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04-027-049 América II

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HISTORIA GENERAL DE AMERICA LATINA, VOL. IV

CAPITULO 10: LA LUCHA POR EL CONTROL DEL ESTADO: ADMINISTRACION

Y ELITES COLONIALES EN HISPANOAMERICA

JORGE GELMAN

Desde mediados del siglo XVIII, y sobre todo durante el


reinado de Carlos III (1759-1788) y la presencia en el Consejo
de Indias de José de Galvez (1776-1787), la Corona española

lleva adelante grandes reformas político-administrativas en sus


colonias americanas, con un impulso, masividad y coherencia,
como no se habían conocido desde la época de las reformas

toledanas a fines del siglo XVI.


Estas reformas, que ya habían comenzado dentro de la propia
península ibérica con la llegada de los Borbones al trono de

España a inicios del siglo, sólo se van a empezar a aplicar


timidamente en América durante el reinado de Fernando VI (1746-
59), una vez que el fin del asiento inglés de esclavos en 1748 y

el tratado de límites con Portugal en 1750, despejan el


horizonte de conflictos europeos inmediatos.
Pero sólo a la muerte de este último monarca y con la

ascensión al trono de Carlos III, las reformas adquieren un


ritmo y coherencia, que permiten hablar de un verdadero plan de
conjunto para transformar las estructuras de poder imperantes en

América durante casi dos siglos.


Este intento de transformación política, era en realidad

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parte y condición previa de unas reformas más amplias, que
buscaban consolidar los límites y la seguridad del Imperio,
promover el crecimiento económico español y asegurar un flujo

creciente de ingresos fiscales a la Corona, para permitirle


recuperar su lugar en el mundo.
No nos ocuparemos aquí de estas reformas económicas,

militares, religiosas, fiscales, pero resultaba claro para la


Corona y para todos los impulsores intelectuales de aquéllas,
que para poder reorganizar la economía, cobrar mejor y más

impuestos, defender el territorio, terminar con el contrabando y


disciplinar a la población de las colonias, era menester primero
realizar una profunda reforma político-administrativa en

América, fortalecer el aparato estatal, instalar en el mismo a


funcionarios honestos y fieles, terminar con la corrupción
generalizada y con la influencia de las elites locales en la

administración.
Nuestro objetivo será entonces analizar las
transformaciones en las estructuras del poder en Hispanoamérica

a lo largo del siglo XVIII, y en particular la incidencia de las


reformas políticas practicadas por los Borbones en la segunda
mitad del siglo. Nos centraremos para ello en el ámbito de la

administración del Estado, en la constitución de las elites


americanas y en su relación cambiante con las estructuras del
poder a lo largo de este siglo. Esta doble aproximación al

problema, Estado-elites locales, parte de la concepción de que


la estructura del poder y las definiciones políticas en América,
no eran sólo el resultado de la voluntad de la Corona y sus

ministros metropolitanos, sino de la combinación de la misma,

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con los factores de poder en las colonias, los propios
funcionarios y sobre todo las poderosas elites locales.

Las estructuras del poder antes de la ofensiva borbónica

Conocemos hoy bastante bien como funcionaban las

estructuras del poder en América, antes de las Reformas


Borbónicas. Si bien la mayoría de los estudios que se han hecho
sobre este tema versan sobre el siglo XVII, para dar luego un

salto a la segunda mitad del XVIII, los pocos trabajos que han
incluído a la primer mitad de este último siglo, nos lo muestran
como un período donde se mantienen y aún incrementan ciertos

rasgos del anterior1.


El historiador británico D. Brading, resume lo que sabemos
sobre el poder antes de las reformas con una frase contundente:

"...en cada provincia del Imperio, la administración había


llegado a estar en manos de un pequeño aparato de poder
colonial, compuesto por la elite criolla -letrados, grandes

propietarios y eclesiásticos- unos pocos funcionarios de la


península con muchos años de servicio y los grandes mercaderes
dedicados a la importación. Prevalecía la venta de cargos en

1
En este sentido el trabajo más sistemático es el de los
historiadores norteamericanos M. Burkholder y D. Chandler, sobre
la composición de las Audiencias americanas entre 1687 y 1808,
donde los autores no dudan en incluir a la primer mitad del
XVIII en lo que llaman la "Edad de la Impotencia" (de la Corona
frente a sus colonias), siendo la segunda mitad del siglo la
época de la restauración de la "Autoridad". M. Burkholder y D.
Chandler, 1977, From Impotence to Authority. The Spanish Crown
and the American Audiencias, 1687-1808, University of Missouri
Press, Columbia.

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todos los niveles de la administración"2.
Los estudios sobre distintas áreas de la administración le
dan plenamente la razón. Si tomamos el caso de las Audiencias,

la mayor instancia judicial en América, sabemos que entre 1687,


en que se empiezan a vender sus cargos, y 1750, se nombran 138
criollos y 157 peninsulares. La mayoría de los primeros había

comprado su cargo y se destacaban los miembros de la elite


limeña que habían instalado oidores no sólo en la Audiencia de
Lima, sino en muchas otras. A su vez una gran parte de los

peninsulares que figuraban en esta institución, estaba


fuertemente ligada a las elites locales (por matrimonio,
compadrazgo, transacciones económicas, etc), con lo cual la

influencia de estos sectores era ampliamente mayoritaria3.


Algo parecido sucede en el resto del aparato estatal.
Dejando de lado a los Cabildos, la instancia más baja del poder

en las ciudades, que de partida -y así fueron pensados- eran una


virtual representación de las elites urbanas, encontramos una
situación similar en el caso de los Corregidores de indios o

Alcaldes mayores. Estos funcionarios que habían sido impuestos


por la Corona a fines del siglo XVI, para limitar el poder de
los encomenderos, organizar la explotación de la población

2
D. Brading, 1990, "La España de los Borbones y su Imperio
Americano", en L. Bethell (ed), Historia de América Latina,
Crítica, Barcelona, Tomo 2, capítulo 3, página 92 (primer
edición en inglés, 1984, Cambridge History of Latin America).
3
Burkholder y Chandler, From Impotence..., cit. Ver también
algunos ejemplos en John Leddy Phelan, 1972, "El auge y caída de
los criollos en la Audiencia de Nueva Granada, 1700-1781",
Boletín de Historia y Antigüedades, 59, Bogotá o León Campbell,
1972, "A colonial establishment: Creole domination of the
Audiencia of Lima during the late eighteenth century", Hispanic
American Historical Review, 52:1.

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indígena en beneficio del conjunto de los colonos españoles y de
la Corona, aunque también se suponía que defenderlos frente a
las excesivas pretenciones de los primeros, se convierten por su

papel de bisagra en una pieza clave del sistema colonial. Muy


pronto las elites van a buscar incidir sobre estos funcionarios,
para poder acceder más facilmente a la mano de obra indígena y

sobre todo desde la segunda mitad del XVII, para convertir a esa
población en un mercado cautivo, donde colocar mercancías, en
cantidades y condiciones que el Corregidor podía imponer por su

posición de fuerza allí. Esta aspiración de las elites se va a


ver favorecida porque desde 1678 se empiezan a vender
oficialmente estos cargos, con lo cual los sectores más

adinerados de las colonias van a poder adquirirlos


directamente4.
También conocemos bastante bien el caso de los oficiales de

real hacienda, en el período preborbónico y así podríamos seguir


enumerando5.
Esta amplia influencia directa e indirecta de las elites en

4
son numerosos los trabajos que se han escrito sobre estos
funcionarios. Algunos de los que mejor trazan la influencia de
las elites sobre ellos y sus actividades ilícitas son: Javier
Tord, 1974, "El corregidor de indios en el Perú: comercio y
tributos", Historia y Cultura, 8, Lima; A. Moreno Cebrián, 1977,
El corregidor de indios y la economía peruana en el siglo XVIII,
CSIC, Madrid; B. Larson y R. Wasserstrom, 1982, "Consumo forzoso
en Cochabamba y Chiapa durante la época colonial", Historia
Mexicana, XXXI, 3, México; B. Hamnett, 1977, Politics and Trade
in Sothern Mexico, 1750-1821, Cambridge y H. Pietschmann, 1977,
"El comercio de repartimientos de los Alcaldes Mayores y
Corregidores en la región de Puebla-Tlaxcala en el siglo XVIII",
Estudios sobre la política indigenista española en América,
Universidad de Valladolid.
5
K. Andrien, 1985, Crisis and decline. The Viceroyalty of
Peru in the seventeenth century, University of New Mexico Press,
Albuquerque.

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el poder, se va a manifestar de manera evidente en el desarrollo
a gran escala de actividades, no siempre legales, amparadas por
el estado y que favorecían a estos sectores.

Ya hemos mencionado el caso de los "repartos de mercancías"


que imponían los Corregidores a los indígenas, que adquieren tal
magnitud en la primer mitad del siglo XVIII, que la Corona se va

a ver forzada a legalizar en 1754, para tratar de limitar y a la


vez obtener algún provecho del mismo.
Otro fenómeno que se desarrolla en gran escala es el

contrabando, que parece ser de lejos la principal forma de


comercio exterior americano en el siglo XVII y primer mitad del
siguiente6.

De estas y otras razones se derivaba que la Corona perdiera


progresivamente el control directo de la situación colonial y
que se redujera también la recaudación fiscal, recaudación que

por otra parte se delegaba cada vez más en particulares, a


quienes se arrendaba el derecho a percibir los impuestos a
cambio del pago de sumas fijas.

Toda esta situación ha llevado a algunos autores a plantear


que el grado de control de las elites locales sobre el aparato
del estado, la generalización de la corrupción y el no respeto a

la legislación real, permiten hablar de la existencia en los


hechos de una primer independencia americana en el XVII y primer

6
un estudio que resume y afina todo lo que sabemos sobre el
comercio atlántico americano en esta época es M. Morineau, 1985,
Incroyables gazettes et fabuleux metaux. Les retours des trésors
américains d'après les gazettes hollandaises (XVIe-XVIIIe
siècles), Cambridge University Press/ Maison des Sciences de
l'Homme, Cambridge.

6/31
mitad del XVIII7.
Esta idea parte de una vieja concepción de la
historiografía americanista que consideraba al estado implantado

por la Corona en América como uno fuertemente centralizado y que


excluía la participación de los factores de poder local8. De
esta manera la presencia de estos últimos y el desarrollo de la

corrupción serían una aberración del sistema, cuya magnitud en


este período lo pondrían francamente en crisis.
Sin embargo es posible considerar la evolución en las

estructuras del poder en América de otra manera.


Una serie de trabajos plantearon ya hace más de dos
décadas, una interpretación diferente a la tradicional, sobre el

sistema de gobierno en Hispanoamérica y el fenómeno de la


corrupción, aunque luego los trabajos de investigación empírica
hicieran poco caso de estos planteamientos9.

7
quién desarrolló inteligentemente esta idea de la primer
emancipación fue John Lynch, 1964-69, Spain under the Hapsburgs,
Oxford, 2 vol. Otro autor habla de "emancipación informal" de
América, previo a las reformas; ver Fernando Muro Romero, 1987,
"Administración y Sociedad en la América española hasta 1750",
en Antonio Annino et alli (ed), America Latina: Dallo Stato
Coloniale allo Stato Nazione, Franco Angeli Libri, Milano,
volúmen II, página 448. Lynch ha modificado posteriormente su
percepción de este período, hablando de la existencia de un
gobierno de "consenso", que no cuestionaba el vínculo colonial.
Ver John Lynch, 1991, Historia de España, Tomo XII "El siglo
XVIII", Ed. Crítica, Barcelona.
8
un ejemplo de esto es la influyente obra de Clarence
Haring, 1949, The Spanish Empire in America, New York.
9
los trabajos más importantes en este sentido fueron:
S.N.Eisenstadt, 1963, The Political System of Empires, New York-
London; Magalí Sarfatti, 1966, Spanish Bureaucratic
Patrimonialism in America, Berkeley; y John Leddy Phelan, 1967,
The Kingdom of Quito in the seventeenth century: Bureaucratic
politics in the Spanish empire, University of Winsconsin Press,
Madison, donde no sólo se avanza en una nueva concepción teórica
del estado colonial, sino que se lo aplica al estudio de un caso
concreto. Sólo muy recientemente se han dado algunos pasos

7/31
En estos estudios se concibe al estado colonial, por lo
menos durante el largo reinado de los austrias y en el primer
período borbónico, no como uno fuertemente centralizado y

excluyente de los factores de poder local, sino por el


contrario, como un sistema de una gran flexibilidad, que buscaba
constantemente un delicado punto de equilibrio entre los

intereses -a veces confluyentes, a veces contradictorios- entre


las autoridades metropolitanas y los factores de poder local,
sobre todo las elites, pero también los otros sectores,

incluyendo en ello a los burócratas coloniales, con sus propios


intereses. Esto último era algo reconocido de partida y no
contradictorio con la lealtad al Rey, dada la característica

patrimonial del estado, que se hacía extensiva a los propios


funcionarios.
Estos burócratas a su vez, no integraban una estructura

vertical de poder, en la que cada miembro era parte de un


engranaje con peldaños sucesivos, sino que aparecían todos
vinculados directamente al monarca (quién en última instancia

era el responsable de los nombramientos y a quién todo


funcionario podía recurrir en caso de conflicto con otros
funcionarios) y con poderes imprecisos, que permitían una gran

flexibilidad, la ambivalencia, la negociación a todos los


niveles.

significativos en esta nueva interpretación del estado colonial,


ver por ejemplo H. Pietschmann, 1982, "Burocracia y corrupción
en Hispanoamérica colonial. Una aproximación tentativa", Nova
Americana, volúmen 5, Torino y "Estado colonial y mentalidad
social: el ejercicio del poder frente a distintos sistemas de
valores. Siglo XVIII", en A. Annino et alli (ed), America
Latina..., cit, vol II; y Colin MacLachlan, 1988, Spain's Empire
in the New World. The Role of Ideas in Institutional and Social
Change, University of California Press, California.

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Este sistema de gobierno, se apoyaba, según lo define un
estudio reciente, en una "matriz filosófica" que lo
justificaba10. El orígen del poder del monarca era divino, pero

por ello mismo tenía límites, ya que debía gobernar con amor y
protección hacia sus súbditos, debía conseguir un cierto
consenso, lo cual admitía la negociación con los subordinados.

El énfasis en la relación monarca-súbditos estaba puesto más en


la lealtad que en el cumplimiento estricto de las órdenes
reales. En este sentido, la famosa fórmula "obedezco pero no

cumplo", empleada una y mil veces por los funcionarios para


salvar la lealtad al Rey y no aplicar una real orden, era algo
consagrado por las ideas imperantes y aún por la misma

legislación de Indias.
Siguiendo la misma línea de interpretación, la corrupción
se puede entender, no como una aberración del sistema, como un

conjunto de excesos, sino como uno de los medios privilegiados


del sistema para permitir esta búsqueda de equilibrio entre
intereses a veces contradictorios, y salvando a su vez la

autoridad del monarca. La corrupción era una verdadera válvula


de escape a las contradicciones del sistema, e incluso algunos
autores consideran que éste sólo funcionaba gracias a ella11.

De la misma manera, aparece como algo natural la


participación de las elites locales en las estructuras del poder
colonial. Aunque esto también tiene que ver con las

10
MacLachlan, 1988, Spain's Empire... cit.
11
ver por ejemplo el interesante estudio de Z. Moutoukias,
1988, Contrabando y control colonial en el siglo XVII. Buenos
Aires, el Atlántico y el espacio peruano, Centro Editor de
América Latina, Buenos Aires.

9/31
características de estas elites.
No es nuestro porpósito, ni sería posible en estas páginas,
resumir y discutir todas las investigaciones que se han hecho

ultimamente sobre las elites coloniales americanas. Sólo


queremos retener algunos elementos generales que tienen que ver
con el tema de las estructuras del poder y su evolución en el

siglo XVIII12.
Estas elites, definidas como los sectores que concentran en
un grado más alto el poder, la riqueza y los honores en las

ciudades hispanoamericanas, no tienen por ello mismo un sólo


rasgo que las caracterice, sino que reúnen un vasto conglomerado
de actividades y atributos. La riqueza (y por ello el comercio,

una de las pocas actividades que daba acceso a la misma en la


colonia) era una condición sine qua non, para acceder a la
elite, pero ésta se consolidaba con el poder y el honor y a su

vez con una diversificación económica, que permitía conservar,


algo más tranquilamente, la riqueza obtenida generalmente a
través de la riesgosa actividad comercial.

La estrecha relación entre las elites y el aparato del


estado colonial, parece haber sido desde muy temprano una regla
en la realidad americana. Algunos autores nos señalan incluso la

dificultad de separar estado y elites, cuando investigamos algún


caso en particular.
Las maneras de acceder a la administración y al poder de

12
una excelente y muy completa evaluación de los trabajos
sobre las ciudades y las elites americanas en Fred Bronner,
1986, "Urban Society in Colonial Spanish America: Research
Trends", Latin American Research Review, volúmen XXI, 1. Ver
también Magnus Mörner, 1983, "Economic Factors and
Stratification in Colonial Spanish America with Special Regard
to Elites", Hispanic American Historical Review, 63:2.

10/31
parte de estas elites eran múltiples y si bien la venta de los
cargos favoreció enormemente este proceso, sería un error
considerarla como su causa y la modalidad excluyente. De hecho,

además de ocupar directamente cargos en la administración, por


compra o por designación, estas elites accedían al poder, quizás
sobre todo cooptando a los funcionarios. Casando a sus hijas con

los burócratas más altos o ubicados en lugares estratégicos para


sus negocios, estableciendo relaciones de compradazgo, lazos
económicos diversos, promoviendo la corrupción a todos los

niveles, las elites conseguían en general integrar a los


funcionarios en su mundo.
¿Significaba esto la creación de un aparato de poder

autónomo de la metrópoli?
La respuesta a esta pregunta resulta dificil, pero una
serie de estudios tienden a mostrarnos, cómo, esta integración

elites-estado no cuestionaba la dominación colonial, en tanto


que los intereses de la metrópoli eran en buena medida
coincidentes con los de estas elites y sobre todo que se

necesitaban mutuamente. La Corona carecía de un aparato de facto


capaz de mantener la disciplina de las colonias en contra de su
voluntad y las elites necesitaban la legitimidad que les

brindaba el poder real y todo su aparato filosófico-religioso.


Por otra parte, los intereses divergentes de los sectores
americanos, aún dentro de las mismas elites, facilitaban la

labor de la Corona como mediador indispensable, una de cuyas


armas más eficaces fue el uso de la justicia13.

13
uno de los trabajos que más inteligentemente ha aplicado
estas ideas sobre el caracter del estado y la justicia colonial
es William Taylor, 1987, Embriaguez, homicidio y rebelión en las

11/31
En este sentido la idea de una primer independencia
americana durante el siglo XVII y parte del XVIII aparece
cuestionada, así como también la idea de las reformas borbónicas

como una reconquista. Mas bien, lo que las reformas van a


intentar es un cambio -es verdad que radical- en el sistema de
dominación colonial y en la participación que en él van a dejar

para las elites locales y los burócratas.

Diagnóstico y cura

Los diagnósticos que se hacían en España sobre lo que


sucedía en América desde hacía largas decadas, eran casi todos

coincidentes hacia mediados del siglo XVIII: imperaban allí la


corrupción generalizada y el control de las elites locales sobre
el aparato administrativo. En esta situación estaban implicados

desde los funcionarios más bajos y locales, hasta las instancias


más altas y generales del poder. Las elites constituían
facciones que estaban constantemente disputándose el control del

estado, para obtener provecho propio, desconociendo las normas


emanadas por la Corona, desarrollando el contrabando, evadiendo
impuestos, etc. Se señalaba también que en la raiz de estos

problemas había sido muy importante la práctica de la venta de


los cargos de la administración, que habiéndose inciado a fines
del XVI para los cargos más bajos, se había extendido

poblaciones coloniales americanas, Fondo de Cultura Económica,


México (primer edición inglesa 1979). Un conjunto de ensayos
donde se analiza la confluencia de intereses elites-estado
colonial para diversas regiones americanas en Karen Spalding,
1982, Essays in the Political, Economic and Social History of
Colonial latin America, University of Delaware, Newark.

12/31
progresivamente hasta incluir a los más altos, y que había
permitido, que los sectores más poderosos de América se
instalaran a lo largo y ancho de toda la estructura del poder,

más allá de cualquier consideración de capacidad para la función


y/o lealtad hacia la Corona. De la misma manera se habían
inutilizado los mecanismos de control de la burocracia, ya que

hasta los juicios de residencia que debían realizarse al final


de su mandato a cada funcionario, se vendían y compraban con
asiduidad.

Uno de los relatos más gráficos y completos al respecto,


son las llamadas "Noticias Secretas de América", escrita por los
marinos españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa en 1747, que si

bien fue publicado por primera vez en Londres en 1826, circuló


intensamente en los medios ministeriales españoles en la época
en que fue escrito como informe para la Corona, luego del viaje

que realizaran aquéllos al Perú14. En este largo "discurso y


reflexiones", los autores describen con lujo de detalles todos
los abusos que realizan los funcionarios, la corrupción también

del clero, el contrabando, etc. Y en esto incluyen a los


virreyes, que no pueden resistir el insistente cortejo que les
realizan los poderosos locales. Hasta los más honestos terminan

sucumbiendo, y que lo único que los diferencia es "...que su


entereza a no admitir obsequios de valor ha durado más tiempo en
unos que en otros, pero al fin se han dejado llevar todos de la

tenaz porfía de estos tan poderosos ruegos..." (página 374).

14
Jorge Juan y Antonio de Ulloa, 1826, Noticias Secretas de
América, D. Barry (ed), Londres. Citamos aquí la edición
corregida de L. J. Ramos Gómez, 1985, Las "Noticias Secretas de
América" de Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1735-1745), T. II,
CSIC, Madrid

13/31
Partiendo de este diagnóstico, las soluciones que van a
proponer, tanto estos marinos, como muchos otros personajes
influyentes en la Corte, son también coincidentes. Era necesario

terminar con este estado de cosas, suprimir la venta de los


cargos que era "el orígen de todos los excesos", crear un
aparato estatal fuerte, con funcionarios que tuvieran salarios

adecuados para impedir su participación en actividades ilegales,


que fueran honestos, de carrera y con un sistema de ascensos por
buen desempeño. Había que alejar a las elites locales de la

administración y aislar de la influencia de los mismos a los


funcionarios. Sólo de esta manera se podrían implementar las
medidas ordenadas para incrementar la recaudación fiscal, para

promover el crecimiento económico y garantizar la defensa del


Imperio. Era necesario disponer de un verdadero estado
burocrático, con funcionarios fieles que cumplieran sin titubeos

las medidas ordenadas.


Los nombres de José del Campillo y Cossío, Pedro Rodríguez
de Campomanes o Baltasar M. G. María de Jovellanos, són sólo

algunos de aquellos altos funcionarios metropolitanos, que van a


defender estas ideas. El primero, en su "Nuevo sistema de
gobierno económico para la América", escrito en 1743, va a

proponer que se realicen "visitas generales" a toda América, que


se eliminen el poder de las elites locales y la riqueza de la
Iglesia, que se implanten las Intendencias y se construya un

aparato administrativo fiel y eficaz15.


En realidad muchas de estas propuestas no eran nuevas, pero

15
José del Campillo y Cossío, 1762, Nuevo sistema de
gobierno económico para la América, Madrid.

14/31
sólo hacia mediados del siglo XVIII, existe un consenso
generalizado en los ámbitos de poder metropolitanos sobre la
necesidad y oportunidad de llevarlas a cabo16.

Había por supuesto algunas voces disonantes, sobre todo del


otro lado del Atlántico, que vale la pena mencionar, porque
tienen que ver con la resistencia que las reformas van a

encontrar en distintos lados de América. Las elites locales,


criollos o no, se creían en derecho de ocupar cargos en la
administración de sus lugares de residencia. Es interesante

citar las palabras del fiscal de Cartagena de Indias (en la


actual Colombia), don Pedro de Bolívar y de la Redonda, quién en
1667 defendía la presencia de los criollos en el Estado,

alegando que la corrupción se podía combatir mejor colocando en


los cargos a criollos ricos (y por lo tanto -decía él-
desinteresados en usufructuar de los mismos en provecho

personal), que a peninsulares pobres (suceptibles de todo tipo


de tentaciones)17.
Pero más allá de este tipo de consideraciones, la Corona

española, y sobre todo Carlos III y sus ministros, van a decidir


emprender unas reformas políticas de amplio alcance, que van a
marcar toda la última etapa de dominación española en América.

16
por ejemplo se puede citar en la temprana década de 1620,
las ideas del Conde-Duque de Olivares, que parecen preanunciar
con 150 años de anticipación las medidas que se tomarían sobre
todo bajo Carlos III. Claro que la situación en los ambitos de
poder español era muy diferente, y el Consejo de Indias desoyó
las propuestas de Olivares. Ver toda esta discusión en John
Leddy Phelan, 1967, The Kingdom of Quito..., cit, pp 157-159,
221 y siguientes.
17
citado en M. Burkholder y D. Chandler, 1977, From
Impotence..., cit, página 6.

15/31
Las Reformas Borbónicas: ofensiva, resistencias y resultados
contradictorios

Tomando como problemas principales la debilidad y


descontrol del aparato estatal, la presencia de las elites y la
corrupción, las reformas borbónicas van a atacar de conjunto a

estos fenómenos con un impulso inicial de gran magnitud.


El globo de ensayo de las reformas fue la isla de Cuba,
considerada una pieza clave en el sistema defensivo del Imperio,

donde se organiza una fuerte guarnición militar regular y se


instala en 1763 el primer Intendente de América. Pero el gran
impulso reformador, se da con el envío de visitadores generales

a América, el primero de los cuales, José de Galvez, enviado al


virreinato de Nueva España entre 1765 y 1771, es considerado
unanimemente la pieza clave de la ofensiva borbónica en América.

Galvez comienza personalmente a tomar medidas reformistas en el


virreinato norteño y entre 1776 y su muerte en 1787 es nombrado
al Consejo de Indias, desde donde organiza el envío de las

visitas generales al virreinato del Peru (el visitador José


Antonio de Areche es enviado en 1776) y al virreinato de Nueva
Granada (1778, visitador Juan Francisco Gutierrez).

Aparte de medidas trascendentes como la organización de una


fuerza militar en las colonias o la expulsión de los jesuítas en
1767, que son tratadas en otros capítulos de esta obra, las

medidas más importantes de estas reformas administrativas, son


la creación de nuevos virreinatos (en 1739 ya se había creado el
de Nueva Granada que abarcaba la región norte del antiguo

virreinato del Perú y en 1776 se desgaja también de este último,

16/31
el virreinato del Rio de la Plata, que incluía todo el
territorio desde la actual Bolivia hacia el sur, con capital en
Buenos Aires); se crean también nuevas capitanías generales

(Chile y Venezuela), nuevas Audiencias (Buenos Aires, Cuzco y


Caracas) y al fin se instalan las Intendencias en casi todo el
territorio, suprimiendo los corregidores y Alcaldes mayores, que

habían sido señalados reiteradamente como uno de los sectores


más corruptos del sistema. Estos intendentes tendrían poderes
muy amplios en sus territorios, serían funcionarios peninsulares

muy bien seleccionados, y gozarían de salarios elevados, para


evitar su posible corrupción. Se establece un servicio regular
de correo (1764) que permita una fluida comunicación entre las

diversas instancias del poder y con la metrópoli, se crean las


superintendencias de real hacienda, para desplazar a los
virreyes del control financiero de las colonias, se incrementa

notablemente la burocracia fiscal asalariada, que retoma además


en sus manos el cobro de impuestos que antes se arrendaban a
particulares, se establecen nuevos monopolios reales, etc.

El resultado a primera vista de las reformas es


impresionante.
Con todo, vale la pena señalar que estas reformas no se

realizan todas simultaneamente, ni con la misma intensidad, como


es el caso de las Intendencias, que se instalan primero
masivamente en el Rio de la Plata (1782), dos años más tarde en

el Perú y otros dos después en Nueva España y que dejará de lado


a Nueva Granada y Quito. Esto, como veremos luego, tiene que ver
con las resistencias potenciales o reales a las reformas en

América, que desde temprano empezarán a minar el ímpetu

17/31
reformador metropolitano. Algo similar, aunque no es nuestro
tema, se puede señalar con la implementación del llamado
"comercio libre", que habiendo sido decretado en 1778, recién se

aplicará varios años más tarde en el virreinato de Nueva España,


sede de la más poderosa clique comercial del Imperio.
Pero lo que las reformas administrativas buscan y a primera

vista parecen conseguir, es crear una aparato estatal más fuerte


y sobre todo en manos de burócratas peninsulares, de carrera,
alejando a las elites locales del poder y combatiendo la

corrupción. Allí donde el aparato estatal previo a las reformas


era casi inexistente y en las nuevas instituciones, fue posible
de un plumazo instalar toda una cohorte de "hombres nuevos",

acordes al ideal reformador, y allí donde había ya fuertes


aparatos administrativos previos se trató más o menos
rapidamente de ir reemplazando los viejos funcionarios por otros

nuevos, suprimiendo la venta de los cargos, nombrando burócratas


peninsulares de confianza de la Corona, quitándole atribuciones
a los cargos que eran más dificiles de controlar, como los

virreyes (a través de los superintendentes por ejemplo).


Los estudios recientes sobre la composición del aparato
estatal en este período son coincidentes en señalar un hecho

irrefutable: si antes de las reformas todas las instancias de la


administración estaban controladas por funcionarios criollos,
miembros de las elites locales o por funcionarios peninsulares

con muy estrechos vínculos con aquéllos, en la segunda mitad del


XVIII, empiezan a predominar claramente los "hombres nuevos",
peninsulares, funcionarios asalariados y de carrera.

Esto sucede tanto en las Audiencias como en las

18/31
Intendencias que reemplazan a los Corregidores y Alcaldes
Mayores,así como en las nuevas instituciones fiscales y
monopolios del estado18.

Si bien, no todos los autores coinciden en la


interpretación de lo que significa la instalación de estos
nuevos funcionarios peninsulares, todos nos muestran esta

transformación radical en quiénes serán los nuevos encargados de


llevar las riendas del estado.
Esta vasta ofensiva, que algunos autores no dudaron en

calificar de "reconquista" española de América, hoy puede sin


embargo ser interpretada de otra manera y aún la extensión de
sus resultados matizada fuertemente19.

Si el diagnóstico que hacían los reformistas metropolitanos


de lo que sucedía en América hasta mediados del siglo XVIII,
parece correcto (corrupción generalizada, excesivo poder de las

elites, etc), el análisis de sus causas era limitado y por lo

18
sobre las Audiencias ver los trabajos citados en nota 3.
Sobre las Intendencias los estudios clásicos de John Lynch,
1969, Spanish Colonial Administration 1782-1810: The Intendant
System in the Viceroyalty of the Rio de la Plata, New York, y
John Fisher, 1970, Government and Society in Colonial Perú: the
Intendant System, 1784-1814, London. Luego podemos citar una
serie de trabajos que estudian el conjunto de burócratas de
algunas regiones, como por ejemplo Jacques Barbier, 1980, Reform
and Politics in Bourbon Chile, 1755-1796, University of Ottawa
Press, Ottawa; Linda Arnolds, 1988, Bureaucracy and Bureaucrats
in Mexico City, 1742-1835, University of Arizona Press, Tucson;
David Brading, 1973, "Government and Elite in Late Colonial
México", Hispanic American Historical Review, 53:3; Miles
Wortman, 1982, Government and Society in Central America, 1680-
1840, Columbia University Press, New York y Susan Socolow, 1987,
The Bureaucrats of Buenos Aires, 1769-1810: Amor al Real
Servicio, Duke University Press, Durham and London.
19
. Uno de los más decididos defensores de la idea de la
reconquista española en el período borbonico es David Brading,
quién concibe las reformas como una verdadera "revolución en el
gobierno". Ver Brading, 1971, Miners and Merchants in Bourbon
México, 1763-1810, Cambridge University Press, Cambridge.

19/31
tanto las soluciones propuestas buscarán atacar los problemas
aparentes, sin tener en cuenta fenómenos estructurales de la
sociedad colonial, ni las resistencias que generarían los

intentos reformadores.
Las reformas borbónicas, por un lado, significan cambios
importantes en la concepción de la monarquía y el estado en

España y América. El poder real, deja de aparecer como


esencialmente de origen divino y paternalista, para asociarse
más directamente a los resultados materiales, económicos que

consiguiera para sus reinos. Desde este punto de vista, la


Corona se hacía más terrenal y suceptible de ser juzgada por los
resultados obtenidos20. Para conseguir los objetivos materiales

que se proponía, era necesario transformar la estructura del


estado, convirtiéndolo en uno fuertemente centralizado, con una
estructura jerárquica, cuyos funcionarios, ateniéndose a normas

estrictas, implementaran las medidas ordenadas para promover el


crecimiento económico, recaudar más impuestos, etc.
Este nuevo sistema desconocía la necesidad de lograr un

consenso político con los súbditos, y destruía la flexibilidad


del sistema anterior, que se había mostrado capaz durante dos
siglos de absorber tensiones y resolver conflictos.

Como señala un autor, las reformas borbónicas desconocían


de esta manera la "constitución no escrita", que había regido
por mucho tiempo la vida en las colonias, y por lo tanto no

preveía las resistencias que generarían21. Estas resistencias

20
en estas líneas seguimos las observaciones de MacLachlan,
Spain's Empire..., cit.
21
John Leddy Phelan, 1978, The People and the King. The
Comunero Revolution in Colombia, 1781, Madison. Este autor

20/31
tenían que ver por un lado con la larga tradición de negociación
y participación de las elites locales en el poder, así como con
elementos estructurales de la economía y sociedad coloniales,

que la legislación dificilmente podía cambiar. Un ejemplo


evidente de esto último, es el problema de los corregidores y
los "repartos de mercancías", que las reformas pretendieron

suprimir. La Corona anula el cargo de corregidor, prohibe los


repartos, nombra a los Intendentes, y sin embargo los repartos
van a continuar, con mayor o menor intensidad según los casos22.

Al mismo tiempo, como decíamos, las soluciones propuestas


para ciertos problemas, van a atacar sólo las causas aparentes,
dejando intactos problemas de fondo y a veces sin proveer los

medios necesarios para aquellas soluciones limitadas.


Así por ejemplo van a suprimir la venta de los cargos y van
a nombrar funcionarios peninsulares en todas las instancias

posibles de la administración, y sin embargo no van a lograr


erradicar totalmente la corrupción, ni la influencia de las
elites.

Esto por un lado, porque no proveyeron los medios para

analiza la rebelión comunera de Nueva Granada, como


esencialmente conservadora, que pretendía defender esa
"constitución no escrita", frente al nuevo sistema borbónico.
22
ver al respecto la polémica entre S. Stein por un lado y
J. Barbier y M. Burkholder por el otro, en donde el primero
sostiene que el fracaso en suprimir los repartos se debió a la
resistencia de los funcionarios y comerciantes ligados al
lucrativo comercio forzoso, mientras los segundos defienden la
tesis de que los repartos se mantuvieron sobretodo por ser una
actividad irreemplazable, dada la estructura de la economía
colonial. S. Stein, 1981, "Bureaucracy and Business in the
Spanish Empire, 1759-1804: Failure of a Bourbon Reform in México
and perú", Hispanic American Historical Review, 61:1 y el
comentario de Barbier y Burkholder en Hispanic American
Historical Review, 62:3, 1982.

21/31
promover la fidelidad y honestidad de los nuevos funcionarios,
garantizándoles medios de vida adecuados a su status y función.
Los salarios que cobraban, distaban en general de satisfacer sus

necesidades, debían seguir pagando altas fianzas para poder


ejercer el cargo, etc. Incluso algunos funcionarios importantes,
como es el caso de los subdelegados, que bajo la supervisión de

los Intendentes, debían reemplazar de hecho a los corregidores y


alcaldes mayores, no cobraban salario directo, sino un
porcentaje de lo recaudado entre la población indígena, con lo

cual se mantuvieron propensos a continuar las prácticas de los


funcionarios que venían a reemplazar23.
Por otro lado la ecuación criollos=corrupción/

peninsulares=honestidad, se iba a demostrar equivocada, y los


medios de las elites para influenciar el aparato del estado no
pasaban unicamente por colocar a sus miembros directamente en

él. De hecho el medio más importante parece haber sido (y se


refuerza luego que las reformas dificultan el acceso directo a
la administración) la cooptación de los funcionarios dentro de

la elite. A través de formas que ya mencionamos, como el


matrimonio, los lazos económicos, etc, las elites van a
conseguir en muchos casos mantener una fuerte influencia en el

estado y en algunos casos aún superior al período pre-


borbónico24.

23
esta razones sostiene L. Salvucci, para explicar la
continuidad en la corrupción de los burócratas fiscales en la
Nueva España Borbónica, quienes a pesar de ser "hombres nuevos",
adoptaron "costumbres viejas". L. Salvucci, 1983, "Costumbres
viejas, 'hombres nuevos': José de Galvez y la burocracia fiscal
novohispana (1754-1800)", Historia Mexicana, XXXIII, 2. Sobre el
problema de los subdelegados, ver Fisher, Government..., cit.
24
los autores que señalan esto son muchos, por ejemplo John

22/31
De hecho, los problemas estructurales que estamos
mencionando, y la fuerte resistencia que en algunos casos se
produjo, van a provocar que en algunas décadas, el impulso de

las reformas vaya decayendo y que se cometan una serie de


incoherencias, que a su vez van a ir minando los logros inciales
de las reformas25.

Ya mencionamos la tardanza en aplicar ciertas reformas en


lugares claves como Nueva España; en Nueva Granada nunca se van
a llegar a instalar las Intendencias; los superintendentes de

real hacienda, que debían limitar las atribuciones fiscales de


los virreyes, finalmente van a ser suprimidos; incluso poco a
poco los criollos van a volver a reaparecer en los nombramientos

al estado26. Algunos virreyes que iniciaron su mandato siendo


férreos defensores del ideal reformista, terminaron quejándose
de la rigidez impuesta por las reformas y adaptándose muy bien a

la realidad colonial27.

Por lo demás, los resultados de las reformas y las

resistencias que generaron, fueron muy dispares en distintos

Kicza,1986, Empresarios coloniales. Familias y negocios en la


ciudad de México durante los Borbones, Fondo de Cultura
Económica, México; Linda Arnold, 1988, Bureaucracy and
Bureaucrats..., cit; S. Socolow, The Bureaucrats..., cit, etc.
J. Barbier, Reform and Politics..., cit, es quién sostiene,
analizando el caso de Chile, que con las reformas, se va a dar
allí un mayor grado de integración elites-estado.
25
en esto contribuye también la muerte, en 1787, del
influyente y militante secretario de Indias, José de Gálvez.
26
esta evolución en los nombramientos se puede ver en las
Audiencias, donde los criollos recuperan un nivel del 30% entre
1778 y 1808. ver Burkholder y Chandler, From Impotence..., cit.
27
ver algunos casos citados por MacLachlan, Spain's
Empire..., cit, páginas 106-117.

23/31
lugares de América28.
Si recorremos muy rapidamente la geografía
Hispanoaméricana, de norte a sur, encontraríamos grosso modo los

siguientes resultados:
En México las reformas parecen provocar una "revolución en
el gobierno", desplazando a las elites locales del poder (aunque

algunos autores discrepan sobre los alcances de esta


revolución). Estas generan resistencias violentas inicialmente,
como sucede con los levantamientos provocados por la expulsión

de los jesuítas, y más sutiles luego, como las presiones del


Consulado de México para retrasar y limitar la aplicación del
"comercio libre"29, que van a ir minando poco a poco el impulso

de las reformas, hasta provocar su final fracaso. Una de las


medidas emblemáticas de las reformas, la supresión de los
repartos de mercancías, llegó incluso a ser revocada por el

virrey Branciforte (1794-98).


De América Central carecemos de estudios detallados sobre
el tema, pero si nos referimos a la ciudad de Guatemala, el

centro comercial por excelencia del espacio, las reformas no


parecen haber producido grandes cambios en las estructuras del
poder, ni haber encontrado muchas resistencias.

En Cuba, las reformas iniciales parecen haber tenido exito


desde el punto de vista metropolitano, y al mismo tiempo haber

28
en este apartado no citaremos la bibliografía para cada
caso, ya que, salvo algunas excepciones que referiremos, es la
citada anteriormente.
29
Pedro Perez Herrero, 1988, Plata y Libranzas: la
articulación comercial del México borbónico, El Colegio de
México, México.

24/31
sido recibidas con cierto beneplácito por las elites locales30.
En Caracas, sucede algo similar a Cuba, mientras que en
Nueva Granada y Quito las reformas provocan inicialmente cambios

importantes y encuentran fuertes resistencias que, por lo menos


en el caso neogranadino, van a lograr frenar los impulsos
reformadores31.

En Perú la situación es más compleja, las elites se


resisten, pero parecen tener una actitud más ambigüa que sus
pares mexicanos y finalmente logran ir debilitando los aspectos

más irritativos de las reformas. Inicialmente el visitador


Areche es recibido con cierta complacencia, aunque luego se
organiza una fuerte oposición al mismo, alrededor del virrey

Manuel de Guirior, aliado a la aristocracia local. Aunque


Guirior es reemplazado como virrey en 1780, por sus supuestas
simpatías con los opositores, también el visitador es desplazado

al año siguiente, a favor de un más hábil negociador, Jorge de


Escobedo. Este último, si bien aplica el corpus principal de las
reformas (creación de las Intendencias en 1784 y de la

superintendencia que él mismo encabeza, supresión de los


repartos, etc), irá buscando formas de entente con las elites
locales. En los hechos las elites van a conseguir influenciar

30
ver por ejemplo A. Kuethe, 1981, "The Development of the
Cuban Military as a Socio-political Elite, 1763-83", Hispanic
American Historical Review, 61:4.
31
Ya nos referimos al levantamiento neogranadino de 1781,
que va a culminar con importantes concesiones de la Corona, como
bajas de impuestos, no implantación de las Intendencias, etc.
Sobre el caso de Quito ver A. McFarlane, 1989, "The Rebellion of
the Barrios: Urban Insurrection in Bourbon Quito", Hispanic
American Historical Review, 69:2, donde se analiza una
importante rebelión de 1765, "policlasista", pero en la cual
parece jugar un rol importante la resistencia del "patriciado
local" a las reformas.

25/31
directa o indirectamente las Intendencias y sobre todo sus
cargos subalternos (los subdelegados), y a través de ellos
continuar los repartos de mercancías, el cargo de

superintendente se va a suprimir a la muerte de Galvez, etc.


En Chile, si bien formalmente se constituye un estado
burocrático con funcionarios peninsulares, el éxito político de

las reformas parece haber sido nulo, habiendo logrado la elite


cooptar a los mismos. No existe aquí resistencia aparente.
Por fin, en Buenos Aires, las reformas tienen exito

inicial, se crea un aparato estatal fuerte y en mano de "hombres


nuevos", si bien las "costumbres viejas" tienden a imponerse a
la larga y las elites parecen acoger con beneplácito los

cambios.
Por supuesto, además de estas diferencias entre los grandes
espacios coloniales, existieron variaciones en el interior de

los mismos, como se puede observar en el caso del Perú, con una
mayor resistencia a las reformas en algunas provincias que en
Lima32.

Todas estas múltiples situaciones que presentamos, tienen


que ver en parte, con la diferente aproximación metodológica de
los autores que estudiaron los diversos casos. Sin embargo

creemos que también tienen que ver con diferencias reales en


cada una de las regiones, y que es posible deducir ciertos
modelos sobre las razones del mayor o menor éxito y resistencia

32
Algunos de los estudios regionales que muestran esto son:
Kendall Brown, 1986, Bourbons and Brandy: Imperial Reform in
Eighteenth Century Arequipa, University of New Mexico Press,
Albuquerque y Susan Ramirez, 1986, Provincial Patriarchs: Land
Tenure and the Economics of Power in Colonial Perú, University
of New Mexico Press, Albuquerque.

26/31
generados por las reformas, comparando las regiones en cuestión.
En primer lugar algo que distingue claramente las regiones
americanas en cuanto a los resultados de las reformas, es su

caracter central o no, en el esquema de poder previo a las


mismas. Así, México y Lima, las dos grandes capitales de los
únicos virreinatos pre-borbónicos, con elites muy poderosas y

acostumbradas a gobernar amplios espacios, verán las reformas


como una amenaza potencial y real. Sus juridicciones políticas
son cercenadas, sus monopolios cuestionados, etc. Por el

contrario, las regiones antes marginales, y ahora realzadas en


la nueva división político-económica (Caracas, Buenos Aires,
Chile, etc), tenían poco que perder y mucho para ganar con la

creación de nuevos cargos administrativos, oportunidades


económicas vinculadas al desarrollo del aparato estatal-militar,
etc.

Un segundo factor que se puede identificar en varios casos,


como influyendo el impacto de las reformas, es la coyuntura
económica de cada región y cómo afectan las reformas económicas

a sus elites. En esto parece haber una clara diferencia entre


las dos grandes capitales, Lima y México, ya que el espacio
controlado por la primera venía arrastrando una larga crisis y

con las reformas parece recuperarse, mientras que el espacio


controlado por la segunda, conoció una fuerte expansión bastante
antes de las reformas y éstas parecen ayudar a iniciar un ciclo

de signo inverso33. Por el otro lado regiones como Cuba, Caracas

33
sobre la situación de Lima ver M. Haitin, 1983, Late
Colonial Lima. Economy and Society in an Era of Reform and
Revolution, PhD. Diss., University of California, Berkeley,
quien no está de acuerdo con A. Flores Galindo, 1984,
Aristocracia y Plebe. Lima 1760-1810, Lima, en su imágen

27/31
o Buenos Aires, con economías de exportación en crecimiento,
acogen bien las nuevas posibilidades comerciales.
Un tercer elemento importante, y vinculado a los

anteriores, es el caracter de las elites y de las sociedades en


que se asientan. Por un lado tendríamos a las elites de las
grandes capitales y centros comerciales, dedicadas muy

fuertemente al comercio, pero a su vez con intereses


diversificados, con una fuerte integración entre criollos y
peninsulares, con una movilidad social importante y donde mas

tarde o más temprano las elites parecen haber ido cooptando a


los nuevos funcionarios. En ciudades como México, Lima o Buenos
Aires, resulta casi irrelevante medir el mayor o menor acceso de

las elites al estado, por la mayor o menor presencia de criollos


o peninsulares, ya que aquí existían desde hace tiempo
mecanismos que permitían una aceitada integración de los

comerciantes y burócratas peninsulares en las filas de las


elites criollas34. Sin embargo, no todas las elites eran iguales

pesimista de la situación del comercio y las elites limeñas a


fines del período colonial. En esto Haitin coincide mas bien con
Fisher, quién había mostrado que este sector se beneficia del
boom minero tardío y logra también continuar con los repartos de
mercancías.
34
D.Brading, Miners and merchants..., cit. Algo muy parecido
encontró Susan Socolow para Buenos Aires, 1978, The merchants of
Buenos Aires, 1778-1810, Cambridge University Press, Cambidge y
para Lima A. Flores Galindo, Aristocracia y Plebe..., cit. Otros
casos no referidos a capitales virreinales, aunque sí a centros
comerciales y/o mineros, en donde se detectaron los mismos
comportamientos y se puso en cuestión la validez de la dicotomía
criollos-peninsulares, por ejemplo: Germán Colmenares, 1983,
Sociedad y economía en el valle de Cauca, Tomo I, Banco Popular,
Bogotá; Richard Lindley, 1983, Haciendas and economic
development. Guadalajara, México at Independence, University of
Texas Press, Austin; Stephen Webre (ed), 1989, La Sociedad
colonial en Guatemala: estudios regionales y locales,
CIRMA/Plumsock Mesoamerican Studies, Woodstock; P. Michael
McKinley, 1985, Pre-revolutionary Caracas: Politics, Economy and

28/31
a las de ciudad de México o de Lima. En muchos lugares de
provincia, en pequeños pueblos, éstas tendían a ser grupos más
cerrados, mucho más fuertemente apegados a la tierra y la

explotación directa de mano de obra. Estas elites provinciales,


eran menos permeables al acceso de forasteros, y a su vez mucho
más duraderas en el tiempo. Aquí sí es más posible que la

liberalización del sistema comercial en el período borbónico y


la llegada de innumerables pequeños y medianos comerciantes -y
también funcionarios- peninsulares en la segunda mitad del siglo

XVIII, haya generado una serie de conflictos, que se hayan


expresado de manera evidente como enfrentamientos criollos-
peninsulares. De hecho muchos de los autores que insisten en la

existencia de estos conflictos en el período colonial tardío,


parten de estudios de regiones secundarias, de provincias.
Aquí sí probablemente tenga algún sentido el cambio de

criollos a peninsulares, en el estado y a otros niveles, a lo


largo del siglo XVIII, y quizás sea sólo aquí donde hablar de la
formación de una incipiente "conciencia criolla", adquiera

alguna relevancia35.
Por supuesto habría que agregar muchos elementos más a esta
primer aproximación, entre las cuales no es la menor la actitud

de los primeros reformadores que a veces sabían granjearse la


enemistad inmediata de los factores de poder local, pero creemos
que los arriba señalados pueden dar cuenta de algunas de las

coincidencias y diferencias producidas en las distintas regiones

Society, 1777-1811, Cambridge University Press, Cambridge; etc.


35
ver por ejemplo B. Lavallé, 1987, Le Marquis et le
Marchand: les luttes de pouvoir au Cuzco (1700-1730), Ed. CNRS,
Paris.

29/31
americanas, frente a las reformas borbónicas.

Algunas conclusiones

A lo largo de este trabajo hemos visto como las reformas

borbónicas intentan algunos cambios importantes en las


estructuras de poder en América. Sin embargo, atacando algunas
causas aparentes de la corrupción y el poder de las elites

locales, no llegan a cuestionar razones más de fondo que las


explicaban. Unas y otras generan resistencias, a veces
violentas, a veces -quizás más exitosas- de fondo, que a la

larga hacen naufragar muchos éxitos iniciales de los


reformadores. En muchos sitios las reformas generan una
frustación -algunos autores hablan de una alienación- de las

elites, cuyo precio tendrán que pagar unas décadas más tarde.
Con todo es llamativo que justamente en los lugares donde
menos resistencia aparente hubo contra las reformas, allí donde

más provecho sacaron las elites de los cambios, fue justamente


donde éstas encabezaron más decididamente el movimiento
revolucionario, ante la caída del poder real en la metrópoli.

Probablemente esto se explique porque en estos lugares, las


reformas generaron poder y expectativas para las elites, que
luego no se vieron colmadas.

Al mismo tiempo la realidad parece haber confirmado la


tesis de que sólo la flexibilidad y no la autoridad podía salvar
al Imperio. Una prueba de ello puede ser que los altos

funcionarios borbónicos que mejor se adaptaron a la situación

30/31
colonial, que se aliaron a las elites locales, defendieron la
continuidad del sistema ante la crisis metropolitana, mientras
que los funcionarios bajos, honestos, fieles al ideal borbónico,

pero frustrados por los bajos sueldos, la falta de perspectivas


de promoción y las propias incongruencias de la Corona, parecen
haber apoyado más decididamente el cambio36.

Los Borbones no supieron ver que si el Imperio había


sobrevivido tanto tiempo, había sido gracias a ese viejo sistema
de gobierno donde todo se podía negociar, donde la corrupción

era un arma para garantizar el equilibrio de intereses y el


apoyo de las elites. Claro que los Borbones se preguntarían de
que les servía la longevidad de un Imperio, si de él apenas

podían sacar un mísero provecho material. Y sin lugar a dudas


éstos lograron incrementar sustancialmente los beneficios
materiales que obtenían de sus colonias. Pero también es cierto

que con esta nueva política, contribuyeron a que esos beneficios


perduraran sólo por un corto tiempo.

FIN

36
ver Socolow, The Bureaucrats..., cit.

31/31

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