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Cuando se inició la guerra con Chile (1879), Tacna era una de las ciudades más progresistas del

país por su situación geográfica. Para detener la ofensiva enemiga, debieron converger en sus
inmediaciones los ejércitos de Perú y Bolivia, los mismos que fueron apoyados por la población
local convirtiéndose de este modo los humildes artesanos, arrieros y labriegos, en admirables
soldados, cayendo muchos de ellos luchando en defensa de la Patria en las batallas del Alto de
la Alianza y Arica.
Una vez caídas las posiciones peruanas establecidas en Arica, sobrevino la ocupación
extranjera. Desde sus inicios fue una guerra desigual, de nuestra parte defensiva y de la otra
expansionista. Fueron muchos los tacneños que ofrendaron su vida defendiendo el honor de su
nación. Nombres como el de Gregorio Albarracín, Alcázar, Blondell, Bustíos, Cornejo, José
Joaquín Inclán, Jiménez, MacLean, Nacarino, Pedraja, Vargas, Vidal, entre muchos otros, serán
siempre recordados por su generosidad y entrega en defensa de la Patria.
Los tacneños que permanecieron en cautiverio durante la ocupación extranjera, sufrieron muchos
vejámenes e inclusive eran presionados y obligados durante las ceremonias u otros actos, a
saludar a la bandera de Chile, aún estando en territorio peruano, por lo cual nuestros
compatriotas hacían tal saludo a la bandera extranjera de mala gana y le dieron a tal gesto el
carácter de intrascendente y superfluo, “sólo por cumplir”. De ahí es donde surge la expresión:
“un saludo a la bandera”.
En 1919 es cuando las autoridades chilenas ven a los peruanos en edad de hacer servicio militar
y les piden enrolarse, y muchos por no hacerlo escapan y Tacna se convierte en una ciudad de
mujeres, ancianos y niños. Es por eso que en Tacna, el 28 de agosto de todos los años, al
efectuarse la Procesión de la Bandera, esta es llevada principalmente por mujeres. Jorge
Basadre salió de Tacna aún siendo niño, también Jiménez Borja y todos los tacneños que
estaban en edad de hacer el servicio militar para el ejército chileno.
En 1929, cerca al fin del oncenio de Leguía, se decidió abruptamente realizar el Tratado de Lima.
El 3 de junio de ese año Pedro Rada y Gamio -en representación del Perú- y Emiliano Figueroa
Larraín -en nombre de Chile- firmaron el protocolo que acabó con el conflicto en la frontera sur.
El departamento de Tacna y Arica quedaba dividido en dos partes, la primera para el Perú y la
segunda para Chile.
Luego de las expresiones diplomáticas de buena voluntad de ambas partes, el 28 de agosto de
1929 se concretó la reincorporación de Tacna al Perú, que en realidad nunca dejó de ser
peruana. En tal fecha los tacneños con suma algarabía presenciaron el izamiento de nuestro
pabellón nacional. Hombres mujeres y niños con profunda unción patriótica colocaron su mano
derecha a la altura del corazón, latiente de peruanidad y plenos de indescriptible emoción, con
lágrimas de gozo en el rostro vieron elevarse ondulante en el mástil, la bandera amada y a los
acordes de la banda de músicos entonaron las hermosas notas y melodías del Himno Nacional
del Perú.
Nunca antes las notas de nuestro canto sagrado se sintieron tan hermosas, profundas y
significativas, por ser vertidas en aires de libertad. Luego la vieja campana de la iglesia matriz
repicó vibrantemente por breves instantes que precedieron al desfile militar. Tacna regresaba a
la heredad nacional después de una injusta guerra y largo cautiverio; pasaje de la historia que
todos debemos conocer para amar más a nuestra patria, dejando de lado resentimientos y
buscando cada vez más la integración con nuestros hermanos del país del sur, en estos nuevos
tiempos en que debemos fomentar la paz e integración regional.
Tacna y Arica representan, en la memoria de los peruanos, las gestas patrióticas más relevantes,
las que más recrean los imaginarios del heroísmo y coraje del sujeto colectivo nacional.
Ciertamente, la exaltación de mártires y de batallas memorables es esencial en la narración
histórica de toda nación moderna.
A Tacna se le recuerda más por lo que ocurrió después, por sus 49 años de cautiverio, por la
resistencia activa y pasiva de su población civil, por el heroísmo de sus mujeres. A Tacna
elegimos recordarla por sus efemérides victoriosas: por el “enésimo” año de su reincorporación
al Perú.
Como hemos podido observar, el dilema entre la memoria y olvido influye en la manera como
nos representamos el pasado nacional. Por un lado, es claro que nuestros héroes son personajes
entrañables que ameritan nuestra recordación. Por el otro, parece impostergable la difusión de
nuevas interpretaciones de la Guerra del 79 que posibilite la discusión de antiguas posturas, así
como la revisión de los postulados tradicionales de la historia oficial.

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