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EL EMPRENDIMIENTO SOCIAL COMO

IMPULSOR DEL CAMBIO HACIA LA ECONOMÍA DEL


BIEN COMÚN

Tiziana Priede, Universidad Europea de Madrid

Cristina López-Cózar, Universidad Politécnica de Madrid

Manuel Platero, Universidad Europea de Madrid

Javier del Arco, Universidad Europea de Madrid

Pedro Díaz-Ridao, Universidad Europea de Madrid


Resumen:

En el presente trabajo se realiza un análisis conjunto de la Economía del Bien


Común (EBC) y el emprendimiento social, con el objetivo de poner de relieve la
relación existente entre ambos. Para ello, se analizan las bases sobre las que se asientan
estos conceptos, y se realiza una comparación que permite establecer su conexión,
destacando la importancia de elementos clave en el orden económico y en el social,
tales como la búsqueda de un crecimiento equilibrado y sostenible, una creciente
preocupación por el medioambiente, el interés por alcanzar mayor igualdad e
integración social, y en definitiva, la consecución de un mundo más justo y equitativo.
A partir de la reflexión realizada, se puede identificar el emprendimiento social como
una pieza esencial del desarrollo de los principios de la economía del bien común, y al
emprendedor social, como el principal agente de cambio que persigue la creación de
valor tanto económico como social.

Palabras clave: Bien común, emprendedor social, principios, relación, valor social.

Introducción
En la actualidad, tras un largo periodo de crisis económica mundial (Noguer,
2011), y coincidiendo con las primeras señales de recuperación económica, existe un
amplio consenso al afirmar que es importante impulsar y desarrollar el espíritu
emprendedor (Informe COTEC, 2013). No obstante, con el objetivo de conseguir un
tejido productivo en el que las empresas sean capaces de asegurar su viabilidad
económica pero al mismo tiempo, avanzar hacia una mayor integración social, un
mayor respeto al medioambiente y un modelo de crecimiento más coherente y
equilibrado, consideramos interesante plantear un debate sobre un modelo económico
alternativo en el que la empresa social adquiera un mayor protagonismo.

La prolongada situación de crisis económica y de valores sufrida en nuestro país


en los últimos años demuestra que el sistema económico dominante, si bien genera
prosperidad, también plantea problemas colaterales tales como un reparto desigual de la
riqueza y de las oportunidades, la degradación medioambiental, el incremento de las
personas en riesgo de exclusión o un consumismo excesivo (Bono, 2012; Fajardo,
2013). Ante esta realidad, se ha despertado en la sociedad una preocupación
generalizada por el comportamiento de los agentes económicos en su actividad
cotidiana, planteándose la necesidad de revisar sus actuaciones en cuestiones como su
incidencia respecto a la sostenibilidad ecológica, las políticas de recursos humanos, la
evasión fiscal, etc. Todo ello ha provocado que recientemente se haya incrementado
aún más el interés por un comportamiento ético y responsable.

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En esta línea de pensamiento, surge el planteamiento de un modelo denominado
Economía del Bien Común (EBC) (Felber, 2012), el cual pretende desarrollar un nuevo
orden económico, político y social, con el fin de construir desde la base una sociedad
sostenible y más equilibrada. Ante este nuevo reto, el emprendimiento social encuentra
un marco adecuado para desarrollar su actividad, dado que estos emprendedores se
conciben como los protagonistas de una nueva economía de mercado y una forma
diferente de hacer negocios enfocados hacia el crecimiento y la prosperidad, pero de
forma compatible con la creación de valor social.

La comunidad científica no puede permanecer ajena a estos nuevos


movimientos; así pues, el objetivo del presente trabajo es profundizar sobre las
peculiaridades y aspectos diferenciadores del emprendimiento social, y en general,
ofrecer una visión global sobre este tipo particular de iniciativas, y su capacidad para
promover el cambio planteado por la citada EBC.

En los últimos años se ha incrementado considerablemente el interés por el


emprendimiento social, claro reflejo del importante desarrollo que este tipo de
iniciativas está experimentando en diferentes países de todo el mundo (Short et al.,
2009; Santos, 2012). Este interés también se ha trasladado al ámbito científico y
académico, y desde principios del siglo XXI, son numerosos los trabajos publicados al
respecto (Noruzi et al., 2010; Huybrechts y Nicholls, 2012; Santos, 2013). Algunos
estudios se han centrado en buscar marcos teóricos (Short et al., 2009; Santos, 2012);
otros analizan las diferencias entre el emprendimiento social y el emprendimiento
tradicional (Roberts y Woods, 2005; Austin et al., 2006); y también existen trabajos que
estudian las características de los emprendedores sociales (Melián et al., 2011; Mueller
et al., 2013). Sin embargo, hasta ahora y debido precisamente a la novedad de estos
conceptos, no se ha intentado relacionar el emprendimiento social y la Economía del
Bien Común. Dado el creciente interés por ambas percepciones, su comparación y
análisis conjunto resulta especialmente interesante en estos momentos, por lo que ese es
el objetivo de este trabajo. Consideramos que es oportuno ampliar el conocimiento
existente y relacionar ambos conceptos, lo cual constituye la principal contribución del
presente estudio.

Con el fin de alcanzar el objetivo propuesto, el trabajo se estructura de la


siguiente manera: en primer lugar, se exponen las bases de la Economía del Bien
Común y sus principales características. En el siguiente apartado se realiza una
aproximación al concepto de emprendimiento social, y a continuación, se detallan las
bases de dicho emprendimiento. El siguiente epígrafe se analiza la relación entre ambos
conceptos, y por último, se presentan unas reflexiones finales.

La Economía del Bien Común


De acuerdo al contexto socioeconómico descrito anteriormente, y tal y como
expone Fajardo (2013), una de las causas de la última crisis global se halla precisamente

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en el propio sistema económico liberal, que incentiva la competitividad y la búsqueda
ilimitada de beneficios, lo que, según Felber (2012), ha incitado comportamientos
egoístas y desaprensivos que han propiciado el nacimiento de un nuevo paradigma
social denominado la Economía del Bien Común (EBC).

Este modelo se caracteriza por ser un movimiento global cuya denominación


anglosajona es Economy for the Common Good (ECG). Las primeras ideas asociadas a
esta nueva corriente de pensamiento surgen en Austria, en octubre del año 2010, de la
mano de Christian Felber. Esta una iniciativa social está basada en la creencia de que la
economía debe estar al servicio de los ciudadanos y no al contrario, y en consonancia
con los valores y los objetivos contenidos en la mayaría de las constituciones, busca
construir y alcanzar una sociedad sostenible y más equilibrada. Desde su origen, el
movimiento ha experimentado un importante desarrollo en diversos países europeos,
contando con el apoyo de personas, empresas y organizaciones que respaldan la
iniciativa de diversa forma.

De acuerdo con Klaus et al. (2013), la EBC es una alternativa a los modelos
existentes: la economía de libre mercado y la economía de planificación centralizada. A
diferencia de estos modelos económicos clásicos, la EBC coloca al ser humano y a
cualquier entidad asociada a las relaciones interpersonales en el centro de la actividad
económica, consiguiendo con ello, precisamente, incrementar el bien común.

Según la Asociación Federal Española para el Fomento de la Economía del Bien


Común, se trata de un sistema alternativo construido sobre valores ampliamente
aceptados, como la igualdad, la justicia, la solidaridad y la sostenibilidad, entre otros; a
través del cual se pretende iniciar un cambio económico, político y social, que se
configure como un patrón de conducta hacia un futuro mejor. Por lo tanto, según Felber
(2012), la EBC es un modelo holístico, que puede ser una nueva opción respecto a los
sistemas socioeconómicos existentes, entendido como una fuerza inspiradora de cambio
global.

En la misma línea y basada en los principios establecidos en su concepción, la


Association for the Promotion of the Economy for the Common Good (2015), también
considera a la EBC como un elemento catalizador de cambio a través de esta triple
perspectiva económica, política y social.

 Desde un punto de vista económico el movimiento desarrolla una


alternativa aplicable a todas las organizaciones empresariales
independientemente de sus características, tamaño o condición jurídica.
El propósito económico y la evaluación del éxito de estas organizaciones
deberá basarse y definirse sobre los valores orientados realmente a la
consecución del bien común y deberá medirse, no por informes
financieros y criterios puramente económicos, sino a través de nuevas
herramientas, tanto para las empresas como para las economías globales.

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 Desde una perspectiva política, se plantean cambios legislativos que
posibiliten una vida equitativa y aseguren las necesidades básicas de las
personas y un respeto por todos los seres vivos.
 En el ámbito social, el movimiento pretende crear conciencia general y
motivar a tantas personas y organizaciones como sea posible, mediante
una actuación conjunta hacia el bien común.

Así pues, la meta de la ECB es proporcionar mejores condiciones de vida para


todos los habitantes del planeta, sobre la base de un sistema social, político y
económico, enfocado principalmente en la consecución de un beneficio global. De esta
manera, la dignidad humana, la equidad, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica, la
justicia social y la participación democrática se consideran valores consustanciales al
movimiento y la base sobre la que edificar el cambio para alcanzar dicho objetivo.

El concepto de emprendedor social


El emprendedor social es un tipo de emprendedor que identifica una oportunidad
de negocio basada en la resolución de un problema social o medioambiental. En el año
1998, Dees propone una definición basada en su función como agente de cambio en el
sector social, y destaca su perfil innovador y responsable, y su elevado compromiso con
el proyecto desarrollado. A partir de esta primera aproximación al concepto, se han
sucedido las definiciones. Como señala Bornstein (2004), dicho emprendedor es capaz
de identificar recursos allí donde los demás solo ven dificultades, pues es capaz de
combinar su visión de futuro, su fuerte carácter ético y su creatividad para la lograr la
resolución de problemas.

Por su parte, Alvord et al. (2004) consideran que los emprendedores sociales
innovan en tres sentidos distintos: creando capacidades locales, atendiendo a un
problema social que afecta a un gran colectivo, y promoviendo alianzas para evitar
posibles abusos de poder. Así, siguiendo esta misma línea de generar una idea
innovadora para lograr impacto social positivo, Mair y Martí (2004) establecen que el
emprendedor es el impulsor de un modelo de negocio diferente, capaz de ofrecer bienes
y servicios orientados a la solución eficaz y autosuficiente de problemas sociales y
medioambientales.

Light (2006) pone de manifiesto que se trata de un término popular pero en


muchas ocasiones confuso, que es empleado para describir diversos conceptos,
proponiendo que se trata de cualquier individuo, grupo, red, organización o alianza, que
busca un cambio sostenible y a gran escala, desarrollado a través de ideas innovadoras
sobre cómo afrontar los problemas sociales importantes, destacando así la posibilidad
de tratarse de un colectivo y no de un único individuo. Zahra et al. (2009) consideran
que el emprendimiento social abarca todas las actividades llevadas a cabo con el objeto
de descubrir, definir y aprovechar las oportunidades para incrementar la riqueza social

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mediante la creación de nuevas empresas o la gestión de las organizaciones ya
existentes pero de una manera innovadora.

Por lo tanto, si bien hasta el momento no existe una definición unánimemente


aceptada de emprendedor social (Noruzi et al., 2010; Dacin et al., 2011), sí existe cierto
consenso sobre este concepto, y la mayoría de las definiciones giran en torno a la
búsqueda de un objetivo social por encima de la búsqueda de riqueza personal o de los
accionistas, y la adopción de formas nuevas, innovadoras y creativas de afrontar los
problemas, en lugar de repetir prácticas o experiencias ya conocidas. No obstante, en
este punto es preciso aclarar que el emprendimiento social no es lo mismo que
filantropía o caridad, y aunque no sea su principal objetivo, puede perseguir el ánimo de
lucro (Roberts y Wood, 2005; Mair y Martí, 2006).

En definitiva, el principal objetivo del emprendimiento social no es la obtención


de un beneficio, sino la intención de resolver un problema no atendido, por lo que se
puede decir que el objeto perseguido por estos emprendedores es crear valor social
(Zahra et al., 2009; Defourny y Nyssens, 2012; Priede et al., 2014a). Bajo este enfoque,
el emprendimiento social puede abarcar a organizaciones sin fines de lucro, a empresas,
o al sector público (Noruzi et al., 2010).

Las bases del emprendimiento social


En Europa, el emprendimiento social se considera parte de la economía social,
en la que se enmarcan a una amplia variedad de entidades, las cuales son creadas con el
propósito de dar respuesta a diferentes necesidades sociales, tales como la inclusión de
grupos vulnerables, el acceso al empleo y a la formación, etc. (Defourny y Nyssens,
2012; Monzón, 2013; Priede et al., 2014a). Ante esta nueva realidad surge el proyecto
desarrollado por la Red Europea de Investigación (Emergence des Entreprises Sociales
en Europe, EMES) con el objetivo de diseñar un marco común que permita identificar a
las empresas sociales en Europa, pero al mismo tiempo, se proponen ofrecer una
concepción que resulte suficientemente amplia y abierta para que pueda dar cabida a las
diferencias propias de cada país (Galera y Borzaga, 2009).

Así pues, EMES propone un modelo basado en una serie de indicadores, que ha
supuesto una de las identificaciones de empresa social que mayor aceptación ha tenido.
Se trata de nueve indicadores que Defourny y Nyssens (2012) presentan agrupados en
tres dimensiones: indicadores económicos y empresariales, sociales y de gobierno
participativo.

Los indicadores del primer grupo hacen alusión a los siguientes aspectos: a) las
empresas sociales se dedican a la producción de bienes o prestación de servicios, y
tienen que mantener un contacto permanente con el mercado, pues deben competir con
las empresas tradiciones; b) los fundadores deben asumir un cierto nivel de riesgo
económico puesto que la empresa tiene que ser auto sostenible a partir de la actividad

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que se realiza, esto es, no son organizaciones caritativas ni pueden depender de
donaciones o subvenciones; c) tienen que poseer fuerza de trabajo remunerada.

Los indicadores sociales se refieren a que la empresa social: d) ha de tener un


claro objetivo de beneficio para la comunidad; e) debe implicar a un grupo de
ciudadanos de forma colectiva para cubrir una necesidad; f) debe poseer una
distribución de beneficios limitada para evitar la maximización de los mismos.

Finalmente, los indicadores de gobierno corporativo apuntan a que la empresa


social: g) ha de tener autonomía en su administración, es decir, no es parte de ninguna
otra organización, sino que tienen que tener sus propios estatutos y desarrollarlos de
manera independiente; h) su poder de decisión no debe basarse en la propiedad del
capital; i) debe tener una gestión participativa que involucre a diversas partes
interesadas en el negocio.

A partir de estos indicadores, la Comisión Europea considera que una empresa


social es aquella que actúa en el mercado, ofreciendo bienes y servicios de manera
empresarial, y que se caracteriza por tres elementos fundamentales: el objetivo social es
su principal razón de ser, y por lo tanto, su actividad debe realizarse de manera
socialmente innovadora; en segundo lugar, sus beneficios se tienen que reinvertir
fundamentalmente en la consecución de dicho objetivo social; y finalmente, su modo de
organización y su régimen de propiedad también están condicionados por esta misión
social, y están basados en principios tales como democracia, responsabilidad,
participación o justicia social (COM, 2011; Enciso, Gómez y Mugarra, 2012).

En esta misma línea, un informe de la OCDE (Noya, 2010) recoge las


principales ideas que se consideran implícitas en el concepto de emprendedor social: en
primer lugar, señala que pueden tratarse tanto de individuos como de colectivos;
segundo, en su actividad se combinan aspectos económicos con valores sociales;
tercero, pueden pertenecer al sector público, al privado o al social; cuarto, se puede
lograr un impacto incremental o radical; y finalmente, respecto al ámbito de actuación,
las necesidades sociales que tratan de satisfacer pueden ser locales o globales.

En definitiva, ante la delicada situación económica en la que se encuentran


muchos países y el consiguiente agravamiento de los problemas sociales en la
actualidad, la cooperación entre los distintos agentes (sector público, empresas privadas,
tercer sector y ciudadanos en general) resulta indispensable para crear sinergias y
facilitar y estimular la innovación social (Fernández et al., 2012). Así, la empresa social
se configura como una alternativa factible y adaptable al nuevo paradigma de la EBC,
pues es capaz de combinar la consecución de objetivos económicos, medioambientales
y sociales.

Relación entre EBC y el emprendimiento social

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Una vez analizadas las bases sobre las que se asientan tanto la EBC como el
emprendimiento social, resulta interesante relacionar ambos conceptos con el fin de
analizar sus convergencias y sus relaciones. Felber (2012) fundamenta y argumenta su
teoría de la Economía del Bien Común sobre 20 principios básicos que constituyen y
esquematizan las primeras ideas del dicho movimiento, los cuales son considerados
como un punto de partida sobre el que poder trabajar y edificar el movimiento en el
futuro. A continuación se sintetizan y comentan estos principios, realizando una
reflexión sobre cada uno de ellos y su relación con el emprendimiento social.

1- La EBC se apoya en los mismos valores en los que se sustentan las buenas
relaciones entre las personas: la confianza, la solidaridad, el respeto, la coherencia, el
aprecio, etc., como base para la consecución de la felicidad del ser humano.

Consideramos que se trata de un buen punto de partida para cualquier


movimiento que pretenda la consecución de un cambio de estas características y
precisamente por la crisis de valores que ha experimentado la sociedad en los últimos
años, este tipo de iniciativas son bienvenidas en la sociedad. Por su naturaleza, el
emprendimiento social coincide con dichos valores en su desarrollo, por lo que se puede
decir que existe una total convergencia en el punto de partida de ambas concepciones.

2- El marco regulatorio económico debería ser redefinido sustituyendo el ánimo


de lucro y la competencia, que actualmente imperan en la economía de mercado, por la
cooperación y la contribución al bien común; así, las empresas que cooperen y sean
solidarias serán recompensadas frente a las que no lo hagan.

Este supuesto, si bien es coherente con las ideas de partida del movimiento,
parece de difícil articulación en el contexto actual. El emprendimiento social sin
embargo, sí consigue un excelente equilibrio a través del cual poder llevar a cabo este
principio de forma eficaz y eficiente. Así, la empresa social, por un lado, debe ser
rentable para poder mantenerse en el mercado, pero al mismo tiempo, no persigue
únicamente el ánimo de lucro ni la competencia, sino la creación de valor social, el cual
es claramente equiparable al bien común.

3- Respecto al éxito económico y empresarial, y en línea con el cambio que se


ha descrito anteriormente, la EBC propone que no se evalúe por indicadores financieros
tradicionales, como el balance económico para las empresas o el producto interior bruto
(PIB) para el agregado económico; sino a través del denominado Balance del Bien
Común (BBC) para las organizaciones y el Producto del Bien Común (PBC) para el
sistema. De esta manera, cuanto más sociales, ecológicas, democráticas y solidarias
sean las empresas que componen la economía, mejores serán los resultados de sus BBC,
y a su vez, se logrará mejorares resultados globales en el PBC de todas la economías.

En este sentido, son precisamente las empresas sociales las que contribuyen a
alcanzar claramente este objetivo, ya que son las que lógicamente logran un mayor valor
en sus resultados no financieros medidos a través del propuesto Balance del Bien
Común. Éste se encuentra actualmente en fase de desarrollo, aunque según la

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Asociación Federal Española para el Fomento de la Economía del Bien Común, ya
existen en España y en otros países varias organizaciones pioneras que lo aplican de
forma voluntaria. Este balance se apoya en la Matriz del Bien Común, la cual es una
interesante herramienta de medida de resultados no financieros, capaz de relacionar los
valores de base que inspira el movimiento con todos los grupos de interés asociados a la
empresa. En efecto, en las columnas de la matriz se establecen los principios básicos:
dignidad humana, cooperación y solidaridad; sostenibilidad ecológica; justicia social; y
democracia y transparencia. Las filas de la matriz representan a los denominados
stakeholders o grupos de interés (Freeman, 1984) con los que la organización se
relaciona y que se ven afectados por sus decisiones: proveedores, inversores,
empleados, clientes, competidores, socios y el entorno social. Sobre la base de estas
relaciones se obtienen 17 indicadores que posibilitan la calificación del comportamiento
de la organización y su contribución al bien común. En definitiva, este BBC permite
convertir los valores de la sociedad en valores de la economía, y se concibe como el
corazón del movimiento, poniendo en el centro del sistema económico a todos los seres
vivos y las relaciones que se producen entre ellos (Asociación Federal Española para el
Fomento de la Economía del Bien Común, 2015), lo cual es plenamente afín con los
principios del emprendimiento social. No obstante, dada la realidad del entorno
económico actual, quizás sea más prudente pensar en una convivencia de los informes
financieros y los no financieros, no sólo para las empresas sociales sino para todas las
organizaciones que configuran el sistema económico.

4- Aquellas empresas que alcancen buenos resultados en sus BBC deberán


beneficiarse de determinadas ventajas, como pudieran ser tasas de impuestos reducidas,
créditos en condiciones de mercado más atractivos, ventajas en la asignación de
recursos asociados a programas de investigación, etc. Es decir, debe favorecerse la
entrada al mercado a aquellos agentes que desarrollen un comportamiento ético y
responsable, y que sean capaces de ofrecer productos y servicios que contribuyan a
mejorar la comunidad local y a incrementar el bien común; desfavoreciendo, por el
contrario, la entrada a aquéllos agentes que no lo hagan.

En este sentido, es preciso apuntar que las empresas sociales deberían gozar de
estas ventajas con el fin de promover su nacimiento y su posterior crecimiento y
desarrollo, ya que contribuyen efectivamente a la generación de valor económico y
social, por lo que debería ser una prioridad para todos los gobiernos. Así por ejemplo,
existen economías como la británica en la que el emprendimiento social está muy
desarrollado y ya están aplicando este tipo de incentivos fiscales a las denominadas
empresas de interés común (Comunity Interest Companies) (Priede et al., 2014a).

5- El fin último de la actividad económica de las empresas debe ser la


consecución del bien común y no la búsqueda de un mayor beneficio económico, como
ocurre con frecuencia en la actualidad. Este beneficio debe ser el medio que permita
alcanzar el fin último, y no el fin en sí mismo. Así, los excedentes obtenidos de la
actividad económica deberían utilizarse para incrementar las inversiones que tengan
valor social y ecológico, para la devolución de los créditos, para ofrecer bonificaciones

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a los empleados, o para cualquier otro objetivo que permita la ceración de valor social y
no para incrementar la riqueza de una minoría e acrecentar la desigualdad. Si así fuera,
debería suprimirse, por tanto, el impuesto de sociedades.

Este argumento es completamente convergente con el objetivo de la empresa


social, la cual a través del desarrollo de una actividad económica sostenible y rentable,
que permita la reinversión de los beneficios, pretende crear valor para la comunidad, por
lo que el rendimiento es un medio para este tipo de empresas y no un fin sí mismo. Así,
entre los requisitos propuestos por el enfoque EMES, se cita explícitamente que la
empresa social debe poseer una distribución de beneficios limitada para evitar la
maximización de los mismos con el fin de disponer de fondos que permitan su
desarrollo.

6- En línea con el principio anterior y con la idea de que en el mercado debe


primar la cooperación entre empresas y no la competencia, éstas pueden operar de
forma sosegada y coherente centrándose en su actividad y en la búsqueda del bien
común, sin tener que preocuparse del riesgo de ser adquiridas de forma hostil, o sentirse
obligadas a crecer de forma precipitada para ser más fuertes o más rentables, puesto que
lo importante ya no es incrementar el rendimiento en el corto plazo, sino hacerlo de
forma equilibrada y sostenible para incrementar el valor social.

En este sentido, la empresa social trabaja para adquirir su tamaño óptimo, sin
necesidad de aumentar su crecimiento sólo por el hecho de incrementar con ello sus
resultados; lo importante es crear valor social y si para ello es necesario crecer, se hará
de forma paulatina y equilibrada sin atropellar al resto de los agentes implicados en su
desarrollo.

7- Al disminuir la presión por acelerar el crecimiento organizacional, habrá


muchas organizaciones de diversos tamaños en todos los sectores de actividad, y será
mucho más común la cooperación y la solidaridad entre ellas (transferencia de
conocimientos, tecnología, personal o incluso la posibilidad de concesión de créditos sin
interés o a muy bajo coste). Con ello, las empresas incrementarán sus resultados a través
del BBC, por lo que deberían ser recompensadas por el Estado dado sus buenos
resultados. Así, de forma progresiva, se va formando una red solidaria de aprendizaje y
una comunidad próspera que deriva en una economía que genera valor para todos los
agentes implicados.

De esta manera, cuanto mayor sea el número de empresas sociales que se


pongan en marcha en un país o región, mayor será el beneficio para la comunidad y para
la economía en general, tal y como se describe en este principio. Por lo que deben ser
promovidas y apoyadas desde la administración.

8- Se propone, por otra parte, una discusión democrática con el fin de limitar la
brecha existente entre el salario mínimo y el máximo que se paga en las empresas, para
reducir la desigualdad existente en este sentido, y hacer una distribución de la riqueza
más equitativa.

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Se trata de una propuesta que quizás va más encaminada a reducir la brecha que
actualmente se da en las grandes empresas entre los trabajadores y los directivos. Puesto
que, desde su propia concepción, la empresa social parte de principios completamente
diferentes, parece lógico suponer que concibe la distribución de salarios de una forma
justa y equitativa, y que sea coherente con los principios que rigen su funcionamiento.

A continuación se analizan una serie de principios que aunque no guardan una


relación tan directa como los anteriores con el emprendimiento social, también resulta
interesante su conocimiento y el planteamiento de la forma en la que la empresa social
puede verse afectada por los mismos.

9- En el contexto de la gran empresa y a partir de un cierto número de


trabajadores, los derechos de decisión y propiedad deberían pasar parcial y
progresivamente a los empleados y ciudadanos. La población podrá ser representada
directamente a través de los denominados “parlamentos económicos regionales” y el
gobierno no deberá poseer derecho decisorio o de intervención en empresas públicas.

10- Este mismo criterio se aplica a los denominados bienes democráticos, los
cuales se refieren a instituciones económicas públicas en el ámbito de la enseñanza, la
salud, la acción social, la energía, etc., en definitiva, la infraestructura básica de la
sociedad.

Estos principios no tienen relación directa con la empresa social, como se ha


apuntado, ya que se enfocan más hacia los derechos de propiedad de las grandes
empresas y a su forma de administración por parte de los ciudadanos, así como a la
existencia de bienes de carácter democrático (aunque se podría hacer extensible a las
medianas y pequeñas empresas sociales y no sociales a través de un sistema de
participación y representación en los derechos de decisión y propiedad – reinvención del
sindicalismo actual).

11- Dentro de los bienes democráticos descritos anteriormente, existirá un banco


democrático central que debe estar al servicio del bien común y debe ser controlado por
la ciudadanía soberana y no por el gobierno central. Sus servicios consisten en ofrecer a
los ciudadanos depósitos de ahorro garantizados y libres de riesgo; la gratuidad de las
cuentas corrientes; los créditos a empresas y otros agentes con intereses reducidos, etc.
Los estados se financiarían a través de créditos proporcionados por esta institución, sin
intereses. Dicho banco central obtiene el derecho exclusivo de la creación de dinero y
efectúa las transacciones de capitales internacionales con el fin de impedir así la evasión
fiscal. Así pues, el contexto financiero actual y los mercados financieros tal y como
funcionan hoy en día, dejarían de existir.

Aunque se trata de un supuesto muy difícil de poner en marcha hoy en día, ya


que el cambio del sistema financiero internacional no constituye una tarea fácil, la
creación de un organismo central de estas características facilitaría el acceso al crédito
para el desarrollo de proyectos de emprendimiento social, precisamente, es uno de los
principales problemas que deben afrontar. Para paliar este problema se ha generalizado

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entre los emprendedores sociales el uso de la financiación colectiva o crowdfunding,
como una nueva vía para la financiación de diversas iniciativas -empresas, actividades
culturales, proyectos sociales, etc.- la cual permite a los promotores desarrollar su idea
de negocio mediante la solicitud de fondos (generalmente en cantidades muy pequeñas)
a un elevado número de personas (Mollick, 2014).

12- Se propone una cooperación monetaria global sobre la base de una moneda
común para financiar las inversiones del comercio internacional. Por su parte, con el fin
de evitar el comercio no justo, la UE debe garantizar y coordinar una zona de comercio
justo (Zona del Bien Común) con estándares armonizados o con tarifas aduaneras
correlacionadas con el resultado del BBC de la empresa productora. El objetivo final es
conseguir a través de la ONU una Zona del Bien Común general.

En este sentido, muchos de los proyectos relacionados hoy en día con el


comercio justo han partido de iniciativas de emprendimiento social, por lo que apoyar
este tipo de transacciones estaría en línea con su iniciativa. El establecimiento de una
moneda común es un proyecto que se presume complejo, pero que quizás a través de un
organismo supranacional como son las Naciones Unidas y la armonización de
estándares se canalizarían las fuerzas y se conseguiría incrementar los proyectos de
comercio justo y social.

13- Se otorga un valor prioritario e intrínseco a la naturaleza y, por tanto, no


puede considerarse como propiedad privada. Si una persona, familia o empresa necesita
un espacio de tierra para vivir, para cultivar, para el comerciar o para fabricar, se le cede
una superficie limitada de forma gratuita o pagando una determinada tasa de utilización.
El uso de la tierra debe estar condicionado a criterios ecológicos y a la utilización
concreta que se vaya a hacer de la misma. Esta medida permitiría poner fin a la
especulación inmobiliaria, la apropiación de grandes superficies por multinacionales u
otros países, etc. Si así fuera, el impuesto sobre bienes inmuebles debería desaparecer.

Del mismo modo que con los principios anteriores, esta idea beneficiaría a los
emprendedores sociales, ya que se les concedería el lugar o la tierra para poder poner en
marcha su proyecto y beneficiar con ello a la comunidad. Siguiendo este supuesto, todos
aquellos emprendedores que tengan una buena idea que pretenda beneficiar a los demás,
podrían disponer del espacio necesario para llevarla a cabo.

14- Dado que el crecimiento económico ya no es un objetivo político, éste debe


cambiar hacia la reducción de la huella que deja el ser humano en el medio ambiente y
el incremento de la sostenibilidad. Las naciones, las organizaciones, y los individuos en
general, deben trabajar en esta dirección. Por su parte, la libertad de elegir un
determinado estilo de vida termina cuando limita la libertad de otros a elegir el mismo
estilo de vida, o por lo menos, a llevar una vida digna.

Este tipo de objetivo es algo que hoy en día se engloba dentro de la


responsabilidad social corporativa (RSC) o administración responsable (Davis, 1973) de
las empresas, pues son éstas las que generan un mayor impacto en el medioambiente al

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desarrollar sus actividades. Aunque la RSC y el emprendimiento social presentan ciertas
similitudes, la realidad es que se trata de concepciones diferentes (Priede et al., 2014b),
y los emprendedores sociales a pesar de su orientación social deben tener en cuenta
estos principios y adaptarlos a su actividad empresarial, por lo que se trata de una
responsabilidad general que debe ser adquirida por todos.

15- El horario de trabajo deberá reducirse progresivamente con el fin de dedicar


menos horas a la semana al trabajo remunerado. De este modo queda tiempo libre para
poder dedicárselo a otro tipo de tareas, a las relaciones personales, o a la atención y al
cuidado de aquellos que más lo necesitan como los niños, los enfermos o los ancianos,
lo cual redundará en una vida más completa y gratificante para todos.

16- Cada diez años de trabajo los empleados tendrán derecho a disponer de un
año sabático. Durante este periodo, las personas dispondrán de tiempo y podrán
dedicarse a las actividades que libremente decidan.

Este sería otro de los aspectos que hoy en día también se estudia dentro de las
acciones de RSC de las empresas, con el fin de poder dotar a las mismas de una fuerza
de trabajo en mejores condiciones y más motivada hacia el trabajo. La realidad
demuestra que, dado que las empresas buscan incrementar al máximo sus resultados, se
producen frecuentemente situaciones de abuso sobre los trabajadores con el fin de
aumentar la productividad, y es frecuente la falta de conciliación entre la vida laboral y
familiar. Siguiendo el razonamiento hasta ahora expuesto, las empresas sociales al no
buscar la maximización de la riqueza y tener otros objetivos, se supone que asumen este
principio y consideran a los trabajadores como colaboradores hacia un objetivo conjunto
y no un factor de producción.

17- La democracia representativa deberá ser completada con la democracia


directa y la democracia participativa. La ciudadanía soberana debería poder controlar y
corregir su representación, decretar leyes, modificar la constitución y poder controlar
los bienes comunes como: las infraestructuras, los medios de transporte, la energía, el
agua, las entidades financieras, etc. En una democracia real los intereses de los
representantes deber ser exactamente iguales a de los ciudadanos.

Se trata de un principio global y no relacionado directamente con la perspectiva


económica, pero del que la empresa social se beneficiaría al pertenecer a un orden
democrático más completo.

18- Estos veinte principios que definen la EBC deberán ser ampliamente
debatidos y reelaborados desde la base antes de que se conviertan en leyes, las cuales
deberán ser elaboradas por una convención democrática y constitucional, quien
propondrá las leyes y las someterá a referéndum. Si los principios quedan aprobados por
la soberanía popular, es entonces cuando serán incluidos en la constitución, la cual
puede ser corregida o cambiada según las necesidades del bien común.

13
Este es un principio relacionado con la democracia y la soberanía popular, y la
forma de implementar su puesta en práctica. La empresa social se vería beneficiada por
un sistema de estas características que lógicamente iría en línea con sus intereses.

19- Con el fin de afianzar todos los principios de la EBC y transmitirlos a las
generaciones futuras, el sistema educativo también tiene que alinear sus objetivos en
torno a estos valores. Esto requiere otra forma nueva de enseñanza y otros contenidos,
como por ejemplo, el estudio de las emociones, la ética, la comunicación, la educación
democrática, la concienciación medioambiental, etc.

Se trata de un aspecto relevante para el fomento del emprendimiento social, el


cual también debe ser promovido por el sistema educativo, especialmente entre los
jóvenes universitarios, con el fin de incrementar la puesta en marcha de nuevas
empresas y afianzar los valores sociales hacia una economía más equitativa (López-
Cózar y Priede, 2014; Priede y López-Cózar, 2014).

20- Sobre la base de la EBC, como se ha puesto de manifiesto a lo largo de la


exposición de los principios anteriores, los parámetros que miden el éxito empresarial
cambian completamente, por lo que serán necesarias competencias especiales en los
líderes de este nuevo entorno económico y social. Aquéllos que demuestren ser
socialmente competentes y responsables, empáticos y sensibles, con un alto nivel de
preocupación por la sociedad que les rodea y el medio ambiente en el que desarrollan
sus actividades, serán los más demandados para ponerse al frente de las organizaciones
y liderar el sistema.

El emprendedor social sin duda reúne estos requisitos y se configura, tal y como
apuntó Dees (1998), en un agente de cambio económico y social, que impulsa la
innovación y el compromiso. Por todo ello, consideramos que este tipo de emprendedor
se configura como el elemento catalizador de la EBC, y la empresa social la pieza clave
sobre la que edificar este nuevo paradigma.

Reflexiones, recomendaciones y futuras líneas de investigación


En línea con los argumentos de Felber (2012), la EBC no es un modelo perfecto
ni tampoco el final del camino. Por el contrario, puede considerarse como el germen
sobre el que promover un cambio de mentalidad y un punto de partida para platear una
nueva forma de organizar las relaciones políticas, económicas y sociales, con el
propósito de superar las deficiencias demostradas por los modelos tradicionales. Se trata
de un proceso abierto que invita a la participación y que pretende trabajar en la misma
dirección que otros movimientos similares, como la economía solidaria, la economía del
decrecimiento y la democracia económica (Fajardo, 2013). Es necesario aún mucho
trabajo y esfuerzo para su puesta en práctica, así como personas responsables,
motivadas, capaces y comprometidas con estas nuevas ideas. En este sentido, los
emprendedores sociales parecen tener un papel relevante en su desarrollo.

14
Por su parte, el emprendimiento social es ya una realidad internacionalmente
aceptada. Efectivamente, en la actualidad existe un amplio número de empresas sociales
que están ofreciendo respuestas eficientes e innovadoras a diversas necesidades de la
sociedad, y por lo tanto, están actuando como verdaderos agentes de cambio, orientados
hacia la creación y el fortalecimiento de un orden socioeconómico más equilibrado y
sostenible. En este sentido, podría argumentarse que la EBC engloba al emprendimiento
social.

Tras el análisis realizado en el presente trabajo, se comprueba la existencia de


una clara convergencia entre varios de los principios que sustentan la EBC y la propia
naturaleza del emprendimiento social. Dado que en la mayoría de las economías, el
emprendimiento social es una realidad en continuo desarrollo, y considerando que la
EBC es una ideología emergente, creemos que la empresa social se configura como una
pieza clave sobre la que edificar la dimensión económica y la dimensión social de este
nuevo paradigma. Por su parte, el emprendedor social es el principal motor de cambio,
que posee la fuerza y los valores necesarios para alcanzar los nuevos objetivos
propuestos. Así pues, el emprendimiento social debe ser promovido por el sistema
educativo y apoyado por las administraciones públicas, con el objetivo de incrementar
la puesta en marcha de nuevas empresas y afianzar los valores sociales propuestos hacia
un nuevo orden económico.

Si bien es cierto que varias premisas ideológicas de la EBC pueden suscitar


incredulidad y falta de confianza, lo cierto es que el estado incipiente de este
movimiento ideológico obliga al estudio y al análisis de los mismos, con el fin de
contribuir a la construcción de modelos y a la definición de conceptos, ideas e
instrumentos que puedan mejorar el actual régimen social y las relaciones entre las
personas e instituciones.

En los principios de la EBC se detectan o intuyen ciertas premisas que pudieran


parecer intervencionistas. Por ello, sería recomendable moderar algunas de las
propuestas a través de la creación de instrumentos e instituciones reguladoras que eviten
posibles movimientos especulativos que pudieran perjudicar a los agentes sociales o que
vayan en contra del desarrollo y el crecimiento sostenible, pero que a su vez, aporten la
autonomía y la fluidez natural necesarias en el funcionamiento de cualquier modelo
social.

Por otra parte, es necesario hacer referencia a la globalidad de esta ideología y a


la convergencia entre sus bases y el emprendimiento social, y en consecuencia, teniendo
en cuenta la importancia de los efectos en el ámbito de las comunidades locales, parece
conveniente no perder de vista su potencial de crecimiento. Por lo tanto, es
recomendable tener en cuenta la doble dimensión local y global de ambos conceptos.

Para finalizar, consideramos este trabajo como una reflexión inicial o interesante
punto de partida para una futura línea de investigación, centrada en el análisis y la
cuantificación del impacto del emprendimiento social en términos del bien común.

15
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