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Notas para un diagnóstico de competencias y prácticas académicas de l@s

estudiantes de nuevo ingreso a la Facultad de Antropología de la Universidad

Veracruzana en los años más recientes. Documento interno de trabajo.

por Juan Rodríguez López

Xalapa, Ver.

12-VIII-18

Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana.

Carrera de Antropología Social

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Presentación.

Un texto que sintetiza propuestas para mejorar la educación en el mundo y que

ha generado muchas reflexiones y debates es “Los cuatro pilares de la educación”,

parte de un informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación

para el Siglo XXI (AL MUFTI, AMAGI, CAMEIRO y otros, 1996). En el presente trabajo

comento hasta qué punto lo propuesto ahí se ha aplicado o no en nuestro sistema

educativo a juzgar por los perfiles de ingreso de la mayoría de l@s estudiantes de la

Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana con los que he trabajado en

los años más recientes, pues esto muestra una noción de la tarea a enfrentar.

Comienzo por presentar un breve resumen de ese documento para luego

confrontar sus planteamientos con mis observaciones y experiencias como profesor

del Área Básica General y de la Licenciatura en Antropología Social, considerando que

trabajé 29 años como docente en la Universidad Pedagógica Nacional y un lapso igual

en la Universidad Veracruzana. Los primeros “pilares” que abordo son aprender a

conocer y aprender a hacer. Enseguida hago una reflexión sobre esa información

relacionándola con el contexto y antecedentes del caso y con los otros dos “pilares”,

aprender a ser y aprender a vivir juntos, para terminar con un breve intento de

conclusiones.

Los cuatro pilares propuestos.

La Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI (AL MUFTI,

AMAGI, CAMEIRO y otros, 1996) plantea que la educación tiene como sus cuatro

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pilares aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser,

lo cual implica concebir el proceso de modo diferente al tradicional.

Aprender a conocer significa que el educando no debe enfatizar la acumulación

de “conocimientos”, información, sino adquirir la competencia para investigar, producir

su nuevo conocimiento. Esto requiere fomentar nuevas cualidades (la curiosidad

intelectual y el sentido crítico) y capacidades como la atención, el pensamiento y la

memoria, tan menospreciada por algunos.

Aprender a hacer implica ahora tener la capacidad de resolver problemas y

adaptarse a diversas actividades productivas de beneficio para todos. Lo notable es

que, más que calificación para una actividad específica, lo que se requiere es la aptitud

para comunicarse y trabajar en equipo, la capacidad de iniciativa, la de solucionar

conflictos y la de asumir riesgos, así como el empeño personal, elementos de los que

nuestro sistema educativo no se ha ocupado mucho.

Aprender a vivir juntos es de gran importancia en una sociedad como la nuestra,

pues “los seres humanos tienden a valorar en exceso sus cualidades y las del grupo

al que pertenecen y a alimentar prejuicios desfavorables hacia los demás” (AL MUFTI,

AMAGI, CAMEIRO y otros, 1996: 105). Es necesario que aprendamos a investigar y

defender nuestros derechos, pero también a respetar los derechos de los demás —

que limitan los nuestros— y a cumplir nuestras obligaciones para con la sociedad. Es

decir, la educación debe ser también para el ejercicio de la ciudadanía, aspecto que a

mi parecer no se resalta suficientemente en el artículo referido, junto a la vida

productiva, afectiva y estética que abarca el aprender a ser.

Aprender a ser es resultado y concatenación de todo lo ya señalado. Tiende al

desarrollo global de cada persona: cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido

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estético, responsabilidad individual, espiritualidad, pensamiento autónomo y crítico,

espíritu de iniciativa, creatividad e innovación. Habría que agregar la ética social, la

solidaridad, el respeto a todo derecho individual y social y la iniciativa para la

superación personal mediante el estudio y el trabajo empeñosos.

Algo más que habría que agregar al artículo en la actualidad es que aprender a

ser y a vivir juntos debe desarrollar la capacidad de aceptar e interactuar con grupos

de diversas etnias, religiones, organizaciones políticas, tradiciones culturales,

preferencias sexuales y géneros bajo principios de equidad, solidaridad, legalidad y

renuncia a la amenaza o uso de la fuerza. Saber convivir incluye también respetar,

cuidar y desarrollar el ambiente natural en que vivimos todos.

Aprender a conocer y aprender a hacer en nuestro caso.

Con estas aspiraciones educativas en mente paso ahora a analizar la realidad

en que me ha tocado trabajar en los últimos años. Como producto del proceso en los

niveles educativos anteriores, las características de nuestr@s estudiantes al ingresar

nos dan una idea de lo que le falta a nuestro sistema educativo para consolidar los

cuatro pilares propuestos y específicamente lo que hay que hacer como docentes

universitari@s. Es conveniente dejar bien claro que me refiero aquí al caso de l@s

estudiantes de nuevo ingreso a la Facultad de Antropología de la Universidad

Veracruzana y a su tendencia predominante o mayoritaria que merece una mayor

preocupación, aunque, por supuesto, un cierto porcentaje de alumn@s presentan

características muy diferentes que están más en concordancia con lo planteado por el

texto de referencia.

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En cuanto a aprender a conocer, he percibido que casi tod@s l@s

estudiantes están acostumbrad@s a pretender “recibir” el conocimiento en clases ─lo

que Freire llama “concepción bancaria de la educación” (1987: 78 y ss.)─ y enfrentan

grandes dificultades cuando se les pide que hagan trabajo de investigación para

generar y presentar su propio conocimiento. Generalmente buscan identificar qué de

lo que dice el profesor es importante para él mismo y deberá reproducir cada alumno

en un examen o texto de evaluación y en pocos estudiantes se manifiesta la curiosidad

intelectual y el sentido crítico. Casi siempre tienen técnicas de estudio muy deficientes

o carecen de ellas. No están acostumbrad@s a leer ni a escribir y tienen una notable

pobreza léxica y serias dificultades de comprensión y expresión oral y escrita. A la

mayoría no le interesa ni le gusta estudiar, ni hablar de asuntos académicos ni escribir.

Es también común que la mayoría no estudie aunque se les den dos semanas para

estudiar 20 páginas, mientras se realizan otras actividades o no hay clases.

Gran parte del problema radica en el nivel de competencia lectora con que

llegan. La mayor parte de l@s estudiantes de referencia tienen enormes dificultades

para leer, desde el nivel de la lectura en voz alta, ya que no respetan los acentos ni los

signos de puntuación y es común que cambien palabras que desconocen por otras

que conocen, que confundan las palabras por su ortografía o aun que las omitan. Para

ell@s significan lo mismo las comas y los puntos en un lado que en otro -o si están o

no están- y lo mismo con los acentos y las palabras juntas o separadas; por eso cuando

leen no perciben esas diferencias de significado, esas sutilezas, y de ahí viene que

entiendan una cosa por otra, que se confundan. La mala lectura en voz alta es

correlativa a una mala lectura de comprensión y esta, a su vez, se ve reflejada en una

mala escritura. Si no saben leer tampoco saben escribir. A lo largo de sus textos hay

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demasiados errores de aparato crítico, ortografía –principalmente de unión de palabras

y acentuación– y de redacción, sobre todo de concordancia y de uso de los signos de

puntuación (caótico). Generalmente unas oraciones están fragmentadas y otras

encimadas. Como no usan bien los signos de puntuación, no se entiende dónde

empieza y termina cada oración y por tanto cuál es el sujeto y el predicado de cada

una. En demasiados casos no hay en la redacción coherencia, concordancia (no

concuerdan los tiempos, los números ni los géneros en una oración), ni claridad ni

pertinencia de las palabras; cuesta mucho trabajo tratar de adivinar o entender qué se

quiso decir o de qué se habla.

En casos extremos no comprenden ni siquiera un párrafo de sencillas

instrucciones y sus textos no se pueden ni leer. Saltan de un asunto a otro sin ton ni

son y sin que se vea qué relación tiene una cosa con otra ni con los temas pedidos.

Revuelves una cosa con otra sin concordancia lógica, con mucha incoherencia y

confusión. Tienen graves dificultades para percibir con orden ideas, procesarlas

coherentemente y expresarlas concordantemente, actividades a las que se dedica

tod@ intelectual. Aun al copiar una cita se saltan frases, cortan las oraciones, agregan,

cambian o quitan palabras y de ese modo ponen juntas cosas que no concuerdan entre

sí. Y lo peor: no les importa. Lo que me parece francamente alarmante (deseando no

ofender a nadie) es que algunos de estos casos tienen diez o nueve de calificación en

Lectura y redacción a través del análisis del mundo contemporáneo y en otras

experiencias educativas.

Si no saben leer, mucho menos pueden much@s identificar las ideas principales

de un texto ni crear un ensayo.

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Mucho menos tiene la mayoría de nuestr@s estudiantes la disposición para

buscar por su cuenta lecturas que contribuyan a satisfacer necesidades concretas de

conocimiento y a formar competencias. Cuando se les pide investigar, usualmente

ell@s lo conciben como buscar información un rato en la biblioteca o en la internet.

Cuando encuentran algo que parece ubicarse en el tema pedido por el profesor lo

copian y lo presentan como suyo —aun cuando contenga palabras cuyo significado

desconocen—, agregándole sólo uno o dos párrafos de presentación y de

“conclusiones”. Poc@s logran reunir ideas e información de diversas fuentes

pertinentes y organizarlas según sus intereses y su creatividad en combinación con

sus experiencias y objetivos propios.

En la mayoría de nuestros alumn@s las capacidades como la atención, la

memoria y el pensamiento reflexivo, necesarias también para aprender a conocer,

están poco desarrolladas. Su atención es muy dispersa, no sólo cuando el profesor o

un compañero está presentado una idea en el salón —donde much@s suelen platicar

de temas ajenos a lo que se está tratando, bromear entre ellos, jugar con su teléfono,

leer algo para la siguiente clase o copiar una tarea—, sino también cuando leen,

pretenden discutir en equipo o reunirse para realizar un trabajo.

Aunque numeros@s estudiantes consideran que el aprendizaje es la

memorización, poco recuerdan los acuerdos de trabajo tomados o lo que “estudiaron”

unas semanas atrás o siquiera el día anterior. La mayoría manifiesta no poder hacer

un sencillo comentario de un texto de cualquier tipo sin leer al momento sus notas o lo

que subrayaron. Este comentario no debe interpretarse como una confusión de la

memorización con el aprendizaje, sino que implica que la memoria es el nivel más bajo

del conocimiento, insuficiente pero indispensable, pues no se puede comprender lo

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que no se recuerda, ni mucho menos pasar a niveles superiores del conocimiento,

como analizar, interpretar, aplicar y crear, a partir de lo que se ha olvidado.

A casi tod@s se les dificulta mucho el pensamiento abstracto, trabajar con

conceptos, categorías, relaciones y relaciones entre relaciones. Pueden llegar a repetir

lo que comprendieron de una lectura o exposición o aprenderse una definición, pero

difícilmente logran relacionar lecturas entre sí y con experiencias y observaciones

propias y aplicarlas a producir un ensayo o proyecto original o bien conseguir la

expresión propia de un concepto. Incluso la curiosidad intelectual no suele abundar

entre l@s alumn@s, pues poc@s preguntan o piden profundizar en un tema o

relacionarlo con otros y, al buscar información para cumplir con una tarea obligatoria,

se conforman con lo primero que encuentran en un diccionario o en internet, sin

siquiera importarles si lo entienden o no. Así, aprender a conocer se da de manera

escasa, tortuosa y casi casual.

Por lo que respecta a aprender a hacer, también escasean en nuestro medio

capacidades necesarias como la de iniciativa y la de asumir riesgos, así como el

empeño personal.

Antecedentes, contexto del caso y aprender a ser y aprender a vivir juntos.

Buscando explicarme todo esto he conversado con mis alumn@s y pienso que

quizá se deba a los esquemas educativos y sociales en que se han desenvuelto en los

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niveles escolares previos1 y a que much@s están inscrit@s en esta facultad no por

una motivación de realización social y/o por un proyecto de superación personal

arriesgado pero anhelado con entusiasmo, sino para tener una actividad que justifique

recibir una beca de una institución pública2 y/o la manutención de sus padres sin tener

que dedicarse al trabajo doméstico o en el mercado laboral. Ello explicaría que un buen

número parece tratar de permanecer en la universidad la mayor cantidad de años que

le es posible: abandonan los cursos ante la menor dificultad o sencillamente jamás se

presentan y/o no entregan ninguna tarea; van dejando experiencias educativas

reprobadas atrás y, cuando ya no pueden continuar con eso, regresan a repetirlas; al

agotar todas las oportunidades se inscriben en otra carrera. En vez de prepararse para

lograr aspiraciones de transformación y beneficio social o bien para competir por un

puesto en el mercado laboral y trabajar por una sociedad mejor, una buena cantidad

se conforma con obtener una credencial que, suponen, les permitirá vivir por siempre

cómodamente. En casos extremos todas sus calificaciones finales son Sin Derecho

(por faltas) o No Presentó; en algunos se inscriben hasta en tres carreras en sucesión.

Por ello es tan notable la minoría que sí se asume con seriedad como

universitarios en auto-formación.

Según me han explicado egresad@s de la misma facultad con planes de

estudio anteriores, el proceso recién mencionado es favorecido por la posibilidad

ofrecida por el modelo educativo actual de reprobar experiencias educativas sin tener

1 Según comentario de un colega profesor de la misma carrera en reunión de trabajo, ha observado que
el nivel de formación académica tiende a ser en general menor en l@s estudiantes provenientes de
escuelas públicas en comparación con los que asistieron a planteles privados.
2 Según comunicación personal de otro colega profesor de la misma carrera, en algunos casos estar

inscritos en la universidad les permite recibir pensión por orfandad de una institución de seguridad social.

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que abandonar el grupo de una generación y pasarse a otro posterior ni repetir un

semestre, ya que no hay semestres.

Por mi experiencia docente en décadas anteriores, en otra facultad de la misma

universidad y en otra institución de educación superior, puedo percibir que, salvo este

último, los problemas que aquí comento no son nuevos y se parecen mucho a los de

las universidades mexicanas en general, pero se han ido agravando por el deterioro

del sistema educativo en su conjunto ─desde primaria hasta preparatoria ─ y

especialmente en nuestro caso. Esto debido a que el examen de ingreso no impide la

inscripción de ningún@ aspirante, ya que, al haber más vacantes que aspirantes,

ingresan tod@s, aun los de las peores calificaciones y l@s rechazad@s de otras

facultades como primera y segunda opción, de modo que no hay una selección o “filtro”

ni ─en muchos casos─ una auténtica vocación o preferencia por estudiar antropología:

simplemente entra cualquiera.

Algun@s aspiran a formar parte de nuestra facultad por verdadera preferencia

y otr@s quizá porque se ha corrido socialmente el rumor de que es la de más fácil

ingreso y permanencia más relajada, pero casi tod@s nuestr@s alumn@s han sido

rechazad@s una o más veces de una o más instituciones educativas superiores, por

lo que muy probablemente no se trata de estudiantes “promedio”. Generalmente

deseaban dedicarse a otra actividad y se decepcionan de no poder lograrlo, de modo

que entran un tanto desmotivad@s: no es lo que quieren, pero se conforman con

estudiar “aunque sea antropología” y así me lo han llegado a decir. Poc@s escogieron

realmente ser antropólog@s al inicio; sin embargo, algun@s, a pesar de ello, toman

con seriedad la oportunidad y llegan a encontrarle el gusto a la carrera; otr@s

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pretenden acreditar unas pocas experiencias educativas y luego cambiarse a otra

facultad a la primera oportunidad.

Algun@s estudiantes copian las tareas, otros memorizan para el examen y

otros más buscan la simpatía o la lástima del profesorado. A ell@s lo único que les

interesa aprender a hacer es aprobar por cualquier medio y simular el conocimiento,

lo cual much@s han alcanzado con notable éxito a lo largo de toda su vida como

estudiantes. Buscan justificar ante sus padres su manutención y obtener unas

calificaciones y un título que —parecen suponer— les garantizará un empleo cómodo

y aceptablemente remunerado, con la esperanza de que en el mercado laboral lo que

los sacará adelante será esa misma capacidad de simular que pueden hacer un

trabajo. Ello está muy relacionado también con aprender a ser, ya que implica la

mayor o menor presencia de la responsabilidad individual, el pensamiento autónomo

y crítico, la creatividad e innovación y los valores éticos aprendidos y puestos en juego.

En ese mismo pilar de aprender a ser, hemos hecho poco para el desarrollo

de la sensibilidad y el sentido estético y prácticamente nada para fomentar la salud y

el vigor físicos, ya que carecemos de instalaciones y actividades deportivas.

Nuestr@s alumn@s suelen formar pequeños grupos de amigos muy solidarios

y cooperativos, pero colaboran poco en grupos mayores, como el de un salón, el

conjunto de una generación o todos los estudiantes de una misma carrera; mucho

menos existen vínculos colectivos fuertes y estables con esferas sociales externas a

la facultad. Suele ser muy complicado que se organicen corresponsablemente para

sacar fotocopias para tod@s o para tener listo a tiempo en un salón un equipo

audiovisual; lo común es que l@s mism@s dos o tres se encarguen siempre de ese

tipo de necesidades de todo un grupo. Aun cuando nunca se han dado casos de

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violencia física, difícilmente puede afirmarse que con nosotros aprenden a resolver

conflictos, aprenden a vivir juntos, colaborando y respetando las normas sociales

de convivencia.

Considerando las dificultades ya anotadas, son comprensibles los altos índices

de reprobación y deserción en los primeros semestres. Posteriormente cierto número

de estudiantes nobles, responsables, dedicados y talentosos con esfuerzos mejoran

su preparación, aprenden y mejoran muchísimo a lo largo de los semestres, pero a

otr@s no, ya sea porque son oportunistas y no les interesa o porque sencillamente no

tienen la formación básica previa (competencia lectora, por ejemplo) ni el talento para

ser intelectuales.

Conclusión

En suma, los que iniciamos hace muchos años nuestro tránsito por el sistema

educativo pudimos apoyarnos muy poco en los mencionados cuatro pilares de la

educación y a veces incluso nuestros alumnos nos llevan algo de ventaja. Tanto a ellos

como a nosotros nos falta un gran trecho para aprender a ser en los términos que

señala el texto que tomamos como punto de referencia.

Fuentes.

- AL MUFTI, In´am, Isago AMAGI, Roberto CAMEIRO y otros, 1996, "Los cuatro

pilares de la educación", en: La educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO

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de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI, presidida por

Jacques Delors, Madrid, Santillana/Eds. UNESCO, pp. 96-111.

- FREIRE, Paulo, 1987 [1970], Pedagogía del oprimido, México, Siglo XXI Eds.

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