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Guitarra Clásica de Estudio y de Concierto: “Hermanas en discordia”.

Por Jorge Lay Herrera

www.guitarraslay.com

De acuerdo a mi experiencia como constructor de instrumentos musicales en México,


empezaré diciendo que no es un asunto ocioso o menos aún inoportuno, el de la
diferenciación entre Guitarra de Estudio y Guitarra de Concierto, independientemente del
afán con que se efectúe, en nuestro país pareciera más bien una referencia forzada. Si bien
hay quienes afirman la discrepancia es inexistente, hay otros que la proclaman como rasgo
indispensable para su identificación y compra, otros más quienes aprovechan el
desbarajuste en ventas tramposas. Basta con conocer un poco más de cerca al mercado
nacional y cualquier extraño lo podría constatar En medio de este barullo de opiniones
encontradas, mitos, desinformación, exageraciones y posturas pragmáticas, me atrevo a dar
mi punto de vista por amor a la guitarra misma y con el único afán de situar la toma de
decisiones en torno al instrumento de forma multivariada, dando a conocer la postura en
LAY Laudería. De ningún modo pretendo erigirme en perito valuador o poseedor de la
última palabra al respecto, todo lo contrario, ojalá estas observaciones estimulen
aportaciones frescas que denoten argumentos alternativos pero con evidencia y soporte
empírico, que a su vez permitan a todo interesado aproximarse con mayor certeza y
entendimiento al fascinante mundo de la conformación de una guitarra clásica, erradicando
distorsiones o arbitrariedades que coloquen en una dimensión más acertada esta confusa
distinción.

Más allá de la preferencia que se pueda tener sobre una etiqueta o estilo de guitarra en
particular (latticce, doble tapa, experimental, millenium, tradicional, etc.), no hay duda que
la semántica –en el idioma español- ha arbitrado para complejizar el asunto de la
caracterización y uso del instrumento, los detractores de esta separación sostienen que toda
guitarra en esencia resulta equivalente; otros más, a los que les parece ridícula la
vinculación entre dar un concierto y estudiar. Esto podría continuar ad infinitum, por lo que
con respeto a las opiniones de terceros, guitarristas, lauderos, coleccionistas o diletantes de
la guitarra, asumo el reto de ofrecer un argumento que sólo pretende arrojar luz en este
escabroso terreno de categorizar la guitarra clásica, fenómeno que curiosamente con otras
familias de instrumentos musicales, acontece bajo una perspectiva diametralmente distinta,
aunque pueda conducir a resultados similares al del instrumento de cuerda pulsada. Menos
mal que carecemos de “Jaranas de Concierto” o “Fagots de Estudio”. Estos y otros
ejemplos, discrepan en función a características intrínsecas, estructurales no funcionales.
En el caso específico de los instrumentos de cuerda frotada, dónde incluso su segregación
ha llegado a límites de sutileza inconmensurable, la disyunción se formaliza a partir del
“amateurismo” versus el “profesionalismo” del laudero creador, enfoque que quizá tenga su
origen en la proliferación de sociedades internacionales que “validan, aprueban, certifican,

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sancionan, etc.”, a instrumentos e instrumentistas en este ámbito. Diré más, la anécdota
atribuida a Jascha Heifetz de que con un buen arco se puede tocar dignamente cualquier
violín, sea fidedigna o no, abre un espacio para reflexiones adicionales. Considerar que sólo
en Paracho Michoacán, se confeccionan guitarras de “Concierto”, es tan desatinado como
afirmar que los instrumentos de arco elaborados en Cremona Italia, son superiores a los del
resto del mundo. En el ámbito de cuerda frotada existen algunos lauderos que afirman
elaborar sus instrumentos para “Orquesta” por ejemplo o para “Solista”, siendo esta
segunda clase de mayor nivel, con mejores propiedades que los de “Orquesta”. Dicha
separación, cuando menos hace pensar que los del primer tipo se homogeneizarán en el
conjunto de la orquesta y los segundos destacarán.

Optar por la asignación apresurada de atributos cuantitativos obvios: la de mayor potencia,


precio, tamaño, sostenimiento de notas, fama, ornamentación, etc., resulta tentador por la
sencillez implícita, por ello, normalmente se asume como la vía habitual para encasillar en
un apartado “etéreo” –en ocasiones personalísimo- de importancia o valor al instrumento.
Sin embargo, al detenerse a considerar la innumerable cantidad de variables adicionales que
intervienen en nuestra época para la tipificación de una guitarra clásica, el tema se
transforma en un reto complicado y multifactorial. Indudablemente, aquí también interviene
la historia de usos y costumbres heredada de siglos anteriores dónde instrumentos de cuerda
austeros y de materiales comunes eran destinados a las clases populares y; los más
elaborados, incluso con componentes exóticos, reservados a la aristocracia. Lo que me
parece a todas luces peligroso, es que en el fondo esta falta de unanimidad, conlleve a
elaborar una especie de “rancking” equiparable a lo que aplica en ciertos deportes; como en
el ajedrez por ejemplo, para segregar a un laudero de otro, beneficiando propósitos
lucrativos.

En Europa, dónde se apunta arrancó esta distinción moderna cómo elemento de


mercadotecnia y comercialización en la década de 1950, es bien sabido que las guitarras de
nivel superior, con propiedades por encima de la media, destinadas a los músicos
profesionales y constituidas con materiales de primera; madera maciza, maquinarias de
gama alta, ornamentación especial, hechura a mano, que adicionan un precio elevado,
marcaron la pauta distintiva que facilitó separarlas de aquellos instrumentos producidos en
fábricas con procesos automatizados o de manufactura en serie, donde los criterios de
ahorro en tiempo y materiales se imponen y los componentes se adquieren en función a
premisas de costos; por ejemplo, para la caja acústica puede incorporarse madera
enchapada –laminada más barata-, la atención al detalle superflua y la selección de
materiales sistematizarse, no a partir de la particularidad de cada instrumento sino de la
línea de ensamble.

Hay que destacar que en américa latina el asunto cambia, de entrada el predominio local es
del pequeño taller sobre las grandes factorías, la apertura al ingreso de instrumentos
asiáticos de bajo perfil enorme y la falta de conocimiento del consumidor profuso. Antes de

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seguir, vale acotar que ocurren singularidades para algunos instrumentos de manufactura
industrial de alto precio; es decir, aun cundo su constitución haya dejado de ser artesanal,
existen modelos de guitarra clásica, sobre todo de etiquetas y manufactura europea que
sorprenden por su “capacidad” y hechura. Recuerdo que hace más de 30 años en México, la
extinta marca “Tres pinos” (fabrica Selva Negra) produjo algunos instrumentos
verdaderamente excepcionales, con materiales de primerísimo nivel y sonoridad superior.
Repito, no es lo esperado, son gratas extrañezas que aparecen de vez en vez. En México lo
frecuente es que en las fábricas se produzcan mayoritariamente instrumentos destinados al
consumo popular, existen algunas consideradas “de estudio” bien construidas, de importe
más elevado pero hasta dónde he tenido acceso, al día de hoy no me he topado con alguna
guitarra superior o de concierto, de reciente manufactura con etiqueta de fábrica. Sabemos
que ya existen fábricas extranjeras de instrumentos musicales operando en México, como
es el caso de las guitarras Taylor que se encuentra ubicada en el Estado de Puebla, aunque
en su producción impere la guitarra acústica de cuerdas de acero, en ocasiones la hechura
de este tipo de instrumento sobresale de aquél elaborado artesanalmente en un pequeño
taller, este hecho no es equivalente a lo que ocurre con la guitarra clásica de cuerdas de
nylon.

Estoy convencido que se ha tergiversado el sentido, la intención original en esta


disociación, convirtiéndola hoy en una encrucijada de paradigmas personales que no
agregan más que a la confusión, al mito, a la dispersión y a una cadena de sectarismos entre
guitarristas (y lauderos) donde batirse a punta de opiniones sesgadas, líricas, de escasa
fundamentación, son las armas para estos duelos bizantinos que no conducen más que a la
frustración y a entorpecer un concepto que en su principio taxonómico pretende a todas
luces simplificar. No pocas veces esta diferenciación se ha utilizado por parroquianos que
pretenden descubrir en una guitarra común, sencilla, pero funcional y atractiva, atributos
inaccesibles dentro de su naturaleza o clase.

En México; entre guitarreros, no deja de ser frecuente la absoluta división de criterios para
elaborar y vender una guitarra en casillas –niveles- de grado divergente sin la debida
explicación de las razones por las que son distintas en valor y atributos. Aunque todos
tengan la libertad para asignar el precio que les resulte plausible, lo que algunos guitarreros
tipifican cómo “estudio” para otros puede ser “concierto” o enmarcarse en una
catalogación, por cierto muy curiosa: “semi-concierto”. También puede ocurrir lo contrario,
que el constructor cometa el error o ingenuamente asigne a una “gran guitarra” atributos
modestos y un precio ínfimo. Quizá por la naturaleza y años de vigencia de dicha práctica,
se ha abierto una ventana para que clientes (guitarristas o no) con pericia y experiencia, con
sensibilidad y lógica en la distinción de un mejor instrumento sobre otro, es que algunos
sueñan o viven con la ilusión de que llegará el día donde encontrarán “el tesoro de
Moctezuma”, la mejor guitarra al menor costo. Ojalá alguien la obtenga de forma ética y no
aprovechándose de la desesperación o necesidad económica de algún constructor. Aunque

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no es mi papel opinar sobre lo que suceda en otros países; en el nuestro, que sorprende por
el altísimo nivel de algunos guitarreros, prevalece una competencia mal entendida entre
constructores de toda la república, rivalidades acérrimas y un exceso de arrogancia en el
gremio. Propongo desde mi modesta trinchera, que se diriman estas actitudes recalcitrantes
que a todos perjudican, empezando por el cliente. Estoy seguro, si se suman voluntades y
dejan a un lado posiciones exclusivistas o el proteccionismo local, podremos llegar a
acuerdos relevantes, en los que la mayoría comencemos por el respeto mutuo y el
aprendizaje colaborativo. No permitamos que la descalificación del otro, el “quítate tú para
ponerme yo”, el descredito indirecto, la falta de escrúpulos para comercializar una guitarra
de forma bribona, sea lo que sobresalga.

Por supuesto que la comparación entre instrumentos musicales es tanto útil como
indispensable en la elección, ejecución y trayectoria de éstos. Quienes hemos tenido la
oportunidad de probar o construir cuantiosas guitarras sabemos que sí existen diferencias
significativas en la construcción y resultado sonoro de cada instrumento, aun cuando no se
tenga el equipo científico experimental de precisa medición o el conocimiento en procesos
de metrología para asignar atributos puntuales a indicadores relacionados con sonido,
materiales, espesores, resistencia, fuerza, etc. Sin embargo, también señalo que la gran
mayoría de personas no cuentan con un oído “educado” para percatarse de dichas
diferencias, incluyendo músicos. La sutileza en el timbre, brillantez, equilibrio, proyección
de graves, potencia, sonora; entre otros tantos atributos, aunque parezca mentira no son
siempre percibidos con claridad por todo mundo con la misma eficacia, particularmente
entre instrumentos afines aunque no equivalentes.

Un fenómeno adicional es que la percepción sonora inmediata del ejecutante sobre el


instrumento, no es equiparable a la que experimenta un tercero colocado a mayor distancia
(proyección sonora). Con independencia a la sensibilidad auditiva del escucha, algunos
instrumentos tienden a definirse mejor que otros a cierta distancia y la manera óptima de
probarlo es en una sala de concierto.

La distinción idónea estaría en el reconocimiento puntual de mejores cualidades tímbricas,


hechura pulcra y precisa, materiales de primera, claridad en la proyección sonora y una
notable superioridad entre diversas propiedades de un instrumento sobre otro,
independientemente del precio, constructor, país de procedencia, estilo, modelo, diseño,
materiales y un largo etcétera, dando por hecho que dichos factores cumplen con estándares
mínimos. Lo que implícitamente requiere que el ejecutante sea una persona habilidosa en su
manejo, con experiencia, dotado de sensibilidad auditiva y gozar con la fortuna de haber
probado (escuchado) un sinfín de guitarras bajo contextos distintos o dispares. Es común
que se responsabilice injustamente sólo a la guitarra de algunas deficiencias o limitaciones,
excluyendo las propias de su ejecutante.

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Aunado a lo anterior, destaco lo quimérico de pretender que con un solo instrumento; aún
cuando se considere de Concierto, se logren abordar de forma óptima todos los géneros,
tocar bajo condiciones climáticas disímiles, acoplarse a cualquier tipo de ensamble y atinar
al sentido musical ulterior establecido por el compositor de la obra en cuestión, en mi
entendimiento una guitarra por extraordinaria que parezca no es capaz de responder
equitativamente o con el mismo grado de cumplimiento en tan diversos escenarios. Que
quede claro, la estética sonora pretendida para la pluralidad de géneros y/o estilos musicales
por ser tan amplia y diversa no siempre es bien conocida y por tanto, abordada. Habrá
guitarras que por su morfología y naturaleza se desempeñen mejor que otras bajo entornos
o criterios delimitados. Tan es así, que desde el siglo XIX en adelante se han confeccionado
2 tipos de guitarras incomparables, una para el “flamenco” y otra para música “clásica”. En
México existe otra categoría que se usa prolijamente en el medio de los guitarreros y
músicos de folklore: “guitarra para música popular”, que tristemente destina a un
instrumento elaborado con maderas nacionales, vinculado a géneros no cultos o
académicos, al más bajo nivel, con un dejo de menoscabo o desprecio por las especies
maderables mexicanas y su música tradicional. Abogo para que este enfoque se transforme
a la brevedad hacia lo positivo.

Debido a la gran variedad de innovaciones o cambios estructurales y de diseño que se le


siguen realizando a la guitarra clásica tradicional, alterando su comportamiento físico-
acústico, no dudo que en un lapso cercano, los compositores para obras de guitarra
comenzarán a indicar específicamente con qué modelo o tipo de guitarra se deberá ejecutar
su obra. Sería un gran aporte para la laudería, que músicos especialistas en diversos
ámbitos: tango, son, folklore argentino, chileno, colombiano, mexicano, en general de
temas latinoamericanos o de otras latitudes, detallaran puntual y claramente la sonoridad
deseada y características ideales del instrumento más adecuado para abordar dichas músicas
con eficacia. Existe una simbiosis entre la muscicalidad y el instrumental para abordar cada
género, que incluso cambia de región en región tomando matices particulares de acuerdo a
cada tradición poblacional, la forma de tocar un vals en Perú no es la misma cómo se
aborda en México, Venezuela o Ecuador. Claro que la morfología y rasgos organológicos
originales de algunos instrumentos de cuerda pulsada; entre ellos la guitarra clásica, se han
transformado con los años, adaptándose a las peculiaridades culturales del folclore local.
Un caso de ello es el guitarrón chileno; sin embargo, también hay aquellos que cayeron en
desuso paulatinamente cómo la guitarra séptima mexicana a principio del siglo XX. ¿El
gusto por la guitarra clásica de seis cuerdas o su estética sonora predominó sobre el de la
séptima?

Aquí salta a la vista la imperiosa necesidad de contar con instrumentos disímiles, de


propiedades únicas, para aproximarse con mayor certeza a lo que demande el reto musical
que se emprenda. Es bien sabido que para abordar los “Choros Brasileiros” o varias piezas
importantes de autores contemporáneos, así como “Valses” de orígenes diversos entre

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otros, es preferible contar con una guitarra que exprese eficazmente sus frecuencias graves,
para que los bajos se distingan y puntualicen el carácter rítmico de la obra. No se deje
confundir y menos engañar, en nuestro país han proliferado desde hace tiempo lo que
pretenden ser copias de algunas guitarras elaboradas por constructores famosos sean
actuales o consagrados, no son pocas las réplicas y otras tantas reproducciones bastante
depuradas, donde se ve la mano hábil y la destreza de su creador, más no por ello se pueden
colocar todas en la categoría de instrumento superior y mercadear a precio de oro.
Engañosamente en ocasiones, a ello se aspira. A pesar de que no siempre se vislumbre así,
dicha práctica estimula la creación de instrumentos genéricos intercambiables, por decir lo
menos. Aunque en el mundo entero se diga que existen hoy día más guitarras Santos
Hernández circulando que las que él mismo construyó (lo que denota la preeminencia
internacional de este extraordinario guitarrero español), espero que a la guitarra clásica no
le suceda lo que al instrumento de cuerda frotada, dónde abunda el fraude, la estafa
comercial y el descarado engaño público con instrumentos apócrifos.

Por lo anterior, sería correcto asignar una carga valorativa en función a la capacidad
particular de cada guitarra para ejecutar con éxito ciertas obras o géneros; es decir, con el
criterio exclusivo de cumplimiento o concordancia para con el desarrollo de la obra en sí y
que el usuario impute al instrumento, no en función de su uso público en un concierto o
para el desarrollo de habilidades en privado, sino que su aplicación concuerde con el
contexto y desempeño deseados, la filosofía que nos legó Joseph Juran sobre la
“adecuación al uso” como principio fundamental de calidad, se enmarca en esta premisa.

Ello implica además, que el intérprete o guitarrista cuente con la preparación suficiente;
digamos mínima, para obtener una respuesta acústica primaria. Destacar todo el potencial
que un instrumento pudiera brindar, riqueza tímbrica, definición, sostenimiento de notas,
balance, claridad, amplitud de colores o texturas, etc., requiere necesariamente de músicos
competentes, experimentados y sensibles. Así, en este contexto, la pregunta que cabe,
imperiosa e indispensable en relación a la diferenciación es: ¿Qué finalidad pretendo con
dicha distinción, comprar un instrumento, calificar a un luthier, recomendar al estudiante,
atribuir calidad, separar métodos constructivos, tasar precio, distribuir el mercado, etc., etc.,
etc.? Es importante comprender que en el fondo de esta aproximación existe un propósito
disyuntivo o antitético en cuanto a nivel o supremacía de un instrumento sobre otro, pero no
se pierda de vista que el binomio guitarra-guitarrista es indisoluble. Una guitarra llámese de
concierto o estudio; a mi entender, no debe imponer su voluntad sobre la del músico, no
tiene por qué ser un suplicio obtener ciertas notas, ejecutar digitaciones complejas o matizar
con sutileza algunos pasajes; en otras palabras, ante todo, una guitarra construida
apropiadamente debe tocarse con facilidad, permitir al músico explayarse en un
acoplamiento de fluidez continuo y no entorpecer su desempeño.

Para usted ¿Cuál es el instrumento de referencia, su punto de partida o de comparación, su


“línea base”? ¿De cuál constructor, escuela, país, madera, etc? ¿Para abordar cuál obra, que

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compositor, que periodo o época, con qué estilo musical, en cuál género, etc? ¿Para tocar
cómo solista, con orquesta de cámara o mayor, en ensambles, trío, cuarteto,
acompañamiento vocal, etc? ¿Bajo qué condiciones climáticas, a nivel del mar, con
humedad o en lugares secos, el recinto es cerrado o abierto, grado de reverberación u
absorción acústica? ¿A qué tipo de guitarra se refiere, experimental-contemporánea,
tradicional española, manufacturada en fábrica o en un taller de forma artesanal? Un solo
instrumento por bien construido o costoso que sea no responderá con la misma efectividad
ante tal diversidad de condiciones, con independencia a lo dotado que sea el intérprete.
Sería fabuloso que todo guitarrista descubra de antemano cuál es el tipo de guitarra que le
acomoda, que encaja en su estilo, ataque, técnica o predilección personal y respete sin
descalificar o prejuzgar otros instrumentos; o porque no le favorezcan o bien, porque
simplemente no están dentro de su gracia. Aquí el papel que juega el docente evitando
imposiciones innecesarias, es indispensable. Por ello sería esencial que todo guitarrista en
formación visite talleres de construcción de guitarras, conozca sus procesos y diferencias
desde temprana edad, valorando aquellas que mejor faciliten su propia ejecución.

Esté clasificada cómo estudio o concierto, existen guitarras que destacarán en algunos
ámbitos y en otros serán mediocres o declaradamente deficientes. Una sóla guitarra no
basta. Así que situar en contexto al instrumento, es elemental para que la comparación sea
equitativa. Así mismo, a mi modo de ver la práctica de ciertos constructores o fábricas de
incluir en su etiqueta adjetivos o nominaciones parecidos a: Especial, de Primera,
Aniversario, Imperial, de Exportación, Centenario, 1ra, 2da, 1A, 1b, 2c, etc., como medida
de tipificación, lejos de auxiliar a la claridad del asunto ha ensanchado la brecha de los
criterios tendenciosos para fines de negocio. Así que, con ello bien vale cuestionarse: ¿Un
diez en una institución educativa pública, equivale a la misma máxima calificación en una
universidad privada? Esta es una pregunta plausible y pertinente. A todas luces sería más
apropiado indicar para quién está destinado el instrumento, en función de su competencia o
dominio guitarrístico; para un principiante que se inicia en el instrumento, para alguien con
nivel intermedio que está por terminar su carrera o para un profesional que domina a
plenitud el instrumento y cuenta con amplia experiencia.

Sabemos que tal diferenciación (en México cuando menos) ha favorecido un paradigma
peyorativo; con lo cuál, mediante la discriminación arbitraria u acomodaticia, se incide para
descartar injustamente ciertos instrumentos y fortalecer otros. Verbigracia, sería más
apropiado identificar las diferencias a partir de atributos inherentes a ellos, como por
ejemplo, propiedades tímbricas, en lugar de condiciones extrínsecas como etiquetas, modas
precios, lugar de procedencia, diseño, etc. Sin descartar desde luego, la probidad y rectitud
con que trabaje el laudero que los construya.

Aunque cualquiera pueda elaborar una opinión de cómo distinguir una mejor guitarra, más
allá de su destino final o uso, existe un grupo selecto de instrumentos extraordinarios en el
más amplio sentido, tanto acústico como constructivo, donde encontraríamos la “elite” de

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las guitarras, las de alto valor, precio y calidad incuestionable –sin dejarse perder o
confundir con los peligros de la publicidad, fama y criterios institucionales, sean
académicos o de mercado-. Aquí señalo de forma contundente y asertiva: ¡México produce
guitarras de esta categoría! Con la enorme ventaja de poderlas adquirir a un precio
infinitamente menor de lo que valdrían en otros países con economías distintas y un costo
de vida mucho más elevado que el nuestro. Resta decir que abundan instrumentos sobre-
preciados junto a clientes que han sido víctimas de engaños perpetrados por tiendas,
comerciantes, músicos o lauderos mal intencionados, deshonestos, sinvergüenzas que
aprovechándose de esta encrucijada donde se carece del dictamen definitivo o mejor, dónde
sobra la desinformación, se valen de la oportunidad para lucrar con tretas y artilugios
argumentativos que aparentan ser convincentes. Si después de invertir una suma
considerable en la adquisición de una guitarra de “Concierto” con cierta reputación,
etiqueta, origen o maderas, ésta no cumple con la expectativa o, como se dice
coloquialmente: “no da el ancho”, resultando improbable de colocar en la categoría que fue
vendida, es común recurrir al esquema de la disonancia cognoscitiva -teoría desarrollada
por Leon Festinger- donde se explica cómo el ser humano recupera la homeostasis o
equilibrio emocional después de padecer cierta desilusión mediante un sinfín de
justificaciones racionales que aminoren la disyuntiva psicológica que la generó. A partir de
la frustración inducida por este acto doloso, no hay duda que se hallará la apología idónea
para disminuir el infortunio derivado de una compra cuantiosa pero equivocada, producto
de una trampa. Al final de este trabajo, incluyo una alternativa para la valoración de la
guitarra clásica objetiva y clara, que se podrá ir enriqueciendo poco a poco.

Un grupo más, es el que engloba al instrumento adecuado, competitivo y superior al


promedio.

En el tercero, encontraríamos a la guitarra básica, con atributos comunes de respuesta


sonora y constructiva, que estadísticamente forma parte de la media. Por último, faltaría
adicionar una cuarta sección dónde se enmarquen aquellos instrumentos de valor
museográfico o histórico, que representan una época, innovación en el diseño y
construcción, el vínculo o trayectoria particular con algún creador o músico excepcional…,
esta podría ser la categoría dónde aparezcan “las joyas de la corona”.

Ahora bien, sucede con frecuencia que se realicen comparaciones “cruzadas” entre estos
grupos disimiles, craso error. Simplemente no son compatibles entre sí. Algo parecido a lo
que ilusamente acontece al querer comparar una guitarra nueva, recién construida, con otra
que lleva años de sana ejecución. El sonido de una guitarra correctamente acoplada;
madura, se enriquece al paso del tiempo, siempre y cuando haya sido también utilizada
adecuadamente. Caben las comparaciones pero dentro de cada una de las categorías, no
fuera de ellas. Sí bien es cierto lo tentador de caer en la trampa o mejor en el “autoengaño”,
de colocar a nuestro instrumento en una categoría a la que no pertenece, algo así cómo
cotejar un reloj de cuarzo contra uno automático, compréndase que toda guitarra es

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diferente y sonará diferente en manos diferentes. No por ello será mejor o peor,
esencialmente será: diferente. Lo que he podido observar con guitarras antiguas, hechas a
conciencia, debidamente elaboradas, es que lejos de homogeneizar el sonido o presentar
pérdida de matices, claridad, colores u otros atributos tímbricos, estos se han enriquecido
con el tiempo y buen uso, viven ahora sus “años dorados”.

Aunado a la degradación ecológica, a la afrenta que causa encontrar tal desperdicio de


maderas y materiales invertidos en guitarras desechables, hay que denunciar también la
abundancia de instrumentos que incumplen con criterios básicos o estándares mínimos de
respuesta acústica, ornamentación, acabados, materiales, comodidad, etc.
Independientemente que sean encasillados como de estudio o no, simplemente no
funcionan para quienes pretendan comprometerse en el estudio serio o práctica profesional
de la guitarra, aunque sean en apariencia similares a otros superiores. Sin embargo, por su
fabricación en serie, bajo costo y accesibilidad inmediata son los que en nuestro país
predominan, tanto en el mercado musical (aparecen también en la juguetería o algunas
tiendas de autoservicio) como en el hogar del mexicano. Lo aplaudo porque me parece
fabuloso que en cada casa, por humilde que sea, exista la posibilidad de adquirir alguna
guitarra. No se olvide que la guitarra es el instrumento más popular en el mundo, quizá uno
de los más nobles para entregar sus notas, pero de los más ininteligibles en su amplio
dominio.

Ahora, si un estudiante del instrumento o aún más, un profesional, no cuenta con alguna
guitarra que posibilite una paleta tímbrica amplia, no tan solo será incapaz de obtener
ciertos matices o sutilezas sonoras, sino que tampoco tendrá conciencia de su existencia o
de que una guitarra sea capaz de concederlas, por ello la relevancia de contar con
instrumentos de calidad en todo momento, desde el inicio formativo de un guitarrista o
cuando se pretenda abordar al instrumento de manera comprometida y formal. No sólo por
dedicarse profesional o seriamente a la ejecución del instrumento sino por sus ventajas
comparativas propias, valor de mercado y trascendencia en el tiempo, la decisión sabia a
todas luces es invertir en una guitarra superior al promedio.

Así como existen globalmente corrientes o escuelas para el aprendizaje en la ejecución del
instrumento, francesa, española, latinoamericana, entre otras, con sus respectivos
seguidores y adversarios, sabemos que en México hay partidarios de ciertas técnicas o
métodos de interpretación a pequeña escala. He podido constatar que existen guitarristas
que favorecen a ciertos docentes jóvenes y descartan a los veteranos (o viceversa), los que
asumen -en no pocas latitudes del país- que algunas academias musicales son buenas,
mientras se descalifican otras a nivel local o pedagógico. ¿Cuál es la dinámica guitarrística
correcta de interpretación para ciertas obras? No hay duda que cada guitarrista único y
diferente, buscará también instrumentos que satisfagan su peculiaridad. Cada chef aunque
prepare el mismo platillo tendrá su propia sazón. Por ello la importancia de construir una
relación trascendente entre guitarrista y guitarrero, donde el conocimiento y comunicación

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mutua permita el desarrollo de un instrumento “maximizado” y adecuado a expectativas
personales. Esto lo entendió muy bien Andrés Segovia y como resultado impulsó; entre
otras, el uso del Nylon para las cuerdas y de la Thuja Plicata (cedro canadiense) para la
tapa.

Cabe señalar, aunque yo pongo mi mayor esfuerzo, dedicación, empeño, conocimiento y


esmero en cada guitarra que construyo, en Lay Laudería no buscamos ser más “papistas que
el papa”, tengo conciencia de que la capacidad económica para adquirir guitarras de alta
gama no es el privilegio de todos, así que también ofrezco la posibilidad de un instrumento
con menor costo (de estudio) pero sin utilizar componentes sintéticos, maderas de dudosa
procedencia o materiales defectuosos. Simplemente me apego a la distinción entre una
guitarra elaborada con mejores materiales, más costosos y selectos, algunos de importación,
atención al detalle, minuciosidad, acabado esmerado, recubrimiento de nivel superior,
denotado equilibrio entre graves y agudos, comportamiento acústico sobresaliente y sobre
todo una mayor inversión de tiempo para su conformación y puesta a punto final. A la cual
denomino de “Concierto”.

El segundo tipo, o de “estudio”, cuenta con los mismos principios y/o procedimientos
constructivos; sin embargo, la atención al detalle ligera, ornamentación austera, acabados
de lucimiento promedio, maderas más modestas y económicas debido entre otros factores a
que son nacionales y no se pagan gastos de envío, aduanales, certificados fitosanitarios o no
están en peligro de extinción. Así mismo, los componentes en su mayoría también son
nacionales (no por ello inferiores) y un resultado sonoro –generalmente, no siempre- menos
destacado. En ambos casos los principios ergonómicos, de comodidad, garantía, afinación,
etc., cumplen a cabalidad con criterios universales. A diferencia de otros talleres o marcas
como en España por ejemplo, donde las guitarras de primer nivel están hechas por el oficial
o dueño, dejando las segundas como una práctica formativa, en Lay Laudería un servidor
elabora las dos categorías de guitarra (en las que varían los precios) en su totalidad de
forma manual, sin enviar a maquilar componentes o subcontratar con terceros la realización
de ciertos procesos, cosa que con frecuencia acontece, perdiendo así el control sobre el
resultado final del instrumento. Aún cuando quienes hemos interpuesto diversos
mecanismos para la repetibilidad de los procesos y consistencia en el resultado acústico
final; no siempre el conjunto obtenido deslumbra. En otras palabras, hay mucha guitarra a
la que se asignan atributos de concierto (destacados) a pesar de no dar la talla.
Constructores que maliciosamente intentan encasillar todos sus instrumentos en esta
categoría o incluso superior, mediante juicios personales parcializados.

Consciente de que una gran mayoría de consumidores paga más por la “marca-etiqueta”
que por la calidad o categoría del instrumento, expongo la elaboración de un método a
partir de algo parecido a una lista de verificación, en donde se otorgue del modo más
objetivo posible un atributo numérico dentro de una escala a diversos factores, que con su
resultado final permitan atribuir una clasificación más precisa. Algo similar a lo que se hace

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en los concursos de construcción de instrumentos de cuerda. Aunque no se tengan a la
mano tal conjunto de jueces o cantidad de guitarras para comparar; pero sí el beneplácito
entre dos partes. El espíritu de mi propuesta radica en operacionalizar algunas variables
críticas (sonoras, ergonómicas, constructivas, de materiales o componentes, comerciales,
entre otras) que con el tiempo adquieran validez y confiabilidad tanto para evitar la
confusión y fomentar la imparcialidad, como para favorecer precios más justos, eliminando
en lo posible la subjetividad. Pero sobre todo donde guitarrista y guitarrero coincidan.
¡Bienvenidas sus aportaciones! El modelo de evaluación que propongo aparece en la matriz
del anexo 1.

Sí una guitarra cautiva desde el primer contacto con ella, vibra junto a su propio modo de
sentir, lo estremece, la percibe cercana, limpia, transparente, tocó su alma, sus fibras, se
aproxima a la voz que esperaba, no dude en hacerla suya, le está llamando, pide sea usted
quién la complete. Quizá éste sea “el duende” del que hablan tanto los flamencos. Si le
gusta una guitarra en particular cómprela por convencimiento, por gusto personal o
intuición, no en función a la persuasión, precio u opiniones circunscritas a la académica.
Asegúrese que su decisión haya nacido de un criterio personal, no de sesgos publicitarios,
influencias inapropiadas o cánones inoperantes. Ojalá, al mismo tiempo, entable una
relación favorable y duradera con el constructor que le dio vida.

Por amor a la guitarra, a mi oficio, a la naturaleza y respeto a al cliente…

Atizapán, Estado de México. Abril del 2018

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Anexo 1.- Tabla para calificar las dimensiones de calidad en una guitarra clásica.

DIMENSION DESCRIPCIÓN

DESEMPEÑO
Funcionamiento general del instrumento, respuesta acústica

CONFORMACIÓN
Construcción, hechura, atención al detalle, industriosidad
COMODIDAD
Facilidad de ejecución, ergonomía

MATERIALES Especificaciones de los insumos o componentes utilizados


DURABILIDAD
Integridad física, tiempo de vida útil, garantía
CONFIABILIDAD Consistencia del desempeño del instrumento a lo largo del
tiempo, probabilidad de que falle
SERVICIO Capacidad de respuesta del constructor, atención post-venta

ESTETICA
Características ornamentales, acabados, aspecto general

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