Con este nombre, “Generación del 98”, se conoce a un grupo de escritores que a principios de siglo
innovaron en el estilo literario, la temática y, en general, la forma de entender la literatura en relación
con la generación realista-naturalista anterior. Se desarrolla desde 1903 hasta 1920 aproximadamente.
Se considera "generación" a un grupo de autores que comparten ciertos requisitos, como tener
edades semejantes, mantener un trato personal y presentar afinidades estilísticas. También es
preciso que haya existido un acontecimiento generacional, como lo fue, sin lugar a dudas, en el
caso de la Generación del 98 la derrota española en Cuba (1898).
Semejanzas:
Diferencias:
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LA NOVELA EN LA GENERACIÓN DEL 98
En 1902 publican en España autores significativos como Unamuno, Pío Baroja, Azorín y
Valle-Inclán, los cuales inician un camino marcado por los siguientes rasgos:
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5. Subraya la opción correcta: En las novelas de Baroja el final es abierto / cerrado.
6. ¿Se presenta la vida en las obras de Baroja como un proceso que se está haciendo
continuamente o como algo terminado?
7. Lee el siguiente texto de Pío Baroja y explica por qué se trata de una descripción
impresionista.
Madrid, plano, blanquecino, bañado por la humedad, brotaba de la noche con sus tejados, que
cortaban en una línea recta el cielo; sus torrecillas, sus altas chimeneas de fábrica y, en el silencio
del amanecer, el pueblo y el paisaje lejano tenían algo de lo irreal y de lo inmóvil de una pintura.
Clareaba más el cielo, azuleando poco a poco. Se destacaban ya de un modo preciso las casas
nuevas, blancas; las medianerías altas de ladrillo, agujereadas por ventanucos simétricos; los
tejados, los esquinazos, las balaustradas, las torres rojas, recién construidas, los ejércitos de
chimeneas, todo envuelto en la atmósfera húmeda, fría y triste de la mañana, bajo un cielo bajo
de color de cinc.
8. Lee el siguiente texto de La Busca , de Pío Baroja, y realiza las cuestiones que se plantean
después.
El invierno comenzaba; a las horas que salían, Madrid estaba completamente a oscuras. El
trapero tenía sus itinerarios fijos y sus puntos de parada determinados. Cuando iba por las rondas
subía por la calle de Toledo, que era lo más frecuente, se detenía en la plaza de la Cebada y en
Puerta de Moros, llenaba los serones de verdura y seguía hacia el centro.
Otro día se encaminaba por el paseo de los Melancólicos a la Virgen del Puerto. En el camino, el
señor Custodio no veía nada sin examinar al pasar lo que fuera, y recogerlo si valía la pena; las
hojas de verdura iban a los serones; el trapo, el papel y los huesos, a los sacos...
Regresaban Manuel y el trapero por la mañana temprano; descargaban en el raso que había
delante de la puerta, y marido y mujer y el chico hacían las separaciones y clasificaciones.
Los días de lluvia hacían la selección dentro del cobertizo. En estos días la hondonada era un
pantano negro, repugnante, y para cruzarlo había que meterse en el lodo, en algunos sitios hasta
media pierna. Todo en estos días chorreaba agua; en el corral, el cerdo se revolcaba en el cieno;
las gallinas aparecían con las plumas negras, y los perros andaban llenos de barro hasta las orejas.
Después de la clasificación de todo lo recogido, el señor Custodio y Manuel, con una espuerta
cada uno, esperaban a que vinieran los carros de escombros, y cuando descargaban los carreros,
iban apartando en el mismo vertedero: los cartones, los pedazos de trapo, de cristal y de hueso.
Aquella vida tosca y humilde, sustentada con los detritus del vivir refinado y vicioso; aquella
existencia casi salvaje en el suburbio de una capital, entusiasmaba a Manuel. Le parecía que todo
lo arrojado allí de la urbe, con desprecio, escombros y barreños rotos, tiestos viejos y peines sin
púas, botones y latas de sardinas, todo lo desechado y menospreciado por la ciudad, se dignificaba
y se purificaba al contacto de la tierra.
El señor Custodio era hombre inteligente, de luces naturales, muy observador y aprovechado.
Por razón de su oficio, el trapero tenía una preocupación por el abono que se desperdiciaba en
Madrid.
Solía decir a Manuel:
— ¿Tú te figuras el dinero que vale toda la basura que sale de Madrid?
— Yo, no.
— Pues haz la cuenta. A sesenta céntimos la arroba, los millones de arrobas que saldrán al
año... Extiende eso por los alrededores y haz que el agua del Manzanares y la del Lozoya rieguen
esos terrenos, y verías tú huertas y más huertas.
Otra de las ideas fijas del trapero era la de regenerar los materiales usados. Creía que se debía
de poder sacar la cal y la arena de los cascotes de mortero, el yeso vivo del ya viejo y apagado, y
suponía que esta regeneración daría una gran cantidad de dinero.
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a) ¿A qué género pertenece?
b) Resume el contenido del fragmento.
c) Escribe el tema del texto.
d) Divide el texto en tres partes.
e) ¿Con qué movimiento literario se identifica el texto? ¿Por qué?
f) Describe el tipo de narrador.
g) Identifica la etopeya o descripción psíquica del señor Custodio.
h) Baroja acostumbra a elaborar descripciones dinámicas del espacio, nunca estáticas. El
espacio es habitualmente el resultado del recorrido del personaje. Haz una relación de los
lugares exteriores e interiores. Identifica los topónimos.
i) Identifica los verbos de movimiento que contribuyen al dinamismo del texto.
j) Una figura retórica que se repite en el texto es la enumeración. Identifica la enumeración
de objetos que producen un efecto ambiental de acumulación.
2. Unamuno expresa sus ideas filosóficas en sus novelas. Indica cuatro temas filosóficos que
aparecen frecuentemente en las obras de Unamuno.
3. Entre las novelas o “nivolas” de Unamuno destaca Niebla. En esta novela Unamuno se
transforma a veces en personaje, rompiendo así la frontera entre realidad y ficción. En este
caso, Augusto, el protagonista de Niebla, acude a casa del autor y mantiene una dramática
conversación con él. Lee el texto y contesta a las preguntas:
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a) ¿De qué secreto terrible se entera Augusto? ¿Qué le dice luego a Unamuno para
vengarse de él?
b) Enuncia el tema del texto.
c) Explica el tipo de narrador que aparece en el texto.
d) Señala las palabras cultas relacionadas con el léxico de la literatura. ¿Por qué las
emplea el autor?
e) El estilo emocional de Unamuno se aprecia en el uso de recursos literarios como
antítesis, repeticiones, paradojas, interrupciones, exclamaciones e interrogaciones.
Señala las antítesis y repeticiones del texto.
AZORÍN
Quiero fechar idealmente estas páginas españolas en un viejo pueblo castellano; uno de esos
pueblos que he intentado retratar en mis libros. El campo se extiende ante mi vista; se halla en la
primavera cubierto con el tapiz verde de los sembrados, roto acá y allá por las hazas hoscas,
negras, de los barbechos y eriazos; aparece en otoño desnudo, pelado, de un uniforme color
grisáceo. No se yerguen árboles en la llanura; no corren arroyos ni manan hontanares. El pueblo
reposa en un profundo sueño...
Ningún lugar mejor que estos parajes para meditar sobre nuestro pasado y nuestro presente.
Causa de la decadencia de España han sido las guerras, la aversión al trabajo, el abandono de la
tierra, la falta de curiosidad intelectual... No hay más aplanadora y abrumadora calamidad para un
pueblo que la falta de curiosidad por las cosas del espíritu: se originan de ahí todos los males. Se
origina de ahí la ausencia de examen, de comparación, de apreciación, de crítica. De crítica
engendradora de adhesión y de repulsión, de entusiasmo y hostilidad que remueven la inercia de
los de abajo e impiden la corrupción de los de arriba.
Esos españoles que hemos hecho desfilar por estas páginas, movidos estaban de una
insaciable curiosidad intelectual; viajaron por Francia, Italia, Alemania, Inglaterra. Los que no
salieron de casa –como Gracián- sentíanse ansiosos por toda novedad filosófica o primor literario.
La falta de curiosidad intelectual es la nota dominante en la España presente. ¿Cómo haremos
para que interese un libro, un cuadro, un paisaje, una doctrina estética, una manifestación nueva
del pensamiento? ... No saldrá España de su marasmo secular mientras no haya millares y millares
de hombres ávidos de conocer y comprender.
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«Nuestro atraso cultural se evidencia cuando nos comparamos con otras naciones. Aún no se
han impuesto aquí con toda fuerza el derecho, la libertad, el deber. La tierra clásica del honor es la
tierra de la arbitrariedad: en política, en el caciquismo deshonroso; en literatura, el elogio
interesado y la censura rencorosa.
Se duda de si la ley del progreso es una verdad en España. La apatía nos ata las manos: callamos
ante la injusticia y confirmamos las palabras del ilustro arzobispo De Pradt: “La geografía ha
cometido un error colocando a España en Europa, porque pertenece a África. Sangre, costumbres,
lengua, manera de vivir y de luchar, todo en España es africano”. El militarismo nos ahoga, la
marea de la reacción religiosa va subiendo. Espíritus enérgicos, que trabajaron siempre por la
ciencia y el arte libres se rinden a un sentimentalismo religioso que antaño les hacía reír.
Revolucionarios de toda la vida, vuelven su cara atrás y refunden su programa sobre las bases de
la Iglesia y el Ejército.
Cuarenta millones se dedican a los gastos de culto y clero; seis a la enseñanza. Los catedráticos
son separados arbitrariamente de sus cátedras. El Poder legislativo es una comedia; el judicial, un
orden dependiente del ejecutivo; el ejecutivo, un servidos de la ambición. El obrero no espera
nada del Estado.
Dejemos los entusiasmos exagerados y el lirismo del mal gusto. La época de las declamaciones
ha pasado. Necesitamos ahora científicos. El triunfo de las nuevas ideas vendrá por la ciencia.
Haga la iniciativa privada y particular lo que el Estado no hace: Fúndense instituciones para la
enseñanza, laboratorios para científicos, escuelas donde el obrero aprenda a ser hombre y a hacer
efectivos sus derechos. Que aprenda el obrero a desconfiar de los apóstoles del falso socialismo;
que medite que el credo católico es incompatible con las aspiraciones del mundo que trabaja.»
[Azorín, 1895]
La Voluntad, 1902