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dia de muertos en la huasteca hidalguense

Día de Muertos

Es una de las fiestas más típicas del pueblo mexicano y una de las que mayores raíces tiene. Todos
los años se celebran muchas fiestas en todo el mundo. Algunas se relacionan por ser festividades
religiosas; otras son fiestas tradicionales. Sin embargo, en México existe una tradición que data
desde la época de nuestros antecesores: los aztecas. La fiesta del Día de Muertos se caracteriza
por ser una celebración tanto religiosa como tradicional. Los típicos altares, el pan de muerto y las
calaveritas de azúcar, las calacas, el papel picado, las flores de cempasúchil las veladoras y las
imágenes de los difuntos son algunos de los aspectos que caracterizan tanto a esta tradición. Cabe
agregar, que México es el único país que celebra esta fiesta: la del Día de Muertos. En este trabajo,
haremos un pequeño resumen sobre esta fiesta y todo lo relacionado con ésta.

El día de muertos es una tradición muy arraigada a nuestra cultura, en donde cada 2 de
Noviembre se celebra y se recuerda a nuestros seres queridos que ya han fallecido.

El Xantolo, la fiesta del día de muertos en Hidalgo La fiesta de muertos en la huasteca hidalguense
(Xantolo), sorprende por su colorido a través de los años. En Macustepetla, Huautla, Coatlila,
Huazalingo, Huejutla y Atlapexco, la celebración es sagrada.

Mercado

Para elaborar la ofrenda y los arcos la gente tiene que acudir al mercado, el cual se coloca en las
principales calles con la finalidad de abastecer a los pobladores de lo necesario para complacer a
sus visitantes del mas allá. Se vende gran cantidad de artículos, tales como fruta, comida, figuras
de barro, flores. No podemos negar la intromisión de elementos de otras culturas como máscaras
de Halloween o artefactos manufacturados en las ciudades.

Los comerciantes de este lugar son tanto lugareños como foráneos, tanto de pueblos aledaños
como de la Ciudad de México u otros estados. Este se coloca la mayor parte del día, durante los
meses de las festividades, con el fin de que la gente tenga tiempo para organizar sus festejos.

Preparación

Al ser esta la fiesta más importante del año para los habitantes de Tehuetlán, éstos se preparan
con meses de anticipación para recibir a sus difuntos. Comienza con la siembra de maíz y de la flor
de cempaxochitl en donde participan los hombres de familia. El 29 de septiembre, día de San
Miguel, se destina para ofrendar los alimentos que se ofrecerán a los difuntos.

Para ofrendar se colocan en el altar los tamales calientes de variados rellenos, que van desde fríjol,
carne de res y cerdo, diversos guisos, los dulces como el de calabaza, camotes, frutas y aguas
frescas. El aguardiente ocupa un lugar muy especial en las tradicionales fiestas de Todos Santos,
pues se utiliza como obsequio cuando se visita a la familia, ya que durante la fiesta de Xantolo los
familiares acostumbran visitarse, obsequiarse alimentos y convivir durante buena parte del día.

Los pobladores de estas comunidades acostumbran colocar a la entrada de sus hogares caminos
hechos con “flores de muertos” que conducen a las almas de los difuntos hacia los altares, que se
han provisto para ellos, de tal manera que las almas visitantes no se extravíen; además de echar
cohetes, que significan que se está ofrendando a los difuntos.

Llena de colorido, danzas, cantos y típicos platillos

La celebración del Xantolo o Día de Muertos en la Huasteca Hidalguense se caracteriza por la


devoción y el esmero con que los habitantes de las pequeñas comunidades esperan la llegada de
sus familiares y amigos ya desaparecidos.

El viento fresco de octubre sopla suavemente refrescando las veredas, los pastizales y los
milcahuales en la pequeñas localidades de la Huasteca Hidalguense, donde el aroma a limonaria y
cempasúchil anuncia el inicio del festejo.

Como ya es tradición, desde el 31 de octubre las familias de estas comunidades acostumbran


echar cohetes, en los patios de las casas se ven los caminos hechos con “flores de muertos” que
conducen a las almas de los difuntos hacia los altares, que sus familiares y amigos han provisto
para ellos.

Para la ocasión se destapan los chichapales, para ofrendar los tamales calientes de piloncillo, así
como los guisos y alimentos especiales que al niño le gustaban en vida, como los dulces de
calabaza, camotes, frutas y aguas frescas.

El Recetario de la Huasteca Hidalguense, de la colección Cocina Indígena y Popular, señala que la


región está conformada por Huejutla, Yahualica, Orizatlán, Jaltocán, Atlapexco, Huazalingo y
Xochiatipan, pequeñas comunidades que para los festejos de Todos Santos trabajan en el tianguis
del “domingo grande”.

En el tradicional mercado, los lugareños ofertan copas, cera, flor de cempasúchil, palma para
adornar y hojas de plátano para hacer tamales, cuyos ingresos destinan a esta tradición.

Editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes , el texto, cuya primera reimpresión
salió en 2004, señala que el festejo inicia con la “compostura del altar”, para lo cual calientan
pencas de izote, cuyas tiras sirven para amarrar y entretejen palmitas, flores de cempachúchil y
mano de león (flor de color morado).

Se prosigue con la colocación de un hilo en lo alto del altar, en el que se va ensartando “el pan de
muerto” en forma de muñeco. Este alimento cumple varias funciones, pues sirve de ornato, se usa
de ofrenda y algunos lugareños aseguran que son la representación de los seres ya fallecidos.

Frutas como plátanos, naranjas, limas y mandarinas son colocadas por racimos en dos pequeños
travesaños en la parte superior del altar. Los encargados de realizar la ofrenda suelen prolongar su
labor hasta las 11 de la noche, para cenar y esperar el arribo de las ánimas.

Además, se acostumbra utilizar el otatillo como adorno para el altar de muertos, así como varios
izotes, que serven como armazón.

En esta celebración se sustituyen las tortillas y el amplio repertorio de platillos regionales por
tamales de variados rellenos, que van desde frijol, camarón, carne de res y cerdo, hasta los guisos
hechos con flores y vegetales y ajonjolí, entre otros. Durante la fiesta de Xantolo los familiares
acostumbran visitarse, obsequiarse alimentos y convivir durante buena parte del día. Las familias
llegan a tener de 10 a 15 visitas durante esta época.

El aguardiente ocupa un lugar muy especial en las tradicionales fiestas de Todos Santos en la
Huasteca Hidalguense, pues se utiliza como obsequio cuando se visita al padrino de pila.

Muy esperado por estos pueblos es el baile de los kolis o viejos, personas disfrazadas de ancianos
que van de casa en casa bailando al ritmo de una banda de viento o de un trío de huapangueros.

Durante su travesía a los danzantes que recorren las casas durante estos días, son recibidos por los
anfitriones con alimentos y bebidas refrescantes.

Una comparsa de hombres se disfraza con máscaras, la mitad de huehues (hombres) y la otra
mitad de huehuas (mujeres) y van por todo el pueblo bailando huapangos especiales para los
muertos, acompañados con música de violín y guitarra.

Las mujeres hilan flores para colgarlas junta al papel picado, preparan la comida para servirla en
ollitas de barro recién cocidas, adornan los altares con frutas tropicales y prenden las velas y el
copal.

Los habitantes de la región reciben primero a los niños, a los angelitos, a los que sólo dan tamales
de ajonjolí y dulces mientras les cantan las mañanitas: “…hoy por ser día de los muertos te las
cantamos así…”.

Al día siguiente, el 2 de noviembre, llegan puntualmente los mayores. El camino fosforescente está
tapizado de hojas amarillas de cempasúchil, de tal manera que las almas visitantes no se extravíen.

Ese día las familias acuden al cementerio, limpian las tumbas, ponen cruces nuevas, coronas,
collares de cempasúchil y velas o veladoras, además de ofrendar tamales, calabazas, chayotes,
mandarinas, camotes, cacahuates, atole, elotes, café, chocolate, limas y manzanas.

La fiesta de muertos en la Huasteca Hidalguense sorprende por su colorido, danzantes que se


esconden en múltiples máscaras, las voces que cantan sin temor las melodías que penetran
suavemente con la alegría y que no paran hasta el día de San Andrés, a finales de noviembre.

Huejutla, Hgo., 2 de noviembre. Una vez más, como cada año, el dios Miktlantekojtli otorgó su
permiso para que los espíritus de los difuntos salieran del Mictlán o Reino de los muertos, y
pudieran, así, emprender el viaje de regreso a la tierra para visitar a sus familiares y seres queridos
que aún viven.

Por estos días, provenientes de la orilla del Semijkayotl o Eternidad, los niños y adultos ya
fallecidos estuvieron entre los todavía vivos para comer, beber y danzar ataviados con máscaras y
disfraces, herramientas fundamentales a fin de poder burlar a la muerte, obstinada en llevarse sus
ánimas.

Los espíritus llegaron guiados por los cohetes lanzados desde las casas, por los caminitos amarillos
de pétalos de flor de cempasúchil que sus familiares hicieron desde los altares hasta la calle, por el
humo del copal salido de los sahumerios y por los arcos floridos colocados ante las ofrendas,
famosos aquí en la Huasteca.Se trata de una fiesta de recogimiento y alegría, de una fiesta de vida
organizada por los vivos en honor a los muertos, como indican las más ancestrales creencias
indígenas, y no en honor de todos los santos, como lo propone el calendario del cristianismo
católico.

Aunque en realidad lo que se observa en gran parte de las ciudades y pueblos es un sincretismo
entre el antiguo Mijkailuitl o Fiesta de muertos y el Xantolo, voz nahuatlizada referida a la palabra
en latín Sanctorum que, en español, quiere decir Todosantos.

De hecho, el Mijkailuitl mesoamericano se celebraba dos meses antes de las actuales fechas
católicas, el 31 de julio y el 1° y 2 de agosto, como explica el lingüista, profesor, comunicador y
respetado promotor cultural nahua Refugio Miranda San Román.

Las vaciladas de Macuxtepetla

Aunque las fechas del Xantolo –como más se le conoce en el mundo mestizo a los Días de Muertos
en la Huasteca– comienzan el 24 de junio con la siembra de las semillas de flor de cempasúchil y
siguen después otras fechas preparatorias que anuncian que los difuntos van a llegar, es el 30 de
octubre cuando arrancan de lleno.

Este martes 30 de octubre en las casas se arreglaron los conocidos arcos de bejuco forrados de
palmillas y adornados con ramos de flores de cempasúchil. Tras ellos se colocaron los altares, y
sobre éstos, la ofrenda básica de sahumerios, copal, ceras o velas, frutas y pan.

El día 31 es cuando se espera a los angelitos o niños muertos. En casas de la ciudad de Huejutla y
de comunidades vecinas se veían ya las ofrendas para los niños, quienes llegaron a partir del
mediodía: comida sin chile, tamales, chocolate y otras golosinas, además de juguetes y ropa
nueva.

Pero la algarabía esencial deambulaba por las calles en forma de cuadrillas de danzantes. En
Macuxtepetla un grupo de jóvenes, acompañados de un trío de violín, jarana y guitarra
huapanguera ofrecía en los patios de las casas la Danza de los viejos.

Cinco hombres enmascarados de viejos y sus “parejas” (varones disfrazados con vestidos,
sombreros con moños y paliacates en los rostros), ejecutaban sones como El zopilote, El cazador o
El toro en los solares caseros.

De tanto en tanto, algunos danzantes encabezados por el capitán se acercan al jefe de familia y le
piden dinero, mientras lo vacilan en náhuatl con sugerencias relativas a las “mujeres” que los
acompañan.

El riesgo del “Xantolowen”

El día 1° de noviembre es cuando, en general, en la Huasteca se espera a los difuntos adultos. Así
sucedió este jueves en la cabecera municipal de Huautla y en sus comunidades.

Antes, durante el trayecto mañanero desde Huejutla, por una radiodifusora local una voz también
criticaba la influencia cada vez mayor del Hallowen. Los Días de Muertos son una “fiesta de vida,
con sentido místico”, mientras que el Halloowen es una “fiesta del horror”, decía.Incluso, por la
tarde, en una cervecería de Huatla, mientras un grupo de jóvenes bailaba con máscaras de plástico
y diseños de monstruos y superhéroes, unos parroquianos cuarentones los vacilaban y les decían
que así no era, que eso más bien parecía un “Xantolowen”.
Por la mañana, en pleno centro de Huautla, doña Beta muestra su arco, altar y ofrenda, coronados
por un “cielo de frutas” que cuelga de cañas. Ella no lo sabe aún, pero ha ganado el primer lugar
del concurso local.

Así lo comenta Wenceslao Alvarado Flores, del área de cultura del ayuntamiento, quien además
guía un recorrido por otras casas y barrios de la cabecera y por dos comunidades cercanas:
Pahuatitla y Cuatenahuatl.

En el semiurbano Barrio Hondo, en Huautla, tres Diablos con trajes rojos, embozados con tela de
igual color y cadenas de fierro encabezan a un grupo que baila por las casas la Danza de los
matlachines.

Ellos portan ropas viejas de hombre y “ellas” (ellos) utilizan vestidos de sus mamás o minifaldas y
blusas ombligueras de sus hermanas. Todos llevan máscaras de trapo. Los acompaña un joven en
la guitarra y el violinista Vicente Reyes López, alias El Querreque.

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