Limites biológicos y filosóficos del conocimiento. El conocimiento tiene límites impuestos por nuestros sentidos, los cuales forman parte de nuestro ente biológico. El cerebro es el órgano encargado de obtener o captar información, y en ocasiones puede crear dicha realidad, pasando por la creación de conceptos, establecimiento de creencias, ideas, imágenes, representaciones y registros sensoriales. El conocimiento surge con nuestras percepciones, la percepción se considera un proceso biocultural entre el ambiente y el proceso sensitivo. Posteriormente a la percepción se lleva a cabo la interpretación de los datos, que se produce de manera biológica y cultural, ya que las experiencias y significados son moldeados por pautas culturales e ideológicas aprendidas desde la infancia (Vargas, 1994: 47). Desde el punto de vista positivista, el conocimiento supone la develación de lo real. El conocimiento es científico cuando puede ser validado por el método de investigación experimental, (libre de prejuicios, imparcial, coherente, lógico y racional). El conocimiento es un proceso dinámico que se desprende de la relación entre el sujeto y el objeto. Por lo que en ocasiones el conocimiento puede ser falso o verdadero, o una ilusión. Es por eso que algunos hombres de ciencia sólo aprueban la investigación científica como un acto de racionalidad y objetividad, excluyendo la imaginación y presupuestos subjetivos. En contraposición, Edgar Morín (1999:5) argumenta “el desarrollo de la inteligencia es inseparable de la afectividad, es decir, de la curiosidad, de la pasión, que son a su vez, de la competencia de la investigación filosófica o científica.” Por su parte Rubia, 2003, nos dice que existe una relación estrecha entre la inteligencia y la afectividad. De esta forma, podemos sugerir que la percepción no es un reflejo, sino una construcción de imágenes sensoriales y relatos más o menos coherentes, que implican hipótesis y teorías verosímiles de la experiencia y el mundo. Construimos nuestro mundo a través de una incesante experiencia, categorización, memoria y reconexión. (Oliver Sacks, 2009:152). En conclusión, la capacidad para realizar operaciones mentales complejas no produce inmunidad al error y a la ilusión. La ciencia y la filosofía que ignoren la conexión entre el mundo cultural y el entramado neurofisiológico, seguirán estancadas en la especulación cognoscitiva. La percepción y el conocimiento solo pueden entenderse en su forma integrada. El cerebro, para funcionar, depende del mundo cultural: símbolos, signos, significados; la cultura, como organización social de los significados, requiere de elementos biológicos en los que se perciban los sentidos. Por qué conceptualizar Los conceptos exigen la selección de un lenguaje apropiado, organizado por palabras, términos y definiciones a partir de los cuales logremos identificar acontecimientos y establecer juicios sobre una base argumental. El uso inapropiado de las palabras y términos, así como las nociones erróneas en la expresión de conceptos, promueven la manifestación de juicios equívocos o falsos, y pueden hacer de nuestro discurso una falacia. Los conceptos son una representación o un modelo que evoca la realidad. Se pueden entender como unidades cognitivas que permiten comprender una entidad concreta. Los conceptos pueden modificar tradiciones intelectuales, hacer crecer el conocimiento y, sobre todo, construir nuevas formas de intervenir en la realidad. Su objetivo es la comprensión y la explicación de la realidad. Los conceptos deben remitir a una categoría de análisis, a la organización del conocimiento, establecer un orden sistemático que relacione características, propiedades y regularidades. Los conceptos son herramientas que ayudan en la organización del conocimiento y la realidad, y no una simple abstracción. Son útiles para estructurar nuestra percepción de la realidad, construir conocimiento en base a una estructura lógica. Saberes, creencias y conocimiento. (Creer, saber y conocer, el punto de vista de Luis Villoro).
El saber implica, haber tenido experiencias directas con el objeto de estudio, es
establecer y compartir una serie de prácticas. Es saber describir, maniobrar, integrar y profundizar en su totalidad, por lo tanto; el interés de conocer es imprescindible, de manera personal y especifico. El conocer algo implica no solo describir sus partes, sino también el fondo, la textura, la estructura, la composición, los matices y mantener una relación directa con el objeto en diferentes escenarios, de forma familiar. Las creencias son el origen del conocimiento, las creencias pueden ser básicas (lo que ya está establecido, teorías, costumbres y tradiciones), y creencias adquiridas (en base a experiencias anteriores, interpretando y formulando hipótesis). Hay tres formas de explicar una creencia: por razones, por motivos y por antecedentes. El saber en cambio, significa “darse cuenta de algo, tomar noticia, estar enterado” es decir, se refiere a la acción de conocer, explorar y examinar el objeto que se está identificando. Tanto el saber cómo el conocer suponen actividades comunitarias. El saber hacer, se refiere a cualquier tipo de habilidades o capacidades, sean prácticas o teóricas, reflexivas o no. La sabiduría es el conocimiento de aquello que tiene relación con los valores últimos, los que redundan en el perfeccionamiento del hombre. Es el conjunto de saberes amplios y radicales que se alcanzan por medio del estudio o la práctica.