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XIQUES FLORES DAVID.

FUNDAMENTACIÓN DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMMBRES.

IMMANUEL KANT.

ÉTICA II

UAM IZTAPALAPA.

TRIMESTRE 17-1.
La fundamentación de la metafísica de las costumbres tiene como principal
objetivo el estudio del deber ser, desde un ángulo enteramente a priori, es decir,
bajo los conceptos de una filosofía pura, basada en una racionalización de los
conceptos morales fundamentados completamente fuera de toda experiencia, bajo
la sola idea de la libertad.

Una metafísica de las costumbres es para Kant, indispensable, puesto que las
costumbres y leyes morales se pueden ver corrompidas si se quieren fundamentar
en la práctica y la experiencia humana, puesto que, según Kant, toda la moral
debe estár fundamentada en la razón enteramente a priori, y en los conceptos de
deber, libertad, autonomía y buena voluntad.

Si se quiere ser moralmente bueno no basta actuar conforme a la ley moral, sino
que se debe actuar por la ley moral, es decir que, la moralidad radica en actuar
siempre de la misma manera fuera de contingencias e inclinaciones, siempre en
dirección del deber ser, por esto, Kant entra en las llamadas éticas deontológicas
o del deber, que valoran una acción moral, no por las consecuencias que esta
tiene, sino por el principio mismo de la acción, es decir, por el impulso racional,
bajo el concepto de una voluntad libre que guía a cometer la acción, teniendo
como objetivo puramente el deber ser.

La metafísica de las costumbres concibe la idea y el principio de una voluntad


pura, como dije anteriormente, y no en las acciones e inclinaciones que guían al
querer humano en general.

Por eso, este libro tiene como objetivo una búsqueda del origen de los principios
prácticos a priori de nuestra razón y pone como objeto de su investigación al
principio supremo de la moralidad , el cual se asienta en una voluntad pura, es
decir, sin ningún motivo empírico, guiada solamente por principios a priori.

En el prólogo se observa una refutación hacía la filosofía de los empiristas, que


Kant tacha de no comprender concepto morales a priori y acusa de elevar a
conceptos morales principios fundamentados solo en la experiencia.

Para Kant, parece no haber, en efecto, algo que sea bueno en sí mismo, bueno
sin restricciones, excepto una buena voluntad.

El carácter, que incluye a las virtudes éticas y virtudes dianoéticas, como


Aristóteles las llamaba, y que Kant llama talentos del espíritu, pueden ser buenas
y deseables, pero sin una buena voluntad, también pueden llegar a ser malas y
dañinas.

Lo mismo con el poder, la riqueza, la honra y la salud, pues aun cuando pueden
ser beneficiosas para el sujeto, pues este siempre está inclinado hacía la
búsqueda de la felicidad, si este no se haya encaminado hacia una buena
voluntad, no podrá tener nunca una satisfacción real, de donde se sigue que solo
una buena voluntad es la condición necesaria que nos hace dignos de la felicidad.

La buena voluntad para Kant, no tiene que ver con los efectos de esta, ni por los
fines que se quieran alcanzar, sino solo por el sólo querer de la acción, es decir,
es buena en sí misma.

Ahora bien, con respecto a la felicidad, Kant presupone que, en un ser racional, la
razón es un instrumento que adecuado para la búsqueda de la felicidad, puesto
que, si la naturaleza hubiera escogido a esta para alcanzar la felicidad, hubiera
tomado una muy mal decisión al elegir a esta como medio para alcanzar este fin,
desde una perspectiva teleológica. Para Kant, el mejor medio para alcanzar la
felicidad se las hubiera dictado con mayor precisión el instinto y no solo los fines a
alcanzar, sino los medios mismos, la naturaleza, entonces, hubiera impedido que
la razón tuviera un uso práctico, además de que reflexionara ella misma su
definición de felicidad, así como los medios que habría de usar para encaminarse
hacia esa dirección.

Kant dice que la razón hace que el hombre se aleje de la felicidad al preocuparse
en alcanzarla, por lo que algunos seres humanos terminan por sentir alguna
especie de misología u odio por la razón y envidian al hombre vulgar, que está
más direccionado a lo que el instinto le dicta y es más propenso a alcanzar la
felicidad. El hombre feliz y vulgar tiende a seguir al instinto y no apelar a la razón.

Entonces, la razón no puede tener otra función que la de alcanzar una voluntad
buen en sí misma, no puede ser el único bien, pero si el bien supremo, incluso
subordinando a la felicidad misma. Aquí parece haber una separación entre el
concepto de hombre bueno y hombre feliz.

La felicidad es un fin condicionado y siempre subordinado a una buena voluntad.

El concepto de una buena voluntad está íntimamente ligado al concepto de deber,


que contiene el de una voluntad buena, bajo ciertas restricciones y obstáculos
subjetivos.

La acción conforme al deber puede suceder por deber o por alguna intervención
egoísta, guiada por alguna inclinación o interés.

Por ejemplo, conservar la vida propia es un deber y está conforme al deber; pero
no por deber.

Para que una acción sea considerada por deber y tenga un verdadero contenido
moral, debe suceder, sin inclinación alguna, es decir, la máxima de la acción debe
ser por el principio del querer.
El valor del carácter moral, entonces, se basa en el carácter que, sin comparación
es el supremo valor de la moralidad: hacer el bien, no por inclinación, sino por
deber.

La felicidad, entonces, tendrá un contenido moral cuando de igual manera, se


procure, no por inclinación, sino por el deber mismo.

Kant lanza tres proposiciones sobre el deber:

1.- El amor práctico tendrá un contenido moral y no el amor patológico, pues el


primero será por deber, a diferencia del segundo, que es por inclinación, pues este
no puede ser ordenado. El amor es práctico y no patológico cuando no es efecto
de las sensaciones e inclinaciones, sino que tiene su asiento en la voluntad y se
funda en principios de la acción.

2.- Una acción hecha por deber tiene su valor moral en el principio del querer
(máxima de la acción) y no de la realidad del objeto de la acción ni el propósito
que se quiere alcanzar (fines). Los fines no proporcionan ningún valor moral a las
acciones.Una acción por deber está asentada en una voluntad puesta en su
principio a priori.

3.- El deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley. Se puede tener
inclinación por los fines de una acción, más nunca respeto, empero, si se puede
tener respeto por una acción cuando tiene verdadero contenido moral, es decir,
cuando es hecha por el solo querer, es decir, por deber.

La voluntad de una acción es objetivamente la ley y subjetivamente el respeto


puro a esa ley práctica y la máxima (principio objetivo del querer) de obedecerla
siempre. Solo la voluntad de un ser racional se puede considerar como un bien
absoluto, pues el ser racional es la representación de la ley en sí misma.

El respeto hacía una ley, según Kant reside en la subordinación de la voluntad


ante la ley, sin otros influjos en el sentir.
El respeto es un efecto de la ley sobre el sujeto y no como causa.
El respeto hacía una persona es respeto a la ley solamente.
Lo que constituye al deber entonces es la necesidad de mis acciones por puro
respeto a la ley. Al apartar a la voluntad de todo lo que pudiera impedir el
cumplimiento de una ley, solo queda el ejercicio de universalizar la acción, a
saber, la de que no se obre nunca a no ser que la máxima de una acción deba
convertirse en una ley universal, aceptada por todos los seres racionales, bajo la
sola idea de una voluntad libre que se autolegisla.

Lo único que es universable son las acciones que se basan en las ideas de
libertad y justicia.
Aquí yace la idea de Kant sobre la razón vulgar del hombre, pues este tiene la
facultad de distinguir entre “lo bueno” y “lo malo”, lo conforme y lo contrario al
deber.

El hombre, sin embargo, teniendo una razón vulgar y la facultad de juzgar los
actos morales, tiende a dudar de la valides de las leyes del deber y acomodarlas
de acuerdo a sus deseos e inclinaciones, y entonces se crea una dialéctica
natural, por eso, la razón vulgar necesita de una filosofía práctica.

En realidad, es muy difícil saber cuándo la máxima de una acción ha tenido su


asiento en fundamentos morales y por deber. No es difícil entender el por qué,
pues, ni aún examinando minuciosamente la máxima de una acción se podrá
encontrar si fue realizada por deber o por inclinación, puesto que no importa la
acción que se es observada, ni las consecuencias que de esta se derivan, sino lo
más recónditos principios y motores que estimularon el principio de la acción, los
cuales son, en efecto, incognoscibles.

Kant, determina a la razón como la que ordena todo lo que debe suceder,
independientemente de todo fenómeno, refutando a los que fundan todo en la
experiencia (empiristas).

El ejemplo que ejemplifica en esta parte es sobre la lealtad en las relaciones de


amistad, la cual es un deber exigible a todo hombre, como deber en general y
antes de toda experiencia, incluso aunque no haya habido nunca una amigo leal,
de donde se sigue, que esta idea de lealtad reside únicamente en la razón pura,
que determina la voluntad de una acción por fundamentos a priori.

Este supremo fundamento de la moralidad, que reside en la libertad y la razón


pura práctica, no solo es absolutamente necesaria para el hombre, sino para todos
los seres racionales, debiendo estar fuera de toda experiencia y contingencia
posible, de estar forma, se deberá actuar siempre conforme a la ley moral y solo
por el deber, sin excepción alguna.

Para Kant, el concepto de Dios como bien supremo está fundamentado de la idea
que la razón a priori que bosqueja la perfección moral, enlazada al concepto de
una voluntad libre. Por lo tanto, la religión deberá estár asentada sobre la moral y
no al revés, en consecuencia de haber estado apoyada sobre principios de una
voluntad libre y una razón a priori.

Los conceptos morales, entonces, deberá ser un concepto universal aplicable a


todo ser racional y estar fundamentados completamente a priori, en la razón.
La explicación que formula el imperativo surge entonces de lo siguiente:

Naturaleza Actúa según leyes.


Un ser racional obra por representación de leyes (principios)

Posee una voluntad Razón práctica.

Es objetiva y subjetivamente necesaria.

Sin embargo, la razón no determina suficientemente la voluntad.

Sometida a condiciones e inclinaciones subjetivas.


Entonces:

Acciones objetivamente necesarias Subjetivamente contingentes.

Constricción.

Se impone conforme a las leyes objetivas a una voluntad no enteramente buena.

No es por naturaleza necesariamente obediente.

Imperativo Mandato de la razón; formula.

Representación de un principio objetivo, constrictivo para una voluntad.

DEBER SER.

Todo lo que determina la voluntad por medio de representaciones de la razón, es


decir, en las acciones objetivas que cumple un sujeto, de manera libre, es
prácticamente bueno.
IMPERATIVOS.

IMPERATIVOS HIPOTÉTICOS . IMPERATIVO CATEGÓRICO.


(CONDICIONAL)

Pragmático. Técnico. Mandatos (leyes) de la moralidad.

Felicidad. Si quieres x, entonces a es bueno.

Consejos de la sagacidad. Reglas de la habilidad.

El imperativo hipotético se refiere a un dos principios, uno; el problemático-


práctico, y el otro; el asertórico-práctico (decriptivo).

El problemático-práctico se refiere a un imperativo de tipo técnico o de habilidad,


(en palabras de Kant), que describe los medios más efectivos para alcanzar el fin
deseado, mientras el asertórico-práctico, ser refiere a un condicional de tipo
pragmático, ligado al propósito que se presupone encontrar en todos los seres
racionales: la felicidad.

El imperativo categórico, se refiere al principio mismo de la acción y a las


consecuencias que de ella se derivaran, bueno o lo malo de esta acción estará
íntimamente al principio objetivo del querer de la acción cometida (máxima), este
mandato, es incondicional, es decir, que en cualquier contingencia, la acción es
mandada inmediatamente por la acción misma. Este es el imperativo de la
moralidad.

Para Kant, los el imperativo categórico se refiere a una ley práctica, mientras que
los hipotéticos pueden llamarse principios y no leyes de la voluntad, pues al estar
en un contexto de contingencia, son pueden cambiar o se puede renunciar a ellos,
mientras que el categórico es incondicionado a toda experiencia, por lo que se
exige en él una ley.

El imperativo categórico se representa bajo una sola ley, pero de tres maneras
diferentes, todas ellas, llevan al mismo principio supremo de la moralidad, que
está bajo la idea de la libertad y la universalidad de esta, como subordinada a una
voluntad libre conforme a la razón, pues esta es la constitución del sujeto como
ser libre que puede elegir.

A) Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley


universal de la naturaleza.

Este es el fundamento del supremo deber y del canon del juicio moral.
Recordemos que la máxima se refiere al principio subjetivo del obrar, el
imperativo, entonces, está fundamentado sobre la idea de una voluntad libre, en
una razón enteramente a priori, presuponiéndose por igual en todos los seres
racionales, de lo que se sigue que pueda convertirse en ley universal de la
naturaleza, puesto que lo único que se puede universalizar es la libertad.

Aun considerando esta idea de el imperativo categórico, como necesario como ley
universal, aplicado a nosotros mismo, esto parece difícil, según lo podemos
constatar en la experiencia, pues nos tomamos la libertad hacer una excepción en
nosotros, siempre a favor de nuestras pasiones e inclinaciones, por lo que no
queremos que nuestra máxima se vuelva ley universal, a esto se refiere Kant,
cuando dice que las acciones objetivamente necesarias, son subjetivamente
contingente.

Aun cuando resulte casi imposible atenerse al imperativo categórico, resulta que el
ser racional, puede aceptarlo y reconocerlo como universalmente válido.

Así, el concepto de deber no es simple concepto vació, sino que tiene verdadera
significación y legitimación sobre nuestras acciones, el deber, según Kant, se
convierte en una necesidad práctico-incondicionada de la acción, aplicable a todo
ser racional.

Kant hace una comparación entre la filosofía práctica y la filosofía empirista, que
puede expresarse así:

Filosofía práctica Leyes objetivas prácticas Razón práctica (voluntad)

DEBER.

Filosofía de la naturaleza Leyes empíricas Psicología empírica,


antropología (pasiones)
La voluntad esta expresada como una autolegislación del sujeto y su
determinación a obrar conforme a la representación de distintas leyes.
El fin sirve a la voluntad como fundamento objetivo de esta autolegislación, por lo
que al estar guiado por la razón y estar asentado el principio de libertad, es válida
para todo ser racional.
Un medio es el conducente a determinado fin, el medio se fundamenta en la
posibilidad de la acción, puede ser contingente.

Kant hace una distinción entre fines subjetivos y objetivos:

Resorte Fundamento subjetivo del deseo (fines materiales)

Motivo Fundamento objetivo del querer (fines formales)

Para pasar a la segunda proposición práctica del imperativo categórico,


encontramos que para que haya algo cuya existencia que en sí misma tenga un
valor absoluto debe de igual manera estár fundamentada en el imperativo
categórico.

En Kant, todo ser racional existe como fin en sí mismo, por tanto, este ser racional
debe actuar de manera que se constituya en un ser libre y al mismo tiempo
reconocer a los demás seres como libres, esto es, como fines en sí mismos.

Para Kant, lo que descansa en la naturaleza, siendo esto, seres irracionales,


tienen un valor relativo, como medios, son cosas (parece que Kant concebía a la
naturaleza y a todos los seres cuya naturaleza fuera irracional, llámese animales,
plantas, etc., como simples medios, que él llamaba “cosas”, por lo que desvela
una concepción meramente antropocéntrica y una visión muy optimista de la
razón, lo cual suena bastante discutible), en cambio, los seres racionales se
llaman personas (sustancia individual de naturaleza racional, en otro término más
estricto) porque su naturaleza los distingue ya como fines en sí mismos.

De esta valoración, se desvela el fundamento para la segunda expresión del


imperativo categórico, a saber, de que la naturaleza racional existe como fin en sí
mismo, que es el siguiente:

B) Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la


persona de cualquier otro, siempre como fin al mismo tiempo y nunca
solamente como un medio.
1.- La primera aplicación de esta expresión esta fundamentada en el amor a sí
mismo de un sujeto, es decir, constituirse como fin en sí mismo, como sujeto libre
y nunca como un medio. Ej. El suicidio.

2.- Se refiere al deber que se tiene con los demás, es decir, el de reconocerlos
como personas libres, como fines en sí mismo y nunca como medios.

3.- Se refiere al deber contingente para consigo mismo, refiriéndose a la felicidad.


La acción no solo no debe contradecir a la humanidad en nuestra persona, como
fin en sí mismo, sino que debe concordar con ella.

4.- Refiriéndose al deber meritorio para con los demás. Se entiende como la
disposición de poder hacer, de alguna manera, felices a los demás en la medida
de lo posible, pues el sujeto, como fin en sí mismo, y como sujeto que tiene fines
propios, y yo, como sujeto, comprenderé estos fines y deberán tener efecto sobre
mis fines de igual manera.

Hay una similitud en esta segunda expresión del imperativo categórico con la ética
cristiana, cuya ley moral es: Ama a tu prójimo como a ti mismo.

Ahora bien, el como el sujeto de todos los fines es el ser racional, pues, el
fundamento de toda legislación práctica objetiva se haya siempre en la
universalidad, pero ésta a su vez, tiene un objetivo práctico, que recae
subjetivamente en el fin, de donde se sigue que el tercer principio practico se haya
en la idea de la voluntad de todo ser racional como una voluntad universalmente
legisladora.

Por tanto, una máxima que no esté constituida bajo la idea de una voluntad que se
autolegisla, no tiene un valor universalmente valido para todo ser racional. La
autolegislación del sujeto libre se fundamenta en una ley de la que él mismo es
autor, este sujeto no está sometido a la ley universal, sino que se impone él
mismo, siendo al mismo tiempo autor de ella, de donde se sigue que lo único que
es universalizable son los principios de justicia, autonomía y libertad.

Así se forma el concepto de autonomía de la voluntad, cuyo antagonismo se haya


bajo el nombre de heteronomía.

A través de la universalidad de los fines en sí, así como de los fines de los sujetos,
se formula el concepto kantiano del reino de los fines, es decir un enlace
sistemático que engloba un todo de todos los fines, al parecer, en armonía.
Aquí yace la tercera expresión del imperativo categórico:

C) Obra por máximas de un miembro legislador universal en un posible reino


de los fines.

El ser racional pertenece al reino de los fines, cuando forma parte de él como
legislador universal y al mismo tiempo está sujeto a esas leyes comunes por todos
los participantes. Es legislador y legislado a su voluntad.

La moralidad, para Kant, presupone entonces una relación de toda acción con la
legislación, por la cual es posible este concepto de reino de los fines.

La dignidad, presupone pues, al ser racional como responsable de sus acciones,


pues estas han sido realizadas por autonomía de la voluntad, este ser racional se
autolegisla y no acata otra ley que no sea la que se ha impuesto a sí mismo, por lo
tanto, actúa por el principio de la libertad.

El reino de los fines propone que todo tiene un precio y una dignidad. Lo que tiene
precio puede ser sustituido por algo equivalente, pero lo que está por encima de
todo precio es la dignidad.

La autonomía, es entonces, el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana


y de toda naturaleza racional en general.

A través de este concepto, vuelve a reafirmar el primera tesis de que una voluntad
es absolutamente buena, cuando no puede ser mala y su máxima, al ser
transformada en ley universal, no puede contradecirse por todos los seres
racionales.

Sin duda alguna, la idea de Dios o del supremo Ser como jefe del reino de los
fines no altera el valor interno de las máximas que rigen a todos los participantes
de tal reino, aun cuando fuera un importante motor, es más, este supremos ser, en
tanto que es racional, juzgaría precisamente el valor de todos los seres racionales,
según su conducta desinteresada, pues, esto constituye un valor absoluto del
hombre. Por lo tanto, el hombre racional, como legislador del reino de los fines,
independientemente de la existencia de un Ser supremo, actuará conforme al
deber, la idea de Dios no influiría de ninguna manera en sus acciones, pues
actuará conforme a una autonomía de la voluntad, en tanto que se constituye
como un ser libre, como un fin en sí mismo.

La moralidad, es por tanto, una relación de las acciones con la autonomía de la


voluntad, con la posible legislación universal, por medio de las máximas de la
misma.
La autonomía de la voluntad es la constitución de la voluntad que se autolegisla,
su principio es el mismo: que las máximas de la elección, en el querer mismo,
sean al mismo tiempo incluidas como ley universal.

Sin embargo, esta regla práctica, no es demostrable para Kant, pero afirma que si
hay una conexión necesaria entre la autonomía de la voluntad como imperativo y
las máximas de las acciones como leyes universales, pues se trata de una
voluntad que implica una obligación moral, esto es, una voluntad que se auto-
obliga y que se conecta aunque no sea demostrable, con la idea de universalidad
de la máxima, por lo que Kant afirma que se trata de una proposición sintética, que
debe conocerse enteramente a priori.

Esta proposición sintética práctica a priori, es demostrable en una conexión del


sujeto y el predicado que no es demostrable, pero que, necesariamente están
conectadas, porque una autonomía de la voluntad exige una obligación moral, por
la idea de una voluntad que se auto-obliga, al autolegislarse bajo la idea de la
libertad, puesto que, aunque la libertad es la capacidad de elección, la máxima
deberá de esa elección inclinarse hacía una ley objetivamente necesaria,
presupuesta como ley universal para todo ser racional, y por ello es
universalmente aplicable, por tanto se encuentra íntimamente ligada al concepto
de una voluntad libre que es legisladora y al mismo tiempo se somete a su propia
ley.

Ahora, por el contrario, cuando una voluntad busca una ley, saliendo de sus
principios de autolegislación, sometiéndose a la ley, es decir, deshaciéndose del
principio supremo de la moral: la libertad, entonces se produce la heteronomía.
Este sometimiento ante una ley, cae entonces en un imperativo hipotético: Debo x,
porque b.

Voluntad Causalidad de los seres vivos en tanto que son racionales.

Libertad Propiedad de esa causalidad independientemente de causas que la


determinen.

Esta definición, según Kant, es negativa, puesto que una causalidad lleva el
concepto de leyes, de donde se sigue que eso que se llama causa implica
necesariamente una consecuencia.

Que la libertad no sea propiedad de la voluntad, según leyes naturales, no implica


que no posea una ley, sino que ha de ser ella misma una causalidad, según leyes
inmutables, de otro modo la voluntad libre sería un absurdo.

La libertad de la voluntad, es su autonomía, en tanto que la voluntad es una ley


para sí misma. Aquí tiene lugar la proposición: la voluntad es, en todas las
acciones, una ley en sí misma.
Esto es para Kant la fórmula de imperativo categórico y el principio de la
moralidad: “Voluntad libre y voluntad sometida a leyes morales son una y la misma
cosa.”

Ahora bien, para saber cómo es que una ley moral obliga, pero al mismo tiempo
nos sometemos a ella siendo libres, viene por una distinción del Juicio al que se
llama sentimiento.

Kant entonces proporciona una distinción entre mundo sensible y mundo


inteligible, el primero tiene su fundamento en que nosotros no podemos conocer a
los objetos que nos afectan en sí, es decir, no podemos conocer la cosa en sí,
solo podemos llegar a conocer los fenómenos que se nos presentan a través de
los sentidos, esto ha de ser el sentimiento, mientras que la segundo, permanece
siempre idéntico, este no llega por afección de los sentidos, sino inmediatamente,
esto ha de ser un nouméno.

El hombre, tiene la facultad de pertenecer a estos dos mundos, el primero, en


cuanto que se encuentra bajo leyes naturales (heteronomía), y el segundo, en
cuanto que se encuentra bajo leyes no empíricas, que pertenecen a la razón.

Así, el hombre debe pensarse como inteligencia, y ser consciente de que su


voluntad siempre debe fundamentarse bajo la idea de la libertad, ligada
necesariamente al concepto de autonomía, el cual es el principio universal de la
moralidad, por lo tanto, el pensarse como ser perteneciente al mundo inteligible,
es para Kant, constituirse como ser libre, cuya consecuencia siempre es la
moralidad.

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