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Ensayo “Los grandes problemas de la filosofía”

Bertrand Russell.

David Xiques Flores.

Matrícula: 2163014437.

Introducción a la filosofía.
INTRODUCCIÓN.

Russell parte de un razonamiento tan simple, vista desde el sentido común, sin
embargo, al racionalizar el problema como de qué color es la mesa, el filósofo se
encuentra ya, en un gran problema. Preguntarnos por la existencia de la mesa es
tan absurdo a simple vista; sin embargo, Russell afirma que la tarea del filósofo es
aceptar que hasta las hipótesis más descabelladas y absurdas, caben en la
medida de toda posibilidad, no deben verse con mal ojo, sino que es de gran
importancia recogerlas y examinarlas.

En vista de que el sentido común no nos ayudad a resolver los grandes conflictos
de la filosofía, como preguntarse por la existencia de la realidad y la diferencia
entre apariencia y realidad, se enfrenta a una empresa que requiere una
voluntariedad y una examinación ardua y sin duda; peligrosa, en el que todo
parecerá tan posible e impactante. Evidentemente se levantará un campo
problemático lleno de infinitas posibilidades. Sin embargo, sabemos que estos
argumentos para defender los puntos de vista sobre algún tema filosófico, así
como de las ciencias, y en general, sobre cuando se intenta esclarecer alguna
verdad, no deben ser lanzadas al aire, sino que si se quiere convencer realmente,
es obvio que tras un argumento es de vital importancia la justificación, que pruebe
que tal razonamiento es verdadero o al menos que lo pretenda.

Para Russell, cualquier problema, por sencillo que parezca, puede estar repleto
de contradicciones al tomarlo de una manera crítica, sin caer en el dogmatismo o
en la negligencia. Ciertamente, no hay algún conocimiento que el hombre
razonable pueda tomar como verdadero; la duda, es entonces la herramienta del
filósofo si se quiere pretender obtener siquiera las bases de un conocimiento
aparentemente verdadero, o que pretenda alguna validez. Al comenzar a filosofar,
aún el objeto más obvio y simple, conduce a problemas que sólo se pueden
responder de manera incompleta.

El presente ensayo, si bien no puede responder a todas las preguntas que se


desean, al igual que la filosofía, tiene como resultado por lo menos proponer
problemas que acrecen el interés sobre el mundo que nos rodea, sobre el
conocimiento y la realidad y que tan validas son nuestras creencias sobre estas
dos cosas.
APARIENCIA Y REALIDAD, EXISTENCIA YNATURALEZA DE LA MATERIA Y LA
INDUCCIÓN.

Debemos comenzar por rescatar lo que hay en el primer capítulo titulado


“Apariencia y realidad”. El texto de Russell comienza con la pregunta: ¿Hay en el
mundo algún conocimiento tan cierto que ningún hombre razonable pueda dudar
de él?, la pregunta que cabe plantearse también quizá sea ¿hay verdaderamente
conocimiento alguno?

La tarea de la filosofía es la de preguntarse por los fundamentos, si es que los


hay. Es menester de ésta hacer la pregunta general, como es visto en el Menón,
de Platón. En este texto, la pregunta general es: ¿qué es la virtud?, aquí no se
pregunta los tipos de virtudes que existen, sino que este tipo de pregunta es una
por los fundamentos, una pregunta general.

Si bien, parece una pregunta obvia para Menón, la respuesta tiende a


particularizar una parte de la virtud, dejando la pregunta por la virtud en un
segundo plano, al ejemplificar y desmoronarla, dando diferentes tipos de virtud a
diferentes personas, sin responder a la pregunta principal. Sócrates replantea que
si bien, hay muchos tipos de virtudes, todas ellas deben de venir de algún lugar
en común, ejemplificando con la salud o la fuerza, pués estas dos son iguales,
tanto para el hombre como para la mujer, el niño o el anciano.

Sócrates usa ejemplos como el de que es una figura o el color, pues, si bien al
poner un ejemplo como ‘la redondez’ o el color ’blanco” en si no se está
definiendo que es, sino que se da un ejemplo de ello, y así mismo pasa con definir
que es una virtud y no ´la virtud’.

Russell, comienza intentando describir el color de la mesa pero, al examinar que la


mesa no tiene un color definido, puesto que depende desde que ángulo se le mire
y del reflejo de la luz sobre la superficie, bien si no cambia radicalmente, si es
notorio que el color cambia levemente.

Sócrates dice que el color es una emanación de las figuras proporcionado a la


vista, por lo tanto, perceptible; mientras que la figura es el límite de un sólido, por
ende, toda figura va siempre acompañada de un color.

Sin embargo, para un ciego, este razonamiento sonara extraño, e incluso sería
imposible explicarle que es el color. El ciego puede conocer una figura, pero jamás
llegará a conocer al color.

Ahora tomemos el ejemplo del ciego con el problema de la mesa. Digamos que si
bien, el ciego no conoce la mesa mediante la vista, si puede conocerla mediante el
tacto como también por el oído al golpearla.
Pero, al comenzar a explorar la figura de la mesa con el tacto, ¿podrá recrear una
imagen de ella?, parece que no, puesto que los datos de los sentidos, como los
llama Russell, sólo le proporcionan una experiencia inmediata, sin duda, podrá
reconocer el material de que esta echa y obviamente la función de esta, pero no
puede recrear una imagen de la mesa, pues jamás la ha visto. Entonces sería
prudente decir que un ciego no conoce una figura, sino sólo partes de ella, tanto
como la experiencia del tacto le proporcione, esto parecería ser cierto sólo con
objetos más grandes que sus manos, sin embargo, este razonamiento puede ser
completamente inválido, puesto que es imposible saber si el ciego recrea imagen
alguna al conocer un objeto a través de sus manos, por lo tanto, será mejor hablar
de lo que los sentidos le pueden proporcionar a una persona que tenga todos.

Al ver la mesa, relacionamos su forma inmediatamente con la función de esta,


pues la mesa tiene cierta función, no importando si es redonda, rectangular o
equis forma, tiene una función en particular y por esto, es por lo que la llamamos
mesa.

Examinemos la mesa de Russell tal como la describe. Aunque la mesa es


<<realmente>> rectangular, parecerá tener, desde casi todos los puntos de vista,
dos ángulos agudos y dos obtusos; aunque los lados opuestos son paralelos,
parecerá que convergen en un punto alejado del espectador; aunque nos de
longitud, el más inmediato parecerá el más largo. Esta descripción de la mesa, no
es una descripción común de la mesa, porque según él, la experiencia nos ha
enseñado a construir la forma <<real>> de la mesa con la forma aparente, y la
forma <<real>> es lo que nos interesa como hombres prácticos y más como
filósofos. Parece ser cierto, como dije anteriormente, no importa que forma tenga
la mesa, porque le adjudica el nombre que está íntimamente relacionada con la
función de ésta y nosotros creemos saber su naturaleza real y no lo que aparenta
ser.

Así, la figura de la mesa, según él, parece ser diferente, dependiendo del ángulo
en el que es vista y cambiando de lugar, la mesa tendrá una figura diferente.

Y lo mismo pasa con los demás sentidos, aquí es donde suscita el problema, la
distinción entre <<apariencia>> y <<realidad>>.

Aquí se hace dos preguntas ¿Existe en efecto una mesa real?, en caso afirmativo,
¿qué clase de objeto puede ser?

Nos apoyaremos en los argumentos de Russell, para después saber si lo que dice
podría pretender ser aceptado con cierta validez.
“La mesa real, si es que realmente existe, no es en absoluto, inmediatamente
conocida, sino que debe ser inferida de lo que no es inmediatamente conocido
mediante los datos de los sentidos, y éstos a la vez nos proporcionan una
experiencia inmediata que es a lo que lo llama sensación.”

Sin conocimientos científicos, podemos saber que la mesa es un objeto físico,


puesto que ocupa un espacio físico y el conjunto de todos los objetos físicos se
denomina materia.

Hasta aquí, el autor usa cuatro términos fundamentales; datos de los sentidos,
sensación, objeto físico y materia. Los dos primeros se refieren a nuestras
percepciones, que si bien son subjetivas, debemos creer que no se limitan a
nosotros, sino a las demás personas y animales, si es que estos existen. Los dos
últimos términos, se refieren a las cosas que existen independientemente de
nosotros, si es que son reales y no solo datos de los sentidos que nuestra
experiencia nos otorga en el momento de estar en contacto con objeto alguno, en
este caso; la mesa.

Al definir esto, el autor replantea las cuestiones anteriores y las cambiar por estas:
¿hay, en efecto algo que se pueda considerar como materia?, en caso afirmativo
¿cuál es su naturaleza?

Omitiré las tesis de los idealistas que menciona, para centrarme solo en sus
argumentos, por lo que aquí muestra, parece estar de acuerdo con la mayoría de
los filósofos en creer que en efecto existe una mesa real, sea cual sea su
naturaleza. Precisamente, el segundo capítulo se centra en indagar la existencia
de la materia y explicará las razones por las que pretende demostrar que en efecto
existe una mesa real, el capítulo tercero intenta responder cuál es su naturaleza.

Hasta aquí, el autor ha descubierto que si tomamos un objeto cualquiera, de la


clase que suponemos conocer por los sentidos, lo que los sentidos no dicen
inmediatamente no es la verdad acerca del objeto tal como es aparte de los
nosotros, sino solamente la verdad sobre ciertos datos de los sentidos, que, por lo
que podemos juzgar, dependen de las relaciones que tenemos entre nosotros y el
objeto.

Hasta ahora cabe plantearse tres preguntas ¿podemos tener un conocimiento


directo sobre la realidad? ¿Cómo podemos validar este conocimiento? ¿Vale la
pena pretender conocimiento alguno sobre ella?

Por lo que nos plantea Russell hasta ahora, parece ser que no tenemos un
conocimiento directo sobre ella, sino solo que nuestros datos de los sentidos no
presentan inmediatamente a través de la experiencia. La realidad no es lo que
aparenta. Es decir, no podemos conocer la realidad en sí misma, por lo tanto,
ningún conocimiento que tengamos sobre ella puede ser en efecto verdadero.

Según Sócrates, solo hay dos cosas que pueden guiarnos bien; el conocimiento y
la opinión verdadera, pero, ¿Existe alguna de estas dos cosas?, supongamos que
sí ¿tenemos forma de comprobar que en efecto hay conocimiento u opinión
verdadera que puedan llegar a ser certeras o que pretendan serlo?

Respecto de la realidad ¿vale la pena pretender conocimiento alguno sobre ella?,


me parece que sí, puesto que estamos inmersos en ella, estamos sujetos a sus
leyes y por lo tanto nuestras acciones dependen de la realidad, aunque no
podamos conocerla tal y como es, sino solo como se nos muestras a través de los
sentidos, pero nuestra tarea va más allá de la experiencia inmediata, y nos obliga
a indagar más allá usando la razón, como dice Russell “La filosofía, si no se puede
responder a todas las preguntas que deseamos, es apta por lo menos para
proponer problemas que acrecen el interés del mundo y ponen de manifiesto lo
raro y admirable que justamente bajo la superficie se oculta, aun en las cosas más
corrientes de la vida cotidiana.

Ahora examinemos el segundo capítulo. En el que indaga si en algún sentido,


puede haber algo que se denomine materia. La pregunta con la que comienza es:
¿Existe una mesa que tenga una determinada naturaleza intrínseca y que siga
existiendo cuando no la miro, o es la mesa simplemente un producto de mi
imaginación, una mesa-sueño en un sueño muy prolongado?

Cabe plantearse un razonamiento de donde partir. Aunque se dude de la


existencia física de un objeto cualquiera, en este caso, la mesa, no podemos
dudar de los datos de los sentidos que nos hacen pensar que hay un efecto en la
mesa, puesto que, según Descartes, podemos dudar de todo menos de nuestra
propia existencia, puesto que pensamos, y por lo tanto existimos: “Pienso, luego
soy” (cogito ergo sum). No cabe duda ante este razonamiento, que las cosas
subjetivas son las más ciertas.

Pero como dice el autor, cuando vemos un cierto color oscuro de la mesa, no es
absolutamente cierto que “Yo veo un color oscuro”, sino que “un cierto color
oscuro es visto”. Después de esto dice que “dentro de los límites de la certeza
inmediata, este algo que ve el color oscuro puede ser completamente
momentáneo, y no ser lo mismo que en el momento inmediato tiene una
experiencia diferente. Así, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos
particulares son los que tienen una certeza primitiva.” Por esto sostiene que “la
certeza de nuestro conocimiento respecto a nuestra propias experiencias no debe
ser limitada por la admisión de casos excepcionales, como por ejemplo: los
sueños y la alucinaciones. En estas justificaciones, apoya su investigación sobre
la investigación del conocimiento.

Al igual que Russell, apoyo la creencia, por sentido común, de que existen objetos
físicos independientes de lo que nuestros datos de los sentidos nos proporcionan
de ellos, pues de otra manera, este dejaría de existir en cuando lo dejara de ver y
tocar, o simplemente al salir del lugar en el que se encuentra aquél objeto,
además de que varias personas tienen necesidad del mismo objeto, basándonos
en que aparentemente, hay una existente realidad independiente de nuestros
sentidos y que no se nos muestra tal cuál es.

Al admitir esto, tenemos razones para creer, que existen otras personas que
perciben a los objetos físicos, con ideas y pensamientos propios, por ende, son
seres subjetivos.

Ahora usaremos de nuevo el ejemplo de la mesa. Si es observada por diferentes


personas desde diferentes puntos de vista, y en ese momento se pregunta de qué
color es, el sentido común nos otorgara un color, que todos, o la mayoría,
validarán como cierto. Sin embargo, si se comenzara a hacer lo mismo que al
principio del texto, se dirá que la mesa tiene un color diferente dependiendo de
donde se le mire y por quien, pues la reflexión de la luz y ángulo en el que sea
vista otorgara un color que aunque no cambie mucho, si será diferente, por lo que
podemos sostener de nuevo, que en efecto, la mesa tenga algún un color real.
Podemos suponer que porque ellos no ocupan un lugar físico en común con nadie,
y por esto es que siempre verán las cosas ligeramente diferentes.

La razón de Russell para creer que existen objetos públicos y comunes, es


porque, si bien, todos ven los objetos ligeramente diferentes, nadie dudará de que
convengamos en que son similares cuando se nos presenta el mismo objeto, es
decir que hay una analogía en los datos de los sentidos y que hay un objeto
público que los causa.

Sin embargo, no debemos descartar otras hipótesis, por ejemplo, que no podemos
demostrar la existencia de otras cosas distintas de nosotros mismo, de nuestras
experiencias, que todo es un producto de nuestros pensamientos, sentimientos y
sensaciones y que la vida no es más que un sueño, producido por nosotros
mismos.

Entonces ¿podemos saber en efecto que hay una realidad inherente a nosotros o
no es más que un sueño? ¿Podemos llegar a obtener un conocimiento que
pretenda valides sobre la realidad?
O podemos decir como Sócrates, que todo conocimiento no es más que un
recuerdo de nuestra alma, pues esta es inmortal y por haber vivido siempre, tiene
dentro todo conocimiento habido y por haber, por lo tanto, nosotros sabemos todo,
y al conocer algo de manera consciente, no hacemos más que recordar, esta
hipótesis es la llamada reminiscencia del alma.

Hay que usar el sentido común, y decir que en efecto, hay objetos físicos
independientes de nosotros, como dice Russell, pues es más fácil que si
suponemos que la vida es un sueño y nosotros somos los productores de los
objetos físicos que se nos presentan.

No podemos tener entonces un conocimiento directo de la realidad en sí, pero


podemos tener conocimiento alguno que pretenda ser válido.

Debo exponer ahora lo que se ha dicho y lo que hemos conseguido. Admitimos,


por ahora, que existe una realidad independiente de nosotros, incluso si la
percibimos o no, y esta “realidad” se nos presenta ante los datos de los sentidos,
de manera inmediata al estar en contacto con ella o equis objeto físico, o mejor, al
estar en contacto con la materia, y esta materia, y, los objetos físicos, son a la vez,
objetos públicos, pues son compartidos por otras personas e igualmente
percibidas, salvo con ligeras diferencias, pues ocupan un espacio físico diferente
de nosotros y por lo tanto tenderán a percibir a los objetos de manera diferentes,
pero sus datos de los sentidos serán análogos y similares, claro, aceptando de
igual manera sus excepciones, como aquél que es ciego o a alguien que sea
daltónico o cosas parecidas. En esto, creo que la mayoría puede estar de acuerdo,
por lo que podemos responder a la pregunta de si podemos saber en efecto que
hay una realidad inherente a nosotros o no es más que un sueño. Claro que,
podemos aceptar otras hipótesis, pues no es posible rechazarlas si se quiere
llegar ser filósofo, pero, por ahora convendremos en este razonamiento, para
seguir los pasos del autor, además de que el sentido común me obliga a aceptarlo
momentáneamente o como dice Russell; la creencia instintiva.

Ahora pondremos sobre la mesa el hallazgo del autor este dice que “todo
conocimiento debe fundarse en nuestras creencias instintivas, y que si éstas son
rechazadas, nada permanece” y que “es posible que todas o algunas de nuestras
creencias nos engañen y, por consiguiente, todas deben ser miradas con un ligero
elemento de duda”.

En cuanto a la pregunta que formulé anteriormente sobre si podemos llegar a


obtener un conocimiento que pretenda valides sobre la realidad, creo que Russell
puede responder, él supone que debemos aceptar como único dato aquello que
instintivamente creemos, a una organización sistemática y ordenada de nuestro
conocimiento, esto lo aplica a nuestras creencias instintivas, pues debemos
considerar cuál de ellas es más posible, cual debemos modificar o abandonar si se
quiere llegar a pretender cierto conocimiento. En esto, está el riesgo de error, pero
la probabilidad de errar disminuye, o puede que de verdad lleguemos a tener un
conocimiento sobre la realidad, sin que pueda ser comprobado, o como diría
Sócrates, que nos guíe la “opinión verdadera”.

Entonces ¿puede la filosofía ayudarnos a obtener un verdadero conocimiento o


que pretenda ser verdadero?, el autor y muchos filósofos, creen que la filosofía
puede darnos un conocimiento, no asequible de otro modo, del universo como un
todo y de la naturaleza de las realidades últimas.

Si bien no podemos contestar a la pregunta inicial de nuestro ensayo, podemos


decir que una de las formas en la que podemos adquirir conocimiento alguno, si es
que existe, es ordenando de manera sistemática nuestras creencias e intentado
llegar a la naturaleza de las causas últimas, la pregunta por los fundamentos, con
esto se pretende disminuir la posibilidad del error

Ahora pasemos a examinar el tercer capítulo llamado “La naturaleza de la


materia”.

La pregunta inicial es la siguiente: ¿cuál es la naturaleza de la mesa real, que


persiste independiente mente de la percepción que se tiene de ella?, cabe
preguntarse también ¿podemos conocer a la mesa, el objeto, o la materia como es
en sí misma?

Este capítulo nos muestra los argumento que la ciencia da respecto de este
problema, yo me centraré únicamente en lo más importantes.

El autor dice que es esencial para la ciencia que su materia ocupe un espacio,
pero el espacio en que se halla no puede ser exactamente el espacio que vemos o
tocamos, pues el espacio de la ciencia es neutral en relación con el tacto y la vista
y análogamente de los demás sentidos. No sólo los colores y los sonidos, etc.,
están ausentes del mundo científico de la materia, sino también el espacio que
obtenemos mediante la vista o el tacto.

Seguiremos con los argumentos de la ciencia y Russell.

Las formas reales de los objetos que percibimos, ocupan un espacio real, diferente
de los “espacios aparentes” que percibimos al entrar en contacto con ellos. El
espacio real es común, el espacio aparente es peculiar al sujeto percibiente. En
los espacios peculiares de diferentes personas el mismo objeto parece tener
diferentes formas: el espacio real, en el cual tiene su forma real, debe de ser,
pues, diferente de los espacios privados.
Con este argumento, responde a la pregunta de si podemos conocer al objeto en
sí, la respuesta parece ser de momento, negativa, pues estos objetos físicos no
pueden ser completamente iguales a los que nos datos de los sentidos nos
proporcionan, pero si pueden ser considerados como la causa principal de
nuestras sensaciones; a su vez, sentimos o gustamos cuando estamos suficiente
mente cerca de ellos. Son las posiciones relativas del objeto y de nuestro cuerpo
las que determinan cuáles sensaciones derivarán del objeto.

Cabe admitir que hay un espacio físico en el cual los objetos físicos tienen
relaciones espaciales, correspondientes en cada caso a las que tiene los datos de
los sentidos en nuestros espacios peculiares.

Igualmente pasa con la distancia, podemos llegar a conocer mucho más respecto
a las relaciones entre las distancias en el espacio físico que de las distancias en sí
mismas.

Con estos argumentos, nuestras esperanzas de conocer la realidad en sí misma,


parecen agotarse, parece que no podemos conocerla, ni podemos conocer la
naturaleza de los términos entre las cuales se establecen las relaciones entre
nuestros datos de los sentidos y la realidad.

Y esto se reafirma más en la cuestión planteada por el autor respecto al tiempo.


Pues, hay veces en el que el tiempo que es percibido por nosotros, difiere del
tiempo que realmente corre respecto del reloj. Sin embargo, no tengo
fundamentos para decir que no sea el mismo tiempo.

Y aquí, Russell plantea un argumento importante, a mi parecer, en el que dice que


no debe suponerse que los varios estados de diferentes objetos físicos tengan el
mismo orden en el tiempo que los datos de los sentidos constituyen las
percepciones de aquellos objetos. Un ejemplo muy elemental de esto es el trueno
y el relámpago.

Por es importante distinguir entre datos de los sentidos y objetos físicos.

El otro argumento, que es en sumo grado importante dice que aunque las
relaciones de los objetos físicos tengan toda suerte de propiedades cognoscibles,
derivadas de su correspondencia con las relaciones de los datos de los sentidos,
los objetos físicos en sí mismos parecen desconocidos en su naturaleza
intrínseca, en tanto al menos que los podemos descubrir por medio de los
sentidos.

Y con esto, parece sostenerse que, en efecto, no podemos tener conocimiento


alguno de cómo es la realidad en sí misma.
Ahora, pasaremos al capítulo seis, llamado “La inducción”, que comienza con la
pregunta: ¿Qué cosas hay en el Universo cuya existencia nos sea conocida
porque tenemos un conocimiento directo de ellas? que se parece a una pregunta
que plantee el que cuestionaba si podemos tener un conocimiento directo sobre la
realidad.

Estoy de acuerdo con Russell cuando dice que si queremos responder a estas
preguntas debemos conocer principios generales de algún género, por medio de
los cuales podamos deducir aquellas inferencias, esto es hacer las preguntas por
los fundamentos, los principios últimos, es decir, hacer la pregunta general.

Sin duda, la existencia de una especie de cosas A, es un signo de la existencia de


otra especie de cosas B, como dice el autor.

El problema viene cuando nos preguntamos si un número cualquiera de casos en


el que se realiza algo en el pasado proporciona la evidencia de que se realizará lo
mismo en el futuro.

También estoy de acuerdo con el autor cuando dice que estas esperanzas son
sólo probables; pues lo que debemos buscar no es una prueba de que deben ser
cumplidas, sino alguna razón en favor de la opinión según la cual es verosímil que
se cumplan.

Estos está íntimamente relacionado con la experiencia, pues asimilamos muy bien
la causa-efecto, por ejemplo, sabemos que si en este momento es de día,
pasando unas horas anochecerá, porque sabemos que está ligado al movimiento
de la tierra, o cuando se lanza un cohete al aire, sabemos que un momento
explotara, y por eso algunos niños pequeños al ver esto se tapan los oídos.

Esta experiencia nos muestra que la constante repetición de una serie de cosas,
nos lleva a creer que pasarán en el pasado, pues las probabilidades de que no
sucedan son muy vanas.

Sin embargo, no hay que confiarnos del todo, siempre hay que ver cualquier
conocimiento con un elemento de duda. Entonces ¿es nuestro conocimiento sobre
la realidad de fiarse?

Parece ser que cuantas más veces se repita una serie de cosas que estén bajo las
leyes de la realidad, cuando más probabilidad habrá de que se repita e incluso se
acerque a la certeza, pero, el hecho de que las cosas que dejen con frecuencia de
confirmar nuestras esperanzas, no es una prueba de que éstas no se realizaran
probablemente en un caso determinado o en una clase determinada de casos, sin
embargo, esto no es menos cierto como que podemos desmentir esto basándonos
en las experiencias y los casos particulares.
Como el autor nos plantea: toda nuestra conducta se basa en estas asociaciones
que actúan en el pasado y que, por consiguiente, consideramos que seguirán
actuando en el futuro. Entonces, podemos confiar en las leyes y conocimientos
que se nos presentan sobre la realidad, puesto todo conocimiento, sobre la base
de la experiencia, nos dice algo sobre lo que no se ha experimentado, se basa en
una creencia que la experiencia no puede confirmar ni refutar, pero que, por lo
menos en sus aplicaciones más concretas, aparece tan firmemente arraigado en
nosotros como muchos hechos de la experiencia misma.
CONCLUSIONES.

Parece ser, que en efecto, no podemos estar seguros de que algún conocimiento
que tengamos sobre la realidad, sea válido, la forma en la que el autor nos plantea
todas estas cuestiones, en la cuales, concuerdo con algunas, me hacen pensar, al
igual que muchos otros, que no podemos conocer ni llegar a conocer como es la
realidad en sí misma, al igual que los objetos físicos que se nos presentan y la
materia.

Sin embargo, es importante lanzarse a este campo problemático, puesto que,


todos estamos inmersos en la realidad, y nuestras acciones tienen consecuencias
dentro de esta, por lo tanto, estamos sujetos a sus leyes o principios. También,
parece ser evidente que no hay conocimiento tan cierto que algún hombre
razonable no pueda dudar de él, y la duda, parece ser nuestra herramienta más
poderosa si se quiere llegar a tener por lo menos, o pretender conocimiento
alguno, pero que podamos argumentar porque este conocimiento es válido.

Nos vemos en la necesidad de aceptar que, en efecto, existe una realidad


independiente de nosotros y de que la percibamos o no, y que formamos parte de
la materia, y de que ocupamos un espacio físico y un tiempo en esto que aparenta
ser la realidad, de lo contrario, nos veríamos en la necesidad de aceptar otras
hipótesis, como la de que la vida no es más que un sueño y todo lo que se nos
presenta, es parte de nuestros pensamientos y sentimientos, por ende, todo los
objetos que aparecen ante mí, son representaciones y creaciones mías, así como
las personas y toda nuestra realidad en conjunto.

Es importante que, para no caer en errores, es necesario dudar de todo, menos de


nuestra propia existencia, como pensaba Descartes, pues para ser evidente que
las cosas subjetivas son las más ciertas y que si se quiere llegar a tener un
conocimiento que pretenda ser verdadero, lo que hay que hacer es modificar,
abandonar o reemplazar nuestras creencias instintivas y aceptar como único dato
aquellas que pasen por una organización sistemática y ordenada de nuestro
conocimiento, así tendremos menos posibilidades de erras en cuando a creencias,
como también sobre lo que conocemos de la realidad.

Sin embargo, que no podamos conocer la realidad como es en sí misma, esto no


le quita la importancia que la filosofía tiene sobre estos temas, como dije al
principio –y estoy totalmente de acuerdo con Russell-, la filosofía, si no puede
responder a todas las preguntas que deseamos, es apta por lo menos para
proponer problemas que acrecen el interés del mundo y ponen de manifiesto lo
raro y admirable que justamente bajo la superficie se oculta, aun en las cosas más
corrientes de la vida cotidiana.

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