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Introducción
Es por ello que, en relación a esta temática, hemos optado por analizar la obra del
filósofo inglés Mark Fisher El realismo capitalista (2016). A diferencia de la mentalidad
política de corte liberal que Fukuyama sostiene, el pensador inglés resalta las mismas
características del sistema vigente en torno a una crítica hacia los movimientos de izquierda
que no han logrado enfrentarse con éxito a las medidas económicas, sociales y políticas que
transformaron al mundo contemporáneo. En otras palabras, lo que ocurrirá con Fisher será una
crítica a la izquierda propulsada desde la misma izquierda, en todo caso, un intento de reflexión
sobre nuestros tiempos.
Resaltamos, en este sentido, los propósitos de Mark Fisher, ya que son similares a los
que aquí postularemos. Resumidamente, nos vemos interpelados por la necesidad de interpretar
el texto de Fukuyama como profecía cumplida, la cual debemos indagar para entender por
medio de qué proceso hemos llegado a ser defensores del sistema vigente. Pero también, este
texto cobra una importancia crucial cuando el capitalismo tardío no sólo pone en riesgo la vida
de los excluidos de siempre, sino ahora de la humanidad en sí. En palabras de Fredric Jameson
“Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo” (Fisher 2016:22). ¿Qué
hace de esta frase un postulado cada vez más aceptado tanto por los académicos como por la
población en general? ¿Realmente no hay alternativa? ¿Cómo llegamos a este punto?
Apelamos a la lectura de Fukuyama para apuntar a responder estas preguntas. Finalmente, el
cuestionamiento antropológico que tendrá más peso y aquel que estará presente en todo el
trabajo será el siguiente: ¿es el capitalismo capaz de producir la muerte del hombre?
Sobre el fin de la historia: las razones de Fukuyama para decretar al capitalismo liberal
como sistema perfecto
Básicamente, creemos que son dos las razones: en primer lugar, Fukuyama decreta, de
algún modo, el fin de un proceso en la historia. Pero este final, lejos de dar pie a otro momento,
a otra situación, da por entendido que ya no queda nada más por hacer. ¿Significa esto que
nuestro mundo actual es perfecto? La respuesta a esta pregunta será claramente negativa, pero
no porque los preceptos teóricos de la democracia capitalista liberal tiendan a la contradicción
o no garanticen seguridad e igualdad social, sino por la mala aplicación de los gobernantes,
funcionarios o de la sociedad en sí de estos preceptos. Respecto de ello, dirá Fukuyama que
Esto no quería decir que las democracias estables de hoy, como las de Estados Unidos,
Francia o Suiza, no contuvieran injusticias o serios problemas sociales. Pero esos
problemas se debían a una aplicación incompleta de los principios gemelos de libertad
e igualdad, en los que se funda la democracia moderna, más que a una falla de los
principios mismos (1994:11)
Teniendo en cuenta esto, el segundo punto que genera polémica, creemos, tiene que ver
con que el autor da fin a la historia por medio de un sistema que se ha harto criticado, tanto en
los círculos académicos como en la cotidianeidad misma. Tomar al sistema democrático
capitalista liberal como la base teórica para la igualdad y libertad resulta para muchísimos
pensadores un sin sentido, cuando no un trabajo realizado por una cuestión meramente
propagandística.1 De tal modo, los escritos de Fukuyama son por muchos considerado
simplemente un trabajo que intenta justificar por todos los medios posibles a un sistema
hegemónico. A pesar de todo, debemos ser realistas al afirmar que desarrollos filosófico-
políticos por el estilo se han dado por montones en la historia. Es por ello, que nuestro interés
reside justamente en observar con detenimiento los argumentos esgrimidos en lugar de
descalificarlos a priori.
De tal modo, el “fin de la historia” se produce con la caída del muro de Berlín, allá por
el año 1989. Este hecho simbólico demuestra para Fukuyama la clara victoria del capitalismo
sobre el comunismo. Podemos estar aquí de acuerdo, pero lo discutible aparece cuando el autor
señala en este hecho la imposibilidad de cambio, sino más bien de un paulatino acercamiento
hacia los principios de igualdad y libertad hasta llegar al sistema deseado. Sería, más que
necesario preguntar aquí por el supuesto carácter circular de la historia o, por qué no, respecto
del inacabable carácter del tiempo. ¿Cómo puede ser que un sistema pueda sostenerse durante
toda la eternidad, sin siquiera desgastarse? Cabe aquí destacar en primera instancia a qué se
refirió Fukuyama con “fin de la historia”. El autor dirá entonces
Pero lo que yo sugería que había llegado a su fin no era la sucesión de acontecimientos,
incluso de grandes y graves acontecimientos, sino <<la historia>>, es decir, la historia
entendida –tomando en consideración la experiencia de todos los pueblos en todos los
tiempos- como un proceso único, evolutivo, coherente. […] Esto no significaba que el
ciclo natural de nacimiento, vida y muerte llegara a su fin, ni que ya dejaran de
publicarse los periódicos que informaban sobre ellos. Significaba, más bien, que no
habría nuevos progresos en el desarrollo de los principios e instituciones subyacentes,
porque todos los problemas realmente cruciales habrían sido resueltos (1994:12)
Pero, ahora bien, una vez entendido el sentido que Fukuyama le da al “fin de la
historia”. Intentaremos explicar por qué razones el autor piensa de este modo. Dirá entonces,
que existirán dos motivos para llegar a tal conclusión: uno relacionado con la economía y otro
con lo que el llamará la “lucha por el reconocimiento”. En base al primer tema, Fukuyama
mencionará que el tema de la economía puede verse emparentado con el desarrollo de la ciencia
natural moderna. El filósofo dirá que “la ciencia natural moderna establece un horizonte
uniforme de posibilidades de producción económica” (1994:15). Más adelante, establecerá lo
siguiente
Bibliografía