los viejos, demasiado severos, valorémoslos en un solo céntimo! Los soles pueden morir y renacer;
nosotros, cuando
haya muerto de una vez para siempre la breve luz de la vida,
debemos dormir una sola noche eterna. Dame mil besos, luego
cien, después otros mil, y por segunda vez ciento, luego hasta
otros mil, y otros ciento después. Y cuando sumemos ya muchos miles, los borraremos para
olvidamos de su número o
para que ningún maligno pueda echarnos mal de ojo cuando
sepa que fueron tantos nuestros besos.