Objetivos
Cuerpo
Conclusión
INTRODUCCIÓN
El Salvador, un país de 21,042 km2 y en disputa de reclamo de una isla
de 0,5 km2, con una de las densidades poblacionales más altas de la región y
con una de las tasas de emigración alta hacia Estados Unidos; actualmente,
padece de altos niveles de violencia y delincuencia, viéndose mermado por el
desempleo y la corrupción en los organismos públicos (por mencionar uno).
Pero, ¿Cómo se llegó a esto?, ¿Qué factores incidieron y marcaron lo que ahora
vivimos? Sin lugar a duda, para entender y comprender la realidad actual de El
Salvador será necesario remontarse a echar un vistazo en su pasado, mi pasado
como salvadoreño.
El Salvador, que luego de ser colonizado por las embarcaciones
españoles fue dominado por terratenientes, a cargo del control económico y
político del país. Estas familias y otros empresarios poseían la capacidad de
proveer de empleo a una población hundida en la pobreza, con bajos niveles de
educación y de preparación, eran sometidos a trabajos pesados y mal
remunerados. Aún con todo lo antes mencionado, si El Salvador se etiquetará
de algo deberá ser de persistente reconocido por su exportación de café y
suponía un motor de desarrollo para sacar adelante al país, llegando a puntos
donde este era referente en la producción y lograba una buena posición a nivel
de Centro América. Sin embargo, el desplome de la bolsa de valores en 1929
afectó tremendamente la economía salvadoreña, disminuyendo el salario que les
pagaban a estos, y sumándole la reforma agraria mediante la cual los
campesinos fueron desplazados de sus tierras para usarlas para el cultivo. Esto
por si ya generaba un gran malestar dentro de los campesinos aledaños a dicho
sector productivo, pero a esta situación es de suma importancia agregarle un
factor que permitió la ignición de un descontrolable descontento y mal estar
dentro de la población. El General Maximiliano Hernández Martínez realizó un
golpe militar en 1931 que remplazo el gobierno del presidente Araujo,
fundamentando una dictadura que duraría doce años y que traería un sistema
basado en la intimidación, castigo y… muerte.
Los campesinos, armados de machetes y hondias, con su sombrero en la
cabeza fueron en busca de justicia, estos eran sometidos a abusos de trabajos
mal remunerados, y sobre todo esto les habían quitado su “por qué” al quitarles
las tierras que por muchos años habían trabajado. Olvidados e ignorados por el
gobierno fueran en busca de lograr reestablecer lo que en un principio les
pertenecía.
Tal y como la historia lo relata, los campesinos no se encontraron con más
que muerte y sufrimiento. Familias separadas e hijos dejados en el orfanato. El
gobierno del General Martínez, tomando de motivación el supuesto de que los
campesinos eran guiados y comandados por el Partido Comunista fue la excusa
perfecta para declarar la “guerra” a estas personas, y lejos de ser catalogado
como guerra, en la cual ambos tienen la posibilidad de ganar, este caso no fue
así, un machete no podría contra un arma de fuego, esta guerra fue un asesinato.
La escala de la represión del gobierno al fallar la rebelión no tenía
precedente alguno en la historia del país. El ejército, la policía, la Guardia
Nacional y las fuerzas privadas de los propietarios de hacienda emprendieron a
una orgía de masacre durante una semana entera. Los líderes de la insurrección
que incluían a Agustín Farabundo Martí fueron capturados y ejecutados por la
escuadrilla.
El presente ensayo, lejos de ser motivo para revivir una etapa sangrienta
y dolorosa de los salvadoreños, debe ser necesaria para conocer nuestra historia
en aras de no repetirla, además, producir la generación de la convicción
necesaria para que la justicia prevalezca.
Ochenta años después del trágico evento, varios de los medios de comunicación
salvadoreños hacen caso omiso de tan relevante hecho histórico que marcó la
historia reciente de El Salvador. La conmemoración de las victimas pasó
desapercibida por televisión, radio, periódicos, solo algunos medios de
comunicación recordaron la masacre. Lo más preocupante, si ese es la palabra
más adecuada, es que medios de comunicación internacionales como Telesur y
Correo del Orinoco recordaron esta fecha de trascendencia histórica, en
detrimento de los medios nacionales. Esto es una verdadera traición a la historia
y al pueblo indígena, que después de todo fue el primero en asentarse en este
territorio que hoy llamamos El Salvador.
En 1932 una rebelión de campesinos dirigida por Agustín Farabundo Martí fue
suprimida por la represión del ejército Salvadoreño. El ejército asesinó a cualquier
persona que pareciera indígena, casi exterminando la cultura indígena Pipil de El
Salvador, en una matanza que se estima que cobró entre 10,000 y 30,000 vidas.
Muertos, durante la insurrección campesina. Sonsonate, El Salvador 1932.
Durante “la Matanza”, a cualquier persona vestida con ropas indígenas o a cualquier
sospechoso de estar asociado con la rebelión fusilaban. En algunos casos, aldeas enteras
desaparecieron. Las cifras exactas nunca se han dado a conocer, pero se estima que
entre 10,000 y 30,000 personas fallecieron. La dictadura insistió que solamente 2000
fueron matados.