niños
Un día como hoy, hace exactamente 25 años, los adultos les hicimos una promesa a los niños y
niñas del mundo: les aseguramos que haríamos todo lo posible para proteger y promover sus
derechos a sobrevivir, aprender y crecer y alcanzar su pleno potencial. Pero este compromiso
aún sigue pendiente, y todavía son demasiados los niños que viven en condiciones que limitan
su desarrollo. Las ciudades, por su enorme potencial para asegurar a los niños el pleno goce de
sus derechos básicos, deben hacer mucho más para ayudar a cumplir esta promesa.
Este compromiso con los niños fue formalizado a través de la Convención sobre los
Derechos del Niño, que es el tratado internacional más ratificado de la historia, aceptado
por todos los países miembros de las Naciones Unidas (con la única excepción de Estados
Unidos y Somalia). Su adopción representó un cambio radical en la manera de pensar a
los menores de 18 años, al reconocerlos por primera vez como sujetos plenos de derecho,
y no como receptores pasivos de una serie de beneficios. Desde entonces, este
instrumento ha contribuido a logros importantes como la disminución de la mortalidad
infantil o el aumento de la escolarización en las últimas décadas.
Sin embargo, al día de hoy es poco lo que se ha avanzado en el cumplimiento de la
Convención, y esto es especialmente cierto en las ciudades latinoamericanas, en las que
viven tres de cada cuatro niños de la región. Mientras que muchos niños disfrutan las
oportunidades que brinda vivir en la ciudad, muchos otros no tienen acceso a servicios tan
esenciales como el agua potable, el saneamiento y los hospitales, a pesar de que se
encuentran muy cerca de estos. Unos 50 millones de niños, niñas y adolescentes de zonas
urbanas de América Latina subsisten en condiciones de pobreza y marginalidad (CEPAL-
UNICEF 2013), y una gran proporción vive en áreas urbanas informales, expuesta a
enfermedades y desastres naturales, bajo amenaza constante de desalojo y víctimas de la
violencia.
Este tipo de contextos urbanos no ofrece a los niños y niñas las condiciones mínimas para
asegurar sus derechos básicos y, lo que es aún más preocupante, muchos gobiernos
municipales en la región parecen asumirlo como inevitable. Sin embargo, existen diversas
acciones que las ciudades de América Latina y el Caribe pueden realizar para ser más
amigables con los niños y promover los derechos consagrados en la Convención:
Un ejemplo de avance en este ámbito es la política de seguridad vial conocida como Vision
Zero, desarrollada en Suecia y adoptada por ciudades en todo el mundo, ha resultado muy
efectiva para proteger a los usuarios más vulnerables de las vías. La idea central es que
las muertes en el tránsito no son ni inevitables ni aceptables y pueden ser eliminadas
mediante un conjunto de medidas entre las que se destacan la pacificación del tráfico
mediante el diseño urbano y la reducción de los límites de velocidad.