Derecho penal
El derecho penal es un conjunto de normas que contienen el poder punitivo del Estado,
funciona como un mecanismo de control social; y contiene el impulso de los Estados, que tienen
el monopolio de la violencia legítima y de la fuerza, a afectar la libertad de sus ciudadanos.
Las normas contenidas en él son de orden público, es decir que abarcan una serie de
principios por los cuales una sociedad basa su estabilidad y permanencia. Es el legislador,
como representante del pueblo, el encargado de decodificar dichos principios contenidos en el
entramado social, y de codificarlos en un cuerpo normativo como lo es el Código Penal, con el
fin de castigar aquellas acciones que, por ser contrarias a los principios, afecten a la sociedad.
Entonces, puede decirse que las leyes penales son sancionatorias.
La codificación de las conductas penales, en un cuerpo normativo, es una facultad individual de
todas las provincias, quienes la han delegado al ámbito federal, por lo que el encargado de
dictar el Código Penal es el Congreso de la Nación.
Su objeto de conocimiento abarca los comportamientos criminales, es decir, las conductas
que están tipificadas en la ley; y la pena, sanción que percibe el individuo por haber incurrido
en dichos comportamientos. Por ende, gran parte de la doctrina considera que el derecho penal
busca la protección de bienes jurídicos, que se ven afectados por el delito. Estos bienes
jurídicos son intereses concretos de la vida en comunidad.
Límites del derecho penal: el derecho penal es concebido como de ultima ratio de la política
estatal destinada a prevenir los comportamientos delictivos, por lo que sólo debe ser utilizado
por el Estado cuando han fracasado todos los instrumentos previos de que dispone.
De esta manera, el derecho penal está limitado en dos puntos:
− Justicia: en virtud de ésta, el Estado debe renunciar a imponer penas injustas, aun
cuando esté fundamentada su utilidad social.
− Eficacia: la pena no sólo debe ser justa, sino también eficaz, por lo que no debe
aplicarse si el resultado de su aplicación tiene un efecto social contraproducente. Es el
caso, por ejemplo, de la suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad de
corta duración, en el que se considera que el individuo puede caer en el riesgo de
reincidencia frente a una experiencia en prisión.
Las normas penales: implican una prohibición, y su objetivo es proteger al bien jurídico. Están
compuestas por:
− Presupuesto: es la descripción de una conducta, que conforma un delito, y que, de
llevarse a cabo, conllevaría la aplicación de la sanción.
− Consecuencia: prevista para la hipótesis de que el presupuesto se cumpla, la
consecuencia es la pena.
Las normas penales se caracterizan por:
Obligatoriedad: para todo aquel que la recepta, y también para todo aquel que deba
aplicarla, conforme al principio de legalidad procesal, que obliga a perseguir y sancionar
todas las conductas tipificadas.
Igualdad: se aplica a todos por igual, conforme al art. 16 CN.
Irrefractible: la norma penal no puede ser derogada por ninguna norma que no tenga
la característica de ser una ley sancionada por el Congreso.
Constitucionalidad: el derecho penal debe seguir los lineamientos constitucionales,
conforme al art. 31 CN, sin poder ser contrario a ellos.
Principio de legalidad
Principio de reserva
Principio de culpabilidad
Esta triada asegura que sólo serán punibles las conductas que, previo al hecho, fueren
descriptas como tal. Además, y como consecuencia de lo anterior, asegura que las restantes
conductas están fuera del control estatal. Por último, en base a estos principios, sólo podrá
castigarse penalmente a las personas por lo que ellas hicieron, y en la medida en que lo
hicieron.
Principio de legalidad: busca garantizar la seguridad jurídica, evitando ejercicios abusivos del
poder punitivo estatal. Establecido en el art. 18 de la Constitución Nacional, implica un juicio
previo, fundado asimismo en una ley previa que fundamentará la sentencia. Establece, de esta
manera, el límite de lo punitivo, y cierra al texto de la norma a la interpretación.
Tuvo su origen en la teoría de Feuerbach de la prevención general negativa, puesto que la
intimidación al delincuente potencial requiere que el coaccionado pueda saber con precisión
cuáles son las acciones que no debe realizar porque serán sancionadas. Esto implica un límite
para el poder punitivo estatal, ya que el Estado no podrá sancionar a un individuo si la pena no
está prevista en la ley penal, incluso aunque el acto haya sido efectivamente realizado.
El principio de legalidad también implica que algunos comportamientos disvaliosos queden
impunes, al no existir una ley previa que los catalogue como delitos. Este es el ‘previo’ que
debe pagar la comunidad para que exista seguridad jurídica.
El art. 18 CN también establece un principio de legalidad procesal, según el cual se vuelve
necesaria la exigencia de un juicio previo, para poder aplicar, como resultado de éste, una
pena.
El principio de legalidad se relaciona con el principio de culpabilidad, puesto que sólo puede
reprocharse un comportamiento cuando su autor tuvo la posibilidad de conocer que su acción
estaba prohibida, a través de la lectura de la ley penal. Si en la ley no se tipifica una conducta,
todo individuo entiende que puede realizarla libremente, ya que nadie puede orientar su
comportamiento por normas que no existen.
Características del principio de legalidad: la ley, conforme a este principio, debe ser:
Stricta: implica que debe haber una descripción exacta de la conducta prohibida. Por
ende, se establece la prohibición de la analogía, es decir que no puede trasladarse una
regla jurídica a otro caso no regulado en la ley, cuando el resultado sea en perjuicio del
acusado, aunque sí puede darse cuando su consecuencia sea más favorable al imputado.
Scripta: implica que no son válidas aquellas leyes que no sean escritas. Esto implica una
prohibición del derecho consuetudinario como fundamento de una pena.
Praevia: implica que la ley debe ser previa al hecho, por lo que hay una prohibición de
retroactividad en la aplicación de la ley penal, siempre que ésta perjudique al
imputado, respecto de delitos sobre hechos que no eran punibles en el momento de su
comisión o que sancionan con pena más grave hechos que eran sancionados más
benignamente. Por el contrario, existe en nuestro sistema la retroactividad de la ley
penal más benigna (art. 20 CPen.), aplicable si la nueva ley es más favorable que la que
era aplicable al momento del delito, a través de una atenuación o supresión de
punibilidad. En estos casos, se entiende que el legislador ya no busca perseguir estos
actos, o bien no los considera tan graves, basando su decisión en una disminución de la
valoración ético-social del hecho.
Certa: la norma jurídica no sólo debe ser expresa, sino que, además, debe describir la
conducta con certeza. Esto implica una prohibición de leyes y penas
indeterminadas, según la cual los preceptos penales no pueden ser indeterminados, ya
que no permiten conocer con exactitud los comportamientos que comprenden.
Este tema se relaciona de manera directa con las leyes penales en blanco, leyes
incompletas, en las que el legislador no establece una descripción precisa, debido a la
imposibilidad de contener todas las variaciones de la conducta en una misma norma, o
debido a la ineficiencia técnica, relegando su relleno otros poderes u organismos
estatales. Esto se produce, por ejemplo, con el caso de los estupefacientes. La
jurisprudencia, al respecto, ha establecido que para que las leyes en blanco sean
constitucionalmente válidas, deben ser cuestiones cambiantes, y no fijas, como es el
caso de las drogas de diseño; y debe haber una imposibilidad para el legislador de
mantenerse al día con tales cambios, o preverlos al momento de sancionar la ley.
Principio de reserva: establecido en el art. 19 CN, implica que todo lo que no está prohibido
está permitido. Se constituye por contraste con el principio de legalidad, ya que las conductas
permitidas no están enumeradas en ningún cuerpo normativo.
Principio de culpabilidad: establece que sólo puede culparse a un individuo en la medida en
que éste tenga responsabilidad en el hecho. El individuo, entonces, debe responder sólo por
sus acciones, y no por las de un tercero.
Este principio posibilita la imputación subjetiva, es decir, permite la vinculación de un ilícito
con un sujeto autor, y, dentro de éste, permite establecer grados de participación, que
determinan diferentes grados de responsabilidad.
Tiene raigambre constitucional, y se relaciona con el Estado de Derecho, en el cual el hombre es
considerado un hombre libre, con autonomía de voluntad para actuar. Entonces, sólo puede
juzgarse al hombre por aquello que éste elige hacer, y no en aquellos casos como el caso
fortuito, o en aquellas circunstancias en las que su vida corre peligro.
Temporal: la ley penal se aplica sólo si fue sancionada con anterioridad, de acuerdo al
principio de legalidad, que busca llevar seguridad jurídica a los ciudadanos. Si bien el
principio es de irretroactividad, presenta una excepción, que es que la ley penal
sancionada posteriormente al hecho sea más benigna para el condenado. Entonces, el
Estado debe liberar a los condenados, o bien adecuar su sentencia a la nueva ley. Se
fundamenta en que la ley penal no castiga la desobediencia, sino el daño al bien
jurídico, y la nueva ley ha dejado de considerar la acción como un daño, o al menos
como un daño tan lesivo.
Espacial: busca determinar a qué hechos deben aplicarse las normas penales. Es
determinado por cada Estado, debido a su soberanía para decidir los límites de su
propio poder punitivo. Son:
o Principio de territorialidad: la ley penal del Estado se aplica a los hechos
punibles dentro de su territorio y demás lugares sometidos a su jurisdicción,
sin considerar la nacionalidad del autor. Esto es así porque los Estados nunca
delegan su potestad de castigar, debido a una cuestión de soberanía, a través de
la cual busca regular las conductas permitidas y sancionadas en su propio
territorio; y que los Estados más poderosos no puedan imponer sus políticas. Es
el principio general, y está establecido en nuestro art. 1 inc. 1 CPen. Según éste,
la ley penal se aplica al autor del hecho, sin importar su condición de nacional o
extranjero, ya que lo determinante es que el delito fue cometido en el territorio
de la Nación, y todas las personas deben respetar la ley del Estado en que se
encuentran.
El territorio abarca el espacio territorial, dentro de los límites fijados geográfica
o políticamente; las aguas jurisdiccionales; y el subsuelo y espacio aéreo. Además,
se aplica en todos los lugares sometidos a nuestra jurisdicción, lo cual abarca los
hechos cometidos en buques o aeronaves que lleven la bandera argentina, así
como también embajadas y funcionarios argentinos en el exterior que se
encuentren en el ejercicio de sus funciones, y miembros de las fuerzas armadas
que se encuentren en misión en el exterior.
Respecto del lugar de comisión del delito, existen tres teorías al respecto:
o Teoría de ejecución del hecho: establece que el hecho se debe juzgar
donde la persona perfeccionó su accionar, su voluntad y donde se inició el
hecho.
o Teoría del resultado: debe juzgarse en el lugar donde la acción del
individuo tuvo sus efectos.
o Teoría de la ubicuidad (de Binding): establece que el Estado tiene
potestad para juzgar ambos casos, y es la teoría establecida en nuestro
CPen. Si ambos Estados desean juzgar, se debe resolver a través del
ministerio del exterior. Quien procede a la captura es quien decide si
juzgar o extraditar, aceptando una solicitud de extradición, al individuo.
o Principio de protección o defensa: establece que el Estado puede castigar
penalmente a quienes afecten al Estado nacional, aún si lo cometieron fuera del
país.
o Principio de personalidad – ius sanguini: no se aplica en nuestro país. Extiende la
punibilidad a los sujetos de su nacionalidad. Puede ser activo, cuando el Estado
juzga y castiga a sus ciudadanos que hayan cometido delitos en el exterior, si no
lo hace otro Estado; o pasivo, cuando el Estado se arroga la potestad para
sancionar a aquellos extranjeros que lesionen a sus nacionales, incluso en
crímenes cometidos fuera del país.
o Principio de jurisdicción universal: plantea que los Estados pueden juzgar casos
o hechos que hayan ocurrido fuera de sus territorios, es decir, fuera del
territorio donde son soberanos, yendo en contra del principio de territorialidad.
Así, el Estado juzga a una persona no ciudadana, sobre un hecho que no ha
tenido como víctima a sus ciudadanos, y en hechos que no han ocurrido en su
territorio. Se presenta de manera excepcional, en el caso de delitos de lesa
humanidad, tortura, genocidio, etc., y era aplicado frecuentemente en los
tiempos en que no existían las organizaciones internacionales ni estaba
consolidado el derecho penal internacional. Su fundamento es que estos
crímenes afectan a la humanidad en su totalidad, por lo que cualquier Estado
podría, en principio, juzgar estos hechos, y su finalidad es evitar que este tipo de
delitos queden impunes. Al momento de juzgar, se utiliza el ordenamiento
jurídico de cada Estado, y el juicio es llevado a cabo por tribunales locales.
El Estado que dejó impunes los hechos pierde la competencia para intervenir y
juzgar, debido a su ineficacia o falta de voluntad para hacerlo. Además, por
incumplir con sus obligaciones, le cabe responsabilidad internacional, a través de
pactos como el de San José de Costa Rica.
o Principio de subsidiariedad: establece que cualquier delito que no haya sido
juzgado puede ser juzgado por otro Estado, de manera subsidiaria. Está incluido
dentro del principio de universalidad, aunque se diferencian porque éste
requiere de hechos y delitos de gravedad extrema, que afecten a la humanidad,
mientras que el principio de subsidiariedad no lo exige.
Personal: abarca las excepciones previstas para personas que ocupan determinadas
funciones, que limitan en su caso particular la aplicación de la ley penal, ya que, en
principio, la ley penal se aplica a todas las personas, en base al principio de igualdad
contenido en el art. 16 CN. Dichas excepciones son:
o Indemnidad: basado en el art. 68 CN, establece la prerrogativa de los
legisladores de tener plena libertad en el ejercicio de sus funciones, al emitir sus
opiniones o discursos (contra calumnias, injurias o difamaciones). Si bien la
Constitución se refiere a ‘dentro del Parlamento’, con el objetivo de que el
legislador no se inhiba en el debate legislativo, la jurisprudencia entiende que
esta garantía se extiende a los medios de comunicación.
o Inmunidad de arresto: conforme al art. 69 CN, plantea que los miembros del
Congreso no pueden ser arrestados hasta el cese de sus funciones, excepto en el
caso de que sea sorprendido in fraganti (i. e., cometiendo el delito). Para que
puedan ser arrestados, es necesario pasar primero por el desafuero. Esta
inmunidad se extiende a los funcionarios de gobierno sometidos a juicio político,
y al procurador general y defensor general de la Nación.
Respecto del proceso de desafuero, el art. 70 establece la necesidad de quitar los
fueros a un legislador que ha sido descubierto en flagrancia, para que éste pueda
ser procesado. Para ello, se necesitan 2/3 de la aprobación de la Cámara donde
el legislador ejerza sus funciones.
o Jurisdicción originaria de la Corte Suprema: establece que, en todos los
asuntos concernientes a embajadores, ministros y cónsules extranjeros, la Corte
Suprema de Justicia de la Nación tiene jurisdicción originaria y excluyente, según
el art. 117 CN.
Teorías de la pena
La pena es el principal instrumento de que dispone el Estado como reacción frente al delito.
Consiste en una restricción de derechos, impuesta a aquellos que se consideren responsables de
la comisión de un hecho punible.
Las distintas teorías de la pena varían según su concepción de:
Kant: establece que la retribución está directamente vinculada con la idea de justicia, la
cual se logra a través de la condena del autor y todo aquel que haya estado vinculado con
la comisión del delito (cómplices, autor intelectual, etc.).
Hegel: establece que el delito es la negación de un derecho, en tanto que la pena es la
negación de la negación de dicho derecho, ya que ‘aniquila’ el delito, restableciendo el
derecho lesionado. Así, la pena tiene un efecto positivo. Se separa del principio talionario,
para reemplazarlo por la teoría de la equivalencia del delito de la pena.
La teoría de la retribución logró establecer un límite a la pretensión punitiva estatal, al concebir
a la pena como una reacción proporcional al delito cometido.
Teorías relativas: adoptaron una perspectiva utilitaria, al establecer a la pena como un
instrumento de motivación, y por ende una herramienta estatal de prevención del delito.
De acuerdo a quién será el objeto de la prevención, pueden distinguirse dos teorías dentro de
esta: