No es una emoción básica, sino un proceso serio y metódico que pone a trabajar 12 zonas
Enamorarse no es tan simple como parece, pero sí muy rápido. Esos sentimientos
abrumadores de estar sincera, loca y profundamente enamorado son resultado de una
compleja y veloz actividad cerebral.
Estar enamorado –o, con más precisión, tener un intenso anhelo de unión con otro, que
conlleva componentes químicos, cognitivos y conductuales– es un asunto bastante
complicado.
Según nuevas investigaciones, no es una emoción básica, como algunos pensaban, sino un
proceso serio y metódico que pone a trabajar 12 zonas cerebrales al mismo tiempo para
producir y sostener ese momento mágico. Y se ha descubierto que la primera actividad
específica en el amor comienza en el primer quinto de segundo después del flechazo.
Aunque muchas teorías incluyen al amor entre las emociones básicas, es mucho más que
eso, afirma la doctora Stephanie Ortigue, quien encabezó el estudio. El amor comprende
emociones básicas y también complejas, motivaciones hacia un objetivo, representación
corporal, evaluación y cognición.
El amor pasional, durante mucho tiempo dominio exclusivo de poetas, escritores y artistas,
es estudiado cada vez más por los científicos. En el centro de la investigación están las
imágenes de resonancia magnética, tecnología relativamente nueva para observar la
actividad cerebral. Mientras más se esfuerza una zona del cerebro, más oxígeno consume.
Seguir el curso del amor verdadero a través del cerebro no es un mero ejercicio académico.
Entender las redes cerebrales que se activan durante el amor puede ayudar a los médicos a
comprender mejor los problemas de las relaciones y la conducta sexual. Podría brindar a
médicos, sicólogos y terapeutas nuevos tratamientos para parejas que sufren de adicción al
amor, privación o rechazo.
En general, los análisis de la doctora Ortigue muestran que el amor pasional abarca zonas
cerebrales que intervienen en la emoción, la motivación, la recompensa, la cognición social,
la atención y la autorrepresentación o imagen corporal.
La actividad en estas áreas conduce a cambios en los niveles de ciertas sustancias químicas
en el cerebro enamorado, como aumentos en dopamina, oxitocina, adrenalina y
vasopresina, y decrementos en serotonina, todo lo cual redunda en los clásicos síntomas
amorosos, como pensar obsesivamente en el ser amado, anhelar una unión con ella o él,
euforia y mayor energía.
Los niveles más altos se observaron en hombres y mujeres que acababan de enamorarse, en
comparación con los que estaban en relaciones más prolongadas. Los investigadores
también descubrieron que, a mayores niveles de la proteína, más intensa la relación. Ambos
hallazgos sugieren que el FCN podría intervenir en etapas muy tempranas del amor.
“Nuestros datos demuestran por primera vez que los niveles circulantes del factor de
crecimiento nervioso son elevados entre las personas enamoradas, lo cual sugiere una
función importante de esta molécula en la ‘química social’ de los humanos”, apuntaron los
investigadores.
Personas rechazadas
Los investigadores, que también realizaron trabajos con personas rechazadas en el amor,
afirmaron que el poder del amor es más fuerte que el del solo impulso sexual.
El amor romántico es más fuerte que el impulso sexual porque quienes son rechazados en
sus proposiciones sexuales no se suicidan o matan a alguien. En cambio, los amantes
abandonados en ocasiones hostigan, cometen suicidio u homicidio o caen en depresión
clínica.
La doctora Ortigue y sus colegan creen que 12 áreas del cerebro participan en el amor
pasional: núcleo caudado/putamen, tálamo, zona ventral tegumental, giro anterior,
hipocampo, occipital, región occipito-temporal/fusiforme, articulación giro
angular/temporo-parietal, giro dorsolateral frontal medio, giro temporal superior, y giro
precentral.
Pero, ¿qué ocurre primero? ¿Qué desencadena ese torrente de actividad cerebral? Un nuevo
estudio, que será publicado en breve por la doctora Ortigue, ofrece algunas pistas. Los
investigadores usaron un electroencefalograma de alta densidad para medir el volumen de
actividad eléctrica en las neuronas del cerebro.
Los resultados revelan que cuando se muestra a las personas el nombre del ser amado, la
actividad eléctrica se acelera. La actividad se dispara con rapidez a nivel preconsciente, en
el curso de 200 milisegundos, en una de esas 12 áreas del cerebro: el giro angular.
Estos resultados tentativos sugieren que el cerebro responde al estímulo del ser amado en
ciernes en menos tiempo de lo que se lleva parpadear. Tal vez los románticos, que han
propagado desde hace mucho tiempo la idea del amor a primera vista, tengan razón después
de todo.