunca. Su piel
palpitaba, su corazón latía salvaje, con un ritmo errático.
Aún no podía dejar de temblar. El poder puro de este hombre la asustaba hasta la
muerte. Lo necesitaba con algo que no entendía.
Los brazos de él la rodeaban firmemente. Michael inclinó su frente contra la de
ella, su expresión era suave y sombría, sus ojos escrutiñadores.
―Tengo una confesión que hacer.
―Está bien.
―Esta ciudad también me molesta, y juro que hace mucho que no le daba nada. Pero
tú… tú no me miras como los demás. ―Sus ojos quemaban en los de ella y eran un
camino directo a su alma, la ternura estaba mezclada con la pasión―. Eres una
tentación que no puedo resistir. Quédate conmigo esta noche.
Sus ojos, la manera en que la penetraban y la envolvían alrededor de su corazón,
la hacían derretirse hasta la punta del pie. El chico malo tenía un punto vulnerable,
y lo había puesto justo a sus pies.
¿Cómo era posible tener tal conexión con el hombre que conoció apenas hace dos
horas? Como si pudiera ver en sus ojos y decirle todo.
Sólo sabía lo que sabía. Mirándolo a los ojos, medio pesados y brillantes de
necesidad, le hablaron, le decían todo lo que quería saber.
―Mientras estamos confesándonos, tenga una que hacer. ―Deslizó sus manos
temblorosas arriba y debajo de su espalda y las dejó jugar contra el músculo cálido y
solido―. Toda mi vida la gente me ha observado, esperando que termine como mi
madre. Aquí es demasiado. Siempre me sentí viviendo debajo de un microscopio.
También me fui, justo después de la preparatoria. Regresé hace tres años cuando mi
madrastra se enfermó. No quería iniciar de nuevo, así que lo he estado guardando
para mí misma. He estado sofocada, tratando de ser alguien que no soy.
Atrapada en la prisión sin ventanas, ni aire.
―¿Y esta noche?
―Esta noche quiero escapar. ―Con las manos en sus caderas, los dedos en su
estómago, se levantó sobre los dedos del pie y lamió su labio inferior―. Te necesito.
Sus brazos se apretaron a su alrededor, jalándola tan cerca que podía sentir cada
latido, cada respiración.
Él se inclinó, rozó su boca con la suya, y su beso fue ligero y electrizante.
―Ídem ―murmuró contra sus labios, y Cat se derritió en él.
Se puso de puntillas e inclinó su boca sobre la de él.
Un silencioso gemido retumbó fuera de él, un sonido de asentimiento, y su lengua se
movió rápidamente dentro de la boca de ella mientras la devoraba y se daba un
festín.
El hombre hacía que su cabeza diera vueltas. El sabor embriagador de su cálida
boca, la flexible sensación de sus labios contra los suyos. Podría ser alto, oscuro y
peligroso, pero se sentía segura con él. Sus besos prometían el cielo y hacían que sus
rodillas temblaran. Haciéndola olvidar todo, menos la necesidad de sentir el calor
suave de su piel contra la de ella.
Se giró y lentamente caminaron fuera del agua, con la boca sin soltar la suya, luego
la dejó caer sobre la manta. Le dio la vuelta y tiró de ella para que quedara sobre él,
y se perdió en la abrumadora sensación del hombre. El calor y la solidez de su
cuerpo por debajo de ella, la gruesa y dura longitud de su excitación presionando en
su vientre suave. A pesar de la fiereza de su beso, tenía un toque suave. Sus manos
la acariciaban, provocaban, prendiendo fuego a sus terminaciones nerviosas.
Pequeños temblores sacudían su cuerpo, mientras sus manos lo buscaban,
temblando de necesidad por tocarlo en todas partes, por sentir cada parte de él. Las
deslizó por su pecho y sobre sus anchos hombros antes de enredar los dedos en sus
espesos y húmedos mechones y aferrándose a ellos por vida.
En el primer contacto de sus manos sobre la piel mientras se deslizaban por debajo
de la blusa, inspiró una respiración sibilante. Eran tan cálidas y suaves, mucho más
exquisitas de lo que había previsto, y se estremeció con la simple fuerza de la
sensación. Podría quedarse así para siempre, perdida en su sabor embriagador,
dejando que sus manos recorrieran su cuerpo a voluntad.
Cuando las alejó de nuevo, gimió con decepción. La emoción se convirtió en un
recuerdo cuando deslizó esas gloriosas manos por su espalda y levantó su falda por
encima de sus rodillas. Se puso en posición vertical, luego obligándola a colocarse a
horcajadas sobre sus muslos, y los dos se congelaron. Un estremecimiento la recorrió
cuando su calor le rozó el bulto en sus pantalones.
Con su respiración tan dura como la suya, agarró el dobladillo de su camiseta, sin
que sus ojos dejaran los de ella ni una sola vez mientras la quitaba sobre su cabeza.
Cuando arrojó su camiseta por encima del hombro, una esquina de su boca se
levantó más alto que la otra. Aterrizó con un suave sonido en la hierba en alguna
parte detrás de él, y una risita tranquila se le escapó. Ese lado malo que ella
anhelaba tanto. Él la liberó.
El viento soplaba a través de su piel todavía húmeda y se estremeció. El frío
contrastaba con el fuego que ardía en su vientre. El infierno se propagaba entre
ellos. Parecía tomarlo todo. Sus ojos la recorrieron, con los párpados pesados y
reluciendo con deseo y hambre, quemando un camino a través de su piel.
―Dios, eres hermosa.
Un estremecimiento la recorrió y cerró los ojos, dejando que su cabeza cayera
hacia atrás, inmersa en las gloriosas sensaciones. Michael la hacía sentir hermosa,
deseable y atractiva. El primer hombre en un largo tiempo que la hacía sentir de esa
manera.
En el primer contacto de sus manos contra sus costillas, su mente flotaba de nuevo
en las nubes y se dejó ir. Se deslizaron sobre su piel, una tentadora sensación de
tortura.
Cuando capturó sus pechos con sus palmas, ella soltó un suspiro tembloroso.
Acarició su carne, hizo rodar sus pezones entre sus dedos expertos, volviéndola loca
lentamente, haciendo que sus entrañas se agitaran. Momentos más tarde, cuando
fue todo lo que pudo hacer para evitar derretirse en su regazo, él reemplazó sus
dedos con el calor de la boca.
Ella arqueó la espalda, desesperada porque no detuviera la dulce tortura. Al igual
que un hambriento, chupaba su carne sensible, dejando su necesidad a punto de
caramelo, con una quemazón de dolor que exigía satisfacción.
Cuando su boca dejó la tortura insoportable, no pudo evitar la protesta que se le
escapó. Él se quedó quieto, como esperando algo, finalmente la persuadió para que
abriera los ojos. Parpadeó ante las estrellas, brillando como diamantes en un cielo
de terciopelo negro y levantó la cabeza.
Cuando su mirada se encontró con la de Michael, su aliento se le atoró en la
garganta. El deseo oscuro ardía allí, caliente e intenso. Sin embargo, sus manos
temblaban mientras se deslizaban por sus caderas para acariciar su trasero. Las
minúsculas acciones decían mucho, y otra parte de él se envolvió alrededor de su
corazón. A pesar de su presencia poderosa, seguía siendo tan vulnerable como ella.
Tiró de ella más cerca, acunándola contra el espeso pulso de su excitación. Una ola
de placer rodó a través de ella, jadeó y sus ojos volvieron a cerrarse. Cada
terminación nerviosa se sentía como si estuviera en llamas, hacía que su piel fuera
ultrasensible a todo. Suaves y cálido viento soplaba en su espalda, poniéndole la
carne de gallina por su piel húmeda. La arena debajo de las rodillas era grumosa,
pero suave.
Una noche abrumadora con un hombre increíble. Michael se movió lentamente, su
tacto suave, no pedía más de lo que estaba dispuesto a dar. Ese conocimiento sólo
aumentó la necesidad que quemaba en su interior, de darle mayor cantidad en
retribución.
Apoyó las manos temblorosas contra su pecho, con los dedos extendidos, y acarició
su vientre plano. Su corazón latía tan fuerte debajo de sus palmas como el suyo. Su
cálido aliento soplaba fuerte y desigual contra su piel mientras mordisqueaba su
hombro.
Cuando encontró la cintura de sus pantalones, liberó su camiseta de un tirón, la
subió y la sacó sobre su cabeza antes de tirarla a la hierba junto a la de ella.
Se quedó sin aliento ante la vista de él. Era magnifico, su cuerpo delgado y
esculpido, y no podía resistir tocarlo. Cerrando sus ojos, colocó sus manos contra su
pecho y se permitió el simple placer de perderse en sentirlo.
Se deleitó en la calidez, la suavidad de su piel, las colinas y valles de los músculos
debajo de sus palmas. Encantada moviendo sus dedos a través de los gruesos rizos
cubriendo el centro de su pecho. Bajaba por su plano estómago, reduciéndose, dando
lugar a más finos, suaves pelos que desaparecían debajo de su pretina.
Siguiéndolos, se atrevió a hundir sus dedos dentro y provocarlo. Los músculos de
su estómago saltaron en satisfactoria respuesta. Con un gruñido silencioso, Michael
aprisionó sus muñecas y las apartó.
Haciéndolos girar, se arrastró sobre ella, su cuerpo temblando mientras
presionaba la espalda de ella en la arena fresca. Sosteniéndose sobre sus codos, la
miró, las piscinas liquidas de sus ojos ardiendo con necesidad.
Inclinó su cabeza, mordisqueando su labio inferior y trazó besos calientes y
húmedos a través de su mandíbula.
―No puedo soportarlo más. Quiero sentirte completamente.
―Sí. ―La palabra dejó sus labios en un gemido suave cuando una ola de fuego se
apoderó de ella y la hundió.
No podía creer cuánto quería a este hombre, necesitaba todo lo que sus malvados
y traviesos ojos prometían. La libertad que podría traer.
Aparentemente satisfecho, se apartó y se arrodilló entre sus piernas. Sus ojos
nunca dejaron los suyos mientras tiraba de su falda. Dejó la ropa en la arena junto a
él y se sentó sobre sus talones. La luz de la luna brillaba sobre su espalda, dejando
sus rasgos en las sombras, pero su ardiente mirada acarició su cuerpo.
―Wow. ―Se inclinó hacia adelante y deslizó sus sedosas manos por sus piernas,
lento y seductor, encendiendo sus terminaciones nerviosas de nuevo. Cuando
alcanzó sus muslos, sus pulgares se sumergieron en el medio y rozó su piel a través
de la tela de sus bragas, y su aliento quedó atrapado en su garganta, su cuerpo
viajando a ese buen y dulce borde.
―Eres definitivamente una sorpresa. ―Sus dedos se deslizaron dentro de los bordes
de sus bragas―. Supuse que eras el tipo de chica de algodón.
Sabía que se refería al encaje negro que eligió para llevar esta noche y un rubor
subió a sus mejillas. Otra sugerencia de Lisa.
―Ponte algo que realmente quieres que alguien vea.
La sensación se evaporó tan rápido como llegó cuando él la besó ahí, dónde sus
dedos tentaban su delicada piel. Jadeó, un estremecimiento de placer cortó a través
de ella, la necesidad disparándose hacia desesperadas y dolorosas alturas. Incapaz
de soportarlo más, se acercó a él, pero se había ido, y abrió sus ojos. Él bajo sus
bragas por sus piernas.
Acostada desnuda ante él, tembló tanto por la falta de su calor contra ella como
por el ultra vulnerable sentimiento que la llenaba. Estaba abierta y expuesta, con
nada más que esconder. Aun así segura. La embriagante cosa sobre él era cuan
extrañamente segura se sentía. Debajo del rudo y rebelde exterior estaba un
sensible y vulnerable corazón. Un hombre con un toque tierno.
Su mirada lo siguió mientras se levantaba, de pie elevándose sobre ella. Cuando
tocó el botón superior de sus pantalones vaqueros, su aliento quedó atrapado en su
garganta. Era hermoso, su pecho desnudo, a la luz de la luna cayendo sobre su piel
bronceada.
Estaba hipnotizada, su corazón latiendo a un ritmo salvaje, mientras él
desabrochaba los botones de sus pantalones. Trabajó en ellos lentamente, botón por
tortuoso botón, y ella curvó sus dedos en la arena para no saltar y ayudarlo.
No podía evitar sonreír. Si la estaba provocando, funcionaba.
Todo sentido de burlas voló un instante después, y él hizo un trabajo rápido en sus
pantalones. Era como el cielo cuando por fin se reunió con ella, cubriendo su cuerpo
con el suyo. El calor la envolvió, y la sensación la tragó. La textura sedosa de su piel
desnuda contra la suya, sus pechos aplastados contra su pecho, el vello grueso en
sus piernas.
Su excitación liberada acarició su calor, y por un momento se quedó inmóvil, sus
párpados cerrados, un silencioso gemido escapando de sus labios. Su cuerpo se hizo
eco de la misma necesidad al rojo vivo, y envolvió sus brazos alrededor de él,
aferrándose.
Cuando sus ojos se abrieron, una vez más desafió la indomable imagen que ella
tenía de él. Pasó sus dedos por su cabello y se inclinó para suavemente capturar su
boca. La besó largo y lento, su lengua deslizándose dentro de ella para acariciar la
suya, y la hizo temblar con ternura y ansia preguntándose si le haría el amor de la
misma manera.
La llevó al borde de la locura y la dejó desesperada por unirse con él, para apagar
el infierno que había incendiado en su interior. Deslizó sus manos por su suave y
lisa espalda para acariciar su trasero y arquear sus caderas contra las suyas.
Michael dejó su boca para dejar suaves besos a través de su mandíbula y su cuello,
antes de levantar su cabeza otra vez. Incluso en la oscuridad, la diablura brillaba en
sus ojos.
―¿Te estoy volviendo loca?
Cerró sus ojos, movió su cabeza de lado a lado, y se aferró a su firme trasero más
fuerte en sus manos.
―Sí.
Una risa baja retumbó fuera de él, y movió su lengua sobre su lóbulo de la oreja.
―Bien. Eso es exactamente lo que me estás haciendo a mí.
Su calor la dejó de nuevo, y el sonido tranquilo de un paquete de plástico siendo
abierto viajó en el viento. Unos instantes después, regresó y rozó su boca sobre la de
ella.
―Mírame, Cat.
Abrió sus pesados ojos. Una por una, capturó sus manos, sujetándolas sobre su
cabeza, y sabía que la acción no era sólo otra provocación. Era una atrevida
declaración de posesión. Estaba en sus ojos. Ardían con tal intensidad que la
cautivaron, dejándola sin aliento con anticipación. Cuando se arqueó contra ella, y
la llenó, se tragó un grito suave, sintió esa posesión hasta las puntas de los dedos de
los pies.
Sin embargo, contradijo la feroz declaración cuando comenzó a moverse dentro de
ella. Le hizo el amor con una lentitud agonizante, estableciendo un profundo y
lánguido ritmo que la llevó al borde de la locura. Fue electrizante y emocionante. No
podía tocarlo, no podía envolver sus brazos alrededor de él y aferrarse a su cuerpo.
Sólo podía sentir, no tuvo más opción que dejarse ir, dejarlo elevarla.
Así que se entregó a él. Disfrutando el increíble placer de ser tan completamente
poseída, tan ligera y libre, apenas capaz de recuperar su aliento.
Cada movimiento medido los impulsó hacia adelante, enviándolos bruscamente
hacia el borde a un ritmo cada vez más frenético. Dejó caer su frente contra la de
ella, mirando tan profundo que lo sintió tocar su alma. Las profundidades oscuras le
hablaron, dijeron más de lo que las palabras podían, haciendo eco de todas las
emociones vibrando a través de ella. Se necesitaban el uno al otro, con algo que
trascendía el placer físico y la liberación sexual. Era una unión de espíritus, de
almas. La libertad que podría dar al otro, que esperaba al otro lado. Ella se elevó,
levantándose a encontrarlo, dejarlo tomar su cuidadoso mundo y girarlo fuera de
control.
Como una erupción volcánica, su orgasmo golpeó, intenso, eufórico, liberador.
Michael capturó su boca, tragando sus gritos, mientras ola tras ola sin fin de placer
derritiendo sus huesos se desplazaba a través de ella. Pérdida de todo salvo él
moviéndose sobre ella, dentro de ella, voló sobre ese borde dentro del dulce olvido y
se elevó por los cielos.
En algún lugar en medio, su cuerpo se tensó contra ella. Alejó su boca y liberó sus
manos. Su nombre se escapó de sus labios en un largo gemido que parecía arrancado
de su pecho. Con un último impulso profundo, su propia liberación lo reclamó, su
cuerpo temblando contra ella.
Dejó caer su frente en la curva de su hombro, su respiración caliente y dura en su
oído. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cintura y se aferró a él, su cuerpo
haciendo eco de los pequeños temblores, las réplicas que todavía lo sacudían.
Se acostaron de esa manera, por algún tiempo, silenciosos e inmóviles. Tenía miedo
de moverse, de dejarlo ir, miedo de que despertara para descubrir que era sólo un
sueño.
Con la estabilización de su propia respiración, lentamente se volvió consciente de
lo que la rodeaba de nuevo, del agua fría lamiendo sus dedos de los pies, y el hecho
de que estaban al descubierto, expuestos.
―¿Michael? ―Acarició su espalda.
―¿Hm? ―Su respuesta flotó ahogada y con sueño desde su garganta. No movió ni un
músculo.
―Deberíamos entrar a la casa.
―Cierto. En cuanto recuerde cómo moverme.
Su risa tranquila resonó en la noche.
***
Michael despertó a la mañana siguiente en un suave y cálido capullo de
almohadas y mantas enredadas. Curvas claramente femeninas moldeadas a él, la
piel de Cat suave y atractiva. Ignoró la luz del sol tratando de convencer a sus ojos a
abrirse y en su lugar apretó su brazo alrededor de su cintura.
No podía recordar a qué hora finalmente entraron anoche. Había estado
demasiado ocupado para preocuparse. Una sonrisa cruzó su boca ante el
pensamiento. Había dejado caer su ropa mojada en la lavadora y se dirigió escaleras
arriba. Una ducha significaba provocarla y lavar arena pegajosa que se había
convertido en un juego erótico, del que no se olvidaría pronto. La mujer le había
dado una nueva vida por una noche. Le debía mucho.
Cat se movió en su sueño y su trasero se movió contra él, al instante despertando
sus sentidos. Abrió sus ojos, escudriñando a través de la penetrante luz que
impregnaba la habitación, y dejando vagar su mirada sobre ella. Estaba acostada al
estilo cuchara frente a él, la sábana blanca caía baja sobre la curva de su cadera,
dejándola desnuda de la cintura para arriba.
Incapaz de resistirse a la llamada de su piel, deslizó su mano sobre la curva de su
cadera y la dejó sumergirse en su estrecha cintura, disfrutando de la textura
cremosa. No se había sentido tan relajado desde antes de que su madre lo llamara
dos días atrás para darle las malas noticias sobre su padre. Un nudo permanente
formado en su estómago que sólo se había ajustado más fuerte y más grande cuando
había salido de la autopista y realizado el recorrido de treinta minutos al pueblo.
Ahora el nudo se había ido y él estaba… asombrado de ella.
Cuando se deslizó alrededor de su caja torácica y arriba a reclamar un pecho
completo, su pezón se endureció bajo su toque. Su cuerpo respondió con toda su
fuerza, su sangre bombeando caliente y duro a través de sus venas. Como esperaba,
Cat ronroneó y presionó su espalda contra él.
―Buenos días. ―Se inclinó para morder la curva de su hombro. Su brazo se apretó
reflexivamente alrededor de su cintura, y movió sus caderas contra ella.
Lo recompensó con otro suave gemido, pero se apartó y se giró para enfrentarlo.
Alegría brillaba en sus ojos. El sol filtrándose en la habitación jugaba con reflejos r
ojos en sus ahora enredados mechones y añadía un cierto brillo a las profundidades
de sus ojos. Lucía gloriosamente desordenada y tan a gusto como se sentía él.
―Eres el más hermoso espectáculo que he visto en mucho tiempo, ¿sabes eso? ― Tiró
de ella más cerca.
―¿No estás nunca satisfecho? ―Una sonrisa descarada jugaba en las comisuras de
su boca, deseo ardiendo en sus ojos, mientras deslizaba una esbelta pierna sobre su
cadera y se arqueaba contra él.
Fuego inundó sus venas, enviando su latido resonando a sus oídos.
―Hay una mujer hermosa y desnuda en mi cama. ―La giró sobre su espalda y la
metió debajo de él, moldeado su cuerpo en sus suaves curvas―. ¿Cómo me puedo
resistir?
Se inclinó y acarició su garganta, luego pasó sus labios por su mandíbula,
saboreando la dulzura de su piel. Arqueó su cuello para darle mejor acceso y
arrastró las puntas de sus uñas ligeramente arriba y abajo de su espalda, los
escalofríos, la sensación sólo alimentó el infierno ardiendo en su interior. Cuando
sus caderas se levantaron para encontrarse con las suyas, su cuerpo ardió con la
intensa necesidad de sumergirse en su calor, de perderse de nuevo.
El final que sabía iba a venir quedó grabado en el fondo de su mente.
―Además. ―Levantó su cabeza―. Quiero hacerte gritar una vez más antes de tener
que llevarte a casa.
Quería decir el comentario como una broma, para disipar el peso estableciéndose
en su pecho y él retándolo a reconocer la necesidad girando en sus entrañas. Una
imperiosa necesidad de volver a verla. Una que firmemente pretendía ignorar.
Dejándolo en una noche era lo mejor para los dos. Una noche era simple, sin
complicaciones.
―Dúchate conmigo. ―Él rozó su boca sobre la de ella, aliviado cuando se inclinó
hacia su beso.
―Suena celestial. ―Ella sonrió, alivio reflejándose en sus ojos y asintió.
Salió de la cama, tiró de ella con él y la llevó al cuarto de baño contiguo.
Por mucho que quería lo contrario, su relación debía permanecer como estaba. Se
iría en un mes. Quería reparar el puente entre él y su padre. Con un poco de suerte,
tendría el coraje de visitar a los Hartmans y decir todas esas cosas que debería
haber dicho hace diez años, tal vez pasar por la tumba de Kaylee, y aliviar la herida
en su alma por aquella noche de pesadilla. Su corazón, sin embargo, no estaba en
este pueblo, y al final, volvería de nuevo a L.A. La última cosa que quería era traerle
dolor o decepción.
Al cruzar el umbral hacia el cuarto de baño, lo empujó a sus brazos, elevándose
sobre sus dedos, y mordiendo su labio inferior. Mientras estaba de pie mirando hacia
abajo en sus hermosos ojos, la verdad lo golpeó. No podía hacerlo, no podía dejar que
la noche terminara con una mentira. Le debía la verdad. Era momento que dejara
de huir del pasado, y comenzara con ella. Una noche o veinte, si lo iba a aceptar por
quien era, tenía que ser directo.
Capitulo 4
Traducido por susanauribe, y SOS clau, Vettina, Akanet
Corregido por carosole
Con un profundo suspiro, Cat apoyó su cabeza contra el hombro de su padre, una
combinación de nervios y preocupación pura, dejando a su estómago en un caos
turbulento. Ambos se quedaron de pie lado a lado en el mostrador de la parte
delantera de su pequeña librería, mirando el periódico expuesto sobre el mostrador.
La mayoría de los días le encantaba estar aquí. Ella siempre se sentía muy a gusto
entre los libros. Le encantaba la investigación y había trabajado en la biblioteca de
la ciudad hasta que cerró hace dos años. Ahora que había renunciado a su trabajo
con Nick, trabajar para su padre se sentía como volver a casa de nuevo.
Hoy, sin embargo, Cat deseaba poder estar en cualquier otro lugar.
Desafortunadamente, su padre ya tenía el periódico fuera cuando entró en la tienda
hace cinco minutos y había visto la foto en la portada.
Su silencio continúo probaba el infierno en su cordura. Su padre mirando esas
fotos le daba ganas de arrastrarse dentro de un agujero. Disfrutó su noche con
Michael. Disfrutó de lo femenina y deseada que la hacía sentir. Esto había sido suyo
y sólo suyo. Ahora estaba por toda la portada del periódico de la ciudad. ¿La gente
recordaría a su madre? ¿Se preguntaría si esto significaba que se había vuelto justo
como ella? ¿O le darían el beneficio de la duda esta vez? No estaba segura de que
quisiera saberlo.
―¿Él fue bueno contigo?
Giró hacia su padre. Sus ojos no contenían nada más que gentileza y comprensión,
pero la mirada no hizo nada para aliviar sus nervios.
―Él fue un caballero, sí.
Su padre asintió con la cabeza antes de girar de nuevo hacia el periódico.
―Eso es todo lo que importa.
Se dio la vuelta hacia una caja de libros en el mostrador y abrió las solapas de un
tirón. ¿Era en verdad así de simple? ¿Podría serlo?
―¿Crees que esto afectará las ventas? ―preguntó más por una necesidad de llenar el
silencio incómodo que por una necesidad real de saber.
Él dejó escapar una risa silenciosa, con los hombros temblando.
―Cuando te mudaste a la ciudad hace nueve años, eso en realidad aumentó las
ventas. Todos ellos vinieron aquí para mirar boquiabiertos. ―Su padre bromeó al
respecto en aquel entonces, también. Siempre parecía tomar las cosas con calma. No
todo lo molestaba alguna vez. Era un rasgo de personalidad que deseaba compartir,
pero por desgracia, no había sido capaz de reír al respecto hace nueve años y no
podía reír ahora, tampoco.
Ella dejó escapar un profundo suspiro.
―Ellos realmente no tienen vergüenza en ello, ¿no? ―Su padre tiró su brazo
alrededor de los hombros de ella, atrayéndola suavemente contra su lado―. Te
preocupas demasiado, cariño. Es sólo un beso.
―Papá, todo el pueblo ahora piensa que yo... ―Sus mejillas se calentaron, las
palabras rehusándose a salir de su boca. Tragó saliva y lo intentó de nuevo―. Saben
quién era mamá, y esto es sólo otro feo recordatorio.
―Nunca debí haber dejado que tu madre se fuera contigo. ―El arrepentimiento se
grabó en la voz de su padre. Sus manos agarraron los hombros de ella. La giró hacia
él y acunó su cara en sus las manos―. No eres tu madre, Catherine. Nunca olvides
eso.
En algún lugar muy dentro, sabía que él tenía razón, pero todavía se sentía bien
oírlo decir las palabras. Estaría eternamente agradecida con su padre. Él siempre
había sido su mayor apoyo. Sin él, la vergüenza sobrante se la habría tragado
completa hace mucho tiempo.
―Gracias, papá.
Él dejó caer las manos a los costados y se volvió hacia el periódico.
―La ciudad lo superará por sí misma y pasará a las noticias más grandes y mejores.
Siempre lo hace.
Ella esperaba que él tuviera razón. A pesar del horrible chisme, Crest Point era su
casa. Judy había sido más una madre que la suya, y cuando murió hace dos años,
Cat sintió la pérdida casi tan intensamente como su padre.
Había permitido que la presión la hiciera irse una vez. Ella y su madre habían
vivido en Crest Point hasta que Cat tenía doce años. Después de que el senador
Brant le pagó a su madre para irse en silencio, habían pasado unos cuantos años
yendo de ciudad en ciudad, por todas partes, desde Seattle a Las Vegas. Cuando su
madre la dejó aquí a los dieciséis años, los rumores llegaron a ser más de lo que
podía manejar. Los chicos, por desgracia, podrían ser muy crueles los unos con los
otros. Así que se había ido, terminando en San Diego. Después de haber crecido con
su madre, tratando con el estigma que ella dejaba en cada ciudad, todo lo que Cat
quería era paz. Ser finalmente capaz de ubicarse por su cuenta y ser juzgada por sus
propios méritos. Si las personas de Crest Point iban a juzgarla, entonces, al diablo
con ellos.
Pero Judy se había enfermado, y Cat se dio cuenta de que había permitido a la
ciudad alejarla del único hogar que alguna vez había conocido. Volvió decidida a
demostrar que era todo lo contrario a su madre. Determinada a que no la
empujarían lejos de su casa de nuevo.
Y ahora esto. Las viejas heridas eran duras de eliminar. A pesar de saber que no
tenía nada de que avergonzarse, su estómago todavía se anudaba preguntándose
qué diría la gente. Todavía quería esconderse en un agujero.
La campana sobre la puerta sonó, señalando la entrada de un cliente. Ella y su
padre giraron. La visión que recibió detuvo su corazón.
Michael.
Él se quedó congelado dos pasos dentro de la entrada, con una mano sosteniendo
la puerta abierta. Sus ojos muy abiertos. El corazón de ella martilleaba como
pistones mientras lo miraba fijamente. Había sabido que tendría que encontrarse
con él tarde que temprano, la ciudad simplemente no era tan grande, pero no estaba
preparada para la realidad de la misma. Mirándolo, oyó de nuevo cada exquisitez
pecadora que él murmuró en su oído, volvió a sentir sus manos suaves y cálidas
deslizándose sobre su piel...
Calor brilló en los ojos de él, diciéndole que también recordaba. Electricidad
pasaba entre ellos, caliente y tangible, engrosando el aire. No se había dado cuenta
de lo mucho que deseaba volver a verlo hasta este mismo momento. Todo dentro de
ella dolía con la necesidad de ir hacia él, para presionarse contra él. Anhelaba estar
de vuelta en su abrazo, perdida en el urgente calor de su beso.
Él estaba completamente fuera de su alcance. Sin embargo, allí estaba, y su
corazón se agitó con esperanzas, incluso mientras el miedo se estiraba para
agarrarla por la garganta. Se suponía que fuera una noche de pasión. Ella no
suponía que lo viera de nuevo...
Juntando sus cejas, sacudió la cabeza con miserable confusión.
―¿Qué estás haciendo aquí?
***
La mente de Michael se quedó en blanco. Las palabras que había estado a punto
de decir se evaporaron en el aire mientras se sumergía en la visión de Cat. Había
estado en su mente toda la mañana y de repente aquí estaba. Se veía aún mejor que
cuando se separó de ella, vestida simplemente con una camiseta y pantalones cortos
de color caqui. La forma en que la camiseta abrazaba las curvas de su cuerpo,
delineando la forma de sus pechos, hizo que las palmas de sus manos sudaran. Lo
hizo recordarse ahuecando los pesados montículos en sus manos...
Miró al hombre mayor junto a ella, un hombre en los mediados o a finales de los
cincuenta, con la cabeza llena de cabello negro con canas, y se dio cuenta del
periódico abierto en el mostrador frente a él. Fácilmente reconoció la foto en la
portada.
Cuando Gabe se lo mostró hace una hora, esperaba de alguna manera que Cat no
lo hubiera visto. A juzgar por la expresión en su rostro, era evidente que lo había
hecho. Su corazón dio un vuelco. No sólo significaba que ella sabía quién era, sino
que la fea historia entera había sido readaptada en el periódico. Ahora sabía por qué
se fue hace diez años.
Cat se retorció las manos juntas, confusión bailando en sus ojos. Él no podía dejar
de preguntarse, ¿conocer la verdad cambiaba su opinión de él?
Su vida entera la gente lo trató de manera diferente, sus padres sosteniéndolo
hacia normas casi imposibles, todo porque su familia era muy conocida. El romance
de su abuelo había arrastrado su nombre hacia abajo junto con él, y la vida siempre
había sido acerca de reparar el daño y ponerlo en la imagen correcta. Una imagen en
la que prosperó para ir en contra del erase una vez, porque se sentía comprimido y
acorralado por la presión. Su rebelión había conseguido no a una, sino a tres
personas muertas, todo eso indicado en el maldito artículo. Todo eso lo hizo
preguntarse: ¿Podría importarle a Cat? ¿Cambiaría la forma en que lo veía?
Tomando una respiración profunda, giró hacia el señor mayor al lado de ella,
obligando a su mente a volver a la razón por la que vino aquí en primer lugar. Una
alternativa más segura por el momento.
―En realidad… ―Él dio un paso más, entrando en la tienda, la puerta crujiendo al
cerrarse detrás de él, haciendo que la campana repicara otra vez―. Vine en busca de
Jonathan Edwards. Me dijeron que podía encontrarlo aquí.
La decepción se dibujó en los rasgos de Cat mientras se volvía hacia la caja en el
mostrador y empezaba a sacar libros. La mirada retorció algo en su estómago,
haciéndole desear que estuvieran solos.
Ya sea ajeno a la tensión entre él y Cat o demasiado educado para decir algo, el
hombre mayor le dedicó una agradable sonrisa y le tendió la mano a modo de saludo.
―Lo encontró.
Deteniéndose ante el mostrador, aceptó el apretón de manos del hombre e hizo
todo lo posible por no mirar fijamente a Cat. O inclinarse sobre el mostrador e
inhalar el ahora familiar aroma de su piel.
―Michael Brant. Vengo en nombre de mi padre. ¿Me dijeron que fue usted quien lo
encontró?
Jonathan asintió.
―En un lado de la carretera, justo fuera de la autopista. Parecía como si estuviera
teniendo un ataque al corazón. ¿Cómo le está yendo?
―Bien, gracias a usted. Mi madre me dijo que lo siguió todo el camino hasta el
hospital y se quedó con él hasta que ella llegó.
Una sonrisa tocó la boca de Jonathan.
―Nunca me hubiera perdonado si algo le hubiera pasado. Mi difunta esposa solía
decir que nadie debería morir solo.
Michael le ofreció una sonrisa cortés.
―Mi familia está muy agradecida con usted. Mi padre dijo que cuatro autos lo
pasaron, pero el suyo fue el único que se detuvo. A él le gustaría agradecerle en
persona. De hecho, he venido a extender una invitación. Mis padres realizan una
barbacoa todos los años para el cuatro de Julio, sólo familiares y amigos, nada
enorme, y les gustaría que usted viniera.
Halado por el poder de su presencia, miró a Cat. Ella le dio un vistazo desde
debajo de sus pestañas mientras apilaba los libros sobre el mostrador. Algo brilló en
sus ojos de jade, pero rápidamente desvió su mirada antes de que él pudiera darse
cuenta de lo que había sido. Eso lo carcomió. No parecía complacida de verlo.
Parecía... rota, atormentada. ¿La maldita foto en el periódico tenía algo que ver con
eso?
Esperanza se agitó en su estómago mientras una idea revoloteó por su mente.
Mantuvo una estrecha vigilancia sobre la expresión de ella.
―Mi madre dijo que me asegurara de decirle que lleve a su familia.
Como lo esperaba, Cat levantó la vista.
―Desde que murió mi esposa, somos sólo nosotros dos. ―Jonathan envolvió un brazo
alrededor de Cat, algo parecido a la diversión y el desafío parpadeando en los ojos
del anciano―. Esta es mi hija, Catherine, pero sospecho que eso ya lo sabes.
Con su rostro calentándose, Michael se frotó la parte posterior de su cuello. Bueno,
eso confirmaba su sospecha de que Jonathan era su padre. Regresando a la ciudad,
esperaba evitar este problema exactamente.
Con un suspiro, él negó con la cabeza.
―Sí, lo siento por eso. Regresé una vez antes y logré no terminar en el periódico.
Claramente no tuve tanta suerte esta vez.
Michael se detuvo, giró la cabeza y miró fijamente a Cat. Estaba jugando con fuego
y debería dejar las cosas tranquilas. Implicarse mientras estaba aquí no era una
buena idea. Sin importar que tuviera que irse cuando dijo que tenía que hacerlo.
Tenía una entrevista con una gran revista de motos el primer día del mes siguiente.
Recientemente había construido unas pocas motos personalizadas de un par de
celebridades bastante conocidas, y la publicación quería hacer un artículo sobre él.
Eso significaba más promoción para la tienda. Por primera vez en su vida, se había
hecho un nombre por sí mismo separado de su familia.
Involucrarse con ella más allá de la noche anterior no era una buena idea, sin
embargo las palabras salieron de su boca de todos modos.
―Ambos son más que bienvenidos.
Él oró porque ella entendiera su invitación silenciosa, que ella estaría en la
barbacoa, porque él tenía que saberlo. Quería averiguar si saber lo que él había
hecho cambiaba su visión de él. En un esfuerzo por simpatizar y ser de apoyo, el
artículo tranquilamente dijo un secreto que él preferiría olvidar. Era importante que
Cat supiera que era el mismo hombre de anoche. Por primera vez en un largo
tiempo, la opinión de alguien más acerca de él le importaba.
***
De pie en la sombra de la glorieta, Cat se agarró de la barandilla de madera
mientras escudriñaba el mar de gente recubriendo el parque al otro lado de la calle.
Las celebraciones siempre eran un gran asunto en Crest Point, y el cuatro de Julio
no era la excepción. Payasos vagaban por ahí con globos para los niños. Vendedores
de todo tipo se alineaban en la acera. El olor del carbón encendido, carne a la
parrilla, palomitas de maíz y algodón dulce flotaban en la brisa ligera y cálida.
Había un murmullo general de charla tranquila, de vez en cuando interrumpida por
las risas de los niños y chillidos, prestándole a la noche un aire de energía y
emoción.
Ella no podía compartir ese sentimiento. Una vez más, su vida se había convertido
en un circo de tres anillos. Había pasado una semana desde que Michael se presentó
en la librería. Desde la foto del periódico. Cada día había recibido más llamadas. Su
teléfono sonaba a todas horas del día y la noche, a veces tan tarde como las dos de la
mañana. Siempre eran lo mismo, espeluznantes y pesadas respiraciones. Al
principio, ella y Lisa las tomaron como travesuras, asumiendo que algún chico
estaba recibiendo alegría. Ahora estaba empezando a preguntarse. Habían
comenzado a llamarla también a su celular, y habían aumentado en gran número
hasta que estaba respondiendo dos o tres por hora. Tal vez estaba paranoica, pero
seguro que parecía como si alguien la estuviera acosando.
―¿Alguien alguna vez te llamo Kitty?
La rica voz de barítono de Michael la estremeció haciendo su camino por su
espalda, debilitando sus rodillas, y el agarre de Cat se apretó en la barandilla de
madera. No había podido dejar de pensar en él desde que fue a la librería de su
padre la semana pasada. Desde que la había invitado a la barbacoa de sus padres.
Lanzó una mirada hacia atrás. Su forma oscura llenaba la entrada al mirador.
Cada centímetro de su cuerpo hormigueaba con conciencia. No había podido dejar de
desear estar cerca de él, ansiaba estar de regreso en el lugar feliz donde sólo eran él
y ella. Antes de que el mundo real hubiera entrado en su fantasía, rompiendo lo que
había sido la noche.
De repente ahí estaba él, lo suficientemente cerca para tocarlo.
―No estabas en la barbacoa. Esperaba que estuviera allí.
―Lo sé. Lo siento ―Había visto el anhelo inconfundible en sus ojos, la pregunta
silenciosa cuando invitó a su padre. Casi había ido. Sufría por el conocimiento, por
ver su vida, dónde y cómo vivía. Por aprender acerca de su carácter, de cómo
interactuaba con su familia. Por ver el hombre detrás de la fachada. Todo lo que las
palabras nunca podrían describir―. Si voy a ser honesta, tenía miedo de ir.
El deseo de verlo había sido abrumador. Eso significaba que se había convertido en
alguien más importante de lo que debería, que estaba empezando a permitirse
pensar en él más allá de una noche, y no podía permitirse hacer eso.
Una tabla suelta crujió bajo su peso, y Cat agarró la baranda con más fuerza, sus
oídos centrándose en el sonido de sus pasos cada vez más cerca. Cada arrastré de
sus botas a través de los tablones hizo que su corazón latiera como las alas de un
colibrí en su pecho.
Cuando el crujido se detuvo, su calor radiaba en su espalda, haciendo que la piel
de gallina se esparciera a lo largo de su piel. No la tocó, pero no tenía que hacerlo.
Su cercanía, su presencia, electrificaba sus terminaciones nerviosas y su cuerpo
zumbaba con la necesidad de sentir las duras líneas de su cuerpo moldeándose a su
espalda, sus fuertes brazos envolviéndola. Trayéndola de vuelta a un lugar seguro y
cómodo, donde podría ser quien quisiera sin preocuparse de qué parte del pasado de
su madre colgaba sobre su cabeza.
―¿Miedo de qué? ―su voz sonó tan tranquila como la noche, pero era extrañamente
tranquila y calmante, devolviéndola a la facilidad y consuelo que sentía yaciendo en
sus brazos.
―De enfrentarte. ―La facilidad con la que las palabras salieron de sus labios la
sorprendió. Cuánto quería, necesitaba, finalmente responder la pregunta que ardía
en su interior―. Tampoco fui totalmente honesta contigo esa mañana. Escondiste tu
identidad de mí esa noche por el anonimato. La oportunidad de ser tú mismo.
―Sí.
―Yo también Toda mi vida he estado manchado por la vida que mi madre
eligió.Cuándo me mudé a la ciudad hace nueve años, me fue mal. Los niños son
niños,
¿sabes? Pero estaba cansada de ello, así que me fui. Cuando regresé hace tres años,
la gente finalmente había olvidado y seguido adelante. Ahora hay una foto de
nosotros en el periódico y la gente va a empezar a poner dos y dos juntos.
―¿Y?
Ella dejó escapar un suspiro tembloroso. Le debía la verdad.
―Mi madre... es la mujer que tuvo un romance con tu abuelo. Cuando su relación
salió a la luz, estaba por todo el país. Me imagino que eso creó un gran escándalo
para tu familia. Dudo que tus padres quieran ser vistos conmigo. Sólo puedo
imaginar lo que la gente dirá, lo que ya están diciendo.
Las manos de Michael se deslizaron por las de ella, ambos brazos envolviéndose
firmemente alrededor, abarcándola en su poderoso abrazo.
Él giró su cabeza, su voz baja en su oído.
―Pregúntame si me importa un bledo lo que todo el mundo piensa.
Un escalofrío pasó por la longitud de su columna vertebral, una sensación de alivio
inundando su sistema. Allí estaba el chico malo por el que había estado tan atraída.
Dio la vuelta en sus brazos. Otro cohete explotó en el aire de la noche, enviando
múltiples colores en oleadas a través de sus rasgos.
Otro destello iluminó su rostro en azul, blanco y rojo, iluminando sus ojos. La
intensidad allí la hizo temblar.
―Tienes razón. Fue un escándalo en el que mis padres gastaron mucho dinero
tratando de suavizarlo. La vida se hizo todo acerca de exhibir la imagen correcta. Yo
no ayudé a mejorar las cosas. También he hecho cosas de las que no estoy orgulloso,
Cat. Los demonios que me atormentan. Ese maldito artículo lo resume todo. Es por
eso que no vuelvo mucho a esta ciudad. ―Bajó la voz, suavizada a un susurro―. He
pasado años tratando de olvidar, pero aquí, en Crest Point, los recuerdos son más
fuertes. No puedo huir de ellos aquí.
Estaba ese lado suave y vulnerable de él. Una vez más, se abrió a ella, y que Dios
la ayudara, no podía resistirse. Sin importa lo mucho que sabía que debía hacerlo.
―¿Qué pasó?
Bajó la mirada hacia ella.
―No leíste el artículo.
Ella negó con la cabeza.
―No. No quería saber lo que decía. No me importaba. ―Sabía de primera mano lo
que era saber que la gente hablara de ti a tu espalda, acusándote de cosas que
simplemente no eran ciertas.
Envolvió sus brazos alrededor de ella más apretados. Incapaz de resistirse, ella
presionó su mejilla contra su pecho. Durante un largo momento, se quedaron de esa
manera, la misma necesidad que ella recordaba de su noche juntos, flotando entre
ellos tan fuertemente como lo había hecho entonces. Cerró los ojos y aspiró, llenó sus
pulmones con el aroma de jabón y cuero, una fragancia que había llegado a
considerar como de él, y se permitió deleitarse en el momento.
―Tenía veinte años. ―Su voz tranquila retumbó a través de su pecho―. Había estado
saliendo con esta chica, Trish Hartman. Habíamos estado saliendo por más o menos
un año cuando me enteré de que estaba viendo a mi mejor amigo a mis espaldas. En
realidad, los atrapé en el acto. Así que lo terminé. Un mes más tarde, me dijo que
estaba embarazada, y el bebé era mío. Estaba herido, enojado. Sabía muy bien que
no era el único padre posible, por lo que exigí una prueba de paternidad. Le dije que
si el bebé era mío, la apoyaría completamente, pero hasta que pudiera demostrarlo,
no conseguir un maldito centavo de mí. Nunca oí de ella otra vez.
Hizo una pausa e inhaló un cansado aliento, su cuerpo tensándose. El tono de su
voz, tranquilo y grabado con dolor y lamento, le tocó el corazón. Era una herida para
él, una profunda cicatriz que dejaba al descubierto ante ella.
―Un par de meses pasaron y una nueva chica se mudó a la ciudad, Kaylee Johnson.
Tenía el cabello negro como el carbón y la piel pálida, vestía ropa oscura, ahumada,
y llevaba anillos en todos los dedos. No puedo recordar cuántos tatuajes tenía.
Señor, esa chica se destacaba como un letrero de neón parpadeante.
Otro cohete explotó sobre sus cabezas, iluminando la noche. La memoria
obviamente se reproducía a través de su mente, y estaba reacia a inmiscuirse, a
romper el hechizo que lo mantenía atado. Así que sostuvo su aliento y simplemente
esperó a que continuara.
―Caminaba por la calle y la gente se volvía, la señalaba, y susurraba. Ya sabes cómo
va, pero mantuvo su cabeza en alto y orgullosa, retando a las personas a juzgarla.
Cat no pudo evitar sonreír ante eso. Sonaba como alguien más que ella conocía.
―La primera vez que la vi caminar por el pueblo de esa manera, me dije a mí
mismo, tengo que conocer a esa chica. Terminó convirtiéndose en una buena amiga.
Pasamos un montón de tiempo juntos. No éramos novios, pero todos supusieron que
lo éramos. Ella dijo que no le importaba lo que pensaran. El cuatro de Julio de ese
año estábamos en el centro de la ciudad, viendo los fuegos artificiales desplegándose
desde por allá. ¿Ves esas rocas, en el borde del parque? ―Levantó una mano y
señaló delante de él luego la miró.
Siguió donde él señalaba y asintió con la cabeza. Le frustraba que no podía ver su
cara, sus ojos, sólo podía esperar que le dijera lo que pasaba en su mente.
―¿Estás segura de que quieres oír esto? ―Levantó una mano y le apartó el cabello de
la cara, el toque tan tierno que su corazón se derritió.
―Sólo si me quieres decir. ―Ella presionó su oreja en su pecho y envolvió sus brazos
con fuerza alrededor de él―. Estoy escuchando si necesitas compartirlo.
Su corazón latía con un ritmo rápido, feroz, debajo de su oreja, un sonido que le
decía, más de lo que las palabras podrían, lo difícil que era para él. Largos
momentos pasaron en silencio, y no estaba segura de que continuaría.
Finalmente respiró profundo, apretando sus brazos alrededor en respuesta.
―Nos sentamos allí, observando el despliegue, hablando, cuando Trish apareció de
la nada. Estaba enojada, y llevaba una pistola. Me acusó de abandonarla, me acusó
de engañarla. Discutimos. Se volvió ruidoso y feo. Dije cosas que no debería haber
dicho. Estaba enojado como el infierno. Trish siempre había sido propensa a la
teatralidad, así que no pensé ni por un segundo que alguna vez en realidad usara el
arma. Hasta que apuntó el cañón hacia Kaylee y apretó el gatillo. Cuándo Kaylee
cayó, Trish usó el arma en sí misma.
Cat no pudo detener el escalofrío que corrió a través de ella y apretó su agarre en
él. Había visto a dos personas que le importaban morir justo frente a él. Levantó la
cabeza. No podía imaginar el tipo de cicatriz que eso dejaba en el alma de una
persona.
―Lo siento muchísimo. Qué horrible.
Otro cohete explotó, otro rocío de colores iluminando su rostro. Él miraba
fijamente hacia la noche por delante de él, la mandíbula tensa. Como si la sintiera
mirándolo, miró hacia abajo, el pesar y la tristeza palpable en sus ojos oscuros.
―La madre de Trish me culpó. Dijo que si no la hubiera puesto tan molesta, ambas
todavía podrían estar vivas.
Cat pasó una mano sobre los duros músculos de su espalda.
―No fue tu culpa.
―No. Hay muchas cosas que debería haber hecho de otra manera, sin embargo. ―Él
dio una sacudida lenta y triste con la cabeza y luego presionó su frente contra la de
ella―. El punto es, me importa un bledo quién fue tu madre, lo que hizo, o lo que la
gente piensa de algo de eso. También tengo esqueletos en mi armario. Lo que me
importa es lo que tú piensas.
―¿Sonríen para la cámara?
Ella y Michael volvieron sus cabezas hacia la voz en el mismo momento, pero
antes de que tuvieran tiempo de reconocer a la mujer de pie en la entrada del
mirador, un destello brilló.
―Para la difusión del cuatro de Julio. ―Ella sonrió y se marchó antes de que
tuvieran la oportunidad de decir algo en respuesta.
Michael vio a la mujer alejarse por un momento antes de girarse hacia Cat.
―Salgamos de aquí. ―Antes de que ella tuviera la oportunidad de objetar, la liberó y
la tomó de la mano, tirando de ella a sus espaldas fuera del mirador y calle abajo―.
Conozco un lugar donde podemos obtener una mejor vista de los fuegos artificiales.
Capitulo 6
Traducido por Mona y Shadowy
Corregido por Nanis
Sentado encima de su moto, Michael deslizó una mano a lo largo del suave brazo
que se envolvía fuertemente alrededor de su cintura. Cat sentada detrás de él, su
mejilla apoyada contra la parte posterior de su hombro.
La sensación de su cuerpo contra el suyo le devolvió a la dichosa libertad de yacer
en su abrazo, excepto que no podía conseguir que su mente dejara de revolverse.
Estaban estacionados en lo alto de los acantilados, un pequeño lugar en el borde
de la carretera de montaña que pasaba por lo alto de la ciudad. Llegaron hace varios
minutos, pero hasta ahora, ninguno había dicho nada. La ladera de las montañas a
sus espaldas, las luces de la ciudad brillaban más abajo. El cielo encendido con el
coro de fuegos artificiales siendo lanzados, en la más grande demostración anual que
viene del centro de la ciudad, con otras, más pequeñas demostraciones personales
dispersas en todas partes.
No debería estar aquí con ella, debería haber dejado las cosas como estaban. El
pensamiento de lastimarla cuando se marchara, dejó su estómago atado en nudos,
pero ella era la llama y él era la polilla, atraído por su resplandor. Simplemente
estar en su presencia lo llenaba de una serenidad que no había sentido en una
década. Una sensación a la que no podía resistirse, sin importar cuánto debería.
Contarle esa historia había sido la cosa más difícil que alguna vez había hecho.
Seguro, la gente en Crest Point sabía lo que pasó porque estaban allí cuando todo se
vino abajó, pero personalmente, no había compartido la historia con nadie. La
herida siempre había sido demasiado grande, la culpa demasiado que soportar. No
sabía que esperar de Cat. Sólo que, una vez más, algo en sus ojos sacó las palabras
de su boca.
Había llevado el peso de la culpa por lo que sucedió esa horrible noche de Julio en
su juventud. Si le preguntaras, la reacción de todos los demás habría sido solo lo que
se merecía.
Cat lo sorprendió. En vez del juicio que esperaba encontrar, el eco de dolor y
tristeza en sus ojos era exactamente lo que su corazón necesitaba. Siempre estaría
agradecido con ella. Ahora si sólo pudiera conseguir lo mismo de Kaylee, podría
perdonarse a sí mismo.
―Tienes razón. ―Cat apoyó su cabeza contra la parte posterior de su hombro―. La
vista es fantástica.
―¿Verdad? Solía pasar mucho por aquí. ―Otra serie de explosiones iluminó el cielo
de la noche, como para demostrar la belleza del cielo, y de algún modo, se alegró, de
no estar solo.
―¿Traes a chicas aquí todo el tiempo, verdad?
La traviesa burla de su voz arrastró una risa tranquila de él. Él deslizó su mano a
lo largo de su brazo, disfrutando de la suavidad de su piel.
―No. Vengo porque es tranquilo y pacífico. A mí me gusta la vista.
Su risa entrecortada, tranquila desapareció tan rápido como vino. A medida que el
sonido se apagó en sus labios, ella se tensó contra su espalda, estaba tan tranquilo
que él simplemente esperó para que su voz expresara lo que estaba en su mente.
―Esa foto va a estar en el periódico de mañana.
―¿Eso te molesta mucho, verdad?
El miedo en su voz y la rigidez de su cuerpo contra su espalda decía mucho.
―Es verdad lo que ellos dicen sobre mi madre. No todo es mentira.
En sus suaves palabras, él escuchó otra vez lo que le dijo su primera noche: “He
pasado mi vida jugando la parte de tímida, tratando de no dar a nadie ninguna
razón para mirar demasiado cerca”. Ahora sabía lo que quiso decir. Esto lo hizo
compadecer a la niña que debía haber sido. Le hizo desear que de alguna manera
pudiera mitigar la herida dentro de ella. Sabía exactamente cómo se sentía.
―Olvida la ciudad. No deberías dejar que te afecten. No todos piensan de esa
manera.
La necesidad de tocarla era demasiado grande para ignorarla, se apartó de ella lo
suficiente para bajarse de la moto. Se sentó a horcajadas sobre el asiento otra vez,
esta vez frente a ella, agarró sus muslos detrás de las rodillas, y tiró de ella más
cerca, colocando sus piernas sobre la parte superior de las de él. El calor de ella
colocado íntimamente contra él puso su libido a zumbar.
No había esperado encontrar aceptación en sus ojos cuando ella supo sus verdades.
De algún modo, esto sólo la había hecho más hermosa.
Ahora estaba sentada mirándolo, su rostro bañado con la luz de la luna, iluminada
ocasionalmente por las luces coloreadas en el cielo de la noche. Parecía igualmente
estable por lo que pasaba entre ellos como él se sentía.
Él levantó una mano, acariciando con su pulgar a lo largo de su labio inferior. El
impulso repentino de tomar su boca lo golpeó con fuerza. En cambio, la atrajo hacia
él, y ella presionó su mejilla contra su pecho, envolviendo sus brazos fuertemente
alrededor de él, un gesto de confianza, intimidad y el momento se convirtió en algo
completamente distinto. Algo primordial fluyó entre ellos, la necesidad de sostener y
ser sostenido, sentarse en el abrazo de alguien y sentirse seguro. Una sensación de
paz se apoderó de él otra vez.
Se sentaron juntos sobre el acantilado hasta mucho después de que la
demostración anual en la ciudad terminara, luego se quedaron para mirar las más
pequeñas demostraciones personales. Era pasada la medianoche cuando finalmente
la llevó a su casa. Mirándola mientras permanecía fuera de su apartamento le
recordó la mañana pasada. No había querido dejarla entonces, y no quería dejarla
ahora. Quería volver a verla, quería verla tan a menudo como pudiera mientras
estuviera aquí, para perderse en la felicidad que su presencia le daba. Ella era la
primera mujer en recordarle todo el vacío que lo consumía en su pecho.
En recordarle cuán despojada había llegado a ser su vida, que algo faltaba, algo que
su alma anhelaba.
Algo que su hermano había encontrado.
Las relaciones de Michael eran una serie de aventuras destinadas a mantener a
las personas a distancia.
Cat era la primera mujer en hacerlo querer más.
Juntando sus cejas con miseria, negó con la cabeza.
―Dios sabe que quiero verte otra vez, pero no pienso quedarme en la ciudad mucho
tiempo. Soy propietario de una tienda de motos en Los Ángeles, y realmente tengo
que regresar a ella. ―Ahuecó su mejilla en su mano durante un momento,
permitiéndose deleitarse con la cercanía, con la manera que ella apoyó su cabeza en
su palma―. No quiero hacerte daño, Cat.
El mismo pesar formando un nudo en su vientre brillaba hacia él desde la
profundidad de sus ojos.
―Necesito esto para quedarme una noche.
Él asintió.
―Es lo mejor, creo.
Ella levantó una mano y tocó su mejilla, tierna, cariñosa.
―Cuídate, Michael.
Él besó su mejilla, luego esperó hasta que ella estuviera en su apartamento antes
de dar la vuelta y alejarse. Cuando montó en su moto, pesar y necesidad pelearon
por la supremacía en su intestino. Había pasado diez años construyendo paredes,
pero una noche, un pequeño resbalón de mujer se había metido bajo su piel. Puede
que nunca la volviera a ver, pero era evidente que nunca la olvidaría.
***
―¿Entonces? ¿Qué tan malo es?
Cat se sirvió una taza de café, más por la necesidad de mantener sus manos
ocupadas que por una necesidad real de cafeína, mientras esperaba la respuesta de
Lisa. Sentada en la mesa del comedor, su compañera de habitación otra vez tenía el
periódico delante de ella, buscando las fotografías de ella y Michael.
―Bueno, no es súper malo, considerando todas las cosas. ―La ligera vacilación en el
tono de Lisa tenía una piedra de temor cayendo en el estómago de Cat―. Ustedes
chicos acabaron en la sección de Sociales. Hay dos de ellas.
―¿Dos? ―Sólo había visto al fotógrafo tomar una anoche. Cat se movió para estar
detrás de Lisa y miró por encima de su hombro. Las fotografías estaban una al lado
de la otra, estilo splash. La primera era la que habían tomado de ella y Michael en el
mirador del centro de la ciudad. Esperaba esa.
La respiración de Cat quedó atrapada en su garganta, la náusea se arremolinaba
en su estómago, cuando vio la segunda. Los dos estaban sentados encima de su
moto, en los acantilados, mirando los fuegos artificiales. Michael la enfrentaba, y
sus muslos reposando en la parte superior de los suyos.
Un vez más, tenían sus brazos envueltos fuertemente alrededor el uno del otro, su
cabeza descansando sobre su pecho. Al igual que la foto de la playa, alguien la había
tomado desde la distancia, pero podías ver claramente los rostros, a pesar de la
oscuridad.
Una sensación extraña de invasión se arrastró hasta su columna, y las llamadas
escalofriantes que continuaba recibiendo volvieron precipitadamente hacia ella.
Cat sacudió su cabeza.
―No había nadie más con nosotros allí, Lisa. Ningún flash salió. La primera
fotografía que terminó en el Tribune, supuse que había sido una casualidad. Esto se
siente completamente como si alguien nos estuviera espiando.
Lisa se dio vuelta en su asiento para mirar atrás hacia ella. Su frente fruncida, la
misma sensación de preocupación arrastrándose en sus ojos.
Cat echó un vistazo a la nota debajo de la foto.
“Cierto par fue visto mirando los fuegos artificiales desde los acantilados”.
Ella gimió.
―Tenían que mencionar los acantilados.
Cualquier persona sabía que los acantilados eran muy conocidos para interludios
románticos. “Punto del Besuqueo” lo llamaban.
―Déjalo pasar. Entonces estás saliendo con alguien. Gran acontecimiento.
Cat negó con la cabeza.
―No llamaría exactamente al tiempo que Michael y yo pasamos juntos una cita. Fue
un rollo de una sola noche. Y añade todas esas llamadas telefónicas.
Ella se movió hacia la sala de estar, se hundió en el sofá, y se dio vuelta hacia la
ventana.
Tenues nubes blancas serpenteaban a través del cielo azul. Preocupación anudaba
su estómago mientras su conversación de anoche con Michael volvía a ella.
Le lanzó una mirada a Lisa.
―No crees que esto tenga algo que ver con nuestras familias, ¿verdad? técnicamente,
la hija de Chloe Edwards está saliendo con el nieto del senador Brant.
Su estómago se anudó. No debería haber salido con Michael anoche, no debería
haber permitido la cercanía entre ellos, pero cuando la tocó, su cuerpo se derritió.
Sentada con él arriba en esos acantilados fue lo más relajada que se había sentido
desde que dejó su trabajo con Nick. No permitiría que esto lo arruinara.
―No veo por qué. Estás saliendo con Michael Brant. Él es noticia por acá. ―Lisa le
dedicó una sonrisa tranquilizadora y un encogimiento de hombros despreocupado―.
Quienquiera que sea, se aburrirán. Ya lo verás.
Cat mordió su labio inferior.
―Eso espero.
Cuando el teléfono timbró sobre la mesa de centro delante de ella, la inquietud se
arremolinó en el estómago de Cat. Respiró profundamente y rezo porque esto no
fuera otra broma, se estiró para alcanzar el receptor inalámbrico.
El identificador de llamada mostraba “número no disponible” como siempre.
La ira se elevó como una tempestuosa avalancha a través de su sistema. Cat
apretó el botón de “hablar”, su voz menos que amistosa. Estaba harta de todo lo que
sea que fuera este juego.
―¿Qué quiere?
―Tu vida. ―La voz era computarizada. Alguien obviamente había realizado grandes
esfuerzos para disfrazarse, y el conocimiento llevaba un peso enorme que se hundía
en su estómago. La malicia envenenando el tono envolvía el miedo alrededor de su
pecho como una serpiente enroscada.
Sus manos temblaron.
―¿Perdón?
―Pagarás por tus indiscreciones, perra.
Respirando hondo en un esfuerzo por controlar la náusea que se arremolinaba en
su estómago, Cat se inclinó hacia adelante.
―¿Quién es?
―Eres una puta, igual que tu madre. Pagarás por tus indiscreciones.
La línea se cortó. Su cuerpo entero comenzó a temblar. Cat arrojó el teléfono al
otro lado del sofá como si fuera metal caliente quemándole la mano.
Lisa levantó la vista del periódico.
―¿Qué te dijeron?
Los ojos de Cat se ampliaron. Juntó sus manos en un vano intento de parar su
temblor.
―Acabo de ser amenazada.
Ya no podía considerar las llamadas telefónicas una broma. No podía ignorar la
aparente sincronización, tampoco.
La aparición de Michael en su vida. Las fotos constantes en el periódico, dos de las
cuales ocurrieron en momentos en que estaba segura de que estaban solos. Alguien
los siguió, pero quienquiera que fuera era evidente que no lo quería a él. Su objetivo
parecía ser ella.
El mismo miedo que actualmente anudaba el estómago de Cat llenó los ojos de
Lisa.
―Tienes que llamar a la policía, Cat.
***
De pie al lado de su moto fuera del bar, con el estruendo de la música a todo
volumen detrás de él, Michael echó un vistazo hacia la calle. La pequeña librería de
propiedad del padre de Cat estaba situada en la esquina de Main y Elm, una
manzana más abajo sobre el lado opuesto de la calle.
Que Cat estaría allí en este momento de la noche era una ilusión de su parte. Eran
pasadas las diez y, a excepción del bar, todo en Crest Point cerraba a las nueve y lo
hacía desde que tenía uso de razón.
Tres días habían pasado desde que la dejó en su apartamento, pero no había salido
de su mente ni por un momento. Esta era la primera vez en diez años que no podía
dejar de pensar en una mujer. O desearla.
O ansiaba volver a verla otra vez, para inhalar el suave olor de su piel. Sobre todo
para sentir sus brazos envueltos alrededor de él.
El pensamiento lo dejó en conflicto. Cat era encantadora, de naturaleza confiada, y
no se introduciría en su vida sólo para hacerle daño. No importa que convinieran
que su "relación" tenía que quedarse donde comenzó.
Sin embargo cada noche venía al bar por una cerveza, para relajarse y pasar el
tiempo con su hermano. Viviendo en Los Ángeles, extrañaba las cosas simples, como
el tiempo con su familia.
Cada noche, cuando dejaba el bar para volver a casa, se paraba en este maldito
lugar, esperando un vistazo de ella.
El sentimiento lo aterrorizaba.
Giró de nuevo hacia su moto, forzándose a irse a casa, cuando notó un movimiento
por la esquina de su ojo. Giró a tiempo para ver una familiar forma femenina
emerger a la luz suave que iluminaba la acera. Su corazón dio un vuelco.
Dios, era hermosa. Vestía una camiseta y una falda a la altura de los tobillos, los
recuerdos de su noche juntos llenaron sus pensamientos. Todavía podía sentir la
cremosidad de sus muslos bajo sus manos, la manera en que su cuerpo se estremeció
en sus brazos.
Estaba a mitad de camino hacia ella antes de que incluso se diera cuenta que se
había movido, como si alguna extraña compulsión lo empujara hacia ella. Ella
estaba cerrando la puerta cuando se acercó por detrás. En su brazo izquierdo, una
bolsa de plástico, llena de libros supuso, colgaba de su muñeca, y su pequeño bolso
negro estaba metido bajo su brazo.
―Hey.
Ella se sorprendió y se giró para afrontarlo, enviando a su cabello azotando por
todo su rostro. Cuando sus miradas chocaron, ella puso una mano en su pecho y
respiró aliviada.
―Me asustaste. No te oí.
Él se echó a reír.
―Trataré de hacer más ruido la próxima vez.
Ella no se rió. Más bien negó con la cabeza, su rostro sombrío mientras se volvía
hacia la puerta, tirando de la llave en la cerradura.
―He estado un poco nerviosa todo el fin de semana.
Él levantó sus cejas en una pregunta silenciosa.
Sus ojos buscaron su rostro, cambiante y ansioso.
―He estado recibiendo llamadas de broma desde el sábado. Desde que aquellas
primeras imágenes aparecieron en el periódico.
La inquietud se instaló en su estómago. Él cruzó sus brazos sobre el pecho.
―¿De qué tipo?
Cat negó con la cabeza.
―Hasta esta mañana, sólo una respiración pesada, a todas horas del día y la noche.
―Sus manos se sacudían tanto que las llaves en su mano tintineaban.
Las alarmas se dispararon en su cabeza. Cat no estaba sólo nerviosa. Estaba
asustada.
Le tocó el brazo, esperando aliviar el miedo que hacía todo excepto gritarle desde
sus ojos.
―¿Qué pasó esta mañana?
La cabeza de Cat se volvió mientras lanzaba una mirada a su alrededor, antes de
que su mirada se instalara finalmente en él otra vez.
―Fui amenazada. Una voz digitalizada muy enojada me insultó y me dijo que
pagaría por mis indiscreciones.
La ira surgió en su pecho, colocado sus entrañas como carbones calientes que
prendieron fuego a su sangre. Ese maldito artículo. Alguien la arrastró a su
desastre.
―¿Has llamado al alguacil?
Ella asintió.
―Sí, pero no me hizo ningún bien. Dijo que registraría la denuncia y le avisara si
conseguía algo más, pero a menos que esté siendo amenazada en persona, no hay
mucho que pueda hacer. Las llamadas son procedentes de uno de esos celulares
prepago, pero el teléfono estaba registrado a nombre de alguien que no existe.
―Un nombre falso.
Ella asintió y se volvió para mirar al suelo, toda su actitud asumiendo una
vulnerabilidad suave que retorcía su interior. Las llamadas claramente la
asustaban, y una necesidad irresistible de protegerla surgió en sus entrañas.
El rebelde en él se encendió a la vida como un viejo amigo familiar. Cada vez que
alguien presionaba injustamente, algo dentro de él siempre devolvía la presión. La
forma en que ella se veía ahora le recordaba demasiado el dolor que oyó en su voz
mientras estaban en la glorieta durante los fuegos artificiales. Estaba siendo
amenazada, y la intimidación funcionó. La ira surgió en su sangre. Maldita sea si se
sentaba y permitía que alguien tomara ese fuego de ella.
Antes de que pudiera detenerse, tomó su rostro en sus manos y se apoderó de su
boca. Se permitió un momento para deleitarse en la dulzura de sus labios, la forma
en que se derretían bajo los suyos mientras el cuerpo de ella se inclinaba tan
sutilmente en el suyo, y luego la soltó.
―Deja que se opongan a esa indiscreción. ―Él frunció el ceño, sin molestarse en
ocultar el desprecio en su tono―. Quien sea que te tiene en su mira, ahora me tiene
para enfrentarlo. Vamos, te llevaré a casa.
Extendió su mano hacia ella. Después de un momento de vacilación, ella deslizó
sus dedos en los suyos. Caminaron en silencio por la cuadra. A mitad de camino, la
tensión abandonó su cuerpo.
Cuando llegaron a su moto, Cat se volvió hacia él. Una esquina de su boca se curvó
hacia arriba. Su linda media sonrisa aligeró su corazón.
―Realmente eres malo, Michael.
―Es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo. ―Le hizo un guiño, pero se
puso serio una respiración más tarde, y extendió su mano para acariciar su
mejilla―. Maldita sea si voy a sentarme y dejar que ellos te asusten.
Dejó caer su mano y se ocupó de quitarse su chaqueta. La mantuvo abierta para
ella, pero ella no dio un paso inmediatamente adentro. Más bien, se paró por un
momento, mirando la moto debajo de él, con algo suave en su expresión.
―Igual que esa noche ―susurró las palabras, mirándolo mientras deslizaba sus
brazos por las mangas―. Aquí es donde todo empezó.
El asombro y la reminiscencia de su tono lo atraparon. Mientras deslizaba la
chaqueta sobre sus hombros, no se atrevió a soltarla. La sostuvo allí, se permitió un
momento para sumergirse en la conexión simple. Su espalda se presionaba
ligeramente contra el frente, suave y seductora, e inclinó su cabeza al lado de su
oreja, el suave aroma a especias cálidas girando a su alrededor.
―Sigues siendo difícil de resistir, también.
Ella volvió la cabeza para mirar atrás hacia él, el calor y el deseo en sus ojos
llamándolo como un faro en la oscuridad. Besarla otra vez había sido la cosa
incorrecta a hacer. Ahora recordaba lo dulce y embriagadora que sabía, la forma en
que siempre respondía a él, como si no pudiera evitarlo, ponía su cuerpo en llamas.
La mujer lo hacía anhelar cosas que no había tenido en un maldito largo tiempo.
Por primera vez desde la muerte de Kaylee, lo quería. Los ojos de Cat derretían
cada resolución que tenía. Una parte de él, en el fondo, preguntó: ¿Por qué no
debería pasar tiempo con ella? ¿Disfrutar el tiempo que tengo?
Las puertas del bar se abrieron. Un pequeño grupo de mujeres salió a la acera. Cat
se sobresaltó y se alejó de él, el hechizo del momento roto.
Ella asintió y tomó el casco, colocándolo en su cabeza. Él se ocupó de encender la
moto y ponerla en marcha, pero cuando ella se subió al asiento detrás de él, todo en
su interior gimió en dulce agonía. Sus muslos envueltos alrededor de sus caderas
invadieron sus pensamientos.
El viaje a su apartamento fue demasiado corto, con Cat simplemente aferrándose
a su espalda. En su puerta, se volvió hacia él con ojos de ciervo, amplios y redondos,
y tocó las solapas de su chaqueta antes de quitársela y sostenerla hacia él. Era un
dulce déjà vu.
―Gracias por el aventón. Podría haber manejado. Pudiste haberme seguido a casa,
pero tengo que admitir que me siento segura contigo. No me pude resistir. ―Se
volvió para mirar al suelo por un momento, algo tímido y vulnerable en sus ojos que
lo atrapó y lo sostuvo mientras ella le echaba un vistazo de nuevo.
Cat le había hecho reflexionar sobre su futuro por primera vez en su vida adulta.
Le había hecho imaginar la posibilidad de que en realidad podría tener uno.
Construiría una vida por sí mismo fuera de la ciudad, fuera del nombre de su
familia. No tenía ningún deseo de romperle el corazón cuando se fuera. El tirón de
estar con ella lo llamó de todos modos. ¿Podría comprometer la dirección de su vida
por ella?
―Me alegro. ―Acarició con una mano el brazo de ella―. Vendré por la mañana, te
llevaré a la tienda para que puedas conducir tu auto a casa mañana en la noche. ¿A
qué hora debería venir?
Ella arqueó una ceja.
―¿Tal vez a las ocho y media?
Asintió, incapaz de resistir burlarse de ella, sólo por el lujo de ver sus ojos
iluminarse.
―Buenas noches, señorita Kitty.
Sus ojos se estrecharon, pero una sonrisa se curvó en las comisuras de su boca,
suavizando la advertencia.
―Eres la única persona que se sale con la suya llamándome así, sabes.
Sonrió y le hizo un guiño.
―Bien. ―Poniéndose serio con su siguiente pensamiento, suavizó su tono y tomó una
de sus manos―. Llámame si me necesitas, ¿de acuerdo? Si recibes más llamadas o
simplemente te asustas, no lo dudes.
Ella asintió, ofreciéndole una sonrisa suave.
―Gracias.
―Nos vemos mañana, Cat.
Asintió de nuevo.
―Hasta mañana.
Retrocedió, metió las manos en los bolsillos de su chaqueta, queriendo asegurarse
de que estaba seguramente encerrada adentro antes de irse. Mientras ella se volvía
hacia su puerta y alcanzaba el picaporte, la puerta se abrió, ya entreabierta. Lanzó
una mirada hacia atrás a él, su sonrisa desaparecida, el temor levantándose en sus
ojos.
La alarma se instaló duro y frío en su estómago. Le tocó el hombro, haciéndole
saber que no estaba sola, y luego se movió a su alrededor.
―Quédate aquí. ―Empujó la puerta abriéndola más y se deslizó cuidadosamente
adentro. Una sola lámpara estaba encendida en la sala de estar, iluminando la
esquina lejana, y el lugar estaba tranquilo. Se deslizó por el apartamento a oscuras,
encendiendo las luces a su paso, moviéndose lentamente de una habitación a otra.
La primera habitación a la derecha parecía que no había sido tocada. Una cama
doble cubierta con una colcha de color rosa brillante estaba perfectamente hecha, la
parte superior apilada con cuatro almohadas y un montón de osos de peluche. Se
movió a la segunda habitación, al otro lado del el pasillo. Lo que yacía dentro lo
detuvo en seco. Los cobertores estaban en un montón en el suelo. Manchas rojas
salpicaban la sábana blanca.
―¿Michael?
La voz de Cat, llena de alarma, se hizo eco a través del apartamento.
―Ya voy. ―Apagó la luz y salió de la habitación.
El sonido de las sandalias de Cat en el piso de baldosas se hizo eco por el pasillo,
corriendo si su audición era correcta. Su pecho se tensó; sus entrañas se hicieron
nudos. La encontró a medio camino del pasillo.
―¿Qué pasa?
Su teléfono celular estaba apretado en una mano, las lágrimas no derramadas
brillaban en sus ojos, su miedo era palpable.
―Lisa está en el hospital. Ha sido atacada.
***
Parado junto a la cama de hospital veinte minutos más tarde, una mezcla de rabia
y temor luchaban por la supremacía en el estómago de Michael. Lisa yacía de
espalda, la cama en una posición reclinada, permitiéndole sentarse un poco derecha.
Las náuseas se arremolinaron en su estómago mientras asimilaba su rostro. Ambos
ojos estaban negros y azules y cerrados por la hinchazón. Su nariz estaba rota y
había sido vendada en gaza blanca. Feos moretones cubrían sus mejillas y la
mandíbula inferior. Toda su cara estaba hinchada. Según la enfermera que había
estado en la habitación cuando llegaron, también tenía varias costillas rotas.
Cat estaba a su lado, blanca como la sábana en la cama y casi tan rígida. Qué la
mantenía allí, no estaba del todo seguro, pero había reclamado un agarre en su
mano en el momento en que había tomado una mirada a su amiga.
Cat extendió su mano libre y apretó suavemente la de Lisa, donde esta yacía en la
cama. Lamentablemente, la mano de la chica parecía la única parte no magullada o
rota.
―¿Cómo sucedió esto? ¿Quién te hizo esto?
Los ojos de Lisa se llenaron de lágrimas, y dio una sacudida lenta con su cabeza.
―No lo sé. ―Hizo una mueca y estiró su mano para tocar el corte en su labio inferior.
Se había abierto y ahora contenía tres puntos de sutura―. Estaba durmiendo en tu
habitación. Estaba tan cansada cuando llegué a casa del trabajo, debo haber ido allí
por error. Me desperté en la oscuridad con alguien encima de mí. Ella me estaba
golpeando en la cara con algo sólido y maldiciéndome.
Alarma se deslizó a lo largo de su columna. Michael frunció el ceño.
―¿Ella? ¿La viste? ¿La reconociste?
Lisa sacudió la cabeza de nuevo, su mirada cambiando a él.
―Sólo escuché su voz. Vestía toda de negro y una máscara de esquí. Azul brillante…
―Lisa hizo una mueca otra vez y tragó―. Ojos. Seguía llamándome
puta. Me dijo que pagaría por mis indiscreciones. Seguía repitiendo eso, que iba a
pagar.
Cat dejó escapar un jadeo silencioso, el sonido lleno de miedo y reconocimiento. Él
sabía exactamente lo que iba a decir antes de que las palabras salieran de su boca.
―Las llamadas telefónicas. ―La mano de ella en la suya empezó a temblar mientras
le lanzaba una mirada a él―. Oh, Dios, Michael.
Lisa apretó la otra mano de Cat y luego se volvió hacia él de nuevo.
―Dijo algo más. Dijo que Michael era de ella, y que yo no tenía derecho a él. ―Lisa
alzó una ceja, sus ojos lanzando dagas a él―. ¿Novia celosa?
El cuerpo de Cat se puso rígido a su lado, su mano aflojándose en la suya.
―Ella pensó que eras yo. ―Las palabras dejaron su boca en un susurro desnudo,
temblando. Mientras Cat se volvía para enfrentarlo, sus ojos muy abiertos y
redondos. La vulnerabilidad pura sólo añadió leña al fuego que se encendió en su
vientre el instante en que entró en la habitación del hospital.
En los últimos días, había oído los rumores, los escuchó de los borrachos a su
alrededor mientras se sentaba con su hermano en el bar esta noche. Podía
manejarlos hablando de él. Infiernos, estaba acostumbrado a ello, pero le hervía la
sangre al oír las cosas vulgares que decían sobre ella. Sólo el peso de la mano de su
hermano en su hombro lo mantuvo en su asiento.
Añade a eso las llamadas telefónicas amenazantes y ahora esto... se estremeció al
pensar en qué más podría pasarle a ella o a su familia. Alguien se metió con ella, y
él era la razón.
Necesitando aliviar su temor obvio, le soltó la mano y poniendo su brazo alrededor
de ella, la atrajo hacia él. Ella fue de buena gana, su cuerpo suave rindiéndose a su
fuerza. Una parte de él se deleitó con la cercanía, pero Cat no sólo envolvió sus
brazos a su alrededor, sino que enterró el rostro en su pecho y se aferró a él, su
cuerpo temblando.
Después de un momento, volvió la cabeza para mirar a Lisa, las lágrimas nadando
en sus ojos. Su labio inferior temblando, su voz temblaba.
―Oh, Dios, Lisa, lo siento mucho.
Lisa ofreció una sonrisa valiente y le apretó los dedos.
―No es tu culpa, cariño.
―Es mía.
La mirada de Lisa pasó bruscamente a él, sus ojos entrecerrados.
―Estoy de acuerdo. ―Su tono era duro y helado, igualando la mirada de sus ojos
azules―. Todo comenzó la noche que ella pasó contigo. ―Movió su mirada a Cat―.
Tienes que dejar de verlo, o va a hacer que te maten.
Cat negó con la cabeza.
―No es su culpa, Lisa.
Las palabras llenas de ira de Lisa golpearon una cuerda sensible, presentándose
en ese lugar oscuro en sus entrañas. No podía ignorar esto por más tiempo y la
esperanza se fue. No quería pensar en lo que todavía podría sucederle a Cat. La
noche que Trish y Kaylee murieron, él lo hizo todo mal, pero eso no pasaría esta vez.
Incluso si lo mataba, haría todo bien de nuevo. Cat merecía paz, y de una manera u
otra, se la daría. No permitiría una repetición de lo que ocurrió hace diez años.
―No, ella tiene razón. Esto no habría pasado si no fuera por mí, y voy a arreglarlo.
―Se volvió hacia Lisa y metió su mano libre en su bolsillo―. Lamento más de lo que
puedo decir que fueras involucrada en esto. Voy a llamar al servicio de seguridad
que utiliza mi padre y les enviaré a dos de sus mejores hombres. También voy a
hacer que cambien las cerraduras de su apartamento antes de que te dejen salir de
este lugar.
Lisa lo observó detenidamente por un momento.
―Lo aprecio. Gracias. ¿Qué hay de Cat? Es tras ella que están realmente.
―Ella no va a estar sola. ―Se volvió hacia Cat, alcanzó su mano y acarició con el
pulgar sobre sus nudillos. Se preparó para un rechazo enfático―. Puedo quedarme
en tu casa o te puedes quedar en la mía. De cualquier manera, vas a estar viendo
mucho de mí, porque de ahora en adelante, a donde tú vas, yo voy.
Cat se quedó mirándolo fijamente. Él no tenía que preguntar para saber lo que
estaba pensando. El miedo y la incertidumbre brillaban en sus ojos escrutadores.
Tenía miedo de ser vista con él en caso de que terminaran en el periódico,
provocando que más repercusiones se amontonaran sobre ella. Toda la noción dejó
un mal sabor en su boca.
Él negó con la cabeza mientras atrapaba y sostenía su mirada, implorándole.
―No voy a aceptar un no por respuesta. No me voy a sentar a esperar hasta que
suceda algo peor. La única manera en que realmente puedo estar seguro de ello es si
estás conmigo en todo momento.
Michael contuvo el aliento. No quería presionarla, no quería forzarse a sí mismo
en su vida, pero ésta era un área en la que no estaba dispuesto a ceder. Estaba
siendo amenazada, y él era la causa. Lo mataba pensar que podría ser Cat yaciendo
en esa cama de hospital. Eso traía cosas que no quería recordar más, pero que lo
miraban a la cara de todos modos. Específicamente, que se preocupaba por ella. Más
de lo que quería. En el poco tiempo que la conocía, se había metido bajo su piel, y le
gustaba allí. Se había vuelto importante para él. La idea de perder a alguien más
por quien se preocupaba desgarraba una vieja herida en su interior.
Finalmente, ella asintió, y el nudo en su pecho se alivió.
―Creo que me sentiría mejor, también.
Capitulo 7
Traducido por Curitiba y lectora
Corregido por carosole
Llegaron a la casa de Michael una hora más tarde. Cat se detuvo en el umbral. La
luz de luna que entraba por las ventanas suavemente iluminaba el oscuro espacio.
Los recuerdos inundaron su mente. Había perdido la cuenta de cuántas veces había
hecho el amor con este hombre dentro de estas paredes.
Ahora, de pie sobre la pequeña alfombra del vestíbulo, estaba consciente del
hombre cuando se puso a su lado. Cerró la puerta detrás de él, depositó su pequeña
maleta en el piso, y encendió el interruptor de luz. Ninguno dijo nada durante un
largo momento. La tensión, delicada, dulce y dolorosa, se elevó entre ellos. Llevada
por el poder de su presencia, lo miró. Él le devolvió el gesto con los ojos líquidos,
suaves y atentos aún llenos con un hambre palpable que la hizo temblar por ese
poder de su mirada.
―Puedes quedarte con la cama de arriba. ―Su expresión se mantuvo en blanco y
difícil de leer―. Me quedaré en el sofá.
Ella giró la cabeza, mirando el sofá negro de cuero mullido que indicó. La
alternativa más segura en este momento.
―No me gusta apoderarme de tu cama. El sofá no parece muy cómodo.
―¿Sugieres que compartamos la cama?
La indirecta con un trazo de burla en su voz la hizo volverse para contemplarlo. La
travesura brillaba en sus ojos, las comisuras de la boca temblaban mientras
aguantaba una sonrisa.
Tal vez fue su manera de aligerar el momento de tensión, y su lado de chico malo
seguro de sí, pero el pensamiento le envió un dolor dulce rodando a través de su
vientre. Aquellos ojos le decían que no era la única afectada por su presencia en su
casa. La desafiaban a dar un paso adelante, para presionarse contra él y apoderarse
de su boca. Tuvo que admitir que este estilo protector lo hacía increíblemente sexy.
Después de un momento, una sonrisa incómoda torció un lado de su boca y él le
agarró un hombro.
―Lamento mi asquerosa tentativa de romper el hielo. Te ves tan nerviosa como me
siento.
Ella se retorcía las manos.
―Tienes razón, sabes.
―¿Sobre qué?
Ella captó su mirada.
―Me siento más segura contigo. Eso es lo que me asusta de ti. Lo fácil que es estar
contigo.
El calor estalló en las oscuras piscinas, un hambre no disimulado que inundó el
deseo a través de cada centímetro de ella. La necesidad de sostener y ser sostenida,
de barrer la noche haciendo el amor donde y cuando el estado de ánimo golpeara.
Libre para ceder ante los deseos de sus cuerpos. Nick había sido su primer amor,
pero no podía recordar alguna vez quererlo como quería a Michael. Esto era un
hambre que no era capaz de saciar.
Sacudió miserablemente su cabeza.
―Tú mismo lo dijiste, Michael. Tarde o temprano te irás de Point Crest, y no soy de
aventuras.
Las relaciones de corta duración no eran su estilo. Eran de su madre, y ella no era
su madre.
Dio un paso hacia ella, le colocó las manos en sus caderas y la tiró contra él. Todo
dentro de ella suspiró con alivio.
―Me gustaría poder decir que yo tampoco, pero es todo lo que tengo. La verdad es
que no he tenido una relación real en años. Ni siquiera si sé cómo hacerlo. Sólo
quiero pasar contigo todo el tiempo que me queda en Point Crest. Tú me das esa paz
que no he tenido desde que Kaylee murió. A pesar de toda la mierda que está
pasando contigo y tu familia, todavía estás aquí conmigo. Francamente, estoy
sorprendido por eso.
Ella puso una mano sobre su pecho.
―Nada de esto es tu culpa.
Él sonrió y le acarició los dedos sobre su mejilla.
―Lo sé, pero no esperaba encontrar aceptación aquí. Obviamente, aún hay gente que
todavía guarda rencor. Diablos, ni siquiera mi padre lo ha olvidado o perdonado
todavía. Encontrar alguien a mi lado para variar es un cambio bien agradable. Me
gustaría deleitarme con ello mientras estoy aquí.
La confusión la sorprendió en el pecho.
¿Sabía el efecto que tenía sobre ella? ¿Con qué facilidad podría enamorarse de él?
¿Con esto? Lo anhelaba. Todo dentro de ella gritaba por él. No podía recordar una
maldita buena razón por la cual no debía arrojarse a sus brazos y rogarle que le
hiciera el amor. Caer en todo lo que ofrecía y disfrutarlo, mientras lo tenía.
La soltó y dio un paso atrás, se inclinó para recoger su maleta, se volvió y se
dirigió hacia las escaleras. Cuando alcanzó el último escalón, se detuvo y le devolvió
la mirada.
―Quise decir lo que dije esa primera noche, Cat. A veces hay que estar dispuesto a
saltar en la parte más profunda. Si no, no estarás realmente viviendo. No pienses en
ello. Siéntelo. Haz algo solamente para ti, simplemente porque lo quieres.
Desapareció en la curva de la escalera en forma de L, dejándola mirando a su
espalda mientras se alejaba. No la estaba presionando sino simplemente
estableciendo la oferta sobre la mesa. La pregunta era, ¿podría extender la mano y
tomarlo?
***
Horas más tarde, Cat estaba a oscuras, mirando el techo. El resto de la noche
había sido incómodo. Se sentaron en la pequeña terraza en la parte de atrás,
mirando a la luna y las estrellas brillando a lo largo de la superficie del agua y
escuchando las olas alcanzando lentamente la orilla. Debería haber sido relajante,
excepto que el clima entre ellos estaba lleno con una sutil y dulce tensión. Cualquier
charla que intentaran era dolorosa. No había sido capaz de concentrarse mucho más
allá de la forma desesperante en que quería introducirse en sus brazos. Michael
parecía sufrir de la misma dolencia. Cada vez que sus ojos se encontraban, estaban
llenos de hambre.
Finalmente, fingió agotamiento, le deseó buenas noches y fue acostarse, pero yació
en la cama por casi una hora, sin poder dormir. La cama parecía estar impregnada
del olor de Michael, y no pudo conseguir que su mente se desconectara. Allí estaba,
de nuevo donde había estado, todavía asfixiándose porque tenía miedo de vivir.
Dejaba al miedo de ser como su madre gobernar su vida mientras abajo estaba el
hombre que la podía liberar. Con miedo a amar porque temía que todo hombre que
se le acercara terminaría como Nick.
Michael le ofrecía a algo simple, a él mismo, pero lo hizo con su todo corazón. Todo
lo que tenía que hacer era extender la mano y tomarlo. ¿Qué diablos estoy haciendo
aquí? ¿Sola?
Dios, ¿podría hacerlo? ¿Permitir perderse en el aquí y ahora, en el hombre?
Tomaría una noche y la extendería. El consentimiento a la complacencia de
satisfacer los deseos de su cuerpo con un hombre que la hacía sentirse segura, libre
con un simple toque. En el fondo le golpeaba un pensamiento que se negaba a dejar
ir, si no aprovechaba esta oportunidad, lo lamentaría por el resto de su vida.
Con el corazón martillando como pistones, retiró la sábana y salió de la cama,
bajando por las escaleras en camiseta de dormir y sus bragas. Se detuvo en la parte
inferior de las escaleras, su pulso tronando. Michael estaba acostado de lado en el
sofá, transformado en una cama. La luz de la luna bañaba suavemente su pecho
desnudo y una sábana blanca lanzada sobre sus caderas. Aunque la oscuridad
hiciera imposible ver sus ojos, sabía que la observaba. Sintió sus ojos deslizándose
sobre ella. Cada centímetro de su cuerpo cosquillaba urgente en anticipación por su
toque.
―Tienes razón. Vengo a esto desde el punto de vista del miedo. Tengo miedo de lo
que la gente va a pensar. He vivido toda mi vida según las reglas. La reputación de
mi madre nos seguía a todas partes, y aprendí a mezclarme con las sombras. Si la
gente no podía verme, no hablaba. Ahora esto... el fiasco, lo trajo todo de nuevo. Mi
instinto es querer correr y esconderme. ―Sus manos temblaban con el nerviosismo.
Bajó la voz con la sensación de vulnerabilidad que se deslizaba a través de ella. Si
iba a ser honesta, podría ir con todo―. También tengo miedo de enamorarme de ti.
―Yo también.
La intensidad suave de su voz la emocionó. Todavía no podía ver sus ojos, pero una
vez más, la fuerza de su mirada la sostuvo atada.
―No me he permitido amar a nadie desde que Kaylee murió. Si me preguntas, no lo
merezco. Francamente, dulzura, asustas el infierno fuera de mí. No sé dónde va
esto. O si va a cualquier lugar. Todo lo que sé es que me gusta cómo me siento
cuando estoy contigo. Ya desistí de tratar de resistirme a ti. ―Sacó la sábana en una
silenciosa invitación―. Da un paseo salvaje, Cat.
Sin decir una palabra, cruzó el espacio entre ellos, y se deslizó a su lado,
presionando su cuerpo al de él y reclamando sus labios. Sin la sábana entre ellos, la
tumbó de espalda, metiéndola debajo y colocándose entre sus muslos. Su excitación
palpitaba contra su núcleo a través de las capas de ropa que los separaban, y ella se
arqueó contra él, deslizando sus manos por la espalda y en sus bóxers. La intensidad
del momento inundó cada una de sus células. Su alma voló y la dejó ir, se permitió
tomar el placer de él.
Él gruñó bajo en su oído mientras su boca se separó de la de ella y se fue,
arrastrando tortuosamente lento a lo largo de su mandíbula y abajo a su cuello,
dejándola temblando bajo su cuerpo.
―Dios, me vuelves loco, Cat.
―Michael... ―Su nombre salió de su boca en un gemido necesitado, con toda la
coherencia que era capaz. Necesitaba hacerle comprender, expresarle todo de su
corazón, pero las palabras simplemente no quisieron venir. Se aferró a su espalda,
tratando de mostrarle que esta emoción iba más allá de algo que pudiera entender.
―Lo sé, cariño. Lo sé ―susurró las palabras contra su piel, su voz un murmullo lleno
de tanta necesidad como ella sentía, mientras estampaba besos a través de su
hombro. Se movió lentamente por su cuerpo, dejando un rastro de fuego a su paso.
Sus cálidos y suaves labios rozando su cuello y entre sus pechos. Se detuvo un
momento para rastrillar sus dientes sobre cada pezón a través de su camisón de
dormir antes de dedicarse a su estómago.
La besó en la piel debajo de su ombligo mientras sus manos halaban el camisón
hacia arriba por su cuerpo. Se lo quitó por encima de su cabeza y sus manos
siguieron hacia abajo, para llegar a la cintura de sus bragas. Besó detenidamente
sus piernas, bajando sus bragas por ellas, sus dientes de vez en cuando raspando su
piel, terminando con un pellizco a su empeine antes de que sacara sus bragas y las
arrojara al suelo.
Salió de la cama el tiempo suficiente para librarse de su ropa interior, y luego se
inclinó para sacar un pequeño paquete cuadrado del bolsillo de sus vaqueros. Se
acercó, los ojos ardiendo de nuevo sobre ella, haciendo malvadas promesas, y se puso
el condón. Justo cuando estaba segura de que no podía soportar la dulce tensión por
más tiempo, regresó a ella y cubrió su cuerpo con el suyo.
―Voy a ir más despacio la próxima vez, te lo prometo. ―Mordisqueó su labio inferior,
deslizando sus manos debajo de ella, y acarició su espalda mientras se arqueaba
contra ella, enterrándose hasta el fondo en su interior―. Te necesito demasiado.
Ella jadeó, una mezcla de placer y alivio que la elevó en las nubes. Con sus dedos
enterrados en su piel se arqueó en su contra, reuniéndose con él para empujar
desesperadamente. Conocía esa necesidad, ese dulce deseo, esencial para unirse, de
estar lo más cerca posible, y luego, queriendo más aún. Su cuerpo se sacudió con
ello, su necesidad de él tan feroz que la asustaba.
Él tomó su boca en un suave beso. Ella se aferró a su espalda, cerró sus piernas
alrededor de sus caderas para retenerlo allí, levantándose a su encuentro. Sus
cuerpos trabajando juntos en un ritmo ardiente, con las manos entrelazadas
firmemente, hasta que simplemente se mezclaron juntos como uno solo. Él
incrementó su excitación, elevándola hasta esa placentera y dulce cima tan
rápidamente que todo el aliento abandonó sus pulmones.
Cada vez que estaban juntos la sorprendía cuán intensamente respondía su cuerpo
al de él. Nunca había sido así con Nick. Cuando ella cayó en el borde, un gemido se
le escapó, y él levantó la cabeza y la agarró sosteniéndole la mirada. Una íntima
conexión, como si hubiera entrado directamente en su piel y sus almas se mezclaron.
Que el cielo la ayudara, no quería que este momento se acabara nunca.
Acabaron juntos, con su cuerpo temblando con el suyo, su corazón, su placer, en
sus ojos. Esto dejó un sentimiento abierto y vulnerable. Sin embargo, las
sensaciones sólo la alzaron más alto, rompiendo el cielo en un millón de blancos
fragmentos calientes, segura frente al factor de que él estaba allí con ella, sin
ataduras, juntos en la felicidad.
Cuando finalmente volvió a respirar normalmente, le dio un beso prolongado
recorriendo toda su boca y luego salió de encima.
―Ya regreso. ―La besó de nuevo y lentamente salió de la cama.
Cat se volteó para mirarlo mientras se alejaba, disfrutando de la vista trasera, la
forma en que los músculos de su trasero flexionaban mientras caminaba hacia el
piso de arriba al cuarto de baño. Regresó unos minutos más tarde y se reunió con
ella, acurrucándose contra su espalda, su abrazo apretado y posesivo. Cerró los ojos
y se quedó dormida abarcada en su calor, en la idoneidad absoluta de yacer en sus
brazos.
***
Cat despertó a la mañana siguiente por la radiante luz del sol penetrando sus
párpados cerrados, el olor de café recién hecho y huevos fritos con tostadas
burlándose de sus sentidos. Echó un vistazo al espacio a su lado. El lado de Michael
estaba vacío, pero los sonidos reveladores proveniente de la cocina le dijo dónde
estaba.
Emociones encontradas la golpearon cuando miró fijamente a la marca de la
cabeza dejada en la almohada. No podía estar segura de si estaría más decepcionada
al encontrar que se había ido y no tener el placer de despertar en sus brazos, o
contenta por la fracción de tiempo para respirar que le dio.
Quedarse dormida en sus brazos la noche anterior había sido demasiado íntimo, la
había llenado con una emoción con la que no sabía cómo lidiar. Un hombre al que
había conocido por meras semanas y que ya no se sentía más como un extraño sino
como alguien que había conocido por siempre. Dormir así se sentía tan natural como
respirar.
Con un suspiro, salió de la cama, forzándose a enfrentar el día. Encontró su
camisón y bragas tirados en el suelo, se los puso antes de seguir los olores a la
cocina. Michael estaba en frente de la estufa, usando nada más que un par de
descoloridos jeans, su torso deliciosamente desnudo. Estaba revolviendo con una
espátula los huevos que chisporroteaban en la sartén.
Se sentía extraño observarlo allí, viéndose tan doméstico. Lo había visto antes, en
una mañana siguiente, pero la vista aún la asombraba. Iba en contra de la imagen
de chico malo que tenía de él, pero era otra faceta intrigante. Otra pieza del hombre
detrás de la máscara que se revelaba.
―Buenos días. ―Roció un lado de los huevos con una mezcla de queso y pimientos
cortados en cubitos, luego cerró la tortilla y le lanzó una mirada. La ternura brilló
en sus ojos. Una sensación de intimidad fluyó en el espacio entre ellos atrayéndola
más cerca en la habitación.
Se detuvo junto a él, mirando detenidamente por sobre su hombro a la sartén. No
era la comida que le provocaba hambre. Con las manos en puños, aplacó el
abrumador deseo de presionarse contra su espalda y envolver sus brazos alrededor
de él. Se sentía... rara, un poco fuera de lugar. Nunca había tenido una aventura
antes. Tan tonto como parecía, no tenía ni idea de si podría hacer eso, de presionarse
contra su espalda y tomar lo que quería.
Él levantó la pequeña sartén con una mano y deslizó la tortilla hecha en un
pequeño plato blanco al lado de la estufa.
―¿Tienes hambre?
Asintió y le ofreció una sonrisa.
―Muerta de hambre, en realidad.
―Yo también. No soy una persona de desayunar, pero de algún modo logré despertar
con apetito esta mañana. ―Le guiñó un ojo, enviando un tirón a su estómago, y aún
logró que se sintiera cómoda al mismo tiempo. Puso un pedazo de pan tostado en
cada uno de los platos antes de recogerlos y se los entregó―. Toma estos. Voy a traer
el café. ¿Cómo te gusta el tuyo?
―Con crema, por favor. ―Llevó los dos platos al comedor adjunto y los puso sobre la
mesa.
Michael se unió un momento más tarde, dos tazas enganchadas en una mano,
tenedores en la otra. Puso una taza y un tenedor delante de ella antes de sentarse a
su lado en la pequeña mesa redonda. Como con el resto de la casa, el comedor era
pequeño y pintoresco, compuesto sólo de una mesa y cuatro sillas. La tela de las
cortinas dejaba entrar el sol de la mañana, llenando la habitación con un destello
dorado. El brillo que esto confería a la habitación hacia juego con cómo se sentía,
sentada allí con Michael, brillante, feliz y relajada.
Tomó un bocado de sus huevos y suspiró suavemente mientras los sabores se
mezclaban en su lengua. Los chiles salteados, el queso derretido y pegajoso, los
huevos perfectamente hechos. Él no era un principiante en la cocina como
imaginaba.
―Mis felicitaciones al chef. ¿Tu madre te enseñó a cocinar?
Asintió, tragó el bocado en su boca, luego tomó un sorbo de su café.
―Mamá insistió para que Gabe y yo aprendiéramos a cuidar de nosotros mismos.
―Cocinas muy bien. ―Ella le echó un vistazo mientras tomaba otro bocado―. Tengo
que admitir que estoy sorprendida.
―¿La cosa esa de oscuro y peligroso? ―Arqueó una ceja divertido, con las comisuras
de la boca temblando.
El hombre tenía una manera de convertir su interior en puré.
―Algo así.
El silencio cayó entre ellos, la sonrisa fundiéndose en su cara. La intimidad llenó
el espacio entre ellos, tranquila y sencilla, pero profunda. La escena era doméstica y
cómoda, como si lo hubieran hecho todas las mañanas por años.
Su relación entera había cambiado, y no sabía qué hacer con él. Ni siquiera sabía
si quería hacer algo con él. Sólo sabía que la hizo entrar en su mundo, un lugar del
que de repente tenía muchas ganas de ser una parte.
Él tomó otro sorbo de su café antes de mirarla fijamente.
―Pensé en darte un viaje a la tienda esta mañana, si eso está bien.
Cat sonrió, recordando sus palabras la noche anterior, que él tenía la intención de
ser su nueva sombra, y arqueó una ceja.
―¿Tengo otra opción?
Dejó escapar una risa suave y le dio una mordida a su tortilla.
―No. En realidad no. ―Le guiñó un ojo―. Me temo que estás atascada conmigo,
nena.
El doble sentido ocasionó una oleada de la tensión en la sala. Su sonrisa cayó y él
arrastró su mirada hacia su plato. Ella movió la cabeza y levantó su taza con los
dedos inestables. No iba a sobrevivir a una vida con él y ya se estaba convirtiendo en
demasiado importante.
***
Cuando se detuvieron frente a la tienda media hora más tarde, dos coches de
policía se estacionaron junto a la acera. La inquietud se instaló en la boca de su
estómago. ¿Qué estaba haciendo la policía en la tienda?
Volvió la cabeza hacia la librería. Un suspiro salió de su garganta. Puso una mano
temblorosa sobre su corazón que latía de repente.
―Oh, Dios.
Alguien había pintado con spray las palabras: "Te lo advertí, puta" en las ventanas
delanteras. La pintura roja brillante goteaba por el vidrio claro, dando al mensaje
un escalofriante parecido con la sangre. El desayuno en su estómago se revolvió. La
cara de Lisa magullada e hinchada cruzó por su mente como un letrero de neón, y el
pánico, rápido e intenso, se apoderó de su pecho en un vicio.
―¡Papá! ―Ella se deslizó de la motocicleta y corrió a la tienda, con el miedo
desgarrándola. Si algo le pasaba, nunca se lo perdonaría.
El vidrio de la puerta principal se había roto. Al entrar, el impacto del desastre la
golpeó. Libros y papeles esparcidos por el suelo. La caja registradora yacía de
costado más allá del mostrador. Mirando hacia la parte trasera de la tienda, varias
pilas de libros habían sido empujadas y yacían derribadas como fichas de dominó.
¿Estuvo su padre aquí para cuando quien fuera que sea entró? Su corazón saltó a la
garganta.
―¿Papá? ―Cuando comenzó pisando el desorden, en dirección a la parte trasera de
la tienda, uno de los policías asomó la cabeza por la pila que no había sido tirada.
Había ido a la escuela con él. Uno de los pocos chicos que alguna vez la trataron con
respeto.
Le ofreció una sonrisa suave y señaló con la cabeza en dirección a la parte trasera
de la tienda.
―Él está bien. En la oficina con el sheriff Dewitt.
Asintió, aliviada, pero la tensión se negó a liberar su pecho.
―Gracias.
La cabeza de su padre se asomó por la puerta de la oficina. Alivio inundó su rostro.
―Gracias al Señor. Ven aquí, cariño.
Se echó a correr, saltando por encima de los montones de libros en su camino.
Cuando entró en la oficina, el sheriff Dewitt y otro de sus delegados se apartaron de
su padre. Ambos asintieron con la cabeza en señal de un saludo cortés cuando entró.
Se volvió hacia su padre, le echó los brazos al cuello y lo apretó firmemente.
Su padre le devolvió el abrazo antes de retirarse. Tomándola por los hombros, la
apartó de él y la miró.
―¿Estás bien? La madre de Lisa llamó. He estado llamándote toda la mañana, pero
no has contestado. ¿Supongo que no estabas en casa cuando fue atacada?
Negó con la cabeza.
―Lo siento. No he comprobado mi teléfono todavía. No, no estuve en casa la noche
anterior. ―El calor subió a sus mejillas, la pequeña habitación de repente era
sofocante. Otra conversación que no quería tener con su padre―. Cuando vi la
ventana, estaba muy preocupada. No estuviste aquí cuando ocurrió, ¿verdad?
Ofreció una sonrisa tranquilizadora y negó con la cabeza.
―No, cariño. Quien haya hecho esto activo la alarma. Los chicos del sheriff y él
llegaron primero.
Algo le llamó la atención, y desvió la mirada. Cat se volvió, siguiendo su mirada
hacia fuera de la puerta de la oficina, hacia la parte delantera de la tienda. Michael
se dirigía por el pasillo central, con cuidado pasando por encima del lío.
Su padre se volvió hacia el sheriff.
―Supongo que esto está conectado a esas llamadas que ha estado recibiendo.
Cat retorció las manos, los recuerdos llegando a ella.
―Por el tiempo que he estado pasando con Michael. ―Las lágrimas inundaron sus
ojos.
―No es tu culpa. ―Michael llegó a su lado, deslizando su brazo alrededor de sus
hombros, atrayéndola protectoramente contra su costado.
Esta era una acción que su padre no pasaría por alto. Se le ocurrió que debía
sentirse incómoda sobre el espectáculo, pero la fuerza sólida de Michael contra su
lado se sentía demasiado bien como para rechazarla. Hizo que el temblor que la
había abarcado hasta el momento se detuviera hasta que finalmente cesó. Una
sensación de calidez y seguridad finalmente se estableció en torno a ella.
La mirada de su padre se trasladó al sheriff. Él negó con la cabeza, con un gesto de
preocupación estropeando su frente.
―Esto tiene que detenerse, Joe.
―Mis hombres espolvorearán para las huellas digitales. ―El sheriff le llamó su
atención, su expresión suave y tranquilizadora―. Vamos a atrapar al que hizo esto.
Estoy poniendo patrullas extra alrededor de su edificio, así como aquí en la calle
principal. Usted no tiene que preocuparse. Me aseguraré de que usted y su familia
estén a salvo.
―Mientras tanto ―Michael se dirigió a su padre―, ella va a quedarse conmigo.
Su padre miró a Michael durante un largo rato, y Cat tuvo la clara impresión de
que Michael estaba siendo pesando y medido.
Michael se dio cuenta también, porque dejó caer los brazos a los costados.
―Es mi culpa que ella este en este lío. No voy a dormir sin saber si está o no segura.
Ella y yo hemos hablado de esto, pero no me importa decirle a usted también. Se
queda conmigo o acampo en su sala de estar. Diablos, voy a acampar en la puerta de
su casa si tengo que hacerlo. De un modo u otro, no voy a dejar su lado hasta que
esto termine. Hasta que no sepa que va a estar a salvo.
Los ojos de su padre se iluminaron con una sonrisa secreta que curvaba su boca.
Como si supiera algo que ellos no. Su mirada pasó a ella, con una ceja levantada.
―¿Asumo que esto está bien contigo, cariño?
Cat se mordió el labio inferior y asintió. Tomando en cuenta todo lo que estaba
pasando en la casa de Michael, fue probablemente la última cosa que debería
hacer. Hasta el momento, no había hecho otra cosa que meterla en problemas.
Alguien le había hecho daño a causa de su relación, pero él la hacía sentir segura.
Después de todo lo que había sucedido, no podía pensar en otro lugar que quería
estar más que durmiendo segura y cálida en su abrazo.
Su padre se volvió hacia Michael y sonrió otra vez.
―En ese caso, aprecio eso, hijo. Gracias.
***
Con las manos en los bolsillos, Michael se quedó mirando a Cat caminando de un
lado a otro en la acera frente a él. Habían pasado las últimas horas ayudando a su
padre a limpiar la tienda. Cuándo la librería finalmente comenzó a parecerse a un
pequeño negocio de vuelta, su padre los echó. Cat empezó a dar vueltas en el
momento en que salieron. Con su barbilla pegada a su pecho, retorcía las manos
mientras caminaba.
Le corroía verla, su agitación convirtiéndose en miedo. Conocerla fue un regalo. Le
dio paz por primera vez en diez años. Le hizo creer que el futuro podría ser posible.
Haciendo que deseara uno. Sin embargo, todo lo que había hecho era traer a su vida
un infierno.
―No estás sola en esto, Cat, lo sabes ¿verdad?
Cat se detuvo a media zancada y giro su cabeza en su dirección, una mezcla de
ternura y miedo en sus ojos.
―Lo sé. Me siento más segura contigo, pero estando juntos no hace esto mejor. Lo
hace peor. No puedo evitar preguntarme qué más va a pasar. ―Sacudió la cabeza, su
voz sonó un poco demasiado pequeña, mansa y asustada para su gusto―. No
sabemos aún qué la provocó esta vez.
El estómago de Michael se hizo un nudo. Odiaba tener que decirle esto. Si lo hacía,
sólo aumentaría el miedo en sus ojos. Viendo ese miedo sentía un proteccionismo
que nunca había sentido antes que brotaba como un tifón dentro de él. Entonces,
haría cualquier cosa para asegurarse de que nunca apareciera esa mirada de nuevo
―Más fotos, me temo.
Cat se quedó inmóvil, incluso la subida y bajada de su pecho pareció detenerse. Su
miedo era palpable.
―¿De qué?
Él dio dos pasos, cerrando de la distancia entre ellos, y frotó sus brazos en un
esfuerzo de quitar la ansiedad que salía en oleadas.
―De nosotros, cuando te traje a la casa anoche.
Su rostro palideció. Frunció el ceño, meneó la cabeza, y dijo con un tono mezclado
con repugnancia e incredulidad:
―¿Lo publicaron en el periódico?
Su privacidad fue invadida, a lo grande, por alguien que parecía seguir cada
movimiento que hacía. Él trago. Las palabras le sentaron como ácido en su lengua.
Se merecía la verdad, pero todo dentro de él se rebelaba por tener que decirle.
―No. Estaban en la parte de atrás porche cuando salía a nadar esta mañana.
―Había crecido nadando como un pez. Aunque no lo hacía a menudo, esta mañana
la tensión había llegado a él. Despertarse antes que ella le había dado tiempo para
pensar.
―Deberías habérmelo dicho. ―Parpadeó, en un tono acusador.
―Lo sé. ―Alcanzó su mano y oró para que lo entendiera―. Lo siento. Ya estás lo
bastante aterrorizada con esto. No quería asustarte más de lo que tenía que hacerlo,
pero esto cambia las cosas.
Cat apartó la mano de la de él y cruzó los brazos sobre su pecho.
―Aprecio el gesto, pero soy una chica grande, Michael.
Él le acarició la mano por el brazo, con la esperanza de tranquilizar las cosas entre
ellos.
―Tienes razón. Debería habértelo dicho. Odio haberte traído esto a ti.
La ira ardía en su sangre. Se había hecho una promesa a sí mismo la noche que
Kaylee murió. Algo así nunca volvería a suceder. No podía cambiar el pasado, haría
las cosas bien que había hecho. No traería de vuelta a Kaylee. Pero no quería perder
a alguien que le importaba. A pesar de su postura, Cat parecía tan vulnerable allí,
con los ojos abiertos y cautelosos. Eso saco su proteccionismo, de nuevo, y le tomó la
mano, la atrajo hacia él, contento cuando llegó voluntariamente a sus brazos.
―Tenemos que llevar esto un paso más allá. ―Envolvió sus brazos alrededor de ella,
con la esperanza de detener su temblor.
Ella se apartó lo suficiente para encontrarse con su mirada, sus ojos buscando en
su cara.
―¿Qué quieres decir?
Respiró hondo y se preparó a sí mismo por su negativa.
―Quiero hacerte parte de mi familia.
Frunció el ceño.
―¿Matrimonio?
―No, no matrimonio, pero casi. Un compromiso. Mi familia se protege a sí misma.
Estarás a salvo con nosotros. Mi padre se asegurará de ello. También resuelve el
problema de nosotros siendo vistos juntos. Si estamos comprometidos, la gente lo
espera. Quiero hacer nuestra relación completamente pública, por lo que vamos a
tener que hacer esto real. Lo que significa que nadie más que tú y yo puede saber
que no lo es. Quiero que los que hicieron esto, sepan que están jugando conmigo
ahora, y por defecto, con mi familia, también. Quiero que sepan que no me voy a
rendir y hacerme el muerto. Si quieren una pelea, tienen una.
―Sólo no hemos conocido por unas pocas semanas. ―Un rubor intenso se filtró en
sus mejillas. Con las manos apoyadas en su pecho, se alejó de su abrazo―. ¿Qué dirá
la gente?
―No tienen que saberlo. Regresé hace dos años. Todo lo que saben es que nos
conocimos entonces, y hemos estado viéndonos en secreto todo este tiempo. Es más,
estoy dispuesto a apostar que les encantará. Las personas se regodean de esta clase
de cosas.
Cruzó los brazos sobre su pecho y volvió la mirada hacia la acera.
―Vas a través de una gran cantidad de problemas por mí. ¿Por qué harías eso?
Más allá de esas paredes vio a la pequeña chica que debió haber sido una vez,
atormentada por algo que no era su culpa. Que cuestionara sus motivos le dijo que
no estaba acostumbrado a la gente que deseaba protegerla. Toda la idea hizo que la
acercara en sus brazos, refugiándola del mismo mundo contra el que luchaba. Él
extendió su brazo y levantó su barbilla.
―Quise decir lo que le dije a tu padre. Es culpa mía que estés en este lío. Ese
fotógrafo estaba siguiéndome a mí, no a ti.
―¿Qué consigues con esto?
Deslizó sus manos en su cabello, atrayéndola más cerca.
―Tú. A salvo. Me mataría si algo te pasara, Cat.
La ternura brillaba en sus ojos. Por un largo rato, se miraron el uno al otro,
perdidos en la conexión comprimida entre ellos, tan fuerte que lo aturdió con la
simplicidad de la misma. Ella tenía una influencia en él que no podía ignorar más,
una que encontró simultáneamente temporal y terrorífica. Anhelaba, más que nada,
entregarse y dejar que esta mujer entrara en su corazón por primera vez. Dios, cómo
le hacía desear la dulce paz que esos ojos le prometían. Tenía ganas de envolverse
en ella y nunca más salir.
Incapaz de contenerse, rozó su boca sobre la de ella. A pesar del hecho de que
estaban de pie en la acera, en público, con sus labios fundidos bajo los suyos. Ella se
levantó sobre sus pies, con las manos apoyadas en su pecho, abrazando la tela
demasiado fina. Cuando por fin se retiró, estaba sin aliento y temblando. Presionó
su frente contra la de ella por un momento para recuperar el aliento. Para recuperar
un poco la apariencia de control. Dios, el poder que ejercía sobre él.
―No voy a dejar Crest Point hasta saber que estas a salvo.
Sacudió la cabeza, con los ojos brillando con ternura, gratitud y una pizca de
remordimiento.
―Eso es muy dulce. Nadie más que mi padre ha hecho eso por mí. No puedo dejar
que pierdas tu vida por mí.
Acarició con sus dedos sobre su piel.
―No voy a renunciar a nada, Cat. ―Luego sonrió, con la esperanza de aliviar el
momento, para ver algo aparte de preocupación iluminando sus ojos―. Además, no
es tu elección. Estás atrapada conmigo, nena.
Capitulo 8
Traducido por Nelly Vanessa, Mir y Xhessii
Corregido por Brenda Carpio
Cat no pudo evitar que su mandíbula cayera abierta cuando Michael la llevó por el
umbral y cerró la puerta detrás de ellos. El interior de la casa era tan grande como
parecía desde fuera y tan hogareño. El lugar tenía techos altos, y todo, desde las
paredes hasta las vigas que sostenían la estructura del techo estaban hechos de
madera de roble claro, todo pulido para que brillaba.
Lo que parecía ser una sala de estar se desplegaba frente a ellos, mullida y hecha
en tonos tierra. En la pared trasera había una chimenea de piedra, actualmente
ardiendo con un hermoso fuego. Una preciosa mesa de centro de madera tallada;
ventiladores encendidos; cuadros estratégicamente colocados con marcos hogareños
más naturales; alfombras para añadir estallidos de color. Todo brillaba, tan limpio y
sin manchas que parecía que nadie vivía aquí. Era exquisito. El lugar parecía como
si hubiera salido de una revista, y dentro de él, todavía se sentía fuera de lugar.
―¿Creciste aquí? ―No pudo ocultar el temor en su voz.
Michael dio una risa silenciosa detrás de ella, sin duda porque estaba con la boca
abierta.
―Es algo, ¿no? Gabe y yo solíamos juagar al escondite cuando éramos pequeños. A
veces me llevaba horas encontrarle. Espera hasta ver el jardín trasero.
―Es tan… limpio. ―Ella miró a la brillante superficie de la mesa redonda de café en
el medio de la habitación. Apostaría dinero a que no había ningún aro en esa mesa,
como las que había en casa de su padre.
―Mi madre es una fanática. Una de esas mujeres que piensan que la limpieza está
cerca de lo divino. Le diré que has dicho eso. Te amará.
Ella dejó salir una risa silenciosa y se dio la vuelta. Michael la observaba con ojos
dulces que instantáneamente derritió sus nervios.
―No va contigo. ―Con pantalones vaqueros usados y chaqueta de cuero negro,
parecía tan fuera de lugar en esta casa como se sentía ella.
―Es hermoso pero es un poco demasiado para mi gusto. ―Él se encogió de
hombros―. Nunca pude averiguar por qué mis padres necesitaban cuatro pisos
cuando nunca usamos la mitad de las habitaciones.
―Eres un hombre simple. ―Sus palabras la noche que se conocieron volvieron a ella
otra vez.
Él sonrió, el reconocimiento parpadeando en sus ojos.
―Algo como eso. ―Se encogió de hombros, se quitó la chaqueta y la dejó en una
percha en la puerta, luego estiró la mano y entrelazó sus dedos―. Vamos.
La puso a sus espaldas mientras se movía hacia una puerta a la izquierda. La
habitación quedó a la vista, pero Michael se detuvo tímido de entrar en ella. La
habitación de la familia, adjuntada a la cocina, se extendía frente a ellos, tan grande
como la sala de estar. Sentados en torno a varios de los muebles de cuero mullido
había cinco personas que asumió que eran su familia. Todo el mundo parecía estar
enfrascado en una conversación. Ninguno de ellos se dio cuenta de ella y Michael.
Michael se movió para ponerse tras ella. Una mano colocada alrededor de su
cintura, sosteniéndola contra él, mientras inclinaba su cabeza junto a su oreja. Su
voz era un zumbido bajo e íntimo que la hipnotizó.
―Quiero señalar a todos antes de que se den cuenta de que estamos aquí y se junten
a tu alrededor. Ese ―señaló a un hombre imponente que sostenía una niña con
coletas―, es mi hermano, Gabe. La niña pequeña es su hija Mia. Sentada frente a él
está su esposa, Lilly. Gabe lleva la gestión para mi padre, pero como puedes ver,
Lilly está embarazada. Así que, por el momento, él está llevando el Roadie’s.
Cat le miró.
―Así que el bar sí que pertenece a tu familia.
Michael sonrió, calidez en sus ojos.
―Sí. Ha estado en nuestra familia durante generaciones. Empezó como un antiguo
salón para los buscadores de oro. Papá odia el lugar, pero mamá no le dejo venderlo.
Dice que es historia.
Cat se volvió hacia la habitación. Una mujer de cabello oscura sentada en el sofá
sostenía otra niña ligeramente más pequeña.
―¿Esa que sostiene a la niña pequeña es tu madre?
Abby Brant parecía diferente de la foto en la pared de su cocina. Más vieja, las
líneas de su rostro más pronunciadas. Su cabello era más largo y ahora tenía un
toque de gris.
―Mm. Ten cuidado, le gusta abrazar.
La burla en su voz la hizo sonreír, a pesar de sí misma, alivió otro nudo en su
estómago.
―Gracias por la advertencia.
La risa retumbó fuera de él, suave e íntima. Se acercó más, su brazo apretándose
alrededor de ella.
―La niña pequeña en su regazo es Amy. Tiene dos años. La segunda de Gabe y Lilly.
El hombre en el sillón a la izquierda es mi padre.
Recordando sus advertencias, su estómago se encogió, pero no tuvo tiempo para
reflexionar sobre el pensamiento mientras Michael continuaba con sus
presentaciones.
―La mujer de aspecto formidable que está discutiendo con él ―diversión y cariño se
mezclaban en su tono cuando señaló a una mujer de cabello blanco que parecía estar
en sus mediados setenta―, es mi abuela. La madre de mi padre. Ella y mi madre
hacen turnos para cocinar los domingos. Esta noche es su turno.
―¿No tienen un cocinero? ―¿No tenían todos los ricos, cocineros y sirvientas y
mayordomos?
―Bueno, normalmente a mi madre y mi abuela no se les ocurriría contratar a uno.
Mi abuela es muy tradicional. Mamá finalmente se rindió hace unos pocos años y
contrató a Silvia, pero le dan libres los domingos. Cenar juntos como una familia es
una tradición.
Ella le miró.
―¿Los echabas de menos?
Algo suave encendió sus ojos mientras la estudiaba.
―Sí, en realidad lo hacía. Echaba de menos la comida de mi abuela, la incesante
necesidad de mi madre de abrazar, echaba de menos pasar el tiempo con mi
hermano, pero… Papá es una espada de doble filo. Las cosas siempre eran difíciles
con él. ―Estuvo callado un momento, mirando a la habitación más allá, su humor
pesado y melancólico, luego se sacudió. Una sonrisa se dibujó en las comisuras de su
boca, la maldad brillando de repente en sus ojos―. Puedes echarte atrás ahora si
quieres. No te han visto.
Su burla destinada a ponerla nerviosa, pero para sorpresa de Cat, tuvo
exactamente el efecto contrario.
―¿Estás tan tenso como yo? ―Ella le sonrió. Seguro que él no lo parecía. Parecía tan
relajado como siempre. Como si nada le perturbara.
Él se encogió de hombros.
―¿Honestamente? Un poco. No tengo ni idea de cómo va a reaccionar mi padre.
La pregunta le molestaba en la parte posterior de su mente, exigiendo que fuera
dicha en voz alta.
―¿Puedo hacerte una pregunta personal?
―Puedes preguntarme lo que sea. ―Los dedos en su cintura acariciaron suavemente,
una ternura en su voz le hizo cosquillas en los dedos del pie―. No tengo mucho que
ocultarte.
El corazón le dio un vuelco. Tenía un poco de miedo de preguntar, pero estaba
curiosa de todos modos.
―¿Dónde está tu abuelo?
―Se divorciaron hace años. Cuando… ―Su voz se apagó, pero no necesitaba
terminar la declaración. Ella sabía lo que quería decir. Sus abuelos se divorciaron
por su madre. El brazo alrededor de su cintura se apretó, cálido y tranquilizador―.
Lo siento.
Ella suspiró, agradecida pero todavía asustada.
―Está bien. Es sólo que…
―No van a usarlo contra ti. Si lo hacen… ―Él le guiñó un ojo―. Me tienes a mí.
Fue la silenciosa sinceridad en su expresión lo que llegó a ella, finalmente
calmando el último de sus nervios. Una vez más, su silenciosa fuerza y apoyo
probaron exactamente lo que ella necesitaba.
―¡Michael! Ahí estás.
Ambos se volvieron hacia la voz femenina. Su madre se levantó del sofá y se movió
en su dirección. Todos los ojos se pusieron en ellos, y el estómago de Cat dio un giro,
su corazón tomando un sitio firme en su garganta.
Michael se inclinó hacia ella otra vez.
―No muestres miedo ―susurró las palabras en su oído, su cálido aliento
atormentando la zona sensible debajo de su oreja―. Pueden sentirlo.
Un escalofrío recorrió la longitud de su columna vertebral, en dirección contraria
al temblor nervioso. Ella le miró.
Una sonrisa pícara tiraba de las comisuras de su boca.
Ella se vio presionada para no devolvérsela.
―Eso ayuda. Gracias.
―Cuando quieras. ―Michael guiñó un ojo.
El brillo coqueto en sus ojos la dejó sin aliento. Por un momento, estuvo atrapada
en un deseo intenso de volverse y capturar su boca. Él estaba en buena forma esta
noche, obviamente tratando de tranquilizarla. Le estaba agradecida por eso. Le
hacía irresistible. Bajo el cuero y el duro margen exterior se encontraba el corazón
de un hombre sensible. Uno que estaba capturando su corazón muy rápidamente.
Cuando su madre se detuvo frente a ellos, lanzó una mirada entre ellos dos,
ofreciéndole a Cat una sonrisa amable que iluminó su rostro.
―Esa debe ser tu sorpresa.
Michael se volvió hacia su madre, poniendo ambos brazos en la cintura de Cat,
sosteniéndola contra él. Un atrevido movimiento posesivo que los ojos de su madre
no se perdieron.
―Mamá, esta es Cat.
Sin estar segura de cómo saludar a la mujer, Cat incómodamente extendió su
mano, rezando por que la mujer no se diera cuenta de cómo temblaban sus dedos.
―Cat Edwards. Es un placer conocerla.
Los ojos de la mujer mayor se arrugaron en las esquinas mientras negaba con la
cabeza.
―En esta familia abrazamos, cariño.
Ignorando completamente su mano, su madre la sacó del agarre de Michael a sus
brazos, envolviéndola en un abrazo apretado y una nube de perfume suave floral.
Inmediatamente arrastrada por el calor de su madre, Cat le devolvió el abrazo.
―Edwards. ―Agarrándola por los hombros, su madre la empujó hacia atrás de
repente, su ceño fruncido―. Eres la hija de Jonathan.
Cat sonrió tímidamente y asintió, un poco más que aliviada de que su madre
recordaba a su padre y no su madre.
―Sí, señora.
―¿Cómo está tu padre, cariño? ―La Sra. Brant elevó las cejas, un interés sincero en
sus ojos que decía que no estaba simplemente siendo educada, sino que realmente se
preocupaba.
―Está bien. Envía sus saludos.
Su madre liberó sus hombros y tomó su mano en su lugar, palmeando su palma.
―Bueno, dile que le llamaré en unos pocos días. Nos reuniremos otra vez para cenar
muy pronto.
Cat asintió.
―A él le gustaría eso.
Volviéndose para mirar a Michael, el ceño de su madre se frunció otra vez. Su
expresión se ensombreció, suave y maternal.
―No has traído alguien a casa para que conozca a la familia en años, querido.
Michael puso sus manos en los hombros de Cat, sus palmas cálidas y
tranquilizadoras. Ella tragó fuerte. Ahí va eso.
―Tengo que hacer un anuncio, pero quiero dar a Cat la oportunidad de conocer a
todos primero.
Su madre le miró por un momento, luego la comprensión apareció en sus ojos.
―Por supuesto. ―Volviéndose hacia Cat, agarró su mano, dirigiéndola a la
habitación―. Ven conmigo, querida. Te presentaré.
***
Sentada en el sofá entre su madre y su abuela media hora después, Cat volvió la
cabeza buscando a Michael. Estaba con su hermano junto a la chimenea, las manos
metidas casualmente en sus bolsillos. Los dos hombres parecían enfrascados en una
conversación. Como si sintiera su mirada, Michael volvió la cabeza y atrapó su
mirada. Algo tierno y lleno de calor pasó entre ellos. La silenciosa intensidad envió
un delicioso pequeño escalofrío por su columna vertebral, sólo para asentarse cálido
y familiar en la boca de su estómago.
En la última media hora, él la había confiado al cuidado de su madre pero parecía
cernirse cerca. Nunca estaba más lejos de unos pocos metros y siempre la
observaba con ojos intensos que la hacían estremecerse. Su continua atención le dio
una extraña sensación de familiaridad y pertenencia. Como si esto no fuera un
pretexto en absoluto, sino que sus vidas habían sido verdaderamente unidas. Ahora
esos ojos oscuros tenían un indicio de posesión.
Su hermano palmeó su hombro luego se volvió y serpenteó hacia su esposa,
actualmente sentada con las piernas cruzadas en el suelo con las dos niñas.
Manteniendo su mirada, Michael extendió su mano en una invitación silenciosa.
Ella tocó el brazo de su madre, murmuró sus disculpas, y se levantó, cruzando la
habitación hacia él como si fuera empujada por algo más fuerte que la gravedad de
la tierra.
Cuando su mano se deslizó en la de él, la trajo hacia él, poniendo sus manos en sus
caderas.
―¿Cómo lo estás llevando?
Ella sonrió.
―Tenías razón. Tu madre es la calidez personificada, pero no creo que le guste a tu
padre.
Michael frunció el ceño, su boca estableciéndose en una línea fina y dura.
―Te ha hecho la Inquisición Española.
―Sí. Demandó saber quién era, de dónde era, y cuáles eran mis intenciones hacia su
hijo. ―Había sido una experiencia estresante. Sólo rezó por darle las respuestas que
él quería.
Michael negó con la cabeza.
―Lo siento. Espero que no sea demasiado, pero no quiero arriesgarme a contarle la
verdad a todos. Creo que estarás más segura si todos piensan que es real.
Ella colocó sus manos en su pecho, disfrutando la calidez y solidez de su cuerpo. Le
tranquilizó. Después de estar entre extraños, estar con él se sentía como ir a casa.
―No tienes que hacer esto, lo sabes.
Esa intensidad se filtró de nuevo en su mirada.
―Creo que ya hemos discutido esto. Haré lo que haga falta para mantenerte a salvo.
Mi padre es un hombre duro, pero a la hora de la verdad, no dudará en defender a
su familia. Tú eres familia ahora.
Eso era lo que más la asustaba. Podía imaginar fácilmente que esto fuera algo
semanal, cenar todos los domingos con su familia. El pensamiento caló en sus
huesos, cálido y familiar. Había anhelado ese sueño toda su vida, tener una familia
para volver a casa todos los días. Ahora Michael hizo que su anhelo fuera una parte
permanente de su mundo.
―La cena está lista, todos.
Con el sonido de la voz, Cat se dio la vuelta. La Sra. Brant estaba en la parte
trasera de la habitación, una cálida y orgullosa sonrisa en su rostro.
―Vengan, vengan. ―Sacudió las manos―. A comer.
Lentamente, uno por uno, todos salieron de la habitación. Con la mano en la parte
baja de su espalda, Michael la guió a un comedor formal por el pasillo. Otra
habitación que la asombró.
―¿No hay habitaciones pequeñas en esta casa, no? ―Asimiló la habitación alrededor
de ella mientras Michael la guiaba a un asiento cerca del final de la mesa.
Tomando asiento junto a ella, Michael rió silenciosamente.
―Sólo los armarios.
La habitación contenía una gran mesa de caoba en el centro, con un mantel de
encaje blanco, en el centro del cual había pequeñas velas en candelabros dorados a
cada lado de un gran ramo de lirios tigre naranja. Una araña dorada colgaba del
techo, las pequeñas bombillas se asemejaban a velas, bañando el espacio en una luz
suave y cálida.
La comida resultó ser simple y hogareña pero espectacular. Una olla con asado de
carne cocida con zanahorias y cebollas y a un lado cremoso puré de patatas, todo ello
servido con rebanadas de pan caliente y una ensalada fresca.
―La comida está deliciosa, Sra. Brant. ―Cat sonrió a través de la mesa a la mujer
mayor.
Los ojos de su madre se arrugaron en las esquinas con su cálida sonrisa.
―Por favor, llámame Abby, querida. Sra. Brant me hace sentir muy vieja. ―Rió
silenciosamente y miró su plato para pinchar un poco de asado antes de levantar
otra vez la vista. Sus cejas se levantaron en una pregunta silenciosa―. ¿Concinas,
querida?
Cat se encogió de hombros, tomando un momento para masticar y tragar antes de
responder.
―Funcional. Autodidácticamente en su mayoría. Me temo que ninguno de mis
padres cocinaba.
Abby le lanzó una mirada mientras tomaba una cucharada de patatas.
―Nunca tuviste a nadie que te enseñara entonces.
Cat negó con la cabeza mientras pinchaba un trozo de carne asada.
Abby hizo una pausa, su tenedor deteniéndose en el aire, se le iluminó el rostro.
―Tú y yo deberíamos juntarnos entonces. Hay mucho que puedo enseñarte. Enseñé
a mis dos chicos a cocinar. ―Sonrió con orgullo antes de volver un ceño fruncido
severo y maternal hacia Michael a su lado―. Asegúrate de volverla a traer el
siguiente domingo.
―Sí, señora ―Michael sonrió, educado y agradecido, antes de elevar su vaso de agua
a sus labios y tomar un sorbo.
―Ven temprano. ―Su madre se volvió otra vez a Cat―. Puedes ayudarme a hacer la
cena.
Una calidez inexplicable floreció en el estómago de Cat.
―Me gustaría eso.
La mirada de su madre cambió, ya no era educada y cálida, sino más sombría.
―Michael, querido, este anuncio que tienes que hacer. ¿Piensas hacernos saber de tu
pequeño secreto pronto? ―Sus cejas se elevaron en expectación.
Cat tragó. Oh chico. El momento de la verdad había llegado.
―Sí, Michael, libéranos del anzuelo. Nos estamos muriendo aquí. ―Al final de la
mesa, un destello pícaro se encendió en los ojos de Gabe que casi hizo que Cat
quisiera reír por su familiaridad. Aparentemente, ambos hermanos compartían el
carácter travieso.
―¿Estás lista? ―La voz de Michael fue un suave zumbido en su oído.
Se volvió para mirarle a él otra vez. Parecía asombrosamente calmado mientras su
estómago se estaba retorciendo en un nudo.
―Tanto como lo estaré.
Su mano se deslizó sobre la de ella donde descansó en su muslo bajo la mesa.
―Está bien. Supongo que es la hora. Le he pedido a Cat que se case conmigo.
Expresiones pasmadas les dieron la bienvenida, la habitación volviéndose
extrañamente silenciosa. Mariposas nerviosas empezaron a volar en su estómago,
haciendo que Cat tuviera náuseas. Mirando a Michael, le lanzó una sonrisa
tranquilizadora, pero sus dedos se apretaron alrededor de los suyos, diciéndole que
él no estaba tan seguro como parecía. El conocimiento le dio consuelo. Al menos no
estaba sola en esto.
En la mesa, las cejas de Gabe se elevaron.
―¿Tú quieres casarte? ―Habló como si fuera la cosa más absurda que nunca había
escuchado.
Los ojos de su madre se movieron entre Cat y Michael, confusión reflejándose en
su frente.
―Cariño, has estado en el pueblo por dos semanas.
El Sr. Brant, sin embargo, se limitó a gruñir antes de dar una mirada de
desaprobación a través de la mesa a Michael.
―¿Tengo que recordarte qué pasó la última vez que quisiste casarte con alguien?
¿Cómo es que estás tan seguro de que ella es la indicada? ¿Que no terminará como
la última?
Michael se puso rígido junto a ella, sus dedos congelándose en los suyos.
―Y yo que pensé que ya habíamos superado eso.
El tono abatido de su voz hizo que Cat lo mirara.
Él miró a la mesa, su ceño fruncido. Después de un momento, levantó la cabeza.
―Sabes, no tenía que haber traído a Cat a casa. Dije esto en el hospital, y lo diré
otra vez, lo que pasó hace diez años no fue culpa mía. Yo no apreté el maldito gatillo.
Admitiré que he cometido mis errores, papá, pero he madurado. Deseo como el
infierno que dejes de colgarlos sobre mí. Cada persona en esta habitación ha
cometido errores. Incluyéndote a ti.
El silencio una vez más cayó sobre la habitación. El Sr. Brant levantó la barbilla,
un destello obstinado en sus ojos. Aparentemente, el hombre mayor se negaba a
ceder.
―No he venido aquí a pedir tu aprobación. Pensé que tal vez después de todo este
tiempo podríamos enmendar una valla en alguna parte, pero obviamente estaba
equivocado. ―Michael negó con la cabeza y se puso de pie, tirando su silla hacia
atrás con sus rodillas. Lanzó una mirada de disculpa a Cat―. Lo siento. Necesito un
poco de aire.
Su sincera admisión de la noche del cuatro volvió a ella, sus palabras dichas
suavemente grabadas con dolor. Su corazón dolió por él. Obligada a ofrecer algún
pequeño consuelo, tomó su mano y le dio a sus dedos un suave apretón.
Sus rasgos se relajaron. La ternura y la gratitud destellaron en sus ojos, y sus
dedos se apretaron alrededor de los de ella.
―Michael, siéntate. ―La voz autoritaria vino desde el otro extremo de la mesa,
donde la Sra. Brant estaba sentada con la bebé Amy en su regazo, su ceño fruncido
con enfado―. He observado esto durante demasiado tiempo y he mantenido mi
lengua, esperando que ustedes dos eventualmente maduraran y superaran sus egos.
Los dos hombres más obstinados que he conocido. Testarudos y actuando
como niños. Ambos son tan parecidos que ni siquiera pueden verlo. Esto termina
aquí. Ahora. ―Se levantó, se movió alrededor de la mesa y entregó Amy a Gabe
antes de volverse hacia Michael―. ¿Qué es lo que ves en esta chica?
Michael puso los ojos en blanco.
―¿Realmente importa, mamá?
La Sra. Brant volvió a su asiento, su expresión calmada pero inflexible.
―Te he hecho una pregunta, joven, espero una respuesta.
Michael se volvió para estudiar el rostro de Cat. Después de un largo momento,
sus ojos se suavizaron, y se hundió en la silla detrás de él.
―Eso es fácil. Me toma como soy. No espera nada de mí, no pregunta por más de lo
que yo quiero decir. Me acepta por mí mismo. Pasado feo y todo. Ha pasado por nada
más que el infierno desde que yo llegué aquí, pero de alguna forma, aún dijo sí.
La intensidad en sus ojos la hizo temblar. Algo real, algo suave y tierno, pasó de él
a ella y de vuelta. Era un gesto simple pero uno que decía mucho, y el momento
envolvió su corazón. Era otra parte de él por la que quería estar ahí para siempre.
Una conexión para toda la vida con un hombre que la hacía sentir, por primera vez
en su vida, que su corazón finalmente había encontrado un hogar.
Un hecho que encontraba simultáneamente consolador y terrorífico. Había soñado
toda su vida con ser querida por quien era, con que la gente finalmente la viera
aparte del pasado sórdido de su madre. Que la juzgaran basándose en sus méritos.
Ahí estaba, haciendo eco desde el fondo de sus ojos.
―Seis meses.
Todos los ojos se volvieron al Sr. Brant, quien estaba empujando la comida
alrededor de su plato. Él tomó un bocado, masticó y tragó, antes de mirar a Michael
con una expresión impasible.
―Quiero seis meses.
Michael se volvió hacia su padre, con las cejas levantadas en sorpresa.
―¿Quieres que esperemos seis meses antes de que nos casemos?
El Sr. Brant asintió y sacudió su tenedor hacia él.
―Si ustedes dos pueden aguantar seis meses, les daré mi bendición.
Michael estudió la expresión de su padre.
―¿Y estarás feliz con ello? ¿Sin comentarios negativos o malos deseos? Porque al
final voy a casarme con Cat con o sin tu bendición.
Otra vez el Sr. Brant se tomó su tiempo para responder y pinchó un poco de
comida.
―La expresión en el rostro de ella cuando respondiste la pregunta de tu madre me
ha dicho todo lo que necesito saber. Sospecho que tu madre sabe eso. ―Lanzó una
mirada tierna a su mujer antes de apuntar el tenedor en la dirección de Cat―. Puede
que sea un viejo tonto y testarudo, pero si no me equivoco, esa chica está enamorada
de ti. Así que sí…
El Sr. Brant continuó hablando, pero Cat dejó de escuchar. No podía oír por
encima del repentino rugido en sus oídos. La sangre se drenó de su rostro mientras
las palabras del hombre hacían eco por su mente. Esa chica está enamorada de ti.
La comprensión se apoderó de ella como la marea. ¿Se había enamorado de él?
Una mirada a los ojos de Michael, al calor y la ternura que había ahí, y supo que
sí. En las profundidades de sus ojos oscuros, también vio el mismo miedo que
agarraba su pecho. Algo había pasado entre los dos que ninguno había anticipado.
Capitulo 10
Traducido por yanli
Corregido por carosole
Cat se paseaba delante del club, a lo largo de los mismos cuatro cuadrados de
cemento gris apagado y de regreso, retorciéndose las manos mientras lo hacía. Sus
oídos estaban entrenados para el silencio a su alrededor mientras esperaba,
sabiendo que en cualquier momento, Michael estaría allí, de pie delante de ella. En
cuestión de minutos, finalmente podría envolver sus brazos a su alrededor. El
tiempo, por desgracia, parecía pasar lentamente. Los segundos pasaban volviéndose
dolorosos minutos.
No estaba del todo segura de lo que debía esperar, o de cómo saldría. Los conflictos
todavía se interponían entre ellos. Había llamado a su madre hace diez minutos,
después de colgar con Michael. La señora Brant le aseguró que su padre no estaría
solo, pero no había podido atajar el incómodo nudo retorciéndose en su estómago. O
sofocar las preguntas.
Sólo sabía que no podía dejar de escuchar su voz ronca en su oído, sus palabras
habían sido tan fuertes como la emoción expandiéndose en su pecho. Ese “Te amo y
quiero estar donde quiera que estés”.
Cuando por fin se oyó el familiar estruendo de su moto en esa esquina final hacia
la calle principal, se volvió para observar su progreso. Su corazón se aceleró, pero
cuando él se detuvo a su lado y apagó el motor, una emoción se destacó por encima
del resto: necesidad. Su padre estaba en lo cierto; el amor era todo lo que importaba.
Sólo que no tendría que renunciar a él.
Apenas había desmontado, dejando el casco en el manillar izquierdo y sacando sus
llaves, antes de que ella se adelantara.
De pie en la calle, le echó los brazos alrededor de su cintura, hundiendo la cara en
su pecho y respirando su olor, a jabón y a cuero y a algo único, masculino y todo
Michael.
―Estaba tan asustada de no volverte a ver nunca.
Sus brazos se cerraron alrededor de ella, y enterró su cara en su cabello.
―He estado sentado al lado de la carretera intentando pensar en una buena razón
para seguir adelante. ―Su voz fue baja en su oído.
Sin soltar su agarre, ella se retiró lo suficiente para mirarlo.
Sus ojos oscuros brillaron hacia ella, tan tierno que su corazón se derritió en un
charco a sus pies. Si dudaba de lo que sentía por ella, no lo hacía ahora.
―¿Y a que conclusión llegaste?
―Que no puedo soportar estar sin ti, tampoco. Decidí que mi padre está en lo
correcto. Es tiempo de volver a casa. ―Apoyó la frente contra la suya―. Creo que sólo
necesitaba algo para volver a casa.
Ella se quedó sin aliento. ¿Se podía atrever a creerle a sus oídos?
―¿Te mudarás de vuelta a Crest Point?
―Sí y no. Me tomará algún tiempo reorganizarme, pero podría abrir una tienda
aquí. Mi pareja, Casey, piensa que es una buena idea. Es hora de que amplíe mis
horizontes. ―Sus ojos ardieron en los de ella, bajando la voz a un murmullo áspero―.
Tú me haces sentir... completo. La muerte de Kaylee me persigue, pero de alguna
manera, cuando estoy contigo, no siento nada más que paz. ―Él levantó una mano y
le quitó el cabello de la cara―. No estoy dispuesto a renunciar a eso.
―Te amo. ―Las palabras salieron de su boca en un susurro ahogado. No le hicieron
justicia a la emoción atrapada en su pecho ni a la que obstruía su garganta, pero era
todo lo que tenía.
―Te amo, también. ―Él la besó suavemente quedándose allí por un largo, tierno
momento antes de retroceder―. Cásate conmigo. En serio.
Sus ojos se llenaron y desbordaron, calientes lágrimas cayeron por sus mejillas,
haciendo que no pudiera hablar. Por no tener que renunciar a él de nuevo, para
estar allí cuando abriera sus ojos cada mañana, doblándose en él cada noche,
mientras dormía. Ya se pertenecían el uno al otro. Cada uno había reclamado al otro
la primera noche. Esto sería simplemente hacerlo oficial.
―Me gusta la idea. ―Se las arregló para empujar las palabras a través de su
garganta, de su voz quebrada.
―El Palacio de Justicia abre a las ocho y media mañana. ―Su no tan sutil sentido
quemó en sus ojos oscuros.
Ella dejó escapar una risa tranquila, quitando la humedad de sus mejillas.
―Tu madre nos matará.
Él sonrió, siempre el chico malo.
―¿Quién dice que tiene que saberlo? Nos casamos mañana, y no se lo decimos a
nadie. Mi madre todavía puede tener su gran boda. Todo el mundo estará feliz.
Ella puso los ojos en blanco, apretándose en él.
―Estará por toda la ciudad para la hora del almuerzo.
Sus brazos se apretaron alrededor de ella.
―Mm.
―O podríamos esperar. ―No pudiendo resistirse a burlarse de él, se mordió
juguetonamente el labio inferior y agitó sus pestañas hacia él.
Las comisuras de sus labios se movieron, pero para su crédito, no sonrió. En su
lugar, entrecerró los ojos, juguetón, en reto.
―¿Todavía no puedes decidir si me quieres?
Ella se levantó de puntillas, susurrando contra su boca.
―Estoy muy segura de que te quiero. Creo que lo supe esa primera noche.
Él bajó la voz, ronca y tentadoramente.
―Entonces cásate conmigo.
―Nada me encantaría más que eso ―susurró contra su boca mientras lo besaba de
nuevo.
Él la besó lentamente, sus labios navegaron por los de ella en un tierno
intercambio que la hizo fusionar su cuerpo en el suyo. Después de un largo,
persistente momento, él se retiró.
―Todavía tengo que volver. Tengo una entrevista la próxima semana y con las cosas
tan cambiantes, Casey y yo tenemos un montón por clasificar. ¿Te irás conmigo?
Podrás volver en cualquier momento que desees. O tu padre podría volar para ir a
vernos.
―¿No me tendrás prisionera?
Él se inclinó y pasó los dientes sobre su oreja.
―Ya habrá tiempo para eso después. ―Se apartó, sus ojos buscaron en los de ella―.
Entonces, ¿irás?
¿Él tenía miedo de que realmente no lo hiciera?
―Quiero estar contigo, Michael.
Ella colocó una mano sobre su corazón.
―Siempre.
―Vamos a casa. ―Él rozó sus labios sobre la de ella.
Ella apretó su cuerpo contra el suyo, afirmando su agarre en él mientras se
levantaba sobre los dedos de sus pies y se reunía con él a mitad de camino.
―Ya estoy en casa.
Fin
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