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Algo no mencionado en el debate sobre los ‘bonos de agua’ y que no tiene nada que ver con el

ministro Carrasquilla es, ¿qué pasó después de los bonos?, ¿quién ganó y quién perdió al
desmontar los préstamos a los municipios financiados con los bonos?

Recordemos cómo funcionaban: un grupo de inversionistas creó el Patrimonio Autónomo Emisor y


Prestamista (PAEP), una especie de banco paralelo que captaba recursos del público (en la
modalidad de bonos) para hacer préstamos a 19 años a municipios, con un margen de
intermediación anual de 3% en el negocio.

El PAEP se creó porque a los prestamistas naturales, los bancos comerciales, no les interesó
meterse en el negocio ni arriesgarse prestando plata a los municipios, a pesar de la excelente
garantía que tenían en las transferencias del presupuesto nacional.

Como la tasa de captación de los bonos era alta (IPC + 8%), los préstamos a los municipios
resultaron costosos (IPC + 11%). Entonces el Ministerio de Vivienda decidió ayudar a los
municipios, en muchos de los cuales se robaron la plata, pero eso es otro problema, y se inventó
un mecanismo para reemplazarlos, en el decreto 1300 de 2014.

En el nuevo esquema, una entidad pública, Findeter, constituyó un nuevo fideicomiso que
sustituyó el PAEP y recompró los bonos con plata que le prestaron 6 bancos comerciales a una tasa
mucho más baja, y así le pudo bajar la tasa a la mayoría de los municipios.

Lo ingenioso fue que los bancos pudieron prestarle al nuevo fideicomiso de Findeter a una tasa
mucho más baja que la de los bonos, porque lo hicieron con recursos que les dio el mismo
Findeter a una tasa subsidiada del IPC + 0,5%. Entonces, ¿quién ganó y quién perdió?

Ganaron los 100 municipios pequeños a quienes se les redujo la tasa de interés a IPC + 7. No
ganaron los 17 municipios grandes a los que se les mantuvo una tasa similar a la anterior.

Los grandes ganadores fueron los bancos comerciales, a quienes les entregaron gratis un negocio
de créditos por $490.000 millones durante quince años, sin invertir un peso en su estructuración.
El regalo fue aún más generoso porque el margen de intermediación entre el costo de lo prestado
por Findeter y la tasa de los préstamos resultó de 6,5%, mucho mayor que el que se ganaba el
PAEP.

En contrapartida perdieron los dueños del PAEP, quienes se quedaron sin el negocio en el que
esperaban ganar un margen de 3% durante 19 años y solo lo obtuvieron durante 4 años, con lo
que apenas recuperaron lo invertido en diseñar y montar el mecanismo.
Perdió el presupuesto nacional, pues el mismo decreto 1300 estableció que debería dar recursos a
Findeter para que pudiera redescontar a los bancos recursos a 15 años, a una tasa subsidiada.
Si se quería aliviar la situación de los municipios, ¿por qué Findeter no prestó directamente los
recursos al Fideicomiso, sin necesidad de intermediarios, para que los prestamos se hubieran
podido hacer al IPC + 0,5%? Según el decreto 1300, hubiera podido hacerlo.

*Economista

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