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Resumen parcial Filosofía de la Historia

Unidad introductoria

*Texto 1: Danto (¿Cuáles serian las metas según la posición de Danto que perseguiría un
filósofo analítico que se ocupa de la disciplina Historia?): Danto advierte que la expresión
Filosofía de la Historia indica dos tipos de investigación: Filosofías de la Historia sustantiva y
analítica. La primera intenta dar cuenta (igual que la Historia) de lo que sucedió en el pasado.
Mientras que la segunda no sólo está vinculada a la filosofía sino que también es filosofía adaptada
a problemas conceptuales específicos, que se manifiestan tanto en la práctica de la Historia, como
de la filosofía sustantiva de la Historia. En este sentido, la Filosofía sustantiva es una tentativa por
descubrir un tipo de teoría que se ocupa del “conjunto de la Historia”, expresión que –como aclara
el autor- abarca más que la expresión “todo el pasado”, ya que también incluye el futuro o como
bien expresa él: “todo el futuro histórico” . Dicho esto, identifica dos tipos de tales teorías: las
descriptivas y las explicativas. Las primeras intentan exponer una pauta en los acontecimientos que
constituyen todo el pasado, y proyectar esa pauta sobre el futuro, sosteniendo la idea de que los
acontecimientos en el futuro se repetirán o completarán lo expuesto por los acontecimientos del
pasado. Por otro lado, una teoría explicativa propone dar cuenta de esta pauta en términos causales.
A modo de conclusión Danto sugiere que “Se podría decir entonces que ése es el sentido en que la
filosofía sustantiva de la historia tiene que ver con el conjunto de la historia: todo el pasado y todo
el futuro, la totalidad del tiempo”.

*Texto 2 Dray (¿Dray estaría de acuerdo con esta exclusión? Justifique): Dray Se muestra en
concordancia con lo propuesto por Walsh sobre la selección de las cuestiones metafísicas que
deberían estudiarse en Filosofía de la Historia, y las que deberían excluirse de tal estudio. De ese
modo, plantea que la Filosofía especulativa de la Historia tiene como objetivo hallar en la
Historia, en el curso de los hechos un significado más allá del alcance de un historiador común.
Mientras que la Filosofía crítica de la Historia intenta definir la naturaleza de la investigación del
historiador para localizarla en lo que el autor llama “en el mapa del conocimiento”. Por esa razón,
los filósofos contemporáneos de la Historia escriben prestando atención al campo de la Filosofía de
la ciencia. La Filosofía especulativa es estudiada por su elaboración de argumentos significativos.
Además, para explicar tal selección de los problemas a tratar, es importante tener en cuenta una
referencia a la Filosofía de la ciencia. Ya que la razón de ser de una Filosofía crítica de la Historia
está estrechamente vinculada al cuestionamiento acerca de si la investigación histórica es o no
científica en el sentido que lo son la física , la biología, la psicología y las ciencias aplicadas como
la ingeniería. Entonces, si la historia es – o por lo menos debería ser- científica en este sentido, no
es necesario un criterio separado de la investigación histórica. Por lo tanto, el método histórico
debería ser solamente otro método amoldado a la materia que interesa a los historiadores; y la
Historia entonces podría clasificarse como una rama de las ciencias sociales.

Texto 3 Koselleck (Relacione las dos definiciones que ofrece Koselleck sobre el tiempo
histórico): El autor señala acepciones sobre el tiempo histórico, y para eso empieza su trabajo con
un interrogante: ¿Tiene la historia su tiempo propio, que no es el del calendario o el del reloj? En
este sentido propone que para responder qué es el tiempo histórico, es necesario ahondar en la teoría
de la Historia y en la ciencia histórica. Ya que las fuentes del pasado ofrecen información
acercade los hechos y pensamientos, planes y resultados, pero no lo hacen de modo inmediato
acerca del tiempo histórico. De ese modo, hay que cuestionar la singularidad de un único tiempo
histórico, que se diferencia del tiempo natural:” Pues el tiempo histórico, si es que el concepto tiene
un sentido propio, está vinculado a unidades políticas y sociales de acción, a hombres concretos que
actúan y sufren, a sus instituciones y organizaciones. Todas tienen determinados modos de
realización, con un ritmo temporal propio”.

Es decir que el tiempo histórico está relacionado al tiempo político y a la conciencia histórica,
debido a que los sujetos/as se piensan históricamente y por ende se piensan políticamente al tener la
posibilidad de intervenir o transformar la realidad, la cual puede tener fines conservadores o
revolucionarios. Así, su hipótesis radica en que la diferencia entre pasado y futuro o, entre
experiencia y expectativa se puede definir el tiempo histórico. Ahora bien, esto se vincula al hecho
de que el hombre esté biológicamente condicionado, el que, con la edad, cambie también la relación
entre experiencia y expectativa, ya sea porque una crezca y la otra disminuya, o porque la una
compense a la otra. Pero también en el trascurso de generaciones históricas se ha transformado la
relación entre pasado y futuro. Un resultado general de esto es que, en la medida en que se haya
experimentado el propio tiempo como un tiempo siempre nuevo, como “modernidad”, el reto del
futuro se ha hecho cada vez mayor. Por eso se pregunta especialmente por el presente y lo que
entonces era su futuro entretanto ya pasado. Esto se utiliza para acumular nuevas experiencias y así
poder adaptarse cada vez más rápido. Este cambio de mentalidad se inicia en la segunda mitad del
siglo XVII, donde se empieza a ver el tiempo pasado como medieval. Entonces, a partir de ahí se
vivió un” tiempo nuevo”, en el que el pasado se relacionaba con el futuro. Con esto se da un giro
con respecto a la perspectiva de futuro, ya que anteriormente se restringía su expectativa debido al
control de la Iglesia del tiempo (Apocalipsis, anuncio del fin de los tiempos). De esa manera, surgen
interrogantes acerca de lo que estaba por venir, interrogantes que estaban relacionados entre sí, y
con la idea de salvación: el pronóstico racional y la Filosofía de la Historia. El primero nace en
oposición a la profecía (forma de ver al futuro en el que los acontecimientos son símbolos para lo
que ya se sabe, es decir destruye el tiempo, de cuyo fin vive). Por lo tanto, el pronóstico racional
se limita a las aptitudes mundanas, en el que el tiempo se muestra de forma inesperada, y en el que
aparece la novedad. Así, tomado desde su estructura puede ser considerado como el factor fusión
del Estado, que va más allá del mundo que tenía un futuro limitado, como se creía anteriormente.

*Texto 4 Lowith (¿Tiene sentido la historia para Carl Löwith? Delimite entonces los alcances de
su indagación en torno al sentido de la Historia): Lowith marca una diferenciación entre el
historiador clásico que se pregunta ¿Cómo ha sucedido? Mientras que el historiador moderno se
interroga: ¿Cómo iremos adelante? El motivo de esta moderna preocupación hacia el futuro-explica
el autor- es que la fe cristiana y hebrea ha desnaturalizado el significado clásico de la Historia, y al
mismo tiempo, anula la concepción clásica del futuro como algo cognoscible, es decir que puede ser
investigado y conocido como un hecho. En esta línea, plantea que“El futuro es el verdadero foco
de la Historia siempre que la verdad more en el cimiento religioso del Occidentes cristiano, cuya
conciencia histórica está ciertamente determinada por una situación escatológica”. De ese modo,
esto no sólo marca el proceso de la Historia como un fin; también lo enlaza y lo provee de un
objetivo final, con lo cual este vendría a ser el sentido de la Historia para este autor. La
significación del pensamiento escatológico (entendiendo uno de sus significados como un conjunto
de creencias y doctrinas relacionadas con la vida después de la muerte y el destino último del ser
humano y el universo ) en la conciencia histórica de Occidente es que “conquista el curso del
tiempo histórico que se gasta y devora sus propias creaciones, a menos que se encuentre delimitado
por un objetivo final” . Además, solamente en este esquema escatológico del proceso histórico, la
Historia se convierte en universal, ya que su universalidad no descansa solamente en la creencia de
un Dios universal, sino que da unidad a la historia del mundo, direccionándola a su fin último. De
esa manera, Lowith propone que nosotros/as los modernos somos un compuesto “más o menos
inconsistente” de las tradiciones de la Antigüedad y el Cristianismo. Los historiadores griegos se
centraban en una Historia pragmática plasmada en un gran acontecimiento político; los Padres de la
Iglesia desarrollaron, en base a la profecía hebrea y en la escatología cristiana, una Teología de la
Historia que se ocupaba de los acontecimientos relacionados con la Creación, Encarnación y
Consumación. Los modernos por otro lado, confeccionan una Filosofía de la Historia secularizando
los principios teológicos y aplicándolos a hechos empíricos. Siguiendo lo anterior, el autor
concluye que “Parece como si las dos grandes concepciones de la Antigüedad y del Cristianismo,
movimiento cíclico y dirección escatológica, hubieran agotado las consideraciones básicas para un
entendimiento de la Historia. Aun los intentos más recientes de una interpretación de la Historia no
son más que variaciones de estos dos principios, cuando no una mezcla de ambos”.

*Texto 5 Walsh:( ¿Cuáles son las cuestiones metafísicas que Walsh excluye de la filosofía de la
historia?) : Walsh inicia su trabajo afirmando que la Filosofía de la Historia surge con la intención
de indagar en la compresión del curso de la Historia, que se veía como un plan “que, si alguna vez
llegábamos a captarlo, iluminaría el curso detallado de los acontecimientos y nos permitiría
considerar satisfactorio para la razón en un sentido especial todo el proceso histórico”. De ese
modo, si el filósofo se inclina por el curso de la Historia, debería ser por la totalidad de ese curso, o
sea por el sentido de todo el proceso histórico. Esta segunda parte del estudio-sugiere el autor- tiene
que ser metafísica o no existe. En este sentido, señala que el término Historia es ambiguo ya que
incluye la totalidad de los hechos pasados humanos y la narración o explicación que se les da a
ellos. Esta ambigüedad es importante porque brinda dos campos posibles para la Filosofía de la
Historia: la Filosofía crítica de la Historia y la Filosofía especulativa de la Historia.

Unidad I: La cues.tión del método en Historia: debates en la primera mitad del siglo XX

*Texto 6 Cornblit:

Escuela Erudita Escuela filosófica Escuela de Gottingen


Siglo XVI/XVII *Enciclopedistas: Surgió en Alemania, trata
Bodín: defiende ambivalente. de resolver el conflicto
la reflexión Querían una entre las tendencias
histórica basada “Historia filosóficas y eruditas del
en fuentes filosófica” que siglo XIX mediante su
originales como fuera producto de forma de abordar los
actividad las facultades estudios histórica.
fundamental para reflexivas a Archivos oficiales de
entender el imaginativas de varios países se abrieron
gobierno: cartas la mente (no de a la investigación
de privilegio la memoria a la histórica.
reales o cual la erudición
señoriales, estaba ligada). Su
ordenanzas objetivo era
reales, bulas encontrar causas
papales, sellos, generales.
armaduras, etc. Voltaire. Siglos
Es decir todo XVII-XIX: S.
aquello que XVIII de críticas
sirviera para y crisis.
aclarar el origen Relacionado con
de las el contexto
instituciones. político de crítica
Desarrollar a la monarquía
instrumentos de absolutista.
análisis Logró darle otro
paleográfico sentido a la
(había que Historia: deja de
trabajar sobre los ser vista como
textos y conocer algo divino, y
las formas pasa a ser vista
gramaticales de como acción del
cada época). hombre.
*(Enumerar las características del historicismo y el rol de Ranke, la concepción de
historicismo de Acton, la concepción de la Historia de Michelet y caracterizar la herméutica y
sus representantes. Hacer especial mención de Dilthey. Relación Historia-política).

Ranke es ubicado como integrante de la corriente historicista debido a que ponía el acento en lo
individual sobre lo general, al igual que contemplaba la Historia como un dominio autónomo del
conocimiento que genera individualidades. No obstante, a lo largo del desarrollo de su pensamiento
hay una tensión permanente entre su aspiración a la individualidad y la particularidad y la
formación de ciertos principios generales que actuarían de forma permanente en la Historia europea.
Consideraba que los sucesos contemporáneos simbolizan la conformación de tendencias a largo
plazo, creía, sin embargo en tiempos de crisis el historiador obtenía una visión del pasado que se
integraba con la contemporánea. Indagó procedimientos para alcanzar una visión objetiva de la
Historia, uno de ellos fue el de la identificación empática alternada con las tendencias en pugna en
determinado tiempo histórico. Acton fue uno de los historiadores que más remarcó la importancia
de buscar fuentes de información de todo tipo para hacer de la Historia una ciencia. Sus
acercamientos a la Historia están influenciados por la reacción romántica contra el racionalismo del
siglo XVIII. Se refleja la unión de distintas conexiones que le fue difícil de equilibrar: la
regularidad sistemática a los archivos, la valoración de la descripción de acontecimientos por su
propio valor intrínseco y el intento de los racionalistas filósofos del siglo XVIII de avanzar en una
visión general de la Historia. Según este autor es la elevación de la Historia por arriba de los datos
para encontrar afirmaciones verdaderas de manera consensuada. Michelet creía que el primer paso
de todo historiador debía ser buscar los hechos fuera de los libros impresos, es decir fuentes
primarias. También plantea que el historiador es reivindicador de los individuos del pasado. Para
lograr esto, propone identificar al historiador con su objeto de estudio, que tiene a su vez su propia
alma. En la práctica, la Historia total podía obtenerse a través del historiador mismo. En síntesis,
según Michelet la concepción de cómo encarar la exposición histórica se caracteriza por lo
siguiente: el objeto de estudio debe ser un organismo vivo como por ejemplo Francia. De ese
organismo hay que hacer una Historia total mediante una comunicación empática que produzca una
identificación entre el alma y los sentimientos del historiador y el alma y los sentimientos del
objeto de estudio. El autor aclara que la vinculación entre historicismo y hermenéutica depende de
la definición que se adopte. Si se acepta de Popper, el historicismo admite dos variantes; la
naturalista y la antinaturalista. En la primera la compresión no tiene un rol importante, la
observación en las ciencias sociales no difiere de las ciencias naturales. Con la segunda en cambio,
la comprensión (o hermenéutica) tiene un papel fundamental. Teniendo en cuenta esto, se pueden
considerar dos tipos de historicismo: el hermeneútico y el no hermenéutico. En este sentido, a la
técnica específica apropiada para el conocimiento en las ciencias sociales (o ciencias del espíritu)
Dilthey las denominó hermenéutica. En sus escritos destacó que el punto principal de la
Hermenéutica es la transferencia del yo investigador/a algo exterior, ya sean personas, sociedades,
actividades humanas, articulación de estas actividades y otras manifestaciones como cultura y
realidad histórico-social. De ese modo, da una definición de comprensión: proceso por el cual,
partiendo de signos que se nos dan por fuera sensiblemente, conocemos una interioridad. Así, el
camino más importante para la comprensión histórico-social son los individuos, y por eso es
fundamental el estudio de las biografías de los “grandes hombres”. Por último, el autor plantea
que algo corriente entre muchos historiadores/as o filósofos de la Historia es su empeño y
compromiso político en alguna dirección determinada. Este compromiso está determinado sin
demasiadas ambigüedades ya sea en sus escritos sobre la organización de la sociedad o sus
explícitos apoyos a partidos, tendencias o figuras políticas. Pero no hay en cambio una relación muy
clara entre la adopción de posiciones metodológicas con posiciones políticas. A modo de
conclusión, propone que no es el historicismo en sí el que conduce a la inclinación por posiciones
totalitarias sino la aceptación de ciertos principios historicistas. No hay una asociación lineal entre
una corriente política y dimensión conceptual: no caer en reduccionismo.

*Texto 7 Danto (cap II): Las oraciones narrativas tienen como característica general referirse a dos
acontecimientos, al menos separados temporalmente, aunque sólo describen versan sobre el primer
acontecimiento al que se refieren. Generalmente están en tiempo pasado. Representan discusiones
de problemas filosóficos que suscita la Historia, y cuya resolución es tarea de la Filosofía de la
Historia. La tesis del autor es que las oraciones narrativas están relacionadas de un modo tan
particular en nuestro concepto de Historia, que su análisis ha de indicar cuáles son algunos de los
principales caracteres de ese concepto .Ahora bien, Con respecto a la idea indeterminación del
futuro, quizás se quiere decir que no nos podemos poner en la representación, nos queda poco
espacio en ella. En principio cualquier creencia sobre el pasado es susceptible de revisión, tal vez de
la misma manera que cualquier creencia acerca del futuro. La utilización del término
“acontecimiento” es bastante caótica y es probable que se aplique a sucesos de duración cero.

*Texto 9 Gadamer (Distinga entre hermenéutica metodológica y hermenéutica ontológica.


Defina los elementos del proceso de la comprensión según Gadamer): Este autor se interroga
sobre cómo es posible la comprensión. Así, plantea que esta no es uno de los modos de conducta del
sujeto, sino el modo de ser propio del propio “estar ahí”. Este es el sentido que le da al concepto de
Hermenéutica: “Designa el carácter fundamentalmente móvil del estar ahí, que constituye su
finitud y especificidad y que por lo tanto abarca el conjunto de su experiencia del mundo. El que
movimiento de la comprensión sea abarcante y universal no es arbitrariedad de un aspecto
unilateral, sino que está en la naturaleza misma de la cosa”. Es decir, que la comprensión no es un
comportamiento subjetivo respecto a un “objeto” dado, sino que pertenece a la historia efectual,
esto es, al ser de lo que se comprende.

En este sentido habla del descubrimiento de la preestrutura del la comprensión por Heidegger,
determinada por la anticipaciones del sentido (prejuicios), que están condicionadas por el lugar
donde vivimos; es decir, delatan la pertenencia a una tradición:”El que intenta comprender está
expuesto a los errores de opiniones previas que no se comprueban en las cosas mismas. Elaborar los
proyectos correctos y adecuados a las cosas, que como proyectos son anticipaciones que deben
confirmarse “en las cosas”, tal es la tarea de la comprensión” . Con lo cual, es necesario estar
abierto a la opinión del otro/a o a la del texto. Pero esta receptividad no significa “neutralidad” ni
autocancelación antes de las cosas sino que” incluye una matizada incorporación de las propias
opiniones previas y prejuicios. Lo que importa es hacerse cargo de las propias anticipaciones, con el
fin de que el texto mismo pueda presentarse en su alteridad y obtenga así la posibilidad de
confrontar su verdad objetiva con las propias opiniones previas”. O sea que establecer un diálogo es
acceder que el sentido del otro /a puede ser más adecuado que el de uno/a.

Luego, Gadamer hace una distinción entre hermenéutica metodológica y hermenéutica


ontológica. Sobre la primera, afirma que la comprensión sólo se convierte en un trabajo de
dirección metodológica cuando surge la conciencia histórica, lo que implica tomar distancia del
“presente frente a toda trasmisión histórica”. Se construye un “objeto” que se trata de “establecer”
al igual que un dato experimental, como si la tradición –humanamente hablando- fuese tan
incomprensible como lo es el objeto de la física. Mientras que sobre la segunda propone que
comprender no es sólo apropiarse una opinión trasmitida o reconocer lo establecido por la tradición,
sino el carácter de proyecto de la comprensión: la futuridad del estar ahí.

*Texto 10 Hempel (¿Cuáles son los componentes de una explicación completa y en qué se
diferencia de un esbozo explicativo?): El autor inicia su trabajo afirmando que hay una creencia
bastante generalizada de que la Historia- a diferencia de las ciencias físicas- se enfoca en la
descripción de los hechos específicos del pasado, y no en la búsqueda de leyes generales que
dirigen dichos acontecimientos. Entiende ley general como una enunciación de carácter universal
que puede confirmarse o modificarse mediante hallazgos empíricos. Para esto, utiliza las nociones
de causa y efecto: “en todos los casos en donde un hecho de una clase específica ocurre en un cierto
lugar y tiempo, otro hecho de una clase específica E ocurrirá en un lugar y tiempo relacionados de
un modo específico con el lugar y el tiempo de ocurrencia del primer suceso” . Con lo cual una
explicación científica aceptable es decir una explicación completa tendría que tener los aspectos
mencionados más arriba (condiciones iniciales=Causa, Efecto y leyes generales).Así, la función de
las leyes generales en las ciencias naturales es entonces, vincular hechos en patrones llamados
explicación y predicción. En el caso de la primera se sabe que el hecho final ha ocurrido y deben
buscarse sus condiciones determinantes. Mientras que en el caso de la segunda, están dadas las
condiciones iniciales y deben establecerse sus efectos. Por lo tanto, una explicación es incompleta a
no ser que también pueda funcionar como predicción: si el hecho ocurrido puede descender de las
condiciones iniciales y de las hipótesis universales establecidas en la explicación, entonces de igual
manera pueden predecirse antes de que sucedieran, tomando como base las condiciones iniciales y
las leyes generales Pero, en la práctica raramente las explicaciones son explayadas de forma tan
completa como para mostrar su carácter predictivo. Sin embargo, las explicaciones propuestas en
Historia o en sociología no introducen enunciados explícitos de las leyes generales que suponen;
para esto parecen haber dos motivos: las hipótesis universales se vinculan con la psicología
individual o social, con la que se cree estamos familiarizados/as por la experiencia cotidiana, y por
eso se dan por sentadas. En segundo lugar, se dificulta enunciar supuestos que tengan suficiente
precisión y que concuerden con las pruebas empíricas. En este sentido, lo que ofrecen las
explicaciones históricas no es una explicación completa sino un esbozo explicativo: “este consiste
en una indicación más o menos vaga de las leyes y las condiciones iniciales consideradas
relevantes, y necesita “completarse” con el fin de convertirse en una explicación hecha y derecha”.
De ese modo, si bien el esbozo explicativo no tolera una comprobación empírica en la misma
medida que la explicación completa, hay una diferencia entre un esbozo explicativo científicamente
aceptable y una seudoexplicación (o un esbozo de seudoexplicación). El primero necesita
completarse con enunciaciones más específicas y va en la dirección de esos enunciados, y la
investigación puede fortalecer o debilitar los mismos. Por el contario, los esbozos explicativos no
empíricos al usar términos empíricamente carentes de sentido hace imposible señalar, aunque sea de
modo aproximado, el tipo de investigación que se relaciona con tales formulaciones y que podrían
llevar a pruebas que confirmen o derriben la explicación planteada. Para concluir, el autor marca la
presencia de tendencias ideológicas a la hora de escribir Historia, lo cual dificulta aún más la
construcción de una explicación completa.

*Texto 12 Scott: Todas las disciplinas que se califican como “ciencias” tienen al menos un aspecto
en común: la pretensión de descubrir leyes generales que cubran un amplio campo de fenómenos
específicos. 1. Proposiciones nomológicas. El autor distingue entre leyes empíricas, leyes analíticas
y leyes que incluyen el concepto de causa. Ahora bien, sobre la primera, J.S Mill define “ley
empírica” como “una uniformidad, bien de sucesión o bien de coexistencia, que demuestra ser
verdadera en todos los casos dentro de los límites que proporciones seguridad alguna de que los
hiciese fuera de esos límites. Pero uno de los problemas de las afirmaciones puramente empíricas
que se presentan como “leyes generales” es que basta con un ejemplo contrario para echar abajo la
proposición. A esto se puede responder afirmando que en realidad, tal ejemplo no se corresponde
con la clase de cosas incluidas en la ley. Por eso no hay que confundir proposiciones empíricas con
definiciones. Las leyes analíticas son las que se dan en disciplinas de la lógica y matemática, con lo
cual son leyes de la razón o del pensamiento racional, no leyes de la naturaleza en un sentido
empírico. Leyes causales: lo que es considerado insatisfactorio de las leyes empíricas y de las
analíticas es que no relacionan hechos de una forma causal.Si se espera que una “ley” aporte una
explicación de por qué los fenómenos son como son y no de otra manera, entonces las dos primeras
no son en absoluto leyes. Filósofos y la mayoría de los científicos, destacan la importancia de las
leyes causales en la ciencia, no obstante, hay escasa coincidencia en cuanto a lo que se quiere decir
con el concepto de “causa”. Pero para hablar de causa hay que hablar del los concepto de
“necesidad” y “suficiencia”. Pero respecto a los fenómenos sociales casi nunca es posible
establecer un orden deliberado de las condiciones prescritas de una “ley”, de modo que hay
conformarse con pruebas empíricas más débiles que las que tienen a su alcance a las ciencias
naturales. En las ciencias naturales, la especulación pura suele denominarse “ficción científica” ,
mientras que en las ciencias sociales suele llamarse “verdad autentica” que los científicos sociales
ortodoxos son incapaces de apreciar o reprimen sin razón. Con esto el autor quiere decir que sería
un error afirmar que no se pueden formular leyes sociales, pero estas no pueden ser consideradas
tan fidedignas como las naturales. El hecho de que las ciencias sociales tengan más relación con
juicios de valor que las naturales influye en los prácticos o aplicados de las primeras.

*Texto 13 Von Wright (¿Cuáles son las implicancias de las propuestas del positivismo para las
ciencias, sean estas sociales o físico-naturales? ¿Cuáles son los rasgos centrales de la
‘hermenéutica’? Defina los rasgos centrales de la corriente analítica. Enumere las diferencias
entre el modelo nomológico y el modelo probabilístico): Este autor establece algunos
lineamientos sobre las proposiciones del Positivismo. Ahora bien, el autor inicia su texto haciendo
una distinción entre dos tradiciones en la Historia de las ideas, las cuales difieren en sus planteos
sobre lo que consideran una explicación científica: aristotélica y galileana. La primera se basa en la
explicación causal o mecanicista, y la segunda en la explicación teológica o finalista. En este
sentido, una de las posiciones de la Filosofía de la ciencia que surge en el siglo XIX es el
Positivismo, que se compone de tres principios básicos: uno es el monismo metodológico, que
significa poner como prioridad la unidad del método científico por sobre la diversidad de objetos
temáticos de la investigación. Otro principio es la apreciación de que las ciencias naturales exactas,
principalmente la física y la matemática, son un canon o ideal metodológico que define el grado de
desarrollo y “perfección” de las demás ciencias. El tercer principio es la explicación causal que
consiste en la explicación de casos particulares -incluidos los hechos de la naturaleza humana-
mediante leyes generales.
No obstante, a fines del siglo XIX se produce una reacción contra el positivismo, conocida como
Idealismo o Hermenéutica. Esta posición rechaza los tres principios básicos del Positivismo
mencionados más arriba, y propone el método ideográfico que consiste en la descripción de objetos
individuales y únicos, y prioriza la comprensión en vez de la explicación. Dicho esto, es
conveniente establecer las diferencias entre comprensión y explicación: cualquier tipo de
explicación ofrece una comprensión de las cosas, pero la comprensión tienen una resonancia
psicológica de la que carece la explicación. Está compuesta por el objetivo o propósito, el
significado y el sentido. Así, el objetivo de las ciencias naturales consiste en explicar; mientras que
el propósito de la Historia es más bien “comprender los fenómenos que ocurren en su ámbito” (Von
Wright, 1987:23) Asimismo, la comprensión está vinculada con la intencionalidad de un modo que
la explicación no lo está, esto es lo que el autor llama dimensión intencional o semántica de la
compresión.
Por otro lado, entre los años ´20 y ´30 nace el Positivismo lógico, la principal forma de pensamiento
que influenció lo que hoy se conoce como Filosofía analítica, y que se divide en dos subcorrientes:
La filosofía del lenguaje o filosofía lingüística (adversa al Positivismo) y la Filosofía analítica de la
ciencia, que está de acuerdo con el Positivismo en la medida que deposita una “confianza implícita
en el progreso a través del desarrollo de la ciencia y del cultivo de una actitud racionalista de
“ingeniería social” hacia los asuntos humanos. Lo cual explica la preocupación de los que se
inclinan por esta esta corriente en cuestiones relacionadas con los fundamentos de la matemática y
la metodología de las ciencias naturales exactas.
Otro aporte destacable que hace el autor es describir (de acuerdo a la teoría de Hempel) dos
submodelos del modelo general de explicación por cobertura legal o de explicación por subsunción:
modelo nomológico-deductivo y modelo probabilístico-inductivo. El primero se centra en
explicar el por qué determinados acontecimientos han tenido lugar. De ese modo, también nos
muestra por qué habían de esperarse tales acontecimientos. Sin embargo, una aclaración que realiza
es la de que este modelo de explicación no menciona nociones de causa y efecto:”El modelo cubre
un ámbito más amplio, donde se entiende que hay un dominio reservado para las explicaciones
causales. “con lo cual, “es discutible que todas las explicaciones causales cuadren realmente con el
esquema de Hempel”. El segundo modelo explica lo contrario: en primer lugar indica por qué se
había de esperar (o no) lo ocurrido. Sólo en segundo término explica el por qué de lo sucedido,
“debido” a su alta probabilidad: “considero preferible, en cualquier caso, decir simplemente que el
modelo probabilístico-inductivo justifica determinadas expectativas y predicciones, en vez de decir
que explica lo que ocurre”.

Unidad II: El Giro Lingüístico en Historia

Tomando la bibliografía correspondiente a la Unidad II confeccione un Glosario con los


siguientes términos: obra histórica, ficción, imaginación, explicación, realidad, conocimiento
histórico, aspectos formales, escritura historiográfica, práctica historiográfica. Use el mayor
número posible de autores para cada uno de los ítems, relacionando éstos autores y sus
distintas posiciones.

*Texto 14 Barthes: Este autor analiza el concepto de realidad, planteando que en la Historia
“objetiva”, la “realidad” no es nunca otra cosa que un significado no formulado, resguardado tras la
superioridad aparente del referente. Esto es lo que el autor llama efecto de realidad. En este sentido,
el discurso histórico no coincide con la realidad, lo único que hace es significarla, sin dejar de
repetir esto sucedió, sin que esto no llegue a ser nada más que la cara del significado de la narración
histórica. La resistencia de la “realidad” a la estructura está delineada en el relato de ficción, que,
por definición está constituido sobre un modelo que no tiene más exigencias que las de lo
inteligible; pero esta misma “realidad” se convierte en la referencia del relato histórico, que
considera que da cuenta de ”lo que ha pasado realmente”. Entonces, siguiendo esta línea de
argumentación, la “realidad concreta” se convierte en la justificación suficiente del decir. La
Historia (el discurso histórico) es, de hecho, el modelo de esos relatos que admiten el relleno de
aberturas entre sus funciones mediante anotaciones estructuralmente superficiales.

Siguiendo lo anterior, surge un interrogante: ¿En qué se parece la Historia y una narración de
ficción como la novela? En lo que se conoce como aspectos formales. Los cuales son definidos por
el autor como shifters (embragues), que permiten el paso del enunciado a la enunciación, es decir
son los rastros, huellas del proceso discursivo que quedan en el texto. Se distinguen dos tipos de
shifters en el discurso clásico, uno de ellos es el shifter de escucha: además del acontecimiento
relatado, este señala a su vez el acto del informador y la palabra del enunciante al que se refiere.
También denota la mención de fuentes, testimonios y toda referencia a una escucha del historiador,
la escucha explícita es una opción, ya que es admisible no referirse a ella. Sus modos son variados:
van desde enunciaciones tales como tal como lo he oído, según mi conocimiento, hasta el presente
histórico, que testifica la intervención del enunciador (en este caso el historiador), incluso desde su
propia experiencia personal. El segundo shifter agrupa todos los signos declarados por el
enunciante, mediante los cuales organiza su propio discurso, lo reanuda y lo reforma en una palabra,
utilizando hitos explícitos. Este shifter (el de organización) muestra-aunque sólo sea a base de
ciertos giros de apariencia racional- la función predictiva del historiador: en la medida en que él/ella
sabe lo que no se ha contado todavía, el historiador, al igual que el agente del mito, tiene la
necesidad de acompañar el desglose crónico de los acontecimientos con referencias al tiempo
propio de su palabra.

*Texto 16 De Certau: El autor desarrolla el concepto de práctica historiográfica. Pero antes de


analizarlo hay que tener en cuenta que él considera a la Historia como una operación, a modo de
comprenderla como el vínculo entre un lugar (un medio, un oficio, etc.), varios métodos de análisis
(una disciplina) y la construcción de un texto (una literatura). De esa forma, se acepta que la
Historia forma parte de la “realidad” de la que trata, y que esta realidad puede ser percibida como
“actividad humana”, “como práctica”. De ese modo, define la práctica historiográfica como una
investigación que “se enlaza con un lugar de producción socioeconómica, política y cultural.
Implica un medio de elaboración circunscrito por determinaciones propias: una profesión liberal, un
puesto de observación o de enseñanza, una categoría especial de letrados, etcétera. Se halla, pues,
sometida a presiones, ligada a privilegios, enraizada en una particularidad. Precisamente en función
de este lugar los métodos se establecen, una topografía de intereses se precisa y los expedientes de
las cuestiones que vamos a preguntar a los documentos se organizan”. Con esto se quiere decir que
la práctica historiográfica depende de la estructura de la sociedad: el discurso “científico” no puede
desmembrarse del “cuerpo social.” Esto es así porque cada sociedad se piensa “históricamente” con
los instrumentos que le son propios. En suma, el historiador hace una conexión entre una
socialización de la naturaleza y una materialización de las relaciones sociales.

A su vez, califica la escritura historiográfica como “una práctica social que fija a su lector un
lugar bien determinado al redistribuir el espacio de las referencias simbólicas, imponiendo así una
“lección”: es didáctica y magisterial”. O sea que está controlada por las prácticas del espacio donde
resulta. La escritura llena o tapa las lagunas que conforman el principio mismo de la investigación,
marcado por la escasez. Representa lo que la práctica percibe como su límite, como excepción o
como diferencia como pasado.

*Texto 17 Iggers: El Giro lingüístico -corriente filosófica que surge en la segunda mitad del siglo
XX- destaca la importancia del lenguaje en la compresión de cualquier texto que tenga la
pretensión de ser científico. En este sentido, el Giro Lingüístico plantea “el fin de la creencia de que
sea posible la explicación científica coherente de las transformaciones del pasado”. De ese modo, la
idea principal de la teoría historiográfica posmoderna se basa en que la “realidad” es un efecto
discursivo. Así, autores de esta corriente afirman que esta no se diferencia de la poesía sino que ella
misma es poesía. Al igual que no se diferencia su forma del contenido. De ahí se entiende que la
relación del saber con la realidad tiene un rol fundamental en la teoría del lenguaje (en el sentido
que lo entiende la ciencia moderna, es decir como un vehículo para la comunicación; para la
trasmisión de conocimientos dotados de sentido). Con lo cual- siguiendo este razonamiento- el
hombre no se sirve del lenguaje para comunicar sus pensamientos, sino que lo que el hombre piensa
está condicionado por el lenguaje (idea central de la concepción de Estructuralista de la sociedad y
de la Historia): el hombre se mueve en un marco de estructuras (lingüísticas en este caso) que no
son determinadas por él sino que lo determinan a él.

Por último, el concepto de conocimiento histórico, está vinculado con una de las ideas
fundamentales del Giro lingüístico: la afirmación de que la “realidad” es un producto del propio
discurso, y no un referente autónomo, externo al texto. Por lo tanto, el conocimiento histórico no
puede ser considerado como una representación objetiva de la realidad. El objetivo de la dedicación
científica a la Historia es un acercamiento –por muy parcial que sea- a un pasado vivido y hecho por
hombres reales. Por eso, según Iggers la investigación historiográfica se muestra como un diálogo
que no puede ser llevado a cabo de modo ni exclusivamente racional ni solamente arbitrario.

*Texto 21 White: Desarrolla el término de Obra histórica, explicitada como “una estructura
verbal en forma de discurso en prosa narrativa. Las historias (y también las filosofías de la historia)
combinan cierta cantidad de “datos, conceptos teóricos para “explicar” esos datos, y una estructura
narrativa para mostrarlos como la representación de conjuntos de acontecimientos que
supuestamente ocurrieron en tiempos pasados”. Además, sostiene que esta estructura verbal
pretende ser un modelo o imagen de estructuras y procesos pasados con la finalidad de explicar lo
que fueron representándolos. Luego, desarrolla su idea haciendo una diferenciación entre cinco
niveles de conceptualización en la Obra histórica: * crónica; *relato (cuento);* modo de tramar;
modo de argumentación y * modo de implicación ideológica. La crónica y el relato representan
procesos de selección y ordenamiento de datos del registro histórico en bruto con el objetivo de que
ese registro sea más comprensible para un público en particular. De esa manera, mientras que la
crónica puede seguir indefinidamente, el relato distingue los hechos contenidos en él de otros
acontecimientos que pueden aparecer en la crónica. Por eso, plantea que “se dice” que la finalidad
del historiador es explicar el pasado “revelando” los datos que permanecen ocultos en las crónicas,
y que la diferencia entre “Historia “y “ficción” se encuentra en el hecho de que el historiador
“halla” sus relatos mientras que el escritor de ficción los “inventa”. No obstante, esta concepción de
la labor del historiador esconde la importancia de la imaginación en sus operaciones

De ese modo, el autor propone tres formas de explicación, que considera como formas de responder
a interrogantes tales como “¿Qué pasó después?” “¿Cómo sucedió eso?” “¿Por qué las cosas se
dieron así y no de otro modo?”. La primera de ellas es la Explicación por la trama, que le da
“significado” a un relato por medio de la identificación del tipo de relato que se ha narrado. A su
vez, el tramado es la manera en que una secuencia de sucesos organizada en un relato se muestra de
manera gradual como un relato de cierto tipo. Hay cuatro tipos de trama: el romance, la
tragedia, la comedia y la sátira. El primero destaca el triunfo del héroe sobre el mundo de la
experiencia. En la comedia persiste la ilusión de un triunfo provisorio del hombre sobre su
mundo mediante la perspectiva de reconciliaciones de las fuerzas en juego en los mundos
social y natural. Mientras que la tragedia desemboca en una revelación de la naturaleza de
las fuerzas que se oponen al hombre, es decir en la caída del protagonista y la alteración del
mundo en que vive. La sátira plantea la inadecuación de las visiones mundo de las formas
anteriores, señala que “el mundo ha envejecido”.

Otra forma es la Explicación por argumentación formal definida como un nivel de


conceptualización que intenta explicar “el sentido de todo eso” o “qué significa todo eso”. En este
nivel hay una distinción entre explicación formal, explícita o discursiva. Tal argumentación da
una explicación de lo sucedido en el relato recurriendo a principios de combinación que actúan
como leyes de explicación histórica. En este punto el autor hace una aclaración: la Historia difiere
de las ciencias porque los historiadores están en desacuerdo no sólo sobre cuáles son las leyes de las
causas sociales que podrían usarse para explicar una determinada secuencias de sucesos, sino
también sobre la cuestión de la forma que debería tener una explicación “científica”. Así, hace una
diferenciación entre cuatro paradigmas de la explicación histórica como argumento discursivo:
formista, mecanicista, organicista y contextualista. El formista estima que una explicación es
completa cuando una determinada cantidad de objetos han sido identificados, se le han asignado
clase y aspectos genéricos específicos y establecido etiquetas relacionadas a su particularidad
(explicación detallista). Las hipótesis organicistas ensayan una descripción de entidades
individuales como partes de procesos que se compactan en totalidades que son más grandes que, o
cualitativamente diferentes de, la suma de sus partes. Es decir que se enfocan en caracterizar un
proceso integrativo (más que en describir sus elementos individuales). Las hipótesis mecanicistas
también tienen una finalidad integrativa pero tienden a ser más reductivas que sintéticas. Se basan
en la búsqueda de las leyes causales que determinan los desenlaces de procesos descubiertos en el
campo histórico. Es lo que el autor llama la respuesta al interrogante “lo que estaba sucediendo”. La
posición contextualista a su vez, parte de la premisa de que los acontecimientos pueden ser
explicados poniéndolos en el “contexto” donde tuvieron lugar.

Cualquiera de esos modelos de explicación puede ser usado en una obra histórica para esbozar algo
así como una argumentación formal del verdadero significado de los acontecimientos descritos en la
narración. Pero, simplemente porque –según White- la Historia no es una ciencia, o en el mejor de
los casos “una protociencia con elementos no científicos específicamente determinables en su
constitución, la pretensión misma de haber discernido algún tipo de coherencia formal en el registro
histórico trae consigo teorías de la naturaleza del mundo histórico y del propio conocimiento
histórico que tienen implicaciones ideológicas para intentos de entender el “presente”, como quiera
que se defina ese “presente”. En este sentido, plantea que lo ideológico de una relación histórica
refleja el elemento ético en la elección de una posición particular sobre la problemática del
conocimiento histórico y las implicaciones que pueden salir del estudio de acontecimientos pasados
para la compresión de hechos presentes(toda historiografía tiene un componente ideológico). Ahora
bien, el autor entiende por ideología “un conjunto de prescripciones para tomar posición en el
mundo presente de la praxis social y actuar sobre él (ya sea para cambiar el mundo o para
mantenerlo en su estado actual); tales prescripciones van acompañadas por argumentaciones que
afirman la autoridad de la “ciencia” o del “realismo”. Se distinguen cuatro posiciones ideológicas
básicas para la época que analiza el autor (siglo XIX): anarquismo, radicalismo,
conservadurismo y liberalismo. Las dos primeras plantean transformaciones estructurales,
mientras que las últimas por el contrario, sostienen la idea de cambios que mejoren pero no
alteren las estructuras.

Unidad III: Las dimensiones temporales: la Historiografía del pasado reciente, la memoria y
la Historia

Introducción: La discusión sobre el discurso acerca de las vivencias del pasado sólo como
narrativa encuentra su límite luego de la 2° Guerra Mundial, se empieza a reconocer en el
análisis del pasado un atributo subjetivo, es decir se conforma otro modo de acceso al
pasado, en el que la Historiografía ya no era la única forma de referirse a él. Surge la
Historia “desde abajo” de los sectores considerados subalternos, como por ejemplo la Historia
de las mujeres. Es decir, que luego de la 2 ° GM era difícil justificar la matanza de “pueblos
europeos civilizados” (a diferencia de la conquista de los pueblos “no civilizados”= no
europeos). Así, se lanzan interrogantes tales como ¿El historiador/a tiene la potestad de
enmendar las memorias de esta etapa? *Trauma: el hecho queda oculto bajo el síntoma.
Extrapolación del concepto de trauma tiene un límite (si el Holocausto fuera traumático en un
sentido estricto, según el psicoanálisis no podría ser analizado).

*Texto 24 La Capra: (¿Cuál es la definición de Positivismo? ¿Cuál es la definición de


constructivismo radical? ¿Cuál es la función del Holocausto como un ejemplo de un suceso de
límite traumático? ¿Qué objeciones ofrece La Capra sobre el argumento de White de utilizar
la “voz media” para marcar los acontecimientos límites? Cuál es su propuesta y cuáles son
sus alcances): La Capra empieza su trabajo haciendo una distinción entre dos enfoques de la
Historiografía. El primero es el modelo de investigación autosuficiente o documental, cuya forma
extrema es el Positivismo. Según este enfoque, acumular pruebas y hacer afirmaciones
referenciales con forma de reivindicaciones de verdad basadas en esas pruebas son las condiciones
necesarias y suficientes de la Historiografía. El segundo enfoque, imagen negativa del primero, es el
Constructivismo radical para el cual las afirmaciones referenciales con reivindicaciones de verdad
tienen importancia secundaria o incluso marginal. Por el contrario, lo principal son los factores
preformativos, figurativos, estéticos, retóricos, ideológicos y políticos que “construyen” las
estructuras –relatos, tramas, argumentaciones, interpretaciones, explicaciones- en las cuales las
afirmaciones están incluidas y de las cuales extraen su sentido e importancia. En este punto el autor
hace una aclaración: las reivindicaciones de verdad son condiciones necesarias de la
Historiografía, pero no suficientes, entonces un interrogante interesante sería cómo interactúan y
cómo deberían interactuar con otros factores de la Historiografía. El primer modelo tuvo particular
importancia a fines del Siglo XIX y principios del XX, y pudo haber sido un posicionamiento
justificable cuando se intentaba profesionalizar la Historia mediante la pretensión de objetividad y
se procuraba distanciarla –o en todo caso separarla- de la literatura, principalmente de las “bellas
letras”. Este modelo le da preponderancia a la investigación basada en documentos primarios
(principalmente de archivo) que permiten confirmar hechos del pasado que pueden relatarse
en una narración (enfoque más inclinado hacia lo “artístico”) o pueden exponerse con otro
estilo más analítico que plantea hipótesis verificables (más en la dirección de las “ciencias
sociales”). Según este modelo, la escritura está subordinada al contenido conformado por
hechos, por su narración o por su análisis, con lo cual se reduce a la redacción de los
resultados de la investigación. Es decir, la escritura es un medio para expresar su contenido, y
su meta ideal es la transparencia.

En este sentido, la mayoría de los historiadores/as consideran en el primer orden de las cosas
la contextualización, la claridad la objetividad, el sistema de notas y la idea de que la
Historiografía implica necesariamente reivindicaciones de verdad que se fundamentan en
pruebas – lo que el autor llama “referencialidad” irreductible-, no sólo en las afirmaciones
relacionadas a los acontecimientos sino en niveles más estructurales y más integrales, como la
narración, la interpretación y el análisis. La segunda posición tuvo como principales
representantes a H. White y F. Ankersmit, quienes aceptan la diferenciación entre
afirmaciones y ficcionales en lo que se refiere a los sucesos, pero la cuestionan en los niveles
estructurales. Ambos autores entienden que la sustancia narrativa o la estructura es ficcional
y está motivada política o ideológicamente y que el lenguaje narrativo es metafórico
(tropológico).
Por otro lado, otro punto a destacar en el texto es el abordaje del autor sobre la función del
Holocausto como un ejemplo de un suceso de límite traumático. En esta línea, propone que el
Holocausto presenta grandes dificultades que también se encuentran en otros acontecimientos,
especialmente en el caso de otros sucesos límites traumáticos que como tales están investidos de
afecto y criterios de valor. De ese modo, cuando se elabora el trauma (así como las relaciones
transferenciales en general), es posible distinguir entre pasado y presente, y recordar que algo nos
ocurrió (o le ocurrió a nuestra gente) en aquel entonces, nos damos cuenta de que vivimos aquí y
ahora y hay puertas hacia el futuro.

Por último,- como juicio provisorio- el autor argumenta que el uso en la Historiografía de
algún equivalente discursivo de la voz media puede estar justificado en lo que se refiere a las
relaciones más dificultosas de proximidad y distanciamiento con el otro, principalmente
cuando uno se conmueve, se conmociona o se inquieta de alguna manera tal que no puede o no
quiere juzgar ni mostrarse con algún grado de confianza. Esto exige modulaciones de
proximidad y distancia, empatía e ironía con los distintos “objetos” de investigación, y no se
debe entender como una regla para todas las formas de objetividad y de objetificación.

A modo de conclusión, expresa que su posición implica una concepción de la Historia como una
disciplina que implica una densa reconstrucción objetiva (y no objetivista) del pasado y un
intercambio dialógico con él y con otras indagaciones sobre él, en la cual el conocimiento conlleva
no sólo procesar información sino también afectos, empatía y cuestiones de valor.

* Identificar los elementos que definen la tesis ilustrada y la tesis clásica en relación al par
Historia-memoria.* Situar a Halbwachs, Ricoeur y Yerushalmi en cada una de estas tesis.
Justificar:

*Texto 26 Halbawachs (tesis ilustrada): La Historia no es todo el pasado, pero tampoco es todo
lo que queda del pasado. Es decir, junto a la Historia escrita hay una Historia viva que se renueva a
través del tiempo. Si no fuera así ¿tendríamos derecho de hablar de memoria colectiva? En ese
sentido, la Historia viva se distingue de la Historia escrita: tiene lo necesario para crear un
marco vivo y natural en el que un pensamiento puede apoyarse para conservar y encontrar la
imagen de su pasado. De esa manera, el recuerdo es – en gran parte-una reconstrucción del
pasado con el auxilio de los datos tomados presentados al presente y preparado, además, por
otras reconstrucciones hechas en épocas anteriores de donde la imagen ha sido ya bastante
alterada. No hay en la memoria un vacío absoluto, es decir partes del pasado hasta tal punto fuera
de la memoria que toda imagen suya no pueda relacionarse con ningún recuerdo, y sea una
imaginación pura y simple, o una representación histórica exterior a nosotros/as, nada se olvida,
pero esto puede ser entendido de diferentes maneras. Así, lo que se toma por un espacio vacío es
sólo una zona un poco indecisa, de la que nuestro pensamiento se desviaba porque no tenía muchos
vestigios. Cuando se nos indica el camino seguido, esos rasgos vuelven a salir, con lo cual se
profundizan y se juntan. Por lo tanto, si por memoria histórica se entiende un conjunto de
acontecimientos cuyo recuerdo resguarda la memoria nacional, no es ella, no son sus marcos
lo que representan lo esencial de lo que se conoce como memoria colectiva. Por lo anterior, se
precede que la memoria no debe confundirse con la Historia, con lo cual la expresión memoria
histórica no es una elección muy acertada, puesto que relaciona dos términos que se oponen
en varios aspectos. La Historia es vista por este autor como la colección de hechos que más
espacio han ocupado en la memoria de los hombres y mujeres. En general, la Historia solo
empieza cuando acaba la tradición; cuando se apaga la memoria social: mientras un recuerdo
subsiste es inútil fijarlo por escrito. Entonces, la memoria colectiva se distingue de la Historia
en al menos dos aspectos: es una corriente de pensamiento continua, puesto que conserva del
pasado sólo lo que aún está vivo o es capaz de vivir en la conciencia del grupo que la mantiene.
Mientras que la Historia realiza divisiones de intereses, en siglos, etc. En segundo lugar, la
Historia puede representarse como universal mientras que la memoria no. Además, hay una
multiplicidad de memorias colectivas. Siempre es la memoria colectiva la que genera la
memoria individual

*Texto 27 Mudrovcic: Cuando la memoria se transforma en objeto de la Historia, da lugar a


lo que se llama Historia oral: registro y análisis de los testimonios orales acerca del pasado. El
recuerdo se convirtió en el principal medio para registrar las experiencias vividas por sectores
marginales de los que sólo se contaba con narraciones producidas por las elites. Luego, la
relación Historia-memoria se pone en discusión cuando hace irrupción la historia del
presente, obligando a revisar la creencia del supuesto de la ruptura con el pasado como
garantía del conocimiento histórico objetivo.

De ese modo, la relación Historia-memoria reabre interesantes cuestiones en la redefinición de lo


que se entiende por conocimiento histórico. La autora hace una distinción entre dos posiciones:
tesis ilustrada, haciendo alusión a ruptura propuesta por Voltaire en la Enciclopedia, y la tesis
clásica relacionada al mito griego. La primera, representada, entre otros por Halbwachs,
Yerushalmi, Le Goff, y Nora, define una posición de ruptura entre el par Historia-memoria., que
implica distancia, objetividad, separación pasado-presente (para evitar la “contaminación” de los
hechos) Por el contrario, autores como Gadamer y Ricoeur, son representantes de la tesis clásica;
defienden la continuidad de la memoria con Historia (mezcla Historia con recuerdos).

En la tesis ilustrada se desprende una concepción estándar de lo que se entiende por conocimiento
histórico: resultado de asumir que “el texto histórico debe ser entendido con referencia al contexto
al cual refiere y que este contexto contiene un elemento de objetividad no totalmente idéntico con la
subjetividad del historiador y un elemento de racionalidad que presupone elementos de
intersubjetividad en los métodos de la investigación histórica”. La investigación histórica afirma, de
este modo, una realidad objetiva que puede ser entendida racionalmente, incluso en el caso de
evidencias inciertas o intereses subjetivos de los historiadores. En este sentido, el modo como el
historiador presenta sus conclusiones o sus preferencias ético-políticas no son vistas como
relevantes sino secundarias a las categorías de verdad, objetividad, evidencia factual y referencia.
Que el conocimiento histórico sea resultado de una práctica científica parece significar, entre otras
cosas, compartir un criterio común acerca del uso de la evidencia, considerarlo resultado de una
empresa colectiva y, por consiguiente, sujeto a crítica por parte de los miembros de dicha
comunidad y observar el límite entre sujeto cognoscente y objeto conocido. Lo que sale de este
argumento es una concepción de Historia como actividad esencialmente cognitiva que busca -
mediante pruebas y testimonios- una representación objetiva y, por lo tanto, desinteresada del
pasado. La separación entre pasado y presente se convierte en condición necesaria para la
conformación de un objeto histórico no contaminado de “intereses prácticos”. Esto es consecuencia
de la supuesta brecha entre “proposiciones de hecho” y “proposiciones de valor”.
Por otro lado, la autora ensaya una definición de “Historia del presente” entendida como
“aquella historiografía que tiene por objeto acontecimientos o fenómenos sociales que
constituyen recuerdos de al menos unas de las tres generaciones que comparten un mismo
presente histórico. Las ventajas de tal concepción son las siguientes: marca un lapso temporal
más o menos acotado; replantea la relación sujeto-objeto al definir a este último como
recuerdo cuyo soporte biológico es una generación contemporánea a la que puede o no
pertenecer el historiador; aclara –haciendo una distinción-de que no toda historia oral es
historia del presente, sino sólo aquella en el que el objeto (el recuerdo) y el sujeto (en este caso
el historiador) pertenecen al mismo presente histórico; demarca como presente histórico al
marco temporal de sentido determinado por el encuentro de los espacios de experiencias de
las generaciones que se superponen(entre 80 y 90 años). Definido como recuerdo, el fenómeno
histórico se enlaza en la trama social y permite reconocerlo como factor de poder en la
resignificación del pasado reciente de acuerdo al rol que cumpla la generación portadora. Ahora
bien, encontrar las causas de un hecho histórico que el presente al que pertenece el historiador ha
reconocido como “crimen contra la humanidad” se transforma en atribución de culpa. Es ingenuo
pretender neutralidad moral frente a un suceso al que se le ha atribuido una caracterización jurídica.
Sostener que encontrar las causas de un crimen no es encontrar a los culpables es mantener una
separación semántica con la finalidad de salvaguardar la dicotomía teórica entre sujeto y objeto.

Por último, la autora plantea que las creencias son –según Ricoeur- proposiciones de sentido con
pretensiones de verdad trasmitidas por las tradiciones, “modos de “tener por verdadero”= creencia
en alemán. Esto está relacionado con lo que se denominó “otredad”, y el Holocausto es tan lo
“otro” de “nuestro” sentido común que vale la pena tomar ciertas precauciones metodológicas y
poner “entre paréntesis” el presupuesto de que la sociedad alemana de esa etapa “se regía por unas
reglas de sentido común parecidas a las nuestras”.

*Texto 29 Ricoeur: El autor se interroga sobre hasta qué punto es legítimo hablar de “memoria
colectiva”. En este sentido se pregunta: ¿No se aplica la Historia a la memoria colectiva para
corregirla? ¿No pretende curar, gracias a esta última, las heridas de la memoria individual? Para
empezar, señala el uso exclusivamente individual de la noción de “memoria”. Al parecer, hay tres
rasgos que caracterizan la memoria individual. En primer lugar, parece que es estrictamente
singular. En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia con el pasado se encuentra en la
memoria. En este punto hace un aporte destacable: diferencia el pasado reciente, que en cierto modo
todavía forma parte del presente, del pasado recordado, que depende de la representación y no de la
presencia, aunque ésta se encuentre bajo retención. En tercer lugar, la memoria está relacionada con
la sensación de orientarse a lo largo del tiempo, del pasado al futuro. De esa manera, sobre los
recuerdos compartidos, el autor aclara que uno/a no recuerda solo, sino con ayuda de los recuerdos
de otro/a. Están inscritos en relatos colectivos que, a su vez, son reforzados mediante
conmemoraciones y celebraciones públicas de los acontecimientos destacados de los que dependió
el curso de la Historia de los grupos a los que pertenecemos.

*Texto 30 Yerushalmi: Este autor propone los siguientes interrogantes: si tanto tenemos la
necesidad de recordar como de olvidar, ¿Dónde debemos trazar la frontera? ¿En qué medida
tenemos necesidad de la Historia? ¿De qué deberíamos acordarnos, qué podemos autorizarnos a
olvidar? Ahora bien, no se puede hablar de “olvidar” sin preguntarse al sentido que le damos a
“recordar”. Por lo tanto, el autor hace una distinción entre memoria (mneme) y reminiscencia
(anamnesis). La primera hace referencia a aquello que permanece continuo. La segunda designa lo
que se olvidó. Pero el olvido colectivo es una noción tan problemática como la de memoria
colectiva. Si se la encierra en una acepción psicológica, pierde su sentido. En la práctica, los
pueblos sólo pueden olvidar el presente, no el pasado. Es decir, acontecimientos que se produjeron
durante su propia existencia; no un pasado que ha sido anterior a ellos, en el sentido en que el
individuo olvida los primeros sucesos de su propia vida. Por eso, cuando se dice que un pueblo
“recuerda”, en realidad quiere decir primero que un pasado fue activamente trasmitido a las
generaciones contemporáneas por medio de lo que el autor denomina “los canales y
receptáculos de la memoria” y lo que P. Nora llama “los lugares de la memoria”; y que luego
ese pasado trasmitido se recibió cargado de sentido propio. En consecuencia, un pueblo
“olvida” cuando la generación poseedora del recuerdo no lo trasmite a la siguiente, o cuando
ésta la rechaza. O sea que la memoria colectiva acá es entendida como movimiento dual de
recepción y trasmisión. Así, no hay pueblo para el que ciertos elementos del pasado- sean
históricos o míticos, o una mezcla de ambos- no pasen a ser una enseñanza compartida, necesitada
de consenso. Si esta puede sobrevivir, es sólo en la medida en que convierte en una “tradición”.

Por otro lado, la Historia que practican los historiadores de oficio podría hacer creer que combina
memoria y reminiscencia. En realidad, esta historia no es ni memoria colectiva ni recuerdo. Es una
aventura nueva. El pasado que esa historia reconstruye es en realidad un pasado perdido, pero no
aquel de cuya pérdida nos lamentamos.

A modo de conclusión, el autor plantea el siguiente interrogante: ¿Es posible que el antónimo
de “el olvido” no sea la “memoria” sino la “justicia”?

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