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Acerca De “Wanderlust”

Asumiendo el arte de pasear como tal es posible constatar entonces que los paseantes son artistas,
artistas que se nutren de la vista y se conmueven acerca de lo cotidiano, que se embriagan de emoción y
que aprecian la belleza donde otros simplemente pasarían de largo. Un paseo es algo más que un simple
“salir a despejarse”. Los autores paseantes están ahí para demostrarnos que sus mejores ideas han
surgido a una velocidad menor de tres kilómetros por hora y lejos de escritorios o entornos cerrados. El
hombre, en su afán de distinguirse y diferenciarse de las otras bestias, sostiene que a través de su andar
(erguidos y no en cuatro patas) se posiciona por encima en el ámbito intelectual. ¿Es una casualidad
que parís sea denominado entonces como el país que da origen a la mítica figura del flâneur? Puede que
no. Tratándose de una urbe que es mundialmente conocida por su espíritu de renovación y revolución
no es una sorpresa que se revolucione también el simple acto de andar. Es parís, con sus calles
misteriosas y llenas de memoria el lugar ideal para perderse y dar cuenta de la vida a través de una
experiencia estética que se presentaba innovadora y salvaje en una época de cambios drásticos y en la
que la sombra del “progreso” se hacía cada vez más y más notoria sobre las vidas de sus habitantes. El
caminar ofrece pues una visión distinta del mundo, una cosmogonía que de no ser presenciada en carne
propia carece de significados reales. La revolución industrial dibuja un horizonte incierto, tan
esperanzador como desolador, las calles de París se llenan de sus habitantes, tan variopintos que es
difícil distinguirles por clases sociales; los dandys y los gitanos se entremezclan entre el rumor
ferviente de las fiestas en las calles y su situación es humana, terrible y hermosa a la vez. La
experiencia del paseo trae consigo el placer de ser testigo y protagonista a la vez. Al leer “Wanderlust”
es inevitable tener la sensación de ir andando y andando, pero no se trata de un andar cualquiera, detrás
del caminar no se esconde solamente el deseo de conocer y experimentar, sino también la certeza de
que en dicho acto hay implicaciones de corte tanto social como filosófico y político. Algunos de los
caminantes más emblemáticos que han existido han documentado su experiencia a través de la
literatura. El flâneur parisino sirve de fuente de inspiración para muchos y su influencia logra incluso
trascender distancias trasatlánticas, viéndose por ejemplo en figuras como la de Gutiérrez Nájera.
Wanderlust muestra lo apasionante del andar y lo relevante que es y ha de ser para quienes decidan
hacerlo. Las calles, tan públicas como caóticas, han de asumirse de ese modo entonces; como
propiedad de quien las camina. El derecho a andar libremente es igual al de pensar, la mente en
movimiento invita a no recular, a no quedarse en el camino y a cuestionar siempre. Es de agradecere la
existencia de obras que reivindiquen la figura del paseante actualmente y de una manera menos burda
que el anunciar un whisky de mediana calidad con slogans baratos. En fin. Seguimos caminando.

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