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LA PALABRA SILENCIADA
VOCES DE MUJER EN LA POESÍA
ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA (1950-2015)
tirant humanidades
Valencia, 2017
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DEPÓSITO LEGAL: V-
ISBN: 978-84-
IMPRIME: Guada Impresores
Presentación....................................................................................... 11
Cuando las poetas no tuvieron la palabra. El concepto de literatu-
ra sumergida en la poesía española (1950-2000)............................. 15
Remedios Sánchez García
Miradas hispanistas y poéticas de lo femenino en el espacio esta-
dounidense......................................................................................... 33
Ana Merino
Mujeres poetas antologadas. El siglo XX en España....................... 43
Genara Pulido Tirado
Ángela Figuera Aymerich y la conciencia social de la mujer
poeta............................................................................................... 61
María Paz Moreno
Una mirada viva y viviente: la poesía femenina española de pos-
guerra a través de las antologías de Carmen Conde....................... 75
José Luis Ferris
Pilar Paz Pasamar, la poeta andalusí y juanramonianana del 50.... 89
Manuel Francisco Reina
Julia Uceda......................................................................................... 105
María Teresa Navarrete Navarrete
«Un hilo de voz» contra el silencio: Cien años de Gloria Fuertes.. 117
Laura Scarano
La educación literaria. Gloria Fuertes, poeta comprometida con
la formación intelectual en infantil.................................................. 133
José Álvarez Rodríguez
Daniel Álvarez Ferrándiz
Las poéticas de las poetas de medio siglo........................................ 147
Sharon Keefe Ugalde
Recuerdos de violencia durante la Guerra Civil en tres poetas es-
pañolas (Ángela Figuera Aymerich, Gloria Fuertes y Mariluz Escri-
bano).................................................................................................. 167
Cristina Rentería Garita
8 Índice
15 POÉTICAS IMPRESCINDIBLES
Reflexiones de quien nunca perteneció a la generación del 50..... 431
Julia Uceda
Reflejos del camino........................................................................... 433
Dionisia García
Respuestas a un cuestionario (a propósito de mi poética)............. 437
María Victoria Atencia
La poesía............................................................................................. 439
Pilar Paz Pasamar
Esbozo para una poética imposible.................................................. 441
Mariluz Escribano
Hablando de poesía y prosa.............................................................. 447
Clara Janés
El abismo y la gloria........................................................................... 465
Juana Castro
10 Índice
Poética................................................................................................ 473
Ana Rosetti
En el principio era el hambre. A modo de poética......................... 485
Chantal Maillard
Una poética........................................................................................ 489
Ángeles Mora
Algunas notas sobre mi poesía.......................................................... 495
Julia Otxoa
La música de la memoria.................................................................. 501
María Antonia Ortega
Poética................................................................................................ 507
María Rosal
Poética................................................................................................ 509
Ana Merino
Poética................................................................................................ 511
Raquel Lanseros
PRESENTACIÓN
1. Introducción
No hace demasiado, escribía Damián Tabarosky algo con lo
que estoy parcialmente acuerdo y con lo que creo que procede
iniciar este estudio:
De literatura es difícil discutir. No porque en la discusión se cuele
el gusto, el aburrimiento o la mala fe. Eso son detalles. Sino por-
que la literatura se opone al consenso, al diálogo, a la argumen-
tación. Esa literatura es acto, se impone, procede como el terror
revolucionario: disuelve las jerarquías, y como verdadera revolu-
cionaria, se disuelve ella misma cada vez que alcanza a descubrir
el secreto. El secreto nunca lo supe, y si alguna vez lo supe, lo
olvidé. Apenas recuerdo la consigna: transformar lo contingente
en necesario (2004: 60).
Todo ello sin perder de vista que, como afirma Pozuelo Yvan-
cos, «los valores estéticos son cambiantes, movedizos y fluctúan en
función del periodo histórico en el que nos encontremos» (1996:
4). Esto si lo miramos con perspectiva histórica, pero también con
algo de ingenuidad —buscada, claro— porque la Historia de la
Literatura, con mayúsculas, o de cualquier cosa, la escriben los
vencedores de cada época. Y aquí hablamos de política sí, pero
de política literaria condicionada siempre por la ideología. Par-
tiendo de esto, de que hay un canon que eligen para perdurar los
teóricos de la Literatura vinculados a los vencedores, si lo plantea-
mos desde un enfoque puramente epistemológico, ¿quiénes son
esos sabios (y digo sabios en masculino) que determinan lo que
debe conformar o no el canon? ¿Quién marca lo que no debe per-
derse, lo que hay que preservar para hacerlo llegar a las siguientes
generaciones? Y, ¿atendiendo a qué criterios se ha venido hacien-
do? Esto, que ya apuntaba en trabajos anteriores (Sánchez García,
2015), lo sigo pensando ahora.
Hasta no hace demasiado tiempo, un grupo muy selecto y mi-
noritario de cultos bibliófilos de cada época, eran los dueños del
«capital cultural» al ser «poseedores de la nobleza cultural» de la
que hablaba Bourdieu (1998:23) y, por lo tanto, capaces de cono-
cer la inmensidad de la literatura de una lengua como la nuestra,
o de un país (que, en el ámbito del español aunque a veces se nos
olvida, no son la misma cosa) han construido, cada uno desde
su singularidad y su percepción, un proyecto de canon personal
y singular. O en palabras de Fokkema, «un canon de literatura
puede ser definido a grandes trazos como una selección de tex-
tos bien conocidos y prestigiosos, que son usados en la educación
y que sirven de marco de referencia en el criticismo literario»
(1993: 25), pero siempre teniendo en cuenta que «cualquier mo-
delo histórico formado por dichos poemas y libros resulta aún
más relativo» (Debicki, 1997: 8), especialmente si no ha sucedido
el tiempo suficiente para tener una idea clara de hasta qué punto
se ha perpetuado una determinada tendencia o estética.
18 Remedios Sánchez García
fuera del hogar al servicio del marido y de los hijos como ama de
casa; es decir, formadas educativamente para ser buenas esposas y
buenas madres. ¿Quién quiere escribir también teniendo tan altas
ocupaciones? Pues muchas mujeres que durante demasiado tiem-
po han estado olvidadas y, aunque su escritura tenía una calidad
evidente, sus obras pertenecen a lo que yo considero «literatura
sumergida», aquella que, se sale de los cauces tradicionales de
distribución editorial y que, normalmente, ha vivido y se ha desa-
rrollado al margen de la construcción del canon de las antologías,
suplementos culturales y grupos literarios que marcan las tenden-
cias en cada momento histórico. Como anécdota, conviene citar
las palabras que pone al frente de su antología Poesía femenina un
tal José Luis Martínez Redondo, donde, desde una línea ideológi-
ca patriarcal muy marcada aclara que las autoras que recoge
Son mujeres sencillas que han escrito su sencilla poesía en las
sencillas provincias de España. A uno esto le parece estupendo
por dos razones: una, porque la mujer le es algo particularmente
simpático y agradable a quien suscribe estas líneas; la otra porque
es magnífico comprobar que en nuestra Patria siguen empeñán-
dose las mujeres en demostrar al mundo que se puede armonizar
la honorable melodía de las pantuflas, el deseo de tener un hijo,
zurcir los calcetines al marido y escribir poesía, aspirando un aire
nuevo que acabará derribando las murallas de viejos prejuicios.
(1953: 7).
1
Las antologadas son María Alfaro, Ester de Andreis, María Beneyto, Ana
Inés Bonnín, la propia Carmen Conde, Mercedes Chamorro, Ernestina de
Champourcin, Beatriz Domínguez, Ángela Figuera Aymerich, Gloria Fuer-
tes, Angelina Gatell, Clemencia Laborda, Chona Madera, Susana March,
Trina Mercader, Pino Ojeda, Pilar Paz Pasamar, Luz Pozo Garza, Josefina
Romo Arregui, Alfonsa de la Torre, Josefina de la Torre, Montserrat Vayre-
da, Pilar Vázquez Cuesta, Pura Vázquez, Celia Viñas y Concha Zardoya.
Cuando las poetas no tuvieron la palabra 27
2
Suma a las anteriores a Aurora de Albornoz, Elena Andrés, María Victoria
Atencia, María Nieves F. Baldoví, Gloria Calvo, María Teresa Cervantes, Jo-
sefa Contijoch, María Luisa Chicote, Carolina d’Antin Sutherland, María
de los Reyes Fuentes, Amparo Gastón, Pilar Gómez Bedate, Carmen Gonzá-
lez Mas, Cristina Lacasa, María Elvira Lacaci, Adelaida Las Santas, Concha
Lagos, Concha de Marco, Elena Martín Vivaldi, Marisa Medina, Eduarda
Moro, María Mulet, Carmen Ontiveros, María Eugenia Rincón, Amelia Ro-
mero, María José Sánchez-Bendito, Felisa Sanz, María Antonia Sanz, Merce-
des Saorí, Teresa Soubret, Julia Uceda y Acacia Uceta.
28 Remedios Sánchez García
3
Elena Martín Vivaldi (1907) publica su primer libro con 38 años, es decir,
una media de diez/quince años con otros autores de su generación. Se trata
de Escalera de Luna. Dionisia García (1929) da a la imprenta El vaho en los
Cuando las poetas no tuvieron la palabra 29
6. Conclusiones
Y, llegados a este punto, sólo queda constatar que el camino
apenas acaba de iniciarse. Se siguen necesitando estudios de poe-
sía de mujeres porque las poetas siguen sin tener el espacio que el
canon, el nuevo canon de una ideología no totalitaria no patriar-
cal, debiera otorgarles. No por género, no por sexo, repetimos:
por calidad. La cultura dominante mantiene todavía su status es-
tableciendo diferencias u oposiciones y, mediante el ritual de la
división se llega a la exclusión, condenando un polo del enfrenta-
espejos en 1976, con 47 años. Mariluz Escribano (1935) publica sus Sonetos
del alba en 1991, con 56 años, tras una vida llena de dificultades personales.
4
A excepción de Durante este tiempo, publicada por El Bardo en 1972. Pero es
que, tras ese poemario hay tres más. Quisiera nombrar también la antología
Las ventanas iluminadas que publica Hiperón en 1977 al cuidado de Luis
García Montero y Rafael Juárez.
30 Remedios Sánchez García
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MUJERES POETAS ANTOLOGADAS. EL
SIGLO XX EN ESPAÑA
Genara Pulido Tirado
Universidad de Jaén
Escribía hace poco más de una década María Rosal, poeta, pro-
fesora y crítica, en el estudio que abría su antología Con voz propia.
Estudio y antología comentada de la poesía escrita por mujeres [1970-
2005], algo muy significativo:
La nómina de poetas mujeres que han publicado en el último ter-
cio del siglo XX es muy amplia, equiparable en número a la de los
hombres que han escrito y publicado en el mismo periodo. Como
decíamos al principio, nuestra intención al elaborar este estudio
y antología no era dilucidar la mayor o menor calidad literaria
de las producciones poéticas de mujeres, sino insistir en que, por
razones históricas de discriminación de la sociedad patriarcal, las
obras literarias de las mujeres han tenido mayor dificultad para
ser publicadas y difundidas (Rosal, 2006: 43).
Hasta los años ochenta del siglo XX, con algunas excepciones
que citaremos más adelante, no aparecen en España antologías
poéticas dedicadas a la producción de mujeres poetas. Antologías
destacables son las de Ramón Buenaventura, Las diosas blancas.
Antología de la joven poesía española escrita por mujeres (1985); Luz-
María Jiménez Faro, Voces nuevas (1986); y Lorenzo Saval y García
Gallego (eds.), Litoral femenino. Literatura escrita por mujeres en la
España contemporánea (1986), donde también aparecen prosas y
ensayo. Pero en el principio fue la antología de Ramón Buenaven-
tura Las diosas blancas. Antología de la joven poesía española escrita por
mujeres (1985), todo un hito que produjo bastante revuelo y estuvo
presidida por el certeza de que «Estoy en el convencimiento ple-
no de que las mujeres poetas, por primera vez en la historia, están
diciendo versos nuevos y enteramente distintos de los que dicen
los hombres» (Buenaventura, 1985: 20), en palabras del antólogo.
No se puede negar que, a pesar de todas las reservas que se han
vertido en torno a esta antología, la obra de Buenaventura supo-
ne un avance en relación a otras antologías de poesía escrita por
mujeres que aparecen en la posguerra y que presentan un claro
carácter conservador y retrógrado pues, como en el siglo XIX, se
ofrece casi siempre una visión subordinada de la mujer que ha-
bía de mantenerse sumisa a la ideología dominante impuesta por
hombres. Tres ejemplos son suficientes para ejemplificar dos po-
siciones diferentes: Cien años de poesía femenina española e hispano-
americana (1943), de Mª Antonia Vidal; Poesía femenina (1953), de
José Luis Martínez Redondo; y Poesía femenina viviente (1954), de
Carmen Conde —sobre estas antologías, de la que sólo se salva la
última, ha hablado en extenso Balcells (2006: 636-38)—. La obra
de Buenaventura, con sus aciertos y errores, va a llamar la aten-
ción sobre el tema y, en este sentido, va a actuar como estímulo
de obras posteriores más completas que presentan una mayor fun-
damentación crítico literaria e historiográfica como Ellas tienen la
palabra. Dos décadas de poesía española (1997), antología preparada
por Noni Benegas y Jesús Munárriz que a finales de los noventa
se reconocen seguidores de Las diosas blancas y hacen una apuesta
muy concreta: «mostrar la expansión y afianzamiento de la poe-
Mujeres poetas antologadas 45
en este caso —este uso del término «de género» para aludir a las
antologías de mujeres resulta especialmente inapropiado y poco
oportuno a Balcells, 2006, idea que comparto—. Juan Senís expli-
ca el fenómeno con más detalle:
Si se sigue con atención la publicación regular de estas antologías
de poesía de mujeres, enseguida se da uno cuenta de que hay poe-
tas que se van repitiendo de una a otra. Y esas poetas acaban por
conformar un canon singular, uno más dentro de los muchos que
pueden confeccionarse, pero uno singular y hasta cierto punto
más válido, ya que se deriva de los cánones particulares de perso-
nas a las que se les presupone, como acabamos de señalar, cierto
criterio (y es además un canon a la contra, pues responde a un
deseo de compensar la ausencia de mujeres en las antologías ge-
nerales (Senís Fernandéz, 2004: 13).
Habría que añadir un tercer tipo de lector: los poetas que han
quedado excluidos (García Martín, 1999: 7).
muy importante. Mientras tanto son las mujeres escritoras las que
empiezan a teorizar en un sentido moderno sobre este tipo de
literatura y su especificidad, si es que tal especificidad existe, y
conduciendo el tema a la polémica.
La investigación en torno a la mujer no sólo ocupa un lugar
destacado en el ámbito literario, pues tal interés se extiende a la
historia, la filosofía, los medios audiovisuales, la ciencia, etc. Las
investigadoras especializadas —con mucha frecuencia mujeres—
hacen acto de presencia en la universidad, donde los Seminarios
de Estudios de la Mujer aglutinan y apoyan este tipo de investi-
gaciones al tiempo que muestran un sólido compromiso con la
mujer en todos los aspectos. Los Institutos de la Mujer cumplen
también un papel fundamental ya que constituyen un lugar de
encuentro y centros desde los que irradian iniciativas de distinto
tipo.
En el campo editorial la actividad se volvió cada día más abun-
dante. En el terreno de la teoría crítica la colección «Feminismos»,
que sigue publicando la editorial Cátedra en colaboración con la
Universidad de Valencia y el Instituto de la Mujer, nos ha ofrecido
los textos más importantes de escritoras de distintas nacionalida-
des, lo que nos ha permitido ponernos al día en una materia que
va cambiando al tiempo que lo ha hecho el pensamiento crítico
de las últimas décadas. El volumen editado por Neus Carbonell y
Meri Torras Feminismos literarios (1999) da cuenta de estas tenden-
cias diferentes a través de una selección de textos de destacadas
autoras. No olvidemos tampoco aquel libro pionero de Toril Moi
(1988) que tanto sorprendió en un primer momento aunque hoy,
hecho historia, nos parezca simple. Editoriales como Anthropos
e Icaria, con colecciones específicas, al igual que las aparecidas
en distintas universidades, son ya imprescindibles. La labor des-
empeñada por hispanistas sigue siendo importante y no podemos
ignorar nombres como los de Biruté Ciplijauskaité, Geraldine C.
Nichols, Giuliana Colaizzi (afincada en España), Myriam Díaz-
Diacoretz o Iris M. Zavala, estas últimas promotoras y editoras de
la conocida Breve historia feminista de la literatura española (en lengua
castellana) (1993-1998), la presencia de mujeres españolas (y en
56 Genara Pulido Tirado
Los cuerpos son, deben ser en la obra, sujeto y objeto del ma-
yor protagonismo, la antóloga lo sabe y es lo que pretende, y todo
ello sin olvidar la materialidad de la escritura poética corporal y
el poema como cuerpo de la acción escritora-lectora en el acto de
comunicación que es la lectura. Esta antología es ya otra cosa, otra
obra, otra mirada, otra actitud, un lugar habitado por escritura de
mujeres que han superado muchas de las barreras que siglos de
discriminación han interpuesto en sus caminos, desde la moral, el
acceso al ámbito público, a la educación, y a un lenguaje mascu-
lino y masculinizado que en principio se presentaba acartonado
58 Genara Pulido Tirado
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Mujeres poetas antologadas 59
1
El presente ensayo es una versión abreviada, revisada y modificada de mi
artículo «Sujeto lírico femenino e identidad sexual en Ángela Figuera Ayme-
rich y Carmen Jodra Davó», publicado en la revista Letras Peninsulares, 16.3,
otoño-invierno 2003-2004, pp. 819-835.
62 María Paz Moreno
2
La visión de la maternidad y su significación como elemento inherente a la
identidad femenina es uno de los aspectos más debatidos dentro de la teoría
feminista. Mientras algunas feministas siguen las ideas anti-maternales de
Simone de Beauvoir, autoras como Nancy Chodorow (1978) han tratado
66 María Paz Moreno
Es sencillo, sencillo…
es tan terriblemente
natural y sencillo
como parir… El poema
sazónase como un hijo
en los profundos adentros…
De pronto, un día, sentimos
que nos desgarra la entraña…
Luego, un descanso infinito. (1986, p. 67)
3
El compromiso ideológico del libro es evidente, por lo que la censura fran-
quista no permitió su publicación en España, donde sólo vería la luz en
1978. Belleza cruel fue publicado en Méjico en 1958, recibiendo el Premio de
poesía Nueva España que concedía la Unión de Intelectuales Españoles de
Méjico. Abre el libro el famoso prólogo de León Felipe, «Palabras…», en el
que reconoce la valía y la fuerza de la poesía escrita en España por quienes
escogieron quedarse: «Y ahora estamos aquí, del otro lado del mar, nosotros,
los españoles del éxodo y del viento, asombrados y atónitos oyéndoos a voso-
tros cantar: con esperanza, con ira, sin miedos…» (Figuera, 1958, p. 66).
72 María Paz Moreno
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Ángela Figuera Aymerich y la conciencia social de la mujer poeta 73
1
El primer estudio específico sobre la vida y la obra de la escritora murciana
fue mi ensayo Carmen Conde. Vida, pasión y verso de una escritora olvidad, Temas
de Hoy, Madrid, 2007.
76 José Luis Ferris
2
Dámaso Alonso: Poetas españoles contemporáneos, Madrid, Gredos, 1961, pp.
366 y siguientes.
3
Víctor García de la Concha: La poesía española de 1935 a 1975 (Vol. II: De la
poesía existencial a la poesía social, 1944-1950), Madrid, Cátedra, 1987.
Una mirada viva y viviente 79
4
Carmen Conde: «Confidencia literaria», Entregas de Poesía, n.º 11 (1944);
también recogido en el prólogo de su libro Ansia de Gracia (1945). Ver Car-
men Conde, Obra poética (1929-1966), Madrid, Biblioteca Nueva, 19792, pp.
246-248.
82 José Luis Ferris
5
La publicación en 1958 de la Antología de la nueva poesía española, de José Luis
Cano, no puede considerarse una excepción ya que entre la larga nómina
de poetas seleccionados (64) sólo se incluye a ocho mujeres: Carmen Con-
de, Ángela Figuera, Concha Zardoya, Susana March, Gloria Fuertes, María
Beneyto, Nuria Parés y María Elvira Lacaci.
Una mirada viva y viviente 83
6
Bravo Villasante, Carmen: «Cartas de mujeres. Feminismo de Rosalía de Cas-
tro». Teresa, Año 1, n.º 5 (mayo de 1954).
7
Calvo de Aguilar, Isabel: Antología Biográfica de escritoras españolas, Madrid,
Biblioteca Nueva, 1954.
84 José Luis Ferris
8
Poesía femenina española (1950-1960), Barcelona, Editorial Bruguera, 1971,
pp. 27 y 31.
86 José Luis Ferris
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Una mirada viva y viviente 87
lidad», antecedentes ambos del «vivo sin vivir en mí» de Santa Te-
resa, y tópicos tanto de lo divino como de lo humano. Este sería el
eje de gravedad y el peso específico de la materia fundamental de
su poesía: el amor divino. Un amor divino que pasa a menudo por
el amor humano pero que no deja de trascender su divinidad. Un
peso y un eje alrededor del cual se vertebra una obra sólida, cons-
telada de otros temas como el amor, la muerte, la justicia, pero
siempre satélites de un sentido de la trascendencia, de la espiri-
tualidad, de la revelación del misterio insondable que lo impreg-
na todo. Tal vez por esa razón, la desafortunada y superficial críti-
ca contemporánea ha descuidado hasta hace poco el estudio y
difusión de una poesía tan poco común, tan vitalmente metafísi-
ca, tan inusual desde la literatura de San Juan de La Cruz o Santa
Teresa y que, por el contrario, no sólo no pasó desapercibida para
maestros como Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego o Vicente
Aleixandre, sino que además la distinguieron por su calidad y ex-
cepcionalidad, pero que además trenzaba su camino con los invi-
sibles hilos de tradiciones netamente andaluzas de la poesía, sus-
tentadoras de algunas de las líneas maestras de las letras españolas
cultas, populares o ascéticas. Durante décadas, la más manida aca-
demia quiso interpretar esta preocupación trascendente como
una anticuada manía atávica por lo religioso, prejuicio por el cual
fueron condenados escritores y pensadores tan importantes como
María Zambrano, Zubiri o el mismo Ortega y Gasset. El abandono
de tan falsos parámetros, amén de un nuevo interés de las voces
más jóvenes por la poesía metafísica, pusieron de nuevo estos
nombres y su obra en primera línea y en este plano cobra impor-
tancia la obra, aún en marcha, de Pilar Paz Pasamar. Pero la voz de
la poeta hunde sus raíces en esa tradición más antigua que here-
daron los místicos españoles y en especial Santa Teresa de Jesús,
cuyas literaturas no se explicarían sin el decurso de las tradiciones
andalusíes. El hecho de que la religión fuese fundamental en la
organización jurídica y social de al-Ándalus, así como las diversas
religiones que la integraban y conformaban, añadiéndole todo el
caudal de la discusión filosófica, hizo que la mística tomase cuer-
po de una forma definitiva, aportando fusiones, nuevas corrientes
96 Manuel Francisco Reina
Con Sophía estamos sin lugar a dudas ante el gran libro de ma-
durez de la poeta Pilar Paz Pasamar. La seguridad, la certeza de
lo que se quiere decir y cómo se manifiesta en la interpelación
sin más simbologías que apelar al conocimiento en estado puro,
a su personificación bajo el nombre filosófico y griego de Sophía.
Esta aprehensión de la Sabiduría, del conocimiento que es vida y
enseñanzas según los griegos, de que el saber sirva para la vida y
al contrario, que es la traducción exacta de lo que significa para
los helenos «Philosofía», amor al conocimiento, se traduce en un
libro aquilatado y medido, pero lleno de pasiones intelectuales y
vitales. Se estructura el libro, a la manera aristotélica, pasión inte-
lectual predilecta de los andalusíes, Aristóteles. Esto es decir que
se divide el libro en tres, tal vez para marcar aún más la esencia
y la estirpe filosófica de su naturaleza pero al mismo tiempo es
como si cerrara el círculo de sus usos poéticos habituales de los
primeros libros. Esto se traduce en «El hábito canoro», «El ámbito
sonoro» y «Sophía». En «El hábito canoro» hay un eco más que
evidente del libro anterior, Philomena, como tratando de estable-
cer una continuidad en la búsqueda y el hallazgo de la función
del poeta, de ella misma, en el mundo: el canto, y la necesidad de
articular un lenguaje que medie entre el hombre, su traducción
del mundo, y la necesidad de comunicarse con los demás y con lo
trascendente, añade otro peldaño a lo ya compuesto en el libro
anterior. Así, los títulos abundan en este juego como en «Y sin
embargo canta», «Palabra», «Palabra encerrada», «El nido» o «Pa-
labra aireada», en los que se repiten motivos, juegos y metáforas
del poemario precedente. Este es un símbolo muy andalusí tam-
bién. El ruiseñor era unos de los pájaros sagrados para el Islam y,
en al-Ándalus, por su carácter migratorio y su bello canto, estaba
relacionado con los poetas como demuestran entre muchos otros
los poemas del andalusí Ben Jafaya cuando dice: «Ruiseñor de ale-
gre canto que aleja la melancolía/o acorta la noche con su dulce
trino», o muchos otros de Almotamid, o Ben Sahl. La diferencia
es que en el libro anterior Philomena y la poeta eran la misma cosa,
y aquí se delimitan perfectamente las tres personas: el yo, del tú
y el ellos. Esto hace que la escritora adopte la contemplación de
Pilar Paz Pasamar, la poeta andalusí y juanramonianana del 50 99
Pilar Paz Pasamar es, como la tradición andalusí, una gran hete-
rodoxa, que no es más que una ortodoxa con amplitud de miras
y capacidad de entender la búsqueda de la verdad de los otros
por distintos caminos, prueba irrefutable de su raigambre anda-
lusí. La convivencia entre culturas, fue tan evidente en al-Ándalus
como que parte de la lectura absolutamente ortodoxa del Corán,
de la sura 29, en la que se dice: «no peleéis con los hermanos del
libro»; es decir, los judíos y cristianos y se convirtió en las señas de
identidad de los omeyas andalusíes. Todo esto por reflejar algunas
singularidades de los que algunos pretenden llamar «mito», sin
acudir a las fuentes, y que a mí me lleva a declarar que nuestra
poeta, Pilar Paz Pasamar, es una poeta de tradición andalusí.
La obra de esta escritora, todavía en activo, es quizá una de las
más desconocidas y de las propuestas más interesantes y arriesga-
das de un siglo en el que el existencialismo y la cotidianeidad aba-
ratada y mal entendidas han llevado a callejones sin salida, vital e
ideológicamente hablando, y donde Pilar Paz Pasamar resuelve
con la creación de un mundo que reinterpreta el misterio y lo
humano. Tal vez por eso a Pilar Paz Pasamar los ojos se le que-
dan pequeños para ver la divinidad que palpita en todo lo vivo,
y contempla con el corazón, y habla, como le dijo Juan Ramón
Jiménez, con las sienes, que es la parte más dura del alma. Está de
acuerdo, también en esto con el poeta y filósofo andalusí Ibn al-
Arabí, que en una de sus casidas de amor divino dice: «Mi corazón
es capaz de albergar todas las formas./ Es pradera para las gacelas
y claustro para los monjes./ Templo para los ídolos y Kaaba de
peregrinos,/ Tablas de la Torah y Libro del Corán./ Profeso la
religión del Amor y cualquier dirección/ Que tome su montura,
doquiera dirija sus pasos, /El Amor sigue siendo mi credo y fe».
Quizá porque, andalusí como él, de seis siglos después, la ampli-
tud de su intelecto, de su capacidad de amor, eso que ahora los
filósofos y psicólogos llaman «inteligencia emocional», la llevan
a estar de acuerdo con él y con el Cristo en que sólo el amor nos
hace libres, fuertes y sabios y, además, nos salva.
JULIA UCEDA
María Teresa Navarrete Navarrete
Universidad de Cádiz · University of Ghent
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114 María Teresa Navarrete Navarrete
«Esto no es un libro:
es una mujer.»
1
La propia poeta nos previene: «Fui surrealista, sin haber leído a ningún su-
rrealista; después, aposta, ‘postista’ (…); yo no quería servir a nadie, si acaso
a todos»; «Una minoría vendrá a catalogarme, a etiquetarme o a encasillar-
me literaria o sociológicamente; la etiqueta se me desprenderá con el sudor
de mis versos, y si me encasillan, me escapo» (Fuertes, 1975, p. 27, 33). Para
González Muelas (1973) «No se puede encasillar a Gloria Fuertes (…). Es
poeta ‘social’, pero no marxista; es cristiana, pero la Iglesia no la utilizaría
como apologista; poeta de protesta… pero protestaría siempre que viera
una injusticia; celayesca, pero en lo más hondo» (citado en Browne, 1997, p.
5).
2
Desde 1961 a 1963 residió en los Estados Unidos con una beca Fullbright,
impartiendo clases de Literatura Española en las universidades de Bucknell,
Mary Baldwin y Bryn Mawr. Para informaciones más detalladas sobre su bio-
grafía es de clásica consulta el Prólogo de Francisco Yndurain (1979) o más
actualizado, su sitio en internet: http://www.gloriafuertes.org/index.php/
biografia.
«Un hilo de voz» contra el silencio: Cien años de Gloria Fuertes 119
3
Acereda (1999) afirmaba que «todavía hoy en España buena parte de la
crítica no toma en serio su poesía y ha sido en el hispanismo norteameri-
cano donde, con toda justicia, su obra ha generado mayor interés crítico»
(p.157). Una anécdota insólita relata Prado, que muestra el aprecio que
suscitó fuera de España: «En Noruega su foto ha adornado la cola de aviones
de la flota de Norwegian Airlines» (2017, s/p).
120 Laura Scarano
4
Carmen Martín Gaite en Usos amorosos de la posguerra española estudia estos
modelos de esposa, madre o virgen en la construcción del género femeni-
no, que retrasaron los notorios avances que se habían concretado en la fase
republicana (prohibición de métodos anticonceptivos, imposibilidad de di-
vorcio, matrimonios solamente religiosos, entre otros).
5
Utilizamos abreviaturas para referirnos a los poemarios principales de Fuer-
tes: Obras incompletas (OI), Historia de Gloria (HG), Mujer de verso en pecho
(MVP) y Glorierías (G). Obras incompletas (1975) compila los textos: Antología
y poemas del suburbio (1954), Aconsejo beber hilo (1954), Todo asusta (1958), Ni
tiro, ni veneno, ni navaja (1965), Poeta de guardia (1968), Cómo atar los bigotes
del tigre (1969) y Sola en la sala (1973). E incluye un Prólogo de la autora
titulado «Medio siglo de poesía de Gloria Fuertes o Vida de mi obra» (1975,
pp. 21-34), al que aludiremos con la referencia OI.
«Un hilo de voz» contra el silencio: Cien años de Gloria Fuertes 121
poeta, pues «los árboles del bosque de mi isla,/ sois vosotros mis
versos» (OI, p. 22).
La poesía pues es la otra bandera inclaudicable a la que se con-
sagra: «Yo poeta con senos» (G, p. 102), «soy una mujer de verso
en pecho» (G, p. 152). Esta imagen de «poeta de guardia» (como
titula uno de sus poemarios [OI, p. 167]) y de «mujer fuerte»
(OI, p. 98) se corresponde con el contexto histórico amenazan-
te: «aquí estoy yo y vengo voceando,/ buceando, mejor, entre la
niebla:/ ahorcándome la voz entre los álamos» (OI, p. 98), «nací
poeta en esta vida perra» (MVP, p. 57). El oficio tiene una dosis in-
evitable de locura, por eso se retrata como «un loco soldado/ que
plise a los que odian con el pie de mis cantos» (OI, p. 59), en un
claro alegato sobre la poesía como compromiso: «pobres de mil
oficios no estáis solos,/ aquí un poeta os canta,/ luego vendrán
más» (OI, p. 114).
La radicalidad de su posición nace de una mirada que repi-
te hasta la saturación su género sexual y social como outsider del
poder: «Yo soy sólo una madrileña del montón» (MVP, p. 116).
Su condición de poeta urbana es también enfatizada a lo largo
de toda su obra: «Yo paseo mi poesía/ por calles de Lavapiés/ —
donde nací con quinqué/ y crecí en madrileñía» (MVP, p. 88). A
la vez que reubica su naturaleza femenina en la ciudad, subraya
su repudio a un sistema inequitativo basado en la explotación y
en la corrupción, que se solapa con las lacras del hábitat urbano:
«Asaltada estoy/ clavada en la ciudad de pies y manos/ por ver y
oír dolores de otros cuerpos» (MVP, p. 90). La conciencia de clase
(«siempre seré un gusano literario»), a pesar de sus orígenes hu-
mildes, aflora relacionada con el status del escritor en la sociedad
y sus privilegios frente al pueblo carenciado: «me avergüenzo de
ser un libro lujoso de poemas/ encuadernado en piel de hembra/
ante tanta hambre» (OI, p. 354).
Su relato testimonial parte de un yo protagonista omnipresen-
te, que exhibe en primer plano su nombre propio, su biografía
anómala y su condición de transgresora impenitente. Los títulos
de varias de sus obras dan prueba de este afán, entre lúdico y
122 Laura Scarano
6
Destacamos los estudios de Verónica Leuci sobre el nombre propio y la ca-
tegoría autoficcional en la madrileña, desde su Tesis doctoral (que tuve el
orgullo de dirigir en 2014, en Argentina). Afirma que «su poesía despliega
conjuntamente un orbe lúdico y provocativo de estrategias en la inclusión
textual del nombre de la autora, que borronean su perfil autobiográfico y
se instalan en cambio en un espacio autoficcional. Por un lado, merced a la
explotación semántica del sustantivo «gloria» y del adjetivo «fuertes» en tex-
tos que juegan con la polisemia de los términos y sus múltiples acepciones,
oscilando entre su carácter designativo y connotativo» (Leuci, 2016, p. 250).
«Un hilo de voz» contra el silencio: Cien años de Gloria Fuertes 123
7
Sylvia Sherno alude a esta dimensión paródica como eje constructivo de
su poesía: «She confronts the male-ordained codes by which women have
historically been constrained, the male-sanctioned hierarchies from which
women have traditionally been excluded. Armed, therefore, with the forms
and rhetoric of carnival, Fuertes assumes the “negative function” within the
existing official structure» (1989, p. 372).
«Un hilo de voz» contra el silencio: Cien años de Gloria Fuertes 125
8
En este sentido, como advierte Payeras, la idea de «locura» que maneja no
parece contraponerse a la de «cordura»: «el poeta y el loco pueden parecer
estrafalarios si se los contempla en relación con la norma social, pero, en el
contexto referido, sugieren una dimensión transgresora» (2003, p. 120).
«Un hilo de voz» contra el silencio: Cien años de Gloria Fuertes 127
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«Un hilo de voz» contra el silencio: Cien años de Gloria Fuertes 131
1. Introducción
Desde un enfoque crítico y comunicativo, la educación litera-
ria para que podamos considerarla integral (Abril, 2005 y Mora-
les Lomas, 2011), ha de poder unificar e integrar la Literatura
Infantil y Juvenil en la formación de los futuros egresados de los
centros de educación superior, considerando que todo lo que se
muestra en los textos, son parte de la realidad en la cual viven,
relacionando la escritura y la lectura, convirtiéndose ambas en
elementos significativos en su vida académica y personal. En este
sentido, como señala el profesor Nuñez Ruiz (2001), la educación
literaria, tiene como objetivo el fomento del hábito lector en la
etapa infantil y juvenil y el minimizar los recelos a la hora de apro-
ximarse al cualquier texto literario a lo largo de su vida.
En este sentido, como señala Mendoza (2005, 45) «la educa-
ción literaria (educación en y para la lectura literaria) es la prepa-
ración para que el lector en formación llegue a:
– Saber participar con efectividad en el proceso de recepción y
actualización interpretativa del discurso literario.
– Acceder con autonomía al conjunto de producciones artísti-
cas que constituye la literatura.
134 José Álvarez Rodríguez - Daniel Álvarez Ferrándiz
2. La literatura infantil
2.1. Concepto y funciones de la literaria infantil
Si queremos clarificar y definir el concepto de literatura in-
fantil, hemos de considerar dos cuestiones: la primera de ellas es
delimitar cuál es su alcance, es decir su objeto. En segundo lugar,
establecer sus límites y funciones de la misma.
Siguiendo a Rubio (1999, 22), este género se puede definir
como aquel conjunto de obras literarias cuyos destinatarios son
los niños. Es además «una producción artística en uso del discurso
literario, que cumple funciones estéticas en beneficio del disfrute
de los niños y jóvenes lectores».
Si intentamos analizar que es un buen libro en el ámbito de
la literatura infantil, podemos considerarlo desde la óptica de un
buen pasatiempo, por su capacidad para poder iniciar a los ni-
ños en el proceso lecto-escritor, otro criterio muy utilizado por
los educadores infantiles, como instrumento para el desarrollo de
la creatividad y de la imaginación, para la inculcación de valores
morales y éticos, para poner en conocimiento del niño soluciones
a problemas reales (racismos, xenofobia, interculturalidad, etc).
Como se refleja en esté párrafo, los criterios que para algunos son
buenos, para otros pueden no serlo. Lo verdaderamente impor-
tante, es determinar cuáles son los más adecuados desde la pers-
pectiva de los intereses y necesidades del niño.
Para determinar cuáles son las funciones de la literatura infan-
til, hemos de considerar las aportaciones que sobre este tema seña-
lan diferentes autores, entre ellos, Kimmel, (1986), Merlo (1980),
Bortolussi (1987), Cervera (1989), Sánchez Corral (1995), More-
no Vedulla (1994), Hunt (1999), Carrasco Rodríguez (2005), Co-
lomer (2008), Botelho (2010), Cademartori (2012), entre otros.
La educación literaria 135
Otros pobres
Hoy me entristecen otros pobres.
Dan pena los mendigos,
Los mendigos de letras,
Los mendigos de duda,
Los mendigos de ciencia,
Esos su que dan pena. (…)
(Fuertes, 1996, 129)
Acción de Gracias
Gracias por haberme hecho ser humano,
Podrías haberme hecho rana o vaso
Y habría que verme de rana
Gorda y cantando. (…)
(Fuertes, 1996, 123)
Otro de los temas que hay que trabajar en los salones de clase,
es la no utilización de las armas, cultivando esa posición antibeli-
cista tan enrraizada en Gloria Fuertes y que se ve plasmada en este
maravilloso poema, denominado:
Armas
Los juegues son para jugar a jugar
(de verdad),
No para jugar a matar
(de mentira).
Las pistolas (ni de agua.)
El revólver (ni de broma.)
La escopeta (ni tocarla).
Los juguetes para todo
Y las armas para nada.
(Fuertes, 1998, 17)
5. Conclusiones
Una de las finalidades que la literatura infantil cumple con su
propósito de ser una educación literaria, desde una perspectiva
global, ha de ser educativa, englobando una realidad didácti-
ca, en la cual, se pone de manifiesto el proceso de enseñanza y
aprendizaje, junto con su dimensión lúdica y creativa. Escribe
Quiles Cabrera, que «nuestro alumnado ha de jugar y experi-
mentar con la poesía; de la misma forma que se manchan las
manos de colores haciendo del dibujo una vía de expresión y
disfrute, las palabras han de ser para ellos un instrumento de
juego» (2016, 12). Además, en su función literaria, también edu-
cativa, aparecen aspecto socioculturales, en donde se reflejan los
aspectos de cada cultura y realidades de la sociedad en donde se
está inserto, poniendo de manifiesto los valores, que van cons-
truyendo la personalidad integral (estimulando actitudes tanto
en el plano, intelectual, moral, ético, afectivo, individual, voliti-
vo y estético del educando), sin dejar de tener en cuenta, el valor
terapéutico de la misma.
Hoy, quizás más que nunca, la imagen ha invadido y prevalece
con respecto a otros recursos didácticos en el salón de clase. Si
lo que pretendemos es desarrollar y potenciar el lenguaje oral
y escrito, una de las herramientas más necesarias es el lengua-
je poético, que permitirá acceder a los textos, fomentando los
sentimientos, el lirismo y como no, los valores estéticos tan fun-
La educación literaria 143
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LAS POÉTICAS DE LAS POETAS DE
MEDIO SIGLO1
Sharon Keefe Ugalde
Southwest Texas State University
1
Una versión de este se publicó en Palabras Cruzadas (2003). (Ángeles Mora,
coord.). Granada: Universidad de Granada.
148 Sharon Keefe Ugalde
2
Juana Castro, Amparo Amorós, Ana Rossetti, Concha García, Blanca An-
dreu, y Luisa Castro son representativas de las poetas innovadoras y a veces
subversivas de los primeros años del pos-franquismo. Véase Sharon Keefe
Ugalde, Conversaciones y poemas.
Las poéticas de las poetas de medio siglo 149
3
De un discurso de Pilar Primo de Rivera de 1944 citado en Martín Gaite,
Usos, p. 58.
4
Véase Veinte años de poesía española (1939-1959) y Un cuarto de siglo de poesía
española (1939-1964).
150 Sharon Keefe Ugalde
5
Luis García Jambrina incluye a ocho poetas: Ángel González, José Manuel
Caballero Bonald, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Bied-
ma, José Ángel Valente, Francisco Brines, Claudio Rodríguez. Pedro Pro-
vencio, Poéticas españolas contemporáneas. La generación del 50, incluye a los
mismos más cuatro adicionales: Fernando Quiñones, Félix Grande, Carlos
Sahagún y César Simón.
6
Janet Pérez, pp. xxv-xxxi, analiza la historia del silenciamiento de las poetas
en España.
7
Al principios de los años 1950, a pesar del ambiente poco propicio, varias
mujeres colaboraron en revistas literarias: Uceda en Rocío; Pasamar en Pla-
Las poéticas de las poetas de medio siglo 151
8
Todas las citas de las poéticas que no son poemas (Lacaci, Gatell y Albornoz)
provienen de los manuscritos que las poetas enviaron.
Las poéticas de las poetas de medio siglo 153
9
Esta superimposición de códigos es muy parecido a la que emplea Claudio
Rodríguez en poemas como «A mi ropa tendida». Véase Andrew Debicki, p.
lll.
10
La teoría del discurso explica como a través de los textos literarios es posible
reconfigurar la feminidad. La naturaleza textual/discursiva de la feminidad
la abre a actos de reinterpretación. Dorothy Mills, p. 93, explica que «The
importance of institutional power is not denied, but the principal focus is
normative power, the identification of the multiple discursive sites where
power is negotiated».
Las poéticas de las poetas de medio siglo 157
confusos trozos que las manos acarician» (44)11. Dos frases del
poema «Niña grande ya casi joven…», «Punta ebria del claror»
y «punta viva vibrante de eternidad», reflejan las especulaciones
de Luce Irigaray respecto a la sexualidad femenina y los textos
escritos por mujeres porque expresan simultáneamente la unión
sexual de Guiomar —el sujeto lírico— con su amado y la jouissance
de la escritura.
Como ya hemos señalado las poetas de medio siglo igual que
la mayoría de los poetas de su generación concibe la poesía como
un proceso de descubrimiento, caracterizado por la exploración
de la experiencia personal, frecuentemente con una énfasis en la
temporalidad. Luis García Jambrina (49) habla de la «intención
de buscar la propia identidad» y José Paulino Ayuso (48) señala
«la recuperación del yo pronominal y aun del nombre propio es
una señal del giro subjetivo de esta poesía». Aunque las poéticas
recogidas indican que las poetas colectivamente están de acuerdo
con estas formulaciones, subrayamos de nuevo que existe una di-
ferencia: las escritoras reconocen explícita o implícitamente que
para ellas el género juega un papel fundamental en la configura-
ción de un nombre propio y en la creación de cualquier posición
de sujeto. El concepto de la poesía como un espacio libre de las
limitaciones habituales o como un intruso, destacado anterior-
mente, tiene mucho que ver con cuestiones de género.
Sin olvidarse del factor «género» se puede decir que las poetas
de medio siglo están de acuerdo con los poetas canónicos de su
generación cuando estos afirman que la poesía es conocimiento.
Ahora analizaremos algunos elementos encontrados en las poé-
ticas que alinean a las poetas con literatura escrita por mujeres.
Las poéticas revelan, por ejemplo, una reiterada referencia a lo
onírico, lo irracional, el subconsciente, lo no-lógico o lo surreal.
Para comprender este elemento es útil recurrir a las explicacio-
11
Elaine Showalter, pp. 187-188, resume la presencia de la ausencia de la linea-
lidad en la literatura escrita por mujeres.
158 Sharon Keefe Ugalde
12
J. Raman Selden, p. 144, resume la teoría de Kristeva: «One might say that
Kristeva» s stakes a claim on behalf of women to this unrepressed and un-
repressive flow of liberating energy. The avant-garde poet, man or women,
enters the Body-of-the Mother and resists the Name-of-the-Father. Mallarmé,
for example, by subverting the laws of syntax, subverts the law of the Father,
and identifies with the Mother through his recovery of the «maternal’ se-
miotic flux».
Las poéticas de las poetas de medio siglo 159
13
Véase Alicia Ostriker, p. 166.
160 Sharon Keefe Ugalde
14
Críticos como Luis García Jambrina, Andrew Debicki y Margaret Persin ob-
servan que los poetas de la Generación de 50 evolucionan alejándose de una
estética modernista-simbolista y aproximándose a una postmoderna; pero
hay que señalar que Andrew Debicki, p. 133, afirma que la mayoría sigue,
por lo menos parcialmente, creyendo en la estabilidad del lenguaje.
Las poéticas de las poetas de medio siglo 163
15
Judith Kegan Gardiner afirma que esta diferencia es característica: «La per-
cepción de una mujer de su género, su sexualidad y su cuerpo suele adque-
rir una forma, tal vez más prominente, en su concepto de sí misma que estos
factores tienen para el hombre» (190).
164 Sharon Keefe Ugalde
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RECUERDOS DE VIOLENCIA DURANTE
LA GUERRA CIVIL EN TRES POETAS
ESPAÑOLAS (ÁNGELA FIGUERA
AYMERICH, GLORIA FUERTES Y
MARILUZ ESCRIBANO)
Cristina Rentería Garita1
1
Doctora en Sociología Agraria, Universidad de Córdoba. Doctoranda en Di-
dáctica de la Educación, Universidad de Almería. Colaboradora en Tribuna
Feminista.
2
Lida, 1994.
168 Cristina Rentería Garita
3
El estudio más aceptado es el de Manuel Ordorica y José Luis Lezama quie-
nes concluyeron que un total de 3.4 millones de vidas se vieron afectadas
por la revolución: 1.4 millones de muertos, 1.1 millones de nacimientos frus-
trados, 400 mil emigrados y medio millón en error censal. Vid. Ordorica y
Lezama, 1993.
4
Campobello, 2016.
Recuerdos de violencia durante la Guerra Civil en tres poetas españolas 169
5
Alexiévich, 2016: 291.
170 Cristina Rentería Garita
6
Si bien los poemas que se analizan en este trabajo se contextualizan en el
momento de la guerra, en el caso de Ángela Figuera Aymerich y Gloria Fuer-
tes, publicaron gran parte de su corpus poético durante el franquismo, que
estableció la autorización de la publicación de obras a través de la figura del
censor. Conocidas son las correcciones que, por ejemplo, los censores hicie-
ron a “Mujer de Barro” (1952) de Ángela Figuera Aymerich. Ver: Montejo
Garrucha, 1993.
Recuerdos de violencia durante la Guerra Civil en tres poetas españolas 171
7
Íbid, 253.
172 Cristina Rentería Garita
Gloria Fuertes:
Todos los míos han muerto hace años
y estoy más sola que yo misma.
Mariluz Escribano:
desde el patio la llamo,
desesperadamente,
y sólo el mar responde, (2016: 11)
Gloria Fuertes:
A los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía.
Aprendí a regatear en las tiendas
y a ir a los pueblos por zanahorias.
Mariluz Escribano:
con su afanoso amor por ordenar la casa
y conservar la harina de los racionamientos,
los retales,
los hilos
y la esperanza intacta (2016: 10)
8
Blázquez, 2016: 38.
176 Cristina Rentería Garita
Yo la miraba estar,
nunca quieta,
gozosa,
amasando la blanca pobreza de la harina. (2016: 11)
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LAS MÚLTIPLES CRIATURAS
EDITORIALES, ENTRE 1954 Y 2008,
DE CRIATURA MÚLTIPLE DE MARIA
BENEYTO
Sergio Arlandis
Universitat de València
1
Por una cuestión de economía lingüística clara, y para facilitar la lectura de
este trabajo, a la primera versión (la publicada en 1954) la llamaremos, a
partir de este momento V1; a la segunda versión (la publicada en 1965), V2;
y finalmente a la tercera (la de 2008) la llamaremos V3. Podríamos añadir
otras muchas ediciones de poemas o reediciones del libro, pero no se trata
de hacer una rigurosa edición crítica del libro, sino de dejar indicadas algu-
nas claves de su lectura que fueron variando y evolucionando con el paso del
Las múltiples criaturas editoriales, entre 1954 y 2008 181
2
Del mismo modo, solo citaremos aquellas partes del poema que tenga modi-
ficaciones lo suficientemente significativas, dejando sin citar aquellas otras
que no varíen en nada.
184 Sergio Arlandis
«Criatura múltiple»
Se trata del poema inicial y el que da título al libro y cuya lec-
tura primera podría dirigir nuestra mirada hacia la reivindicación
femenina (el yo de la mujer poeta como concéntrica voz del resto
de mujeres aplacadas por el silencio), pero también se trata de
un poema que, como en todo el poemario ocurrirá, se abre a una
mirada más social, sin reducirse a aquello que estrictamente afec-
taba a la mujer: el drama, el conflicto primigenio del ser humano
es común, solo que al ser portadora de vida y de dolor por una
imposición natural (al igual que sostendrá en el poema cierre),
está condenada a sufrir una segunda imposición, estrictamente
cultural y social, de la que pretende zafarse con la palabra y el
grito reivindicativo (Arlandis, 2017: 200).
El poema lo forman un total de ocho estrofas en las tres versio-
nes. Las tres primeras estrofas del poema no sufren variación al-
guna en V2 ni V3. Tampoco hay variación en la penúltima estrofa3.
En V1 antecede al propio poema una cita que dice: «Pero Dios,
deshabítame el alma de este enjambre, / de estas abejas yo dul-
ce alimento…» siendo curioso que V2 y V3 eliminaran esta cita,
pero que en diferentes medios y antologías de la autora, aparezca
como tal, encabezando el poema, como en V1, a pesar de que no
se sigue la primera de la versiones publicadas. Estos versos per-
tenecían a la primera edición de Eva en el tiempo (El sobre literario,
Valencia, 1952), al poema «Colmena», que también sufrió modifi-
3
Indicaremos esto con un (*) en la cita, para resaltar el hecho de que ahí hay
una estrofa sin variación alguna. También advertimos que hemos adaptado
la V1 a las nuevas indicaciones ortográficas de la RAE para unificar su lectu-
ra y ajustarla al tiempo actual.
Las múltiples criaturas editoriales, entre 1954 y 2008 185
4
De hecho, la versión de V3 es la siguiente: «Pero, Dios, deshabítame al alma
de este enjambre, / de este zumbar de abejas que yo dulce alimento» (133).
Dejemos apuntando, para futuras investigaciones, la innegable importancia
que el símbolo de la abeja tiene en la poesía de Maria Beneyto y que no pa-
rece haber tenido tampoco excesivo eco aún entre los estudios consagrados
a su obra.
5
De igual modo, para agilizar la lectura, y considerando que el lector ya sabe
a qué ediciones nos referimos con V1, V2 y V3, pondremos tan solo entre
paréntesis el número de página correspondiente y la versión concreta, sin
tener que repetir así, innecesariamente, las referencias bibliográficas.
186 Sergio Arlandis
«La sombría»
Este extenso poema tiene un total de treinta y siete versos en V1
y V2 y treinta y ocho en V3. Se trata de un poema donde se repasa
la profunda soledad del yo lírico, que en V1 no duda en asimilar
bajo el pronombre de la primera personal del singular, mientras
que en V2 y V3 tenemos un distanciamiento, algo más analítico,
con el protagonismo de la tercera persona del singular. Estamos,
pues, ante un poema de clara reivindicación feminista, donde la
mujer parece formarse a partir de una oscuridad que le es impues-
ta y propia al mismo tiempo: solo un instante de felicidad fugaz,
con esa «claridad un instante / de su tiniebla elemental huida»
(V3). Mientras que su solidaridad se asocia, en este caso, más con
las mujeres, que son «Descendientes del sol, hijas caídas» (V3),
con lo que muestra un doble paradigma de la derrota existencial,
pues a pesar de haber nacido de la luz, de inmediato están conde-
nadas a la oscuridad, que es, en verdad, el «límite / del camino, y
el techo / de las sombras» (V3).
188 Sergio Arlandis
Pero esto nos llevaría a sobrepasar con creces los límites exigi-
dos para este trabajo, aunque sí debe ponernos en aviso de que se
necesita, con urgencia, poner un foco de atención a este hecho,
pues nos ayuda a comprobar cómo fue evolucionando la poesía
de Maria Beneyto y hacia qué dirección, pues esto mismo afecta,
sobre todo, a sus primeros libros en lengua castellana: Canción
olvidada (1947), Eva en el tiempo (1952), Poemas en la ciudad (que
fue Aquí en 1943) publicado en 1956 y Tierra viva (1956), es decir,
sobre todo la primera etapa de su poesía según las teorías distri-
butivas de Rosa María Rodríguez Magda (2008: 14), José Más y
María Teresa Mateu (2008), Mónica Jato (2008) y, a pesar de las
discrepancias de fechas, de José Albi (1993: 10). Pero lo cierto es
que existen modificaciones demasiado importantes como para no
prestarles la debida atención a pesar de los interesantes mono-
gráficos que han ido saliendo publicados en fechas relativamen-
te cercanas, tales como el volumen coordinador por Josep Carles
Laínez (2008) o el de Mónica Jato y Candelas Gala (2013). Estas
páginas solo han querido abrir la brecha, dejar constancia de un
hecho que ha pasado con sorpresivo silencio entre la cada vez
más amplia lista de estudios sobre la excelente poeta valenciana:
esperamos seguir esta fascinante tarea de desentrañar aquellos
parámetros que configuran uno de los libros más interesantes del
siglo pasado, como sugirió Ricardo Bellveser (2008: 73 y 76), y de
Las múltiples criaturas editoriales, entre 1954 y 2008 195
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EL ESPACIO TRASCENDIDO EN LA
POESÍA DE MARÍA VICTORIA ATENCIA
María Isabel López Martínez
Universidad de Extremadura
a punto el té, como todos los días»). El discurso lírico acoge subje-
tivamente el paisaje y las ciudades cercanas, con la Málaga natal y
habitada de telón de fondo. Calles, plazas, jardines, cementerios,
mar como límite y parte de la urbe… son atraídos hacia el yo,
como puntos de analogía o vehículos para transmitir cuestiones
profundas. A veces el entorno se esboza a partir de topónimos
deslizados sutilmente como ocurre en estos versos de «Mar» (Mar-
ta & María): «Cuando cierro los ojos el viento del Estrecho / pone
olor de Guinea en la ropa mojada». Atencia evoca también las
ciudades visitadas, sobre todo cuando bordea el libro de viajes
lírico, modalidad en la que el sujeto polariza con sus afecciones el
contexto ajeno. El poema titulado con el nombre del barrio me-
dieval «Malá Strana» (El Puente) arranca con la reveladora frase
«El ámbito soy yo» y acaba con el recuerdo de la propia infancia,
suscitado porque en Praga: «Cruza una joven grávida de una acera
a otra acera. / Cruzan su claridad y su azahar perdurado. / Cruzo
yo misma, niña, nombre que se perdiera / si una niebla subiese,
espesa, desde el río». La simultaneidad de ver a la desconocida
embarazada y el acto de retrotraerse a la infancia —«diorama
siempre al fondo» en la obra de Atencia según Guillermo Carnero
(2010, p. 13)— está subrayada por el paralelismo anafórico. El río
Moldava se convierte, merced al gran repertorio literario —lláme-
se hipertexto o tradición—, en el fluir de la existencia, que que-
daría vacío si todo se olvidara, según el símbolo de la niebla que
asciende «espesa» y borra contornos. Tanto las ciudades habitadas
como las recorridas se integran unitariamente en el espíritu de la
autora, que las posee (obsérvese el singular que precede a la enu-
meración), como extensiones de la casa: «De nuevo balbuciente
regreso a mi ciudad, Florencia, / París, Granada, Ámsterdam, por
las que soy quien soy» («La ciudad», La intrusa).
La música y las artes plásticas son asimismo parte de la vida de
María Victoria Atencia, quien capta su belleza e incluso la pro-
duce cuando elabora grabados o llena sus textos de referencias a
ellas. Su mirada se detiene en la arquitectura (vid. «San Marcos»
de Paulina o el libro de las aguas), en estatuas («Paolina Borghe-
se» del mismo libro), en cuadros («Condesa de Chinchón» de
El espacio trascendido en la poesía de María Victoria Atencia 199
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El espacio trascendido en la poesía de María Victoria Atencia 209
1
Ésta, recientemente recuperada durante la conmemoración del centenario
de su nacimiento.
2
Vid. Gatell, A. y Conde, C. (Eds). (1971). Poesía femenina española (1950-
1960). Barcelona, España: Bruguera.
3
Gatell, A. (Ed.). (2007). Mujer que soy. La voz femenina en la poesía social y testi-
monial de los años cincuenta. Madrid, España: Bartleby Editores.
212 Marta López Vilar
4
Para ello, remito a alguna bibliografía determinante y esclarecedora sobre
la poesía escrita por mujeres en la posguerra y su situación social: Payeras
Grau, M. (2009). Espejos de la palabra. La voz secreta de la mujer en la poesía
española de posguerra (1939-1959). Madrid, España: UNED; Jurado, J. (2014).
El discurso patriarcal en la poesía femenina del primer franquismo. Signa:
revista de la Asociación Española de Semiótica (23), pp. 525-544; Molinero, C.
(1999). Silencio e invisibilidad: la mujer durante el primer franquismo. En
Ideología y cultura en la España de los vencedores (1939-1945). Monográfico de
Revista de Occidente (223), pp. 63-82.
Aproximación a la memoria en Cenizas en los labios, de Angelina Gatell 213
5
«Je est un autre», expresión aparecida en dos cartas enviadas por Rimbaud
a Georges Izambard y Paul Demeny, en 1871.
214 Marta López Vilar
6
En Claros del bosque puede observarse de manera evidente.
7
Verso de Miguel Hernández, de Viento del pueblo.
8
De una terrible fuente silenciosa es un verso de Poeta en Nueva York, de Federico
García Lorca: «Todo está roto por los tibios caños /de una terrible fuente
silenciosa».
216 Marta López Vilar
9
Pienso en el «Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe»: «Que
bien sé yo la fonte que mana y corre, / aunque es de noche. // Aquella
eterna fonte está escondida, / que bien sé yo do tiene su manida, / aunque
es de noche […]».
10
También para María Zambrano, tal y como muestra su obra Los sueños y el
tiempo.
218 Marta López Vilar
11
Poeta nacido en Orihuela, en 1917 y fallecido en Alicante en 1990. Fue au-
tor de obras como: Hombres a la deriva (1950), El suceso (1960), La belleza y el
fuego (1972) o Versos de la vida (1977).
12
Poeta, filósofo e historiador español, nacido en Alicante en 1919 y fallecido
en la misma ciudad en 2011. Amigo de Manuel Molina, fue autor de libros
como Voz derramada (1946) o Cántico de la creación o el amor (1950).
Aproximación a la memoria en Cenizas en los labios, de Angelina Gatell 219
13
Verso de Rosalía de Castro, del libro A las orillas del Sar.
Aproximación a la memoria en Cenizas en los labios, de Angelina Gatell 221
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FRANCISCA AGUIRRE A CUENTA DE
PACA AGUIRRE
Ricardo Bellveser
1
Tanto la cita de Félix Grande, unas líneas arriba, como las que voy a hacer a
partir de este momento en voz de Francisca Aguirre, las tengo grabadas en
vídeo y audio, y las conservo en excelentes condiciones para su reproduc-
ción. Las transcribo respetando su literalidad.
224 Ricardo Bellveser
1. Mujer y feminismo
Francisca Aguirre posee un manifiesto dominio de la oralidad,
lo que la convierte en una excelente conversadora. En estas char-
las y entrevistas dio su abierta opinión sobre temas claves, como la
existencia de una «Literatura Femenina»:
– No puedo creer en eso, —me dijo— creo de verdad que mi
literatura es femenina porque soy Paca, he parido una hija, y con
todo eso se escribe también, pero, esa cosa que me han dicho
alguna vez de la preferencia entre las sensibilidades del hombre y
la mujer, no lo creo, esa diferencia es la que hay entre cualquier
ingeniero agrónomo y Mozart, y son dos hombres. La cuestión no
es si se trata de un hombre o una mujer.
– Las mujeres —continuó— hemos tenido la vida muy difícil,
desde siempre, nos ha costado mucho hacer aquellas cosas que
Francisca Aguirre a cuenta de Paca Aguirre 225
2
Las beguinas fueron mujeres cristianas, que practicaban la contemplación
y ayudaban a los pobres y a los enfermos, con entrega total. Podían salirse
de la orden, romper los votos y casarse si así lo decidían. Una parte de su
día lo dedicaban a la caridad y otras al estudio y al mundo intelectual. Fue-
ron muchas las que destacaron por sus obras literarias y de pensamiento
como Hadewych de Amberes (s.XIII) ilustre poeta y prosista. El Concilio de
Vienne las prohibió y desde entonces comenzó su total decadencia hasta su
desaparición.
226 Ricardo Bellveser
3
Aguirre, Francisca. Pavana del desasosiego. Premio María Isabel Fernández
Simal, 1998. Ediciones Torremozas. Madrid, 1999.
4
En el año 2008 Francisca Aguirre ganó el premio Alfons el Magnànim, Va-
lencia de poesía, con «Nanas para dormir desperdicios». Ed. Hiperión, Ma-
drid, 2008.
Francisca Aguirre a cuenta de Paca Aguirre 227
miró y dijo, ¿cómo haces esto?, pues porque llevaba tres meses
dándole vueltas en la cabeza.
Su obra literaria, tal y como la entendemos hoy, parte de Íta-
ca5, libro influenciado por la estética de Kavafis, y envuelto en
los ropajes clásicos, muy relevante en su carrera literaria porque
tanto la isla como las referencias clásicas que el libro contiene, re-
miten a los temas universales de la espera y la ausencia, Penélope
y Ulises, y tras ellos el cosmos de los recuerdos que conforman
su primer universo sin propósito de trasgresión, al contrario, si-
guiendo el tópico como ha quedado establecido en la historia de
la literatura en su canon ortodoxo. Penélope, la mujer, está aquí
señalada por el conflicto de la espera y el mundo interior, por la
representación de la mujer como salvaguarda y protectora de lo
íntimo, mientras que Ulises simboliza el mundo exterior, la bús-
queda de la aventura y la representación del regreso a ese lugar,
físico, emocional y personal, que le aguarda fielmente, conceptos
no ausentes de tensión y de interés. Penélope y Ulises son las for-
mas y los modelos tras los que se aquí se amagan Francisca y Félix.
2. Infancia y adolescencia
Francisca Aguirre nació en Alicante6 a seis años de que em-
pezara la guerra civil, hija de un pintor navarro, de Pamplona,
Lorenzo Victoriano Aguirre, que vivió en Alicante desde niño, un
hombre de estatura media tirando a menuda, aunque muy bue-
na planta, de joven guapo de bigote, cigarrillo y bastón7 que fue
5
Aguirre, Francisca. Ítaca. Premio Leopoldo Panero 1971. Editado por Cultu-
ra Hispánica, Madrid, 1972. Es su primer libro de versos.
6
Para una biografía detallada ver Jiménez Faro, Luz María. Poetisas españolas.
Antología general. Tomo II. Madrid, 1996.
7
Sobre su aspecto físico, ver «Lorenzo Aguirre». Catálogo de la exposición
antológica del pintor en el Centro de Cultura Castillo de Maya de Pamplo-
na, Caja de Ahorros de Navarra del 4 de noviembre al 12 de diciembre de
199. «Lorenzo Aguirre», Sala de Cultura Juan Bravo de Madrid, del 14 de
diciembre de 1999 al 9 de enero de 2000 y «Lorenzo Aguirre» catálogo de
228 Ricardo Bellveser
9
Versos del poema «El desterrado del Espasa». GRANDE, Félix. Libro de fami-
lia. Col. Palabra de Honor. Visor Poesía. Madrid, 2011. y Cuadernos hispanoa-
mericanos nº 727. enero 2011. pp. 81-86
230 Ricardo Bellveser
10
María Rafols fue la fundadora de la Congregación de las Hermanas de la
Caridad de Santa Ana, por muchos llamada ‘convento de la madre Rafols’.
Se significó de forma patriótica, en la guerra de independencia, la guerra
contra el francés y en el sitio de Zaragoza.
11
La prisión provincial de hombres nº 1 de Madrid, pasó a denominarse popu-
larmente como cárcel de Porlier, porque estaba en la calle del General Díaz
Porlier, 54, en un edificio incautado a principios de la guerra civil española
de 1936, hoy utilizado por al Orden calasanciana como centro escolar.
Francisca Aguirre a cuenta de Paca Aguirre 231
12
Aguirre, Francisca. Los trescientos escalones. Premio Ciudad de Irún, 1976.
Caja de Ahorros provincial de Guipúzcoa. San Sebastián, 1977. Última edi-
ción, S. L. Bartleby editores. Madrid, 2012.
13
Aguirre, Francisca. Espejito, espejito. Libro de recuerdos. Universidad Popular
José Hierro. San Sebastián de los Reyes. Madrid, 1995. Principalmente dedi-
cado a su padre.
232 Ricardo Bellveser
3. Obra literaria
– Empecé a escribir a los 16 años, cuando empiezas a darte
cuenta de que el aire es maravilloso y hay estrellas en el cielo. A
los 33 años tenia 4 carpetas y dos novelas de esas que son novelas
de intriga y amor, y yo quería ser rica y pensé en escribir de esa
forma, y libros de cuentos, pero lo quemé todo, porque leí un
poema de Kavafis, «Los bárbaros» y dije, nada de lo que he escrito
es lo que quiero escribir y no quiero que nunca nadie publique
estas tonterías que he escrito y la mejor manera es que no existan
y escribí «Itaca».
¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.
¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros14,
14
Francisca Aguirre llama al poema «Los bárbaros» en un acrónimo habitual
para el poema «Esperando a los bárbaros». Kavafis, Constantino. Poesías
Completas XVI. Traducción de José María Álvarez. Ed. Hiperión. Madrid.
Francisca Aguirre a cuenta de Paca Aguirre 233
15
Las brasas 1960, Santo inocente 1965, Palabras a la oscuridad 1966 y Aún no
1971.
16
Versos a Carlos Barral, 1952, Según sentencia del tiempo 1953, Compañeros de viaje
1959, A favor de Venus 1965, Moralidades 1966, Poemas póstumos 1968 y Colección
particular 1969.
17
El retorno 1955, Salmos al viento1959, Años decisivos 1961 y Algo sucede 1968.
18
A modo de esperanza1955, Poemas a Lázaro 1960, Sobre el lugar del canto 1963, La
memoria y los signos 1966, Siete representaciones 1967 y Breve son 1968.
19
Las piedras, 1964, Música amenazada, 1966, Blanco Spirituals 1967 y Puedo escri-
bir los versos mas tristes esta noche, 1971.
20
«El último mohicano», (The last of the mohican) novela de James Fernimore
Cooper publicada en 1826.
21
Novelita sobre la que se hizo la célebre película del mismo título (The en-
chanted hill) en 1926, de Peter B. Kynes y James Shelley Hamilton.
22
«Nómadas del norte», novela del autor norteamericano James Oliver
Curwood publicada en 1919.
234 Ricardo Bellveser
23
«Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas» («Alice’s adventures in won-
derland») de Lewis Carroll.
Francisca Aguirre a cuenta de Paca Aguirre 235
1
Ese mismo año 1997 también fue galardonado el entonces Catedrático y hoy
Profesor Emérito de la Universidad de Valencia Antonio Melero Bellido,
por una traducción del griego al español de la obra de los sofistas: Sofistas.
Testimonios y fragmentos (1996). Madrid: Gredos.
238 Raquel Lanseros Sánchez
2
Rada Panchovska se refiere a la obra de Showalter, Elaine (1985) The new
Feminist Criticism: Essays on Women, Literature and Theory. New York: Pantheon
Books.
240 Raquel Lanseros Sánchez
3
Entrevista personal a Clara Janés, realizada en Madrid el 1 de marzo de
2016. Contenida en Lanseros, R. (2017). Los poetas toman la palabra. La cons-
trucción de la educación literaria en los autores nacidos en posguerra, Madrid, Visor
Libros, 201, p. 190.
La poesía de Clara Janés 243
Mi corazón doliente
poco alimento
puede cederles ya.
Dame la mano.
Tu agonía
en la mía
logrará ser más fuerte
que el agosto
y teñir con su sangre
ese desesperado
último aliento,
cerrar el grito
que nos lanzan
desde el color marchito
que casi envuelto en oro
amenaza irremediablemente sus corolas.
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DE INSPIRADA POESÍA DISIDENTE».
ISLA CORREYERO Y LA ANTOLOGÍA
FEROCES
José María García Linares
1
Para Ferrari (2008: 42) «la relevancia de un censo antológico radica, so-
bre todo, en que arroja invalorable información sobre los modos de leer,
los modos de conservar y legitimar[…], los modos en que las antologías
contribuyen al establecimiento de un canon estético, esa visibilidad que se
pretende excluyente pero que es una construcción social más, asentada en
un consenso, muchas veces, acrítico. En verdad, los autores de las antologías
suelen pedir perdón por casi todo —no casualmente, alguna vez, se le ha
llamado «el género de la disculpa».
266 José María García Linares
2
Véanse, entro otros, Bagué Quílez (2006, 2008, 2010), Colectivo Alicia Bajo
Cero (1997), Ferrari (2008), Iravedra (2002, 2006, 2010, 2014), Prieto de
Paula (2016), Santamaría (2008), Scarano (2015)
3
Durante años el blog anónimo Crítica poética Addison de Witt se ocupó de
desvelar conexiones entre ganadores y jurados, relaciones de amistad, ma-
nipulaciones en los premios literarios, etc. El enlace es www.criticadepoesia.
blogspot.com.es
«Mi humillación fue un milagro de inspirada poesía disidente» 267
4
«Feroces», diario El País, 7 de septiembre de 1998.
5
«Feroces», El cultural, La Razón, 8 de noviembre de 1998.
6
«Las encarnizadas disputas entre poetas marcan la presentación de la anto-
logía «Feroces» en Málaga. El escritor Pérez Estrada alerta sobre «la siniestra
división de la poesía española actual», diario El País Andalucía, 7 de febrero
de 1999.
268 José María García Linares
7
Bagué Quílez (2016: 108) señala que en Feroces convergían tres vertientes.
Poetas cercanos al realismo sucio (Binns, Violeta C. Rangel, García Casado,
David González o Villalba), poetas que «orbitaban alrededor del compromi-
so» (Falcón, Méndez Rubio, Orihuela, Orta, Pérez Montalbán, María Eloy-
García, Riechmann, Antonio Rigo) y «poetas próximos a la iconografía pop
o al minimalismo urbano» (García Casado de nuevo, Jesús Llorente, Juan
Carlos Reche y Alberto Tesán). Y termina Bagué Quilez: «Fuera de estas
celdas se encontraban estéticas ajenas al meollo de la selección, como las
representadas por Jesús Aguado, Juan Antonio González Iglesias o Miriam
Reyes».
8
En «Disidencia, resistencia, palabra, acción. Coloquio sobre poesía crítica»,
en www.culturamas.es/blog/2016/02/19/disidencia-resistencia-palabra-
accion-coloquio-sobre-poesia-critica/
270 José María García Linares
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9
Citado en VV.AA. (2008). Voces del Extremo: poesía y capitalismo, p. 18. Moguer:
Fundación Juan Ramón Jiménez.
«Mi humillación fue un milagro de inspirada poesía disidente» 271
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China y las poetas españolas. De Carmen Conde a Ángela Vallvey 285
que acabe con nuestras propias miserias. Este cansado mundo fi-
nisecular necesita otra sentimentalidad distinta con la que abor-
dar la vida (García Montero y Salvador, 1993: 188).
de Rute, que viene a dar algunas claves de una poesía que ha ido
evolucionando sin perder los rasgos esenciales: esa cercanía, esa
claridad traspasada de color y el rotundo compromiso consigo
misma (su yo/mujer) y con el otro que la acompaña en el cami-
no. Mora, en ese momento era estudiante de Filología Hispánica
y el poemario, como ya avisaba Miguel d’Ors, estaba cargado de
«originalidad, unidad temática y estilística y un suficiente nivel de
calidad artística» (1998: 82). Pensando que el camino iba derecho, que
toma por título un verso garcilasiano, se divide en dos partes: una
primera, que es una reflexión sobre el amor y sus consecuencias
(plenitud vital —ya sea vivido o recordado— o sufrimiento, de-
pende del momento —nótese la importancia de la cita de Rosalía
de Castro: «Yo sé que es un placer que duele», que viene a resumir
muy bien lo que aquí se expone desde la absoluta libertad creativa
de Mora); la segunda parte, más abundante en imágenes, revela
la frustración del sentimiento de triste soledad de la poeta, que
pasa del yo de la primera parte a un tú cargado de frustración que
resulta identificable como un desdoblamiento de la voz primera
(d’Ors, 1998: 86).
1
En alusión al poema «Yo feminista en un concierto».
292 Mar Campos Fernández-Fígares - María del Carmen Quiles Cabrera
«Siempre supimos/ que la traición fue un arma de dos filos /o que la muer-
te deja por los labios/ —viejo alfanje de Orán, oh cimitarra—/huellas de
cianuro en cada puerto».
Del mismo año 1990 es también La dama errante que, junto a
Cámara subjetiva (1996), implican una modulación de esa voz ya
propia que trata de mantener distancias, donde la ciudad funcio-
na a modo de escenario (todo dentro de los parámetros de la
Poesía de la Experiencia, pero desde la singularidad de sentir la
cotidianeidad de la poesía que oscila entre «Conocimiento de las
ruinas» a «Gastos fijos» en una suerte de mezcla de la lucha cons-
tante contra el saberse vencida y de lo materialista prosaico que
construyen una vida. Y todo ello cargado de ironía con mirada
de mujer siempre implícita que a pesar de las dudas se mantiene
firme. No nos resistimos a reproducir aquí el mencionado «Gastos
fijos» de La dama errante:
Estuve haciendo cuentas
pues no sé hacer milagros
ni esas cosas que dicen
sabemos las mujeres.
Y ahora que estás lejos me pregunto
si acaso vivir sola
no me cuesta más caro.
4. Conclusiones
A lo largo de los ocho libros que componen su obra poética,
Ángeles Mora ha desarrollado una identidad como mujer poeta
en un contexto de poder mayoritariamente masculino, tal y como
aclaró Remedios Sánchez (2014: 34). Araceli Iravedra, autora
del estudio más completo sobre la Poesía de la experiencia, ha
afirmado en este sentido que «su condición femenina la invitaba
también a combatir la ideología que emplaza a la mujer en el
terreno de lo sublime, el mismo de la poesía y el sentimiento, a
distanciarse del “atroz inconsciente de ser mujer” para negar las
marcas diferenciales de una escritura en femenino» (2007: 64).
Mora siempre ha defendido esas marcas diferenciales de una es-
critura en femenino entendiendo la poesía como un espacio ideo-
lógico de lucha para buscar la emancipación de la mujer desde un
feminismo histórico-materialista, comprometida con su espacio-
tiempo concreto y con lo que está por venir. Ya lo vio Luis Muñoz:
«Una lámina delgada define a la poesía capaz de retrucar con una
suerte de compromiso histórico con su temporalidad formas de
la tradición» (Mora, 1995: 9). La delgada lámina que separa lo
visible de lo no visible en la urdimbre del poema y que arranca ya
en La dama errante, se encuentra en los poemarios que siguen en
todo su esplendor desde la conciencia de que una cosa es la reali-
dad y, otra, la realidad escrita que está delimitada desde la mirada
de quien la produce. En esa lámina delgada se ha movido siempre
la obra de la autora, siempre en movimiento, siempre nómada,
siempre buscando el camino que a veces se pierde, para volverlo a
reencontrar más tarde. Es la de Mora una poética de la búsqueda
necesaria elaborada desde el consciente histórico-ideológico: de
298 Mar Campos Fernández-Fígares - María del Carmen Quiles Cabrera
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El camino que va del yo al nosotros. En torno a la poesía de Ángeles Mora 299
1
En el año 2000 se concedió ex aequo a los libros El salón de la memoria de Al-
berto Torés y Los pájaros del frío de Alejandro López Andrada.
302 Manuel Gahete Jurado
2
Son numerosas las antologías que, en los últimos años, se han ocupado de
la poesía escrita por mujeres. Me remito a algunas: Mujeres en su tinta. Poetas
españolas en el siglo XXI (Atemporia, 2009/10 y A Fortiori, 2012), compilada
por Uberto Stabile; Trato preferente. Voces esenciales de la poesía actual en español
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306 Manuel Gahete Jurado
Sentir.
Sentirse.
Entonces el cansancio.
El de sentirse. Otra vez.
Elegir escribir. Para situarse.
En el punto de mira.
Concentrarse. En el punto.
Decir punto. Punto.
Escribirlo. Escribir escribirlo.
Escribir miento.
Imposible escribir el punto. El
cansancio.
Decir cansancio.
Dejar de escribir.
5
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312 Manuel Gahete Jurado
1
Una revisión de la presencia de las mujeres en las antologías del último
tercio del siglo XX puede leerse en Con voz propia. Antología comentada de la
poesía escrita por mujeres (Rosal, 2006).
314 María Rosal Nadales
2
En esta como en otras citas siguientes, cuando no aparezca la referencia de
obra es porque procede del cuestionario enviado a las poetas.
316 María Rosal Nadales
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INHIBICIÓN Y LAMENTO CON SUS
CORRELATOS LINGÜÍSTICOS EN
LA LÍRICA DE CHANTAL MAILLARD.
PRIMERA ETAPA
Francisco Morales Lomas
Universidad de Málaga
Sus tres apartados, el primero sin título alguno, y los otros con
«La visión» y «Lago pardo» no poseen un valor diferenciador y sí
ofrecen una continuidad a lo que muchas veces es una historia,
una historia de una presentación, de un proceso: El comienzo es
la búsqueda del tesoro que encierra Hainuwele y sólo «un hom-
bre ciego puede hallar».
El encuentro con una naturaleza primigenia donde se oyen
crecer los árboles, no impide la tristeza que como una corriente
puede embravecerlo todo: «Es mi llanto el rocío». Pero se inau-
gura el discurso yo/tú, en el que hay un referente apostrófico en
permanente debate y configuración: unas veces es el Señor de los
bosques, otras el hombre; otras, ella misma, desdoblada. Y, en este
transcurso, todo un conjunto de necesidades vitales perentorias:
la carencia del vértigo y del abismo.
A veces la voz del referente puede ser un águila, en otras un
hombre: «Hoy he mirado a un hombre y él/ no pudo despren-
derse de mis ojos». En esa construcción de seres, ella misma se
330 Francisco Morales Lomas
jade, tersos como los de diosa asiática, con dos cavernas en sus
ojos, que se alimenta de flores diminutas… Toda una proposición
estética sobre la construcción de la muerte como ser individual,
dotado de apariencia, conformado con un ser independizado que
es capaz de dormir en el límite de las cosas, entregándose al no
ser. Digamos que construye la alegoría mortuoria como si se trata-
ra de una representación escénica en la que la contemplación de
la escritora conforma una estructura de pensamiento y aclimata-
ción a un estado de cosas y situaciones: «Enfriaba sus aliento con
peces congelados/ en alta mar y el vaho oscurecía/ su mirada». Y
a través de una antítesis inmanente afirma que sólo la vida tiene
sentido con su presencia: «No concibo, sin ella,/ ni el frescor de
la aurora (…)».
El poema en ocho apartados «¿Cuántos ángeles caben en la
punta de una aguja?» se inicia con la proyección de los ojos y un
tú apostrófico que se convierte en el verdadero hacedor frente a
un estado de pasividad presidido por el tiempo, «diminuto, ató-
mico».
La poeta, que forma parte como una cosa más de todas ellas,
intenta el abandono pero es una forma de reencuentro: una ale-
goría presidida por elementos marinos: el mar, las gaviotas…,
pero también por la casa (el mundo interior, habitado por los
objetos): «De repente me siento al este de mí misma/ y crece la
tormenta en mis acantilados».
Una lírica que hilando símbolos va erigiendo el discurso inte-
rior y metafísico. Todo un proceso que le lleva a la consideración
del amor («No encontré la manera/ de amar como tú amas»)
pero también la trascendencia de lo temporal y la «infinitud del
instante». Relación entre uno y otro que son definidos metafórica-
mente de esta guisa en el poema VIII: «La eternidad:/ una yegua
a punto de parir./ El tiempo: un caballo de tiro».
En definitiva, la eternidad como esencia de la existencia siem-
pre en permanente razón creadora, y el tiempo, consecuencia
cotidiana que preside nuestra azorada existencia. Y todo ello en
una permanente aceptación oriental que enfrenta dos polos: el
Inhibición y lamento con sus correlatos lingüísticos en la lírica de Chantal Maillard 335
Una muerte dulce, una muerte que será una consagración del
día: «Pues es la muerte propia la llave de un destino/ que al nacer
nos convoca, mas puede no cumplirse». Y como en el poema de
Juan Ramón Jiménez, nuestra muerte no interesará a nadie, segui-
rá girando el mundo con su habitual monotonía: «Nadie se dará
cuenta de que el tiempo/ dejaba de existir/ con un resto de océa-
no en mis dedos». Una ausencia en primavera, para ir creciendo.
Once poemas conforman la segunda parte, «El río», de los
que «La crecida», «El canto de Párvati» y «A los pies del monte
Langtang» son los más extensos con diez poemas respectivamen-
te. Un apartado que iría desde una especie de nacimiento («Eres
pequeña y frágil como una flor de té/ abierta en mi regazo») has-
ta la muerte, el poema finisecular («Me han condenado a morir
por diez gramos de/ arroz»). Esta flor de té que va naciendo es
el instrumento retórico (su apóstrofe): «Serás hermosa, aprende-
rás de mí»…, el discurso pedagógico de la existencia a través del
lenguaje de los símbolos y el ritual de las alegorías de la tradición
oriental. Y de nuevo, en permanente zozobra el tiempo, presi-
diendo ese duelo de titanes entre las antitéticas vida/muerte.
En el poema «La muerta» se contempla a sí misma, en su muer-
te, en la India, según los rituales orientales (oliendo a incienso,
perfumada en aceites, bañándose a los pies del Ganges) con la
eterna presencia del río, como símbolo mágico entre ésta y la otra
vida, y «los mil ojos de Siva sajándome la piel».
Una lírica que proyecta continuamente imágenes, visiones y re-
flexiones. En este apartado se adentra por la «sociedad» oriental,
por sus cauces expresivos y culturales, en una lírica muy explíci-
ta que proyecta hermosas imágenes virtuales sobre la existencia
como en una concreción de ese ámbito entre la vida y la muerte,
definiendo constantemente la proyección de su cuerpo y sus sím-
bolos: su cuerpo «es una herida abierta al barro»; el mundo, «un
atardecer», y, el río, «una salamandra/ bebiéndose la fiebre».
Una poesía que nos transporta a una sensualidad en la que se
trata de aclimatar el cuerpo y el espíritu, la esencia y la existencia,
la muerte y la vida, en un totum revolutum en eterno maridaje, de
Inhibición y lamento con sus correlatos lingüísticos en la lírica de Chantal Maillard 337
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340 Francisco Morales Lomas
1
Este trabajo se ha escrito en el marco del proyecto de investigación FFI2016-
79082-P del MINECO.
2
Ver Álvarez (2013), especialmente el capítulo «Máscaras líricas y mundo clá-
sico» (pp. 101-126).
342 Josefa Álvarez
la vida no es una lógica del ser sino del devenir.» (2000, p. 24).
En este sentido el nomadismo es una imagen perfecta para la ex-
presión del interminable movimiento y el cambio: «El nómada»
nos dicen Deleuze y Guattari, «tiene un territorio, sigue trayec-
tos habituales, va de un punto a otro, no ignora los puntos (pun-
tos de agua, de vivienda, de asamblea, etc.» Pero «todo punto
es una etapa y sólo existe como tal» (2002, p. 384). Esta imagen
del nómada la retoma Rosi Braidotti para la cual su elección no
es sino «un movimiento contra la naturaleza establecida y con-
vencional del pensamiento teórico y, especialmente, filosófico»
(2000, p. 31) ya que para ella lo que define el estado nómade,
según sus propias palabras, «es la subversión de las convenciones
establecidas, no el acto literal de viajar». Esa subversión ha de
afectar por supuesto a la concepción tradicional de la mujer y
a su posición en el mundo, de ahí que Braidotti acote que «el
sujeto “mujer” no es una esencia monolítica definida de una vez
y para siempre, sino que es más bien el sitio de un conjunto de
experiencias múltiples, complejas y potencialmente contradicto-
rias» (2000, p. 30).
Aurora Luque parece hacerse eco de estas concepciones al
hacer de su poesía ese marco en el que el yo poético tradicio-
nal queda atrás para dar cabida a uno múltiple y cambiante. Se
trata la suya de un ejemplo de «escritura-deconstructiva-mujer»
(Browne Sartori, 2006, p. 87) que intenta hacer frente al que
hasta hace relativamente poco tiempo ha sido un imaginario
construido y determinado exclusivamente por los hombres. Una
de las diversas maneras en la que la poeta reconstruye dicho
imaginario es a través de la ya mencionada ficcionalización de su
sujeto lírico. Prestemos atención a algunos de sus más significa-
tivos ejemplos.
Luque siente gran respeto y admiración por esas mujeres liga-
das al ámbito de la literatura que han influido de manera deci-
siva en la construcción de una nueva subjetividad femenina. La
primera de ellas sin lugar a dudas es la poeta Safo de Lesbos. La
huella de su obra es sutil pero evidente en toda su producción,
fundamentalmente desde el punto de vista ideológico. En este
Una poesía sin fronteras: Aurora Luque 343
3
Recordemos, sin ir más lejos, su poemario La siesta de Epicuro y la significa-
tiva cita de Michael Onfray (2007, p. 27) que lo encabeza: ¿El mar que hay
que cruzar? La filosofía idealista en su triple fórmula platónica, cristiana
y alemana ¿La corriente submarina? ¿Aquel famoso río Alfeo? La filosofía
hedonista: materialista, sensualista, existencial, utilitarista, pragmática, atea,
corporal, encarnada…
344 Josefa Álvarez
4
Sobre cómo Dánae fue poseida por Zeus metamorfoseado en lluvia de oro
puede leerse la versión latina de Ovidio (Metamorfosis 611 y ss.) o consultarse
la entrada del diccionario de Pierre Grimal (1981, p.126).
5
Recordemos que «ciprina» es el nombre que recibe la secreción de las glán-
dulas de Bartolino en el momento de la excitación sexual femenina.
Una poesía sin fronteras: Aurora Luque 347
6
Un hipogeo es, según la definición de la RAE, una «bóveda subterránea que
en la Antigüedad se usaba para conservar los cadáveres sin quemarlos.»
350 Josefa Álvarez
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LA SINGULAR ELEGANCIA DE MARILUZ
ESCRIBANO: UN ANÁLISIS DE SUS
OBRAS «UMBRALES DE OTOÑO» Y «EL
CORAZÓN DE LA GACELA»
José Sarria Cuevas
1. Introducción
Para hablar de la poesía de Mariluz Escribano, es justo hacer
confluir tres términos —que más adelante justificaremos—, nece-
sariamente inseparables en esta autora: la memoria trascendida,
el paso del tiempo junto a la soledad compartida y la identidad
femenina.
Qué duda cabe, a estas alturas, que no nos encontramos ante
una poeta ocasional, puesto que sus más de veinticinco años de-
dicada a la literatura, la han hecho suficientemente acreedora de
una voz propia, atemporal y singularmente diferenciada, dentro
del actual panorama literario andaluz y español.
A pesar de los distintos estudios que sobre Escribano se han
desarrollado y a pesar de la innecesaria intención (por parte de
algunos críticos) de situarla con relación a algún grupo o genera-
ción, es de destacar su desubicación, tanto por la generación de
su poesía, como por su muy personal estética. No es de extrañar
que la profesora Remedios Sánchez la califique de inclasificable
(2013), tal vez por deshomogeneización con otros grupos, tal vez
por su especial singularidad que radica en su «voluntario exilio
interior» del que hablaba José Espada en su prólogo a Canciones
de la tarde (1995: 7).
Pero esta no es una situación casual, sino que responde a una
personal visión de ver el mundo y de entender la literatura que
hacen de Mariluz Escribano una autora que elabora una lírica in-
352 José Sarria Cuevas
una bandera (p. 49) y Granada, siempre las calles de Granada (p.
54). Ese talento en contar las experiencias se hace milagro poé-
tico en el instante en que la autora logra universalizar a los per-
sonajes y convertirlos en nosotros mismos, hacer posible que nos
identifiquemos con ellos de tal manera que nos llevan, también, a
nuestros recuerdos, y nos sanan, y nos redimen, y nos salvan. Este
es uno de los grandes logros del poemario de la autora granadina:
la identificación inmediata del lector con el texto, gracias a ese
proceso de universalización, imprescindible en la labor del poeta,
que le faculta para hacer de lo particular lo general, tal y como lo
ha expresado con precisión Antonio Enrique: «el testimonio —
del poeta— elevado a categoría de símbolo plenamente estético,
perdurable y universal, pues el poeta es quien, más que mira, ve y,
más que ver, elabora lo que mira».
En el aspecto puramente formal destaca en la escritura de Es-
cribano la perfección del ritmo endecasílabo (poema «Carmen
de los Mártires» y otros tantos versos) y la profusión de versos
alejandrinos (como los poemas «A veces digo agua», «Tus manos
son dos fuentes», «Nuestra historia», «Tanto otoño» o «Vivirás en
mi verso»). La armoniosa cadencia con que está escrito el poe-
mario hará recordar al lector el suave rumor musical de las aguas
que corren por los canales de la Alhambra. Esa templanza rítmica
confiere al texto la eufonía necesaria para acompañar a la voz
poética. Voz que se sustenta sobre un lenguaje claro, preciso, en-
tendible y directo. Decía Pound que el poeta no puede escribir
algo que no sea capaz de decir en una conversación. Este es el
caso de Escribano, en quien precisión y claridad se dan la mano,
haciendo alarde de un tono asequible, incluso casi coloquial, con
capacidad de establecer un discurso poético de gran calado, de
inmensa profundidad, absolutamente sensible.
Desde un posicionamiento reflexivo del compromiso, Escriba-
no establece un campo semántico continuo a lo largo de todo
el poemario (otoño, lluvia, tarde, soledad, silencio, tristeza, etc.)
para crear o recrear el mundo o espacio poético desde el que
proyectar, con una equilibrada serenidad, un lugar en donde ha-
cer presente la memoria de aquellos que desaparecieron como
358 José Sarria Cuevas
4. A modo de conclusión
A veces, al margen de las generaciones y de las estéticas, sur-
gen voces con personalidad propia, que sorprenden y traen una
362 José Sarria Cuevas
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UNOS APUNTES SOBRE LA POÉTICA
DE JULIETA VALERO
Rafael Morales Barba
Universidad Autónoma de Madrid
vora siesta». «La muerte es una mujer» o un camino hacia esa paz
buscada y recobrada, que «dé con la dulzura». «Fisterra» o el mar:
«orea esta sábana de verdes y azules, /ante nuestra piel», y aquie-
ta el desasosiego con el que siempre dialoga, aun en la felicidad,
pues «podría arruinarte». La pulsión nihilista de los viejos «Nada»
parece sometida, en efecto por el amor, o el «campo arrasado que
llevo dentro». Con todo en un diario amoroso caben muchas idas
y venidas, entusiasmos y caídas, historias de amor rotas sugeridas,
en su navegar o metamorfosis. Algo habló de la ductilidad del
mercurio. «Sobreponerse es todo», recuerda con Rilke, cuando
el amor empieza a percibirse como solsticio… «dónde la oración
del mar y su blasfemia» … cantó Claudio Rodríguez cuando la
ebriedad se hacía hacia el cansancio, y en Valero el deseo es «cada
día es más sala de rehabilitación, menos aventura» … casi para-
lelamente, pues todo consiste en definitiva en «saberse mortal,
y pretender / compañía». O si prefieren, el fin de los opiáceos y
el tránsito de la juventud a la madurez «la sangre de una edad».
O no sentir precariamente la necesidad de «tres recetas contra el
miedo», con el canto a «quien sepa/ traerse/ un sueño sin rom-
perlo». Una invocación a la pureza como absoluto, muy presente,
frente al horror del mercado o la presión de la sociedad «Ella se
fija en lo que ama como la Gioconda mirará siem-/pre hacia algo
que está muy por detrás de la gente/ que observa y de la gente
que opina».
Hemos hablado de ese fuerte sentido existencial. De un tono a
veces agónico de quien «Sólo es hermosa la salvación del que está
casi desconsolado. / Solo entiende la salvación el Herido Grave».
Pero no estamos ante una poesía desolada ni egótica, pese a la
presencia del yo y el contarse, ni hay una actitud desconsolada
absoluta, rechazada explícitamente «Yo no apuesto por el caballo
más desgraciado/ ni me puede la droga de la minusvalía». Cierta-
mente el tono delata la seriedad existencial de la mirada. La gra-
vedad es axial en una poética reflexiva como la suya, que incluso
desea advertir de los peligros. Su discurso siempre sofisticado y
pormenorizado, en cada estadio, escrutador del yo en su diálogo
con el mundo, obsesivo, vive de un sinfín de matices y estados de
372 Rafael Morales Barba
1
En su célebre elegía Pan y vino (Hölderlin, 1983: 133), que podemos encon-
trar en la antología y traducción de José María Valverde.
2
Del conocido poema La poesía es un arma cargada de futuro, en Cantos íberos
(1955).
3
En la investigación realizada por Remedios Sánchez y Anthony Geist y reco-
gida en El canon abierto. Última poesía en español (Visor, 2015).
376 Nieves García Prados
4
El movimiento tomó forma en la antología con el mismo nombre, publicada
por la editorial Visor en 2011, con la participación, además de Lanseros, de
otros siete poetas de España e Hispanoamérica, concretamente Jorge Galán
(El Salvador), Alí Calderón (México), Fernando Valverde (España), Fran-
cisco Ruiz Udiel (Nicaragua), Andrea Cote (Colombia), Daniel Rodríguez
Moya (España) y Ana Wajszczuk (Argentina), todos ellos menores de 40
años y con unas amplias trayectorias. Con una selección de los poemas de
estos autores, el libro incluye además un texto con el título Defensa de la
poesía, en el que señalan que, en medio de la incertidumbre actual, la labor
de la poesía debería ser no añadir más oscuridad, sino tratar de aportar algo
de luz. Consideraron que la poesía había perdido su condición de género
popular y que las tendencias mayoritarias (de una poesía que se centra en
el mensaje, sin tener en cuenta al lector) habían propiciado que hubiera
dejado de entenderse, la poesía había dejado de estar dentro del tradicional
esquema de la comunicación (emisor-receptor).
Historia y tiempo en la construcción de la identidad poética de Raquel Lanseros 377
5
Podemos decir que Lanseros comparte con Antonio Machado la definición
que hizo de toda teoría poética en los siguientes versos del poema De mi
cartera: «Ni mármol duro y eterno, / ni música ni pintura, / sino palabra en
el tiempo» (Machado, 1973: 223), en el que el poeta sevillano indaga en el
tradicional concepto de la trascendencia de la literatura.
6
García Montero, Luis (1987). Poesía, cuartel de invierno. Barcelona: Seix Ba-
rral.
378 Nieves García Prados
7
De hecho, uno de los más conocidos, porque fue fusilado junto a Federico
García Lorca, es el maestro de Pulianas (Granada) Dióscoro Galindo. En El
asesinato de García Lorca (1979), Ian Gibson traza un perfil de este hombre
«querido por todos» (Gibson, 1979: 215-116).
8
Entrevista personal con la autora.
382 Nieves García Prados
9
Así lo dejó escrito en su poema «No volveré a ser joven», que podemos en-
contrar en Antología poética, editada por Alianza Editorial en 1994: «Que la
vida iba en serio/uno lo empieza a comprender más tarde/-como todos los
jóvenes, yo vine/a llevarme la vida por delante./ Dejar huella quería/ y mar-
charme entre aplausos/-envejecer, morir, eran tan sólo/ las dimensiones
del teatro./ Pero ha pasado el tiempo/ y la verdad desagradable asoma:/
envejecer, morir,/ es el único argumento de la obra.»
10
Entrevista personal con la autora.
Historia y tiempo en la construcción de la identidad poética de Raquel Lanseros 383
11
Las pequeñas espinas son pequeñas, que se incluye en otro de los poemas
del libro, Compatriota de los robles, era una expresión del abuelo de la
autora, con la que pretendía decir que los malos tragos son sólo eso, y que
se pueden superar, según explica la poeta en la entrevista realizada por esta
investigadora para en 2016, ya mencionada.
12
Lanseros se refiere aquí a Song of myself, o Canto de mí mismo, uno de los
textos incluidos en Hojas de hierba, de Walt Whitman.
Historia y tiempo en la construcción de la identidad poética de Raquel Lanseros 385
Bibliografía
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partir del 2000. Tres paradas en el camino: Raquel Lanseros, Ana Merino
y Yolanda Castaño». Versants, 64 (3), pp. 25-34.
386 Nieves García Prados
1
Años después, el sociólogo Yeray Zamorano del Grupo de Estudios Bour-
dieu, de la Universidad Complutense de Madrid me confirmó que fui la
primera discípula del sociólogo francés en el mundo en aplicar su teoría al
campo literario y las mujeres, puesto que el primer trabajo en Francia fue
una tesis doctoral en 2000.
Ellas tienen la palabra: dos décadas de cambios 389
2
Todo esto lo cuento en el «Estudio Preliminar» de la antología Ellas tienen
la palabra: dos décadas de poesía española, que acabo de reeditar exento, junto
con papeles de trabajo de 1998, 2007 y 2017 en la editorial Fondo de Cultura
Económica, en ocasión del veinte aniversario de la salida de aquella compi-
lación, reeditada cuatro veces hasta 2008, y hoy no fácil de encontrar.
390 Noni Benegas
3
Véase el poema de Carolina Coronado (1820/1911) inspirado por la nostal-
gia de sus amigas poetisas tras retirarse a un pueblo: «¿A dónde estáis, con-
suelos de mi alma,/ cantoras de esta edad, hermanas mías,/ que os escucho
sonar y nunca os veo,/ que os llamo y no atendéis mi voz amiga?(…) Dadme
canciones tiernas y sencillas/ reflejo puro de las almas vuestras, /consuelo
activo de las ansias mías;/ y así podré exclamar ¡nunca las veo, /sin verlas
moriré, mas logro oírlas!»
4
Baste recordar aquí la torpeza del argumento esgrimido -demasiado guapa y
puede distraer a los académicos- con que se rechazó el ingreso de Gertrudis
Gómez de Avellaneda a la Real Academia.
5
Véase http://www.genialogias.com/Justicia-Poetica-Ya-El-manifiesto_a44.html
Ellas tienen la palabra: dos décadas de cambios 391
6
Véase http://www.insula.es/sites/default/files/articulos_muestra/INSU-
LA%20630.htm
7
Antonio Rodríguez, columna de portada Las llaman poetisas, de Cuadernos del
Sur, Diario de Córdoba, 9/10/1997, p. 29.
392 Noni Benegas
cierto alivio al pensar en las niñas que hoy nacen en la calle Rosa
Chacel o consultan la biblioteca Julia Uceda, por ejemplo.
3. Tiempo en barbecho
Nuestras abuelas románticas no consiguieron revertir la situa-
ción y hacerse con el campo porque se barró su acceso a posicio-
nes estratégicas en las vías de consagración. Tampoco la sociedad
civil las apoyó; el movimiento sufragista estaba en sus albores,
lejos de afirmarse en el campo de los derechos, y al igual que
en el literario se obstaculizaba su avance. En cuanto a las muje-
res del ’27 (hoy reivindicadas bajo el nombre de las Sinsombrero)
aunque florecieron junto a la generación masculina de aquel año
no lograron siquiera rozar la visibilidad de ellos. Los Premios Na-
cionales comenzaron su andadura en 1924 galardonando a un
Rafael Alberti, que en Marinero en Tierra aspiraba a ser «almirante
de navío». En paralelo, Concha Méndez invertía el escenario tra-
dicional y presentaban una mujer nueva nombrada «capitana de
la marina mercante». Fue censurada por brillantes críticos8, inca-
paces de valorar el cambio de enfoque; su anatema se extendió a
la obra reunida, que elude los versos más audaces9. Por faltarles,
a las sinsombrero les faltó de todo. Lo primero, el apoyo de sus
compañeros de generación que no compartieron ni la foto, ni los
8
Los críticos españoles Guillermo de Torre y Rafael Cansinos Assens eran
cuñado y amigo respectivamente, de Jorge Luis Borges. El segundo fue tío
de Margarita Carmen Cansino, que tomaría el nombre artístico de Rita Ha-
yworth, pero su familia no frecuentaba a esa rama por prejuicios contra la
farándula. Sin embargo, Borges había memorizado tanto las letras de las
canciones de Gilda, filme emblemático de la actriz, como algunos textos
de Rafael. http://sevilla.abc.es/hemeroteca/historico-21-05-2006/sevilla/
Sevilla/a-borges-le-fascinaba-el-parentesco-entre-mi-padre-y-rita-haywor-
th_1421658665666.html
9
Coplas que nos hubiera convenido conocer de niñas en el colegio fueron
escamoteadas en sucesivas ediciones: «Y no me quedaré en tierra / no me
quedaré, no, amante, / que me han hecho capitana / de la marina mercan-
te, / y he de marchar en un alba / con los mares por delante».
394 Noni Benegas
10
Francisco Rico: Historia y crítica de la literatura española 9/1 Los nuevos nom-
bres: 1975-2000 Primer Suplemento por Jordi Gracia, Barcelona, Editorial Crítica,
2000, pp. 137-141.
Ellas tienen la palabra: dos décadas de cambios 395
4. La revolución tecnológica
Cuando en 1997 envié a la editorial mi Estudio Preliminar para
maquetar la antología disponía de correo electrónico pero no de
Internet, por lo que toda la investigación se hizo en Bibliotecas
Públicas12. No existía la posibilidad de encontrar documentos
ni de consultar Wikipedia o diccionarios en la Red. Había que
esperar a los periódicos y revistas para conocer las novedades, o
informarse a través de los escasos programas de radio y televisión
sobre libros. El paseo por las librerías formaba parte de la rutina
de cualquier lector. Nuestras bibliotecas personales rebosaban de
libros, papeles, fotocopias… estaban vivas. No se si leíamos más
o menos, pero sí de otra manera. Ya entonces practicábamos la
lectura extensiva, saltando de un libro al otro (baste ver aun hoy
nuestras mesillas de noche y las pilas que se acumulan), pero aho-
ra «navegamos». Es decir, sentados ante el ordenador nos desliza-
mos por la superficie de la pantalla igual que sobre una ola como
11
Véase Sharon Keefe Ugalde, «El proceso evolutivo de la nueva poesía feme-
nina española: interacción con la tradición femenina», Revista de Estudios
Hispánicos, 28, 1 (1994) pp. 79-94 (80-84 y 87-88).
12
Me fue de enorme ayuda la Biblioteca de Mujeres que atesora 30.000 vo-
lúmenes, y está especializada en poesía. Algunos, inencontrables en insti-
tuciones públicas, que Marisa Mediavilla, la bibliotecaria que la fundó, fue
adquiriendo en presentaciones o recibió en donación.
396 Noni Benegas
13
Véase https://www.clarin.com/sociedad/surfear-leer-navegar-beatriz-sar-
lo_0_HkTMUHr1CFx.html
14
Véase Noni Benegas, «Teoría de la Velocidad» Media Culture, Claudia Gianet-
ti, ed. ACC L’Angelot, Barcelona 1995, pp. 61-69.
15
Paula Sibilia, La intimidad como espectáculo, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2008.
Ellas tienen la palabra: dos décadas de cambios 397
a los ojos. Se pasa del ser, inmutable, a un estar, pasajero. Las re-
des sociales se nutren de «estados» consignados al momento. La
atención, dispersa, produce escrituras a vuelapluma, desprolijas,
que fundan su autenticidad en el reflejo instantáneo. Este peligro
acecha más que nada a los nativos digitales, los famosos milenials,
que no experimentaron el papel y la máquina de escribir como
los de anteriores generaciones.
5. Poesía y mercado
Por razones obvias me es imposible nombrar aquí los logros
individuales de las poetas en activo hasta hoy. Tras analizar ex-
haustivamente los aportes de las presentes en Ellas tienen la palabra
no repetiré asuntos ya estudiados, sino que me limitaré a detectar
los que no aparecieron entonces, a pesar de haberlo hecho en
uno o dos poemas porque importa rescatar libros u obras enteras
atravesadas por un tono o tema. El humor y la ironía, por ejem-
plo, no es algo que se prodigue en la poesía escrita por mujeres,
por eso sorprenden poemarios como Metafísica del Trapo (2001)
de María Eloy-García y Mercado Común (2006) de Mercedes Ce-
brián, así como sus libros siguientes. Todos ellos imbricados con
referentes cotidianos como new age, supermercado, Brexit, cajero,
sociedad líquida, que las obligan a llevar a cabo la alquimia del
verbo, consistente en convertir en oro lo que no reluce sin perder
el vértigo inherente al género mediante el trazo firme y original.
De «presocráticas de hoy» bautizo a Lila Zemborain y a Esther
Ramón que poetizan con una lírica más propia de aquellos que
de la de Safo, cuyo paisaje se remitía a sus estados de ánimo. Tanto
Materia blanda (2014) de la primera como Desfrío (2015) de la
segunda, trabajan con una lírica biológica cuya perspectiva es el
comportamiento orgánico, celular, nervioso, en Zemborain, o el
animal, mineral, climatológico en Ramón, extensible a los libros
previos de ambas. De pleno derecho se suma a este grupo Caroli-
na Jobbágy con su fascinante lírica del contagio y las enfermeda-
des infecciosas en Historia Clínica (2014). La sabiduría o el arte
de vivir en paz, tan necesario en estos tiempos, campea en varios
398 Noni Benegas
16
Véase http://www.genialogias.com/.
Ellas tienen la palabra: dos décadas de cambios 399
17
Véase http://www.elespanol.com/cultura/libros/20170201/190481792_0.
html
400 Noni Benegas
Así comienza uno de los poemarios que han de marcar los de-
rroteros de nuestra lírica contemporánea desde una perspectiva
ajena a corrientes y estéticas literarias dominantes:
EL TIEMPO
Ahora que el tiempo ha dejado su huella,
sus pequeñas heridas
en el hueco del rostro,
ahora que todo pasa
por un espejo cóncavo
y da miedo asomarse
a los escaparates
con su luz de neón
y las bellas ofertas,
no hay nadie que me quite,
una infancia de calcetines blancos,
zapatos de charol
y una mirada clara.
Después de tantas lluvias
y atardeceres lentos,
ahora es tiempo de paz,
de paz y de memoria (2014).
1
En este sentido, me parece crucial el magnífico trabajo de Eva Morón Oli-
vares, «Las poetas de la posguerra o los lados del olvido», aparecido en el
408 Ramón Martínez López
2
Véase en este sentido el excepcional Prólogo a Umbrales de Otoño de la Dra.
Remedios Sánchez, donde en el caso de la poesía de Mariluz Escribano apos-
tilla lo que, en mi opinión, es aplicable también a la poética de Elena Martín
Vivaldi, a saber: «Escribano traza sus versos, desde el yo más profundo, desde
un aislamiento no siempre deseado pero que es una realidad ineluctable (y
la realidad es santa, ya lo decía Jorge Guillén, uno de sus poetas de cabece-
ra), aceptado e, incluso, a veces necesario, porque el distanciamiento es pre-
ciso para poder revelar el sentimiento verdadero. Escribe desde una soledad
que no es sonora, desmenuzando recuerdos, porque ella ama el silencio;
el silencio purificador para contemplar, desde el privilegio de una mirada
despejada y limpia, lo que ocurre en derredor, y así luego expresarlo en su
poética de manera que el receptor pueda percibir y apreciar el sentimiento
profundo que subyace en cada verso» (2013: 34-35).
410 Ramón Martínez López
Bibliografía
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— (2016). «El corazón de la gacela de Mariluz Escribano», Los diablos azules,
28-4.
Del corazón de la gacela al universo cromado de amarillos 411
femenina de los años ochenta fue más un deseo que una realidad.
La poesía escrita por mujeres no dejó de permanecer en los már-
genes, incorporando a su propia temática su reflexión sobre la
marginalidad (Keefe Ugalde, 1993: 28-34). La propia Keefe Ugal-
de admite como una limitación el hecho de que las mujeres tuvie-
ran que comenzar a hacer su trabajo con el lenguaje existente, un
material lleno de limitaciones y contra el que no se produjeron
grandes reacciones.
El cambio social, muy evidente en la década de los ochenta,
tuvo su reflejo en la poesía escrita por mujeres en esos años, pero
sin que se llegara a construir un lenguaje nuevo. La poesía de la
experiencia recoge los tonos de la mayor parte de las poetas de
su época y los asimila como minoritarios con normalidad y sin
impresión de ruptura.
Por otra parte, la crítica femenina ha sido casi unánime al ase-
gurar que el control y dominio del discurso supone la ostentación
del poder. Hoy se considera una realidad que el lenguaje ha sido
«uno de los mecanismos de opresión y dominación empleados
por los hombres sobre sus coetáneas para controlar sus discursos
y alinearlas» (Sánchez Dueñas, 73). Y aún más: «El lenguaje, con
toda la red de sus connotaciones, dominios y usos, ha sido utili-
zado de manera decisiva como arma silenciosa pero eficaz en los
sistemas de control y dominio de las sociedades» (Sánchez Due-
ñas, 86). Se hacía por tanto obligado enfrentarse a ese lenguaje,
establecer nuevos códigos que pudieran romper con el imagina-
rio existente.
No sé dónde estás
Pero sé que en el lugar que sea
Estarás orgullosa de mí por olvidarte.
Te he olvidado,
Amor roto.
Cállate.
Deja tu sexo a un lado.
Deja mi alma al otro.
Que no me gustas.
Es insoportable
tu caminar por las azoteas,
esa forma canina de tropezar en mi tejado
y traerme tus heridas.
Es totalmente insoportable
el dolor a asfalto que dejan tus huidas.
Hay tantos cadáveres
bailando en tu tumba
que creo que estoy muerta,
esperando a que suene la música.
No me gustas. Pese a lo que viene después.
Porque no es por ti,
mi amor.
No eres tú,
es la poesía.
(2014)
(…)
1
De nuevo existe una clara correspondencia con el ideario de Poesía ante la
incertidumbre: «Los poetas somos personas normales, con los mismos temo-
res y preocupaciones que el resto de los seres humanos, aunque tratemos
de mirar con atención lo que nos rodea, buscando lo que hay detrás de la
apariencia, para después afrontar el acto de incertidumbre que es escribir
un poema que pueda arrojar algo de luz a la realidad».
426 Fernando Valverde
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El boom de la poesía en español: Elvira Sastre 427
– Magisterio y transmisión.
– Es lógico. Si yo misma había sometido antes mis poemas al
juicio de quienes tenían mayor experiencia y sentido crítico, lo
natural es que, años después, otros lo hiciesen conmigo. Es po-
sible que así nos hayamos transmitido también, sin querer, devo-
ciones y rechazos. Yo tuve la suerte de disponer siempre de una
información excepcional con la que recompensar mi torpeza. Y
cuando he leído el original de algún poema mío a cualquier joven
amigo cuya labor respetase, y me ha hecho alguna observación, la
he aceptado sin la menor duda, al margen de su edad. Porque su
obra podía ser aún incipiente, pero no necesariamente su juicio
ni su información.
– Entender la poesía, entender el poema.
– Entender el poema es algo que no me inquietaría nunca.
El poema tiene sus propias razones que no siempre alcanzamos,
y es él quien acepta o rechaza cada una de las palabras o de los
silencios que le proponemos. Ello es, exactamente, lo opuesto al
propósito de escribir un poema expresamente oscuro. Y además
un poema carece de «propósito». Eliot, con quien comienzan la
poesía y la crítica —sobre todo la crítica— contemporánea, decía
que, con frecuencia, ni se entendía a sí mismo ni en ocasiones
entendía a Shakespeare. Yo entiendo o creo que entiendo —que
siento— a San Juan de la Cruz, que es nuestro mayor poeta, y no
entiendo las explicaciones (tantas veces contradictorias) que él
da de sus poemas. La poesía es «inefable», es decir, inexpresable
de cualquier modo que no sea el propio poema. El poema, y sólo
él —el propio poema—, es su explicación. Entender la poesía sólo
exige predisponerse a ella misma. Decir que la poesía es un modo
438 María Victoria Atencia
***
En una entrevista, que hace un par de años le hicieron a Alain
Robbe-Grillet, el máximo representante del nouveau roman, un
tipo de novela vanguardista de mediados del siglo XX, éste afir-
maba que «no hay ruptura entre la biografía y la ficción». Al en-
contrarme con esta frase suya —tan inesperada, y tan próxima a
mi propio concepto—, me asaltó el recuerdo de la lectura de la
que acaso fue su primera obra traducida, titulada La celosía, en el
año 57 o 58, y su suave impacto en mí, tan suave que casi no me di
cuenta. Esta fue, con todo, la primera obra literaria que me llamó
la atención por su escritura fundamentalmente plástica, su estilo
«distinto», y ahora veo claro que pasó a mi mente y —cuando em-
pecé a escribir con conciencia literaria— me permitió lanzarme
a una escritura, en apariencia objetiva, en mis primeros textos en
prosa, los relatos Tentativa de encuentro (1963) y Tentativa de olvido
(1972). Y digo que son objetivos «en apariencia», justamente por-
que lo que yo quería relatar era tratado casi como un objeto, y, en
cambio, se trataba de un estado de ánimo perfectamente subjeti-
vo, perfectamente real o autobiográfico.
Desde un principio, pues, en estas primeras prosas serias con-
servadas (las anteriores fueron destruidas), los conceptos de reali-
dad y ficción son como dos premisas ambiguas. ¿Cuál era la reali-
dad de estas dos «Tentativas»? La realidad era la escritura. Y así ha
seguido siendo en todos los relatos y novelas que hasta ahora he
escrito, y su contenido (pertenezca a la realidad vivida o no) es la
ficción de que me sirvo para construir esta realidad.
Robbe-Grillet, en aquella entrevista, decía también: «la gente
cree que el creador trabaja para el público. Esto no es cierto. Yo
escribo para mí mismo. Cuando escribo soy a la vez el autor y el
452 Clara Janés
go, fue el otro, Raúl el que se apoderó del libro, hasta convertir-
se en la ficción imperante, quedando Lobo totalmente perdido
y por ello a mí, aunque la novela se agotó en dos meses, me em-
bargó cierto sentimiento de fracaso. Pero tal vez esto era también
una ficción, un engaño, para mí, y mi verdadero propósito era
otro, era provocar la realidad más que crear una ficción. Quizá mi
propósito oculto era restablecer, en la realidad, el contacto con
Lobo, lo que sí sucedió. El personaje perdido desde hacía años
leyó la novela y fue en busca de su autor y le proporcionó material
para una continuación, una historia tanto o más terrible que la
contada en Los caballos del sueño. Literatura y vida se mezclaban
ya de forma inaudita. Esto era mucho más que «sustitución», era
realmente una provocación.
No fue la recuperación de Lobo la única que experimenté.
Hubo otras tan sorprendentes que, al ser contadas, nadie diría
que pertenecen a la realidad, mas bien recuerdan a los reencuen-
tros de las llamadas novelas bizantinas. Así, yo, que empecé por
«inventarme» a través de la escritura, sentí a partir de un momen-
to dado, que la escritura me inventaba, y durante determinados
años sucedió eso con tanta intensidad que me hallaba siempre en
vilo ante aventuras tan insospechadas. Estas aventuras son las que
se convirtieron en relatos que recogí en el libro Espejos de agua.
Hay momentos en la vida que son como enclaves de los que
nacen distintas vertientes. En mi caso se relacionan siempre con
la escritura y hubo dos que fueron fundamentales. El primero
aconteció en 1959, cuando yo contaba 19 años. Por primera vez
fui sola a un curso de verano a una universidad extranjera. Fui a
Perugia con la excusa de estudiar italiano. Sin duda era también
la primera ocasión en que me sentía completamente libre y esto
fue decisivo: salía del encierro del jardín de Pedralbes al mundo
—y fuera de España—. Allí, en Perugia, hice amistad con unos
muchachos ingleses y unos iraníes. Por otra parte, un amigo mío
se había escapado de su casa y sólo a mí me había comunicado su
paradero: estaba en Alemania. Yo viví aquel mes en Italia intensa-
mente y ahorré para ir a ver a ese chico a Alemania. De ese mes en
Italia y ese viaje nace mi escritura en prosa. Mi primera novela, ya
456 Clara Janés
Este libro, Rosas de fuego, se vio interrumpido por otro que lle-
gaba con gran ímpetu, Crecient fértil, nacido de la relectura de los
poetas turcos contemporáneos y de los mitos hititas y sumerio-
acadios, vinculados con los cultos de la fertilidad. Es un libro de
462 Clara Janés
Ahora bien, tras esa ráfaga seguí con el libro sereno, Rosas de
fuego, iniciado antes que, al principio, como he dicho, creía era
un libro sobre las estrellas. Fue un trabajo lento, y resultó girar en
torno al vacío poblado por el amor. En esa frontera el mundo se
convierte en revelación de esencias.
Tras Rosas de fuego llegaron otros dos libros muy seguidos: Di-
ván del ópalo de fuego y Arcángel de sombra. Del primero puedo decir
que sigue la línea de Rosas de fuego, su tema es el amor como teo-
fanía. De Arcángel de sombra sólo ahora sé que era el comienzo de
una nueva etapa: la etapa del bosque, donde se mueve parte de
Paralajes, Los secretos del bosque y numerosos poemas aún inéditos.
Rosas de fuego no fue un libro sobre las estrellas, el libro so-
bre las estrellas llegó mucho después, de modo inesperado y no
como contemplación de los astros sino desde la astronomía y la
física. Fue La indetenible quietud, escrito tras una prolongada re-
flexión sobre la obra del escultor Eduardo Chillida. En él surgen
temas como la gravitación, la relatividad, las definiciones de la luz
como «propagación ondulatoria de una posibilidad», los cuanta,
el bootstrap, y también el sonido, pues aparece el vacío, un vacío
vivo, lleno de vibraciones, temas que siguen en El libro de los pájaros
en Paralajes y Fractales. Leeré un poema de este último:
Hablando de poesía y prosa 463
SIN FIN
Sobre el pétalo leve
ondea la sombra
de una mariposa
y cae al agua un gemido.
La corriente es un vórtice
que aglutina la noche,
y desde esa noche, la voz se multiplica,
emerge, asciende a los árboles,
corre por las nubes,
danza, llueve, danza.
Llueve más allá del mar,
abriendo el horizonte,
la línea discontinua
sin fin,
que aúna nuestras horas
dispares
hasta que la galerna
las dispersa.
subimos a la araucaria.
El tiempo se mecía en el columpio.
El amor dormía en la frescura de la hierba.
Un eco de antiguas danzas
se arremolinaba en torno al nogal
y el recuerdo de los potros estremecía los campos.
Sobre la casa silenciosa
Marte imponía su estirpe
mientras los tenaces grillos
apuntalaban la oscuridad.
Toda la vida transcurrió en aquellas horas:
el deseo inicial se desgarró entre las zarzas,
la música atravesó los espejos,
un pueblo doliente apareció en la negrura,
los amigos muertos, en el llanto.
Pero la mano del aire se posó sobre el dolor
y en la voz del muchacho se desangró el pasado.
Se amansaron las sombras.
El amor dormía en la frescura de la hierba.
¡No te despiertes,
no entres en la rueda!
Y coronamos de jazmines la aurora.
Cuando abrió los párpados
floreció un poema.
El abismo y la gloria
Juana Castro
porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de
tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie
le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que
alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les
estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y
corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas
les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles for-
maban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera
mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. (…)
Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia (…) Entonces sí que
andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en
otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester
para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre
que se cubra (…) No había la fraude, el engaño ni la malicia mezclándose
con la verdad y llaneza. Las doncellas y la honestidad andaban, como
tengo dicho, por dondequiera, sola y señera, sin temor que la ajena desen-
voltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto
y propia voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está
segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de
Creta; porque allí, por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita
solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su
recogimiento al traste. (…)1
Esa edad feliz y libre a la que alude Cervantes la hemos vivido
alguna vez, y es su nostalgia la que nos toca y nos incita. Cada vez
que nos encontramos con la desgracia, el dolor o el desamor, se
nos abre la herida de lo perdido, de lo que conocimos y aprendi-
mos en la lengua materna. Escribir la edad niña es un tesoro, ma-
nantial sin fondo. Y al formar la propia identidad ella se sabe, se
reconoce loba, «diferente» entre sus iguales, las niñas. Niña. ¿Del
campo o del colegio? ¿De pueblo o de la capital? ¿De la Campiña
o de la Sierra? Jugamos. ¿A bandidos o a la comba? ¿En la calle o
en el patio? ¿De azul o de rosa?
1
El Quijote, II Parte, Cap. XI.
El abismo y la gloria 469
sividad bajo este punto de vista, aprovechando para ello todos los rasgos
tanto físicos como psíquicos, no llegarán a saber qué despliegue tan amplio
y fuerte podrán lograr en la realización de su propio ser, y cuán anchas
sean en verdad las fronteras de su propio mundo. La mujer no se ha cen-
trado todavía lo bastante en sí misma, y por ende no se ha convertido lo
suficiente en mujer2.
2
Lou Andreas Salomé, El erotismo, Pequeña Biblioteca Calamus Scriptorius,
José J. de Olañeta Editor, Mallorca-Barcelona 1983, p. 24.
3
Sharon Keefe Ugalde, Sujeto femenino y palabra poética. Estudios críticos sobre la
poesía de Juana Castro, Diputación de Córdoba 2002.
4
Marina Durañona, estudio sin publicar.
El abismo y la gloria 471
cio de la epopeya (I, 2, 18), acerca del origen del verso sánscrito:
mientras estaba paseando por la orilla de un río, vi a una pareja de
garzas apareándose en la rama de un árbol. De repente el macho
cayó traspasado por la flecha de un cazador y la hembra emitió un
grito escalofriante. Éste repercutió de tal manera en mi corazón
que experimenté la misma desolación que le había arrancado al
ave aquel grito terrible. Esta compasión, este com-padecimiento,
estalló entonces en mis labios en forma de poema. Y por ello, a
esta palabra nacida de la pena (soka), la llamé verso (sloka).
El grito se resolvió en palabra. Halló la manera de traducirse.
Así como la cuerda de una guitarra que, sin que nadie la toque,
vibra al uni-sono: en el mismo tono que la cuerda de otra guitarra
que es tañida, así la voz del ave, por resonancia, alcanzó al poeta
que a su manera, musicalmente, la expresó en la misma tonalidad
«páthica». Vocalizó la emoción. La moduló: propagó la vibración.
Algunas teorías indias entienden que el universo se creó por
resonancia. La gran exhalación del comienzo se prolongó en las
consonantes. La energía neutra del comienzo se significó: modu-
lándose en los signos (en las letras, en su sonoridad) se diversificó.
En el principio (arjé) era el verbo (logos) … (Verbum es el térmi-
no latino que se empleó para traducir la palabra griega logos cuan-
do los cristianos identificaron al logos con el principio creador del
cristianismo). El verbo es lo que puede ser conjugado. Antes de
las diferencias, el logos-verbo es posibilidad de ser. Condensación
del sonido, inaudible antes de su expansión, de su resonancia.
En un principio fue el verbo, y el verbo se conjugó, y se pro-
pagó. Los siglos de los siglos fueron la propagación del primer
sonido. El primer sonido fue un acto: el de respirar. Un respirar
sin nadie que respirase. Un acto sin sujeto. Un aliento sonoro.
Y el verbo se hizo carne: materia. Se hizo audible. Se «mate-
rializó». El mundo: sonoridad vibrante. La materia: densidad del
sonido: velocidad vibratoria.
En un principio fue el verbo y el verbo poetizó: la matriz del
mundo es el hueco donde impacta el primer sonido y se gesta el
488 Chantal Maillard
Nota: Todos los poemas que aparecen en este texto pertenecen a mis
libros «La Nieve en los Manzanos», «Taxus Baccata» y «La Lentitud de
la luz».
La música de la memoria
María Antonia Ortega
PÁGINA EN BLANCO
Se murió la palabra.
No encuentro consonante
ni ritmo ni latido.
No me mueve
la poesía urbana ni la metafísica.
Me dejan fría las metáforas,
helada las sinestesias.
No me excita el apóstrofe,
la jactanciosa lumbre de sus sílabas.
Soy partidaria
del fuego que consume, pero también calienta.
He aprendido que todo en la vida tiene un precio,
con dinero se paga el de la bisutería.
Me gustan las palabras cansadas del camino
ésas que a vida o muerte se empeñan en decir.