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Repensar la educación rural en el siglo XXI constituye un gran reto, más aun cuando existe

la necesidad de impulsar y propiciar el enfoque territorial del desarrollo rural. En tal sentido,
experiencias se han desarrollado en diferentes países, destacando entre una de las más
relevantes, la creación de los Movimientos de las Escuelas Rurales de México, referente para que
en Venezuela se crearan las Misiones Rurales y por ende se establecieran antes de la mitad del
siglo XX los fines de la Escuela Rural, desde la concepción del niño y de la niña en ese contexto,
de la comunidad, su orientación, significado, dirección, la cooperación, su organización material y
técnica, programas y horarios, entre otros; siendo una base para la formación de los maestros
rurales, hoy día vigente y contando en el país con instituciones destinadas a la educación rural
vista como “…una respuesta a la demanda de profesionales de la docencia, capaces de vincular la
educación con las actividades productivas propias del medio rural mediante la conducción de un
proceso educativo que, además de estimular en los educandos la valoración hacia el trabajo, les
proporcione experiencias de aprendizaje que les permita incorporarse activamente al trabajo…”,tal
como lo refiere la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

De allí que, el educador rural tiene competencias para aplicar eficientemente fundamentos
conceptuales y metodológicos relacionados con el desarrollo agropecuario y con formas de
organización social: productivas, sostenibles y sustentables; interviene, transforma y mejora su
contexto educativo, a través de la innovación e investigación; aplica los conocimientos obtenidos
en la transformación de su realidad profesional vinculada con la realidad del medio rural; crea
ambientes de aprendizaje significativos para el participante en el área rural; promueve la
organización de unidades productivas de bienes y servicios para la escuela y la comunidad.

Actualmente en zonas rurales venezolanas se busca fortalecer la actividad de la agricultura


escolar a través de la puesta en marcha de los huertos escolares agroecológicos, en donde el
maestro o docente rural propicia el desarrollo de actitudes en los participantes con bases firmes del
origen de los alimentos, las relaciones con la tierra, y sus buenas prácticas agrícolas, las
realidades medio ambientales o climáticas, y los valores culturales como los alimentarios, las
tradiciones y creencias, manejos agronómicos propios y sus saberes ancestrales; lo cual a la vez
se constituye en una herramienta pedagógica para fortalecer los procesos cognitivos y valores en
diferentes disciplinas académicas y metacurriculares, que junto a la creación de brigadas de
horticultores, conllevan a generar espacios organizativos sostenibles en el tiempo, que impulsen el
desarrollo agroecológico en las escuelas y liceos rurales, vinculado con el programa de
alimentación escolar, los proyectos educativos y con las comunidades.

Experiencias exitosas se llevan a cabo en cuanto a la formación en los espacios rurales, tal como
lo es el incentivar y despertar el interés de nuestros niños y jóvenes a las ciencias agrarias,
impulsando el desarrollo agroecológico desde estos espacios socioproductivos, además de
contribuir al desarrollo económico-social y a la soberanía agroalimentaria del país; uniéndose
esfuerzos tanto de los docentes rurales como de técnicos agrícolas en desarrollo rural de
instituciones de capacitación que se suman desde la concepción de la agricultura tanto familiar
como escolar, visto desde lo sistémico y con el apoyo de organismos nacionales como
internacionales que persiguen darle a la escuela la dimensión que requiere en lo rural, lo cual
puede ser representado como se muestra en el esquema 1, en donde niños, niñas, jóvenes,
campesinos, pescadores, agricultores se involucran en la siembra, cosecha, post cosecha,
transformación, intercambio y organización; desde lo rural en su contexto y en su realidad.

la educación puede definirse como el proceso de socialización de los individuos. Al educarse, una persona asimila y
aprende conocimientos. La educación también implica una concienciación cultural y conductual, donde las nuevas
generaciones adquieren los modos de ser de generaciones anteriores.
En el caso de los niños, la educación busca fomentar el proceso de estructuración del pensamiento y de las formas
de expresión. Ayuda en el proceso madurativo sensorio-motor y estimula la integración y la convivencia grupal.
La educación formal o escolar, por su parte, consiste en la presentación sistemática de ideas, hechos y técnicas a los
estudiantes. Una persona ejerce una influencia ordenada y voluntaria sobre otra, con la intención de formarle. Así,
el sistema escolar es la forma en que una sociedad transmite y conserva su existencia colectiva entre las nuevas
generaciones.
Finalidad
Toda educación tiene una finalidad concreta y particular. Con frecuencia esta puede encontrarse oculta o en estado latente.
Sin embargo la educación no es un acto azaroso, descontrolado y sin finalidad específica. Siempre tiene un objetivo:
generar una reacción o influir de una forma determinada sobre el receptor. PADRE EN
Que los padres se incorporen a la educación de sus hijos, sin duda es positivo para el proceso de aprendizaje. Los padres
no solo pueden transmitir conocimientos y enseñar nuevas metodologías para aprender, sino que tienen la posibilidad de
educar con amor.
Diversos estudios han llegado a la conclusión de que un escenario de aprendizaje es más efectivo cuando se transmite
en un clima donde prevalece la afectividad. Esto implica dar contención, confianza y protección frente al contexto
académico. Sentir apoyo de los padres, entonces, es crucial para el desarrollo de las potencialidades de los hijos, alimentar
expectativas de aprendizaje y sentirse capaz de realizar nuevas tareas o desafíos.

Diversos estudios han llegado a la conclusión de que un escenario de aprendizaje es más efectivo cuando se transmite en un

clima donde prevalece la afectividad.


Siendo éste el contexto más óptimo para el aprendizaje, el rol de los padres en la educación es primordial y necesario,
no solo por el apoyo que pueden transmitir, sino también para hacer sentir al estudiante que no está solo en este
proceso. Pero, ¿cómo llevar a la práctica esta sinergia entre estudiantes y padres sin coartar la autonomía? Teóricamente
puede resultar fácil de abordar, puesto que puede bastar con una buena planificación, establecer horarios para el estudio y
ser espectador de lo que sucede entre el estudiante y la academia haciendo seguimiento de notas, conducta, etcétera.
No obstante, con esto no es suficiente. Los padres deben sentirse parte del proceso de aprendizaje y dedicar tiempo a
ello. Si se trata de niños, deben incorporar el hábito de estudio, lo cual guarda su complejidad ya que para instalarlo hay que
pasar de un ciento por ciento de supervisión y acompañamiento, a ir dosificando la responsabilidad compartida hasta que el
estudiante se autorregule y el hábito de estudio sea parte del escenario cotidiano de un alumno.

Los padres deben sentirse parte del proceso de aprendizaje y dedicar tiempo a ello.
Por otro lado, si nos enfrentamos a un adolescente, no queda más que ofrecer la ayuda, entregar apoyo y por sobre todo, dar
contención emocional a los conflictos internos que enfrenta escuchando con mucha asertividad. En la edad y en el contexto
que sea, los padres deben educar transmitiendo valores, comportamientos genuinos, aceptando la diversidad y por
sobre todo marchando al ritmo individual que posee cada estudiante. Debemos entender que el aprender no solo es
memorizar conocimientos nuevos, sino adquirir una experiencia nueva, conocer habilidades y movilizar competencias
genéricas que el estudiante visualiza en este camino.
Esto solo se logra en un contexto donde el motor sea la interacción pro-aprendizaje, lo que implica construir climas
armónicos y de mutua colaboración.

La ausencia, el rechazo o la insuficiente relación con la figura paterna tienen consecuencias negativas en el desarrollo de
los pequeños. En la etapa infantil: ------ Cuando el padre no responde a las llamadas de atención del hijo, éste sentirá que
no es importante para él y le provocará una falta de seguridad y sensación de vacío. Esto puede ser un problema para el
desarrollo de su autoestima -------.- Cuando el niño se encuentra en la etapa infantil, la ausencia del padre puede traer
consigo conductas regresivas en el niño como: pérdida de control de esfínteres, insomnio, temores, rabietas o
estancamiento de adquisiciones cognitivas. - Además, en esta etapa los niños construyen en su mente una imagen
paterna ideal que tomarán como ejemplo para ir completando su personalidad. Por tanto, es importante que se valore
que la ausencia de la figura paterna puede crear conflictos internos en el niño. ------- - Si en esta etapa no existe relación
paterno-filial, el niño no podrá descubrir el modelo de autoridad, expresado en el padre en forma de servicio, de ayuda, de
seguridad en sí mismo, de saber intervenir de forma adecuada en situaciones conflictivas. Por lo que el niño tendrá
dificultades para configurar su identidad masculina y de forjar el talante del futuro padre.---------En la etapa adolescente
esta ausencia se vive de manera intensa, presentando inseguridad, soledad, depresión. Lo que lleva entre otras cosas al
fracaso escolar.

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