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Dan había permanecido a su lado mucho antes de que ella naciera. Se limitaba a observarla y protegerla,
pensaba que a pesar de que no pudiera verlo podría sentirlo a su lado, pero a medida que el tiempo
transcurría todo lo que era parte de ella parecía más importante. Su sonrisa, su piel, sus ojos lo cautivaban, a
veces se encontraba tratando de resistirse pero no se explicaba ¿Por qué?, no comprendía esos extraños
impulsos. Sus labios lo llamaban, hacía que se estremeciera, su alma rogaba por ello hasta el punto de querer
dar sus alas con tal de estar con ella, y eso lo asustaba. Lo único que le quedaba era observarla, esconder lo
que sentía y llorar por el temor de poder perderle algún día.
PRÓLOGO
He permanecido a su lado desde mucho antes de que ella naciera. Me limitaba a
observarla, protegerla, velar por su bien. Al principio no estaba muy s eguro de mi tarea
pero a medida que el tiempo pasaba, comencé a sentirme parte de ella. No podía verme,
claro está, pero su voz que me rezaba cada noche me daba a entender que ella sabía de
mí, que yo estaba a su lado. Poco a poco me fui entrelazando con esa voz tan dulce y
sincera, no era nada sin ella y me sentía solo sin escucharla. Su sonrisa era lo único que
levantaba mis ánimos, me llamaba, me hipnotizaba. Sus ojos verdes eran cautivadores y
seductores que resaltaban de su piel blanca y brillante encajando a la perfección con su
silueta esbelta, perfecta.
Tentadora.
Danel
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Esa flor nunca dejó de temblar. Piel tan fría. Caricias vacías.
Capítulo 1:
El chico de la joyería
Jueves por la mañana. 7 a.m.
-Me ofendes. Sabes que no. No soy una cerebrito como tú-.
-Esa es la razón de ese dije en tu cuello- señaló como si ella fuese una
detective- veo que tienes bastante dinero, es de plata. Pero ¿porqué
un corazón con alas?-.
-La Perla-.
-No hay duda de que lo es. Pero sus ojos....eran celestes. El celeste
más hermoso que vi en mi vida-.
-Se ve interesante. Quiero conocerlo. Pero no te preocupes, es todo
tuyo. Solo echare un vistazo al futuro chico de mi amiga-.
-Tal vez- contestó aun observando el dije- oye, hay algo escrito-.
-¿Cómo sabes?-.
-Y maldigo eso-.
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-Oye, Ellie, alguien está ocupando tu asiento- señaló dentro del salón
antes de que entremos.
Era ley propia tener un sitio fijo entre ambas, como una especie
de tradición. Bueno, en realidad fue un alivio que no se tratara de
Sam.
Él asintió.
-Ellie Crowen-.
-¿Y bien? ¿Quién era el usurpador de tu sitio? Oh, vaya. Ellie, ven
conmigo- dijo Stella haciéndome a un lado para hablar a hurtadillas-
¿Quién es ese muchacho tan sensual?- susurró.
-Tú debes ser el chico del que todos hablan- musitó Sam invadiendo la
privacidad de él.
Diablos, descuidarnos solo unos segundos arruinó la eterna
felicidad de Daniel. No es que me molestara, es solo que no soportaba
que cayeran tan rápido en sus redes.
-¡Oye!- grité.
-Hago el intento-.
-Ya veo porqué has escogido ese asiento. Te pierdes bastante fácil
mirando la ventana-.
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-¿Tú crees?- rió- ¿eres del tipo de persona que evalúa a todos con
una primera mirada?-.
-Podría decirse que sí-.
-¿Sabes qué creo?- dijo al fin sin soltar el lápiz- que es un hombre con
bastantes problemas personales, que incluso salió hace poco de un
cuadro depresivo. Tiene muchas arrugas para lo que su edad
aparenta, unos treinta y siete supongo. Tal vez tiene una hija o dos y
una ex esposa con problemas de estrés y auto-desagrado estético-.
-Mmm…-.
Pero por alguna tonta razón, no pude enfadarme con él. Me miró
con cara de no entender al ver que comenzaba a reírme. Su presencia
me resultaba tan familiar, no sabía el porqué. Tampoco me
preocupaba, solo sé que estar con él me era increíble. Y solo
llevábamos unos minutos juntos.
-¿Podrías decirme quién es ese chico que lleva horas mirándome con
intenciones homicidas?- me susurró haciéndome regresar a la
realidad.
-¿Dan?- musitó.
-Celos- afirmó.
-Tenía pensado hacer una fiesta de bienvenida para Daniel a fin del
próximo mes- explicó la odiosa con tono de impaciencia y buena
intención fingida- invitaré a todos en la clase, será algo simple y
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-Oye, escucha bien. Nos conocemos hace una hora nada más, no
tienes por qué depender de mis decisiones. Eres libre ¿no? Ve. En
paz y alegría, si quieres abalánzate sobre sus enormes pechos y todos
felices-.
-¿El chico “miren que lindo soy”? acaba de atravesar la puerta- señaló
Dylan.
-Dylan, querido, hoy lo has visto por primera vez- musitó Stella
palmeando amistosamente el hombro de él.
Capítulo 2:
Phoenix
Enarqué las cejas indicándole que no dejaría que él decidiera por
mí.
-Estás loco- dije al fin.
-Así podrás evitar que me abalance sobre sus pechos ¿verdad?-
contestó sonriendo maliciosamente.
-No me interesa que lo hagas- respondí cruzándome de brazos.
Stella reclinó un poco su asiento para apoyar sus piernas sobre
el banco sin siquiera recordar o preocuparse de que usaba falda,
aunque la maldita suertuda sabía cómo evitar mostrar sus bragas a
todo momento. Tenía sus días de no ser del todo femenina. Dylan
corrió los pies de ella para sentarse imitando mi movimiento de brazos
pero sin quitar la mirada seria de Daniel. Éste último quitó su saco y lo
lanzó perfectamente sobre su asiento.
-Bien, ¿irás sola o paso por tu casa?- ofreció Daniel.
-No iré- insistí- tal vez se trate de una trampa para avergonzarme o
algo parecido-.
Él suspiró.
-La joyería queda cerca, no tengo problema en buscarte.
Oh…podemos ir todos juntos, ¿qué opinas, Phoenix?-.
Los tres lo observamos confusos por su extraño apodo.
-¿Phoenix?- logré decir, incrédula.
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-¿No te gusta?-.
-En realidad…si pero ¿Por qué Fénix en inglés?-.
-Mmm…si vas a la fiesta conmigo, te diré- dijo guiñando un ojo.
-¡Tratas de engatusarme!- grité señalándolo con el dedo de forma
acusatoria.
-Tu curiosidad hará que caigas a mis pies- ronroneó.
-Maldito- gruñí.
La puerta se abrió de golpe. Sam la atravesó con su rostro
levemente elevado, señalando la superioridad absurda que sentía ante
todos nosotros, considerados unos simples gusanos sin tener la menor
oportunidad de estar a su altura. Tomó el marcador de pizarra y
comenzó a escribir con aquella letra prolija y redonda.
“Sábado 15 de abril, 14hs. Casa de campo de los Honney. Puntualidad, habrá piscina, música
y trajes de baño ¡Demos una bienvenida a Daniel!”
-Tiene buenas intenciones- señaló Daniel- bueno ¿irán?-.
-¡Sí!- gritó Stella- ella será jodidamente insoportable, odiosa y
desagradable como una cucaracha pero ¡vaya si tendrá amigos
interesantes! Tomaré esto como una situación para provecharme de la
amabilidad de esa arpía. Iremos a esa fiesta, Dylan conduce.
Podremos ir con él, tu madre confía así que no debe suponer motivo
para escándalo. Daniel, iremos-.
-Pero…-.
Fue imposible contradecirla, cuando se planteaba algo de ese
modo, no podía lograr que se retractara.
-Falta un mes. Ideal para comprar nuevo traje de baño. Iremos dentro
de dos semanas ¿nos acompañan?-.
-No creo que deseen pasar cinco horas de local en local- puntualicé.
Por alguna razón, no quería arrastrar a Daniel a todo lo que
hacíamos. Estaba en completo derecho de elegir a sus amigos y qué
es lo que deseaba hacer, me ponía incómoda su cercanía y su sonrisa
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-¿Sí?-.
-Yo…lo siento, Dan. No era mi intención tratarte así. Intentaste
ayudarme y yo…bueno…-.
Él sonrió sin una pizca de rencor en sus ojos y acarició mi
mejilla.
-Todo está bien, Phoenix. Jamás me enojaría contigo-.
-Créeme que lo harás- reí- suelo tener momento en que soy
insoportable-.
-Lo veremos- sonrió- esta tarde vamos a tomar un helado ¿te parece?
Queda cerca de tu casa, no debes preocuparte. Luego te acompañaré-
.
-Yo…creo que es una buena idea- acepté.
-Pasaré por tu casa a las seis. De paso podrás contarme sobre la
ciudad y la escuela-.
-Oye, recuerda que nos quedan tres horas más aquí-.
-Y no pienso desperdiciarlas-.
Volteó para escuchar a la profesora. Solté el aire contenido en
mis pulmones por la tensión del momento. No sirvo para estas cosas.
Daniel ejercía una completa y molesta atracción en mí, bueno a decir
verdad, de todas en el salón.
La Sra. Petrie indicó que debíamos hacer un pequeño trabajo
grupal para terminarlo ahora en el salón. Solo de a dos personas. Me
puse de pie rápidamente mientras todas se arremolinaban alrededor
de Daniel. Traté de hallar la melena de Stella entre todos pero mi poca
altura me lo impedía y las muchachas hacían presión evitándome salir.
Daniel se abrió paso entre ellas riendo y acomodando su cabello un
poco abrumado por el exceso de atención.
-Ya tengo pareja- dijo al fin.
Seguía sin encontrar a Stella.
De repente sentí que algo rodeaba mi cintura. Me sobresalté y
dejé de buscar a mi amiga.
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Capítulo 3:
Rostro de ángel
El resto de la mañana fue soportable. A decir verdad los
primeros días de clases suelen ser aburridos así que no me sorprendí
demasiado. En las horas de recreo le dimos un recorrido escolar a
Daniel, Stella le relataba las historias y rumores que corrían en la
institución mientras que Dylan seguía observándolo de manera
analítica. Desde…ese momento, mi amigo evalúa críticamente a cada
hombre que me habla, se comportaba como un hermano mayor que
fácilmente daba entender que estaba celoso o algo por el estilo. Pero
yo sabía que no era así. Daniel trataba de no observar a Dylan pero de
vez en cuando le echaba un vistazo de reojo, la diferencia era que Dan
sonreía casi permanentemente.
Muchas chicas se nos acercaron durante nuestro recorrido
turístico. Las de primer año eran más tímidas mientras que las de
sexto se arrimaban sin vacilar, es más, hasta nos apartaban del
camino. Un “permiso” o “disculpa” no dañaba a nadie. Ahora
estábamos sentados dentro del salón en la última hora de clases en la
materia Literatura con la Srita. Hemsey. Una mujer de estatura normal,
cabello corto, rubia de ojos marrón oscuro. Usaba una calza negra con
unos tacos del mismo color y una remera larga de color blanco. Simple
pero atractiva. Debía tener unos veintiocho. Usualmente en la clase de
Literatura teníamos con la Srta. Valdez, aunque en realidad no me
quejo pues aquella mujer era irritante, tenía mal gusto para elegir
libros de lectura y no era nada justa con las lecciones orales. En
cambio esta nueva profesora se veía prometedora. Anoté los
materiales que ella nos pidió para dentro de dos semanas y decidí
dejar de escucharla para garabatear cosas sin sentido en mi cuaderno.
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-Lo sé, no conozco otro helado mejor. El mío es almendra y frutos del
bosque-.
-Tienes gustos extraños- rió.
Sonreí. Tenía razón.
-Ahora sí, cuéntame algo sobre ti- exigí.
-Mmm…vivo con mi padre en la casa detrás de la joyería. A mi madre
nunca la conocí y él decidió empezar una nueva vida, cuando yo
creciera nos íbamos a mudar y comenzar desde cero. Como una
estrategia para superar la muerte de Clarisse. La joyería pertenecía a
mi abuelo y fue pasando de generación en generación. Sonará extraño
pero es un trabajo interesante y entretenido- finalizó con una sonrisa
nostálgica- tengo un…primo llamado Gabriel. Nos hemos tratado
siempre como hermanos, él es atento y calculador, a veces frío y
aburrido pero tiene las ideas más locas que escuché en mi vida y
nunca se negó en comenzar una aventura. Un día vimos a un pequeño
gatito atorado en un árbol. Pensé en buscar una escalera pero él, sin
pensarlo dos veces, escaló el tronco y lo salvó. Fue increíble-.
-Vaya, es muy dulce-.
-Cuando quiere- bromeó- la última vez que nos vimos habíamos salido
a pescar, nos quedamos hasta tarde y cuando íbamos de regreso a
casa sentimos la alarma de una joyería. Muy irónico ¿no crees?- rió-
inmediatamente fuimos a ver qué sucedía. Un par de ladrones estaban
saqueándola. Nos ocultamos detrás de un pilar y ambos tomamos un
largo fierro. Él me indicó que me moviera sigilosamente detrás de uno
así él los sorprendía de frente y yo lo golpeaba una vez que se
voltease. Increíblemente funcionó y nos fuimos antes de que la policía
llegara. Me hubiese gustado que supieran lo que hicimos pero hay
algunos idiotas que, incluso, hubiesen pensado que fue nuestra culpa,
convirtiéndonos en cómplices. Cuando llegamos a casa, nos bañamos
y fuimos a la cama. Tanta adrenalina nos dejó exhaustos-.
-Tienes historias maravillosas- dije tomando el helado- mi vida es
aburrida por completo-.
-Solo es aburrida si tú haces que sea de ese modo. Tú debes buscar
tus propias aventuras- contestó.
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Capítulo 4:
Susto de muerte
-¡Yo no soy tramposa!- dije aun entre risas.
-Claro que sí. Te aprovechas de mi caballerosidad invitándote a un
helado y contándote experiencias propias y tú…NADA- remarcó esa
última palabra.
-Lo siento…yo…-.
-Lo entiendo- asintió- no confías en mi-.
Tenía razón pero no quería decírselo, mi mirada ya le había
dejado en claro todo.
-Oh vaya, mira la hora- dijo chequeando su móvil- son las ocho y
veinte. Debo llevarte a casa pronto-.
Lo sabía. Ofendí sus buenas intenciones y trataba de
deshacerse de mí, después de todo yo realmente no servía para nada.
-Caminar solos por esta zona tan tarde no es nada seguro. Quiero
asegurarme de que llegues entera y que tu madre no se preocupe-
anunció colocándose de pie.
Bueno, tal vez estaba un poco nerviosa y asustada. No podía
saber que pensaba realmente. Asentí con el miedo de que notara el
alivio en mi voz y salimos de la heladería. Caminamos un largo
trayecto en silencio, no tenía la menor idea de cómo sacar algún tema
de conversación, tenía que hablar o esta situación se pondría cada
vez peor.
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-Y… ¿te agradó tu primer día de clases?- pregunté- debe ser difícil
adaptarse de nuevo…con nuevos amigos…y esas cosas-.
-La pase bastante bien. Tuve una linda bienvenida. No me quejo-
respondió con una sonrisa.
Daniel escondió sus manos en los bolsillos y no desvió la mirada
del camino delante de nosotros. Sus ojos celestes observaban con
cautela de vez en cuando a los alrededores. Una vez que nos
hallábamos a dos cuadras de mi casa, lo tomé del brazo para
detenerlo.
-¿Algo anda mal?- pregunté.
Él me miró, confuso.
-No hay nada de qué preocuparse Phoenix- aseguró- solo echaba un
vistazo por si había algo sospechoso-.
-Eres peor que un padre- reí- o como si fueras un hermano mayor-.
-Si eso quieres. Lo seré para ti- dijo palmeando amistosamente mi
cabeza.
-Sería divertido, hermano Daniel- bromeé.
Daniel, ésta vez, me acompañó en la risa. Sin darme cuenta ya
estábamos de pie frente a la entrada de mi casa. Busqué las llaves en
mi pequeño bolso y la introduje en la cerradura pero antes de girarla vi
que Daniel aun seguía de pie junto a mí. Por supuesto, debía decirle
algo. Soy una gran idiota.
-Hoy la pasé genial- sonreí- gracias por el helado-.
-No hay de qué. Es mi compensación por ser más o menos educada
conmigo- rió guiñando un ojo.
-¿Ellie? Me asusté, cariño. No podía ver tú rostro y no sabía quién
estaba en la puerta. Tú debes ser Daniel ¿verdad? Soy Elizabeth
Dreamer, madre de Ellie- musitó mamá asomándose por la puerta
-Es un placer, Sra. Dreamer- saludó Dan amablemente estrechando
su mano con delicadeza- lamento si traje a su hija tan tarde,
estábamos divirtiéndonos y perdí la noción del tiempo-.
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-Luego de que termines, trae las cosas. Lavaré sola, puedes acostarte
tranquila- gritó mientras el agua del fregadero corría.
-¿Estás segura?- grité.
-¡Segura! ¡Hasta mañana cariño!-.
Luego de lo que sucedió hace unos años con mi padre, Elizabeth
y yo nos hemos hecho más unidas. Antes que Stella, ella era mi mejor
amiga, cada detalle de mi vida Eli lo sabía. Jamás podría ocultarle
secretos a mi madre. Bueno…excepto lo que pasa conmigo misma.
Eran asuntos que estaba segura de que solo yo podía solucionar y, a
decir verdad, no quería preocuparla por cosas absurdas como mis
problemas personales. Ella solo tenía que concentrarse en seguir feliz,
trabajando y pasándola bien. Las dos juntas.
Me levanté de la mesa y dejé las cosas en la mesada junto al
fregadero. Mi madre me dedicó una cálida sonrisa y fui a mi
habitación. Sonará ridículo pero…aborrecía como lucía con las luces
apagadas. La poca luz que entraba por la ventana siempre dibujaba
extrañas sombras en el suelo. Corrí con miedo de mirar a mis
espaldas y encendí la lámpara sobre mi mesa de noche. Un poco más
segura, quité mis zapatos y vestí mi pijama. Me arrodillé, apoyé mis
codos sobre la cama y enterré mi rostro en las manos entrelazadas.
Comencé a rezarle a mi ángel.
El único guardián que yo estaba segura de que me cuidaba.
Capítulo 5:
Clase de latín
Estaba perfectamente consciente de que mi cuerpo temblaba
como una gelatina. El shock no podía abandonar mi cuerpo, además
estaba siendo sostenida por Daniel y realmente no era necesario, no
me agradaba parecer una debilucha por tropezarse en las escaleras.
Aunque, a decir verdad, en esos segundos en que sentí mi cuerpo en
el aire...vi mi vida pasar. Fue desesperante pero producto del mismo
shock no reaccioné como debería haberlo hecho: gritar locamente y
sujetarme de manera exagerada de Daniel mientras jadeaba de
desesperación. Y ahí estaba yo, únicamente temblando como idiota.
Trataba de parecer relajada pero mis piernas tambaleantes me
delataban y evidentemente daba una mala imágen colgada de la forma
más disimulada en el amable brazo de Dan. No podía mentir, era algo
reconfortante y me sentía extraña bajo las miradas asesinas de cada
chica fuera de su salón de clases. Daniel obtuvo un gran puesto en el
salón de la fama con solo dos días en el Instituto.
Luego de la larga caminata de regreso al salón, entramos. Sam
yacía de pie con su espalda apoyada en la pizarra. Su cabello castaño
estaba recogido en una coleta hecha con desganas y perfectamente
maquillada. Al ver que entramos primero dirigió una sonrisa
provocativa y sensual a Daniel, luego sus ojos miel me observaron
con un absoluto rechazo y por último se detuvo unos largos segundos
en mi brazo al rededor del suyo mientras su mirada se cargaba de
celos. Sonreí en mis adentros de forma victoriosa. Dylan se nos
adelantó pero se detuvo frente a ambos y extendió su mano hacia mí.
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-No hace falta que sigas ayudándola. Puedo hacerlo en tu lugar- dijo
mirando fríamente a Dan.
Este último, esbozando una mueca, cedió.
-Ya, Dylan. Fuiste grosero- espeté en un susurro.
-Qué más da. No me agrada que intente hacerse en galán todo el
tiempo- se quejó.
-Creí que ya te caía mejor-.
-En absoluto- se apresuró en contestar.
-¿Por qué?-.
-Él...tiene algo extraño. Sospecho que oculta algo ¿tú qué crees?-.
-Creo que estas delirando-.
Él rió.
-Créeme. Oculta algo. Y voy a averiguarlo-.
Cuando notó que yo estaba mejor sentada sobre mi banco dio
media vuelta y regresó junto a Stella a su sitio. Aun sentía como mi
corazón latía frenéticamente por el susto de hace unos minutos y mi
cuerpo se sacudía levemente. Miré mis manos temblorosas y pálidas.
Un remolino de preguntas e imágenes invadió mi mente de forma
repentina, pues jamás en mi vida había estado tan cerca de la muerte,
fue realmente aterrador. ¿Qué hubiese sucedido si Daniel no me
salvara? ¿Qué escándalo haría Stella? ¿Realmente sería algo trágico?
¿Valía la pena morir de una manera tan absurda? ¿Cómo hizo Dan
para salvarme siendo que había una gran distancia entre nosotros? El
pretender estar tranquila bloqueó por completo la lógica de lo que
había sucedido. Él se hallaba a unos metros, era imposible que llegara
para sujetarme antes de caer a menos que fuese realmente veloz y
fuerte para atrapar mi cuerpo en el aire. Luego pensé en lo que Dylan
dijo.
¿Y si realmente el ocultaba algo?
-¿Cómo te encuentras?- me sobresaltó la voz de Daniel delante de mí
observándome con sus ojos cristalinos cargados de preocupación.
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no quiere saber quién soy. Puedo ver algunas caras nuevas y algunas
ausentes-.
-Peyton, Olson y Jarry perdieron el año- contestó Roger, un muchacho
rubio de ojos miel que se sentaba al final del salón.
-Y tenemos un nuevo integrante- ronroneó Sam mirando a Daniel.
Ella corrió emocionada hacia su banco y lo tomó del brazo. Con
elegancia y seductora como siempre, lo atrajo más hacia ella y lo
colocó frente a toda la clase. Coleman colgó su bolso de marca en la
silla y se colocó junto al muchacho siendo Sam la que se hallaba entre
medio de ambos.
-¿Tú nombre, muchacho?- preguntó Olivia.
-Daniel Zimmer. Omnis voluptas assumenda est contra te- añadió
mirando a Coleman a los ojos con completo respeto.
-Et omnis voluntas mea est- respondió ella de la misma forma.
Dan había dicho: Un placer conocerla, y ella respondió: El placer
es todo mío. Toda la clase los observó confusos pero sin intención de
aclarar sus dudas. Coleman se impacientaba con tantas preguntas y
más en el primer día. Gracias al cielo solo viernes teníamos su
materia. De repente noté algo ¡Daniel sabía latín! ¿Por qué se negó en
hablarme sobre el dije? Ese maldito mentiroso...
-Señora Coleman, ¿tiene un minuto?- dije colocándome de pie.
-Te escucho, Crowen- dijo asintiendo.
Iba a regresar a su escritorio pero recordó la presencia de ambos
jóvenes frente a toda la clase.
-Señorita Honney, le pido por favor que suelte al joven Zimmer y
regresen a sus asientos-.
Sam cedió con desganas pero antes de que Daniel regresara a
su lugar, me puse de pie y lo arrastré conmigo hacia la señora
Coleman.
-¿Necesita algo importante?- preguntó ella colocándose los lentes y
cerrando su bolso con cuidado.
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“Lo siento”
Indudablemente era de parte de Dan. Lo doblé nuevamente y se
lo devolví.
-No tienes porqué disculparte- susurré para que solo él me oyera.
-Solo sentí que debía hacerlo. No me gusta verte disgustada- contestó
sin voltearse.
Como era de esperarse, pudo robarme una sonrisa.
-Escuchen. Alguno de estos puede ser difícil de encontrar en las
librerías. Por eso les he puesto varias opciones para que puedan tener
el material- fue interrumpida por el toque del recreo- me alegro volver
a verlos. Nos veremos el viernes próximo-.
Dicho esto, la Sra. Coleman abandonó el salón. Pude oír el salto
de victoria de Stella cuando Olivia se retiró. Vino corriendo hacia mí
con una gran sonrisa en sus labios.
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-Maldigo que este recreo solo dure cinco minutos- se quejó sin dejar
de sonreír- pero espero con ansias la próxima hora. Lo sé, suena
extraño-.
-Y que lo digas- mencioné.
-Está emocionada porque oyó decir que el nuevo profesor de inglés es
atractivo. Era la única manera de que Stella pueda decir algo bueno de
la escuela- dijo Dylan.
-Tienes razón- reí.
Daniel seguía en su antigua posición pero ésta vez apoyaba una
de sus manos en su mejilla mientras que con la otra rayaba una hoja
en blanco sobre su banco. Carcomida por la curiosidad, me asomé de
su hombro. Estaba dibujando con un lápiz negro común. El boceto
consistía en una mujer de cabello oscuro sentada en una silla de
madera observando hacia una ventana con un libro entre sus manos.
La muchacha sonreía tiernamente. Estaba descalza y usaba un
vestido largo. Y de su espalda brotaban hermosas alas. Me quedé
boquiabierta observando el dibujo, estaba realmente impresionada.
Los detalles de la sonrisa y los ojos eran perfectos, podía verse
incluso el reflejo del otro lado del vidrio y como sus manos sujetaban el
libro. No pude evitar soltar un gemido de asombro. Dan se sobresaltó
y me miró.
-¿Te gusta?- preguntó esperanzado.
Asentí sin poder decir una palabra. Stella estaba en la misma
posición que yo mientras Dylan miraba seriamente como la mano de
Dan seguía trazando líneas sobre el papel.
Capítulo 6:
El estúpido novio de Ellie
-¿Estúpido?- repitió Daniel- supongo que me he perdido una historia
interesante-.
Stella lo fulminó con la mirada.
-Eso dijeras si hubiese algo interesante de veras para contar-
respondió en tono desafiante.
-Esto tiene que ver con lo que decías sobre Dylan ¿verdad?- me
preguntó.
Asentí despejando el cabello de mi rostro. Stella acariciaba
pausadamente mi hombro y sus ojos me observaban preocupados
como si quisiera hacer algo más que apoyo moral. Ella me había
ayudado a estar de pie luego de aquella mala pasada. Stella no era
muy experta en relaciones amorosas pero en ese momento ella tuvo
razón pero, al ser la primera vez, no confié en su poco desarrollado
instinto y me dejé llevar por lo que mi absurdo corazón insistía. Tuve el
impulso y la necesidad de abrazarla y decirle que estaba todo bien,
que todo quedó en el pasado y lo de hoy solo fue una reacción de
sorpresa. Deseaba hacerle entender que todo fue gracias a su ayuda y
esa era la razón de lo fuerte que era yo en el presente. Pero no pude,
el nudo en mi garganta era más pesado. No podía siquiera balbucear.
Tal vez lo correcto era fingir naturalidad, ponerme de pie y disculparme
con Lyan por haber interrumpido su clase y su buen estado de ánimo.
Aun así, no tenía la fuerza ahora para actuar como era debido.
-Creo que es hora de una explicación- musitó él acomodándose junto
a mi- tal vez pueda ayudar en algo-.
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Annie M. Hart
-Créeme. Lo sé perfectamente-.
Sus ojos cristalinos mostraron firmeza con su respuesta.
Y algo más.
¿Miedo?
-Bien- anunció Stella colocándose de pie intentando ocultar una
sonrisa de suficiencia- ¿será buena idea regresar a clases?-.
-¿Y ver las miradas de todos clavadas en mí y tener que dar una
explicación? No gracias-.
que acababa de oír no tenía sentido ¿Cómo sentir los pasos de una
bestia dentro de una casa de familia? ¿Será que volvía a mi estado de
locura? No podía moverme, me acurruqué en el sillón dándole la
espalda a todo tratando de que mi respiración recobrara su ritmo
habitual. Aun así esos pasos se acercaban. Tenía miedo de las niñas
a pesar de que estaba confundida por si todo era real o una ilusión.
Instintivamente tomé el dije entre mis manos y apreté mis ojos.
-Danel- susurré.
Mis párpados cerrados fueron sorprendidos con un haz de luz
pero aun así no me sentía capaz de abrir mis ojos. Pero carcomida
por la curiosidad logré entreabrirlos y me sorprendió lo que vi. Algo
blanco y suave.
Plumas.
Capítulo 7:
¿Cuánto más vas a tardarte?
-Pasen y siéntense como en casa- señaló mi madre abriéndose paso y
cerrando la puerta detrás de las últimas visitas.
Amairany caminaba a unos pasos delante de mí. No podía saber
qué era pero algo tenía. Era muy extraña. Su forma de caminar era
casi una danza, delicada y silenciosa a pesar de sus pesadas botas.
Sus piernas esbeltas eran largas y parecían pulidas como porcelana,
no lograba ver un atisbo de imperfección en ella. La cadena tintineaba
sobre su delicada cadera y sus brazos se balanceaban
sincronizadamente. Aquél haz de luz sobre sus espaldas brillaba más
tenuemente pero era completamente visible para mis ojos, me los
refregué pensando que era un espejismo pero seguía ahí. Iluminando
como una vela. Ella se volteó y soltó una risa. ¿Habrá notado que la
estaba observando?
-Si necesitan algo pueden pedirlo. El baño ya saben dónde está y mi
hija está dispuesta a ayudar- dijo mi madre guiñándome un ojo.
Bufé pero luego sonreí.
-Creo que sería bueno que vieras tus regalos. No querrás que tus
invitadas se sientan ofendidas- musité.
Aunque en realidad lo dije porque quería que viera mi anillo.
Moría por ver su rostro de felicidad. Hace unos meses, cuando salimos
a caminar para ir a la playa, ella se detuvo en seco frente a la joyería y
centró sus ojos unos largos segundos en el anillo que ahora estaba en
esa pequeña caja. Estuve ahorrando desde entonces hasta que logré
comprarlo. Era un milagro que aun siguiera en el mostrador.
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-Lo siento-.
Mi madre soltó un sonoro suspiro.
-Te quiero. Lo sabes ¿verdad?-.
-No dejas de repetírmelo- contesté besando su sien.
-Hemos llegado- dijo deteniendo el vehículo.
Car&Cups lucía su atrayente cartel de neón que jugaba con el
blanco y el azul captando más la atención de los transeúntes.
Cualquiera no dudaría en echar un vistazo al extraño local que lucía el
inmobiliario y la decoración, todo absolutamente proveniente de
automovilismo. Ruedas de todo tipo colgadas, arañas hechas con
faroles de motos, asientos de autos de carreras, mesas circulares,
carteles de cada marca existente y paredes forradas con anuncios de
periódicos antiguos.
Stella estaba de pie en la entrada principal apoyando su espalda
en el marco de la puerta. Llevaba un vestido rosa ajustado un poco
más arriba de las rodillas, tacones altos color blanco y el cabello semi
recogido con un broche de flor. Al ver el auto apeado, dejó su posición
y se acercó a nosotras animadamente. Abrió la puerta del copiloto y
saludó a mi madre.
-Feliz cumpleaños, Eliza- dijo ella.
-Gracias Stell. Cuida bien de Ellie-.
-Pues, como siempre- sonrió Stella.
-Bien. Te llamaré mañana para que me busques- dije bajándome del
auto.
-Nos vemos hija-.
Vi como el auto se alejaba y, junto con Stella, entramos al local.
Había mucha gente. De las treinta mesas que podía haber,
diecisiete estaban ocupadas. Stella y yo nos sentamos en la barra
como siempre e inmediatamente fuimos atendidas por Tony, el primo
mayor de mi amiga. Un muchacho corpulento, señal de que asistía al
gimnasio muy a menudo, alto, cabello lacio castaño y ojos marrones.
Nos recibió con una sonrisa y un anotador en su mano.
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Annie M. Hart
Capítulo 8:
Sé que era mi salvación
Estaba cerca. Demasiado cerca de mi rostro. Tal vez debía
apartarme pero sus ojos me inmovilizaban. No podía escapar.
-¡Ellie!- gritó una voz femenina.
Daniel se enderezó recobrando su postura habitual, fingiendo
que no había sucedido nada y centró toda su atención en cómo Stella
se acercaba a trompicones. Se la veía agitada. Cuando nos vio tomó
un breve descanso para recuperarse.
-Diablos mujer, te has tardado- espeté sonando lo más tranquila que
pude.
-Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento- replicaba- el idiota de Tony vio
mi móvil y no quería devolvérmelo-.
-Creí que te había sucedido algo-.
-Lo mismo…oh, hola Daniel- dijo ella percatándose de su presencia.
Él la saludó con un gesto amable.
-¿Qué haces a estas horas? Creí que trabajabas-.
-He terminado hace unos minutos, papá siempre insiste en cerrar la
tienda por sí solo, así que aprovecho este tiempo libre para salir a
caminar- respondió- y me encontré con Phoenix. Fue buena idea
quedarme con ella, esta zona realmente es peligrosa para estar sola-.
-Lo siento- volvió a disculparse Stella.
88
Annie M. Hart
-En serio, prométeme que si algo sucede con Zimmer, debo ser la
primera en saberlo- pidió.
-Cuando no-.
-No lo negaste- canturreó.
-¿Quieres pelear?- la amenacé con la almohada.
-Acepto tu desafío- dijo fingiendo una voz masculina e imitándome.
Pero un extraño ruido nos sobresaltó. Parecía el chirrido de
garras contra algo vidrioso. Creímos que era Lizzy pero la cachorra
dormía sobre uno de los sillones más pequeños frente al TV. Pensé
que tal vez fue algo mío pero Stella también lo oyó. Entré en pánico,
estas cosas me sucedían a mí solamente y no quería tener que
involucrar a mi amiga en lo que sea que esté sucediendo conmigo.
¿Será algo de nuestra imaginación? El mismo ruido retumbó en la
sala y esta vez provenía de nuestras espaldas. Ambas dejamos caer
las almohadas y nos pegamos una a la otra incapaz de hacer algún
otro movimiento.
-¿Qué demonios es eso?- susurró Stella con la voz temblorosa.
No podía responder. Mis ojos vagaban con miedo en cada rincón
de la casa. Nuevamente aquel ruido resonó más fuerte y más
prolongado, casi parecía el grito de una mujer. Noté que Stella quería
gritar pero, por temor en despertar a su familia, tapó su boca con
brusquedad.
-¿No estarás jugándome una broma?- dijo sin destaparse.
-Estás loca, sabes que jamás haría algo así-.
-Pensaba en el milagro de que me dijeras que sí-.
-¿Y si pones un poco de música? Tal vez así nos calmemos- sugerí.
-Sería buena idea si no lo hubiese dejado en mi habitación sobre mi
cama, debajo de la ropa que me saqué-.
-Idiota-.
Al ver que nada pasaba, logramos relajarnos un poco pero la
tensión y el miedo aun estaban presentes. Decidimos acostarnos en
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Annie M. Hart
Capítulo 9
Pandora Cross
Desperté más iluminada que nunca. Aquellas energías que
siempre me abandonaban estaban presentes bombeando adrenalina
en mis venas. Una poco usual sonrisa mañanera asomaba mi rostro
aun adormilado, vestí el uniforme, arreglé mi espantoso aspecto
pálido, cepillé mis dientes y fui a preparar el desayuno. Elizabeth no
estaba en la cocina. Fue algo extraño, siempre solía levantarse al
mismo tiempo o antes que yo y hacía el desayuno mientras me
quejaba diciéndole que era tarea mía. De pronto recordé lo de anoche
y el extraño hombre en la casa de Stella.
Entré en pánico. Empalidecí más de la cuenta. Dejé el bolso
bruscamente sobre la silla más cercana y corrí hacia la habitación de
mi madre. Ella yacía acostada con un trapo mojado sobre su frente. Su
pecho se elevaba y descendía con una respiración profunda pero a
medida que hacia aquél diminuto movimiento, gemía.
-¡Mamá!- grité alarmada y colocándome a su lado.
-Oh, vaya, ¿ya es la hora?- preguntó con voz débil- lo siento hija,
anoche me engripé. La Sra. Parker tenía un resfriado y parece que me
lo pegó-.
-Me quedaré contigo-.
-Hija, debes ir al Instituto. Esto no es nada ¿crees que algo tan débil
vencerá la voluntad de hierro de tu madre?- espetó, ofendida y
elevando el tono de voz.
Me reí.
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Annie M. Hart
Capítulo 10
Encuentro con el pasado
-Tú tampoco- espeté- ya ni te reconozco-.
-Con que ella es- dijo Stella- un placer conocerte. No creas las
boberías que salen de la boca de esa arpía asquerosa. Las amigas de
Ellie son mis amigas- sonrió palmeando la cabeza ruluda de la
pequeña.
-Un placer- sonrió ella.
Luego dirigió su fría mirada hacia mí.
-Me dejaste sola. Encerrada con un zorrino-serpiente. Las quimeras no
me agradan y más si tienen maquillaje importado y cuerpo de plástico-
se quejó- no vuelvas a hacerlo jamás. Si Dylan no hubiese llegado a
tiempo le habría arrancado cabello por cabello. Sabes que odio
cuando critica a la gente sin conocerla. Me da asco. Zorra-.
Gracias Dylan.
-Pandora era el problema- expliqué.
-Ya, lo siento. Fui egoísta. Esperen ¿Dónde está Daniel?- preguntó.
No lo volví a ver luego de que desapareciera al toque de timbre.
Busqué a mí alrededor pero solo vi gentío acumulado, charlando sin
parar y personas regresando a casa. Hasta que hallé la melena
dorada que estaba buscando. Daniel estaba de pie junto a la entrada,
apoyando su espalda en las rejas abiertas y el bolso acomodado en su
hombro. Miraba hacia afuera y parecía relajado.
-¡Dan!- grité sacudiendo la mano.
Iba a intentar comportarme con normalidad, él no tenía la culpa
de que mi sueño haya sido así. Daniel levantó la vista y la clavó en
dirección a nosotros. Comenzó a caminar con las manos en los
bolsillos mientras muchachas pasaban junto a él a propósito y Dan les
dedicaba una amable sonrisa. Una chica lo llamó a la distancia y se
giró para responderle pero algo hizo que vacilara en enderezarse.
Cuando por fin decidió encararnos, su mirada transparente se clavó en
Stella y parecía alarmado. Mi amiga se puso en puntillas tratando de
adivinar de qué se trataba, hasta que comprendió y se puso tensa.
Daniel continuó caminando fingiendo que nada pasaba.
-Stella. Debías esperarme- se quejó Dylan apareciendo.
-Lamento haberme ido sin esperarlas- dijo Dan sonriendo.
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Capítulo 11:
Mi nombre ¿no te suena?
Oh no. No. No.
Algo se desquebrajó en mi interior. No lo volví a ver desde
aquella humillación. Repitió el año y se cambió de Instituto rindiendo
una equivalencia para evitar perderlo. No quería volver a verlo.
El rostro de Daniel se interpuso entre nosotros. Pero ya era
tarde. Peter me había visto y caminaba hacia nosotros.
-¡Peter!- corrió Pandora- dile a Melanie que iré a casa de Ellie, Ellie
Crowen. Es más grande que yo pero es amable y simpática. Dile que
no debe preocuparse y le avisaré cuando llegue- le explicó
saludándolo.
-Sí, la conozco mejor que tú, Pandora- sonrió él- Hola, Ellie- dijo,
mirándome.
-¿Se conocen?- preguntó ella, esperanzada.
Asentí, incapaz de decir algo.
-Debo regresar a casa. Mi madre se preocupará- logré decir
agachando la cabeza con miedo a que las lágrimas amenazaran con
salir- ¿vendrás conmigo?-.
-Pues claro. Dale ese mensaje a Melanie- dijo Pandora.
-Dalo por hecho- asintió Peter- ¿Cómo…has estado, Ellie?-.
-Bien, gracias- respondí, cortante.
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Annie M. Hart
-Don años sin verte te han cambiado un poco. Estás más atractiva-
sonrió él.
Pero su mirada lasciva me dio asco.
-Gracias, supongo. ¿Podemos irnos?-respondí secamente.
-Vamos- canturreó Pandora.
Para tener tan solo quince años, sus actitudes infantiles parecían
de una niña de diez. Su presencia me agradaba, lo mejor de todo era
que, aun conociendo los rumores, acudió a mí y aceptó una amistad.
Pocas veces ocurría en este endemoniado Instituto, de seguro mi
madre se entusiasmará.
-Bien, no olvides de llamar- dijo Peter rompiendo el incómodo silencio-
Ah, y Ellie-.
Me volteé a regañadientes.
-¿Sí?-.
-A veces me arrepiento de lo que hice hace dos años- dijo sin desviar
la mirada de mí.
-Pues…- tragué con dificultad, desarmando el nudo en mi garganta- yo
me arrepiento de que aquello ocurriera alguna vez- logré dedicarle una
orgullosa sonrisa.
A decir verdad no creí que fuera capaz de enfrentar la situación.
La verdadera Ellie herida hubiese empezado a llorar y de seguro Peter
estallaría en carcajadas. Pero no, poco a poco podía cambiar algo.
Estaba segura.
-Me refiero…al haber estado contigo- agregué dándole la espalda.
Detrás de mí oí los aplausos de Stella. Sin decir una palabra
más, Peter regresó por donde vino. Quería haber visto su rostro, pero
tal vez si lo hacía toda la armadura que creé se desmoronaría.
-Vaya, tenías un lado salvaje- bromeó Daniel colocándose junto a mí.
-No me subestimes-contesté.
-Nunca lo hice. Esa basura de lo merecía-.
124
Annie M. Hart
de los hombres desde ese día, pero en algún momento debo cambiar.
No deseo ver su sonrisa al ver que logra lo que quiere. Solo debo ser
feliz con la persona que yo creo adecuada-.
-¿Cómo Daniel?- preguntó Pandora sorbiéndose la nariz.
-Amm…bueno, podría ser alguien como él- reí, incómoda y
sintiéndome incapaz de negarlo.
-Es atractivo y se ve atento, trató de defenderte-.
-Ha hecho muchas cosas por mí- admití.
-¿Entonces qué estás esperando?- gritó, colocándose de pie con
brusquedad- ¡Apúrate!-.
Mirándola con asombro, comencé a reírme.
-Ya, solo somos amigos-.
-Por ahora- dijo sin vacilar- bien, te ayudaré con esto y luego me
mostrarás tu habitación ¿verdad?-.
Asentí.
-Bien, arreglemos todo esto-.
Jueves. 7 a.m.
-¿Cómo estás? ¿Has sobrevivido? No te has inyectado nada ¿verdad?
¿Entraste en depresión? ¡Lo sabía! ¡Debí haber ido contigo! No es que
desconfíe de la pequeña pero aun así, debí estar allí ¡¡No vayas hacia
la luz!!- gritó Stella zarandeándome.
-¿Intentas que le den náuseas? ¿Quieres traumatizarla? Has hecho un
licuado con su cerebro, idiota- se quejó Dylan.
-¡Tú deberías apoyarme!- continuó ella gritando.
-De solo pensar en él me dan ganas de vomitar. Iría a buscarlo ya
mismo y patearlo hasta que quede sin forma- respondió Dylan.
131
Annie M. Hart
mientras que otros optaron por salir al patio. Otros dos cursos estaban
en las mismas condiciones que yo y, a pesar de ello, había bastante
silencio. Stella fue al baño para acomodar su peinado trenzado y
Dylan charlaba con algunos compañeros de curso. Pensé que podía
llegar a ver a Pandora pero su clase no estaba en el patio. Al ver que
estaba más sola que un hongo, fui a la pequeña gruta, junto a la
capilla, dentro de una góticas rejas entreabiertas. La imagen de la
virgen de Lourdes estaba cubierta por un rosal blanco que se extendía
más allá, dando la sensación de que era infinito. Era muy bonito, bien
hecho con rocas perfectamente acomodadas.
-Es hermosa- suspiró alguien.
Se trataba de Daniel.
-Estoy de acuerdo- asentí.
Caminó hasta situarse junto a mí.
Permanecimos serios y en silencio durante varios minutos. Él
contemplaba maravillado la imagen de la virgen mientras que yo
miraba en varias direcciones incapaz de mantenerme estática.
-¿Y bien? ¿Vas a decirme?- preguntó rompiendo el silencio.
-¿Qué?-.
-El por qué estás actuando de esta manera, tan distante y fría. Creo
que no he hecho nada malo- rió.
-Es que no lo has hecho- aseguré.
-¿Entonces?- insistió.
Suspiré. No creo que este mal el contarle, solo fue un sueño
estúpido. Sí, un sueño. Nada más. Él no había dicho ni hecho nada
malo y yo me comportaba de manera inmadura con Daniel por algo
que no había sucedido. Me reí por lo bajo, era bastante lenta para
darme cuenta de muchas cosas.
-Está bien- asentí- no es nada importante. Te vas a reír-.
-Te escucho-.
134
Annie M. Hart
Capítulo 12:
El cuervo
Mis ojos se abrieron de par en par. Por un momento pensé que
se burlaría, desmintiéndose. Pero en vez de ello, su mirada fija en mí
permanecía. Dolida.
-¿De qué hablas?- tartamudeé.
Él enredó con las manos su cabello y movía su cabeza para
todos lados. Luego rió con desganas.
-¿Qué hacías en mi habitación?- pregunté, cayendo en la cuenta.
-Estaba protegiéndote. Tal y como dijiste hace unos segundos-
respondió sin mirarme.
-Pero ¿Por qué? ¿Cómo?-.
Daniel no contestó y relajó su postura. Eso me indicó que no era
buena idea preguntar pero ¿Por qué? ¿Qué estaba sucediendo?
-Bien, veo que no responderás eso- dije, seriamente.
-Algún día lo responderé- aseguró.
-¿Es alguna de tus promesas?- espeté, sarcásticamente- ¿Cómo me
aseguras que las cumplirás? ¿Qué darás a cambio si fallas?-.
-Eres bastante bipolar ¿no?- rió- créeme. Te aseguro que las cumpliré
y sé perfectamente lo que tengo en juego. Es lo más valioso que
poseo-.
136
Annie M. Hart
-¡Mira esta!- gritó Stella con un conjunto blanco y negro- creo que me
la probaré. Uh, esta también, ¡oh! Dylan, saca esa que está colgada,
no, esa no. La que está junto con la cosa naranja-.
-Y pensar que me tendrían como sirviente- se quejó él.
-Vamos, sé que no te molesta ver un par de chicas en bikini- bromeé
codeándolo.
-Tal vez- admitió.
-Ten- me extendió Daniel- es la última que queda. La chica del
mostrador la sacó amablemente del maniquí-.
-Gracias- sonreí tomándola.
-Pruébate ésta también, por si acaso- dijo Stella lanzándome un
conjunto de color vainilla con tiras- y…ésta- me dio otra en color verde
manzana con tonalidades más claras.
-Bien, ¿algo más?- pregunté sarcásticamente.
-Nop, entra- me empujó suavemente hacia el probador- te
esperaremos aquí. Tú modelarás para nosotros y luego yo modelaré
para ustedes-.
Primero medí el conjunto color vainilla. Era bonito, me hacía el
busto normal pero era un poco incómoda en la cola. Creo que el color
me asentaría mejor si tuviera un bronceado. Me eché un último vistazo
y salí.
-Nada mal, me agrada- asintió Stella.- ¿ustedes qué opinan?-.
-Parece que estás desnuda- respondió Dylan.
-A mí me gusta-.
Coloqué mis manos en mi cintura.
-Gracias- dije dándome media vuelta y entrando nuevamente al
probador.
-¡Oye!- oí que se quejaba Dylan.
-Si vas a decir idioteces mejor cierra la boca- lo retó ella.
145
Annie M. Hart
-Están todas ocupadas ¿has visto el gentío aquí dentro?- rió- voltéate,
no haré nada malo-.
Suspiré resignada y le di la espalda, sosteniendo la parte
superior con mis manos. Sentí su tacto suave en mi espalda y el clic
del enganche. Luego él tomó mi cabello y lo acomodó en su lugar
antes de darme espacio. Lo miré.
-¿Te gusta?- pregunté.
-Estás hermosa. Es más que perfecta- respondió.
-Lo sé- me lamenté- pero no puedo pagarla-.
-No queda de otra- suspiró- ve y cámbiate-.
-¿Y?- preguntó Stella, regresando- ¿ya te la mediste? Wow, es
fantástica-.
-Esa te sienta bien- dijo Dylan.
-Me cambiaré y seguiremos con lo otro-.
Me vestí y tomé los tres conjuntos.
-Stella, regresa estas donde las encontraste- dije extendiéndole los
dos conjuntos que me medí primero- y Dan, agradécele a la chica por
lo del maniquí-.
Ambos asintieron. Al final decidí no comprar ninguna, tal vez otro
día regresara o intentaríamos en otro local.
-Vamos- dije cuando todos nos reunimos en la puerta.
-No importa, Ellie. Tal vez hallemos una mejor- me tranquilizó Stella.
-Sí, lo sé-.
-Ejem- musitó Daniel, aclarándose fingidamente la garganta.
-¿Qué sucede?- pregunté volteándome.
El extendió una bolsa de cartón con el nombre del local.
-Toma- sonrió.
147
Annie M. Hart
-Eso es acoso-.
-¿Prefieres eso o seguir con un sujeto que oculta tanto su identidad
como su propia vida?-.
-Bueno…eso es cierto pero…-.
-Pasaré por ti a las diez-.
-Bien-.
-¡¡Oigan!!- gritó Stella- entremos aquí- señaló un local de surfistas.
-¿Aquí esperas encontrar ropa de playa?- pregunté.
-Claro, un jean y una camiseta que dé la impresión de: mírame baby,
tengo estilo. ¿Entiendes?-.
-Ajá, solo espero poder pagarlo-.
-Las camisetas no son caras- dijo Dylan observando los precios.
-Ésta está linda- Daniel sacó de las perchas una remera corta con un
estampado de un rostro de gato.
-O ésta- Stella exponía una prenda suelta que colgaban dos pedazos
de tela para atarlas en la parte delantera. Era de un fuerte color rojo y
tenía un estampado que decía: Surf. Waves. FREE.
-Me gusta- dije examinándola.
-O sino este- Daniel mostró un vestido playero corto, unos dedos más
arriba de la rodilla. Era strapless de un color bermellón con botones en
la parte superior.
-¡Es perfecto!- grité- y me alcanza- agregué viendo el precio.
-Pruébatelo- dijo Stella.
Inmediatamente corrí hacia el probador. Como si fuese un
milagro de Dios, era justo de mi talla. No combinaba para nada con la
bikini pero me encantaba. Volví a colocarme mis ropas y fui a pagar.
-Este fue mi día de suerte- canturreé saliendo del local.
-Vamos por el pijama- dijo Stella.
149
Annie M. Hart
Capítulo 13:
Plan de espionaje
Fue la primera vez que le mentí a mi madre. Mientras
cenábamos y hablaba sobre el sorpresivo regalo de Dan luego de
mostrarle mis compras, le dije que Stella había organizado una
pequeña cena en su casa conmigo y Dylan. Ella aceptó, estábamos a
viernes y yo mañana no trabajaba. Es más, le pareció una idea
increíble. Con un nudo en el estómago, la conciencia martillándome el
cerebro y la sonrisa insegura, fui a mi habitación después de ayudar a
Elizabeth con la vajilla sucia.
Dylan me había mandado un mensaje de texto:
“¿Lista? Ve con ropa cómoda y negra. Será una noche de
espionaje interesante. Te veré en la plaza dentro de veinte minutos”
¿Ropa negra? Se lo estaba tomando demasiado enserio. Dejé el
móvil dentro de una pequeña y cómoda cartera negra y fui al baño a
lavarme la cara y los dientes. Revisé mi armario de pies a cabeza
¿Qué pensará mi madre si me ve con un atuendo oscuro? Dylan era
un idiota, tomé un short negro, unas botas militares, la primera remera
que hallé más cerca y una chaqueta negra. Por último metí en el bolso
una linterna y até mi cabello en una coleta.
-Estas genialmente bien- dijo mi madre por sorpresa.
Sin voltearme, suspiré de alivio.
-Te avisaré en cuanto llegue-.
-Estas obligada a ello-.
151
Annie M. Hart
-Sabías que era una broma ¿verdad? Jamás diría algo tan ridículo-
contestó sin piedad- pero veo que para ti fue algo enserio-.
-Estás buscando que te asesine- espeté.
-Así llamarás más la atención-.
-¡Cállate!-.
-Bien, vamos-.
-¿A dónde?-.
Él agachó la cabeza y enseñó el emblema del equipo en la gorra.
-Veremos a los Lakers- respondió.
-¿El plan original no era seguirlo desde su casa?-.
-No, supe que iría al partido. Luego de centro comercial fui
directamente a comprar dos entradas-.
-Vaya, has pensado en todo-.
-Pues claro. Ahora muévete-.
Caminamos durante media hora. El estadio estaba lo
suficientemente lejos como para hacer que mis rodillas se doblaran de
tanto caminar con las botas. No tenía otros zapatos negros, todo esto
era culpa de Dylan. Bueno, en realidad mía por creer que lo que él
decía era verdad.
-Espera- me susurró tomándome de la muñeca y colocándonos detrás
de un pilar cerca de las entradas- allí está-.
Daniel estaba vestido igual que esta tarde. Se acercó al
mostrador y extendió el ticket al hombre del otro lado. Le dedicó una
sonrisa y entró al estadio.
-Vamos- anunció Dylan saliendo de nuestro escondite.
Ambos imitamos su movimiento y fuimos a nuestros asientos.
Estábamos a dos hileras de él. Estaba un poco complicado espiarlo ya
que estaba solo en un estadio lleno de gente.
153
Annie M. Hart
-Esto fue un desperdicio- se quejó Dylan- creí que ocurriría algo más
interesante-.
-No nos iremos- dije- será tu castigo por jugarme una broma- agregué
en tono malicioso.
Él se cruzó de brazos y clavó la mirada en el centro del estadio.
Estaban entrando los equipos y una voz retumbaba desde los
parlantes. Todos se pusieron de pie eufóricos y contentos mientras
aplaudían. Daniel sacó su móvil y parecía contestar un mensaje
tecleando a toda velocidad, lo guardó y siguió aplaudiendo.
No sucedió nada interesante. Los Lakers iban veintidós a catorce
y Daniel continuaba sentado y festejando los puntos. Creo que decirle
a Dylan que nos quedábamos no fue un buen plan después de todo,
me estaba aburriendo. Saqué la linterna del bolso y jugué con ella
apagándole y encendiéndola varias veces.
-Llamarás la atención- me chitó Dylan.
-¿Has visto cómo está? No se dará cuenta de nada- dije.
-Créeme que no lo notará- aseguró él.
¿Y eso a qué venía? Bufé y apagué la linterna con desganas y
me crucé de brazos, tomé el móvil y le mandé un mensaje a mi madre
diciéndole que ya estaba en casa de Stella sana y entera y que yo le
avisaría hasta qué hora me quedaría. Al minuto me contestó con un
okay y que me comporte. Claro, como si fuese una niña bochornosa y
desastrosa. Erza me amaba.
Tanta gente acumulada filtró el poco aire fresco que circulaba
obligándome a quitarme la chaqueta. De repente sentí algo justo
detrás de mí, tocando mi cabello. Dylan había agarrado la coleta y tiró
de ella dejando mi cabello suelto sobre mi espalda desnuda.
-Así está mejor- dijo lanzándome la coleta.
Me ruboricé y me acomodé mejor en el asiento. La gente
comenzó a quejarse luego de que el equipo contrario anotara dos
puntos más (es decir, cuatro) alcanzado poco a poco al favorito del
público. Daniel no despegaba sus ojos de la cancha, golpeaba sin
paciencia el suelo con la punta de la zapatilla y revisaba cada dos por
tres el teléfono.
154
Annie M. Hart
pasillo. Oía vítores. Oía voces. Gritos de alegría. Pero no podía ver
qué sucedía.
El aleteo se acercó más a mí, multiplicándose. Sus graznidos se
transformaban en palabras.
-Quiero los ojos. Dame los ojos- gritaban- el secreto de la llave
¡DANOS LA LLAVE!-.
No podía contestar, tenía un nudo en la garganta y estaba presa
del miedo.
-¡Dylan! ¡Daniel!- logré articular con poca fuerza.
La avalancha de plumas negras se acercaba a mí repitiendo lo
misma sin cansarse. La niebla comenzó a aumentar llegando hasta
mis hombros mientras las siluetas humanas de perdían y
desaparecían junto con las voces.
Hasta que me cubrió por completo y sentí que me desvanecía
mientras veía cómo las garras arqueadas de los cuervos se acercaban
a mí y unos brazos me sostenían antes de colapsar.
160
Annie M. Hart
Capítulo 14
Maldita ricachona
Me desperté en mi habitación. Levanté la cabeza suavemente
para no marearme y noté que aun llevaba las ridículas ropas negras
de ayer. ¿Qué hacía en mi cama? ¿Cómo había llegado hasta aquí?
Lo último que recordaba era el estadio cubierto de neblina, a Daniel
con May charlando amigablemente y…
Los cuervos. Y los cuervos hablaban. Tratar de recordar sus
palabras hizo que sintiera una puntada en la cabeza así que decidí
volver a acostarme quitando mis pesadas botas. A los minutos alguien
tocaba la puerta.
-¿Estás despierta? Iré a trabajar pequeña- era la voz de mi madre
asomándose.
-¿Cómo llegué aquí?- pregunté con voz ronca.
-Dylan te trajo, dijo que te quedaste dormida en el sillón de Stella
viendo una película romántica. Te llevó en sus brazos y te dejó aquí.
Es un buen muchacho-.
-Oh, lo siento. Debería llamarlo-.
-Deberías. Bien, si no tienes nada que hacer para la escuela puedes
seguir durmiendo u ordenar la casa- guiñó un ojo- no te preocupes, te
ayudaré más tarde así que descansa-.
Seguro muchos pensarán que mi madre me apaña demasiado y
que debería ser una malcriada. Tiene demasiados motivos para ser
tan pegada a mí. Creo.
161
Annie M. Hart
Capítulo 15:
Ya, no es tu hombre
Estaba de frente al sol cuando una sombra me hizo entreabrir los
ojos. Daniel estaba delante de mí sin su musculosa y llevaba una
pelota de voleibol bajo el brazo.
-¿Vamos a jugar?- preguntó, sonriente.
Iba a negar pero Stella se puso de pie velozmente.
-Sí, vamos las dos- contestó tomándome del brazo.
-¿Qué haces? Sabes que no soy buena en estas cosas- susurré
mientras avanzábamos.
-Yo tampoco pero será solo por diversión- guiñó un ojo- es tu
momento para decirles a las demás perras que él es tuyo-.
-¡No es mío!- grité, ruborizada.
-¿Qué no es tuyo?- preguntó Daniel volteándose.
-Nada- balbuceé.
En la cancha de vóley estaban Wendy, Sam, Dylan, Daniel,
Stella, Paul, un muchacho del otro salón con el cabello corto, rubio y
ojos marrones, Esteban, compañero de Paul, de cabello largo rubio y
ojos verdes, Brandy, una chica de nuestro salón de baja estatura, pelo
corto de color negro y ojos marrones, y Megan, una de las trillizas
amigas de Sam y yo. Cinco en cada equipo, yo estaba con Daniel,
Wendy, Stella y Megan. Ésta última, cuando lo vio llegar, se lanzó a
sus brazos.
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Annie M. Hart
-Vaya, era cierto- rió él- escucha no me interesa tener a alguien por un
día y más lograrlo como premio. Si algún día estoy con quien deseo lo
será porque yo lo logré, no que dependí de que si ella es un mero
premio material-.
Sin esperar una respuesta, dio media vuelta y se fue. Lo seguí a
trompicones.
-No me esperaba algo como eso. Podrías haber aprovechado salir con
Megan o Sam- le dije.
-No me interesan. Te lo dije ¿no? Ya lo sabes-.
Quise preguntar a qué se refería pero al recordar lo que me dijo
hace unas semanas hizo que me callara. No era buena idea que me lo
repitiera con tanta gente a nuestro alrededor.
-Lo siento-.
-¿Por qué te disculpas?-.
Sacudí fuertemente mi cabeza.
-Danos la llave- oí sobre mí- tú sabes dónde está. Tus ojos lo saben-.
Levanté la cabeza y miré a mí alrededor. No había nada. Ni
cuervos o neblina que hiciera desaparecer a la gente.
-¿Estás bien?- me preguntó colocándome las manos en los hombros.
No noté que tenía una mano en el pecho, sintiendo como mi
corazón latía velozmente.
-Sí, no te preocupes- respondí relajándome al ver que Daniel estaba
junto a mí.
-¿Te traigo uno?- me ofreció.
Asentí y, mientras él se iba, me senté en una silla de plástico.
-Sinceramente esperaba que te eligiera a ti- dijo Stella sentándose a
mi lado.
-Su respuesta fue más que perfecta-.
-Sabes que él es perfecto- bromeó.
174
Annie M. Hart
-Ellie Crowen-.
-Megan, Megan Hemsworth-.
A pesar de su piel normal, su abrazo fue gélido. Frío y
desgarrador. ¿Acaso estaba delirando o qué? Se acomodó mejor en
su sitio cruzándose de piernas y clavando la mirada en la cancha de
césped.
Como era de esperarse, Daniel jugaba en el mismo equipo que
Paul. Stella me codeó mientras gritaba vítores y palabras de júbilo.
Megan, en mi otro costado, aplaudía cada vez que mi amigo tocaba la
pelota. No podía negarlo, me irritaba. Dylan jugaba en el equipo
contrario y peleaban cuerpo a cuerpo con Daniel para tener el control
de la pelota. Ambos eran muy buenos pero siempre Dan acababa
quitándoselo, a veces pensaba que Dylan aprovechaba el juego para
desquitarse con él pero ¿Por qué? ¿Estaba enfadado por no haber
averiguado nada esa noche? ¿Por qué me desmayé y obligué a que
me llevara a casa? A veces pensaba en que ambos eran hermanos
perdidos por la cantidad de misterios que los rodeaban. Las cosas
antes no eran así.
-Nunca pensé que Sam escondería a un muchacho como él- suspiró
Megan.
No quise contestar. Estaba al cien por ciento segura de que mi
respuesta no sería nada amigable. “Aléjate de él” quise decirle. Pero
no, iba a quedar como una tonta posesiva que remarcaba que alguien
era suyo cuando no lo era. No sé qué era él para mí.
-Están ganando ¿oíste? Están ganando- repetía Stella, emocionada.
-¿Por qué ese entusiasmo? No te gusta el futbol- dije.
-No pero desde que Paul juega se volvió algo maravilloso-.
Me reí.
-Tengo el motivo perfecto para acercarme a él y felicitarlo-.
-Ve por él- la animé.
El partido duró una hora y media. Estaba un poco cansada de
tanto gritar y mirar hacia el mismo lado, ver estas cosas no era lo mío.
177
Annie M. Hart
Asentí extendiéndoselo.
-Licuado de mix- le grité.
-Tú- oí a mis espaldas. Era Stella señalándome- parecían pareja-
remarcó frunciendo el ceño.
-Déjalo ya- reí haciéndole un lugar a mi lado- ¿es que eres merma y
no entiendes las cosas a la primera?-.
-A la que no entiendo ni a la primera, quinta o
decimasezagecimalcuarta es a ti- respondió sentándose.
-Ya te admití que es lindo y sexy ¿Qué más quieres?-.
-Primero pensaría la forma en cómo mutilar a la zorra de Megan y a
sus hermanas por si acaso. Esa pelirroja de grandes pechos no deja
de menearse cerca de tú hombre-.
-Stella…-.
-Ya, no es tu hombre. Pero en mi mente lo es ¿no lo recuerdas? He
elaborado toda una historia cursi en mi cabeza- sonrió.
-Pues reescríbela o llorarás antes del final- contesté con sonrisa
forzada.
-Diablos no tienes por qué sonar tan malvada-.
-Licuado mix- dijo Daniel moviendo en vaso delante de mis ojos.
-Gracias- contesté.
-¿Y para mí?- preguntó Stella haciendo puchero.
-Paul trae uno para ti- dijo Dan guiñando un ojo.
En efecto, así era. Paul venía detrás de él con dos licuados en
sus manos.
-Ten- le dio uno a ella- es de durazno ¿te gusta?-.
-Claro- sonrió mi amiga-.
Stella tenía suerte, podía estar con quien quisiera con solo un
movimiento de sus largas pestañas. Siempre fue hermosa, yo jamás
pude sentirme así. Veía como múltiples chicos se le declaraban o
180
Annie M. Hart
Capítulo 16:
Phobia
Stella quería estar con Paul y conmigo al mismo tiempo pero
sentía que si estaba con él me dejaría sola y si estaba conmigo él
pensaría que ella no tiene interés. Conclusión: nos quedamos los
cuatro recostados en las reposeras conversando con licuados en
nuestras manos. A distancia parecíamos un grupo de parejas felices.
No me molestaba tanto como creí, tal vez se sentía un poco incómodo
pero éramos amigos después de todo. Solamente faltaba Dylan, quien
se la pasó toda la tarde conversando con un grupo de amigos
completamente aislado de nosotras. Vaya, si rencor era lo que tenía
por arruinar nuestro plan, era demasiado exigente. Y parecía que su
desprecio hacia Daniel era más evidente.
No solo tenía ganas de golpear a Dan por no hablarme sobre él
sino que también tenía a Dylan en mi lista ¿es que acaso no había
nadie normal? Perfecto, irónicamente yo tenía que pensar eso.
-Estás muy callada- dijo Paul.
-¿Eh? No es nada- respondí.
-No te preocupes, suele quedarse con la mente en blanco- musitó
Stella, riendo- Oye Paul ¿sabes quién es ese muchacho?- preguntó
señalando lo más disimuladamente que pudo.
Era un chico un poco más alto que yo. Tenía unos simpáticos
rulos marrones, un tierno rostro joven pero su cuerpo trabajado me
indicaba que no era menor que yo. Tenía un interesante tatuaje en el
pecho y unos hermosos ojos celestes, parecidos a los de Daniel.
182
Annie M. Hart
-Está bien-.
El agua estaba fría. Me metí de a poquito mientras se me
escapaban algunos grititos cuando el agua tocaba mi piel desnuda a
medida que descendía.
-Sí, está helada- comentó él entre risas.
Para evitarme más sufrimiento, me sumergí en ella. Al salir no
había una brisa que me hiciera congelar así que me relajé cuando mi
cuerpo se acostumbró al agua. Jarred hizo lo mismo y luego nos
apoyamos contra el borde de la piscina para conversar.
Me contó sobre él. Estuvo viviendo unos años en Canadá porque
su madre es canadiense y su padre es de California. Se mudaron aquí
cuando él tenía siete años. Tenía un hermano pero falleció unos años
después de nacer porque había nacido con una enfermedad en el
corazón. Tenía a sus cuatro abuelos con vida, asistía a un Instituto
cerca de la casa de ellos, estuvo en el cuerpo de bandera cuando aún
estaba en primaria, juega al básquet desde que tiene doce años
(ahora tiene dieciocho), está estudiando medicina, toca la guitarra
hace dos años, le gusta el rock internacional, no es amante de la
lectura (lo regañé por eso y él se rió), adora dormir, tiene un gato
llamado Perseo, le gusta salir a bailar por las noches y conocer gente,
ha tenido tres novias en su vida y las tres lo engañaron (según él por
ser muy confianzudo y todo eso), me confesó que una vez se le
declaró a Sam pero en ese tiempo el era un muchacho sin forma, no
era para nada atractivo y ella lo rechazó sin siquiera pensarlo y que
ahora le coqueteaba cada vez que podía. Por supuesto él ya no caía
en sus encantos. Es más, ni siquiera le caía bien. Amaba las
matemáticas, biología y química (yo le expliqué que las odiaba y me
miró diciendo “¿Cómo puede ser?”) y, por último, su color favorito era
el verde.
-A mí también me gusta-.
-¡Tenemos algo en común!-.
-Y los gatos- reí.
-Te encantará Perseo, algún día te invitaré a mi casa. Claro, si no te
molesta-.
185
Annie M. Hart
-Por supuesto-.
-Ahora cuéntame sobre ti. Pareces ser una chica interesante que
aparenta tener una vida tranquila cuando en realidad tiene una doble
vida como artista o espía-.
Solté una carcajada.
-Pues te equivocas. Mi vida es aburrida-suspiré.
-Bueno, te escucho-.
-Vivo con mi madre, mis padres está divorciados, soy hija única,
ninguno de mis abuelos está con vida, perdí a mi mejor amiga hace
unos meses, trabajo como niñera sábado por medio cuidando a dos
hermosas niñas, mi madre, Elizabeth Dreamer, es moza en una
cafetería llamada RollingRed, asisto al Instituto local en el mismo salón
de Sam, he tocado el chelo por ocho años aun que el año pasado lo
dejé, tengo buenas notas, amo leer, escribo (me miró sorprendido), sí,
escribo- repetí riendo- me gusta la música internacional e instrumental,
no tengo mascotas y no hago ningún deporte, soy un desastre para
eso. Odio las matemáticas- reí- me gusta filosofía, literatura e historia
y mi color favorito también es el verde-.
-Finalizaste con la mejor parte-.
-Para arreglar las cosas-.
El rió.
-Me decepcionaste, esperaba alguna aventura. ¿Has tenido novio?-.
-Sí pero todo acabó mal-.
Mi tono de voz le indicó que no era bueno seguir preguntando. Al
fin y al cabo le conté cosas que a Daniel no. No me sentía de la misma
manera, estar con Jarred no me era algo familiar pero si reconfortante.
Sabía de él y él sabía de mí. Me resultaba algo estupendo.
Pero allí estaba el problema: no me sentía de la misma manera.
-¿De qué más quieres hablar?- preguntó.
-No lo sé. Soy pésima para estas cosas-.
186
Annie M. Hart
-Tú eres pésima para todo- bromeó- Bueno por lo visto ese novio tuyo
fue un imbécil. Se perdió a una chica fascinante y hermosa-.
-Gracias- balbuceé, ruborizada.
-¿Puedo saber quién fue el idiota?-.
-Peter Weiss- respondí con cierto mal sabor de boca.
-¿Weiss? ¿El hermano de Lyan?-.
-¿Los conoces?-.
Como si las cosas no podrían empeorar.
-Lyan está aquí. Es un tipo genial, lástima que el hermano sea un
imbécil. Siempre lo fue-.
-¿Lyan está? ¿Está Peter?- grité, eufórica con mi corazón latiendo a
mil.
-Peter no está. Sam interactúa más con los mayores y conoció a Lyan
en su clase ¿verdad?-.
Asentí.
-No te preocupes. Peter es un gran idiota. Parece que le pagaron por
ser idiota, se jubiló y está cargado en dinero debido a su
profesionalismo- musitó seriamente.
Apoyé mi cabeza en su hombro.
-Gracias. Enserio-.
-Cuando sepa lo que te hizo le patearé el trasero-.
-Tú no tienes nada que ver- dije, mirándolo.
-Acabo de conocerte y me caes malditamente bien y saber que alguien
como él se aprovechó de ti o te hizo daño hace que quiera
machacarlo- respondió apretando el puño.
-Ya- reí tomando su mano- gracias pero eso quedó en el pasado-.
Se relajó y me sonrió.
-Entonces ¿Qué te ata?- preguntó.
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-¿Disculpa?-.
-Pareces nerviosa. Tienes esa mirada que dice: anda, voltéate. Tienes
mejores cosas que ver. Mi vida no es nada para ti- recitó.
Solo…solo intercambiamos minutos de palabras y él…me
entendió. Sabe cómo me siento. Abrí los ojos desmesuradamente.
-Es así ¿verdad?-.
-Jarred…-.
No sé si fue lo correcto. Tampoco me importó pero lo abracé.
-Eres increíble- susurré.
Él también me abrazó.
-Lo entiendo porque me he sentido así. Hasta que comencé a abrirme
y dejar las cosas del pasado en el pasado. Deberías intentarlo-
aconsejó.
Asentí en sus brazos.
-¿Siempre eres así de cariñosa?- dijo sin soltarme.
-No, en absoluto- reí- pero contigo…me siento a gusto-.
-Y eso que solo hablamos muy poco- sonrió soltándome- te
maravillarás aun más de mí si nos conocemos más-.
-Eres demasiado arrogante- espeté.
-Es parte de mis encantos-.
Pero algo vi detrás de él. No era un cuervo. No era aquél
hombre. Era una mujer. Estaba en el agua, llevaba un larguísimo
vestido blanco que se perdía en su piel del mismo color. Sus brazos
largos eran delgadísimos, todo su cuerpo lo era. Pero demasiado. El
vestido pegado le marcaba las costillas. No podía ver su rostro, estaba
tapado por su larga cortina de cabello negro enmarañado. Dio unos
pasos hacia nosotros, suave sin mover el agua.
-¿Ellie?- preguntó Jarred, preocupado.
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Capítulo 17:
Lo siento
Ya estaba anocheciendo. Jarred tuvo que irse temprano porque
su madre y la hermana viajaban al día siguiente y esa noche se
quedaba su primo pequeño a dormir dejando al niño a cargo de su
primo mayor. Le dije que me pareció algo dulce de su parte, se llevaba
bien con él después de todo. Antes de subirse a su auto me dijo que
más tarde me llamaría para que guarde su número y seguir hablando
conmigo.
Una vez que él se fue, Stella corrió hacia mí. Paul estaba con
sus compañeros reunidos en grupo mientras uno de ellos tocaba unos
acordes en una guitarra. Dylan estaba con ella y ambos se acercaron
dejando a Daniel a sus espaldas.
-¿Y?- preguntó ella.
No respondí hasta llegar a la reposera donde había dejado mi
bolso.
-¿Y? ¿Y? ¿Y? ¿¿Y??- insistía ella dando saltitos al lado mío.
Esbocé una sonrisa de picardía.
-Él es genial- logré decir mientras colocaba mi vestido.
-¿Solo eso?-.
-Mmm… fantástico, dulce, inteligente, alucinante, fantástico…-.
-Eso ya lo dijiste- rió.
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Annie M. Hart
-Porque lo necesitaba-.
Él abrió sus ojos y parpadeó, atónito.
-Ellie…no entiendes el significado que tiene para mí el necesitar-.
-¿No es el mismo que el mío?-.
-No- se apresuró en contestar- sabes…sabes lo que siento por ti y
devolverme el beso…decir que lo necesitabas…- meneó la cabeza
hacia ambos lados- no tienes ni idea de lo que significa para mí-.
Separó sus manos de mi cintura y dio unos pasos hacia atrás.
Me puse de pie.
-Estoy enamorado de ti, Ellie- susurró- solo somos un par de idiotas
del cual uno de ellos conoce sus sentimientos. Y espera
desesperadamente saber qué sucede en el sin fin de vueltas que da la
mente de ella-.
Dio media vuelta y comenzó a alejarse.
-¡Daniel!- grité.
Se volteó. Pero sus ojos me asustaron. Tenían esperanza.
Esperaban algo. Y aun así mi boca fue capaz de decir…
-Lo siento-.
Y esta vez él no dijo que no debía disculparme.
203
Annie M. Hart
Capítulo 18:
Acertijos
¿Lo siento? ¿Eso fue lo que dije? Pero ya era tarde. Mis
palabras para él tuvieron otro significado y él comenzó a alejarse,
dejándome detrás de él. Únicamente me lanzó una última mirada de
tristeza con una sonrisa que reflejaba el mismo sentimiento.
No. No era ese “lo siento” que creía. No sé, no sé qué diablos
pensaba. Caí de rodillas mientras veía como Daniel desaparecía
dejando en su lugar los gritos desesperados de Stella.
-¿Y Ellie?- oí que preguntaba.
-Está bien- respondió él- te lo encargo a partir de ahora-.
Ya podía imaginarme el rostro de ella hecho una furia colocando
ambas manos en sus caderas. En efecto, eso sucedió. Contempló mi
patética imagen a unos pasos de distancia con dicha posición.
-¿Quieres explicarme?- pidió.
Sacudí mi cabeza y enredé mis manos en mi cabello.
-No sé qué mierda me sucede- susurré.
-Ellie…-.
Levanté la cabeza. Stella había relajado su postura y tenía el
semblante ceñido y cubierto de incógnitas.
-¿Quieres… que hablemos?- preguntó agazapándose.
Asentí.
204
Annie M. Hart
-Bueno por lo menos trata de sonar más convincente. Veo que llamo
en un mal momento, otro día hablamos ¿te parece? No quiero
molestarte. Solo agenda el número y seré absolutamente feliz-.
-Dalo por hecho- respondí con una risita- gracias Jarred-.
-No hay de qué, Ellie-.
Luego, cortó.
-Ese Jarred es interesante. Debo admitirlo- dijo Stella.
Guardé el teléfono.
-Sí- respondí con un poco de indiferencia.
-Vamos a la entrada. Mi madre puede estar cerca. Dylan ¿nos
acompañas?-preguntó Stella.
-No tengo nada que hacer aquí- dijo encogiéndose de hombros-
vamos-.
Con desganas nos despedimos de Paul, Sam y los demás. Les
pregunté si habían visto a Daniel pero respondieron que no,
esperando que yo les dijera dónde estaba. Stella tenía razón, el se fue
y por culpa mía. Me sentía tan terrible. Caminé a paso lento y pesado
hacia la entrada.
-Veo que será una charla larga- musitó Stella delante de mí.
No lo sé. Tal vez.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Dylan a mi lado, en voz baja.
-Solo…entré en pánico. Eso es todo- respondí entre dientes.
-Entiendo- Dylan sabía cuando era correcto preguntarme del tema-
pero también me refería a Daniel. Lo vi cuando se fue, se
veía…distante. Tenía el rostro entristecido, no es que me preocupe o
me importe es solo que…llamó mi atención-.
-Yo…-.
Iba a contestar pero se formó un nudo en mi garganta. El sonido
del claxon en la puerta me salvó del aprieto.
206
Annie M. Hart
-Mamá- dije luego de oír como contestaba del otro lado de la línea- ya
llegué a casa de Stella. Si, la pasé genial. Sam se comportó, pasé
mucho tiempo con amigos-.
-¡Con un chico!- gritó Stella asomándose del baño mientras se
cambiaba.
Mi madre escuchó.
-Luego te cuento ¿sí? Estoy cansada- dije cuando me insistió en
saber- mañana te llamo cuando me despierte. Claro, le mandaré tus
saludos. Hasta mañana. Yo también te quiero, adiós- corté.
Me acomodé mejor sobre el colchón en el comedor, igual que la
última vez que dormí en casa de Stella. Lizzy yacía sobre mi regazo
suplicándole a mi mano que la acaricie.
-Ya, pareces desesperada- musité dándole el gusto.
Llevaba puesto un pijama viejo de Stella. El short era blanco con
el borde color bordó y la parte superior era una manga corta con un
estampado medio borroso con la tela del mismo color del detalle.
Stella salió del baño usando la misma ropa de dormir de cebra con el
cabello atado con una coleta y su cuerpo olía a crema.
-Te escucho- dijo saltando sobre el colchón a mi lado.
Solté un sonoro suspiro, levanté a Lizzy y la dejé en el suelo.
-¿Por dónde empiezo?-.
-Por qué saliste corriendo-.
-Vi…algo que no me agradó en absoluto-.
207
Annie M. Hart
-No entiendo-.
-Tienes miedo de Daniel. De perderlo y de que al mismo tiempo esté
siempre para ti. De que al descubrir su vida, te decepciones. Temes
en intentar saber de él y qué pasará una vez que lo sepas. No quieres
que esté pendiente de ti y al mismo tiempo lo necesitas-.
Me quedé sin palabras ¿Por qué mi estúpido cerebro no
procesaba de esa manera? En vez de llegar a una conclusión o
siquiera una mínima posible respuesta….se llenaba aun más de
preguntas, complicando mi existencia.
-Quieres decir que…-.
-Sí, Ellie. Tú…sientes algo por él. Definitivamente te gusta. Estás
pendiente de él y todo lo que haga o no, tratando de que, por un
descuido, revele algo importante sobre sí mismo-.
Enredé las manos en mi cabello y me dejé caer hacia atrás
aterrizando la nuca sobre la almohada.
-Realmente has mejorado en esto- dije.
-Te lo dije. Me he convertido en una experta. ¿Algo más que deba
saber?-.
Balbuceé sin decir una palabra concreta y ella estampó su
almohada en mi estómago. Me sobresalte.
-Cada vez que haces eso quiere decir de que hay más. Dilo o te hecho
a dormir con el coco en el patio- amenazó.
Solté una carcajada.
-En realidad nada- respondí tratando de sonar convincente.
Ella se situó sobre mí obligándome a mirarla.
-Algo pasó- insistió sosteniéndome la mirada.
Sin poder ocultarlo por más mi rostro se ruborizó por completo.
Stella relajó su cuerpo y dejó caer sus brazos a cada costado.
-Santo Jesús…-dijo- se besaron…oh Dios, ¡Se han besado!- gritó.
-¡¡Sh!!- susurré apartándola y tapando su boca- ¿quieres callarte?-.
209
Annie M. Hart
-Ellie…-.
-Ya entendí-.
-Admítelo de una vez. Ahora. Quiero oírlo-.
Me soltó y respiré profundamente.
-Está bien. Sí, me gusta-.
-Más que Jarred-.
-Más que Jarred- afirmé.
-Quiero estar el resto de mi vida con él porque lo amo-.
-Eso no. Es demasiado-.
-Okay, estoy satisfecha por hoy y te has salvado de que te golpee.
Solo queda que me hagas caso y hables con él ¿sí? E
inmediatamente me cuentas qué pasó. Ahora realmente estoy
cansada- se acostó mejor sobre su colchón- durmamos y mañana
seguimos hablando-.
-¿Stella?-.
-¿Sí?-.
-Gracias-.
-No hay de qué cariño. Sabes que siempre contarás conmigo. En lo
que sea-.
-Por eso. Gracias-.
afuera tenía un balcón. Estaba fresco y no había nadie más que unos
chicos y yo frente a la entrada principal sin ningún guardia. Wendy,
Jarred, Cyrus, un compañero de instituto, Esteban y Megan. No veía a
Stella.
-Debemos subir a buscarla- dijo Cyrus- o no sabemos lo que él le
hará-.
-¿No necesitamos alguna pista?- preguntó Wendy.
-Ya esperamos demasiado- dije- entremos-.
Esteban se adelantó y abrió las pesadas puertas. El interior del
edificio parecía estar abandonado pero conservado en buenas
condiciones. Sillones de cuerina roja adornaban la sala de espera, una
silla giratoria de cuero en negro yacía detrás de un lujoso escritorio de
recepción en hierro y acero, unas plantas que parecían recién regadas
a cada extremo de los ventanales, una larga alfombra roja tapizaba el
suelo, cuadros estrafalarios y surrealistas colgaban en las paredes
pintadas en negro, otras en blanco y en rojo. Avanzamos hasta
situarnos frente a los ascensores rodeados por dos escaleras de
caracol que se perdía en la extensión del alejado y alto techo.
Dos ascensores bajaron simultáneamente. Nos dividimos y entre
todos quedamos en ir al piso nueve. Pero nos llamó la atención de que
la máquina no se movió al marcar el botón. Nos exigía ir al primer piso.
Desconcertados, cedimos mientras las pequeñas cuatro paredes se
cubrían con la suave melodía de Beethoven. El ascensor se detuvo
con una corta sacudida y las puertas se abrieron. Frente a nosotros
había un pasillo que se dividía para unirse con las puertas de cada
habitación y nuevamente estaban los mismos sillones en una pequeña
sala de estar. Un temblor se sintió bajo nosotros. Nada salió de su
lugar…excepto los ascensores y las escaleras. No estaban.
De repente la voz estridente y aterciopelada de un hombre
resonó en los parlantes. La reconocí en el acto. Era el Cuervo.
- ¿Qué es aquello, que cuánto, más grande sea, menos se verá?-
preguntó.
Nos miramos entre nosotros, ¿de qué iba todo esto? Esperamos
que la voz volviera a hablar pero no. Había un repentino silencio.
212
Annie M. Hart
Capítulo 19:
Sí
-Ellie, Daniel está en la puerta. Apresúrate y baja desayunar- dijo mi
madre.
Uy. Diablos, había olvidado que él vendría por mí para ir al
instituto. Maldije entre dientes, no estaba lista aun para verlo. No tenía
el rostro para hacerlo, con desganas me levante de la cama y, entre
rezongos y más maldiciones, vestí el uniforme, me peiné, lavé mis
dientes y guardé los cuadernos en el bolso. En la cocina ya estaba
servida una taza de té humeante con dos medialunas al costado. Mi
madre estaba apoyada en la mesada con una taza de café en sus
labios.
-Buen día- dijo al verme.
Me senté con completa paciencia, como si no supiera que un
chico estaba del otro lado de la puerta esperando que saliera. Pero,
por mala suerte, mi madre estaba allí para recordármelo.
-Deberías tomarlo más deprisa. El pobre está esperando. ¿Quieres
que lo haga pasar?-.
-¡No!- me apresuré en decir- ya voy, ya voy-.
Tomé el té casi ardiendo mi garganta y atragantándome con las
medialunas. Elizabeth era completamente capaz que hacerlo pasar.
Acomodé el bolso sobre mis hombros y me dirigí hacia la puerta.
-Avísame cuando llegues. Que tengan un lindo día-.
217
Annie M. Hart
Tenía el pelo suelto con dos broches a cada lado para despejar
su rostro. Ella tampoco llevaba su saco y tenía los párpados
suavemente maquillados con sombra blanca y los ojos delineados.
-Desgraciadamente sí-.
-Pero ella se salva de sus condenadas actitudes- finalizó Dylan.
-Por ahora- remarcó Stella.
-Regresemos al salón- musité. No me agradaba hablar a espaldas de
alguien cercano- la campana ya sonó-.
Los cuatro nos encaminamos hacia el curso.
Nuestros compañeros estaban conversando, como siempre.
Sam estaba sentada en el escritorio principal mensajeandose con
alguien por teléfono dibujando una sonrisa de suficiencia y arrogancia,
como si uno de sus planes estuviese llevándose a cabo a la
perfección. Cuando sintió que cerramos la puerta a nuestras espaldas,
levantó la cabeza y miró a Daniel, guiñándole un ojo. Él solo sonrió y
se volteó para mirarnos haciendo una mueca. Stella soltó una risita.
-Bien, vayamos preparándonos para la condena del día- recitó Daniel
como si se tratara de otra rutina dentro del ejército- solo sobrevivan y
serán recompensados-.
-Sí, Señor- gritó Stella colocando su mano en la sien, a modo de
saludo militar.
-Si serán idiotas- dijo Dylan.
El salón se quedó en silencio cuando una mujer de bajísima
estatura con el pelo rubio corto sobre los hombros que usaba una
camisa floreada con unos pantalones negros formales y sandalias de
taco en color blanco y un par de lentes sobre su cabeza, entró con
paso apresurado dejando rápidamente el maletín sobre el escritorio.
Sam se puso de pie pero no se alejó, se quedó mirando a la mujer
tratando de contener una carcajada. Como siempre hacia. A pesar de
su aspecto un poco frío que enseñaba su fuerte mirada azulada, era
amable y tolerante. Sí, ella es la Señora McDonald. Mildred McDonald.
Profesora de Derecho Civil. Colocó sus lentes para ver a la clase y
sonrió.
220
Annie M. Hart
Hice una mueca. Nunca se me dio por intentar tocar el piano por
más que me gustara pero asentí.
-Dame tus manos- pidió extendiendo las suyas.
Cuando las tomó, hizo que me acercara aun más a él. Mi cuerpo
rozaba el suyo y traté de contener un estremecimiento mientras sus
manos le indicaban a las mías como marcar unos acordes.
-Primero con la derecha has esto- me dijo.
Hice lo que pude y Daniel asintió.
-Y al mismo tiempo con la izquierda has esto-.
Intenté hacerlo pero pedir esa clase de coordinación al primer
intento, era imposible. Fue un desastre. Retiré las manos de las teclas.
-No puedo- me quejé.
Él se rió.
-Claro que no puedes. A la primera vez jamás te saldrá- dijo aun
riendo- pero con práctica, lo lograrás-.
Asentí. Al fin y al cabo era extremadamente agradable estar
junto a él.
-Lo siento- dije.
Daniel me miró confuso y se enderezó para verme mejor.
-¿Por qué te disculpas?-.
-Por lo del sábado-.
Él suspiró.
-No es lo que quise decir-.
-¿A qué te refieres?- preguntó.
-Ese lo siento que dije…no es el tú crees. Yo…solo no sabía que
decir. Nunca dije que no a tus sentimientos-.
-Tampoco un sí- me interrumpió.
228
Annie M. Hart
-Quería aclarártelo-.
Estaba completamente ruborizada, siendo incapaz de mirarlo a
los ojos. Hasta que él lo levantó sosteniendo mi mentón.
-Ellie ¿saldrías conmigo?- preguntó.
Su pregunta me tomó desprevenida. Mi cuerpo entero comenzó
a temblar de los nervios y sabía que, si intentaba decir algo, solo
balbucearía.
-Sé que no sabes nada de mí. Prometí decírtelo algún día
pero…quiero estar contigo. No haré nada a menos que tú me lo pidas,
no pienso traspasar tus límites. Será para conocernos poco a poco y
prometo no hacer nada sospechoso para que me odies o te alejes de
mí. No soporto estar separado de ti. Es una agonía- dijo sin despegar
su mirada de la mía- te necesito. Con cada una de esas letras y el
significado que para mi conllevan. Si quieres que te abrace, pídelo. Si
quieres que te escuche, dímelo. Si quieres que te bese, exígemelo,
que no mostraré ninguna resistencia-.
Parpadeé muchas veces. Tenía miedo. Miedo de que esto fuera
otra alucinación. Sí, tenía miedo de perderlo. De que si, por un
segundo, él pudiera estar con otra, me despedazaría. Tal y como pasó
con Megan. Tenía muchos impulsos mezclados, quería besarlo
pero…aun no era lo correcto. Necesitaba saber más.
Bésame.
Daniel sonrió. No había notado que lo dije en voz alta. Mi
respiración se acompasó con la suya, mezclándose. Nuestros rostros
se acercaban uno al otro pero él se detuvo a tan solo un centímetro de
distancia.
-Tengo que irme- susurró.
Su aliento fresco acarició mi piel, haciendo que cierre los ojos.
-¿Por qué?- pregunté sabiendo que podría no tener respuesta.
-Necesito hacer algo. Debo encargarme de algo importante-.
Asentí con desganas.
229
Annie M. Hart
Capítulo 20:
Monstruo
Cené deprisa. No tenía ganas de que mi madre me llenara de
preguntas. Tragué la comida como si mi vida dependiera de ello, me
levanté, dejé que mi madre lavara, porque estaba de humor para
hacerlo, y fui a mi habitación. Hacía calor así que me armé de valor
para entreabrir la ventana y dejar entrar la brisa fresca nocturna. Cerré
la puerta, vestí mi pijama, encendí la luz de noche y me arrodillé junto
a la cama entrelazando mis dedos.
Pero tuve una extraña sensación de soledad. Una ausencia
desconocida inundaba las cuatro paredes y el silencio solo era
interrumpido por el viento. Algo andaba mal. Cuando termina de rezar,
me acosté. No podía eliminar la estúpida y embobada sonrisa que
tenía en mi rostro, borrando todo rastro referido a esa ausencia. Ahora
empezaría a salir con él. Salió mejor de lo que esperaba y todo gracias
a Stella. Fui una idiota. Una gran idiota.
La verdad es que hubiese preferido que se quedara junto a mí
más tiempo. Además... ¿Por qué demonios tenía que decir en voz alta
lo que pensaba? Fue terriblemente vergonzoso.
-Tranquilízate, no fue tan grave- me dije a mi misma en voz alta-
ahora, duérmete-.
Me acurruqué más cómodamente y me sumí rápidamente en un
tranquilo sueño. Pero aun sentía esa incómoda ausencia sobre aquella
presencia que reconocía muy bien.
No habían pasado treinta minutos desde que cerré los ojos
cuando oí la voz de mi madre gritando.
231
Annie M. Hart
Capítulo 21:
¿Era él?
-¿May?- pregunté, sorprendida- ¿Qué le sucedió?-.
-No se sabe- respondió mi madre- parece que se descompuso.
Volveré al rato-.
Fue lo último que dijo.
Algo extraño estaba sucediendo.
Él se encogió de hombros.
-Me cae mal pero no soy quien para impedirte estar con alguien. Pero
te lo advertí antes…no llorarás sobre mi hombro esta vez- dijo.
-¿Quién dice que lloraré?-.
-Todo el mundo. Eres una llorona-.
-¡Oye! No es…-.
Me interrumpió la música de mi móvil. Cuando intenté sacarlo del
bolsillo no bastaba con que fui una idiota por no dejarlo en vibrador y
que sonara retumbando por el eco en todo el hospital, sino que el
condenado tenía que caerse al suelo.
Dylan lo tomó por mí.
-Oh, Daniel se enojará. Sales con dos ¿eh? Wow, me estás dejando
demasiado sorprendido en un solo día-.
-Cállate- grité arrebatándole el teléfono- ¿Jarred?- respondí.
-¡Hola, Hola!- canturreó- ¿Dormías? Seguro que si, vaya, soy un
imbécil. Son las 2 a.m y yo llamándote. Querrás mandarme a la mierda
¿verdad? No importa, corro el riesgo-.
-Sí, Jarred. Te mandaré a la mierda- reí.
-Vaya, está bien. Sufriré las consecuencias. Pero veo que no estás
dormida. Te escucho perfectamente-.
-Bueno, estoy en el hospital-.
De repente su tono divertido de voz se esfumó, dejándome oír
una seriedad en él que yo no conocía.
-¿Estás bien? ¿En qué hospital estás? Ahora mismo iré…-.
-Cálmate- reí- no me pasó nada. Stella sufrió un…shock. Esta
inconsciente. Parece que intentaron asaltar su casa y se salvó de ser
víctima de un disparo-.
-Por Dios, mujer, me has asustado- dijo un poco más aliviado- aun así
¿Cómo está ella? ¿Es la chica de cabello castaño, que estaba con
Paul?-.
245
Annie M. Hart
-Si tocas y haces ese ruidito no tiene sentido, torpe- respondió ella.
La abrí despacio y entré.
-Tú y tu muy adorable buen humor- bromeé.
-¿Has visto la hora? Usualmente estoy hecha una fiera por la idiotez.
Si no me sintiera débil físicamente, tiraría el edificio-.
En realidad no bromeaba. Cuando estaba de mal humor era otra
persona. Daba miedo.
-¿Te has visto? Mujer, parece que acabas de cortar con tu novio y
dejaste el helado derritiéndose frente al TV-.
-Me vestí como pude para ver a la idiota de mi amiga que casi muere.
De nada-.
-Uy, es cierto-.
-Si serás tonta- sonreí.
Ella acomodó su cuerpo para sentarse y la abracé.
-Me diste un susto de muerte- susurré.
-Creo que estamos a mano-.
Fueron las mismas palabras que ella me dijo cuando me caí de
las escaleras.
-¿Cómo te sientes?-.
-Como si tuviera un enjambre de abejas en mi cerebro. Me duele la
cabeza y aun no entiendo qué rayos sucedió-.
-¿Qué fue lo que viste?-.
-Ellie, estaba viendo una película con palomitas de maíz. YO misma
las hice, tuve que hacer un gran esfuerzo ¿sabes? Cuando de repente
la puerta trasera se abrió de golpe. Desparramé mi comida por todo el
sillón porque obviamente me asusté. Como toda chica lista de las
películas de miedo, fui a investigar- noté el sarcasmo en esa oración- y
no vi nada…al principio. Cuando me di vuelta para regresar fingiendo
que estaba perfectamente bien y que mi corazón no había sufrido un
infarto, lo vi. Un sujeto con traje gris y sombrero. Parecía la vestimenta
248
Annie M. Hart
Capítulo 22:
Te amo
Me quedé helada sin apartarme de su lado. Indudablemente
sentí una opresión en mi corazón y mi mente comenzó a razonar por
una maldita vez. Las cosas tenían sentido ¿Por qué me comporté de
esa manera?
-Hola, Tierra a Ellie- canturreó ella moviendo la mano frenéticamente
frente a mi rostro- ¿en qué piensas?-.
-¿Estás segura que él recibió la bala?- tartamudeé.
-Bueno, dudo que esté loca. Tenía mis sentidos en su lugar así que sí.
Lo vi. El hombre sin rostro me apuntó directamente y no tardó nada en
intentar jalar del gatillo. Pensé que todo era una pesadilla, cerré los
ojos, estaba completamente aterrorizada e inmóvil esperando mi
muerte hasta que…no sentí nada. Únicamente escuché el disparo
seguido por mi cuerpo sacudiéndose del miedo. Pero nada más. No
sentía algo…malo. Cuando abrí los ojos, estaba Daniel delante de mí
con una mano haciendo presión en el abdomen. Tendría que haberme
puesto de pie y ayudarlo, era consciente de eso y aun así no fui capaz
de moverme. Luego, me desmayé.
>>Todavía podía escuchar las voces como algo lejano. Las sirenas de
la policía y de la ambulancia retumbaban en mis oídos haciendo que
me dolieran. Pero no podía despertarme, algo me bloqueaba. Hasta
que las manos de alguien me sujetaron y me llevaron a vaya saber
dónde. Y bueno…desperté aquí- señaló la camilla- la cabeza sigue
doliendo y no recuerdo nada más. Estoy segurísima de que fue él
quien me salvó<<
250
Annie M. Hart
palabras o lograrás que yo también te odie por tonta. Te juro que aun
no puedo creerlo-.
-Stella…-.
-Shit…adiós. Yo estoy más que bien pero por tu culpa tengo migraña.
Si te vas tal vez me relaje. Vete, quiero los informes más tarde-.
Sonreí por más que me sentía incapaz de hacerlo.
-Descansa-.
-¡Adiós!- gritó justo cuando cerraba la puerta a mis espaldas.
Cuatro meses
después…
259
Annie M. Hart
Capítulo 23:
Disfrútalo
El tiempo pasó volando, sin pensarlo ya estábamos a finales de
junio y vísperas de julio. Faltaba solo un par de días para finalizar el
primer semestre y, hasta ahora, me estaba yendo a la perfección. Las
cosas no han cambiado en absoluto. Nada.
Eso en realidad no me alegraba en absoluto.
Stella yacía sobre mi cama. Se había quitado las botas militares
y se lanzó sin pensarlo dos veces. Vestía unos jeans azules y un buzo
de lana color bermejo. Hacía frío.
Este sábado no tuve mejor idea que invitar a Pandora, por
supuesto, aceptó al instante. Además…Stella y yo teníamos mucho
que preguntarle. Cuando ella salió del baño con el pijama ya puesto,
Stella se acomodó sobre la cama y yo me senté en la silla frente al
escritorio. Ambas la miramos fijamente. Pandora nos miró confusa.
-Toma asiento- pidió Stella. No tuve que mirarla para notar que
sonreía.
-¿Hice algo malo?- preguntó asustada.
-No, querida mía, no- dijo Stella- tenemos algunas dudas-.
-Sobre lo que Dylan te dijo- añadí.
-Pero ya se los dije-.
-Relátalo con detalle- exigió Stella.
-Bueno, nos juntamos en el cine-.
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Annie M. Hart
del bolso metí tres vaqueros, dos short, ropa de playa, toalla, un par
de tacos, dos pares de tenis, medias, ropa interior, dos chaquetas de
abrigo, un buso de lana por si acaso, lentes de sol, tres libros, diez
remeras mangas cortas y largas, pijama y, por último, las hojas de mi
historia por si se me ocurría algo nuevo para agregar.
Una vez que estuve lista, fui a la cocina para desayunar. Mi
madre había preparado comida para un ejército: una taza de café, dos
medialunas, huevo frito con dos barras de tocino, jugo natural de
naranja y un sándwich de jamón.
-Mamá…-.
-Debes comer bien. Son dos horas y media de viaje. No pienso meter
comida en un bolso de mano sabiendo que puede echarse a perder en
el camino. Cómelo todo- exigió antes de marcharse a su habitación.
Estaba hambrienta pero no me sentía capaz de comerme todo
eso. Bebí el café con el jugo y comí el huevo con tocino dejando el
sándwich de lado al igual que las medialunas. Cuando me levanté del
asiento para lavar la vajilla sucia sentí que alguien llamaba a la puerta.
Dejé las cosas y fui a ver.
Daniel.
No me lo esperaba. Sujeté rápidamente la llave y abrí. Él estaba
del otro lado de la reja. Llevaba un conjunto en azul oscuro de buso
cuya capucha ocultaba la mayoría de sus rulos dorados.
-Alguien pensará que eres un delincuente si vistes así- bromeé
abriendo la reja.
Era mentira. Estaba hermoso.
-Gracias por tu cumplido- sonrió.
-No esperaba que vinieras-.
-Tomaré eso como un elogio- dijo mientras cerraba la puerta a sus
espaldas- quería verte antes de que nos separáremos por una semana
entera-.
-No digas eso, sobrevivirás- reí.
263
Annie M. Hart
Capítulo 24:
Ruta 666
Me despertó un familiar ruido de cadenas y bramidos
entrecortados. Parpadeando sin lograr ver la carretera, me enderecé
creyendo que estábamos atravesando algún túnel o puente debido a la
oscuridad que nos rodeaba. Todos dormían en el vehículo menos el
conductor y Dylan, quien miraba por la ventana sin percatarse
demasiado de la situación. Me removí incómoda y refregué mis ojos
para acostumbrar mi visión. Pero una vez que miré, el escenario había
cambiado.
La ruta estaba guiada por una carretera de pavimento
resquebrajado y agrietado. De las grietas profundas y resecas
sobresalían halos de neblina plateada que se enroscaban con el viento
como serpientes, los pocos árboles que bañaban el escarlata paisaje
estaba secos, los troncos y ramas estaban calcinados y no había
rastro de hojas o de algún animal. Solo huesos, esqueletos de ellos
repartidos por todos lados. Pero…eso no era todo…
Había un cementerio abandonado y desmoronado ocupado por
una vieja iglesia semi derrumbada cuyas campanas sonaban como el
llanto lastimero de un niño, las paredes de roca estaban manchadas
de algo oscuro, escribiendo un mensaje en lengua extraña. Las
lápidas estaban rotas, partidas en mitades, tumbas descubiertas y
mausoleos destruidos dejando los cajones al descubierto. Dylan
miraba pero no parecía notar nada. No tenía el mismo rostro de horror
que yo, es más, estaba relajado. Me golpeé el rostro con la esperanza
de que todo aquello desapareciera como siempre sucedía pero no,
todo seguía igual.
268
Annie M. Hart
-Oye Dylan-.
-¿Si? Si se trata de algo más sobre Pandora y yo…-.
-Admites que hay algo- dije.
-Fingiré que no te he oído- suspiró.
-Bien. ¿Sabes algo sobre la Carretera del Diablo?-.
Noté que Dylan se ponía tenso, casi parecía que él no esperaba
esa pregunta de mi parte.
-O Ruta 666, que es lo mismo-.
-No sé nada- se apresuró en responder.
-¿Seguro? Por más que sea puro cuento o un simple mito, quiero
saber-.
-¿De dónde sacas esas preguntas?-.
-Bueno…amm…en el viaje yo vi ese cartel en la carretera-.
-Ellie, íbamos por la ruta 57- respondió sin paciencia.
-Lo siento-.
-¡Dylan!- gritó Pandora- ¿es aquí?-.
Ella se detuvo varios pasos más adelante que nosotros dos,
junto a Stella. Pandora señaló un muelle surcado por cortos puentes
de madera. Había algunos pequeños botes abandonados en las
orillas.
-Sí, allí mismo- asintió él.
Nos encaminamos en esa dirección y nos sentamos en los
bordes de los puentes.
-¿Alguna vez has venido a pescar?- preguntó Pandora mirando el
agua esperando ver algún pez.
-Cuando era pequeño, sí. Con mi abuelo- respondió él lanzado una
piedra- pero el río está demasiado contaminado, ya no hay nada-.
-Ya veo-.
274
Annie M. Hart
Capítulo 25:
El olvido
Stella y yo nos situamos en el poco césped que había junto al
lago. Dejamos dos toallones sobre él y nos recostamos. Pandora
había decidido seguir durmiendo y Dylan no estaba entre los
candidatos de ir a tomar sol con dos adolescentes.
Mientras Stella se cambiaba, preparé unos bocadillos y una
botella de jugo de manzana. Quitamos nuestras ropas y nos
acostamos. Para ser las 10 de la mañana, el sol estaba tan fuerte
como si fuesen las tres de la tarde.
-Si me hablas y no respondo, ya sabes el por qué- me advirtió.
-Deberías tratar de no dormirte ¿Qué haré sola?-.
-Habla con el viento-.
-Eso suena algo ridículo-.
-Se adecúa perfectamente a tu estilo-.
-Gracias- dije sarcásticamente.
Stella cerró los ojos y se puso de frente al sol. Sus fuertes rayos
chocaban con el suave bronceado de mi amiga haciendo que su piel
parecía estar hecha de cobre. Increíblemente, mi piel tomaba color
mucho más rápido que la piel más morocha de Stella, la tenía sensible
y no soportaba más de quince minutos en cada lado mientras que ella
podía tardar media hora o más. ¿Años de práctica? Tal vez.
Antes de darme cuenta, ella ya estaba dormida. Fantástico.
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Annie M. Hart
-Te diré algo que sí se sobre la Ruta- Megan me dio la espalda- y solo
es que únicamente los elegidos pueden verla- dijo sin mirarme.
Luego, se alejó.
¿Ella quería decírmelo desde un principio? Pero ¿Por qué?
Capítulo 26:
Nota de suicidio
Había olvidado por completo el trabajo de política. Esa loca
mujer ordenó que hiciéramos un trabajo individual durante las
vacaciones. Dormí una larga siesta y me desperté pensando en ello.
Vaya idiota. Salté de la cama, arreglé la habitación, me bañé lo más
rápido que pude logrando un record pues, al no tener despertador, me
levanté a las ocho y Daniel venía a las nueve y media. Mi madre salía
a las ocho y cuarto. Obviamente, le dije que él venía y no se mostró
molesta o incómoda. Solo era una cita en mi casa. Sola…
Ay.
-Tranquila- me dije a mí misma- no es la gran cosa-.
-Me voy- dijo mi madre asomándose.
Llevaba un elegante vestido sin mangas color rojo escarlata con
tacos del mismo color y un chal dorado a juego con el bolsito. Tenía el
cabello enrulado y el rostro delicadamente maquillado. Mi madre era
una mujer hermosa.
-Que la pases bien- dije.
-Y tú igual- guiñó un ojo- avísame si sucede algo-.
-Si ese algo sucede, voy a estar con Daniel-.
Ella sonrió.
-Tienes razón. Nos vemos-
-Adiós-.
290
Annie M. Hart
Mi nota de suicidio.
-Dan- dije con voz temblorosa- regrésamela-
Él siguió leyendo con cada vez más ansiedad en su rostro.
Cuando llegó al final, sus manos temblaban. Levantó la vista para
observarme con ojos cargados de espanto y, al mismo tiempo, dejó la
nota sobre la mesa.
-Ellie…-tartamudeó- ¿es una broma?-.
Obviamente no se trataba de una pregunta que debía responder.
-Yo…-.
“Rápido, invéntate una excusa” me repetía incansablemente,
“antes de que sea tarde”.
-No debiste leerla- fue lo que mi estúpida boca dijo.
De vez en cuando sería muy eficiente que colaborara con mi
mente.
-¿Cómo debo interpretar esto?-.
Su voz me recordó a mi padre cuando estaba molesto. Pero
aquél recuerdo hizo que mi pecho doliera. Inconscientemente agaché
la cabeza y me abracé el estómago como si eso calmara el dolor.
Sentí unas manos apartándome los brazos y luego acariciando
mis hombros para tranquilizarme. Su tacto con mi piel extrañamente
me relajó.
-¿Por qué lo intentaste?- preguntó tristemente.
Levanté mi mirada topándome con su rostro deprimido. Tragué
con dificultad.
-Mis padres están divorciados hace cinco años. Estábamos en la cena
de mi cumpleaños y de repente alguien llamaba a la puerta. Mi madre
y yo fuimos a ver de quién se trataba y no era nada más que un niño
293
Annie M. Hart
Capítulo 27:
Danel
Esperé acostada en la cama con mi corazón latiendo más
que nunca en mi vida. Estaba demasiado ansiosa y no se me ocurría
nada para calmarme. Aun podía sentir el cuerpo de Daniel sobre mí.
Desprendía algo mágico y maravilloso, jamás lo sentí con Peter o con
la cercanía de algún hombre. Con él, absolutamente todo era distinto.
Porque Daniel lo era. Tenía algo especial y esta noche lo averiguaría.
Me hubiese gustado que se quedara más tiempo, pero se
fue como si hubiese traspasado un límite y se echaba culpa por algo
que antes no lo hizo. Me escondía cosas, estaba claro, pero había
aprendido a vivir con ello pero parece que lo de hoy…fue la gota que
colmó el vaso. Él necesita contármelo todo.
Con un suspiro de resignación, me puse de pie y abrí la
ventanilla. Era lo suficientemente grande como para que yo pasara.
Hacía frío pero no había mucho viento. Decidí calzarme unas vans
azules y cubrí mi espalda con una campera buzo marca Gap. Eran las
23. 15. Faltaban cuarenta y cinco minutos. Nerviosamente, acomodé
la cama, lavé la ropa sucia en el lavarropas, cosa que mi madre se
sorprendería pues nunca lo hago, guardé la vajilla seca, limpié los
muebles con un brillo especial para ese tipo de superficies y
nuevamente me tiré de espaldas a la cama. Habían pasado veinte
minutos. Diablos ¿el mundo estaba en mi contra?
El sonido de mi móvil me sobresaltó. Por un momento
pensé que era Daniel diciéndome que se cancelaba todo pero, para mi
alivio, era un mensaje de Jarred. Hacía tiempo que no hablábamos.
299
Annie M. Hart
“Hola Ellie! Perdóname por no haber hablado antes. He estado ocupado con
los estudios. ¿Cómo has estado? Me he enterado por Paul que estás con ese
tal Daniel”.
Stella seguro ha andado de boca floja.
“Ey Jarred! Está bien, no tiene porqué disculparte. He estado muy bien estos
días. Sí, es verdad. Estamos saliendo hace cuatro meses”
Enviado.
“Oh, ya veo. Mmm me alegro por eso. Espero que la estés pasando bien con
él”
“Sí, hasta ahora todo va bien. Gracias por preocuparte”
Enviado.
Y esa…fue toda la conversación. Realmente me sorprendió la
actitud distante. Jarred siempre estaba de buen humor y decía
estupideces para hacerme reír de tal manera que mi propia madre
llegaba a preguntarme: ¿Por qué te ríes sola?
Hoy…fue un día extraño.
Pero ni siquiera el comportamiento de Jarred me hizo
tranquilizarme. Quería irme ahora. Faltaban diez minutos. Debía salir
ahora mismo para llegar a la medianoche a su casa. También tenía
que dejarle una nota a Elizabeth. Corrí hacia el salón comedor y
marqué el número de Stella.
-¿Sí?-.
Para mi suerte, ella respondió.
-Soy yo-.
-¡Ellie! ¿Sucede algo?-.
-Dile a tu madre que estaré en tu casa-.
-¿Eh? ¿Qué ha pasado?-.
-Necesito ir a la joyería a hablar con Daniel. Le dejaré una nota a mi
madre diciendo que estaré en tu casa. Por favor-.
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Annie M. Hart
Te quiere, Ellie.”
-¿Daniel?- susurré.
No hubo respuesta. La idea de salir corriendo y regresar a casa
se asomó por mi mente como una sugerencia tentativa. Saqué el móvil
y, con mis dedos temblorosos, le mandé un mensaje mi madre
diciendo que había llegado a salvo. Si aun leía la nota o no, me daba
igual. No iba a regresar para darle explicaciones. Lo guardé y seguí
caminando.
El no ver nada me daba la sensación de que el lugar era eterno.
Bueno, pensé eso antes de golpearme la nariz con algo duro. Tanteé
con una de mis manos mientras con la otra acariciaba mi nariz y abrí
una segunda puerta.
No había nadie. El patio trasero era inmenso rodeado de rosales,
fuentes y rocas. Un lugar pintoresco y colorido a pesar de la oscuridad
de la noche iluminada por la luna y dos farolas nocturnas. A mis pies el
césped era verde esmeralda y parecía estar húmedo, supuse que
habían regado hace unos minutos. Daniel me había dicho que saliera
pero luego de atravesar la puerta, me hallaba sola. ¿Se trataba de un
juego?
-¿Dan?- pregunté, susurrante.
No quería despertar a su padre
-¿Qué pretendes?-.
Pero nada. Solo oía el ruido exterior.
-Escucha. Vine aquí para una explicación que tu prometiste darme-
dije remarcando el TU- y mi bipolaridad es debida a ti, ¿sabes? No me
iré de aquí aunque pretendas que dejarme sola hará que me rinda y
me largue. Olvídalo- finalicé golpeando el suelo con el pie.
-¿Quieres dejar de hacer escándalo?- rió Dan, entre las sombras-
tengo que mostrarte algo-.
-¿Qué? ¿No íbamos a hablar?- insistí, tajante- ¿donde estas?-.
-Aquí-.
Él se abrió paso entre unos arbustos cortados en forma de
cubos. Llevaba la misma bermuda azul y panchas pero su torso
302
Annie M. Hart
débil halo de luz blanca. Pero lo que sucedió... Las estrellas reflejadas
aumentaron su luz y comenzaron a distorsionarse, haciéndose
pequeños espirales brillantes que, poco a poco, encendieron de
resplandor la fuente completa y a la vez comenzaron a esfumarse del
agua, elevándose y saliéndose de ella como si fuese un cuadro que
cobraba vida. Las estrellas se convirtieron en hermosas mariposas
blancas que resplandecían. Revolotearon por todos lados, con sus
alitas acariciaban mi piel y se perdían en la inmensidad del cielo
formando parte de la luna. Fue lo más hermoso y maravilloso que
había visto en mi vida.
Era algo mágico.
-¿Cómo lo hiciste?- pregunté, emocionada y asombrada.
Tal vez no era un mafioso o contrabandista. Solo un mago strip
tiss. Me sentía como un niño que acaba de ver un acto de ilusiones
-¡Fue maravilloso!-.
-Es magia. Magia celeste-.
El asombro se borró de mi rostro, pasando a la incredulidad de
nuevo.
-Eso no es posible- espeté.
-Para ti- sonrió el- ¿te gustó?-.
-Me ha fascinado- sonreí- pero tu acto no hará que me olvide él
porque he venido-.
-¿Todavía no lo has notado?- parecía defraudado.
-Veras que no. He tratado días y días de descifrar de qué planeta o
dimensión eres-.
-Vaya, creí que eras una Sherlock- bromeó- ven. Te daré la última
pista que puedo darte. Tratar de decírtelo a la ligera hará que acabes
en un loquero y justamente eso es lo que no quiero- finalizó casi en un
susurro.
-¿A esa conclusión llegaste?-.
304
Annie M. Hart
Capítulo 28:
Lágrimas de un Ángel
Siempre pensé que lo mejor era confiar en mi ángel. En aquél
que siempre estuvo para mí y me acobijaba cuando más sola me
sentía. Pero jamás, ni en mis propios sueños, imaginé tenerlo frente a
mí. Había visto imágenes de ángeles en películas, estatuas y
estampitas pero ver uno en carne y hueso…aquellas representaciones
no le hacían justicia. No tenía un rastro de imperfección en su cuerpo.
Las alas eran terriblemente grandes de un blanco pulcro salpicado por
halos dorados. Su piel era suave y hermosamente perfecta, el cabello
rubio enmarcaba y resaltaba aun más aquellos familiares ojos
celestes.
-Supongo que tienes tus preguntas- dijo.
No había notado la cara de embobada que tenía. Él acariciaba
mi rostro con el dorso de su mano.
-Son demasiadas pero al mismo tiempo temo perder minutos contigo
por decírtelas-.
-Dímelas. Lo que sea que tenga que ver contigo jamás será una
pérdida de tiempo-.
Él era tan dulce. ¿Por qué jamás note aquella exagerada
amabilidad como algo sobrenatural? Me sentía tan estúpida.
-Bueno ¿Cuántos ángeles son?-.
-Demasiados-.
-¿Hay mujeres?-.
308
Annie M. Hart
Oh, rayos. Decir esas palabras en voz alta fue peor de lo que
pensé. Él, en vez de reírse, acarició mi mejilla esbozando una sonrisa.
-Bien. Eso significa que voy por buen camino-.
-No, tú tratas de matarme-.
-Sí así dicen “Te amo” en la Tierra…considérame un asesino-.
-Te voy a demandar. Sabía que ocultabas algo- bromeé poniéndome
de pie para irme.
Pero él fue más rápido y me abrazó por detrás.
-¡Solo debo llamar a la policía!- reí gritando en voz alta.
Él me volteó para estar frente a mí y sujetó mi cintura.
-No te dejaré- rió- ahora, sujétate-.
-¿Eh?-.
Daniel desplegó sus alas y el viento se arremolinó e nuestro
alrededor. Y, antes de poder comprender lo que sucedía, estábamos
en el aire. Volando.
-¡¡DANEL!!- grité al borde de la histeria- ¡BÁJAME!-.
Él se reía y me estrechaba más contra su pecho mientras yo
pataleaba en el aire y cerraba los ojos con fuerza.
-No tengas miedo. Mira-.
Abrí poco a poco uno de mis ojos. Podía ver la ciudad entera.
Las luces, la gente pasar, los vehículos. Carteles, música, todo flotaba
en el aire con una sensación distinta. Abrí ambos ojos.
-Es…fabuloso- balbuceé.
Daniel descendió lentamente y apoyó sus pies en el tejado de lo
que era “su casa”. Luego, me soltó despacio pero me negué a
separarme de él. Aun seguía perpleja por cómo se veía la ciudad
desde esta altura.
-Te amo- susurró contra mi cuello, deslizando mi cabello hacia un
lado.
311
Annie M. Hart
Me di vuelta y lo abracé.
-Te amo- dije- pero- me aparté- la sesión de preguntas no termina. No
podrás evadirme-.
-Tú me amenazaste con acusarme a la policía- dijo, incrédulo.
Me reí.
-Bien. Te escucho-.
Ambos nos sentamos en el borde del tejado y dejamos que
nuestros pies colgaran en el aire.
-¿Cómo…es que estás aquí? Es decir… ¿Por qué eres humano? Creí
que eso no era posible-.
-Me sorprende que no preguntaras eso desde el principio- se burló.
-Eres un ángel. No te burles de mí-.
-Lo siento- despeino mi cabello- verás, todo el mundo sabe que los
niños poseen un ángel guardián. Nos rezan y nos piden que los
acompañemos en todo momento para guiarlos y protegerlos. Esa es
nuestra tarea principal. Los arcángeles son la élite y la seguridad de
Dios, hay ángeles principales, querubines, menores y serafines. Cada
uno cumple con su labor pero el nuestro…es el más valioso: cuidar de
los hijos de nuestro Señor. Tenemos que protegerlos de las fuerzas
del Infierno y que Lucifer jamás llegue a traspasar las barreras de su
amor. Para eso estamos. Los ángeles guardianes son los únicos que
tienen contacto directo con los humanos. Estamos aquí para evitar la
catástrofe y que el Demonio venza-.
Verlo así, con su mirada perdida más allá de este pequeño patio,
parecía una leyenda que ha cobrado vida. La misma perfección que
parece haber salido de la propia Biblia. Todo…parecía tan increíble. Si
Danel no me hubiese mostrado sus alas o su Magia, jamás le habría
creído.
-Cuando me asignaron la tarea de Guardián, al principio me sentía
decepcionado. Creí que me convocaban para ser un Arcángel, era mi
sueño, pero terminé dejando mi tiempo a manos de un bebé que aun
no nacía. Tranquila, no te odiaba, solo me sentía molesto. Esperé
nueve meses hasta que naciste. Eras terriblemente pequeña y débil,
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Annie M. Hart
Capítulo 29:
Necesitar y Querer
-Lárgalo- exigió Stella por décima quinta vez desde el lunes.
Y…estábamos a viernes.
Le había robado el lugar a Melanie, una chica rubia que se
sentaba a mis espaldas y me había estado molestando desde que
atravesé la reja de entrada junto con Daniel. Si hubiese sabido que la
revelación de él no era tan…bueno, maravillosa, no le hubiese dicho a
Stella que Dan quería hablar conmigo. Llevaba dos horas tratando de
evadir el tema mientras pensaba una excusa. Tampoco Daniel
colaboraba mucho que digamos, pues mentir no estaba dentro de sus
especialidades. Tener que ocultarme todo durante tanto tiempo lo hizo
sentir demasiado culpable.
-¿Ese peinado es nuevo? Me gusta- dije.
Llevaba el cabello recogido en un rodete desarmado dejando
varios mechones sueltos, algunos sujetados con lindos broches de
flores. Y estaba maquillada con una suave sombra de un tono más
claro de su piel, rubor y un brillo de labios rosa.
-Creo que podría quedarte más lindo, pero con sombra más
oscura…espera… ¡Deja de evadirme!- gritoneó.
Dios bendijo que este momento estuviese en hora libre. La Sra.
Coleman no había asistido a clases.
-Enserio, Ellie, harás que me enfade y que jamás vuelva a hablarte.
Estarás sola lidiando con Sam porque Dylan no te ayudará, el idiota
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-Hola- sonrió.
Luché con mis ganas de quedarme pasmada.
-Hola- respondí abriendo la reja.
-Estás hermosa-.
-Bueno…tú-.
-Ya- rió- vamos-.
Tomados de la mano, caminamos.
La noche era hermosa. No hacía frío realmente y el calor de su
cercanía bastaba para sentirme a gusto. Hablamos poco durante el
camino, me preocupaba bastante Stella. Sus decepciones de hombre
suelen ponerla irritante y molesta pero seguía siendo una chica que
esperaban que la comprendieran. Bueno, eso no era demasiado fácil,
ya que si trataba de acercarte a ella en ese estado, no habría buenos
resultados. Para aquella alma de buenas intenciones.
El cartel de neón rojo del RollingRed estaba frente a nosotros.
Las puertas vidriosas de marcos negros dejaban ver una gran cantidad
de gente feliz bebiendo y comiendo. Un mozo vestido como pingüino
estaba en la puerta ofreciendo lugares disponibles. Al acercarnos, me
reconoció en el acto y estrechó nuestras manos.
-¿Cómo has estado, Ellie?- preguntó, amablemente.
-Sin problema alguno, Will-.
-¿Y él es?-.
-Daniel, un placer- respondió- novio de Ellie-.
Novio. Aun no lograba acostumbrarme. No me acostumbraba a
que un alucinante ángel sea mi novio. Descartando el hecho de que
era una persona increíble.
-Pasen- anotó algo en su libreta- la mesa quince está disponible-
señaló hacia adentro- justo junto a la puerta que sale al patio trasero-.
-Ten- le extendí los cupones- cortesía de mi madre-.
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Luego, me besó.
331
Annie M. Hart
Capítulo 30:
No pude evitarlo
La hamaca estaba entre las sombras y la pareja cariñosa había
decidido desaparecer cuando notó que lo niños se estaban volviendo
algo molestos. Minutos después, la familia decidió irse porque su hija
se había quedado dormida sobre el césped. El patio estaba
únicamente para nosotros. Al ver que no me movía, con una de sus
manos señaló la hamaca mientras la otra se enroscaba en mi cintura.
Me gire y me tope con su rostro a escasos centímetros del mío
esbozando una sonrisa provocativa.
-¿Nos sentemos?- preguntó.
Sin responder, lo hice.
-Es una noche hermosa. No hay nadie aquí afuera- musitó sentándose
a mi lado.
-¿Prefieres que alguien este viéndonos?- pregunté.
-Claro que no ¿que dirían si hago esto?- hablaba mientras rozaba mi
oreja con sus dientes- ¿o esto?- sentí algo húmedo que se deslizaba
sobre mi cuello.
Mientras bajaba, sus manos acariciaban desde mis brazos hasta
mis muslos. Enrosque mis manos alrededor de su cuello y él me
acercó más mientras me besaba dulcemente. No podía dejar de
emocionarme cada vez que me tocaba o que nuestros labios se
rozaban. Jamás creí que los ángeles fueran tan fantásticos y
hermosos. Él era mi mundo, sin él lo había perdido todo de nuevo,
gracias a él podía ponerme de pie. Cuando dejaba de besarme,
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EPÍLOGO:
Durante la noche, todo había cambiado. Daniel caminaba a paso
lento como si arrastrara pesadas cadenas con él. A pesar de todo, su
mirada permanecía en alto con su mandíbula tensa pero sus ojos
llenos de vida estaban opacos, esforzándose por resistir. A su
alrededor, abriéndole paso, habían dos hileras de bellísimos ángeles
de ambos sexos. Daniel se detuvo de repente frente a un hombre alto
de tez suave, perfecta y morena. El cabello negro ondulado se
extendía hasta sus hombros, vestía una túnica blanca con hermosos y
maravillosos bordados en dorado, iba descalzo, tenía una corta barba
negra y sus ojos grises eran amables pero entristecidos. Junto a él
yacía Gabriel con sus majestuosas alas desplegadas pinceladas en
dorado. Su torso desnudo brillaba gloriosamente y su mano izquierda
empuñaba una lanza de plata. Del otro extremo del hombre moreno
estaba un joven de piel pálida, vestía una túnica corta blanca, sus alas
abiertas, al igual que Gabriel, eran aun más grandes. Su rostro de niño
dejaba ver una fina línea de labios apretados, largas pestañas negras
al igual que su cabello ruluda. Sus ojos almendrados del color de la
miel miraban a mi ángel de manera acusatoria. En su mano izquierda
portaba una espada.
-Padre- logró decir Danel- Gabriel. Miguel-.
Los tres asintieron pero el hombre al que el se refirió como
Padre, sostuvo otros segundos la cabeza gacha.
-Mi amado hijo- musitó elevando el rostro.
Él bajó los tres escalones que lo separaban de su ángel. Danel
reverenció al instante. Padre colocó delicadamente su mano sobre el
cabello dorado de Daniel. Creí que de las mejillas del hombre se
deslizaban lágrimas.
-Lo siento, Padre- dijo Danel con la voz quebrada.
De pronto Miguel se alzó al vuelo aterrizando frente a una puerta
de rejas doradas. Majestuosas y enormes. Con la espada cortó el gran
candado que la cerraba y guardó el arma en la vaina de su cinturón
fino de cuero. Gabriel cerró sus alas y, a medida que avanzaba, los
ángeles que observaban iban volteando con cada paso de avance del
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Annie M. Hart
QUERIDO DANEL:
Las cosas tienen un final pero nadie dijo que
tendría que ser así. Pero aun así...el final que tuvo fue
horrible. ¿Y si todo hubiese sido una ilusión? ¿No sería
mejor? Despertar y saber que estarás a mi lado y me
lanzaré a tus brazos como todos los días. Pero no. Nadie
quiere vivir una ilusión. Todos temen a la verdad. ¿Qué
clase de locura es esta? La vida se basa en ilusiones.
Desbordan sueños. Es parte de nosotros ¿por qué huyen?
Huyen de sí mismos. Tal vez...tal vez incluso nosotros
somos meras ilusiones de una mete loca y demente.
Ellie Crowen.