conocer
Luis Villoro
siglo
)J((J veiltiuno
edtores
filosofía
This One
PRÓLOGO 9
INTRODUCCIÓN. DEL PROBLEMA Y DEL MÉTODO 11
Dos preguntas sobre el conocimiento, 11; El análisis del Tee-
tetes, 14; Un enfoque allernati\'o: el Menón, 17; Problemas
planteados, 19; Sobre el método, 20
2. CREENCIA Y ACTITUD 45
Primera distinción entre creencia y actitud, 4!1; Creencia in-
distinguible de actitud, 45; Un nuevo intento de distinción,
48; Alcance de la distinción, 51; Necesidad de una nueva pre-
gunta, 54
[5)
1
[9]
INTRODUCCIÓN. DEL PROBLEMA Y DEL MtTODO
Problemas planteados
Sobre el método
[25]
26 DOS CONCEPCIONES DE CREENCIA
tón, se parece más a algo que se posee que a algo que se tiene.
Esto es, no siempre es una ocurrencia mental, sino algo que
puede no estar presente pero que está a mi disposición, de
modo que puedo acudir a él en cualquier momento. Lo mismo
podríamos decir, en general, de cualquier creencia.
Si toda creencia -y todo saber, por ende- fueran sólo datos
de la conciencia, durarían un tiempo preciso; serían fechables;
podrían localizarse en la corriente del tiempo, antes o después
de otros actos; serían ocurrencias, esto es, acontecimientos con
un inicio y un fin determinados. Ahora bien, es cierto que, en
algunos casos, ocurre que empezamos a creer o dejamos ele
creer. Podemos señalar el momento en que tenemos algunas
creencias ("Cuando lo vi de lejos, creí que iba armado, luego
me di cuenta ele que no") o el instante en que otras desapare-
cen ("Dejé de creer que era mi amigo, cuando supe lo que
había hecho"). Pero no sucede lo mismo con la gran mayoría de
las creencias. De muchas, somos incapaces de señalar sus ini-
cios o sus fines: de muy pocas podem95 decir que estén actual-
mente sucediendo en nuestra mente.
Si todas las creencias fu eran ocurrencias tendría sentido decir
cosa1 como éstas: "no recuerdo si cuando creía que la tierra
era redonda estaba aún tomando el desayuno" o "a las 5.15 de
la tarde estaba sabiendo que 2 más 2 son 4". No hay un mo-
mento o una situación en que "ocurran" la mayoría de nuestras
creencias y de nuestros saberes. "¿Qué estás haciendo?" - "Estoy
creyendo en la teoría de la gravitación"; "No vayamos al cine,
mejor pongámonos a creer": estas frases no tienen sentido por-
que c·reer y saber no son actividades que se ejecuten en un
lapso determinado, para luego desaparecer. Saber y creer son
"potencias" en el sentido aristotélico, que pueden o no actua-
lizarse en la conciencia, en ciertos momentos. Para creer en algo
no es preciso que algo esté pasando en la concienc;ia. Mientras
escribo estas palabras creo muchas cosas (que mi sobrino es
corpulento, que el fuego quema, que los hiksos invadieron
Egipto) y ninguna de ellas acude a mi mente. Creer esas y otras
cosas no quiere decir que algo me esté pasando mientras creo,
sino que, puesto ante determinadas circunstancias, reaccionaré
de ciertas maneras. Así, si le compro una camisa a mi sobrino
pediré una talla grande, si me acercan un cerillo a la nariz
apartaré la cara y si leo una historia sobre los hiksos no me
extrañará que mencione el Nilo. Pero nada de eso está ocurrien-
do ahora en mi mente. Creer se parece más a "poseer" que a
DOS CONCEPCIONES DE CREENCIA 29
en que ellos pensaban que los aplicaría una persona que creyera
en la existencia de la F.SP y la valorara favorablemente; al se-
gundo grupo se le pidió que los aplicara como juzgaría alguien
que no creyera en la existencia de la F.SP y tuviera una actitud
favorable hacia ella; al tercero, como si tuvieran una creencia
positiva y una actitud negativa, y al cuarto, como si tuvieran
tina creencia negativa y una actitud también negativa. Tenemos
así cuatro grupos que otorgan milximo o mínimo valor a los
mismos adjetivos, siguiendo criterios variables de creencia y
actitud, segón la tabla siguiente:
Alcance de la distinción
Los otros hombres no son sólo objetos del mundo cuyos proce-
sos tratamos de explicar, son también fuentes de información.
Sus comportamientos pueden considerarse bajo dos enfoques:
como hechos que explicar o como mensajes que comprender.
Considerar las conductas como fuentes de información respon-
de a un interés vital. Al igual que los _otros animales, el hom-
bre requiere que su conducta sea exitosa, es decir, que satis-
faga sus necesidades y cumpla sus propósitos. A diferencia de
los otros animales, tal vez, necesita además comprender el sen-
tido de su vida y de su mundo para sentirse seguro y orientarse
en él. El éxito de su acción y la comprensión del sentido sólo
tienen una garantía: la adecuación de su práctica al mundo
real, no al de sus fantasías e ilusiones personales, sino al que
comparte con todos los hombres. :txito y sentido de la vida de-
penden de que nos dejemos guiar por lo que el mundo es
realmente. Y esto podemos leerlo en la conducta ajena. Porque
el hombre es un animal social en constante convivencia con los
demás, las acciones de los otros pueden revelarnos hechos y
objetos del mundo de los cuales no nos percatamos personal-
mente y que requerimos tomar en cuenta para adecuar nuestra
acción a la realidad.
Una tribu observa el comportamiento del jefe que la guía.
Cada vez que pasa ante una caverna éste repite el mismo pa-
trón de conducta. La consistencia de su comportamiento dice
algo acerca del jefe pero también acerca del mundo en torno.
La lentitud de sus movimientos, la tensión de sus músculos,
sus miradas atentas indican a los demás el temor del guía; pero
también pueden señalar la existencia, allí, de un objeto peli-
groso. Sólo si la conducta del jefe puede dar esa información,
los demás miembros de la tribu deberán prepararse a tener
comportamientos defensivos semejantes, porque el peligro pue-
de estar también en el mundo de ellos. Tácitamente los miem-
bros de la tribu se preguntan: ¿Se comporta así el jefe por
(58]
DEFINICIÓN DE CREENCIA 59
medrosidad personal, porque quiere tal vez engañarnos o porque
efectivamente puede haber alH un peligro? Contestar a esta
pregunta es de vital importancia. Sólo ella les permitirá dis-
tinguir en el comportamiento del guía aquello que sea capaz
de revelarles un hecho del mundo común y no sólo propio del
guía. Mientras no se hagan esa pregunta, no necesitan de va-
rios conceptos distintos para referirse a las disposiciones del
jefe ante la cueva; en el momento en que se la hacen, requie-
ren distinguir entre dos aspectos en la disposición del otro: el
que obedece a la captación de un objeto del mundo que puede
ser común a todos, y el que se debe a estados personales del
otro, que nada pueden decirles acerca del mundo objetivo.
Importa para su vida práctica saber si deben interpretar el com-
portamiento del guía como determinado por un peligro posi-
ble -que a ellos puede también amenazar- o como efecto de
quereres, temores o deseos. Si su interés fuera sólo explicar la
conducta del guía, esa distinción no sería indispensable; se
vuelve necesaria cuando toman la conducta ajena como fndice
que les informe acerca del mundo; sólo entonces necesitan dis-
tinguir, en la disposición a actuar del otro, lo que sólo a él
corresponde, de lo que puede formar parte de un mundo co-
mún, lo "subjetivo" de lo "objetivo".
El mismo comportamiento puede ser descrito fundamental-
mente de dos maneras. Primero: como expresión de una acti-
tud afectiva o de una intención. Podemos verlo como la mani-
festación exterior del miedo y deseo de seguridad del guía;
suponemos entonces que está determinado por una tendencia
afectiva que llena una necesidad personal. O bien, podemos
interpretarlo como realización de su intención de advertir -o
de engañar- a sus compañeros; lo suponemos entonces deter-
minado por un querer. En ambos casos, el comportamiento
puede ser descrito como manifestación externa de una dispo-
sición determinada por una pulsión (drive) subjetiva. Segundo:
como indicación de una creencia. Lo consideramos entonces de-
terminado por la representación que tiene el guía de algo que
puede estar allí, en el mundo común a nosotros. En este caso,
los mismos comportamientos pueden ser descritos como mani-
festación externa de una disposición determinada por una re-
presentación objetiva.
La creencia no se distingue de los "componentes" afectivo y
conilativo de la disposición porque corresponda a un elemento
separable de ellos, sino porque puedo considerar la disposición
60 DEFINICIÓN DE CREENCIA
Representación y creencia
acción por ser útil sino porque así lo cree. Las propiedades o
relaciones del objeto determinan lo que creo y, sobre la base
de la creencia, puede añadirse el impulso afectivo o la intención
connativa. Ambas suponen la creencia previa en el objeto. Se
replicará que son propiedades del objeto las que determinan mi
actitud favorable o desfavorable hacia él. Sin duda, pero se
trata de propiedades percibidas, recordadas o juzgadas como
existentes, esto es, creídas.
¿Cómo diferenciar en las disposiciones hacia un objeto el
aspecto "afectivo" de su aspecto "cognitivo" o creencia? Po-
demos describir la misma disposición de dos maneras: por una
parte, en cuanto determinada por el objeto al que se refiere:
es la creencia; por la otra, en cuanto determinada por un di-
namismo especifico "en favor" o "en contra" del objeto: es la
actitud. La actitud añade a la creencia una tendencia o pulsión
de atracción o repulsión hacia el objeto creído. "Pulsión" es
usado aquí como un término muy general que cubriría toda
clase de deseos y quereres. Queda a la teoría psicológica esta-
blecer si los deseos pueden reducirse a una pulsión básica ("li-
bido'') y los quereres a expresiones conscientes que encubren
formas de deseo, como deseos de autovaloración, integridad,
retribución, reconocimiento, castigo, etc. La explicación de las
pulsiones podría estar en la existencia de necesidades subje-
tivas (manifiestas en el hambre, sed, tensión sexual, necesidad
de seguridad, etc.) que el objeto del afecto satisface. De cual-
quier modo, la forma en que se presente la pulsión en relación
con la correspondiente necesidad, "determina" el aspecto afec-
tivo de la disposición, así como las propiedades aprehendidas
en el objeto "determinan" la creencia: acotando, delimitando las
respuestas dinámicas posibles ante circunstancias cambiantes.
Así, "S tiene una actitud afectiva favorable hacia p" implica
necesariamente "S cree que p" y "p satisface una necesidad de
S". Según se vea la disposición como determinada por las pro-
piedades de la p representada, o por la pulsión satisfactora de
una necesidad, puede describirse como creencia en p o como
actitud hacia p.2
1 Fisbbein considera la actitud mmo el producto de creenda y enlua-
dón (1975, p. 29). Pero ¿qui podrfamos entender por "evaluación'? Enun-
ciados como "S a generot0, amable, etc." expresan creencias, no evalua-
dona, li 1e interpretan como la atribución de una propiedad a un ob-
jeto. En cambio, •.er gmermo a bueno, o agiaclable o daeable" al a-
praan claramente evaluado-., Los enunciados de valor podrian enten·
DEFINICIÓN DE CREENCIA 69
..~-·
70 DEFINICIÓN DE CREENCIA
Propuesta de definición
Razones. Justificación
Razones impllcitas
Razones básicas
Justificación e inferencia
Motivos
[IO'l]
MOTIVOS PARA CREER 105
Motivos y razones
Convicciones
a] A cree que p,
b] A tiene razones para creer que p y negar ahora la posi-
bilidad de no p,
c] A juzga esas razones suficientes.
'
142
indicativo, pues en ella no puedo "salir'' -por asf decirlo- de
mis propios estados mentales y referirme a un objeto con inde-
pendencia de ellos.
Comunidades epistémicas
Razones incontrovertibles
por la otra, S sólo puede saber que no hay tales razones suple-
mentarias, por las razones que él mismo posee. Luego, S sólo
puede tener una justificación objetiva de su creencia a partir
de su propia justificación subjetiva. Éste es el problema que
Héctor-Neri Castañeda (1979) ha llamado "paradoja de la jus-
tificación objetiva-subjetiva del saber". La única salida a la
paradoja consiste en establecer un criterio claro para que una
justificación subjetiva sea suficiente para inferir la objetivi-
dad de sus razones. Así, si un sujeto cualquiera sabe, debe
poder inferir, de las razones de que dispone lo siguiente: l] No
hay sujeto epistémico pertinente posible que tenga razones que
revoquen mi creencia (o: no hay razones suplementarias que
revoquen mi creencia), y 2] si un sujeto cualquiera tiene ra-
zones que revoquen mi creencia, no es un sujeto epistémico
pertinente.
Gilbert Harman (1973, p. 151) ~eñaló una vía de solución
a la paradoja a! formular el requisito de la objetividad de
la justificación como un requisito de inferencia: "Se puede
inferir una consecuencia sólo si se infiere también que no hay
razones que no se posean, las cuales socaven (undermine) las
razones que se tienen." En sentido negativo: "Un buen cientí-
fico no aceptará una conclusión al menos que tenga razones
para pensar que no hay una razón aún no descubierta que
socavare su conclusión." Como vimos, estas "razones no des-
cubiertas aún" sólo podrían entenderse en el sentido de "ra-
zones suplementarias", tal como antes las definimos nosotros.
En efecto, la formulación de Harman resultaría trivial si la
frase "no hay razones que no se poseen" se entendiera en
el sentido ele "no son disponibles para S las razones que no
posee"; sólo no es trivial si por ella se entiende "no son
disponibles para ningún sujeto epistémico pertinente las ra-
zones que S no posee". El principio de inferencia de Har-
man no es trivial si establece la posibilidad de concluir,
a partir de las propias razones, la inexistencia en la comuni-
dad epistémica pertinente de razones suplementarias que las
revoquen.
Todo el problema de la objetividad de las razones descan-
sa, así, en la posibilidad de que un sujeto sepa que sus razo-
nes son suficientes para inferirla. ¿Cómo es esto posible?
RAZOl'\ES PARA SABER 161
Discriminar razones
Análisis de saber
Para lidiar con los ejemplos del tipo Gettier ''arios autores-
coinciclen en proponer una estrategia: añadir una cuarta con-
dición a la definición de "saber". Lehrer (1974, p. 21) aiiacle
la condición [4]: "S está completamente justificado en creer
que p, de alguna manera que no dependa de ninguna aseve-
ración falsa.'" Esta condición puede formularse también en
términos de "incóntrovertibiliclad": "S está completamente jus-
tificado en creer que p, de alguna manera que no es contro-
vertida (defeated) por ninguna aseveración falsa." Esta pro-
puesta da solución a los ejemplos del tipo Gettier. En los dos
citados, ya no podemos afirmar que S sabe que q porque "q" de-
pende, para su justificación, de una proposición "P" que es falsa;
o, en términos de incontrovertibilidad: S no sabe que q porque
la proposición fal~a "P" controvierte la justificación de S.
Sin embargo, al añadir esta cuarta condición tampoco se lo-
gra una definición de "saber" válida para todos los casos. Ima-
ginemos, en efecto, la situación siguiente: durante mucho
tiempo los arqueólogos estuvieron convencidos ele que una
ciudad antigua, llamada "Acan Altepetl",t fue fundada por
los toltecas. Hay sólidas razones para sostenerlo: un códice
guardado en Viena registra la fundación de la ciudad, las es-
culturas y cerámicas encontradas son de la cultura tolteca y
ningún otro hallazgo permite poner en duda esa creencia. El
arqueólogo A sostiene esa tesis, en un erudito trabajo sobre los
toltecas. Nadie puede pretender que su tesis no esté plena-
mente justificada; la fundación de la ciudad por los toltecas
se da entonces por una creencia correcta. Pero sucede que el
arqueólogo B hace un descubrimiento inesperado. Excavando
los cimientos de un templo, encuentra vestigio:; de una civili-
1ación más antigua, diferente a la tolteca: sus jeroglíficos no
son muy claros, pero B les da una interpretación sugerente:
se llamaban a sí mismos "ixmecas" y fueron los verdaderos
inventores de las artes que luego se atribuyeron para sí los tol-
tecas. B lanza una hipótesis: la ciudad fue, en verdad, funda-
' El co11ocido 11ahuatli5ta Miguel León-Ponilla fue quien logró desci-
frar el nombre de la ciudad. ..\ él debemos este dato.
SABER Y \"CRDAD 189
capitulo, presenté por primera vez la distinción entre estos dos términos.
Sin haber conocido mi trabajo, Jesús Mosterln (1978, pp. 126-1!10) hizo
un análisis de esos conceptos que coincidía con el mio: ejemplo claro de
que aun en filosofía puede haber confirmaciones intersubjetivas.
[197]
198 CONOCE& Y SABER
Saber testimonial
Conocimiento en general
Ciencia
Sabiduría
Comunidades sapienciales
Práctica
Conocimiento y liberación
(299)
!IOO llEFEllENCJAS BIBUOCLÚ'ICAS
[307]
ÍNDICE DE NOMBRES Y CONCEPTOS
Kuhn, Thomas S.: 147n, 151, 171 166-171, 173, 175; 220, 250-
268
Lakatos, Imre: 171, 175 Praxis: véase Práctica
Lasker, B.: 106, 112 Precipitación y prewención: 113-
Lehrer, Keith: 17n, 99-101, 107· 114, 120, 262
108, 157, 186, 188, 190-191 Price, H. H.: 25n, 35n, 41, 80n,
León-Portilla, Miguel: 188n ll6n, 117n, 120
Lock.e; John: 25, 26, 115-116, Prichard, H. A.: 80n
275-279, 281 Proposición: 176
L6gica epistémica: 22, 13ln, Psicologismo: 12
2lln
Racionalidad: 73. · 276, 278, 280-
Maclntyre, A. C.: 56-57 281, 287-288, 290-291, 297
Marx, Karl: 55, 155, 251, 255, Ramsey, Frank P.: lll!n
258 Raven, Bertram H.: 49-53
McGuire, William J.: 45, 61n, Razones: 74-88
112, 120, 267n - de la creencia: 93-96
Método: 20.24 - del conocimiento: véase Jus-
Mosterfn, Jesús: 126, 197n tificación objetiva y Justifi-
Motivos: 102·105 cación personal
- de la creencia: 74·76, 104· - básicas: 85-88
125 - implicitas: 82-85, 94
- del conocimiento: 167-169, - incontrovertibles: 156-158,
220, 224, 260-268 171-174
- objetivamente suficientes:
Newman, John H.: 116, 278 véase Justificación objetiva
- prácticas: 78, 102
Objetividad, objeto: 59-61, 137- - suplementarias: 156-158,
158, 150-154, 181-182, 195, 201- 161-166
202, 224. - y causas: 88-101
Osgood, C. E.: 49 Realidad: 181, 195-196
Representación: 62-68, 72
Pascal, Blaise: 78, 275 Rokeach, Milton: 45
Paxson Jr., D. T.: 157, 190n Russell, Bertrand: 25, 26, 31n,
Peters, Richard: 38n, 39, 103n, lllln, 198, 199-200, 266
267n Ryle, Gilbert: 29, 38, 39, 126,
Piaget, Jean: 20ln 207
Platón: 14, 18, 22, 27, 74-75, 127
Poincaré, Henri: 171 Saber: 14-17, 1J4-U4, 174-175
Polanyi, Michael: 217n, 236, 267 - como aprehensión inmedia-
Práctica: 251-257 ta: 128-129
- como criterio de verdad: - en primera persona: 152-
253-257 134, 139.144
- teórica: 257-259 - hacer: 126-127, 206-207, 217
- y conocimiento: 17-19, 73. - por autoridad: 239, 244, 289
~•o ÍNDICF. DF. NOMBRES Y CONCF.PTOS
siglo
veintiuno
editores
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