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Caperucita roja

Caperucita era una pequeña niña que amaba a su abuela, quien vivía en medio del
bosque, y siempre que podía la ayudaba con las tareas de la casa y se quedaba a tomar
el té con ella por las tardes.
Un día la madre de Caperucita le preparó unos ricos pastelitos y otras cosas deliciosas
para que Caperucita se lo lleve a su abuela, que se encontraba muy enferma.
Camino hacia el bosque se cruzó con el Lobo Feroz, quien muy astutamente le preguntó
hacia donde iba. Caperucita, un poco inocente, contó que iba donde su abuelita que
estaba enferma.
Entonces el astuto lobo la invitó a jugar una carrera hasta la casa de su abuela, él lobo
se fue por el camino más corto y llego primero a la casa y se comió a la abuelita.
Mientras tanto, Caperucita se distrajo recogiendo flores por el camino, olvidando la
prisa por llegar a la casa de la abuelita. En aquel momento un cazador se percató que
algo raro sucedía, puesto que había visto al lobo hablando con la niña y era raro que
ella tome un camino diferente, por lo que decidió seguirla.
Finalmente, luego de un buen rato llegó la pequeña caperucita y llamó a la puerta.
– ¿Quién es? Dijo el lobo con voz temblorosa como la de la abuela.
 Soy yo, caperucita roja
 ¡Adelante nietita, por fin llegaste! Dijo el lobo
Cuando caperucita roja entró, fue directo a la habitación y se sorprendió al ver tan
diferente a su abuelita.
 Abuela ¡que ojos tan grandes tienes!
 Sí, es que así puedo mirarte mejor
 Abuelita ¡que orejas tan grandotas tienes!
 Pues claro, es para escucharte un poco mejor
 Pero abuelita, ¡que dientes tan enormes tienes!
 ¡Si! ¡Son para comerte mejor!
Al finalizar esta palabra el Lobo devoró a Caperucita, pero quedó tan pesado y
satisfecho que se durmió en la cama de la abuela.
En ese momento llegó el cazador, sabiendo que algo raro sucedía. Entró y la abuela y
Caperucita no estaban por ningún lado, pero el lobo sí, muy dormido y gordo.
 No hay duda, Caperucita roja y la abuelita están en el estómago de este malvado
lobo, dijo el cazador
En ese momento, el hombre sacó su cuchillo y abrió la panza del animal, liberando a
las dos que aún estaban vivas.
Para darle un buen castigo el cazador tomó varias piedras y se las colocó en el
vientre del lobo, y luego se la cosió.
Al otro día, el animal fue al río a beber agua y estaba tan pesado que se cayó y ahogo.

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