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¡Vivamos, Lesbia mía, y amemos, y todos los rumores de

los viejos, demasiado severos, valorémoslos en un solo céntimo! Los soles pueden morir y renacer;
nosotros, cuando
haya muerto de una vez para siempre la breve luz de la vida,
debemos dormir una sola noche eterna. Dame mil besos, luego
cien, después otros mil, y por segunda vez ciento, luego hasta
otros mil, y otros ciento después. Y cuando sumemos ya muchos miles, los borraremos para
olvidamos de su número o
para que ningún maligno pueda echarnos mal de ojo cuando
sepa que fueron tantos nuestros besos.

Me preguntas cuántos besos tuyos, Lesbia, bastarían para


saciarme. Pues bien: cuantos granos de arena libia hay en Cire
ne '\ fértil en laserpicio, entre el oráculo del ardiente Júpiter y 5
el venerable sepulcro del viejo Bato16, o cuantos astros, cuando
calla la noche, vigilan los furtivos amores de los seres húma
lo nos, tantos son los besos, dados por ti, que le bastan para sa
ciarse al loco de Catulo, de forma que ni los curiosos podrían
contarlos, ni hechizarlos una lengua maligna.

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